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Tema 2

Los derechos fundamentales a la libre expresión y comunicación


Derecho Internacional
-Art 19 de la Declaración Universal de Derechos humanos (1948):
“Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho
incluye el no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir
informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier
medio de expresión”.
-Art 10.1 del Convenio Europeo de Derechos Humanos o Convenio de Roma de 1950:
“Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la
libertad de opinión y la libertad de recibir o de comunicar informaciones o ideas, sin
que pueda haber injerencia de autoridades públicas y sin consideración de fronteras
(…)”
CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA artículo 20 (vista más adelante)
En su dimensión interna, la libertad ideológica debe ser entendida como la libre
autodeterminación del individuo en la elección y formación de las propias convicciones
ideológicas. En su dimensión externa, la libertad ideológica faculta a los ciudadanos
para que actúen conforme a éstas convicciones (libertad de conciencia) y puedan
expresarse conforme a las mismas (libertad de expresión), defendiéndose frente a
terceros (STC. 136/1999, de 20 de julio, F.J. 12) o, incluso guardando silencio sobre las
mismas.
Es más, este derecho al silencio tiene la cobertura constitucional del art. 16.2 CE: “Nadie
podrá ser obligado a declarar sobre su propia ideología”.
La jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos se ha referido a la
necesidad de examinar en su conjunto las circunstancias del mensaje a efectos de
determinar si la comunicación ideológica cae o no en el ámbito de protección de la
libertad de expresión.

- El propio contenido del mensaje


- La forma en que se produce la difusión del mensaje
- Características del medio
- El propósito o la finalidad.

La libertad de expresión de opiniones o crítica


CONCEPTO DE OPINIÓN → “opinión o juicio comunicado surge de la valoración de un
hecho por una idea”, Cuando los juicios u opiniones se comunican públicamente por los
medios de comunicación éstos tienen la virtualidad de convertirse en opinión pública.

- La libertad de expresión de opiniones o juicios de valor “comprende la crítica de la


conducta de otro, aun cuando la misma sea desabrida y pueda molestar, inquietar o
disgustar a quien se dirige” (SSTC. 125/2007, de 21 de mayo, F.J. 5; 6/2000, de 17 de
enero, F.J. 5; 49/2001, de 26 de febrero, F.J. 4; 204/2001, de 15 de octubre, F.J. 4; y
181/2006, de 19 de junio, FFJJ. 4 y 5).
- La jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (SSTDH. Hadyside,
1976; Lingens, 1986; Steel, 1998), ampliamente referida por el Tribunal Constitucional
español “la libre difusión de información y la expresión en libertad de ideas u opiniones
-aun cuando sean chocantes, molestas o incluso inquietantes- constituyen
fundamentos esenciales de la sociedad democrática y condiciones primordiales del
desarrollo individual y del progreso colectivo” (STC. 85/1992, de 8 de junio).

NO EXISTE UN DERECHO AL INSULTO.


Ahora bien, el carácter molesto, incluso hiriente, de una opinión excluye el insulto. En
efecto, la crítica vertida debe excluir siempre expresiones formalmente injuriosas o
insultantes (STC. 192/1999, de 25 de octubre, F.J. 7. Alcalde de La Coruña v. El País),
pues el Tribunal Constitucional tiene declarado desde la STC. 105/1990, de 6 de junio,
F.J.4 (Caso José María García) “la Constitución no reconoce en modo alguno (…) un
pretendido derecho al insulto”.
PERSONAJES PÚBLICOS:
En este sentido, la STC. 76/1995, de 22 de mayo, señala que las
expresiones insultantes realizadas “por enemistad pura y simple” quedarían “extramuros
de la protección constitucional”.

-El Tribunal Constitucional ha señalado que el objeto de protección de este derecho es


la “información veraz sobre hechos de interés general” o comunicación de “hechos
noticiables”, es decir, hechos que, específicamente “puedan encerrar trascendencia
pública”.
1. Veracidad
2. Interés público informativo

-La ausencia de cualquiera de estos dos requisitos (veracidad e interés público)


determinará que la información no quede constitucionalmente amparada por el derecho
fundamental a comunicar y recibir información. Si un profesional de los medios publica
una noticia veraz carente de interés público informativo y dicha noticia genera un daño
en derechos de terceras personas, la actuación de ese profesional no estará amparada
por el art. 20.1.d) CE, por lo que habrá de responder por las eventuales
responsabilidades jurídicas.

