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El principio de igualdad es uno de los pilares básicos del ordenamiento constitucional. Esta
relevancia es coherente con el carácter del Estado social y democrático de Derecho, donde se
procura hacer compatible la libertad que inspiraba el Estado Liberal con la nueva concepción de
igualdad.
✓ En el Título I aparece recogido en el art. 14 CE: “Los españoles son iguales ante la ley, sin
que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión,
opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o racial”; así como en otros
preceptos referidos a situaciones jurídicas concretas:
- Art. 31.1, como principio que debe inspirar la obligación de los ciudadanos a contribuir
al sostenimiento de los gastos públicos: “Todos contribuirán al sostenimiento de los
gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica mediante un sistema tributario
justo inspirado en los principios de igualdad y progresividad que, en ningún caso, tendrá
alcance confiscatorio”.
- Art. 32.1, como principio que inspira la relación de los cónyuges dentro del matrimonio:
“El hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio con plena igualdad jurídica”.
- Art. 39.2, como principio que debe inspirar la situación de los hijos con respecto a los
padres: “Los poderes públicos aseguran, asimismo, la protección integral de los hijos,
iguales éstos ante la ley con independencia de su filiación, y de las madres, cualquiera que
sea su estado civil. La ley posibilitará la investigación de la paternidad”.
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Esther Martín Álvarez || Derecho Constitucional II
La primera cuestión que se suscita es determinar si, en todos estos casos, la igualdad tiene el
mismo significado y eficacia jurídica: NO, tienen DISTINTA NATURALEZA y, por tanto, posee
DIFERENTE EFICACIA.
La igualdad constitucional, en su triple condición de (1) valor superior del ordenamiento – art.1.1
CE -; (2) de principio – art. 14.a. CE y art. 9.2 CE -; y de (3) derecho fundamental – art.14.b –
explicita al mismo tiempo tres dimensiones: de libertad, democrática y social.
❖ La igualdad recogida en el art. 1.1 actúa como valor constitucional y, en cuanto tal, es una
norma jurídica dotada de eficacia jurídica pero de aplicabilidad limitada.
Según M. Aragón, los valores sirven a los Jueces en su tarea de interpretación del
ordenamiento jurídico, pero no sirven como reglas para resolver asuntos concretos. Sólo el
legislador puede, al interpretar la Constitución emanando la ley, proyectar – o convertir – el
valor en una regla. El juez, en cambio, sólo puede anudar el valor a una norma (para
interpretarla) que le viene dada y que él no puede crear, ya que no puede suplantar al
legislador en nuestro sistema de Derecho.
Quizá el autor que expresa mejor esta idea de igualdad formal, es E. Sieyès en los preliminares
de la revolución francesa.
“Las ventajas por las que difieren los ciudadanos entre sí están por encima del carácter de
ciudadano. Las desigualdades de propiedad y de industria son como las desigualdades de edad, de
sexo, de talla, etc. No desnaturalizan la igualdad del civismo...Yo me figuro la ley en el centro de
un globo inmenso; todos los ciudadanos sin excepción están a la misma distancia sobre la
circunferencia y ocupan en ella iguales lugares; todos dependen igualmente de la ley, todos le
ofrecen su libertad y su propiedad para que las proteja; y a esto es a lo que yo llamo los derechos
comunes de los ciudadanos, por donde todos se reúnen”. 2
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Parte de la idea de que no basta con la mera igualdad formal, porque las condiciones sociales
y económicas de las personas son límites para el pleno disfrute de la misma. Por ello, se
impone al poder público una serie de obligaciones, para conseguir que la igualdad del
individuo y de los grupos en que se integran sean reales y efectivas.
Pueden servir de ejemplos el carácter redistributivo del sistema impositivo – ya que los
ciudadanos deben contribuir al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su
capacidad económica, de acuerdo con el art. 31 CE –; la prestación de determinados derechos
sociales o los principios recogidos en los principios rectores de la política social y económica.
▪ En la actualidad, la intervención del Estado exige, muchas veces, que los poderes
públicos actúen como árbitros en relaciones jurídicas cuyos sujetos se encuentran en
una posición desigual.
