LOS HOMBRES
26
La carrera política de Ernesto Guevara duró sólo
doce años; un período muy breve comparado con
la vasta fama internacional que obtuvo en tan
poco tiempo. Precisamente, éste es uno de los
elementos deslumbrantes y casi mágicos en la
biografía del Che. Ese rasgo de un ciclo exiguo y
fantástico sigue seduciendo a los comentaristas
que prefieren, en general, referirse al guerrillero
romántico, al ideólogo secreto de la revolución
cubana, al profeta de un nuevo fanatismo
armado, antes que intentar establecer una
explicación integral de su figura, de ubicarla
como producto de condiciones específicas, que
se dan en el continente. En verdad, Guevara no
ha sido realmente objeto de una interpretación
sino de un uso; indagar demasiado en las razones
de su eclosión como revolucionario, dirigente
teórico sería corroborar tesis que alterarían
desagradablemente las conclusiones con que,
tanto panegiristas como
de la historia
enemigos, desean contentarse. El mérito
histórico de Guevara es haber demostrado a la
vez que la revolución es posible y que el
instrumento ideológico viable es una recreación
funcional del viejo molde marxista – leninista;
tanto los detentadores del statu quo
latinoamericano como quienes se les oponen,
pero sin trascender ese moldes anquilosados, han
coincidido en propagar que toda la saga
guevarista consistió simplemente en un error
magnífico y heroico. Sin embargo, su vida fue un
encadenamiento crecientemente racional de
circunstancias y de actos y él siempre procuró
ejemplificar en su trayectoria el efecto de un
determinismo consustanciado con su propia
ideología. Pero este frío examinador de las
realidades transgrederá dos veces ese proceso
dialéctico, en dos actos voluntaristas que, aunque
parezca una paradoja, fueron imprescindibles
para el arquetipo llamado Che existiera. Uno,
cuando en la adolescencia, su individualismo lo
lleva a salirse de su clase social para ingresar a la
mitad desposeída de la humanidad. El otro,
cuando convencido de su soledad y falta de
posibilidades, decide iniciar la guerrilla boliviana
y sellarla con su segura inmolación. Solitario y,
al mismo tiempo, consiente de estar integrado
como nunca en la gran corriente de la
humanidad, se quedó a morir en Bolivia, porque
ése era la parte final y quizá decisiva para
entenderla, de una grandiosa empresa que soñó
como todo joven pero que, entre los pocos
elegidos de la historia, pudo llevar a cabo como
hombre. Una ráfaga de carabina terminó con su
vida el 9 de octubre de 1967 en Bolivia; había
nacido el 14 de junio de 1928 en Rosario,
República Argentina
1
 Che Guevara
Luis Bruschtein*

* La primera versión de este fascículo sobre el Che Guevara fue escrita por el periodista uruguayo
Carlos María Gutiérrez en 1971. La muerte reciente del comandante guerrillero en Bolivia y las
circunstancias latinoamericanas lo habían convertido en una figura política más importantes y
actuales de ese momento histórico. La izquierda discutía sus y el sistema contra el cual había
combatido se esforzaba por convertirlo en un objeto de consumo. Los escritos de Guevara eran
verdaderos best-sellers. Al finalizar el siglo esas circunstancias cambiaron, ahora la mayoría lo
conoce por los pósters, sus ideas ya no son leídas y, por otra parte con el tiempo se fueron
conociendo nuevos aspectos sobre todo del foco boliviano y de su paso por Africa. Por ese
motivo se creyó necesario actualizar esta biografía para rescatar al personaje histórico de la
coyuntura de los años 70 en el marco que dan los años 90. Pero Carlos María Gutiérrez,
probablemente uno de los mejores y más completos periodistas de habla hispana, murió en
octubre de 1991 en Uruguay. Gutiérrez fue, junto con Jorge Masetti, de los primeros periodistas
que subieron a la Sierra Maestra para entrevistar a Fidel Castro y al Che Guevara. Con el triunfo
de la revolución cubana fundo Prensa Latina junto a Rodolfo Walsh, Gabriel García Marqués y
Masetti. La parte cronológica de la biografía es la misma que se publicó en 1972. La segunda
parte fue escrita por el periodista Luis Bruschtein desde un contexto más actual, se incluyen
textos sobre el pensamiento de Guevara y se incorporan los nuevos datos sobre la guerrilla
1928
Nace el 14 de junio en Rosario
(Argentina), donde sus padres, Ernesto
Guevara Lynch y Celia de la Serna, se han
trasladado pare que Celia reciba mejor
asistencia. Los Guevara componen una
familia de ascendencia burguesa con
alguna rama antecesora de aristócratas y
militares de la Independencia. Guevara
Lynch explota en esa época un yerbatal en
Caraguatí, Misiones, en un predio de
propiedad de su esposa, y se jacta de
hacerlo con métodos modernos y
equitativos.
1928/1950
A los dos años se le descubre una
infección asmática. Por recomendación
médica la familia se instala en Alta Gracia,
Córdoba, donde Ernesto (a quien llamarán
siempre Teté) pasará su infancia y su
primera adolescencia. Es un niño enérgico
y vital, que busca sobreponerse a su asma
practicando deportes rudos (rugby, en el
club Estudiantes) y vida al aire libre. Sus
amigos de esa época lo recuerdan
individualista, descuidado en el vestir,
sobrio en las necesidades y profundamente
atraído por la naturaleza. En su
adolescencia participa de la vida algo
frívola de alta burguesía de provincia,
aunque sigue manteniendo una actitud
desprejuiciada ante las convenciones
sociales. No adopta todavía definiciones
políticas o ideológicas, pero influye en su
formación en ese plano el pensamiento de
los padres ( y especialmente, de Celia),
que son liberales de izquierda,
simpatizantes de la República Española y,
más tarde, antiperonistas (Guevara Lynch,
en 1955, integrará los comandos civiles
que ayudaron a derrocar a Perón, y hasta
se proclamaba “gorila” ante algún
periodista). En 1944 iniciaba una breve e
insatisfactoria experiencia como empleado
municipal en la dirección de Vialidad de
Santa María, en Córdoba. Al año siguiente
los Guevara se instalan en Buenos Aires.
Ernesto ha sido declarado no apto para el
servicio militar y, habiendo terminado su
bachillerato, se matricula en la Facultad de
Medicina. (su hermano Roberto seguirá
estudios de Derecho, sus hermanas Celia y
Ana María, de Arquitectura; el menor,
Juan Martín, completa la familia). Ernesto
juega al rugby (medioscrum) en el club
San Isidro y en esos años universitarios se
preocupa algo más de la política, aunque
sin militancia activa. En 1950 el
matrimonio Guevara se separa y los hijos
quedan con Celia en la vieja casa propia de
la calle Aráoz 2180, con lo cual la
influencia de la madre aumenta sobre
Ernesto. Las principales preocupaciones
del adolescente, en esa época, parecen ser,
por su orden, conocer América latina,
interiorizarse en la Arqueología, contribuir
con alguna especialización de su carrera a
la asistencia de las enfermedades de tipo
social. A los 19 años adapta un motorcito a
una bicicleta y utiliza unas vacaciones en
recorrer toda la Argentina. La pequeña
hazaña merece una gratificación de la
firma vendedora, que le cambia el motor
por uno nuevo y publica un aviso de
prensa con la foto del joven expedicionario
y una mención de la aventura.
Por esa época, aunque la posición
económica de los Guevara es precaria
(Ernesto, mientras estudia, trabaja en una
repartición de la Municipalidad de Buenos
aires), los dos hermanos varones alteran
con otros jóvenes de la alta clase media de
Córdoba. Buenos Aires y Mar del Plata.
Ernesto es huraño en materia de episodios
sentimentales –baila mal, no sabe dialogar
cortésmente- pero mantiene un noviazgo
(el único estable que se le conoce, en ese
período) con María del Carmen
“Chinchina” Ferreyra, hija de un rico
hacendado cordobés. Se le recuerdan
rasgos que revelan una fuerte personalidad
naciente: redactar un diccionario de
filosofía “para uso personal”, organizar un
laboratorio en el garaje para
investigaciones que conduzcan a un
medicamento destinado a la infección de la
abuela Lynch, montar una pequeña (y
renumeradora) industria casera productora
de un insecticida, editar una revista
deportiva especializada en rugby, donde
firma con el seudónimo de “Chan-chow”
(como continúa vistiéndose con desaliño,
en el San Isidro le dicen el Chancho). En
esos años, además, hace algunos viajes en
vacaciones, como enfermero o marinero en
petroleros de la Flota del Estado, pero la
experiencia lo decepciona, porque esos
barcos sólo permanecen pocas horas en los
puertos de llegada.
1951/1952
su vocación trashumante cristaliza en
proyecto más serio. En diciembre de 1951,
con su amigo de la infancia en Alta Gracia,
sale en motocicleta para recorrer América
latina. Cruzan la Argentina hasta el sur y
luego suben por Chile hasta Santiago. Allí
la máquina queda inutilizada, pero
continúan al Perú y cruzan a pie el
altiplano. En Perú viajan hasta la zona
amazónica, después de conocer Macchu-
Pichu, y se establecen un tiempo en la
localidad de San Pablo. Dónde existe un
leprosario. Entre los dos trabajan en un
laboratorio y ejercen la psicoterapia de los
leprosos: conviven con ellos, les organizan
partidos de fútbol y modestas diversiones.
En junio de 1952, cuando anuncian que los
dejarán para navegar por el Amazonas
hasta Leticia, en Colombia, los
agradecidos enfermos les construyen una
balsa y los despiden con una fiesta
emocionante para subsistir, organizan y
entrenan un equipo de fútbol, hasta que
consiguen pasajes para viajar a Bogotá y
Caracas, Granados obtiene trabajo en
Venezuela como leprólogo; recomienda a
Ernesto a que regrese a Buenos Aires para
graduarse, como había prometido a Celia.
Ernesto obtiene sitio en un avión carguero
que transporta caballos de carrera en el
trayecto Caracas – Miami - Buenos Aires,
y tiene la oportunidad de conocer Estados
Unidos. En Miami una demora del viaje
aéreo lo hace permanecer un mes. Como
desocupado, toma contacto con un nivel de
la vida norteamericana que le añade una
buena experiencia social. A fines de agosto
llega a Buenos Aires y comienza a
preparar las once asignaturas que le restan
y que aprobará en menos de un año
1953
se gradúa en marzo, especializándose en
alergia, sobre lo cual versa su tesis. (Ya
venía haciendo prácticas en la clínica del
especialista Salvador Pisani.) el doctor
Pisani le ofrece un puesto a su lado, pero
no lo acepta. Con escasos fondos, inicia el
viaje a Venezuela para reunirse con
Granados, pero decide hacer escala en
Bolivia para conocer la situación política
de la revolución del MNR de Paz
Estenssoro. En agosto, en La Paz, le
presentan en la casa del exiliado
antiperonistas Isaías Nougués al joven
abogado argentino Ricardo Rojo. Este,
escapado de una cárcel peronista, proyecta
viajar a Estados Unidos. Salen juntos hacia
el norte, en autostop. Camiones de carga y
a pie; cruzan Perú y Ecuador. En
Guayaquil quedan varados al terminarse
sus fondos; con otros tres argentinos allí
encontrados –Oscar Valdovinos, Gualo
García y Andro Herrero- sobreviven
dificultosamente y deben vender hasta sus
ropas. Las historias sobre la revolución
guatemalteca los entusiasman, sin
embargo, y los deciden intentar el viaje a
Guatemala. Por una vinculación que había
olvidado, Rojo obtiene pasajes para cuatro
(Herrero los abandona) en barcos de la
United Fruit Co. que van a Panamá
esperan infructuosamente a Guevara y
García, hasta que salen a pie a Guatemala.
Allí se encuentran con otros dos
argentinos, Walter y Domingo Bevereggi
Allende, que viene hacia el sur desde
Estados Unidos, en automóvil. Rojo se une
a ellos. En Nicaragua bajo una feroz
tormenta, divisan en la carretera a dos
caminantes desarrapados: son Ernesto y
García, a pie hacia Guatemala. Los cinco
viajan entonces a San José de Costa Rica.
1954
en la capital de Costa Rica permanecen
dos semanas. Ernesto tiene por primera
vez contacto con líderes políticos de
importancia, e ingresa en la enervante
atmósfera de las conspiraciones
centroamericanas. Es presidente José
Figueres y la novelesca Legión del Caribe
–la organización revolucionaria
antiimperialista a la que Figueres
pertenece- posee su sede en San José.
Guevara discute de política con Rómulo
Betancourt, Raúl Leoni y Juan Bosch,
exiliados en Costa Rica. (simpatizantes
con Bosch, pero condescendencia de los
venezolanos hacia Norteamérica le choca y
lo retrae en sus relaciones con los
dirigentes de Acción Democrática.) allí
conoce además a otros militantes menos
famosos: algunos cubanos del Movimiento
25 de Julio, sobrevivientes del ataque al
cuartel Moncada y opositores al régimen
de Fulgencio Batista. Pero en esa época el
episodio no tiene mucha importancia
internacional y muy pocos saben quién es
Fidel Castro; Ernesto no se siente
demasiado atraído por los sangrientos
relatos que los cubanos repiten en los cafés
de San José. A mediados de enero viaja
con Rojo a Guatemala. Está más
interesado en política y ya ha leído autores
marxistas. Su visión de conjuntos de los
problemas latinoamericanos se ha
enriquecido, pero continua sin definirse;
sus objetivos personales siguen siendo la
medicina social y la arqueología. (En
Guatemala proyecta establecerse en el
Petén, para estudiar la arquitectura maya.)
unos amigos guatemaltecos presentan los
argentinos a la exiliada peruana Hilda
Gadea, una estudiante de economía que ha
sido militante del APRA “rebelde” de Luis
de la Puente Uceda. Hilda tiene un cargo
en el Departamento de Asuntos
Económicos del gobierno y sale de
garantía a Ernesto en la pensión Cervantes,
donde conoce a otros cubanos del 26 de
Julio: Ñico López, Armando Aranciba,
Mario y Darío Dalman. Rojo parte hacia
Estados Unidos y las amistades Guevara
quedan reducidas a Hilda, en cuya casa se
reúnen todos los días guatemaltecos y
exiliados, y los cubanos de la pensión. Al
poco tiempo inicia una relación
sentimental con Hilda. Trabajo en el
Centro Médico de Maestros como
asistente, porque no puede revalidar el
título. No tiene militancia política todavía,
pero sus amistades guatemaltecas no están
en el Partido Guatemalteco del Trabajo
(comunista), sino en el círculo del liberal
Manuel Galich. En la biblioteca de Hilda,
sin embargo, continúa profundizando su
cultura marxista y lee a Lenin. El 17 de
junio Castillo Armas invade Guatemala.
Ernesto procura de inmediato pasar a la
acción, contra los invasores. Se le niega el
permiso para ir al frente; entonces,
vinculado con la Alianza de la Juventud
Democrática, actúa en la defensa civil
contra los bombardeos, organiza grupos y
transporta armas. Queda sindicado como
peligroso comunista y cuando Arbenz cae,
su nombre está en la lista de condenados a
muerte que los castillistas fusilan
cotidianamente. El embajador argentino
Sánchez Toranzo lo asila en su sede
diplomática. Dos mese después obtiene
salvoconducto para transladarse a México.
En el tren a Tapachula conoce a Julio
Roberto Cáceres, el Patojo, un militante
comunista guatemalteco que se convertirá
en uno de sus pocos amigos íntimos y con
quién compartirá los primeros meses de
miseria en México, como fotógrafo
ambulante. Hilda llega en octubre desde
Guatemala y, nuevamente, es un apoyo
para Ernesto. Este se vincula otra ves con
los cubanos del 26 de Julio y conoce a
Raúl Castro, con quien estrecha una
duradera amistad. Hilda trabaja en la
Organización Mundial de la Salud y la
pareja se va a vivir en un apartamento
céntrico. Ernesto es asiduo concurrente a
las reuniones del 26 de Julio en caso de
María Antonia González, una cubana
casada con un mexicano de izquierda, que
los ayuda.
1955
en mayo se casa con Hilda; postergaban el
casamiento desde enero y finalmente lo
realizan, por el civil solamente, ante el
juez de Teposotlan, un pueblito cercano a
la ciudad de México. En julio, Fidel Castro
(Liberado del penal de Isla de Pinos) llega
a México, Raúl lo presenta a Guevara y
esa misma noche Fidel designa al
argentino médico de la hipotética
expedición armada con que el puñado de
cubanos exiliados proyecta invadir Cuba.
De allí en adelante comienza para los
conspiradores un largo y riguroso período
de entrenamiento, a cargo principalmente
del militar republicano español Alberto
Bayo, un estudioso de la táctica de
guerrillas. Esporádicamente, la policía
mexicana (presionada por el FBI y los
servicios de inteligencia de Batista)
descubren los preparativos, les confisca
armas e incluso los encarcela por largos
períodos. Los expedicionarios se entrenan
en la hacienda Chalco, que alquilan,
experimentando táctica de guerrillas y
manejo de armas. También practican el
ascenso de montañas. Ernesto pasa muchas
semanas fuera de su hogar.
1956
en febrero Hilda da a luz una niña, Hildita,
pero la paternidad no influye en las
decisiones militantes de Ernesto. La fecha
de la invasión a Cuba ha sido fijada para
marzo; una delación, sin embargo, hace
fracasar los planos. Ernesto es detenido
con otro expedicionario, Calixto García,
durante 57 días. Los planes vuelven a
organizarse y el 25 de Noviembre la
expedición sale del puerto de Tuzplan con
82 hombres a bordo del yate “Granma”. La
invasión ha sido fijada para el 30 de
noviembre, coordinándola con la
insurrección civil que Frank Pais –
responsable del 26 de Julio en la provincia
de Oriente- desatará en Santiago de Cuba
el mismo día, pero la inexperiencia
marinera del grupo demora la navegación.
El 30, Frank Pais –ignorante del retraso-
desata la insurrección, que es aplastada.
Recién el 2 de diciembre el “Granma”
llega atierra cubana; los 82 desembarcan –
con el agua al pecho, perdiendo víveres y
armas- en una zona pantanosa denominada
Belie deben internarse entre ciénagas.
Descubiertos por un barco del gobierno,
son atacados a las pocas horas por la
aviación y deben huir, dispersos, sin hacer
contacto con los resistentes civiles. Batista
anuncia que la invasión ha sido liquidada y
que Fidel Castro ha muerto. El 5, en
Alegría de Pío, el grueso de los
expedicionarios es sorprendido por el
ejercito mientras descansan en un
cañaveral y se alimentan masticando caña
de azúcar; sufren una terrible derrota, que
es al mismo tiempo su bautismo de fuego.
Ernesto recibe una herida de bala en el
cuello y otra en el pecho, pero no e
impiden caminar. Dos pequeños grupos
sobrevivientes (uno, comandado por Juan
Almeida, donde está Guevara; otro, por
Fidel Castro) vagan por Sierra Maestra
hambrientos, diezmados y enfermos, hasta
que el 18 se encuentran. Son en total doce
hombres y comienzan entonces la guerra
de guerrillas contra la dictadura, que
cuenta con 12.000 soldados profesionales,
una oficialidad entrenada en la guerra de
Corea, una aviación moderna que utiliza
napalm y el apoyo logístico y diplomático
de Estados Unidos.
1957
el 17 de enero la exigua tropa rebelde
obtiene su primera victoria: la toma de un
puesto militar en La Plata. La opinión
cubana e internacional, sin embargo,
considera exterminada a la guerrilla.
