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ÍNDICE

05 Editorial
05 El mundo y la serotonina. Vigencia del análisis existencial/Alberto Botto

07 Ensayo
07 La pesadilla, esa carga onírica de alto voltaje/Andrés Correa
25 Cuando la depresión no es patología: Más allá del modelo biomédico/Juan
Pablo Jiménez
38 No sé si lo estoy pasando bien o me quiero matar/Constanza Michelson
51 ¿A qué le tememos cuando hablamos de género? Reflexiones sobre la práctica
y su transmisión en psicoanálisis/Isabel Belmar y Anthea Catalán

67 Reflexión
67 La formación de Psicoanalistas/César Ojeda

72 Práctica clínica
72 Sobre lo “ganancial” en un tratamiento: Quién gana qué/Rodrigo Middleton
88 Arte y psicoanálisis
88 Paisaje interior: morfologías psicológica/María Ignacia Mardones

100 Reseñas de libros


100 Yo soy el monstruo que os habla: Informe para una academia de psicoanalistas,
Paul B. Preciado y Teoría King Kong, Virgine Despentes.
Comenta: Andrés Muñoz
REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

REVISTA APSAN

EDITOR GENERAL
Alberto Botto

COMITÉ EDITORIAL

Juan Francisco Chadwick


Andrés Correa
Angélica Lavín
Andrés Muñoz
María José Mezzera

Sociedad: Asociación Psicoanalítica de Santiago


Representante legal: Silvia del Carmen González Vera
Rut: 7.745.514-0
Dos números por año.
Temática: psiquiatría, psicología, psicoanálisis
Correo: revista@apsan.cl
Dirección: Asturias 171 dpto. 201 - Las Condes

ISSN: 0718-9346 (Versión en línea)


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EDITORIAL

EDITORIAL

El mundo y la serotonina. Vigencia del análisis existencial


Rev APSAN 2022,2(2): 5-6

Alberto Botto

Henry Maldiney —No niego lo que usted


dice del inconsciente. Así como usted hace de él un
lenguaje, Husserl hace de él «inactualidades». Por
consiguiente, no se puede tener un diálogo, sino,
digamos, solamente un doble monólogo.

Jacques Lacan —No es especifico de lo que


pasa entre filósofos. Entre marido y mujer ocurre lo
mismo1.

Una de las hipótesis más reconocidas y difundidas acerca de las bases biológicas de la
depresión forma parte la denominada teoría monoaminérgica y postula que los síntomas
depresivos serían consecuencia de un déficit de monoaminas en el sistema nervioso central.
Dentro de las moléculas más estudiadas, sin lugar a dudas, se encuentra la serotonina; no
obstante, a pesar de los enormes esfuerzos que se han destinado en dilucidar las causas
de la enfermedad depresiva, la evidencia disponible aún es insuficiente y contradictoria.
Una revisión sistemática publicada recientemente (Moncrieff et al., 2022) concluyó que no
existen pruebas convincentes de que la depresión se encuentre asociada o esté causada
por una baja concentración o una menor actividad de serotonina. Sus autores señalan que
los estudios genéticos tampoco confirman una asociación entre los genotipos relacionados
con el sistema de la serotonina y la depresión, aun considerando los modelos propuestos de
interacción con el estrés. Asimismo, sugieren la posibilidad de que el uso de antidepresivos
a largo plazo incluso puede reducir la concentración del neurotransmisor. En consecuencia,
el trabajo concluye, de modo categórico, que actualmente la teoría serotoninérgica de la
depresión no cuenta con un fundamento empírico.
Es posible que luego de una primera lectura una afirmación como la anterior pueda
parecer sorprendente o novedosa; sin embargo, si tenemos en cuenta algunas breves
consideraciones, la impresión inicial probablemente dará paso a la confirmación de que
las conclusiones del trabajo citado resultan ser bastante predecibles y, hasta cierto punto,
evidentes. Pero para eso debemos retrotraernos a los primeros años del siglo pasado.

1
Diálogo entre Jacques Lacan y Henry Maldiney. Tomado de: Lacan, J. (2022). Mi enseñanza y otras lecciones. Buenos
Aires: Paidós.

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El domingo 3 de marzo de 1907 pasará a la historia del psicoanálisis por ser el día
en que Sigmund Freud se reunió por primera vez en Viena con el que sería uno de sus más
reconocidos discípulos (aunque, como se sabe, al poco andar se transformaría en uno de
sus mayores detractores): Carl Gustav Jung. De tal encuentro sobrevive la famosa anécdota
de la súbita aparición de un inexplicable ruido y las divergentes posturas que ambos
interlocutores asumieron al momento de interpretarlo. Sin embargo, pocos recuerdan que
ese día, junto con la mujer de Jung, Emma Rauschenbach, los acompañaba también el
joven psiquiatra suizo Ludwig Binswanger con quien Freud trabó una fecunda amistad y
que luego se transformaría en el precursor de la corriente analítico-existencial (Askay &
Farquhar, 2006).
El análisis existencial —sostendrá Binswanger— es una forma de investigación
científica acerca del ser humano basada en la analítica existencial de Martin Heidegger
que presenta la existencia en su estructura fundamental de ser-en-el-mundo (Binswanger,
1973). El mundo es entendido aquí formando una unidad inextricable con el ser humano,
demoliendo de golpe la separación —que, por otra parte, ha sostenido al edificio de la
ciencia durante siglos— entre sujeto y objeto. Es así como la consciencia, el yo, o el sujeto
no se constituyen como entes aislados y autónomos que, por decirlo así, se encuentran
uno al lado del otro, entre el resto de los entes y que, ocasionalmente, pueden entrar en
contacto, sino que, por el contrario —como afirmará Ortega incluso antes que Heidegger—
se encuentran invariablemente inmersos y determinados por su mundo, por su circunstancia.
A diferencia de los animales que se desenvuelven en un ambiente y cuyas reacciones
están, de alguna manera, determinadas por una naturaleza de la cual no pueden escapar,
el hombre se encuentra arrojado en ese, su mundo, donde es libre y puede, por lo tanto,
no solo elegir, sino también elegirse en esa elección.
La principal conclusión que podemos sacar de todo esto es que ser humano implica
ser en el mundo (un mundo pleno de posibilidades y significados) y que esta estructura forma
una totalidad cuya aprehensión —nunca estará de más insistir en ello— es el fundamento
de toda psicopatología. Así, por citar un par de ejemplos notables, vale la pena recordar
las descripciones fenomenológicas del mundo del obsesivo formuladas por von Gebsattel
o aquellas acerca del mundo del depresivo hechas por Minkowski. En segundo lugar, esta
codeterminación entre hombre y mundo supone que es imposible entender los procesos
biológicos como funciones aisladas, perdidas allá en las prístinas regiones de la objetividad;
en ese sentido, ¡hasta la serotonina se encuentra en un mundo! Por lo tanto, ahora estamos
en condiciones de entender por qué las explicaciones puramente biológicas formuladas
para dar cuenta de fenómenos complejos que involucran al ser humano en su totalidad y
que, por lo mismo, ocurren en el mundo, fracasen estrepitosamente, una y otra vez.

Referencias
Askay, R., Farquhar, J. (2006). Apprehending the Inaccessible. Freudian Psychoanalysis and
Existential Phenomenology. Northwestern University Press.
Binswanger, L. (1973). De la dirección analítico-existencial de la investigación en psiquiatría.
En Artículos y conferencias escogidas (pp. 166-190). Gredos.
Moncrieff, J., Cooper, R. E., Stockmann, T., Amendola, S., Hengartner, M. P., & Horowitz, M.
A. (2022). The serotonin theory of depression: a systematic umbrella review of the evidence.
Mol Psychiatry. https://doi.org/10.1038/s41380-022-01661-0

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ENSAYO

REFLEXIÓN
ENSAYO

La pesadilla, esa carga onírica de alto voltaje


Rev APSAN 2022,2(2): 7-24

Andrés Correa1

Me esfuerzo por convertir mi angustia en deleite

George Bataille

En este texto abordo la idea de la pesadilla, específicamente la particularidad


psíquico-emocional que esta asume dentro del contexto del sueño. La relación
entre el deseo y la angustia es la pieza con la que parte engranándose este
análisis. Trazando una línea continua entre ambos elementos, planteo que estos
representan dos caras de la vida onírica que son sólo en apariencia opuestas entre
si, ya que la explícita manifestación de uno (el deseo en el caso del sueño) no
anula la participación del otro (la angustia en el caso de la pesadilla). Para respaldar
este argumento establezco un paralelo entre la vivencia del síntoma y del trauma.
Teniendo en consideración esto último, termino desarrollando la idea de que toda
pesadilla, por muy perturbadora que sea, produce, veladamente, una específica
vivencia de goce estético; el tipo de vivencia que mantiene viva la necesidad de su
interpretación.

Palabras claves: Psicoanálisis, pesadilla, sueño, angustia.

1
Psicoanalista Apsan. Jacorreamo@gmail.com

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La pesadilla –o sueño de angustia– fue la especie de sueño que, en el marco


de su análisis de lo onírico, le produjo a Freud (1900) su mayor problema teórico:
justificar la cualidad displacentera de esta a través de su concepción del sueño
como “cumplimiento de deseo”. Para resolver esta dificultad tuvo que ampliar el
radio que cubre el concepto de deseo, ya que el significado natural de este parecía
únicamente incluir la sensación de lo estrictamente placentero. Una vez ampliado,
el deseo pasó a concebirse como una fuerza que no sólo viene desde un lugar
psíquicamente aceptado por el soñante, sino también desde uno rechazado por
éste. Es desde este segundo ámbito desde donde parece surgir el tipo de deseo
con el que se urde la inquietante trama de la pesadilla, ese que hace que el soñante
experimente esta como si fuese un conjunto de lóbregos signos que una anónima
entidad bruscamente estampó en su mente. Pienso que esta sensación refleja
una de las cualidades que en la pesadilla asume la expresión de lo crudamente
inconsciente; eso que súbitamente se manifiesta de manera destemplada.
Desde un punto de vista psicopatológico la vivencia de la pesadilla pareciera
estar cerca de la del trauma. Esta idea inmediatamente contradice esa relación
que Freud establece entre el sueño y el síntoma para plantear que lo primero, al
igual que lo segundo, emerge como una “formación de compromiso” entre lo
inconsciente y lo consciente. En conformidad con este compromiso, Freud sostiene
que ambas partes tienen que sacrificar una porción de sí para poder participar
dentro de la trama del sueño. Lo primero debe sacrificar –camuflando– la identidad
de sus contenidos, y lo segundo parte importante de su actividad censuradora.
Este acuerdo permite que un deseo censurable en estado de consciencia pueda
expresarse en el sueño sin que el estado de reposo, propio del dormir, se altere.
Cuando se rompe este acuerdo sobreviene la angustia y, por tanto, el sueño, “de
ordinario el guardián del dormir”, se transforma en “su perturbador” (p. 571). Esta
es la situación que se presenta en el caso de la pesadilla, el caso en el que esa
vivencia levemente extraña con la que se desarrolla el sueño (síntoma) deviene en
una abiertamente angustiante (trauma).

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ENSAYO

La boda en discordia

Este concepto de síntoma basado en la idea de un compromiso entre partes


que se oponen entre sí, ha sido usado también como una perspectiva con la cual
abordar la estructura de la obra artística. Se puede decir que esta aparece primero,
indirectamente, en el enfoque estético que Nietzsche (1872) adopta a través de su
examen de la tragedia griega y, después, directamente, en el trabajo teórico que
Aby Warburg (1932) desarrolla en torno a la historia del arte. Introduciré, a modo de
digresión, una breve reseña de esta peculiar confluencia conceptual. Esta contiene
algunas nociones que pueden ser de utilidad para el análisis que posteriormente
continuaré haciendo de la pesadilla.
Para Nietzsche la obra de arte surge a partir de la combinación de dos factores:
la forma y la fuerza. Para él estos dos factores se encuentran respectivamente
representados por dos divinidades de la mitología griega: Apolo y Dioniso. Apolo
era el dios de la forma, la luz y el orden; mientras que Dioniso el de la fuerza, la
oscuridad y el caos –si bien Freud parece nunca haberse referido a esta mítica
dualidad, es clara la relación que puede establecerse entre esta y la polaridad que
él percibe entre lo consciente y lo inconsciente. En el campo del arte, cuando lo
apolíneo se presenta sin lo dionisíaco se produce una belleza sin latido, mientras
que cuando lo dionisíaco aparece sin lo apolíneo se produce una belleza caótica,
al borde del espanto. En este sentido, la veladura formal que en la obra de arte
parece colocar lo apolíneo no busca remover el horror de lo dionisíaco, sino que
sólo hacer presentir su presencia –tal como lo sugiere Novalis cuando plantea que
“el caos debe resplandecer en el poema bajo el velo incondicional del orden” (en
Trías, 1981, p. 28).
Por su parte, Warburg, en continuidad con la concepción de Nietzsche,
propone, contra toda esa epistemología positivista, esquemática o idealista que se
utilizaba en la historia del arte de ese entonces2, el uso del concepto freudiano de
síntoma. Piensa que este concepto abre una manera de interpretar la obra de arte
que considera no sólo la sobredeterminación y polivalencia de esta, sino también –y

2
Giorgio Vasari (1511 – 1574) y Johann Winckelmann (1717 – 1768) quizás los dos más importantes historiadores del arte
hasta fines del siglo XIX, impusieron esta clase de epistemología basada en la arqueología. Aby Warburg (1866 – 1929), en
cambio, desarrolló un modelo de historia del arte basado en una suerte de antropología psicoanalítica.

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esto es lo más relevante para él– la idea de que en ella hay siempre algo rechazado
que, como un residuo extemporáneo, sobrevive dentro de su forma. Si bien esta
última idea deja entrever la directa influencia del pensamiento de Freud3 –quién en
vez de “rechazado” diría “reprimido”–, Warburg retoca su significado al añadirle la
noción de “sobrevivencia” (nachleben). Esta noción remite inmediatamente a la de
resistencia; hacia ese ‘algo’ que, a pesar de la fuerte opresión que se ejerce sobre
él, insiste en permanecer vigente. Con ello, se podría decir que Warburg invita a
pensar el síntoma –y por ende el sueño– fundamentalmente a través del concepto
de “retorno”: concepto psicodinámico con el que Freud (1896), rompiendo con la
linealidad del tiempo, describe como algo reprimido del pasado aparece actualizado
–intrincándose– en el presente. Es esta condición de “intrincamiento no resolutivo”
que caracteriza a la forma del síntoma, lo que más le atrae al pensamiento epistémico
de Warburg, ya que es en este donde, según él, se funda y mantiene la tensión de
la obra de arte, esa con la que esta empuja hacia una reflexión.

El rocoso lecho de la experiencia


Creo que ese elemento rechazado que aparece asomándose levemente por
entremedio de la forma del síntoma representa esa parte de nuestra experiencia
que, no pudiendo asimilarse, molesta. Se podría decir que es por medio de esta
molestia por donde el síntoma marca la presencia de su contenido inconsciente.
En el caso del sueño, este contenido se deja entrever gracias a un leve resplandor
que, filtrándose por entremedio de la censura onírica, brevemente se desliza sobre
él. Esta es la condición que hace que el sueño también participe de la dinámica
egodistónica con la que se forma el síntoma, esa que determina que todo sueño,
tal como ligeramente lo insinuó Lacan (1976), sea siempre “una pesadilla, aunque
sea una pesadilla moderada” (p. 123). En este sentido, para Lacan hay sólo una
pequeña distancia entre el sueño vivido como síntoma y el vivido como trauma.
Esta pequeña distancia la fija, según él, la función de la censura onírica. Si bien
en esto su mirada coincide con la perspectiva ‘sintomatológica’ de la obra de arte

3
Warburg recibe, indirectamente, esta influencia a través de su tratamiento con Ludwig Binswanger (1881 – 1963),
psiquiatra suizo que no sólo tuvo cercanía con Freud, sino que también formó parte del temprano “Grupo Freud” que Carl
Gustav Jung lideraba en Suiza.

10
ENSAYO

que resume tan bien la cita de Novalis, él desarrolla una concepción del arte que
termina más bien emparentándose con la noción de trauma, específicamente con
esa con la que, en un momento, él llegará a definir la experiencia de ‘lo real’.
En ese momento Lacan (1964) plantea que “el análisis, más que ninguna otra
praxis, está orientado hacia lo que, en la experiencia, es el hueso de lo real…” (p.
61). Es con esta última frase con la que él parte vinculando la idea de lo real con la
de trauma y, creo, que dentro de esta, es la palabrita ‘hueso’ la que hace de bisagra
entre las dos. Si bien se pueden hacer varios juegos de sentido con esta palabra,
estos, en su mayoría, se apuntalan en su función anatómica, vale decir, en el rol
estructurante y sostenedor que el hueso, en su conjunto, cumple para la estabilidad
del cuerpo. Es por ello que cuando hablamos del “hueso de algo” hablamos de su
eje, de su centro, de ese núcleo que sólo podemos visualizar por medio de la herida:
la hendidura por la que parece encaramarse nuestra más temida interioridad.
Se podría entonces decir que


con la expresión “el hueso de lo real”,
Lacan llama al analista a colocar su
Se podría entonces decir que con la
mirada en ese lugar prohibido, íntimo,
expresión “el hueso de lo real”, Lacan
nuclear, en el que inconscientemente
llama al analista a colocar su mirada en
se reserva y refugia la médula de la
ese lugar prohibido, íntimo, nuclear, en
emocionalidad del paciente. Ahora
el que inconscientemente se reserva y
bien, ¿en que parte de la experiencia
refugia la médula de la emocionalidad del
se encuentra supuestamente
paciente. Ahora bien, ¿en que parte de la
ese lugar? Aparentemente en la
experiencia se encuentra supuestamente
cicatriz: la huella sintomática del
ese lugar?
trauma –palabra que, a su vez,
viniendo del griego trauma significa
originariamente ‘herida’. En un plano psicológico, la cicatriz es la señal de un
trauma (herida) cuyo contenido se cerró no tanto por su desmesura sino más por su
‘indefinición’; condición desde la que parece muchas veces despegar la cualidad
de lo primero. Desde esta perspectiva, lo inconsciente, en cuanto hiere, es algo
amorfo, larvario, que, inmerso en el circulo de lo no nacido, está a la espera de una
definición. Esta situación hace que el camino exploratorio hacia lo inconsciente sea

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espeso, cenagoso, tanto que, para avanzar por este, es inevitable tener que cargar
con la fatigosa frustración de no poder abrazar ese significado que insistentemente
se nos aplaza. Este es el terreno donde el gesto de la resignificación (nachträglich)
–con su efecto retardado– cumple su cometido; ese, cuyo contenido se concibe,
a primera vista, como algo que de manera casual aparece repentinamente en el
camino. Digo “a primera vista” porque esa casualidad es sólo aparente, ya que en
realidad el contenido de la resignificación es más bien el corolario consciente de un
extenso, frustrante e inadvertido proceso de elaboración inconsciente: proceso en
el que el sueño juega un rol facilitador.
Si el sueño facilita el proceso de la elaboración inconsciente, entonces, la
pesadilla lo interrumpe. Esto último, aparentemente ocurre por la ‘pesadez’ que
la propia literalidad de la palabra pesadilla denota ¿Cuál es el tipo de pesadez
que supuestamente se siente a través de esta? Pareciera que se trata de una cuyo
peso oprime, aplasta. Esta idea aparece visualmente representada en el cuadro
La pesadilla de Heinrich Füssli (1781). En este lienzo aparece una mujer dormida,
subyugada por un íncubo (demonio que se presenta en sueños de tipo erótico)4
quién, en una postura de empolladura, figura, en señal de posesión onírica, posado
sobre el vientre de esta. La sensación de opresión en el cuerpo es una de las
manifestaciones físicas de la angustia: el sentimiento con el que se tiende a iniciar,
desarrollar y a bruscamente suspender la trama de la pesadilla. La angustia, con su
intenso y creciente escozor, impide que la inercia a la que naturalmente propende
el movimiento de la elaboración inconsciente, se perpetúe en su aleatoriedad
asociativa. Para conservar la inercia de dicho movimiento pareciera ser necesario
atenuar la presión que, sobre lo inconsciente, ejerce la angustia; hacer de su
aplastante peso algo ligeramente oxigenante. Si ello resultase ser así, habría que
decir entonces que el acto de la resignificación que interviene en la pesadilla no es
una coronación, sino más bien un abrupto punto de inflexión dentro del proceso de
la elaboración inconsciente; uno que, al momento de imprimirse, hace que el curso
de este proceso gire violentamente en otra dirección. Este punto no sólo determina
la lectura que se hará de la experiencia pasada, sino también la que se hará de la
futura.
4
El íncubo (del latín in: “sobre” y de cubare: “yacer”) es un demonio en la creencia y mitología popular europea de la
Edad Media, que se supone se posa encima de la víctima durmiente, para tener relaciones sexuales con ella. El súcubo es
su contraparte femenina.

12
ENSAYO

Si bien pareciera no existir una directa relación de significado entre el


sustantivo íncubo y el verbo incubar, es evidente la homografía que se produce
entre ambas palabras. Ello inmediatamente hace sospechar de que hay –o hubo–
un estrecho vínculo entre esta especie de demonio y el proceso de incubación,
vínculo que probablemente Füssli, al pintar un íncubo en posición de empolladura,
destaca como estando presente en el contexto onírico de la pesadilla. En general,
el significado de incubación, en sus diversas acepciones, alude a la idea de algo
que después de estar un tiempo en estado de latente desarrollo se manifiesta. En
el mundo de los animales ovíparos –mundo del cuál parece originalmente surgir
el concepto de incubación– este se emplea para describir ese proceso que está al
servicio del desarrollo de los embriones. En el campo de la medicina, se usa para
referirse al período que tardan en aparecer los síntomas de una enfermedad después
de que un virus invade un organismo, o al período que demora en producirse el alivio
sintomático después de que el enfermo se haya aplicado su respectiva medicación.
Esta segunda concepción tiende a repetirse en el ámbito de la psicología clínica;
tanto en lo referente al desarrollo de una patología como al proceso que implica su
cura. Si la pesadilla –fenómeno que forma parte de este último ámbito– se definiese
desde la lógica de la incubación, diría que, dada su crudeza, esta es un conjunto de
contenidos oníricos que, habiendo roto prematuramente su cascarón, salen a la luz.
Si el íncubo es una de las tantas apariencias que adopta la imagen del
diablo, entonces se podría decir que el contenido pesadillezco es uno que, tal
como tradicionalmente se piensa del diablo, está ahí para provocar agitación y
desorden en la consciencia del soñante. La palabra diablo viene de la palabra griega
diabolon, cuyo significado se opone a la de symbolon (símbolo) (Trías, 2000). El
prefijo ‘sym’ de la segunda, indica la conjunción o encuentro que se produce entre
las partes ‘lanzadas’ (bolon), mientras que el prefijo ‘dia’ de la primera, marca, por
el contrario, la división o desencuentro que se produce entre estas. Si este príncipe
del mal que el cristianismo instala dentro del imaginario occidental durante la
edad media5 se remitiese a su origen griego, probablemente nos encontraríamos
–al menos en algún punto de esa rama genealógica– con la figura de Dioniso.
Dioniso, el dios extranjero (de origen aparentemente asiático) que se sitúa en el

5
Cf. Historia del diablo de Robert Muchembled (2002), Ed. Fondo de cultura económica, México.

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panteón de los dioses griegos, fue siempre un dios resistido. Ello no se debió
tanto a su procedencia, sino más bien a esa fascinante pero a la vez atemorizante
locura extática que su culto despertaba. Con este culto; el desenfreno, el frenesí,
el espanto, el horror, en fin, todas esas exaltaciones afectivas en las que participa
directa o indirectamente la angustia, se abren como nuevas fuentes de inspiración
artística, específicamente de esa –advierte Nietzsche (1886)– de la cual nace el
pensamiento trágico; el tipo de pensamiento que, de cuyas venas brota, lacerando,
un oscuro saber.