Esto sucede, por ejemplo, en el ámbito laboral o en el campo del consumo. El equilibrio
entre ambas partes se logra a través de normas jurídicas en las que se garantizan
determinados derechos a quienes se encuentran en una situación de inferioridad. En estos
supuestos, es muy difícil determinar si la igualdad que se pretende es sustancial o formal.
Desde un punto de vista jurídico preciso, aunque igualdad real e igualdad formal son conceptos
diferentes previstos en preceptos constitucionales distintos, no cabe contraponerlos: la
igualdad real, en el Estado social, se ubica dentro del esquema conceptual de la igualdad formal.
De esta manera, la igualdad “real” es la misma igualdad “formal” cuando entre en juego algún
criterio de diferenciación de trato jurídico en favor de grupos sociales en desventaja querido por
el constituyente o el legislador.
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II.1. Eficacia.
El art. 14 CE contiene, en primer lugar, una enunciación general del principio de igualdad, de
manera que afirma que los españoles somos iguales ante la ley; y posteriormente aparecen
concretadas determinadas situaciones sociales en las que se prohíbe que prevalezca cualquier
tipo de discriminación.
✓ Estamos ante un principio constitucional, pues se trata de una norma jurídica que, a
diferencia de los valores, puede actuar como regla.
Por ello, no solo debe ser desarrollado por el legislador, sino que también los jueces y
tribunales pueden extraer del mismo las reglas para resolver situaciones jurídicas concretas.
No solo tiene fuerza interpretativa, sino también integradora.
Aparece recogido en el Capítulo II, pero antes de la Sección I que trata “De los Derechos
Fundamentales y de las libertades públicas”.
Como ha reconocido el TC en la STC 76/1983 la igualdad es un principio que debe operar sobre
la normativa que regula situaciones jurídicas concretas, prohibiendo diferencias de tratamiento
entre los sujetos que toman parte de ellas. Es por ello que la igualdad, como antes se señalaba,
aparece concretada en otros preceptos constitucionales, como puede ser el matrimonio, la
relación laboral, el acceso a la función pública, etc., donde se convierte en derechos subjetivos.
En virtud de esta naturaleza del principio de igualdad, es difícil que la igualdad sea objeto de
una regulación o desarrollo normativo con pretensiones omnicomprensivas.
▪ Así, mientras que resulta posible que una ley que desarrolle la libertad de expresión, la
libertad y seguridad personal o el derecho a la educación, es mucho más complicado que
una ley regule todas las concreciones del principio de igualdad.
▪ Esto se intentó con un proyecto de ley integral para la igualdad de trato y la discriminación,
presentado a las Cortes Generales en junio de 2011, pero quizá por su complejidad, la
iniciativa no prosperó.
Por la misma razón, tampoco puede ser objeto de amparo si no es en atención a una concreta
relación jurídica.
Sin embargo, es muy frecuente la legislación sobre concreciones de la igualdad. Cabe indicar
que la legislación española está muy influida por la normativa europea, y aunque existe mucha
más legislación, es preciso de destacar la existencia de directivas en dos ámbitos:
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Junto a ello, la Directiva 2000/43/CE sobre igualdad de trato independientemente del origen
racial o étnico de las personas, tanto en el ámbito del empleo y la ocupación, como en la
protección social, los beneficios sociales, la educación y el acceso a bienes y servicios, incluida
la vivienda.
A partir de este marco normativo, el derecho fundamental a no sufrir discriminación por razón de
algunas causas sospechosas (en el Derecho de la UE se protegen sobre todo seis rasgos: género, etnia
o raza, orientación o identidad sexual, edad, discapacidad y religión o convicciones) comprendería,
en primer lugar, la igualdad de trato, y en segundo término, la igualdad de oportunidades.
En España, por ahora, destaca Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva
de mujeres y hombres. Hay que tener en cuenta, además, que el principio de igualdad y
prohibición de discriminación se tiene en cuenta en la regulación específica de numerosos
asuntos (desde el deporte hasta la educación) y se persigue con distintos instrumentos, como
es, por ejemplo, el Código Penal.