Entonces, en la primera semana de febrero,
el famoso periodista del New York Times,
Herbert Matthews, se filtra entre líneas del
ejército y entrevista a Fidel Castro en la
Sierra Maestra. El reportaje de Matthews,
publicado el 23 de febrero, revela la
verdad y estimula la resistencia civil en el
llano. El 28 de mayo la victoria del Uvero
fortalece a la guerrilla y le proporciona
armamentos. Ya los campesinos de la
Sierra colaboran con los guerrilleros,
formando su red de abastecimiento e
información. En abril el periodista
norteamericano Bob Taber consigue subir
al pico Turquino, en plena Sierra, un
equipo de filmación. Obtiene una película
de la guerrilla, con una entrevista con
Castro, que se exhibe a través de todo
Estados Unidos por la cadena CBS y
otorga dimensión internacional a la guerra
cubana. El valor y la capacidad
organizativa de Guevara hacen que Castro
lo ascienda a comandante, en julio. Al
frente de su columna No.4, Ernesto libra y
gana los dos combates más encarnizados
de la guerra: El Hombrito y Altos del
Conrado. Este último, al rescatar a un
combatiente ametrallado, recibe un balazo
en el pie izquierdo. Además de su coraje y
su intuición táctica, posee una especial
condición de organizador: en El Hombrito
y después en el campamento de La Mesa,
estructura verdaderas bases de la guerrilla,
con plantíos, ganado, hospitales de sangre,
planta emisora de radio, fábrica de
cigarrillos, de zapatos y de armas. Funda y
dirige sus primeros números, también, El
Cubano Libre, primer periódico de la
guerrilla.
1958
en febrero, la guerrilla ha perfeccionado
tanto sus líneas de abastecimiento que
Guevara puede instalar en su cuartel
general de La Mesa una estación de radio,
que desde entonces transmite a toda Cuba
las partes de la guerra y la propaganda
revolucionaria. La guerra se propaga: Raúl
Castro abre en marzo el Segundo Frente
Oriental, en la Sierra Cristal. Juan Almeida
baja hacia Santiago de Cuba con la
columna No.3, para ponerlo cerco. Otros
grupos rebeldes han aparecido, o
aparecerán hacia agosto en las sierras del
Escambray, a lo ancho de la parte central
de Cuba: el Segundo Frente del
Escambray, que dirige Eloy Gutiérrez
Menoyo; el Director Estudiantil
Revolucionario, comandado por Faure
Chomón y Ronaldo Cubelas; una guerrilla
del Partido Socialista Popular (comunista)
operada por el campesino Félix Torres, y
otra de la Organización Auténtica, que
responde al ex-presidente Carlos Prío
Socarrás. Fidel Castro decide enviar otras
dos columnas invasoras hacia el oeste de la
isla, repitiendo la ruta del general Antonio
Maceo en la guerra de la independencia;
las mandarán Camilo Cienfuegos y
Guevara.
Cienfuegos sale primero. El 31 de agosto,
Ernesto baja al llano y comienza su
marcha al frente de la Columna Invasora
No.8 “Ciro Redondo” (denominada así por
uno de los expedicionarios del “Granma”
muerto en combate). Sus cometidos son
unificar bajo su mando táctico a los grupos
del Escambray y –como ya lo está
haciendo Cienfuegos más al norte- cortar
las líneas del ejército entre la Havana y
Santiago de Cuba, aislando en Oriente al
grueso de las tropas gubernamentales.
En una hazaña asombrosa de valor y
resistencia física, los contingentes de
Guevara y Cienfuegos (algunos centenares
de hombres desnutridos, enfermos, sin
calzado) atraviesan Cuba combatiendo sin
cesar con el ejército, a campo descubierto
y bombardeados continuamente por el aire.
El 16 de octubre Guevara llega al
Escambray y, alternando la diplomacia con
la severidad, unifica a las otras guerrillas
(de heterogénea composición y programas
ambiguos, cuando no de vocación
revolucionaria tardía, a los que Guevara
llama los “comevacas”, por sus
depredaciones en la propiedad de los
campesinos) bajo sus órdenes. El 29 de
diciembre ataca y cerca la vital ciudad de
Santa Clara, capital de las Villas, que se
rinde el 30. La toma de Santa Clara
precipita el desastre del gobierno. En
Oriente, el general Cantillo había iniciado,
desde semanas atrás, tratativas directas de
rendición ante Fidel Castro. A medianoche
del 31 de diciembre, Fidel Castro se instala
en Santa Clara, con un brazo fracturado
por una caída en combate, y desde allí
decreta la reforma agraria en la provincia.
La increíble guerra de dos años llega a su
fin.
1959
entra victorioso en la Havana, el 4 de
enero, frente a la Columna No.8. por orden
de Fidel Castro, que aguarda en Palma
Soriano (Oriente) la rendición definitiva de
los militares, frustra junto a Camilo
Cienfuegos (cuya columna también ha
entrado) la intentona del coronel Ramón
Barquín, que ha formado una junta militar
y designado presidente civil al magistrado
Carlos Piedra. Barquín es neutralizado y
los comandantes guerrilleros desinvisten a
Piedra –mientras el Movimiento 26 de
Julio y el PSP declaran la huelga general
en las ciudades- y proclaman que el
Movimiento 26 de Julio ejerce el poder. El
magistrado Manuel Urrutia Lleó,
candidato revolucionario, es designado
presidente de la República, el 5 de enero.
Cienfuegos desde la guarnición de Campo
Columbia y Guevara desde La Cabaña, son
los gobernadores militares de la provincia.
El 9, Ernesto recibe en el aeropuerto a sus
padres llegados directamente desde
Buenos Aires y que no lo veían desde
1953. El Colegio Médico Nacional lo
declara “medico cubano honorario” y el 9
de febrero el consejo de ministros lo hace
“ciudadano cubano por nacimiento”, en
mérito a los servicios prestados a Cuba.
Hilda Gadea viene a La Havana con
Hildita, desde Lima y acuerda con Ernesto
la disolución de su matrimonio. El 9 de
junio Guevara se casa con Aleida March,
una resistente del 26 de Julio que conoció
en Santa Clara. El 12 sale en gira a la
República Arabe Unida y otros países.
Naser lo recibe personalmente en el Cairo
y en Gaza lo proclaman “gran libertador de
los oprimidos”. El 1ro. De julio se
entrevista con Jawaharlal Nehru en la
India; el 30 con Ahmed Sukarno en
Jakarta, y el 2 de agosto con el presidente
Tito en Belgrado. La prensa
norteamericana lo considera extremista del
equipo revolucionario y comunista desde
sus épocas de Guatemala. En realidad, no
ha estado afiliado a ningún partido
comunista; sostiene, sí, la intransigencia
frente a Estados Unidos, en momentos en
que el está formado por elementos de la
burguesía reacios a que la Revolución se
radicalice. En una conferencia de prensa,
al regreso a Cuba, sugiere que revisen las
relaciones entre Cuba y Estados Unidos, y
agrega: “América está necesitada de unos
cuantos barbudos”. El 28 de noviembre es
designado presidente del Banco Central.
1960
en febrero encabeza el grupo de trabajo
que en La Havana discute con el
viceprimer ministro soviético Anastas
Mikoyan el futuro convenio entre Cuba y
la Unión Soviética. Presidiendo una misión
económica cubana parte hacia Europa en
octubre. El 7 de noviembre aparece en la
tribuna oficial de la plaza roja junto con
los dirigentes soviéticos y es aclamado por
la multitud. Negocia en Moscú el tratado
comercial y de asistencia con la URSS. El
17 sale hacia China: en Pekín lo reciben
multitudes y se entrevista con Mao Tsé-
Tung, firmando un tratado de cooperación
económica con China Popular. Visita
Corea del Norte en diciembre, delibera con
Kim Il-Sung y firma otro convenio similar.
De regreso, suscribe acuerdos económicos
en Alemania Oriental y Hungría. El 19, ya
en Moscú, firma con Nikita Jruschov un
comunicado conjunto sobre la amistad
ruso-cubana; el 20, concluye el tratado
comercial y de asistencia con la URSS,
que otorga un poderoso respaldo a la
decreciente independencia de la política
exterior cubana: si Estados Unidos no
compra el Azúcar cubano en 1961, la
URSS adquirirá 2.700.000 toneladas de
crudo. El 23, en La Havana, anuncia los
resultados del viaje, que marcan la nueva
línea económica de Cuba: diversificación
de los mercados azucareros con la venta a
los países socialistas; convenios de trueque
por más de 200 millones de dólares con
esa área; 100 nuevas fábricas montadas por
la Unión Soviética y Alemania Oriental
1961
el proceso de nacionalizaciones dispuesta
por el gobierno cubano (expropiación de
refinerías, tierras, bancos y comercios de
propiedad norteamericana) presagia la
agresión. El 8 de enero Washington
anuncia el rompimiento de relaciones con
el gobierno revolucionario, mientras la
CIA entrena en Guatemala y Nicaragua a
exiliados que compondrán la fuerza de
invasión. En febrero, Cuba crea tres
ministerios encargados de la nueva línea
económica, entre ellos el las industrias,
para el que designa a Guevara. Este
anuncia un plan cuatrienal de
industrialización. El 17 de abril se produce
la invasión por Bahía de Cochinos, que es
derrotada el 19. Ernesto va en agosto a
Punta del Este, presidiendo la delegación
cubana al Consejo Económico y Social de
la OEA. Pronuncia allí dos famosos
discursos, denominados después “la
profecía del Che”, presagiando el fracaso
de la Alianza para el Progreso. Al día
siguiente de clausurada la conferencia,
Guevara se entrevista reservadamente en
Montevideo con Richard Goodwin,
enviado personal del presidente Kennedy,
en un contacto organizado por iniciativa
brasileña que procura infructuosamente un
acercamiento entre Cuba y Estados
Unidos. El 18, viaja en secreto a Buenos
Aires y mantiene una reunión con el
presidente Arturo Frondizi, también por
iniciativa de éste. El 19, en Brasilia, el
presidente Janio Quadros lo condecora con
la Gran Orden del Cruzeiro do Sul.
1962
pasa a formar parte de la comisión
Económica de las Organizaciones
Revolucionarias Integradas (ORI), primera
etapa en el proceso de la unificación
política de las fuerza revolucionarias, que
conducirá sucesivamente al Partido
Unificado de la Revolución Socialista
Cubana (PURSC) y luego al Partido
Comunista de Cuba (PCC). En marzo se
crea la Dirección Nacional de las ORI que
también integra, y un cuerpo ejecutivo, el
Secretariado: Fidel y Raúl Castro, Ernesto
Guevara, Osvaldo Dórticos, Blas Roca,
Emilio Aragonés. Es el momento más alto
de su importancia como gobernante de
Cuba y se lo considera el tercer hombre de
la revolución, después de Fidel y Raúl. Sin
que trascienda, integra con Raúl Castro,
Almeida y Osman y Cienfuegos una
comisión investigadora que examina la
conducta de Aníbal Escalante y su grupo
fraccionista. (Escalante, miembro de la
Dirección Nacional de las ORI, es un
veterano dirigente del PSP y poderoso
integrante de la Vieja Vanguardia
Comunista; ha montado subrepticiamente
un vasto aparo de copamiento
administrativo, que funciona sobre todo en
las relaciones exteriores, la seguridad y la
educación y está supeditado a sus
concepciones de Cuba como una pieza en
la estrategia global de la URSS.) el 26 de
marzo se resuelve la separación de
Escalante en base a las pruebas aportadas
por los investigadores. El 25 de mayo
Guevara se dirige, en un Mensaje, a los
argentinos residentes en Cuba:
“Aprestémonos a celebrar otro 25 de
Mayo, no ya en esta tierra generosa, sino
en tierra propia y bajo símbolos nuevos,
bajo el símbolo de la victoria, bajo el
símbolo de construcción del socialismo”.
El 22 de octubre Estados Unidos denuncia
la existencia de cohetes soviéticos con
ojiva nuclear en territorio cubano y
dispone el bloqueo naval de la isla. El 28,
Jruschov anuncia unilateralmente el retiro
de los cohetes, sin consultar al gobierno
cubano. El prestigio de la URSS en Cuba
sufre un deterioro. Ello coincide con los
primeros indicios de una modificación de
la línea industrializadora según el modelo
soviético
1963
revisa ciertos conceptos propios acerca de
la línea industrializadora y los coordina
con la nueva tendencia de regreso a la
agropecuaria. Desde 1959 viene
estudiando profundamente marxismo y
cuestiones económicas, y la experiencia
revolucionaria le sirve para elaborar una
brillante interpretación sobre la ley del
valor dentro de las sociedades socialistas.
En julio va a Argelia para asistir a un
seminario sobre la planificación y se
entrevista con el presidente Ben Bella. En
octubre, de vuelta a Cuba, comienza su
polémica con los partidarios, dentro del
gobierno, de la autogestión y del cálculo
económico (tendencia soviética, mantenida
por los antiguos integrantes del PSP, como
Carlos Rafael Rodríguez. En el Instituto
Nacional de la Reforma Agraria, que
ocupan cargos en la economía cubana),
sosteniendo la tesis del financiamiento
presupuestario unificado y de los estímulos
morales en la producción.
1964
en marzo preside en Ginebra la delegación
cubana a la Primera Conferencia de las
Naciones Unidas sobre Comercio y
Desarrollo. Pasa por Argelia, de regreso a
Cuba. En noviembre viaja a Moscú,
representando al gobierno en los festejos
del XLVII Aniversario de la Revolución
de Octubre. En diciembre encabeza la
delegación de Cuba a la Asamblea General
de las Naciones Unidas, en Nueva York.
Se le hace un reportaje por la televisión
que la cadena CBS transmite a todo
Estados Unidos. El 17 sale para Argelia,
iniciando una importante y última gira
oficial por los países africanos liberados.
Después de entrevistarse con Ben Bella en
Argel, se reúne el 28 con el premier
Modibo Keita en Mali.
1965
el 4 de enero delibera en el Congo
(Brazzaville) con el presidente Alphonse
Masembadeba; el 8 llega a Guinea, donde
permanece cinco días; el 14 se entrevista
con Kwane Nkrumahh en Ghana; el 21
visita el Dahomey. Después, otra vez en
Argel y, finalmente, París. Allí, su antiguo
condiscípulo argentino Gustavo Roca le
comunica que están confirmadas las
muertes de Jorge Massetti –el periodista
argentino, director de Prensa Latina, que
en 1964 intentó en Salta un experimento
de guerrilla rural auspiciado por Ernesto- y
de su segundo, el cubano Hermes Peña. El
12 de febrero está otra vez en Africa y
efectúa declaraciones a la prensa de Dares-
Salaam, en Tanzania: “Estoy convencido
de que la es posible crear un frente común
de lucha contra el colonialismo, el
imperialismo y el neocolonialismo”. Una
semana más tarde visita Nasser, en el
Cairo, y se entrevista allí con Gaston
Soumialot, líder junto a Pierre Mulele y
Laurent Kabila de la rebelión congoleña.
Vuelve a Argel para participar el 24 en el
II Seminario de la Solidaridad
Afroasiática. La experiencia de la
liberación africana (y de sus errores) lo ha
impresionado profundamente. En esa
época elabora su tesis sobre la integridad
de la lucha antiimperialista y madura sus
concesiones acerca del papel del Tercer
Mundo en relación con el campo
socialista. Su discurso en el Seminario de
Argel resume ese pensamiento, producto
de una década de militancia
revolucionaria. Su carta al director de
Marcha, Carlos Quijano (El socialismo y
el hombre nuevo en Cuba, marzo, 1965), y
el Mensaje a la Tricontinental (abril, 1967)
complementan con el discurso de Argel la
esencia del pensamiento político y de la
interpretación de la teoría marxista-
leninista a que llegó Guevara, al cabo de
su breve y fulgurante carrera. Antes de
regresar a La Habana vuelve a El Cairo, se
entrevista otra vez con Soumialot y,
presumiblemente, ajusta con él una
participación en las guerrillas congoleñas,
donde ya hay combatientes cubanos. El 14
de marzo llega a La Habana; lo esperan en
el aeropuerto Fidel Castro, el presidente
Dórticos y casi todos los ministros.
Durante dos días delibera a puertas
cerradas con Fidel, informándolo de su
viaje y exponiendo sus tesis sobre una
estrategia antiimperialista global. El 16
entrega a Gustavo Roca –que está en Cuba
desde varias semanas antes- una carta para
Celia de las Serna, donde avisa a su madre
que se retira al campo a cortar caña y que
abandona los puestos de gobierno para
pasar cinco años dirigiendo una empresa
estatal. Durante la primera quincena de
abril asiste al Ministerio de Industrias,
pero su círculo íntimo advierte algunos
rasgos inusitados de su conducta:
incrementa correspondencia, regala libros
y objetos personales y, sobre todo, su
hobby de la fotografía parece volver a
ocuparlo; fotografía copiosamente a
familiares y amigos y se hace fotografiar
con ellos. En la Semana de Girón, a
mediados de abril, deja de ir al ministerio;
cuando un amigo lo llama por teléfono, se
le contesta que el ministro ha ido al campo
a cortar caña. A partir de ese momento,
desaparece. Aleida March y sus cuatro
hijos –Aliusha, Camilo, Celia y Ernestito,
que tiene pocos meses- siguen viviendo en
la misma casa pero sin el Che. (Hildita
vive con su madre también en La Habana y
la señora Gadea ocupa un cargo en Prensa
Latina.) el 20 de abril, interrogado por
periodistas, Fidel Castro declara: “Lo
único que puedo decirles del comandante
Guevara es que siempre estará donde sea
más útil a la Revolución y que sus
relaciones entre él y yo son optimas”. En
junio, Castro expresa en un discurso:
“¿Cuándo el pueblo sabrá del comandante
Guevara? Cuando el comandante Guevara
quiera. ¿Sabrá? ¡Sí! ¿Qué sabemos
nosotros? ¡Nada! ¿Qué pensamos
nosotros? Sí, pensamos que el comandante
Guevara siempre ha hecho y siempre hará
cosas revolucionarias”. A fines de julio,
Guevara aparece en el Congo, con un
grupo de sus oficiales de la columna
Invasora No.8, combatiendo con los
simbas contra los mercenarios blancos del
Chombé. El 1ro. de octubre, en un
espectacular mitin en el teatro Chaplin de
La Habana, Fidel anuncia la constitución
del Partido Comunista de Cuba y lee tres
cartas de despedidas del Che, entregadas
por éste a Castro el 1ro. de abril: una a
Fidel, otra a sus padres y otra a los cinco
hijos. “Otras tierras del mundo reclaman
mis modesto esfuerzos –dice a Fidel-. Yo
puedo hacer lo que te está vedado por tus
responsabilidades al frente de Cuba y llegó
la hora de separarnos.”
1966
el 15 de febrero envía una carta a Hildita
desde Brazzaville con motivo del décimo
cumpleaños de la niña. En ese mes el
capitán Emilio Aragonés viaja al Congo,
para transmitirle la sugerencia de Castro de
que regrese. En marzo, Guevara sale de
Brazzaville con su grupo de oficiales. Se
supone que entre ese mes y agosto estuvo
en París y Praga y, posiblemente, se
entrevistó en Checoslovaquia con Roberto
“Coco” Peredo y otros jóvenes del PC
boliviano partidarios de la lucha armada.
