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ROUSSEAU

1. VIDA (1712-1778)

Nació en Ginebra. Huérfano de madre, pronto comenzó una vida de peregrinaje por
distintas ciudades ejerciendo distintos trabajos. Su interés musical le llevó a París,
donde contactó con los enciclopedistas. A partir de 1750 su fama se extendió por
Europa a través de sus distintas obras siendo estas prohibidas en diferentes países.
Comenzó asimismo un periodo de desequilibrio psicológico y manías persecutorias que
le llevaron a romper algunas amistades como la de Hume. Murió en Francia en 1778.

OBRAS MÁS IMPORTANTES: Discurso sobre la desigualdad; El Contrato Social;


Emilio o de la educación.

2. EL PROBLEMA DEL SER HUMANO: ANTROPOLOGÍA

En el Discurso sobre las ciencias y las artes Rousseau concibe que el estado "natural"
del hombre, antes de surgir la vida en sociedad, era bueno, feliz y libre. El "buen
salvaje" vivía independiente, guiado por el sano amor a sí mismo. Según Rousseau, el
desarrollo de las ciencias y de las artes (entendiendo por "artes" a las técnicas) ha
corrompido las costumbres. La civilización debilita las costumbres haciendo perder a la
gente el gusto por la libertad. La gentileza y los buenos modales no son más que vil
adulación. Según Rousseau, todos los ejemplos históricos (Grecia, Roma, China,
Alemania) lo prueban: la fuerza y la virtud de los pueblos están en razón inversa de su
grado de refinamiento. Nacidas del orgullo del hombre, las ciencias alientan la
ociosidad y destruyen la moral. Por otro lado, las artes están en parte aliadas con el lujo,
corruptor y económicamente ruinoso.
Según Rousseau hay una diferencia fundamental entre el hombre natural y el hombre
social. El hombre natural es aquel que vive en el estado de naturaleza, una época
histórica hipotética que permite a Rousseau desarrollar la idea del mito del buen salvaje.
El hombre en estado de naturaleza, antes de convivir en sociedad, era bueno y feliz,
independiente en relación a los otros hombres y con un egoísmo no negativo. El buen
salvaje tenía, así, un sano amor hacia sí que no implicaba buscar el mal de los otros
hacia los que sentía compasión. En este estado natural, el hombre mantenía sentimientos
puros, no coartados o envenenados por el prejuicio social, y una relación directa con la
naturaleza.
Este estado natural de cómo sería el ser humano en sus hipotéticos orígenes se enfrenta
al hombre social, aquel que vive en un estado de sociedad o estado cultural. En este
estado social, que sí que es real frente al natural, el hombre no es un ser feliz y bueno,
sino que está llevado por un egoísmo malsano por el cual busca su propio interés en
detrimento de los otros seres humanos. Así, la cultura y el progreso no han hecho al ser
humano más feliz y más bueno, como creían la mayoría de los pensadores de la
Ilustración, sino que lo han hecho más desigual, injusto y profundamente infeliz.
Cultura y progreso no actúan pues como elementos emancipadores, sino que dentro de
la sociedad son elementos que han corrompido a los hombres.
Para poder vivir en sociedad de la mejor manera posible, hace falta la educación. La
libertad será el fin y el medio de esta educación, y la naturaleza el primer maestro. El
niño se formará por su propia experiencia, bajo la vigilancia de un preceptor. La

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educación comprende tres ámbitos principales que aparecen según el siguiente orden:
formación física, formación moral y formación política o civil.
El proceso en el que consiste la educación se lleva a cabo mediante la experiencia del
mundo, que se apoya en primer lugar en los sentidos. Se ha de poner al niño en contacto
directo con las cosas, de manera que la sensación y la experiencia son las únicas fuentes
de conocimiento en los primeros años de vida. En lo que respecta a la educación moral e
intelectual, el método es semejante: hay que inculcar al niño esas ideas de manera
práctica, orientando su interés y atención hacia ellas, pero sin pretender darle razones
que no entiende. Rousseau postula una "educación negativa" consistente en preservar al
niño del vicio y del error, más que en enseñar la virtud y la verdad. La moralidad no es
otra cosa que el desarrollo o despliegue de las pasiones o sentimientos naturales del
hombre y su comienzo está señalado por la aparición de la voz de la conciencia, que es
fruto de la doble relación del hombre consigo mismo y con los demás. Rousseau expone
su conocida distinción entre el "amor de sí", que es la estima natural por la propia vida y
la conservación, y que es siempre correcto, frente al "amor propio", que es el
sentimiento que nace de la competencia con los demás.

