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7 —jLa gran rebelion? Hace unos afios ya que fue g 1 tada —respondid la mujer una vez recobrada Ja aie ae —~Y los Tupac Amaru? Los que combatieron ene F Pert... (Mariano, Diego Cristobal, Andrés} Ito —Muertos todos... Ajusticiados unos, en e| destierro los que se salvaron del verdugo. ciste, nifachay? —A Andrés Tupac Amaru... —confeso Parwa con Voz temblorosa. —De él dicen que muri6 ahogado cuando sy barco naufrago cerca de las costas de Espana. Parwa comprendio que esa era la razon del dolor que le oprimia el pecho desde hacia un tiempo. Tomo del brazo a la senora y le ayudo un buen tramo sin hacerle mas preguntas. Fue esta mas bien quien dijo unas cuan- tas frases cuando se separaron: —Esperanzados en el retorno del Inkarri, marchamos con piedras y palos contra los ejércitos realistas. Nos guiaba una fe ciega en que en nuestros pechos rebota- rian las balas. No fue asi, sin embargo. jEn vano miles murieron en los campos de batalla y otros tantos, ajusti- ciados! jRios de sangre derramamos y el Inkarri igual se olvido de nosotros! jNo hubo madre que no Ilorara a sus hijos! Yo soy curandera, sefialada desde nifa por el ayo. Yo no he tenido que sufrir esa pena... La sefiora retom6 su camino, pero apenas unos pasos mas alla se volvio y afiadio algo: —Se decia también que una joven guerrera bella como una estrella nos iba a ayudar a vencer a los espafioles, pero nadie la llego a ver... Parwa no pudo contener las lagrimas. Al contratlo, dejo que corriesen igual que esos hilillos de agua que Na cen del deshielo de las cumbres nevadas. Entre tanto, seguia haciéndose las mismas preguntas que no le deja- ban un instante de respiro: gpor qué a las antiguas naclo” nes del Tahuantinsuyo les habian quitado su dignidad de seres humanos?, ¢por qué habian sido condenadas 4 Camino aj | 2108 cong. 82 Escaneado con CamScanner ser pisoteadas y escupidas por espanioles y criollos?, por qué debian pasar sus dias en la suciedad y la miseria? El eco de lejanos combates hizo que Parwa se ilusio- nara, que creyera que estaba a punto de encarnar de nuevo y encontrar por fin respuestas, Transcurrian dias, semanas, meses, sin embargo, y ella seguia deambu- lando sola en esas inconmensurables alturas. iSi por lo menos alguien pudiera explicarle Por qué cientos, qui- zas miles, estaban ascendiendo al Coropuna, al mundo de los muertos! Una de esas noches, la luna llena le mostré una si- lueta encorvada. Alguien subia trabajosamente hacia donde ella estaba. Recién al amanecer pudo intercam- biar palabras con ese finado, un anciano de edad venera- ble con el rostro sutcado de arrugas. —Parwa, no me reconoces —le increpo el anciano después de mirarla un rato en silencio. —éDon Nazario? —hall6 por fin la muchacha en sus recuerdos consonancias con esa yoz y de esa mirada. —iFuiste muy valiente! jSacrificaste tu vida! Igual que Katari y su hermana Gregoria... —@De qué sirvio? En lugar de ser libres, ahora los in- dios cargan con mas cadenas —en su voz sonaba el desengano. —la siguiente vez que los oprimidos levanten la ca- beza, los Tupac Amaru y los Katari seran su bandera de lucha... —no habia perdido la fe Nazario Turpo—. jY el Pachakuti llegara sin falta! —Don Nazario, zy ese estruendo de cafones que re- tumba en la lejania? {No es el anuncio del pachakuti? 3No deberia yo estar combatiendo de nuevo al lado de las na- ciones indias? —iNo te imaginas, niriachay, cuantas rebeliones mas hubo después de la de Tupac Amaru! jDescendientes de incas, caciques, indios del comtn se desangraron a lo largo y ancho del Peri y del Alto Peru! Nuestros lideres y nuestros hombres y mujeres mas valientes se han es- Is] Escaneado con CamScanner tado sacrificando durante medio siglo! jHemos quedado desangrados, descabezados, exhaustos! Ahora la guerra es de los criollos contra los espafioles... —jjgDe los criollos?!! —quedo estupefacta Parwa—. éDe esos criollos que apoyaban a los realistas cuando no- sotros luchabamos por expulsarlos de nuestras tierras? —Mi corazon se parte al decirlo, Parwa, pero asi es: nosotros hemos entregado decenas de miles de vidas para debilitar a los espanoles y ahora seran los criollos quienes se alzaran con la victoria. Con las riquezas y el poder que siempre han tenido han formado ejércitos pertrechados con fusiles y cafiones! —2Y las naciones indias? {Uniremos fuerzas con los criollos? —seguia sin poder controlar su inquietud