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Si
está es correcta o no. En qué casos debe hacerse. Que profesionales están capacitados para medicar.
En la mayoría de los psicofármacos que se prescriben a adultos habitualmente -Rivotril, Valium, Alplax,
Prozac, Paxil, etc.- se tiene un registro de sus efectos a posteriori por varios años, lo que se llama la
Farmacovigilancia. Una vez aprobado el circuito del fármaco en humanos pasar a ser comercializado en
farmacia. Y durante 10 años hay un seguimiento estricto (por número de loteo) de sus posibles efectos
colaterales en la población.
Un fármaco que esta hace muchos años en el mercado nos da cuenta de una cierta estabilidad de
sus efectos. En los fármacos que se están aplicando a casos de TEA esto no se da. Por ejemplo, la
Risperidona lleva pocos años utilizándose en chicos con TEA y con un crecimiento alarmante, y
por lo menos cuestionable en su administración. Lo cual nos deja ante la incertidumbre de que
puede ocasionar a largo y mediano plazo en quienes lo consumen. Permanece poco claro si los
resultados obtenidos con adultos pueden generalizarse a niños y adolescentes y la seguridad y
eficacia de muchos agentes no ha sido aun adecuadamente establecida en los niños.
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2005/11/23/neurociencia/113 2770587.html
Los estudios farmacológicos que hay están basados en informes de casos individuales o estudios
abiertos más que en estudios de doble control con placebos. Tal y como en el uso de cualquier
agente psicofarmacológico debe tenerse cuidado en la selección y administración de
medicamentos, y en el perfil de los efectos secundarios y riesgo, que serán variables, dependiendo
del agente utilizado, el síntoma y el chico. Puesto que los individuos son a menudo no verbales o
de escasos recursos simbólicos, los resultados normalmente se hacen con informes y observación
de conductas específicas, que dificultan su confiabilidad.
NEUROLÉPTICOS.
Debe saberse que a esto se suma poca información que existe sobre
seguimientos a largo plazo. Cuando existen progresos, los cambios a corto
plazo pueden no ser permanentes, o manifestar problemas o costos
laterales un tiempo después.
Ante la severidad y cronicidad del autismo, no es sorprendente que muchas alternativas no
debidamente justificadas se propongan con beneficios esperanzadores. Muchas veces en noticias
de los medios de comunicación masivos, pero careciendo de información estadística
significativa.
Algunos tratamientos que poseen pequeña o cuestionable base científica creen justificarse
porque el tratamiento propuesto conlleva, en apariencia, relativamente poco riesgo para el niño
y la familia (megavitaminas y suplementos nutricionales). No obstante, sin que este claro el
beneficio, siempre plantean una pequeña amenaza de daño al niño y comprometen tiempo y
expectativas que pueden estar quitándose de otras alternativas. Sin embargo, en el ejemplo
vitamínico y altas dosis pueden estar asociadas con toxicidad.
Otros tratamientos alternativos plantean prejuicio más objetable, donde sin evidencia debidamente
justificable, se promete curación o mejoras, que implican pérdidas de tiempo, esfuerzos y recursos
materiales.
También representan un riesgo, cuando provocan interrupción de programas en curso que han
demostrado eficacia, ponen en riesgo los recursos de la familia y, cuando al fracasar generan un grado
de culpa dirigida a los padres, que se explicaría mejor por la ineficacia del tratamiento. Los
profesionales, muchas veces sin demostrar la evidencia de un tratamiento, colaboran en la confusión
con explicaciones y teorías que avalan la eficacia del tratamientos, sin que están estén debidamente
justificadas, ni sus resultados probados.
Clínicos experimentados en el trabajo con esta población pueden informar ejemplos de estas
aproximaciones (por ejemplo, intentos de cura del autismo a través del “realineamiento” del cerebro y
nervios, dietas para eliminación, etc.) Las familias deben ser ayudadas para tomar decisiones adecuadas
y realistas acerca del uso de tratamientos alternativos. Los tratamientos no ratificados que planteen
algún riesgo para el niño o la familia deben ser enérgicamente desalentados.
Con toda la información que ya contamos podemos ir haciéndonos de un criterio de si la medicación en la
infancia es adecuada o no. Lo siguiente que transcribo da una visión crítica de la psiquiatrización de la infancia
que es, por lo menos, interesante.
¿Qué implica medicar a un niño por molestar en clase, no copiar lo que se escribe en el pizarrón o estar
distraído? ¿Qué le transmitimos cuando le planteamos que toma tal pastilla para quedarse quieto, atender al
docente, hacer tareas que no le gustan? Los niños traducen: “tomo una pastilla para portarme bien” […] Esto
ocurre en un momento en que se suele utilizar, como novedoso, el viejo esquema: lesión orgánica, cuadro
psicopatológico, tratamiento.
Es decir, el modo mismo en que se diagnostica implica una operación desubjetivante, en la que el niño
queda anulado como alguien que puede decir algo acerca de lo que le pasa.
La niñez es un momento de la vida en la
que un sujeto se va constituyendo como
tal.
Es una época de transformación y cambio,
de apertura de caminos y tambiénde
armado de repeticiones. (Janin, 2012