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Tipos de conciencia (su multiplicidad)

El abordaje que realiza Hellinger de la conciencia, se centra principalmente en el


fenómeno vital. Es decir, que las comprensiones que manifiesta, se encuadran en
una perspectiva, que analiza la conciencia, como uno de los principales recursos
para garantizar la sobrevivencia. Desde este punto de partida bá sico y estructural,
desarrolla las mú ltiples consecuencias que conlleva un enfoque de estas
características, haciendo hincapié, en diferentes aspectos del comportamiento de
los individuos, y los grupos que éstos componen.
En forma sintética podemos asignar dos sentidos al término “conciencia”, para esto
nos resulta pedagó gica la lengua materna de Hellinger que utiliza dos términos
diferentes para referir al concepto de conciencia, en cada caso destacando
cualidades muy diferentes:
a) Bewusstsein: Refiere al estado de consciencia, ser/estar consciente. En otras
palabras es la cualidad de tener un reconocimiento de algo, sea exterior o interior
al yo. La “s” que introducimos (consciencia), deviene del latín conscientia. A su vez
este nivel de la conciencia implica distintos aspectos, por un lado el aspecto 1)
gnoseológico-epistemológico, por otro el 2) psicológico, y finalmente uno 3)
metafísico de la conciencia.
1) Esto implica que la conciencia es sujeto de conocimiento, es decir que puede
relacionarse y diferenciarse del afuera (objetos). 2) La conciencia es la percepció n
del yo por sí mismo (auto-conciencia o apercepció n). 3) Se trata de una realidad
que se supone previa a toda esfera psicoló gica y gnoseoló gica. Estos tres aspectos
tienen en comú n el cará cter unificado y unificante de la conciencia.
b) Gewissen: Esta es una instancia que no es cognitiva, y se expresa a través de
sentimientos bá sicos como el bienestar y malestar, a ésta la denomina conciencia
sentida. En otras palabras, tener conciencia tranquila, implica bienestar, mientras
que la intranquilidad de la conciencia, genera malestar. Este movimiento, es
independiente del tipo de contenido, ya que refiere a una cualidad psíquica, por
eso Hellinger se resiste a denominarla conciencia moral, ya que limita sus
características. Para el autor, este atributo de la conciencia, a lo largo de la historia
fue el impulso normativo de la sociedad, que exige a los individuos actuar de cierta
forma. Este aspecto de la conciencia, es relativa a cada grupo, y es lo que vincula y
ata a los individuos a su sistema familiar.
Cuando nos comportamos segú n los valores de la familia, nuestra pertenencia a la
familia está asegurada y tenemos la conciencia tranquila (buena conciencia.
Cuando actuamos contra los valores de la familia, sentimos el peligro de perder la
pertenencia y nos sentimos intranquilos (mala conciencia). La conciencia
(Gewissen) en este sentido es como un ó rgano que nos ayuda a encontrar el
equilibrio ajustando nuestro comportamiento. Esta conciencia está al servicio de
nuestra supervivencia. Porque nos asegura la pertenencia. El ser humano recién
nacido no puede vivir solo como muchos animales animales.
Desde la perspectiva sistémica de la subjetividad, y por lo tanto de la conciencia,
cuando nacemos, pertenecemos a un determinado sistema de relaciones. El
mismo, se va complejizando y expandiéndose a lo largo de la vida, posibilitando la
supervivencia y el desarrollo. Así, los dos atributos de la conciencia (Bewusstsein y
Gewissen), se combinan y entrecruzan en mú ltiples formas, dando lugar a
incontables creaciones.
De este modo, podemos observar, có mo las mú ltiples culturas en diferentes
contextos, gestionaron diversos contenidos y formatos relacionales, para poder
sostenerse en la vida, a lo largo de la historia. Má s allá de las variadas formas que
cada cultura encontró y creó en su despliegue, la fidelidad al grupo es un aspecto
que todas comparten. En ese fenó meno fue donde Hellinger profundizó , ya que, al
reconocer la naturaleza del mismo, es posible comprender una dimensió n
sustancial de có mo nos desenvolvemos intersubjetivamente. Algo que destaca el
autor, es que la conciencia sentida, es previa a la cognitiva en el desarrollo vital. Un
niñ o, aunque no tenga la “consciencia de sí” desarrollada, sí puede sentir bienestar
y malestar sin dificultades. Esto que adquirimos tan rá pidamente, al ir
complejizá ndonos, va refiná ndose en su manifestació n, aunque la estructura es
siempre la misma. Volvemos a encontrar un diseñ o fractal, ya que la multiplicidad
y diferencia se retroalimentan, en esa organizació n moviente de la conciencia. Es