la muchacha. —jNo es nuestra guerra, Parwa! Por eso estas aqui, en estas alturas, y no en el campo de batalla. Seguramente los espafioles seran derrotados, pero nuestra suerte no cambiara. jEste no es el pachakuti que las naciones in- dias estamos esperando! Un alarido que estremecio hasta el mas lejano de los resquebrajados dominios espanoles en América fue la respuesta de Parwa a las palabras del anciano Nazario Turpo. Escaneado con CamScanner CAPITULO 3 ASALTANDO LOS CIELOS Desde donde estaba, un cerro de laderas escarpadas surcadas por andenes, veia un pequefio poblado que se desplegaba a las orillas de un rio poco caudaloso. El pue- blo parecia encajonado entre el rio y las faldas de las montafias y a esa hora de! dia, la mitad de la mafiana mas 0 menos, se asfixiaba bajo un sol abrasador. Dos ca- minos que serpenteaban en direcciones opuestas, uno al norte y el otro al sur, parecian la Gnica manera de esca- par de esa caldera. Parwa miro a su alrededor en busca de un poco de sombra y no encontro mas que pequefios arbustos, igua- les a los que a sus pies tapaban por trechos los andenes. Le daban ganas de bajar hasta el rio para refrescarse, pero al mismo tiempo el instinto le decia que debia ser cauta, muy cauta. ¢Donde estaba? La calma, modorra casi, que parecia reinar en ese pueblo, era solo aparente? Un subito rugido que le llego del camino que iba ha- cia el sur la puso en guardia. Una especie de carruaje que avanzaba sin necesidad de caballos era el culpable de ese Tuido. Habia partido del pueblo al parecer y, tras cruzar el rio, avanzaba dejando detras de si una nube de polvo. éCuantos anos habian transcurrido desde la ultima vez que se materializo? ,Otros doscientos anos? jTal vez mas 4 juzgar por el portento que acababa de presenciar! Comprendiendo que por el momento no le convenia Ser vista, decidio estudiar el pueblo desde un poco mas Cerca. Descendio casi a gachas entre los arbustos y llego hasta un lugar donde la pendiente era mas pronunciada Escaneado con CamScanner y la maleza, tupida. jEse seria su punto de observacion! La plaza del pueblo estaba practicamente a tiro de fusil. Un techo grande a dos aguas de una construcci6n que le daba las espaldas a ella y miraba a la plaza debia ser la iglesia. Estaba esquinada a diferencia de las que habia visto en los pueblos del altiplano, pero lucia también la infaltable torre con campanas. Pocas personas transitaban a esa hora por la plaza y por las calles que estaban mas cerca de su campo de vista. Le intrigaba por lo mismo que a sus Oidos llegara con toda nitidez una tonada que le recordaba a las cas- huas de su nifiez. Buscaba avidamente al grupo de musi- cos que la interpretaba, pero no habia senal de ellos. :Es- tarian en el interior de una casa, aprestandose para dirigirse a alguna chacra para la ceremonia de limpiar las acequias? Otro prodigio le hizo olvidar la cashua de inmediato. jEn la plaza aparecio un carruaje pequeno que, al igual que el anterior, no precisaba de bestias de tiro! Es mas, una vez que se detuvo, de él descendieron cinco perso- nas como si tal cosa y entre voces y risas se metieron a una de las casas mas grandes. ¢Como avanzaban esas Ca- rrozas? ¢Qué fuerza magica hacia que pudieran transpor- tar a tantas personas sin varias mulas o caballos que ja- laran de ellas? Era algo que escapaba totalmente al entendimiento de Parwa y le infundia temor. La curiosa vestimenta de un nutrido grupo de mucha- chas y muchachos, en cambio, le arranco una sonrisa. A primera hora de la tarde, desde una gran edificacion que estaba casi a sus pies, se volcarona la calle y la colmaron por unos momentos con su algarabia. Mientras se dis- persaban en todas las direcciones, Parwa pudo apreciat que tanto varones como mujeres vestian de gris y blanco. Blancas eran las camisas de chicas y chicos; y grises, unas polleras cortas de las muchachas y unas calzas hasta los pies en el caso de los muchachos. Ella examinO su propio atuendo, la casaca negra y las calzas de varon Escaneado con CamScanner del mismo color que le diera Andrés Tapac Amaru, y comprendio que resultaba demasiado distinto. : Aunque por culpa del hambre le sonaban las tripas, decidio seguir en su puesto de observacian hasta el ano- checer. Deseaba averiguar cuantos espanioles habia en ese pueblo y qué armas portaban. Los indios, ya lo veia, iban todos desarmados, aunque su apariencia no era tan desarrapada y lastimera como en los