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ee —Qué lleva? —tom6 entre el pulgar y el indice un trozo de fruta. —Manzana, qué mas va a ser. Serrana y no sabes? jNo te hagas! —se burlo Leslie. Mientras empujaban el carrito sanguchero al garaje donde quedaria guardado hasta el dia siguiente, la mu- chacha fue anunciando las labores pendientes: —Primero llevamos todo a mi cuarto: baldes, Jarras, termos, tapers, todo. Después vamos al supermercado y compramos las cosas para mafiana. Luego, almorzamos y yo me voy a estudiar hasta la noche. —Estudias? —esa informacién tomé por sorpresa a Parwa. —Claro que estudio. Contabilidad. Qué crees? ¢Que toda la vida me voy a dedicar a vender desayunos? sTi no estudiabas en Ayacucho? —Queria ingresar a enfermeria —mintio Parwa de nuevo—, pero tuve problemas en mi casa... —A proposito, {como te llamas? Hasta ahora no me has dicho tu nombre. —Parwa, Parwa Reynoso —tom6 prestado el apellido de Alberto. —{Parwa? jQué raro! —Significa “flor” en quechua. —Ah, és{? Por si acaso yo no me llamo Leslie, ah. Leslie es el nombre que uso con los clientes. Mi verdadero nombre también es una flor, Rosa —solto la carcajada—. Td con los clientes seras Cindy. —{Cindy? —le sono raro el nombre a Parwa. —iQué? {No te gusta? Entonces ti propon. No es bueno que los clientes sepan tu nombre. A veces son unos pesados. Luego se averiguan tu apellido y te ubican en el Facebook... Parwa no entendié la ultima palabra, pero nolo confes6. —¢Podria ser Carla? —pregunto recordando el nombre con el que la habian bautizado en el partido. Escaneado con CamScanner —,Carla? {Leslie y Carla? Esta bien. Queda. —Se enco- gid de hombros la muchacha. % , Parwa pens6 que nada ese dia superaria la fuerte im- presion que le caus6 ese reino dela abundancia que era un supermercado, pero mas tarde descubrio algo que la dejé completamente boquiabierta: la computadora. Me- jor dicho, la computadora y el internet. Estaban dejando en el cuarto de Leslie la jamonada, el queso y otros in- gredientes para el dia siguiente, cuando se le ocurrio preguntarle a su amiga si sabia qué habia pasado con el presidente Gonzalo y Sendero Luminoso. — Presidente Gonzalo? —retruco—. A mi no me pre- guntes de presidentes, no me acuerdo de ninguno. Y Sendero Luminoso ya desaparecio pues. Eso todo el mundo sabe. Por qué no buscas en internet? — Internet? —repregunto timidamente Parwa. —Si, aqui en la esquina hay una cabina. ;Toma tu plata de hoy dia! —le alargé un billete de veinte soles—. En el internet puedes hacer tiempo hasta que yo regrese. Es- taré aqui a eso de las ocho. A esa hora empezamos a pre- parar la quinua para manana... Con mas nervios que los que sintio antes del asalto a la comisaria de Tambo, Parwa se acomod6 delante de la computadora. Una pantalla, un teclado y un pequeno aparatito negro que cabia en la palma de su mano era todo lo que tenia delante en el pequefio compartimiento que le asignaron. Mirando con el rabillo del ojo a sus ve- cinos de la izquierda y la derecha, creyo entender que todo el secreto estaba en el aparatito negro. Lo tomo en- tonces con la mano derecha y lo movid de mil maneras, pero en la pantalla no ocurrié absolutamente nada y ter- mino rindiéndose. Haciéndole sefias con la mano, llamo al muchacho que atendia ese negocio: —iMe puedes ayudar? —le pregunto timidamente—. Quiero saber sobre Sendero Luminoso... Escaneado con CamScanner Yr. | gsto ultimo lo dijo casi en un susurro para no lamar ja atencion, mas el dependiente lo repitié en voz alta como si tal cosa: —sobre Sendero? Busca en Google, pues, o en Wiki- pedia ; ; —Si, pero... como? No sé buscar... —tuvo que agarrar al muchacho de la manga pues estaba