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Pedro Valdo y los valdenses

Por W. Robert Godfrey 23 abril, 2022

Nota del editor: Este es el tercer capítulo en la serie especial de


artículos de Tabletalk Magazine: La historia De la Iglesia: Siglo XII

En el siglo XII, la Iglesia de Europa Occidental era realmente poderosa e


impresionante. En la emergente arquitectura gótica, podemos ver algo
de la devoción del pueblo y de la riqueza de los obispos. En el
desarrollo de la teología escolástica, podemos ver algo del dominio
intelectual y el refinamiento del pensamiento entre los teólogos
académicos. En las cruzadas contra el islam en Jerusalén y contra los
herejes en casa, podemos ver algo de la fuerza coercitiva de la iglesia en
cooperación con el Estado.

Sin embargo, este éxito alienó a algunos en Europa. Para estos, la iglesia
estaba muy corrompida por su poder. Para estos, la iglesia parecía haber
olvidado el llamado de Cristo a no ser del mundo, a la pobreza y a la
humildad. En varios movimientos, a menudo bastante divergentes,
surgió una reacción de simplicidad cristiana contra la riqueza y el poder
de la iglesia.
La iglesia establecida consiguió contener parte de este malestar, sobre
todo mediante el ascetismo de los movimientos monásticos. Pero
incluso estos movimientos con el tiempo tendieron a corromperse por la
riqueza y la inmoralidad. Francisco de Asís (1181–1226 d.C.), quien
abrazó la pobreza de forma radical, se erigió como un testimonio fuerte
contra la mayor parte de la iglesia de su tiempo. Sin embargo, incluso el
movimiento franciscano acabó siendo domesticado dentro de la iglesia.

Algunos de los descontentos se movieron fuera de la iglesia y de la


enseñanza ortodoxa. Los cátaros, también conocidos como albigenses,
adoptaron una religión espiritualista que rechazaba lo material de
forma tan radical que no dejaba lugar a la encarnación. Este
movimiento atrajo a muchos seguidores, sobre todo en el sur de Francia,
y fue perseguido con saña por la iglesia y el Estado.

Otra crítica contra la iglesia fue iniciada por un mercader de la ciudad


francesa de Lyon, llamado Pedro Valdo o Pedro Valdez (m. 1218). No
sabemos mucho sobre su vida. Como muchos otros, abrazó el valor de
la pobreza, regalando sus riquezas y propiedades en 1170. A sus
seguidores a veces les llamaban los pobres de Lyon. Pero su crítica a la
iglesia no adoptó ni el amor radical a la pobreza en sí misma, como
había hecho Francisco, ni la espiritualización radical de los cátaros. En
cambio, se volvieron hacia la visión sencilla del cristianismo que
encontraron en la Biblia. Valdo se ocupó en la traducción de la Biblia a
la lengua del pueblo. Él y sus seguidores se dedicaron a predicar un
entendimiento sencillo de la Biblia.

Los valdenses no pretendían abandonar la iglesia, sino que querían la


aprobación de esta para predicar. Su predicación era básicamente
ortodoxa, pero criticaban duramente al clero por no enseñar ni guiar
fielmente al rebaño de Cristo. La iglesia temía la ignorancia de tales
predicadores y el daño potencial que podían causar. En 1184, los
valdenses fueron excomulgados y empezaron a sufrir persecución. No
abandonaron la iglesia, sino que fueron expulsados de ella. Empezaron
a rechazar las prácticas no bíblicas como las oraciones por los muertos y
la veneración de las reliquias. También empezaron a criticar la confianza
del clero en los sacramentos como centro de la vida cristiana,
rechazando finalmente las doctrinas del purgatorio y la
transubstanciación. Llamaron a los cristianos a vivir en bondad y amor.

Durante un tiempo, el movimiento se extendió ampliamente por partes


de Alemania y Austria, así como por el norte de Italia. Sin embargo, la
persecución eclesiástica fue severa y acabó reduciendo el movimiento a
un remanente en los valles del norte de Italia. Los esfuerzos por
erradicarlos a lo largo de los siglos fracasaron y fue apenas en 1870 que
los valdenses recibieron derechos civiles plenos en Italia.

Cuando comenzó la Reforma en el siglo XVI, se establecieron contactos


entre los valdenses y los reformadores. Finalmente, los valdenses
aceptaron la verdadera conexión espiritual entre su movimiento y el
protestantismo. Desgraciadamente, esta conexión condujo a una
persecución aun mayor del movimiento.

A veces se ha incluido a Valdo y a sus seguidores entre los precursores


de la Reforma. Esto es apropiado porque la gran Reforma del siglo XVI
no fue algo sin precedentes en la historia. Los reformadores no fueron
santos de los últimos días que restauraron una iglesia que había
desaparecido de la faz de la tierra. Al igual que los valdenses, ellos
querían purificar y reformar la iglesia según la Escritura.

Los valdenses no solo fueron precursores, sino también testigos de la


presencia de la Palabra y el Espíritu de Cristo en la iglesia a lo largo de
los siglos. Dieron expresión a aspectos de la religión apostólica que
estaban amenazados de extinción en la iglesia dominante. Ellos nos
recuerdan que, en cada época, Cristo cumple Su promesa: «Edificaré mi
iglesia y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella» (Mt 16:18).

Publicado originalmente en: Tabletalk Magazine

W. Robert Godfrey

El Dr. W. Robert Godfrey es presidente de la junta directiva de Ligonier


Ministries, maestro de la Confraternidad de Enseñanza de Ligonier
Ministries, y presidente emérito y profesor emérito de historia de la
iglesia en el Westminster Seminary California. Es el maestro destacado
de la serie de seis partes de Ligonier: A Survey of Church History y autor
de varios libros, entre ellos An Unexpected Journey y Learning to Love the
Psalms.

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