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SETEPH
El maestro cumple el papel de Facilitador, haciendo que sus estudiantes sean más acuciosos en
el estudio y más investigativos, esto hará que el curso sea más interactivo. El requisito para
finalizar el periodo en tiempo y forma es de 25 horas clase, estas horas se impartirá en 8
semanas haciendo un total de 24 horas más un trabajo extra curricular, de 3 horas para
complementar el requisito de horas que asigna el Seminario para el nivel Diplomado.
METODOLOGÍA
Se sugiere al Maestro utilizar:
Evaluación
El curso se aprueba con 70%
Acumulativo: 60%
Exámenes: 40%
Total: 100%
I. IDENTIFICACION DE LA ASIGNATURA
Nombre: ADICCIONES EN LA JUVENTUD
Código:
II. OBJETIVOS
1. PRESENTAR UN PANORAMA GENERAL, CLINIMO, SOCIAL Y EMOCIONAL DEL IMPACTO DE LAS
ADICCIONES EN LOS ADOLESCENTES Y JOVENES.
2. CONTEXTUALIZAR LA PROBLEMÁTICA DE LAS ADICCIONES Y VICIOS EN LA JUVENTUD.
3. CONOCER LAS DIFEENTES METODOLOGIAS DE TRATO CON LA FARMACODEPENDENCIA Y ADICCIONES
LATENTES EN LOS ADOLESCENTES Y JOVENES.
4. INVESTIGAR LAS INSTANCIAS GUBERNAMENTALES Y NO GUBERNAMENTALES QUE SE ENCUENTRAN EN
LA COMUNIDAD PARA DAR TRATAMIENTO O SEGUIMIENTO A JOVENES QUE DESEAN REAVILITARSE.
III. PROGRAMA SINTETICO
I LAS DROGAS Y EL ALCOHOL EN LOS ADOLESCENTES Y JOVENES
1.1 IMPORTANCIA DE ESTE ESTUDIO
1.2 EL PROCESO ADOLESCENTE Y SUS CARACTERÍSTICAS EVOLUTIVAS, UNA VENTANA DE
VULNERABILIDAD AL USO Y ABUSO DE DISTINTAS SUSTANCIAS.
1.3 ¿CUÁL ES EL LUGAR QUE OCUPA EL USO DEL ALCOHOL Y LAS DROGA EN EL MUNDO DEL
ADOLESCENTE?
1.4 FACTORES ETIOLÓGICOS ASOCIADOS AL CONSUMO DE TABACO, ALCOHOL Y OTRAS DROGAS
1.5 FACTORES FAMILIARES Y CONSUMO DE DROGAS EN ADOLESCENTES Y JÓVENES
1.6 QUE ESTIMULA LOS VICIOS EN EL ADOLESCENTE
1.7 LO QUE DESDE LA FAMILIA SE PUEDE HACER
1.8 SEÑALES DE TRANQUILIDAD Y DE ALARMA
1.9 CARACTERÍSTICAS DE LOS ADOLESCENTES ANTISOCIALES
1.10CAUSAS Y FACTORES DE RIESGO DE LA CONDUCTA ANTISOCIAL
1.11 PANORAMA DE VIOLENCIA Y ADICCIONES EN HONDURAS
IV. METODOLOGIA DE ENSEÑANZA‐APRENDIZAJE
1. MÉTODO INDUCTIVO/ DEDUCTIVO
2. MÉTODO ANÁLOGO O COMPARATIVO
3. MÉTODO INTUITIVO
V. EVALUACION
El curso se aprueba con 70%
Acumulativo: 60%
Exámenes: 40%
Total: 100%
VI. BIBLIOGRAFIA
Esteban Obando, P. M. (2010). MANUAL PRÁCTICO PARA CONSEJERÍA JUVENIL. Miami, Florida:
Editorial Vida.
