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Esa noche, Parwa se quedé a solas con Margot ene! cuafto mientras su amigo acudia a una reunion clandes. tina. Las dos muchachas se pusieron a preparar un arroz con fideos en una cocina de tan solo una hornilla. Mar- got habia terminado enfermeria y estaba trabajando en el hospital. Era de estatura mediana, con unos kilitos de mas y se mostraba siempre risuena. —Fstoy buscando un cuarto mas grande y también me voy a comprar una cocina de verdad, de esas con horno... —dijo como si necesitara justificar la estrechez en que vivia—. Lo que pasa es que con el trabajo no tengo tiempo para nada. —Para ti sola este cuarto esta bien. No es tan chico. Si hasta tres podemos dormir aqui mds 0 menos comodos —la tranquilizo Parwa. —Mi mama se habra quedado triste... ;Alberto es su engreido! —cambi6 de tema Margot. —Tu mamié esta orgullosa de lo que Alberto va a hacer. Claro que en el fondo se preocupa mucho, pero trata de aparentar que no... —A ti en cambio te veo tranquila. {No te da miedo? —Margot y Parwa se miraron a los ojos—. Te expones a muchos riesgos. jHasta te pueden matar! Parwa se encogid de hombros y no contesto nada. 2Qué podia decir? ¢Qué habia sido entrenada en otro tiempo para hacer frente al peligro y hasta sacrificar su vida en caso fuese necesario? —De donde has salido? jNo pareces de este mundo! jEres tan hermosa y a la vez tan sencilla! —parecia que Margot le habia leido los pensamientos—. jA mi Albe!- tito se le caen las babas por ti! Tu no estas enamorada de él, no? —No, enamorada no, lo quiero como a un hermano —fue diafana en su respuesta Parwa. Mientras daban cuenta del arroz con fideos, Alberto se presento con novedades: la] Escaneado con CamScanner —Partimos mariana temprano. Nos vamos a Tambo. Yo me uniré a la fuerza principal y ta, ala de apoyo —di- rigid estas Ultimas palabras a Parwa Casi tres horas, en un 6mnibus destartalado, duré el viaje hasta ese pueblo que, segiin Alberto, era la entrada a San Francisco, la selva ayacuchana. Por eso mismo re- sultaba estratégico para el partido. La Pampa de la Qui- nua, que vieron desfilar durante un rato desde la ven- tana del vehiculo, fue motivo de conversacion. —{Que es eso? —sefialé Parwa una especie de torre blanca terminada en punta que se levantaba en medio de la pampa—. (Una iglesia? —No... —se rio Alberto—. Es el obelisco que conme- mora la batalla de Ayacucho... —{La que sell6 la independencia de América? —re- cord6 la muchacha lo que habia leido en los libros de Hermenegilda—. ¢Los indios de qué lado combatieron? —Creo que de ambos lados. No sé bien. Tendria que preguntarle a mi mama. Aunque seguro que mas del lado de los patriotas... A Parwa no la convenci6 esa explicacion y se quedo contemplando el paisaje. Esa llanura le recordaba el lu- gar donde los saboyanos masacraron a las huestes del cacique Juan de Dios Mullopuraca, cerca de La Paz... En Tambo los esperaba un muchacho de unos veinti- dos aos. Los miré con recelo, sobre todo a Parwa, y les pidio que lo siguieran. Dejaron la poblacion y enfilaron Por un camino de herradura que primero atraves6 una Pequena pampa casi sin vegetacion y luego serpenteaba entre chacras. Recién como a la media hora, el mucha- cho, que se Ilamaba Leoncio, les dijo cual era su destino, —Estamos yendo a Vizcachayoc, un pequeno caserio. Alli los espera el mando. Nos falta caminar unos veinte minutos... El sol de mediodia hizo que llegaran a Vizcachayoc Sudorosos. En una vivienda apartada del pequeno case- rio los esperaba Lino, el mando militar, acompanado de Escaneado con CamScanner cinco o seis compafieros mas, entre hombres y mujeres Tendria unos treinta anos y parecia un pukakunka: cabe- No castafio, tez blanca, aunque