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TEMA

LA CAPACIDAD DE LA PERSONA FÍSICA

2022-2023

DISCAPACIDAD

La situación de discapacidad tiene lugar cuando una persona padece algún


tipo de enfermedad física, psíquica o sensorial que incide en alguna medida
en sus facultades físicas o psíquicas. En principio, la discapacidad no afecta,
o no tiene por qué afectar, a la capacidad de la persona para formar su
voluntad de forma adecuada.

La regulación de esta materia ha sido modificada por la Ley 8/2021, de 2 de


junio, por la que se reforma la legislación civil y procesal para el apoyo a las
personas con discapacidad en el ejercicio de su capacidad jurídica, en vigor
a partir del 3 de septiembre de 2021. Con esta Ley se ha querido adecuar
nuestro Derecho a la Convención de Nueva York, de 13 de diciembre de
2006, ratificada por España el 23 de noviembre de 2007, sobre los derechos
de las personas con discapacidad.

La nueva regulación no se aplica a los menores de edad, o lo que es lo mismo,


se dirige únicamente a las personas adultas con discapacidad. La regulación
de las medidas de apoyo a las personas con discapacidad es aplicable a las
personas mayores de edad y a los menores emancipados.

CAPACIDAD JURÍDICA Y CAPACIDAD DE OBRAR

Hasta ahora al tratar la materia de la capacidad de las personas se distinguían


los conceptos de capacidad jurídica y capacidad de obrar. La capacidad
jurídica es la aptitud para ser titular de derechos y de obligaciones, la
tenemos todos por el hecho de ser persona y es igual para todos. La capacidad

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de obrar es la posibilidad de ejercitar por uno mismo los derechos y
obligaciones de los que se es titular.

La nueva regulación sigue empleando el concepto de capacidad jurídica para


referirse a la titularidad de derechos, y se emplea la expresión ejercicio de la
capacidad jurídica para referirse a las concretas actuaciones que la persona
puede llevar a cabo en ejercicio de los derechos de que es titular.

La nueva regulación prescinde de la distinción tradicional entre capacidad


jurídica y capacidad de obrar y utiliza para referirse tanto a la titularidad de
los derechos como a su facultad para ejercitarlos el término capacidad
jurídica o, simplemente, capacidad, tal y como hace el artículo 12 de la
Convención.

Esto se traduce en considerar que todas las personas –también las personas
discapacitadas- tienen la misma capacidad jurídica y la misma capacidad de
obrar, sin perjuicio de que puedan necesitar ayuda o apoyo para el ejercicio
de sus derechos.

Toda persona, por el hecho de serlo, es capaz de obrar, y si requiere apoyos


para ejercitar sus derechos en función de su discapacidad física o intelectual
han de serle proporcionados a través de alguna de las medidas previstas por
el nuevo Título XI del CC, entre las que se reconocen y regulan tanto las
situaciones de apoyo informal, como las medidas judicialmente acordadas.
En la nueva regulación no existe declaración judicial al respecto de la
capacidad de obrar de la persona y desaparecen las causas de incapacitación
o modificación judicial de la capacidad (recogidas en el texto anterior de los
artículos 199 y 200 del CC).

En la regulación anterior la persona con discapacidad física o intelectual


podía verse privada o limitada en su capacidad de obrar en virtud de una
sentencia judicial si dicha circunstancia le impedía “gobernarse por sí

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misma”. La Ley 8/2021 constituye el paso decisivo en la adecuación de
nuestro ordenamiento jurídico a la Convención de Nueva York, pues, el
nuevo régimen de capacidad de las personas mayores de edad ya no parte de
la incapacitación de la persona con discapacidad, ni de la modificación de su
capacidad, ya que ésta resulta inherente a la condición de persona humana y,
por ello, no puede modificarse. Ya no se habla de incapacitados ni personas
con capacidad judicialmente modificada, sino “personas con discapacidad
con medidas de apoyo para el ejercicio de su capacidad jurídica” (artículo
7.19 de la Ley 8/2021). La idea central del nuevo sistema es la de apoyo a la
persona que lo precise, partiendo de la idea central de que las personas con
discapacidad no son solo titulares de derechos fundamentales –lo cual ya se
reconocía en el sistema derogado- sino también titulares del derecho a la
toma de sus propias decisiones y, como regla general, legitimados para
realizar en nombre propio los actos necesarios para llevarlas a cabo.

