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24. Trastorno de estrés postraumático.

Las personas que son víctimas de sucesos aversivos inusuales de forma brusca pueden
sufrir el trastorno de estrés postraumático (TEPT). Asimismo, la victimización puede causar
unas repercusiones psicológicas muy negativas en la estabilidad emocional de las personas
afectadas, especialmente en el caso de las víctimas de violación. El desarrollo del TEPT como
consecuencia de cualquier delito lo experimenta el 25% de todas las víctimas, pero este
porcentaje puede ascender hasta el 50-60% en el caso de las mujeres agredidas sexualmente.

El TEPT aparece descrito por ver primera dentro de los trastornos de ansiedad en el
DSM-III pero el concepto clínico que subyace bajo dicho término es considerablemente más
antiguo ya que surge a partir de los estudios con excombatientes de la guerra de Vietnam.

La definición por parte del DSM-III como una categoría global, y la inclusión en la
misma de estresores genéricos, permite reunir un conjunto de entidades diagnósticas
anteriores referidas a estresores específicos y que presentaban una diserpsión temática, así
como una cierta inconcreción de contenido: síndrome de trauma de la violación, neurosis de
guerra, síndrome de supervivencia, síndrome de los campos de concentración.

Esta categoría diagnóstica, engloba un conjunto de síntomas de ansiedad que se


manifiestan de forma similar en mayoría de las personas al enfrentarse a un acontecimiento
psicológicamente traumatico que, por lo general, se encuentra fuera del “marco habitual”
(desaparece en el DSM-IV) de la experiencia humana.

Concepto.

 CRITERIOS DEFINITORIOS Y GURPOS DE POBLACIÓN AFECTADOS.


Según el DSM-IV-TR el trastorno de estrés postraumático aparece cuando la persona
ha sufrido – o ha sido testigo de- una agresión física o una amenaza para la vida de uno
mismo o de otra persona y cuando la reacción emocional experimentada implica una
respuesta intensa de miedo, horror o indefensión, el suceso vivido no tiene
necesariamente angustiante para la mayoría de las personas.

Se trata de un cuadro clínico que aparece en sujetos que han sido víctimas de
catástrofes, de accidentes o de agresiones causadas intencionadamente por otras
personas. Algunos de estos factores ocasionan el trastorno con mucha mayor
frecuencia – la tortura, los secuestros o las agresiones sexuales -, mientras que otros lo
producen sólo ocasionalmente. En general, el trastorno tiende a ser más grave y más
duradero cuando el suceso sufrido es más intenso y cuando las causas son obra del ser
humano y no meramente accidentales.

El tipo de síntomas asociado a este cuadro clínico puede ser variable, pero hay tres
aspectos nucleares que, en mayor o menor medida, se repiten de forma constante
(criterios B, C y D). En primer lugar, las víctimas suelen revivir intensamente la agresión
sufrida o la experiencia vivida en forma de imágenes y recuerdos constantes
involuntarios (flashbakcs) y de pesadillas, así como de un malestar psicológico
profundo y de una hiperreactividad fisiológica ante los estímulos externos e internos
vinculados al suceso. En segundo lugar, las víctimas tienden a evitar o escaparse de los
lugares o situaciones asociados al hecho traumático e incluso rechazan pensar
voluntariamente y dialogar con sus seres queridos sobre lo ocurrido. Y en tercer lugar,
las víctimas muestran una respuesta de alarma exagera que se manifiesta en
dificultades de concentración, en irritabilidad y, especialmente, en problemas para
conciliar el sueño.

Todo ello lleva a una interferencia significativa en el funcionamiento social y laboral, a


una pérdida de interés y a un cierto embotamiento afectivo (algo así como una
anestesia psíquica) para captar y expresar sentimientos de intimidad y ternura. La
pérdida de interés puede presentarse más complicada si este cuadro aparece asociado
a la depresión.