La belleza negativamente determinada


Si la forma es el velo por el cual el sueño deja tenuemente entrever un
puñado de rudimentarios significados inconscientes; la pesadilla, arrancando ese
velo, hace que la extraña luminosidad que emana de ese conjunto, turbe la mirada
del soñante hasta cegarla. En este sentido, se puede decir que la pesadilla, a
diferencia del sueño, participa de esa sublime violencia que en ocasiones provoca la
visión de una realidad. Es precisamente en este específico encuentro con la realidad
cuando la experiencia de lo sublime se torna violenta, y por tanto, estéticamente
insoportable. Este es el punto donde el desarrollo del pensamiento trágico alcanza
su más alto grado de ferocidad. En la tragedia de Edipo –para usar la tragedia
fundante del psicoanálisis– este momento aparece representado cuando Edipo,
después de escuchar la funesta revelación del mensajero y de ver el cuerpo inerte
de Yocasta pendiendo de una soga atada a su cuello, saca los broches del vestido
de esta para perforarse los ojos hasta reventárselos.
Probablemente la pesadilla

Probablemente la pesadilla sea el
sea el formato estético donde por
formato estético donde por primera vez primera vez se expresó ese anhelo
se expresó ese anhelo por lo macabro, por lo macabro, lo espeluznante, lo
lo espeluznante, lo horrendo que, desde horrendo que, desde el fondo de
el fondo de nuestro ser, nos asedia al
nuestro ser, nos asedia al mismo
mismo tiempo que nos atrae. ¿Por qué
lo horripilante incomoda y atrae a la tiempo que nos atrae. ¿Por qué lo
vez? ¿cuál es el gatillo de su antagónica horripilante incomoda y atrae a la vez?
provocación afectiva? ¿cuál es el gatillo de su antagónica

14
ENSAYO

provocación afectiva? Pienso que se trata de ese leve pero inquietante rumor que,
formándose alrededor de esa materia, hace que el significado encriptado de esta
aparezca flotando en medio de una atmósfera de suspenso. El suspenso es un estado
anímico que se crea a partir de ese punto en donde la sensación de peligro se cruza
con la de enigma. Su curso, intrigante, lo fija la inminencia de algo supuestamente
desconocido que tenuemente vislumbramos a través de una temerosa curiosidad.
La actividad cognoscente está anclada en la lógica de la autoconservación;
originariamente animada por ese instinto de sobrevivencia que nos empuja a tener
que captar y controlar aquello que nos resulta amenazante. Esta meta hacia la cual
parece apuntar el desarrollo del conocimiento aparece, según Freud (1915), ya en
el albor de la vida cognitiva, dice: “no son intereses teóricos sino prácticos los que
ponen en marcha la actividad investigadora del niño. La amenaza que para sus
condiciones de existencia significa la llegada… de un nuevo niño, y el miedo de que
ese acontecimiento lo prive de cuidados y amor, lo vuelven reflexivo y penetrante”
(p. 177)6. Freud entiende esta actividad como una que, si bien se apuntala en la
“pulsión de apoderamiento”, trabaja con la energía de la “pulsión de ver”; es decir,
con la excitación libidinosa que provoca la impresión óptica. Ahora bien, cuando
Freud se refiere específicamente a esta última pulsión lo hace, curiosamente, desde
un prisma estético, señala: “sobre la transitabilidad de ese camino [de la pulsión
de ver] se apoya –si es que está permitido este abordaje teleológico– la medida en
que hace desarrollarse al objeto sexual en el sentido de la belleza. La ocultación
del cuerpo… mantiene despierta la curiosidad sexual, que aspira a completar el
objeto sexual mediante el desnudamiento de las partes ocultas” (p. 142). Creo
que esta temprana intuición de Freud se prolonga y depura posteriormente en la
idea de “conflicto estético” de Donald Meltzer (1988), concepto con el que este
autor construye su último y particular modelo de desarrollo psíquico. Al vincular
la idea de lo “estético” con la de “conflicto”, Meltzer plantea que la experiencia
de la belleza es, en sí misma, una experiencia conflictiva; una que, a su vez, está
en el origen del desarrollo del conocimiento. La imagen primaria en la que parece
descansar este modelo, es la de un bebé que, embelesado con el cuerpo de su

6
Si bien esto aparece publicado en “Tres ensayos de la teoría sexual” (1905), la sección en la que Freud habla específicamente
de este asunto fue agregada en 1915.

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madre, se siente impulsado, o más bien acuciado, a tener que escrutarlo. Según
Meltzer, el impacto que tiende a provocar la belleza de una persona, un objeto o
una escena, tiene que ver con ese extraño encanto sensual que nos produce eso
que, no dejándose comprender, nos cautiva. En este sentido, plantea que todo
aquel que pretenda abordar la enigmática condición de este peculiar impacto,
tiene que estar dispuesto a dejarse embargar por esa inexplicable perplejidad en
que este inicialmente lo dejó.
Si bien esta concepción de Meltzer significó una importante contribución
para el pensamiento psicoanalítico de la belleza –especialmente por su relación
con la pulsión epistemofílica–, esta sigue siendo una que se mueve dentro del
restringido marco que se trazó a partir del tradicional concepto de esta, no dando
cabida, por tanto, a esa ambigua dimensión en que lo bello entra en íntimo contacto
con lo feo. Esta insólita unión no es para nada un fenómeno nuevo. El mundo de
la antigüedad griega estaba repleto de figuras que la encarnaron; sirenas, harpías,
gorgonas, fueron algunas de estas. Dentro de este específico bestiario mítico se
encontraba también la “esfinge”; ese monstruo híbrido con alas de ave, cuerpo de
león, cara y pechos de mujer7 que, personificando la incógnita que debe resolver
Edipo en el umbral de la trama que lo llevará a completar su trágico destino8,
ha cumplido una importante función dentro de la ecuación psicoanalítica de lo
inconsciente. Según cuenta el filólogo Cristóbal Macías (2012), la esfinge griega
tiene junto a su valor funerario –determinado originariamente por su ancestro
egipcio–9, “un curioso componente erótico” (p. 252). Este componente, plantea
él, lo fijó la faceta femenina con la que la versión griega alteró la masculina versión
egipcia (cuerpo de león y cabeza de hombre). Se podría decir que es mediante esta
renovada composición con la que la esfinge, desde su condición de enigmática
monstruosidad, hace que ese hermético y nocturno mundo subterráneo que a
través de ella se tiende a asociar con la muerte, aparezca levemente erotizado.
Siguiendo por medio de esta misma línea interpretativa, la escritora Pilar Pedraza
(1991) plantea que la figura del íncubo –la misma que aparece en el cuadro de

7
Esta es una de las versiones de la Esfinge griega, específicamente la que aparece en Edipo rey de Sófocles.
8
En la obra de Sófocles, Edipo se encuentra con la esfinge poco antes de ingresar a la ciudad de Tebas.
9
La esfinge egipcia era el dios-león: “guardián del mundo subterráneo, del mundo nocturno y de la muerte” (Macías, p.
252).

16
ENSAYO

Füssli– representa la imagen moderna de la antigua esfinge griega. A partir de este


lazo genealógico me atrevería a decir que, dada la evidente connotación sexual
que asume la aparición del íncubo en el sueño, la imagen pesadillezca es una que
siempre toca, o al menos roza, la seductora tecla de lo erótico. Aunque pienso que
en su caso la sensación que produce esta aparece implicada –subsumida– en la de
la intriga; la sensación con la que tanto esta imagen como la de la esfinge capturan
la atención del que pasa frente a ellas.
Uno de los más avezados estudiosos de lo erótico es Jean Baudrillard. En
su libro De la seducción (1989), plantea que el principal mecanismo con el que
lo erótico echa andar su efecto hipnótico, es el de la ‘eclipse’. La estrategia de
este mecanismo consiste en hacer que algo esté y no esté al mismo tiempo10. Es
justamente en esta “intermitencia”, insiste Baudrillard, sobre la que se funda la
estética del erotismo. Como se puede ver, hay una estrecha similitud entre esta
noción y la que desarrolla Freud en relación al dispositivo que, según él, hace que un
objeto sexual pase a ser bello. Si se relee la segunda parte de su cita anteriormente
expuesta­: “La ocultación del cuerpo… mantiene despierta la curiosidad sexual…”
(p. 142), rápidamente se puede desprender que es en la condición de ‘lo oculto’
en donde, para él, la vivencia de lo erótico, hundiendo su más voluptuosa raíz,
converge con la de lo bello.
Si bien la pesadilla se mueve por medio de otra tonalidad afectiva pienso
que, en términos de su estructura narrativa, esta se sirve del mismo mecanismo. Su
producción imaginal es similar a la visión entrecortada con que se desarrolla la visión
en flashback de la escena traumática, es decir, se produce dentro de ese halo de
oscuridad en el que suele eclipsarse, parcial o totalmente, el recuerdo traumático.
Dado su correlato angustioso, la eclipse pesadillezca es un manto de radiante
opacidad que provoca, ya sea la mirada rechazante del que prefiere apartarse de
un saber presuntamente perturbador, o la mirada oblicuamente penetrante del que
teme pero no puede parar de sentir el prurito de la necesidad de investigar.
Si en el sueño el sentido de la vista es incitado, en la pesadilla es acosado.

10
Este mecanismo, aunque en un contexto de duelo, también se encuentra en el “juego del carrete (fort - da)” que Freud
describe en la conducta del niño cuando su madre lo deja durante algunas horas. Cf. Cap. II de “Más allá del principio de
placer” (1920), Vol. XVIII, Ed. Amorrortu, Buenos Aires (pp. 12 -17).

17
REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

Sus imágenes fuerzan, con la implacable arremetida del shock, a mirar lo que no
se quiere ver de si, haciendo que finalmente el yo del soñante, sacudiéndose de
su sopor, prontamente se levante para impedir que se cumpla con dicha exigencia.
En este contexto, el despertar funciona como ese “corte” que repentinamente se
escucha cuando el director de la película, molesto ante lo percibido, decide detener
la grabación. Pareciera que la pesadilla, para cancelarse en su registro, requiere de
la intervención de una censura conscientemente voluntaria por parte del sujeto
que la padece, tal como lo hace Edipo cuando, después del impacto de percibir
el cuadro general de su historia, decide, arrancándose los ojos, borrarse la mirada.
Ahora bien, dicha cancelación nunca es total. El natural derrotero por el cual
el despertar hace que el contenido del sueño caiga aceleradamente en el olvido se
ralentiza en el caso de la pesadilla, ya que esta tiende, por su punzante egodistonía, a
quedarse, al menos en parte, atascada en algún recodo de la memoria del soñante.
Probablemente esta sea la condición que despierta en el paciente la urgencia de
que aparezca otro –otra mirada– que, mediando, intervenga entre él y su sueño.
En este sentido, creo que la pesadilla es el tipo de experiencia que un paciente, sin
antes haber recibido la instrucción psicoanalítica de comunicar su material onírico,
tendería a relatar espontáneamente en la sesión.

Cuando despunta lo real


Lacan (1964), haciéndose la misma pregunta en la que se detuvo y complicó
Freud –“¿cómo puede el sueño, portador de un deseo…, producir lo que hace
surgir repetidamente al trauma…?”, (p. 63)–, plantea, reacomodando la relación
entre el principio de realidad y el del placer, que “el sistema de realidad por más
que se desarrolle, deja presa en las redes del principio del placer una parte esencial
de lo que… es, sin ambages, real” (p. 63). Ello explica porqué, comenta el mismo
Lacan, es en el seno mismo de los procesos primarios donde el trauma, para evitar
su olvido, insiste ‘compulsivamente’ en hacerse presente; o –dicho con ese aroma
a exhumación arqueológica que despide el concepto de Warburg– donde este
hace posible su “sobrevivencia”. Esta es la razón, aduciría probablemente él, la
que determina que el contenido del trauma (lo real) –ya sea expresado a través de

18
ENSAYO

una extrañeza (sueño) o de una angustia (pesadilla)– sea, junto al deseo, uno de
los ejes por medio de los cuales suele desplazarse el contenido de lo onírico. Diría,
también, que esta es la razón que se haya implícita dentro de esa máxima con la
que Lacan (1976), rematando, resume su concepción del sueño: “todo sueño es
una pesadilla, aunque sea una pesadilla moderada” (p. 123).
Ahora, ¿qué es lo que hace que el sueño, siendo una pesadilla moderada,
pase a ser tajantemente una pesadilla? Si se continúa por la senda teórica de Lacan
(1964), creo que habría que considerar su concepto de “pantalla”. Para él, la pantalla
es una suerte de retícula cuya textura, al estar definida por los esquemas y códigos
de representación propios de una cultura, determina la estructura de la mirada del
sujeto que se encuentra inmerso en esa misma cultura. En este sentido, la pantalla
“es la reserva de asociaciones culturales” (Valdés, 2006, p. 250) que, a modo de
cedazo (censura), media entre el sujeto y el objeto; tanto entre la mirada que el
primero le dirige al segundo como entre la que le dirige el segundo al primero.
Esta mediación, según Lacan, cumple con la función de apaciguar, domar y atrapar
en una imagen esa parte del campo visual que, provocándonos una “pulsátil y
esplendente” (p. 96) mirada, nos desencaja, excediéndonos por un momento en
nuestra capacidad figurativa. Cuando esta pulsátil luminosidad logra permanecer
en la mirada más allá de lo resistible, la pantalla, desgarrándose en su tejido, se
rompe, quedando con ello desactivada la función mediadora que se encarga de
amortiguar el impacto de ese brillo. Como se puede ver hay una evidente similitud
entre la función que Lacan le adjudica a la pantalla en el contexto del trabajo
onírico y la que Nietzsche le atribuye a lo apolíneo en la creación artística; ya que
sin esa transparente telilla que antepone el espíritu de lo apolíneo, la visión de lo
dionisiaco, con sus sulfúricos destellos, se nos abriría, de golpe, en medio de una
escalofriante sensación.
Apropiándome de una expresión de Adriana Valdés (2006)11, diría que en
la pesadilla “no hay ya un sujeto que mira sino un sujeto que se encuentra en la
mira” (p. 249). La ausencia de control que comúnmente el soñante experimenta
en relación al curso de su sueño es aún más categórica en la pesadilla, puesto que

11
Adriana Valdés (1943 - ) es una destacada ensayista chilena que ha dedicado gran parte de su carrera a analizar una
vastísima variedad de obras plásticas y literarias.

19
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en esta, más que carecer de control, el sujeto se siente controlado; ‘periscopeado’


por algo que, desde una sombría profundidad, lo acecha. De ahí la emocionalidad
paranoide en la que se desarrolla esta clase de sueño, la emocionalidad en la que
la débil luz de nuestro raciocinio, entubándose, hace que una minúscula parte del
fondo onírico se vuelva, por un momento, excesivamente luminosa. Este parece ser
otro factor que diferencia a la pesadilla del sueño común, ya que esta a diferencia
de este, nos presenta algo cuya luz

Es justamente desde esta saturación
encandila y, por tanto, quema. Es
justamente desde esta saturación
lumínica desde donde parpadea la
lumínica desde donde parpadea la
sustancia pesadillezca; desde donde la
abrazante radiación de su estela asociativa sustancia pesadillezca; desde donde
se abre y se cierra. En este sentido, su la abrazante radiación de su estela
materia provoca la misma invidencia que asociativa se abre y se cierra. En este
provoca la oscuridad. Su luz, abisma.
sentido, su materia provoca la misma
invidencia que provoca la oscuridad. Su luz, abisma.
En el sueño las imágenes tienden a moverse por detrás de una difuminada
transparencia. Gracias a la ambigua visibilidad que genera esta, el sueño puede
seguir secretamente amalgamando, dentro de un mismo plano, lo deseado con lo
indeseado, lo apreciable con lo aborrecible, lo dulce con lo execrable, en fin, toda
esa clase de dualidades que se repelen entre sí cuando estamos despiertos. Esta
penumbra en la que se generan y regeneran las imágenes oníricas facilita no sólo el
trabajo de la elaboración inconsciente, sino también el de la elaboración consciente
que, una vez despiertos, podemos desarrollar en relación a lo soñado. Desde la
perspectiva de la experiencia afectiva, la ambigüedad, al fomentar la posibilidad de
que algo pueda entenderse de diversos modos, es una propiedad que promueve
una demora en la mirada: la temporalidad que el sujeto necesita para crear esa
mínima red de asociaciones que le permitirá abrirse hacia lo desconocido y, por
ende, temido de sí.
La ambigüedad que caracteriza al sueño es la propiedad en la que se inspira
la noción de “penumbra asociativa”; noción con la que Bion (1962) nos induce a
concebir el sueño como la modalidad de pensamiento que tiende a asumir la vida
afectiva, modalidad que, por tanto, debiese promover la práctica psicoanalítica.

20
ENSAYO

Para él, el sueño constituye una barrera que protege al durmiente de aquellos
fenómenos vivenciales que lo abruman. Al marcar el punto de separación entre los
elementos conscientes e inconscientes, el sueño es un estado que se desarrolla en
forma paralela al dormir, sin anteponerse a este. Ahora, para Bion, este estado, a
diferencia de lo sostenido por Freud (1900), no se produce solamente durante el
dormir, sino que también durante la vigilia. En este sentido, el sueño no sólo hace
posible el dormir sino también el estar despierto. De esta idea se desprende esa
extraña afirmación en la que él sostiene que el sujeto incapaz de soñar es, a su
vez, incapaz de permanecer dormido y despierto. En ambos estados, el proceso
de lo inconsciente, no logrando mantenerse dentro de la vía que corre de manera
paralela a la de la consciencia, es uno que irrumpe dentro de esta; perdiendo, por
así decirlo, su condición de pensamiento en segundo plano. En el caso del dormir,
ello se manifiesta a través de esa angustiante confusión con la realidad que el
soñante siente al momento de despertar de su pesadilla. En el caso de la vigilia, en
la dificultad que tiene un sujeto para poder mantener a cierta distancia las diversas
fantasías que colateralmente se le vienen a la mente cuando se encuentra focalizado
en una determinada actividad. El paciente psicótico es el prototipo de paciente en el
que, según Bion, se puede claramente observar esta incapacidad; específicamente
en la desorganización de su pensamiento consciente o –si se considera la versión
defensiva de este– en la rigidez y concretud de un pensamiento que rápidamente
se ahoga en su falta de resonancia.
Apoderándose del concepto de “barrera de contacto” que Freud (1895) –
aunque en otro contexto– acuña en su “Proyecto de psicología” 12 para neurólogos,
Bion plantea que la barrera psíquica que crea el trabajo de lo onírico es también una
franja donde la actividad de la consciencia se cruza con la de lo inconsciente para
mutuamente transformarse. De este modo, el sueño, para él, no sólo se comporta
como una membrana aislante, sino también como una osmótica. De acuerdo con
esto, se podría decir que su noción de “barrera de contacto” –la que a mi juicio
enriquece la de “pantalla” que propone Lacan– es una que intenta reanudar la
senda que Freud (1915) inauguró –pero que por alguna razón suspendió– a través

12
Este concepto neurofisiológico que Freud crea en este texto describe la idea que posteriormente se conceptualizará
mediante el término de sinapsis.

21
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de su concepto de “preconsciente”. La única diferencia que aparentemente existe


entre lo que describen estos dos conceptos, está relacionada con la dirección
que adopta el carácter vinculante de estos; ese que se expresa en la condición de
‘pasadizo’ con la que ambos permiten que los elementos psíquicos puedan o no
transitar de un lugar a otro.
Mediante el concepto de preconsciente este tránsito se lee de manera
unidireccional (yendo desde lo inconsciente hacia lo consciente), mientras que con
el de barrera de contacto de modo bidireccional. Esto último permite que ambos
flujos (de lo inconsciente a lo consciente y de lo consciente a lo inconsciente)
pasen a ser psicoanalíticamente considerados, incluidos sus diques, con la misma
trascendencia. La igualdad de condición que la función de dique asume en relación
a la de flujo, hace que esa resistencia (barrera) que el sueño tenazmente coloca
ante el empeño del psicoanalista por descifrar su significado, se revalorice. Es decir,
induce a que esta sea percibida ya no como un muro que el intérprete tiene que
derribar, sino como una acera por la cual se tiene que deslizar. En este sentido,
diría que, para Bion, la barrera de contacto es un contorno formado por imágenes
que –usando como símil la estructura neuronal en la que Freud fija originalmente
este concepto– cumple, para el contenido de lo inconsciente, la misma función
que la capa de mielina cumple para el axón. En otras palabras, las imágenes que
conforman la barrera de contacto no sólo brindan protección a los contenidos
inconscientes, sino también ese mínimo de lubricación que se necesita para que
entre ellos se desarrolle el juego de los desplazamientos.
Siguiendo con el símil, se podría decir que la pesadilla hace de la barrera de
contacto, en términos de su viabilidad asociativa, una superficie áspera y, por tanto,
intransitable. Su desbocada corriente anímica impide que se forme esa estriada
de dendríticos meandros por los que, enroscándose y desenroscándose, parece
cómodamente discurrir el pensamiento onírico. Lo desbocado no sólo alude a lo
desbordado, sino también a lo sin boca, a lo mudo, a eso que, estupefactos, nos
deja sin el resguardo de la distancia que crea la palabra o la imagen. El punto
paroxístico de este estado coincide con su despertar, con ese momento en el que la
imagen pesadillezca, excediéndose en su forma, naufraga, arremolinándose en un
gemido, un grito o un llanto; el misterioso gesto que, después, el rutinario tráfago
del día se encargará de callar.

22
ENSAYO

Referencias

Baudrillard J (1989). De la seducción, Ed. Catedra, Madrid.

Bion W (1962). Aprendiendo de la experiencia, Ed. Paidós, Buenos Aires.

Freud S (1895). “Proyecto de psicología”, en Obras completas Vol. I, Ed. Amorrortu,


Buenos Aires.

_______ (1896). “Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa”, en


Obras completas Vol. III, Ed. Amorrortu, Buenos Aires.

________ (1900). Interpretación de los sueños, en Obras completas Vol. IV, Ed.
Amorrortu, Buenos Aires.

_______(1901). Interpretación de los sueños, en Obras completas Vol. V, Ed.


Amorrortu, Buenos Aires.

_______(1905). “Tres ensayos de teoría sexual”, en Obras completas, Vol. VII, Ed.
Amorrortu, Buenos Aires.

_______(1915). “Lo Inconsciente”, en Obras completas, Vol. XIV, Ed. Amorrortu,


Buenos Aires.

Lacan J (1964). “Tyche y Automaton”, en Los cuatro conceptos fundamentales del


Psicoanálisis, Seminario 11, Ed. Paidós, Buenos Aires.

_______(1976). “Del sentido, del sexo y de lo real”, en El Sinthome, Seminario 23,


Ed. Paidós, Buenos Aires.

Macías C (2012). “Algunas consideraciones sobre el simbolismo de la esfinge”, en


Rev. Mirabilia, Nº 15, pp. 250 – 287.

Meltzer D (1988). La aprehensión de la belleza, Ed. Spatia, Buenos Aires.

Nietzsche F (1872). El nacimiento de la tragedia griega, Ed. Alianza, España.

__________(1886). “Ensayo de autocrítica”, en El nacimiento de la tragedia griega


(1872), Ed. Alianza, España.

Pedraza P (1991). La bella, enigma y pesadilla, Ed. Tusquets, Barcelona.

Trías E (1981). Lo Bello y lo siniestro, Ed. Ariel, Barcelona.

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REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

______(2000). Por qué necesitamos religión, Ed. Debolsillo, España.

Valdés A (2006). Memorias visuales, Arte contemporáneo en Chile, Ed. Metales


Pesados, Santiago.

Warburg A (1932). La pervivencia de las imágenes, Ed. Miluno, Buenos Aires.

24
ENSAYO

ENSAYO

Cuando la depresión no es patología: Más allá del modelo


biomédico

Rev APSAN 2022,2(2): 25-37

Juan Pablo Jiménez1

La investigación en Psiquiatría y Salud Mental ha llegado a descubrir algo


que los clínicos sabemos desde hace mucho tiempo, a saber, que la condición que
llamamos “depresión” es extraordinariamente diversa en su presentación clínica y
en su etiopatogenia, es decir, en la manera como el sujeto la experimenta y en sus
causas y mecanismos de aparición y mantención. Además, que cuando la depresión
es severa y crónica, puede llegar a ser muy incapacitante, pero también, cuando
es leve, es una experiencia ciertamente no placentera pero que, no sólo no nos
impide desarrollar nuestras actividades cotidianas habituales –cuando, por ejemplo,
decimos, “en estos días me he sentido bajoneado”–, sino que puede llegar a ser
una oportunidad de desarrollo y crecimiento como persona.
Así, depresión puede ser un trastorno posible de ser clasificado dentro de
las taxonomías en boga (Depresión mayor, Depresión bipolar, Distimia, Depresión
recurrente, Depresión crónica, etc.). En este caso, depresión se entiende a la luz
del modelo biomédico de enfermedad, como una entidad que existe en sí misma,
más allá del diagnóstico, y que tiene causas y mecanismos intrapersonales de
producción, sean estos biológicos o psicológicos. En el otro extremo, solemos
llamar depresión a la respuesta a un evento externo, por ejemplo, a una tragedia
como la muerte de un familiar querido (“está muy deprimida, se le acaba de morir
su esposo”). Pero también hablamos de personalidad depresiva o temperamento
afectivo, cuando decimos, por ejemplo, “este hombre es un melancólico, siempre
ve el aspecto negativo de las cosas”. Desde luego, todos hemos estado alguna

1
Dr. med. Psicoanalista, Profesor Titular de Psiquiatría, Universidad de Chile. Director Instituto Milenio para la
Investigación en Depresión y Personalidad, MIDAP

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REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

vez “bajoneados”, donde depresión es un estado mental transitorio, generalmente


producto de algún tropiezo o dificultad transitoria que enfrentamos en la vida.
Asimismo, y esto en el ámbito más profesional, los psiquiatras diagnosticamos
depresión como una condición subyacente a quejas como fatiga, debilidad, falta de
energía, insomnio, dolor de espalda, cefalea, aún cuando el consultante no tenga
conciencia de estar “deprimido”, es decir, cuando los síntomas más relevantes de
la depresión clínica, ánimo bajo, anhedonia o incapacidad para disfrutar y baja
autoestima con autoreproches, no sean a primera vista tan aparentes.
Es sabido además que enfermedades primariamente médicas, como el
hipotiroidismo u otras, pueden expresarse clínicamente con las características de
una depresión. Suele suceder que el tratar la condición médica subyacente devuelve
al consultante la sensación de bienestar y la depresión se desvanece.
La verdad es que poco ha cambiado en este sentido desde que Freud
escribiera en su ensayo Duelo y Melancolía (1915 [1917]), que “La Melancolía2,
cuyo concepto no ha sido aún fijamente determinado ni siquiera en la psiquiatría
descriptiva, muestra diversas formas clínicas a las que no se ha logrado reducir
todavía a una unidad, y entre las cuales hay algunas que recuerdan más las afecciones
somáticas que las psicógenas…”
Pero, esto no es todo, el asunto se nos ha complicado aún más. En las
últimas décadas, sociólogos e investigadores en Salud Mental han destacado que
el término “depresión” ha expandido aún más su polisemia y, con ello, disminuido
su precisión diagnóstica, hasta llegar a ser una expresión preferida para manifestar
el malestar social individual y colectivo. Los grafitti que tapizaron las murallas de
Santiago durante el estallido social de octubre del 2019 son muy reveladores a este
respecto: “No era depresión, era capitalismo”, decía uno, donde el malestar social/
depresión, se atribuía al modelo económico. Otro planteaba, “Esta es la rabia que
trataron de acallar con fluoxetina”, aludiendo acá, primero a una emoción subyacente
al malestar social –rabia contenida y transformada en desesperanza– y, segundo,
al mecanismo psicosocial de transformar ese malestar, medicalizándolo como una
patología que debe ser tratada con antidepresivos. Aquí, el estudio de la depresión
2
Depresión es el término con que nombramos lo que tradicionalmente, desde la época del auge de la cultura griega, se llamó
Melancolía. Sin embargo, como veremos, el término melancolía tiene tintes positivos que depresión no tiene.