En la sentencia del TJUE donde se ha condenado por el tratamiento que en España recibían
quienes habían solicitado una hipoteca y sobre todo en el caso de desahucio, el TJUE ha dicho
que esa norma es contraria al derecho comunitario porque hay una vulneración de la igualdad,
pues no se trata igual a las dos partes del contrato, no se trata igual a la entidad bancaria que al
consumidor. Adquiriendo la igualdad un ámbito horizontal. A través de estos mecanismos la UE
está superando el ámbito estrictamente económico para introducirse en otros ámbitos.
En cuanto a la igualdad en materia de edad, hay una sentencia reciente del TJUE que afecta al
sector público. La corte constitucional húngara se opuso al nuevo gobierno que, para quitarse
de encima a los jueces ordinarios, a los jueces constitucionales y a los notarios que no le eran
proclives, rebajó la edad de jubilación, y ordenó el cese de todos los mayores de 62 años. La
comisión europea lleva al TJUE esta jubilación. El problema es que Hungría no había contradicho
ninguna disposición, por lo que se denunció la norma húngara por discriminación en sentido de
edad. Una sentencia considera que la medida adoptada por Hungría es contraria al derecho
comunitario por ser una discriminación del régimen de edad.
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La interpretación del principio de igualdad realizada por parte del TC sigue muy de cerca la que
ha llevado a cabo el TEDH en su jurisprudencia y la que caracteriza a otros Tribunales
Constitucionales de nuestro entorno.
▪ Es posible, en efecto, que exista una identidad en el trato y, sin embargo, exista
desigualdad. Es el caso de las discriminaciones indirectas.
Por tal, según el art. 6 de la Ley 3/2007, se entiende “la situación en que una disposición,
criterio, o práctica aparentemente neutros pone a personas de un sexo en desventaja
particular con respecto a personas del otro”.
Este tipo de discriminaciones han sido examinadas por el TC en varias sentencias entre las
que se destaca, por ejemplo, la STC 145/1991. En la misma, se da la razón a las limpiadoras
de un hospital público, que recibían menos salario que los peones, a pesar de que ambos
oficios tenían asignadas las mismas funciones.
▪ Pero además, puede haber una diferencia de trato sin discriminación. A veces, la ley
tiene que dar un trato desigual a quienes se encuentran en una situación desigual,
porque no hay mayor injusticia que tratar a los desiguales como iguales.
Se admite, por lo tanto, que la ley o los poderes públicos puedan crear diferenciaciones en
el tratamiento de posiciones que objetivamente sean desiguales. Es, por ejemplo, el caso
de los pensionistas, que no pagan determinados precios como es el del autobús, o el de los
puestos reservados a los minusválidos en el acceso a la función pública.
+ El juicio de proporcionalidad es un límite a los DD. FF y sirve para que el juez determine
si la restricción que se ha hecho a un DD. FF es o no conforme a la CE.
+ El juicio de razonabilidad sólo se aplica a un JUICIO DE IGUALDAD con la finalidad de
determinar si una diferenciación es o no discriminatoria. Así, se concreta dicho juicio
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de igualdad en tres etapas:
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1. Existencia de diferenciación.
Como afirma nuestro Tribunal Constitucional “dicho en otras palabras, lo que se requiere para
hacer posible un juicio de igualdad es que el legislador haya atribuido las consecuencias
jurídicas que se dicen diversificadoras a grupos o categorías personales creadas por él mismo”.
En definitiva, es preciso que se haya dado un tratamiento especial a una persona, o grupo de
personas, en relación con otras. Según el art. 28 de la Ley 62/2003, del 30 de diciembre, sólo
hay discriminación cuando una persona es tratada de manera menos favorable que otra en una
situación análoga.
En caso de que se dé diversidad, es preciso demostrar que el término de referencia con el cual
se predica la igualdad sea el adecuado, es decir, homogéneo con el que se predica la
diferenciación. No cabe que el término de comparación sea arbitrario o caprichoso. Así por
ejemplo, no cabe alegar desigualdad comparando normas o sentencias emanadas por distintos
órganos ante supuestos de hecho diferentes.