El reconocimiento de la capacidad jurídica de las personas con discapacidad


en las mismas condiciones que los demás implica que estas mismas personas
serán también responsables de sus actos en las mismas condiciones que los
demás; así, por ejemplo, su capacidad de contratar implicará que si
incumplen el contrato quedan sometidos a todas las consecuencias derivadas
del incumplimiento.

NUEVAS MEDIDAS DE APOYO A LAS PERSONAS CON


DISCAPACIDAD PARA EL EJERCICIO DE SU CAPACIDAD
JURÍDICA

La nueva regulación trata de restringir al máximo posible las situaciones de


sustitución de la persona con discapacidad por otra que actúa por ella sin
contar con su voluntad. En consecuencia, el apoyo no se configura, con
carácter general, como representativo; más bien al contrario, la
representación será excepcional. Incluso en los casos de representación no

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se prevé una actuación por parte del titular del apoyo sustitutiva de la
voluntad del representado. Esto es así porque, en este tipo de situaciones, el
representante siempre ha de actuar de conformidad con la voluntad, deseos
y preferencias de la persona con discapacidad y si la persona no está en
condiciones de manifestar su voluntad, el titular del apoyo no puede, en
ningún caso, decidir por ella, muy al contrario, estará obligado a hacer un
esfuerzo considerable a fin de determinar la decisión que hubiera tomado la
persona con discapacidad sino hubiera requerido representación, teniendo
para ello en cuenta los factores que esa misma persona habría tomado en
consideración.

Se pasa de un sistema en el que predomina la sustitución en la toma de


decisiones que afectan a las personas con discapacidad, a través de una
representación legal de las mismas (la tutela), a un sistema basado en el
respeto a la voluntad de dichas personas, a quienes corresponde tomar sus
propias decisiones, aunque necesiten para ello de alguna ayuda o medidas de
apoyo, siempre que el mismo sea imprescindible.

Por lo tanto, por lo que se refiere al modo de actuar, el artículo 249.2 del CC
sienta como criterio general que “las personas que presten apoyo deberán
actuar atendiendo a la voluntad, deseos y preferencias de quien lo requiera”.
Ello será posible en los casos en que pueda conocerse esa voluntad (no, por
ejemplo, cuando desde el nacimiento la persona esté afectada por una
discapacidad que afecte de un modo total a sus capacidades cognitivas).

Con todo, es difícil desconocer que pueden llegar a darse situaciones límite
donde no sea posible ningún tipo de reconstrucción de la voluntad del
representado, porque desde su nacimiento esta persona padece una
enfermedad que le impide cualquier toma de conciencia y voluntad, en este
tipo de casos parece inevitable la actuación sustitutiva del representante, pero
se tratará de situaciones absolutamente extraordinarias.

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Igualmente, la exigencia recogida en el artículo 249 del CC acerca de que las
personas que presten apoyo “fomentarán que la persona con discapacidad
pueda ejercer su capacidad jurídica con menos apoyo en el futuro” tiene
sentido en aquellos casos en los que la discapacidad sea susceptible de
evolucionar a una situación de mayor autonomía de la persona, pero no
cuando se mantenga estable o progrese hacia una discapacidad intelectual o
psíquica en un grado cada vez mayor.

CLASES DE MEDIDAS DE APOYO

Ahora, en el nuevo sistema, las medidas de apoyo no requieren de una


declaración de capacidad o de falta de capacidad.

Según el artículo 250.1 del CC las clases de medidas de apoyo para el


ejercicio de la capacidad jurídica de las personas con discapacidad son,
además de las de naturaleza voluntaria, la guarda de hecho, la curatela y el
defensor judicial.

MEDIDAS DE APOYO DE NATURALEZA VOLUNTARIA

En el nuevo esquema legal adquieren un singular protagonismo las medidas


voluntarias, es decir, aquellas establecidas por la persona con discapacidad a
través de las cuales designa quien debe prestarle apoyo y con qué alcance.

Cualquier persona mayor de edad o menor emancipada en previsión o


apreciación de la concurrencia de circunstancias futuras que puedan
dificultarle el ejercicio de su capacidad jurídica en igualdad de condiciones
con las demás, podrá prever o acordar en escritura pública medidas de apoyo
relativas a su persona o bienes (artículo 250.3 y 255.1 del CC).

