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Meditaciones para el Viacrucis

Etiquetas: Semana Santa / Vía crucis

Meditaciones para el Viacrucis, por fr. Juan José de León Lastra

Primera estación. Jesús condenado a muerte

Un camino que empieza con la condena al fin a la muerte. Toda vida camina
hacia la muerte. Lo importante es llenar el tiempo de vida, que la muerte nos
encuentre vivos, no ya medio muertos. Jesús está en plenitud de vida. La plenitud
de vida implica saber jugársela por llevar a cabo lo que Dios quiere de nosotros,
que es dar la vida por los demás, sentirnos vivos cuando ofrecemos vida. El
camino de la cruz de Jesús es el camino doloroso, pero, en débil fuerza física, con
el vigor de la fidelidad a su Padre y el amor a los suyos y a la verdad, pase lo que
pase. Jesús camino del Gólgota es referencia que entra por nuestros ojos para
nuestra vida. Sigámosle.

Segunda estación. Jesús carga con la cruz

Jesús había dicho que seguirle es cargar con la cruz. Nuestra vida comprometida
como cristiana es asumir sus dificultades. Si no lo hacemos a alguien estamos
traicionando: a quien espera ayuda de nosotros, a Dios que nos da la vida, sobre
todo a nosotros mismos: vivir sin tener que superar dificultades no es vivir
humanamente, es dormir, salir de sí mismo, dejar de ser lo que es. Una ilusión
engañosa que atenta contra la verdad de lo que somos. Llamada al fracaso.

Tercera estación Jesús cae bajo la cruz

Así se ha imaginado el pueblo cristiano el camino de Cristo hacia el Calvario:


cayendo y volviéndose a levantar. La cruz en algún momento le puede parece
más fuerte que él. Pero siempre se levanta. ¿No nos pasa a nosotros que a veces
que la vida vivida en cristiano, o la simple vida con sus cruces nos parece que
nos aplasta? ¿Nos encontramos con recursos, acudimos a Dios, a los demás para
levantarnos y seguir? Dios se ofrece a ayudar: la oración, los sacramentos, volver
a la lectura del evangelio…
Cuarta estación. Jesús encuentra a su madre

No podríamos entender los últimos momentos de Jesús, los más duros de su vida
estando ausente María. Juan la sitúa cuando Cristo está ya en el Calvario, pero la
sensibilidad cristiana a lo largo de los tiempos la presenta encontrándose con
Jesús en el camino a la cruz. Hemos de sentir la presencia de María en nuestro
caminar: cuando es fácil para sentir su compañía de hermana, y cuando las cosas
se tuercen para sentirla madre. Ella ha sabido de dolor, sintió el de su hijo, desde
ese sentimiento nos acompaña en los momentos duros, sintámosla cerca.

Quinta estación. El cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz

Si no fuera porque los textos evangélicos nos lo señalan la tradición cristiana no


hubiera creado esta estación como sí lo hizo con las de las caídas o la verónica o
el encuentro con su madre aunque los evangelios no nos dicen nada de ello. No
podríamos imaginar que Jesús iba a encontrar una mano amiga –aunque
obligada- en medio de tanto enemigo. Pero existió el cirineo. Y su presencia es
una llamada a nosotros para actuar como espalda que ayude a llevar el peso de
los demás y como esperanza de que siempre existe alguien que puede echarnos
una mano. Siempre hay algún cirineo en nuestra vida.

Sexta estación. La verónica enjuga el rostro de Jesús

Los fieles cristianos necesitaban una genuina representación del rostro de Jesús y
por eso generaron la leyenda de que una mujer se acercó a él le enjugó el rostro y
quedó grabado para siempre. “Tu rostro buscaré Señor, no me ocultes tu rostro”
reza el salmista. Estar ante el rostro es tener a la vista la persona. Los que vieron
a Cristo resucitado no vieron un rostro reconocible, el previo a la muerte: se dio a
conocer con una palabra “María”, con un gesto, compartir el pan o pescar donde
no habían pescado o enseñando sus llagas. El rostro que permanecerá será el de
Cristo torturado fatigado, rendido bajo la cruz y el dolor en el velo de la verónica,
gracias al gesto amoroso de piedad de una mujer desconocida, llevada por el
amor, la compasión. El gesto de la verónica nos lleva a reflexionar si de nosotros
surge la actitud de enjugar tantos rostros ensangrentados donde hemos de ver el
de Jesús. ¿Establecemos distancias respecto al dolor ajeno o nos acercamos a él
para enjugarlo, aliviarlo y hacerlo nuestro?