Se afirma, sin pruebas que estuvo también
en la Argentina y el Uruguay. En agosto
entra en Bolivia con un pasaporte
uruguayo a nombre de Adolfo Mena y
obtiene del gobierno de Barrientos una
credencial que certifica su condición de
observador de la OEA, con la cual puede
circular sin obstáculos. Se ha desfigurado
hábilmente: afeitado, una calva que sólo
deja a los lados de la cabeza cabellos
entrecanos y unos anteojos le añaden diez
años a sus treinta y ocho. Entre agosto y
diciembre (mientras los hermanos Roberto
y Guido “Inti” Peredo organizan en
Ñancahuazuazú, un escondido valle de
Santa Cruz, la base guerrillera) recorre el
país hablando con los diversos grupos de
izquierda y de la oposición, para
convencerlos de apoyar la insurrección
armada. Desde febrero están llegando al
país, por grupos, cubanos de las tropas
selectas del Che; entre ellos, alrededor de
quince comandantes y capitanes que han
combatido en Sierra Maestra y en el
Congo. En diciembre, la guerrilla
(denominada Ejército de Liberación
Nacional) está instalada en Santa Cruz.
Pero la dirección nacional del PC
boliviano no se ha decidido a apoyarla;
simplemente, ha dejado en relativa libertad
a sus miembros para incorporarse a título
personal. El secretario general del PC,
Mario Monje, viaja a La Habana y
presenta a Fidel Castro las objeciones del
partido a la guerrilla tal como la ha
organizado Guevara. El 31 se entrevista
con Guevara en la base guerrillera y le dice
que renunciará a la secretaría general y
entrará en la guerrilla, si Guevara le
entrega la dirección político-militar del
movimiento. Guevara se niega y Monje
vuelve a La Paz.
1967
en febrero, Jorge Kolle y Simón Reyes,
otros dirigentes del PC boliviano, van a La
Havana y reiteran a Fidel las objeciones de
Monje, sin resultado. A partir de ese
momento el partido aísla a la guerrilla,
suspende sus enlaces y no se preocupa por
abastecerla. El 16 de marzo el ejército,
merced a una delación localiza un depósito
y detecta la presencia de guerrilleros; el 23
ocurre la primera escaramuza, donde el
ejercito es derrotado. Comienza una
formidable persecución contra Guevara,
que ha dividido s sus sesenta hombres en
dos columnas. Mientras la guerrilla huye
constantemente, sin alimentos ni ropas y
sin contacto con las ciudades, el PC lanza
el 31 de marzo un sorprendente
comunicado público, donde dice apoyar a
la insurrección armada. En varios países
americanos los PC destacan que Coco
Peredo es miembro de la dirección del
partido. El 10 de abril hay un encuentro en
Iripity, con los soldados. El teórico francés
Régis Debray (que estaba con Guevara
desde principios de marzo) sale del
campamento hacia Camiri, junto al
argentino Ciro Bustos y al periodista
anglo-chileno Georges Andrew Roth
(también visitante de la guerrilla), y el 20
los tres son detenidos por el ejército, que
somete a los dos primeros a un juicio de
resonancia internacional. Se suceden
escaramuzas y combates, que van
diezmando a los enfermos y desnutridos
guerrilleros; Veado del Yeso los rangers
bolivianos, entrenados por expertos
norteamericanos de la Special Forces,
destruyen la segunda columna y matan a
todos (entre ellos al comandante Joaquín,
al cubano Juan Vitalio Acuña, y a la
guerrillera argentina Tania, Laura
Gutiérrez Bauer). El 22 de septiembre, por
primera vez se afirma internacionalmente
la presencia de Guevara en las guerrillas
bolivianas, y se soluciona fácilmente el
misterio de su desaparición en 1965,
cuando el embajador boliviano en la OEA
presenta en sesión especial fotos y
documentos que certifican la actividad del
Che en Santa Cruz. El 28, cercados por
2000 hombres, los guerrilleros presentan
combate y muere Coco Peredo. Sólo queda
el grupo de Guevara, con 17 hombres. El 8
de octubre, dos unidades de rangers que
184 soldados rodean, merced de una
delación, la Quebrada del Yuro, en cuyo
fondo han quedado acorralados el Che y su
tropa. Se producen varios tiroteos entre los
enemigos emboscados, hasta que a la 1.30
de la tarde comienza el combate. A las
3.30 Guevara es herido en una pierna y un
brazo y su fusil queda inutilizado por otro
tiro. El guerrillero boliviano Willy, Simón
Cuba, intenta transportarlo fuera del arco
y, al no lograrlo, se queda junto a él; los
demás, al mando de Inti Peredo, consiguen
romper las líneas del ejército y huir.
Guevara es trasladado a una escuela en el
pueblito de Higueras. Allí, al día siguiente
y por orden del general Alfredo Ovando,
es asesinado mediante una ráfaga de
ametralladora por el suboficial Mario
Terán. Willy y otro guerrillero herido son
muertos del mismo modo. Su cadáver (y
los de los otros dos guerrilleros también
asesinados) se transportan a Vallegrande
en helicóptero. Es expuesto a los periodista
por algunas horas, en el hospital. Luego se
le corta una mano, entregada con fines
identificatorios a la policía de Buenos
Aires, y se hace desaparecer el cadáver,
cuyo destino aún se ignora.
El mito polémico
Cuando hace 21 años. El periodista
uruguayo Carlos María Gutiérrez la
primera versión de este cuaderno sobre la
vida del Che Guevara, el cuerpo del
comandante guerrillero asesinado en
Bolivia todavía estaba caliente. Sus ideas y
su vida misma convertida –sin necesidad
de exageraciones- en una historia épica de
la revolución latinoamericana, se habían
instalado en el centro de una encendida
polémica ideológica entre distintos
sectores de izquierda, al tiempo que la
sociedad de consumo, así como se había
apresurado a suprimirlo, se afanaba
entonces por disfrazarlo para convertirlo a
través de camisetas, películas y pósters en
un objeto más de consumo.
El modernismo progresista de las dos
décadas de posguerra –que el Che absorbió
en el seno de su familia- se asentaba en la
fuerza de un capitalismo en expansión que
avizoraba sus límites y estimulaba el
pensamiento cuestionador para romperlos
y entrar de lleno en un nuevo ciclo de
acumulación. Los años 60 fueron el punto
más alto de ese fenómeno y, al mismo
tiempo, el punto de inflexión donde
comienza un proceso de reconversión que
abrió las puertas a una revolución
tecnológica, tan poderosa como la
revolución industrial, que al instalarse
provocó la caída de los países comunistas
del Este.
El mundo de los años 60 y 70 no se
compadece con el de este fin de siglo. No
solamente por el fin de la bipolaridad, sino
también porque su reconversión el
capitalismo recuperó terreno perdido y, su
propuesta ideológica predominante, se
desprendió de los componentes
distribucionistas, humanistas, populistas, o
socialdemócratas y presentó su cara más
salvaje. El correlato de aquel modernismo
progresista y cuestionador, que fue la cuna
del Che hasta que abrazo el marxismo, un
posmodernismo lavado. En aquel contexto,
el discurso marxista revolucionario del
Che traspasaba las fronteras ideológicas y
conmovía y cuestionaba también al mundo
no marxista. Desde el posmodernismo, un
universo que califica a los hombres por su
eficiencia inmediata –al igual que a las
máquinas- y no por su calidad moral, su
capacidad creativa o su inteligencia, el Che
no es más que un perdedor.
Su esfuerzo titánico por superar las que
consideraba sus limitaciones
individualistas, para hacer carne una frase
de José Martí que él repetía como uno de
sus dichos preferidos: “todo hombre
verdadero debe sentir en su mejilla el
golpe dado a cualquier mejilla de hombre”,
es comparado ahora con su muerte solitaria
en la selva boliviana. Así como en los años
70 se lo disfrazaba para presentarlo como
un idealista romántico, ahora, después de
la exaltación de un exitismo fácil, se lo
presenta con a un perdedor, como un
ejemplo de lo que no hay que hacer: pensar
y comprometerse con los demás hasta
morir por esa causa y finalmente ser
olvidado o recordado simplemente por una
contingencia a la que nunca le dio
importancia: su aspecto físico. Otro
elemento que se agrega después de los
años 70 a la saga que va dejando la figura
del Che Guevara a medida que pasan los
años es el balance de alzamientos
guerrilleros en América latina. En muchos
casos la revisión de esa experiencia,
incluso desde algunos de sus protagonistas,
y por supuesto también desde quienes la
combatieron, apuntan al Che como uno de
los responsables de la represión desatada
en el Continente. Sin embargo, esa
apreciación, la mayoría de las veces
formulada como una actitud superficial de
repartición de culpas, no resiste un análisis
más profundo, porque los intentos de
transformación y cambios revolucionarios
en los países latinoamericanos tomaron las
formas más diversas, de acuerdo con las
características específicas de cada uno de
ellos. Lo único que se dio igual en todos
fue la represión sangrienta.
Ésta discusión adquiere un significado más
fuerte en la Argentina, donde los grupos
guerrilleros constituyeron uno de los
instrumentos de esa tendencia y el golpe
de Videla se produjo con la excusa de
combatirlos. La problemática sobre las
concepciones de esos grupos guerrilleros
corresponde a otra discusión, pero lo cierto
es que en Chile las tenencias populares de
cambio se viabilizaron en forma pacífica y
legal a través del gobierno de Salvador
Allende y, sin embargo, la represión tuvo
el mismo signo despiadado y masivo que
en la Argentina. Y algo similar podría
decirse del proceso de transformaciones
gestado en Panamá con el golpe militar del
general Omar Trujillos, que culminó con
su asesinato y la posterior invasión
norteamericana a sangre y fuego.
Cualquier intento de transformar una
sociedad injusta y desigual en ese periodo
fue reprimido en forma violenta por los
ejércitos a quienes acicateaban los grupos
económicos dominantes, sosteniendo a su
vez por las facciones más recalcitrantes de
Estados Unidos, que ya anunciaba la
llegada de Ronald Reagan al poder. Luego
de la muerte del Che, durante los años 60
y70, se escribieron cientos de libros y
miles de artículos sobre su vida y sus
ideas, pero los autores de la mayoría de
ellos eran adversarios o simplemente les
interesaba el personaje por su fuerte
impacto en la realidad de aquellos años, y
de esa manera se fue construyendo el mito,
alejado del hombre real y de la fuerza
movilizadora de su vida y su pensamiento.
El tiempo pasó y en la actualidad, usando
el mismo mecanismo con que se
construyó, el mito es bajado del pedestal y
presentado como un típico perdedor o
como el responsable de la sangre que se
derramó en América latina. Tanto la
imagen del mito como la del perdedor o
verdugo ideológico de miles de jóvenes, se
sustentan en su interés político y le
escamotean la persona real a la historia.
Puede anotarse también otra pata de esta
polémica, que es aquella que hace una
reivindicación dogmática y
descontextualizada de la vida de Ernesto
Guevara. Y en este sentido, sus escritos
sobre el proceso revolucionario o la
construcción del socialismo, reclaman
necesariamente otra lectura desde los
nuevos datos que arrojan, principalmente,
el desplome de ex Unión Soviética y la
experiencia despareja –y en muchos casos
no prevista por el Che- de los grupos
guerrilleros latinoamericanos, ya que los
que no fueron derrotados, como es el caso
de nicaragüenses y salvadoreños, debieron
encauzar su práctica hacia otras formas
políticas pacíficas que implican algo
impensable en los 70, como compartir
espacios de poder en la superestructura del
sistema al que combatían.
Rechazarlo de plano, disfrazarlo o
aceptarlo fuera de su contexto histórico no
parece los mejores caminos para llegar al
Che. Sería tramposo también encerarlo en
una cárcel del tiempo para despojarlo de su
tremenda energía transformadora.
Repitiendo una frase de Carlos María
Gutiérrez, “ahondar en el pensamiento de
Guevara significaría ir al encuentro de lo
que quizás fue su método favorito de
plantarse ante el mundo y que en las viejas
estructuras de estas sociedades conforma
un escándalo: la discrepancia que conduce
a elaboraciones más fecundas, el re-
examen permanente de los grandes temas,
el coraje de enfrentarse a las prestigiosas
estructuras consagradas y descubrir su
oxidación, fueran las que correspondían al
orden burgués al que nació, o las que
sostienen el universo de una construcción
socialista que eligió como ámbito de
tarea”.
La elección de este párrafo escrito por
alguien que conoció personalmente al Che
(ya que Gutiérrez, junto con el argentino
Jorge Massetti, fueron los primeros
periodistas latinoamericanos que
entrevistaron cuando se encontraban en la
Sierra Maestra), no es gratuita, porque la
actitud para aproximarnos a la verdad
significa encontrarnos con ese método
guevarista que sigue vigente. Así como en
los años 70, la figura del Che adquiría
relevancia porque había sido capaz de
llevar hasta las ultimas instancias valores
morales que eran proclamados pero no
respetados, en la actualidad su figura se
destaca por oposición, ya que su imagen
histórica constituye un compendio de
todos aquellos valores desechados en las
sociedades estructuradas por la economía
de mercado.
Esa forma de plantarse ante el mundo lo
llevó a una encendida polémica con los
partidos comunistas sobre las condiciones
subjetivas para la revolución
latinoamericana; desde sus funciones en la
Revolución Cubana polemizó y se reveló
contra el burocratismo de algunos
funcionarios; ante el Consejo Económico y
Social de la Organización de Estados
Americanos (OEA), reunido en 1961 en
Uruguay para discutir la Alianza para el
Progreso, resume en una sola frase su
crítica a la significativa tendencia de los
planes para desarrolle a minimizarse en
realizaciones sanitarias sin abordar las
grandes líneas. “Para los señores técnicos
–dice a los ministros de América latina y
Estados Unidos- planificar es planificar
letrina.”
Y en la Asamblea de la ONU, en donde
habla en 196, reacciona intempestivamente
al comentario despectivo del representante
del dictador nicaragüense Anastasio
Somoza, quien alude a “un delegado
cubano con acento argentino”.
“Efectivamente –respondió- puede ser que
el acento que utilizara al hablar se escapara
algo de la Argentina. He nacido en la
Argentina, no es un secreto para nadie.
Soy cubano y también soy argentino y, si
no se ofenden las ilustrísimas señorías de
Latinoamérica, me siento tan patriota de
Latinoamérica como el que más y, en el
momento que fuera necesario, estaría
dispuesto a entregar mi vida por la
liberación de cualquiera de los países de
Latinoamérica, sin pedirle nada a nadie,
sin exigir nada, sin explotar a nadie.”
El Che critica también la organización
económica de la Unión Soviética y augura
que por ese camino retornaría al
capitalismo y reclama relaciones
económicas internacionales solidarias
entre los países socialistas.
Estas actitudes desafiantes, aunque
planteadas desde un lugar donde no cabía
la ambición personal ni el doble discurso,
la valieron que en el momento de su
muerte el secretario general de la OEA
dijera que su diario sobre Bolivia se
trataba de “la confesión de un delincuente
con mala letra” o que los directivos del
Partido Comunista argentino de aquella
época lo calificaran como un “aventurero
pequeño burgués”.
La figura del Che aparece en la historia
como cuestionadora de las burocracias de
izquierda, despreciativa del poder como un
fin en sí mismo, riguroso en la
construcción de una moral revolucionaria
y en la búsqueda de una coherencia
absoluta entre lo que se piensa, se dice y se
hace. El hombre y la solidaridad entre los
hombres están en el cogollo de su
pensamiento.
En una nota que envió en 1965 al
semanario uruguayo Marcha, explica su
idea de los revolucionarios. “Déjeme
decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el
revolucionario verdadero está guiado por
grandes sentimientos de amor. Es
imposible pensar en un revolucionario
auténtico sin esta cualidad. Quizá sea uno
de los grandes dramas del dirigente; éste
debe unir a un espíritu apasionado una
mente fría y tomar decisiones dolorosas sin
que se le contraiga un músculo. Nuestros
revolucionarios de vanguardia tienen que
idealizar ese amor a los pueblos, a las
causas más sagradas y hacerlo único,
indivisible. No pueden descender con su
pequeña dosis de cariño cotidiano hacia los
lugares donde el hombre común los
ejercita.” Agrega más adelante que “en
esas condiciones hay que tener una gran
dosis de humanidad, una gran dosis de
sentido de la justicia y de la verdad para no
caer en extremos dogmáticos, en
escolasticismo fríos, en aislamiento de las
masas. Todos los días hay que luchar
porque ese amor a la humanidad viviente
se transforme en hechos concretos, en
actos que sirvan de ejemplo, de
movilización”.
Por otra parte, sería ceguera negar sus
teorías sobre la lucha armada en América
latina no fructificaron en nuevas
revoluciones socialistas además de la
cubana, y que su propia experiencia en
Bolivia culminó con la derrota y su
muerte. El Che afrontaba sus errores de la
misma forma que lo hacía con los
obstáculos. Así reconoció que se había
equivocado al impulsar la industrialización
de Cuba para liberarla del monocultivo de
azúcar. Y su análisis crítico de los métodos
electoralistas de los partidos comunistas
latinoamericanos de aquella época aparece
como muy contextualizado por las
circunstancias históricas, en un continente
donde prácticamente todas las fuerzas de
izquierda se hallan encaminadas en
procesos que combinan coyunturas
electorales con formas organizativas y
programáticas novedosas, como sucede en
Brasil, México y Venezuela.
Paradójicamente, la caída de los países
comunistas del Este, que más de una vez
fueron el blanco de sus críticas, puso en
vigencia para la polémica sus escritos
sobre la construcción del socialismo; ideas
que parecían superadas en los 70 y en los
80 por el pragmatismo y los valores del
mercado en la órbita económica soviética,
recobran vigor ante el fracaso que ya había
sido anunciado por el Che. La vida de
Ernesto Guevara posee todos los
elementos para la fantasía y una
superproducción hollywoodense. La
brevedad de su fulgurante carrera política
(sólo doce años desde que en México Fidel
Castro lo invita a incorporarse al grupo
que se apresta a invadir Cuba, hasta su
muerte en Bolivia) contrasta con el
fenomenal impacto que produjo en la
realidad latinoamericana. O el viaje
quimérico que emprende por América
latina desde Bolivia en 1952 y se cierra
como un círculo en las selvas de ese
mismo país quince años después. El
médico recién recibido, inquieto, rebelde,
hosco e interesado en la arqueología
culmina ese viaje circular como el
comandante guerrillero que, aun herido y
prisionero, intimida a sus captores al punto
que el sargento Mario Terán debe
emborracharse para darse el valor y
cumplir la orden de fusilarlo. Los trazos
enérgicos de esos años de su vida
favorecen la imagen de aventurero
individualista aislado que rompe con su
ámbito natal y es empujado hacia su
destino por la suerte y la fuerza de su
carácter, como lo han pintado en muchas
ocasiones.
Existen tres etapas en su vida adulta: el
viaje por tierra desde la Argentina hasta
México, que aparece como ciclo larvario,
donde las primeras lecturas del socialista
José Ingenieros comentadas con su madre,
constituyen el punto base donde se
asientan su experiencias como testigo de la
revolución del MNR boliviano y la del
coronel Jacobo Arbenz en Guatemala, su
constatación de los agudos y arbitrarios
contrastes de la realidad latinoamericana y
sus discusiones con los exiliados
venezolanos, dominicanos, peruanos y
sobre todo cubanos. Guevara culmina ese
viaje en México con la conciencia de que
su vida ya está ligada a los movimientos
revolucionarios latinoamericanos.
