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TRABAJO FINAL INTEGRADOR – ISFD 39 – Profesorado de Historia

PERSPECTIVA FILOSÓFICO – PEDAGÓGICA II

Profesora: Maia Shapochnik

Alumna: Micaela Verrecchia

En el siguiente trabajo integrador analizaré y relacionaré los tres ejes vistos


en esta materia: la despatriarcalización del conocimiento, la descolonización del
conocimiento y la desinstitucionalización del conocimiento.

Comenzaré expresando lo siguiente, que quizás resulte una obviedad: los


tres ejes están completamente relacionados entre sí, y deben estarlo. Desde mi
postura, si decidimos enseñar historia a adolescentes, debemos llevar la intención
puesta en enseñar los períodos históricos con sus contradicciones, guerras y
desigualdades y apropiarnos del contenido, enseñándolo con una propuesta
pedagógica problematizadora de los hechos puestos en la currícula. Sin la
búsqueda del “por qué” en nuestra área, las Ciencias Sociales, nos limitamos a
estancarnos en manuales de texto y perdemos la excelente oportunidad de
hacerle ver a nuestros alumnos que los acontecimientos históricos y sociales de
tales manuales moldean la forma de vida que ellos, y todos nosotros, transitamos.
Debemos exigir y enseñar la historia, tanto desde la mirada a la currícula como
pedagógicamente, con una perspectiva interseccional. Citaré un extracto de la
revista “INCLUSIVE” de la página del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos
de argentina.gob.ar para ir encuadrando mi punto:

“Una política pública tiene la posibilidad de reproducir desigualdades o


abonar a superarlas. Para ello debe tomar el desafío de comprender cuáles son
las necesidades y deseos de las poblaciones a las que se dirige, advirtiendo que
es la conjunción de cuestiones de género, etnia, clase social, edad y pertenencia
geográfica la que genera un entramado de discriminaciones y violencias.”

Esta mirada, que conocemos como interseccional, es la que permite


visibilizar todos los sistemas de dominación y, por lo tanto, las opresiones por las
que están atravesadxs lxs sujetxs. De esta manera, no se trata ni alcanza con
incorporar una perspectiva de género aislada de las diferencias étnicas o de clase,
sino que es preciso integrar y agudizar estas miradas para comprender las
repercusiones específicas que estas opresiones tienen en la vida de las
personas.”

Ahora sí, comenzaré propiamente con los ejes.

Descolonizar el conocimiento

Debemos reconocernos como sujetos y no como personas individuales


ajenas si queremos entender la dinámica del curso que nos llegue a tocar. Si yo
únicamente me posiciono en mi trayectoria escolar, de becada en un colegio
privado de un barrio residencial de zona norte, dudo que pueda meterme de lleno
en lo que el curso requiera, o requiera de mí y de mi materia. Partiendo de esa
base, reconocernos como sujetos colectivos en esta sociedad es fundamental
para el eje de descolonizar el conocimiento.

Rita Segato en “Ejes argumentales de la perspectiva de la colonialidad del


poder en La crítica de la colonialidad en ocho ensayos.” pone en manifiesto la
herencia colonial que nos ha dejado la historia desde la Conquista de América
hasta el día de la fecha. Hay algo que es común para todo habitante de nuestra
nación: la hegemonía del ciudadano argentino está basada en la búsqueda de
identidad nacional de las élites criollas en el siglo XIX: “(...) se trata de una
conciencia “autodeclarada ‘mestiza’ cuando desea defender sus posesiones
nacionales frente al otro metropolitano y pretendidamente ‘blanca’ cuando quiere
diferenciarse de aquellos a quienes despoja en esos territorios” (Segato 2007-b:
156). ¿No suena esto bastante común al discurso general del argentino versus el
mundo? Si no buscamos profundamente, parece ser que la historia de los países
latinoamericanos, y especialmente de Argentina, comienza con el Virreinato del
Río de La Plata y el Virreinato del Perú. Ese es el imaginario popular que tenemos.
El guaraní, el mapuche, el sobreviviente al genocidio de La Conquista no parece
ser parte de nuestra historia, y si lo es, es simplemente una “consecuencia” de
ella. Hemos sido alienados de nuestra colectividad previa a la llegada de los
españoles y nosotros mismos hemos sido reproductores de esa identidad.

