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L Atalante y Las Raices Del Cine Moderno
L Atalante y Las Raices Del Cine Moderno
ÀNGEL QUINTANA
A
Antecedentes: travesías fluviales
Nuestras vidas son los ríos…
Jorge Manrique
Junto a esta serie de películas que transcurren por ríos y canales, podríamos aña-
dir Maldone (1927), la primera película de una figura tan significativa para el cine fran-
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cés de los años treinta como fue Jean Grémillon y algunos importantes documenta-
les como La vie d’un fleuve: La Seine (1931) de Jean Lodz, un reportaje fotografiado
por Boris Kaufman, hermano de Dziga Vertov y operador de las obras de Jean Vigo.
Incluso, dejando a un lado L’Atalante, podríamos ver cómo la poética fluvial se
encuentra también en el epicentro de esa miniatura impresionista que es Una partie
de campagne (1936) de Jean Renoir. La película, curiosamente. propone un despla-
zamiento a través del río hasta la isla, espacio donde los sentimientos hedonistas esta-
llan con fuerza y acaban planteando una reflexión dionisíaca sobre la liberación,
mediante el sexo, de los límites y prejuicios de la sociedad pequeñoburguesa. Toda
esta serie de películas nos inducen a formular una cuestión clave: ¿Qué misterio
escondían las aguas fluviales francesas para llegar a articular una poética tan intensa
que llegara a marcar el futuro del cine francés?
En un trabajo en torno a La fille de l’eau de Jean Renoir, Frank Curot indica que la
rectitud del agua canalizada de los ríos franceses simboliza la idea de una existencia
rectilínea, configurada como un destino inevitable que únicamente puede verse dese-
quilibrado por la lógica azarosa del melodrama4. A pesar de esta reflexión, es obvio
que la trascendencia que el agua adquiere en el cine del periodo va más allá de las
formas de predestinación propias del melodrama. La puesta en escena rectilínea,
marcada por el fluir del agua junto a los árboles que encuadran su cauce, puede
adquirir un carácter simbólico cuando se propone la captura de una realidad cuya
fuerza natural se integra en el tejido cerrado de los relatos fílmicos. El agua introdu-
ce una poética que acaba otorgando un carácter simbólico a los dramas y relatos
que baña. Las penas y angustias de los protagonistas de estas películas convierten el
fluir del agua en su espejo y transforman el paisaje fluvial en el entorno ideal para la
proyección de todos sus miedos y pasiones.
El filósofo Gaston Bachelard, creador de la llamada poétique de la rêverie –poética
de la ensoñación–, demostró en sus trabajos sobre los componentes naturales –agua,
aire, fuego y tierra– que las imágenes de las representaciones del mundo pueden lle-
gar a transfigurarse y convertirse en símbolos del inconsciente hasta el punto de con-
4. FANK CUROT: “Jean Renoir, l’eau figurar una determinada poética de lo visual5. Si analizamos las diferentes imágenes
et la terre”, Etudes cinématographi- poéticas que se articulan alrededor del agua, y que están presentes en la mayoría de
ques, nº. 170-178, París, Minard, estas películas que llegaron a configurar un curioso subgénero, nos encontraremos
1990. con la curiosa paradoja de que todas ellas llevan a cabo un curioso proceso de trans-
5. G ASTON B ACHELARD : L’eau et les figuración de la realidad filmada hasta el punto de que los ríos acaban convirtiéndo-
rêves. Essai sur l’imagination de la se en el escenario privilegiado de unos dramas que tienen como epicentro narrativo
matière, París, José Corti, 1942. las fluctuaciones del deseo prisionero del espacio y su prometida emancipación en un
(Traducción castellana: El agua y los entorno terrenal, generalmente urbano, que se sitúa más allá de las líneas horizonta-
sueños. Ensayo sobre la imaginación les que señalan la rectitud del río.
de la materia, México, Fondo de Gilles Deleuze también analiza, en el primero de sus ensayos sobre el cine, el
cultura Económica, 1978). fenómeno de la fijación que tuvo la escuela francesa por el agua y llega a la conclusión
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de que estas obras proponen un movimiento distinto, basado en la búsqueda de “un
equilibrio, una justicia que no son de la tierra”6.
Dominique Païni considera que el camino que se
abre en el interior del cine francés a partir de sus pelí-
culas fluviales se contrapone al espacio prototípico que
ha estado establecido desde el cine americano, ideado
después de Griffith y compuesto por llanuras desiertas y
secas. El cine francés encuentra en el agua una forma de
transformar la escena. De este modo, en todas estas
películas fluviales, no son los actores quienes realizan el
movimiento, sino que es la propia escena la que se des-
plaza y la que no cesa de renovarse en contacto con un
decorado que no cesa de cambiar. Esta apertura hacia el
exterior permitió al cine francés de los años veinte
poder liberarse de la pesadez y rigidez generada por la
escuela del film d’art. Esta apertura hacia los destellos del mundo, hacia una cierta L’Atalante (Jean Vigo, 1934)
dad y de la conciencia del tiempo en el cine, ni había podido sobrepasar la expresión miento. Estudios sobre cine 1, Barce-
viva que conseguía capturar de las sensaciones del mundo inanimado y de sus inte- lona, Paidós, 1984, pág. 120.
