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El juego simbólico:

Forma parte de uno de los cinco comportamientos que aparecen como expresión de la
función semiótica o simbólica. El juego simbólico se representa como una actividad principal
de asimilación. Es a través del simbolismo que el sujeto representará un objeto ausente en una
forma de expresión ficticia, en la que la conexión entre el significante y el significado se basará
en el interés puro y lejos de la función tradicional que ejercen los signos en el lenguaje
socializado. La función de compensación, realización de deseos y la elaboración de del juego
simbólico le sirve al sujeto para la asimilación de lo real al Yo, sin tener que adaptarse a las
limitaciones de la realidad.
La imaginación simbólica aparece alrededor del segundo año de vida y alcanza su punto
máximo entre los 2 y 4 años.
El juego simbólico es una actividad representativa en la que un niño puede modificar la
realidad a la que se enfrenta. Obligado a adaptarse al mundo adulto, juega un juego que
modifica la realidad y se ajusta a sus necesidades y sentimientos. Utiliza los juegos para
controlar las situaciones dolorosas, difíciles y traumáticas que se le crean.

Juego socializado:
Aparece aproximadamente alrededor de los 4 años y es la edad más rica del juego de fantasía.
Construyen sus historias con personajes y situaciones de ficción. Buscan compañeros con los
que jugar y su amistad dura más. Juega con más calma. Alrededor de los 5 años, se incorporan
las normas respetadas por el grupo y surgen líderes. Aparecen parejas del mismo sexo y las
actividades del sexo opuesto son molestas.
Entre los 4 y los 7 años, los juegos simbólicos comienzan a decaer y los símbolos van
perdiendo sus características de deformación en el proceso de imitar la realidad. Esto está
estrechamente relacionado con la organización más amplia del pensamiento, la creciente
atención a la imitación precisa de la realidad en la representación, ya sean estas
escenificaciones o construcciones materiales de la representación, y el comienzo del
simbolismo colectivo. Según Piaget, es en ese momento donde el juego se desarrolla hacia
formas más adaptables relacionadas con el trabajo o la imitación.

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