En relación con el contenido de las medidas de apoyo, en las medidas


voluntarias de apoyo habrá que estar a lo dispuesto por la persona en
previsión de su discapacidad (artículo 255 del CC: ámbito personal o
patrimonial, alcance de las facultades, forma de ejercicio, etc).
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MEDIDAS JUDICIALES

Las medidas judiciales son la curatela y el defensor judicial. Son medidas


“formales” adoptadas por la autoridad judicial.

Rige el principio de “subsidiariedad de la intervención judicial en las


situaciones de discapacidad”. Solo en defecto o por insuficiencia de estas
medidas de naturaleza voluntaria, y a falta de guarda de hecho que suponga
apoyo suficiente, puede la autoridad judicial adoptar otras supletorias o
complementarias. Si la guarda de hecho que viniera ejerciéndose es
suficiente, no procede el establecimiento de otras medidas (artículo 255 in
fine del CC).

También rige el principio de “flexibilidad en el régimen de su modificación”.


Todas las medidas de apoyo adoptadas judicialmente son revisadas
periódicamente en un plazo máximo de tres años o, en casos excepcionales,
de hasta seis. En todo caso, pueden ser revisadas ante cualquier cambio en la
situación de la persona que pueda requerir su modificación (artículo 268.2
del CC).

CURATELA

Eliminada la tutela (y la patria potestad prorrogada o rehabilitada) como


medida de apoyo para las personas discapacitadas, la curatela pasa a ser la
figura principal. Es un apoyo que se aplicará a quienes precisen el apoyo de
modo continuado (artículo 250.5 del CC), pero solo si es necesario porque
no existe un apoyo voluntario o una guarda de hecho (artículo 269.1 del CC).

La curatela es para los apoyos permanentes y el defensor judicial para los


apoyos puntuales. La característica más importante de la nueva curatela es
su carácter flexible. Como regla general la curatela será asistencial.
Siguiendo la lógica expuesta, solo excepcionalmente la curatela será
representativa. Todavía más excepcional será el caso en el que la

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representación sea plena, supuesto en el que, la representación no puede ser
sustitutiva de la voluntad de la persona con discapacidad en la medida en que
el representante curador ha de actuar de conformidad con la voluntad, deseos
y preferencias de la persona representada. Solo cuando esto sea
absolutamente imposible habremos de reconocer que existe un resquicio para
la representación sustitutiva si bien ha de ser la “última ratio”. Por
consiguiente, antes de tomar cualquier decisión sustitutiva el titular del
apoyo ha de hacer un esfuerzo considerable para interpretar la voluntad,
deseos y preferencias de la persona a la que presta dicho apoyo a fin de
decidir conforme al criterio de ésta.

Aunque el juez no debe llevar a cabo un pronunciamiento formal sobre la


capacidad de la persona, sí deberá realizar un juicio sobre su capacidad a
efectos de valorar como incide la discapacidad en su vida y en qué medida
precisa un apoyo y para qué actuaciones (artículos 250.5 y 269.2 del CC). La
extensión de la curatela vendrá determinada en la correspondiente resolución
judicial en armonía con la situación y circunstancias de la persona con
discapacidad y con sus necesidades de apoyo (artículo 250.5). La autoridad
judicial determinará los actos para los que la persona requiere asistencia del
curador en el ejercicio de su capacidad jurídica atendiendo a sus concretas
necesidades de apoyo (artículo 269.2 del CC).

Si existe una medida judicial de apoyo, el juez habrá determinado en su


resolución los actos para los que la persona requiera asistencia del curador
o, excepcionalmente, su representación. El artículo 269, párrafos 2 a 4, del
CC establece que “La autoridad judicial determinará los actos para los que
la persona requiere asistencia del curador en el ejercicio de su capacidad
jurídica atendiendo a sus concretas necesidades de apoyo. Solo en los casos
excepcionales en los que resulte imprescindible por las circunstancias de la
persona con discapacidad, la autoridad judicial determinará en resolución

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motivada los actos concretos en los que el curador habrá de asumir la
representación de la persona con discapacidad. Los actos en los que el
curador deba prestar el apoyo deberán fijarse de manera precisa, indicando,
en su caso, cuales son aquellos donde debe ejercer la representación”.

