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Wilfredo Moreno Santillán

Recuerdo el día que vinieron a buscarme a casa, mi madre llorando y gritando


mientras tiraban de mí hacia la calle. Fué la última vez que ví la chabola en la que vivían
mis padres. Mi madre lloraba y a mi padre contaba un fajo de billetes. Mis hermanos
miraban la escena, lo recuerdo bien, llevaban pantalones cortos desgastados, iban
descalzos y se les marcaban las costillas, no entendían qué pasaba, y yo tampoco. Tardé
mucho en entenderlo pero ahora sé que mis hermanos sobrevivieron gracias a mi.

Recuerdo el día que aquellos hombres pusieron por primera vez un fusil en mis
manos, era lo más parecido a un juguete que había tenido hasta entonces. fue una buena
época, jugábamos a disparar a muñecos de paja, comíamos como mínimo una vez al día y
nos lo pasabamos bien.

Recuerdo la primera vez que maté a un hombre. Estábamos en un edificio y yo iba


jugando como hacíamos con los muñecos, de repente la silueta de uno de aquellos
hombres que venían hacia nosotros cayó al suelo, estaba demasiado lejos como para que
fuera demasiado sangriento para mi. Fui consciente de que era yo el que lo había matado y
el fusil dejó de ser un juguete para mi.

Recuerdo como aquel mismo día me metieron en un camión y me llevaron lejos de


donde jugábamos, mucho antes de llegar se oían disparos, explosiones y un olor horrible
inundaba el ambiente. Cuando llegamos había montado un campamento, una fuerte música
inundaba la zona, no podía oír casi nada, me hicieron beber el contenido de una pequeña
botella azul y me maree. Cuando pasó el mareo deje de estar cansado, de tener sueño y
hambre, pero la música seguía aturdiendome. Trajeron a un hombre atado y me lo tiraron
delante, otro hombre con ropas militares se arrodillo a mi lado, desenfundó su pistola, la
amartilló y me la dió. -Matalo- me dijo. No podía pensar, la música no me dejaba pensar y
parecía decirme en mi cabeza que lo hiciese. Hazlo, hazlo, hazlo. Lo hice.

Recuerdo el calor que recorría mi cuerpo un instante antes de apretar el dedo, como
sin pensar lo hice y como la cabeza literalmente explotó delante de mí y me lleno el cuerpo
de sangre. Me daba igual todo, solo estaba la música. ​Está listo, oí a mi espalda. Segundos
después oí el cuerpo caer al suelo. No lo he conseguido olvidar, lo recuerdo bien cada
noche, al cerrar los ojos, aquel ruido, aquella música. ​...Está listo, Está listo, Está listo….

Recuerdo ​como ese mismo día no sentí ningún dolor alguno cuando apretaron un
hierro candente a mi brazo. Ese olor. Cuando lo apartaron de mí pude ver el mismo símbolo
que había en el camión, entonces no sabía que era. Ahora sí. Arasaka, mi amo.

Apenas recuerdo la guerra en sí mismo, se que no tenía ningún sentido para mí,
casi no dormíamos, matábamos, moriamos. Teníamos la comida limitada pero acceso libre
a aquellas botellitas azules, y cada vez tomábamos más. Cuando podíamos descansar lo
hacíamos en grandes jaulas en medio de la selva.
Recuerdo cuando acabó la guerra, semanas de espera en las jaulas de descanso,
el dolor en el estómago por no comer, el dolor de cabeza, los temblores por no tomar aquel
líquido azul. Allí fuí consciente de que tenía la cara llena de marcas por la explosión de un
granada. No consigo recordar como me la hice pero mis compañeros si. Mi único
entretenimiento durante días fue pasar la punta de los dedos por aquellas marcas.

Recuerdo el día en que salí de allí, al igual que había visto con otro de mis
compañeros vinieron dos hombres, uno de ellos me señaló, mi nuevo amo, y le entregó un
fajo de billetes al otro. Al poco rato estaba en una sala donde arrancaron la piel de mi brazo
y la cambiaron por otra sin aquel símbolo que me había acompañado durante no sé cuánto
tiempo.

Recuerdo llegar a Tegucigalpa en coche, la primera vez en mucho tiempo en mi


ciudad natal. Fué otra buena época, una época bastante larga, sin líquido azul tenía la
cabeza clara, como hacía mucho que no había tenido. Me dedicaba a vigilar una factoría de
encaje negro para mi amo, era algo bastante tranquilo con algún incidente aislado que
solucionaba con unos pocos disparos. Dos veces por semana tenía algunas horas libres
para mi en las que me dediqué a hacer contactos en la ciudad y a visitar a mi familia, poco a
poco fui recuperando mi humanidad perdida.

Recuerdo el primer día que fui a ver a mi familia, mi madre enseguida me reconoció
pese al tiempo que había pasado y mi cara deformada. Lloró otra vez mientras mis
hermanos me miraban con incredulidad. Al poco rato comprendieron y me abrazaron, lloré,
pensaba que ya no era capaz de hacerlo. Un niña pequeña salió de la casa y se escondió
detrás de las piernas de mi madre mientras me miraba. Resultó que ahora tenía una
hermana. Mi padre ya no estaba, se había vuelto un adicto y hacía un par de años que
había muerto de una sobredosis. ​Encaje negro​.

Recuerdo cuando mi amo perdió a su hijo, se estaba formando un gran cártel que
intentaba hacerse con todas las factorías de la ciudad y tomaron represalias cuando éste se
negó. Fue entonces cuando decidieron hacerme unas mejoras, pasé días en un hospital,
donde potenciaron mis reflejos y me hicieron más resistente a las heridas. Desde entonces
puedo sentir el mundo más lento a mi alrededor. Sin duda aquellas mejoras y mi experiencia
en la guerra me salvaron la vida a mi y a mi amo en más de una ocasión. El cártel se había
vuelto más feroz, más cruel y con más recursos, la lucha fue encarnizada y resistimos para
finalmente perder.

Recuerdo el día que compre mi libertad. Pese a que resistimos mi amo perdió el
control de sus factorías ante el cártel. Pude oír como hablaba con su segundo, estaban
explorando opciones para recuperarse, necesitaban dinero y decidieron vender al mayor de
sus activos en ese momento, a mi. En ese momento decidí que ya había sido una propiedad
durante demasiado tiempo, necesitaba ser libre, vivir. Aquella música volvió a mi cabeza.
Hazlo, hazlo, hazlo. L
​ o hice. Así es como compré mi libertad, el precio fue una bala a través
de la cabeza de mi amo. ​...Está listo, Está listo, Está listo…. ​Estaba listo para ser libre.
Recuerdo cuando recogí todo el dinero de mi amo que pude lo use para comprar un
billete hacia Estados Unidos, documentación nueva y referencias de nuevos contactos en
mi destino. Me despedi de mi familia.

Ahora ya no recuerdo​, solo pienso en el futuro, acabo de llegar a Night City, y


tengo un futuro por delante, libre, por primera vez.

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