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LA TRANSFERENCIA EN EL PRESENTE

Ricardo E. Rodríguez Ponte

(*) Intervención en el plenario sobre «Lo real, lo simbólico y lo imaginario en la transferencia», en el marco
de las Jornadas de la Práctica Psicoanalítica «Lo real en la transferencia», convocadas por la Escuela
Freudiana de Buenos Aires en el Hotel Bauen, los días 10, 11 y 12 de diciembre de 1998. Me acompañaron
en el mismo Benjamín Domb, Alba Flesler y Eva Lerner, con la coordinación de Mónica Fudín. En el Salón
Auditorio, el jueves 10 de diciembre de 1998. (1)

Este año, en el par de seminarios que llevé adelante en la Escuela, se dió una curiosa confluencia entre los
dos, inesperada —uno era sobre la transferencia y el otro era sobre la psicosis—, (2), (3) alrededor de
algunos problemas que se plantean en las dos últimas de las Conferencias de introducción al psicoanálisis,
de Freud, de la serie del año 1917. Los títulos respectivos de estas dos conferencias, la 27ª y la 28ª, son «La
transferencia» y «La terapia analítica». En un momento de éstas, Freud se pregunta cómo cura el
psicoanálisis, y ahí aparece el célebre apólogo de la ballena y el oso polar, que todos ustedes recuerdan,
seguramente, por lo que no hace falta que lo evoque en detalle: los dos contrincantes nunca pueden
encontrarse —para ello sería necesario que el oso polar bajara al mar, o que la ballena subiera a la
plataforma continental—, y entonces Freud dice que el análisis consiste precisamente en eso, en hacer que
los dos contrincantes se encuentren, lo que en términos del análisis puede expresarse de diferentes maneras:
llenado de las lagunas mnémicas, levantar las represiones, hacer consiente lo inconsciente, etc. Son distintas
maneras de decir lo mismo. La idea es que, gracias a eso, los dos elementos del conflicto van a poder
situarse en el mismo terreno, y entonces, dice Freud, el sujeto estará en condiciones de tomar una
nueva decisión. (4)
La palabra decisión me parece digna de ser destacada, y esto por dos motivos. Por un lado, porque hablar de
una nueva, "otra decisión" —obviamente, la que Freud espera es la de que el sujeto, ahora, no reprima, no
vuelva a reprimir la representación recuperada en el análisis—, supone una decisión primera, (5) efectuada
sabe Dios cuándo, pero se supone que en algún pasado. Y, en segundo lugar, es interesante porque todo el
planteo de Freud lleva a que, en verdad, no hay lugar para decisión ninguna, porque Freud, que es un digno
hijo del cientificismo decimonónico, es por eso mismo, siempre, cuando trata de dar cuenta de los
fenómenos, rigurosamente determinista. (6)
Esta palabra, entonces, decisión, entiendo que nos da otra ocasión para constatar que Freud no siempre sabe
lo que dice, o que a veces dice más de lo que cree decir, o que su clínica iba muy por delante de su teoría.
Cuando digo que en la concepción freudiana, tanto de la determinación del síntoma, como de los resortes de
la cura, no hay lugar para decisión alguna, es porque está claramente formulado por él que, una vez que
están puestos los dos contrincantes del conflicto en el mismo terreno, la idea de Freud es que uno, el
analista, le puede hacer ver al paciente que la situación ya ha variado, que ahora no haría falta volver a
reprimir, que ahora él es más grande, más maduro, que el objeto de tal antigua prohibición ha prescripto, que
su yo ahora está en condiciones de asumir de otra manera tal o cual tendencia de fuerza otrora desmesurada,
etc. — pero termina comprobando que nadie levanta represiones por razones, y que, como siempre, lo que
cura es el amor. Y entonces ahí es donde introduce un término muy complicado, que es el término sugestión.
