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Ideologías de la época
“No te quedes con las ganas de nada”, dice el comercial de un producto de primera marca, y así resume la ideología
de la época. La oferta de goces y objetos aparece como solución a la falta de respuestas frente al sentido de la vida.
Objetos que se enaltecen a expensas de un sujeto que se detiene en su desarrollo y creatividad cuando supone que su
angustia existencial es una equivocación.
La culpa, actualmente, no se liga al darse el gusto, como sucedía hace no mucho tiempo, sino todo lo contrario:
sentimos culpa por no poder alcanzar el grado de placer establecido por el ideario social y las tentaciones personales
de cada uno. El placer nunca parece suficiente, la pareja que se elige puede estar impidiendo el acceso a otra mejor,
cualquier grado de satisfacción parece poca cosa en relación con lo que se ve en la televisión o en las revistas. Es una
característica humana la no coincidencia entre necesidad y satisfacción, que da lugar a un resto que nos hace seguir
deseando, pero nuestra cultura incentiva la insatisfacción sistemática.
Todo esto coincide con una sobreoferta comunicacional e informática, a través de los medios de difusión que aportan
su interpretación acerca de lo que ellos conciben como la realidad y la verdad, o a través de Internet, que pone a
disposición una información sin límites y facilita la comunicación acortando tiempos y eliminando distancias. Los
grandes avances tecnológicos y científicos estimulan la fantasía de que todo lo que se desea es posible. No se trata
entonces de un medio que prohíbe, sino de uno que ofrece. El placer parece estar a la vista y garantizado a través de
la posesión de bienes adquiribles o de vínculos con los que vivir un erotismo desatado de antiguas prohibiciones y
miedos ancestrales.
Sin embargo, los deseos están para ser formulados, no para ser cumplidos. El hombre persigue sus deseos pero
también teme a su realización, como Aladino aterrorizado cuando, al frotar la lámpara, aparece el genio ofreciéndole la
realización del deseo. Y de esto deriva la respuesta fóbica, que se expresa por ejemplo a través del “ataque de
pánico”, que es considerado el mal de nuestra época. La fobia es un modo de expresar el miedo; sus síntomas
fabrican límites, prevenciones, el sujeto se mantiene alejado del objeto del deseo. El hombre retrocede frente a una
oferta de goce que, de realizarse, arrasaría su subjetividad. Podríamos decir que, si bien el objeto ahora está al
alcance de la mano, se ha escabullido el sujeto; se ha escondido, buscando protegerse de una realización de deseos
que considera excesiva y peligrosa, y frente a la cual se siente pequeño e insuficiente.
Otras veces hace todo lo contrario: se exhibe, sube fotos o videos íntimos, muestra cuánto gasta, enumera sus
actividades más banales. Ya que no hay un padre respetado ante quien mostrarse y que se interese, el sujeto exhibirá
a millones de ojos virtuales sus movimientos y sus fotos. Parece estar en consonancia con el sexo y la violencia
explícitos en la época actual, donde la vida se convierte en un show donde todo puede ser mostrado. El sexo y la
violencia, descriptos y graficados en las pantallas y hasta editados para ser comerciados como espectáculo, la
aparente falta de angustia que acompaña las imágenes y discursos más descarnados, tanto en el emisor como en el
receptor, nos muestran viviendo en una era pornográfica. No nos referimos a la pornografía en su aspecto de placer
preliminar, que implica el gusto por mirar y ser mirado, sino a su avance en terrenos reservados a la intimidad y al
dolor.
El propósito de llevar la curiosidad y el conocimiento a su saciedad definitiva tiene el efecto de transformar en objeto al
que recibe ese trato. La explicitación de la violencia intenta aclarar el enigma del sufrimiento y la muerte, así como la
explicitación en la pornografía intenta aclarar los misterios del sexo. Por supuesto, son intentos fallidos. No está todo
dicho cuando aparentemente se dice todo, y, en lugar de la culpa, la que aparece como síntoma es la angustia.
* Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). Texto extractado del artículo “Internet: refugio o escenario”,
cuya versión completa publica en estos días la revista Imago Agenda.