Los criterios diagnósticos según el DSM-IV-TR son:


A. La persona ha estado expuesta a un suceso traumático en el que concurren las
siguientes circunstancias:
- La persona ha experimentado, ha sido testigo o se ha enfrentado a uno(s)
suceso(s) que implica(n) la muerte, la amenaza de muerte, una herida grave o
un riesgo a la integridad física de uno mismo o de otras personas.
- La reacción de la persona lleva consigo respuestas intensas de miedo, de
indefensión o de horror.
B. El acontecimiento traumático se experimenta persistentemente por lo menos en
una de las formas siguientes:
- Recuerdos desagradables, recurrentes e intrusivos del suceso, que provocan
malestar y que incluyen imágenes, pensamientos o percepciones;
- Sueños desagradables y recurrentes sobre el suceso;
- Conductas o sentimientos que aparecen como si el suceso estuviera
ocurriendo de nuevo;
- Malestar psicológico intenso cuando el sujeto se expone a estímulos internos o
externos que simbolizan o recuerdan algún aspecto del acontecimiento
traumático;
- Reactividad fisiológica cuando el sujeto se expone a estímulos internos o
externos que simbolizan o recuerdan algún aspecto del acontecimiento
traumático.
C. Evitación persistente de los estímulos asociados con el trauma y falta de capacidad
general de respuesta (no existente antes del trauma) que se ponen de manifiesto
en, al menos, tres de los siguientes fenómenos:
- Esfuerzos para evitar pensamientos, sentimientos o conversaciones asociadas
con el trauma;
- Esfuerzos para evitar actividades, lugares o personas que provocan el recuerdo
del trauma;
- Incapacidad para recordar alguno de los aspectos importantes de trauma;
- Disminución marcada del interés o de la participación en actividades
significativas;
- Sensación de distanciamiento o de extrañamiento respecto a los demás;
- Limitación en la capacidad afectiva;
- Sensación de acortamiento del futuro.
D. Síntomas persistentes de hiperactivación (no existentes antes del trauma), que se
ponen de manifiesto en, al menos, dos de los siguientes fenómenos:
- Dificultad para conciliar o mantener el sueño;
- Irritabilidad o explosiones de ira;
- Dificultades de concentración;
- Hipervigilancia;
- Respuesta de alarma exagerada.
E. La duración del trastorno descrito en los apartados B,C y D es superior a un mes.
F. El trastorno ocasiona un malestar clínico o es causa de una alteración significativa
en el funcionamiento social, laboral o en otras áreas importantes.

El TEPT puede afectar al 1 o 2% de la población adulta (similar tasa de prevalencia a la


esquizofrenia). La probabilidad de experimentar este trastorno es mayor en las
mujeres agredidas que en los excombatientes porque el suceso traumático se produce
con frecuencia en un ambiente seguro.

El TEPT presenta unas características diferenciales según sea el agente inductor del
mismo. El aumento de la activación desempeña un papel especialmente significativo
en el ámbito de las agresiones sexuales, que suelen ocurrir frecuentemente en el
medio habitual de la víctima y a manos, en más del 50% de los casos, de personas
conocidas. La activación aumentada funciona como una respuesta adaptativa ante el
temor de experimentar una nueva agresión en la vida cotidiana. Las pesadillas ocupan
un lugar relativamente secundario, quizá porque la mayor parte de las víctimas (con
excepción de los casos de abuso sexual en la infancia) ha estado sólo en una ocasión
en contacto con el estímulo aversivo.

Sin embargo, el prototipo de estrés postraumático de los excombatientes está


caracterizado por la apatía y por un gran número de pesadillas, explicables por el
contacto duradero con los estímulos aversivos. Las amnesias selectivas, los fenómenos
disociativos y las complicaciones asociadas a este cuadro clínico – depresión,
alcoholismo, dependencia a otras drogas, etc.- son mucho más frecuentes entre los
excombatientes que en las víctimas de agresiones sexuales. La existencia de los
fenómenos disociativos puede explicarse por los sentimientos de vergüenza y/o de
culpabilidad experimentados y por la tendencia a olvidar acontecimientos
desagradables, así como, por una percepción insuficiente o deformada de lo ocurrido.