En la STC 40/1989, acerca del régimen de incompatibilidades establecido por una ley del
Estado y una ley de la Comunidad Autónoma Catalana. Para el Tribunal, al ser normas
emanadas por distintos órganos, es obvio que no pueden compararse en absoluto entre sí,
por no ser homogéneo el término de comparación, que exige que el “autor” de la
pretendida discriminación o de la desigualdad de trato sea, lógicamente, el mismo.
Por fin legítimo no debe entenderse sólo aquellas diferenciaciones que aparezcan impuestas
por el propio texto constitucional, sino que deben considerarse legítimas también aquellas que
sean “constitucionalmente admisibles”, es decir, aquellas cuya finalidad sea conforme a la
Constitución.
Por ejemplo, las previstas en los principios rectores de la política social y económica, como es el
caso de las normas que establecen un tratamiento jurídico más favorable a las familias
numerosas, personas de la tercera edad, niños, etc., porque quien esté estableciendo la
diferenciación cumple con un mandato constitucional. Es decir, un poder público puede crear
diferenciaciones limitando la igualdad en cuanto a identidad para cumplir los mandatos que se
establecen en los principios rectores de la política social y económica.
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3. Razonabilidad de la diferenciación.
Una diferencia es razonable cuando existe un nexo de unión entre el fin que la norma pretende
cumplir y la regulación diferenciada que establece. Lo que se pretende es que exista un
acomodo entre el objetivo que la norma se propone y los medios que se establecen para ello.
o En realidad, como afirma G. Zagrebesky, este criterio es bastante oscuro. Para el autor, la
igualdad prohíbe establecer diferenciaciones de trato entre situaciones que,
razonablemente, deben considerarse iguales, o al contrario, parificaciones de trato en
situaciones que deben considerarse razonablemente distintas.
o Gran parte de la doctrina ha considerado que estamos ante un criterio muy genérico que
deja un amplio grado de discrecionalidad. Cuando la medida diferenciadora es analizada
por algún órgano de justicia, como pudiera ser la jurisdicción contencioso – administrativa
o la civil, se corre el riesgo de que el juez que revise la medida anteponga su propia
concepción de razonabilidad.
En el análisis llevado a cabo por F. Rey Martínez y J. Mª Bilbao Ubillos -, el Tribunal consideró
razonables las siguientes medidas:
(1) La concesión del beneficio de la prórroga forzosa de los arrendamientos rústicos sólo
para los cultivadores personales (STC 8/1982);
(2) La institución procesal del antejuicio, ineludible para el ciudadano que intente exigir
responsabilidad penal de jueces y magistrados (dado que no cierra el paso a la acción
penal en atención a motivos personales concurrentes en los querellados, sino que
permite valorar la procedencia de admitir la querella, en consideración a la específica
función que aquellos ejercen, la cual concierne de modo relevante al interés público TC
61/1982);
(1) Así, por ejemplo, la exclusión del régimen de afiliación al sistema de seguridad social de
los trabajadores del servicio doméstico a quienes sean familiares hasta cierto grado del
empleador (STC 109/1986);
El riesgo que se corre es que el TC restrinja la libertad de configuración del legislador en ámbitos
que, realmente, si no son política, están muy cercanos a la misma, porque la función de dirección
política consiste en establecer los fines y los medios para conseguir esto. Por eso, es un terreno
donde la justicia constitucional puede encontrare con situaciones complicadas.
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El principio de igualdad contenido en el art. 14 no se limite a una mera enunciación del propio
principio, sino que también prohíbe determinadas discriminaciones (nacimiento, raza, sexo,
religión y opinión). Pero, además, contiene una cláusula general, por cuanto prohíbe cualquier
tipo de discriminación basada en cualquier condición o circunstancia personal o social.
Para Fernando Rey, “pueden aflorar, ciertamente, nuevos motivos de discriminación (basta
pensar en las personas afectadas por el virus del SIDA), pero se corre el riesgo de hacer de
esta cláusula un auténtico cajón de sastre (en el que tendría cabida cualquier motivo no
razonable) y desvirtuar así la genuina noción de discriminación”
En su STC 75/1983, el carácter abierto de dicho precepto, que permite ampliar y actualizar
la lista de factores potencialmente discriminatorios.