La segunda etapa es la lucha en el
Movimiento 26 de Julio, en Cuba, junto a
Fidel Castro y su actuación como ministro
durante los primeros años de la
Revolución. En ese periodo (1959 – 1963)
pone en práctica sus conclusiones y la
profundiza, se convierte en un comandante
guerrillero y es momento también de
mayor elaboración teórica.
La tercera etapa, la más breve y al mismo
tiempo polémica con la renuncia a sus
responsabilidades en Cuba para luchar en
el Congo y luego crear un foco guerrillero
en Bolivia, donde es derrotado, capturado
y fusilado el 8 de Octubre de 1967.
Como se ha dicho, la primera influencia
ideológica la recibió en el seno de su
familia a partir de lo cual, el verdadero
Guevara se va gestando a lo largo de ese
fantástico viaje que lo va convirtiendo en
un hombre de América latina. El viaje que
inicia con su amigo Alberto Granados para
acumular experiencia con la finalidad de
especializarse en medicina social, lo que
más tarde definiría como el “médico
revolucionario”, se convierte finalmente en
un viaje hacia su interior. Los fenómenos
sociales, la pobreza y las luchas de los
pueblos latinoamericanos, a las que asiste
como testigo en esa primera etapa,
maduran en su interior y lo convierten en
el Che. Como señala Gutiérrez, “la gran
presencia aleccionadora en su vida, a partir
de 1953, no comienza por ser Marx, o el
ejemplo revolucionario de otros, sino
América latina”.
El abogado Gustavo Roca conoció a los
Guevara Lynch cuando llegaron a Alta
Gracia en busca de un clima más propicio
para aliviar el padecimiento asmático de
Ernesto. Tanto su madre, Celia Cruz de la
Serna, como su padre Ernesto Guevara
Lynch, provenían de familias
aristocráticas, incluso anteriores a la
independencia argentina. Pero tanto unos
como otros habían perdido lo principal de
su patrimonios y Ernesto recibió una
educación más propia de las clases medias
que de la aristocracia, según coinciden
Roca y otro amigo del Che, el abogado
Ricardo Rojo. En Córdoba, la familia se
relacionó con españoles republicanos
exiliados y con viejos dirigentes de la
Reforma Universitaria. Durante la
Segunda Guerra Mundial, la militancia
antifascista ganó a su madre Celia. Pero en
esa época el Che era un joven amante de la
vida al aire libre y de los deportes como el
rugby y el que le gustaba espantar al miedo
pacato de la aristocracia provinciana y más
tarde de Buenos Aires. En esa forja el
adolescente Guevara desarrollo un agudo
ojo crítico e inconformista que lo fue
alejando de los moldes sociales a la que
estaba destinado. Puede decirse que esa
condición, por la que atraviesa en algún
momento todo adolescentes, se convirtió
en su caso en el envión inicial que lo alejó
de los condicionamientos y lo predispuso
para elegir su destino con libertad.
Por esa razón, el Guevara que a los 24
años, recién recibido de médico, decide
conocer América latina no lo hace como el
turista ansioso por encontrar bellos
paisajes sino que va a pie, quiere conocer
los pueblos que encuentra a su paso. Existe
también en ese vieja otra motivación, que
era la de acumular experiencia para
especializarse en medicina social. Por eso
una de las paradas será el leprosario de San
Pablo en el Amazonas. Son años de
bohemia, pero también de búsqueda para
un joven que no estaba conforme con el
destino que le ofrecía el mundo que lo
había formado.
La motivación social, sin embargo, no lo
llevaba mecánicamente a la militancia
política. En La Paz, en 1953, el joven
médico asistió por primera vez al
espectáculo de un pueblo en armas que en
tres días de insurrección había derrotado a
un ejercito entero. Es testigo de las
columnas de mineros que desfilan por las
calles enarbolando los panes de dinamita,
pero se limita a tomar nota. El peronismo
en la Argentina encarnaba la misma ola de
movimientos nacionalistas que, como el
MNR boliviano, se extendían por la
América latina de posguerra. Por su
origen, Ernesto Guevara médico profesaba
una hostilidad declarada hacia el
peronismo. Quizá por ese motivo observó
en ese momento el proceso nacionalista
revolucionario de Bolivia con
desconfianza, sin intentar una mínima
aproximación.
El filósofo francés Régis Debray escribió
que cuando un año más tarde, en
Guatemala, se alista en la defensa civil
para luchar contra la invasión de Castillo
Armas y se esfuerza para armar grupos de
acción para defender a Arbenz, “algo
influyeron en ellos sus recuerdos
bolivianos”. “No es indiferente señalar –
agrega- que el comandante Guevara,
espectador casi fortuito de la primera
experiencia, y protagonista de la segunda
(lo dice por la Revolución Cubana que ha
descripto en un párrafo anterior), regresó
para dar el último suspiro al país que fue el
primero en hacerle respirar un olor de la
revolución: pólvora y sudor mezclados.”
Debray, quién acompañó al Che en su
última campaña guerrillera en Bolivia,
encuentra en el Guevara definitivo que
conoció en Ñancahuazuazu rasgos de
aquel que en 1953 asistía al desfile de los
mineros bolivianos. Desde 1952 hasta
1955, en sus vagabundeos por el
continente, el primer tramo con Alberto
Granados y el segundo con Ricardo Rojo,
Guevara busca con avidez los rastros del
pasado indoamericano, se detiene en
Cuzco, Machu-Pichu, El Petén y el
Titicaca. Su inclinación por la arqueología
se convierte también en el vehículo que lo
pone en contacto con la riqueza cultural de
un pasado sometido y aniquilado por los
invasores. Cada paso que da se transforma
en materia asimilable. Tras convivir con
los leprosos peruanos de San Pablo, pasa
hambre en los tugurios portuarios de
Guayaquil y conoce en El Salvador,
Nicaragua, Costa Rica y Guatemala la
miseria profunda de una agricultura feudal
y los agudos contrastes sociales. Casi todo
el trabajo teórico ya revolucionario se
nutre de los conocimientos que ha asimila
en ese viaje, tanto desde el punto de vista
de la economía, como de las culturas o de
la geografía. Ese viaje fue su oportunidad
de conocer en forma directa la realidad de
América latina, ya que nunca más tendrá
otra oportunidad de hacerlo. De allí, se
convierte en el dirigente de la Revolución
Cubana y más tarde regresará, pero ya no
para conocer sino para intentar una gesta
revolucionaria continental tan ambiciosa
como las campañas bolivarianas y
sanmartinianas de la Independencia.
Es difícil discernir en qué momento de su
periplo la política, concebida como la
acción transformadora a partir del
conocimiento, comienza a enhebrar y
ordenar la masa compleja de impresiones,
datos y comprobaciones que ha recogido
en su peregrinaje, pero en Bolivia ha
conversado y discutido con varios
dirigentes del MNR que encabezaba Paz
Entenssoro, en Costa Rica diálogo con los
socialdemócratas Rómulo Betancourt,
Raúl Leoni y Juan Bosch, quienes años
más tarde llegarían a las presidencias de
Venezuela (los dos primeros) y de Santo
Domingo.
En el camino hacia Guatemala, el che,
junto con su compañero de viaje Ricardo
Rojo, se alojan por una noche en una finca
cafetera de El Salvador, propiedad de un
coronel Vides. La plantación estaba
cercada por alambre de púa y tenía un
cuerpo de policía privado. Cuando
preguntaron para qué estaban armados
esos hombres la respuesta fue que “eran
encargados de restaurar el orden cuando
“aquella gente” –y señalaba a un grupo de
niños y mujeres que esperaban a los
peones en inmundos barracones- se
rebelaba”. Apenas llegaron a Guatemala,
el presidente Arbenz denunció que se
estaba maquinando una invasión armada
contra su país, que las fuerzas enemigas se
preparaban en territorios de El Salvador,
República Dominicana, Nicaragua y
Venezuela y que el motor de conspiración
estaba en “un gobierno del Norte”. En ese
punto de su recorrido parecería que el
Guevara que absorbe como esponja la
realidad por la que atraviesa supera esa
etapa larvaria de maduración y comienza a
abrirse el paso el Guevara protagonista.
En Guatemala conoce a la exiliada peruana
Hilda Gadea que posee una profusa
biblioteca marxista y organiza en su casa
peñas y reuniones de políticos
guatemaltecos y exiliados de la dictadura
de Batista en Cuba. El gobierno del
coronel Jacobo Arbenz había realizado la
reforma agraria y lanzado una campaña de
nacionalizaciones que había provocado la
hostilidad de Estados Unidos. A diferencia
de lo que sucedía con el peronismo, la
izquierda guatemalteca, incluyendo al
partido comunista local (PGT), apoyaban
al gobierno inclusive participaban en altos
cargos. El gobierno latinoamericano que
más respalda a Arbenz es el de Juan
Domingo Perón desde Buenos Aires lo
que, según Ricardo Rojo, “nos movía el
piso a dos antiperonistas como Guevara y
yo”.
Arbenz había convertido a Guatemala en
un punto de atracción para grupos de
exiliados latinoamericanos, en especial los
peruanos apristas de la fricción socialista
revolucionaria de Luis de la Puente
Unceda que colaboraban con el gobierno,
así como los cubanos del Movimiento 26
de Julio que preparaban su propia
revolución. Guevara propuso en las
reuniones de amigos que era necesario
aportar de manera orgánica a la revolución
guatemalteca y se ofreció como médico
para trabajar en El Petén
Guatemala resulto otro punto clave en su
itinerario. No sólo lo mueve a la acción,
sino que además va modificando sus
puntos de vista. En cartas que dirige a su
madre Celia años más tarde, la visión
“gorila” con relación al peronismo se ha
modificado para hacer paralelos y
comparaciones con el MNR de Paz
Estenssoro y la Guatemala de Arbenz. Su
visión es crítica, porque ha visto la derrota
de esos movimientos y se plantea superar
sus limitaciones. En realidad, durante su
viaje observa las revoluciones
nacionalistas y sostiene encendidas
polémicas con líderes socialdemócratas
latinoamericanos, lo cual lo convence aún
más de que es necesario romper los lazos
que unos y otros mantenían con el
capitalismo para que una revolución fuera
irreversible y no cayera, como él mismo
había visto, por sus propias
contradicciones y por la hostilidad de
Estados Unidos. Si bien su visión es crítica
cuando habla del peronismo, ya no se trata
del “fascismo” con que lo descalificaba en
las épocas estudiantiles. Y esa relación
epistolar con su madre provee otro dato
del cambio en Guevara, porque ahora es él
quien opera transformaciones en su madre
Celia, quien muere enferma de cáncer en
1966 cuando militaba en el Movimiento de
Liberación Nacional (MLN), un pequeño
grupo de izquierda de origen radical que
había avanzado hacia posiciones cercanas
a los grupos del peronismo revolucionario
de John William Cooke y de Gustavo
Rearte.
El 17 de junio de 1954, el general
guatemalteco Castillo Armas invadió
Guatemala. Los bombarderos que lo
apoyaron camuflado grotescamente con
pintura común las insignias de Estados
Unidos. Guevara, que no sabía manejar
armas de guerra, participó en la defensa
civil y, tras el triunfo de la invasión
castillista, salvó su vida gracias al
embajador peronista Nicasio Sánchez
Toranzo, quien lo alojó en la embajada y le
consiguió un salvoconducto para México.
El largo periplo latinoamericano de
aprendizaje está a punto de llegar a
término. El joven interesado en la
medicina social y en la arqueología se ha
ido transformando a medida que ascendía
hasta México. Recorrió esa geografía
mezclándose con ella y absorbiendo una
realidad de miseria, dependencia, atraso y
grandes contrastes sociales. Las
experiencias revolucionarias frustradas de
Bolivia y Guatemala lo marcaron con
seguridad de que las revoluciones eran
resistidas por las fuerzas de las armas y
que la lucha armada era la única forma de
ganar el poder y sostenerlo. En toda su
elaboración teórica y práctica de allí en
adelante se manifiesta esa seguridad de
que las revoluciones sólo son posibles
desde la lucha armada y que la única forma
de hacerlas irreversibles era destruyendo
las raíces económicas y culturales del
sistema capitalista. Su formación teórica
no partió del comunismo. Nacido en un a
familia liberal y progresista, sus amigos
argentinos son en su mayoría jóvenes
antiperonistas, discute con dirigentes
nacionalistas de izquierda de MNR
boliviano y, como ya dijimos, con los
socialdemócratas venezolanos Leoni y
Betancourt t con el dominicano Juan
Bosch. Cuando se asienta en Guatemala,
sus puntos de referencia lo constituyen el
círculo de amigos del liberal Manuel
Galich y los socialistas revolucionarios del
APRA rebelde. Aquí su pensamiento se
hace más político al tiempo que se
radicaliza, pese a que sigue su intento de
incorporarse orgánicamente al gobierno de
Arbenz choca con el sectarismo de la
conducción del Partido Comunista local.
Ricardo Rojo cuenta esta anécdota.
Cuando Guevara decidió trabajar para el
gobierno de Arbenz, tramitó una entrevista
con el ministro de Salud, que era dirigente
del Partido Guatemalteco del Trabajo,
como se llamaba el Partido Comunista. La
conversación transcurrió tranquilamente y
el joven médico argentino ya daba por
descontada la aceptación de su solicitud
para trabajar en un programa de asistencia
a la población indígena de El Petén. El
ministro dijo que no había ningún
problema y le preguntó si tenía el carnet de
afiliado al PGT. Guevara contestó: “Yo
soy revolucionario y no creo que las
afiliaciones de esta clase sirvan para
nada”, con lo cual el ministro le explicó
que necesitaba el carnet por una cuestión
de trámites y que sin él no había trabajo.
“Vea compañero –se despidió el Che- el
día que yo resuelva afiliarme lo voy hacer
por convicción y no por imposición.”
En otra conversación con la plana mayor
de la Juventud Revolucionaria, Ernesto
Guevara les preguntó por que confiaban
solamente en la oficialidad joven del
ejército para la defensa de la revolución. El
argumento central de la respuesta fue que
esos oficiales habían sido discípulos de
Arbenz en la Academia Militar. Guevara
insistió: “¿pero ustedes creen que los
modos de vida, la formación militar, todo
lo que lo diferencia a este grupo,
socialmente hablando, va a resistir la
presión yanqui si ésta se vuelve brutal?.
Los jóvenes aseguraron que sí, pero
Guevara les recomendó armar milicias
campesinas, como las que había visto en
Bolivia. “Mejores, todavía si esto fuera
posible. Milicias que, llegado el caso, no
solo pudieran vigilar al ejército, sino
sustituirlo y asumir totalmente la defensa
de la soberanía nacional.”
El Guevara que llega a México es un
hombre distinto del que partió de la
Argentina en 1951, el viaje le ha dado un
sentimiento latinoamericanista y la
convivencia con la miseria, las injusticias
y con el ambiente revulsivo de los
exiliados y militantes revolucionarios le ha
transmitido la certeza de un continente a
punto de estallar.
El Che Guevara no se formó como el
producto de un laboratorio intelectual, con
un método científico y prefijado. El
laboratorio que lo produjo fue América
latina y el sistema que utilizó hasta el
momento de su muerte fue el de afrontar
cada problema que le atravesaba la
realidad sin prejuicios ni evasiones para
llegar a fondo de la cuestión, aunque para
ello tuviera que superar limitaciones
físicas, como el asma, o prácticas, como
aprender a usar armas, o teóricas, cuando
participo en la dirección de la economía
cubana.
Sostiene que en ese camino la profundidad
de cada movimiento, de cada formulación
de su pensamiento, depende del
compromiso absoluto como individuo y así
lo explica en su carta al periódico Marcha:
“Los dirigentes de la revolución tienen
hijos que en sus primeros balbuceos no
aprenden a nombrar al padre; mujeres que
deben ser parte del sacrificio general de su
vida para llevar la revolución a su destino;
el marco de sus amigos responde
estrictamente al marco de los compañeros
de la revolución. No hay vida fuera de
ella”. Y agrega otro párrafo que “en una
revolución verdadera, a la que se le da
todo, de lo cual no se espera ninguna
retribución material, la tarea del
revolucionario de vanguardia es a la vez
magnífica y angustiosa”.
Al final de esa carta anota algunas
conclusiones: “Nosotros socialistas, somos
más libres porque somos más plenos; por
ser más libres. Nuestra libertad y su sostén
cotidiano tienen color de sangre y están
henchidos de sacrificio. Nuestro sacrificio
es consiente; cuota para pagar la libertad
que construimos. El camino es largo y
desconocido en parte; conocemos nuestras
limitaciones. Haremos el hombre del siglo
XXI: nosotros mismos. Nos forjaremos en
la acción cotidiana creando un hombre
nuevo con una nueva técnica.”.
Hay una anécdota del Che que describe el
origen de ese ascetismo, primero bohemio,
y que más tarde se convierte en un factor
destacado de su personalidad como jefe
revolucionario. Se encontraba en Ecuador
con otros viajeros argentinos que habían
vendido hasta la ropa para continuar el
viaje. Consiguieron que un barco bananero
de la United Fruit los llevara gratis hasta
Panamá y, durante el festejo, Guevara
apostó con sus compañeros a que era capaz
de parar sus calzoncillos. Hacía casi dos
mese que usaba la misma prenda. Entre
carcajadas ganó la apuesta.
El revolucionario peruano Mario Dalman,
que fue su compañero de pensión en
Guatemala y en México, relató que “la
primera vez que vi el Che en Guatemala
iba con los zapatos rotos; casi siempre
usaba la misma camisa –una parte afuera y
otra adentro -. Cuando estuvo con nosotros
pasaba una situación muy difícil. Era
cuando tenía una sola muda de ropa y
tranquilamente le preguntaba al
compañero: “¿vos tenés una camisa o un
pantalón que me prestes?”. A veces el
pantalones le quedaba ancho, pero
asimismo salía. Esas cosas de forma eran
de valor secundario para él. En México
tenía un solo traje de color café. Y estaba
tan gastado que decidió comprarse otro…
del mismo color”. En una entrevista con
Carlos María Gutiérrez, Hilda Gadea, su
novia en Guatemala y esposa en México,
dice que “era modesto para vestir y el
asma lo hacía retraído, no le gustaba ir a
fiestas, bailaba muy poco y le daba
vergüenza”.
Estas características de su personalidad
juvenil se van complementando con la
maduración de su convicciones, porque de
alguna manera ese desprecio juvenil por la
apariencia y lo externo se convierten en la
base de una actitud ascética frente
atributos del poder, ya fueran sus
beneficios materiales, de los que durante
su época de funcionario sólo tomó aquellos
que tenían carácter práctico, o de los
derivados de su posición de mando a la
que nunca concibió como un lugar
cómodo, sino de mayores
responsabilidades y sacrificios. Este
aspecto de la personalidad de Guevara
constituyó también la herramienta con la
que construyó su liderazgo frente a los
hombres que comandó. Lo mismo sucedió
con su carácter introvertido, como él
mismo lo relató en broma a Regis Debray
en Bolivia:
“Uno hace lo que puede con sus
desventajas, soy argentino, estoy como
perdido entre los tropicales. Me resulta
difícil abrirme y no tengo los mismo dotes
que Fidel para comunicarme. Me queda el
silencio. Todo jefe tiene que ser un mito
para sus hombres. Cuando Fidel quiere
jugar al béisbol , inmediatamente convence
a quienes lo rodean que son ellos los que
quieren hacerlo y lo siguen al terreno de
juego. Yo, en Cuba, cuando los otros me
hablaban de coger el bate, les decía:
‘luego’, y me marchaba a leer en un
rincón. Si por eso no le caigo bien a la
gente al principio, al menos me respeta
porque soy diferente.”
