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Peter Horton

En la década de los hippies, el señor Robin Horton, antropólogo inglés, se enfrentó a la


corriente dominante por aquella época, el relativismo cognitivo. Propugnó que todos los
criterios de racionalidad que constituyen la base de funcionamiento del sentido común se
hallan predeterminados en la constitución biológica de la especie humana, por lo que
deberían ser los mismos para todos los grupos y sociedades.
Por aquellas, esta idea parecía bastante especulativa, sobre todo por la masiva avalancha de
datos sociológicos que operaban en su contra. Tres décadas más tarde, sin embargo, la
situación estaba siendo invertida debido a los esfuerzos de la psicología y otras ciencias
cognitivas para respaldar las tesis innatistas. Básicamente lo que Horton pretende es utilizar
su concepción determinista del sentido común para erradicar el relativismo cultural de la
escena antropológica. Se basó no en el pensamiento primitivo en general, sino en las tribus
africanas en particular.
Horton sostiene la idea de que el valor cognitivo de las creencias mágico-religiosas
tradicionales africanas, puede ser evaluado con absoluta neutralidad, utilizando los mismos
criterios que rigen la elección de teorías en el ámbito de la ciencia occidental. Su idea
fundamental es que el pensamiento mágico-religioso tradicional africano, viene a ser una
manifestación de pensamiento teórico sustancialmente equivalente al pensamiento
científico, cuyo cometido natural residiría en la explicación, predicción y control de
aquellos fenómenos que el pensamiento ordinario no consigue dominar.
El mecanismo explicativo consistiría, en ambos casos, en postular la existencia de un
puñado de entidades y procesos subyacentes a la experiencia con el que se intenta dotar de
orden y regularidad a esos fenómenos. Pero el pensamiento teórico no cuenta, según su
entender, con unos recursos cognitivos propios e independientes de los que ya tenía
disponibles el pensamiento de sentido común, por lo que, para ser aceptadas, sus propuestas
respectivas tienen que mostrar que son adecuadas a las exigencias lógicas y empíricas
ordinarias, que, al ser universales, servirían para garantizar la neutralidad de su valoración.
La Filosofía de la Ciencia como Inspiración de la Teoría Antropológica
Como Ernst Mach, George Orwell, o los positivistas lógicos, Horton piensa que la ciencia
se caracteriza por sus métodos y no por sus contenidos. Aunque la ciencia sea una
institución que ofrece ciertos productos, entre ellos las teorías, que son socialmente valiosos
porque intervienen en la obtención de adelantos tecnológicos, lo realmente esencial de la
ciencia es su método crítico y experimental.
Cuando estudia el pensamiento tradicional africano, por lo tanto, busca las semejanzas y las
diferencias con la ciencia, no en los contenidos sino en los aspectos metodológicos. Lo cual
le lleva a buscar un marco conceptual fuera de la antropología, y lo encuentra en la
filosofía de la ciencia.
El papel principal de las cosmologías africanas es, según Horton, el mismo que el de la
ciencia: explicar. Y explicar consiste en encontrar unidad, simplicidad, orden y regularidad
bajo la diversidad, complejidad, desorden y anomalías aparentes de los fenómenos. La
objeción evidente de que tales cosmologías contienen multitud de entidades personales
caprichosas la responde señalando que esas multitudes suelen agruparse en muy pocas
clases y que, lejos de ser caprichosos, los dioses, héroes, antepasados, etc., tienen funciones
específicas que cumplen de manera más o menos predecible.
Una vez que a esas entidades se les reconoce su papel explicativo, se pueden disipar
algunas de las perplejidades que venía a intentar solucionar la ley de participación de Lévy-
Bruhl, que recordemos que venía a decir que en las representaciones colectivas de la
mentalidad primitiva, los objetos, los seres, o los fenómenos pueden ser, de una manera
incomprensible para nosotros, a la vez ellos mismos y otra cosa que ellos mismos. En el
hombre moderno, la participación no tiene un papel tan decisivo como en el hombre
primitivo, porque el hombre moderno distingue más adecuadamente los planos de
referencia a través de los cuales se mueve edificando así su mundo propio, que es primero
pensado, definido y calculado, para posteriormente ser proyectado y plasmado en la
realidad.

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