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DERECHOS HUMANOS Y SUSTENTABILIDAD

EN EL MARCO DEL SISTEMA INTERAMERICANO *

MARÍA EMILSE ÜARCÍA

Abreviaturas:
CA: Convención Americana
CIJ : Corte Internacional de Justicia
CN: Constitución Nacional de la República Argentina
Cornisión IDH: Cornisión lnterarnericana de Derechos Humanos
Corte IDH : Corte lnteramericana de Derechos Humanos
Corte EDH o CEDH: Corte Europea de Derechos Humanos
DA: Declaración Americana
DU: Declaración Universal
PIDCyP: Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
PIDESyC: Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales
PNUMA : Progratna de Naciones Unidas para el Medio Ambiente
CNUMA : Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo

·' World still need sustainable d( Tt'loplnent. "


MA
. Uk lt T STRONG

l. I NTRODUCC IÓN

Hay coincidencia en que los impactos del desarrollo humano ~obre el


medio ambiente durante las últimas décadas son mayores que en cualquier
momento anterior de la hi storia humana. El extraordinario progreso cientí-
fico y tecnológico, el incremento de la industria y de la agricultura extensi-
va, la depredación de los recursos vivos, los cambio sociales, la explosión
demográfica y, en suma, el nuevo fenómeno de la globalización están ha-
ciendo estragos en nuestro medio ambiente.
Las repercusiones son tan alarmantes como numerosos los flancos de
ataque: el calentamiento global y los consiguientes cambios climáticos trans-
formarán zonas actualmente templadas en áridos desiertos y se inundarán
las zonas bajas del globo a consecuencia del deshielo de los glaciares; la
desertificación avanza a razón de 500.000 hectáreas por año; el agujero de

* Trabajo premiado en el " IV Concurso de Ensayos Ig nacio Wiñizky sobre Derecho Ambie ntal",
año 2004
2 10 LECC IO NES Y ENSAYOS

ozono upe ra ya e l norte de Río Gallegos . A todo e ll o podemos sumarle


lluvias ácidas~ destrucción de selvas tropical es y extinci ón de muchas es-

pectes.
E. te pa norama desale ntad o r es particularme nte preocupante e n los
paí es de nuestra reg ión, econó micame nte basados en un esqu e ma de ex-
portaci ón de tnate rias primas, donde la pobreza es una constante diaria que
atenta contra la protección de los recursos .
En co n sec u e nc ia~ el concepto de medi o ambiente res ulta muy limitado
para explicar estos nuevos fenómenos por varias razo nes . Entre ellas, por el
ampli o abanico de causas y consecue nc ias descriptas sólo parcialmente : no
se trata ya só lo de proteger nuestro medio ambiente natura l. Además, por-
que se reconoce la neces idad de una estrategia global de largo plazo, pues
la contaminac ión se expande espacial y temporalme nte.
Recogie ndo estas consideraciones es que recie nteme nte se ha empeza-
do a hablar de un "derecho de la suste ntabilidad" 1, que incorpora, además
de la c uesti ón ambiental, la soc ial y la económica.
En e ta s iste máti ca, e l pl anteo de l presente trabajo es lograr la más
amplia tutela para la suste ntabilidad a través de su reco nocimie nto como
derecho humano. En efecto, " los seres humanos con tituyen el centro de las
preocupaciones relacionadas con el desarrollo sostenible" 2 y tie nen la obli-
gac ión de protegerlo y mejorarl o para las generac iones presentes y futu-
ras 3. Luego de espec ificar las pautas que usare mos como inte rpretación, se
hará un racconto de los de rechos humanos reconoc idos por los instrume n-
tos internacionale. e n vigor, precisado a la luz de los princ ipi o y las nor-
mas que ri gen e l de recho ambiental, co mo un aporte para incorporar a·l sis-
tema interamericano de protecc ión de de recho humanos e l de rec ho a la sus-
tentabi lidad.

)J. UN PUNTO DE INTERSECCIÓN ENTRE EL DERECHO INTERNACIONAL


Y EL DERECHO AMB I ENTAL

1. En la concepc ión c lás ica del de recho internac ional , donde los úni-
cos suj etos era n los Estados, e l s iste ma e ra netame nte de coordinac ión y la
regla, la no inj e re nc ia en los asuntos inte rnos. Bajo ésta quedaban compren-

1 C fr.
W ALS H (2000): L ó PEZ (2000).
~ Prin c i pio 1 de la Declaración de Río (en adelante. también .. de Río") sobre el M edio Ambiente
y el Desarrollo. CNU MAD. 1992 .
-' Principio 1 d~ la Deddra~i 6 n de Estocolmo sobre el M edi o Hu man o (en adelante. tambi~n "de
Estocolmo" ). 1'172 .
MARÍA EMILSE GARCÍA 211