Gorka Moreno Arnedillo, GUIA PARA LAS FAMILIAS (2013). AYUDA PARA HIJOS E HIJAS EN DROGAS,
NAVARRA, ESPAÑA.
Dr. Alejandro Maturana H (2010), CONSUMO DE ALCOHOL Y DROGAS EN EL ADOLESCENTE,
Departamento de psiquiatría. Unidad de Psiquiatra infantojuvenil, Chile 2008.
Belen Andujar Martinez (2011) CONDUCTA ANTISOCIAL EN LA ADOLESCENCIA, España.
Honduras sin Miedo.org (2017), Niños y violencia en Honduras.
ÍNDICE
1.3. ¿CUÁL ES EL LUGAR QUE OCUPA EL USO DEL ALCOHOL Y LAS DROGA EN EL MUNDO
DROGAS ................................................................................................................................. 26
Es así como, el uso de las distintas drogas, tanto legales como ilegales, se da en relación a un
sinnúmero de variables: las relacionadas al sujeto y al proceso en el cuál este se encuentra
inserto, la familia, el grupo de parejas, el colegio y los contextos de ocio y tiempo libre. Todas
estas variables deben ser abordadas y manejadas por los equipos que trabajan con
adolescentes.
Es fundamental, la mirada preventiva a estos usos y/o abusos de las distintas drogas,
entendiendo que la mayoría de los adolescentes no consume y que todo consumo no
necesariamente constituye un consumo problemático (cuando es por cuestiones medicadas),
pero si todo consumo en un adolescente constituye un Consumo de Riesgo.
El Objetivos de todo líder debe ser: Sensibilizar, orientar y/o actualizar a sus discípulos y
equipos que trabajan con adolescentes y sus contextos.
El consumo de tabaco, alcohol y otras drogas entre los adolescentes suscita preocupación social.
Se ha visto en los últimos años, en la población adolescente, un descenso en el consumo de
tabaco y alcohol, sin embargo, ha ido en aumento el consumo de drogas ilícitas como la
marihuana, la cocaína y la pasta base. Esto hace necesario conocer los estudios de prevalencia
en consumo de tabaco, alcohol y otras drogas en América Latina.
Está claro que, ciertas características de este período evolutivo “la adolescencia” pueden
facilitar el consumo de alcohol y otras drogas; al igual que el consumo de todas estas sustancias
suele iniciarse en esta etapa de la vida, siendo el alcohol, la nicotina y la marihuana, una puerta
1
de entrada a otras drogas ilícitas y a patrones de consumo en la línea de la dependencia y/o
adicción, hacia la vida adulta.
A. Estudios de prevalencia:
En América Latina, existen 2 series de estudios nacionales de tabaco, alcohol y drogas, en donde
se involucra la población de adolescentes: La serie de estudios en población general que se
realiza cada dos años, en los meses de agosto, septiembre y octubre de los años pares, y la serie
de estudios en población escolar que se realiza en años impares.
2
B. Entendiendo la Adicción y la Farmacodependencia
Por ello, definir exactamente l o que se entiende por adicción no es simple ya que se
asocia casi siempre únicamente con el alcohol o con el abuso de las drogas.
Drogas y toxicidad
En este orden de cosas, podríamos decir que existen multitud de sustancias tóxicas (drogas) en
la naturaleza, que transforman el organismo continuamente, sustancias capaces de producirnos
efectos psicoactivos. “Llámense drogas o medicamentos, estos compuestos, aun en cantidades
relativamente pequeñas, pueden lesionar e incluso llegar a matar. Como a una sustancia de
tales características la llamamos ‘veneno’, es propio de todas las drogas ser venenosas o tóxicas.
