Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
La Cruz Nuestra
La Cruz Nuestra
LEONARDO
BOFF
Todos cargamos con alguna cruz sobre nuestras espaldas... o
en nuestro corazón. Y toda cruz, por pequeña que sea, es
pesada. Podemos vivirla como tribulación o como liberación.
Dependerá de cómo la afrontemos y la asumamos.
L A C RUZ N UESTRA
DE C ADA D ÍA
Fuente de vida y de resurrección
S AL T ERRAE
S ANTANDER 2006
Título del original en portugués:
A cruz nossa de cada dia.
Fonte de vida e de ressurreição
© 2003 by Leonardo Boff
Editado por Verus Editora
Campinas (Brasil)
Traducción:
Jesús García-Abril
Para la edición española:
© 2006 by Editorial Sal Terrae
Polígono de Raos, Parcela 14-I
39600 Maliaño (Cantabria)
Tfno.: 942 369 198
Fax: 942 369 201
E-mail: salterrae@salterrae.es
www.salterrae.es
Diseño de cubierta:
Solución Gráfica – Santander
Impresión y encuadernación:
Grafo, S.A. – Basauri (Vizcaya)
Í NDICE
Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
P RIMERA PARTE :
CÓMO PREDICAR LA CRUZ HOY
7
S EGUNDA PARTE :
MEDITACIONES
SOBRE EL MISTERIO PASCUAL
1. La pasión de Dios
en la pasión del hombre Jesús . . . . . . . . . . . . 61
2. Las crisis de la vida y la pasión de Cristo . . . 67
3. Morimos crucificados para resucitar . . . . . . . 73
4. Resurrección: el nuevo cielo
y la nueva tierra ya han comenzado . . . . . . . 79
8
P RESENTACIÓN
9
cional y con incontables desgarros, como Ma-
ría al pie de la cruz.
Otras personas se introducen en el mundo de
las favelas, donde, movidas por la solidaridad y
el amor, participan en todas las estaciones del
doloroso viacrucis del pueblo y, mediante la
creación de comunidades, albergues infantiles,
escuelas, centros asistenciales y pequeños gru-
pos de derechos humanos, tratan de esparcir las
semillas de la resurrección.
Otras asumen la pasión de los sin-tierra y
sin-hogar, con quienes sufren a diario en la lu-
cha por la reforma agraria y por unas políticas
sociales a favor de viviendas dignas para las fa-
milias más desfavorecidas.
Otras son difamadas, perseguidas, secues-
tradas y asesinadas por comprometerse en la
lucha contra las mafias de la corrupción, las
drogas, la prostitución infantil y el tráfico de
armas. Se trata de abogados, jueces o periodis-
tas que, sin miedo alguno, informan, denuncian
y, como consecuencia, se ven obligados a car-
gar con pesadas cruces sobre sus hombros y los
de sus familias. Una cruz llena de dignidad y
por la que es honroso sufrir.
Otras, finalmente, yacen en la cama de un
hospital aquejadas de una enfermedad termi-
nal, tratando de dar un significado a la vida que
se extingue entre espantosos dolores y se enca-
10
mina sin remedio hacia la muerte. ¿Qué senti-
do darle a esa cruz existencial?
Tales situaciones y otras semejantes nos in-
vitan a hablar de la cruz y de la muerte de un
modo liberador, iluminados por Aquel que tam-
bién cargó con la cruz, que sufrió una muerte
ignominiosa y que, para sorpresa de todos, re-
sucitó en la plenitud de la vida transfigurada:
Jesús de Nazaret.
El presente texto retoma y corrige, con al-
gún añadido, el que, hace ya muchos años, pu-
blicamos con el título Cómo predicar la cruz
en un mundo de crucificados.
Esperamos que la lectura de estas reflexio-
nes anime al lector a pasar de la cruz a la trans-
figuración, pues tal es el sentido secreto de to-
do sufrimiento y de todas las cruces que la vi-
da de los hijos e hijas de Adán nos impone.
Petrópolis, en la Fiesta de la Asunción de 2002.
11
I
____
E L A RTE
DE LAS A RTES T EOLÓGICAS :
S ABER H ABLAR
DE LA C RUZ Y DE LA M UERTE
15
te pertenece a la vida y se constituye en un da-
to inocente, ligado a una creación que Dios ha
querido que sea finita y mortal; por otro, la
muerte es consecuencia del pecado (cf. Rm
5,12; 1 Co 15,21-22), pues es vivida como mal-
dición y castigo (cf. Gn 2,17; Ga 3,13).
Y también la cruz tiene esos dos aspectos:
por un lado, es instrumento cruel de castigo pa-
ra esclavos o para rebeldes políticos (cuando se
le impone a un inocente como Jesús, configura
un crimen político y religioso); por otro, encar-
16
na uno de los símbolos más poderosos del cris-
tianismo, como expresión de la redención de
Cristo y de la voluntad salvífica del Padre.
Es una de las artes más difíciles el hablar de
la cruz y de la muerte de forma que aparezcan
como negadoras del proyecto del Dios vivo y,
al mismo tiempo, como precio a pagar por la
realización, en medio de una historia decaden-
te, del proyecto de ese Dios vivo. El desafío al
que nos enfrentamos consiste en elaborar los
distintos niveles del sentido de la cruz y de la
muerte con el fin de que quede clara la articu-
lación entre ambas y nos permita recuperar las
expresiones de la tradición –cruz y muerte– co-
mo sacrificio y solidaridad
Dada la ambigüedad del tema, debemos
preguntarnos constantemente cómo hemos de
anunciar hoy la cruz y la muerte. Y también de-
bemos preguntarnos cómo no hemos de hacer-
lo. Tener mucho cuidado con el lenguaje es al-
go que viene exigido por la propia fe, que no
nos permite usar el nombre de Dios y los sím-
bolos de su misericordia para legitimar actitu-
des y situaciones que nieguen la voluntad divi-
na o encubran la voluntad humana de dominio
por parte de los poderosos. Para ello vamos a
presentar una serie de proposiciones básicas.
17