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De Luca, Luciana
Nunca vi una bruja / Luciana De Luca ; Francisco Cunha ;
ilustrado por Francisco Cunha.- 1a ed.- Ciudad Autónoma
de Buenos Aires : Periplo Ediciones, 2021.
40 p. : il. ; 22 x 16 cm.
ISBN 978-987-4975-42-3
ISBN: 9 7 8 - 9 8 7 - 4 9 7 5 - 4 2 - 3
¿Si alguna vez vi una bruja? No. Yo nunca vi
una bruja. Y eso que mi abuela vive lejos.
Donde se acaba la ciudad y empieza el campo.
Es un lugar lleno de sombras y recovecos tenebrosos.
Cuando voy a quedarme unos días con ella, me lleva
un tiempo acostumbrar los ojos a tanto horizonte.
¡El silencio puede ser muy ruidoso! ¿Brujas? No,
claro que no. De brujas, nada.
Detrás de la pequeña casita de mi abuela, que huele
a pan y a tierra recién regada, crece un bosque espeso,
espeso como la crema de un pastel hecho de noche
y estrellas. ¿Si en ese bosque hay alguna bruja? ¡Ni una!
Mi abuela no se parece a nadie que yo haya conocido.
Cuando cocina y la sopa humea en el caldero,
mete un cucharón enorme para probarla. Hace muecas,
piensa y dice: “A esta sopa le falta un ingrediente”.
Entonces, salimos al bosque a buscar eso que falta.
Y no nos cruzamos con ninguna bruja.
¡El bosque es infinito! Nos distraemos persiguiendo
bichos, jugando a adivinar el nombre de las flores,
juntando hojas. La abuela conoce las huellas de todos
los animales.
Sabe qué plantas curan el dolor de barriga, cómo
se usa la baba de los caracoles y cuándo se van a abrir
los pimpollos. Ve venir la lluvia mucho antes
de que caigan las gotas y puede aliviar los resfríos con
ungüentos mentolados. Yo, en cambio, no sé para
qué sirven las brujas porque todavía no vi ninguna.
En el bosque, el viento sopla secretos que se hamacan
en las ramas de los árboles. La abuela y yo juntamos
hongos que parecen casitas, paraguas y sombreros.
Ella los revisa y los va señalando con el dedo.
“¡No todos se pueden comer!”, nos explica
al perro, Flaco, y a mí. “¡Algunos son venenosos!”.
Entonces, solo juntamos los buenos y los guardamos
en las bolsas, para llevarlos a la casa.
Cuando oscurece —porque la oscuridad, aquí donde
vive la abuela, es tres veces más oscura que en la ciudad—,
usamos una linterna para encontrar el sendero que
nos lleva a la casa. Flaco corre adelante y nos marca
el camino con su nariz mojada y puntiaguda.
De las brujas, ni noticias.
Ya en la casita, cenamos la sopa con hongos. Nunca,
nunca había comido algo tan rico. Flaco y yo bostezamos:
¡el bosque nos dejó cansados! La abuela nos cuenta
historias de su infancia, de cuando tenía que cruzar
el río en un bote para ir a la escuela, y el mundo
le parecía un lugar enorme, interminable. En ninguno
de sus cuentos aparece una bruja.
Me gusta ir a la casa de la abuela. Algunas veces,
cuando estoy distraída, parece que las sillas y las cosas
se salen de sus lugares y se ponen a bailar en el aire.
Pero es apenas un parpadeo, algo que hace cosquillas
en la panza, en el pecho. ¿Serán cosas de brujas?
No creo. Hasta ahora no vi ni una.
Le pregunté a mi abuela si ella alguna vez había visto
una bruja. Se rio a carcajadas y me miró fijo, tan fijo
que casi se puso bizca. “¿Y vos?”, me preguntó.
“¿Alguna vez viste una?”.
¿Alguna vez viste una bruja? ¡Yo no! Por supuesto
que no. Ene-o, no. Inventé este test para aprender
a detectar, si es que por casualidad, a lo mejor,
sin querer, te llegas a cruzar con una bruja
en algún camino. Así podrás identificarla apenas
la veas. ¿Me avisarías?
2.
Encuentras una escoba tirada en el parque. No hay nadie
cerca, salvo una señora que toma sol en un banco...
y parece dormida. Te pones a barrer un poco las hojas
con la escoba y:
1.
En la puerta de una cabaña hay una señora muy viejita.
Te acercas, la saludas y le preguntas si podría darte
algo de comer. Ella, muy contenta, dice que sí.
Y ya en su cocina, te sirve un plato de:
3.
De la puerta de tu vecina sale un olor extraño.
Golpeas y la puerta se abre sola. Entras en puntas de pie
y en la cocina ves una olla humeante y un libro de pócimas
abierto. ¿Qué está preparando?:
4.
Un gato negro te sigue por la calle. Parece perdido.
Tiene una chapita con un número de teléfono en su
collar. Pides ayuda a tu familia para encontrar
a los dueños. Llaman al número, ¿y quién atiende?: