Está en la página 1de 8

CULTURA WANCA

Huanca (del quechua wanka, en alusión a los monolitos típicos del área cultural andina) es
el nombre de un grupo étnico que se desarrolló durante el Intermedio Tardío, habitando el
territorio de las actuales provincias de Jauja, Concepción, Huancayo y Chupaca.1 Fue un
pueblo guerrero y agrario, dedicándose a la caza, siembra y cosecha de maíz, papas y
otros productos agrícolas; en la ganadería se dedicaron al cuidado de llamas en la puna.2
La mayoría de la población radicaba en el Valle de Jatunmayo o Valle de Huancamayo,
llamado desde 1782 como Valle del Mantaro. Se identificaban con una vincha negra. Son
habitualmente confundidos con los xauxas, quienes habitaban en el norte del Mantaro y en
el valle de Yanamarca.

Etimología[editar]
Según la Descripción de Xauxa (1582), el nombre "huanca" fue acuñado por
los incas debido a la presencia de un monolito al inicio del valle. Posteriormente, fue
generalizado por los cronistas españoles. Se reintrodujo en la década de los 20's por Julio
César Tello y difundido por Federico Gálvez Durand: pionero en impulsar la arqueología en
el Mantaro. Todos los habitantes prehispánicos del valle fueron catalogados de forma
masiva e indiscriminada como huancas, aplicándose tanto a los huancas étnicos como a
los xauxas.

Historia[editar]
Origen[editar]
Estudios arqueológicos plantearon que el origen de los primeros grupos que poblaron la
región de los huancas estuvo en la región selvática, desplazándose desde algún lugar del
nor-oriente hacia el sur de la sierra central del Perú. Desde Huánuco (Huargo y
Lauricocha) prosiguiendo por Pasco, Junín y Huancavelica; dejando evidencias
en Parimachay, Curimachay y Pachamachay en Ondores, Junín y que datan
aproximadamente de 950 a. C. (Rick y Matos 1976, Hurtado de Medoza 1979). Su
desplazamiento se proyectó desde la selva central hacia el Valle del Mantaro.3 En el área
de Jauja, estudios evidencian ocupaciones de pobladores entre valles rocosos de Tutanya
y Helena Puquio en Pachacayo y Canchayllo ambos en el Distrito de Canchayllo (Oreficso
y Mota 1984; Mallma 2002). En Huancayo y Chupaca también se encontraron evidencias
en abrigos rocosos de Tschopik o Callavallauri (Tschopik 1948; Fung 1959; Kaulicke
1994). La presencia de material lítico, en colinas como San Juan Pata en Jauja,
como esquirlas, lascas, núcleos y performas4 llevaron a planteamientos de esquemas
cronológicos por investigadores como (Matos y Parsons 1979), David
Browman (1970), Catherine LeBlanc (1980) y Christine Hastorf (1986). En algunos casos
en cerámica dejaron evidencias que permitieron plantear esquemas cronológicos.
Posteriormente, estos sitios albergaron a sociedades agro-alfareras de los cuales surgió la
sociedad Pre-Wanka.
Esquema Comparativo de la Arqueología e Historia Xauxa - Wanka, por
el antropólogo Arturo Mallma Cortez.
El Dr. Ramiro Matos Mendieta considera que la población en el Valle del Mantaro no es
mayor al Formativo Medio:
... "la primera ocupación fue una sociedad organizada agro-alfarera acontecida alrededor de los 800
a.C. con la fundación de la primera y única aldea Chavín de Ataura - Jauja. Un lugar
estratégicamente ubicado en el extremo norte del valle; casi en el acceso del Valle del Mantaro por
la ruta del norte".5
abstracción de: "Primeras sociedades sedentarias del Mantaro", Matos Mendieta, Ramiro (1978)