Así, a lo largo de su jurisprudencia, el TC ha señalado que (1) la edad, (2) la minusvalía, (3) la
lengua, (5) la discriminación por circunstancias familiares en el caso de menoscabo de una
efectiva reconciliación entre la vida privada o familiar y la laboral, o (4) el Estado Civil no
pueden dar lugar a tratamiento diferenciados no razonables.
+ Por ejemplo, en la circunstancia de edad, el TC ha sostenido en varias sentencias que la jubilación
forzosa no viola el art. 14 CE, pero siempre que con ella se asegure la finalidad perseguida por la
política de empleo.
+ También en el ámbito de la edad, las limitaciones de la misma para acceder a la función pública
suponen un asunto más dudoso, pues depende de las circunstancias.
- Por ejemplo, la STC 75/1983 sostuvo que la imposibilidad de acceder al puesto de interventor de
los municipios de Madrid y Barcelona a los mayores de 60 era conforme a la CE porque la
complejidad del puesto requería cierta estabilidad;
- pero en la STC 37/2004 falló que incurriría en una discriminación por edad la disposición legal que
establecía un limite de edad para acceder a la función pública local
- y más recientemente en 2004, se resolvió que la limitación por edad de la ley andaluza para acceder
a la policía local sí que era conforme a la CE porque perseguía ahorrar costes de personal y dotar
de estabilidad a la plantilla.
Que haga particularmente sospechoso cualquier tratamiento diferenciado basado en raza, sexo,
nacimiento, religión u opinión no significa que dicho tratamiento no pueda existir, sino que las
exigencias de razonabilidad, en esos casos, son particularmente intensas.
Por ello dichas diferenciaciones están sometidas a un análisis más cuidadoso de las causas
subyacentes en la diferenciación, al tratarse de una característica expresamente excluida como
causa de discriminación por la disposición constitucional (STC 128/87). 9
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Una buena prueba del tratamiento jurídico de las discriminaciones especialmente odiosas es la
inversión de la carga de la prueba en casos de discriminación laboral por razón de sexo, raza,
orientación sexual.
- La regla general es que, como en otras ramas del Derecho corresponde al demandante
demostrar que los hechos que alega contra la empresa.
- Ahora bien, el art. 96 de la Ley 36/ 2011 reguladora de la jurisdicción social dispone que,
ante la existencia de indicios fundados de discriminación, corresponderá al demandado
la aportación de una justificación objetiva y razonable, suficientemente probada, de las
medidas adoptadas y de su proporcionalidad.
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Esther Martín Álvarez || Derecho Constitucional II
El principio de igualdad vincula, en primer lugar, a todos los poderes públicos. En la STC
177/1988, el Tribunal deduce este principio del art. 53.1 CE en el que se señala que los derechos
y libertades reconocidos en el Capítulo II del presente Título vinculan a todos los poderes
públicos.
Pero el contenido del principio varía, en cierta medida, según la naturaleza del poder público
afectado. En efecto, no puede tener el mismo contenido en relación al legislador, cuya misión
es la creación del derecho, que en relación con la administración y los jueces, cuya función es
menos libre porque, al ser aplicadores del Derecho, están sometidos al principio de legalidad.
Por ese motivo, desde su primera jurisprudencia, el Tribunal constitucional ha distinguido dos
ámbitos del principio de igualdad:
(1) La igualdad ante la ley, en cuyo caso el principio de igualdad es un límite o una
obligación impuesta al legislador.
En su S. 49/1982, de 14 de julio, el Tribunal señaló que “la regla general del art. 14 contempla
la igualdad de trato dado por la Ley o igualdad ante la Ley y constituye, desde este punto de
vista, un límite puesto al ejercicio del poder legislativo, pero es asimismo igualdad en la
aplicación de la ley, lo que impone que un mismo órgano no pueda modificar arbitrariamente
el sentido de sus decisiones en casos substancialmente iguales y que cuando un órgano
considere que debe apartarse de sus precedentes tiene que ofrecer para ello una
fundamentación suficiente y razonable”.