La reflexión apuntada por James Agee indicaba que, por un lado, Vigo era un l’eau”, en NATHALIE BOURGEOIS, BERNARD
cineasta capaz de dominar lo real, hasta el punto de reciclar en L’Atalante toda la B ENOLIEL y S TÉFANI DE L OPPINOT (eds.):
poética de las historias fluviales para darle una dimensión más cruda, mientras que, L’Atalante. Un film de Jean Vigo,
por otra parte, su sentido del encuadre y de la fisicidad plástica habían convertido su París, Cinémathèque Française,
película en una exaltación de la fuerza del deseo, estableciendo un puente con la 2000, pág. 84.
poética del subconsciente que se había gestado en el arte de vanguardia de los años 8. J AMES A GEE : Escritos sobre cine,
veinte. La originalidad de Jean Vigo, que anteriormente ya había llevado al límite su Barcelona, Paidós, 2001, pág. 144.
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libertad y del amor, con un mundo real, donde reinan la miseria, el odio y las debili- Culture and Sensibility in Classic
dades sociales11. La película no propone ninguna solución, solo reflexiona sobre la French Film, Princenton, Princenton
existencia del conflicto entre las tendencias estéticas, observa la realidad aparente University Press, 1995, pág. 72.
que se forma a su alrededor, reivindica la fuerza del deseo como camino de libertad 11. P IERRE L HERMINIER : Jean Vigo,
mientras Vigo toma conciencia de que el principio de realidad –y las dosis de exotis- París, Lherminier/Filméditions,
mo que se extienden en la figura de este magnífico personaje de corte dionisíaco lla- 1984, pág. 74.
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mado Père Jules–, no hacen más que poner en crisis la inocencia de ese viejo deseo
de revuelta inherente a sus convicciones anarquistas.
La estructura de L’Atalante es muy simple y se basa en un juego constante de con-
trastes entre los dos personajes protagonistas, la pareja formada por Juliette –Dita
Parlo– y Jean –Jean Dasté– que viven el desgaste de su amor por culpa de la mono-
tonía conyugal y por la angustia que les provoca la presencia del intruso, el persona-
je de Le Père Jules –interpretado por un inolvidable Michel Simon que retoma las
insolencias de su personaje en Boudou sauvé des eaux (Bodou salvado de las aguas, J.
Renoir, 1932)–. Tal y como ha reconocido el filósofo Jean Luc Nancy, la entrada del
otro en el universo propio puede crear desorden y amenaza. El otro desestabiliza. El
intruso es alguien cuya presencia produce un sentimiento de amenaza en las coor-
denadas de nuestro pequeño mundo12. Le Père Jules es el intruso que establece otro
orden y otra moral en medio de la relación conyugal. Su orden se basa en un aten-
tado constante contra el mundo pequeño burgués, en la presencia de elementos
exóticos en su entorno –las manos guardadas en formol, su cuerpo repleto de tatua-
jes– y en la aceptación de un cierto primitivismo que le otorga un alto grado de inhi-
bición, a partir de la libertad. Como todo ser dionisíaco, el Père Jules ejerce una fun-
12. JEAN-LUC NANCY: L’intrus, París, ción catártica porque es capaz de poner en evidencia, frente a los seres de su
Galilée, 2000. entorno –Juliette y Jean–, la fuerza de sus propias pulsiones internas.
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La fuerza de L’Atalante no radica en la historia que se cuenta, sino en la puesta en
escena empleada por Jean Vigo, en cómo desarticula constantemente los efectos
melodramáticos de la narrativa para imponer el valor y la fuerza de la poesía y refor-
zarla con la utilización de la música de Maurice Jaubert. En cierta forma, L’Atalante
funciona como un esbozo incompleto de melodrama, que convierte su imperfección
en fuerza expresiva y en el signo de su moderna perfección.
Para comprender mejor las tensiones entre el amour fou y la realidad podemos
partir de una de las escenas más celebradas, el momento que muestra la separación
de los amantes y en el que estalla la crisis conyugal en el interior de la Atalante. Ella
se encuentra en una pensión de la ciudad y él en el interior de la peniche. Sus cuer-
pos están separados, pero se desean. Los reflejos luminosos provocan un marcado
contraste entre la sombra y la oscuridad sobre unos seres medio desnudos que pro-
vocan, con sus movimientos, una auténtica poética de la ausencia. Al filmar la escena,
Vigo utiliza elementos provenientes de la estética vanguardista, como el ralentí de las
imágenes, la exageración de la representación a partir de la fuerza del deseo hasta
convertirlo en la manifestación de un amour fou y la creación de un juego de luces y
sombras que pretende embellecer, y hacer visible, la fuerza de la imagen. En la esce-
na posterior, Vigo no duda en poner en relación este universo de cuerpos que se
desean y que no se encuentran con una serie de imágenes de la ciudad, en las que
los personajes, bajo la música de Maurice Jaubert, se buscan mientras en su paseo se
ponen de relieve las imágenes de los obreros parados, se evidencian los signos de la
crisis económica que atravesaba Francia a principios de siglo, o simplemente, se
ponen en evidencia las formas de vida en el interior de una ciudad tentacular, ajena
al oasis del amor puro. Una ciudad que se transforma en un principio de realidad que
pretende entrar en constante diálogo con la poética vanguardista del pasado.