En Jauja se constituye asentamientos matrices desde donde se difunden los Xauxas y


posteriormente los Wankas. Es en Jauja donde hasta la actualidad se encuentran
mayormente restos arqueológicos que datan desde el Pre-cerámico, Formativo, Horizonte
Temprano, Intermedio Temprano. En el Horizonte Medio van a sufrir presiones foráneas de
grupos provenientes del sur altiplánico como Tihuanaco y posteriormente se producirá la
migración de los Yaros, hoy en día ubicada en la Provincia de Yarowilca.
El hombre en el valle del Mantaro[editar]
Los primeros pobladores que ocuparon el Valle del Mantaro, posiblemente procedieron de
las zonas altoandinas, de las que descendieron siguiendo el curso de sus afluentes. En los
refugios naturales del río Cunas, en el distrito de Chupaca, hay vestigios de la existencia
de una sociedad cazadora nómada cuya economía estaba basada en la recolección de
frutos silvestres y en la caza de camélidos andinos. Según las evidencias encontradas, la
vida humana en el Valle del Mantaro tiene por lo menos 10 mil años de antigüedad.
Estos primeros pobladores, cazadores y recolectores, con el correr del tiempo
experimentaron la domesticación de las plantas, es decir, descubrieron la agricultura. Al
encontrar esta valiosa fuente de recursos el hombre se volvió sedentario y abandonó las
cuevas para construir albergues de piedra, dando origen a las primeras aldeas, de las que
existen en todo el valle, numerosos restos con una antigüedad de 3 mil años.
El hombre de Junín, poco a poco, fue perfeccionando sus herramientas de piedra, no solo
para la caza de camélidos (de los que extrajo carne para alimentarse, pellejo para cubrirse
y huesos para sus usos), sino para iniciar la agricultura y la domesticación de plantas.
Época preincaica[editar]
Pre-huanca[editar]
Con estos hechos, en la historia del hombre en la sierra central del Perú finaliza el periodo
precerámico y comienza otra etapa en la que aparece la cerámica y luego el surgimiento
de las aldeas. Aparecen, asimismo, las primeras prácticas de una religión mágica.
Por aquellos tiempos, hace aproximadamente 3500 años, se produce la expansión de
la cultura Chavín a la Sierra Oriental, y se advierte su influencia en las diversas zonas
del Valle del Mantaro. Las últimas investigaciones han encontrado importantes testimonios
de la presencia de la cultura Chavín en Ataura (Jauja) y en San Blas, distrito de Ondores,
Junín. Hacia 1300 a. C. aparecen los primeros brotes de cerámicas en la sierra central de
estilo chavinoide y se inicia lo que se denomina el horizonte temprano.
El proceso continúa siglo tras siglo, con el correr del tiempo las aldeas que recibieron
influencia de Chavin entran en decadencia y los pobladores reafirman su individualidad y
se independizan de su predominio cultural. Aparecen entonces influencias de otras
sociedades como la de Tiwanaku y Huari. El Imperio wari, según parece, no estableció un
control firme ni directo sobre las poblaciones del Mantaro, sino que se limitó a relaciones
de reciprocidad y comercio.
Intermedio Tardío[editar]
Durante el Intermedio Tardío, aparecieron los huancas y los xauxas. De ellos, los xauxas
eran más prominentes. Conforme a la clasificación inicial del proyecto UMARP (Upper
Mantaro Archaeological Research Project), este periodo corresponde a las fases Wanka I
(1000-1350), caracterizado por una rudimentaria sociedad tribal, y Wanka II (1350-1460),
caracterizado por el surgimiento de vastos asentamientos en tierras altas. Según el
historiador Aquilino Castro Vásquez, se gestaron 5 jefaturas huancas: Tunanmarca,
Marcavilca, Chongos, Llacsapallanga y Xauxa.
El virrey Francisco de Toledo describe esta etapa en las Informaciones de 1570 como
violenta y carente de orden:
"antes de que el dicho tupa ynga conquistase este reyno cada pueblo y cada yndio vivía sobre si sin
obedecer a nadye y que como tenyan guerras unos indios con otros y unos pueblos con otyros
quando avia algún onbre valiente entre ellos se señalava al qual lla mavan cinchecona ques que
quiere decir “agora es este valiente” […] y ansy le odedecian y que no auia otra manera de señorio
ny de gobierno sino hera este"
Francisco de Toledo