por eso, que concibe esta dimensió n de la conciencia como arcaica, garantizando la
pertenencia al clan.
La conciencia sentida resulta clave para reflexionar sobre el comportamiento
del sujeto a nivel social, la presió n que ejerce el malestar y el bienestar, en esta
dimensió n de la conciencia es fundamental, ya que en base a esa influencia, la
propia percepció n de los acontecimientos resulta modificada. En muchos casos,
fundamentos y construcciones conceptuales muy complejas a nivel cognitivo,
responden a la necesidad que tiene el individuo de lograr bienestar o alejarse del
malestar, el cual se relativiza segú n su contexto, dependiendo de las demandas de
cada grupo de pertenencia. Así es que, en la mayoría de los casos, nos
comportamos segú n los valores de la familia, o de los grupos que componemos.
Esto no refiere a una cuestió n moral en sí, sino que, al comportarnos de esta
manera, por un lado, nos protegemos ante cualquier sanció n del grupo, y por otro,
nos permite sentirnos tranquilos hacia nuestra propia interioridad. Cuando
actuamos en contra de los valores de nuestro grupo de pertenencia (cualquier sea
éste, desde filá ntropos, criminales, sectas, grupos religiosos, etc.) sentimos un gran
malestar, y en muchos casos, se vivencia como una experiencia de estar
completamente expuestos y vulnerables.
Esta conciencia (Gewissen) regula nuestro comportamiento en las relaciones
cotidianas asegurando tres condiciones: la pertenencia, el equilibrio entre dar y
tomar y las reglas. Bert Hellinger la llama “personal” porque la podemos sentir
personalmente. Es decir: podemos tomar conciencia al tomar conocimiento sobre
ella, reconocer los efectos de nuestro comportamiento y el de los demá s y hacernos
responsables de nuestros actos.
La hipó tesis de Hellinger, en relació n a la dimensió n sensible de la conciencia,
refiere a una ancestralidad relacional. Hasta no hace mucho tiempo en la historia
humana, y prá cticamente durante todo su desarrollo como especie,
la pertenencia a los grupos era vital para sobrevivir, tanto en su protecció n ante
depredadores (u otros grupos), como la propia posibilidad de procreació n. Es
sabido que el homo-sapiens sobrevivió gran parte de su existencia en pequeñ os
grupos nó madas. En ese contexto, la importancia de la pertenencia al grupo se
destaca por sí misma. Los grandes grupos, de má s de cien individuos y hasta
ciudades muy pobladas, fueron posibles en forma muy posterior, gracias al
sedentarismo que originó la agricultura y cría de animales. Pero en los tiempos de
nuestra especie, esto es algo relativamente nuevo. En los 350000 añ os de
existencia del homo sapiens, el sedentarismo apareció aproximadamente en los
ú ltimos 10000 añ os, lo cual representa, apenas el 0.03 % de su historia.
En muchas culturas antiguas, pueden observarse, diversas resonancias con
estos aspectos arcaicos del comportamiento humano. Má s allá de que las mismas
contaban con una gran complejidad social, y un desarrollo cultural muy elaborado,
la matriz originaria vincular, individuo-grupo, se expresa en diversas normas
sociales. La má s representativa, era aquella que declaraba que ante la infracció n de
ciertas leyes, exponía a los culpables a dos destinos bien marcados, como le eran la
muerte o el destierro.
En otras palabras, dejar de pertenecer al grupo, equivalía a morir o incluso,
resultaba algo mucho má s grave. El trasfondo relacional de la subjetividad es tan
poderoso, que incluso la muerte del individuo, puede sentirse como una amenaza
menor que la perdida de contacto con su comunidad. Este vínculo configura y da
sentido al sujeto, a tal punto, que aunque la vida se conserve (como sucede con el
destierro), pierde una cualidad fundamental, su pertenencia al grupo configurado.
Ahora bien, esta conciencia tiene un aspecto evidentemente instintivo, ya que
se encuentra al servicio de establecer un vínculo indisoluble con el propio grupo.
Es decir que en ese campo, la conciencia reacciona a todo cuanto beneficie o ponga
en peligro la relació n. Hellinger afirma que sentirse perteneciente o inocente,
es uno de los sentimientos má s bellos y atractivos para el ser humano. Tal es así,
que esto mismo, también puede ser muy peligroso, ya que la cercanía y seguridad
también generan un gran miedo en relació n al rechazo. Dejar de pertenecer, se
percibe como un gran temor, y esto puede originar conductas muy peligrosas, por
el simple afá n de garantizar la pertenencia. En otras palabras, donde la conciencia
vincula, también pone límites, gestionando un doble movimiento, incluyendo y
excluyendo.

“Es similar a lo que ocurre con el sentido de equilibrio: ni bien


nos apartamos del equilibrio, sentimos un mareo, y ese mareo
nos impulsa a corregir nuestra postura de inmediato para
volver a lograr el equilibrio y la estabilidad. La conciencia
personal actúa de manera similar” (Bert Hellinger)

De esta forma, en las relaciones intersubjetivas, la conciencia representa este


ó rgano de equilibrio a través de sensaciones de bienestar y malestar, las cuales,
nos guían para lograr la pertenencia. La conciencia no nos dicta ningú n tipo de
contenido. No es un saber acerca de lo que hay que hacer, sino acerca de un estado
y de una sensació n. Esta funció n sensitiva de la conciencia, en su aparente
simpleza, genera una abundante multiplicidad, y para el autor, permite
comprender parte de la estructura del comportamiento humano.
Esta característica tan especial de la conciencia, posibilita que los contenidos
bajo los cuales se ejecuta el influjo de obediencia, sea completamente relativo,
siendo así una base mutable y polifacética. Es decir, que este punto de partida
simple y sensible, es causa a su vez, de una diversidad inconmensurable de normas
y reglas. Debido a este aná lisis, Hellinger crítica duramente, aquellos principios
morales que se erigen como absolutos, desde una cultura particular, y no reconoce
otros valores. El bienestar o malestar, la culpa o la inocencia, no son referidos a lo
bueno o malo, sino a lo que un grupo determinado establece como valor. Así, esta
conciencia sensitiva se modifica, dependiendo con quién nos relacionamos,
gestionando nuevos patrones de conducta. Superar esos límites que establece la
conciencia sensible, tiene consecuencias hacia nuestra vida individual. Es por eso
que en forma masiva, observamos la escasa minoría de sujetos, que pueden
diferenciarse de sus grupos de origen y generar otros valores. Aquello que suele
ser mucho má s comú n, debido a esta estructura arcaica, es la repetición y la
obediencia.