26
ENSAYO

entra de lleno en el tema de los determinantes sociales del bienestar y del malestar
subjetivo individual y colectivo y nos obliga a entender el fenómeno en el horizonte
más amplio de la inter- y la transdisciplina y de la interseccionalidad. Es claro que
el Sistema de Salud y de Salud Mental en particular, no puede hacerse cargo de
condicionantes que dependen de la situación de desigualdad social extrema y de
desastre ecológico al que nos ha conducido un modelo de desarrollo que sólo
considera variables macroeconómicas, pero que es sordo y ciego al impacto y sus
consecuencias en la percepción y la subjetividad de una mayoría que se siente
desprotegida y maltratatada por el Estado y por la Sociedad (Jiménez 2020).
Para ser justos, creo que la propia investigación en Salud Mental ha
contribuido a esta expansión del significado de depresión, más allá del diagnóstico
clínico. En epidemiología, es frecuente el uso de tamizajes (screening), que
buscan ubicar en una comunidad grupos que están en mayor riesgo de padecer
de una patología para así concentrar los esfuerzos sanitarios en ese grupo. En
investigación epidemiológica en depresión se utilizan instrumentos (como el PHQ9),
generalmente autoreportes, que miden síntomas depresivos, aún cuando estos no
permiten diagnosticar “depresión clínica”, sólo sospecha de ésta. Por ejemplo,
en la encuesta de Salud del 2017 (Minsal) el 15.8% de la población general sobre
los 18 años de edad reportó haber sufrido de síntomas depresivos el último año
pero sólo el 6.2% fue diagnosticado clínicamente con esta patología. Entonces,
debemos pensar que esa fracción de la población con síntomas depresivos que no
alcanzan a configurar una depresión clínica, son personas que sienten un malestar
que no es necesariamente patología. Por cierto, si el malestar se intensifica y se
hace muy frecuente esas personas enfermarán, pero muchas no lo harán y serán
capaces de modificar en la realidad los motivos que originan el malestar (Jiménez y
cols. 2020, Jiménez 2021). Así, llegamos al tema de la depresión como adaptación.
En este capítulo trataremos de entender la depresión como adaptación desde
dos perspectivas teóricas. Desde la teoría de la evolución y desde el psicoanálisis.
Como veremos, ambas vertientes son muy parecidas en su manera de entender la
relación más bien borrosa entre patología y normalidad.
Partamos diciendo que frente a una persona que se presenta con ánimo
bajo, anhedonia o incapacidad para disfrutar y baja autoestima con autoreproches,

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REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

es decir, con un cuadro depresivo, debemos plantearnos la pregunta: ¿Cuándo la


depresión es, en un caso particular, un estado patológico sin función alguna (como
ictericia o epilepsia), una defensa adaptativa (no patológica, como dolor por una
torcedura o diarrea aguda por intoxicación alimentaria), o una defensa sobrepasada
que llega a constituir patología (como dolor crónico o deshidratación por diarrea
prolongada)?


Tanto la teoría de la evolución como
Tanto la teoría de la evolución
como el psicoanálisis nos arrojan luces
el psicoanálisis nos arrojan luces para para entender cómo y cuándo una
entender cómo y cuándo una depresión depresión puede ser una respuesta
puede ser una respuesta adaptativa a
situaciones de la vida, esto es, más que adaptativa a situaciones de la vida,
patología una señal de alerta frente a esto es, más que patología una señal
conflictos. de alerta frente a conflictos.
Que nuestros genes controlan el desarrollo de nuestras manos y cerebro para
que tengamos la ventaja de manipular objetos es bastante claro. En la evolución
de nuestra especie, los cambios en nuestro cuerpo y el comportamiento debido
a los cambios en los genes pueden dar lugar a la selección de aquellos cambios
que son más favorables para la supervivencia y la reproducción. El pensamiento
darwiniano sobre medicina también puede ayudar a entender el origen de varias
enfermedades. El ejemplo más claro es la mutación que da lugar a la anemia
de células falciformes, que es más común en zonas de infección por malaria, ya
que puede proteger contra la infección debido a la estructura modificada de la
hemoglobina en los glóbulos rojos.
Pero la depresión es un estado emocional complejo, y si queremos entender
la depresión en relación con la evolución de nuestra especie, debemos primero
considerar las emociones. Una característica común entre los diferentes estados
emocionales es que son una respuesta a señales, tanto externas como internas,
que están vinculadas a una recompensa positiva o a un daño. Han evolucionado
para que el individuo sobreviva mejor. El miedo es una emoción que ayuda a un
individuo a escapar de una situación peligrosa, mientras que el placer anima a un
individuo a tratar de repetir las acciones, como el sexo, que le dieron origen. Se
pueden hacer argumentos similares para otras emociones como la ira, el asco y la
tristeza.

28
ENSAYO

La tristeza, por su parte, es una emoción clave en relación con la depresión,


ya que es la emoción más estrechamente vinculada a ésta. A lo largo de los siglos,
la melancolía se ha descrito en ocasiones como “tristeza sin causa”, porque es una
forma de aflicción sin motivo aparente. Se trata más bien de un estado de ánimo de
pesadumbre o desazón que nos sorprende como una niebla repentina que lo tiñe
todo de gris y nos impide ver con claridad. A pesar de su polimorfismo, se trata de un
sentimiento universal que atraviesa fronteras físicas y temporales. La tristeza es una
emoción universal y tiene una expresión facial común asociada que se reconoce en
muchas culturas diferentes. La tristeza suele estar causada por una pérdida de algún
tipo, desde una persona hasta dinero. La tristeza está estrechamente vinculada a la
pérdida del apego a un hijo o a una pareja, pariente o amigo cercano. El apego es
adaptativo desde un punto de vista evolutivo, sobre todo en relación con el vínculo
entre la madre y el hijo, y la pérdida de este apego, aunque sea breve, puede causar
tristeza en los niños pequeños y hace que busquen al padre. El apego también es
importante para las parejas y su pérdida promueve la tristeza y la búsqueda de la
pareja. La tristeza también puede ser consecuencia de otras pérdidas, desde el
dinero hasta la falta de éxito en el trabajo o ideales de vida venerados, y su función
biológica y evolutiva es motivar al individuo a recuperar lo que se ha perdido. La
tristeza nos impulsa a restablecer el apego y es, desde el punto de vista evolutivo,
una importante emoción adaptativa. La tristeza causada por el duelo es el coste de
haber estado apegado, y puede también puede actuar como una señal social que
es, a la vez, una petición de ayuda y simpatía. La tristeza deja de ser adaptativa
cuando, precisamente, pierde su relación con la situación que la desencadena y se
transforma en “tristeza sin causa” y, más que una motivación a modificar la realidad,
llega a ser señal de una claudicación frente a ésta (la pérdida se percibe como
irreparable y esa irreparabilidad “tiñe” la percepción de uno mismo como incapaz
e incompetente, en palabras de Freud, “la sombra del objeto perdido cae sobre el
yo”).
Charles Darwin, el padre de la teoría de la evolución, se preguntaba en 1887:
“Un dolor o sufrimiento continuado, de cualquier tipo, causa depresión y disminuye
el poder de acción; sin embargo, ésta es una buena adaptación para proteger una
creatura en contra de un mal mayor para el cual no se está preparado” (Charles

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Darwin, 1887). La hipótesis adaptacionisma plantea entonces que, dentro de ciertos


rangos, el ánimo depresivo capacita al individuo para afrontar adaptativamente
situaciones poco propicias en las que el esfuerzo de perseguir un objetivo mayor lo
expone al peligro, a la pérdida, al daño corporal o simplemente a un esfuerzo inútil.
En tales situaciones, el pesimismo y la falta de motivación inhiben actos peligrosos
o inútiles cuando el objetivo deseado se revela como inalcanzable. La depresión
se resuelve cuando se abandona ese objetivo (Nesse 2000). Pensemos en alguna
persona que ha luchado denodadamente durante largos años por mantener una
empresa a flote y financieramente viable. Gran parte de su bienestar psicológico
está basado en ese emprendimiento; sin embargo, una y otra vez comprueba que
su empresa no es viable y que si sigue invirtiendo en ella perderá todo lo que
tiene. Para evitar eso último, se declara en quiebra y, al poco tiempo se deprime.
Al reflexionar sobre su experiencia como empresario comprende que tomó
decisiones erradas basadas en una idea poco realista del mercado y de sus propias
capacidades. No sin tristeza y dolor decide, con el poco capital que logra conservar
después de la quiebra, abandonar sus expectativas desmesuradas y recomenzar
una actividad más acotada y menos ambiciosa. Después de un tiempo recupera un
sentimiento realista de bienestar y el ánimo depresivo se desvanece. Esta situación
ficticia ejemplifica como una depresión puede ser una defensa adaptativa frente
a un medio ambiente que no es proporcional a las expectativas de un invididuo.
De acuerdo con la hipótesis adaptacionista, el desánimo y los síntomas asociados
contribuyen con el manejo de situaciones inapropiadas o potencialmente dañinas,
por ejemplo, comunicando una necesidad de ayuda o actuando como señal de
sumisión frente a los demás en conflictos interpersonales o sociales en torno a la
jerarquía cuando no existen posibilidades de resultar victorioso. Las conductas de
sumisión o subordinación frente a situaciones vitales difíciles permiten reducir la
agresión recibida (todos hemos visto una pelea de perros, donde el vencido se
retira “con la cola entre las piernas”). Se evita así un gasto energético innecesario
y, cuando se trata de luchas interpersonales en un grupo, se evita la expulsión de la
comunidad lo que, a su vez, facilita la búsqueda de ayuda y soporte social.
Este doble aspecto de la depresión como adaptación, a saber, sufrimiento
por un lado y por el otro oportunidad para producir un cambio hacia un bienestar

30
ENSAYO

más realista y maduro, es quizás lo que explique que, a lo largo de los siglos,
todas las culturas celebren alguna forma de melancolía, aun cuando también traten
de domeñarla con ritos, narraciones y ceremonias religiosas. Filósofos griegos,
como Platón y Aristóteles destacaban que debemos a la melancolía las mayores
bendiciones y la definían como un “don divino”. Aristóteles se preguntaba sobre
la relación entre melancolía y genialidad: “¿Por qué parecen ser de temperamento
melancólico todos los hombres que se han destacado en filosofía, poesía y
arte?” Pareciera así que en el proceso de superación del ánimo depresivo hay un
mecanismo universal de crecimiento personal y cambio psicológico que, incluso,
está en la base de los procesos creativos.
El pensamiento de Freud, creador del psicoanálisis, está fuertemente
influenciado por las ideas de Darwin. De hecho, las explicaciones evolucionarias
sobre la función adaptativa de la depresión, son totalmente compatibles con la teoría
psicoanalítica del desarrollo psicológico individual y del impacto de las pérdidas
significativas en la génesis de la depresión. Esto es muy claro si consideramos el rol
articulador que tiene la teoría del apego entre ambas perspectivas, la evolucionaria
(evo, por evolution en inglés ) y la perspectiva psicoanalítica del desarrollo individual
(devo, por development en inglés).
John Bolwlby, psicoanalista británico, padre de la teoría del apego e
introductor de la etología en la psicología invidivual, plantea que, “en el caso de
sistemas biológicos, la estructura toma una forma que está determinada por el
tipo de ambiente en el cual el sistema ha estado de hecho operando durante su
evolución… A este ambiente yo propongo llamarlo ‘ambiente de adaptación’ del
sistema. Sólo dentro de su ambiente de adaptación se puede esperar que un sistema
opere eficientemente.” (John Bowlby 1969). De esta afirmación se deduce que, para
entender el rol de la tristeza como señal de pérdida y su impacto en la génesis de la
depresión, debemos conocer las características del “ambiente de adaptación” en el
cual se formó y desarrolló nuestra especie humana. Nuestro cuerpo, mente y cerebro,
evolucionaron durante millones años para adaptarse al medio ambiente de la sabana
africana. A partir de la aparición de la agricultura, hace unos 10.000 años, empieza un
proceso de “modernización” individualista que se ha acelerado en los últimos siglos
y decenios. Pero, ¿cuáles eran las características adaptativas al ambiente “original”

31
REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

que permitieron la sobrevivencia exitosa de nuestra especie? En el grupo humano


primigenio, las relaciones eran emocional y físicamente cercanas y colaborativas.
Fue en el seno de estas relaciones estrechas que surgieron el apego, el lenguaje y
la mentalización. La adaptación a los cambios ambientales catastróficos en África
crearon condiciones para que se seleccionara genéticamente un homínido capaz
de conciencia y de crear cultura. Desde la aparición del lenguaje, hace no más de
70.000 años atrás, aparece la cultura que evoluciona según leyes propias ejerciendo
presión selectiva sobre nuestros genes. Las creaciones culturales modifican nuestro
cerebro. El hombre “construye” cultura con su inteligencia y lenguaje y, con ello,
nuevas formas, más rápidas de adaptación; con ello, la especie humana evitó la
extinción, destino que sufrieron nuestros parientes homínidos. A su vez, los nichos
culturales ejercen, de vuelta, presión selectiva sobre ciertas estructuras genéticas y,
de esta forma, la cultura transforma el genoma humano. Los seres humanos somos
así, simultáneamente, seres naturales y seres culturales donde genética y medio
ambiente (natural y cultural) están en permanente interacción. Llamamos cultura a
los patrones explícitos e implícitos de comportamiento, adquiridos y transmitidos
mediante símbolos y sus artefactos; el centro de la cultura consiste en ideas
tradicionales y sus valores. La cultura sostiene al grupo a través del tiempo, organiza
las relaciones y facilita el bienestar del individuo. La cultura existe en la “cabeza” de
los individuos pero también en el mundo, de modo que los procesos psicológicos
y la cultura se constituyen de manera mutua y constante a lo largo del tiempo. La
cultura da forma a los pensamientos y emociones a la vez que es modelada por
ellos. De este modo, la melancolía se transforma en un fenómeno cultural que
modifica la expresión de la depresión en una cultura particular. Por ejemplo, en
comunidades tradicionales chinas, la experiencia de depresión es más “física” que
“psicológica”. Rara vez los pacientes


Del mismo modo como la teoría de la
reportan sentimientos de tristeza o
desánimo. En estas comunidades
evolución entiende el presente de la la expresión de sentimientos,
especie humana en función de su historia
evolutiva, para el psicoanálisis, las especialmente de afectos negativos,
preocupaciones psicológicas del presente, se considera culturalmente reprobable.
normales y patológicas, son un reflejo de En cambio, presentan molestias
precursores infantiles. como dolor, somnolencia, fatiga y

32
ENSAYO

aburrimiento. Algo semejante sucede en comunidades agrícolas occidentales.


Del mismo modo como la teoría de la evolución entiende el presente de
la especie humana en función de su historia evolutiva, para el psicoanálisis, las
preocupaciones psicológicas del presente, normales y patológicas, son un reflejo de
precursores infantiles. Las experiencias e interacciones de los primeros años de vida
con los cuidadores primarios fijan patrones que forman expectativas inconscientes
a través de las cuales entendemos y enfrentamos la vida. La identificación de estos
patrones infantiles es un aspecto crucial de la comprensión de una persona adulta.
Por ejemplo, en psicoanálisis se sabe, mucho antes de la investigación moderna
de la interacción madre-bebé, que los ánimos depresivos de la madre durante
los primeros dos años después del nacimiento crean en el niño una tendencia a
la depresión (aunque ésta misma pueda no manifestarse sino hasta muchos años
después). Para el psicoanálisis, tales bebés logran su sentido de unidad y armonía
(apego) con la madre deprimida no por medio de sus logros en el desarrollo, sino
a través de producir en ellos mismos el ánimo de la madre.
En dos ensayos pioneros, Freud definió la relación del duelo, de las pérdidas
y de las separaciones con la génesis de la depresión.
En Duelo y Melancolía (1917), Freud entendió la depresión como la reacción
a una pérdida de un objeto real o imaginario. Sin embargo, lo esencial no es la
pérdida misma, sino cómo ésta es codificada, interpretada por el pensamiento
consciente y la fantasía inconsciente que organizan la experiencia de la pérdida.
Así, el objeto debe ser psíquicamente construido como perdido. Pero, no basta la
pérdida para producir una depresión, es necesario explicar porqué el sujeto llega a
sentirse incompetente frente a ella. Más adelante, Freud se enfrenta a este problema.
En Inhibición, Síntoma y Angustia (1926), plantea que la depresión aparece cuando
persiste el deseo por el objeto perdido acompañado por la representación de su
inaccesibilidad. La convicción de que el deseo por el objeto no puede ser satisfecho
produce el característico sentimiento de dolor. Así, el afecto depresivo es señal de
pérdida consumada, diferente de la ansiedad como señal anticipatoria de peligro.
De este modo, se necesitan dos elementos para que se origine una depresión:
primero la pérdida de un objeto (real o simbólico) que es el anhelo de un deseo de
cuya satisfacción depende el equilibrio psíquico y la autoestima. Entonces, Junto

33
REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

al sentimiento de desesperanza que surge frente a la imposibilidad de satisfacer


un deseo intensamente aspirado, está la representación de sí mismo como una
persona impotente, incapaz de modificar la situación: no se puede renunciar al
deseo pero tampoco se lo puede satisfacer.
Desarrollos psicoanaliticos posteriores (Bleichmar 1996) han explorado el
carácter patológico del desear del depresivo y definido ámbitos desiderativos
que originan distintos tipos psicodinámicos de depresión. De este modo, deseos
de satisfacción instintiva o de experimentar niveles bajos de tensión mental
y física conducen a depresiones secundarias a estados de privación crónica o
a situaciones de estrés prolongado. Deseos de apego, que van desde los más
normales de contacto físico o comunicación emocional con otro significativo, hasta
los más patológicos de fusión con el objeto producen depresiones anaclíticas3,
secundarias a separaciones, especialmente importante en niños y adolescentes.
Deseos narcisistas, que también van desde los normales deseos de control de los
propios impulsos y emociones, de buen funcionamiento psíquico, de ser querido
o apreciado, hasta deseos más patológicos de cumplir con ideales de perfección
física, mental o moral, de ser objeto de admiración sin límite, o de tener un control
total sobre sí mismo o sobre los demás también pueden conducir a depresiones.
La no realización de tales deseos más patológicos está en la base de las llamadas
depresiones narcisistas. En el caso de deseos relacionados con el bienestar de la
persona querida, puede suceder que si el sujeto se ve a sí mismo como siendo el
agente causal del daño o sufrimiento del otro, se originará una depresión cuyo
componente principal será la culpa.
Tanto la teoría evolucionaria como el psicoanálisis nos dan pistas para
entender cuándo y cómo una depresión en particular, independiente de su gravedad,
puede entenderse como una reacción a una situación (muchas veces inconsciente
o sea, fuera del alcance de la subjetividad consciente de la persona) que altera el
equilibrio psicológico. Pero también nos iluminan sobre la posibilidad de salida y

3
La depresión anaclítica o síndrome de hospitalismo, fue descrita por René Spitz en 1945 en niños/as que sufrían un
abandono más o menos brutal y prolongado por parte de sus madres o cuidadoras primarias durante el primer año de vida,
tras haber tenido el niño/a una relación normal con ellas. Posteriormente, Sidney Blatt las generalizó como un tipo básico
de depresión también en el adulto. El término “anaclítico” proviene del griego (apoyarse en, acostarse sobre) y se refiere a
la necesidad de dependencia de los demás, que es uno de los organizadores básicos de la personalidad.

34
ENSAYO

recuperación del episodio depresivo cuando esa persona es capaz de renunciar a


ese deseo o de modificar el rol de ese afán tan anhelado en la economía psíquica.
Tanto psicoanalistas como


Tanto psicoanalistas como filósofos han
filósofos han planteado que la
condición humana de posibilidad de
planteado que la condición humana la depresión está en la conciencia de
de posibilidad de la depresión está en
nuestra limitación ontológica, de la
la conciencia de nuestra limitación
ontológica, de la carencia o falta básica carencia o falta básica que radica en
que radica en lo más profundo de nuestra lo más profundo de nuestra propia
propia subjetividad. subjetividad. La esperanza emana de
la melancolía que experimentamos al
tomar conciencia de que nunca estaremos completos, de que siempre “parece
faltar algo” en el momento presente.
Si entendemos la melancolía en el contexto más amplio de la naturaleza
humana, encontramos los factores de los que se nutre, –como la noción de
pérdida, la conciencia de la transitoriedad de la vida y el recuerdo de nuestra
primera infancia, cuando formábamos un todo con nuestra madre y el mundo–, y
aquello que nos permite superarlos, sin que por ello desaparezcan del todo, esto
es, nuestra capacidad de pensar con una conciencia expandida y de crear algo
nuevo haciendo uso de nuestra creatividad. Estos son aspectos opuestos que los
humanos compartimos desde que el mundo es mundo, y sobre los que hemos
intercambiado experiencias e historias a través de los siglos, en todas las culturas y
que están en la base del sentimiento religioso. Como psicoanalista he acompañado
muchos procesos terapéuticos individuales a lo largo de los cuales se produce este
cambio, diría, de una depresión negativa a una melancolía positiva.
De este modo, la melancolía causada por la experiencia negativa de la
pérdida lleva implícita una promesa, la esperanza en un nuevo comienzo. En este
sentido, somos seres duales en los que confluyen de manera simultánea emociones
antagónicas de tristeza y alegría. Y eso es precisamente lo que nos conmueve como
seres humanos y nos proporciona un sentimiento de solidaridad, algo fuera del
alcance de los fríos mecanismos de la economía de mercado, que no son más que
un pálido reflejo de nuestra naturaleza humana, orientados a explotar con fines

35
REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

comerciales nuestro deseo de satisfacer necesidades (Joke 2019).


Uno de los autores más melancólicos e inspiradores que han escrito sobre
ello fue el filósofo judío alemán Ernst Bloch (1885-1977), quien en El Principio
Esperanza transformó su melancolía sobre “lo que nos falta como seres humanos”
en un brillante alegato en favor de la esperanza. En su estudio, Bloch establece
vínculos entre distintos análisis políticos y filosóficos, e interpreta viejos mitos,
sagas, música, arte y literatura para demostrar que el ser humano, a pesar de su
conciencia melancólica —o, mejor dicho, gracias a ella—, es en realidad un ser que
cultiva la esperanza y el deseo. Y es precisamente esa esperanza, esa expectativa,
lo que lleva al ser humano a no darse por satisfecho con el mundo, la sociedad y el
statu quo actuales, y a buscar caminos alternativos, dar una vuelta de timón y seguir
desarrollándose y luchando por mejorar la sociedad. La depresión tiene pues una
relación intrínseca y misteriosa con la esperanza.
Esta paradoja, o más bien, este vuelco de la depresión que paraliza y se
hunde en la desesperanza, y la motivación para el cambio y la creatividad, nos
permite también entender mejor las cifras epidemiológicas que revelan un malestar
social significativo y creciente en nuestro país y del cual hablé más arriba. Ese
malestar subjetivo, que se manifiesta como sintomatología depresiva, pero que
no alcanza a ser depresión clínica, es lo que nos permite sostener la esperanza de
que nuestra sociedad está buscando con urgencia nuevas formas de relación social
entre los individuos, entre sus comunidades diversas, y de éstas con el Estado. Este
es también el fundamento de mi propia esperanza.

Referencias

Bleichmar H (1996) Some subtypes of depression and their implications for


psychoanalytic treatment. Int. J. Psycho-Anal. 77: 935-961

Bloch E (1977- 1980) El principio esperanza. Tres Tomos. Madrid: Aguilar.

Bowlby J: Attachment and Loss, Loss: Sadness and Depression Volume 3. London:
Hogarth Press; Harmondsworth: Penguin; 1981.

Darwin Ch, Francis ed. (1887) The life and letter of Charles Darwin, including and

36
ENSAYO

autobiographical chapter. London: John Murray.

Freud S (1915 [1917]) Duelo y Melancolía. Tomo XIV, Buenos Aires: Amorrortu.

Freud S (1926) Inhibición, Síntoma y Angustia. Tomo XX, Buenos Aires: Amorrortu.

Hermsen, Joke. La melancolía en tiempos de incertidumbre: 111 (El Ojo del


Tiempo) (Spanish Edition) . Siruela. Edición de Kindle.

Jiménez JP (2020) Mirando el 18-O desde la salud mental: Cuando la violencia


doméstica se tomó la calle. Ciper Académico, 17.11.2020

Jiménez JP (2021) Crítica a la cobertura mediática de la encuesta Ipsos: “Tal vez


nos sentimos peor que antes, pero eso no significa que estemos enfermos”. Ciper
20.04.2021

Jiménez JP, Behn A, Manzi J y Flores P (2020) Depresión y Malestar social en Chile
(I): Lo que no sabemos. Ciper Académico, 05.12.2020.

Nesse RM (2000) Is Depression an Adaptation? Arch Gen Psychiatry 57:14-20.