regresando a su mostrador. —{No sabes buscar? —abrio este los ojos de manera desmesurada. —No, no sé buscar. Soy de Ayacucho... —(En Ayacucho no hay computadoras? —fue atin ma- yor el asombro del muchacho—. {Qué bravo! jEsa si que no me la sabia! jPaciencia era algo que a ese joven le hacia falta a gri- tos! Se paro encorvado al lado derecho de Parwa, entro a Google y explico como funcionaban el mouse y el cursor. Luego le pidio que escribiera Sendero Luminoso, pero al ver que ella ni siquiera podia encontrar la “s” en el te- clado, lo hizo él mismo y finalmente apreto una tecla. —Qué has hecho? —pregunto Parwa como si fuese boba. —He apretado «enter» —respondio el impaciente maestro y la dejo sola con un texto en la pantalla. Hasta que no aprendio a usar la ruedita del mouse, varias veces su lectura se vio interrumpida. Recibio ayuda, cada vez que fue necesario, de una chica que usaba la computadora en el compartimiento de su dere- cha. En algtin momento, sin embargo, dejo en paz a su vecina, pues no pudo seguir leyendo. Estaba de por si conmocionada con el recuento de las atrocidades que el partido habia cometido en contra de los indios, cuando de pronto se topo con el nombre de Lucanamatrca. Creyo que se trataria del relato de lo ocurrido esa mafana de febrero de 1983 en la que perdi6 la vida, pero no, se daba Cuenta de hechos un tanto posteriores, de abril de ese Mismo ano. 125 Escaneado con CamScanner Al parecer, ese nefasto dia la columna que coma, Lino habia asesinado a machetazos y golpes de hacha a mas de sesenta pobladores, la mayoria nifios, anciang, mujeres indefensas. Hasta algunas embarazadas fueron masacradas por las huestes de Sendero Luminoso, dla razon? Vengar la muerte del comandante Olegario ma- nos de los lucanamarquefios. Olegario era el nombre de batalla de Alberto. zLos Do- bladores de Lucanamarca lo habian asesinado? A partir de ese instante, como si hubiese caido en trance, Parwa empez6 a recordar confusas imagenes que no estaba se. gura de haber presenciado o haber sofiado o que tal vez habia visto estando ya en transito al Ampato, el nevado de la capacocha. Alberto, en ese salon grande de la mu- nicipalidad donde sesionaba el comité popular, discutia airadamente con Lino. No habia ninguna otra persona alli. Solo llamaba la atencion una bandera roja que col- gaba en una de las paredes. Alberto, fuera de si, en algun momento arremetia a golpes contra Lino. Este intent defenderse de la misma manera, pero al verse doblegado saco su revolver. La escena continuaba en la plaza de Lucanamarca, de- sierta a esa hora, pues era de noche. Lino, apuntandolea Alberto a la cabeza, lo habia obligado a ponerse de rodi- las. Sin embargo, no le disparé. Lo hizo rodar al suelo con un fuerte golpe de culata y luego lo cosié a punala- das. Parwa grito horrorizada, pero en el silencio dela no- che no se escucho nada. Tal vez cuando el cuerpo de Al- berto, rociado con querosene, empezo a arder Lino hubiese podido notar que algo parecido a una figura de mujer se agitaba desesperadamente en el aire... Enel texto de la pantalla decia que el camarada Olega- Tio fue asesinado a pufialadas y luego quemado por los indios de Lucanamarca. Entonces eso fue lo que conto Lino para esconder su culpa. Y unas semanas despues, sin que le temblara la voz, jorden6 el asesinato de dece- nas de inocentes! Ndaba Escaneado con CamScanner jLos ojos de Parwa se anegaron en lagrimas! En vano se habia inmolado para salvar al presidente de la comu- nidad y al gobernador. Lino habia seguido asesinando. fse partido, que decia luchar por una patria en la que brillaria la justicia, se habia convertido muy pronto en una verdadera maquinaria de masacrar