Las víctimas pueden experimentar, además de las alteraciones referidas al ámbito de


la ansiedad, problemas de depresión y pérdida de autoestima, con una cierta
desconfianza en las propias posibilidades para encauzar la vida futura. Los
sentimientos de culpa, derivados – en el caso de las agredidas sexualmente – de la
atribución sesgada de lo ocurrido a los errores cometidos por la víctima y de los
pensamientos obsesivos en relación con lo que pudo hacer y no hizo; y procedentes –
en el caso de los excombatientes – de las atrocidades vividas y del hecho de seguir
viviendo cuando otros compañeros han muerto o han quedado inválidos. Esta
autoinculpación puede dañar seriamente la autoestima de los sujetos y dificultar la
readaptación emocional posterior.

Son frecuentes las conductas evitativas, los déficits en la expresión y captación de los
sentimientos (sobre todo de intimidad y ternura) y las alteraciones sexuales (pérdida
del deseo erótico y algunas disfunciones sexuales). Todo ello puede llevar a una
reducción de la actividad social y lúdica de los sujetos y, en último término, a una
capacidad disminuida para disfrutar de la vida.
El curso es con frecuencia crónico y de larga duración y ha conducido a las víctimas a
situaciones de aislamiento.

El TEPT no remite espontáneamente. En el ámbito de las agresiones sexuales sólo un


20% de las víctimas no muestra ningún síntoma un año después de la agresión. Cabe,
por ello, concluir que los recursos psicológicos disponibles para hacer frente a este
cuadro son muy limitados en el ser humano.

No todos experimentan, sin embargo, el TEPT, ni tampoco lo sufren con la misma


intensidad. La reacción depende, entre otras variables, de la intensidad del trauma, de
las circunstancias del suceso, de la edad, del historial de agresiones previas, de la
estabilidad emocional anterior, de los recursos psicológicos propios, de la autoestima,
del apoyo social y familiar y de las relaciones afectivas actuales. Todos estos
interactúan de forma variable en cada caso y configuran las diferencias individuales
que se constatan entre las víctimas de un mismo hecho traumático.

En la situación de maltrato doméstico están presentes algunos factores que suelen ser
predictores de este cuadro clínico: la larga duración del abuso, las lesiones y amenazas
a la vida de la mujer y/o de los hijos, las graves consecuencias del trauma, el bajo
apoyo social y los problemas económicos.

El TEPT en la infancia es descrito por tres factores diferenciados: una combinación de


evitación y de pensamientos intrusivos; miedo y ansiedad generalizada; y, por último,
dificultades de concentración y alteraciones en el sueño, con pesadillas frecuentes.

 UBICACIÓN NOSOLÓGICA DEL TRASTORNO.


En el DSM-IV-TR el TEPT figura incluido entre los trastornos de ansiedad, pero podría
ser englobado también entre los trastornos disociativos e incluso considerado como
una variante de la depresión.

1. El TEPT como un trastorno de ansiedad: el miedo y la evitación están presentes en


todos los trastornos de ansiedad.

Los pensamientos intrusivos y las pesadillas pueden ser consideradas como


ataques de pánico condicionados. A su vez, la evitación de personas, lugares y
situaciones asociados al trauma refleja la presencia d estímulos condicionados
similares a los existentes en los trastornos fóbicos.

El TEPT participa de muchas características de la ansiedad generalizada, como


algunas dimensiones de personalidad (neuroticismo e introversión), la existencia
de un nivel alto de ansiedad global y la presencia de una hipearctivación
psicofisiológica. Hay un cierto solapamiento entre el TEPT y el TAG.

