Está en la página 1de 1

La literatura y yo; parte uno

Primero fue el rechazo hacia los libros. Después aparecieron ciertos libros con muy escazo interés
puntuales, de hecho como antídoto para el aburrimiento unos días de gripe. Después vinieron los
libros de George Orwell, su granja y su año 1984... Lo intenté pero no pude hayar entretención allí.
Después de la provincia a la ciudad a penas sabía hablar, a penas sabía escribir, a penas sabía leer
por suerte sabía socializar. Así me hice amigo de los celícolas: hombres y mujeres ilustradas, de más
o menos mi edad del gusto de más o menos mi clase social. Capitalinos hasta la médula lo que es
igual a modernos hasta la médula, yo fascinado por esas luces. Ellos leían literatura y eso llamado
literatura me fascinó. Volví a mi provincia adicto a la modernidad para mi la literatura.
Descubrí que había una biblioteca municipal en San Felipe y me hice socio. Viernes a viernes
visitaba la biblioteca y sacaba y sacaba libros. Quizás con qué me distraía pero leía muy de a poco
con suerte un libro o dos a lo sumo mientras duraba el préstamo. Pero estaba leyendo literatura o
intento de literatura, y recuerdo que a partir de los relatos que me fascinaron o averiguando la vida
de tal o cual escritor se despertó mi deseo de escribir, de ser escritor, tener una vida de escritor.
Seguía sin saber escribir, a penas sabía leer, a penas sabía hablar. No sabía escribir, recuerdo que
intenté escribir un relato y no me salió, como quien intenta andar en bicicleta y no sabe y no da ni
siquiera una rueda la bicicleta antes de poner los pies al suelo para evitar caerse. Cierto es que lo
intenté poco, pero tampoco tenía mucho tiempo para intentar escribir un cuento antes que se acabara
el plazo. Mi caligrafía en ese tiempo era horrenda, no llevaba un diario de vida y así de simple no
escribía. Tal vez para una evaluación de lenguaje y comunicación pero eran cinco o siete líneas. La
vez que tuve que escribir un ensayo o responder una pregunta abierta en extenso con suerte obtuve
la nota mínima. Sabía hacer mi firma, que era más un dibujo que palabras y con eso me bastaba.
A penas sabía leer porque si bien empecé a leer y leer los libros de la biblioteca de San Felipe y
unos que otros que me regalaba mi madre dudo ciertamente que comprendiera lo que esas páginas
decían. Sí, algo muy somero y general he de haber entendido; y sin lugar a dudas algunas imágenes
escritas magistralmente por Borges se me grabaron desde la primera lectura pero comprendía
pocazo de lo que leía.
Y en ese entonces hablaba muy poco por lo muy tímido que era. Considerando que hace un mes
aprendí que mi lenguaje que faculta mi habla le puedo otorgar determinada intención comunicativa,
hace quince años, pff, poco y nada. Un lenguaje mínimo de sobrevivencia lo más probable.
Continuará…

También podría gustarte