Desde cómo enseñamos historia, debemos hacer hincapié en que la


américa “precolombina” tenía sus propias estructuras, su propio lenguaje, su
sociedad, que de forma marginalizada sigue luchando hoy en día por su derecho
al territorio. Darnos cuenta que la comunidad mapuche ha nacido en nuestra tierra
como nosotros, y pensarnos no solo como argentinos, sino como
latinoamericanos. Entender la cuestión racial como construcción de políticas de
identidad, y no de alteridad, es fundamental para nuestro rol pedagógico. Hay
diferencias de vivencias, de contextos, de historias entre un grupo de una escuela
secundaria. Reafirmar esas diferencias y las diferentes identidades dan voz a los
callados, a la alteridad, a los alienados. Debemos, una vez hecho el diagnóstico
del grupo, convocar a una revisión de la historia de los vencidos; no de los
vencedores y de una historia fáctica y eurocentrista. La diversidad que exponemos
sin prejuicios en nuestra materia no debe ser ajena a nuestras prácticas
pedagógicas.

Despatriarcalizar el conocimiento

Como expresé al principio, todos los ejes están conectados si adoptamos


una mirada interseccional. Rita Segato cita a Quijano al hablar de colonialidad y
patriarcado:

“En adelante, el lugar de las mujeres, muy en especial el de las mujeres de


las razas inferiores, quedó estereotipado junto con el resto de los cuerpos, y tanto
más inferiores fueran sus razas, tanto más cerca de la naturaleza o directamente,
como en el caso de las esclavas negras, dentro de la naturaleza.”

El patriarcado es el sistema de dominación hacia las mujeres por debajo de


los hombres. El Colectivo de La Revuelta remarca cómo se ha omitido el rol de la
mujer a lo largo de la historia; en un momento explican que parece ser que no
habían mujeres en la prehistoria. Lamentablemente no hay muchos avances en la
despatriarcalización del conocimiento, ni en las Ciencias Sociales ni en la vida
misma. En los manuales de historia tenemos los grandes acontecimientos
descritos desde el mundo del hombre, y si tenemos suerte, un apartado con un
cuadrito de “las mujeres en la historia”. Casi como una obligación políticamente
correcta de hacernos ver que existíamos. Traigo aquí una pequeña anécdota: el
año pasado, una compañera de trabajo me preguntó si conocía mujeres
importantes de la historia argentina, que ella estaba estudiando el profesorado de
primaria y debía hacer un trabajo para la materia de ESI sobre las mujeres en las
guerras de la independencia. Me sorprendió que solo le pude mencionar a Juana
Azurduy y sin mucho contexto de sus logros.

Debería mencionar que, si, se han hecho avances para que la voz de la
mujer sea escuchada, pero también está en a qué mujer vamos a escuchar. De la
misma forma de la raza como instrumento de dominación de Occidente, el
feminismo liberal, blanco y eurocentrista es la hegemonía de la voz de las
mujeres. Es el menos problematizante, es el que resulta más cómodo de oír.
Chandra Talpade Mohanty, en su texto “Bajo los ojos de occidente. Academia
Feminista y discurso colonial” hace la siguiente aclaración:

“Quisiera sugerir que los escritos feministas que aquí analizo colonizan
de forma discursiva las heterogeneidades materiales e históricas de las vidas de
las mujeres en el tercer mundo, y por tanto producen/representan un compuesto
singular, la “mujer del tercer mundo”, una imagen que parece construida de forma
arbitraria pero que lleva consigo la firma legitimadora del discurso humanista de
Occidente”

Nuevamente encontramos una diferencia de subjetividades y de identidades


entre la construcción de una definición de Mujer dada por los medios masivos, la
Mujer que ellos quieren representar (y cuando digo “ellos”, me refiero a varones) y
las mujeres como sujetos reales, materiales, con su propia historia colectiva. Esta
última ya no es tan cómoda ni tan agradable de debatir: el supuesto de mujeres
del tercer mundo arraiga a otra cultura y otras entidades cuyos conflictos por su
sexo al nacer nacen de economías devastadas y discriminaciones raciales.