La aspirina, por ejemplo, puede ser mortal para adultos a partir de tres gramos, la quinina a
partir de bastante menos y el cianuro de potasio, desde una décima de gramo”, (Escohotado
2001). La diferencia entre medicamento y droga no solo estriba en la sustancia en sí, sino
también en la expectativa de uso. Fármacos como los benzodiacepinas o los opiáceos, de amplio
uso como medicamentos, son también muy frecuentemente utilizados, con pautas de
autoadministración, como drogas (Hervás, 2002). Hoy día, por droga entendemos todas las
drogas, las duras y las blandas, sin distinción, y se han superado definiciones como la de Miller
(1991) que matiza entre las drogas que son legales y las ilegales, diferenciación que casi ha
quedado para uso restringido en cuestiones jurídicas. De una forma simple y pragmática,
podemos definir “droga” como “toda sustancia que, introducida en el organismo vivo, puede
modificar una o más funciones de éste”, (Becoña,1995).
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Droga, según el diccionario de psicología Larousse (2003), es una “sustancia de acción
psicótropa, cuyos efectos pueden ser narcóticos, estimulantes, deprimentes o alucinógenos. El
uso prolongado de estas sustancias provoca tolerancia, habituación y adicción”.
Como se ve, existen muchas definiciones distintas de “droga”, pero para resumir diremos que
es una sustancia psicoactiva que modifica el organismo vivo, generando en él un refuerzo
positivo, lo cual promueve el deseo de repetir la conducta; aunque también pueden asumir otra
intención, como es la de atenuar el dolor físico o emocional. Hablamos de sustancias que tras su
administración ofrecen una recompensa emocional, pero también otras consecuencias
negativas, puesto que afectan al comportamiento de una forma no deseada, a las funciones del
cuerpo, a toda la persona en su conjunto y, por añadidura, puede afectar a terceras personas.
Son sustancias que provocan tolerancia y abstinencia, y la mayoría de ellas pueden generar
dependencia tanto física como psicológica.
Por lo tanto, un intento de una correcta definición debe incluir, no sólo los efectos individuales,
tales como la dependencia o la tolerancia, sino también los aspectos sociales. La droga son
sustancias psicoactivas externas al cuerpo que modifican el organismo con capacidad
reforzadora positiva en sus primeros momentos, y pueden llegar a ser un refuerzo negativo si su
uso es continuado; pudiendo generar tanto dependencia psicológica y física indistintamente, y
llevar a la persona a padecer problemas a todos los niveles, familiar, social, económico, etc.
Uso y hábito
Este tipo de uso suele ser en dosis moderadas. El siguiente escalón del continuum, lo
encontramos en el hábito, que consiste en una “realización, casi automática, de actividades o
acciones”, Larousse (2003). Esta definición aporta la idea de repetición de la adicción que
resulta de gran interés. El hábito, es un consumo más frecuente, el cual queda perfectamente
ejemplificado en el hábito de tomar café, o sea, en el consumo de cafeína. Se trataría de la
costumbre de consumir una sustancia, por la adaptación a sus efectos. Habría un deseo del
producto, pero nunca se vivenciaría de manera imperiosa. No existe una tendencia a aumentar
la dosis, ni se padecen trastornos físicos o psicológicos importantes cuando la sustancia se
consigue, por lo que su búsqueda suele ser limitada y nunca deriva en alteraciones conductuales
(Graña, Muñoz y Navas, 2007). El organismo, pues, ya ha sufrido una cierta adaptación a dicha
sustancia. En relación al café podemos encontrar citas que nos ofrecen otra visión como la
siguiente: “el café llega al estómago y produce inmediatamente una conmoción. Las ideas
empiezan a moverse de un lado a otro como los batallones de un gran ejército en el campo de
batalla. Los recuerdos llegan al galope, con las enseñas al viento” Balzac (2007). Tras este
apunte colorido de la literatura y regresando a nuestra explicación; destacamos el hecho de que
la mayoría de las definiciones anteriores no hacen referencia al abuso de un objeto, como es el
caso de la ludopatía; es decir, las definiciones se centran únicamente en las sustancias.