quemada por el frio y sol, y barba. Era ademas alto, por lo menos una cabeza mas que el resto, y de contextura delgada. Parwa estaba asombrada de que un criollo fuese dirigente del partido, Sentia por los criollos —y antes por los espafioles— ung aversion instintiva. —Compafiero, llegas justo a tiempo —se dirigio Lino a Alberto—. Estamos repartiendo tareas para la accion que el comité regional nos ha encargado. La muchacha que vaya a apoyar a la cocina —sefialo a Parwa con un movimiento de quijada. —Yo no pienso ir a la cocina —protesto Parwa de in- mediato con un tono resuelto, pero sereno—. Yo quiero unirme a la fuerza principal. —Compafiera, jeso no lo decides tu sino el partido! —sentencié Lino despues de examinarla un rato de pies a cabeza. Seguramente llevaba buen tiempo al frente de ese grupo pues, perdiendo un poco la compostura alz6 la voz—: {No entiendes castellano, companera? jAnda a la cocina! —Entiendo mucho mejor el quechua —respondio calmada Parwa—. {Yo no sirvo para la cocina! jLo mio es luchar cara a cara contra el enemigo! ¢Entendikichu ma- nachu? Las sonrisas que provoco esta ultima frase desconcer- taron a Lino, quien al parecer no hablaba una sola pala- bra en quechua. —zQué cosa? ¢Qué cosa ha dicho? —pregunto sin diri- girse a nadie en particular. —«Entiendes 0 no?». Eso he dicho. Por qué no hace- mos una competencia? El companero tiene una huaraca. jTe apuesto que te gano en punteria? —reto Parwa al mando militar. Un muchachito de apenas unos quince aiios llevaba en efecto una honda terciada al hombro. Entre risas Y Escaneado con CamScanner chanzas, los presentes obligaron a Lino a aceptar el desa- fio. Salieron en tropel de la casucha al terreno baldio que ja rodeaba y en una tapia que estaba a unos veinte me- tros de alli colocaron tres botellas... ALino le escogieron entre todos varios guijarros que le sirvieran de proyectiles. Parwa buscd ella misma los su- yos € insisti en que fuese el vardn el primero en probar su destreza. El mando tomé la honda de sus dos extre- mos, acomodo6 una piedra en el centro de esta y tras ha- cerla gitar rapidamente de manera paralela a su cuerpo lanzo el proyectil. Este, sin embargo, salié disparado ha- cia el cielo, lo que provoco una risa general. En los dos intentos siguientes ocurrié lo mismo: la piedra salia vo- lando hacia lo alto, describia una curva y luego caia muy lejos de las botellas, todo en medio del jolgorio del grupo. Parwa, sin mayores aspavientos, alist6 su primer pro- yectil, hizo girar unas cuantas veces la honda sobre su cabeza y lanzo la piedra con tal habilidad que esta im- pacto en una de las botellas haciéndola afiicos. Ocurrié. todo esto tan rapido que los presentes, que habian es- tado azuzandola, quedaron de pronto mudos. —jHa sido suerte de principiante! —comenté por fin una muchacha. —iQué va a ser suerte! —le retruco el duefio de la honda—. jEs una experta con la huaraca! |Al toque se nota! Los siguientes dos disparos que hizo Parwa, siempre con la misma parsimonia, le dieron la razon al adoles- cente. jLos proyectiles hicieron estallar las botellas, des- atando exclamaciones de aprobacion! —jCon esa punteria seria un desperdicio que la com- pafiera esté en la fuerza de apoyo! —la misma muchacha que al principio habia dudado de Parwa resumio el sen- tir de todos. —iEs cierto! —tuvo que ceder Lino—. ¢Como te lla- mas, compafiera? Te quedaras en la fuerza principal. iOjala nomas cuando entremos en accion no te orines de miedo! —afadio despectivo. Escaneado con CamScanner mbre es Parwa —Se present6 ante el grupo— jSolo cuando tenemos al enemigo a frente mostramos lo que verdaderamente valemos! Alberto fue el primero en acercarse a felicitarla Tam: bién él se encontraba ahora en el centro