Anexión al Imperio incaico[editar]


Hacia 1460, las tropas incaicas, conducidas por Túpac Yupanqui, llegaron al Mantaro.
Las jefaturas huancas no reaccionaron uniformemente. Según los cronistas Sarmiento de
Gamboa y Cieza de León, algunas jefaturas ofrecieron resistencia.
Según Garcilaso y Santa Cruz Pachacuti, no se produjo ningún altercado. Carlos Hurtado
Ames aduce que los huancas se integraron de forma totalmente pacífica y que fueron los
xauxas quienes se opusieron al ejército inca. La integración de los huancas al Imperio
incaico dio inicio a la tercera fase propuesta por el UMARP: Wanka III.
Época incaica[editar]
Una vez sujeto el territorio huanca al Estado incaico, se instauró el huamani (provincia) de
Huanca, compuesto por tres sayas (sectores): Ananguanca (Hanan Huanca, el sector de
arriba), Luringuanca (Hurin Huanca, el sector de abajo) y Atunxauxa (Hatun Xauxa, el
sector principal y núcleo político). Estas entidades territoriales se conservaron aún
después de la fractura del Incanato, hasta bien entrada la época virreinal.
En la parcialidad de Atunxauxa se edificó la llacta de Hatun Xauxa, que se convirtió en el
mayor centro administrativo, urbano y comercial en el valle del Mantaro. Algunos huancas
fueron usados en calidad de colonos incaicos, como lo demuestra la actual población
de Huancas en Chachapoyas. También se construyeron redes de caminos; el célebre
tramo Xauxa-Pachacamac parte justamente del valle. Restos arquitectónicos incaicos se
encuentran en yacimientos como Hatun Malka y Arhuaturo; de este último es notoria la
presencia de una kallanka.
Las élites huancas continuaron al mando de las nuevas parcialidades. Ananguanca era
regida por la familia Apoalaya, Luringuanca era regida por los Guaucrapaucar-Limaylla y
Atunxauxa era regida por los Surichac (Cusichaqui). De entre todos, los Apoalaya fueron
los más activos colaboradores con el Estado. Su curaca principal fue recompensado con la
entrega de una esposa inca noble, llamada Mullo Maca, por los servicios prestados al
padre de esta, llamado Cayo Topa, militar incaico al servicio del inca Huayna Cápac que
participó en las campañas bélicas del norte (actual Ecuador). Apo Apolaya, otro jefe de la
familia, también recibió una esposa inca, de nombre Manco Yarro. Él fue autorizado por un
inca denominado "Caxi Gualpa" para heredar el título de gobernante de su parcialidad.
Sobre la agricultura, Christine Hastorf refiere que el cultivo de maíz y quinua se
intensificaron, en desmedro de los tubérculos.
Durante la guerra civil incaica los huancas se encuadraron en el bando
huascarista del Cuzco. Ello les acarreó problemas en contra de las implacables fuerzas
atahualpistas que habían logrado capturar el Mantaro tras derrotar y expulsar a las fuerzas
del general cusqueño Guanca Auqui.
Contacto con los españoles[editar]
Los curacas huancas tuvieron las primeras noticias acerca de los españoles cuando estos
consiguieron apresar sorpresivamente a Atahualpa, decapitando la cadena de mando de
los ejércitos atahualpistas que todavía estaban repartidos en diversos puntos de los
Andes. La desestabilización del poder quiteño generó un clima caótico. El
general Chalcuchímac, pasando por el Mantaro mientras avanzaba hacia Cajamarca para
rescatar a Atahualpa, aprovechó para intentar castigar a los huancas por su apoyo a los
cusqueños durante la guerra civil. Las élites huancas, alertadas de ello, solicitaron auxilio
