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El siguiente módulo surge de los múltiples interrogantes que giran en torno a la medicación en la infancia.

Si
está es correcta o no. En qué casos debe hacerse. Que profesionales están capacitados para medicar.

Los fundamentos de lo escrito se basan en varias investigaciones y desarrollos


teóricos que se fueron dando en este último tiempo. Intentaré a lo largo de este
módulo evitar los juicios de valor (aunque quizás algunos pocos surjan) acerca de la
medicalización en la infancia pero si daré información para que puedan tener una
perspectiva de que se trata de que un cerebro en pleno desarrollo se altere por vía
química.

La medicación en la infancia es algo muy reciente sobre todo en lo que respecta a


TEA, antes no se medicaba salvo en casos de Trastorno por Déficit de Atención
con Hiperactividad (TDHA). Hoy se sigue sosteniendo que el TEA no es
medicalizable. Pero, sin embargo, se da a modo de tratamiento de los síntomas para
“erradicarlos” o atenuarlos. Generalmente en síntomas tales como agresión,
autolesiones o comorbilidad con TDHA.
Con excepción de algunos pocos trabajos se dispone de poca información con vistas a la utilización de
psicofármacos en esta población. Este dato es para tener en cuenta.

En la mayoría de los psicofármacos que se prescriben a adultos habitualmente -Rivotril, Valium, Alplax,
Prozac, Paxil, etc.- se tiene un registro de sus efectos a posteriori por varios años, lo que se llama la
Farmacovigilancia. Una vez aprobado el circuito del fármaco en humanos pasar a ser comercializado en
farmacia. Y durante 10 años hay un seguimiento estricto (por número de loteo) de sus posibles efectos
colaterales en la población.

Un fármaco que esta hace muchos años en el mercado nos da cuenta de una cierta estabilidad de
sus efectos. En los fármacos que se están aplicando a casos de TEA esto no se da. Por ejemplo, la
Risperidona lleva pocos años utilizándose en chicos con TEA y con un crecimiento alarmante, y
por lo menos cuestionable en su administración. Lo cual nos deja ante la incertidumbre de que
puede ocasionar a largo y mediano plazo en quienes lo consumen. Permanece poco claro si los
resultados obtenidos con adultos pueden generalizarse a niños y adolescentes y la seguridad y
eficacia de muchos agentes no ha sido aun adecuadamente establecida en los niños.
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2005/11/23/neurociencia/113 2770587.html

En esta nota podemos dar cuenta la visión psiquiátrica de


sSlos autismos. Fíjense como remarca siempre el Dr. el
hecho de que el chico con autismo es un enfermo.
Es sobre este tipo de notas e información que circulan,
que se plantean con un semblante de certeza, sobre las
cuales uno como profesional de la salud tiene que dudar,
o al menos tener una posición crítica o una mirada
atenta del discurso biomédico.

Los estudios farmacológicos que hay están basados en informes de casos individuales o estudios
abiertos más que en estudios de doble control con placebos. Tal y como en el uso de cualquier
agente psicofarmacológico debe tenerse cuidado en la selección y administración de
medicamentos, y en el perfil de los efectos secundarios y riesgo, que serán variables, dependiendo
del agente utilizado, el síntoma y el chico. Puesto que los individuos son a menudo no verbales o
de escasos recursos simbólicos, los resultados normalmente se hacen con informes y observación
de conductas específicas, que dificultan su confiabilidad.
NEUROLÉPTICOS.

Han sido intensamente investigados en individuos con autismo. Los resultados de


numerosos ensayos clínicamente controlados en niños con autismo sugieren un
potencial beneficio significativo en términos de reducción de las estereotipias y
aislamiento así como en la facilitación del aprendizaje (Campbell y otros, 1999). La
administración a largo plazo, de algunos de ellos, puede estar asociada con efectos
secundarios como disquinesias tardías. El medicamento más estudiado es el
Haloperidol. Ensayos sistemáticos con otros neurolépticos son menos frecuentes, pero
el interés se centra en los neurolépticos atípicos, por ejemplo, la Risperidona que no
presentan efectos secundarios como el Haloperidol. Algunos informes de casos
individuales han sido positivos (McDougle y otros 1995 – Purdon y otros, 1994).
INHIBIDORES SELECTIVOS DE
RECAPTACIÓN DE SEROTONINA.

Fueron de interés inicialmente en el autismo dada la observación de altos niveles de


serotonina en el autismo. Algunos estudios han sugerido su utilidad clínica en esta
población.
La fluvoxamina es un potente inhibidor selectivo que ha sido visto ser efectivo en el
tratamiento de obsesiones, depresión y fobia social Informes de casos individuales de
adultos con autismo han sugerido que este agente puede ser efectivo en la reducción de los
niveles de las conductas del tipo obsesivo compulsivo. Estudios controlados con placebos
en adultos con autismo sugieren que cerca de la mitad de este grupo responde
positivamente (McDougle, 1997).

