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La cuarta parte del “Discurso del método” de René Descartes, tratará sobre la “duda” como
mecanismo que el autor decide emplear para poder analizar desde cero, el conocimiento que hasta
ahora se tenía como cierto; por eso, el autor dice: “deseando yo en esta ocasión ocuparme tan sólo
de indagar la verdad, pensé que debía hacer lo contrario y rechazar como absolutamente falso todo
aquello en que pudiera imaginar la menor duda” (Descartes, 2006, pág. 65), sabiendo que buscaba
una finalidad, es decir, que “no quedaría en mi creencia de algo que fuera enteramente indudable”
(Descartes, 2006, pág. 65). Entonces, partiendo de este presupuesto, llega a afirmar que los
sentidos nos engañan, de manera que el ser humano está expuesto a errores de razonamiento y, por
tanto, llega a dudar de sus razonamientos y sus demostraciones. Por otro lado, Descartes también
reconoce la dificultad de diferenciar los sueños de los pensamientos, puesto que no hay nada que
Descartes comienza a examinarse en su composición natural (lo que soy) y, aunque pensara
que no poseía cuerpo alguno y que no había un lugar donde él se encontrase, se daba cuenta que
todo ésto era real, (que él era), una sustancia cuya esencia y naturaleza se puede pensar con total
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independencia de otra cosa para que pueda existir “de suerte que este yo, es decir, el alma por la
cual yo soy lo que soy, es enteramente distinta del cuerpo y hasta más fácil de conocer que éste y,
aunque el cuerpo no fuese, el alma no dejaría de ser cuanto es” (Descartes R. , 2006, pág. 66).
Luego, habiendo notado que en la preposición “pienso, luego soy” (“cogito ergo sum”) no hay
nada que le certifique que está diciendo la verdad, pensó que lo más claro es ser, para distinguir
las cosas claras y distintas, aunque con dificultades para distinguirlas a veces.
que aquello no le garantizaba la totalidad de la verdad; por eso, comenzó a indagar sobre el origen
de haber aprendido a pensar en algo más perfecto que él (una naturaleza mejor elaborada y
perfecta), cosa que veía imposible que saliera de la nada, y mucho menos de él, “de suerte que sólo
quedaba que hubiese sido puesta en mí por una naturaleza verdaderamente más perfecta que yo”
(Descartes R. , 2006, pág. 67), y dicho ser posee todas las perfecciones (Dios), las cuales no podía
explicar con sus propias palabras. También, Descartes se da cuenta que tiene algunas perfecciones,
pero que no es el único ser que existe, porque había un ser del que dependía y que le había dado
todo cuanto poseía. Por eso, él ratifica que si fuera dependiente y no participara en nada con aquel
ser supremo hubiera podido tener idéntica razón, ser infinito, eterno, inmutable, omnipotente y, en
fin, poseer todos los atributos que tiene Dios. Por tanto, Descartes identifica al ser que ha puesto
esa idea perfecta en él con Dios, asociándolo a un nuevo tipo de sustancia: la res infinita, superando
de esta manera la postura que se afirma que solo se puede conocer el yo y nada más.
Por otra parte, en todo lo que había razonado acerca de Dios, hasta donde su intelecto le
concedía, se aseguró que ninguna de las ideas imperfectas (duda, inconstancia y tristeza) pueden
estar en Dios. Así, Descartes también tiene algunas ideas de las cosas sensibles y corporales y, aun
estando en estado de sueño, no podía negar que esas ideas estaban rondando por su pensamiento.
Entonces, habiendo diferenciado que la naturaleza inteligente es distinta a la corporal y que denota
Juzgaba que no podía haber en Dios estas dos naturalezas y que por consiguiente, Dios no era
naturalezas que no fuesen del todo perfectas, su ser debía depender del poder divino, hasta el punto
Por tanto, en la naturaleza (mundo) sí había cuerpos que dependían de otras cosas para
algunas de las más simples explicaciones al mundo, ya que éste les atribuye cierta evidencia; sin
embargo, Descartes no pone su seguridad en ellas, porque no le dan la certeza de la existencia del
objeto; pero él constata, que la existencia de la cosa está en ella. En este caso, Dios es o existe,
como lo pueden hacer las demostraciones geométricas; los que digan que es difícil conocer todo
esto, es porque no han elevado su espíritu por encima de las cosas sensibles y están seguros que
son solo ideas de la imaginación, pero como no hay nada en el entendimiento que no haya estado
antes en los sentidos, es por eso que las ideas de Dios y de alma nunca han estado en ellos. Nada
falsos y que no lo son cuando estamos despiertos?” (Descartes R. , 2006, pág. 70). Aunque los más
genios estudien este problema, no podrán dar una razón lógica sobre diversas cuestiones, como lo
es la existencia de Dios. Es así como Descartes llega a la conclusión que debe existir algo o alguien
de donde provenga esa idea, ya que sería ilógico decir que proviene de la nada y, más ilógico sería
decir, que lo más perfecto proviene del no-ser. Por eso para Descartes la idea de Dios es una idea
innata, en la cual es eterno, inmutable, omnisciente y omnipotente; es decir, que posee todas las
cualidades que podemos imaginar, pero no poseer. En definitiva, lo único cierto es que mientras
Por tanto, como se observó con anterioridad, estos planteamientos vendrían a ser ideas
claras y distintas que hacen cognoscible la existencia de Dios y que todo lo que tenemos proviene
de Él; sin embargo, si tenemos dudas o ideas falsas, es debido a la imperfección que poseemos en
sí mismos, aunque Descartes atribuye estas imperfecciones a la nada y no a Dios, el Ser supremo.
Bibliografía
Descartes, R. (2006). Discurso del método Meditaciones metafísicas . España : España Caple.