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En este nuevo aniversario de Ilo como provincia, converso con cada uno
de mis paisanos ileños con los que hicimos lo que hoy es Ilo: Un gran
puerto y una ciudad donde vivimos fraternalmente.
Celebramos nuestro aniversario y el bicentenario de nuestra gran nación
en condiciones infaustas de dolor y muerte por la pandemia y el maltrato
de los políticos corruptos e ineptos. Ninguno de los dos podrá amilanarnos
o doblegarnos porque sabemos lo que valemos en la agricultura, en la
pesca, en la minería, en el trabajo, como los mejores, y estos son los
resultados: Ilo.
Ilo es la tierra del gran Nieto, de Jorge Fernández Maldonado, de Américo
Garibaldi, de Alberto Conde y de otros preclaros ileños que nos legaron
esta tierra bendita fundada en sus ciclos económicos: Las aceitunas, el
guano de Punta de Coles, las conservas de pescado de San Pedro en la
década del 30 y las de Episa en los años 50 y 60, el boom de la anchoveta
hasta hoy generoso, pero menguante, como todas las riquezas que hemos
tenido. Si, pero tenemos una tierra bendita por San Gerónimo y la Virgen
del Rosario, nuestra patrona que nos han premiado desde hace sesenta
años con la minería y la metalurgia del cobre.
Ahí estamos los ileños, nosotros, hombres de valer, el gran capital
humano de esta tierra generosa que codo a codo con la inversión
extranjera de la Southern Peru, apostó por Ilo, por sus hombres y mujeres
conocidos como los mejores para explotar el cobre que extraemos de las
entrañas de nuestro suelo y procesamos en la superficie generando valor
para el mundo. El potencial geológico de Moquegua es gigantesco pero las
inversiones mineras en el Perú son cada vez más difíciles, más duras y más
caras, tanto, que nuestros socios inversionistas pagan el 47% de sus
utilidades.
Desde hace mil años, nuestros ancestros Chiribaya nos contemplan y nos
alientan. Nos legaron sus reconocidos tejidos y su apreciada cerámica, y
como no podemos defraudarlos, sintámonos orgullosos de nuestro
pasado.
Somos una ciudad y uno de los puertos más jóvenes del Perú, en 1868 un
terremoto y luego un maremoto desapareció lo que fue el antiguo Ilo,
asolado junto con Arequipa, Moquegua, Tacna, Islay, Arica e Iquique. La
ciudad se refundó donde hoy vivimos ordenados y urbanizados por una
misión polaca enviada para su reconstrucción y la de Arica, por el
presidente de entonces José Balta y Montero.
Ya tenemos 153 años siendo exitosos, pero no podríamos haberlo hecho
solos, nos falta el gran capital, valioso, limpio y justo de nuestros aliados.
En estas nuevas grandes alianzas está Engie y afortunadamente también,
para beneficio de todas las partes, Anglo American Quellaveco.
Juntos hagamos un puerto eficiente de primer mundo, para que salgan
por ahora los commodities con espigones, rompeolas y grúas, donde
acoderen barcos que lleven nuestros productos al Asia-Pacifico, a través
de este mismo océano, y que en Hong Kong, Singapur y Tokio nos vean
con aprecio y nosotros mirarlos a ellos deseando emularlos.
Todo esto podemos lograrlo cuando nuestros desafíos y metas se
conviertan en realidades, cuando nos integremos como una sola patria y
con toda Sudamérica siendo Ilo el núcleo de esa cohesión y cuando
convivamos en paz en ambientes limpios que nos garanticen calidad de
vida para nuestros hijos. Un Ilo saludable que asegure que este progreso
nos traiga tecnología, cultura y sobre todo trabajo.
Ya estamos en la luz, la vemos. Ya no estamos en el túnel del tiempo
infame. Estamos frente al sol, el mar y la brisa marina sobre nuestras
arenas. Eso lo tienen pocos pueblos. Vamos a lograrlo compatriotas,
tenemos un gran pasado y un futuro prometedor. Estamos en un presente
expectante donde los políticos anacrónicos, ortodoxos del terror y el
comunismo quieren llevarnos al oscurantismo y las tinieblas de la historia,
de la economía y de la ignorancia ya superada en el mundo entero.
Ya estamos dentro el mundo de las inversiones, tan duras en el mundo
minero, compartiendo el éxito como ileños y peruanos junto con nuestros
aliados inversionistas. No podrán destruir el futuro de nuestro hijos y
nietos, ni los Castillo ni los Cerrón podrán negarnos nuestro gran futuro.
¡A ellos digámosles No! Nunca más Velascos ni Guzmanes, a ellos ya los
enterramos blandiendo la libertad y ofreciendo nuestras vidas.