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¿Qué sucede cuando el dispositivo de admisión está a cargo de un analista?

Lic. Vanesa García

Habrá un entrecruzamiento del discurso institucional y el discurso analítico, es decir, el


admisor deberá responder en nombre de la institución a la demanda de admisión y
para ello deberá regirse por los parámetros institucionales, pero también habrá un más
allá de lo administrativo que será efecto de la escucha analítica.

Ahora el admisor antes de evaluar a dónde deriva a un paciente dentro de la


institución, tiene que realizar un paso previo, y es tomar una decisión: “si admite o no
a quien consulta”, paso preliminar a un tratamiento posible.

Ricardo Scavino en un artículo que titula: “La Admisión en tanto operación” dice:

“Admisión es un significante correlativo a la dimensión de la demanda, a la que


significa como demanda de ser admitido… La admisión redobla por su propia
nominación lo que es propio del significante suscitar: admisión o rechazo…”

Por ello pienso que el admisor se enfrenta allí con una decisión a tomar, esto implica
no dar por hecho que alguien que pide un tratamiento psicológico sea suficiente y por
ello se lo deba admitir. Si no estaríamos en el plano asistencialista, todos deberían ser
admitidos.

“Hay que hacer notar que si todo ha de ser admitido entonces algo allí no
opera”.

R. Scavino nos dice al respecto: “hay una disyunción entre la lógica asistencial y
la lógica analítica”.

Pienso que la lógica analítica sólo se pone en juego si el admisor hace operar el
significante admisión para marcar el límite de lo asistencial y abrir paso a una lógica de
la decisión (del para todo al no todo).

¿Qué se tiene en cuenta en la lógica analítica para admitir o rechazar al que consulta?
¿Cómo hacer operar el significante admisión?

“Pensar la admisión en tanto operación impone atenerse a una dimensión muy


delgada pero operativa: adentrarse a una disciplina del significante para la
localización de los fenómenos del sujeto”. “La noción de posición subjetiva,
permite una efectuación y una localización del sujeto en términos de la posición
que adopta en relación a sus dichos, de rectificación subjetiva, maniobra
dialéctica que tiende al lazo en relación a la implicación del sujeto en su
discurso, nos permite abordar la admisión en términos de una lógica de la
decisión…”

Lo que el paciente pueda decir de lo enunciado nos ofrece un marco de referencia a


partir del cual abordaremos dicha decisión.

Cuando uno comprueba en la entrevista de admisión que al que consulta no lo


atraviesa ningún tipo de padecimiento, viene sólo para decirnos que hay otros que
padecen de mí ¿Deberíamos admitir?

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Que el motivo de consulta sea cumplir con lo que le piden o sugieren de un juzgado,
de una escuela, de un médico, de un pariente, amigo, pareja, etc…. ¿Es motivo
suficiente para admitir a alguien?

Tomaré una viñeta para pensar la admisión en tanto operación

Ana (50 años) lo primero que dice es “estoy acá porque mis hijos me lo pidieron”.
Cuenta que su hija menor la trajo en auto hasta la puerta de la institución.

Interrogo: ¿Por qué cree ella que sus hijas suponen que debería estar aquí
consultando?
“Ellas hacen terapia hace mucho tiempo y suponen que yo lo necesito, porque me
dicen que soy una negadora, que no me hago cargo de las cosas que me pasan”.

Le pregunto qué piensa ella de esto que le dicen sus hijas.


“Lo que te puedo decir es que las cosas que me pasan las tiro en el cuerpo”.

Interrogo sobre esto…

Cuenta que hace 10 años le diagnosticaron cáncer de mama, agrega “justo cuando mi
hijo viajó a España para irse a vivir allí”.
“Él se va en junio, en diciembre para las fiestas yo tenía pensado viajar a España, en
octubre por un estudio de rutina me detectan el cáncer, en diciembre me operan, en
vez de ir a España, estaba en la clínica operándome”.

Interrogo porque dice “justo cuando mi hijo se va, a mí me pasa esto”.


“Es algo que me dijo mi médico ¿A vos te parece casual que aparezca el cáncer de
mamas cuando tu hijo se va? En ese momento sentí que no tenía sentido lo que me
decía pero me quedó flotando”.

Señalo: Usted dice que todo lo que le pasa lo tira al cuerpo.

“Para mí fue muy duro que él se fuera, es mi hijo preferido, a mis hijas las quiero, pero
él siempre fue especial para mí, es más, cuando me pasó lo del cáncer, yo no permití
que se lo contaran porque no quería que sintiese culpa por haberme dejado…”

Señalo: Culpa por haberla dejado… no entiendo.

“Sí, porque él conoció a una chica, al poco tiempo se casaron, paralelamente se le


presentó una oportunidad laboral en España que él venía buscando y se fueron a vivir
allá.
Yo no quería que se le opacara lo bien que le estaba yendo, con mi estar mal”.

Señalo el estar bien del hijo en contraste con su estar mal, culpa…

“Yo soy muy culposa, en realidad ahora que te lo estoy diciendo, es que creo que yo
sentí culpa, por sentirme mal, porque él se había ido… no pude sentir felicidad, y no la
siento aún ahora, en realidad, yo tenía la esperanza que las cosas no le salieran tan
bien y que él volviera…”. Llora, dice: “Me da vergüenza sentir esto, pero es lo que me
pasa, no lo puedo negar…”.

Señalo, hablando se encuentra diciendo que no lo puede negar…

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“Nunca me hice cargo de nada, en situaciones críticas de mi vida siempre miré para
otro lado y mis hijos se hicieron cargo de todo”.

Relata que estuvo casada con un hombre alcohólico… “nunca hice nada al respecto,
por su alcoholismo perdimos la empresa familiar, mis hijos tuvieron que salir al mundo
para hacer algo con la situación económica que nos estaba arrasando y yo lo único
que hacía era decir que me sentía mal y estaba de médico en médico”.

“Él falleció hace 15 años, nunca volví a hacer pareja, yo no hice mi vida y eso a mis
hijos se les debe hacer pesado.

¿Y a usted?

“A mí también…”

“Ahora que estoy acá hablando, llorando, me doy cuenta que hay muchas cosas que
tengo para decir de lo que me pasó, de lo que me pasa y de lo que no quiero que me
vuelva a pasar…”

Como no hay forma de predecir después de cada entrevista, que el sujeto vuelva, esta
posibilidad para que cuente debemos tenerla en cuenta. Ello nos fuerza a no
dormirnos en el recurso del tiempo por venir, quizás por más que sea admitido, ese
sujeto no vuelva para dar curso a su posible tratamiento psicológico.

Por ello debemos pensar que esa escucha que se ofrece es un momento privilegiado
para dejar una marca para aquel que consulta, abrir la posibilidad de que se arme una
pregunta allí donde no estaba, de que se escuche en sus decires un decir distinto, que
se dé lugar a la angustia, que aparezca una demanda de tratamiento allí donde sólo se
consultaba por un pedido ajeno…

Si me hubiese detenido en el modo de presentación de Ana: “vengo porque mis hijas


me dijeron que viniera” o ella se hubiese detenido allí, probablemente Ana no hubiese
sido admitida.

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