de Ja atencion y se ufanaba de la labor proselitista que habia hecho con Parwa. «jNo se pueden ni imaginat! iCuando la conoc{ era una fumona y ahora es la mas disciplinada de las mj- litantes!» —Ilego a decir. A Parwa le llegaron esos co- mentarios, pero los tom6 con filosofia. No queria dejar mal parado a su amigo! Los dias que siguieron fueron de arduos preparativos para el bautismo de fuego de la columna. E] ataque iria dirigido contra el puesto policial de Tambo, con el doble objetivo de propagandizar la lucha armada y de capturar armamento del enemigo. Los companeros encargados del reglaje habian proporcionado hasta el mas minimo detalle operativo: cinco policias al mando del teniente Vivanco, un abusivo que recibia dinero del narcotrafico para hacerse de la vista gorda; tres guardias siempre de turno en la comisaria, pero tan confiados que ni siquiera ponian centinela en la puerta; dos metralletas y cinco re- volveres como todo armamento. El dia escogido fue el de feria, el domingo. Tambo en esas ocasiones salia de su letargo y cobraba animacion con los comerciantes que llegaban de Quinua, San Mi- guel y hasta de San Francisco y con los campesinos de todas las comunidades del distrito que ofrecian sus pro- ductos en venta o en trueque. Una parte de la columna se confundiria entre esa concurrencia desde la tarde y el gmueso Ilegaria a las inmediaciones de Tambo al amparo de la oscuridad. A las siete de la noche empezaria el ata- quey deberia ser fulminante: iquince minutos para neu- tralizaral enemigo y apoderarse de sus armas de fueg0 Y luego la retirada en un cami6n que los Ilevaria en direc- clon a San Francisco! —Mi no} jLino tiene razon! Escaneado con CamScanner a parwa se ofrecio de voluntaria para infiltrarse con el primer grupo, pero Lino se opuso, —Companera, eres muy guapa. jLlamarias mucho la atencion! —alego. En general, siempre le buscaba cinco pies al gato cuando se trataba de Parwa, como si no le per- donase la humillacion sufrida el dia que se conocieron. —(Tu crees, companero? —pregunto la muchacha con un dejo apenas perceptible de ironia en la voz y delante de todos empezo a transformarse: se puso una pollera de bayeta encima del pantalon y luego se remango las per- neras de este, se cubrié con una lliclla raida desde la ca- beza y finalmente tomo un palo, se encorvé y empez6 a caminar cojeando como una mendiga. Los aplausos y las exclamaciones de sorpresa esta vez no fueron suficientes para que Lino se retractara de su decision. —E] primer grupo ira armado con el revélver —pun- tualizo y enseguida afiadio con sorna—; Con ese disfraz podrias esconderlo muy bien. jQué pena que no sepas usarlo! Parwa record6 a Andrés Tupac Amaru, la de veces que él le ensefo a afinar Ja punteria con pistola y con arca- buz y decidi6 que disparar con revolver no debia ser tan diferente. —jCon arma de fuego tengo mejor punteria! —anun- cid—. {Quieren ver? Un pesado silencio sigui6 a sus palabras. Todos los ojos estaban clavados en Lino, a la espera de la decision que tomase. —Un revélver tiene mayor alcance. Coloquen la bote- llaa unos cuarenta metros —ordend. Parwa sopeso durante un rato en la mano derecha el arma que le alcanzaron. Estir6 el brazo apuntando a la botella, se aseguré de mantenerlo firme controlando al mismo tiempo la respiraciOn y apreto el gatillo: jal es- truendo del disparo le siguié casi de inmediato el de la botella que saltaba hecha trizas! 