Luego de haber eliminado la sugestión del análisis, la reintroduce ahora, ya no en el anterior sentido de
sugerir o sugestionar para levantar el síntoma a la manera de Bernheim, sino en el sentido de llevarlo al
paciente a aceptar el retorno de lo reprimido sin volver a reprimir, en el sentido de aceptar la interpretación
del analista no sólo intelectualmente.(7)
La palabra sugestión, entonces, tiene este problema. Por un lado, se trata de que la sugestión introduciría una
nueva determinación en un marco radicalmente determinista, la sugestión es una nueva fuerza interviniendo
en un conflicto que en el fondo es un conflicto de fuerzas, de batallones más o menos poderosos, como dirá
en otro texto — por eso decía que, en este planteo, no habría lugar, verdaderamente, para decisión alguna. El
amor, la fuerza del analista apoyándose en el amor de transferencia, sería una nueva fuerza, un determinante
más que se agrega al conflicto.
Y el otro problema es que introducir la sugestión en relación a la transferencia —aparte de mostrar que
Freud no tenía completamente clara la noción de transferencia—,(8) en el mismo paso saca de la clínica, o la
relega al plano del psicoanálisis aplicado, toda una categoría que es la de las neurosis narcisistas, es decir
aquellos casos, justamente, no influibles por la sugestión, y por ende inanalizables.(9) De ahí que el
psicótico, para Freud, funcione como una especie de garante de la verdad de la teoría. Porque dado que a
ellos no los podemos influir, está claro que todas estas cosas raras que decimos los psicoanalistas —la
sexualidad infantil, el Edipo, etc.—, como también las encontramos en estas gentes a quienes no podemos
influir, está claro que no son inventos nuestros, de nuestra mente podrida, que infundimos por sugestión en
nuestros pacientes neuróticos. Los psicóticos son como nuestra contraprueba. (10)
Bueno, éste fue, un poco, el eje que me llevó a pensar qué podríamos ubicar ahí, en lugar de esta necesidad
—necesidad dada por el propio planteo freudiano— de introducir ahí la sugestión. Qué podría haber en lugar
de un planteo que lleve imparablemente a postular la necesidad de la sugestión.
La transferencia, en general, se enfoca poniendo el acento en dos dimensiones del tiempo, para decirlo de
alguna manera: el pasado, y entonces la transferencia desliza muy rápidamente a la repetición, o el futuro,
cuando, por la vía de ese efecto constituyente que llamamos sujeto supuesto saber, lleva al efecto constituido
de la promesa de sentido. En contraste, yo quería poner el acento, hoy, en algo que en verdad no sé si se
puede calificar legítimamente de dimensión, porque justamente no la tiene, a saber, el presente.
Digo que no la tiene porque el presente es algo que, justamente, no tiene dimensión, salvo que entendamos
la palabra en términos de dit-mensión, pues el presente, efectivamente, es una de las dimensiones del dicho,
del decir. De todas maneras, la puesta en relieve del presente tiene esta virtud, a saber, que el presente es el
único éxtasis del tiempo que no es susceptible de darse in absentia, ni in effigie. (11)
Para abordar esta cuestión, y por otra razón que diré más adelante, me fui al Seminario 8 de Lacan, La
transferencia..., (12) donde Lacan introduce por primera vez, al menos explícitamente, razonadamente, la
diferencia entre repetición y transferencia. Luego de la excursión conocida por todos, las once clases de ese
Seminario que Lacan dedica al análisis de El banquete, de Platón, tenemos una clase duodécima que Miller,
en su versión —bastante detestable, pero bueno, es una versión, entre otras—, (13) tituló —sabemos que los
títulos de las sesiones de los Seminarios establecidos por él, salvo un par de excepciones, son de Miller—
«La transferencia en el presente». No es un título en desacuerdo con lo que en esa clase es abordado por
Lacan. El título quiere aludir a la manera en que la noción de transferencia es abordada por los autores
psicoanalíticos con quienes discute Lacan en el momento del dictado de la clase, pero, por un arbitrio de
decisión mía, digamos, he decidido considerar el otro sentido con que podemos tomar esta frase, "la
transferencia en el presente".
