Está en la página 1de 4

Colombia, al ser un país tan biodiverso, es objeto de explotación por parte de mafias y

multinacionales que esperan apoderarse de nuestros recursos aprovechándose de la política tan


pobre que tenemos. Esta problemática no es solo de este siglo, en el que la modernidad nos
consume y nos invita a acabar con la vida del planeta para obtener productos innecesarios, sino
que viene incrementándose desde hace mucho más de lo que imaginamos, incluso antes de la
Revolución Industrial y del Capitalismo.

En tiempos precolombinos, nuestro continente era protegido por grupos étnicos y culturales que
estando muy lejos de la avaricia de los grandes imperios de los continentes ya descubiertos,
aceptaban la importancia de la naturaleza. Comprendían que la raza humana no era superior a
otras especies por su inteligencia; más bien, aprovechando sus capacidades, debía cuidar de su
hogar, pues dependía (y seguimos dependiendo) completamente de todo lo que nos pueda
ofrecer. Ateniendo a esta conciencia, orientaban sus prácticas religiosas y agrícolas a una armonía
con el medio ambiente, representado por diversos dioses a los que se respetaba, ante todo. En sus
rituales, el oro representaba al Sol y al poder que poseía la naturaleza, así que este estaba
reservado únicamente para la vestimenta de sus caciques, quienes se encontraban “iluminados”
por sus respectivas deidades. Sin embargo, ante un error de ubicación por parte de Colón, el
antropocentrismo egoísta con el planeta llegó de Europa a un continente prácticamente virgen.

Para las sociedades de entonces, el oro no era símbolo de luz o conexión espiritual, era distintivo
de poder. Quien tuviera más oro, tendría más poder, y con este, se ubicaría por encima de todos
sus semejantes y tendría un estilo de vida mucho más lujoso a costa del trabajo de otros. Pero con
“oro”, no solo me refiero a joyas, sino a moneda, pues en aquella época el dinero era fabricado
con oro, así que aprovecharon sus colonias americanas para extraer todo lo que necesitaran.
Llevar a Europa nuestros recursos naturales y agrícolas no era fácil; para ello, los hábitats
americanos se perdieron, ya que para conseguir madera o para llevarse cultivos, debían deforestar
áreas completas, generando un desequilibrio y pérdida de la biodiversidad. Dado los nuevos
mercados que vinieron con los productos exóticos, se necesitaba más oro para solventar la
demanda. Esclavizaron a los indígenas para obtener más mano de obra y extraer todo el oro al
menor tiempo posible. Como era de esperarse, ellos iban muriendo por las precarias condiciones a
las que los tenían sometidos, pero lo importante para España era que sus reyes tuvieran un juego
nuevo de joyas para marcar su estatus, y que el reino se hiciera con mucho más poder comercial a
partir del oro que iban acumulando. Este mineral adquirió relevancia a partir del estatus de
quienes lo usaban.

Tal vez uno pensaría erróneamente que ese antropocentrismo egoísta se quedó en la
Colonización, pero solamente ha venido evolucionando de una época a otra (llegando hasta
nuestros días). De la mano de los inventos de la Revolución industrial, el ser humano encontró
métodos más sofisticados, pero mucho más dañinos de destruir su hogar. Para la comodidad del
hombre, se crearon medios de transporte que funcionaban a partir de la combustión de minerales,
que emitían CO2 y favorecían a la contaminación del aire que él mismo respiraba; se optimizó la
producción sin tanta mano de obra, pero el combustible usado para estas máquinas era sacado de
la naturaleza de manera indiscriminada: la deforestación masiva para la madera, la explotación de
minas para el carbón y la contaminación de fuentes hídricas para el resto de productor minerales.
Tal vez uno pensaría erróneamente que ese antropocentrismo egoísta se quedó en la
Colonización, pero solamente ha venido evolucionando de una época a otra (llegando hasta
nuestros días). De la mano de los inventos de la Revolución industrial, el ser humano encontró
métodos más sofisticados, pero mucho más dañinos de destruir su hogar. Para la comodidad del
hombre, se crearon medios de transporte que funcionaban a partir de la combustión de minerales,
que emitían CO2 y favorecían a la contaminación del aire que él mismo respiraba; se optimizó la
producción sin tanta mano de obra, pero el combustible usado para estas máquinas era sacado de
la naturaleza de manera indiscriminada: la deforestación masiva para la madera, la explotación de
minas para el carbón y la contaminación de fuentes hídricas para el resto de productor minerales.

