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“Origen del paramilitarismo en Colombia”

Marta Nieves Ochoa – Victima

Recuerdo que era jueves, acaba de salir de clases pues en aquel entonces estudiaba economía en
la universidad de Antioquia. Mis hermanos me acababan de llamar para avisarme que alguien iría
a recogerme por lo que decidí esperarlos fuera del campus sin tener la menor idea de que en ese
preciso instante, empezaría mi peor pesadilla...

Llegaron tres hombres que aseguraban ser escoltas de mi papá, Fabio Ochoa, pero como nunca los
había visto antes me negué a irme con ellos, sentía desconfianza, lucían un poco sucios y de mal
aspecto, así que intente llamar rápido a Juan David, uno de mis hermanos, pero en preciso
instante, uno de ellos me arrebató el celular y me tomo con fuerza, mientras que los otros dos
abrían las puertas del carro, creo que era un Renault, de lo que si estoy segura, es que era de color
naranja. Empecé a gritar, me sentía asustada, les decía que esto no se iba a quedar así, que no
sabían con quién se estaban metiendo, pero en medio de mis gritos y llantos, recibí un fuerte
golpe en la cabeza y no supe más.

No recuerdo cuanto tiempo había pasado ya, desperté en una celda sin ventanas, por lo que no
sabía si era de día o no, recuerdo que solo tenía una colchoneta y una vasija para hacer mis
necesidades, la puerta tenía una especie de reja, como las que hay en las cárceles, de esas que
abren para pasarte la comida... Solo quería llorar, estaba asustada, no sabía que hacer y empecé a
gritar otra vez, hasta que llegó un hombre, tenía aspecto de ser el “jefe” pues de el brotaba un aire
de superioridad ya que todos obedecían a sus órdenes. Se acercó a mi y me gritó que me callara,
me advirtió que de no hacerlo me lastimaría y no quería eso, así que por mi bien le hice caso. Le
pregunte quién era, en dónde me tenía y porqué me había escogido a mí, él, por su parte, se limito
a responder y salió.

En medio de mi desespero, decidí ser inteligente y mostrarme a gusto con la situación, pues sabía
que si me ganaba su confianza quizás podía obtener más información, por eso, día tras día, solía
coquetearles a los hombres que vigilaban mi puerta cuando estos me pasaban la comida hasta que
un día, uno de ellos, comenzó a seguirme el juego. Me dijo “somos parte del movimiento
guerrillero más fuerte de Colombia y te hemos secuestrado a cambio de una gran suma de dinero,
pero no puedo decirte más”, intenté sacarle más información, pero su última respuesta fue que
llevaba un mes encerrada allí. No sabía si mi familia estaba haciendo algo por mí, estaba
sorprendida de que hubiesen dejado pasar tanto tiempo, solo podía pensar que no les importaba,
que iba a morir ahí, que me iban a lastimar en cualquier momento y así, cada día, mi miedo y mi
angustia fue creciendo.

Tiempo después, en medio de una noche fría, abrieron la celda, me alegre de pensar que por fin
iba a salir de allí, pero para mi desgracia, no era así. Los mismos hombres que me habían raptado,
traían a dos mujeres y tres hombres con ellos, con capuchas y casi arrastras, entonces pensé “por
Dios, nunca voy a salir de aquí”. Dejé que descansaran esa madrugada, a la mañana siguiente, me
acerqué noblemente a preguntarles si sabían porque los habían traído, ninguno de ellos quería
contestarme, les pregunté también si sabían en que fecha estábamos y uno de ellos, respondió
fríamente “es 20 de enero”, debo admitir, quedé perpleja, solo podía pensar en que llevaba poco
más de dos meses encerrada allí.
Nos llegamos a hacer amigos todos, no teníamos nada en común pero cuando les conté quien era,
me informaron que mí familia estaba ofreciendo enormes recompensas por mí, que estaban
armando un gran grupo en contra de nuestros raptores y que de alguna u otra manera, me iban a
rescatar. Admito que eso me llenó de esperanza, después de tanto tiempo ya la había llegado a
perder y como yo era la única que pertenecía a una familia adinerada y de poder en la cuidad, no
lograba entender como ellos podían estar ahí.