para rechazar la presencia atahualpista.
De esta forma, enviaron regalos a los españoles según la tradición andina de relaciones de
poder, de reciprocidad y redistribución. Sin embargo los hispanos, al no comprender el
trasfondo simbólico de estos actos, lo interpretaron como una muestra de sumisión. Ellos,
por su parte, enviaron 3 expediciones al territorio huanca. Todas tendrían como objetivo
arribar a Hatun Xauxa: en ese entonces la mayor urbe del valle. Antes de evacuar la
ciudad, los atahualpistas, como parte de su política de tierra quemada designaron un
escuadrón a incendiarla, lo que fue interrumpido por el arribo hispano. Sin embargo, los
daños causados generaron gran indignación entre las élites del Mantaro.
La expedición de Pedro Martín de Moguer fue la primera en alcanzarla en 1533. Fueron
atacados por un pequeño pelotón de atahualpistas, por lo que solicitaron refuerzos a la
segunda expedición, comandada por Hernando Pizarro, que consiguió derrotar al ejército
atahualpista. Asimismo, se percataron de que Chalcuchímac andaba en las cercanías.
Pizarro también se propuso continuar avanzando por el sur hasta el santuario de
Pachacámac y saquear sus tan ponderadas riquezas. Mientras Pizarro y Chalcuchímac se
enfrentaban en estratagemas diplomáticos (resultando con la partida de este último
hacia Cajamarca), comenzó la época de fiestas y borracheras conforme lo dictaba la
costumbre andina del tinkuy.
Este cargaba con una fuerte connotación ritual que cumplía diversas funciones simbólicas
como la renovación de los vínculos, la reconciliación y el culto a los antepasados. Era
también un método empleado frecuentemente por los incas para enlazarse con sus
dominios. La enorme plaza de Hatun Xauxa (en la que según el cronista Miguel de
Estete cabían hasta 100,000 personas) fue escenario de grandes bailes, cantos y
celebraciones durante varios días que fueron presenciadas por los españoles como
discretos testigos.
La última expedición española en arribar estuvo dirigida por el mismísimo Francisco
Pizarro, quien, en las inmediaciones de Hatun Xauxa, fundó la nueva ciudad de Jauja para
ser capital de la gobernación de Nueva Castilla. Sin embargo, el proyecto quedó
inconcluso debido a su rápida partida hacia el sur. Tanto la nueva Jauja como la antigua
Hatun Xauxa pasaron a segundo plano.
Anexión al Imperio español[editar]
Guerra contra los atahualpistas[editar]
Cuando los españoles se asentaron en el valle, las élites huancas les proveyeron comida,
armas y efectivos, lo cual daría el inicio a la alianza efectiva entre los curacas y los
conquistadores, abriendo la cuarta y última fase diferenciada por el UMARP: Wanka IV.
Esto lo hicieron no solamente en respuesta a las atrocidades atahualpistas, sino también
para ganar prioridad ante el inminente régimen español y evitar así la creación
de encomiendas en el valle.
Estas ideas están particularmente encarnadas en el curaca huanca Jerónimo
Guacrapaucar, quien se mostró obediente y colaborador ante los españoles. Alentó a los
pobladores huancas a colaborar como cargadores en el transporte de ingentes cantidades
de oro y plata, botines que fueron capturados de sitios incaicos abandonados o de
porciones encontradas del tesoro que pagaría el rescate de Atahualpa. Por su buena
relación con los españoles, su rápida conversión y devoción hacia la fe cristiana, obtuvo el
derecho a usar el distintivo "don" delante de su nombre, junto con los demás curacas