indios jHasta los saboyanos de Reseguin se quedaban cortos al lado de las huestes del presidente Gonzalo! éEse era el pachakuti? ¢E] cuerpo del inca, pata crecer, reclamaba una y otra vez que la tierra fuese anegada en sangre? jNo podia ser! Seguramente la que estaba fa- llando era ella. jNo entendié nada en su momento! iDe- bid comprender que su misi6n no era sumarse a la co- lumna de Lino! ;Su mision consistia seguramente en llegar al corazon mismo del partido, al comité central, y acabar con la vida del presidente Gonzalo antes que él terminara con la de miles de indios! Haciendo un esfuerzo sobrehumano, Parwa se aparto de esa pantalla y sali a deambular por las calles. Auto- maticamente sus pasos la Ilevaron Por las avenidas ya conocidas. Termino en un puente no muy lejos del 6valo Santa Anita desde donde veia esos cerros marrones que la llamaban con fuerza. Con mas intensidad, sin em- bargo, la atraia ese rio de vehiculos que discurria debajo de ella. Una manera de terminar con su sufrimiento, quizas la Unica, era arrojandose a esa correntada negra Cuya raz6n de ser se le escapaba como se le escapaba también el sentido de esta su ultima encarnacion, :Ex- Piar sus culpas? Definitivamente no habia sabido cum- Plir esa mision para la que alguna vez la prepararon, no habia estado a la altura de las circunstancias... —iParwa, Parwa! —la sujeté alguien del brazo cuando Su cuerpo se inclinaba hacia el vacio—. ;zTe quieres sui- Cidar creo?! Se trataba de Leslie, su amiga, que la miraba con cara de espanto. —Suicidar? —repitio Parwa como un automata. Escaneado con CamScanner —Por qué te has escapado de tu ere iEstas embara. zada seguro! {No seas tonta! {Eso se puede arreglar iDe cuantas semanas estas? Vamos, vamos al cuarto! En esos momentos, Patwa Caredia de voluntad yse dejo Hevar. Una vez en casa, se ofrecid a ayudar, pero Leslie 1a obligé a acostarse y a que tratase de dormir, RF Desde antes de que aclarara hasta por lo menos las diez de la noche, los dias de Patwa estaban dedicados aj negocio de los desayunos. Descansaba solo pasado el al- muerzo hasta las cinco 0 seis de la tarde, cuando se po- nia a cocinar las aguas de quinua y maca. Leslie ya le confiaba las Ilaves del cuarto y para ella era un enorme alivio llegar a las ocho y que los ollones estuviesen en pleno hervor. Asi podian echarse a descansar a las diez de la noche y no casi a las doce como cuando hacia todo sola. Alas cinco de la mafiana estaban de pie, con los leggins y polos cenidos que servirian de senuelo a los clientes, Luego, Leslie se esmeraba en maquillar a Parwa pues los clientes, con tal de comerla con los ojos mas tiempo, siempre repetian el pan con queso 0 mortadela 0 alguna de las bebidas. Hasta el garaje donde guardaban el carrito iban en el taxi del senior Ruperto, cargando con baldes, jarras y termos, asi como con los ingredientes de los san- guches. Acomodaban todo y empujaban el carrito hasta el lugar de costumbre cerca al évalo. Llegaban siempre antes de las siete de la mafiana y ya habia clientes que estaban aguardando. Leslie tomaba nota de los pedidos, cobraba y sobre todo se encargaba de espantar a los mandados que siem- pre estaban invitando a salir o pidiendo el ntimero de celular. —Carla no esta para juegos, Su enamorado le ha roto el corazon. El maldito se metio con su mejor amiga ye 128 Escaneado con CamScanner —— cima la dejo embarazada, Carla ha quedado curada de alanes. Y yO igual. No queremos saber nada de hom- pres por un buen tiempo! —(Por cuanto tiempo? {Hasta este fin de semana? —preguntaba un bromista. —Lo menos hasta que San Juan baje el dedo jaba mudo Leslie provocando la risa del auditori La traicion de su primer