pueblos del alti- plano que habia recorrido con Andrés. Las horas fueron pasando, sin embargo, y solo pudo distinguir a un espa- fol y sin siquiera estar segura del todo. El tipo salié de una de las casas de la plaza y se entretuvo conversando con otra persona en una esquina. Parwa aguzo la vista, pero no pudo definir si se trataba de un espafiol, un criollo o in- cluso un mestizo. Espada, en todo Caso, no portaba. Protegida por las sombras, se puso de pie con inten- cion de bajar al rio para beber unos sorbos de agua. Lo haria en un meandro que estaba a unas dos leguas del pueblo. Alli mismo, en la orilla, pensaba dormir unas horas para luego, en plena oscuridad, seguir el curso de las aguas para llegar hasta las primeras casas y buscar algo de comida en una huerta, una despensa o una co- cina. Desentumecio sus piernas estirandolas un buen Tato y en el preciso momento en que iba a echar a andar ocurrio un nuevo hecho milagroso. En la plaza y en las calles que la rodeaban se encendieron de pronto unas teas que formaron a su alrededor pequefas islas de luz. iEra un espectaculo a la vez extrano y maravilloso que le corto el aliento! Cual si estuviese embrujada, Parwa empezo a bajar al Pueblo. Tropezo varias veces, pero ni asi agachaba la ca- beza para ver donde pisaba. Tenia los ojos fijos en esas luces que ni siquiera centelleaban como las antorchas. Recobré en parte el juicio cuando sus pies pisaron la pri- mera calle y las luces quedaron escondidas tras las casas. En lugar de escapar de inmediato, sin embargo, se pegd al lado mas oscuro de la calle y enfild hacia donde sabia Escaneado con CamScanner que quedaba la plaza. Al desembocar alli, a los pocos mj- nutos, no pudo reprimir una exclamacion de asombro; jlas luces coronaban unos postes altos y delgados y no parecian fuego! En todo caso, daba la impresién de que el fuego habia sido encerrado en una especie de globo, mo podia ser esol! —jAmiga, amiga! —le tocd alguien el hombro provo- candole un nuevo sobresalto. Descubri6, al darse vuelta, que se trataba de un muchacho de aproximadamente su edad que la miraba de manera muy amistosa. —Amiga, zestas fumada? —le pregunto bajando la voz—. Hace media hora que miras ese foco. {No deberias fumar! jEso esta bien para los hippies! jNo para gente como nosotros! Parwa se quedo mirando al muchacho con la misma cara de pasmo con la que antes miraba la luz. Else habia dirigido a ella en espafiol, eso estaba claro, pero {qué ha- bia querido decirle exactamente? ¢Fumada? ¢Foco? éHip- pies? Qué diablos significaban esas palabras? —Qué has fumado, amiga? —insistio el muchacho—. jEstas colocadaza! jRigchari yau! Estas Ultimas palabras, en quechua, obraron el mila- gro de devolverle el habla a Parwa — Hablas quechua? —pregunto en esa lengua y en quechua transcurrio a partir de ese momento la conver sacion—. :Ddnde estoy? —jUy, amiga! éNi eso sabes? TU no has fumado. TU te has metido acido seguro. {Desde cuando estaras asi? jVa- mos, vamos, tomaras un café para que se te pase! El muchacho condujo a Parwa a una de las casas de la plaza, cerca de la iglesia. Se detuvo en la puerta, abierta de par en par, e hizo una sefial con la mano para que ella entrase primero. Parwa, sin embargo, retrocedio un paso como si hubiese visto a un demonio: en el interior de es vivienda, a pesar de que era de noche, jse veia como 4 plena luz del dia! —jNo puede ser! —exclam6 Parwa. ill Escaneado con CamScanner —Amiga, tranquilizate, no pasa nada. Esta es la pen- sion. De repente también seria bueno que comas algo. ¢Tienes plata? Parwa denego con la cabeza. ;Pensién? Desde donde estaba veia varias mesas pequenas de un color chillon que definitivamente no era el de la madera. Dos o tres estaban desocupadas y en el resto unas personas tenian la vista fija en sus platos de comida. La luz, ahora se per- cataba, provenia de unos pequefios globos que colgaban del techo. —Vamos, vamos. Voy a pedirle fiado a la duefia. Es amiga de mi mama. El chico puso la mano en la espalda de Parwa y empu- jando suavemente la hizo avanzar hasta una de las me- sas que estaba libre. Retiré un poco una silla y tomé asiento al tiempo que le hacia una sefia a ella para que lo imitara. Parwa se acomodo y empezo a mirar con recelo a su alrededor hasta que de pronto algo llamo poderosa- mente su atencion: jjjde una especie de caja colocada sobre una repisa salian voces!!! —

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