3. EL PROBLEMA DE LA SOCIEDAD: POLÍTICA

La sociedad corrompe así al hombre, pero Rousseau es consciente de que no se trata de


volver a un estado primitivo, que ni siquiera se puede demostrar que existió, sino que
hay que analizar esta sociedad, que produce esa infelicidad y egoísmo en el ser humano,
para ver cuál es su causa y reformarla de forma tal que pueda ser una comunidad que
haga felices a los hombres. Y para realizar esta tarea seguirá dos pasos: en primer lugar,
situar el origen del mal social; y, segundo, proponer una serie de reformas para
transformar esta sociedad.
Para Rousseau el origen del mal en la sociedad es la desigualdad. Esta es fruto de la
propiedad privada que al surgir produjo que los hombres acabaran siendo socialmente
desiguales pues unos empezaron a atesorar privilegios frente a otros. Además, esto
produjo un permanente enfrentamiento social donde lo que primaba era el egoísmo y no
la cooperación, pues el deseo era poseer más y por tanto se fomentaba la codicia y el
enfrentamiento entre todos. Así, la sociedad actual es injusta y además impide la
realización plena de los seres humanos pues no les lleva a la felicidad.
Para reformarla, Rousseau propone un Contrato Social. Se debe reformar la sociedad,
pero no se puede volver al estado de naturaleza, sino que la idea del estado natural debe
servir para crear las bases de una sociedad justa, legítima de acuerdo al ser humano. Se
trata de establecer las bases para un pacto social justo, donde se pueda armonizar
libertad, igualdad y poder político En El contrato social, Rousseau manifiesta otra
manera de paliar la degeneración a la que nos vemos abocados en el estado social,
degeneración que resume en su célebre frase "el hombre nace libre, pero en todas partes
se encuentra encadenado". Los hombres deben establecer “un nuevo contrato social”
que los acerque a su estado natural. Este nuevo contrato es un pacto de la comunidad
con el individuo y del individuo con la comunidad, desde el que se genera una voluntad
general que es distinta a la suma de las voluntades individuales y que se constituye en
fundamento de todo poder político. La soberanía ha de emanar de la voluntad general.
La libertad individual ha de constituirse, a través de la voluntad general, en libertad civil
y en igualdad.
Esta soberanía popular se expresa en la voluntad general que no es una mera suma de
las voluntades de cada uno. Efectivamente, la voluntad de todos sería la suma de
intereses egoístas de cada uno; sin embargo, la voluntad general es la del sujeto

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colectivo que siempre pretende el bien común. Así, el individuo renuncia a sus
egoísmos personales para someterse por consentimiento libre a las leyes que se emanan
de la voluntad general. Cada uno renuncia así, según Rousseau, no a la libertad como
ciudadano sino a la libertad de obrar de acuerdo al egoísmo propio y en contra de la
comunidad.
Además, opina Rousseau, para la creación de esta nueva sociedad será fundamental la
educación. Rousseau, en su obra Emilio, considera que a los niños se les debe instruir
desde la libertad, huyendo del academicismo y el mero aprendizaje memorístico. Para
esta educación se debe tener en cuenta que los niños tienen una mentalidad diferente a
los adultos, buscando abrir su mente a la curiosidad y deseo de saber a través,
fundamentalmente, del contacto con la naturaleza. Esta educación tiene como finalidad
última formar buenos ciudadanos y contribuir a la mejora social.
De esta forma, y según Rousseau, los seres humanos pueden entrar en un nuevo estado
que no es ni el social anterior donde primaba el egoísmo individual ni tampoco el
natural. Este nuevo estado consiste en una sociedad racional y libre donde se erradicará
el mal moral y la injusticia y permitirá que cada uno de los seres humanos pueda
alcanzar su felicidad y plena realización.

4. LA RELIGIÓN NATURAL

La razón nos lleva al conocimiento del Creador, aunque no podamos conocer su


naturaleza. Frente a la negación de Dios por la presencia del mal en el mundo, Rousseau
señala que es la libertad humana la causa del mismo. Frente a la realidad del triunfo de
la injusticia en el mundo, Rousseau postula la inmortalidad del alma. Todas estas ideas
no son el producto de un razonamiento riguroso y apodíctico, sino que se encuentran en
el fondo de nuestro corazón.
La segunda parte de la profesión de fe está dedicada a rebatir las religiones reveladas en
su pretensión de monopolio de la verdad, pero son defendidas como expresiones
sociales concretas, históricas, de la única religión natural: son religiones culturales, de
gran valor social. En la religión natural profesada por Rousseau, Dios es anunciado por
un "sentimiento interior", y se manifiesta en sus obras. Las religiones reveladas son
violentamente criticadas por interponer libros, sacerdotes y ritos entre el hombre y Dios.
Rousseau señala que "el culto esencial es el del corazón".
Por otra parte, también es criticado el materialismo y el ateísmo de los enciclopedistas.
que disolvía la libertad del individuo en cadenas de determinaciones causales y que, por
tanto, hacía imposible la fundamentación de la moral. Ello puede ser interpretado como
un cierto regreso a una moral del sentimiento o religiosidad intimista, de corte
agustiniano o pascaliano.
El contrato social termina con un capítulo la religión civil: la nueva religión cuyos
dogmas refuerzan en el ciudadano el cumplimiento de sus deberes en cuanto tal. Esto y
solamente esto es lo que le interesa al Estado y a lo que se extiende la competencia del
soberano. Las opiniones religiosas que estén más allá de esta esfera de utilidad pública
no competen al Estado y, por consiguiente, cada individuo queda en libertad. Se trata de
una profesión de fe que obliga al ciudadano, pero sin forzar su libertad interior.

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