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Abuso
Se habla de abuso cuando hay exceso, cuando hay un uso continuado, regularizado, que
aumenta, se incrementa, empleando en ello bastante tiempo, de forma tal que la persona
comienza a evitar determinadas situaciones sociales y siente angustia (Pérez y Martín, 2007). En
el caso del abuso, ya encontramos consecuencias a nivel social, biológico y psicológico; de
alguna manera es un paso intermedio de consecuencias más leves que las que se puede padecer
en el siguiente escalón: la dependencia. El Real Colegio de Psiquiatras Británico formuló en 1987
la siguiente definición: “se entiende por abuso cualquier consumo de sustancias químicas que
dañe o amenace con dañar la salud física, mental o el bienestar social de un individuo, de
diversos individuos o de la sociedad en general”. Asimismo, se considera abuso el consumo de
cualquier sustancia clasificada como ilegal.
Nuevamente, es una definición donde sólo se habla del abuso de un tóxico, de una sustancia
química, y también, no lo olvidemos, se puede abusar de un objeto como es el caso ya referido
de la ludopatía. Para explicar el abuso, la literatura al respecto se ha centrado más en las
consecuencias que en la posibilidad de que genere abstinencia y tolerancia. Pero entendemos
que una pauta de abuso conlleva en casi todos los casos tolerancia y abstinencia. Y esta sería
una diferencia esencial, respecto del uso y el hábito.
Para diagnosticarse abuso, la persona, debe haber abusado continuamente durante doce
meses o bien debe ser persistente. (Según algunos Psicólogos y Psiquiatras de renombre), “el
abuso” es entendido como un “consumo perjudicial”. Al igual que ocurría con el hábito, al abuso
también se le puede aplicar un amplio abanico de matices y subtipos. Podríamos hablar de
abuso social, abuso ocasional, etc. Por último, se debe señalar que conviene tener en cuenta
que el abuso también dependerá de la vulnerabilidad de las personas, del contexto, del
potencial adictivo de la sustancia o de la actividad que se realiza cuando se consume.
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La Dependencia
Podemos explicar la dependencia desde muchos puntos de vista y de muchas maneras, desde
las fijaciones a un objeto que calma la angustia hasta mediante el condicionamiento clásico y
operante. En ocasiones podemos encontrar que la dependencia es una definición confusa, ya
que es posible hablar de dependencia psíquica y, en otras ocasiones, de dependencia física, o
incluso de dependencia social, aunque realmente todas se dan conjuntamente la mano en
mayor o menor grado, es decir, puede predominar una sobre las otras, pero cuando una
dependencia se da, repercute en otras áreas, siempre y cuando estemos hablando desde el
terreno de la psicología, ya que “en medicina la dependencia física se refiere al hecho de que
una persona necesite una sustancia, digamos la insulina”, de modo perentorio Alonso-
Fernández (2003). Dependiendo de autores y épocas, podemos hacer un esbozo de cómo se han
considerado estas diferentes formas. Así, cuando se habla de dependencia psicológica, la
literatura al respecto se ha referido a la necesidad de corte emocional. Situándonos en el
terreno de las drogas, la dependencia psicología se ha circunscrito al craving, una especie de
deseo irreprimible de repetir la conducta consumatoria.
En cuanto a la dependencia física, como la misma palabra indica, se refiere a la necesidad del
organismo de una sustancia. Pero la dependencia puede estar también circunscrita a lo social;
en tal caso la dependencia social vendría por la necesidad de consumir alguna sustancia por la
necesidad o deseo de pertenecer a algún grupo social. Este sería un ligero esbozo de la cuestión.
Ahora bien, la acepción de dependencia también se puede vincular al trastorno de personalidad
por dependencia, es decir, a personas que son dependientes de otras: codependientes, bi-
dependientes, etc., y aquí la dificultad: se puede adensar. Cierto es que, cuando trabajamos con
los usuarios, en muchos casos suelen coincidir o coexistir ambos problemas, es decir, que una
persona con problemas de dependencia de una sustancia (drogadicción), suele tener un estilo,
en mayor o menor grado, de personalidad dependiente. De hecho, una vez tratado el síndrome
de abstinencia que origina una sustancia, es frecuente trabajar rasgos que muchas veces tienen
que ver con la personalidad dependiente.