▪ “impidiendo que uno u otro puedan configurar los supuestos de hecho de la norma de
modo tal que se dé trato distinto a personas que, desde todos los puntos de vista
STC 144/1988
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(1) Ha señalado que la adopción de leyes sólo está admitida en supuestos excepcionales,
justificados objetivamente.
(2) Además, debe circunscribirse a aquellos casos en que, por su extraordinaria complejidad y
trascendencia, no sean remediables por los instrumentos normales de que disponga la
Administración.
➢ Se aceptan acciones positivas: medidas destinadas a compensar desventajas que
afectan especialmente a determinados colectivos.
La ley 62/2003 define las medidas de acción positiva como aquellas medidas específicas a
favor de determinados colectivos destinadas a prevenir o compensar las desventajas que les
afecten por razón de su origen racional o étnico. En principio, son excepciones al principio de
igualdad formal, porque suponen un trato de favor; sin embargo, no pueden ser de
discriminación inversa – lo cual consistiría en favorecer a un grupo, como las mujeres, frente a
otros, que resultan perjudicados, sin que existiese una justificación razonable, como es el caso
de las pensiones de viudedad –.
De otra parte, es necesario salvaguardar la libertad del legislador. Así, atribuir excesivas
competencias al TC conllevaría el riesgo de suplantar al legislador, atribuyendo al TC la
misión de determinar cuándo una situación exige un trato diferenciado – lo cual no es una
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declaración jurídica, sino política –.
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- Una de las medidas que ha resultado + polémica hasta el momento ha sido la LO 1/2004, por la
que se introducen medidas para la protección integral contra la violencia de género: (1) se crean
los juzgados de violencia de género, (2) se tipifican las lesiones y menoscabo psíquico cuando la
ofendida haya sido o sea esposa o mujer con la que el ofensor haya tenido o tenga relación de
afectividad, aun sin convivencia, o sea persona especialmente vulnerable que conviva con el autor.
El TC, en la STC 59/2008, considera que no son discriminatorias, dado que los malos tratos afectan
generalmente a la mujer.
La igualdad impide aplicar los mismos preceptos en casos iguales con notoria desigualdad por
razones arbitrarias. Pero, en el caso de la Administración, el principio de igualdad se resuelve
casi en el principio de legalidad. La Ley 30/1993, en su art. 53. c exige que los actos en los que
la Administración se aparte de las decisiones precedentes sean motivados.
Para el TC, las Administraciones están sujetas, además, al control de los Tribunales, que han de
corregir las desviaciones que, en la aplicación igual de la ley, se produzcan – no sólo en el
ejercicio de potestades regladas, sino también en el ejercicio de la discrecionalidad que las
normas frecuentemente conceden a los administradores –. Por eso, según Suay, la igualdad ante
la Administración acaba convirtiéndose en una cuestión de igualdad ante los órganos judiciales.
➢ El principio de igualdad también vincula al Poder Judicial.
En este sentido, los jueces no pueden dictar sentencias de forma arbitraria ni caprichosa; pero
el problema estriba en que el Poder Judicial es independiente, tanto en la determinación de los
hechos como en la interpretación de las normas.
Por ello, el TC ha establecido unos requisitos que permiten distinguir las violaciones del principio
de igualdad, de los cambios de criterio compatibles con la independencia del PJ. En la STC
90/1993, para poder hablar de lesión del principio de igualdad, deben concurrir, al menos, tres
requisitos:
1. Identidad del órgano judicial: las resoluciones contradictorias deben provenir del mismo
órgano.
2. Identidad sustancial en los supuestos de hechos enjuiciados: que los supuestos en ellas
resueltos guarden entre sí una identidad sustancial.
Hay que tener presente que muchas veces las personas no gozan de una situación de libertad
absoluta de contratación sobre todo cuando existen claras situaciones de predominio.