didas las cuestiones ambientales: los recursos naturales y el ambiente eran


unidades que no trascendían las divi siones políticas de los Estados. La úni-
ca regla era la responsabilidad internacional por daños ecológicos causados
a otro, Estados, ya que no había una norma general que prohibiera los da-
ño al medio ambiente, sino que la protección estaba di persa en diversos
instrumentos sectarios 4. En efecto, en numerosos casos por daños trans-
fronterizos, la CIJ sólo hizo referenc ia a la cuestión ambiental de manera
tangencial 5.
2. Con la evoluc ión del derecho internacional y el consiguiente reco-
nocin1iento de nuevos sujetos aparece e l individuo, no ya representado por
e l Estado de su nacionalidad, sino como destinatario directo de derechos y
ob li gac iones atribuidas por aquel orde nami ento. Aunque dicha capacidad es
aún acotada, es en e l plano de la protección internacional de los derechos
humanos donde e l reconocimiento de la subjetividad del individuo ha dado
los pasos más firmes.
En efecto, y aunque la primera piedra fue asentada por las Naciones
Unida , fueron los istemas regionales europeo y posteriormente interame-
ricano donde los progresos se vieron más rápidamente especialmente en
lo que a eficac ia se refiere y donde la ampliación de l reconocimiento de
su legitimación activa tiene un latir constante 6.
3. No fue sino hasta mediados de l siglo XX que empezó a desarrollar-
se una conciencia mundial de protección g lobal de l ambiente, al compren-
der e la íntima interdependencia de los ecos istemas. En efecto, el primer hito
en la materia (que marcó e l nacimiento del derecho internacional ambiental
como tal) puede fijarse en la Primera Conferencia de Naciones Unidas so-
bre el Med io Ambiente ( 1972), entre cuyos resu1tados más importantes se
encue ntra la Dec laració n de Principios d e Estocolmo y la creación del
PNUMA.
Ya receptado el principio de la inte rdependencia espacial , el segundo
hito puede encontrarse en el reconoc imiento de la interdependencia tem-
poral. En 1983 se publica el informe "Nuestro Futuro Común" (Comisión
Nacional de Medi o Ambiente y Desarrollo), que significó un cambio nota-
ble en la cosmov isión ambiental, al definir el concepto de desarrollo su s-

~ R EY CARO ( 1998 ). Podemos fijar como punto de partida de esta protección el Convenio de París
para la Protección de los Pájaros Útiles para la Agricultura ( 1902).
5 Cfr. SAB IA OE B ARBER IS (2000).
ó Ver por caso los progre os recogidos en el Protoco lo XI del Convenio Europeo sobre Derechos
Hu manos y en l os nuevos reglamentos de la Comisión y de la Corte Interameri<.:anas en cuanto a la
partidpación de las víctimas.
2 12 LECCIONES Y ENSAYOS

tentable 7, el cual fue definiti vamente incorporado en la Declaració n de Río


( 1992) .
4. La intersecció n del derecho internacional de los derec hos humanos
y de l derecho internac ional ambiental di o lugar a la fo rmul ac ión de l ll ama-
do "derecho humano al ambiente", de reciente reconocimiento, cuyo titular,
a l igual que el derecho a la paz y al desarroll o, sería la humanidad. De todas
manera , y aunque la formulación del derecho humano a l ambiente como
un derecho autóno mo es inc ipiente, e l camino hac ia su exigibilidad (preocu-
pac ión natal de todo sistema de protección) puede buscarse a través de una
interpretación, en e l marco de los princ ipios ambi entales, de los derechos
ya reconoc idos en los instrumentos vigentes, habida cuenta de la progre-
sividad y complementariedad que los caracterizan.

IJI. Los PRINCIPIOS AMB I ENTALES Y SU VALOR V INCULANTE

Del derecho in tern ac io nal ambienta l pode mos recoger una seri e de
principios cuya vigenc ia e tá ya fuera de toda duda.
l . Probab le mente el mejor arraigado sea e l princ ipio de que los Esta-
do tienen el derec ho de di sponer 1ibre mente de su s rec ursos naturales,
aunque co n la limitac ió n de cau sar un perju ic io a l medi o ambi ente de
otro Estado, afirmado por p rimera vez en e l asunto del Estrecho de Corfú
de 1949 8. E n su mínima interpretac ión s igni f ica que el derecho de los Es-
tado obre sus recursos naturales no es ilimitado. E n su m áx ima aplicación
conf iere una base para llevar a cabo acciones legales y establecer respo nsa-
bilidades por daño o perjuic io al medi o ambi ente. E l apoyo d ado a este prin-
cipio, recog ido en e l numeral 2 1 de la Declarac ión de Estoco lmo por la co-
munidad internac ional durante los últimos 20 años (reafirmado e n e l Prin-
cipio 2 de Río), de n1uestra c la ramente que ha pasado a fo rmar parte del
derecho internac ional consuetud inari o 9 y es, por tanto, obli gatori o.
2. Un segundo princ ipi o rector de la materi a es e l princ ipi o precautorio.
Segú n éste, no puede aduc irse la falta de certeza c ientífica a bsoluta para pos-
tergar la adopc ió n de medida · eficaces en función de los costos para impe-
d ir la degradac ió n de l ambie nte (Principi o 15 de Río). ·
Actualmente se di cute s i éste tiene o no valor consuetudinario lO. En
materia convencional, ha sido recogido en vari os in trumento del siste ma

7 Definido como " un <..lcslrrollo que sati sfaga las nece idades del presente si n comprometer l a
capac idad de las futuras generac iones para a ti. faccr las propias".
x C IJ. Rente1'1. 1949 .
9 SAOIA OE 8 A RBERIS (2000): FR A N ZA (200 1), entre otros.
lll SAOI A DE B A ROERI. (20<X)).
; ;