Los órdenes del Amor


Si bien nuestra cultura actual tiene como foco la individualidad, en el desarrollo
vital del ser humano es el grupo, o los mú ltiples grupos a los cuales pertenecemos,
que perfilan el desarrollo del individuo. Siempre pertenecemos a un determinado
sistema de relaciones, primariamente la familia, y a partir de allí nos vamos
expandiendo a otros grupos (desde la escuela, amigos, clase social, religió n,
nacionalidad, etc.).
Cada sistema tiene su forma de regularse y funcionar, a esto Bert Hellinger lo llama
Órdenes, respetar a los mismos nos permite vivir en sintonía con los miembros
del sistema. En el devenir de nuestra vida, primeramente estamos relacionados a la
familia de origen, en ese nivel, mucho antes que seamos conscientes de nosotros
mismos, nos adaptamos para pertenecer a ese grupo, en un nivel de la sensibilidad
y emocionalidad muy primario. Debido a esta dependencia para la supervivencia
que implica la familia, es allí, donde operan con má s fuerza los ó rdenes, respetarlos
implica que el amor fluya, por eso Bert Hellinger los denomina Los Órdenes del
Amor. Esta vinculació n con nuestro sistema familiar, tiene un gran poder sobre
nosotros, a un nivel inconsciente, independientemente que en la vida adulta nos
diferenciemos radicalmente de ese origen, por eso resulta fundamental diferenciar
esos distintos niveles de vinculació n.

Conciencia sensible (Gewissen) al servicio del grupo


Con anterioridad desarrollamos ciertas características de esta dimensió n de la
conciencia humana, en referencia a ella, Hellinger destaca una serie de atributos
específicos, que articulan el comportamiento intersubjetivo de una manera
efectiva. Así, establece tres necesidades elementales para lograr una relació n: a)
La vinculación, b) el equilibro entre dar y tomar, y finalmente c) normas y
reglas. En relació n a la vinculació n, la conciencia hace sentir culpa, como miedo de
sufrir una expulsió n, y la inocencia como cercanía o cobijo. Desde la conciencia
personal, la pertenencia se gana una y otra vez segú n la conducta, nunca es
definitiva.

a) Como la necesidad de vinculación en los niñ os es mayor, la presió n se ejerce


con má s fuerza, debido a eso, ellos se vuelven mucho má s permeables a la normas
del grupo. En este nivel, la vinculació n al grupo de origen, tiene prioridad
ante cualquier otra razó n o moral. A partir de esta necesidad, surge el amor como
sentimiento primario hacia el grupo, y es fundamento de la individualidad. No
importa de qué manera y en qué circunstancias se haya criado. No importa có mo
fueron los padres. Este vínculo tiene un poder enorme, porque por ese amor el
hijo es capaz hasta de sacrificar su vida.

“Tener la conciencia tranquila significa: «Estoy seguro de


que puedo formar parte». El deseo de pertenencia, de este
tipo de inocencia, es el móvil principal de nuestro actuar a un
nivel profundamente humano” (Bert Hellinger)
Cuando dentro de un grupo alguien gana poder, éste vínculo se afloja, y con él, la
conciencia es má s flexible, mientras que los individuos que son má s débiles, en esa
estructura, realizan mayor esfuerzo, y son má s fieles. Su desinterés hacia ellos
mismos, es reflejo de su dependencia hacia el grupo, para lograr la supervivencia
(como sucede con los niñ os). Debido a esto, en muchas ocasiones los fuertes se
aprovechan de los má s débiles.

“En una empresa son los trabajadores sencillos, en un ejército,


los soldados comunes, y en la Iglesia, el pueblo fiel. Para el bien
de los fuertes del grupo actúan a conciencia, arriesgando su
salud, su inocencia, su felicidad y su vida, aun si los fuertes se
aprovechan de ellos sin ningún tipo de escrúpulos, para
aquello que ellos llaman los fines superiores” (Bert Hellinger

La presió n de la vinculació n es abrumadora, a tal punto que en muchas ocasiones,