Desde que los demás secuestrados llegaron, comencé a tachar en la pared los días, eso lograba
mantenerme cuerda, hasta que un día, llegué a los 92 días, pensé “Dios mío, llevo ya 92 días aquí y
nadie ha venido por mí”. Ese día, en la noche, llegaron unos hombres a soltarme, recuerdo salir y
quedar casi ciega por la luz del pasillo, parecía casi una eternidad sin haberla visto. Me taparon la
cabeza con una bolsa, me montaron a un carro y tras unas horas de andar, me dejaron en una
gasolinera vacía, allí, llegaron mis hermanos por mí y aquella madrugada, la pesadilla llego a su fin.

MAS – Paramilitar

Todo comenzó el 12 de noviembre de 1981 cuando salió en las noticias que Marta Ochoa, hija de
Fabio Ochoa, un reconocido ganadero de Medellín había sido secuestrada por el M19. Todos en la
cuidad se alarmaron, desde ganaderos hasta narcotraficantes, miembros del ejército y
terratenientes, por lo que la familia Ochoa decidió convocar a una reunión para conformar el
primer grupo de autodefensas del país. La reunión se llevó a cabo casi un mes después, el 1 de
diciembre, en un hotel famoso de Medellín, para ese entonces yo solo era un simple terrateniente,
no tenía trabajo y por culpa de la guerrilla, tampoco tenía familia, por lo que decidí participar en la
reunión, quería venganza.

El objetivo de aquella reunión era crear el primer grupo que combatiera contra las fuerzas
izquierdistas del país, por lo que grandes ganaderos y narcotraficantes donaron excesivos recursos
y hombres para ello. Al siguiente día de que nos enlistaran, se expidió un comunicado que
expresaba aquel deseo de querer combatir el crimen y para eso, nuestros jefes nos habían
ordenado lanzar en un partido de fútbol, desde una avioneta, papeles que declaraban aquel
comunicado, recuerdo que decían “Los secuestradores serán colgados de los árboles y si ellos no,
sus camadas en las cárceles y sus familiares cercanos”, sin duda alguna, este mensaje generó
pánico a todos los ciudadanos.

Con el paso de los días, el grupo que tomo por nombre MAS (Muerte A Secuestradores), había
aumentado su fuerza, llegando a ser casi 2.000 hombres los que lo conformábamos, por lo que la
sed de venganza se incrementaba también, era considerado como la primera manifestación a gran
escala del paramilitarismo. Cabe resaltar que se había dejado claro desde un principio, que no se
iba a negociar con ellos, los hermanos de Marta habían ofrecido únicamente una recompensa a
cambio de obtener información sobre su paradero, pero no estaban dispuestos a pagar lo que el
grupo guerrillero había exigido.

El proceso de rescate llevo mucho tiempo, el M19 no estaba dispuesto a liberarla, por el contrario,
había secuestrado a más personas, por lo que nosotros tomamos la decisión de atacar igual. La
familia Ochoa había descubierto quién era el responsable de todo esto, Luis Gabriel Bernal quién,
además, había pedido un pago de 12 millones de dólares para la liberación de Marta, por lo que
nos ordenaron secuestrar a su novia, a su hermano y a otros seres cercanos a él. Debo admitir,
sentía miedo, era la primera vez que iba a participar en algo así, no era una mala persona, jamás le
había hecho daño a alguien, pero la rabia que sentía tras la pérdida de mis papas me motivaba
cada vez más, por eso, fui cómplice de tan atroz acto.