18] Escaneado con CamScanner jHurras, abrazos, palmadas, toda una algarabia Se de. sato tras su proeza! De Lino, que no habia atinado 4 ce rrar la boca, por unos minutos nadie se acord6, —jCompaneros! iCompaneros! —tuvo que Tepetir casi gritando para que le hicieran caso—: jLa companera Parwa comandard el primer grupo y yo estaré al frente del segundo! ;Por la victoria, companeros! —arengg |e. vantando el pufio izquierdo. —jPor la victoria! —le respondieron a coro y con los pufios apuntando al cielo... Ese domingo de feria todo salié como habian pla- neado. El primer grupo, dos muchachas y cinco chicos, fue llegando a pocos a Tambo. Parwa lo hizo Ultima, a media tarde, y primero se entretuvo recorriendo calle a calle el pueblo. Eso le sirvid para comprobar que la an- ciana que caminaba trabajosamente no Ilamaba la aten- cion de nadie. A la plaza entro cuando el sol empezabaa esconderse tras los cerros. La mayoria de campesinos habia recogido sus atados y algunos estaban tomando trago o ya estaban borrachos. Los comerciantes, en cam- bio, seguian ofreciendo esa mercaderia barata con la que la gente de los pueblos y del campo se conformaba. Parwa observaba todo esto al tiempo que de rato en rato vigilaba a la disimulada la comisaria, ubicada en uno de los lados de la plaza. Alas siete de la noche, todo el grupo convergio frente ala iglesia. Entrarian en accion ni bien Lino y el contin- gente principal apareciesen en la esquina de la comisa- Tia. Antes tenian la mision de capturar un camion en él que se retirarian los poco mas de veinte atacantes que conformaban la columna. Parwa captaba el nerviosismo de sus compaieros y opto por darles animos: «Todo sal- dra bien. Tenemos el factor sorpresa de nuestro Jado. Cuando Vivanco quiera reaccionar, ya estara fuera de combate» y mostré el revolver que llevaba sujeto 44 cintura de su pollera. Escaneado con CamScanner en Con casi veinte minutos de atraso, ef grupo de Lino pizo su aparicion. Patwa alz6 la mano y movié de un jado a otro el palo que le servia de bastén. EI mando mi- jitar alz6 otto palo y despleg6 una bandera roja. jEse era 1 aviso para iniciar el asalto! Blandiendo su revélver, parwa dio la orden y todos echaron a correr hacia la co- misaria lanzando arengas a favor de la lucha armada y del partido. La muchacha iba delante y pudo vera un po- licla que, desarmado, salia a la puerta para averiguar qué estaba ocurriendo. Las miradas de Parwa y del guardia se cruzaron y recién en ese momento este olid el peligro, pero era demasiado tarde: jun disparo en el muslo dere- cho lo hizo caer! Herido como estaba, el policia siguio su instinto de conservacion y se arrastro hacia un lado para no obstruir Ja puerta. Parwa llego hasta él, le apunto a la cabeza, pero en el iltimo instante desisti6 de disparar. La orden que habia dado Lino era tajante: rematar a los heridos. En se- gundos, sin embargo, su conciencia le dicté lo que con- sideré correcto en esa situaci6n: jno quitarle la vidaa un enemigo indefenso! El ambiente en el que irrumpié, con tan solo unas si- llas y unas bancas en los costados, estaba vacio. En el siguiente, sentados ante una mesa estaban otro policia y, frente a él, una pareja con un nifio pequefio entre ellos. El disparo que habia sonado antes al parecer habia aler- tado al guardia y este sostenia una pistola en la mano derecha. Parwa, sin perder un segundo, le disparo para desarmario y el policia a su vez apreté dos veces el gati- Ilo al tiempo que caia a un costado y soltaba el arma. Esos tiros, al desviarse, impactaron en el hombre y en el nifio que estaban sentados a la mesa. Parwa no podia detenerse a auxiliarlos. Recogié la pis- tola y corrio al patio, jFaltaba neutralizar al teniente Vi- vanco! {Lo sorprendio tratando de ponerse a salvo tre- Pando la pared de la casa vecina! |Se habia colgado a los hombros dos metralletas y estaba acomodando un banco Escaneado con CamScanner al pie del muro de adobe para escalarlo, pues su prory;, nente vientre le restaba agilidad! Al ver aparecer a yn, muchacha con un arma en las