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REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

ENSAYO

No sé si lo estoy pasando bien o me quiero matar


Rev APSAN 2022,2(2): 38-50

Constanza Michelson1

“El hastío es un vértigo, pero un vértigo tranquilo y monótono;


es la revelación de la insignificancia universal, es la certidumbre llevada hasta el
estupor o hasta la suprema clarividencia de que no se puede,
de que no se debe hacer nada en este mundo ni en el otro,
que no existe ningún mundo que pueda convenirnos ni satisfacernos”
Emil Cioran

“La mujer está concluida”


“Filo”, Sylvia Plath

Muchos psicofármacos llevan en su caja la advertencia de posibles efectos


secundarios. En los antidepresivos, uno muy paradójico: el riesgo de suicidio. Sin
embargo, el abordaje de esta advertencia es como si fuera algo que ocurre de manera
muy excepcional. Hasta que aparece un caso de connotación pública. Ocurrió en
2018, cuando la familia del músico Chris Cornell, tras su suicidio, decidió demandar
al médico por negligencia y falta de consentimiento informado. Cornell era tratado
con dosis muy altas de un ansiolítico y un analgésico tan potente como adictivo.
Nunca se le informó sobre la interacción de estos fármacos ni de posibles efectos
colaterales, como el descontrol de impulsos y el deterioro en el pensamiento.
La periodista Silvana Angelini compartió en Facebook un hallazgo inquietante.
Se dio cuenta que en La visible oscuridad, William Styron escribió que pensaba
que su crisis depresiva se debía, entre otras razones misteriosas, al alcoholismo y

1
Fragmento del libro de Constanza Michelson, Hacer Noche: insomnio, arritmia y otros modos de existencia. Editorial
Paidos, Santiago-Chile, Marzo 2022. Reproducido con autorización.

38
ENSAYO

a su dependencia al Halcion. El mismo somnífero del que recordaba haber leído


en un libro de Philip Roth. Buscó entre sus libros hasta que lo supo: en Operación
Shylock, Roth cuenta sobre sus ganas de matarse y dice que al contarle a un amigo
lo que estaba tomando, éste le respondió que lo dejara inmediatamente por ser un
fármaco peligroso. ¿Será que siempre estuvo la depresión, o apareció tras el uso
del Halcion?, se preguntó el escritor más tarde.
Hace algunas décadas, las familias de las víctimas de un tiroteo conocido
como el caso Wesbecker en Estados Unidos, demandaron a la compañía Eli Lilly,
fabricantes del Prozac, porque el asesino había comenzado su uso un mes antes
de los disparos. En el contexto del juicio, la revista British Medical Journal publicó
un documento que supuestamente había ocultado la compañía. Se trataba de los
resultados de un estudio hecho en los años ochenta que arrojaba los siguientes
resultados: un 38 por ciento de las personas que recibían el fármaco sufrían una
alteración de conducta, versus un 19 por ciento de los que recibieron el placebo.
La historia terminó con la revista médica pidiendo disculpas públicas, ya que el
laboratorio demostró no haber ocultado los documentos,2 Eli Lilly llegó a un acuerdo
con los demandantes y el tribunal decretó que el Prozac era un medicamento
seguro. Fue recién diez años después del juicio, en 2005, que la FDA revisaría el
estudio en cuestión y advirtió que los antidepresivos pueden provocar agitación,
pánico y agresión.
Por esos años yo empezaba a trabajar en la reciente implementación del
Programa Nacional de Depresión en Chile, me explicaban en el consultorio donde
ingresé, que este proyecto venía a aliviar la sobrecarga de un tipo de paciente
problemático y algo desagradable: el policonsultante. Un tipo de sujeto que
con demasiada frecuencia ocupaba horas médicas sin poder ser diagnosticado
con ninguna patología física. Alguna vez un subsecretario de redes asistenciales
reclamaba en televisión que necesitábamos un cambio cultural, porque teníamos
el problema de que las personas iban a los consultorios a hacer vida social ¡Como
si eso fuera poca cosa!
En esas circunstancias no nos temblaba la mano al tener que diagnosticar de

2
The BMJ: FDA to review “missing” drug company documents. https://www.bmj.com/content/330/7481/7

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REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

depresión a casi cualquier persona que llegaba con algún tipo de malestar anímico,
porque era la única forma de que accediera a atención psicológica y que los centros
de salud recibieran los fondos para que los equipos contaran con un terapeuta. En
ese tiempo sabíamos, y se lo hacíamos saber a los pacientes, que hacíamos una
trampa piadosa; nunca creímos que todas esas personas padecieran una depresión,
pero necesitaban ser escuchadas.
El tratamiento oficial consistía en algunas sesiones de psicoterapia y un
tratamiento farmacológico llevado por un médico general; el esquema era bastante
uniforme: las depresiones “moderadas” recibían un ansiolítico y un antidepresivo;
las “leves”, aunque no era la idea, también, y las “severas” derivadas a psiquiatría.
Se comenzó a medicar a destajo, a los mucho o poco deprimidos, a los viejos que
ya llevaban años de adicción a las benzodiacepinas se les cambiaba el tratamiento
como un mal menor. Recuerdo a un colega que participaba en un estudio de
Prozac, con el propósito de demostrar que funcionaba mejor que los genéricos
para los trastornos de personalidad. Investigando sobre estos asuntos, leí que en
esos años el laboratorio había perdido el juicio para proteger su patente y evitar
que se comercializaran los equivalentes.
Hacíamos lo que podíamos, y creo que aun no éramos tan conscientes de
cómo se expandía una maquinaria que encapsulaba a la experiencia interior en el
lenguaje sanitario, homogenizándolo todo. Creo que tanto los terapeutas como
los pacientes empezaron a creer en los diagnósticos, como si fueran la causa y la
verdad del malestar, antes que un rótulo orientador. El lenguaje del campo de la
salud mental se fue volviendo institucional, desmoralizante.
Si se busca en la literatura psiquiátrica se pueden encontrar estudios que
demuestran pocos riesgos y alta efectividad en psicofármacos, tanto como lo
contrario. Generalmente ambos lados se acusan mutuamente de fallas metodológicas
en sus estudios, así como de conflictos de interés. Y ocurre lo mismo en los relatos
de las personas: hay quienes encuentran calma química y otros que se sienten
despersonalizados.
El biólogo Peter C. Gotszche publicó un polémico libro3, en el que afirma

3
P. C. Gotszche. Psicofármacos que matan y denegación organizada. Los libros del Lince. Barcelona, 2016.

40
ENSAYO

que lo que se está haciendo con los fármacos nuevos es lo mismo que ocurrió hace
décadas con las benzodiacepinas: sobreindicarlos y no responder por sus efectos
secundarios. No se termina de asumir que pueden generar dependencia, y que
crean un círculo vicioso: cuando alguien se siente mal al dejar los fármacos se suele
asumir que se trata de una recaída antes que de una abstinencia, se vuelven a
recetar y se cronifica a los pacientes. Además, se ha instalado la idea de que los
trastornos son producidos por un desequilibrio químico que habría que recuperar,
pero la mayor parte del tiempo no se hace un examen para verificar, como se haría
con una diabetes, tal desequilibrio o medirlo para cuantificar las dosis a prescribir.
¿De qué se trata entonces, de una metáfora, de la extrapolación abusiva de ciertos
hallazgos? ¿O es como en el tiempo de Freud coquero, una presunción sostenida en
el hecho de que los fármacos siempre generan algún efecto en el sistema nervioso?
Si bien Gotszche ha sido muy discutido, hay un término que propone al
que debiésemos atender: en el campo de la salud mental hay una denegación
organizada. Se actúa negando que, a diferencia de otros campos médicos, en el
mental no hay cosas concluyentes, pero se actúa como si lo hubiera. Tanto respecto
al abordaje biológico como al de la terapia psicológica. Hace algunas décadas el
psicoanálisis venía sufriendo un desprestigio por parte de las terapias cognitivas,
por ser consideradas largas, inútiles y con pocos resultados demostrables. Pero
hace unos años comenzó a ocurrir lo inverso, se tuerce la idea de lo útil: el pasado y
la memoria vuelven a cobrar relevancia; por cierto, como el movimiento político de
los últimos años. ¿Modas epistemológicas, estudios sesgados? O bien, una práctica
que no tiene un lenguaje a la altura de su complejidad.
Si sigue habiendo algo misterioso en el campo de lo mental, creo que es
porque se trata del territorio donde converge lo más definitivo de lo humano: ser
un animal atravesado por el lenguaje. Hay una disputa epistemológica (y política)
respecto del énfasis en el animal o en el lenguaje, sin embargo, hay algo que no se
agota en ninguno de los dos, porque nuestro lío es que somos justo la intersección.
A propósito de su libro Yoga, Carrére dijo en una entrevista que, aunque no
está seguro, hubo un punto de angustia indescriptible en que solo los químicos y
el electroshock sirvieron. Aunque habría sido el yoga lo que lo llevó a comprender
que ningún estado es absoluto, cuestión que le dio calma. Creo que de lo que

41
REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

habla es de que el padecimiento anímico puede ser experimentado bajo diversas


modalidades existenciales, las que nos sitúan en una relación radicalmente distinta
al lenguaje.
Hay momentos en que las palabras no tocan al cuerpo, y más bien la
materialidad corporal toma una presencia insoportable; como la hipocondriasis que
describe Styron en su crisis depresiva: escuchaba lo que no se debe escuchar del
organismo. Luego solo queda anestesiarlo. La melancolía, eso que hoy llamamos
depresión severa, para Freud es el grado cero del psiquismo. Se trata de una
deserotización psíquica, hay una pérdida del placer de dejarse llevar por las ideas,
pensar se vuelve una tortura. Cuando se cae del registro del lenguaje, la psicoterapia
parece algo que no tiene sentido, y muchas veces es así; sin embargo, puede ocurrir,
y confieso que no sabemos cómo, que una palabra, un acontecimiento misterioso
rehabilita las chispas de deseo en la cabeza. No es que aparezca la felicidad, sino
que se establece un conflicto pensable.
El problema es que la
denegación organizada en el
campo de la salud mental no
permite dar con la complejidad de
lo que la melancolía y el suicidio
pueden decir sobre la condición
humana. Me gusta como lo dice Al
Alvarez en su libro El Dios Salvaje:
ninguna teoría desentrañará un
acto tan ambiguo y de motivaciones
tan complejas como el suicidio,
por cierto, no la investigación que
reseca cualquier saber en cifras.
Sobre su abordaje, agrega, quizá
la única solución concebible que cabe aportar a un suicida es la comprensión
afectuosa, pero, así como es cierto que el poco tiempo de los médicos los puede
hacer poco dados a la escucha, también ocurre que muchos deprimidos no quieren
ser tampoco ayudados.

42
ENSAYO

Quizá la primera pregunta es saber cuándo los discursos de salud mental


tienen incidencia o no en la vida sensible.
Se me ocurre que el término salud mental está en el listado de palabras sin
vuelo, sin promesa; palabras modernas pero somníferas: innovación, educación de
calidad, amor propio, emprendimiento, enemigo invisible. Palabras que secuestran
la experiencia, que no hacen mundo. Creo que salud mental es un concepto que
pasó por la licuadora implacable de la época, capaz de convertir casi cualquier cosa
en un objeto práctico y desechable.
Esta licuadora implacable es lo que Silvia Schwarzböck, en su libro Los
espantos,4 llama “vida de derecha”. No se refiere a una decisión política explícita,
sino a la colonización subjetiva del capitalismo tardío, aun en quienes dicen cosas
de izquierda. Una especie de dictadura existencial que comenzó a determinar
la manera de nombrar y habitar la realidad bajo el pensamiento del cálculo y la
utilidad. Creo que la salud no es ajena a esta operación, la forma de enunciar un
diagnóstico es lo que da forma al problema y a su solución.
La salud mental es un concepto en disputa. No hay que olvidar que la
homosexualidad recién salió en los setenta del gran manual de los trastornos
mentales. Pero, paradójicamente, así como la sexualidad se fue liberando de
categorías que la patologizan, al mismo tiempo ha habido una complacencia
silenciosa con la expansión de clasificaciones que aplastan las experiencias vitales.
En la historia de las mujeres, la patologización del malestar ha sido un asunto
con el que lidiamos hasta hoy. En los setenta llamaban el problema que no tiene
nombre a un difuso malestar autodestructivo de las mujeres; insomnio, ansiedad,
alcoholismo: la neurosis de la dueña de casa desesperada de posguerra. A partir de
su propio estado anímico, Betty Friedan escribió un artículo en que le arrebató, a lo
que hoy sería el campo de la salud mental, el diagnóstico de la miseria existencial
de las mujeres de su tiempo. Lo que hizo fue despatologizar a la mujer infantilizada
y empastillada, leyendo el asunto de manera estructural. El artículo fue rechazado,
pero le sirvió de inspiración para su libro La mística de la feminidad, de 1963. ¿Qué
queda del problema que no tiene nombre? El uso de psicofármacos en mujeres es

4
Silvia Schwarzböck. Los espantos. Buenos Aires: Los Cuarenta, 2016 .

43
REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

el doble o el triple que en los hombres. En su artículo Mujer y pobreza: La pena


que persiste, Mariane Krause dice que, de acuerdo con las investigaciones, son las
mujeres en situación de pobreza las más vulnerables a caer en depresión. Lo que
me interesa es la explicación que le da a este resultado: una posición ajena al poder
y la debilidad de los vínculos sociales es lo que precariza su mundo. Y es que el
trabajo no es solo un modo de ganarse la vida, es una relación social. La dueña de
casa es anulada como sujeto político. Hay que preguntarse si recibir un diagnóstico
psiquiátrico – aunque sea para acceder a una ayuda – no es parte del círculo vicioso
que deja a las mujeres fuera del mundo.
A veces pienso que usamos la palabra salud mental con la misma ansiedad
que pretende combatir. Quizá la ansiedad no sea un mero trastorno y haya pasado
a ser algo así como una civilización, una forma de comprender y estar en el mundo.
Durante la pandemia apareció una urgencia mediática respecto de las consecuencias
del encierro en la salud mental. Diría que apareció una ansiedad por encontrarnos
en un estado ansioso y se recetaba, paradójicamente, más ansiedad: haz tal o cual
cosa para estar mejor. Pero, mal que mal, se nos cayó el mundo y la muerte se nos
apareció rampante, ¿qué teníamos que sentir entonces? ¿Ya no podemos distinguir
un trastorno mental de una reacción existencial? ¿Es que ya no hay tiempo para el
duelo, la inquietud y las preguntas?
No hay que ser especialista para saber de la ruina mental que una catástrofe
de la magnitud de la pandemia traería. Pero es clave el cómo esa ruina se interpreta.
De Platón aprendimos que los antiguos distinguían al médico filósofo que atendía
con miras a un fin trascendente, del médico de esclavos, quien atacaba con prisa
el malestar para lograr la utilidad inmediata de ese cuerpo. ¿No deberíamos a
lo menos preguntarnos si una buena vida es lo mismo que una vida saludable, o
si nuestros conceptos de salud y bueno, no son a veces un nuevo problema que
deriva en un gatopardismo terapéutico?
Mi posición es cauta. Creo que la investigación de las bases biológicas del
psiquismo debe seguir avanzando; lo problemático es que su modelo epistemológico
se constituya en algo más que un tratamiento, volviéndose una forma de pensar. Y es
absolutamente problemático que quienes practican la psicología o el psicoanálisis
comiencen a hablar como los primos pobres de la psiquiatría y la neurología; por

44
ENSAYO

esa vía se hace el camino inverso al freudiano: se va del psiquismo al organismo, de


la experiencia interior al silencio orgánico.
Mientras que desde el otro frente, el de lenguaje, me parece que es errada
la forma en que comenzó a instalarse la idea de que el lenguaje cambia la realidad:
de manera voluntaria y práctica. Quizá sea este un buen ejemplo de las cosas que
pasan por la licuadora que reduce a las ideas a la lógica de un producto, luego
pierden significancia política. Si el lenguaje tiene algo que ver con los modos de
existencia, no es bajo la idea voluntarista de que cambiando las palabras cambian
las cosas. El asunto relevante es el modo en que habitamos el lenguaje: estamos en
él, pensamos, elaboramos conflictos, cuestión que modela un tipo de sufrimiento; o
bien, si la relación con el lenguaje es utilitario, luego no hay garantía ni de afectación
de las palabras en las cosas, ni de sostener una relación sensible con el mundo.
Por mi parte puedo decir que considero imprescindible en estas materias
recordar algunas lecciones freudianas: no hay cultura sin malestar. Incluso, hay cosas
que se proponen como solución y como un progreso, que pueden transformarse en
un nuevo problema. Y quizá lo más importante, es que a veces se puede estar bien
estando mal: hay momentos en que el malestar es el último aliento del deseo antes
de claudicar. Y sobre eso, creo que campos como la literatura, pueden expresar
muy bien esas extrañas cosas que puede un cuerpo.

***

El mito de Sísifo de Camus abre con el siguiente pronunciamiento: no hay más


que un problema filosófico verdaderamente serio y, ese es el suicidio. Determinar
si la vida vale o no la pena ser vivida puede que se haya convertido en nuestra
época en un asunto más penoso que cuando podía ser, en parte, contenido por
la religión. Sin la distancia respecto del cuerpo que las creencias establecían, el
cuerpo y la gestión de la vida pasa a ser un asunto privado y, la razón para vivir se
vuelve circular: no hay que morir porque hay que vivir.
La complejidad del suicidio está en que hay tantas razones para hacerlo como
razones para vivir. Pero hay cosas que se repiten en algunos suicidas; por ejemplo,
un convencimiento insidioso de quitarse la vida, como un demonio que abre un

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REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

portal de manera irreversible. Styron relata que tras un viaje a París supo, con gran
aflicción, que no volvería jamás a ese lugar, que seguramente se quitaría la vida.
“Esa certeza me asombró y me llenó de un nuevo terror (…) me vería obligado a
juzgar que la vida no merecía la pena ser vivida y en consecuencia a responder, en
cuanto a mí mismo por lo menos, la pregunta fundamental de la filosofía”5.
Al Alvarez, en su ensayo sobre la muerte de la poeta Sylvia Plath, plantea
algo similar, dice que su escritura cambió en un momento dado. Contrariando su
apacible comportamiento social, sus poemas estaban afectados de desesperación
y una despiadada agresividad: “Hablaba del suicidio con un desapego seco, sin
mención alguna al sufrimiento o al dramatismo”6. Como si en ella se hubiese
instalado una certeza horrorosa pero tranquila, que confundía a los demás dado su
talante optimista; versión en la que él prefirió creer. Su amiga se veía adaptada y
a la vez se encontraba en una etapa de intensidad creativa. ¿Estaba bien o estaba
tratando de morir?
Alvarez pensó después que, como ocurre en muchos casos, sus poemas eran
un grito de ayuda, pero que ese mensaje no llegó a tiempo. Porque si Plath con
su escritura se acercó al horror, primero como modo de exorcizarlo, luego habría
quedado encerrada en él, indefensa, sin poder retroceder. El día en que se encerró
en la cocina y prendió el gas dejó una nota: “Por favor llamen al doctor”. ¿Qué
significa eso? ¿Un intento que no pretendía llegar hasta el final?
Hay otra clase de suicidas, más estridentes, una especie de “suicidas
crónicos”; pero aun así el deseo de muerte puede resultar inaudible, incluso para
ellos mismos. El dramaturgo y actor Spaldin Gray en No sé si lo estoy pasando bien
o estoy tratando de matarme, habla de años de sobrerreacciones emocionales,
exageraciones y conductas disruptivas. Obsesionado con esquiar, incluso antes
de experimentarlo por primera vez, depositó en ese deporte una extraña (des)
orientación vital. Recuerda cómo, un día, ya convencido de que era lo único que
valía la pena, abandonó de un segundo a otro el set en el que actuaba para una
película de Soderbergh. El director, consternado, le preguntó si no quería trabajar

5
W. Styron. Esa visible oscuridad. Santiago: Hueders, 2015, p. 33.
6
A. Alvarez. El Dios salvaje. Ensayo sobre el suicidio. Santiago: Hueders, 2014, p. 40.

46
ENSAYO

más para él. Spalding, muy práctico, le respondió que quedaba solo una escena,
en la que por lo demás, debía hacer de muerto, ¿qué sentido tenía hacerla?
Simplemente salió de ahí, convencido de que debía irse a la montaña. Como si
fuera una autoparodia, partió maquillado de suicida, con las muñecas rojas de
sangre falsa, a tomar un avión. Sus amigos le advirtieron que a veces “esquiar no
es solo esquiar”, que quizá debía pedir ayuda, pero Spalding ya había roto con el
mundo.
El modo de existencia que describe Spalding, es uno de cortocircuitos que
no le alcanzaban para comprender su situación vital, entre otras cosas su inadvertida
crisis de pareja. Solo tras el nacimiento de un hijo no deseado con su amante, logró
separarse de una relación fusionada con su pareja: de esas en que no puedes estar,
pero tampoco dejar de hacerlo. Spalding, imposibilitado de articular un conflicto y
decidir algo, no sabe cómo, pero luego de ser abandonado por su pareja se acercó
al hijo, y algo tomó forma. Decidió quedarse ahí, decidió por fin, algo.
Styron escribe que en su caso fue la hospitalización, a pesar de que su
médico no la recomendaba, lo que lo ayudó; no las terapias, que le parecían del
todo infantiles, sino que la reclusión y el tiempo. Pero hubo algo más. El día en que
supo, con esa certeza ominosa, que sería el último, había visitas en su casa. Incapaz
de hablar, se excusó y fue en busca de su cuaderno de notas. “Como un ritual
solemne”, lo quemó. Como si ese fuera un gesto de autodestrucción, supo que
había llegado a un punto irreversible. Entre la fascinación y el terror decidió escribir
una nota de despedida. ¿Cómo se hace para que no sea demasiado pomposa, ni
cómica y tampoco degradante? Pensó después que una nota precisa y simple fue
la de Cesare Pavese: “No más palabras. Un acto. No volveré a escribir más”. Pero
no logró hacerla, rompió varias tentativas, y su decisión fue que se iría en silencio.
Luego ocurrió lo inesperado. Tras meses de aturdimiento, vio algo en la
televisión que lo conmovió. Escuchó una música que alguna vez le había oído a su
madre y que lo llevó a un recuerdo súbito, que le “traspasó el corazón como un
puñal”: las alegrías sentidas, los niños, las fiestas, el amor y el trabajo vivido. No
se trataba simplemente de lo que dejaría si se mataba, sino que sintió que su acto
excedía lo que era “lícito” infligir a esos recuerdos, a esas personas. Como si algo
viniera hacer de límite a su desintegración, una ley que lo detuvo de hacer(se) daño.

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REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

Ese fue el momento en que despertó a su mujer para que lo hospitalizara.


De acuerdo con su testimonio, creo que Styron desplazó su modo de existencia
justo antes de llegar al hospital. Se le apareció una distancia inviolable entre él y
su existencia, ya no podía hacer lo que quisiera con su cuerpo. Precisamente lo
contrario de lo que ocurre con Justine, la protagonista de la película Melancolía de
Lars Von Trier. Ella logra despertar del aturdimiento solo cuando está segura de que
será el fin del mundo.
El modo existencial en la melancolía es traducido por el filósofo Sergio
Rojas7 como un tipo de saber. No un conocimiento determinado, sino un saber que
funciona como certeza de que venimos de la nada y a ella regresaremos. Algo así
como un romance con la verdad de nuestra falta de fundamento. Tal saber lo tiñe
todo y encierra al melancólico en una soledad infranqueable; tal es la impresión de
imposibilidad de quienes quieren hacerles compañía.
No es que en la melancolía se sepa algo que nadie más conozca, sino que se
trata de una relación con lo Real de la existencia sin la distancia que se precisa para
vivir como si no se supiera de ello. Es como la diferencia entre quien se levanta en
la mañana a pesar de saber que puede morir, pero es capaz de olvidarlo, y quien no
puede reprimir esa verdad, por lo tanto, considera que nada vale la pena. A fin de
cuentas, la cordura y la locura se pueden entender como un problema de distancia
con las cosas mismas. La falla en la separación es lo que lleva a experimentar la
certeza como una convicción inalterable, soberana, una verdad solitaria.
Justine “estaba tan enferma de saber, como de fin”8. Este saber es lo que
a veces ponen en juego los suicidas: mostrarles a los demás que algo anda mal
con el mundo. Es como llevar al acto esa práctica típica de la adolescencia en que
imaginamos nuestro funeral. Rojas plantea que esta relación con el fin es de algún
modo también el fin del sujeto, su grado cero, como diría Freud.
“La sombra del objeto cae sobre el yo” es una famosa frase de Freud en
Duelo y melancolía. Lo que quiere decir es que, en la melancolía, a diferencia del
duelo, no se hace la pérdida, sino que el deudo se identifica con ella. El melancólico
7
S. Rojas: “Tiempo sin desenlace”. Sangría Editora, Santiago de Chile, 2020.
8
Idem. Pg. 312.