MARIA EMILSE GARCIA 213

europeo (por ejemplo, en el Tratado de Maastricht de 1992 art. 130 R,


parágrafo 2 , en e l de Amste rdam de 1997 art. 174, al. 2 ) y en la C on-
vención sobre Cambio Climático (art. 3.3).
3. E n la jurisprudenc ia de la CIJ (opinión consultiva sobre la licitud de
la amenaza o e l empleo de las armas nucleares) se registra tambi én la pre-
ocupac ión por las generac iones futuras 11, concepto que ya había sido defi-
nido como "desarro llo su tentable".
S i bien su exacta formul ac ión como "desarro ll o que sati sfaga las nece-
idades del presente in comprometer la capacidad de las futuras generac io-
nes para sati sfacer las propias" se debe al Informe Brundtland 12, su noción
ya se perfilaba en el Principio 2 de E stocolmo y fue incorporada también e n
la Dec laración de Río (Principi os 3 y 4).
La relación entre el ambie nte y el desarroll o es innegable, puesto que
el desarro ll o no puede subsistir sobre una base de recursos dete ri orada
a1nbienta lmente y a su vez el medio natural no puede protegerse cuando
e l crec imie nto no tiene en cuenta los costos de la destrucción ambiental 13 .
Se opone, a su vez a un desarrollo cero (congelamiento de l crec imie nto
económico o demográfico) y, por sobre todo, a un desarrollo a cualquier
costo, qu e no tiene e n cuenta e l impacto que este tipo de crec imie nto
genera.
Su valor actual res ide e n definir la perspectiva general desde la cual
los princ ipios de buena ge tión de l ambiente deben er e nmarcados; como
pauta rectora, ha sido citada en casi todos los preámbulos de convenc iones,
declarac iones y resoluc iones en materi a ambi ental, lo cual indica que ex iste
una opinio j uris que, unida a la práctica, demuestra su consolidació n como
costumbre internacional 14.
4 . Otros princ ipios importantes que pueden menc ionarse son e l de co-
operación (menc ionado en numerosos documentos e instrumentos interna-
c io na les, e ntre e ll os, e l Ac ue rdo Marco sobre e l M edi o Ambi e nte de l
Mercosur capítulo III ); e l de responsabilidad común pero diferenciada
(el cua l significa que las responsabilidades deben ser compartidas po r todos
lo E tados pero diferenc iada de acuerdo con la partic ipació n de cada su-
jeto en la degradació n ambiental) y e l de contaminador pagado r.

11 CIJ , Recuil, 1996, p . 24 1/242, párr. 29.


~ ~ World Commi ssi on on Envi ron ment and D~ve l op me nt. " Our Co rnrnon Future" ( 1987). O xford
Univer ity Prcss. Nueva York .
'~ "Estrategia Nacional de De arrollo Sustentable". Di rección Nacional de Desarroll o Sustenta-
hle, en wH ·u·. m edioambi ente. go \-: o rldnds/est rat eg ia_nacionol/docwnen to. l lllll.
1-+ SAB IA DI:: B ARBERIS (2{X)0) .
2 14 L ECCIONES Y ENSAYOS

IV. P REC ISANDO PAUTAS DE INTERPRETAC IÓN

1. Para construir una pauta de interpretac ión vá lida para e l reconoc i-


miento de la n1 oderna formul ac ión de l derecho al medi o ambi ente, esto es,
el derecho a la suste ntabi 1idad, se debe to mar e n c ue nta, primerame nte, otras
fuentes del derecho intern ac ional. Por un lado, hemos visto que muc hos de
lo , principios e nunciados en e l acápite anterior se e rigen hoy como obliga-
tori os en virtud de u fu erza consuetudinaria . E ntre e ll os encontramos e l
Principio 2 1 de Estocolmo y e l concepto de desarro ll o sostenible, ya men-
cionados . Asimis mo, la interdependenc ia entre paz, desarro11o y protección
de l medi o ambi ente e encuentra ín sita en todos los instrumentos.
2. Po r otro lado, para referirnos a los diversos e lementos que de bemos
tomar e n cuenta a l mo mento de interpretar, e tomará la e nunciac ión que ha
hecho la Co mis ió n IDH 15, en el sentido de tene r en c ue nta: a) la Conven-
ción Ame ricana en su conjunto y en su re lac ión con otros instrumentos de l
sistema interame ricano; b) e l contex to del de recho inte rno; e incluimos e) e l
contexto actua l en e l cual la interpretac ión tiene lugar (Convención de Viena,
art. 3 1) .

l. El contexto actual
Esta pauta, afirmada desde la Conve nc ió n de Vie na (art. 3 1), ha sido
recogida por la Corte IDH en una de sus últimas opinio nes consultivas .
En efecto, en la O pinión Consulti va nro. 16, la Corte reconoc ió que a l
dar inte rpretac ió n a un tratado no só lo se toman en cuenta los acuerdos e ins-
trumentos formalme nte re lacionados con éste, sino también el siste ma de ntro
del cua l se inscribe, reca lcando que di c ha orie ntac ión es particul arme nte
importante para el derecho internacional de los derechos humanos : "tal inter-
pretación evo luti va es consecuente con las reg las generales de interpretac ión
de lo tratados consagradas en la Conve nc ió n de Viena de 1969. Tanto esta
Corte [ . .. ] co mo la Corte Europea [ .. . ], han seña lado que los tratados de
derechos humanos on instrumentos vivos, cuya interpretación tiene que acom-
pañar la evoluc ió n de los tiempos y la condic iones de v ida actuales" 16.
Esta inte rpretación ha sido reafirmada en lo. casos " Villagrán M ora-
les" 17 e n el cua l se prec isaron las medidas especia les de protecc ión hac ia

15 Comisión 1DH, l! ~f(Jnn e Anual / 993. Res. 30/93, Caso 1OR4, G uate rnala.
In Corte ID H, El Derec ho a la In fo rmació n sobre la As iste ncia Consular e n e l Marco de las
Garantías del Debido Proceso Legal. Opi nión Consulti va OC- 16/99 del 1°/ l 0/ 1999, Serie A. nro. 1(),
párr. 11 4.
17 Corte 1OH. "Vi llag rán Morales y otros v. G uatemala". se ntencia de l 19/ 11 1l lJ99. Serie C,
nro. 63.
~ ~

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los niños contenida en el art. 19 de la CADH con las particulares disposi-


ciones de la Convención de ]os Derechos del Niño , "Comunidad Sumo
Awas Tingi" 18 en el cual consideró que el derecho a la propiedad com-
prende, e ntre otros, los derechos de los miembros de las comunidades indí-
genas en el marco de la propiedad comunal y en la Opinión Consultiva
nro. 18/03 19, línea jurisprudencia] que debe ser tenida en cuenta por nues-
tros tribunales como pautas válidas de interpretación de los instrumentos vi-
gentes, de conformidad con lo sentado por la CSJN en el fallo "Giroldi" 2o.
En conclusión, tomando en cuenta estas pautas, debemos integrar los
actual es fenómenos ambientales a que hicimos referencia en la introducción
al universo de la protección de los derechos humanos a fin de lograr, a tra-
vés de las he rramientas jurídicas existentes, una efectiva protección.