huancas. El Mantaro se mantuvo en relativa calma tras la partida de Chalcuchímac.
No obstante, las operaciones atahualpistas se reanudaron cuando el general Quizquiz, en
su marcha desde el Cusco hacia la región de Quito, donde las tropas de Rumiñahui se
encontraban resistiendo los embates de Sebastián de Belalcázar, lanzó una ofensiva con
el fin de asaltar Hatun Xauxa. Gabriel de Rojas y Córdova esparció el falso rumor de que
los huancas estaban maquinando una rebelión para atacar a los españoles en alianza
con Quizquiz. El empuje quiteño avanzó por el estratégicamente vital Mantaro, exponiendo
a los huancas, por lo que desde el Cusco ocupado por los hispanos se despacharon
refuerzos bajo las órdenes del cusqueño Manco Inca y el hispano Hernando de Soto. La
batalla de Yacusmayo frustró contundentemente los intentos atahualpistas por perforar las
defensas del valle, a pesar de conseguir propinar fuertes bajas a los huancas. Tras sufrir
una nueva derrota en la posterior batalla de Maraycalla, los atahualpistas se retiraron para
intentar reorganizarse en Tarma, al norte.
En 1533, los españoles inauguraron un nuevo Imperio incaico, vasallo de la Monarquía
Hispánica, con Túpac Hualpa como primer gobernante. Las muertes de los
generales Quizquiz y Rumiñahui en 1535 culminaron la guerra y con ella, cualquier forma
de resistencia atahualpista.
Rebelión de Manco Inca[editar]
En 1536, Manco Inca, quien había sido nombrado como segundo inca títere en 1533,
desertó y se rebeló en contra del oficialismo cusqueño pues percibía que los españoles
solamente lo estaban manipulando mientras discretamente se afianzaban cada vez más
en las estructuras de poder andinas. Aunque al principio algunos curacas huancas vieron
con cierta simpatía este levantamiento, la llegada del militar español Alonso de Alvarado al
valle revocó la situación y decantó el apoyo de los curacas hacia el bando capitaneado por
los hispánicos.
Se produjo una batalla entre sublevados y realistas en las cercanías de Jauja, que se
saldó con la victoria de los primeros. 50 españoles y un número desconocido de huancas
fueron eliminados. La derrota obligó a los españoles a retirarse, dejando al valle del
Mantaro a merced de las represalias de Manco.
En contraste con Chalcuchímac, quien pretendía castigar a los huancas mediante
masacres, pillaje y demoliciones, Manco Inca ordenó la humillación su ídolo principal,
Huarivilca, arrastrándolo por colinas, caminos y ciénagas para finalmente arrojarlo a un río.
Posteriormente ejecutó a todos sus servidores religiosos. Vale la pena mencionar que,
según otras versiones, fue Vicente de Valverde el destructor del ídolo huanca.
A pesar de todo, Jerónimo Guacrapaucar mantuvo su convicción de apoyo a los
españoles. Entre tanto, los insurgentes se retiraron poco después debido a lo insostenible
de su situación estratégica. Para 1547, la ciudad de Hatun Xauxa estaba ya totalmente
abandonada conforme lo atestigua el cronista Pedro Cieza de León. No obstante, el fin de
Hatun Xauxa no marcaría el final de la participación huanca en la empresa expansionista
española. La siguiente oportunidad de Guacrapaucar para demostrar su valía llegó durante
la rebelión de Francisco Hernández Girón, quien se rebeló debido a su disgusto contra
las nuevas leyes que suprimían el poder de los encomenderos españoles.
Época virreinal[editar]
Rebelión de Hernández Girón[editar]