48
ENSAYO

encarna la tristeza del desengaño primordial de la existencia: la separación madre-


hijo, la del Uno del Dos, el paso de lo inorgánico a lo orgánico. Esa dificultad de
separación es la que provoca una falta de distancia entre el sujeto y los objetos,
hasta caer en un espesor corporal siniestro. De ahí la autodestrucción y la sensación,
como en algunas angustias, de que lo que se busca matar es algo dentro de sí
mismo, antes que a sí mismo, como si el daño fuera una forma de escapar de un
cuerpo vuelto tigre hambriento.
Lo que cae es la mediación del pensar, es decir la actividad psíquica que hace
de mediación entre el cuerpo y el mundo. Esta falta de distancia ha sido descrita
por Julia Kristeva en lo que llamó las “nuevas enfermedades del alma”. Cuerpos
que no pueden hacer la noche, no pueden dormir porque fracasa la posibilidad de
pasar a otra escena psíquica. La noche en la melancolía es como aquella descrita
por Levinas: la de una presencia de sí insoportable, carente de sujeto.
¿Por qué son nuevas enfermedades del alma? ¿Qué tiene que ver la época?
Al Alvarez se pregunta qué ocurre con la atmósfera del siglo XX que entonces
tantos artistas se quitaron la vida. Piensa que la exploración técnica, física y mental
en el arte tomó una radicalidad insólita; mientras mejor el artista, más vulnerable
quedaba a la autodestrucción. Salvo los dadaístas, quienes “respondieron a la
acuciante sensación de delicuescencia como niños malcriados – como tenían las
maletas vacías de creencias”, las figuras más creativas respondieron con una pasión
inaudita: a mayor incertidumbre, mayor el esfuerzo artístico.
La atmósfera de la época era una en que el progreso exponencial de la
dimensión técnica volvió a la muerte absurda; los campos, las bombas, quitaron a
la muerte el sentido de “vida cumplida”. Por otra parte, la estética y la moralidad
de los medios de comunicación de masas comenzaron a invadir el mundo interior,
homogenizándolo. Ya no se podía confiar en la retórica después del nazismo, había
que cortar con ella. Quizá la única forma de romper con el “totalitarismo mental”
era arrojarse a una deconstrucción radical.
Aún nuestro siglo carece de las vigas para hacer aire entre el ser y las cosas,
quizá se necesite un siglo entero para superar al anterior, piensa Rojas. El nihilismo
fue anunciado por Nietzsche hace casi ciento cincuenta años y aún no terminamos

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REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

de entender sus efectos en la subjetividad. Sin un más allá, ya sea bajo la forma
de un dios, del misterio, del inconsciente o de una palabra capaz de separar de la
carne cruda; las cosas, las ideas, el tiempo y las mentes se comienzan a fusionar de
un modo insoportable.
Precisamente los modos existenciales que el campo de la salud mental
describe en aumento, son aquellos en que se pierde la “mentalización”, es decir el
erotismo mental como resistencia a la esclavitud de los impulsos. Pero también el
hastío, el asco existencial y el tedio, que, a diferencia de un aburrimiento común,
se presentan como una falta de relación con el mundo. Son expresiones del arraigo
a un más acá sin horizonte.
Quizá un rasgo desesperante de nuestra época sea la locura consentida.
Como dice el psicoanalista Luciano Lutereau, cada vez con mayor frecuencia la toma
de la palabra pública se hace con locura; que tal como la locura clínica, adquiere la
forma de una certeza que no hace mundo, sino que lo destruye. La locura en tanto
falta de distancia hace entonces masa (un gran Uno), pero no lazo social (el Dos).
Si existiera algo así como una política de la salud mental, para que sea
política y mental, debiese a lo menos denunciar la locura. Pero no es lo que suele
ocurrir. Quizá porque antes debe interrogar la que puede venir desde sus propias
disciplinas.
Termino con Alvarez. También trató de matarse. No solo no lo logró, sino
que además se sintió estafado. Si esperaba de un acto tan grande como el suicidio
(fallido) que algo se cumpliera, que se aclararan las confusiones, que la vida cerrara
en algún sentido vital, reconoce que no obtuvo más que un agujero en la cabeza.
Dice que quizá siempre esperó demasiado, soluciones rotundas; escribió que es
posible que todo fuera culpa de una adolescencia retrasada, demasiadas películas
o de un uso peculiar del lenguaje: “Lo había traducido todo a norteamericanismos”.
No se sintió feliz después, pero reconoce una variación de la infelicidad:
dejó de sentirse aproblemado, y si no hay problemas, tampoco se trata de buscar
soluciones. Quizá esa aceptación podía ser el principio de alguna felicidad. Me
parece que Freud enunció lo mismo a su manera: de lo que se trata es de cambiar
una miseria neurótica por un infortunio corriente.

50
ENSAYO

ENSAYO

¿A qué le tememos cuando hablamos de género?


Reflexiones sobre la práctica y su transmisión en psicoanálisis
Rev APSAN 2022,2(2): 51-66

Isabel Belmar y Anthea Catalán1

Ensayamos una y otra vez el inicio de este texto como si algo de él fuera a
marcar en usted lector(a) una especie de destellante entusiasmo inicial, evidenciando
la inminente fragilidad que nos ha dejado el estudio y el problema de la transmisión
sobre la cuestión del género y los psicoanalisis. Intuimos que estamos en campos
pedregosos, los cuales no podríamos avizorar sin la obstinación de quienes han
tomado con insistencia y seriedad la pregunta por la dominación, desigualdad
y padecer de mujeres, infancias y grupos marginados, aguzando la escucha ahí
donde para otros a hubo silencio, pero para nosotras silenciamiento.

1
Psicólogas. Miembros del Colectivo Cuerpo Clínico Désir.

51
REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

En este contexto hemos acusado un cambio en lo requerido por quienes


consultan, buscando de manera explícita o implícita un espacio de trabajo terapéutico
que les permita esperanzarse con la posibilidad de ser habilitadas en su palabra, en
su sexualidad y no juzgadas (incluso de manera inconsciente) por sus condiciones
sexogenéricas: ser mujer, trabajar, tener o no hijos, orientación sexual, pertenecer
a algún pueblo originario entre otras. Es posible que aún hoy, nos cueste pensar
las consecuencias de la omisión de estos temas, o por el contrario que incluso se
pueda decir y discutir, no sin resonancias en nuestra formación, sobre la pertinencia
de alimentar este diálogo entre género y psicoanálisis.
Universidades han implementado de manera sostenida en los últimos años
unidades de género e investigación, mallas curriculares también han levantado su

52
ENSAYO

oferta a optativos que incluyan estas problemáticas. Sin embargo, nada de estos
tópicos es nuevo. Entonces ¿por qué ahora? ¿qué pasó antes? Reconocemos a modo
de homenaje, a analistas que han trabajo incesablemente en este campo que, sin
quererlo, se ha transformado en una trinchera, mostrando en primer lugar una falla
en la transmisión al menos en el sector académico. Ejemplo de esto están a la orden
del día: es cuestión de revisar la producción teórica, la presencia de las mujeres
en espacios de visibilidad y/o dirección. Si bien para lo anterior pueden existir
múltiples causales, nos quedamos con el efecto de invisibilización en la producción
y saber de las mujeres amparado en lo que el feminismo ha venido denunciando:
múltiples violencias, simbólica, económica, institucional, sexual, psicológica y la lista
sigue… Así, los psicoanalisis no escapan

Así, los psicoanalisis no escapan al
al androcentrismo, y se hace necesario,
a la luz de los cambios culturales de
androcentrismo, y se hace necesario, a
la luz de los cambios culturales de los los que somos parte, que no queden
que somos parte, que no queden ajenos a ajenos a dichos cambios ni a las lógicas
dichos cambios ni a las lógicas de poder de poder que permean la trasmisión,
que permean la trasmisión, la producción
la producción de conocimiento, y sus
de conocimiento, y sus dispositivos
clínicos. dispositivos clínicos.

Género y (en) Psicoanálisis


Es posible encontrar desde los momentos fundantes del psicoanálisis
referencias a cuestiones relativas a posiciones sociales-históricas de los sexos. En
la obra de Freud son repetidas las referencias a la clase, a la posición social de
las mujeres y su influencia en sus desarrollos psíquicos. Si bien son referencias
que hoy podemos leer como un sesgo de su propia posición social y el contexto
epistemológico de su formación, nos interesa relevar la presencia ineludible de
estas cuestiones para pensar en la construcción teórica que desarrolló.
En su 33° conferencia, al referirse a las diferencias entre los sexos señala:
“Entonces se los exhortará a ustedes a familiarizarse con la idea de que la proporción
en que lo masculino y lo femenino se mezclan en el individuo sufre oscilaciones muy
notables. Pero como, a pesar de ello y prescindiendo de casos rarísimos, en una

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REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

persona está presente sólo una clase de productos genésicos —óvulos o células
de semen—, no podrán ustedes menos que desconcertarse en cuanto al valor
decisorio de estos elementos y extraer la conclusión de que aquello que constituye
la masculinidad o la feminidad es un carácter desconocido que la anatomía no
puede aprehender.” (Freud, 1932, p.106)
Este fragmento nos da luces que de existe ya en la lectura que Freud hace
de la masculinidad/feminidad la noción de no causalidad con la anatomía, enlazada
a la idea de bisexualidad infantil, que nos orienta a pensar estos como un devenir,
idea íntimamente ligada a la noción de género en clave antiesencialista. Así mismo,
al pensar en estos pasajes enlazado al concepto de género, es indispensable situar
los desarrollos de la teoría psicoanalítica en relación a las condiciones sociales de la
época para su indagación, como eran los límites que existían para pensar y hablar
de sexualidad en la época. Sobre la feminidad señalaba: “Las condiciones de la
elección de objeto de la mujer se vuelven hartas veces irreconocibles por obra de las
circunstancias sociales.” (Freud, 1932, p.123). En este sentido, existen limitaciones
en referencia al objeto de su investigación que de una u otra forma determinan lo
posible de decir, lo que era susceptible de escuchar.
Asimismo, encontraremos numerosas menciones a la vinculación del
desarrollo psíquico y al malestar que aparece en la clínica con cuestiones de
referencia a los constructos sociales sobre los sexos y la sexualidad humana. En su
investigación sobre la sexualidad ya logra establecer la distinción entre caracteres
sexuales somáticos, caracteres sexuales psíquicos y elección de objeto, como
independientes entre sí y con múltiples intercambios (Freud, 1920) planteando
la pregunta para las condiciones en que estos tres elementos se conjugan en el
desarrollo psicosexual humano. A partir de lo cual es dable suponer que existía en
Freud reconocimiento de que existían componentes de la sexualidad que exceden
los caracteres somáticos (anatomía) y que también responden en su desarrollo al
intercambio sujeto-cultura.
En ese sentido, hay en estos primeros periodos de desarrollo del psicoanálisis
la incorporación de cuestiones relativas a lo que llamamos hoy género, donde el
contexto social en relación a la época y territorio desde que él escribe, tienen
directa influencia en sus propuestas sobre lo femenino/masculino, las elecciones de

54
ENSAYO

objeto y las diferencias anatómicas, es decir, con particularidades indisolubles de su


relación a la cultura donde se inscriben. Si bien estas son cuestiones que pudieran
parecer obvias en el vasto estudio de la obra freudiana, su explicitación se vuelve
pertinente a propósito de la reiterada omisión que se hace de estas cuestiones
cuando pensamos en cruce del psicoanálisis con los aportes de los estudios de
género o teoría feminista.
No obstante reconocemos esto como una incipiente puntualización sobre
cuestiones enlazables al género, es también evidente que en este momento la
teoría psicoanalítica queda al debe al leer el malestar en la cultura en lo que refiere
al devenir femenino, de la diversidad sexual y las subjetividades que quedan al
margen de estas construcciones binarias. Como señala Bochar (2018):

“Freud intentó dar espacio a las mujeres histéricas, pero no alcanzó a


analizar aquello como un síntoma social. Se sujetó a las ideas morales de su
época, que también atravesaban la forma en cómo se concebía el cuerpo
de la mujer. En consecuencia, existe un núcleo no analizado pendiente
dentro del psicoanálisis: las relaciones de poder entre los géneros y sus
repercusiones en el aparato psíquico y la subjetividad.” (p.45)

Sin embargo, este núcleo no analizado de las relaciones de poder entre los
géneros será retomado en los desarrollos posfreudianos, donde aparecen figuras
como las psicoanalistas Helene Deutsch, Joan Riviere y Jeanne Lampl-de Groot,
contemporáneas a Freud, que continuaron sus trabajos sobre sexualidad femenina,
poniendo de relieve los límites de lo propuesto por Freud y habilitando la posibilidad
de hablar de algo que las implicaba en sus propias posiciones.

Así también, de

formas más explícita
Así también, de
más explícita y agudizado por los
formas

y agudizado por los movimientos de movimientos de emancipación de las


emancipación de las mujeres a comienzos
mujeres a comienzos del siglo XX,
del siglo XX, los feminismos y el desarrollo
de los estudios de la mujer hacen más los feminismos y el desarrollo de los
fuertes y prolíficas las interpelaciones a estudios de la mujer hacen más fuertes
la teoría y a la técnica desde una visión y prolíficas las interpelaciones a la teoría
crítica de los sesgos y complicidades en la
y a la técnica desde una visión crítica
reproducción del poder hegemónico.

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REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

de los sesgos y complicidades en la reproducción del poder hegemónico. Luce


Irigaray, Juliet Mitchell, Julia Kristeva, por nombrar algunas, son psicoanalistas
feministas que ponen de relieve los límites del psicoanálisis a pesar cuestiones de
género, aperturando su desarrollo crítico, proponiendo lecturas que permitan una
comprensión de la teoría que tome en consideración los aportes que los estudios
de género y teoría feministas pueden entregar a un psicoanálisis con miras a que
no se quede estacionado en su epistemología y metodología androcentrista que
reproduce sistemas sexo/género patriarcales y heteronormativos. En este sentido,
“La forma en cómo se maneja la idea de género en la práctica psicoanalítica es
un tema que también corresponde a la técnica; tema que está conectado con el
campo de la sexualidad, la transferencia y el ejercicio del poder en la cura.” (Bochar,
2018, p,74).
Lo propio también ocurrió en los desarrollos del psicoanálisis en América
Latina, con la migración de ideas desde el norte global y también los incipientes
cambios sociales que ocurrieron en este territorio desde los años ‘70, destacando
los desarrollos del psicoanálisis y género que se produjeron en Argentina (Ana
María Fernández, I. Meler, M. Burin, Dio Bleichmar) y Uruguay (Doris Hajer, Rosario
Allegue y Elina Carril), que toman más fuerza hacia finales de los 90s. A pesar de
estos desarrollos, en la escena local del psicoanálisis en relación a los estudios
de género, son pocas las instancias formativas que se pueden rastrear durante
este periodo (Bochar, 2018), suceso que levanta interrogantes respecto de este
discontinuo entre la producción de conocimiento y su transmisión en sudamérica.
Mientras que en la escena local chilena, pareciese que estas cuestiones no han
permeado con la misma fuerza, a pesar de la proximidad territorial y los continuos
intercambios entre psicoanalistas dentro del continente, lo que hace ineludible
volver a preguntarnos por las condiciones que llevan a este estado de las cosas
y las implicancias que ello tiene para nuestro quehacer hoy. Respecto de estas
preguntas, pensar en la historia del psicoanálisis en Chile y el contexto sociocultural
donde éste se inserta nuestro país podría ser clave para responder algunas de estas
interrogantes. Por un lado, es ineludible pensar la posible influencia del apagón
cultural e intelectual que supuso el golpe militar y la posterior dictadura, que
coincide con los periodos donde las discusiones sobre género y feminismo tomaron

56
ENSAYO

auge en el continente, dificultando su inserción ante un adverso escenario político-


social. Por otra parte, el desarrollo del psicoanálisis en Chile no está exento de la
influencia de mecanismos sociales que operan en la migración de ideas (Ruperthuz,
2015), mecanismos que en Chile tienen que ver con clase: acceso a repertorio
cultural previo, acceso a la educación superior, acceso a espacios de formación
internacionales, viajes, etc. Es decir, poder económico y social asociado a elites
académicas y profesionales de clase alta, por lo que es dable pensar que en general
no estuviesen en sintonía con saberes que desafiaron la reproducción hegemónica
y abrieron la discusión por sus propias posiciones sociales. No obstante, estas solo
son tentativas de respuestas en un entramado complejo y multicausal.
En la actualidad, la demanda por pensar el género en psicoanálisis ha vuelto
a ponerse al centro de la discusión, como parte de los desafíos que suponen los
cambios culturales de las últimas décadas y los movimientos sociales que demandan
por producciones que den cuenta de miradas más amplias y diversas. En este sentido,
durante los últimos años han proliferado en nuestro país los espacios formativos
(formales e informales) que contemplan la incorporación de los estudios de género,
estudios queer y feminismos críticos en la teoría y práctica psicoanalítica, como
también la discusión por la incorporación de la perspectiva de género en clínica.
A pesar de todo este recorrido, solo puntualizado para los objetivos que
guarda este texto, algo aparece como insuficiente, pareciese que los psicoanalisis (o
los/las analistas) aún no reconocen del todo su propia implicación en eso que pasa
“afuera”, como una resistencia a situarse desde una mirada crítica que incorpore las
coordenadas del género y que aparece a veces como doblegar su estatus de saber
instituido, lo que resulta contraproducente con el oficio. Esto no parece nuevo,
en tanto existe una historicidad del desarrollo psicoanalítico en Chile que tiende
a hacer omisiones respecto de la realidad social y política en la que se enmarca
(Radiszcz, E., Sabrovsky, M., y Vetö, S., 2014). Sin embargo, hay algo que insiste,
a modo de repetición, como síntoma de la represión que se hace de la cuestión
del género que no resigna su potencia, que una y otra vez nos emplaza a tomar en
consideración eso que no vemos.

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REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

La consideración de cuestiones

La consideración de cuestiones de género
de género en psicoanálisis, en
en psicoanálisis, en todas las dimensiones todas las dimensiones que esto
que esto supone, tiene implicancias tanto supone, tiene implicancias tanto
en su institucionalidad como en analistas, en su institucionalidad como en
ya que no estamos ajenos al sistema sexo/
analistas, ya que no estamos ajenos
género imperante, un sistema imbricado
en la intimidad de nuestra subjetividad, al sistema sexo/género imperante,
no dispuesto a la neutralidad. un sistema imbricado en la intimidad
de nuestra subjetividad, no dispuesto
a la neutralidad. Al hablar sobre género siempre se nos interpela, no solo como
algo implementable en la teoría o la intervención, no sólo como un saber, sino
que también se encarna en nosotras/os en tanto ejercemos nuestro trabajo y
desarrollamos nuestras vidas, en su veta performativa.
La concepción del género como un pilar para la construcción teórica, la
práctica del psicoanálisis y para su transmisión está plasmada en su historia desde
los inicios, con momentos de auge y problematización más o menos legibles, con
los vaivenes propios de las implicancias políticas que estas cuestiones suponen. Si
bien podemos rastrear cómo cuestiones sobre el género permean a los psicoanálisis
desde Freud a la actualidad, sigue presente la interrogante por la resistencia
de éste por situarse a sí mismo dentro del sistema heteropatriarcal, a través del
cuestionamiento de sus prácticas clínicas, en la formación, en la producción de
conocimiento: la obviedad que se vuelve omisión.
Nuestra propuesta respecto al estudio del género en los psicoanálisis incluye
pensar al menos tres dimensiones de análisis, las cuales distinguimos en relación
a sus efectos. Lo anterior viene a ser indispensable en la medida en que, aunque
los analistas no se vean necesariamente convocados por estas temáticas, no están
ajenas a ellas por su carácter inconsciente, considerando que estamos inscritos
en la trama de género. El riesgo de no situarlo y darle un lugar puede obturar
claves relevantes que tocan tanto lo reprimido, la sexualidad, como también sus
interacciones con los discursos que se presentan como soportes culturales.
Cómo primer nudo de conflicto tenemos la transmisión del género
inconsciente del o la analista. Si el efecto psicoanalítico se produce en un encuentro

58
ENSAYO

entre dos inconscientes en transferencia, ¿cómo puede ser la mujer analista con su
superyó débil y complejidades para la sublimación una transmisora del psicoanálisis?
(Rutenberg, 2019, p.106). Es una interrogante que viene a sostener la pregunta ya
tan bullada sobre el género del analista. Sin embargo, sería ingenuo pensar que
aquello no opera entre consultante y analista en la lectura, en la medida que el
género configura un soporte identificatorio de/en la cultura. Advertimos que esto
poco tiene que ver con suponer que cuando hay una analista mujer, ésta determina
su escucha por su género; ello sería una lectura simplista o malintencionada. En la
medida que la transferencia es un encuentro donde se actualiza un conflicto, hay
lógicas de poder que podrían poner en juego ciertas agresiones, como también el
riesgo de emergencia de la violencia en dicho espacio.
Eduardo Agejas (2010) en su artículo El poder en el psicoanálisis realiza un
recorrido sobre la cuestión del poder dentro de la matriz psicoanalítica, trabajando
la idea de que la obra freudiana se sostiene en el poder de lo inconsciente para
la totalidad de los actos del sujeto. En un segundo aspecto, el autor dirá que: “El
poder [...] es inherente al ser humano, por lo tanto, su ejercicio activo o pasivo es
inevitable. De ahí la importancia de estudiarlo, sobre todo en sus formas implícitas
donde el psicoanálisis puede hacer aportes originales” (Agejas, 2010, p.25). En
este sentido, poder, inconsciente y género, se entretejen y leerlos implica también
su precisión del campo. Ana María Fernandez (2014) va a decir que, en la medida
que el uso del término se pone en circulación, también se hace cada vez menos
específico (perdiendo a nuestro criterio relieve y profundidad). Sin embargo, “hablar
de diferencias de género implica necesariamente poner en visibilidad las relaciones
de poder entre hombres y mujeres” (Fernández, 2014,p. 17). Relaciones de poder
que interpelan la historia de los y las analistas que dejando fuera de la escucha por
un afán purista de la técnica pueden reproducir como esencialismos cuestiones que
incluso no están en la teoría misma.
Aquello no implica negar los discursos de época ni la construcción de los
géneros que han emergido; más bien implica escuchar dichas emergencias para
poder abrir la fisura y la posibilidad de movimiento a cuestiones que aparecen a
veces tan enquistadas en la subjetividad. Lugar donde, si bien todas las identidades
padecen los mandatos de género, éstas no se igualan en sus desdichas y cuya

59
REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

diferencia resulta crucial para pensar, por ejemplo, cómo escuchamos a una mujer
que materna decir que no da más. ¿A dónde nos lleva ese “no más”? ¿Tiene que
ver con las condiciones materiales e históricas en las que se produce su maternidad
solamente? ¿O también aquello produce un efecto en la subjetividad en la medida
que el otro social le devuelve una falta de reconocimiento a su padecer ahí donde
su falta se alimenta de algo que no le pertenece?
Incluso Freud (1933-1932) es explícito en la 33a conferencia respecto a La
feminidad en las complicaciones que suscita el carácter inferior de las mujeres en
relación al varón, siendo las colegas de aquella época quienes ya problematizaban
las dificultades de estar ahí, admitiendo la sospecha sobre el carácter parcial de
las investigaciones en este tema, en desarmonía con el discurso freudiano que
hipotetiza que la mujer deviene desde el niño con disposicion bisuexual.
Aquí volvemos a un punto anterior: con cuánta dificultad se piensa el
psicoanálisis a sí mismo. Ello nos da paso al segundo nudo conflictivo: el género
en la metapsicología. Pero antes de entrar en ello, cabe hablar sobre la relevancia
de cómo hemos sido socializados y de nuestra relación al propio género, ya que es
aquí donde no podemos huir de sus implicancias en transferencia, por más que, en
lo consciente, se evite o se esté en desacuerdo con las perspectivas de género (y lo
que eso implique): éstas se pondrán en juego en las manifestaciones inconscientes,
en la relación a las mujeres de nuestra biografía, a las masculinidades que arman su
propia trama sintomática, entre otros. Por efecto de esto es que muchos analistas
pueden incorporar en sus lecturas cuestiones que eviten o mantengan a raya ciertas
violencias interpretativas sin necesidad de trabajar desde el género. Sin embargo,
parece riesgoso por las implicaturas inconscientes que el género despliega, aunque
así ha funcionado por mucho tiempo.

Segundo nudo de conflicto: Género en la metapsicología


Otra cuestión distinta de cómo operan las transmisiones del género en los
analistas y sus repercusiones, es poder pensar en el recorrido y el lugar que tiene
en el corpus teórico. Por motivos de pertinencia no vamos a desarrollar cada punto
en el que esta categoría analítica aparece en, por ejemplo, la obra freudiana.

60
ENSAYO

Trabajaremos desde el trabajo de Emilce Dio Bleichmar (1996) donde plantea la


tesis de que, si bien en psicoanálisis no se utiliza la expresión género y que por
cuestiones de filiación y transmisión opera también en otras escuelas (por ejemplo
Klein, Lacan, entre otros), sí utiliza el binomio feminidad/masculinidad como un
equivalente a lo que hoy llamamos género y, por tanto, cada vez que se habla
en esos términos estamos hablando del género de alguien. ¿Podemos pensar la
sexualidad y no hablar de género? No, en la medida que le asignamos posiciones
femeninas y masculinas.
Bleichmar (1996) postula que lo mismo ocurre con los autores de psicoanálisis:
“(...) en realidad el género en tanto concepto se halla incluido en lo que dicen y
escriben aunque lo llamen y lo consideren de otro modo, pero esta invisibilidad
tiene enormes consecuencias especialmente para las mujeres” (p. 101). Si bien
en su época aún no se hablaba de género (León, 2015) ya habían antecedentes
para pensar las opresiones por la diferencia entre los sexos. Así, para Bleichmar
el concepto de identificación primaria y para Benjamin (1996) lo que llamará el
enigma edípico, son cruciales para releer a la luz de los avances en estos temas las
lógicas de dominación inscritas en la teoría misma. Entre ellas nos parece relevante
rescatar la idea que desarrolla Benjamin (1996) sobre la idealización del padre, la
cual opera como una defensa contra algo: “La idealización del padre enmascara
el miedo de la criatura al poder de él” (p. 170). Aquello evita pensar en el terror
hacia el padre y lo desplaza hacia la madre. Múltiples son las implicancias de esta
cuestión en la constitución psíquica.
Destacamos ambos elementos dentro de la teoría ya que son reconocidos
como pilares del andamiaje metapsicológico lo cual implica repensar, por ejemplo,
sus implicancias en el desarrollo psicosexual de las y los niños.
El tercer nudo crítico es el trabajo con perspectiva y/ o enfoque de género.
Ya se habrán dado cuenta que en los últimos años a la luz de los movimientos
feministas en el territorio ha emergido con bastante ímpetu aquello que algunos
llaman psicoanálisis con apellido, generando opiniones divididas sobre este punto.
Para nosotras la perspectiva es un tomar posición, un desde dónde político. Cabe
explicitar que no es obvio saber de qué hablamos cuando hablamos de género,
puede ser un significante que, en su saturación, envasa los ideales de quienes

61
REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

consultan y que en realidad no diga nada inequívoco.