no se tiene en cuenta si la creencia que se sigue, y el actuar que se ejecuta,
parezcan ridículos o desagradables bajo otros puntos de vista. Es por eso que, en
un contexto ampliado, guiarse ú nicamente por este atributo de la conciencia,
resulta sumamente limitado para discernir entre lo bueno o lo malo.
En resumen, la vinculació n implica necesidad de pertenencia, la sensació n de
inocencia aquí só lo significa: estoy seguro de tener el permiso para pertenecer, y la
sensació n de culpa, simplemente es: debo temer a que he perdido mi derecho a
pertenecer.
b) En el á mbito del equilibrio entre dar y tomar, la culpa aparece como
obligació n, ya que al recibir algo necesito compensarlo. Así, se puede sentir la
inocencia y libertad al cumplir con cualquier obligació n. Hellinger habla de dar y
tomar, en lugar de dar y recibir, debido a que tomar, a diferencia de recibir, implica
una acció n. Desde esta perspectiva, tanto cuando tomo algo del otro, o cuando lo
doy, este atributo de la conciencia sensible nos guía para compensar ese
movimiento. Incluso, la libertad de obligació n se vuelve má s laxa, cuando se da má s
de lo que se está obligado, generando en muchas ocasiones, el sentimiento de
inocencia como derecho de reivindicació n dentro del grupo. Quien excede los
límites de sus obligaciones en relació n al grupo, al hacer má s de lo que se le
pide, genera mayor posibilidad de reclamar una compensació n hacia los otros
integrantes, es decir que en este contexto, se contrabalancea la obligació n con
un aumento de los derechos. De esta manera, el sujeto-sistémico regula el
intercambio en el seno de las relaciones que establece.
Ahora bien, hay que diferenciar distintos tipos de intercambio, en una pareja es
diferente al intercambio entre padres/madres e hijos/as. Una pareja tiene la
necesidad de compensar lo que ha tomado y dar a su pareja de la misma manera.
Pero en la relació n entre padres/madres e hijos/as no se puede lograr el equilibrio,
pues, los padres dan (la vida) y los hijos la toman. Los hijos/as nunca pueden dar a
los padres/madres en la medida de lo que ellos recibieron. Porque el equilibrio
tiene que ver también con el tiempo y el orden respeta una jerarquía: Aquellos que
vinieron antes, dan a aquellos que vienen después.
c) Todas las relaciones se desarrollan bajo determinadas normas, reglas, rituales,
creencias y tabú es que tienen valor para todos los miembros de ese sistema. De
esta manera una relació n se estructura bajo un sistema regido por normas y
reglas. Estas normas son conocidas y visibles, pero detrá s de estos actú an unos
ó rdenes invisibles, que ya está n anticipadamente allí, y que no son negociables.
En la conciencia se manifiesta en culpa, como infracció n y miedo frente a un
castigo, la inocencia o bienestar aquí aparece como lealtad. Debido a esta
diná mica, el sujeto es proclive a la influencia externa, que provoca el temor a
recibir una reprimenda, como así también, la satisfacció n que habilita el cumplir
con las normas establecidas por el grupo, permitiéndole al individuo una sensació n
de bienestar. Cada grupo posee normas diferentes, como así también cada sujeto
pertenece a diversos grupos simultá neamente, los cuales siguen preceptos
específicos, al punto que en muchos casos, es imposible sostener la pertenencia a
grupos distintos debido a que estas reglas se contradicen entre sí.
De esta manera podemos afirmar que: hay tres necesidades elementales que son
indispensables para que una relació n se logre, y la conciencia está al servicio de
las tres. Una relació n tiene éxito solamente si estas tres condiciones está n siendo
observadas simultá neamente:
No hay vinculación sin equilibrio entre dar y tomar y sin reglas.
No hay equilibrio sin vinculación y reglas.
No hay reglas sin vinculación y equilibrio.

A modo de resumen:
La conciencia personal es consciente (la sentimos) y tiene tres objetivos:
1. La vinculació n a nuestro sistema de origen
2. El equilibrio entre dar y tomar
3. El Orden que nos permite vivir juntos.

Có mo “indicador” del equilibrio podemos experimentar la conciencia de distinta


manera:
Conciencia y vinculación
La conciencia se muestra con respecto a la vinculació n y hace sentir:
La culpa como miedo de sufrir una expulsió n
La inocencia como cobijo o cercanía.

