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LOS MARINERITOS

En aquel verano, cuando la brisa caliente entraba a la sala, veíamos como el ventilador no
refrescaba el ambiente, buscábamos refugio en las horas más calurosas en los lugares más
frescos de la gran casa. Toto, un chico juguetón, disciplinado y muy alegre. Siempre en
compañía de su hermano Cuqui quien refleja ternura, aunque tiene un carácter muy fuerte,
el es muy decidido y seguro.

Nuestro pueblo es muy caluroso, a pesar de que en nuestro hogar existe un gran jardín con
muchos árboles, esos primeros días del verano todo transcurría con la normalidad de
siempre, con una rutina establecida para compartir con la familia, había techo, comida,
muchos besos y abrazos, la seguridad de tenernos siempre vigilados, por ello no teníamos
nada porque preocuparnos y esto nos causó aburrimiento y no sentíamos emoción a pesar
de tener todo.

Tras una visita donde el tío Lemur, quien le cuenta a los chicos lo divertido que pasó el fin
de semana junto a los abuelos en la casa de playa, como jugó con los cangrejos y lo
fantástico del paseo en lancha. Los chicos sintieron curiosidad y pidieron acompañarlo en el
próximo viaje.

Le dije a mis padres lo divertido que se escuchaba la aventura del tío y que quería realizar
ese viaje de aventura a la playa y conocer el mar, ya que ellos nunca habían conocido el
mar y sintieron la curiosidad.

Los chicos están entusiasmados con el viaje y les solicitan a los padres la autorización para
ir en compañía de su tío a la playa, los padres no acceden debido a que no confían en la
responsabilidad del tío, un joven extrovertido y un poco desordenado. El abuelo tiene
compromisos ese fin de semana y los chicos están inquietos. A pesar de todo deciden hacer
su viaje de aventura y se van sin autorización de los padres, aprovechando que ellos tenían
compromisos.

Una vez en la lancha el fuerte viento, levanta las olas y provoca el movimiento
zigzagueante de la lancha, el cual produjo nos causó temor y malestar. Ambos nos
abrazamos y tomamos valor ante la situación. El abuelo toma el control de la lancha y les
dice: “Que pasó con estos marineritos”.
Ya tranquilos porque confiaban en la pericia del abuelo, aprendieron que los problemas
siempre estarán en el camino y lo que se debe tener es una actitud positiva y confianza en
que todo estará bien. Los chicos aprendieron que la experiencia del abuelo le generaba
confianza y no sintieron más temor, al contrario, fueron aprendiendo a divertirse en el
ambiente marino.

Sus ojos se asomaban temerosos en el bordo del agujero, lentamente salía una pata y de
repente todo el cuerpo del rápido y audaz cangrejo que tenía la tarea de amasar bolitas de
arena. Nosotros les ladramos, los intentamos mordisquear y de repente a Cuqui le queda
guindando uno de ellos en la nariz, sacudió la cabeza y lanzó un grito de dolor. La abuela
corre y separa al iracundo animal.

Contemplando el atardecer junto a una gran fogata se abrazan los chicos y dicen: “que
hermoso el mar, tiene peligros, pero aprenderemos a vivir con ellos, de ahora en adelante
acompañaremos a los abuelos en sus viajes para aprender a ser unos buenos marinos”.

Toto y Cuqui pidieron disculpas a sus padres por ir con el tío sin permiso y les explicaron
que los abuelos los sorprendieron justo en el momento en que más los necesitaban.

A pesar de la rebeldía conocieron el mar y todo el mundo de aventuras que están


aprendiendo a conocer. Aprenderán con la guía y consejos de los abuelos y los padres,
quienes los acompañarán cuando tengan disposición.

De regreso a la rutuna diaria, en casa piden disculpas por el mar comportamiento y con ojos
brillantes y muchos lengüetazos abrazan a sus padres, agradecidos por la felicidad de estar
a su lado, así con travesuras y muchas veces desobediencias son los peluditos más
amorosos de la familia.

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