enamorado, Lino, que encima casi mata a golpes a Alberto, su amigo de la infancia, por salir en defensa de ella, fue el hecho que adujo Parwa para explicar su intento de suicidio. Leslie se alegro de que no hubiese un embarazo de por medio y se compro- metio a presentarle chicos guapos para que se olvidara de Lino. Parwa no le decia ni si ni no, pero en realidad ni se le ocurria pensar en muchachos. Por las tardes pasaba ho- ras en la cabina de internet desentranando los secretos de la computadora. No eran noticias sobre Sendero Lu- minoso lo que buscaba. Habia quedado escaldada y ade- mas lo realmente relevante ya lo sabia de memoria: el partido habia sido derrotado en 1992, tras doce anos de conflicto interno, con la captura del presidente Gonzalo. Desde entonces, Abimael Guzman estaba pudriéndose en una carcel de Lima. Sobre su conciencia pesaban si- quiera cincuenta mil victimas de origen indigena, entre masacrados, asesinados y desaparecidos. En lugar de una revolucion, Sendero Luminoso habia desatado un verdadero genocidio y sus militantes, los pocos que so- brevivieron ala muerte 0a las masacres en las prisiones, purgaban afios de condena y eran unos proscritos. Con la practica que iba ganando, Parwa investigaba en internet sobre los indios el dia de hoy. No habia muchos datos o tal vez ella carecia de la suficiente pericia para €ncontrarlos. El tinico asunto del que se informaba de Manera recurrente era el de los enfrentamientos contra los grandes proyectos mineros 0 contra las empresas que €xplotaban el petrdleo. Comunidades de la sierra y gru- lo de- Escaneado con CamScanner pos nativos de la selva defendian Sus tierras de cultivo y, sobre todo, el agua de la contaminacion que causaban jg mineria y los hidrocarburos. La verdad, sin embargo, se trataba de hechos aislados que rara vez saltaban del internet a las primeras planas de los periédicos. La mayoria de noticias daba cuenta de un pais cuyos gobernantes habian favorecido a las gran- des empresas a cambio de enormes sumas de dinero y que por lo mismo estaban enjuiciados 0 presos. La vida cotidiana de la mayoria de la poblacion, en cambio, transcurria de forma relativamente pacifica, aunque cada vez mas amenazada por asaltantes, ladrones, carte- ristas, raqueteros, secuestradores al paso, sicarios, nar- cos, marcas, violadores, en general, delincuentes de toda laya que no se detenian ante nadie ni ante nada. En medio de esa guerra contra la delincuencia, cu- riosamente la gran preocupacion de politicos, periodis- tas, autoridades y hasta de la gente de la calle era llegar de buena manera, con logros que llenaran a todos de orgullo, a la celebracion del Bicentenario; es decir, los doscientos anos de esa independencia que los criollos proclamaron de espaldas a los indios. Ya lo habia dicho el venerable don Nazario Turpo cuando se encontraron en las faldas del Ampato mientras desde lejos llegaba el retumbar de los cafiones de los ejércitos realistas y criollos: «jEsta guerra de independencia no es nuestra guerra, Parwa! Por eso estas aqui, en estas alturas, y no en el campo de batalla. Seguramente los espafoles se- ran derrotados, pero nuestra suerte no cambiara. jEste no es el pachakuti que las naciones indias estamos es- perando!». éDonde, en qué rincén del Peru, se estaba gestando ese pachakuti? Parwa intuia que, como en el caso de su retorno anterior, no habria sabio, brujo o hechicera que guiara sus pasos. Sola, sin mas ayuda que la de su intu- cion, tendria que descubrir cual era su mi! mente eso le llevaria algtin tiempo. ie — Escaneado con CamScanner ramiliarizarse con ese endiablado aparatito que era el celular fue el siguiente paso. Leslie le rematé uno que ya