2. La Convención Americana y otros instrumentos


De conformidad con lo di spuesto en la OC-1 /82 2 J, en el art. 29,
inc. B, segunda parte 22 de la CADH y en las excepciones preliminares del
caso '~Las Palmeras" 23, puede decirse que los órganos del s istema intera-
mericano son hábiles para interpretar los derechos consagrados en la Con-
vención Americana a la luz de otros instrumentos internacionales. En lo que
a este trabajo atañe, serán útiles las disposiciones de los convenios de
biodiversidad, desertificación y de cambio climático.
Asimi smo, en virtud del inc. d) del citado art. 29 tampoco puede ex-
cluirse el efecto que puedan tener la Declaración Americana y la Declara-

IX Corte ID H. .. Comunidad Awas Tingi v. Nicaragua", sentencia del ~ l /8/200 l .


IY Corte IDH . ·'Condi ción jurídica y derechos de los mi grantes ind ocutnentados". Opinión Con-
sulti va OC- 18/03 del 17 /9/200~ .
:!o En dicho fallo, se afirmó que ·' la jerarquía constitucional de la CA ha sido establecida por
voluntad expresa del constituyente 'en las condiciones de su vigencia', esto es, tal como la Convención
cit ada efecti vamente rige en el ámbito internacional y considerando particularmente su efectiva aplica-
ción j urisprudencia! por los tribunales internacionales co mpetentes para su interpretación y aplicación.
De ahí que la aludida jurisprudencia deba servir de guía para la interpretación de los preceptos conven -
cionales en la medida en que el Estado argentino reconoció la competencia de la Corte lntcramericana
para conocer en todos los casos relati vos a la inte rpre t a~ i ó n y apli cación de la CADH "'.
2 1 Corte IDH . ··otros tratad os ohjeto de la fun ción co nsulti va de la Corte (art. 64 Convención

Americana''). Opini ón Consulti va OC- 1/82 del 24/9/ 1982.


11 El art. 29 estab lece que .. Ninguna disposición de la presente Convención puede ser interpreta-
da en el sentido de ... b) Limitar el goce y ejercicio de cualquier derecho o libertad que pueda estar
reco noc ido de acuerdo con otra convención en que sea p~u1e uno de dichos Estados".
2.~ En di cha opo11uniJad. la Corte IDH establec ió que la Corte distingui ó las facult ades de inter-
pretación y a pi icación de otros tratados distintos a la Convención Americana. estabh.:cicndo que sólo
puede ap licar la Co n v~n c i ón para determinar la ex istencia de una violación de J ercchos consagrados en
ella pe ro con respecto a otros tratados, está facultada para interpretarlos. (Co r1c 1OH. caso ··Las Palme-
ras". ~e n tc n c ia de excepciones preli minares J el 4/2/2000 ).
(

216 LECCIONES Y ENSAYOS

c ión Universal (obligatorias según la costumbre 24), y otros actos interna-


c ionales de la mi sma naturaleza, tal es como la Declaración de Estocolmo y
la Declaración de Río.

3. La Convención Americana y el derecho interno


El art. 29 de la CADH di spone que ninguna disposic ión de la Conven-
ción puede ser interpretada en e l sentido de " b) Limitar e l goce y ejerc icio
de cualquier derecho o libertad que pueda estar reconoc ido de acuerdo con
la leyes de cualquiera de los Estados partes ... ". De esta manera, no puede
desconocerse que la mayoría de las legislaciones latinoamericanas han he-
cho de la protecc ión de l ambiente una cuestión constitucional (constitucio-
nes de Panamá, Paraguay, Uruguay, Chile 1980 , Ecuador 1979 ,
Brasil 1988 , Perú 1979 , Colombia, entre otras), consagrándola, en
mayor o menor medida, como un derecho humano.
De este modo, la interpretació n de los derechos reconocido s e n la
Convención no puede menoscabar la mayor amplitud con que estén recono-
c idos en la legislaci ón interna ni viceversa, pues los Estado no pueden in-
vocar di posiciones de derecho interno para incumplir las obligaciones con-
traídas en virtud de un tratado (art. 27, Convención de Viena) y tienen la
obligac ión de adoptar di sposiciones internas para garantizar efectivamente
los derechos que no e tuvieran ya previstos por su s respectivas legislacio-
nes (art. 2°, CADH).
Ahora bien, ¿cuál es el alcance pos itivo de las di sposiciones citadas?
Si los Estados partes en la Conve nc ión Americana cumplen las obligacio-
nes gene rales impue ta por los arts. 1o y 2° mediante la adopción de medi-
das legi lativas o de cualquie r otro carácter, estas di spo ic iones, en tanto
representan la medida de cumplimiento de tales obligaciones, son hechos que
demuestran el grado de efectividad del derecho de que se trate. En conse-
cuenc ia, y dado que lo· derechos humanos se caracteri zan por su progres i-
vidad, la mayor extensión (pues una menor entrañaría incumplimiento de la
CADH) con que un derecho está reconocido e n el ámbito inte rno fija e l
alcance de éste con respecto al Estado de que se trate.
Ninguna otra interpretación es posible si, además, tenemos e n cuenta
el principio de indivi sibilidad de los derechos humanos (enfocada desde la
relación entre el plano interno y el plano internacional ) y, e n virtud del prin-

24 Corte 1DH. Interpretaci ón de la Declaraci ón Ameri cana de l os Derech os y Deberes del


Hombre en el marco del art. 64 de la Convenció n A n1eri cana, Op ini ón Co n ulti va OC-1 0/89 del
14/7/ 1989.