Ocasionalmente puede suceder un empeoramiento de la hiperactividad (Fatemi y otros,


1998). Por su parte la fluoxetina, otro Inhibidor selectivo de serotonina, ha sido evaluada en
estudios abiertos e informes de casos. Los estudios sugieren la reducción de los niveles en
las conductas ritualistas y mejoras en el humor. También se informó sobre casos en donde
con la utilización de fluoxetina se redujeron los niveles de algunos síntomas depresivos en
adolescentes con autismo.
En un estudio abierto más amplio sobre niños, adolescentes y adultos, Cook y otros (1992)
encontraron que la fluoxetina estaba asociada con mejores niveles de funcionamiento en
individuos con autismo y con retraso mental sin autismo. Los efectos colaterales relacionados
con la dosis incluían insomnio, hiperactividad, inquietud, agitación y pérdida del apetito. La
clomipramina, un tricíclico no selectivo, ha sido informada como inhibidora de algunas formas
de auto agresión (Lipinsky, 1991) Gordon y otros (1993) informaron mejoras en las áreas de
sobre actividad y sintomatología obsesiva-compulsiva.

Los efectos adversos de la clomipramina incluyen cambios electrocardiográficos y enfermedades


súbitas. Los efectos colaterales observados en relación con la desipramina incluyen irritabilidad y
agresión. Mientras que la clomipramina puede ser efectiva en individuos mayores con autismo,
la estadística sobre su eficacia en niños es limitada y su potencial como exacerbante del
trastorno de enfermedad súbita sugiere la necesidad de muchas precauciones.
ANTIDEPRESIVOS.

Se han observado frecuentemente síntomas afectivos en personas con autismo.


Estos incluyen labilidad afectiva, respuestas afectivas inapropiadas, ansiedad y depresión.
En personas autistas con alto funcionamiento, una falta de atención de sus dificultades
puede concluir en una patente depresión clínica (Ghaziuddin y Tsai, 1991). Las personas
con trastorno de Asperger pueden estar en particular riesgo de depresión (Rourke y
otros, 1987).
La imipramina ha sido utilizada en el tratamiento de niños autistas. Campbell y otros
(1997) denotaron una respuesta clínica variable. Los efectos colaterales negativos pueden
provocar un incremento en la desorganización del habla.
ESTABILIZADORES DEL HUMOR.

En general, la respuesta de los individuos con autismo al litio, usualmente se da a


pacientes con trastornos de tipo bipolar/maníacodepresivo, no ha sugerido
mayores beneficios terapéuticos. Puede resultar útil, sólo si existe una historia
familiar de trastorno bipolar o si los rasgos clínicos sugieren que un diagnóstico
de trastorno bipolar se justifica. Además el litio a diferencia de otros
medicamentos conlleva un riesgo de toxicidad a niveles bajo por lo cual el niño
debe hacerse análisis de sangre mes a mes (litemia) para ver los niveles de litio en
sangre
ANSIOLÍTICOS.

Diversos agentes ansiolíticos han sido usados en el


tratamiento del autismo y condiciones relacionadas. El
uso de estos agentes está algunas veces asociado con un
aumento en la desorganización de la conducta.
Dada la complejidad de los problemas y sus pronósticos es común que el campo del TEA,
esté más abierto de lo debido a aceptar alternativas de tratamientos no debidamente
ratificadas en estudios e investigaciones. Estas alternativas van desde agentes
farmacológicos, tratamientos somáticos, psicoterapéuticos, vitamínicos, dietéticos,
tratamientos con esteroides, inmunoglobulinas, etc.

Desafortunadamente, gran parte de tratamientos muy conocidos y recomendados, no han sido


sistemáticamente evaluados. A veces, existe parcialidad en la publicidad de informes sobre casos
únicos, y con resultados positivos. Mientras que estudios m ás controlados y el examen de los
casos no exitosos quedan siempre en una zona de invisibilidad.

Debe saberse que a esto se suma poca información que existe sobre
seguimientos a largo plazo. Cuando existen progresos, los cambios a corto
plazo pueden no ser permanentes, o manifestar problemas o costos
laterales un tiempo después.
Ante la severidad y cronicidad del autismo, no es sorprendente que muchas alternativas no
debidamente justificadas se propongan con beneficios esperanzadores. Muchas veces en noticias
de los medios de comunicación masivos, pero careciendo de información estadística
significativa.

No es poco común que el informe inicial en el medio de comunicación se refiera a un niño en


particular o casos extremadamente reducidos en términos estadísticos. Finalmente, dichos
informes generalmente no están seguidos por estudios controlados más rigurosos en la
literatura científica sobre el tema. En general se recomienda desalentar por varios motivos estos
tratamientos.

Algunos tratamientos que poseen pequeña o cuestionable base científica creen justificarse
porque el tratamiento propuesto conlleva, en apariencia, relativamente poco riesgo para el niño
y la familia (megavitaminas y suplementos nutricionales). No obstante, sin que este claro el
beneficio, siempre plantean una pequeña amenaza de daño al niño y comprometen tiempo y
expectativas que pueden estar quitándose de otras alternativas. Sin embargo, en el ejemplo
vitamínico y altas dosis pueden estar asociadas con toxicidad.
Otros tratamientos alternativos plantean prejuicio más objetable, donde sin evidencia debidamente
justificable, se promete curación o mejoras, que implican pérdidas de tiempo, esfuerzos y recursos
materiales.

También representan un riesgo, cuando provocan interrupción de programas en curso que han
demostrado eficacia, ponen en riesgo los recursos de la familia y, cuando al fracasar generan un grado
de culpa dirigida a los padres, que se explicaría mejor por la ineficacia del tratamiento. Los
profesionales, muchas veces sin demostrar la evidencia de un tratamiento, colaboran en la confusión
con explicaciones y teorías que avalan la eficacia del tratamientos, sin que están estén debidamente
justificadas, ni sus resultados probados.

Clínicos experimentados en el trabajo con esta población pueden informar ejemplos de estas
aproximaciones (por ejemplo, intentos de cura del autismo a través del “realineamiento” del cerebro y
nervios, dietas para eliminación, etc.) Las familias deben ser ayudadas para tomar decisiones adecuadas
y realistas acerca del uso de tratamientos alternativos. Los tratamientos no ratificados que planteen
algún riesgo para el niño o la familia deben ser enérgicamente desalentados.
Con toda la información que ya contamos podemos ir haciéndonos de un criterio de si la medicación en la
infancia es adecuada o no. Lo siguiente que transcribo da una visión crítica de la psiquiatrización de la infancia
que es, por lo menos, interesante.

¿Qué implica medicar a un niño por molestar en clase, no copiar lo que se escribe en el pizarrón o estar
distraído? ¿Qué le transmitimos cuando le planteamos que toma tal pastilla para quedarse quieto, atender al
docente, hacer tareas que no le gustan? Los niños traducen: “tomo una pastilla para portarme bien” […] Esto
ocurre en un momento en que se suele utilizar, como novedoso, el viejo esquema: lesión orgánica, cuadro
psicopatológico, tratamiento.

La respuesta terapéutica suele ser la medicación, en tanto el problema se considera desde el


vamos, de origen orgánico. […] La medicación ha pasado a ser incorporada como algo que
resuelve problemas de conducta y de aprendizaje, como lo que soluciona en forma rápida las
dificultades que un niño puede tener en su adaptación al ritmo escolar. En un trabajo publicado
en el Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, en agosto de 2000,
se afirma que en una comunidad de Carolina del Norte, más de la mitad de los niños que
recibían medicación no reunían los criterios diagnósticos básicos. Los autores concluyen que
los padres suponen que la medicación mejorará el rendimiento escolar de sus hijos y por eso se
la administran.
Así, se rotula, reduciendo la complejidad de la vida psíquica infantil a un paradigma simplificador. En
lugar de un psiquismo en estructuración, en crecimiento continuo, en el que el conflicto es fundante y en
el que todo efecto es complejo, se supone, exclusivamente, un "déficit" neurológico. Pero reducir toda
conducta a causas neurológicas borra tanto a la sociedad como productora de subjetividades como a cada
sujeto como tal.
Hay dos supuestos:
1. El niño fue así desde siempre (Esta idea supone el borramiento de la historia y de las determinaciones
intersubjetivas, tanto sociales como familiares)
2. Será así siempre (Esta idea implica el borramiento del niño como sujeto en transformación y con un
futuro abierto) Y esto es crucial: si alguien fue así desde siempre (es decir, sus modos de hacer y de
decir no se constituyeron en una historia) y va a ser así toda la vida... sólo queda paliar un déficit.

Es decir, el modo mismo en que se diagnostica implica una operación desubjetivante, en la que el niño
queda anulado como alguien que puede decir algo acerca de lo que le pasa.
La niñez es un momento de la vida en la
que un sujeto se va constituyendo como
tal.
Es una época de transformación y cambio,
de apertura de caminos y tambiénde
armado de repeticiones. (Janin, 2012

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