no usaba y ella misma se encargo de crearle cuentas en redes sociales. Empezo por tomarle una foto en la que parwa salié endiabladamente atractiva, aunque estaba sin maquillar. —jTa mare! jVas a tener miles de seguidores! Solo tie- nes que subir mas fotos como esta o mejor atin fotos en las que salgas sexy! fsa era la discusiOn de cada dia. Leslie le exigia a Parwa que usara ropa mas provocativa y esta lo mas que acep- taba eran los consabidos leggins y un polo que contornea- ban su estilizada figura. Del maquillaje solo permitia a duras penas que su amiga le delineara los ojos y le pin- tara los labios y todo de manera muy discreta. Sin em- bargo, incluso asi la clientela masculina habia aumen- tado considerablemente y los desayunos se acababan media hora, hasta una hora antes de lo acostumbrado. —iNo sé qué te ven, cholita ayacuchana! —le fasti- diaba Leslie—. Yo tengo mucho mas para mostrar. jRazOn no le faltaba! Unos senos voluminosos y unos gluteos redondeados, cada uno casi como media sandia, hacian que muchos hombres se quedaran babeando de- lante de Leslie, pero el atractivo de Parwa parecia radicar en otra cosa. Era de contextura delgada, de senos media- nos y nalgas ligeramente prominentes, pero habia tal Plasticidad en sus movimientos, tal perfeccién en los Tasgos de su rostro, tal lozania y naturalidad en general €nsu belleza, que nadie podia quedarse indiferente des- Pués de mirarla. Mas fotografias, por supuesto, que no subio ni a su Cuenta de Facebook ni a la de Instagram. Por lo mismo, los pocos amigos que tenia eran los que Leslie le hacia aceptar casi a la fuerza. Y el inico numero al que lla- Maba y del que recibia Ilamadas era también el de su amiga. Es cierto que dedicaba un tiempo a revisar las ac- Wwalizaciones de las redes sociales, pero el sentido de — Escaneado con CamScanner esos mensajes o imagenes se le escapaba. Leslie se bur. laba de ella, le explicaba que el encanto de las redes es. taba no tanto en mirar sino en interactuar: «Busca a tus amigas y amigos de Ayacucho, agrégalos y luego cuénta- les como te esta yendo y pideles que ellos también te cuenten» —Ie insistia su amiga. Parwa no podia confesar que seguramente todas Jas personas a las que conocio en Ayacucho estaban muer- tas 0 presas. {Todas? Dandole vueltas al asunto, se acord6 de la hermana de Alberto y decidié buscarla en Face- book: Margot Reynoso. Aparecieron muchas personas con ese nombre, pero cuando se le ocurri6 afiadir «en- fermeria» después del apellido, en la pantalla del celular aparecio la hermana de Alberto, aunque casi cuarenta afos mayor. En ese rostro demacrado, enmarcado por unos cabellos resecos por el tinte y con unos ojos ligera- mente enrojecidos de mirada vidriosa, Parwa casi no Ppudo reconocer a la muchacha reilona y de cara rellenita que los acogio en su cuarto. iMargot Reynoso! jEsa enfermera que cumplia peque- Nos encargos del partido habia logrado sobrevivir! ¢Esta- tia viva también la profesora Hermenegilda, la mama de Alberto y Margot? Parwa miré una a una las fotos de esa Pagina de Facebook y no encontré la menor huella ni de Alberto ni de Hermenegilda. Margot seguia trabajando en el hospital de Ayacucho y tenia un hijo de unos treinta afios e incluso una nieta todavia de brazos. Si, si, todo eso podia comprobar en las fotografias, pero al mismo tiempo Parwa sentia que esa mujer pertenecia no soloa otra €poca sino a otro mundo. éAcaso podia, como le sugeria Leslie, pedirle amistad, Preguntarle como le iba, indagar sobre el destino de la profesora Hermenegilda y, sobre todo, contarle la verdad sobre la muerte de Alberto, no lo que habia inventado Lino?

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