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¿Qué es la leucemia mieloide crónica?

La leucemia es un cáncer que se origina en las células productoras de sangre de la médula ósea. Cuando una de
estas células cambia y se convierte en una célula de leucemia, ya no madura de la manera que debería. A
menudo, se divide para formar nuevas células más rápido de lo normal. Además, las células leucémicas no
mueren cuando deberían hacerlo, sino que se acumulan en la médula ósea y desplazan a las células normales.
En algún momento, las células de leucemia salen de la médula ósea y entran al torrente sanguíneo, causando a
menudo un aumento en el número de glóbulos blancos en la sangre. Una vez en la sangre, las células
leucémicas pueden propagarse a otros órganos, en donde pueden evitar el funcionamiento adecuado de otras
células corporales.
La leucemia mieloide aguda también se conoce como leucemia mielocítica aguda, leucemia mielógena
aguda, leucemia granulocítica aguda o leucemia no linfocítica aguda. La leucemia mieloide crónica es una
enfermedad de progresión lenta en la que las células que normalmente se convertirían en los tipos de glóbulos
blancos (leucocitos) llamados neutrófilos, basófilos, eosinófilos y monocitos se vuelven cancerosas y
reemplazan a las células normales de la médula ósea. En la leucemia mieloide crónica, la mayoría de las células
leucémicas provienen de la médula ósea, pero algunas se producen en el bazo y en el hígado.
La enfermedad tiene tres fases
• Fase crónica: un periodo inicial que puede durar 5 o 6 años, durante el cual la enfermedad
progresa muy lentamente.
• Fase acelerada: la enfermedad comienza a progresar más rápidamente, los tratamientos son
menos eficaces y los síntomas empeoran.
• Fase blástica: aparecen células leucémicas inmaduras (blastos) y la enfermedad empeora, con
complicaciones tales como infecciones graves y sangrado excesivo.
Síntomas
Al inicio, en su fase crónica, la leucemia mieloide crónica es asintomática. Sin embargo, algunas personas se
sienten cansadas y débiles, pierden el apetito, bajan de peso, tienen sudoración nocturna, y sensación de
plenitud abdominal, generalmente como consecuencia del aumento de tamaño del bazo. Otros síntomas
incluyen dolores en las articulaciones, zumbidos en los oídos, estupor y prurito.
A medida que la enfermedad avanza hacia la fase blástica, el paciente empeora debido a la incapacidad de la
médula ósea para producir suficientes células sanguíneas normales.
• La fiebre y la sudoración excesiva pueden indicar una infección, que puede ser consecuencia de un
número demasiado bajo de glóbulos blancos normales.
• Debilidad, fatiga y palidez, que pueden ser consecuencia de un número insuficiente de glóbulos rojos
(anemia). Algunas personas pueden presentar dificultad respiratoria, taquicardia o dolor torácico.
• Tendencia a presentar hematomas y sangrados, a veces en forma de hemorragia nasal o sangrado de las
encías, que puede ser consecuencia de un déficit en el número de plaquetas (trombocitopenia). En
algunos casos, las personas pueden sangrar en el interior de su cerebro o su abdomen.
Etiología
• Exposición a productos químicos: Al igual que en la LAL, la exposición a productos químicos
como el benceno puede aumentar el riesgo de LAM.
• Radiación previa: La radiación previa, especialmente en altas dosis, puede aumentar el riesgo
de desarrollar LAM.
• Tabaquismo: Fumar tabaco ha sido asociado con un mayor riesgo de desarrollar LAM.
• Trastornos genéticos: Algunos trastornos genéticos, como el síndrome de Down y la
neurofibromatosis tipo 1, pueden aumentar el riesgo de LAM.
Pruebas diagnosticas
El diagnóstico de la leucemia aguda se realiza mediante una serie de pruebas y análisis. Algunos de los
métodos utilizados incluyen:
• Análisis de sangre: Se realiza un análisis de sangre completo para evaluar los niveles de
glóbulos blancos, glóbulos rojos y plaquetas. También se pueden realizar pruebas específicas
para detectar la presencia de células leucémicas en la sangre.
• Biopsia de médula ósea: Se extrae una muestra de médula ósea mediante una punción en el
hueso para analizarla bajo el microscopio y determinar si hay presencia de células leucémicas.
• Citogenética: Se realiza un análisis genético para evaluar las alteraciones cromosómicas en las
células leucémicas. Esto puede ayudar a determinar el pronóstico y guiar el tratamiento.
• Inmunofenotipaje: Se utiliza para identificar los tipos de células leucémicas presentes en la
médula ósea o en la sangre, lo que ayuda a clasificar el tipo de leucemia.
• Pruebas moleculares: Se pueden realizar pruebas moleculares para detectar alteraciones
genéticas específicas en las células leucémicas, lo que puede tener implicaciones en el pronóstico
y en las opciones de tratamiento.
Tratamiento
El tratamiento para la leucemia mieloide crónica (LMC) puede variar según el estadio de la enfermedad
y la respuesta del paciente al tratamiento. Algunas opciones de tratamiento comunes incluyen:

1. Inhibidores de la tirosina quinasa (ITK): Estos medicamentos, como el imatinib, el dasatinib y el


nilotinib, son la terapia de primera línea para la LMC. Actúan bloqueando la actividad de la enzima
tirosina quinasa BCR-ABL, que es responsable del crecimiento descontrolado de las células
cancerosas en la LMC.
2. Trasplante de médula ósea: En algunos casos, especialmente en pacientes jóvenes y en estadios
avanzados de la enfermedad, puede considerarse un trasplante de médula ósea. Esto implica
reemplazar la médula ósea afectada por células madre sanas de un donante compatible.
3. Terapia dirigida: Además de los ITK, otros medicamentos dirigidos pueden usarse en casos de
resistencia o intolerancia a los ITK. Ejemplos incluyen el bosutinib, el ponatinib y el radotinib.
4. Quimioterapia: Aunque menos común en la LMC, la quimioterapia puede usarse en casos de
resistencia a los ITK o como parte del tratamiento previo al trasplante de médula ósea.
5. Terapia de interferón: El interferón alfa es un medicamento que se ha utilizado durante muchos
años en el tratamiento de la LMC. Puede ser utilizado como terapia inicial o en combinación con
otros tratamientos.

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