Promediando la misma, Lacan se toma un segundo de respiro, por decir así, antes de la voltereta doctrinal
que inicia a partir de ahí, y dice:

Siempre les he recordado que es preciso partir del hecho de que la transferencia, en último término, es el
automatismo de repetición. (14)
—esto es lo que va a empezar a conmover—
Ahora bien, si desde el comienzo del año no hago más que hacerles proseguir los detalles del movimiento
del Banquete de Platón, donde no se trata más que del amor, esto es, muy evidentemente, para
introducirlos en la transferencia por otro extremo.
Pero introducir la transferencia por otro extremo, lo va a llevar a decir —cuatro páginas más adelante— que
no debemos
...ahogar el fenómeno de la transferencia en la posibilidad general de la repetición que constituye la
existencia misma del inconsciente. (15)
¿Qué desarrollo hay en el medio, que le permite emprender esta voltereta doctrinal? Lacan había dicho así:
La presencia del pasado, pues, tal es la realidad de la transferencia. ¿No hay en adelante algo que se
impone, y que nos permite una formulación más completa? Es una presencia un poco más que presencia —
es una presencia en acto, y, como los términos alemanes y franceses lo indican, una reproducción. (16)
No tiene sentido, acá, la puesta al día —ya la hizo Benjamín Domb, recién, cuando aludió al Seminario 11—
de las críticas que después Lacan va a formular respecto de la reproducción, porque las palabras fuertes de
este párrafo que acabo de leerles, entiendo, son las de presencia y acto. Entonces, dejo de lado todo
comentario en relación a la reproducción, y sigo citándoles:
Lo que no está suficientemente puesto en evidencia en lo que se dice ordinariamente, es en qué esta
reproducción se distingue de una simple pasivización del sujeto. Si la reproducción es una reproducción en
acto, entonces hay, en la manifestación de la transferencia, algo creador. (17)
De este párrafo me parece interesante subrayar la alternativa entre un sujeto reducido a "una simple
pasivización" y la posibilidad de que en la transferencia se manifieste "algo creador". No es que la
transferencia, en sí misma, sea algo creador, sino que la transferencia es ocasión de que se manifieste en ella
algo creador, que excede su fenómeno, el fenómeno de la transferencia, o la transferencia como fenómeno.
Lo que me parece que articula la posibilidad de este "algo creador" en lugar de un sujeto simplemente
pasivizado —como sería un sujeto puramente reducido a la repetición, quiero decir, que me parece que a lo
que Lacan está apuntando es a la posibilidad de una novedad más allá de la mera diferencia producida por la
repetición—, me parece, podemos leerlo en el siguiente párrafo:
Todo lo que sabemos del inconsciente desde el comienzo, a partir del sueño, nos indica que hay fenómenos
psíquicos que se producen, se desarrollan, se construyen, para ser escuchados, es decir, justamente, para
ese Otro que está ahí incluso si no se lo sabe. Incluso si no se sabe que están ahí para ser escuchados, están
ahí para ser escuchados, y para ser escuchados por un Otro.
En otros términos, me parece imposible eliminar del fenómeno de la transferencia el hecho de que se
manifiesta en la relación a alguien a quien se le habla. Este hecho es constitutivo. Constituye una frontera,
y nos indica de paso que no debemos ahogar el fenómeno de la transferencia en la posibilidad general de la
repetición que constituye la existencia misma del inconsciente. (18)
Bueno, la relación a alguien a quien se le habla, parece poca cosa. Lo que yo quisiera transmitirles es que,
en verdad, es una enormidad. Que, así como el presente es excepcional, porque siempre vivimos en babia, o
anticipando o recordando, que alguien le hable a alguien es una situación extremadamente rarísima. En
general, uno habla de uno para darse a ver, para darse a ver cómo quiere ser visto por su Ideal del Yo.
Incluso lo que pasa por ser del orden de las más íntimas confesiones, hasta las aparentemente más
despojadas de pudor, no suelen ser otra cosa que auto-retratos.