Cuando el curador ejerza funciones representativas, el juez puede determinar


que para determinados actos deberá solicitar autorización judicial, con el fin
de comprobar la necesidad del acto, y el artículo 287 del CC incluye una
enumeración de actos personales o patrimoniales que considera de mayor
trascendencia y que siempre van a requerir autorización del juez.

El artículo 287 del CC dispone que “El curador que ejerza funciones de
representación de la persona que precisa el apoyo necesita autorización
judicial para los actos que determine la resolución y, en todo caso, para los
siguientes:

1) Realizar actos de trascendencia personal o familiar cuando la persona


afectada no pueda hacerlo por sí misma.
2) Enajenar o gravar bienes inmuebles, establecimientos mercantiles o
industriales, bienes o derechos de especial significado personal o
familiar, bienes muebles de extraordinario valor, objetos preciosos.
3) Disponer a título gratuito de bienes o derechos de la persona con
medidas de apoyo, salvo los que tengan escasa relevancia económica.
4) Renunciar derechos.
5) Aceptar sin beneficio de inventario cualquier herencia o repudiar esta.

¿Qué significa aceptar la herencia con beneficio de inventario? La aceptación


de herencia a beneficio de inventario es la opción que tiene el heredero de
aceptar sin comprometer el patrimonio personal. Este derecho permite que
todas las deudas se cancelen con el patrimonio a heredar.

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6) Hacer gastos extraordinarios en los bienes de la persona a la que presta
apoyo.
7) Interponer demanda en nombre de la persona a la que presta apoyo,
salvo en los asuntos urgentes o de escasa cuantía.
8) Dar y tomar dinero a préstamo.
9) Celebrar contratos de seguro de vida, renta vitalicia y otros análogos,
cuando estos requieran de inversiones o aportaciones de cuantía
extraordinaria”.

Los contratos celebrados sin autorización judicial por los curadores con
facultades de representación cuando fuera precisa podrán ser rescindidos
siempre que las personas a quienes representen hayan sufrido lesión en más
de la cuarta parte del valor de las cosas que hubiesen sido objeto de aquellos
(artículo 1.291.1 del CC).

La excepcionalidad de la curatela representativa no impedirá que un número


muy importante de personas discapacitadas necesite de una representación
legal, es decir, de una curatela representativa, para muchas de sus
actividades, cuando no a todas. Resulta obvio. Quien albergue dudas al
respecto podrá visitar centros hospitalarios y residencias de ancianos para
disiparlas.

El artículo 276 del CC dispone que “La autoridad judicial nombrará curador
a quien haya sido propuesto para su nombramiento por la persona que precise
apoyo o por la persona en quien esta hubiera delegado (…). En defecto de
tal propuesta, la autoridad judicial nombrará curador:

1.º Al cónyuge, o a quien se encuentre en una situación de hecho asimilable,


siempre que convivan con la persona que precisa el apoyo.

2.º Al hijo o descendiente. Si fueran varios, será preferido el que de ellos


conviva con la persona que precisa el apoyo.

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3.º Al progenitor o, en su defecto, ascendiente. Si fueren varios, será
preferido el que de ellos conviva con la persona que precisa el apoyo.

4.º A la persona o personas que el cónyuge o la pareja conviviente o los


progenitores hubieran dispuesto en testamento o documento público.

5.º A quien estuviera actuando como guardador de hecho.

6.º Al hermano, pariente o allegado que conviva con la persona que precisa
la curatela.

7.º A una persona jurídica en la que concurran las condiciones indicadas en


el párrafo segundo del apartado 1 del artículo anterior.

La autoridad judicial podrá alterar el orden del apartado anterior, una vez
oída la persona que precise apoyo”.

El curador tomará posesión de su cargo ante el Letrado de la Administración


de Justicia.

DEFENSOR JUDICIAL

El nombramiento de defensor judicial como medida formal de apoyo procede


cuando la necesidad de apoyo se precise de forma ocasional, aunque sea
recurrente. También cuando, por cualquier causa, quien haya de prestar
apoyo no pueda hacerlo, hasta que cese la causa determinante o se designe a
otra persona. Igualmente, cuando exista conflicto de intereses entre la
persona con discapacidad y la que haya de prestarle apoyo (artículo 295 del
CC).

El defensor judicial deberá prestar el apoyo para la actuación para la que se


le haya nombrado por el juez y en los términos que fije la resolución que lo
nombre (artículo 295 del CC).