Séptima estación. Segunda caída de Jesús

Jesús caído de nuevo, según lo ve la tradición cristiana, manifiesta la debilidad de


su condición humana que oculta la grandeza de su decisión de ser fiel hasta el fin
“no se haga mi voluntad sino la tuya, dijo al Padre en la oración en el Huerto. La
reiteración en la caída pertenece a nuestra historia. Recaída en el pecado, también
la reiteración en la tristeza, el cansancio, la falta de entusiasmo por llevar la cruz
de la vida. Sucede cuando no vemos más que la cruz, no vemos que es camino a
la luz, a la salvación, a la verdad. La caída una vez más no ha de ser razón para
abandonar, sino conciencia de que necesitamos ayuda de Dios y de los demás; de
la oración, de los sacramentos, de la Palabra de Dios, de la comunidad.

Octava estación. Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén

Lucas es el evangelista que más veces hace presentes las lágrimas en el


evangelio. El mismo Cristo lloró ante su ciudad querida de Jerusalén, como
lloraban quienes hacen duelo por el niño muerto, como lloró san Pedro tras las
negaciones… Ahora son unas mujeres de Jerusalén las que lloran. María,
Verónica y estás mujeres son la representación femenina en el camino a la cruz.
De lejos las seguían otras. Y ya en la cruz tres más acercaron. Jesús aplastado por
el dolor por lo que le espera tiene energías para decirles que él no es la
preocupación que se preocupen por ellas y sus hijos, que lo que a él le pasa con
más fuerza les puede pasar a ellas y a sus hijos. Es la muestra de la generosidad
de quien mira más a los demás que a sí mismo, incluso en una situación de
angustia. El episodio nos conmueve a nosotros, que ante el dolor creemos que el
mundo entero ha de estar a nuestro servicio, como si fuera el único dolor
existente. Nos llama la atención sobre que el compromiso por Jesús va conllevar
dolor y muerte, he ahí el ejemplo de los mártires cristianos, a ellas las mujeres y
sus hijos.

Novena estación. Jesús cae por tercera vez

¿Por qué la tradición cristiana establece en el camino a la cruz una tercera caída?
¿Qué quiere indicar? ¿La debilidad de Jesús? ¿Un aumento del dolor de la
pasión? ¿Una llamada a que el cristiano que camina con Jesús siempre está en
peligro de caída?: Hasta siete veces al día cae el justo, dice la Escritura. Esta
última pregunta es la que más no ha de interesar: caminar en cristiano es caer y
levantarse. Y siempre podemos levantarnos por muy sin fuerzas que nos creamos
y dura sea la caída. La caída de la que es difícil levantarse –no imposible –es la
del que se creía seguro con fuerzas suficientes sin necesidad de nadie para
superar obstáculos, empujones… Somos cristianos en la medida que pecadores
que se levantan una y otra vez. La alegría en el cielo no viene de no caer nunca,
sino de caer y levantarse.

Décima estación. Jesús despojado de sus vestiduras


¿Por qué Juan relata con minucia como Cristo fue despojado de sus vestidos y se
las reparten y rifaron la túnica? Lucas y Marcos lo hacen de manera más concisa
¿Para entender que se realizaba lo que el salmo 22 anunciaba como profecía
como apunta Juan? Mateo nos dice que el manto se lo quitaron al comienzo de su
caminar al Gólgota. La desnudez es el signo de que Jesús ha quedado en su
desnuda humanidad, sin tener nada, solo lo que es. Un ser que se realiza en su
interior, en sus sentimientos, en su fidelidad al Padre, en su amor a los hombres.
Pero ese el interior lo que define al ser humano, lo que es no lo que se tiene: de lo
que tiene incluso de la ropa, puede ser despojado, pero se es en el interior. Sin
vestidura se percibe mejor la grandeza, el hombre perfecto y perfecto hombre que
fue Jesús. Nosotros nos apegamos con frecuencia al tener. Vestidos, honores,
aplauso social, medios para la vida cómoda, que tantas veces nos distraen de
cultivar nuestro ser, nuestros sentimientos, intereses, deseos, motivaciones
hondas… que es donde está lo que somos y donde se encuentra a Dios.