La relación entre el TEPT y el TOC está presente en varios aspectos. En primer


lugar, hay una tasa relativamente alta de comorbilidad entre ambas. En segundo
lugar, los pensamientos e imágenes intrusivos son característicos de los dos
cuadros. Y, en tercer lugar, los fármacos antidepresivos consiguen reducir los
síntomas, si bien de forma moderada, en un caso y otro. Los tratamientos
psicológicos utilizados en el TEPT son las técnicas de exposición y las técnicas
reductoras de ansiedad (inoculación de estrés, entrenamiento en control de la
ansiedad, reestructuración cognitiva, …). Terapias elegidas para hacer frente a los
trastornos de ansiedad.

Algunas objeciones son que las respuestas de ira y tristeza pueden ser tan
frecuentes como las del miedo. Asimismo, la activación psicofisiológica puede no
ser necesariamente un reflejo de la ansiedad existente.

2. El TEPT y los trastornos disociativos: en los pacientes aquejados de TEPT crónico


suelen estar presentes fenómenos disociativos, especialmente la amnesia
psicógena referida al acontecimiento traumático.

La disociación impide la expresión emocional del suceso traumático, que tiene un


efecto protector, al menos parcial, sobre la aparición de ciertos síntomas
psicopatológicos, especialmente las rumiaciones. La alexitimia, y en general la
represión de las emociones, puede correlacionar con problemas de salud a largo
plazo. En suma, la revocación de la emoción negativa suscita de forma inmediata
una situación emocional ingrata, pero ello le coloca al sujeto, a largo plazo, al
abrigo de las potenciales consecuencias emocionales de una experiencia
emocional no compartida.

La presencia intensa de los mismos puede constituir un predictor negativo de las


respuestas al tratamiento y que buena parte de las estrategias terapéuticas están
encaminadas a hacer frente a la disociación mediante las técnicas de exposición o
de abreacción emocional.

La disociación no afecta a todos los pacientes de TEPT. Incluso cuando está


presente, tiende a disminuir, al menos en algunos casos, con el transcurso del
tiempo. El carácter nuclear del trastorno viene marcado por la ansiedad y no por la
disociación.

Tipos de trastornos de estrés postraumático.

Un diagnóstico requiere la presencia de los síntomas durante un período superior a un


mes. En caso contrario, se considera como un trastorno de estrés agudo que, dentro de
ciertos límites temporales, puede tratarse incluso de una reacción adaptativa ante el suceso
experimentado.

El TEPT puede presentarse de una forma aguda, cuando la antigüedad de los síntomas
es inferior a tres meses, o de una forma crónica, cuando la duración de los mismos es superior
a este período temporal. Una variante adicional es la presentación de este trastorno con un
comienzo diferido, que se caracteriza por el inicio de los síntomas mucho tiempo después, al
menos seis meses, de haber sufrido el trauma.

Las variables de las que depende el comienzo diferido, que puede darse hasta en un
30-50% de todos los pacientes, no están claras. Si bien los síntomas de este cuadro
(especialmente la evitación) parecen estar presentes desde el principio, aunque de una forma
atenuada, algunas situaciones nuevas, algunos estresores de la vida adulta o las vicisitudes del
envejecimiento pueden actuar como sucesos desencadenantes que reactivan el TEPT latente.
En otros casos, sin embargo, este comienzo diferido puede tratarse simplemente de un
síndrome subclínico que se identifica de forma tardía.

La distinción entre los dos subtipos (agudo y crónico) no estaba presente en el DSM-III.

Comorbilidad de trastorno de estrés postraumático.

La comorbilidad del TEPT es muy alta. La comorbilidad exageradamente alta de este


cuadro puede ser fruto de la imprecisión de los límites con otras entidades nosológicas, así
como de la definición misma del trastorno.

Puede tener unos límites poco precisos y estar relacionado con categorías
psicopatológicas muy diversas. La depresión, el alcoholismo, la dependencia a otras drogas, las
conductas antisociales y el trastorno del control de los impulsos son los cuadros clínicos que
aparecen con más frecuencia en pacientes aquejados de este cuadro clínico.