MARÍA EMILSE GARCÍA 217

cipio del estoppel, un Estado no puede desdecirse válidamente ante los ór-
ganos del siste n1a interamericano de las di sposiciones interna que garanti-
cen en mayor medida y eficacia los derechos reconocidos en la Convención
o en otro instrumento de igual naturaleza.
Esto es especialmente importante en la materia que nos convoca, pues
las legislaciones internas y el derecho internacional ambiental han recepta-
do las preocupaciones sobre la sustentabilidad. En consecuencia, luego de
reconocerse que el derecho a la sustentabilidad puede ser erigido como un
derecho humano me diante la interpretación de los derechos ya reconocidos
(en el marco de las pautas indicadas en el presente parágrafo), deberá tener-
se en cuenta que las regulaciones internas que han hecho los Estados sobre
la materia forman parte de dicho derecho y, por tanto, pueden denunciarse
internacionalmente los casos de incumplimiento.

V. DERECHOS HUM ANOS PARA LA SUSTENTAB ILlDAD

Así como tradicionalmente se ha afirrnado la indivisibilidad entre los


derecho civile y políticos y los económico , sociales y culturales, de la
mi ma manera puede asegurarse la inescindibilidad entre éstos y los dere -
chos y garantías emergentes, didácticamente denominados "derechos de ter-

cera generación". Basándonos entonces en esta íntima relación, pasaremos


rev i ta a algunos de los de rec hos humano s afianzados en el sistema
interamericano de protección, buscando una interpretación que per1nita re-
conocer la ex i tencia del mentado derecho a la sustentabilidad.

l. Derecho a la autodeterminación
Los arts. 1° del PIDCyP y del PIDESyC, y los Principios 2 y 21 de las
Declaracione de Río y de Estocolmo respectivamente reconocen, dentro del
derecho a la autodeterminación de los pueblos, el derecho a di sponer libre-
mente de sus riquezas y recursos naturales.
El reconocimiento de este derecho es consustancial al proceso de de-
sarrollo (en cuanto permite establecer las prioridades de cada pueblo); y, en
e e sentido, es una de las bases del reconocimiento del derecho a la susten-
tabilidad de la cual se deriva, entre otros, e l derecho a participar en la toma
de dec isiones que afecten ese derecho.
En el marco de las Naciones Unidas, este derecho ha sido reconocido
tatnbi én en e l art. 3° del Convenio de Diversidad Biológica y en numerosas
resoluciones de la Asamblea General, a consecuencia de lo cual no puede
ya dudarse de u carácter de norma jus cogens.
218 LECCIONES Y ENSAYOS

2. Derecho a la vida digna


Actualmente no cabe duda de que el derecho a la vida (perteneciente
al " núc leo duro" o inde rogable de los derechos humano .. ) no puede seguir
interpre tándose so lame nte como la prohibición de las ejecuciones arbitra-
rias (art . 4°, CADH y art. 6°, PIDCyP), sino que debe considerarse que , e n
su concepción amp li a, abarca e l derecho a vivir e n condicione . digna 25 .
En este sentido, se ha dicho en el caso "Vi11agrán Moral e " que "el proyec-
to de vida es consu 'tancial de l derec ho a la ex istencia, y requie re para su
desarrollo condiciones de vida digna, de seguridad e integridad de la perso-
na humana" :?6 .
La Comi ·ió n IDH ha reconocido que e l ejercic io a la vida y a la seguri-
dad e integridad fís ica está necesariamente vinculado, y de diversas maneras
depende, del e ntorn o físico ?.7 . De esta mane ra, "cuando la contaminación y
degradación del medio ambiente constituyen una amenaza persistente a la vida
y salud de l ser humano, se comprometen dichos de rechos, y puede n dar lu gar
a la obli gac ión del Estado de to mar medidas razonables para ev itar dicho ries-
go, o las necesarias cuando las personas han s ido les ionadas" .
E ntonces, cons iderando la repe rcu sión que los fenómenos an1bientales
tie nen e n la salud de la población, de be integrarse el derecho a la vida con
el derecho a la preservación de la salud y al bienestar (art. XI , DA ), buscan-
do el má ~ a lto nive l posible de salud física y me ntal (art. 13, PIDESyC) y
de condic ione de trabajo (art. 7° de l mi smo instrumento) e in sc ribirlo de n-
tro de l más an1plio de rec ho a un nive l adecuado de vida y a una mejora con-
tinua de l a ~ cond iciones de ex iste nc ia (art. 11, PIDESyC).
Precisan1ente, e l objetivo de l desarrollo su ste ntable e · 1nejorar las con-
diciones de vida 2H . Asf, en la Dec laración de Estocohno se estableció que
'el desarrollo econó n1ico y soc ial es indi spensabl e para asegurar al hombre
un ambiente de vida y trabaj o favorabl e y crear e n la Tie rra las condici ones
necesarias para mejorar la calidad de vida" (Principio 8).

3. Protección contra las injerencias arbitrarias


En los arts. 11 de la CADH y 17 del PIDCyP se establ ece que nadi e
será objeto de injere nc ias arbitrarias o il ega les en su vida privada, su fan1i-

2~ C ,\ N(J\00 TRI 1D •\DE ( 199X).


2l'l Voto co ncurrente conju nt o de los jueces A . A . Cancrado Trindade y A. Abreu Burd l i. párr. g _
27 lntcr-Am. C HR . Re¡)(n·r on ril e Siluatimt f~( Human Rigl11s in Ecuadm; OEA/Se r.LN/11.96. doc.
1O re v. 1 ( 1997 ).
2~ " Nuestra Pro pia A gcnd:.1" ( 1990).
MARÍA EMILSE GARCÍA 219

lia, su domicilio o su correspondencia y tiene derecho a la protección legal


• • •
contra esas InJerencias.
En e l caso "López Ostra v. España" 29, la CEDH determinó que, a con-
secuenc ia de las molestias sufridas por la Sra. López Ostra y su familia a
causa de la emanaciones de una planta de puradora de residuos, el Estado
había violado el derecho consagrado en el art. 8° del Convenio Europeo (aná-
logo a los arts. citados), al no haber sabido establecer un justo equilibrio entre
el interés del biene tar económico de la ciudad de Lorca de disponer de
una estación depuradora y el goce efectivo de la demandante del derecho
al respeto de su domicilio y de su vida privada y familiar (párr. 58).
Lo interesante de este fallo es, por un lado, la armonización que lleva
a cabo la Corte EDH entre el desarrollo económico y los derechos humanos
de los particulares, y por otro, cómo entendió comprendido en el art. 8° del
Convenio e l derecho al ambiente: atentados graves al medio ambiente pue-
den afectar al bienestar de una persona y privarla del goce de su domicilio
de manera nociva para su vida privada y familiar, sin por ello poner en gra-
ve peligro la salud de la interesada (párr. 51).
El mi smo principio fue aplicado en e l caso "Guerra v. Italia" ~o , al di s-
poner que