Undécima estación. Cristo crucificado

Siempre cabe la pregunta ¿por qué tanto dolor? ¡No podían desembarazarse de él
sin tanto espectáculo de dolor y humillación? ¿Por qué la maldición de la cruz?
¿Sólo odio o también un deseo de proclamar que era un maldito de Dios por
atentar contra la ley? Los cristianos tardaron algunos siglos en representar a
Cristo crucificado A pesar de la expresión radical de Pablo que predica a Cristo y
a Cristo crucificado escándalo de los judíos y necedad de los gentiles. La cruz es
el símbolo de que murió como un maldito. Así lo creyeron y desearon, algunos
de buena fe porque entendieron que Jesús quería acabar con su religión. ¡Qué
valor el de Pedro al decir a judíos: “a quien vosotros crucificasteis Dios lo ha
resucitado”. Fue pasar de la maldición humana a la exaltación divina. Increíble
para los judíos que le llevaron a la cruz. Un insulto gravísimo para ellos. Por eso
la persecución que desencadenan. El gesto abierto de los brazos crucificados los
cristianos luego lo interpretarán como el gesto de quien abre los brazos para
acoger al mundo entero, a nosotros, a cada uno y ofrecerles amos y con el amor
la salvación. Sí, para los cristianos no existe la maldición de la cruz sino que
bendecimos con la señal de la cruz.

Duodécima estación. Jesús muere en la cruz

Muere ofreciendo el perdón, la disculpa a quienes le crucifican, sintiendo el dolor


humano porque Dios parece ausente, la invitando a estar en el Reino al ladrón
arrepentido, manifestando una necesidad vital: tengo sed; preocupándose por su
madrea y el amigo joven Juan con la conciencia de que todo se ha cumplido: y
entregando el espíritu al Padre. Es muerte infligida por la ignorancia y maldad
humana al ser humano más perfecto, constituye por ello el mayor crimen de la
humanidad. Pero el amor de quien muere incluso a quienes acaban con su vida, la
absoluta fidelidad al proyecto del Padre, consigue un mayor bien que el mal de
todos los que le crucificaron: el amor, más fuerte que el odio, cuya medida es la
muerte: “nadie ama más que el que da la vida” se constituye en causa de
salvación. Cristo ha vencido en la cruz. En él vencemos todos. Ha triunfado la
humanidad. La cruz se convierte en signo de victoria

Décimo tercera estación. Jesús es bajado de la cruz en manos de María

Tras la muerte de Jesús el protagonismo pasa a María. Ella tuvo al Niño Jesús en
sus brazos, sin entender el misterio de su presencia, guardando lo que sucedía en
su corazón, lo vuelve a tener en brazos cansados por la vida al niño hombre sin
vida. Es el momento de amigosy, seguidores de Jesús de intervenir sin
enfrentarse a las autoridades que ya habían realizado su misión criminal. No
existe más que la inquietud de qué hacemos ahora con este cuerpo. ¡Quién no ha
pasado por la experiencia de tener bajo su mirada a alguien que se ha amado ya
sin vida! La muerte con su fuerte presencia nos descoloca. ¿Cómo vivir sin él? se
preguntarían discípulos amigos y amigas de Jesús, de María. Ha sido un fracaso
todo. En la nada ha desembocado aquel éxito popular de Galilea, el cariño que
hacia los apóstoles había manifestado, la hidalguía con la que se presenta ante el
juicio de los poderosos. ¿Es el fin? No pocas veces nos hemos podido ver en
situaciones semejantes cuando se han venido abajo nuestros hondos intereses, o
han desaparecido de la vida personas que daban sentido a la nuestra, cuando lo
que tenemos en brazos como María a Jesús, es el fracaso, la desolación ¿Dónde
la esperanza? Nos cuesta encontrar algo más allá del dolor, que hay razones para
seguir adelante, que aún podemos amar y por eso vivir.

Décimo cuarta estación Jesús en el sepulcro

Es lo que había que hacer en medio de tanto dolor, ocultar el cadáver de Jesús de
la vista. Los que le querían buscaron un lugar digno. Las autoridades que lo
crucificaron no quisieron ensañarse con su cadáver. Ya no era un hombre, dejó de
ser peligroso: eran restos humanos. Jesús su integridad personal ya había
triunfado, su lugar no era el sepulcro, sino la plenitud de vida, de una vida nueva.
Pero su cuerpo era la representación cercana de aquel a quien se había amado.
Aceptada la irremediable separación se le da una sepultura digna. El sepulcro
pasa de ser una realidad relevante a ser un signo. El signo de muerto y bien
muerto, muerto y enterrado. El presupuesto visible de lo que luego sucederá, la
presencia viva de Jesús, resucitado, dotado ya de un cuerpo glorioso al que no
tocará la muerte. A nosotros nos queda la fe de que si morimos con Cristo
resucitaremos con él .No estamos llamado al sepulcro, allí no se entierra nuestro
ser, lo que fue nuestro cuerpo nada más, sino a un modo de vivir glorioso. Muerte
¿dónde está tu victoria? Estamos llamados a la resurrección