La revolución cubana
En una carta dirigida al escritor Ernesto
Sabato, en 1960, Guevara explica el
desarrollo de la Revolución Cubana:
“Hace ya quizás unos quince años, cuando
conocí a un hijo suyo que ya debe estar
cerca de los veinte, y a su mujer, por aquel
lugar, creo llamado ‘Cabalando’, en Carlos
Paz, y después, cuando leí su libro Uno y
el Universo, que me fascinó, no pensaba
que fuera usted –poseedor de lo que para
mí era lo más sagrado del mundo, el título
de escritor- quien me pidiera con el andar
del tiempo una definición, una tarea de
reencuentro, como usted llama, en base a
una autoridad abonada por algunos hechos
y muchos fenómenos subjetivos.”
“Fijaba estos relatos preliminares
solamente para recordarle que pertenezco,
a pesar de todo, a la tierra donde nací, y
que aún soy capaz de sentir profundamente
todas sus alegrías, todas sus esperanzas y
también sus decepciones. Sería difícil
explicarle por qué ‘esto’ no es Revolución
Libertadora; quizá tendría que decirle que
le vi las comillas a las palabras que usted
denuncia en los mismos días de iniciarse, y
yo identifiqué aquella palabra con los
mismo que había acontecido en una
Guatemala que acababa de abandonar,
vencido y casi decepcionado. Y, como yo,
éramos todos los que tuvimos
participación primera en esa aventura
extraña y los que fuimos profundizando
nuestro sentido revolucionario en contacto
con las masas campesinas, en una honda
interrelación, durante dos años de luchas
crueles y de trabajos realmente grandes.”
“No podíamos ser ‘libertadora’ porque no
éramos parte de un ejército plutocrático
sino éramos un nuevo ejército popular,
levantado en armas para destruir al viejo; y
no podíamos ser ‘libertadora’ por nuestra
bandera de combate no era una vaca sino,
en todo caso, un alambre de cerca
latifundaria destrozado por un tractor,
como es hoy la insignia de nuestro INRA.
No podíamos ser ‘libertadora’ porque
nuestras sirvienticas lloraron de alegría el
día que Batista se fue y entramos en La
Habana y hoy continúan dando datos de
todas las manifestaciones y de todas las
ingenuas conspiraciones de la gente del
‘Country Club’, que es la misma gente del
‘Country Club’ que usted conociera allá y
que fueran a veces sus compañeros de odio
contra el peronista.
“Aquí la forma de sumisión de la
intelectualidad tomó un aspecto mucho
menos sutil que en la Argentina. Aquí la
intelectualidad era esclava a secas, no
disfrazada de indiferente, como allá, y
mucho menos disfrazada de inteligente;
era una esclavitud sencilla puesta al
servicio de una causa de oprobio, sin
complicaciones; vociferaban, simplemente.
Pero todo eso es nada más que literatura.
Remitirlo a usted, como lo hiciera usted
conmigo, a un libro sobre la ideología
cubana, es remitirlo a un plazo de un año
en adelante; hoy puedo mostrar apenas,
como un intento de teorización de esta
Revolución, primer intento serio, quizá,
pero sumamente práctico, como son todas
nuestras cosas de empíricos inveterados,
este libro sobre la guerra de guerrillas. Es
casi como un exponente pueril de que sé
colocar una palabra detrás de otra; no tiene
la pretensión de explicar las grandes cosas
que a usted lo inquietan y quizá tampoco
pudiera explicarlas ese segundo libro que
pienso publicar, si las circunstancias
nacionales o internacionales no me obligan
nuevamente a empuñar un fusil (tarea que
desdeño como gobernante pero que me
entusiasma como hombre de aventura).
Anticipándole aquello que puede venir o
no (el libro), puedo decirle, tratando de
sintetizar, que esta Revolución es la más
genuina creación de la improvisación.
“En la Sierra Maestra, un dirigente
comunista que nos visitara, admirado de
tanta improvisación y de cómo se
ajustaban todos los resortes que
funcionaban por su cuenta a una
organización central, decía que era el caos
más perfectamente organizado del
universo. Y esta Revolución es así porque
camino más rápido que su ideología
interior. Al fin y al cabo Fidel Castro era
un aspirante a diputado de un partido
burgués, tan burgués y tan respetable como
podría ser el Partido Radical en la
Argentina; que seguía las huellas de un
líder desaparecido. Eduardo Chibás, de
unas características que pudiéramos hallar
parecida a las del mismo Yrigoyen; y
nosotros, que seguíamos, éramos un grupo
de hombres con poca preparación política,
solamente una carga de buena voluntad y
una ingénita honradez. Así vivimos
gritando o, mejor dicho, había gritado
Fidel: ‘Vergüenza contra dinero’.
Sintetizábamos en frases simples nuestra
actitud simple también.
“La guerra nos revolucionó. No hay
experiencia para un revolucionario que el
acto de guerra; no el hecho aislado de
matar, ni el de portar un fusil o el de
establecer una lucha de tal o cual tipo, es el
total del hecho guerrero, el saber que el
hombre armado vale como unidad
combatiente, y vale igual que cualquier
hombre armado, y puede ya no temerle a
otros hombres armados. Ir explicando
nosotros, los dirigentes, a los campesinos
indefensos, cómo podían tomar un fusil y
demostrarle a esos soldados que un
campesino armado valía tanto como el
mejor de ellos; e ir también aprendiendo
cómo la fuerza de uno no vale nada si no
está rodeada de la fuerza de todos; e ir
aprendiendo, asimismo, cómo las
consignas revolucionarias tienen que
responder a palpitantes anhelos del pueblo;
e ir aprendiendo a conocer de sus pueblos
sus anhelos más hondos y convertirlos en
bandera de agitación política. Eso lo
fuimos haciendo todos nosotros y
comprendimos que el ansia del campesino
por la tierra es el más fuerte estímulo de
lucha que se podría encontrar en Cuba.
Fidel entendió muchas cosas más; de
desarrolló como el extraordinario
conductor de hombres que es hoy y como
el gigantesco poder aglutinante de nuestro
pueblo. Porque Fidel, por sobre todas las
cosas, es el aglutinante por excelencia, el
conductor indiscutido que suprime todas
las divergencias y destruye con su
desaprobación. Utilizado muchas veces,
desafiado otras, por ambición o por dinero,
es temido siempre por sus adversarios. Así
nació esta Revolución, así se fueron
creando sus consignas y así, poco a poco,
teorizando sobre los hechos para crear una
ideología que venía a la zaga de los
acontecimientos. Cuando nosotros
lanzamos nuestra Ley de Reforma Agraria
en la Sierra Maestra, ya hacía tiempo se
había hecho repartos de tierra en el mismo
lugar. Después de comprender en la
práctica una serie de factores, expusimos
nuestra primera tímida ley, que no se
aventuraba con la más fundamental como
era la supresión de los latifundistas.
“Nosotros no fuimos demasiado malos
para la prensa continental por dos causas:
la primera, porque Fidel Castro es un
extraordinario político que nunca mostró
sus intenciones más allá de ciertos límites
y supo conquistarse la admiración de
reporteros de grandes empresas que
simpatizaban con él y utilizan el camino
fácil de la crónica sensacional,
simplemente porque los norteamericanos,
que son los grandes constructores de test y
de raseros para medirlo todo, aplicaron
uno de sus raseros, sacaron su puntuación
y lo encasillaron. Según sus hojas de
testificación, donde decía:
‘nacionalizaremos los servicios públicos’,
debía leerse: ‘evitaremos que eso suceda si
recibimos un razonable apoyo’; donde
decía: ‘liquidaremos el latifundio’, debía
leerse: ‘utilizaremos el latifundio como
una buena case para sacar dinero para
nuestra campaña política, o para nuestro
bolsillo personal’, y así sucesivamente.
Nunca les paso por la cabeza que lo que
Fidel Castro y nuestro movimiento dijeran
tan ingenua y drásticamente fuera la
verdad de lo que pensábamos hacer;
construimos para ellos la gran estafa de
este medio siglo, dijimos la verdad
aparentando tergiversarla. Eisenhower dice
que traicionamos nuestros principios, es
parte de su verdad; traicionamos la imagen
que ellos se hicieron de nosotros, como en
el cuento del pastorcito mentiroso, pero al
revés, tampoco se nos creyó. Así estamos
ahora hablando un lenguaje que es también
nuevo, porque seguimos caminando
mucho más rápido que lo que podemos
pensar y estructurar nuestro pensamiento
continuo y la teoría va caminando muy
lentamente, tan lentamente, que después de
escribir en los poquísimos ratos que tengo
este manual que aquí le envío, encontré
que para Cuba no sirve casi; para nuestro
país, en cambio, puede servir; solamente
que hay que usarlo con inteligencia, sin
apresuramiento ni embelecos. Por eso
tengo miedo tratar de describir la ideología
del movimiento; cuando fuera a publicarla,
todo el mundo pensaría que es una obra
escrita muchos años antes.
“Mientras se van agudizando las
situaciones externas y la tensión
internacional aumenta, nuestra
Revolución, por necesidad de subsistencia,
debe agudizarse y cada vez que se agudiza
la Revolución aumenta la tensión y debe
agudizarse una vez más ésta, es un círculo
vicioso que parece indicado a ir
estrechándose y estrechándose cada vez
más hasta romperse: veremos entonces
como salimos del atolladero. Lo que sí
puedo asegurarle es que este pueblo es
fuerte, porque ha luchado y ha vencido y
sabe el valor de la victoria; conoce el sabor
de las balas y de las bombas y también
sabe el sabor de la opresión. Sabrá luchar
con una entereza ejemplar. Al mismo
tiempo le aseguro que en aquel momento,
a pesar de que ahora hago algún tímido
intento en tal sentido, habremos teorizados
muy poco y los acontecimientos
deberemos resorverlos con la agilidad que
la vida guerrillera nos ha dado. Sé que ese
día su arma intelectual honrado disparará
donde está su enemigo, y que podemos
tenerlo allá, presente y luchando junto con
nosotros. Esta carta ha sido un poco larga
y no está exenta de esa pequeña cantidad
de pose que a la gente tan sencilla como
nosotros le impone, sin embargo, el tratar
de demostrar ante un pensador que somos
también eso que no somos: pensadores. De
todas maneras, estoy a su disposición.
Cordialmente, Ernesto, Che, Guevara.”
Esta carta escrita en 1960, resulta
interesante porque en ella el Che descansa
de su condición de comandante a la que
asignaba una función ejemplarizadora y
explica en forma sencilla algunas claves
del crecimiento de la Revolución Cubana y
de su propio desarrollo ideológico, cuando
da cuenta de cuál era su punto de partida
en Guatemala y aclara al escritor por qué
ellos no son “revolución libertadora”. En
otra frase sintetiza el proceso ideológico:
“se fue teorizando, poco a poco, sobre
hechos para crear una ideología que venía
a la zaga de los acontecimientos”. En este
mecanismo se forja al Che y su producción
teórica. No es un intelectual polemista sino
un hombre que baja a la realidad y asume
la teoría como un método de resolver esos
problemas concretos. En la carta a Sabato
sobresale también la importancia que le
asigna a la guerra. Quizá por ese motivo
escribe Guerra de Guerrillas donde su
experiencia en la Sierra Maestra se
transforma en una especie de manual del
guerrillero. Guevara llegó a México
cuando tenía 26 años, y trabajó como
fotógrafo de turistas y haciendo zuecos de
madera. Allí se caso con Hilda y nació su
hija Hildita. Frecuentó a los cubanos
exiliados y se aficionó cada vez más a
ellos y a sus relatos sobre el asalto al
Moncada. En el grupo de cubanos está
Raúl Castro, un muchacho más bien parco
–como él- a diferencia de los demás
caribeños, pero que ha vivido en
Checoslovaquia y se mueve con
familiaridad entre las categorías del
marxismo. El escepticismo del joven
rosarino empieza a ser mellado por Raúl,
quien, además ha pasado por experiencia
del combate, lo que a los ojos de Guevara
ya comienza a ser una divisoria de agua
entre los habladores de café y los
revolucionarios. La amistad con Raúl
Castro lo introdujo de lleno en el grupo de
cubanos que preparaba la invasión de su
isla para derrotar al dictador Fulgencio
Batista. Durante todo ese año, desde fines
de 1954 hasta mediados de 1955, se reunió
casi diariamente con los cubanos, se
dedicó a asimilar intensamente los planes
de invasión y a leer el alegato de Fidel
Castro La historia me absolverá y su Tesis
económica. Finalmente, en julio llegó
Fidel, quien luego de tres años había sido
liberado. Raúl se lo presentó a Guevara
una noche en la casa de la cubana María
Antonia González. Fidel Castro es el
hombre que más influyó en la vida de
Guevara. El carácter introvertido,
escéptico y, si se quiere distante de
Guevara fue seducido por el carisma y la
locuacidad de Castro y aceptó su liderazgo
indiscutido. En realidad, no era Fidel quien
debía aprobar examen ese día, sino el
propio Guevara quien debía convencer a
Fidel para que lo aceptara entre los
expedicionarios. Castro aceptó, y al mismo
tiempo ganó uno de sus más fieles
admiradores. “Lo conocí –escribió en 1959
para una revista brasileña- en una de esas
frías noches de México y recuerdo que
nuestra primera discusión versó sobre
política internacional. A las pocas horas de
esa misma noche yo era uno de los futuros
expedicionarios.” Fue aceptado como
médico del grupo, pero a partir de allí
participó en las clases de estrategias y
táctica militar que en secreto les daba
Alberto Bayo, general de la república
española en el exilio. “Mi impresión casi
instantánea al escuchar las primeras clases
–diría más adelante- fue la posibilidad del
triunfo, que veía muy dudosa al enrolarme
con el comandante rebelde, al cual me
ligaba, desde el principio, un lazo de
romántica simpatía aventurera y la
consideración de que valía la pena morir
en una playa extranjera por un ideal tan
puro.”
Carlos María Gutiérrez hizo una ajustada
descripción del grupo de 82 hombres al
mando de Fidel Castro que el 28 de
noviembre de 1955 zarparon del puerto
mexicano de Tuxpan, Veracruz, en un yate
de segunda mano con capacidad para 2
tripulantes. “Son toso civiles y más de la
mitad, como Guevara, no han disparado un
arma de fuego hasta que empezaron a
entrenarse.”
Llegaron a Cuba el 2 de diciembre de
1956. Mareados por el temporal y
perdidos, desembarcaron en una playa no
prevista y atrasados con respecto a la fecha
que habían fijado con la resistencia civil en
la provincia de Oriente que dirigía Frank
Pais. Habían sido detectados por un barco
de Batista y fueron bombardeados y poco
después emboscados en Alegría de Pío
hasta que, de los 82 iniciales, sólo
quedaron 12 hombres con varios heridos y
enfermos de disentería. El médico quedo
desmoralizado en ese primer combate.
“Sentí un fuerte golpe en el pecho –
recordaría más tarde- y una herida en el
cuello, y me di por muerto. Quede
tendido… Inmediatamente me puse a
pensar en la mejor manera de morir en ese
minuto en que todo parecía perdido… Por
un momento quedé solo, tendido allí
esperando la muerte. Almeida llegó hasta
mí y me dio ánimos para seguir; a pesar de
los dolores lo hice y entramos en el
cañaveral.”
El grupo guerrillero tuvo que eludir el
cerco para llegar a la montaña a través de
un terreno que todavía les era hostil. Pero
pocas semanas después, aquella sensación
de derrota y muerte en su bautismo de
fuego se convierte en capacidad
organizativa y militar. El Che ya es un
cuadro entre los revolucionarios con el
grado de comandante. Ha dirigido a sus
hombres en dos de los combates más
encarnizados y ha vencido, al mismo
tiempo que administra bases clandestinas
donde fabrica desde armas hasta zapatos y
cigarros. Ya no es sólo un revolucionario,
la Sierra Maestra lo convierte en un
dirigente político y militar.
Ese es el periodo que el Che describe en la
carta al escritor Ernesto Sabato, cundo los
guerrilleros consiguen respaldo de los
campesinos y esencialmente donde debe
doblegar aspectos de su carácter para
afrontar la crueldad de la guerra. Esa
experiencia le hace escribir que un
guerrillero debe “endurecerse sin perder la
ternura” y acepta hasta cierto punto la
dinámica cruel de la guerra sobre la base
de una preeminencia moral sobre el
enemigo. “El guerrillero –escribe en su
libro Guerra de Guerrillas -, como
elemento consciente de la vanguardia
popular, debe tener una conducta moral
que lo acredite como verdadero sacerdote
de la reforma que pretende. A la austeridad
obligada por las difíciles condiciones de la
guerra debe sumar la austeridad nacida de
un rígido autocontrol que impida un solo
exceso, un solo desliz, en ocasión en que
las circunstancias pudieran permitirlo. El
soldado guerrillero debe ser un asceta.”
Guevara se convierte en una figura
legendaria para los cubanos aun antes de la
entrada triunfante del ejército guerrillero
en La Habana. El relato del dirigente del
llano Enrique Oltuski, sobre su encuentro
con el Che en septiembre de 1958, da una
idea del fenómeno que comenzaba a
crecer. “Llegamos al Pedrero de noche.
Había una luz muy tenue en una de las
casas y entramos. Era de mampostería y
tejas, muy vasta. Recogidos a un lado
estaban los pupitres. Tras de la mesa del
maestro estaba sentado un joven rebelde:
el teniente Olo Pantoja. El Che había
salido y volvería pronto. Sobre la mesa,
una yegua con carne verdosa. ‘Es
chilindrón de carnero’ dijo Olo. ’Sírvanse’.
Cogimos cada uno un bocado. Cuando
sentí el sabor se me revolvió el estómago;
estaba pasado. Con disimulo me acerqué
hasta la puerta y boté mi pedazo. El Che
llegó hacia la medianoche. Nosotros
yacíamos sobre el piso de la escuela,
adormilados. Saludos y después el Che
dijo: ‘hemos tenido las primeras
escaramuzas. Sin lugar a dudas se aprestan
a hacer un intento de penetración por esta
zona’. Mientras hablaba cogía los trozos
de carne con los dedos sucios. Por el gusto
con que comía, aquello le sabía a gloria.
Terminó de comer y salimos afuera. Nos
sentamos a un lado del camino: Marcelo,
el Che y yo. El Che repartió tabacos, eran
burdos, seguramente hechos en la zona por
algún guajiro. Aspiré el humo fuerte y
amargo, sentí un calor en el cuerpo y un
ligero mareo. A mi lado, el Che fumaba y
tosía, con una tos húmeda, como si tuviera
todo mojado por dentro. Olía mal, olía a
sudor descompuesto. Era un olor
penetrante y yo lo combatía con el humo
del tabaco.” Entonces Oltuski comenta su
compañero: “A pesar de todo, uno no
puede dejar de admirarlo. Sabe lo que
quiere mejor que nosotros. Vive sólo para
eso. ¿Sabes? Yo creía que era un
revolucionario completo, hasta que conocí
al Che. Comparado con él, soy un
aprendiz. ¡Cuántas cosas me atan, de las
que él ya se ha liberado!”