Defensor judicial del menor

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El nuevo panorama normativo distingue entre el defensor judicial del menor
de edad y el defensor judicial de la persona con discapacidad.

Los artículos 235 y 236 del CC recogen la figura del defensor judicial del
menor, cuyo nombramiento procederá cuando en algún asunto exista
conflicto de intereses entre los menores y sus representantes legales, salvo
que para el caso concreto la ley prevea otra forma de salvar el conflicto.

Cuando el tutor no desempeñe sus funciones, hasta que cese la causa


determinante o se nombre a otra persona.

Y cuando el menor emancipado requiera el complemento de capacidad


previsto en los artículos 247 y 248 del CC y a quienes corresponda prestarlo
no puedan hacerlo o exista con ellos conflicto de intereses.

El artículo 236 del CC indica que son aplicables al defensor judicial del
menor las normas del defensor judicial de las personas con discapacidad.
Este precepto también establece la obligación del defensor judicial de ejercer
el cargo en interés del menor.

GUARDA DE HECHO

La guarda de hecho se conforma como un verdadero apoyo informal que


puede ser suficiente en buena parte de las situaciones (art. 250.4 CC).
Además, en contra de lo que sucede en la regulación anterior, deja de ser una
figura provisional. Consiste en que, de manera voluntaria, a pesar de no
haber sido designada voluntariamente por el propio interesado (apoyos
voluntarios) ni nombrada por el juez (apoyos judiciales), hay una persona,
normalmente de su entorno familiar (por ejemplo: los padres o hermanos de
personas jóvenes con discapacidad, los hijos o sobrinos de personas de edad
avanzada), que se está encargando eficazmente de prestar el apoyo que
necesita la persona con discapacidad (cuidándola, apoyándola,
aconsejándole, acompañándola en la realización de los actos corrientes de la

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vida –ir al banco o al médico, en la toma de medicación, etc) o incluso
haciendo por ella en su lugar determinados actos (por ejemplo: ir a la compra,
pagar el alquiler, la luz, gestionarle la cartilla del banco, en la que figura
como autorizada, etc).

Para el caso de la guarda de hecho, que se produce espontáneamente sin


previa designación ni nombramiento, el artículo 264 del CC admite
excepcionalmente la actuación representativa del guardador. Para actuar en
representación de la persona con discapacidad el guardador de hecho
requiere autorización judicial. Se introducen dos excepciones: No es precisa
la autorización del juez para solicitar prestaciones económicas a favor de la
persona con discapacidad (salvo que supongan un cambio significativo en la
forma de vida de la persona, por ejemplo, cambiar de residencia) ni tampoco
para los actos corrientes de la vida ordinaria (actos jurídicos sobre bienes que
tengan escasa relevancia económica y carezcan de especial significado
personal o familiar). El guardador debe pedir autorización judicial en todo
caso para los actos que el artículo 287 del CC enumera para el curador.

Guarda de hecho del menor

El nuevo panorama normativo distingue entre el guardador de hecho del


menor y el guardador de hecho de la persona con discapacidad.

La guarda de hecho tiene lugar cuando una persona se hace cargo del cuidado
de un menor sin tener obligación legal de hacerlo, bien porque faltan los
titulares de la patria potestad o no cumplen con sus obligaciones, bien porque
no se ha designado tutor al menor, cuando proceda, o el tutor designado no
cumple con sus obligaciones.

El artículo 238 del CC dispone que “Serán aplicables a la guarda de hecho


del menor, con carácter supletorio, las normas de la guarda de hecho de las
personas con discapacidad”.

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MENORES DE EDAD CON DISCAPACIDAD

Los menores con discapacidad cuentan con la protección que les dispensa el
Derecho por razón de su edad a través de las instituciones de la patria
potestad o de la tutela, que se mantienen durante toda la minoría.

El menor que padece una discapacidad que va a subsistir después de la


mayoría de edad, una vez alcanzada esta, y a pesar de su mayoría de edad,
puede precisar de apoyos para el ejercicio de su capacidad jurídica. Al
respecto el artículo 254 del CC establece que “Cuando se prevea
razonablemente en los dos años anteriores a la mayoría de edad que un menor
sujeto a patria potestad o a tutela pueda, después de alcanzada aquella,
precisar de apoyo en el ejercicio de su capacidad jurídica, la autoridad
judicial podrá acordar, a petición del menor, de los progenitores, del tutor, o
del Ministerio Fiscal, si lo estima necesario, la procedencia de la adopción
de la medida de apoyo que corresponda para cuando concluya la minoría de
edad”. Estas medidas se adoptarán en todo caso dando participación al menor
en el proceso y atendiendo a su voluntad, deseos y preferencias.