El oro era mucho más fácil de fundir con estos nuevos métodos de fundición, así que su presencia
fue cada vez más notoria. Con la llegada del capitalismo, se estableció que el precio del oro de un
país iba a determinar el valor de su moneda. A partir de esto, las empresas y las naciones estaban
dispuestas a pagar demasiado por varios lingotes de oro a los mineros con tal de ganar riquezas
económicas, así que la demanda de oro creció. Sin embargo, el mineral es muy difícil de encontrar,
por lo que no había mucha oferta y su precio subió.

Todo cambió cuando se dio la conocida Fiebre del Oro, desde 1848 hasta 1970, en donde
ciudadanos de todo el mundo emigraron de sus países para llegar a California y a Sudamérica,
pues se habían reportado minas de oro sin explotar y buscaban el dinero que se les podía ofrecer
por la venta del mineral. Pero, ¿por qué el oro seguía siendo tan preciado en el mercado industrial,
como para extender su “fiebre” hasta los años 70? Precisamente porque se descubrió que poseía
la propiedad de la conductividad eléctrica y térmica que era necesaria para la naciente industria
eléctrica en la primera mitad del siglo XX. Entonces, como las grandes potencias no podían
permitirse quedar atrás en el mercado de la tecnología, iniciaron políticas expansionistas en los
países del tercer mundo, y entre estos, Colombia. Esto debido a que, apenas a principio del siglo
XX, estas naciones empezaban su proceso de modernización de la mano de las potencias, y con tal
de tener el apoyo económico de una potencia, fueron capaces de permitir que las multinacionales
explotaran su territorio biodiverso, y, por ende, dañarlo.

El oro y el banano tienen tres cosas en común: son amarillos, se puede encontrar en Sudamérica y,
sobre todo, Colombia tiene una gran cantidad de ambos. Situándonos en el contexto de la
modernización, Colombia enfrentaba grandes problemas sociales que afectaban directamente la
economía, pues el poder se disputaba entre el partido liberal y conservador, lo que mantenía al
pueblo en conflictos y violencia. Para una potencia, introducirse en la economía de un país
inestable fue fácil, pues ofrecía ayuda monetaria a cambio del beneficio de hacer cualquier cosa
con el territorio y sus trabajadores. Durante esa época, se extrajeron minerales, y se explotaron
los recursos agrícolas como el famoso banano. Sin embargo, no usaban métodos amigables ni con
el ambiente, ni con los trabajadores. Uno pensaría que la esclavitud se quedó atrás después de La
Declaración de los Derechos del hombre, pero el capitalismo trajo consigo un nuevo modelo de
poder económico que las potencias anhelaban conseguir, tanto como para explotar trabajadores
cuyo único error fue nacer en un país que prioriza la economía sobre su población.

Tan deplorable era la situación, que, en Ciénaga, Magdalena, a principios de diciembre de 1928,
las autoridades colombianas llevaron a cabo una matanza a los trabajadores que buscaban
defender sus derechos vulnerados por la empresa United Fruit Company, que explotaba los
recursos agrícolas. A esto se le conoce como la Masacre de las Bananeras, pero además de eso, se
dio en Colombia la Fiebre del Caucho, en donde indígenas y trabajadores fueron explotados por
multinacionales con la intención de obtener el recurso, cuyo uso en la industria iba subiendo cada
vez más dada sus propiedades aislantes. Estos fueron los primeros indicios de explotación
industrial de la Amazonía colombiana.