Sin embargo rescatamos la siguiente noción del enfoque, la cual incorpora el
dificultoso objetivo de visibilizar ciertas violencias con el fin de no llevar al campo de
la responsabilidad subjetiva cuestiones que tienen una trama más compleja y qué
dejan solo a quienes las padecen machando entonces el desamparo producido.
“Lo nuevo (aunque no tan nuevo), entonces, es el enfoque, capaz de
visibilizar discriminaciones para con las mujeres en particular, y para con otros
grupos vulnerables, en general” (Bach, 2015, p.11).
La misma autora advierte que la categoría género no es unívoca en su
significado, ni en los feminismos ni en las ciencias sociales. Por lo cual dirá que
es conveniente (nosotras diremos necesario) contextualizar para saber a qué nos
referimos (Bach, 2015). Va a depender de la época la noción qué podamos elaborar
respecto al género y la manera en que incluso podamos pensar al género. Por
tanto la perspectiva de género también es una conceptualización que puede ser
despojada de sentido tornándose mercantil, eslogan e incluso una credencial de
pase para “captar” un público objetivo. El riesgo de la perspectiva de género es
qué se vuelva un envasado que podemos encontrar en cualquier supermercado.
No es lo mismo cuando tomamos una perspectiva de género liberal, la cual
busca la igualdad de oportunidades pudiendo poner el acento en la producción, sin
cuestionar necesariamente las condiciones de producción de las mismas. O miradas
asociadas a la diferencia esencial de las mujeres como madres, adjudicándose
una condición irrevocable por una condición biológica (como tener útero). Así la
pregunta por lo queer viene incluso a desafiar el mismo concepto de género en los
términos conocidos hasta el momento.
Así, hablar de perspectiva de género no asegura una mirada crítica de las
condiciones de dominación de las mujeres y otras grupalidades marginadas. Por
tanto hay una puesta en juego que puede incomodar y tensionar el carácter ideal
y aséptico de quienes pretenden que aquello sea solo una técnica. Sin embargo
entendemos al psicoanálisis en su potencial terapéutico que busca un bienestar
distinto para la subjetividad. Sin duda estos actos declarativos no son en sí mismo
ni performativos ni aseguran ciertos mínimos aunque así lo quisiéramos, es más

62
ENSAYO

bien un recordatorio para nuestras clínicas de lo que tenemos que hacer ingresar
en el campo de lo analizable y de las curas posibles. Hacer ingresar discursos que
pueden operar como soportes identificatorios necesarios para echar andar un
andamiaje del deseo.
Tener en cuenta la perspectiva de género va a implicar una relectura al edificio
siempre en construcción de la teoría y la clínica. Su introducción permite llevar a la
superficie el conflicto y silenciamiento de estas cuestiones, movilizando a lo menos
la reflexión. Introduce un corte ahí donde pareciera ser que no hay espacio para la
pregunta y más bien solo certezas sobre la sexualidad.

Reflexiones finales y porvenir


Quisimos realizar una hoja de ruta que contemple, o al menos nos permita
advertir la maraña en la que aparece envuelta el género respecto a la terapéutica
psicoanalítica. Para esto, elaboramos el problema y la pregunta por la transmisión
de quienes llevan mucho tiempo trabajando en este campo, lo que tiene
implicancias bien circunscritas en nuestras formaciones, ya sea desde lo académico
y/o institucional. Ejemplo icónico son las psicoanalistas trasandinas del Foro de
Psicoanálisis y Género de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires. Es razonable
pensar que entre otros factores, hay una resistencia dentro del psicoanálisis chileno
a poder pensar cuestiones que interpelan las distribuciones de poder y que están
insertas en un marco que le excede correspondiente a la época y epistemología
androcéntrica.

“ Si el psicoanálisis habla de
sexualidad convoca de manera
Si el psicoanálisis habla de sexualidad
necesaria al cuerpo, así como los
convoca de manera necesaria al cuerpo,
desarrollos que trabajan con las
así como los desarrollos que trabajan con
subjetividades y el sujeto inconsciente
las subjetividades y el sujeto inconsciente
no pueden ser pensados sin su
no pueden ser pensados sin su territorio;
territorio; así escribir y retomar la
así escribir y retomar la historia es parte
historia es parte de situar nuestra
de situar nuestra práctica encarnada y
práctica encarnada y viva.
viva.

63
REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

Hoy, a gracia o disgusto de los movimientos sociales, la demanda por


producciones tanto en salud como en ciencias sociales que incorporen una crítica a
la subyugación de ciertos grupos segregados ha ido en auge, logrando permear en
el duro epitelio institucional siendo relevado en espacios sintomáticos, en grupos
informales que se estructuran en base a la pregunta sobre qué los sostiene.
Es esta pregunta la que nos ha llevado a trazar tentativas de respuestas,
que tienen su valor en la posibilidad de modificar nuestra clínica y escucha. Por un
lado, comprender cómo impacta esto en la formación, como también en nuestra
propia posición, respecto a una disciplina como lo es el psicoanálisis, el cual ocupa
un lugar relevante para dislocar muchas veces el sentido común de la salud y el
bienestar.
Hemos destacado al menos tres nudos críticos sobre la mirada con y desde
el género. Primero, la transmisión del género en términos inconscientes de los y las
analistas, lo cual opera en nuestro trabajo, distinguiendo una ética que implica leer
nuestra propia relación al poder. En un segundo lugar, pero no menos importante,
la lectura y análisis del género en la metapsicología, y en tercer punto la cuestión
de la perspectiva a propósito de la necesidad de tomar posición; cuestión central
para el psicoanálisis y que, sin embargo, puede caer en el riesgo de generar un
significante vacío cuando hablamos de género si desconocemos las condiciones de
producción que le dan respaldo.
Con todo aquello, nuestra intención y esfuerzos están dirigidos a ir retomando
esta historia local que ha estado de maneras acordes a la época en la pregunta
por la sexualidad, el conflicto y el deseo, hablando de género, poder y modos de
sufrimiento. Cómo lúcidamente expone Dio Bleichmar ya en los años noventa, el
psicoanálisis, sin saberlo, ha estado interpelando estas áreas de la vida humana, y no
puede ser una casualidad que hoy aquello retorne con tanta fuerza a nuestra clínica
e interpele de manera tan directa nuestro quehacer. Hemos sido testigos de los
intentos truncos de hacer algo con el dolor, con la violencia que irrumpe de manera
invisible a las subjetividades no acordes a la construcción binaria/ heteronormada,
tanto por los discursos psi como por la ley, y creemos que no se trata de estar a la
altura o no, sino más bien de una necesidad en la medida que el psicoanálisis está
inscrito en la sospecha de sí mismo y la cultura. Cómo bien dice Pilar Errázuriz (2012),

64
ENSAYO

el psicoanálisis no puede escaparse de la influencia del discurso misógino del siglo


XIX para pensar la subjetividad de la mujer, la cual finalmente ha de instalarse como
referencia de normalidad y por tanto un riesgo a tener en cuenta si pretendemos
escuchar la singularidad de quienes confían en nuestro trabajo.

Referencias

Agejas, E. (2010). El poder en el Psicoanálisis. Subjetividad y Procesos Cognitivos,


14(1),19-40.. ISSN: 1666-244X. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.
oa?id=339630255003

Bach, A.M (2015) Para una didáctica con perspectiva de género. Universidad de
San Martín. Buenos Aires: Miño y Dávila Editores.

Rutenberg. S. (2015) Hacia un feminismo freudiano. Buenos Aires: La docta


ignorancia.

Benjamin, J. (1996) Los lazos de amor. Psicoanálisis, feminismo y el problema de


la dominación. Buenos Aires: Paidós.

Bleichmar, D. E. (1996) Género, psicoanálisis y subjetividad. Capítulo 3:


Feminidad/masculinidad. Resistencias en el psicoanálisis al concepto de género.
Buenos Aires: Paidós.

Bochar, P. (2018) Género y psicoanálisis. México: Universidad Autónoma del


Estado de Morelos.

Fernández, A. M. (2014). Las lógicas sexuales: amor, política y violencias. Buenos


Aires: Nueva visión.

Freud, S. (1920). Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina.


En Obras Completas, Tomo XVIII. Buenos Aires: Amorrortu.

Freud. S. (1932-1936) 33° Conferencia: la feminidad. En Obras Completas, Tomo


XXII. Buenos Aires: Amorrortu.

León, M. E. (2015). Breve historia de los conceptos de sexo y género. Rev.


Filosofía Univ. Costa Rica, LlV (138), 39-47, Enero-Abril 2015/ ISSN: 0034-8252

Radiszcz, E., Sabrovsky, M., & Vetö, S. (2014). La dictadura militar en la historia

65
REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

oficial del psicoanálisis chileno: sobre la construcción de un pathos discursivo.


Asclepio, 66(1).

Ruperthuz. M (2015) Freud y los Chilenos. Santiago: Pólvora Editorial.

Errazuriz, P (2012), Misoginia romántica, psicoanálisis y subjetividad femenina:


Prensas Universitarias de Zaragoza.

66
REFLEXIÓN

REFLEXIÓN

La formación de psicoanalistas1
Rev APSAN 2022,2(2): 67-71

César Ojeda

En su libro, “De Palabras y Sujetos”, Eduardo Gomberoff realiza un viaje, una


peregrinación por el archipiélago psicoanalítico, formado de islas que fácilmente,
si alguien está domiciliado en alguna de ellas, se transforman en continentes
autosuficientes, en una suerte de pars pro toto. El libro, a pesar de su brevedad,
abre un enorme abanico de reflexiones y, debo confesar que, en cada nueva lectura,
me sorprendo de encontrar también nuevos y estimulantes horizontes. Lo que digo
no es un halago ni una lisonja. Estoy hablando en serio. El texto transcurre desde 10
claves para entender la HISTORIA DEL PSICOANÁLISIS EN CHILE, pasa por la ÉTICA
Y EL ESTILO DEL ANALISTA; por EL SUJETO, LA PERSONA, EL TERAPEUTA Y EL
PSICOANÁLISIS; por EL SER Y EL HACER DEL SUJETO visto como ATOLLADEROS
DE LA IDENTIDAD EN PSICOANÁLISIS (tema que nos ocupará hoy día). Pero hay
mucho más: HITOS FREUDIANOS SOBRE SEXUALIDAD Y ORDEN SIMBÓLICO;
CONSIDERACIONES ACERCA DEL SÍNTOMA, para concluir en un EPISTOLARIO
donde Eduardo aborda muchos otros tópicos pertinentes.

El capítulo IV, nuestro tema de hoy, está referido a la formación e identidad


de los psicoanalistas. Presentaré aquí algunas de las reflexiones que este capítulo
me inspiró. Pienso que si se ha de formar psicoanalistas, parece necesario saber
cómo se pasa de no ser psicoanalista a serlo. Es la poesis platónica: pasar de lo no-
ente a lo ente. El artesano trae a existencia el Cáliz Ceremonial, que antes no existía.
Eso es poiesis. La formación parece estar orientada a que, ese no-psicoanalista,
finalmente llegue a serlo. ¿Cómo proceder? El “cómo” es un asunto metodológico,
pues nos exige seguir un proceso que conduce a un fin, fin en algún sentido
precisable. Sabemos que las palabras, inevitablemente, arrastran una “penumbra

1
Presentación en la Asociación Psicoanalítica de Santiago (APSAN), marzo de 2019.

67
REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

de asociaciones” como decía el psicoanalista británico Bíon. No es sorprendente


entonces que método derive del griego “metodos”, que significa, justamente,
“el camino para llegar a un destino”. Sin embargo, el camino no sólo tiene un
destino llegada, sino que también un punto de partida. Que no todos los caminos
conducen Roma y que no todos vamos a Roma, parece claro. A mi entender, un
no-psicoanalista que desee llegar a serlo necesita de algunas creencias básicas de
inicio. Digo creencias, porque las apofanías, las certezas inconmovibles, son solo
posible en personas delirantes.

¿Qué convicciones, pienso, debe sustentar un candidato a psicoanalista?

1) Debe creer que hay un algo, un lugar, una estructura, y una operación que
denominamos “inconsciente”. No puedo imaginar un psicoanalista que descarte
la idea de inconsciente.
2) También debe suponer que ese inconsciente no es una mónada, en sentido
leibzniano, es decir, que no es una unidad clausurada en sí misma. Es porosa y se
expresa a través de derivados o efectos, se filtra parcial e inadvertidamente, y esa
expresión, metamorfoseada, afecta a otros niveles de lo que creemos es “la” mente,
sea cual sea el modelo que de esa mente tengamos. Sin embargo, que esa expresión
sea parcial nos indica que nunca ese lugar o estructura estará como totalidad a
disposición de nuestro “saber”. Dicho algo más enrevesadamente (cosa que en este
ambiente no es problema), pareciera que “el inconsciente se muestra ocultándose”.
3) De acuerdo a lo anterior, quien sufra de una fobia a las ambigüedades del
lenguaje y de la conducta, o un horror a la polisemia, no podrá ser psicoanalista.
4) Por eso, el cuarto rasgo que imagino sería necesario para pretender ser
psicoanalista, es la comprensión inicial de lo que denominamos hermenéutica, en su
sentido habitual (que no es el original). Se quiere decir, ‘exegesis’, ‘interpretación’,
‘suposición’, ‘construcción’, es decir un proceso que no acepta la denotación en
crudo. A partir de la hermenéutica surge la teoría, y en este caso, las teorías acerca
de lo que se oculta en el mostrar, es decir “del” inconsciente. Jaime Coloma en su
importante y extensa obra deja claro desde el título este ambiguo: “El Oficio en lo
Invisible”.

68
REFLEXIÓN

Sin embargo, se sigue de lo anterior que en el psicoanálisis como


en cualquier otra disciplina, no hay teoría, sino ‘teorías’. Me parece que
las ‘teorías’ forman ‘escuelas’ y ‘tradiciones’, que sin renunciar a los pilares
creenciales de inicio, arman la hermenéutica de manera diferente. Como es
obvio, una interpretación no puede ser verdadera ni falsa (suponiendo que
esos conceptos fuesen claros). Sólo hay creencia y la elección de una teoría
u otra depende de muchos factores que sería largo analizar: pero en definitiva,
¿creo más en Bion que en Lacan? ¿En Freud que en Melanie Klein? ¿En Jung?
También se desprende de lo anterior que no es concebible un psicoanálisis (es decir
una singularidad, como el dios monoteísta o el concepto del ser en Heidegger),
con otras palabras, no parece ser concebible un psicoanálisis que sea teóricamente
único, o que sea práxicamente homogéneo. Con esto digo que si no hubiese
escuelas, praxis, orientaciones y estructuras polimorfas y cambiantes, no podríamos
entender lo que el psicoanálisis “es”.
Hasta aquí el camino de entrada.

La formación
La poiesis que lleva a una persona de no-ser psicoanalista a serlo, consiste en
formar, es decir, en” dar forma”. Sin embargo, el problema no está en enseñar escritos
teóricos, como si el psicoanálisis estuviese allí. Yo, o cualquiera, puede entender
conceptualmente los escritos psicoanalíticos con mayor o menor dificultad. Pero
ocurre que el psicoanálisis es un actus exercitus( es decir, ejercido, llevado a cabo,
cumplido) y no solo un actus signatus (acto señalado en la teoría). El psicoanálisis
está en cada sesión psicoanalítica real. Sin praxis, el psicoanalisis sería filosofía.
Yo puedo enseñar los principios técnicos y estratégicos del tenis. Pero, con ese
conocimiento el aprendiz no logrará ni golpear la pelota. Debe practicar con una
raqueta, pelotas, en la cancha real, y ser conducido ahí, guiando su perfeccionamiento
a través de la ejercitación, por alguien que está más adelante en sus destrezas.
Pero aquí ya empiezan los problemas. El psicoanálisis no solo es un actus
exercitus, es además, un acto íntimo entre dos personas, y no caben allí terceros que
sean testigos, entrenadores o simples mirones. Eso sería obsceno, es decir poner
en escena pública lo que, siendo perfectamente ético, no puede estar allí. Eduardo

69
REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

Gomberoff acentúa este punto: las descripciones del proceso psicoanalítico hechas
por el propio analista son filtradas y parecen protagónicas y codificables. Pero el
psicoanálisis no está en esos apuntes, ni permanece en un archivo: como hemos
dicho, se hace de nuevo en cada sesión ejercida. La investigación empírica en
psicoterapia, tema sobre el que hemos escrito en otras partes, es una suerte de
voyerismo de quienes, generalmente, no realizan psicoterapia, sino que ocultos, la
miran, la registran y sacan codificados “datos” adaptables el “método científico”,
método que es otro camino y cuyo destino es completamente diferente al del
psicoanálisis. Si hay, advertidamente, alguien mirando por la cerradura, nadie actúa
como lo hace en la intimidad que ha construido desde su propio espacio de sentido.
Si se trata de evaluar “científicamente” al psicoanálisis se estaría entonces frente a
una especie de masteryjohnsonización del psicoanálisis, del mismo modo en que
Master y Johnson intentaron atrapar, como voyeristas científicos, a la erótica.

La certificación
Percibo (aunque tal vez no es así) la irritación de Eduardo Gomberoff con lo
que el describe como ana—listas. Con un gran guión. Las instituciones formadoras
acreditan qué postulantes han cumplido con los requisitos curriculares y el así
llamado análisis didáctico, e implícitamente dicen: esta lista contiene los nombres
de quienes “verdaderamente” son psicoanalistas. Los demás, digan lo que digan,
no lo son. Y, los que “son”, por serlo, lo que hacen en sus oficinas, es psicoanálisis.
Luego, la pregunta ¿qué es un psicoanalista?, se puede responder con un batido
como el que Heidegger hace (entre otros) con al arte. “El artista –dice en Sendas
Perdidas- es el que hace obras de arte, y obra de arte es lo que hace un artista”.
Gomberoff discrepa, y expresa que la identidad psicoanalítica se ha enquistado en
el ser y el hacer, si se es psicoanalista, entonces, lo que se hace, es psicoanálisis.
Pero él pone en duda esta ontologización, este “ser”, derivado de una certificación.
Y nos recuerda a Lacan: “el psicoanalista se autoriza a partir de él mismo”, aunque
después agrega, tal vez tímidamente “y con algunos otros”. No obstante, es
necesario preguntarse, ¿cómo se autoriza el psicoanalista a sí mismo y con cuáles
otros? Pero también sostiene que un psicoanálisis es didáctico si su efecto es

70
REFLEXIÓN

la creación de un psicoanalista. Cabe entonces también preguntarse, ¿cómo,


desde dónde y basado en qué podemos saber si se ha creado un psicoanalista?
Pues bien, la “certificación” o “acreditación” a mis oídos suenan, como lo
que Eduardo llama “demandas epocales, o del amo de turno”. La concreción social
neoliberal puede describirse como “prisa”, “eficacia”, “definición”, “cuantificación”,
“costo—beneficio”, “economía de escala”, y muchas otras semejantes. El resultado
de la formación institucional psicoanalítica será un “producto” garantizado, como
los alimentos etiquetados, los artefactos electrónicos y fenómenos más sutiles,
como ser yo lo que dice el título profesional. La palabra certificación arrastra el
concepto de “certeza”, es decir, de “dar crédito” (creer en algo o en alguien); el
estar más o menos seguros que el producto es lo que se dice en su envase. Pero,
¿qué “certificaciones” requiere alguien para ser un “verdadero” psicoanalista?
¿Quién puede certificarlo? ¿Y quién certifica al certificador y quién al que certifica
al certificador? Este recurso al infinito no es trivial y es solo aparente. No se trata de
requisitos, como parece en una primera visión, sino de un asunto de poder. Certifica
el que tiene poder para hacerlo y la capacidad de ejercerlo. Y aquí el tema cambia
de plano y de lenguaje. El tema del poder en las estructuras jerarquizadas, como
son las instituciones psicoanalíticas, es imposible de desarrollar en un breve tiempo
y, además, me parece que corresponde a cada institución, internamente, descubrir
sus propios atolladeros en esta área.
Creo que debo detenerme aquí.

Muchas gracias.

71
REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

PRÁCTICA CLÍNICA

Sobre lo “ganancial” en un tratamiento: Quién gana qué

Rev APSAN 2022,2(2): 72-87

Rodrigo Middleton1

En este artículo, se analiza cierta tendencia a calificar a algunos pacientes como


“gananciales”, con el objetivo de estimular un debate. Para ello, se revisa el origen y
uso del término, se delinean algunas dificultades que el mismo uso vela, se comparte
una viñeta clínica, y se proponen algunas perspectivas futuras, vinculadas con las
relaciones entre pacientes, clínicos, y las instituciones de salud que nos albergan.
La reflexión general, surge principalmente a partir del trabajo multidisciplinario con
personas que han sufrido enfermedades profesionales y accidentes laborales, pero
también hace eco de una labor anterior en programas para personas con consumo
problemático de drogas, situados en un hospital psiquiátrico.

Palabras clave: Beneficio de la enfermedad, Trastorno facticio, Contratransferencia,


Ética

1
Psicólogo clínico, rodrigo.middleton@gmail.com

72
PRÁCTICA CLÍNICA

Origen y uso del término


La Real Academia Española, define «ganancial» como aquello “perteneciente
o relativo a la ganancia” (RAE, 2020), donde «ganancia» corresponde a la “utilidad
que resulta del trato, del comercio o de otra acción”, y como “acción y efecto
de ganar”. Enseguida, el verbo «ganar» se conceptualiza a través de un listado
de maneras, con el denominador común de obtener algo. Finalmente, «gana» se
define como “deseo, apetito, voluntad de algo”.
Curiosamente, de la misma raíz provendría el sustantivo «ganado» —quizás
como paradigma del comercio en la antigüedad—, y también el verbo latino «hiare»,
que significa entreabrir la boca (Etimologías de Chile, n.d.).
El término “ganancial”
“ prácticamente no aparece en textos
El término “ganancial” prácticamente psiquiátricos como tal, ni tampoco en
no aparece en textos psiquiátricos como textos psicoanalíticos (por más que
tal, ni tampoco en textos psicoanalíticos las definiciones anteriores puedan
(por más que las definiciones anteriores estimular asociaciones con pulsiones
puedan estimular asociaciones con de incorporación oral).
pulsiones de incorporación oral).
Aun así, parece ser de uso
corriente por lo menos en instituciones de salud mental, y me adelanto a señalar
que se emplea con ligereza, porque tiende a precipitar una denuncia, antes que
la indagación meditada del fenómeno quizás detectado, y de su relación con las
partes que intervienen en un tratamiento en curso.

Dificultades que vela


Cuando un clínico califica la conducta de un paciente como “ganancial”,
entiendo que está sugiriendo que el paciente se aprovecha del tratamiento que
se le ofrece, para beneficiarse de un modo diferente de aquel convenido con los
tratantes y/o con la institución que lo pudiera auspiciar.
Sin embargo, el que un paciente permanezca en un sistema de tratamiento
por motivos diferentes de los que explicitó inicialmente (o además de aquéllos),

73
REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

pudiera implicar sólo una necesidad de diferenciar clínicamente mejor entre motivos
de consulta manifiestos y latentes. Debido a que las implicancias epistemológicas
son importantes, digámoslo con claridad: es muy distinto evaluar una conducta
como inconsciente, a calificarla como aprovechadora.

Pero incluso, cuando un paciente intenta deliberadamente sacar provecho de


un tratamiento, y de un modo distinto al que un clínico esperaba, vale preguntarse
si hay ahí además una intención de dañar al clínico o a la institución:
(1) Si la respuesta es positiva, posiblemente haya ahí una conducta más delictiva
que “ganancial”, y ello puede requerir sin ambigüedades de apelar a
instancias legales.
(2) Si la respuesta es negativa, pero el clínico igualmente se siente tratado
abusivamente, posiblemente convenga revisar el encuadre del tratamiento,
que puede ser inadecuado o insuficiente.
(3) Si tampoco es el caso, vale recordar —con Winnicott (1968)— que un
tratamiento exitoso requiere que el paciente pueda precisamente usarnos2.
Cuando se verifica un mal uso no deliberado (o inconsciente), por parte de
un paciente, existen al menos dos caminos. El primero, y que motiva escribir este
texto, es utilizar lo “ganancial” como palabra mágica que pretende justificar, frente
a uno mismo y/o un equipo de trabajo, la interrupción de un tratamiento.
De más está decir que nada de esto se le comunica al paciente, quien sólo
se entera burocráticamente de un “alta administrativa”, o de una magnánima
“derivación” que supuestamente debería agradecer.
También son usuales algunas justificaciones auxiliares, de entre las que
mencionaré dos:
(1) La personalidad del paciente, donde lo ganancial se entremezclaría de
un modo poco claro pero inalterable con su ser, ahora metonímicamente
calificable de explotador, parásito o psicopático.
Así, pasamos fácilmente de la observación clínica al juicio moral, presentando

2
Rodrigo Rojas-Jerez [comunicación personal] establece una diferencia entre dejarse “usar” y dejarse “abusar”.

74
PRÁCTICA CLÍNICA

el cierre del tratamiento como una especie de lección, en el mejor de los


casos, o de plano como forma de retaliación por un agravio sufrido (muchas
veces al narcisismo del clínico).
(2) La supuesta necesidad de cuidar el bolsillo de quienes que costean el
tratamiento, y la confianza depositada por estos en el equipo o programa
de tratamiento.
Una versión más sofisticada de esto, implica el argumento de que los recursos
son limitados, pero esto se reconoce poco también, porque se asume
que pudiera ofender esta vez a la institución, en vez de reconocer ahí una
posibilidad de favorecer un posicionamiento más adulto en el paciente (y en
el clínico, nuevamente).
Todo lo anterior, no ayuda para nada al paciente, como tampoco a los clínicos
en su labor, sino que alimenta la desesperanza de ambos. Para el paciente,
es evidente. Para los clínicos, se desperdicia una oportunidad de aprender
algo más sobre sí mismo, sobre la naturaleza humana, y sobre su profesión,
incluidas las elaboraciones más serias sobre los beneficios de la enfermedad,
a las que nos referiremos más adelante.
En los casos en que se invoca

“ con ligereza “lo ganancial”, se suele


sentir un ambiente enrarecido, y creo
En los casos en que se invoca con
ligereza “lo ganancial”, se suele sentir que se debe a que efectivamente
un ambiente enrarecido, y creo que hay algo mañoso operando, sólo
se debe a que efectivamente hay algo que no del lado del paciente, sino
mañoso operando, sólo que no del lado del tratante, como fórmula para
del paciente, sino del tratante, como no hacerse responsable de sus
fórmula para no hacerse responsable de sentimientos contra transferenciales.
sus sentimientos contra transferenciales.