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En cuanto al trastorno de “personalidad dependiente”, la persona dependiente cree que sin el
otro no puede vivir, es decir, el otro será en quien deposite todas sus esperanzas y quien tomará
las decisiones oportunas. La persona dependiente interpelará, de mil sutiles formas, a ese otro
para que sea éste quien actúe, quien domine, quien guíe, quien inicie los proyectos y se
responsabilice de los riesgos. Necesita al otro para completarse, creando una especie de
existencia simbiótica. La persona dependiente tiene una gran dificultad para afrontar la vida por
sí misma. Podríamos decir que se da en estas personas una especie de “fobia” a la autonomía
(Pérez y Martín, 2007). Según la profesora de ética Cortina (2007): “Cuando alguien se expropia,
ha perdido el dominio de sí mismo y ya no es dueño de su vida, de sus acciones, ya no es libre.
Tolerancia
Por otro lado, frente a la tolerancia innata, tenemos la tolerancia adquirida: la que se produce
por la adaptación del organismo. La tolerancia aguda es la tolerancia que se desarrolla
rápidamente, pero más que por factores biológicos se suele deber a que la persona ha
consumido masivamente en un corto espacio de tiempo una determinada sustancia. La persona
que consume y lo hace de modo problemático, tiende a consumir cada vez más cantidades para
conseguir el mismo nivel o el mismo efecto, pero también es cierto que “la tolerancia y el coste
psicofísico pueden presentarse a juicios algo subjetivos” (Escohotado, 2001).
Para evitar la subjetividad, también se puede estimar la tolerancia por los análisis de sangre.
Como decíamos, la tolerancia es necesidad de ingerir cantidades crecientes de una determinada
sustancia para alcanzar el efecto deseado ante una notable disminución de los efectos de la
sustancia. Obviamente, no se trata de que la eficacia de la sustancia se reduzca o disminuya;
antes bien, lo importante es que el organismo se adapta. Por otro lado, el grado de tolerancia
en las personas varía según el tipo de sustancia, pero también según la persona; su constitución,
su peso, y a veces también depende de las expectativas, incluso del contexto.
Una persona consumidora que ha desarrollado una alta tolerancia puede consumir dosis de una
misma sustancia que para otra persona –que no consume– podrían ser mortales. Como es de
recibo, las personas no comienzan fumando dos paquetes de cigarrillos al día. “Los sujetos que
consumen grandes dosis de opiáceos y estimulantes pueden presentar niveles de tolerancia
considerables (por ejemplo, pueden multiplicar la dosis por diez), hasta llegar a niveles que
serían letales para una persona que no consumiera la sustancia” (DSM-IV-TR). En ocasiones, las
mezclas que se aplican a las drogas hacen que la pureza sea pequeña. Esto es un peligro
añadido, ya que si la persona, desconocedora del hecho, en el caso de consumir la misma
cantidad en estado puro, puede provocarle una sobredosis. En los centros de
drogodependientes, cuando un paciente abandona el tratamiento, se le suele avisar del peligro
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que puede tener consumir la misma cantidad que venía consumiendo. Algunas sobredosis
suelen sobrevenir por este hecho: después de pasarse meses sin consumir, el paciente
abandona el tratamiento y vuelve a ingerir la misma cantidad que venía consumiendo, pero su
cuerpo ya ha cambiado y es posible que no aguante la misma cantidad. Como decíamos, la
tolerancia, aunque también dependa de las personas o los contextos, depende
fundamentalmente del tipo de sustancia. Según Laporte (1976), “las drogas depresoras del
sistema nervioso central, tienen gran capacidad para generar tolerancia y dependencia”; es el
caso de la heroína y de la morfina. Encontramos asimismo otros diferentes tipos de tolerancia,
por ejemplo, la tolerancia cruzada, que acontece cuando una persona, tras consumir una
sustancia, desarrolla también tolerancia a otra droga que suele ser similar, del mismo tipo o de
la misma familia. Podemos utilizar un ejemplo casi siempre mencionado, y es el de una persona
que consume heroína fácilmente y desarrolla además tolerancia a la morfina. Y el alcohol, en
menor grado, presenta tolerancia cruzada con los barbitúricos (Kramer y Cameron, 1975).