manos, su cara, de por sj colorada, se puso morada en cuestion de segundos, Re- soplando, tomo una de las metralletas y solto una Tafaga pero la otra, al resbalar de su hombro, desvis los dispa. tos. Parwa, que se habia arrojado al suelo poniendo a costado derecho para amortiguar el golpe, aprovech esa torpeza y encajo dos balas en el pecho del policia Esa noche, tres revolveres y dos metralletas fueron capturados al enemigo, ademas de abundante munici6n, Lino dio la orden para que el teniente Vivanco y los dos guardias heridos fueran arfastrados al centro de la plaza en medio de vivas a la revolucion. Un buen numero de pobladores, empujados por la curiosidad, se reunieron alrededor del guardia muerto y sus colegas banados en sangre. A todos ellos, amenazandolos con la metralleta que le entreg6 Parwa, Lino los obligo a jurar lealtad al presidente Gonzalo. Luego, la columna se dirigio a las afueras del pueblo, donde abordo un camion que tomo rumbo a San Francisco. Todo ese ataque relampago se prolongo no mas de treinta minutos... Bae GR La conmocién que generé el asalto al puesto policial de Tambo obligo al gobierno a declarar el estado de emergencia en Ayacucho. Parwa y otros combatientes igual de jovenes que ella, tomaron esta noticia con suma preocupacion, Lino, sin embargo, se encargo de explicar- les que, por el contrario, eso es lo que venia buscando el partido desde el inicio de la lucha armada: la agudiza- cion de las contradicciones, la guerra declarada entre las fuerzas represivas del Estado burgués y el ejército revo- lucionario, —Compafieros, después de Tambo la guerra ha en- trado en una nueva etapa. jEl presidente Gonzalo nos ha felicitado! —concluyé Lino su perorata. Escaneado con CamScanner parwa nunca terminaba de entenderlo del todo. cuando hicieron la autocritica después de esa accion ar- mada, Lino la juzgo duramente por no haber rematado a Jos heridos, aunque tuvo que reconocer con desgano que su arrojo habia resultado clave en el éxito de la incur- sion. Bastaba que estuviesen a solas, sin embargo, para que el mando se comportase de manera muy distinta. Se explayaba sobre su vida en Lima, sobre las tareas con las que el partido lo puso a prueba antes de destacarloa Aya- cucho, pero de una manera u otra siempre llegaba al tema del amor entre militantes revolucionarios. —{Sabes en que se diferencia del amor pequefiobur- gués? —le explicaba a Parwa, por ejemplo—: Los peque- foburgueses piensan que el amor esta por encima de todo y hasta que se puede dar la vida por el ser amado. Nosotros no, nosotros decimos que la revolucion esta por encima de todo y hasta el amor esta al servicio de la causa revolucionaria... Parwa recordaba a Andrés, las veces que, cuando quiso besarla, ella le recrimino por distraerse de la rebe- lion. Eran evocaciones que le provocaban dolor, que rea- brian una herida que parecia largo tiempo cerrada, pero igual la muchacha le daba la razon a Lino: jera necesario anteponer la lucha contra el enemigo a los sentimientos! En la columna todos se percataban de que el mando militar y la muchacha pasaban mucho tiempo juntos y tomaban esto con naturalidad. Mas aun, miraban a Parwa con simpatia, pues en Tambo ella se habia ganado el respeto de todos. Habia una excepcion, sin embargo: jAlberto! jSolo él parecia incomodo con la creciente cer- cania entre Parwa y Lino y varias veces la busco para prevenirla! —jNo creas que estoy celoso! —empezaba siempre con la misma cantaleta—. {Lo hago para que no te dejes engafiar! Lino ha dejado embarazadas a varias compane- Tas y siempre con el mismo cuento. Les dice que esos niios seran de la revolucion y que tendran todos los cui- Escaneado con CamScanner

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