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Era un domingo temprano cuando Enrique y yo llegamos a la playa el mar apareció ante

nosotros: sereno pero salvaje, con grandes olas alegres que rompían en la arena una y
otra vez, en una melodía de ritmo ancestral e hipnótico. A lo lejos, unos chicos jugaban
con un balón y gritaban «pásamela, aquí».

–Hemos llegado-me dijo Enrique.

–Aquí estamos-confirmé. Y sonreí«.

Organizamos la sombrilla de playa que llevamos y nos sentamos en la arena a ver a los
chicos jugar al `pasar unas horas nos unimos a los chicos en el juego pasamos un
momento muy agradable donde hicimos nuevas amistades, al enrique siempre le ah
gustado visitar la playa y cada vez que se puede vamos y pasamos un momento muy
agradable, nos gusta contemplar el hermoso paisaje de la playa y el sonido de las olas
nos relaja, y que decir del olor a mar es todo una terapia de relajación. Ya a las 6 nde la
tarde nos retornamos a casa esperando pronto volver a nuestro lugar favorito.

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