También cabe destacar la tolerancia invertida, la cual se presenta cuando, al consumir pequeñas
cantidades, los efectos son significativos, es decir que, en vez de necesitar más, basta con una
pequeña cantidad. Suele darse en alcohólicos y en personas que consumen psicoestimulantes.
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1.2. EL PROCESO ADOLESCENTE Y SUS CARACTERÍSTICAS EVOLUTIVAS, UNA VENTANA DE
VULNERABILIDAD AL USO Y ABUSO DE DISTINTAS SUSTANCIAS
Entre los años 2000 y 2008, período de vigencia de la primera Estrategia Nacional sobre Drogas,
los elementos más destacados, en relación con los consumos han sido los siguientes: Ha
continuado disminuyendo progresivamente el número de usuarios de drogas por vía parenteral.
Después de muchos años de descenso continuado del consumo de heroína, algunos datos
parecen apuntar a una estabilización del mismo o a un cierto incremento en el caso de la
heroína fumada. Ha descendido el consumo de tabaco, aunque la proporción de personas
fumadoras sigue siendo alta. Ha descendido la proporción de consumidores de bebidas
alcohólicas, aunque ha aumentado la frecuencia de episodios de consumos intensivos
(borracheras).
En la adolescencia el sujeto está experimentando una serie de cambios decisivos para su vida
futura. En esta etapa evolutiva el universo de valores, intereses, actitudes vitales y
comportamientos adultos quedan, si no fijados, al menos orientados, y la propia identidad
personal se va configurando, experimentando un desarrollo emocional, comportamental y físico
que lo llevará a tratar de independizarse de sus padres y a buscar su propia identidad. Desde
una perspectiva individual, debemos recordar que la pubertad se manifiesta por profundas
modificaciones fisiológicas que evidentemente tienen importantes repercusiones psicológicas
y/o sociales, tanto a nivel de la realidad concreta como a nivel de lo imaginario y lo simbólico.
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El cuerpo se transforma a un ritmo variable, pero de forma global, enfrentándose el sujeto a
una serie de modificaciones corporales que le cuesta integrar y que sobrevienen a un ritmo
rápido. Vestido o a veces disfrazado, el cuerpo representa para el adolescente un medio de ex-
presión simbólica de sus conflictos y de sus formas de relación.
En el ámbito neurobiológico, se sabe desde hace mucho tiempo, que las funciones integrativas
superiores están contenidas dentro de la corteza cerebral. La mente humana depende en parte
del encéfalo, el cual se desarrolla en secuencia evolutiva para varias estructuras y funciones
biológicas.
La droga puerta de entrada se define como la secuencia en la cual el uso de una sustancia precede
y aumenta de alguna manera la probabilidad del uso de otra sustancia ilícita. Ha sido estudiada para
cannabis, tabaco y alcohol. (Fergusson, Boden, & Horwood 2006).
Es posible que el efecto directo del alcohol, la nicotina y las otras diferentes drogas potencialmente
adictivas en los sistemas dopaminérgicos, tienda a alterar los circuitos neurobiológicos involucrados,
promoviendo los cambios neurobiológicos observados en los trastornos por uso de sustancias en el
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adulto (Chambers, Taylor, & Potenza 2003). A estas modificaciones anatomofisiológicas se une tanto el
movimiento intrapsíquico como los cambios relacionales, procesos que están ligado a la experiencia de
separación de las personas, influyentes en la infancia, a un cambio en las formas de relación y en los
proyectos elaborados en común; este movimiento puede compararse al de un trabajo de duelo, que
puede reeditar pérdidas y/o separaciones en períodos previos o de la pequeña infancia.
