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El Dios galardonador: ¿Qué

recompensa buscas?
Susan Bixby 1 Oct 2020

“Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que


se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le
buscan” (He. 11:6, énfasis agregado).

¿A qué se refiere con “galardonador”? Mira cómo lo expresa la Nueva


Biblia de las Américas:

“ …que recompensa a los que le buscan” (NBLA, énfasis agregado).

Lee otra vez el versículo de arriba y pausa un momento. Forma en tu


mente la imagen de la recompensa que esperarías obtener por acercarte
a Dios. Te comparto algunas que pasaron por mi mente:

Estabilidad económica: me imagino comprando todo lo que haga


falta y un poquito más para siempre estar cómodos en casa,
disfrutar de las cosas buenas de la vida, sin preocuparme por el
dinero.
Vida y relaciones libres de problemas: me imagino que, si busco a
Dios, la vida será cómoda, mi matrimonio estará bien, mis hijos se
portarán bien, y no tendré problemas con hermanos de la iglesia ni
con amistades. En general, estaré libre de estrés por estar cerca de
Dios.
Salvación y éxito de mis hijos: me imagino que, si creo que Dios
existe y busco acercarme a Él en cuanto a la crianza, mis hijos serán
salvos y servirán a Dios, tendrán familias estables para que yo
disfrute de los nietos, y tendrán vidas cómodas.
Buena salud y fortaleza física: me imagino que los que tienen
mala salud es porque no viven como Dios quiere y Él los está
disciplinando. Por tanto, Él tiene que darles pruebas. Si yo tengo fe
y busco a Dios, seguro tendré buena salud “para servirle mejor”.
Reconocimiento de los demás: me imagino que, si yo sirvo en el
ministerio con las capacidades que Dios me dio, tendré más
seguidores, más “likes” y más oportunidades; entonces, recibiré más
agradecimientos y otros pensarán mejor de mí.

Pero veo mi vida y me doy cuenta de que todo se quedó en mi


imaginación. ¿Por qué la vida no se hace más fácil mientras más me
acerco a Dios? ¿Qué pasó con ese galardón que reciben las personas que
tienen fe y buscan a Dios? ¿Será que esa recompensa solo llegará cuando
estemos en el cielo? ¿Qué sentido tiene buscarlo, entonces, si tendré que
vivir en este mundo sin los beneficios que deseo?

El contexto de este versículo nos provee una gran parte de la respuesta.


Lee Hebreos 11 con atención y quedarás impactado por todas las
personas que obedecieron por “fe ciega” a Dios. Fueron a donde Él los
enviaba, diciendo y haciendo lo que Él les dijo, sin saber cuál sería el
resultado. Esto nos enseña un punto importante: la recompensa no está
ligada necesariamente a la obediencia que Dios pide. La obediencia es
una prueba de nuestra fe, pero no siempre consigue una recompensa
inmediata. Estas personas en el “salón de fama” de la fe“aunque
alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido
[una recompensa temporal y terrenal]” (He. 11:39).

Entonces, si los “famosos” de la fe no recibieron un galardón terrenal, ¿a


qué recompensa se refiere el versículo que leímos al inicio? La clave para
interpretarlo está en las frases acerca de Moisés:

“Teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de


los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón. Por la fe
dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como
viendo al Invisible”(He. 11:26-27, énfasis agregado).

Piensa en la lógica un momento. ¿Cuál es la recompensa de una


búsqueda? Si buscas un dinero perdido, ¿cuándo te sientes
“recompensado” por tu esfuerzo? Si se busca a una persona
desaparecida, ¿cuál es el único resultado que hace que la búsqueda valga
la pena? ¡Encontrar lo que se buscó! ¡Ver con tus ojos, tocar con tus
manos, experimentar el relacionarte otra vez con esa persona!

La búsqueda de Moisés valió la pena por una razón que se menciona dos
veces: “tenía puesta la mirada en el galardón” y “se sostuvo como viendo
al Invisible”. ¡Ambas frases significan lo mismo! Significan que la
inigualable recompensa del pecador que busca a Dios es Dios mismo. El
galardón diario para el creyente, que sigue creyendo que Dios existe y
que busca diariamente acercarse a Él, es que recibirá lo que busca: más
de Dios mismo. Más conocimiento de su Persona, más intimidad, más
consuelo íntimo, más convicción de pecado para mayor santificación,
más descanso.

Si el deleitarme en Dios mismo es mi mayor recompensa, esto significa


que las cosas hacia las cuales mi corazón tiende a correr para el deleite
no son una recompensa, sino que se convierten en un estorbo para
recibir la recompensa.

¿Qué tal si Dios te está dando el mejor galardón al quitarte tu trabajo y


obligarte a caer de rodillas delante de Él para rogar provisión para tu
familia? ¿Y si al obligarte a deshacerte de muchos lujos, te está abriendo
los ojos a la suficiencia y el deleite de tenerle a Él por encima de todo?

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