Para la segunda mitad del siglo XX, Colombia se encontraba en una crisis política y social causada
por los nacientes grupos armados al margen de la ley que estaban en contra del manejo corrupto
del Estado. Sin embargo, esa protesta pronto se convirtió en un conflicto armado que se daba, más
que nada, en zonas rurales y agrarias. A raíz de esto, se dio una crisis en el sector y la mayoría de
campesinos emigró a las grandes urbes. Los que quedaron, se dedicaron al cultivo de marihuana
ilegal, pues habían nacido carteles que aprovecharon la política tan pobre del país para lucrarse
con negocios ilegales y estaban involucrados con las guerrillas, quienes les proporcionaban rutas a
cambio del dinero ganado. La demanda internacional era cada vez más grande porque había
grupos sociales (hippies) que profesaban una vida tranquila a partir del exceso de drogas. Las
mafias colombianas aprovecharon esto y comenzaron a exportar cada vez más mariguana, y esto
continúa hasta nuestros días.

Pronto se dieron cuenta de que el dinero negro producto del narcotráfico podría meterlos en
grandes problemas si eran descubiertos, así que optaron por comprar oro para justificar
legalmente aquel dinero, ya que el mineral en sí no es ilegal, y se puede transitar con él o viajar
con él reducido a joyas y accesorios. Los baúles de billetes enterrados traen problemas, pues el
papel se puede dañar con la humedad, pero el oro no, ya que es un mineral que no se oxida y es
resistente. Otros grupos delincuenciales han visto en el oro una oportunidad de ganancia
considerable, así que se han dedicado a su exportación en zonas que no son tan controladas por
las autoridades.

Estas personas, cegadas por su egoísmo, ponen por encima de la naturaleza a un dinero que, a la
larga, solo servirá para llevar una vida de excesos sin consideración por el prójimo, ni por su Casa
Común. No solo trafican oro, sino especies fáunicas cuya única desgracia es convivir en el mismo
planeta con bestias que no ven más allá de su propio beneficio, ni siquiera si este afecta su propio
hogar. En favor de nuestra comodidad, acabamos con océanos y ecosistemas completos; para
facilitarnos las comunicaciones por medio de celulares, tabletas y computadores, es necesaria la
propiedad conductora que posee el oro, y para que las empresas que producen estas máquinas en
masa, es mucho más barato adquirir el mineral de manera ilegal que con empresas establecidas.

El oro se encuentra mayormente en los sedimentos de los ríos, y Colombia es posee bastantes
fuentes hídricas, cosa que aprovechan las bandas ilegales para extraer el mineral usando
componentes tóxicos. Para separar el oro del sedimento, se usa mercurio, un compuesto que
termina en el mismo río, contaminando el agua limpia. Los organismos acuáticos se alimentan de
este y muchos mueren por los daños que causa en el sistema nervioso. Los animales que se llegan
a consumir a los peces contaminados (incluidos los humanos) podrían llegar a sufrir los mismos
efectos en el sistema nervioso, provocando la muerte, y, por ende, la pérdida de la biodiversidad.
Muchas veces, estos pescados llegan a la mesa de comunidades indígenas o personas de bajos
recursos, que, ante la falta de un buen servicio médico, podrían morir y en caso de las
comunidades, se perdería la diversidad cultural que tanto influye en el atractivo turístico del país.
Las familias de pescadores perderían su sustento diario, y morirían de igual manera ante la
exposición de los componentes tóxicos en el agua y el aire que se usan para la extracción del oro.
Además, cuando la reserva se encuentra en tierra, se necesita deforestar la zona entera para
acceder con la maquinaria necesaria, provocando la erosión del suelo y la pérdida del hábitat de
diferentes especies.

Los efectos de la extracción del oro son similares a los del crudo, y es comparable la importancia
que tienen en nuestra cotidianidad moderna, al ser necesarios en el funcionamiento de nuestros
vehículos y aparatos electrónicos ¿Realmente la comodidad del hombre, vale la destrucción de un
hogar?

También podría gustarte