" . .. severe environmental pollution may affect individuals' we11-



being and prevent them from enjoyin g their homes in such a way as to
affect their prívate and family life adversely ... " .

En este caso, la Corte sostuvo que la s ituación alegada por los peticio-
narios. (po luc ión por parte de la empresa química Enichem AgriColtura
s ituada cerca del pueblo Manfredonia, e l peligro de graves accidentes de la
planta y la ausencia de regulaci ó n por parte de las autoridades públicas)
tornaba ap li cable e l art . 8° porque si bien el Estado no había interfe rido di-
rectamente en e l goce del derecho a la privacidad, estaba obligado a adoptar
medidas efectivas de protección 3 1.

:!\JCone Europea de Derechos Humanos (CED H ), caso ·'L ópez Ostra" . sentencia del 9112/1994,
caso número 4 111993/436/5 15. Las dos primeras cifras indi can el orden en el año de su planteamiento.
las d o~ úhima. el lugar que ocupa en la lista de los asuntos pl anteados al Tribunal desde su creación y
~ n las tk las demandas ini ciales a la Comisión correspondiente (esto antes de la reforma de 1998 hecha
por d Protocolo XI. que supri mió la Comi sión). La versión española puede encontrarse en ALBANESE
( 1997).
Corte ElJH , ..Guerra and Others v. ltal y" . se ntencia 19/211998 . 11 6/1 996/7J5/9'}.2.
-'11

~ ~ .. . .. lral y cannol be sa id to have 'interfered ' with the appli cants' prí v ate or family life~ they
complained not or an act by the State but o f it · fai lure to act . However. although the objcct of Anide 8
220 L ECCIONES Y ENS AYOS

4. Derecho a la información, educación y participación ambientales


E l art. 13 de la CADH consagra el de recho de toda pe rsona a la libe r-
tad de informac ió n y de ex pres ión, e l cua l compre nde la libe rtad de bu car,
rec ibir y difundir informac ión sin censura pre via.
E l de recho a la informac ión, como presupuesto bás ico del de recho a
la partic ipación pública, ha s ido reco noc ido en mate ri a a mbie ntal desde la
Dec larac ión de E ·tocolmo, do nde se de ·tacó la impo rta ncia de la in vesti ga-
ción e inte rcambio de infonnación c ie ntífi ca (Princ ipio 20) y e l pape l de los
medios de comunicac ió n masiva (Princ ip io 19). E n e l Princ ipio 1O de la De-
claración de R ío, p or otro lado, e esta blece que lo Estados debe rán fac ili -
tar y fo mentar la partic ipac ión de la población ponie ndo info rmac ión a di s-
pos ic ión de todos.
E n e l ca~ o "Gue rra v. Ita li a' (ya citado), los peticio nari o ha bía n ale-
gado ta mbié n violac ió n de l art. 1O de l Conveni o (libertad de información),
entendie ndo que la mi sma incluía una obligación pos iti va para aque ll os afec-
tados por acti vidades industriale. 12 . Lame ntable mente, la Corte EDH no tuvo
e l rn ismo punto de vi ta y dete rn1in ó, en definiti va, que tal libe rtad no pue-
de ser co n . trui da como un a im po ·ic ión obre el E tado (párr. 53, última
parte). •

Por otro lado, el art. 13 del PIDESyC reconoce la relac ión ex iste nte
entre la educac ión y la partic ipac ión públicas al dec ir que orie ntada hac ia
el de arro ll o de la pe rsonalid ad humana, la educac ió n Hde be capacitar a to-
das las personas para partic ipar efecti vame nte e n una oc iedad libre". E ta
comple me nta ti edad , acorde con las pautas de inte rpre tac ión ya me nciona-
da ·, e · e e ncial para fo me ntar la conc ie nc ia a mbie ntal de la generac iones
presente y asegura r la su te ntabilidad de las gene rac iones futuras (Princ i-
pio · 19 de E "' tocolmo y 2 1 de Río, art . 12 y 13, Conveni o D iver ' idad).

i · c. ~e ntially that of prorecting the indi vidual agai n t arbitrary interference by the public authoritie . it
doe not merely co rnpel the Statc to abstain from such intcrference: in addition to this primarily negative
undc11aking. therc may be pos iti ve obli gati ons inhercnt in effective respect for prí vate or famil y life
(Párrafo 58) . In thc prc. e nt case it nccd onl y be a. ccnaincd whether the nati onal authoritics took the
neccssary steps to ensure effect ive protcction of the app l icants' right for res pcct for thei r p1i vate and
fa mi l y 1i fe as guaranteeu by Art icle 8 (see thc L ópez Ostra v. Spai n judgment of 9/ 12/ 1994. Series A
*
no. 303-C. p. 55. 55)."
.~2 .. .. . thc provision of inforrnati on to the publ ic was now one of thc esscntial mean s of protecting
thc well-bcing and hea lth o f the local popu lation in situati ons in which environment was at ri k .
Conscqucnt ly. thc . . . paragraph 1 o f a11idc 1O hall be construed as confcrring an actual r1ght for recei ve
infonnation. in particular from thc rclcvant authorities. on member o f l ocal popularions who had
bcen or might he affectcd by an industrial or other activity reprcsenting a thrcat for thc environmcnt".
(Párrafo 52).
MARÍA EMILSE GARCÍA 221

Por último, el derecho a la participación pública (art. 23, CADH) ha


sido entendido como e l mejor medio para tratar las cuestiones ambientales
(Principio 1O, Río). En nuestro país, ha recibido desarrollo interno a través
del derecho constitucional de iniciativa popular y de las audiencias públi-
cas, previstas especialmente para las cuestiones ambientales.

