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Las vacaciones soñadas

Una noche desperté en un avión, de camino a las Islas Canarias, las cueles yo ansiaba por visitar
desde que era niño. Mis padres me prometieron que algún día haríamos todos juntos en familia y
disfrutaríamos de las hermosas vistas que nos ofrecería aquel lugar, sin embargo, mi padre y yo
meses antes de la fecha escogida para el viaje, escuchamos las peores noticias que un niño podría
escuchar como hijo y un hombre como esposo, mi madre había fallecido en un accidente
automovilístico.

Ese viaje era tan importante por el hecho de que un año antes de que falleciera mi madre, mi
padre no tuvo el salario suficiente para pagar unas vacaciones como esas por lo que cuando mi
padre pudo conseguir un mejor trabajo y empezar a ahorrar con el objetivo de viajar era como un
sueño hecho realidad.

El día del vuelo había llegado y yo estaba lo más nervioso que posiblemente un niño podía estar
y mi padre tan feliz como un adulto lo podía estar, todo estaba listo, el equipaje, los asientos, la
comida, el hospedaje, en pocas palabras nada podía salir mal, hasta cuando nos subimos en el
avión antes de despegar me tranquilizaban un poco las palabras del piloto al decir que el clima
estaba en las mejores condiciones para realizar el viaje y que todo saldría bien.

Aproximadamente a la mitad del viaje mi padre me dijo que mirara por la ventanilla de asiento
para apreciar la hermosa vista del océano atlántico y las islas que se alcanzaban a ver como
pequeños puntos sobresaliendo del océano, yo asombrado le señalaba a mi padre cada objeto que
alcanzaba a ver por mas diminuto que fuera, hice esto por al menos una hora hasta quedarme
dormido.

Eran las dos de la mañana cuando un zumbido extraño interrumpió mi sueño, al instante me di
cuenta que el ruido venia del exterior e inmediatamente levante la cortinilla de la ventana para ver
de qué se trataba, al abrir la ventana una luz cálida y brillante me destello los ojos y le dije a mi
padre:

—¡Padre mira por la ventana rápido! - le dije gritando y con lágrimas irresistibles en los ojos.

Mi padre inmediatamente despertó y me dijo en voz alta:

—¡Hijo eso es un incendio en el ala!


En ese momento toda la gente comenzó a gritar y abrir sus ventanillas para ver la desgracia que
se estaba viviendo.

Todo paso demasiado rápido, el avión comenzó a caer en picada hacia el océano,
afortunadamente el piloto tuvo la visión suficiente para darse cuenta que estábamos cerca de una
isla remota gracias a algunos destellos que se alcanzaban a ver en aquella tierra firme, sentíamos
como el avión intentaba levantar, pero fallaba al instante y volvía a caer.

No sentimos nada más hasta cuando desperté y sentía frio y dolor por todo mi cuerpo, apenas
logre abrir mis parpados pude ver mucho fuego por todo mi alrededor, alcanzaba a oír gente
dando gritos de agonía que me causaban temor absoluto, en ese momento yo solo quería saber si
mi padre estaba bien, cosa que descubrí hasta los veinte minutos gatear por lo que me parecía un
piso de arena, logre escuchar la voz de padre pidiendo ayuda y eso fue lo que me dio la fuerza
suficiente para levantarme y correr hacia donde se escuchaban aquellos gritos.

Logre sacar a mi padre que se encontraba debajo de una placa de metal gigante, los arrastre
hasta un árbol que se encontraba a unos cinco metros del ultimo pedazo de escombro e intente
hablarle, pero los intentos fueron en vano, mi padre no me contestaba y en ese momento yo
pensé que había perdido a mi padre, el dolor que sentí en ese momento era desgarrador y no me
quedo otra más que quedarme dormido a su lado de espaldas a la selva oscura y fría.

Cuando amaneció sentía un calor acogedor y el dolor de mi cuerpo había disminuido


notablemente y a lo lejos lograba escuchas la voz de mi padre conversando con alguien, en ese
momento me levanté al mismo tiempo que abría los ojos y vi como había un grupo de indígenas
que rodeaba la cama de hojas en la que me encontraba junto con otras dos personas aún se
entraban dormidas, pero claramente vivas, vi a mi padre mientras caminaba y corrí a abrazarlo con
una alegría y satisfacción inimaginable.

Después del reencuentro con mi padre nos sentamos a escuchar lo que los indígenas nos
intentaban explicar, sim embargo, a nuestros oídos ellos hablaban un idioma que incomprensible y
sin seguir ningún patrón, eso nos preocupó un poco por el hecho de que ellos eran los únicos que
nos podían ayudar.

Pasaron varios días recibiendo los cuidados de aquellas personas que afortunadamente nos
recibieron amablemente en sus cabañas y dándonos los alimentos necesarios para sobrevivir, una
mañana nos reunieron con los otros dos sobrevivientes que apenas se empezaban a recuperar del
accidente y nos mostraron las heridas de estas personas y nos daban a entender con señas que
todo estaría bien.

Esa misma noche una de las personas en recuperación despertó y nos habló con una voz que
apenas y podíamos escuchar, nos dijo la mejor noticia que en ese momento podíamos escuchar y
que sin dudas nos salvaría la vida, aquella persona era un doctor que estaba familiarizado con el
idioma que hablaban los nativos de aquella isla ya que todas las islas de ese recorrido hasta las
Islas Canarias hablaban dicho idioma y él lo había estudiado desde hace años, de inmediato mi
padre hizo entender a un indígena que se encontraba a unos metros de nosotros que acudiera con
el doctor y fue cuestión de unas horas que el doctor logro acordar con aquel indígena a que nos
ayudara a llegar a tierra firme para poder pedir ayuda y que nos rescataran.

Nos llevaron a los cuatro sobrevivientes a los barcos de madera que estas personas
construyeron con los materiales que tenían al alcance para viajar a tierra firme y conseguir
ayudarnos, viajamos unas cuatro horas hasta un pueblo que se encontraba en la costa de tierra
firme.

Al ver a lo lejos personas viendo como las personas en los muelles comenzaban a mover los
brazos para hacernos saber hacia dónde teníamos que ir nos llenó de felicidad y tranquilidad ya
que en ese momento supimos que estábamos a salvo.

Tan pronto llegamos contactaron a nuestras familias y fue cuestión de tiempo esperar a que un
helicóptero de recate llegara por nosotros y nos llevara a nuestro destino final en donde
descansaríamos y pensaríamos en que hacer para recuperarnos y seguir con el resto de nuestras
vidas.

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