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Las personas que son víctimas de sucesos aversivos inusuales de forma brusca pueden
sufrir el trastorno de estrés postraumático (TEPT). Asimismo, la victimización puede causar
unas repercusiones psicológicas muy negativas en la estabilidad emocional de las personas
afectadas, especialmente en el caso de las víctimas de violación. El desarrollo del TEPT como
consecuencia de cualquier delito lo experimenta el 25% de todas las víctimas, pero este
porcentaje puede ascender hasta el 50-60% en el caso de las mujeres agredidas sexualmente.
El TEPT aparece descrito por ver primera dentro de los trastornos de ansiedad en el
DSM-III pero el concepto clínico que subyace bajo dicho término es considerablemente más
antiguo ya que surge a partir de los estudios con excombatientes de la guerra de Vietnam.
La definición por parte del DSM-III como una categoría global, y la inclusión en la
misma de estresores genéricos, permite reunir un conjunto de entidades diagnósticas
anteriores referidas a estresores específicos y que presentaban una diserpsión temática, así
como una cierta inconcreción de contenido: síndrome de trauma de la violación, neurosis de
guerra, síndrome de supervivencia, síndrome de los campos de concentración.
Concepto.
Se trata de un cuadro clínico que aparece en sujetos que han sido víctimas de
catástrofes, de accidentes o de agresiones causadas intencionadamente por otras
personas. Algunos de estos factores ocasionan el trastorno con mucha mayor
frecuencia – la tortura, los secuestros o las agresiones sexuales -, mientras que otros lo
producen sólo ocasionalmente. En general, el trastorno tiende a ser más grave y más
duradero cuando el suceso sufrido es más intenso y cuando las causas son obra del ser
humano y no meramente accidentales.
El tipo de síntomas asociado a este cuadro clínico puede ser variable, pero hay tres
aspectos nucleares que, en mayor o menor medida, se repiten de forma constante
(criterios B, C y D). En primer lugar, las víctimas suelen revivir intensamente la agresión
sufrida o la experiencia vivida en forma de imágenes y recuerdos constantes
involuntarios (flashbakcs) y de pesadillas, así como de un malestar psicológico
profundo y de una hiperreactividad fisiológica ante los estímulos externos e internos
vinculados al suceso. En segundo lugar, las víctimas tienden a evitar o escaparse de los
lugares o situaciones asociados al hecho traumático e incluso rechazan pensar
voluntariamente y dialogar con sus seres queridos sobre lo ocurrido. Y en tercer lugar,
las víctimas muestran una respuesta de alarma exagera que se manifiesta en
dificultades de concentración, en irritabilidad y, especialmente, en problemas para
conciliar el sueño.
El TEPT presenta unas características diferenciales según sea el agente inductor del
mismo. El aumento de la activación desempeña un papel especialmente significativo
en el ámbito de las agresiones sexuales, que suelen ocurrir frecuentemente en el
medio habitual de la víctima y a manos, en más del 50% de los casos, de personas
conocidas. La activación aumentada funciona como una respuesta adaptativa ante el
temor de experimentar una nueva agresión en la vida cotidiana. Las pesadillas ocupan
un lugar relativamente secundario, quizá porque la mayor parte de las víctimas (con
excepción de los casos de abuso sexual en la infancia) ha estado sólo en una ocasión
en contacto con el estímulo aversivo.
Son frecuentes las conductas evitativas, los déficits en la expresión y captación de los
sentimientos (sobre todo de intimidad y ternura) y las alteraciones sexuales (pérdida
del deseo erótico y algunas disfunciones sexuales). Todo ello puede llevar a una
reducción de la actividad social y lúdica de los sujetos y, en último término, a una
capacidad disminuida para disfrutar de la vida.
El curso es con frecuencia crónico y de larga duración y ha conducido a las víctimas a
situaciones de aislamiento.
En la situación de maltrato doméstico están presentes algunos factores que suelen ser
predictores de este cuadro clínico: la larga duración del abuso, las lesiones y amenazas
a la vida de la mujer y/o de los hijos, las graves consecuencias del trauma, el bajo
apoyo social y los problemas económicos.
Algunas objeciones son que las respuestas de ira y tristeza pueden ser tan
frecuentes como las del miedo. Asimismo, la activación psicofisiológica puede no
ser necesariamente un reflejo de la ansiedad existente.
El TEPT puede presentarse de una forma aguda, cuando la antigüedad de los síntomas
es inferior a tres meses, o de una forma crónica, cuando la duración de los mismos es superior
a este período temporal. Una variante adicional es la presentación de este trastorno con un
comienzo diferido, que se caracteriza por el inicio de los síntomas mucho tiempo después, al
menos seis meses, de haber sufrido el trauma.