En este sentido, a mí me parece que el "algo creador" que surge en la transferencia surge precisamente,
cuando efectivamente surge, en esta posibilidad, en esta posibilidad rarísima, excepcional, de que alguien le
hable a alguien, es decir que — y acá aprovecharía para introducir una distinción en lo que nos aportó
Benjamín Domb: concuerdo con él en cuanto a que la transferencia es un efecto de la estructura del
hablante. La transferencia, en Lacan, y esto resulta de algo poco más complicado que una lectura a lo
Perogrullo: si el Seminario se llama Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis —aceptemos por
el momento este título, de cuya factura tampoco fue ajeno Miller—, está claro que ninguno de esos
pretendidos "conceptos" se funda en otro, puesto que cada uno es fundamental. La transferencia, entonces,
se funda, al igual que el inconsciente, al igual que la repetición, al igual que la pulsión, en una estructura que
podemos enunciar sucintamente como "el hombre habla", donde "habla", en ese enunciado, no funciona
como predicado. No obstante, me parece que hay lugar para distinguir entre lo que en el Seminario de La
identificación Lacan llama "la condición de la transferencia", que tiene que ver con la estructura del
lenguaje, y que sí permitiría hablar de "transferencias", es decir, el hecho de que siempre tomamos al otro
por otro, porque no somos la perra Justine de Lacan, que lo olía, y entonces nunca lo tomaba por otro —
porque hablamos, siempre tomamos al otro por otro — me parece que eso sí permite la lectura de
"transferencias", en plural — pero habría que distinguir la transferencia en su especificidad en la experiencia
psicoanalítica, que, me parece, depende de estas "condiciones", por cierto, que son generales, y del hecho de
que, para decirlo en los términos que acabo de leerles, alguien le habla a alguien, ahora, en presente — y
además, lo que es el correlativo de ese presente, que es la presencia del deseo del analista. Esto me parece
que da una especificidad a la transferencia en el psicoanálisis, por la que puede distinguirse de la
transferencia, o de las transferencias, en general.
En fin, aquí me dicen que me apure porque la hora es avanzada. La ventaja de no tener un texto escrito, de
que esto sea una improvisación, es que puedo saltear cómodamente, y sin que ustedes se den cuenta, una
serie de items que tenía anotados como ayuda memoria. Salteo, entre otros, un ejemplo sobre el "algo
creador", pero se los sugiero rápidamente: lean la nota final de Freud, dedicada a su caso nombrado Cäcilie
M., en los Estudios sobre la histeria, cuando Freud habla —luego de haberse referido al determinismo de los
síntomas, que es todo un desarrollo en la más pura tradición asociacionista, humana, que Lacan critica en su
escrito «Más allá del principio de realidad»— de que, aparte de eso, hay algo que a él le hace lío, porque no
lo puede integrar en su concepción, la que remite cada síntoma a uno o varios acontecimientos traumáticos,
que es lo que en ese momento denomina como la producción del síntoma por simbolización, y da un
ejemplo de esto muy interesante, donde está claro que, en la elección del sentido en obra en el síntoma, se
juega algo creador por parte del sujeto, porque dicho sentido no podría deducirse de nada anterior.(19)
Salteo esto, y les ofreceré en cambio otro ejemplo, más breve, no el que tenía preparado, para aludir a qué es
esta cuestión del presente cuando atendemos como conviene a la transferencia en el presente. En un
momento de un análisis que había transcurrido preferentemente por los carriles de una transferencia que no
podemos calificar como "negativa", porque no lo era, pero sí más bien "hostil", una paciente me comunica:
"Mi marido siempre me dice que estoy enamorada de usted". Cada uno localizará fácilmente, en su
experiencia, el ejemplo que el mío le evoque. Lo interesante de un caso como éste, es que el mensaje llega,
efectivamente, pero lo que está en juego en ese decir es más que el mensaje que lo transmite, y esto último
queda escamoteado. Porque ella, en el mismo momento en que me hace llegar el mensaje, cuyo sentido no
es dudoso, está sustrayéndose en acto al decir que ese mensaje escamotea: "yo lo amo". Es decir, lo radical
de ese momento no está en el mensaje transmitido —pues éste llega, por interpósita persona, haciéndose
representar ella por su marido—, sino en un decir, y un cuerpo, que se pone fuera de juego, ante el deseo
presumido en el analista, quien podría tomar quién sabe cómo ese mensaje, de recibirlo como un decir
directo.