Tres mese después, la columna del Che
toma la ciudad de Santa Clara y provoca la
huida de Fulgencio Batista. El intelectual
revolucionario que había zarpado de
México se había endurecido en el
liderazgo guerrillero. Además de
organizador y estratega, construye la
disciplina de sus hombres a partir del
ejemplo y la severidad. El conocimiento de
América latina y esos combates en cuba
constituyen las dos vertientes de su teoría
sobre la lucha armada.
“El ejemplo y las enseñanzas que nuestra
revolución ha significado para la América
latina –dice en una charla en 1959-
implican haber destruido todas las teorías
de salón: hemos demostrado que un
pequeño grupo de hombres decididos
apoyados por el pueblo y sin miedo a
morir si fuera necesario puede llegar a
imponerse a un ejército regular
disciplinado y derrotado definitivamente.”
Desde ese punto, el Che discute las teorías
de la “transición pacífica” del capitalismo
al socialismo. Plantea que la mera
presencia del foco guerrillero puede hacer
madurar las condiciones objetivas
prerrevolucionarias (la miseria y la
sobreexplotación del capitalismo) hacia las
condiciones subjetivas (que presuponen la
existencia de un partido proletario de
vanguardia que de propone la toma del
poder) y establece que ese foco se debe dar
siempre en el campo, donde el foco puede
crecer hasta convertirse en un ejército
capaz de vencer al ejército enemigo.
Estas posiciones del Che instalan una
ruptura con el pensamiento dominante en
la izquierda de esa época, expresado por
los partidos socialistas que promovían la
transición progresiva y pacífica hacia el
socialismo, y los partidos comunistas. La
discusión más dura fue con estos últimos
que, en su mayoría se esforzaban en
estrategias electorales y alianzas con
partidos progresistas y argumentaban que
un partido proletario de vanguardia no
podía construirse desde “afuera” de la
lucha de las clases –o sea en el foco rural-
sino participando en ella.
La idea de la lucha armada, reinstalada a
nivel continental por la Revolución
Cubana y por el Che, produjo el
surgimiento de la que se llamó “izquierda
tradicional”. Bajo la influencia de estas
ideas, entre las décadas del 60 y del 70, se
produjeron fracciones de izquierda
guerrillera o foquista en el movimiento
comunista de casi toda América latina,
incluyendo a la Argentina. También en
partidos no marxistas, como los liberales
colombianos, de donde surgió el Ejército
de Liberación Nacional, o el peronismo
argentino, de donde provienen las Fuerzas
Armadas Peronistas que intentaron
establecer un foco guerrillero en Tucumán,
en la zona de Taco Ralo, antes de
transladarlo a las ciudades. Es surgimiento
de los Montoneros es posterior, igual que
el Ejército Revolucionario del Pueblo
(ERP), de origen trotskista. En países
como Guatemala, El Salvador, Argentina,
Uruguay, Colombia y Nicaragua los
grupos guerrilleros llegaron a convertirse
en fuerzas políticas importantes, pero en el
único país donde los guerrilleros lograron
alcanzar el poder fue en Nicaragua. En la
Argentina no pudieron superar la derrota y
en los demás participan, o se disponen a
participar, como es el caso de El Salvador
y Guatemala, en procesos políticos como
partidos de izquierda.
El Che completa su pensamiento con
respecto a la lucha armada en América
latina, concibiéndola como una lucha de
carácter continental. “¿Podría concebirse
esta nueva etapa de la emancipación de
América como cotejo de dos fuerzas
locales luchando por el poder en un
territorio dado? –se pregunta en 1962-.
Evidentemente no, la lucha será a muerte
entre todas las fuerzas populares y todas
las fuerzas represivas.” Y agrega más
adelante: “Dado este panorama americano,
consideramos difícil que la victoria se
logre en un país aislado. A la unión de las
fuerzas represivas debe contarse con la
unión de las fuerzas populares. En todos
los países donde la opresión llega a niveles
insostenibles, debe alzarse la bandera de la
rebelión y esta bandera tendrá, por
necesidad histórica, caracteres
continentales. La cordillera de los Andes
está llamada a ser la Sierra Maestra de
América, como dijera Fidel, y todos los
inmensos territorios que abarca este
continente están llamados a ser escenarios
de la lucha a muerte contra el poder
imperialista”.
Con la toma del poder en Cuba por Fidel
Castro y sus hombres en enero de 1959,
Estados Unidos comienza aceleradamente
a transformar sus simpatías iniciales en
antipatía y finalmente en hostilidad abierta
y, como lo relata el Che en su carta a
Sabato, en vez de retroceder, los jóvenes
ex guerrilleros radicalizan sus posiciones,
para no sucumbir a las presiones
norteamericanas. El grupo dirigentes,
compuesto por no más de dos docenas de
hombres, la mayoría de menos de 30 años,
sin experiencia en materia de gobierno y
agotados tras dos años de guerra, tiene que
hacerse cargo de un país en emergencia.
La mayoría de los técnicos y de los
profesionales han huido al exterior y hasta
el mismo Batista limpió las arcas de su
gobierno al huir con 400 millones de
dólares.
Ernesto Guevara es comandante de la
guarnición militar de La Cabaña, pero
además debe hacerse cargo del
Departamento de Industrias del Instituto
Nacional de la Reforma Agraria y en
noviembre asume la presidencia del Banco
Nacional de Cuba, a partir de lo cual
comienza a especializarse en los temas
económicos que hasta ese momento apenas
había rozado. Es titular del Banco Central
y desde allí pasa a dirigir prácticamente la
economía cubana desde el Ministerio de
Industrias (febrero de 1961). Así como en
el plano de las estrategias revolucionarias
el Che abría frentes polémicos, de igual
manera se lanzó a la economía. De las
mismo forma como se había convertido en
un astuto estratega militar a medida que
participaba en la guerra, debió convertirse
en economista a la par que la administraba.
Cuba era un país que importaba hasta los
alfileres de Estados Unidos. Ya en 1960
comienzan los primeros síntomas del
bloqueo y, al mismo tiempo, los
revolucionarios cubanos comienzan a
definirse abiertamente por el socialismo.
Estados Unidos organiza acciones
militares y económicas contra Cuba y en
1961 comienza el férreo bloqueo
económico. Pero el acercamiento a la
Unión Soviética no aparecía como
solución a esa problemática, porque el
nuevo aliado había logrado su auto
abastecimiento de azúcar que era la
mercadería que Che se propone entonces
industrializar la economía cubana que
hasta ese momento se basaba en la
monoproducción de azúcar. En 1961
comienza a planificar la industrialización y
la diversificación de la agricultura con la
asistencia de técnicos soviéticos. Ese año,
por primera vez, los montos destinados al
desarrollo industrial (203 millones de
dólares) sobrepasan a los orientados a la
agricultura (112 millones). El Che anunció
un ambicioso plan cuatrienal que debería
producir un aumento anual de la
producción de entre el 19 y el 26 por
ciento.
En 1963, la condición cubana y el mismo
Guevara se convencen de que el plan no
funcionaba como esperaban, al tiempo que
se había descuidado la producción
agropecuaria, lo que llevó a una profunda
revisión de la estrategia económica, que
había sido un calco de la planificación
soviética. Desde el Ministerio de
Industrias, el Che ha instalado otra
polémica en esos años, entre la llamada
“administración presupuestaria” y la
“autogestionaria”, que utiliza Carlos
Rafael Rodríguez a la cabeza del INRA,
siguiendo el modelo de los países
soviéticos.
En este último caso las empresas se
manejan, al igual que en la economía de
mercado, por el principio de rentabilidad.
Tienen autonomía contable y se financian
por medio de crédito de bancarios. Por otra
parte, el personal cobra según su
producción. Entre las empresas del mismo
sector, el intercambio se realiza mediante
un sistema de compraventa con ganancias
en cada operación. El Che se oponía a este
criterio de rentabilidad y había organizado
las empresas que dependían de su
ministerio como partes de un todo. La
banca financiaba sólo lo establecido por el
plan y no había ganancias en el recorrido
de un producto por estas empresas, ya que
ésta se establecía sólo cuando un producto
llegaba al mercado. En estas plantas no
existía trabajo organizado a destajo sino a
través de estímulos morales al obrero,
como títulos, diplomas y calificaciones.
De hecho, esta propuesta atacaba la
mecánica de construcción del socialismo
que ensayaban los países socialistas de
Europa del Este. El Che se oponía a que la
organización de la economía durante la
etapa socialista fuera la ley capitalista del
valor y las categorías mercantilistas,
porque sostenía que a través de ellas se
infiltraba los valores del capitalismo que
atentaban contra la construcción final del
comunismo. En los trabajos que escribió
durante su permanencia en el Ministerio de
Industrias, como Las bases materiales del
socialismo y El socialismo y el hombre en
Cuba se advierte la preocupación central
de lograr una sincronía entre la estructura
material de la nueva sociedad y la
conciencia revolucionaria de sus
individuos y concibe el proceso productivo
a partir de la participación consiente,
individual y colectiva de los trabajadores.
Por lo tanto, su idea de la organización
económica era también la de una política
de masa, de participación y movilización
popular.
En el plan y el hombre, Guevara se refiere
a estos fenómenos en la Unión Soviética,
aunque apunta más a las economías de
Yugoslavia, la RDA, Polonia y
Checoslovaquia. “En resumen –dice-
estamos en presencia de una serie de
países que están todos cambiando de ruta
¿Frente a qué? Frente a una realidad que
no podemos desconocer, y es que el bloque
occidental avanza a ritmos productivos
superiores al de las democracias populares.
¿Por qué? En lugar de ir al fondo, a la raíz
de esto, para tratar de resolver el problema,
se da una respuesta superficial, se vuelve a
la teoría de mercado, se recurre
nuevamente a la ley del valor, y se
refuerzan los incentivos materiales.” El
Che detecta el problema que tres décadas
más tarde llevaron a la caída de esos
regímenes, la economía de los países
socialista es menos dinámica que la de los
países capitalistas, y discute las salidas.
Como es su costumbre, en vez de aceptar
las soluciones con pragmatismo, radicaliza
sus posiciones con la idea de que los
problemas del socialismo sólo pueden
solucionarse a largo plazo, buscando en los
valores del socialismo y no del
capitalismo.
La urgencia de esta problemática lo
convence más de sus ataques contra el
sectarismo y el burocratismo. En 1961
emite un decreto desde el Ministerio de
Industrias por el que prohibe a los
“administradores de los centros de trabajo
instituidos por este ministerio y a los
funcionarios responsables del mismo,
preparar y someter a los empleados y a los
obreros a sus órdenes a cuestionarios que
signifiquen una investigación sobre fu
formación ideológica”. El 18 de mayo de
1962 pronuncia un discurso ante el
Departamento de Seguridad del Estado
donde advierte contra cualquier forma de
“terror rojo”. “Nosotros –les dice- tenemos
la gran virtud de habernos salvado de caer
en la tortura, en todas las cosas tremendas
en que ha caído en muchos países
defendiendo principios justos.
Establecimos un principio que Fidel
defendió mucho siempre, de no tocar
nunca a la gente aun cuando se la fusilara
al minuto”, más adelante agrega: “Todo se
sabe y así también se saben los atropellos y
las malas acciones que comete un cuerpo,
por más clandestino que sea, por más
subterráneo que trabaje, el pueblo tiene
muchos conocimientos y sabe apreciar
todas esas cosas. Ustedes tienen un papel
importantisimo en la defensa del país, pero
menos importante que el desarrollo de la
economía, acuérdense de eso, menos
importante. Para nosotros es mucho más
importante tener malanga que tenerlos a
ustedes”. El Che establecía una diferencia
con las sociedades donde el personal de
seguridad actúa con impunidad desde una
situación de superioridad. El les dice que
los trabajadores son más importantes que
ellos. En este mismo discurso, el Che
objeta la caza de brujas y dice a los
organismos de seguridad que
“contrarrevolucionario es aquel que lucha
contra la revolución, pero también es
contrarrevolucionario el señor que, valido
de su influencia, consigue una casa, que
después consigue dos carros, que después
viola el racionamiento, que después tiene
todo lo que no tiene el pueblo. Ese es un
contrarrevolucionario a ese sí que hay que
denunciarlo en seguida”.
Guevara asume el principio marxista de
que en la base de los movimiento políticos
está la economía y su pensamiento y su
práctica intentan buscar un círculo
coherente. La Revolución Cubana había
destruido un régimen basado en la
injusticia y la desigualdad para intentar la
construcción de una nueva sociedad
igualitaria. Para ello el Che busca
afanosamente que en la base de la
organización económica de esa nueva
sociedad sean eliminados los valores del
capitalismo. Y al mismo tiempo es
consiente de que esa nueva sociedad estará
conformada por individuos y que en ese
plano también deberá producirse una
revolución para conformar lo que define
como el “hombre nuevo”. El Che sostiene
que el fin no justifica los medios y que una
revolución no pasa solamente por
mantener el poder a cualquier costo con un
fin distribucionista. Sostiene con su
práctica que los principios morales de la
revolución deben atravesar tanto a la
economía como a los individuos y a las
formas de organización y participación
social.
Desde la ortodoxia marxista de aquella
época y sobre todo desde las líneas más
prosoviéticas se lo acusa de “idealista
pequeño burgués”. Esa era una
preocupación que se manifiesta en cada
uno de los discursos del Che sobre estos
temas, donde se esfuerza por subrayar que
sus posiciones no sólo son más justas, sino
también más políticas, aunque en lo
inmediato fuera más efectivo el principio
de rentabilidad, el sectarismo y el manejo
arbitrario del poder, el Che pensaba que
por ese camino la revolución iría a su
destrucción.
En una conversación, dramática por las
circunstancias en que se produce, en la
selva boliviana, cuando el grupo
guerrillero ya ha sido detectado y
perseguido, el Che sintetiza su
pensamiento a Regis Debray que está allí
con el seudónimo de Danton. Era después
de la cena, ya de noche, en torno de las
brasas. Estaba apoyado relajadamente en el
suele. -¿Ves este pan de azúcar Danton?
Pongamos que pese 20 gramos, con lo que
podrías hacer dos buenos trozos,
doscientas calorías cada uno y nada más.
Pongamos que te rodean diez hambrientos
y todos dependen de ti, ¿qué harías?
- Sacaría a la suerte os dos beneficiados.
-¿Por qué?
Más vale dos compañeros que tengan la
oportunidad de sobrevivir comiendo un
poco, que diez que no tengan ninguna
comiendo diez veces nada.
- Pues te equivocas, Danton. Cada cual
debe tener sus migajas y que sea lo que
Dios quiera. L a revolución tiene sus
principios. Y siempre habrá dos burócratas
menos…
-¿Cree que es mejor que caigan con toda
seguridad 10 revolucionarios en absoluta
igualdad de condiciones?
- Siempre que la moral esté a salvo, la
revolución también lo estará. Si no ¿qué
sentido tiene?
El Che piensa que las formas últimas del
poder de una revolución no reside
solamente en la superestructura política,
sino en la conciencia de los hombres. Y
así, aunque la revolución pierda el poder
político o la guerrilla desaparezca, esa
derrota será solamente circunstancial en la
medida en que haya podido despertar la
conciencia de los hombres con la
esperanza de un mundo mejor.
La polémica que abre en Cuba sobre el
desarrollo de los estímulos morales o los
materiales y su esfuerzo por abrir la
participación de las masa fructifica en lo
que se llamó el “trabajo voluntario” con el
que la Revolución alcanzo importantes
metas en la producción agropecuaria, en la
construcción y en otras áreas de la
economía, sobre la base del trabajo
“consiente”, no rentado, de cientos de
miles de cubanos.
Pero su defensa del sistema presupuestario
donde el criterio de rentabilidad no se
aplica entre las empresas de un mismo
ramo de la producción lo lleva también a
cuestionar en el plano internacional la falta
de verdadero internacionalismo en las
relaciones económicas entre los países
socialistas, o entre los países socialistas y
aquellos países subdesarrollados en
proceso de liberación. En el 11 Seminario
de Solidaridad Afroasiático, celebrado en
Argel en febrero de 1965, el Che abrió un
nuevo frente polémico al plantear en ese
foro internacional que “el desarrollo de los
países que empiezan ahora el camino de la
liberación, debe costar a los países
socialistas… Creemos que con este
espíritu debe afrontarse la responsabilidad
de ayudar a los países dependientes y que
no debe hablarse más de desarrollar un
comercio de beneficio mutuo basado en los
precios que la ley del valor y las relaciones
internacionales del intercambio desigual,
producto de la ley del valor, oponen a los
países atrasados”. “La tarea real –añadió-
consiste en fijar los precios que permitan
el desarrollo. Un gran cambio de
concepción consistirá en cambiar el orden
de las relaciones internacionales; no debe
ser el comercio exterior el que fije la
política sino, por el contrario, aquél debe
estar subordinado a una política fraternal
hacia los pueblos.”
El Che propuso, además, que las
inversiones de los países socialistas en los
países jóvenes fueran consideradas de la
misma manera que si hubieran sido hechas
dentro de sus territorios. Esto quería decir
que el préstamo para construir una planta
fabril podía ser devuelto, sin intereses, con
los productos de esa planta y no con
dinero. Esta propuesta se complementaba
con el respeto a la venta de armas: “Las
armas no pueden ser mercancía en nuestros
mundos. Deben entregarse sin costo
alguno y en cantidades necesarias y
posibles a los pueblos que la demanden
para dispara contra el enemigo común”.
La elaboración teórica del Che, que
coincide con su permanencia en el poder
revolucionario cubano responden,
obviamente, a las circunstancias que le
tocaron vivir: la lucha contra la dictadura
de Batista y la primera etapa de
construcción de la Revolución. Sus
compañeros de la Sierra Maestra no eran
guerrilleros por un sueldo sino por su
conciencia revolucionaria del pueblo
cubano para organizar la economía del
país. Para sus detractores, la situación
límite de la lucha revolucionaria no se
puede comparar con la vida normal de las
personas. Cuando el Che decidió
abandonar sus cargos en la Revolución
Cubana para luchar en Africa y América
latina, muchos creyeron ver esta decisión
como resultado de la derrota de sus
postulados a partir del acercamiento cada
ves más acentuado de Cuba a las
posiciones de la Unión Soviética.
Pero lo cierto es que, aun después de la
salida del Che, el gobierno cubano logró
una complementación entre los dos
sistemas discutidos, sin volcarse
absolutamente al modelo soviético y que,
en alguna medida, esa es una de las causas
de la sobrevivencia de Cuba a la caída del
Muro de Berlín
Bolivia
El 16 de abril de 1967, en la revista de la
Tricontinental, Guevara propone
desarrollar “un verdadero
internacionalismo proletario; con ejércitos
proletarios internacionales, donde la
bandera bajo la que se luche sea la causa
sagrada de la rendición de la humanidad,
de tal modo que morir bajo las enseñas de
Vietnam, de Venezuela, de Guatemala, de
Laos, de Guinea, de Colombia, de Bolivia,
de Brasil, para citar sólo los escenarios
actuales de la lucha armada, sea
igualmente glorioso y apetecible para un
americano, un asiático, un africano, aun un
europeo. Cada gota de sangre derramada
en un territorio bajo cuya bandera no se ha
nacido, es experiencia que recoge quien
sobrevive para aplicarla luego en la lucha
por la liberación de su lugar de origen”.
Agrega en otro párrafo: “Sinteticemos así
nuestras aspiraciones de victoria:
destrucción del imperialismo mediante la
eliminación de su baluarte más fuerte: el
dominio imperialista de los Estados
Unidos de Norteamérica”.