Hernández Girón, según Guamán Poma


Girón inició su rebelión en el Cuzco en 1553 y posteriormente tomó rumbo a Lima,
debiendo pasar obligatoriamente por el valle del Mantaro. Los realistas adoptaron
urgentemente medidas para rechazar el avance de sus fuerzas, despachando un ejército
comandado por el capitán castellano Lope Martin y el noble huanca don Carlos Limaylla,
con un total de 50 españoles y más de 500 huancas para enfrentar a los gironistas. Sin
embargo, la moral entre los efectivos huancas era baja, motivo por el cual se postula que
la presencia de Limaylla era únicamente para cohesionar sus fuerzas y evitar un desbande
masivo que hubiera abandonado al capitán Martin.
Nunca se produjo un gran choque entre ambas fuerzas, sino que Girón se ciñó a cometer
atrocidades, requisamientos y pillaje en contra de los huancas por su alineamiento con la
Corona. Una gran cantidad de ellos fueron forzados a vivir como esclavos de los
gironistas, principalmente como porteadores. La estrategia de evitar un encuentro
resolutivo debilitó al ejército realista, aunque finalmente consiguió expulsar a Girón de
vuelta al Cuzco.
Alonso de Alvarado, ascendido a Mariscal desde la sublevación de Manco Inca, renovó a
las fuerzas realistas, quienes reanudaron su contraataque. El apoyo huanca se redujo a
tareas de abastecimiento como cargadores. Aún con la destreza militar de Alvarado, los
gironistas obtuvieron un contundente triunfo en la batalla de Chuquinga. En ella, auxiliares
nativos del ejército realista traicionaron al mariscal, robando víveres, provisiones y
eliminando a soldados españoles que huían del campo de batalla. Alvarado falleció poco
después producto de las heridas recibidas.
En consecuencia a este desastre, las fuerzas fieles a la Corona retomaron el teatro de
operaciones en Xauxa, mientras que los huancas recobraban protagonismo. Los gironistas
continuaron cometiendo abusos en contra de las poblaciones locales y españolas que iban
encontrando, al punto de saquear Cuzco y Arequipa.
El encuentro final de la guerra en contra de las fuerzas de Hernández Girón se dio en la
batalla de Pucará, 1554. Jerónimo Guagrapaucar, entusiasta, acordó con los demás
curacas huancas la entrega de suministros y tropas a las fuerzas realistas. Se
despacharon miles de efectivos huancas para reforzar a los realistas que se dirigían desde
el Cuzco hacia el altiplano, último reducto gironista. Las fuerzas sublevadas se hallaban
cada vez más acorraladas debido a las continuas deserciones y reveses militares que el
éxito en Chuquinga no pudo solventar.
Jerónimo, al igual que otros curacas del Mantaro, asistió en persona a la batalla de
Pucará. No participó en la lucha debido a su avanzada edad, así que se remitió a
desempeñar labores de apoyo logístico. Pucará finalmente se saldó con la derrota total
gironista y su posterior desbande. Por otro lado, los soldados huancas sufrieron gran
cantidad de bajas; muy pocos retornaron vivos.