Luis Gabriel, tras enterarse de aquel secuestro, decidió liberar a Marta, si liberaban a su esposa,
Marta Correa. Los Ochoa nos indicaron que aceptaríamos, pero que se haría de una manera poco
particular para demostrarles que no éramos débiles. Para aquel entonces, yo me había ganado la
confianza de la familia, me consideraban algo así como su mano derecha y por ello, me indicaron
colgar frente al periódico “El Colombiano” a Marta, atada de pies a la puerta y cubierta con
mensajes que demostraran nuestra autoridad. Acepte sin ningún temor, al fin de cuentas no le
estaba haciendo daño, pero en aquel momento, cuando la vi tan vulnerable, sabía que eso no
estaba bien, que esa no era la manera en como debíamos actuar, pues nuestro objetivo al
principio era luchar contra estos actos de rebeldía y ahora, hacíamos lo mismo. Sin embargo,
cumplí con mi misión y decidí que luego de la liberación de la hija de Don Fabio me iba a retirar,
pues esta no era la clase de venganza que yo quería.

Tiempo después, tras cometer más secuestros y actos violentos, se dio paso a la liberación de
Marta Ochoa, nos indicaron que la dejarían en una bomba a las afueras de la cuidad, por lo que
acompañe a los hermanos a recogerla, pues tenía que asegurarme de que no iba a ser una trampa.
A eso de la media noche, se llevo a cabo su rescate y volvimos a una de las fincas en donde se
encontraba Don Fabio, devolviendo la tranquilidad a la familia. Me tomo mucho tiempo pensar en
que hacer, si retirarme o seguir luchando por aquellos intereses que me habían motivado alguna
vez a hacer parte del grupo, pero sin darle más vueltas, me retiré. Hui del país porque no quería
morir, pues como conté, me había convertido en la mano derecha de la familia y sabía lo
suficiente. Desde aquel entonces, me escondí y no volví a saber nada de ellos y ellos nada de mí.

Guerrillero – M19

Mi nombre es John Restrepo, en aquel entonces también estudiaba economía en la universidad de


Antioquia. Sin embargo, a diferencia de ella, yo hacía parte del grupo revolucionario más poderoso
de aquel entonces, el M19. Para ese entonces, buscábamos afianzar nuestra lucha armada, por lo
que habíamos decidido raptar a personas adineradas y sabíamos que la familia Ochoa era una de
ella, tenía suficiente poder y dinero, por lo que atacamos a su punto más débil, Marta la hija
menor de la familia. Como yo era su compañero, sabía exactamente como podíamos llevar a cabo
aquel suceso.

Aquella orden la habíamos recibido directamente de Luis Bernal, quien era uno de los jefes del
grupo, era un hombre astuto y con suficiente experiencia como para poder secuestrar a Marta y
otros más sin cometer errores, sin embargo, nunca pensó en la agresiva reacción que iba a tener
su familia.

El secuestro se iba a realizar un jueves, 12 de noviembre de 1981, ese día salíamos de clase al
medo día, por lo que era un buen momento para llevarlo a cabo pues la ciudad no estaba
congestionada en aquella hora. El plan se iba a llevar a cabo de la siguiente forma, yo iba a salir al
mismo tiempo que ella, lo que me daría ventaja para saber en dónde esperaría, mientras que
otros dos hombres estarían esperando en el carro fuera del campus. El reloj marcaba las 12,
salimos de clase y ella tras contestar una llamada, se dirigió a sentarse en unas bancas que se
encontraban fuera de la universidad, yo por mi parte, sigilosamente iba tras de ella, cuando vi que
estaba sola, di la señal para ir por ella. En ese momento, ella empezó a llamar rápidamente, por lo
que me apresure a quitarle el celular, uno de mis compañeros le puso una capucha y con fuerza, la
metimos al auto.