“Toda nuestra acción –finaliza ese texto-
es un grito de guerra contra el
imperialismo y un clamor por la unidad de
los pueblos contra el gran enemigo del
género humano: los Estados Unidos de
Norteamérica. En cualquier lugar que nos
sorprenda la muerte, bienvenida sea,
siempre que ése, nuestro grito de guerra,
haya llegado hasta un oído receptivo, y
otra mano se tienda para empuñar nuestras
armas, y otros hombres se apresten a
entonar los cantos luctuosos con tableteo
de ametralladoras y nuevos gritos de
guerra y de victoria.”
Hacía tiempo ya que Guevara había
desaparecido de la escena cubana dando
comienzo a la leyenda sobre su destino.
Los contrarrevolucionarios cubanos,
apoyados por la CIA, afirmaban que el
Che se había enemistado con Fidel, quien
lo había hecho asesinar. Esta versión, que
se apoyaba en las incesantes polémicas que
generaban sus posiciones dentro de Cuba,
o fuera de allí, con otros movimientos de
izquierda y con la Unión Soviética,
también fue sostenida por algunos de sus
críticos de izquierda que no podían aceptar
la forma iconoclasta y desmitificadora,
pero al mismo tiempo franca, con que el
Che se plantaba ante las verdades
intocables y los tótems ideológicos de
aquella época. Otra cantidad de versiones
lo ubican al frente de la lucha guerrillera
en Africa, en Vietnam o en Venezuela. El
Che podía estar en “cualquier lugar”. En
todo caso, sus movimientos habían sido lo
suficientemente sigilosos como para eludir
a los servicios de inteligencia más eficaces
del mundo. Lo cierto es que había estado
combatiendo en el Congo y ahora estaba
organizando la guerrilla en Bolivia, desde
donde se proponía comenzar una campaña
libertadora en todo el continente.
Desde varios años antes, la hostilidad de
Estados Unidos y el bloqueo económico
que había impuesto, había empujado
inexorablemente a los cubanos hacia la
Unión Soviética. A partir de su propia
experiencia, la conducción cubana
estimaba que la presión de Estados Unidos
era tan fuerte que cualquier nación que se
propusiera romper el bloqueo debía cortar
sus lazos con la potencia norteamericana.
Y en ese sentido no veían condiciones para
la ruptura se hiciera por medios pacíficos.
La idea de exportar de la Revolución hacia
otros países latinoamericanos no solamente
se arraigaba en la práctica del
internacionalismo proletario, sino también
en una razón de Estado, como era la
sobrevivencia de la Revolución.
La Dirección cubana intenta una estrategia
internacional de varias puntas. Su
aproximación a la URSS resuelve aspectos
económicos y pone un freno a la segura
invasión norteamericana, pero al mismo
tiempo sondean a los gobernantes chinos
que comenzaban su distanciamiento con
Moscú, estrechan alianzas con la
revolución argelina de Ben Bella y con los
movimientos revolucionarios africanos.
Cuba no se instala en el ámbito soviético
como los demás países de Europa del Este
sino que, desde su debilidad objetiva, trata
de lograr oxígeno y delinear una política
internacional con identidad propia, que en
muchos casos no coincide con USRR. En
América latina sus embajadores son
rechazados y Cuba es expulsada de la
Organización de los Estados Americanos
(OEA). Así se implanta en la dirección
cubana la certeza de que la única
posibilidad de sumarse al ámbito
geográfico al cual pertenece es el
surgimiento de otras revoluciones.
Es probable que en el Che esa convicción
estuviera aún más arraigada, porque desde
casi el principio de los enfrentamientos
con Estados Unidos, aparece en sus
escritos la posibilidad de que “las
circunstancias nacionales e internacionales
me obliguen a empuñar nuevamente a
empuñar un fusil”, como dice en su carta
de 1960 a Sabato.
En julio de 1963, uno de sus hombres, el
capitán José María Martínez Tamayo
(Ricardo) viajó por primera ves a Bolivia
para organizar las bases de apoyo para un
ejército guerrillero. En septiembre de
1963, varios de los hombres que lo han
acompañado en la Sierra Maestra
organizan el Ejército Guerrillero del
Pueblo (EGP) e instalan un foco en la
provincia argentina de Salta, cerca de la
frontera con Bolivia, bajo el mando del
periodista argentino Jorge Masetti. Según
Regis Debray, se trataba de la retaguardia
del futuro foco boliviano. De hecho,
Masetti asumió el nombre de la guerra de
Comandante Segundo ya que, según este
proyecto, el Comandante Primero debía ser
el Che. En esa tarea colaboró también un
grupo de militantes de la juventud del
Partido Comunista boliviano, entre quienes
se encontraban los hermanos Coco e Inti
Peredo, que más tarde acompañarían al
Che en Ñancahuazuazu.
Masetti provenía de las filas nacionalistas
y en 1958 había entrevistado al Che en la
Sierra Maestra, cuando ambos tenían 29
años. Luego de la entrada triunfal en La
Habana fundó, junto con otro periodista
argentino, Rodolfo Walsh y el Uruguayo
Carlos María Gutiérrez la agencia Prensa
Latina, con la que los cubanos se
proponían romper el cerco informativo
impuesto por Estados Unidos. Masetti
viajó con los tres integrantes del núcleo de
hierro del Che, los oficiales cubanos
Hermes Peña Torres, Raúl Dávila y Papi a
Bolivia. En la Argentina evitó todo
contacto con las organizaciones políticas
existentes, socialistas, peronistas o
comunistas y reclutó a sus hombres entre
disidentes de esas agrupaciones, la
mayoría de ellos de las filas universitarias.
En la Argentina había una intensa
agitación política, sindical y militar. Tras
varios levantamientos militares había
renunciado el presidente Arturo Frondizi y
durante un año había gobernado el titular
del Senado, José María Guido. En junio de
1963, en una elección de donde la mayoría
peronista estaba proscrita, había ganado el
radical Arturo Illia, quien asumió el 12 de
diciembre de ese año. La apuesta del
ejército guerrillero de Masetti era, como
todos los escritos del Che, que ese clima
de descontento fuera catalizado por la
presencia del foco salteño, rompiendo la
dinámica política que se desarrollaba hasta
ese momento. Por ese motivo, la estrategia
pasaba del análisis social al militar de la
guerra y no tenía en cuenta el proceso
político y sus protagonistas. Por otro lado,
el EGP no tenía bases en las ciudades, ni
siquiera en la zona de operaciones, por lo
que su presencia pasó prácticamente
inadvertida para la opinión pública, hasta
que fue derrotado.
En el grupo no había nativos de la zona. La
selva salteña resultó ser el peor enemigo
del EGP y el factor determinante de su
exterminio. Varios de los insurgentes
sufrieron intoxicaciones cuando intentaron
alimentarse con una dieta de vegetales que
desconocían. En esa zona la densidad de
población es muy baja por lo que no
podían organizar una red de sustento y
protección entre los campesinos, como
había sucedido en la Sierra Maestra, y el
lugar estaba infestado de tigres de monte y
otros animales salvajes. Tres guerrilleros
murieron de hambre y uno fue capturado
cuando había quedado atrapado en la copa
de un árbol al huir de un tigre. Hubo un
solo combate en el que participaron el
capitán Hermes y otro guerrillero, donde
resultó muerto el un gendarme. Des días
después, la gendarmería localizó y sitió a
Hermes, quien murió en el enfrentamiento.
En un intento de romper el cerco del
enemigo, Masetti se adentró en la selva
para desaparecer en ese infierno de
malezas y animales salvajes. La guerrilla
del EGP no había durado más de diez
meses y casi no alcanzó a combatir.
Para los revolucionarios cubanos, la
política exterior se había convertido en un
punto vital. Presionados por Estados
Unidos, la isla era el teatro de la
revolución más extrovertida de aquella
época. Entre 1964 y 1965 el Che visita
Africa varias veces. El proceso de
descolonización planteaba la posibilidad
de un nuevo realinamiento internacional
ante el surgimiento de las jóvenes
naciones. El Che visita Argel, donde la
relación con Ben Bella, el jefe marxista de
la revolución argelina, aparece como
estratégica para los cubanos. En
Brazzaville se reúne con Alphonse
Masemba-Debat, presidente de la
República Popular del Congo y en el Cairo
hace contacto con Gastón Soumialot y
Pierre Mulele, jefes de la insurrección
contra Moisés Tshombe quien, tras el
asesinato de Lumumba, se sostenía por el
apoyo de la CIA y de un ejército con
mercenarios blancos. El 19 de febrero de
1965 visita El Cairo y vuelve allí a
principios de marzo, para regresar a Cuba
el 14 de ese mes. Una semana antes de su
vuelta, Fidel Castro lo envía a entrevistarse
con Mao en China. Para algunos ese viaje
fue un intento frustrado de mediación en el
diferendo chino – soviético. Otros
aseguran que el Che solicitó, sin resultado,
el apoyo de Mao para su plan
insurreccional.
En Cuba fue recibido por la plana mayor
de la Revolución y durante dos días se
encerró con Fidel Castro para discutir el
informe de sus viajes. El 16 le entregó al
abogado Gustavo Roca, que había llegado
a visitarlo, una carta para su madre Celia,
donde le cuenta que ha decidido abandonar
los cargos de mayor responsabilidad en la
isla para retirarse a dirigir una empresa
agrícola durante cinco años.
Desde la guerra en Sierra Maestra, la
imagen del Che había sido reproducida
interminablemente en las primeras planas
de diarios y revistas de todo el mundo. Esa
carta y su progresiva desaparición de la
actividad pública alimentaron la versión de
la existencia de divergencias profundas
con Fidel Castro. Su madre le envía una
carta que nunca le llega, donde dice:
“Como ya conocía tu empeño de no faltar
ni un día a tu ministerio, cuando vi que tu
viaje al extranjero se prolongaba
demasiado, mi pregunta era ésta: ¿seguirá
siendo Ernesto ministro de Industrias
cuando llegue a Cuba?, ¿quien se le ha
dado la razón o la primicia, en la disputa
por los motivos que deben ser causales de
la incentivación? Las preguntas están
contestadas a medias. Si te vas a dirigir
una empresa es que has dejado de ser
ministro. Depende de quién sea nombrado
en tu lugar para saber si la disputa ha sido
zanjada de un modo salomónico. De todas
maneras, que te quedes cinco años
dirigiendo una fábrica es un desperdicio
demasiado grande para tu capacidad. Y no
es la mamá la que está hablando. Es una
vieja señora que aspira ver al mundo
entero convertido al socialismo. Creo que
si haces lo que has dicho, no vas a ser un
buen servidor del socialismo mundial”.
Celia Guevara de la Serna estaba enferma
de cáncer y los esfuerzos de los amigos de
la familia por hacer conocer al Che el
estado de salud de su madre fueron
infructuosos. Algunos analistas estimaron
que estaba detenido. Ricardo Rojo, dedujo
en su libro Mi amigo el Che, que había
convencido con Fidel un periodo de rígido
“enclaustramiento” autocrítico. Pero el
lazo que lo unía con su madre era muy
fuerte como para que el Che se
desinteresara de ella por una razón de
Estado. Lo cierto es que a mediados de
abril, cuando esa carta fue escrita, Guevara
ya había renunciado a sus cargos en la
Revolución Cubana para incorporarse a la
guerra en el Congo. Su madre murió el 19
de mayo en Buenos Aires sin saber el
destino de su hijo y el Che no se enteró
hasta varias semanas después.
Desde algunos mese atrás, lo más fieles
oficiales del Che (Orlado Pantoja Tamayo,
Juan Vitalio Acuña, Harry Villegas,
Leonardo Tamayo, Ronaldo Kindelán y
otros) habían salido sigilosamente de Cuba
a intervalos regulares con destino secreto.
A sus familiares se les comunica que el
destino de los viajeros es Vietnam. Era un
secreto de Estado, más o menos público,
que Cuba tenía misiones médicas en el su
de ese país. El Che, entretanto, utilizó esos
últimos días para organizar su despedida.
Devuelve los libros prestados: un volumen
de poesías de Pablo Neruda regresa a
manos de su dueño, el poeta Roberto
Fernández Retamar, pero antes le pide a su
secretario que le copie “Farewell”. Ya
comenzado el mes de abril, llama a un
amigo argentino, Pepe Aguilar, para
devolverle El Principito de Saint Exupery.
Aguilar no puede ir ese día y cuando llega
al Ministerio de Industrias, 48 horas
después, le dicen que Guevara ha marcha a
cortar caña al campo. Sus compañeros se
han concentrado en Argelia y él se reúne
con ellos para unirse a las guerrillas en el
Congo.
Durante cinco mese la Revolución Cubana
mantiene el silencio sobre su paradero. El
16 de junio, en un discurso, Fidel alude por
primera vez al tema diciendo que el pueblo
sabrá dónde se encuentra el Che cuando el
propio Guevara decida informarlo. En ese
momento arrecian las versiones en todo el
mundo. La misma inteligencia cubana se
las arregla para hacer creer que el Che
había estado colaborando en Santo
Domingo con el coronel Tamaño y que
había muerto en la resistencia contra la
invasión de los marines norteamericanos.
Pero el 1ro. de octubre, en el gigantesco
mitin que se realiza en el Teatro Chaplin
de la Habana para anunciar la constitución
del Partido Comunista de Cuba, Fidel
Castro lee tres cartas que le habían sido
entregadas por el Che el 1ro. de abril. Las
cartas están dirigidas a Fidel, a los padres
y a sus hijos. En la primera el Che se
despide, renuncia a sus grados, a sus
puestos en el gobierno y hasta la
ciudadanía cubana, encomienda su familia
al Estado y deja entrever que marcha a
combatir en otras tierras, por otras
revoluciones. “Yo puedo hacer lo que a ti
te está negado”, le dice a Fidel, que
termina su discurso advirtiendo: “Que los
enemigos se preocupen”.
En la carta a sus padres les dice: “Otra vez
siento bajo mis talones el cotillear de
Rocinante, vuelvo al camino con mi
adarga al brazo.
“Nada ha cambiado en esencia, salvo que
soy mucho más consciente, mi marxismo
está enraizado y depurado. Creo en la
lucha armada como única solución para los
pueblos que luchan por liberarse y soy
consecuente con mis creencias. Muchos
me dirán aventurero, y lo soy, sólo que de
un tipo diferente y de los que ponen el
pellejo para demostrar sur verdades.
“Puede ser que ésta sea la definitiva. No lo
busco, pero está dentro del cálculo lógico
de probabilidades. Si es así, va un último
abrazo.
“Los he querido mucho, sólo que no he
sabido expresar mi cariño, soy
extremadamente rígido en mis acciones y
creo que a veces no me entienden. No era
fácil entenderme, por otra parte, créanme,
solamente, hoy.
“Ahora, una voluntad que he pulido con
delectación de artista sostendrá unas
piernas fláccidas y unos pulmones
cansados. Lo haré. Acuérdense de vez en
cuando de este pequeño condottieri del
siglo XX. Un beso a Celia, a Roberto, Juan
Martín y Patotín, a Beatriz, a todos. Un
gran abrazo de hijo pródigo y recalcitrante
para ustedes.”
En uno de los párrafos de la carta dirigida
a sus hijos les dice: “Sobre todo, sean
siempre capaces de sentir en lo más hondo
cualquier injusticia cometida contra
cualquiera en cualquier parte del mundo.
Es la cualidad más linda de un
revolucionario”. Su alejamiento del poder,
en momentos que no estaba cuestionado,
lo muestra también como figura atípica en
la historia. El hombre que ocupaba uno de
los tres puestos principales de conducción
del Revolución Cubana, el interlocutor de
los principales líderes políticos de la
época, hace un gesto de renunciamiento
poco común, deja a sus hijos al cuidado de
la Revolución y, como única herencia
material, su uniforme, algunos libros y
otros escritos, para ocupar otro puesto más
anónimo y sufrido, al que lo llama su
sentimiento del compromiso con las luchas
libertarias. Cuando Fidel Castro leyó sus
cartas en el Teatro Chaplin, el Che ya
estaba incorporado plenamente a la lucha
en la región del Kivu, en el Congo,
luchando junto con sus hombres y los
guerrilleros simbas de Pierre Mulele y
Laurent Kabila contra los mercenarios
blancos. Las fotos que acompañaron su
mensaje en el suplemento de la revista de
la Tricontinental en 1967, lo muestran con
el pelo corto, sin barba y algo más gordo,
observando con un largavista el
movimiento de tropas. La revista no
aclaraba dónde habían sido obtenidas, pero
no era difícil adivinar que se trataba del
Congo, mas específicamente el frente del
Kivu. Pero cuando se publicaron, Guevara
ya se encontraba en Bolivia.
El Che había escrito: “No se trata de
desear a la víctima de una agresión que lo
rechace, sino de compartir su destino.
Todos deben acompañarla hasta la muerte
o hasta la victoria”. En el Congo, el Che y
sus hombres no tenían ninguna prebenda
por el hecho de ser internacionalista; por
el contrario, Guevara exigía a sus hombres
una disponibilidad absoluta y una conducta
ejemplar, como había escrito en su Guerra
de Guerrillas. Para facilitar la integración
de sus hombres, blancos, con los
combatientes negros de Muele y Kabila,
les ordena descalzarse, como lo hacían los
congoleños para desplazarse por la selva.
El Che combate en el Congo con el
seudónimo de doctor Tato e inclusive se
esfuerza por hablar el dialecto swahili para
hacerse entender por los nativos “que
realmente lo quieren”, según afirmará
después su compañero Harry Villegas
(Pombo).
Sin embargo, el Congo no era el destino
final de Guevara que desde tiempo atrás
estaba planificando la guerrilla boliviana.
La revolución africana era una escala
previa a Latinoamérica. Una forma de
volver a familiarizarse con la vida sufrida
de la guerra en la selva luego de tantos
años tras el escritorio ministerial. De todos
modos debe abandonar Africa antes de que
se lo había propuesto: la guerra en el
Congo comienza a sufrir las consecuencias
de la contradicciones entre los principales
líderes revolucionarios. Soumialot se
acerca progresivamente a las posiciones
chinas y aumenta la presión para alejar al
Che. Una resolución de la Organización de
la Unidad Africana (OUA) exige que sean
retiradas del país todas las fuerzas
extranjeras. La resolución estaba dirigida
principalmente contra los mercenarios
blancos de Tshombe, pero involucró
también al Che y a sus compañeros.
Durante los casi nueve mese que
permaneció en el Congo el Che participó
en varios combates, hasta que abandonó
Africa con sus hombres, en marzo de
1966, tan secretamente como había
llegado.
La guerrilla en Bolivia había empezado a
prepararse desde 1963, cuando Masetti
organizara el foco guerrillero en la
Argentina. En 1964, Tamara Bunker, hija
de comunistas alemanes emigrados a la
Argentina y que habían regresado a la
RDA después de la guerra, se entrevistó
con el Che en La Habana y recibió la
instrucción de infiltrarse en la alta
sociedad boliviana. Tamara Bunker
combatiría más tarde con el seudónimo de
Tania. Sin embargo, en ese momento no
estaba decidido aún si el principal centro
de operaciones de la guerrilla sería Bolivia
o Perú. En diciembre de 1965, un enviado
del Che restablece el vínculo con Tania y
en marzo de 1966 llega Ricardo, el mismo
que había hecho los primeros contactos
con la izquierda boliviana para el grupo de
Masetti. María Martínez Tamayo había
estado junto con su comandante en Africa,
donde, al igual que sus compañeros, había
tomado nuevos nombres de guerra del
dialecto swahili hablado en la parte
oriental del Congo. Ahora es Papi o Mbili.