Reflexión final

Con esta reflexión triunfal terminamos el viacrucis. Pero no olvidemos los pasos
de Jesús para llegar a ella. De alguna manera son nuestros pasos, nuestras cruces
bien llevadas que implican la ayuda a las cruces de los demás, los medios para
alcanzar el fin la resurrección. No podemos pasar por las dificultades de la vida
sin orientarlas a un fin positivo, pero no podemos tampoco pretender conseguir el
fin si aceptar los medios, a veces, duros, que nos llevan a él.

Tradiciones de Semana Santa


Además de promover la reflexión y perdón al prójimo,
este tiempo está lleno de tradiciones populares cargadas
de símbolos e imágenes importantes para el venezolano.
Acá podrás conocer algunas de ellas
En el mundo del cristianismo, hay momentos  en el año con un
significado especial. Semana Santa es uno de ellos, porque durante
este tiempo se recuerda la pasión y muerte de Jesucristo, figura
central de la fe católica.
¿Pero cuál es el valor de esta celebración religiosa?
El padre Manuel Antonio Teixeira, profesor de la Escuela de
Teología en la UCAB, explica que  la Semana Mayor invita a
reflexionar sobre el ejemplo que dejó el Dios de los cristianos
cuando se hizo hombre y aceptó ser crucificado en nombre de sus
congéneres.
«Jesús murió por amor al prójimo y nunca reaccionó de forma
violenta ante aquellos que iban a matarlo. De hecho, creyó que
podrían cambiar y los perdonó. Esa actitud de apertura y
aceptación hacia los demás, a pesar de haber sido la que lo llevó a
la muerte, es la ejemplar para los humanos: aceptar a quien te
quiera hacer daño y no vivir con rencores»

RITOS Y TRADICIONES MÁS POPULARES


Según explica el sacerdote, Semana Santa tiene un carácter
litúrgico formal  y otro popular, derivado de la cultura propia del
lugar donde se celebra.
En Venezuela, hay muchas actividades rituales que los pobladores
de varias partes del país han hecho imprescindibles en el
imaginario colectivo y que són ricas en símbolos e imágenes.  Aquí
te explicamos en qué consisten algunas de las  más destacadas.
1.- Una de las tradiciones más conocidas de la Semana Santa en
Venezuela es la procesión del Nazareno, realizada el miércoles
santo. En diversas ciudades, miles de personas vestidas de color
morado— color litúrgico que representa luto y penitencia—
veneran la imagen del Cristo que carga la cruz y van a un templo a
pagarle las promesas hechas por algún favor concedido, muchas
veces relacionado con temas de salud. En ocasiones, las personas
que hacen la procesión caminan descalzas, hacen el recorrido de
rodillas e incluso cargando una cruz a cuestas como símbolo del
sacrificio.
«El gran fervor en esta se celebración está totalmente conectado a
la fe y la creencia de muchas personas sobre los milagros que hace
el Nazareno. La gente siente una gran conexión con esta figura»

La visita de los siete templos, igualmente, es uno de los ritos


más importantes en el país, actividad que se realiza cada  jueves
santo para hacer adoración a la imagen de Jesus que está en ellas.
La iglesia de Nuestra Señora de Las Mercedes, la de Altagracia, la
iglesia de Santa Capilla, la Catedral de Caracas, el Templo San
Francisco, la Iglesia Corazón de Jesús y la Basílica de Santa Teresa
suelen ser las más visitadas por la feligresía caraqueña.
«Esta tradición proviene de la antigua Roma, durante los primeros
tiempos de la Iglesia. La gente visitaba los templos del
cristianismo primitivo que estaban cerca uno de otros»

Pero quizás la tradición más común en Venezuela es una muy


ligada a la justicia popular. Se trata de la Quema de Judas y
ocurre cada domingo de resurección, En ella, grupos de personas
eligen un personaje que cause molestia o descontento, lo
representan con un muñeco de trapo y luego lo incineran.
«Este rito hace alusión a la traición que sufrió Jesucristo por parte
de Judas y, que por consiguiente, debe ser expuesta».