5. Derecho a recurrir ante la justicia


El art. 25 de la CADH recoge la institución procesal del amparo en los
. . ""' .
siguientes terrntnos:
" l. Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cual-
quier otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la
ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por
la Constitución, la ley o la presente convención".
Caben apuntar dos importantes comentarios en tomo a este artículo. En
primer lugar, incorpora el principio de la efectividad de los instrumentos
procesales destinados a garantizar los derechos, a consecuencia de lo cual
la Corte ha establecido que no basta con que los recursos estén formalmen-
te previstos en la legislación o sean formalmente admisibles, sino que los
mismos, sustanciados según las reglas del debido proceso legal, deben ser
realmente idóneos para establecer si se ha incurrido en una violación de
derechos humanos y proveer lo necesario para repararla 33 .
En segundo lugar, la garantía allí consagrada se aplica no sólo respec-
to de los derechos contenidos en la Convención, sino también de aquellos
que estén reconocidos internamente 34.
En el caso "Zander v. Suecia" 35, por ejemplo, la Corte EDH reconoció
expresamente la obligación del Estado de proveer rec urso judicial sobre
decisiones administrativas que hacen a la actividad empresarial, aun en el
caso en que la empresa estuviera amparada por la habilitación administrati-
va para funci onar (párrs. 24 , 26 y 27).
De esta manera, y considerando el peso moral que tienen las deci sio-
nes de la Corte EDH, queda abierta la posibilidad de recurrir subsidiariamente

a la Corte IDH cuando en materia ambiental se deniega el acceso a la jus-


ticia (art. 43, CN), o bien no se tramita con las debidas garantías, aun frente
a particulares que actúen con anuencia o expresa autorización estatal.

JJ Corte IDH...Garantías Judiciales en Estados de Emergencia (a11s. 27 .2, 25 y 8° Convención


Americana)", Opinión Consultiva OC-9t67 de l 6/10/ 1987. Serie A. nro. 9, párrs. 23-24 .
.~4 /bid.
J5 Corte EDH. ··zander v. Sweden". ( 1998) 45/ 1992/390/468.
222 LECCIONES Y ENS AYOS

6. Obligaciones generales de los Estados


Los· a rts. 1. 1. 36 y 2° 37 de la CADH consagran un deber incondic ional
e inmedi ato de lo . Estad os que no puede reduc ir "e al simple de be r gené rico
de darle efi cac ia e n el orde n inte rno a las o bli gac iones contraídas inte rnaci o-
nalme nte 3X . Por e ll o, cuando la Convenc ión consagra la obli gac ió n de ga-
ranti zar e l li bre y ple no ej erc i c i o~ e ll o no se agota con la ex istenc ia de un
orden normati vo diri gido a hace r po ible el cump limi e nto de esa obligac ió n,
sino que compo rta la necesidad de una conducta gube rna me nta l que asegu-
re la ex iste nc ia de un a e fi caz garant ía de l libre y ple no ejerc icio de los de-
rechos hu ma nos 39 .
Del juego co n el a rt. 2°, resulta que si ta les derechos no están ya ga-
ranti zados de la tnane ra apuntada, los Estados se e ncue ntran obli gados a
adoptar la medidas necesari a · (legislati vas, económicas culturales o de cual-
quie r otro carácte r) para hacer1 os efectivos 40.
E n lo atinente a la satisfacción de l de recho a la sustentabilidad , e mergen
de l derecho internacional ambiental nume rosas o bligac iones que servirán pa ra
prec isar el co nte nido de las o bli gac iones a cargo del Estado. E ntre e ll as,
promul gar leyes eficace en la mate ri a (Río, 11 ), promul gar leyes sobre res-
ponsabilidad (Río., 13 y Estoco lmo, 22), te ner e n cue nta en sus p olíti cas la
sustentabi lidad de los ecosiste mas (art. S , Carta Mundial de la Natura leza y
0

0
art. S , Conveni o Diversidad), adoptar pla nes pa ra proteger y utilizar susten-
table me nte la di versidad bio lógica (art. 6, Conveni o Di versidad). Una me n-
ción aparte me rece la obli gac ión menc ionada e n e l .art. 4° 41 de la Conven-

_,ñ Art. 1°: ''0/J/i~tll'ián de respelllr los derechos. Lo Estado. Partes en esta Convenc ión se com-
prometen a respetar los derechos y li bertades reconocidos en el la y a garantizar su libre y pleno eje rcicio
a toda persona que esté sujeta a su jurisdi cc ión. sin discrim inación ... "
.n Art. 2°: "Deber de adot>tar disposiciones de derecho interno. Si el ejercicio de los de rec ho. y
libertades mencionado. en el art. 1° no estu viera ya garantizado por disposic iones legislati vas o de otro
cadctl!r. los Estados Partes se co mpromcren a adoptar. de acuerdo a sus procedim ientos con ·titucionales
y a las di sposiciones de esta Convención. las medidas legislati va o de otro carácter que fueren necesa-
ri as para hacer c fect ivos tales derec hos y 1ibertadcs".
J~ Opini ón Separada del juez Rodo lfo E. Pi za Escalantc, Corte IDH. ''Exigibi lidad del derecho de
Rectificación o re, puesta (arts. 14. 1. 1. 1 y 2° de la Convención Americana)", Opin ión Consult iva OC-
7/'66 dd 29/8/ 1986. Se rie A. nro. 7. párrs. 25-26 .
.w Corte 1DH . casos ·· velüsq uez Rou ríguez' .. entencia del 29/71 1988. ~ .e C, nro. 4 . párrs. 16 7-68:
"Godíncz Cruz'. sentencia del 20/ 1/1 989. Serie C. nro. 5. párrs 176-77.
-!ll fdem. Nota 10. pc.in·s. '27-29.

