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El pudor

Anacleto González Flores


(27 de octubre de 1918). La Palabra.

Hay una relación tan íntima, tan estrecha en el pudor y los destinos sociales de la mujer, que
suprimir el pudor es suprimir la mujer y suprimida la mujer es claro que el hogar, núcleo
fundamental de las sociedades, es imposible.

Hasta hoy, hay que contestarlo con dolor, han sido inútiles el sentido común, el pudor natural,
las enseñanzas de la prensa buena, las indicaciones de los sacerdotes, en fin, todo; las jóvenes
despreciando todo criterio que no es el de ellas y que no es muy bueno que digamos, siguen
en su afán de mostrar con un descaro que indigna lo que, por dignidad y por respeto, ya no
por virtud fuerte y acendrada, debería ocultarse.
Ahora la mujer, muy lejos de consultar las leyes del pudor para vestirse, consulta las
extravagancias y los caprichos de la moda y si estos son contra la decencia, contra la modestia,
no importa, la moda ha de triunfar y triunfa y aquí nos encontramos con una serie de mujeres
que porque no saben respetar su pudor o porque lo respetan muy poco, son y serán figurines
ridículos que van por las calles y plazas con ansias de llamar la atención con su semidesnudez,
son personas frívolas que nunca han entendido su misión, son todo menos mujeres, en el
sentido profundo y amplio que se le puede dar a esta palabra.
En efecto hay una relación tan íntima, tan estrecha en el pudor y los destinos sociales de la
mujer, que suprimir el pudor es suprimir la mujer y suprimida la mujer es claro que el hogar,
núcleo fundamental de las sociedades, es imposible.
Esto explica por qué una mujer es altamente, hondamente respetable cuando ella misma sabe
respetar y hacer respetar el pudor y esto explica por qué una mujer que pierde el respeto al
pudor, se hace escarnio de los malvados y objeto de desprecio para todos. Y es que el respeto
al pudor es la medida de lo que vale una mujer, y por esto la mujer que respeta su pudor vale
mucho y la mujer que no lo respeta no vale nada. No es difícil encontrar exagerada esta tesis,
sobre todo dado el rebajamiento del sentido moral que se padece ahora, dado que son muy
contadas las personas que no se han llegado a familiarizar con ciertas formas de inmoralidad y
dada lo superficial de la educación de la mujer en nuestros días; pero un análisis sereno e
imparcial nos hace ver con claridad meridiana que el pudor levanta a la mujer a alturas
inconmensurables y que la pérdida del pudor la hunde irremediablemente.
En los tiempos paganos, a pesar de la corrupción tan grande de las costumbres, se les profesaba
una veneración profunda, rayana en adoración, a las vestales, mujeres que consagraban su
virginidad a los dioses y vivían vida de castidad; entre tanto, la mujer degradada por la
disolución era un juguete y un instrumento de placer.
El Cristianismo, que es el sistema al que la mujer le debe su elevación social, enseña, y enseña
con mucha, con sobrada razón que la mujer es digna de todo nuestro respeto y de nuestro
amor; enseñó y enseña que el esposo debe ser para su esposa lo que Cristo para la Iglesia, pero
también enseñó y enseña aún que la pureza, el recato, la modestia de la mujer han de ser una
copia de esa mujer ideal y bendita que lleva el más dulce de todos los nombres: María.
Y aunque quizá sea atrevido nuestro pensamiento, nosotros creemos que el Cristianismo, para
realizar de hecho la elevación de la mujer, antes que todo, la hizo reconocer y respetar su
dignidad haciéndola un prodigio, una maravilla de pudor; y agregamos que aún cuando en
teoría se nos enseñe que la mujer es muy respetable y muy digna, sin embargo la experiencia
nos enseña que sin el pudor nada hay tan difícil como sentir veneración hacia la mujer. De
aquí que la cuestión del pudor es de capital importancia para la mujer y que de esto depende
el que vuelva a la abyección pagana y a ser el ludibrio de los hombres o que sepa permanecer
en el puesto noble y digno en que la colocó el Cristianismo.
No todo está perdido afortunadamente y en medio de tantas jóvenes frívolas y casquivanas que
todavía no quieren pertrecharse de la seriedad de la vida, hay algunas que saben respetar su
pudor y que, por lo mismo, saben ser mujeres. A estas les ha de caber la honda satisfacción de
iniciar una reforma en la moda en un sentido cristiano, a estas les corresponde salvar el honor
y la dignidad de la mujer.

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