Una última apostilla, tómenla como una nota de traducción, al margen de lo que he tratado de comunicarles,
pero que no está por fuera de lo que se ha escuchado en este panel. Me parece que no conviene confundir el
"a aquél a quien le supongo saber lo amo", del Seminario Encore, con el sujeto supuesto saber, que es el
constituyente del cual "aquél a quien le supongo saber" es efecto constituido. Insisto en esto, también,
porque he observado, en muchos textos, que se suele traducir sujet supposé savoir de otras maneras que
como sujeto supuesto saber. Sujeto supuesto saber no es castizo, como se decía antes, no suena del todo
bien, es cierto, pero evita dos traducciones que me parecen erróneas: "sujeto al que le supongo saber" —no
señor, el saber no está supuesto al sujeto— o "sujeto supuesto al saber" —tampoco, el sujeto no está
supuesto al saber—. El sujeto está supuesto, puesto debajo, eso es lo que quiere decir supuesto, por el
significante de la transferencia, y el saber está igualmente supuesto por el significante de la transferencia.
Véase la fórmula en la Proposición del 9 de octubre...
Muchas gracias por la atención dispensada.
NOTAS
(1) Perdido e imposible de recuperar el texto redactado con vistas a esta intervención, a causa del estallido
del disco rígido de la computadora, la misma debió ser improvisada con la ayuda de unas pocas notas.
(2) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, La Transferencia. Clínica y fundamentos. Red de Seminarios de la
Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1998. Publicado en fichas.
(3) Ricardo E. RODRIGUEZ PONTE, Psicosis. La cuestión preliminar... y otras cuestiones. Seminario–
taller en el ciclo «El Hospital en la Escuela», 1998. Publicado en fichas.
(4) "Una decisión efectiva sólo puede producirse si los dos se encuentran en el mismo terreno. Pienso que la
única tarea de la terapia consiste en posibilitar esto." "La pieza decisiva del trabajo se ejecuta cuando en la
relación con el médico, en la «transferencia», se crean versiones nuevas de aquel viejo conflicto, versiones
en las que el enfermo querría comportarse como lo hizo en su tiempo, mientras que uno, reuniendo todas las
fuerzas anímicas disponibles [del paciente], lo obliga a tomar otra decisión" — cf. Sigmund
FREUD, Conferencias de introducción al psicoanálisis (1916-1917), en Obras Completas, Volumen 16,
Amorrortu editores, Buenos Aires, 1978, pp. 394 y 413 respectivamente, los subrayados son míos.
(5) "Como material nuevo aportamos, en primer lugar, la advertencia de que la decisión primera ha llevado a
la enfermedad, y la promesa de que otra facilitará el camino hacia la curación..." — cf. Sigmund
FREUD, op. cit., p. 398, los subrayados son míos.
(6) Sobre "el supuesto de un total determinismo psíquico", que jamás abandonó, cf. Sigmund
FREUD, Psicopatología de la vida cotidiana (1901), en Obras Completas, Volumen 6, Amorrortu editores,
Buenos Aires, p. 246.
(7) "Si el enfermo tiene que librar, batalla por batalla, el conflicto normal con las resistencias que le hemos
revelado en el análisis, necesita de una impulsión poderosa que influya sobre la decisión en el sentido
deseado por nosotros, el que lleva al restablecimiento. De lo contrario podría suceder que resolviera repetir
el desenlace anterior y dejara caer de nuevo en la represión lo que se había elevado hasta la conciencia. Lo
que decide el resultado de esta lucha no es su penetración intelectual [...] sino únicamente su relación con el
médico. En la medida en que su transferencia es de signo positivo, reviste al médico de autoridad y presta
creencia a sus comunicaciones. [...] La creencia repite entonces su propia historia genética; es un retoño del
amor y al comienzo no necesitó de argumentos. [...] Argumentos sin semejante apoyo nunca valieron [...].