Conciencia y equilibrio
La conciencia se muestra con respecto al equilibrio y hace sentir:
La culpa como obligació n
La inocencia como libertad de cualquier obligació n

Conciencia y normas y reglas


La conciencia se muestra con respecto a las normas y hace sentir:
La culpa como infracció n y como miedo al castigo
La inocencia como lealtad a la conciencia

Pero aquí aparece un problema central, ya que la mayoría de las veces, esas tres
necesidades no pueden cumplirse a la vez. En ciertas situaciones, las tres
necesidades entran en franca contradicción, ya que el vínculo nos exige algo
que las reglas o el equilibrio censura, o viceversa. Esto genera muchos conflictos en
los individuos, así, el malestar siempre intenta superarse. Pero ademá s de esto, en
cada grupo, la vinculación, el equilibrio y las reglas son diferentes. Con lo
cual, esta tríada, que en sí misma genera contradicciones debido a la diná mica
relacional, multiplica su complejidad al expandirse a otros grupos. En el contexto
intersubjetivo, podemos afirmar, sin forzar los conceptos, que personas
proveniente de grupos diferentes tienen conciencias distintas. A su vez, cada
sujeto, está en contacto con distintas conciencias, dependiendo de los grupos a los
cuales pertenece.

“Si el entorno cambia, la conciencia, para protegernos, cambia


de color como un camaleón. Por eso tenemos otra conciencia
con la madre, y otra con el padre, otra en la familia, otra en
la Iglesia y otra con los amigos. Lo que sirve en un sistema
puede perjudicar al otro […] Así, quizás, por un mismo acto
nos encontramos ante muchos jueces, y mientras uno nos
condena, otro nos absuelve” (Bert Hellinger)

La conciencia personal (consciente) y la conciencia familiar


(inconsciente)
Uno de los principales hallazgos de la filosofía de Hellinger es la hipó tesis de una
conciencia de clan (familiar) que es arcaica, previa a la conciencia personal.

“De las dos conciencias, evidentemente la conciencia colectiva


inconsciente es la original, la arcaica. Surgió, por así decirlo,
antes que el individuo pudiera diferenciarse y seguir una
conciencia personal. Es la conciencia de un grupo” (Bert
Hellinger)

Este nivel colectivo, establece un punto de contacto directo entre ser humano -
naturaleza, ya que nos une al resto de los animales del planeta, principalmente a
aquellos que viven en pequeñ os y grandes grupos. Por milenios el homo-sapiens
fue nó mada en pequeñ os grupos. Resulta evidente que la pertenencia a ellos era
vital, ya que sin grandes recursos físicos y de nú mero, el ser humano, para
sobrevivir, dependió siempre de la organizació n. En comparació n al
sedentarismo, el nomadismo, duró cientos de miles de añ os má s.
Paradó jicamente, esta forma de sobrevivir, que fue exponencialmente má s extensa,
no dejó muchos rastros, de hecho, una de las revoluciones má s importantes de las
culturas humanas fue la capacidad de asentarse al dominar la agricultura y la
ganadería. Desde allí, la relació n con el mundo comenzó a modificarse
radicalmente.
Las reflexiones de Hellinger sobre la conciencia, permiten trazar un punto de
contacto entre los seres humanos de la actualidad y aquellos grupos nó madas que
vivieron en la infancia de nuestra especie. La estructura relacional es arcaica,
independientemente de la diversidad que cada contexto cultural y momento
histó rico proporciona a las subjetividades. Es por eso, que consideramos, que ese
punto de encuentro primitivo, posibilita problematizar con mayor claridad, la
gran complejidad que se encuentra implícita en la relació n sujeto-grupo, al
mismo tiempo que fundamenta la heterogeneidad de contenidos posibles, que se
establecen en la relació n con el mundo y los otros seres humanos.
Aunque sea conciencia grupal, se manifiesta a través de los individuos particulares,
pero no pertenece a ellos, má s bien, sucede lo contrario, los individuos
participan de ella. Esto puede representarse metafó ricamente, en el tipo de
participació n que tiene un pez particular que se encuentra inmerso en un
cardumen. Así, como la conciencia personal está al servicio de que el
individuo mantenga su pertenencia al grupo, esta conciencia colectiva vela
por todo el grupo en general, pero de una manera completamente distinta.
Aquí ya no se trata de sujetos sino del colectivo, con lo cual, el enfoque es
radicalmente diferente, por eso es una conciencia-sistema. Esto puede
generar, en situaciones extremas, que el individuo aislado resulte completamente
prescindible en relació n a todo el grupo. La conciencia familiar es inconsciente,
oculta, se mueve en el trasfondo y actú a como un sentido de orden y equilibrio
para todos los miembros de una red familiar.
Como sucede con la conciencia personal, la conciencia familiar, tiene una forma de
funcionar y regularse, y por lo tanto, posee mú ltiples formas de entrar en
desequilibrio y crisis. Es decir que, la conciencia colectiva, implica una estructura
de funcionamiento. El concepto clave que establece Hellinger, en relació n a esta
estructura de la conciencia familiar, lo denomina orden, aunque también puede
definirse como ley sistémica. Hablar de orden, no implica una dimensió n moral,
como antes sostuvimos, ya que esta conciencia colectiva es pre-moral, o más
bien a-moral, lo que intenta es que el sistema se mantenga completo, para así
poder seguir evolucionando y generando vida.