75
REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

Camino alternativo
El segundo camino anunciado, y que sigue la ruta de ese Freud que
inicialmente escuchó a sus pacientes histéricas, pasa por tomar firmemente el
propio narcisismo, recordarle que los cambios no siempre funcionan al ritmo que
uno quisiera, y acompañarlo a mirar fenómenos que uno puede no estar captando,
para seguir estudiando, compartiendo con colegas las inquietudes que aparezcan,
y seguir creciendo junto con los pacientes.
En este punto, me resuena una interrogación ya célebre de Ferenczi (1931):
¿es la resistencia del paciente quien provoca el fracaso, o se trata más bien de que
nuestra comodidad se resiste a adaptarse a las particularidades de la persona, en
el plano de la aplicación del método? (p.113).
Pero enseguida aparece el delicado desafío, en el observador que participa
de la situación clínica, de comunicar algo de esto a sus compañeros de labores,
sin desmentir la odiosidad que uno también puede sentir con el paciente (e.g.,
Winnicott, 1947), y sin posicionarse como un terapeuta ideal para el paciente, y
persecutorio para el colega.
Porque, si desmentir todo esto hace caer en una complicidad silenciosa,
limitarse a una crítica fácil implica el riesgo de que lo ganancial recaiga ahora
del lado de uno (precisamente como un terapeuta ideal y persecutorio), y, quizás
peor, conlleva el riesgo de que se precipite una disociación en la matriz contra
transferencial ampliada, contribuyendo torpemente a la intratabilidad del paciente,
ahora como una especie de pronóstico autocumplido.

Beneficio de la enfermedad: Revisión conceptual


Si bien el término “ganancial” escasamente aparece en textos de psiquiatría,
el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales incluye algunas
categorías relacionables (APA, 2014):
- Trastorno facticio: caracterizado por la “Falsificación de signos o síntomas
físicos o psicológicos, o inducción de lesión o enfermedad, asociada a
un engaño identificado [objetivo]” (p.324). Los métodos para falsificar la
enfermedad pueden ser diversos, pero “expresan problemas persistentes en

76
PRÁCTICA CLÍNICA

la percepción de la enfermedad y la identidad” (Ibid., p.310), y el diagnóstico


requiere la “ausencia de recompensas externas obvias” (Ibid., p.325).

- Simulación de enfermedad: considerado dentro de otros problemas que


pueden ser objeto de atención clínica, su característica principal es la
“representación de síntomas físicos o psicológicos falsos o muy exagerados,
motivada por incentivos externos, como evitar el servicio militar o el trabajo,
obtener una compensación económica, evadir responsabilidades criminales
u obtener fármacos” (p.726).
Me parece que la mantención de estas categorías tiene el mérito de reconocer
que la realidad clínica es más compleja que una división entre enfermedades
reales e imaginarias o inventadas. Incluso, uno podría postular un continuo que
incluyera también el Trastorno por síntomas somáticos y el Trastorno de ansiedad
por enfermedad (Hipocondría) como formas más leves.
No obstante, ni ese ejercicio de diferenciación, ni los manuales centrados
en síntomas como el de la APA, clarifican sobre las dinámicas de producción y
mantención de los síntomas, ni sobre las recompensas que no resultan “externas
obvias”.
Por otra parte, tampoco se encuentran referencias a lo “ganancial” como
tal entre los autores más clásicos en psicoanálisis. Lo que sí hay, son desarrollos en
torno al concepto de ganancia o beneficio de la enfermedad.

a. Freud:
Abocado al estudio y tratamiento de la histeria, tempranamente postula que
“el síntoma es primero, en la vida psíquica, un huésped mal recibido; (…) no cumple
ningún cometido útil dentro de la economía psíquica” (Freud, 1905, p.39). Así, el
beneficio o ganancia de la enfermedad aparecería sólo en un segundo momento,
en aquellos casos donde “una corriente psíquica cualquiera halla cómodo servirse
del síntoma, y entonces este alcanza una función secundaria y queda como anclado
en la vida anímica” (Ibid., p.39).
Más tarde rectifica su postura, y en una nota añadida en 1923 al mismo texto

77
REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

señala que:
el motivo para enfermar es en todos los casos el propósito de obtener una
ganancia (…) El enfermarse ahorra, ante todo, una operación psíquica:
se presenta como la solución económicamente más cómoda en caso de
conflicto psíquico (refugio en la enfermedad) (Ibid., p.39).
De hecho, en el tiempo transcurrido entre un texto y otro, ya había indicado
algunos motivos primarios del yo para respaldar la enfermedad: resguardarse de
los peligros “cuya amenaza fue la ocasión para que se contrajera la enfermedad”;
obtener resarcimiento por el peligro corrido; conseguir “satisfacción a la tendencia
yoica represora”; ahorrarse un trabajo interno penoso (Freud, 1917, p.347).
Pero, aun frente a estos motivos, expresa lo siguiente:

Por regla general pronto se advierte que el yo ha hecho un mal negocio


abandonándose a la neurosis. Ha pagado demasiado caro un alivio del
conflicto (…). El yo querría liberarse de este displacer de los síntomas,
pero sin resignar la ganancia de la enfermedad; justamente es lo que no
puede lograr. Y así se pone de manifiesto que no fue tan activo como él se
había creído (Freud, 1917, p.349).
En el mismo texto de 1917, postula que los beneficios secundarios aparecen
más tarde:
Cuando una organización psíquica como la de la enfermedad ha subsistido
por largo tiempo, al final se comporta como un ser autónomo; manifiesta
algo así como una pulsión de autoconservación y se crea una especie de
modus vivendi entre ella y otras secciones de la vida anímica, aun las que
en el fondo le son hostiles. Y no faltarán entonces oportunidades en que
vuelva a revelarse útil y aprovechable, en que se granjee, digamos, una
función secundaria que vigorice de nuevo su subsistencia (Ibid., p.349).
Si bien en la nota de 1923 formula también una distinción entre ganancia
primaria “externa” y ganancia secundaria propiamente tal (que parece hacer eco
en la posterior diferencia entre lo facticio y lo simulador), es en Inhibición, síntoma
y angustia (1926) donde retoma la idea de la “defensa secundaria” del yo, pero

78
PRÁCTICA CLÍNICA

ahora no directamente contra el deseo, sino contra un síntoma ya constituido, que


el yo pasa a incorporar a sí mismo.

b. Fenichel:
En su libro sobre teoría psicoanalítica de las neurosis, señala que los beneficios
secundarios parecieran menos interesantes que los beneficios primarios, desde un
punto de vista teórico, pero que son muy importantes desde un punto de vista
práctico. Aún más, estima que son muy variados, y que “valdría la pena hacer una
compilación de los mismos” (1973, p.516).
En el caso de las psiconeurosis, en general, menciona que la ganancia
primaria se relacionaría con la evitación de enfrentar el complejo de Edipo. Luego,
los beneficios secundarios sí serían más variables:

- Histeria de conversión: regresión al estadio de cuidados infantiles mediante


una ficción teatral. También pseudo hiper sexualidad o erotomanía, pero no
explicita que se obtiene.

- Obsesión: orgullo narcisista, proveniente de las formaciones reactivas, de


ser especialmente bueno, noble o inteligente.
En relación con las neurosis traumáticas, en éstas se obtendría un mayor
beneficio que en psiconeuróticos, sobre todo secundario, aunque muchos de sus
problemas serían “más fáciles de abordar luego del estudio del as psiconeurosis”
(p.152).
Más adelante, propone una división de los beneficios secundarios en dos
tipos:

- Aquéllos provenientes del mundo externo: seguridad parental conta el


abandono; dinero; que otros actúen en lugar de uno, por ejemplo.

- Aquéllos provenientes del superyó: orgullo proveniente de las formaciones


reactivas y el ascetismo; apaciguamiento de un superyó severo mediante el
sufrimiento; pérdida de sentido de responsabilidad

79
REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

Siempre en el ámbito de las neurosis, establece que:

El problema acerca de la manera de combatir o de prevenir los beneficios


secundarios se convierte, a menudo, en el problema principal del tratamiento.
(…) Así y todo, quien tenga una comprensión psicoanalítica de los procesos
neuróticos no llegará al extremo de equiparar la neurosis a la simulación, y no
rechazará en forma indiscriminada la compensación (p.151).

c. Winnicott:
En aparente sintonía con Freud, Winnicott (1963a) retoma el concepto
de ganancia secundaria, pero para profundizar en el estudio clínico de los
trastornos del carácter, que enlaza con experiencias tempranas de deprivación
emocional. Podemos diferenciar algunos momentos lógicos en su escrito:

a) La deprivación genera intenso sufrimiento, que empuja defensivamente


hacia una deformación del carácter, con el resultado de un empobrecimiento
de la personalidad.

b) Progresivamente, se adquiere la “capacidad de socializar la deformación del


carácter para encontrar beneficios secundarios, o bien para hacerla compatible
con una costumbre social” (p.162).

c) Si aún no se encuentra una respuesta apropiada del ambiente, “los beneficios


secundarios pronto prevalecen, alivian el sufrimiento e interfieren en el impulso
del individuo de buscar ayuda o aceptar la que le ofrezcan” (p.163).
Dicho de otro modo, la ganancia secundaria se derivaría de una actuación,
que aparece como una alternativa a la desesperación, debido a que salva a la
persona con trastorno del carácter de re exponerse a un estado caótico, que puede
incluir el “derrumbarse y caer en la paranoia, la depresión maníaca, la psicosis o la
esquizofrenia” (Ibid., p.166).
Winnicott enlaza estas actuaciones con las tendencias antisociales, que
diferencia de la delincuencia propiamente tal, donde el ambiente decididamente
falló en captar el mensaje inconsciente que él observa en la actuación:

80
PRÁCTICA CLÍNICA

Para cuando el chico o la chica se ha endurecido a causa de la falla en la


comunicación, (…) y cuando las ganancias secundarias se han vuelto importantes,
y se ha alcanzado gran habilidad en alguna actividad antisocial, entonces es
mucho más difícil ver (…) el llamado de auxilio que es un signo de esperanza en
el niño o niña que es antisocial (1967, p. 90)3.
Así, el tratamiento tiene sentido, pero sobre todo antes de que el hecho
delictivo (de índole sustitutiva) se repita compulsivamente, adquiera las características
de un beneficio secundario, y sobre todo cuando éste pase a ser aceptable para el
self (1958).
De hecho, Winnicott advierte que hay que estar preparado para que la
psicoterapia de una persona con estas dificultades tienda a “enfermarla”, porque
despierta el trauma original y “se pone en marcha una tendencia antisocial, una
compulsión a plantear reclamos por medio del robo o de una conducta destructiva
y así activar un manejo duro, o incluso vengativo” (1963a, p.164).

Caso clínico
Francisca4 tiene 40 años, y hace tres meses sufrió una caída de altura en su
lugar de trabajo, con resultado de una fractura de muñeca y posterior desarrollo
de Síndrome de Sudeck. Desde entonces se mantiene hospitalizada, y desde
su seguro laboral solicitan una evaluación de salud mental para establecer qué
prestaciones de salud debieran mantener. La pregunta surge porque la ven “rascarse
constantemente de manera inconsciente y mirar el techo”, pero las heridas han
aparecido incluso en zonas que preventivamente fueron cubiertas con tela 5.
En entrevista, Francisca señala tener fobia a mirar los brazos de “personas
que tienen hoyos”, “como panel de abeja”. Teme a que su brazo también quede
así, y a no poder volver a mirárselo. “Como que algo va a salir de ahí, y no sé
qué”. “Me paraliza. Es como extraño… Como que la persona se está disolviendo.
3
Traducido por el autor.
4
Se han cambiado detalles accesorios para resguardar la identidad de la paciente.
5
Los procesos inflamatorios, así como los cambios de coloración en la piel, en la sensación táctil, y de dolor, son
comunes en personas que desarrollan síndromes de Sudeck o distrofias simpático reflejas, con una fisiopatología sólo
parcialmente conocida (Fornos & cols., 2008).

81
REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

Como que la persona no va a estar más. No sé cómo explicarlo”. Muestra imágenes


claramente artificiales, obtenidas de las redes sociales.
Tiene antecedentes de desorden de la conducta alimentaria, y hoy se lamenta
por haber subido de peso, responsabilizando a los tratamientos recibidos. Luego,
esto se empalma con síntomas disociativos: “me veo al espejo, y no me reconozco”;
“siento que no soy yo”; “mi brazo no es mi brazo”; “siento que estoy en cuerpo de
otra persona. Siento que estoy viviendo la vida de otra persona. Despierto, y siento
que es una pesadilla. Me veo el brazo, y no pues, es mi vida”. “No logo coordinar
las ideas. Creo que debido a que estoy colapsada con todo”.
Al indagar en su autoconcepto, Francisca señala que no le agrada “sentir
que tengo que demostrar que soy fuerte, cuando lo único que necesito es que
me contengan, y explotar y decir todo lo que siento”. En otro momento, agrega
que “pongo muchas murallas con las personas”. Con poca indagación, menciona
episodios de abusos físicos infantiles, y recuerdos de violencia extrema entre sus
padres, además de otras situaciones de violencia en su biografía posterior. Se le
sugiere que parece en un dilema, buscando mantener su fortaleza personal, y al
mismo tiempo necesitando botar las murallas y dejarse ver.
Ella responde que no cree haber sido nunca honesta con nadie. “Nunca
he contado todo lo que ha pasado en mi vida. Entonces siento que de alguna
manera me pongo esa coraza, porque no soy tan dura como me demuestro ser.
Pero tampoco puedo mostrar que soy débil, porque ya las personas que me tenían
que cuidar me dañaron. Y qué queda para los demás”.
Consultada por el trato de la clínica, señala sentirse tranquila, aunque allá
sólo ha contado a grandes rasgos lo que le ocurre, por temor a no recibir la ayuda
que necesita, o a que piensen que le duele menos de lo que ella refiere. Se le
propone que la posibilidad de que una parte inconsciente de sí misma se rasque
sin que ella se dé cuenta, así como ella misma ha mencionado que por momentos
tiene “lapsus de memoria”.
Francisca lo descarta, y agrega que su madre ha ido a verla, pero que
desestima su dolor y se ríe. Si de Francisca dependiera, preferiría estar en su casa
la mitad del tiempo, porque podría salir a pasear. No obstante, cree que volvería el

82
PRÁCTICA CLÍNICA

dolor, y además “mis cicatrices no sanan aún”.


Descriptivamente, pudieran postularse varios diagnósticos, incluyendo el de
un trastorno facticio. No obstante, las categorías por sí solas no ofrecen cursos de
acción a las instituciones, ni responden a las necesidades de los pacientes. Además,
si el tratamiento de algunos trastornos dermatológicos es complejo para la medicina
(Fornos & cols., 2008), ciertamente puede serlo también para el psicoanálisis (e.g.,
Ulnik, 2011).
Comprensivamente, los temores de Francisca a formar hoyos en la piel, a dejar
de ser ella misma y a diluirse en el ambiente, son indicativos de una seria amenaza a
su integración psicosomática. Así, las amenazas del ambiente que presumiblemente
la rodeó cuando pequeña, posiblemente hayan sido incorporadas como angustias
inconcebibles (Winnicott, 1965), frente a las cuales no le quedó más que armar la
coraza que describe, y que hoy siente craquelarse, a propósito del accidente que l
apone a ella en el lugar de los cuidados.
Este caso representa una formación de compromiso entre el sistema de salud
laboral, y el sistema común, porque hay un accidente que es laboral, pero también
hay un desarrollo psíquico traumático, que incluso pudiera haber precipitado el
accidente.
Si quisiéramos evitar la complejidad, podríamos argumentar que Francisca
sólo encontró una forma de actuar un reclamo por los cuidados que necesitó y
posiblemente no obtuvo en el pasado. De este modo, el auto infligirse lesiones
reforzaría la tesis de un aprovechamiento del sistema para un beneficio secundario,
y hasta las condiciones del accidente pudieran quedar implícitamente como hecho
de la causa. Así, podríamos desestimar el caso como laboral.
Sin embargo, y como previene Freud:

Podría exagerarse también el valor de esta adaptación secundaria al


síntoma mediante el enunciado de que el yo se lo ha procurado únicamente
para gozar de sus ventajas. Ello es tan correcto o tan falso como lo sería la
opinión de que el mutilado de guerra se ha hecho cortar la pierna sólo para
quedar exento de trabajar y para vivir de su pensión de invalidez (1926, p.95).

83
REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

Además, en la práctica parecía muy posible que el caso se complicara por


esta vía. Durante una segunda sesión con Francisca, reaparece una y otra vez una
historia previa de sobre adaptación, y una tendencia a expresar sus afectos en
términos físicos. Esta vez, se le comparte decididamente la impresión de que sus
dolores y erupciones cutáneas son reales, pero que se asientan sobre una relación
problemática con su cuerpo, anterior a la fractura de su muñeca. Se le propone
entonces trabajar en conjunto por un número de sesiones acotada, con el objetivo
de elaborar un panorama compartido, y acompañarla a encontrar un programa de
salud mental externo al seguro laboral y a la clínica, de final abierto, donde pueda
tratarse como necesita y merece.
Francisca y el seguro lo aceptan, y continúan apareciendo temas asociados:
a) busca no ser vista, y paradójicamente teme a no existir para otros; b) expone
desregulaciones hormonales en estudio, correlativas a un posible temor latente a
desbordarse emocionalmente; denuncia una baja articulación entre los profesionales
de salud física y mental, que en parte escenifica su propio conflicto.
Pronto accede a ir a su casa unos días, va a su casa unos días, y allá transmite
explícitamente la necesidad de hacer una “regresión”, aunque al mismo tiempo
intenta autolimitarse porque teme aprovecharse de sus circunstancias.
Las relaciones con sus familiares más cercanos mejoran, y cinco semanas
después de la primera entrevista se queda en su casa. Sus heridas van cutáneas
van sanando, mientas Francisca comienza a desarrollar otra clase de síntomas de
implicaciones psicosomáticas, como vértigo.
Se muestra de acuerdo con continuar su tratamiento psicoterapéutico a través
del sistema común, pero pronto empieza a ausentarse, sin aviso y sin posibilidad
de analizar sus motivos. De todos modos, las metas iniciales se toman como
parcialmente logradas. Meses después informa que ha comenzado un negocio por
cuenta propia.

84
PRÁCTICA CLÍNICA

Conclusiones y desafíos futuros

“ Calificar con ligereza a un


Calificar con ligereza a un paciente paciente como “ganancial”, entraña
como “ganancial”, entraña el riesgo de el riesgo de convertir un juicio clínico
convertir un juicio clínico laxo en una laxo en una sentencia que cierra las
sentencia que cierra las posibilidades de posibilidades de tratamiento, y que
tratamiento, y que además ignora que en además ignora que en todo desorden
todo desorden psíquico hay una ganancia, psíquico hay una ganancia, por
por pequeña que pareciera a simple vista. pequeña que pareciera a simple vista.
Por otra parte, abrirnos a analizar los beneficios de una enfermedad, posibilita
proseguir el acompañamiento de un paciente en la ruta a conocer su dinámica
particular6. Como apuntan Laplanche y Pontalis (1996), “la denominación «beneficio
secundario» no debe ser obstáculo para la investigación de motivaciones ligadas
más directamente a la dinámica de la neurosis” (p.46). De hecho, los textos de
Freud y de Winnicott —y quizás cuántos más— aportan precisamente en esa senda.
Más allá, queda sólo enunciado un desafío más profundo o al menos
más amplio: cómo visibilizamos diferentes posicionamientos en la matriz contra
transferencial ampliada de un caso, frente a cuestiones como ésta. Considero que
esta interrogante es especialmente pertinente en la actualidad, cuando se busca
una mirada multi o interdisciplinaria para los casos complejos, tanto en el ámbito
público como privado.
Con cada vez más frecuencia encontramos pacientes que expresan
posiciones subjetivas que escapan a las lógicas tradicionales de sumisión al poder
institucionalizado, y que tienden a provocar respuestas defensivas entre aquellos
tratantes que se mantienen irreflexivamente alineados a éstas.
De este modo, será relevante plantearse preguntas derivadas, como ¿qué
posicionamiento toma uno como tratante, cuando interviene desde un programa del
Estado, o de una aseguradora privada? ¿Y qué concepción mantiene uno en cada

6
En casos extremos, conseguir sólo esta tarea, y que un paciente aprenda a mitigar o reducir los daños colaterales, ya es
bastante (e.g., Tatarsky, 2002).

85
REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

momento sobre el rol de estas entidades? Porque no es lo mismo concebir a una


institución como administradora de recursos siempre escasos, como benefactora
ilimitada, o como una especie de leviatán ineficaz a sólo criticar.
Complementariamente, tampoco puede ser lo mismo concebirse a uno
como el Robin Hood de un paciente, o como un custodio a ultranza de la imagen
de la institución, por ejemplo.

Referencias bibliográficas

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86
PRÁCTICA CLÍNICA

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87
REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

ARTE Y PSICOANÁLISIS

Paisaje interior: morfologías psicológicas

Rev APSAN 2022,2(2):88-99


María Ignacia Mardones1

“Con el psicoanálisis los médicos


se interesaron por el alma de
las personas, pero los artistas ya
lo hacían desde mucho antes”.
(Freud)

“Ante todo hay que ver.


Los ojos no bastan,
se ve hasta el rojo y el violeta,
pero se sabe que existen
también el infrarrojo y el ultravioleta.
Para mí Einstein, Freud y Marx
son infra – ojos y ultra – ojos”
(Matta)

En este artículo se relaciona la pintura surrealista de Matta con el psicoanálisis,


entendiendo ambos ámbitos como medios de expresión del psiquismo humano. La
obra no figurativa de Matta busca develar el ser interior, una realidad que esconde
múltiples significados. El psicoanálisis busca transformar y aliviar el sufrimiento del
ser, el cual puede originarse en el desarrollo de un psiquismo primario donde se
produce una falla en la función materna de reverie. El proceso de transformación
de las experiencias tempranas se revive en la relación terapéutica dando paso a un
nuevo paisaje interior, del ser, un sersaje.

Palabras claves: Psiquismo temprano, reverie, transformación

1
Analista en formación (APSAN), mardonesmariaignacia@gmail.com

88
ARTE Y PSICOANÁLISIS

A propósito de la conmemoración del nacimiento del gran artista chileno


Roberto Matta nacido el 11 de noviembre de 1911, el exdirector del Museo
Nacional de Bellas Artes, Milán Ivelic, comenta: “su obra es desafiante, requiere
una mirada concentrada y reflexiva para ingresar al imaginario que nos propone”.
La obra de Matta no es la pintura clásica de un paisaje donde, por ejemplo, hay
un árbol, una casa, un riachuelo. Frente a cualquier obra de Matta surge un signo
de interrogación, porque lo que se está mirando es extraño, insólito, no figurativo,
diferente. La pintura de Matta emerge de una capacidad imaginativa que remite a
su pregunta de qué ocurre en el ser humano y cómo surgen y se expresan las ideas
en él. Le interesa, en último término, la pregunta por el ser humano, por eso decía
que no hacía paisajes, sino que lo que buscaba y hacía eran sersajes. Aproximarse
a la obra de Matta es como ver un mapa, no con cerros, montañas, lagos, sino
imágenes que configuran el ser interior. Es una obra difícil, pero no imposible.
Requiere un acercamiento que no es de mirada rápida, de pasar de un cuadro a
otro, sino sumergirse en una realidad que esconde múltiples significados.
Como en la pintura surrealista de Matta, en el psicoanálisis, el psiquismo
encuentra un lugar donde manifestarse. Ambos son un medio a través del cual
se intenta expresar verbal o simbólicamente, el funcionamiento real del flujo del
pensamiento. Para Matta y Ferro (1998) la pintura, al igual que el juego, el sueño,
el cuento, serían equivalentes o derivados narrativos, en términos de procesos
mentales, inconscientes, que permiten y ayudan a acceder a ese mundo interno. Y
así como el cuento es importante para el desarrollo mental del niño, ya que permite
al niño ver representados y representar sus miedos más recónditos y terroríficos –por
esto el interés de los niños en cuentos como la Caperucita Roja, Pulgarcito, Los Tres
Chanchitos, o los cuentos con contenidos de brujas, madrastras, venganza, envidia,
celos– la pintura también da cuenta de un mundo interno primario, inconsciente.
A través del arte y del psicoanálisis se exploran el inconsciente, la locura, las
fantasías y sueños. “Invito, a quien venga a contemplar estas cosas, a participar
en una experiencia única: penetrar en su propia mente, en la fantasía, en la fanta –
ansia verbal. El verbo no es solamente gramatical, es también morfológico. Todo
el mundo vive un vocabulario, a veces repetitivo, impuesto por la fatiga cotidiana.
Debes empezar desde ahora a explotar el propio vocabulario, para consignar la
cantidad de signos erróneos que afloran a tu mente”2
2
Libro de Matta (2000) Sala de Arte Fundación Telefónica.