Nuestras prácticas pedagógicas deben tener perspectiva de género. El


Colectivo de La Revuelta nos dice que la escuela es el lugar donde se aprende a
ser varón y a ser mujer. Podemos usar eso a nuestra ventaja. Enseñando una
historia que incluya a las mujeres, que las visibilice, que discutamos el horror
sufrido, por ejemplo, de las secuestradas y desaparecidas en la dictadura de 1976,
de madres y abuelas de plaza de mayo, repensamos a la Mujer como otredad y la
podemos transformar en un sujeto real y político, dando un espacio a nuestras
futuras alumnas mujeres de verse a ellas mismas en el pasado, su propia historia
también, y que la identificación no se tenga que buscar en alguna serie de
televisión, sino que sea otorgada hacia ellas desde la escuela.

Desinstitucionalizar el conocimiento

La escuela como institución disciplinaria ya ha sido analizada por Foucault y


Deleze. Lewkowicz, en Pedagogía del aburrido (capítulo 1) retoma los conceptos
de estos pensadores haciendo énfasis en la escuela. Expone cómo la educación,
envuelta en el ámbito institucional, está completamente vinculada con la utilización
de la fuerza de trabajo intelectual por parte de la sociedad para sus propios fines.
La sociedad busca que el niño, en la institución escolar, se transforme, o mejor
dicho se produzca, en un individuo que pueda ser un empleado útil para lo que la
sociedad requiere de él. Jean Claude Michéa critica la pérdida de relación entre la
escolarización formal y los resultados en términos de producción de sujetos
críticos. Los rasgos de la escuela - estado se han prolongado en el tiempo.

Entonces, bajo una institucionalidad omnipresente, una tarea manual que


muchas veces nos harán hacer a nosotros como futuros docentes, con
predominancia de la fuerte disciplina en vez del contenido académico o la
construcción del pensamiento crítico, será moldear al alumno al banco y a la silla y
simplemente hacer que copie. Que justamente es lo que muchos de nosotros,
estudiantes de ciencias sociales, no deseamos que suceda. Sinceramente, no
encuentro una gran solución a este problema desde las generalidades y sin
meternos en aprieto con el aparato directivo y escolar. Sin embargo, en nuestras
prácticas pedagógicas, sí podemos actuar desde las particularidades. Podemos
conocer al alumno y que, al menos, para nosotros no sea un número más de los
que tienen que aprobar la materia sí o sí. Que el alumno sienta que, al menos
desde nuestro lado, no es un número más tampoco, invitar a explorar sus propias
particularidades y seguir problematizando los contenidos y el contexto.
Probablemente ya hayan relacionado la estructura de la escuela con una cárcel; al
menos démosle voz para que lo expresen.

Concluyendo, quería retomar este último párrafo con mi experiencia


escolar. Fui a un colegio privado de San Isidro, laico, orientado en humanidades.
La estructura de mi colegio era bastante parecida a un hospital: todas las paredes
pintadas de blanco o ladrillos, muchas rejas, sin patio y algunas aulas sin
ventanas. Sin embargo, mi verdadero encierro estaba en mi familia, y el colegio (y
más que nada mis profesoras de literatura, historia y sociología) me dió mucha
libertad, a pesar de estar encerrada en cuatro paredes. Las profesoras nos
incentivaron a construir nuestro propio pensamiento crítico, y eso fue lo primero
que me hizo sentir poderosa en mi vida. Mi opinión sobre un libro de Roberto Arlt
importaba, y sobre el existencialismo también. Afuera del colegio estaba
condicionada por muchas partes al encierro, pero allí fui libre. Siempre aspiro a
eso; quizás nuestros alumnos puedan estar atravesando un infierno afuera de la
escuela, pero dentro del aula, deben sentirse importantes, personas que valen,
cuyos derechos no deben ser vulnerados y, si es en ese caso, actuar al respecto.
Ernesto Guevara dijo “hay que endurecerse sin perder jamás la ternura” y creo
que esa bellísima frase resume mi propia creencia sobre lo que debe ser el rol
docente, o por lo menos, mis prácticas pedagógicas.

ENLACES:

https://www.argentina.gob.ar/inadi/revista-inclusive/genero-e-interseccionalidad-en-las-
politicas-de-empleo

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