Leyes Sistémicas
Al desarrollar la estructura de la conciencia personal establecimos 3 principios:
Vinculació n-equilibrio entre dar y tomar- normas y reglas. En relació n a la
conciencia familiar Hellinger afirma: “Las mismas necesidades son válidas en
la conciencia colectiva inconsciente, pero de manera completamente
diferente; porque aquí no se trata de una persona sino de algo colectivo”.
Debido a que hay a) vinculación, es posible la pertenencia en el sistema, y
la conciencia familiar incluye a todos los que pertenecen. Esto compone el primer
principio, que puede definirse como un mixto, vinculación-pertenencia. En
ese nivel inconsciente no es posible excluir a ningú n miembro, ya que, en ese
espacio, cada miembro tiene el mismo derecho a pertenecer.
El segundo principio, es b) el equilibrio entre el dar y el tomar, posibilitando
una diná mica relacional que permite explicar esta interconexió n e influencia. A su
vez en el movimiento de retroalimentació n, se proyecta un tipo especial de
jerarquía, la cual se establece debido a una prioridad lograda de acuerdo al
tiempo. En palabras de Hellinger: “Esa conciencia impone un orden de
prioridad que de otra manera desconocemos, o por el cual hemos perdido el
sentido. Ese orden de prioridad es acuerdo al tiempo. Es decir, que los
miembros anteriores tienen prioridad ante aquellos que vienen después”.
Como sucede en la evolució n de la vida, todo lo que estuvo antes, da lugar y sentido
a lo que sucede después. Esto explica la preponderancia que tienen los
miembros anteriores respecto a los posteriores.
Un individuo está vivo gracias a su ascendencia, padres, abuelos, bisabuelos, etc.
Así, no existe reciprocidad equivalente entre lo que se da y se toma, el movimiento
de la vida es unidireccional, ya que los anteriores dan vida y no tienen
dependencia vital de ningú n tipo, con los individuos que descienden
posteriormente, y que son los que toman la vida. Cuando hay un excluido en una
generació n anterior, la conciencia familiar intenta hacerlo visible a través de un
miembro nuevo de la familia, de la misma manera que sucede con situaciones
reprimidas del pasado personal, las cuales emergen, en diferentes
comportamientos inconscientes del presente.
De este modo, la conciencia colectiva vela por la integridad del grupo,
restituyendo aquello que se haya perdido u olvidado en la historia,
independientemente del motivo, por el cual se generó la exclusió n. Con lo
descrito hasta aquí, podemos afirmar, que Hellinger define distintos tipos de
dinámicas relacionales a través del dar y tomar, que expresan diversas
cualidades, sustentadas en esta compensació n implícita de los sistemas humanos.
Con los ancestros, hay un desequilibrio natural, el cual da sentido a esa jerarquía,
ya que no hay forma de dar algo cualitativamente equivalente a la vida. Esto es
muy diferente entre pares, ya que en ese contexto, el equilibrio necesita de una
reciprocidad equitativa.
La ú ltima necesidad de esta conciencia, está referida c) al orden del sistema,
pero éste es de un tipo diferente al de la conciencia personal, que refiere a las
normas y reglas. En varios trayectos de su obra, Hellinger lo llama ley del número
completo, y también podemos nombrarla como integridad total. Esta
integridad se refleja en las leyes anteriores, en referencia a la pertenencia y la
jerarquía del sistema, donde la compensació n manifiesta el contacto de todos
los componentes, que forman parte del grupo, y que también puede definirse
como lealtad inconsciente. Como sucede en la naturaleza, nada puede estar aislado,
ya que todo tiene contacto entre sí, lo cual a su vez garantiza lo diverso y mutable.