La tendencia actual conduce a vincular cada más a los particulares, pero con
matizaciones que ha llevado a cabo el TC en una abundante y detallada jurisprudencia:
Ejemplos de ello son las Directivas Comunitarias mencionadas en las pps. 4 y 5, así como lo que
ocurre con la Ley 7/2007 del Estatuto Básico del Empleado Público. Lo mismo sucede con la Ley
63/2003, de medidas fiscales, administrativas y del orden social, aplicable a todas las personas,
tanto del sector público como del privado, porque no caben discriminaciones por razón del origen
racial o étnico en sectores tales como la educación, la sanidad, las prestaciones y los servicios
sociales, la vivienda y, en general, el acceso a cualesquiera bienes y servicios.
La prohibición de discriminación está tipificada por el art. 512 CP, que prevé un tipo penal
cometido por particulares por razón de su ideología, religión o creencias, su pertenencia a una
etnia, raza o nación, su sexo, orientación sexual, situación familiar, por razones de género,
enfermedad o discapacidad. No obstante, este tipo de delito sólo se comete entre
particulares cuando: (1) quien discrimina lo hace en el ejercicio de actividades
profesionales o empresariales
Así, las relaciones entre particulares, si bien con ciertas matizaciones, no quedan excluidas del
ámbito de aplicación del principio de igualdad y la autonomía de las partes ha de respetar
tanto el principio de no discriminación como aquellas reglas de rango constitucional y
ordinario de las que se derive la igualdad de trato.
La solución del problema estriba, en definitiva, en tratar la igualdad como lo que es, es decir,
como un principio general del ordenamiento, que se proyecta en distintas relaciones
jurídicas con distintos contenidos. Hay que estar, en primer lugar, a la legislación sectorial,
que corresponde a Unión Europea, a las Comunidades Autónomas o al Estado. En caso de
duda, es posible seguir un criterio general
Matización nº2 → Cuando una parte disfruta de predominio, por ventajas públicas o por
su situación en el mercado, la vinculación a la igualdad es mayor.
Así ocurre en las relaciones laborales, donde se impone la igualdad en el acceso al empleo,
las condiciones de trabajo, la promoción profesional, etc. En principio, no caben
diferenciaciones por razones de origen racial, ético, religión, convicciones, discapacidad, edad,
orientación sexual, pero caben excepciones.
Así, según la Ley 63/2003, las diferencias de trato NO supondrán una discriminación cuando,
debido a la naturaleza de la actividad profesional concreta que se trate o al contexto en que
se lleve a cabo, dicha característica constituya un requisito profesional esencial y
determinante, siempre que el objetivo sea legítimo y el requisito proporcionado.
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El art. 14 CE atribuye la igualdad sólo a los españoles; pero no parece posible negar que, en el
disfrute de determinados derechos – como el derecho a la vida, o a la integridad física – se
discrimine a las personas que no poseen nuestra nacionalidad.
Para resolver dicho problema hay que volver al criterio del que nos hemos servido antes, esto
es, enfocar la igualdad como un principio cuyo contenido puede variar según la relación
jurídica concreta a la que se aplica.
A unos resultados similares llega el TC en las S. 130/1995 y 107/1984. En las mismas se señaló
que la situación jurídica de los extranjeros difiere según el derecho de que se trate.
▪ Así, existen derechos que corresponden por igual a los españoles y extranjeros y cuya
regulación debe ser igual para ambos.
Así ocurre por ejemplo con los derechos imprescindibles para la garantía de la dignidad humana,
como son el derecho a la vida y la integridad física, el derecho a la libertad y a la seguridad
personal o el derecho a la tutela judicial.
Así, por ejemplo, ocurre con los reconocidos en el art. 23 de la Constitución, según dispone el
art. 13.2 y con la salvedad que contiene.
▪ Por último, existen otros derechos que pertenecerán o no a los extranjeros según lo
dispongan los tratados y las leyes, siendo entonces admisible la diferencia de trato con
los españoles en cuanto a su ejercicio.
Acerca de este tema existe un acuerdo en la jurisprudencia del TC y en la doctrina. Según la STC
23/1989, los DD. FF rigen también para las personas jurídicas nacionales en la medida en que,
por su naturaleza, resulten aplicables a ellas. Así ocurre con el derecho a la igualdad ante la ley
proclamada en el art. 14 CE, reconocido a los españoles sin distinguir entre personas físicas y
jurídicas.