Las variables de las que depende el comienzo diferido, que puede darse hasta en un
30-50% de todos los pacientes, no están claras. Si bien los síntomas de este cuadro
(especialmente la evitación) parecen estar presentes desde el principio, aunque de una forma
atenuada, algunas situaciones nuevas, algunos estresores de la vida adulta o las vicisitudes del
envejecimiento pueden actuar como sucesos desencadenantes que reactivan el TEPT latente.
En otros casos, sin embargo, este comienzo diferido puede tratarse simplemente de un
síndrome subclínico que se identifica de forma tardía.
La distinción entre los dos subtipos (agudo y crónico) no estaba presente en el DSM-III.
Puede tener unos límites poco precisos y estar relacionado con categorías
psicopatológicas muy diversas. La depresión, el alcoholismo, la dependencia a otras drogas, las
conductas antisociales y el trastorno del control de los impulsos son los cuadros clínicos que
aparecen con más frecuencia en pacientes aquejados de este cuadro clínico.
Por lo que se refiere a la definición hay una alta comorbilidad de este cuadro clínico
con la depresión, el TAG, la fobia social y el TOC. La asociación frecuente entre la depresión y
el TEPT se explica por la presencia en éste de algunos de los síntomas característicos de
aquella: la pérdida de interés, la sensación de acortamiento del futuro, la evitación de
personas o las alteraciones del sueño. Desde esta perspectiva, se puede reconceptualizar el
TEPT como una variante de la depresión.
Suele haber un solapamiento frecuente de los síntomas con el TAG y la fobia social
(hiperactivación psicofisiológica y evitación de personas) y con el TOC (recuerdos
desagradables, recurrentes e intrusivos).
MODELOS DE CONDICIONAMIENTO.
Los sentimientos de terror, de indefensión y de ansiedad extrema que experimentan
las víctimas durante el suceso traumático permiten predecir, según las diversas teorías
del aprendizaje el desarrollo futuro de problemas relacionados con el trauma.
La respuesta de alarma (conducta característica del TEPT) ocurre cuando una persona
se enfrenta a un estímulo desagradable intenso, inesperado e incontrolable. Este
síntoma es un componente más de la respuesta incondicionada al acontecimiento
traumático original y puede de nuevo emerger en forma de respuesta condicionada,
en presencia de los estímulos condicionados.
En casi dos de cada tres víctimas, que tienden a ser muy jóvenes, la violación es la
primera experiencia sexual experimentada. De ahí derivan en buena parte las
dificultades posteriores de adaptación afectivo-erótica.
Por el contrario, también se explica desde esta misma perspectiva por qué se pueden
producir cambios positivos después de la experiencia traumática.
Por ello, la terapia de exposición trata de desactivar este proceso anómalo. Con la
exposición sistemática se accede y se activa, en primer lugar, la estructura cognitiva
del miedo presente en los recuerdos traumáticos y, en segundo lugar, se ofrece al
paciente una experiencia correctora en ausencia de consecuencias aversivas. De este
modo, el sujeto se dota de una información que resulta incompatible con los errores
cognitivos procesados y que le posibilita a llevar a cabo un nuevo procesamiento
emocional adecuado de los elementos cognitivos del suceso. Todo ello conduce, y tras
la revaluación de los errores cognitivos, a cambios en las dimensiones conductuales,
cognitivas y psicofisiológicas del miedo, que el sujeto percibe como un alivio de los
síntomas.
Las diferencias individuales de reacción ante una agresión sexual dependen de las
variables:
- Cada víctima cuenta con unas habilidades específicas para hacer frente al
estrés, que dependen de la historia previa, del apoyo social y del nivel de
estabilidad emocional en el momento de la agresión sexual.
- Las repercusiones psicológicas inmediatas de la víctima son una función
combinada de la intensidad de la agresión sexual como estresor y de las
habilidades de las víctimas para hacer frente a la situación.
- Las interacciones sociales de la víctima después de la agresión son familiares,
amigos, jueces, policías, terapeutas, etc., que pueden tener efectos positivos,
negativos o mixtos en la readaptación emocional posterior.
Por otra parte, las características específicas de la agresión sexual no influyen en las
reacciones de las víctimas a corto plazo, pero, sin embargo, las víctimas de agresiones
especialmente crueles experimentan mayores problemas de ajuste a largo plazo. La
consumación del coito, junto con el efecto sumatorio de las lesiones físicas y de la percepción
de muerte que ello conlleva, puede ser un potente predictor del desarrollo del TEPT. La
violación consumada representa, en último término, la percepción de una dominación física
total y de una humillación psicológica extrema.