Los 8 símbolos de la Semana Santa y su


significado

Adriana Morales
Licenciada en Letras

Durante la Semana Santa se conmemoran los actos religiosos más importantes


para los cristianos ya que es un tiempo para reafirmar la fe y recordar cuales son
las bases sobre las que se fundamentó el cristianismo.
Por ello, en los diferentes actos religiosos se acostumbran a usar diferentes
símbolos referentes con la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.

Palmas y ramos
Las palmas y ramos son símbolos de victoria. Cuando Jesús llegó a Jerusalén,
montado en un burro, fue recibido por una multitud de personas que entonaban
cantos y tenían consigo palmas o ramos con el fin de saludar y felicitar al mesías.

De allí, que el Domingo de Ramos los feligreses busquen y bendigan en la misa


una hoja de palma o ramo, el cual, tradicionalmente, acostumbran a colocar en las
casas a modo de protección religiosa.

El pan y el vino
El pan y el vino simbolizan la vida eterna, el cuerpo y sangre de Jesucristo que fue
ofrecido a sus discípulos en la Ultima Cena. También simbolizan la unión de los
fieles con su fe cristiana.

El pan representa el cuerpo de Jesucristo entregado a su pueblo, quien lo coma


tendrá la vida eterna. El vino simboliza la sangre que derramó Jesucristo por su
pueblo, a quien beba de su sangre le serán perdonados sus pecados.

El Jueves Santo se realiza la misa Vespertina de la Cena del Señor, en cuya


eucaristía se hace mención del simbolismo del pan y el vino como el cuerpo y
sangre que Jesucristo ofreció a la humanidad.

Lavatorio de pies

El lavatorio de pies es un símbolo de humildad y entrega de Jesucristo a los


demás, durante la Última Cena él les lavó los pies a sus discípulos como ejemplo
de lo que debían poner en práctica a lo largo de su vida, es decir, amor, humildad
y servir a otros.

Este acto lo repiten en la eucaristía del Jueves Santo el Papa, los obispos, y
párrocos en cada una de las comunidades en las cuales imparten la misa.
La cruz

Para los cristianos la cruz tiene un significado muy valioso, ya que, simboliza tanto
el sufrimiento, pasión y sacrificio de Jesucristo por la humanidad como, la
salvación, reconciliación y unión con Jesucristo. La cruz es el principal símbolo de
la fe e Iglesia Católica.

El Viernes Santo se presenta la Cruz para recordar y agradecer el sacrificio que


hizo Jesucristo para limpiar los pecados del mundo.

Cirio Pascual
El Cirio Pascual representa la muerte y resurrección de Jesucristo, la luz y la vida
del mundo. El Cirio Pascual es una vela de gran tamaño, de color blanco que tiene
grabadas las letras griegas Alfa y Omega, que significan que Dios es el principio y
fin de todo.

El fuego que se emplea para encender el Cirio Pascual deriva de las velas
encendidas durante la Vigilia Pascual. El fuego del Cirio Pascual es nuevo que
renueva la fe, de este fuego, además, se encienden el resto de las velas. Este
fuego representa a Jesucristo resucitado y vencedor de las sombras y tinieblas.

El agua bautismal
Durante la noche de Pascua se realizan los bautizos con el fin de incorporar a
Jesucristo en la vida de los bautizados. El agua simboliza la vida y es un medio de
purificación. El agua bautismal se emplea para renovar los valores cristianos.

El conejo de Pascua
El día de Pascua o Domingo de Resurrección se conmemora la resurrección de
Jesucristo. El conejo es un animal que simboliza la vida y la fertilidad. Es decir, la
vida de Jesucristo resucitado y la capacidad que tiene la Pascua en sí misma para
incorporar nuevos discípulos en el cristianismo.

Vea también Conejo de Pascua.

Huevo de Pascua

El Huevo de Pascua, al igual que el conejo, simbolizan la vida y la fertilidad, el


comienzo de una nueva vida. En Pascua el Huevo representa la resurrección de
Jesucristo.

La costumbre de regalar huevos el día de Pascua es muy antigua, por lo que se


expandió por el mundo, tanto así que hay países en los cuales se tiene la
costumbre de pintar los huevos. En la actualidad, muchas personas acostumbran
a regalar en Pascua huevos de chocolate que contienen una sorpresa en su
interior.

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