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VI.1. Contenido.
Como afirma parte de la doctrina italiana, este precepto supone elevar a norma constitucional
la mala conciencia del sistema → Se parte del reconocimiento de que en el sistema actual
existen situaciones de desigualdad social que impiden (1) el libre desarrollo de la personalidad
y (2) la plena integración de los individuos y/o ciertos grupos en la sociedad.
- Pero de otra, es preciso elevar las condiciones de vida de los sectores más
desprotegidos no sólo para que tengan una existencia digna, sino también para favorecer
su participación libre y consciente en la vida política, social y económica.
Este contenido ha sido reconocido por el propio TC en la S. 19/1988, que ha señalado que este
precepto puede imponer la “adopción de normas especiales que tiendan a corregir los efectos
dispares que, en orden al disfrute de los bienes garantizados por la Constitución, se sigan de la
aplicación de disposiciones generales en una sociedad cuyas desigualdades radicales han sido
negativamente valoradas por la propia norma fundamental”.
VI.2. Eficacia.
▪ Normas que limitan la autonomía de las partes en las relaciones de trabajo, que impiden
una explotación contraria a la dignidad humana (arts. 35, 40.2); o que confieren el
derecho a una autodefensa frente a los posibles abusos de fuerzas económicas y sociales
en una posición dominante (Derecho de sindicación, huelga, negociación colectiva).
Así, por ejemplo, el T.C. en su S. 31/1984, ha señalado que “Un Estado social y democrático de Derecho,
que propugna entre los valores superiores de su ordenamiento jurídico la justicia y la igualdad (art. 1.1
de la CE) y en el que se encomienda a todos los Poderes públicos el promover las condiciones para que
la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas (art. 9.2 de la CE) ha
de complementar aquel sistema de determinación del mínimo salarial (negociación colectiva)
estableciendo desde los poderes públicos a los que compete la gobernación unos techos salariales
mínimos
Son normas habilitadoras que permiten a los poderes públicos llevar a cabo actuaciones 17
limitadoras de otros derechos, sin que por ello sean inconstitucionales. Así, por ejemplo, puede
justificar tomar medidas que antes se calificaban de acción positiva. STC 3/1993
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Respuestas a la prueba:
• Derechos como la libre circulación por el territorio nacional → corresponden a los extranjeros
en igualdad de condiciones que los españoles, según determine la ley.
4. Identifique los tipos de discriminación atendiendo a las descripciones que de ellos se hace a
continuación
• Se favorece a una persona que forma parte de un grupo en situación de especial vulnerabilidad
→ no hay discriminación.
• Se perjudica a una persona que entra en más de uno de los criterios previstos en el art. 14 CE
(raza, nacimiento, etc.) u otros análogos → discriminación múltiple.
• Una legislación aparentemente neutral tiene por efecto perjudicar a una persona por uno de
los criterios previstos en el art. 14 CE (raza, nacimiento, etc.) u otros análogos → discriminación
indirecta
• Una persona es tratada de forma menos favorable por uno de los criterios previstos en el art.
14 CE (raza, nacimiento, etc.) u otros análogos → discriminación directa
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6. ¿En qué supuestos es la parte demandada quién debe justificar la corrección de su actuación?
7. El Tribunal Constitucional ha establecido que la legislación que imponía que las listas electorales
presentadas a los distintos procesos debían ser equilibradas en su composición por género,
asegurando la existencia de, al menos, un 40% de representantes de cada uno de los sexos, es
inconstitucional, por lo que ha declarado la nulidad parcial de la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de
marzo.
FALSO.
8. Si despiden a una mujer de su trabajo por su origen africano no podremos invocar ante el órgano
judicial exclusivamente el art. 1.1 CE.
VERDADERO.
9. Un órgano judicial puede variar su jurisprudencia anterior, aunque para ello deba respetar
algunas cargas
VERDADERO.
10. Si la Audiencia Provincial de Madrid se separa sin motivación del precedente judicial establecido
sobre esa misma materia por la Audiencia Provincial de Segovia se vulnera el principio de
igualdad.
FALSO.
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