Tropas huancas derrotan a la caballería gironista


Polémica sobre la captura de Girón[editar]
Hernández Girón escapó con rumbo a Lima, aunque fue apresado en el Mantaro. Según el
cronista Felipe Guamán Poma de Ayala, fueron los propios huancas los que capturaron y
apresaron a Girón, quien se encontraba acompañado por un mermado séquito de
soldados aún fieles.
Poma es el único cronista que le otorgó el mérito principal a las tropas huancas, debido a
que otros cronistas españoles buscaron minimizar el impacto huanca en la captura.
Particularmente notables son las declaraciones escritas del cronista hispano Diego
Fernández de Palencia, quien describe la participación general huaca en el conflicto como
poco colaborativa y estorbosa, ejecutando acciones inútiles y calificando a sus efectivos
como cobardes y apocados.
Él y el cronista Inca Garcilaso de la Vega atribuyen la captura de Girón a los militares
europeos. Sin embargo, otros testigos españoles reconocieron el decisivo e importante
papel huanca en la derrota y captura del prófugo de Pucará. El motivo del desdén de
Fernández de Palencia pudo ser el obstáculo que suponían los deseos de reconocimiento
de los líderes huancas en contra de los intereses de algunos españoles sobre los
territorios del Mantaro. Don Jerónimo Guacrapaucar y Francisco Cusichac (gobernador de
Atunxauxa) también aseveraron que fueron sus hombres quienes lograron capturar a
Girón.
El reconocimiento que expectaban los huancas se limitó a unas felicitaciones por parte
de Juana de Austria, mientras que el mérito de la captura de Girón fue conferido por las
autoridades virreinales a los hispánicos Gómez Arias de Ávila y a Arias Maldonado,
quienes también participaron en el apresamiento. Hubo algunas protestas entre otros
militares españoles (destacando el capitán Juan Tello Sotomayor) que habían estado
igualmente presentes en la captura de Girón y reclamaban la obtención de recompensas,
aunque ignorando la participación huanca.
Las Probanzas huancas (1558-1561)[editar]
Los curacas huancas quedaron satisfechos con su colaboración en la pacificación de los
territorios conquistados por los españoles, por lo que procedieron a efectuar los reclamos
por la entrega de beneficios de los que se sentían merecedores. Para ello comenzaron a
escribir las Memorias, mejor conocidas como Probanzas: listas minuciosas de "méritos".
Luringuanca presentó las listas más extensas y precisas. Los curacas huancas usaron los
quipus para calcular bienes y personal enviado a colaborar con los españoles, además de
otros gastos. Célebre es el caso de las Probanzas de 1558, pues es un hecho histórico
que respaldan la noción de que el quipu fue un sistema de escritura andino. Los curacas
huancas empezaron a "leer" los quipus que traían consigo ante la Real Audiencia de Lima,
apoyados por intérpretes y escribas españoles. Cieza describió el caso particular de
Jerónimo Guacrapaucar, quien lo dejó totalmente anonadado con la lectura de su quipu.
En 1560, Felipe Guacrapaucar, hijo de Jerónimo Guacrapaucar, viajó a Lima en
representación de su padre, muy avanzado en años, y Luringuanca para colaborar con las
probanzas, resultando en una Información.
En la última Probanza huanca, realizada en 1561, el curaca de Atunxauxa, Francisco
Cusichaqui, hizo un llamado a la preservación de los privilegios de su familia noble, su
exoneración de cualquier tipo de tributo y a la prioridad de su parcialidad sobre las otras.
Felipe Guacrapaucar solicitó condiciones similares. De esta manera, las parcialidades de
Atunxauxa y Luringuanca cobraron un rol protagónico en la situación geopolítica del
Mantaro, en desmedro de la taciturna Ananguanca. Hicieron especial énfasis en el rechazo
a la posibilidad de que sus parcialidades sean asignadas a los encomenderos, situación
que empezaba a tornarse riesgosamente factible gracias a los incesantes reclamos de
estos últimos.
Aunque hasta el momento, el Mantaro se encontraba relativamente libre de latifundios
españoles, ya se habían producido algunos tensos roces con los encomenderos, como el
caso de la explotación de pobladores en las minas de Antusulla, lo que avivó las
inquietudes huancas. Cusichaqui prefería que en todo caso, su territorio pase a
administración directa de la Corona española, mientras que Felipe Guacrapaucar exigió
que él mismo se convirtiese en el encomendero de sus dominios. También había
propuesto que los nobles locales pudiesen ser elegidos en los cargos regionales de la
administración virreinal, tal cual lo habían sido durante la administración incaica. De esta
forma, serían capaces de resguardar eficazmente a sus subordinados de los abusos
encomenderos.
Viaje de Felipe Guacrapaucar a Madrid[editar]
Entre 1562 y 1564, Felipe Guacrapaucar viajó a Madrid con la Información elaborada en
1560. Tuvo la intención de presentarse como curaca principal de Luringuanca aún cuando
en ese momento su hermano, Carlos Limaylla, ocupaba el cargo. Limaylla era impopular
entre los demás nobles de la parcialidad, por lo que favorecieron a Guacrapaucar
financiando sus viajes. Al arribar a Europa, solicitó personalmente al rey Felipe V de
España la adquisición de preeminencias y beneficios para su parcialidad, además de su
reconocimiento como curaca de Luringuanca. Esta pretensión fue rechazada. Aun así,
retornó en 1565 con un escudo personal y una renta. El blasón de Guacrapaucar se ha
convertido actualmente el escudo de armas de Huancayo. Vale la pena mencionar su poca
precisión, en cuanto representa jaguares, un castillo, un arco y un lucero del alba,
elementos que no existían en el valle del Mantaro y no representan la cultura local.

También podría gustarte