~ 1 "Cac..b uno c.k los E.·tados Partes en la prc. ente Conve nción reco noce que la obligac ión de ide n-
tificar. proteger. co n. cr ar. rehahi 1it ar y transmitir a las generaciones futuras el patri mo nio cul tural y
natural situado en su terri roti o. k incumbe primordialmente . Procurará actuar con ese ohjeto por su propi o
esfuerzo y hasta d m~i.x imo de los recursos de que di sponga. y llegado el caso. mediante la asistencia y
la cooperación internacionales de que . e pueda beneficiar sobre todo en los aspectos fi nanciero, art ís-
tico. e ientíficn y t ~c nicn ··.
MARÍA EMILSE GARCÍA 223

c ión sobre la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural, cuyos


términos son similares al art. 2° del PIDESyC (en cuanto a la adopción de
medidas hasta e l máximo pos ible de sus recursos) .
Por otro lado, tambié n se reconoce que además de las obligaciones de
respetar y garantizar, los Estados ti enen la obligación de prevenir toda vio-
lación de derechos, aunque no resulte imputable directamente a él. Esto quiere
decir que un hecho ilícito violatorio obra de un particular o de un autor no
identificado puede acarrear la responsabilidad del Estado, no por ese hecho
en sí mi smo, sino por la falta de la debida diligencia para prevenir la viola-
c ión o para tratarla en los términos de la Convención 42 .
Esto es especialmente importante en materia ambie ntal por al menos dos
razones. En primer lugar, porque norn1almente la auto.ría de los perjuicios al
medio ambiente en general proviene de la actividad industrial y empresarial.
E n este sentido, es relevante la nueva doctrina que se está ocupando de de-
sarrollar e l concepto de responsabilidad de los individuos por violación de
derechos humanos en la órbita de los sistemas de protección 43 .
En segundo lugar, porque debemos tener en cuenta que las consecuen-
c ia ~ de estos daños son, por regla, irreparables. En consecuencia, el princi-
pio ambiental de prevenc ión se torna, en materia de derechos humanos, en
un deber positivo en cabeza de los Estados, que debe ser de estricta obser-
vanc ia y ap licación. Por ej emplo, el de contro lar las actividades que puedan
te ner consecuencias sobre la natural eza (art. 11, Carta Mundial de la Natu-
raleza), planificar raci onalmente (Principios 12 a 15 de Estocolmo), tomar
medidas de precaución para prever, prevenir o reducir al mínimo las causas
del cambio climático y miti gar su s efectos adversos (art. 3°, apart. 3 de la
Convenc ión sobre Cambio Climático) y, espec ialmente, reali zar evaluac io-
nes de impacto ambiental (obligac ión hoy receptada por la mayoría de los
sistemas jurídicos internos y aceptada como principio de l derecho interna-
cional consuetudinario 4~).

VI. C ONCLUSIÓN

Este trabaj o ha tomado co1no presupuesta la importancia del reconoc i-


miento de l derecho a la sustentabilidad como un derec ho human o y no sim-
pleJnente como un derecho.

-'~ /de m nota. ~ 1, párrs. 172-74 y 18 1-84. Ver también Corte 1OH. caso .. Gangara m Panday'·.
sen t ~ nc ia del 2 111/1 994, Serie C , nro. 16. párr. 62 y caso ··caballe ro Del gado y Santana" , sentenc ia del
8/ 12/ 1995. Serie C. nro . 22, párr. 56.
-'.~ C fr. L ARARDt:--Jr (2002)
.w SABIA DE B A RBERI S (2000)
224 LECCIONES Y ENSAYOS

E l atributo de "humano" estuvo 1igado, históricamente, al derec ho na-


tural e indicaba que eran derechos sustraídos al arbitrio de l poder público.
En e l di scurso actual, indica que son normas o estándares universales que
resultan aplicables a toda persona humana sin di criminación , en virtud de
ser s implemente seres humanos 45 . En consecuencia, el de recho a la susten-
tabilidad (como síntesis moderna del derecho al ambiente y al desarro llo)
vie ne a formar parte de los atributos que hacen a la dignidad humana. E to
impli ca que ningú n Estado ni otro suj eto puede negarlo o desconocer1o y,
aún más, que lo E tados ti ene n la obligación de garanti zarlos y, en defini-
tiva, organ izar toda su estructura gubernamental para hacerlos efectivos .
Por otro lado, y aunque exceda los límites que este trabajo planteó en
la introducc ión, de beríamo evaluar, de confonnidad con la doctrina más
moderna, la posibilidad de que los particulares sean demandados por viola-
ciones de derechos humanos. Si el concepto de derechos humanos ha esta-
do basado en el presupuesto de esgrimir el derecho individual frente al po-
de río estatal , no cabe duda de la importancia de reconocer la apuntada
posibilidad frente a los nuevos actores de la globalización (grandes carpo-
rac ione y empresa multinacionales), e n gran parte respon ables por el de-
terioro ambiental y e l cercenamiento de la posibilidad futura de contar con
un medio ambiente saludable .
Es imposible agotar la interre lación entre los derechos humanos y e l
derecho a la sustentabilidad en su múltiples facetas (ecológicas, culturales,
sociales, económica , tanto presentes como futuras). Valga e l presente como
un lazo más que acerque la preocupación por nuestra Tierra a la protección
de los derechos humanos. Frente al deber de preservarla, reconocer la legi-
timac ión de los individuos para responsabilizar al Estado por perjuicios
cau ado en u propio territorio se eri ge como un imperativo categórico.

VI l. BIBLI OGRAFÍA

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