“El Orden es la manera en que lo diverso confluye. Por tanto, se


caracteriza por la diversidad y la plenitud. Está en
intercambio, une lo disperso, recogiéndolo para la
realización. Por tanto, se caracteriza por el movimiento.
Conjura lo pasajero en una forma que promete continuidad.
Por tanto, se caracteriza por la permanencia. Pero al igual
que un árbol, antes de caer, libera el fruto que le
sobrevive, así también el orden se mueve con los tiempos.
Por tanto, se caracteriza por la renovación y el cambio”
(Bert Hellinger)
El trabajo con Constelaciones Familiares, sugiere que ese proceso de integració n,
posibilita que no se generen futuros conflictos, gestados desde este
movimiento inconsciente de compensació n sistémica. Para resumir, podemos
enumerar estos ó rdenes que fuimos describiendo, en la siguiente clasificació n:

a) El primer orden es la vinculació n, cada persona está vinculada a su sistema, es


decir que pertenece. En la conciencia familiar nadie pierde la pertenencia, aunque
muchos individuos desde su conciencia personal, excluyan miembros del sistema.
Ademá s la pertenencia al sistema, no acaba con la muerte, ya que en el
inconsciente familiar habita la memoria ancestral, generando una penetració n
muy profunda entre vida-muerte. Ya Freud anunció , que en el inconsciente, el
tiempo no es lineal como lo percibe la consciencia, en ese nivel colectivo pasado-
presente-futuro muchas veces se confunden.
b) El segundo orden es el equilibrio entre el dar y el tomar, donde subyace una
jerarquía. Allí existe un desequilibrio natural de los mayores, para con su
descendencia, ya que dieron algo que no es posible de devolver o equilibrar. La
vida genera así, una diferencia que es cualitativa. El sistema compensa
constantemente, aquello excluido a través de los posgénitos, debido a que el ser se
configura por el tiempo de permanencia en el sistema, lo que aparece primero
tiene prioridad.
c) Y por ú ltimo, la integridad total, la cual hace posible esta interconexió n trans-
espacial y trans-temporal, expresando un tipo de causalidad no local de todos los
miembros del sistema.

La Conciencia familiar trata de lograr tres metas:


1. Dar el mismo derecho a la pertenencia a cada miembro de la familia.
Nadie puede ni debe negarle su lugar a un miembro (hijos muertos o
abortados, parejas anteriores, miembros menospreciados). No distinguir
entre bueno y malo.
2. Darles el derecho a aquellos que no lo tuvieron en su tiempo. Esta
conciencia busca a un posgénito inocente que imita a aquella persona a
través de la identificació n. Pero ella no elige, no se da cuenta y no puede
defenderse, ya que esta imitació n ocurre bajo la presió n de la
compensació n.
3. Dar prioridad a los anteriores. El ser se califica por el tiempo de
permanencia en el sistema, quiere decir, que hay una jerarquía que respeta
el orden de llegada. El que aparece primero en un sistema tiene prioridad
respecto al que llega después.
La conciencia familiar se preocupa solo por los anteriores y sacrifica a los
posteriores. Pero la repetició n sucede sin éxito, no trae una solució n. Con la
conciencia personal actuamos muchas veces contra la conciencia familiar
(inconscientemente). Esto es la diná mica de todas las tragedias.

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