Por lo tanto, en general, un ser humano es accesible también desde su costado intelectual únicamente en la
medida en que es capaz de investir libidinosamente objetos; y tenemos buenas razones para reconocer y
temer en la magnitud de su narcisismo una barrera contra la posibilidad de influirlo [...]. Y ahora echamos de
ver que hemos abandonado la hipnosis en nuestra técnica sólo para redescubrir la sugestión bajo la forma de
la transferencia" — cf. op. cit. en nota 4, pp. 405 y 406, los subrayados son míos.
(8) "...nuestra influencia se basa esencialmente en la transferencia, vale decir, en la sugestión" — cf. op.
cit. en nota 4, p. 408.
(9) "Les prometí hacerles comprensible, con el auxilio del hecho de la transferencia, la razón por la cual
nuestro empeño terapéutico no tiene resultado alguno en las neurosis narcisistas. [...] los que adolecen de
neurosis narcisistas no tienen ninguna capacidad de transferencia o sólo unos restos insuficientes de ella.
Rechazan al médico, no con hostilidad, sino con indiferencia. Por eso este no puede influirlos..." — cf. op.
cit. en nota 4, p.406.
(10) "Nuestros testigos son en este caso los dementes y los paranoicos, insospechables, desde luego, de
recibir una influencia sugestiva." — cf. op. cit. en nota 4, p. 413.
(11) Sigmund FREUD, «Sobre la dinámica de la transferencia» (1912), en Obras Completas, Volumen 12,
Amorrortu editores, Buenos Aires, 1980, p. 105.
(12) Aprovecho para restituir el título original de este Seminario, que Miller omite, cuya versión crítica he
emprendido en estos días: La transferencia en su disparidad subjetiva, su pretendida situación, sus
excursiones técnicas.
(13) Jacques LACAN, Le Séminaire, livre VIII, Le transfert, Éditions du Seuil, Paris, 1991.
(14) op. cit., p. 204.
(15) op. cit., p. 208.
(16) op. cit., p. 206.
(17) op. cit., p. 207.
(18) op. cit., p. 208.
(19) Entre otros ejemplos en los que este historial abunda, limitémonos a este: "La señora Cäcilie M. tuvo
una época en la cual cada pensamiento se le trasponía en una alucinación, para solucionar la cual hacía falta
a menudo mucho ingenio. Por entonces, se me quejó, la asediaba la alucinación de que sus dos médicos —
Breuer y yo— estaban colgados en el jardín de sendos árboles, próximos entre sí. La alucinación
desapareció después que el análisis hubo descubierto el siguiente proceso: la tarde anterior, Breuer le había
rechazado su demanda de un cierto medicamento, y entonces puso su esperanza en mí, pero me halló
igualmente duro de corazón. Se enojó con nosotros por eso, y en su afecto pensó: «¡No valen uno más que el
otro! Uno es el pendant {"homólogo", "correspondiente"; "pendre", "colgar"} del otro»" — cf. Sigmund
FREUD, Estudios sobre la histeria (1893-1895), en Obras Completas, Volumen 2, Amorrortu editores,
Buenos Aires, 1980, p. 194. — La expresión "Uno es pendant del otro" podría traducirse muy bien como
"Son tal para cual", pero se perdería entonces su remisión a la alucinación de los "colgados". Ahora bien,
esta figuración —alucinatoria— por los "colgados" de su formulación mental de la víspera, está muy claro
que no está determinada por el significado de pendant en dicha frase, sino por una opción, una elección, y
una decisión, del sujeto en relación a ese significante, decisión imprevisible por relación a una
significación a priori, tan exterior al sujeto como las de las demás "frases hechas" proporcionadas por la
cultura. Con los otros ejemplos en los que se mostraba tan pródigo el caso de nuestra Cäcilie M., que nos
abren los ojos sobre los demás, constatamos que sólo el puro significante, es decir llevado a su extrema
literalidad, se revela capaz de representar algo de la particularidad de ese sujeto por otro lado "puntual y
evanescente", como solemos decir, puesto que le deja entera, de una manera no obstante difícil de precisar
sin meterse en camisa de once varas, la posibilidad, esto es, la responsabilidad, de la elección del
significado.

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