Concepto de veracidad
Tribunal Constitucional STC. 6/1988, de 21 de enero. “Cuando la Constitución requiere
que la información sea «veraz» no está tanto privando de protección a las informaciones
que puedan resultar erróneas -o sencillamente no probadas en juicio- cuanto
estableciendo un específico deber de diligencia sobre el informador”
PREVIO CONTRASTE CON DATOS OBJETIVOS
El ordenamiento no presta su protección a tal conducta negligente, ni menos a la de
quien comunique como hechos simples rumores o, peor aún, meras invenciones o
insinuaciones insidiosas, pero sí ampara, en su conjunto, la información rectamente
obtenida y difundida, aun cuando su total exactitud sea controvertible. En definitiva, las
afirmaciones erróneas son inevitables en un debate Libre.

En realidad, la veracidad ha de concebirse como la adecuada diligencia profesional, que


se concreta en la existencia de un deber de actuación consistente en que el profesional
de los medios “haya realizado con carácter previo a la difusión de la noticia una labor de
averiguación de los hechos sobre los que versa la información” (STC. 53/2006, de 27 de
febrero, F.J.7)

Nivel de diligencia máxima:


- Cuando suponga un descrédito en la consideración de la persona a la que la
información se refiere.
- Cuando se vulnere la presunción de inocencia, por lo que el profesional de la
información deberá poner hincapié de forma explícita la existencia de una
resolución judicial o de procedimiento en curso.
- Cuando tenga una especial trascendencia social

El canon de veracidad no protegería, en cambio, al profesional de la información que


actúa de forma “negligente” -es decir, con falta de diligencia profesional-, o de forma
“dolosa”, transmitiendo como verdaderos hechos que son falsos o erróneos, meros
rumores o insinuaciones, y que son resultado de una actuación voluntaria y consciente
de falsear la verdad (dolo), o de una actuación imprudente consistente en no contrastar
fuentes o en emplear fuentes poco fidedignas o fiables (negligencia). En otras palabras,
el canon de veracidad no ampararía al profesional o al medio que ha actuado con
malicia a la hora de obtener y difundir la información. Por tanto, las informaciones o
noticias no gozarán de protección constitucional “si se acredita la malicia del
informador” (STC 192/1999, de 25 de octubre, FJ 6; 12/2002, de 5 de mayo, F.J. 3).
Criterios para valorar el grado de diligencia informativa en la actuación del
profesional

1. Criterio de la fiabilidad de la fuente. Se identifican con la fiabilidad de la fuente


que proporciona la noticia. Con carácter general el Tribunal Constitucional exige
que la labor de contrastación de la información se realice a través de mediante la
contrastación de fuentes fidedignas, solventes y fiables (SSTC. 178/1993, de 31 de
mayo, F.J. 5; 154/1999, de 13 de junio, F.5), y ello excluiría “la pura y genérica
remisión a fuentes indeterminadas” (STC. 172/1990, F.J.3). La fiabilidad de la
fuente de información es una característica de ésta que ha de ponerse en
relación con la naturaleza de la información concreta que de dicha fuente se
obtiene.
2. Criterio de las posibilidades efectivas. Hace referencia a las posibilidades
efectivas y reales que el profesional ha tenido para contrastar una información.
“La incorporación de una rectificación cuando se produce de modo espontáneo
por el propio autor de la información o el medio que la divulgó, por su propia
iniciativa o indicación del interesado (…) es sin duda reveladora de la actitud del
medio de información”.
3. Criterio del valor acreditativo del contraste informativo. Ya en el contexto del
proceso judicial concreto, el Tribunal Constitucional también tiene en cuenta las
pruebas aportadas por el profesional de la información en justificación de su
actuación diligente en la investigación de los hechos noticiosos

Veracidad vs forma de obtención de la información


Durante largo tiempo, la doctrina constitucional ha mantenido la identificación de la
veracidad con la “información rectamente obtenida y difundida”. Sin embargo, esta
concepción de la veracidad sufre una importante revisión a partir de la STC. 158/2003,
de 15 de septiembre. En este pronunciamiento el Tribunal Constitucional llega a
proteger informaciones obtenidas de forma “torticera” o no recta u honesta por el
profesional. El propio TC llega a afirmar que, cuando la jurisprudencia constitucional ha
vinculado tradicionalmente la diligencia profesional con la “información rectamente
obtenida”, en realidad, “nunca ha relacionado la exigencia de veracidad con la legítima
obtención de la información”.
Por ello no puede ser legítima, y sí contraria a la buena fe, la obtención de una
información a través de “medios torticeros” o “ilegítimos” aprovechando la comisión de
un acto ilícito, como es el delito de violación del secreto del sumario.