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REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

Lo que Matta muestra en sus obras son mutaciones, estados de tensión,


angustia, desesperación, deseo, representaciones de la muerte, la guerra, la tortura,
la represión de un mundo en constante cambio. Para Matta “meterse en el cuadro
es meterse dentro de uno, es el botón de contacto para ver cómo se vive. Cogitum
es pensar, y es coito, con la interrupción consiguiente de la vida consciente al igual
que en el sueño. Lo que me preocupa siempre es ¿quién es y cómo es el ser
humano? Mi pintura no es como un cuadro de Manet o de Picasso”3.
El psicoanálisis, como describe

El psicoanálisis, como describe Bion
Bion (1970), es como una sonda
que amplía el campo que indaga,
(1970), es como una sonda que amplía
el campo que indaga, que cuanto más que cuanto más penetramos en lo
penetramos en lo inconsciente, más inconsciente, más aumenta el trabajo
aumenta el trabajo que nos espera, ya que que nos espera, ya que pensar no es
pensar no es un acto cognitivo, sino un
un acto cognitivo, sino un proceso
proceso emocional altamente complejo
que implica dar sentido a las experiencias emocional altamente complejo que
emocionales humanas. implica dar sentido a las experiencias
emocionales humanas.
Aproximarse a la formación y desarrollo del psiquismo es adentrarse en la
comprensión del origen de las angustias y ansiedades más profundas y primarias
del ser humano, desde el momento del nacimiento y el comienzo de la interacción
entre el mundo interno y externo del recién nacido, que lucha por sobrellevar
las frustraciones y ambivalencias que le genera la relación con el mundo y con
la madre. Para autores como Winnicott (1953) y Aulagner (1977), el desarrollo
del psiquismo temprano se forma a partir del vínculo entre la madre y el bebé,
especialmente durante su primer año de vida. Es en esta etapa cuando pueden
desarrollarse patologías debido a alteraciones y frustraciones que se experimentan
tempranamente en ese vínculo y que están cargadas de sufrimiento psíquico. La
mayor angustia que puede llegar a experimentar el bebé es la experiencia de
aniquilación, de desintegración, de caer al abismo; esto es incluso más aterrador
que el temor a la muerte (Atwood, 2012). Por esta razón, es que el estudio y
comprensión psicoanalítica de la primera infancia resulta clínicamente relevante.
3
Libro de Matta (2000) Sala de Arte Fundación Telefónica.

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ARTE Y PSICOANÁLISIS

Para Bion (1962), son las características de la función materna las que afectan el
psiquismo temprano de un bebé, favoreciendo u obstaculizando su desarrollo.
Bion denominó capacidad de reverie (estado de ensoñación) a la capacidad de la
madre de estar en sintonía con el bebé, de contener y satisfacer sus necesidades.
La gestación psíquica requiere fundamentalmente de esta función de reverie, que
es como un proceso de metabolismo mental que realiza la madre. El bebé proyecta
y descarga en la madre aquello que le es intolerable, displacentero, ocasionado
por sensaciones, percepciones o sentimientos que le generan ansiedad y angustia.
A su vez, la madre que está disponible emocionalmente puede contener aquellas
ansiedades y angustias proyectadas por el bebé (elementos beta), las transforma
y una vez que hayan sido digeridas y metabolizadas por ella, las devuelve como
elementos alfa para que sean posibles de ser asimiladas, pensadas e integradas
por el niño. Esta función metabolizadora, Bion (1962) la llama función alfa y es la
que el niño luego internaliza para digerir y pensar sus propios pensamientos. Para
Esther Bick (1968), esta misma función de contención de la madre en la primera
infancia, está simbolizada por la piel. La madre que abraza gratifica y contiene
al bebé (cuando tiene hambre, sueño, frío, ansiedad, rabia), lo envuelve mental
y emocionalmente como con una piel protectora que lo protege y sostiene en
su ansiedad. Así mismo, la terapia puede transformarse en una segunda piel y el
terapeuta alguien que cobija y envuelve para sentirse cubierto y protegido. Matta
expresa muy claramente que la pintura representaba para él como una segunda
piel, al manifestar su deseo de construir un cubo con cuatro paredes, todo pintado
por dentro, donde él pudiera caber dentro para traspasar la obra, para que la
pintura pueda envolverlo corporalmente ¿Quizás es algo similar a esto lo que
deseamos? Caber dentro de la mente del analista, de un proceso analítico, de
un campo vincular donde sentir una envoltura y contención para que sea posible
desplegar la historia y el self.
Cuando la madre falla en la sintonía y contención, siendo incapaz del reverie
y de metabolizar la experiencia emocional del bebé, deja a éste con la sensación
de que su experiencia no tiene significado, reintroyecta un pánico sin nombre y
desarrolla una identificación proyectiva patológica. El daño puede ser irreversible,
expresarse en autismo, esquizofrenia u otros síntomas o patologías. El psicoanálisis

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REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

surge como un tratamiento, un espacio de acogida y contención al paciente (niño,


joven, adulto) que padece un malestar, un dolor emocional, un sufrimiento, una
soledad, un trauma, una sintomatología, una patología, una enfermedad, una
turbulencia emotiva, por fallas de la función alfa, por hechos no digeridos de su
historia, que encontraron un depósito en el mundo interno y que pulsan y piden
ser acogidos y transformados. Tanto para Ferro (2002) como para Bion, el trabajo
analítico se basa en las reveries del analista, en su capacidad de acoger, metabolizar,
transformar, hacer pensables las angustias, ansiedades e identificaciones proyectivas
de los pacientes. En la sesión analítica hay una constante actividad de reverie donde
el analista transforma continuamente a través de la función alfa lo que recibe del
paciente, ya sea de forma verbal o preverbal. El concepto de reverie se refiere a
la existencia de un continuo intercambio emocional en la pareja analítica donde
elementos beta son evacuados y acogidos por una mente capaz de transformarlos
y restituirlos. De esta manera el paciente encuentra en la función alfa del analista, la
posibilidad de transformar los contenidos no pensables de su historia y psiquismo,
en emociones y pensamientos descriptibles, con la desaparición o atenuación de
los síntomas y del dolor emocional.
En este sentido, el psicoanálisis se puede caracterizar como un método de
alivio del sufrimiento psíquico consistente en el trabajo de metabolizar aquellas
experiencias relacionales insatisfactorias o traumáticas tempranas, donde la tarea
del trabajo analítico, de metabolización, se completa con la introyección del método
para tratar elementos beta (protoemociones y protopensamientos), es decir la
introyección de la función alfa. Esta función destaca una de las características claves
del trabajo psicoanalítico, porque permite que lo que no ha sido posible de ser
pensado por el paciente, a través del intercambio con el analista, pueda aparecer
en imágenes y ser verbalizado, representado y narrado por el mismo paciente.
El intercambio y narración compartida entre analista y paciente, en determinado
momento, se sustituye por la activa función de un narrador interno capaz de dar
nombre, sentido, historia, a aquello que era como “grumos” sensoriales emotivos
(elementos beta).
Ferro sostiene que es necesario sumergirse en la sesión analítica –tal como
Matta decía que había que hacerlo con la pintura–, porque es el campo o área

92
ARTE Y PSICOANÁLISIS

donde trabajan analista y paciente, en un interjuego de identificaciones proyectivas


cruzadas, donde se produce una colusión inconsciente, donde no se sabe qué
pertenece a quien ni de quien es aquello que emerge. Lo que sugiere Ferro es
recoger, contener, digerir la experiencia emocional que se vive en la sesión, para
ello es necesario una oscilación entre la actividad de contención (función alfa) y la
actividad interpretativa. Bajo el modelo de Ferro, el terapeuta incluye en la sesión lo
que él experimenta respecto al contenido y expresión del paciente (qué me evocó,
que recordé, que sentí). Esta dinámica crea algo nuevo que ayuda a empatizar con
lo que el paciente siente. El énfasis de Ferro es transformar más que interpretar.
El foco de Ferro está en generar más continente y ampliarlo para contener y así
transformar las angustias persecutorias y los aspectos enloquecedores. Esta
dinámica evita que los actos de interpretación muevan al paciente a defenderse
y cerrarse, a replegar la función expansiva del inconsciente. Por esto, se hace tan
necesario dar espacio y un campo al despliegue del inconsciente, para que los
elementos que están en permanente búsqueda de ser elaborados, metabolizados,
transformados, lo logren.
Esto que plantea Ferro respecto a la actitud analítica con un paciente es
semejante a lo que plantea Matta en su obra Morfologías psicológicas, que llevan el
título Paisaje Interior, cuando dice que para conocer el mundo interno es necesario
introducirse en un surrealismo abstracto, cortar con la racionalidad, dejarse llevar
y asociar libremente. Podríamos decir que requerimos de esta actitud para mirar
y sondear el psiquismo, no sólo el de los pacientes, sino también el propio. Matta
en su obra, materializa y crea un espacio irreal inspirado por el inconsciente, con
explosión de figuras y formas desordenadas, donde todo aparece flotando, donde
no hay una composición lógica y es ésta la que desorienta al espectador. Intenta
concretar y sacar a la luz las visiones más recónditas de la mente. Así también lo
han hecho diferentes psicoanalistas, que nos introducen en la morfología y cualidad
del psiquismo temprano, ese mundo interno del niño poblado de contenidos
desordenados, de objetos parciales, deformes, terroríficos, de partes del cuerpo,
órganos sexuales, heces y fluidos, de impulsos y ansiedades. Algunos cuadros de
Matta evocan ese psiquismo primario que describe Melanie Klein. Observar sus obras
nos produce inquietud y extrañeza, porque no tienen una forma definida y lógica.

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REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

Algo similar nos produce la expresión del mundo interno de los pacientes a través
de sus fantasías, sueños, juegos, dibujos, narraciones, síntomas, psicopatologías.
Así también adentrarnos en nuestro propio paisaje interior, nos conecta con una
historia, una infancia, con contenidos que comenzamos a sentir, a conectar e
identificar y que van adquiriendo un sentido y significado en la relación y vínculo
con un analista. En este encuentro es posible reeditar lo que fue en nuestros inicios
la relación más temprana con una madre o figura materna. Para esto, se requiere la
capacidad de tolerar la frustración y soportar el dolor mental que invariablemente
surge cuando nos encaminamos a buscar nuestra propia “verdad”. Lo que vamos
descubriendo en el proceso analítico es un mundo psíquico interno que, como diría
Matta no sería un paisaje interior sino un sersaje, un paisaje del ser, una especie de
cartografía de la realidad humana que contempla sus anhelos y contradicciones.
Un despliegue y manifestación del propio ser dinámico y vivo, que va tomando
diferentes formas de expresión. En el trabajo analítico se encuentran los sersajes
del analista y paciente y dan lugar a un espacio intermedio, a un nuevo paisaje,
auténtico y verdadero. Para Matta, “el papel del pintor es de buscar no la ‘otra’
realidad sino ‘la auténtica realidad’. Es con el ojo mental, creando un gesto poético
como puede reconstruirse la verdad”4.
El proceso analítico, a través del vínculo analista-paciente, permite que el
paciente vaya reconstruyendo su verdad y transformando su psiquismo. Aquella
realidad y experiencia pasada pulsa por ser escuchada y pensada. Ya no está en
juego un análisis que apunta a levantar el velo de la represión o integrar escisiones,
sino un psicoanálisis que se interesa en el desarrollo de instrumentos que permitan
el desarrollo y la creación de pensamientos, esto es, del aparato mental para soñar,
sentir, pensar (Ferro, 2002). Para Bion y Ferro las transformaciones de los contenidos
mentales y el crecimiento de la mente ocurren en el encuentro analista-paciente,
entre los mundos internos de ambos. Para Ferro una de las herramientas centrales
para lograr la transformación del funcionamiento mental tanto del paciente como
del analista es escuchar todo lo que relata el paciente como tramas oníricas,
expresiones de su mundo interno. Él entiende todo lo que dice el paciente como
indicaciones de su reacción a las interpretaciones previas del analista. Para estos

4
Libro de Matta (2000) Sala De Arte Fundación Telefónica.

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ARTE Y PSICOANÁLISIS

autores el énfasis no está puesto en revelar los aspectos ocultos de la relación, sino
crear significado que permita avanzar en la narrativa que está viva en el campo y
aprender cómo el paciente responde a las interpretaciones e intervenciones del
analista. Estas interpretaciones no serían algo premeditado ni calculado, con la
intención de producir un determinado efecto, sino que buscan una participación
auténtica del analista, donde la espontaneidad, calidez e intuición son esenciales en
el terapeuta junto con un clima de familiaridad y cercanía emocional que no excluye
la seriedad y la colaboración. Esto facilitaría el trabajo analítico. Para Bion, no sólo
es necesario la reverie por parte del analista, sino una disposición de escucha sin
memoria y sin deseo y una capacidad para tolerar la incertidumbre, el no saber ni
entender, por momentos, lo que ocurre en la situación analítica y relación paciente
analista.
Gran desafío el que nos espera: cultivar esta actitud de apertura y confianza
en el propio proceso analítico, que abre un espacio y campo donde se escenifican
experiencias originarias de la primera infancia, las cuales pueden dar respuestas
a los acontecimientos del presente. Es un proceso profundo y paciente donde un
concepto importante, como dice Matta, y lo planteó desde sus inicios también
Freud, es la energía, la fuerza tanto del universo como del propio ser humano,
necesaria para pensar y para el permanente cambio, interacción, movimiento,
dinamismo y transformación. Matta se interrogaba sobre los orígenes del mundo
y en el amplio sentido de la palabra; decía que era necesario conocer las culturas
originarias (egipcios, sirios, africanos, mapuches), saber qué pensaban hace cientos,
miles de años; introducirse en estas culturas para entender mejor lo que ocurre en
el presente. De esta misma manera, es necesario conocer la formación y origen
del psiquismo, la relación temprana entre el bebé y la madre, las características
y descripción de ese escenario primario, de ese capítulo uno de la historia para
comprender lo que ocurre hoy en el paciente que sufre. Bien lo decía también
Aulagnier (1991) en su escrito “Construir(se) un pasado”, que es en los orígenes,
en la infancia donde está el fondo de memoria que permite tejer y comprender una
historia. El analista acompaña al paciente en esa reconstrucción de su pasado para
mentalizar y comprender su presente. Y escucharlo realmente es sostener el hecho
de no saber.

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REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

El crítico venezolano, Juan



El crítico venezolano, Juan Lizcano
Lizcano decía que Matta sabía mucho
sin saber y pintaba sin teorizar: “Su
decía que Matta sabía mucho sin saber y
obra nos entra por todas partes, salvo
pintaba sin teorizar: “Su obra nos entra
por todas partes, salvo por esa facultad tan por esa facultad tan divisoria que es
divisoria que es la racionalidad”. Cuando la racionalidad”. Cuando a Matta le
a Matta le preguntaban qué querían decir preguntaban qué querían decir sus
sus obras, decía que no sabía y agregaba
obras, decía que no sabía y agregaba
“percibo, recibo, manifiesto. Ocurro. Soy
una ocurrencia. Es todo lo que hago. “percibo, recibo, manifiesto. Ocurro.
Manifiesto espacios. Soy una ocurrencia. Es todo lo que
hago. Manifiesto espacios”5.
A modo de conclusión, a la luz de esta preliminar e insuficiente analogía
entre experiencia analítica y la experiencia pictórica en Matta, quisiera plantear
que, si cada paciente es un ser humano inmerso en un universo infinito, irrepetible
y único, las categorías y clasificaciones psicológicas y psicopatológicas no abarcan
la complejidad y comprensión del psiquismo humano en toda su amplitud. Así
también, la narrativa de un paciente en análisis da una descripción de hechos que
no dan cuenta de la totalidad del sentimiento y sufrimiento. De aquí la importancia
del tiempo que necesita un paciente para que se exprese y devele el ser en
plenitud. Matta lo expresa de la siguiente manera: “Hay un curioso mecanismo en
el ser humano que existe mucho en los niños y consiste en ver animales o caras en
las nubes y en las manchas. Esta especie de delirio de interpretación puede venir
de mi memoria, entonces, me sorprendo, y de esta sorpresa surgen elementos
que articulan la frase, una parte transparente de la realidad que yo no veo, pero
que está ahí. Un día probablemente se va a poder oír el ser, cómo estas siendo tú,
cómo las ondas psíquicas y químicas hacen que tú seas. Entonces se verá lo que
un día Velázquez dijo: “Sé quién soy”. “Sé quién eres”. Esa es, finalmente, toda mi
búsqueda en la pintura. De lo demás no entiendo ni me interesa entender nada”. 6
El análisis ofrece un alivio al sufrimiento, inherente a la condición humana y
un espacio que amplía la conciencia y permite construir una nueva relación con el

5
Libro de Matta (2000) Sala de Arte Fundación Telefónica.
6
Libro de Matta (2000) Sala de Arte Fundación Telefónica.

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ARTE Y PSICOANÁLISIS

saber y su verdad. A través del vínculo terapéutico y de un proceso dinámico, el


paciente se va compenetrando en un mundo interno e historia, donde surgen nuevos
elementos que apelan a dimensiones que han permanecido ocultas e ignoradas y
que pueden tener una incidencia mayor en el bienestar o malestar de la persona.
De aquí la importancia de analizarse y, como diría Matta, de “espionarse, incurrir en
este peligroso oficio para volvernos a ver sin reniego y hallar en el propio corazón
los sobresaltos y las fuerzas de amar. Ese es el propósito de vivir juntos como se
tejen los rayos del sol para que en esta aventura no reviente, pero reinvente siempre
humanidad”7.
En el encuentro humano paciente-analista, donde la vida y funcionamiento
mental de ambos son centrales, se manifiesta y entreteje un espacio y campo infinito
e inagotable, insondable y misterioso como el inconsciente. “Inventar humanidad
es lo que entreteje y crece en el homo sapiens, en el homo faber, como el gusano
su seda, sea en las entrañas de su corazón, o en el alma de la guitarra”8. Lo que
emerge en la sesión analítica –un síntoma, un sueño, una narración, un contenido,
un impasse– no es sólo un presente, sino una historia. Como describe Octavio Paz
respecto a la obra de Matta, “lo que cuenta y narra su pintura no es la actualidad,
sino lo que pasa abajo y arriba de ella, el juego de las fuerzas y de los impulsos que
nos hacen, nos deshacen y nos rehacen. Sus instrumentos son el ojo que hace, la
mano que mira, la risa que perfora. En fin . . . la fantasía que combina a la mano y
al ojo”9.

Epílogo
El paisaje y morfología de un psicoanálisis en palabras de Matta:
“Me niego a aceptar que una yuxtaposición de imágenes, recibidas, por sorprendente
que resulte el efecto de ciertas aproximaciones, pueda verdaderamente dar
cuenta de lo que experimentamos en una situación psicológica dada. Quiero una
morfología que no se detenga en la silueta, en la piel de los seres y de las cosas.

7
Libro de Matta (2000) Sala de Arte Fundación Telefónica.
8
Libro de Matta (2000) Sala de Arte Fundación Telefónica.
9
Libro de Matta (2000) Salde Arte Fundación Telefónica.

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REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

La imagen de un árbol no es la masa de verdor en torno al tronco que se destaca


con más o menos precisión y gracia sobre un fondo de color. Esta imagen es para
nosotros todo lo que realmente sabemos de la semilla, la germinación, la brusca
eclosión de los brotes, la sombra que puede proporcionar el árbol, la imagen de
infinita tristeza que presenta, desnudo, una noche de invierno, también todo lo
que la palabra –árbol– puede traer al campo de nuestra conciencia como imágenes
emotivas, muchas de las cuales sin embargo nada tiene que ver con la imagen de
un árbol, pero que no obstante necesitan la presencia de dicha imagen para existir.
Como siempre, los movimientos de la sensibilidad casan con los de la existencia,
es decir, se desarrollan paralelamente al despertar de la conciencia del mundo”10.
Reflexiones de Matta respecto a la conciencia, la morfología y la naturaleza
imperfecta narcisista en el siguiente link https://youtu.be/c38M8pJwKcc

Referencias

Aulagnier P (1991). “Construir (se) un pasado”, en Revista de Psicoanalisis, APdeBA,


Vol XIII, (N°3) 2.

Bick E (1986). “La experiencia de la piel en las relaciones de objeto tempranas” en


Revista de Psicoanalisis APA, Vol 27 (N°1), pp. 111 – 117.

Bion W (1962). Aprendiendo de la experiencia, Ed. Paidós, Buenos Aires.

Ferrro A (2002). “Cap. IV: L’après-coup y la cigüeña: campo analitico y pensamiento


onirico”, en Factores de enfermedad, factores de curación, Ed. Lumen, Buenos
Aires, pp. 73 - 96.

_______ (2002). “Cap. V: Sueño de la vigilia y narraciones”, en Factores de


enfermedad, factores de curación, Ed. Lumen, Buenos Aires, pp. 97 – 110.

Libro de Matta (2000), Sala de Arte Fundación Telefonica.

Ogden T (1992). La frontera primaria de la humana experiencia. La posición autista

10
Libro de Matta (2000) Sala de Arte Fundación Telefónica.

98
ARTE Y PSICOANÁLISIS

contigua, Ed. Yebenes, Madrid.

Winnicott D (1971). “Objetos transicionales y fenomenos transicionales”, en


Realidad y Juego, Ed. Gedisa, Buenos Aires, pp. 17 – 45.

Morfologías psicológicas, Matta 11

11
Libro de Matta (2000) Sala de Arte Fundación Telefónica

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REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

RESEÑAS DE LIBROS

Rev APSAN 2022,2(2):100-102

Yo soy el monstruo que os habla:


Informe para una academia Teoría King Kong
de psicoanalistas Virgine Despentes
Paul B. Preciado Random House Mondadori,
Anagrama, 2020 2018

Andrés Muñoz

“Yo soy el monstruo que os habla: Informe para una academia de


psicoanalistas”, Anagrama, 2020, del filósofo y escritor Paul B. Preciado y “Teoría
King Kong”, Random House Mondadori, 2018, de la escritora y directora de cine
Virginie Despentes, son dos textos fundamentales que han retratado de manera
provocativa la lucha por la aceptación de formas de existencia en la vida social.
Pero, tal vez, no se trata sólo de formas de existencia que desde la marginalidad
buscan su espacio y aceptación social, sino que también de reivindicaciones que, de

100
RESEÑAS DE LIBROS

pasada, desafían cánones morales, legislaturas y más específicamente de nuestro


quehacer, concepciones psicoanalíticas y sus consecuencias en la práctica clínica.
Si a mediados del siglo veinte, Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, la pareja
icónica de la intelectualidad de avanzada retaron al amor romántico anclado en el
matrimonio, la monogamia, y en la familia, en el siglo veintiuno, Paul B. Preciado
y Virginie Despentes, reproducen el modelo de pareja contracultural de apoyo
mutuo en sus trabajos intelectuales y formas de vida. Despentes, que a finales
de los años noventa, siendo una mujer joven, desconocida y marginal, escribe la
novela “Fóllame” que trata de dos mujeres, que a lo Bonnie & Clyde en versión
contemporánea, entran en un espiral de violencia delictual y reivindicativa. Luego,
de manera homónima, está obra tendrá una versión cinematográfica, la que la
crítica se apura en clasificar como una realización pornográfica, violenta y, por tanto
censurable en su exhibición. Unos años después, Despentes conoce y se empareja
con Preciado -Beatriz en esa época-, produciéndose una colaboración intelectual que
durará una década. Si Beauvoir, autora del “Segundo sexo”, remeció a la sociedad
burguesa de su época, con sus ideas feministas respecto a las condiciones sociales
de las mujeres, Despentes en “Teoría King Kong”, revisa sin tapujos, sus propias
experiencias y reflexiones de vida en relación a temas como la violencia sexual
contra la mujer, el ejercicio legítimo de la prostitucion o el trabajo en la industria del
cine pornografico. Preciado y Despentes el año 2014 toman distancia como pareja
lésbica, en el momento en que Preciado inicia un proceso de transición que culmina
con el cambio legal a su actual nombre Paul B. Preciado. Se dice que en los años
que estuvieron juntas, Preciado, ayudó a Virginie a usar sus experiencias límites
para convertirlas en obra artística reflexiva. En correspondencia, Virginie invita a su
pareja a atreverse a tener experiencias más directas de vida, más allá del rigor de
la academia que le ofrecía el mundo universitario. Puede ser esa una de las razones
de que en esa época Beatriz Preciado llegara a Chile y se quedara un tiempo con
Pedro Lemebel conociendo a varios escritores de la escena de Santiago. Preciado,
el año 2018 se presentará ante 3.500 psicoanalistas franceses y leerá el discurso
“Yo soy el monstruo que os habla”. Inspirado en “Informe para una academia”,
un texto de Kafka de 1917, Preciado emula ser el simio que, una vez aprendido
el lenguaje de los seres humanos, le habla a la academia y así poder explicar el
devenir humano diseñado para este simio-monstruo. Aprovechando esta figura

101
REVISTA APSAN - Año 2, Vol.2 – N° 4 Septiembre 2022

literaria, a través del discurso, Preciado, con mordaz ironía, fustiga a la comunidad
psicoanalítica por sus concepciones de la sexualidad humana, la psicopatología,
y al Freud heteronormado de 1905, (el de “Tres ensayos para una teoría sexual”)
que, siendo un “monstruo” para su época, formulara una viva sexualidad infantil.
Esto último, según Preciado, no privó a Freud de usar el habla que lo introdujo
en su cultura. Al igual que todos, él estaba atrapado en los cánones de su época
ya que escribe de “aberraciones”, “perversiones” e “invertidos” para entender
la mente inconsciente -el negativo dirá- de la neurosis. Más de un siglo después,
con otros códigos de convivencia social, y en hora buena, Preciado y Despentes,
nos vienen a testificar de ello. Sin embargo, al igual que Freud, sin la intención
de quedar atrapado en el lenguaje y la reflexión de sus respectivos momentos
históricos, sus pensamientos podrán ser tomados tentadoramente por sus lectores,
todos nosotros, como nuevos códigos morales convirtiéndolos en otros monstruos
del futuro.

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