Salimos de la universidad, me asegure que nadie nos estuviera viendo, de ahí, nos dirigimos hacia
una casa de seguridad que teníamos en San Javier, al occidente de la cuidad. Allá, nos estaría
esperando Luis Bernal, quien era el más interesado en recibirla, pues había sido él el autor
intelectual de aquel del secuestro. En el camino, ella comenzó a gritar alterada, era entendible,
pero no podíamos perder nuestro objetivo de vista, por lo que tuvimos que golpearla para
dormirla. Cuando llegamos, la metimos en un cuarto oscuro, solo tenía una puerta para entrar y
salir con una reja en ella para pasarle comida, la recostamos sobre la colchoneta y salimos.

Pasó casi una semana, hasta que el jefe Luis decidió entrar a verla, desde afuera escuchábamos
como ella empezó a reclamarle y el solo le gritaba que se callara, recuerdo que antes de salir, él le
dijo cortantemente “ha sido secuestrada por el M19 y no la soltare hasta que su familia acepte
pagar por su rescate y de no hacerlo, la mataré”. En ese momento sentí compasión, era una joven
bella, no tenía la culpa de esto, pero como no podía hacer nada por ella, me retiré para no oír más.

Un día, el jefe nos dio la orden de trasladarla a la estrella y finalmente al eje cafetero, cabe resaltar
que antes de moverla debíamos sedarla, pues ella no podía enterarse de eso, lo hacíamos en el
momento de darle la comida y para no levantar sospechas, arreglábamos los cuartos igual al
primero en el que había estado. Con el paso de los días, al momento de pasarle la comida, ella
intentaba seducirme, se portaba linda y amable, por lo que terminaba cediendo antes sus
encantos, sabía que no podía darle información importante, pero me pareció oportuno decirle
cuanto llevaba secuestrada, un mes para ser exactos.

En esos mismos días, salió a la luz la noticia de que su familia, junto con unos ganadores y
campesinos, habían decidido formar un grupo para atacarnos, llamado MAS. Ellos, tras lanzar
avisos en una avioneta, amenazaban con encontrarnos y darnos de baja. Esto que, aunque nos
alarmó, no nos causó gran impacto, pues no creíamos que llegaran a hacerlo jamás. Como
respuesta a sus amenazas, decidimos pedir 12 millones de dólares para su rescate y que, de no
recibirlos, la mataríamos.

Pasaron unos días para recibir su respuesta, la cual por supuesto, era que no iban a negociar, por
tanto, decidimos seguir llevando a cabo secuestros de personas del común, esto, como señal de
nuestra fuerza, pues creíamos que entre más los presionáramos, más rápido iban a ceder. Pero
para nuestra desgracia, no resultó así. El grupo “Muerte A Secuestradores”, le había dado también
al punto más débil del jefe, su novia, la cual secuestró junto con su hermano y otros seres
queridos, lo que llegó a enfurecerlo y sacarlo de casillas por completo. Cuando nos enteramos,
sabíamos que nuestra única opción era liberar a Marta, pero, sin embargo, el jefe Luis decidió
actuar por su cuenta y secuestrar un avión para huir del país y negociar con algunas autoridades,
por lo que decidió liberar a Marta a cambio de la liberación de su novia.

Días después, una mañana fría, salió en las noticias que Marta Correa, novia de Luis y secuestrada
por el MAS, había sido colgada frente al periódico “El Colombiano”, esto sin duda alguna hizo
dudar al jefe de la liberación de la hija de Fabio Ochoa, recuerdo como su rabia había llegado hasta
el limite tras enterarse de la manera en como esos hijos de puta la habían soltado, pero, en medio
de la ira, logre convencer al jefe de evitar un conflicto mayor y soltar a Marta igualmente. Hecho
que ocurrió el 16 de febrero de 1982, tras tres meses secuestrada, la habíamos dejado en una
bomba en Armenia, allí se había pactado el trato. No tuve nunca la oportunidad de despedirme de
ella, espero jamás recuerde que fui yo quien le llegó a causar tanto dolor en aquella época.

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