En relación con los conflictos previamente evocados, el adolescente debe crear o recurrir a ciertas
defensas o medidas defensivas y a procesos adaptativos. La elección de objetos va mostrando mayor
variación individual. Los procesos cognitivos se hacen más objetivos y analíticos. Aparecen jerarquizaciones
de las funciones del yo, lo que hace que sobresalgan diferentes intereses, capacidades, habilidades y
talentos que son probados experimentalmente en el uso y mantenimiento de la autoestima. Sin
embargo, en muchas oportunidades los adolescentes recurren a ciertos mediadores poco adaptativos,
como ciertas conductas de riesgos entre ellas principalmente el uso de alcohol nicotina y otras drogas,
para ayudarse en este proceso de adaptación señalado en el párrafo anterior. Otro elemento a
considerar en el sujeto adolescente, es la gran importancia que adquieren en él, los órganos de los
sentidos, lo que permite una percepción hiperaguda de la realidad, con especiales características. Tal
vez esto ayude al yo a aferrarse al mundo de los objetos que está en constante riesgo de perder: la
naturaleza, las manifestaciones artísticas, se descubren en toda su belleza y experimentan en relación
con ellas, estados emocionales exaltados. También se pueden observar sentimientos de exaltación del
yo en los estados auto provocados de dolor, esfuerzo y agotamiento físico que son típicos de los
adolescentes. Aquí aparece la importancia del yo corporal, que les permite mantener la identidad,
cuando el “yo psicológico” está envuelto en tantas vicisitudes. Desde este punto de vista la droga como
objeto provocador de distintos estados que son mediados por lo sensorial y lo emocional, adquieren
particular importancia sociales y psicológicos individuales. En efecto, los grupos son un medio de
intercambio de diferentes informaciones que cada uno puede haber recogido en situaciones
familiares personales, actividades de ocio o intereses personales que él ha tenido la ocasión de
trasmitir a sus pares. Además, el grupo permite al adolescente sentirse integrado en la sociedad y
más particularmente a la clase de edad que caracteriza esta sociedad. Como consecuencias de estos
importantes cambios y adquisiciones de capacidades, el concepto que tiene el adolescente de sí mismo
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y su relación con el mundo cambia, generando tensiones y preocupaciones que muchas veces lo llevan a
manifestar conductas des adaptativas o sociales y psicológicos individuales. En efecto, los
grupos son un medio de intercambio de diferentes informaciones que cada uno
puede haber recogido en situaciones familiares personales, actividades de ocio o
intereses personales que él ha tenido la ocasión de trasmitir a sus pares. Además, el
grupo permite al adolescente sentirse integrado en la sociedad y más
particularmente a la clase de edad que caracteriza esta sociedad.
Por otra parte, este grupo de iguales puede constituir un factor de riesgo
importantísimo en esta etapa, representando una caja de resonancia o un
amplificador potentísimo de conductas inadecuadas, siendo muy difícil para el joven
resistir la presión. Sin embargo, conviene apuntar que la vulnerabilidad a la presión
de grupo, viene modulada en gran medida por los recursos personales del menor,
tales como la autoestima, asertividad, habilidades sociales, etc.
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Necesidad de reafirmación:
la formación de una identidad propia es una de las tareas evolutivas más críticas de la
adolescencia, existiendo por lo tanto una tendencia a preocuparse en exceso por su imagen y a
cómo son percibidos por los demás. Sin duda, muchas de las conductas en las cuales el
adolescente se involucrará estarán asociadas a esta imagen. Ellos necesitan reafirmar su
identidad y para hacerlo han de compartir ritos específicos. Existirían “ritos” en la actualidad,
como los relacionados a los propios de los fines de semana nocturnos, entre ellos el consumo de
alcohol y otras drogas utilizadas como objetos/sustancias iniciáticas generadoras de vínculos
sociales.