El milagro de L’Atalante reside en que nada es forzado y que todo se efectúa con
gran simplicidad, bajo la mirada de alguien que siente una viva pasión cinematográ-
fica. En el fondo, Vigo establece un debate entre los modelos que años después
establecería Pier Paolo Pasolini entre el cine de poesía y el cine de prosa. Vigo se
mueve entre los dos caminos, siente la fuerza del lirismo poético pero no está ajeno
al peso de lo prosaico.
Todas estas tensiones convierten L’Atalante en una obra que no cesa de buscar y
de encontrar curiosas fórmulas de puesta en escena que reciclan sistemas del pasa-
do, sobre todo algunas imágenes de corte vanguardista y otras que enlazan con la
poética de las películas fluviales, para abrir las puertas al realismo poético francés de
los años posteriores a la victoria del Frente Popular en las elecicones de 1936. No
obstante, el carácter de pieza única e inclasificable que posee L’Atalante demuestra
que en la Francia de los años treinta era posible crear un modelo de cine que rom-
piera con los modelos institucionales y la lógica del relato, un modelo en el que, tal y
como veremos, la fuerza del plano como imagen esencial ponía en desequilibro la
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L’Atalante
su presencia física. Frente a estos personajes, la figura del Père Jules se convierte en
un cuerpo exótico, cuyos múltiples tatuajes no hacen más que mostrar su carácter
pagano, su apego a viejas culturas ancestrales. El juego con los cuerpos, sin embar-
go, va de lo marcadamente físico a lo erótico y tiene su culminación en la famosa
escena del deseo generado por la ausencia del otro. Vigo filma unos cuerpos que
buscan el placer de forma onanista, deseando a ese otro que han perdido momen-
táneamente.
A pesar de su condición de clásico y de pieza arqueológica de la historia del
cine, el modo en que L’Atalante explora el territorio de lo físico no hace más que
abrir las puertas a una de las nociones más importantes del cine contemporáneo,
un cine en el que las estrategias articuladas en torno a lo narrativo han ido per-
diendo importancia en beneficio de la configuración de un nuevo valor expresivo:
la figuración. A partir de los años noventa, la nueva cinefilia ha empezado a ver el
cine como un medio de expresión creador de figuras y formas, las cuales no son
consideradas como entidades originadas por un proceso contextual, sino como
simples elementos figurativos fácilmente abiertos a un flujo constante de relaciones
entre los diferentes modelos de la imagen. Tal como indica Nicole Brenez, en un
texto programático sobre la importancia del cuerpo en el cine contemporáneo,
en vez de observar la obra cinematográfica como un monumento, determinado
por sus límites históricos espaciales y subjetivos, la obra es vista como un elemen-
to frágil cuya densidad es fruto de su propia opacidad y su lógica se encuentra ins-
crita en el proceso originado por la confusión del mundo16.
El reconocimiento de la fragilidad de la obra ha privilegiado el estudio de algu-
nos elementos como la silueta, el personaje, la relación entre el fondo y la figura o
la circulación de motivos figurativos en el interior de la propia obra. Este retorno
hacia el placer de lo figurativo se ha visto coronado por un progresivo interés hacia
las formas de representación del cuerpo en la pantalla. Tal como indica Dominique
Païni en el cine contemporáneo se revaloriza “la dimensión figurativa de los cuer-
pos, su metamorfosis, la autonomía del gesto, el juego alternado de la presencia y
la desaparición, las velocidades con que se mueven las figuras en la pantalla o el
valor plástico de su movimiento”17.
El debate en torno al cuerpo se inscribe en el interior de un debate más amplio
que ha ocupado un lugar destacado tanto en la filosofía, en la estética y en la prác-
16. N ICOLE B RENEZ : De la figure en tica ar tística contemporánea. Un debate en medio del cual, la presencia de
général et du corps en particulier, una obra como L’Atalante de Jean Vigo es clave. Y no lo es como simple resto
Bruselas, De Boeck Université, arqueológico de un cine del pasado, sino como una pieza que abrió el camino hacia
1998, págs. 12-13. la exploración de lo físico y que es algo más que un simple film faro para el cine
17. DOMINIQUE PAÏNI: Le temps expo- contemporáneo. L’Atalante es un momento sublime del cine que no ha hecho
sé, París, Cahiers du cinéma, 2002, más que penetrar en el tejido de nuestro presente convirtiéndose en una referen-
pág. 36. cia inapelable ❍
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