En julio de 1966 llegan Pombo (capitán
primero Harry Villegas) y Tuma (teniente
Carlos Coello, escolta del Che desde
1959). Mientras Pombo se entrevista varias
veces en La Paz con el secretario general
del Partido Comunista boliviano, Mario
Monje, otros integrantes del grupo de
voluntarios se adiestraban en Cuba bajo la
conducción del Che. Algunos responsables
del Ejército de Liberación Nacional (ELN)
de Perú, se sumaron al grupo que se estaba
reuniendo en La Paz. El plan estratégico
del Che con respecto a la guerrilla
boliviana no está escrito en ningún
documento. Ni siquiera estaba discutido
con sus propios compañeros de campaña,
según afirma Debray, quien aclara que
“esos planes estaban omnipresentes pero
como sobre entendidos”. En sus
discusiones con Monje, rechaza las
pretensiones del jefe comunista boliviano
de asumir la jefatura política de la
campaña, aunque a sus compañeros
bolivianos les aclarara que él y los cubanos
combatientes no están para gobernar
Bolivia, que esa tarea de ellos si es que
triunfan.
El Che sabe que en La Paz surgió la
primera insurrección independentista
contra los españoles en 1809 y tiene
presente que la guerra de Guerrillas fue el
arma que utilizaron hasta la llegada de las
tropas bolivarianas. Cuando ya ha caído
prisionero, el capitán Gary Prado, uno de
sus captores le pregunta: “¿Por qué
Bolivia?, tengo la impresión de que se
equivocó desde el principio al elegir
Bolivia para su aventura”. La respuesta
lacónica del prisionero condenado a
muerte fue: “La revolución no es una
aventura ¿acaso no se inició en Bolivia la
guerra para la independencia
sudamericana? ¿Acaso no están orgullosos
de haber sido los primeros?.
El plan estratégico era demasiado
ambicioso y el punto de partida demasiado
modesto y quizás por esa razón esperara a
que se afirme su posición militar y política
para la revelación de la campaña libertaria
continental fuera creíble para los pueblos
latinoamericanos. Debray explica que de
ninguna ,manera la guerrilla se proponía el
asalto al poder de Bolivia, sino que, por el
contrario. Una situación de ese tipo se
convertiría en un verdadero problema. Era
prácticamente imposible sostener el estado
revolucionario en un país mediterráneo y
pobre, cercado de países más poderosos.
De alguna manera el Che se proponía
repetir su experiencia de la sierra Maestra,
donde un puñado de guerrilleros fue
creciendo y abriendo nuevas columnas en
otras regiones de Cuba. Esta vez, los
Andes serían la Sierra Maestra y en vez de
Cuba, el teatro de operaciones estratégico
era América latina. Estaban los
antecedentes de las campañas de San
Martín y Bolívar.
La idea era lograr que el foco guerrillero
creciera y poder controlar una porción
importante de Bolivia para allí convertirse
en retaguardia y conducción de otras
columnas guerrilleras que deberían surgir
en otros países latinoamericanos. Por lo
pronto, en la Argentina existían grupos que
también se habían entrenado en Cuba,
algunos provenientes del peronismo,
encabezados por John William Cooke,
otros del Partido Social de Vanguardia y
otro formado por los disidentes del Partido
Comunista, que más tarde tomarían la
denominación de Fuerzas Armadas
Revolucionarias (FAR) y Comandos
Populares de Liberación (CPL). Estos
grupos aguardaban el asentamiento del
foco estratégico en Bolivia dirigido por el
Che. En el destacamento de
Ñancahuazuazu había también dirigentes
del ELN peruano. En Guatemala,
Colombia y Venezuela los grupos
guerrilleros mantenían posiciones, con
mayor y menor suerte, afines a las
concepciones guevaristas. La presencia del
comandante Guevara en Bolivia debería
dar una proyección continental a la lucha
guerrillera. En cualquier caso, no eligió el
camino de imponer su jefatura desde
oficinas en el gobierno cubano sino que se
propuso ganar un espacio propio en el
combate y desde allí vertebrar las demás
columnas. Lo cierto fue que el punto de
partida de ese plan ambicioso para liberar
a cerca de 300 millones de personas, eran
no más de cinco decenas de hombres
decididos.
El diseño esquemático del proyecto
planteaba que cuando la columna de
Ñancahuazuazu hubiera alcanzado un
grado de desarrollo suficiente, se
desprenderían dos pequeñas columnas.
Una para abrir el segundo frente
guerrillero boliviano en el Chapare, al
norte de Cochabamba; y otra parte para
hacerlo en el Alto Beni, al norte de La Paz.
Estos tres frentes articulados (que ya
tenían designados a los responsables
dentro del núcleo original guerrillero)
constituiría el foco central boliviano. En
una segunda etapa deberían partir
pequeñas columnas hacia los países
vecinos. Una en dirección a Perú,
integrada por los peruanos que ya estaban
combatiendo junto al Che, que debía
reunirse con la base guerrillera ya instalada
en el departamento de Ayacucho, en el
sudoeste peruano.
En dirección a la Argentina partiría otra
pequeña columna de combatientes
latinoamericanos, con la mayoría de
argentinos, cuyo mando le correspondería
tomar al Che. “Porque, no olvidemos –dice
Debray- después de Cuba, la Argentina era
la ‘Patria Chica’ preferida del Che; el
sueño latente de toda su vida, y quizás el
verdadero objetivo de todos sus pasos,
marchas y contramarchas.”
El Che había previsto en Bolivia hacer
contacto con tres organizaciones de
izquierda además del Partido Comunista
que dirigía Monje (PRIN, POR Y PCML),
sin embargo las complicaciones que
surgieron en esta relación impidieron que
se cumpliera esa parte de los preparativos.
Monje toleraba el proyecto guerrillero en
la medida que mantuviera como objetivo
principal su proyección latinoamericana,
pero se mostraba muy receloso ante
cualquier detalle que indicara un giro más
orientado a Bolivia. De esta manera, los
preparativos debieron realizarse tomando
muy en cuenta la reacción del dirigente
comunista. Así, se desecharon el Chapare
e el Alto Beni, como asentamiento del
primer foco ante la desconfianza de Monje
por el hecho de que no tenían
comunicación con los países vecinos y
expresaban a sus ojos la intención de
“bolivianizar” el foco. Desde el punto de
vista político, a diferencia de
Ñancahuazuazu, prácticamente despoblada
y muy alejada de los principales centros
mineros. Cuando estuvo decidido el lugar,
Coco Peredo, Tuma y Ricardo compraron
una granja en Ñancahuazuazu y la
acondicionaron.
El 4 de noviembre de 2966, el .mp3 llega a
Bolivia, vía Madrid y San Pablo. Está
prácticamente irreconocible, se ha afeitado
la cabeza, lleva anteojos y viste traje y
corbata. Viaja con documentos a nombre
de Adolfo Mena González, uruguayo y
funcionario de la OEA. A principios de
diciembre Monje viajó a Cuba para
planearle a Fidel sus recelos con respectos
a los planes del .mp3. regresó a Bolivia y
la noche de año Nuevo se entrevistó con el
Che en la granja de Ñancahuazuazu. Esa
reunión marcó el final de las relaciones
entre el PCB y los guerrilleros. El 8 de
enero, un pleno del Comité Central del
Partido ratificó las posiciones adoptadas
por Monje y retiró su apoyo a la guerrilla.
La Juventud Comunista expulsó a aquellos
de sus miembros que optaron por
permanecer junto al Che. El único grupo
que apoyaba orgánicamente la operación
es el que dirigía Moisés Guevara, que se
había fraccionado del partido prochino que
dirigía Oscar Zamora. El eje de la posición
de ese grupo era la reivindicación de la
lucha armada.
El 1ro. de febrero de 1967 parte la primera
expedición guerrillera compuesta por 27
hombres, 15 cubanos y 12 bolivianos.
Unos días más tarde se unen otros ocho
bolivianos. La fuerza total del Ejército de
Liberación Nacional (ELN), como se
llamaba la guerrilla, estuvo compuesta por
ese contingente más el puñado de
colaboradores campesinos que se
incorporaron durante la campaña y otro
puñado que constituía la “red urbana”, a
cargo de Loyola Guzmán.
El 6 de marzo, el contacto inesperado con
un civil, Epifanio Guzmán, determinó que
la guerrilla fuera sorprendida en plenos
preparativos, sin haberse repuesto de las
diferencias con el PC boliviano, que
determinaban su aislamiento político.
Guzmán denunció la presencia de la
columna a la IV División de Camirí y
comenzó la persecución. Peor aún al
detectar a la columna aún en formación,
sin haberse desarrollado y prácticamente
sin una fuerza urbana que la alimente, el
ejército pudo aislar fácilmente la zona,
estableciendo férreos controles en las rutas
Santa Cruz – Yacuiba y Sucre Caimirí y
puso en alerta al regimiento Manchego, de
rangers bolivianos, con asesores
norteamericanos en la zona. Los oficiales
habían sido entrenados en la lucha
antiguerrillera en la Escuela de las
Américas en Panamá. En pocos días llegan
también agentes de la CIA.
Cinco días después desertaron dos
guerrilleros, uno de los cuales era un
infiltrado de los servicios de información.
El 23 de marzo, la guerrilla detuvo una
ofensiva militar en las quebradas del
Ñancahuazuazu. El ejército tuvo siete
bajas y entre los prisioneros quedan un
comandante y un capitán. El 10 de abril se
produce el combate de Iripiti, donde
mueren diez soldados y 30 son hechos
prisioneros por la guerrilla. Para ese
entonces el ejército había descubierto el
campamento central. La columna
guerrillera se divide. Una queda al mando
del Che y otra del comandante Joaquín
(Vilo Acuña Nuñez). El 16, la
Organización de Solidaridad con los
Pueblos de Asia, Africa y América latina
(OSPAAAL) difunde su último mensaje
llamando a crear “dos, tres, muchos
Vietnam…” con seis fotografías en ropa de
campaña.
La columna de Joaquín, donde también
está Tania porque a causa del cerco militar
no pudo regresar a la ciudad, pierde
contacto con el grueso de la columna. Son
16 hombres que se dirigen hacia el norte
para llegar a la carretera que una
Cochabamba con Santa Cruz. El plan
original del Che también había sido
acercarse a la zona cruceña más habitada,
una vez que la guerrilla se hubiera
asentado.
Para ese entonces la dictadura militar del
general René Barrientos debe afrontar el
malestar provocado por la política
económica en los centros mineros. Juan
Lechin Oquendo, jefe del partido con más
representatividad entre los trabajadores
(PRIN), es detenido cuando intenta
regresar clandestinamente del Paraguay
adonde había sido expulsado. En el diario
de campaña de Pombo, se indica que
Lechin era uno de los contactos que el Che
se disponía a realizar una vez que
considerara que su fuerza estuviera
instalada en el país.
Debray señala que cuando se le preguntó
por qué no invitaban al campamento a
algunos de los dirigentes populares más
importantes, el Che había respondido:
“Después de los primeros seis meses,
todos los que quieran, antes a ninguno”.
De hecho, el Che sólo contacto con al PCB
y al grupo de Moisés Guevara para
integrar su contingente inicial, pues
consideraba que debía contar con una
fuerza propia antes de realizar otros
contactos. Del PCB no consiguió más que
un puñado de fieles compañeros como los
hermanos Peredo y el Loro (Jorge Vázquez
Viana), que más tarde fueron expulsados
de la organización que encabezaba Monje,
quien además se encargó de cortarles otras
formas de apoyo. En este sentido llegó a
amenazar con la expulsión a un grupo de
Cochabamba que había contactado por sus
propios medios a la guerrilla y se disponía
a incorporarse a ella.
Luego de los primeros enfrentamientos
favorables, la columna del Che comienza a
desplazarse para eludir el cerco militar. En
enfrentamientos esporádicos caen algunos
de sus hombres y Debray y el argentino
Ciro Roberto Bustos son detenidos en el
pueble de Muyopampa.
El 6 de junio de 1967, la asamblea de
mineros de Huamuni manifiesta su
solidaridad con los guerrilleros y al otro
día el general Barrientos decreta el estado
de sitio. Las operaciones militares se
intensifican para acabar con el foco en el
menor tiempo posible. El cerco impide que
esa solidaridad política de los mineros, al
otro lado de la precordillera, se concrete en
nuevas incorporaciones y formas de apoyo.
El Che toma hacia el norte y cruza el río
Grande para tratar de reunirse con su
retaguardia y eludir el cerco de tres mil
soldados, expertos norteamericanos y
agentes de la CIA. El 15 de junio los
sindicatos mineros se declaran en estado
de emergencia. Cuatro días más tarde, la
columna guerrillera ocupa el poblado de
Moroco de donde el Che opera como
dentista. Se capturan tres espías militares y
el Che trata de rehacer el contacto con la
ciudad de Cochabamba, para la cual envía
a un campesino reclutado que es echo
prisionero. Los tres espías fueron
liberados. El 23 de junio, los mineros y los
estudiantes firman un pacto de defensa y
declaran “territorio libre” los distritos
mineros. Los dos focos de rebelión corren
paralelos sin encontrar puntos de contacto.
La guerrilla, aislada en una zona
campesina poco poblada a más de 200
kilómetros de distancia, pero con la
precordillera en el medio. Y los mineros en
su centro de trabajo, que al igual que la
zona de Ñancahuazuazu, son rodeados por
el ejército. El 24 de junio se produjo la
matanza de San Juan, donde cientos de
mineros son asesinados por las fuerzas
armadas que ocupan a sangre y fuego las
principales minas de estaño cerca de
Oruro.
El 26 de junio, la columna del Che cae en
una emboscada que había sido organizada
con los datos proporcionados por los
espías liberados. Pero cuando la guerrilla
aparecía como derrotada ante la opinión
pública, la retaguardia comandada por
Joaquín corta la carretera que une
Cochabamba con Santa Cruz, y ocupa el
pueblo de Samaipata. La marcha de los dos
contingentes guerrilleros a través de la
selva boliviana es una travesía penosa, con
escasez de alimentos y con varios
combatientes enfermos. Los pocos
pobladores que van encontrando en su
camino los denuncian a los militares. La
matanza de San Juan provoca la crisis que
estalla el 14 de julio y los dos partidos que
integran l coalición junto con los militares
se retiran del gobierno que queda integrado
por los generales Barrientos y Ovando
Candia como presidente y vice,
respectivamente.
La guerrilla tiene algunos combates
menores, pero el enfrentamiento que
determina el ocaso del infierno guevarista
se produjo el 31 de agosto en la emboscada
de vado del Yeso, cuando la columna de
Joaquín es conducida a la encerrona por el
campesino Honorato Rojas. Siete
combatientes mueren al cruzar el río
Grande bajo el fuego de una compañía del
regimiento de infantería Manchego que
estaba apostado en la orilla opuesta. Allí
murieron Joaquín, Tania Moisés Guevara y
otros combatientes bolivianos, peruanos y
cubanos. Dos años después el ELN
reorganizado por Inti Peredo mató al
campesino Rojas que había entregado a la
columna de Joaquín.
El Che se entera de la emboscada por la
radio y sigue remontando hacia el norte. El
22 de septiembre ocupan el poblado de
Alto Seco y realizan un mitin político.
Apenas abandonan el caserío son
denunciados a la guarnición militar de
Vallegrande. Ese mismo día el canciller
boliviano denuncia ante la OEA la
presencia de Guevara en su país y exhibe
documentos y fotografías que han
capturado las tropas. En ese momento la
columna está conformada por 22 hombres
extenuados y con 3000 soldados
pisándoles los talones. El grupo cae en una
emboscada en Higueras y pierde a tres
valiosos combatientes, entre ellos a Coco
Peredo.
A partir de allí, el terreno es abierto, sin
arboledas y con algunos sembradíos de
papa. El Che decide separa a sus 16
hombres para marchar de noche y reunirse
durante el día (dos habían desertado). El 8
una campesina avisa a los militares que ha
escuchado voces en la quebrada del río
Yuro, cerca de su desembocadura en el
San Antonio varias patrullas son
destacadas en el lugar y se produjo el
combate. El Che es herido en las piernas.
Simón Cuba carga en hombros a su
comandante y trata de sacarlo de la línea
de fuego, pero el Che recibe otro balazo en
el brazo y a esa altura ya están rodeados
por los militares. El Che se apoya contra
un árbol y hace fuego hasta que es herido
nuevamente en las piernas y cae prisionero
del capitán Gary Prado Salmón, jefe de la
compañía del Segundo Regimiento
Manchego. En el combate han muerto
cuatro guerrilleros y tres fueron apresados:
Guevara, Willi (Simón Cuba) y el Chino
(Juan Pablo Chang, dirigente peruano del
ELN). Entre varios soldados trasladan al
Che hasta el pueblo de Higueras que está a
12 kilómetro del lugar del combate. Una
vez allí es instalado en el aula solitaria de
la escuela.
Esa noche el Che recibe la visita de Gary
Prado, de su superior, el teniente coronel
Andrés Selnich, más tarde del cubano
anticastrista y agente de la CIA, Félix
Rodríguez y finalmente del sargento Mario
Terán. Según algunos testigos, Selnich
llegó a la noche para increpar al prisionero
porque en los combates había muerto un
compañero de armas. Selnich habría
bofeteado al Che, que permanecía herido y
maniatado, sentado ene l suelo y apoyado
contra la pared. Los gritos de Selnich
fueron escuchados por sus subordinados.
El teniente coronel había recibido una
escupida en la cara. El agente de la CIA
Félix Rodríguez contó que la mañana
siguiente habló con el prisionero.
“Comandante Guevara, vengo a hablar
con usted”, le dijo. “Me miró desde el
suelo y me contestó en forma arrogante:
‘A mí no se me interroga’, ‘Comandante
no he venido a interrogarlo. Nuestras ideas
son distintas pero a usted lo admiro. Tuvo
categoría de jefe de Estado en Cuba y
ahora está aquí por sus ideales’. Me miró
en silencio durante más de un minuto. Al
comprobar que no quería burlarme de él,
me dijo: ‘¿Puedo sentarme y desatarme?’.
Ordené al soldado: ‘quítale las cuerdas al
comandante’, lo sentamos en un banquito
y empezamos a conversar”. Más tarde
debió informarle que sería fusilado. El Che
simplemente respondió: “No tendría que
haber caído con vida”. A las diez y media
de la mañana del 9 de octubre dio la orden
el Sargento Mario Terán: “Tírenle del
cuello hacia abajo, no le apunten a la
cabeza porque tiene que parecer que este
murió en combate”. Diez minutos después
sonaban los disparos y comenzaba la
última etapa de la leyenda del Che
Guevara.
Varios de los militares que fueron sus
enemigos en Bolivia se hicieron famosos
escribiendo libros sobre Guevara (los
generales Gary Prado, Mario Vargas
Salinas y Alfredo Saucedo) y muchos de
aquellos que estuvieron relacionados con
su captura y muerte fueron muriendo en
circunstancias violentas (Barrientos,
Ovando, Selnich, Joaquín Zenteno Anaya
y el mayor Saucedo). En Higueras, se
levantó un busto del comandante
guerrillero y para los campesinos de la
zona que paradójicamente, lo rechazaron
cuando intentó ganarlos para la guerrilla,
Guevara se ha convertido en una figura
sagrada.