Por lo que se refiere a la definición hay una alta comorbilidad de este cuadro clínico
con la depresión, el TAG, la fobia social y el TOC. La asociación frecuente entre la depresión y
el TEPT se explica por la presencia en éste de algunos de los síntomas característicos de
aquella: la pérdida de interés, la sensación de acortamiento del futuro, la evitación de
personas o las alteraciones del sueño. Desde esta perspectiva, se puede reconceptualizar el
TEPT como una variante de la depresión.

Suele haber un solapamiento frecuente de los síntomas con el TAG y la fobia social
(hiperactivación psicofisiológica y evitación de personas) y con el TOC (recuerdos
desagradables, recurrentes e intrusivos).

Quizás estas altas tasas de comorbilidad serían menores si se acotase


conceptualmente el trastorno y se limitasen los síntomas a los que son más específicos de este
trastorno: las pesadillas, la reexperimentación de imágenes, la respuesta de alarma y la
hipervigilancia.

Etiología del trastorno de estrés postraumático.

 MODELOS DE CONDICIONAMIENTO.
Los sentimientos de terror, de indefensión y de ansiedad extrema que experimentan
las víctimas durante el suceso traumático permiten predecir, según las diversas teorías
del aprendizaje el desarrollo futuro de problemas relacionados con el trauma.

El acontecimiento amenazante funciona como una situación de condicionamiento


clásico en la que las vivencias experimentadas por la víctima funcionan como estímulos
incondicionados que producen una respuesta incondicionada de ansiedad y de terror.
A través de un proceso de condicionamiento por contigüidad temporal o física, los
estímulos condicionados en esa situación llegan a elicitar respuestas de ansiedad.
Asimismo, ciertos estímulos cognitivos actúan también como estímulos condicionados
que generan respuestas de ansiedad por asociación con la experiencia traumática. De
este modo, cuanto mayor es el número de estímulos condicionados presentes en el
trauma, mayor es la magnitud del miedo.
El proceso de generalización de estímulos y de condicionamiento de orden superior
explica la generalización de las respuestas de ansiedad a otros estímulos nuevos y la
ampliación, por tanto, del número de estímulos generadores de miedo.

La respuesta de alarma (conducta característica del TEPT) ocurre cuando una persona
se enfrenta a un estímulo desagradable intenso, inesperado e incontrolable. Este
síntoma es un componente más de la respuesta incondicionada al acontecimiento
traumático original y puede de nuevo emerger en forma de respuesta condicionada,
en presencia de los estímulos condicionados.

Por lo que se refiere a las víctimas de agresiones sexuales:


- Las víctimas están más temerosas y ansiosas. La exposición repetida a la
agresión sexual aumenta la magnitud del miedo.
- Las situaciones ansiógenas se relacionan con estímulos condicionados a la
violación, que pueden ser muy numerosos en función del proceso de
generalización de estímulos. Las conductas sexuales van a generar en la
victima un grado de ansiedad muy alto.
- La ansiedad anticipatoria propicia la presencia de conductas de evitación ante
situaciones lúdicas y de relación interpersonal. La desaparición del temor
refuerza las conductas de evitación. Pero la reducción de las actividades
sociales y de ocio, así como la falta de implicación en relaciones eróticas y de
ternura, provoca una disminución de la cantidad de reforzamiento positivo,
que facilita a su vez, la aparición de la depresión. La depresión está también en
función de la disminución de la autoestima, que depende de la atribución de
responsabilidad en la agresión sufrida.
- Las interacciones con el sistema judicial van a generar un grado muy alto de
ansiedad.

En casi dos de cada tres víctimas, que tienden a ser muy jóvenes, la violación es la
primera experiencia sexual experimentada. De ahí derivan en buena parte las
dificultades posteriores de adaptación afectivo-erótica.

 TEORÍA DE LA INDEFENSIÓN APRENDIDA Y DE LA EVALUACIÓN COGNITIVA.


Los modelos de condicionamiento explican la ansiedad y los miedos de las víctimas de
un suceso traumático, pero no dan cuenta de otros síntomas presentes en el TEPT,
Según la teoría de la indefensión aprendida (Foa, Zimbarg y Rothbaum) se explica por
qué algunas víctimas se muestran paralizadas, pasivas y culpables tras un suceso
traumático. Los síntomas depresivos se desarrollan cuando los sujetos están expuestos
a situaciones aversivas que perciben como incontrolables y en las que su conducta no
tiene consecuencias efectivas.

Hay un cierto paralelismo entre el modelo de indefensión aprendida y la experiencia


de victimización;
- Ambos están precipitados por acontecimientos aversivos e incontrolables.
- Ambos permiten el desarrollo de creencias generalizadas acerca de la
incotrolabilidad del futuro y de la generalización de los déficits conductuales a
otras situaciones diferentes de la original.
- Ambos incluyen una creencia generalizada acerca de la inefectividad de las
respuestas futuras.
La mayor o menor intensidad de la indefensión experimentada por las víctimas está
modulada por las atribuciones efectuadas. De este modo, las personas que se
atribuyen la responsabilidad de lo ocurrido pueden experimentar un agravamiento del
cuadro clínico. En concreto, las víctimas que llevan a cabo atribuciones internas,
estables y globales, se sienten peor que las que desarrollan atribuciones externas,
inestables y específicas.

La evaluación cognitiva de lo ocurrido desempeña asimismo un papel importante. El


sujeto interpreta y otorga un significado a los sucesos. Los esquemas cognitivos
pueden llevar a una víctima a percibirse a si misma, al entorno y al futuro como
negativos y a desarrollar pensamientos irracionales relacionados con lo ocurrido.

Por el contrario, también se explica desde esta misma perspectiva por qué se pueden
producir cambios positivos después de la experiencia traumática.

En último término, la depresión resultante tras un acontecimiento traumático puede


ser fruto, por un lado, de la escasa implicación de la víctima en actividades
previamente reforzantes y, por otro, de la disminución de la autoestima que puede ser
resultado, a su vez, de la evaluación cognitiva distorsionada y de las atribuciones de
culpabilidad.

 TEORÍA DEL PROCESAMIENTO DE LA INFORMACIÓN.


Los modelos expuestos anteriormente no son capaces de explicar satisfactoriamente la
reexperimentación del acontecimiento traumático.

La teoría del procesamiento de la información de Foa y Kozak trata de dar cuenta de


las estructuras cognitivas del miedo y, desde esta perspectiva, de explicar la
reexperimentación de los síntomas presentes en el TEPT.

Este cuadro surge a partir de sucesos aversivos impredecibles/incontrolables que no


han sido procesados emocionalmente de forma adecuada y que interfieren en la
integración cognitiva y emocional de otras experiencias y conductas. En concreto, las
estructuras cognitivas del miedo patológico se distinguen, de las del miedo normal en
que contienen elementos erróneos.

Las estructuras de miedo patológico reflejan la existencia de una amenaza percibida,


que no tiene que coincidir necesariamente con la existencia de una amenaza real, y
funcionan como un programa de escape y de evitación conductual. Sólo cuando un
estímulo adquiere un significado de amenaza la estructura mnésica se transforma en
una estructura de miedo.

Las víctimas de agresiones sexuales tienen mayor probabilidad de desarrollar un TEPT


cuando los estímulos y las respuestas seguros antes de la agresión dejan de serlo. La
modificación de las reglas de seguridad permite la integración de una gran variedad de
estímulos en la estructura de miedo que, junto con la perversidad del estímulo, la
intensidad de las respuestas fisiológicas y conductuales y el bajo umbral de activación,
contribuyen a perturbar seriamente el funcionamiento cotidiano de la víctima.
Cuando determinados estímulos activan una estructura de miedo ya generalizado se
puede producir una fuerte explosión de activación y una reexperimentación del
acontecimiento traumático que traen como consecuencia una estrategia de
afrontamiento basadas en intentos de evitación o escape del miedo.