Menor con discapacidad respecto al que se haya constituido una curatela con
facultades representativas o, en su caso, con fijación de actuaciones para las
que se prevea la asistencia del curador: curatela que desarrollará su eficacia
cuando el afectado llegue a la mayoría de edad (artículo 254 del CC). Sin
embargo, en estos casos el establecimiento de esa curatela responde a las
necesidades de apoyo derivadas de la discapacidad, y no a razones de edad.

Se trata de evitar vacíos en la prestación de apoyos entre el momento en el


que la persona con discapacidad alcanza la mayoría de edad (y, por lo tanto,
se extingue la patria potestad o la tutela) y el nombramiento de apoyos
judiciales.

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La reforma suprime las figuras de la patria potestad prorrogada y de la patria
potestad rehabilitada, previstas para los supuestos en que una persona menor
de edad hubiera sido declarada judicialmente incapaz antes de alcanzar la
mayoría de edad (patria potestad prorrogada) y para cuando esta
circunstancia se produjera después de la mayoría de edad (patria potestad
rehabilitada).

TUTELA

Como consecuencia de la desaparición, o casi, de cualquier mecanismo


sustitutivo, se elimina la tutela, que queda reservada para los menores de
edad.

Solamente los menores de edad pueden ser sujetos a tutela, reservando la


curatela y otras medidas de apoyo a los mayores que así lo necesiten para el
ejercicio de su capacidad jurídica.

El nuevo artículo 199 del CC restringe notablemente el ámbito de los sujetos


sometidos a tutela “Quedan sujetos a tutela: 1º Los menores no emancipados
en situación de desamparo. 2º Los menores no emancipados no sujetos a
patria potestad”.

En el sistema anterior, también estaban sometidas a tutela las personas


judicialmente incapacitadas cuando la sentencia así lo hubiera establecido.

El artículo 211 del CC dispone que “Podrán ser tutores todas las personas
físicas que, a juicio de la autoridad judicial, cumplan las condiciones de
aptitud suficientes para el adecuado desempeño de su función y en ellas no
concurra alguna de las causas de inhabilidad establecidas en los artículos
siguientes”.

El artículo 213 del CC indica que “Para el nombramiento de tutor se


preferirá:

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1) A la persona o personas designadas por los progenitores en testamento
o documento público notarial.
2) Al ascendiente o hermano que designe la autoridad judicial.
Excepcionalmente, en resolución motivada, se podrá alterar el orden
del párrafo anterior o prescindir de todas las personas en el
mencionadas, si el interés superior del menor así lo exigiere”.

El artículo 214 del CC estipula que “En defecto de las personas mencionadas
en el artículo anterior, la autoridad judicial designará tutor a quien, por sus
relaciones con el tutelado y en el interés superior de éste, considere más
idóneo”.

El artículo 215 del CC señala que “Si hubiere que designar tutor para varios
hermanos, se procurará que el nombramiento recaiga en una misma
persona”.

INCAPACITACIÓN

La incapacitación ahora derogada suponía la declaración judicial de que la


persona tenía su capacidad de obrar limitada. Era el presupuesto para que, al
mismo tiempo, el juez constituyera una tutela o una curatela. En el nuevo
sistema, por el contrario, para que exista una medida de apoyo no es
necesaria ninguna declaración formal acerca de la capacidad de la persona
(ni por un juez, ni por ningún tipo de órgano administrativo ni de cualquier
otra clase, tampoco de un médico).

PRODIGALIDAD

En la regulación ahora derogada también se regulaba la declaración judicial


de prodigalidad que limitaba la capacidad de obrar de una persona y
determinaba su sumisión a la curatela cuando, con su conducta derrochadora,
creaba un estado de necesidad familiar o ponía en peligro la subsistencia de
los medios para su sustento. La Ley 8/2021 suprime la prodigalidad como

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institución autónoma porque el legislador considera que los supuestos
contemplados por la prodigalidad encuentran encaje en las normas sobre
medidas de apoyo aprobadas con la reforma.

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