Interés público informativo


La comunicación que la Constitución protege es la que transmite información veraz
relativa a asuntos de interés general o relevancia pública.
El objeto del derecho a comunicar y recibir información veraz (art. 20.1d CE) está
constituido exclusivamente por hechos noticiables o noticiosos entendiendo por tales
aquéllos en los que existe un interés colectivo o social en su conocimiento, ya que
tienen trascendencia pública para la sociedad y son necesarios para la participación
democrática de los ciudadanos en la vida de la comunidad.
El interés general informativo podría definirse como aquella cualidad de la información
(mensaje) con trascendencia o relevancia en la formación de una opinión pública libre
necesaria para los procesos de toma de decisiones por parte de los ciudadanos, para
su participación en la vida de la comunidad y para la existencia del pluralismo político
y social en una sociedad democrática.
El Tribunal Constitucional que se “hace necesario verificar, con carácter previo, el
interés social de la información” (STC. 29/2009, de 26 de enero, F.J.4) Dicho interés
social o relevancia pública informativa viene determinado por las materias a que se
refieren y por las personas que en ellos intervienen, en la medida en que éstos
contribuyan a la formación de la opinión pública libre.

NO constituye interés público:


- El interés del público en la “simple satisfacción de la curiosidad humana” o “morbosa”,
muchas veces fomentada en su mala orientación de forma interesada por determinados
medios de comunicación social o programa
Por tanto, la “comunicación o chismorreo de la vida ajena para satisfacer oscuros
morbos de los interesados” (STS. 1102/2004, de 11 de noviembre, Caso Mar Flores) no
constituye el interés general constitucionalmente protegido.
-El interés del medio en aquello que pueda resultar noticioso sobre todo, cuando lo que
“se persigue es un sensacionalismo informativo, presentándose como muy acusado el
móvil mercantil”, crematísticos o de lucro, esto es por “pura motivación de contenido
económico”.
El interés público según las personas involucradas en la información exige diferenciar
entre personajes públicos, personajes notorios y personas privadas.
Personaje público
- Es aquella categoría reservada únicamente a todo aquel que tenga “atribuida la
administración del poder público” o aquellos que “ejercen funciones públicas”.
- Dentro de esta categoría, la jurisprudencia constitucional incluye los
funcionarios, las autoridades públicas y los “cargos públicos electivos”, es decir,
quienes “ocupan su puesto (cargo público) por elección” (STC. 101/2003, de 2 de
junio).
- De ahí que los personajes públicos, en su condición de tales, deban soportar un
“cierto riesgo” (STC. 105/1990, de 6 de junio) o mayor nivel de intromisión en sus
derechos personalísimos (honor, vida privada y propia imagen), en el sentido de
sus actuaciones en el ejercicio de sus cargos y funciones han de estar sometidos
al escrutinio de la opinión pública.

Justificación
1) Dentro del ámbito de actuación propio del cargo público, en la medida en que la
información tenga que ver con lo que diga o haga el personaje público “en el ejercicio
de sus funciones”
2) Fuera de ese ámbito de actuación pública, es decir, en aquellas esferas que
pertenezcan al ámbito íntimo o privado del personaje público, “siempre esas
informaciones “que tengan una directa y evidente relación con el desempeño de sus
cargos”.

PERSONAJE NOTORIO O DE NOTORIEDAD PÚBLICA


-Aquellas personas que “alcanzan cierta publicidad por la actividad profesional
que desarrollan o, por difundir habitualmente hechos y acontecimientos de su
vida privada”.
-Entre las personas de notoriedad pública por su actividad profesional
destacaron figuras relevantes o conocidas del mundo económico, financiero y
empresarial, del ámbito cultural y deportivo o de los medios de comunicación.
-Al igual que los personajes públicos, las personas notorias “que alcanzan cierta
publicidad por la actividad profesional que desarrollan o por difundir
habitualmente hechos y acontecimientos de su vida privada”, pueden ver
limitado sus derechos personalísimos “con mayor intensidad que los restantes
individuos como consecuencia, justamente, de la publicidad de su figura”
-Ahora bien, sólo quedará justificada tal intromisión en sus derechos
personalísimos “cuando la información esté relacionada con la actividad
profesional por la que el individuo es conocido o la información que
previamente ha difundido” (Ibidem).
PERSONAS PRIVADAS
-Aquellas “personas privadas que no participan voluntariamente en la controversia
pública” (STC. 165/1987, de 27 de octubre) y, por tanto ajenas a la misma; o también
aquellas personas privadas que involuntariamente adquieren protagonismo
circunstancial al verse implicadas en hechos que gozan de relevancia pública o interés
general, como pueden ser las personas involucradas en causas judiciales, en sucesos, en
catástrofes, acontecimientos públicos, etc. En el caso de personas privadas, el nivel de
protección de los derechos personalísimos al honor, intimidad y vida privada y propia
imagen es máximo frente a aquellas informaciones que puedan ser lesivas para estos
derechos.

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