Sin embargo, el miedo intenso y el malestar refuerzan el TEPT al impedir a la víctima el


enfrentamiento prolongado con las situaciones que evocan el trauma. Al contrario que
las exposiciones laraas, la tendencia a escapar de los estímulos sensibiliza a los sujetos.
Las exposiciones cortas impiden la modificación de la estructura de miedo, que
permanece inaccesible y, por tanto, no puede desactivarse. De este modo, la evitación
sistemática impide la habituación a los estímulos y está asociada a la cronificación de
los síntomas.

Por ello, la terapia de exposición trata de desactivar este proceso anómalo. Con la
exposición sistemática se accede y se activa, en primer lugar, la estructura cognitiva
del miedo presente en los recuerdos traumáticos y, en segundo lugar, se ofrece al
paciente una experiencia correctora en ausencia de consecuencias aversivas. De este
modo, el sujeto se dota de una información que resulta incompatible con los errores
cognitivos procesados y que le posibilita a llevar a cabo un nuevo procesamiento
emocional adecuado de los elementos cognitivos del suceso. Todo ello conduce, y tras
la revaluación de los errores cognitivos, a cambios en las dimensiones conductuales,
cognitivas y psicofisiológicas del miedo, que el sujeto percibe como un alivio de los
síntomas.

Factores predictivos del trastorno de estrés postraumático en víctimas de agresiones


sexuales.

La vulnerabilidad psicológica a las agresiones sexuales es objeto de estudio


actualmente. Los déficit de asertividad y el haber sido objeto de abusos durante la infancia (o
de otras agresiones sexuales en la vida adulta) son factores de riesgo.

Las diferencias individuales de reacción ante una agresión sexual dependen de las
variables:

- Cada víctima cuenta con unas habilidades específicas para hacer frente al
estrés, que dependen de la historia previa, del apoyo social y del nivel de
estabilidad emocional en el momento de la agresión sexual.
- Las repercusiones psicológicas inmediatas de la víctima son una función
combinada de la intensidad de la agresión sexual como estresor y de las
habilidades de las víctimas para hacer frente a la situación.
- Las interacciones sociales de la víctima después de la agresión son familiares,
amigos, jueces, policías, terapeutas, etc., que pueden tener efectos positivos,
negativos o mixtos en la readaptación emocional posterior.

Se puede predecir la gravedad del problema a largo plazo a partir de la intensidad


inicial del trastorno a los pocos días de la agresión. Cuanto más intensa sea la reacción de las
primeras horas y días tras la agresión, mayor es la probabilidad de que se cronifique el
problema.

Según las características biográficas/demográficas, las mujeres casadas y las mayores


tienen peor pronóstico que las solteras y las niñas más jóvenes. Los trastornos
psicopatológicos previos y, en general, los problemas graves de salud tienden a ensombrecer
la recuperación tras la agresión sexual y pueden ser mayores predictores de depresión que la
intensidad del trauma ocurrido.

Por otra parte, las características específicas de la agresión sexual no influyen en las
reacciones de las víctimas a corto plazo, pero, sin embargo, las víctimas de agresiones
especialmente crueles experimentan mayores problemas de ajuste a largo plazo. La
consumación del coito, junto con el efecto sumatorio de las lesiones físicas y de la percepción
de muerte que ello conlleva, puede ser un potente predictor del desarrollo del TEPT. La
violación consumada representa, en último término, la percepción de una dominación física
total y de una humillación psicológica extrema.

La experimentación de sucesos estresantes en los últimos meses puede agravas las


reacciones psicológicas experimentadas. Estos dos últimos factores pueden reducir la
capacidad de las víctimas para enfrentarse con la situación. Y al revés, los efectos inmediatos y
a largo plazo son menores cuando la víctima cuenta con un buen apoyo social. La percepción
de un apoyo social es un recurso clave en la reducción del impacto psicológico.

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