Sensación de invulnerabilidad:
la incertidumbre y la falta de horizontes claros hacen que este proceso que debe culminar en la
construcción de un plan de vida que tenga coherencia y sentido, sea visto amenazante, con
altos montos de angustia y un elevado escepticismo. Esto plantea la utilización de recursos
alternativos que prometen “felicidad” a corto plazo, seguridad y olvido momentáneo de los
problemas.
El preceptismo:
una sociedad que plantea el vivir el aquí y el ahora, hace que muchos individuos insertos en ella
sean marcados por este modo de funcionamiento. A los jóvenes, el futuro se les presenta
incierto y no sintiéndose motivados por los estudios y ante un panorama laboral poco optimista,
optan por vivir el día.
los adolescentes pueden ser particularmente sensibles a las campañas de publicidad diseñadas
para asociar el consumo de drogas, como por ejemplo el alcohol, con una determinada imagen.
“Temas relacionados con la identidad y la imagen pública, la curiosidad y las ganas de
experimentar sensaciones nuevas… pueden aumentar de forma sustancial la susceptibilidad
general frente a la publicidad y otras influencias sociales que promueven el uso de sustancias”.
Para Arbex, en el logro del entendimiento global de esta etapa es fundamental plantearse la
siguiente pregunta: ¿cuáles son las características socioculturales de nuestra sociedad actual, en
la que se están socializando los adolescentes?
Para dar una respuesta es necesario consideran algunos valores y actitudes vitales que están
definiendo, según numerosas investigaciones, a cierta parte de la adolescencia y que podrían
ser posibles explicaciones de los comportamientos descontrolados en algunas ocasiones, sobre
todo en ratos de tiempo libre.
La Adolescencia:
Se desarrolla su espíritu crítico y usa con mayor facilidad los procedimientos lógicos: análisis,
síntesis… Al mismo tiempo, discute para probar su capacidad y seguridad del adulto. Desarrollo
tendencial: Tiene necesidad de independencia de sus padres, por tanto, quiere libertad y para
ello emplea la desobediencia. A lo que al desarrollo afectivo se refiere, en la etapa
Preadolescente, fluctúan gran intensidad de emociones y sentimientos y con ello una
desproporción entre el sentimiento y su expresión. El sujeto controla poco las manifestaciones
externas que se traducen en tics nerviosos, muecas, gestos bruscos, gritos extemporáneos. Se
pasa de la agresividad a la timidez fácilmente.
Desarrollo social:
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(emancipación de los padres, la constitución de grupos, status autónomo fundado sobre su
propia acción), aunque también puede presentar obstáculos. La amistad entre adolescentes se
caracteriza por la sinceridad, el altruismo, la delicadeza. Se presumen de tener los mismos
gustos y opiniones, se imitan, se tienen mutua confianza, se quieren con exclusividad, se
sacrifican unos por otros. Entre ellos predominan los grupos primarios, se reúnen con
frecuencia, participan de las mismas diversiones, peligros y emociones. El grupo proporciona al
adolescente sentimiento de seguridad, protección y solidaridad; ayuda a emanciparse de los
padres; reduce el conjunto de frustraciones; facilita las amistades; es una escuela de formación
social.
Desarrollo sexual:
En el momento en que los adolescentes tienen preocupaciones sobre su desarrollo sexual, los
comentan y tratan solo en un clima de gran confianza y complicidad. La tensión sexual que
tienen los adolescentes es el resultado de tres tipos de estimulantes que operan de forma
compleja: la acción del mundo exterior, la influencia de la vida psíquica y la acción del
organismo. No hay que olvidar que es en esta edad cuando el adolescente comienza a tener las
primeras atracciones sexuales.
Desarrollo moral:
la moral para los adolescentes es un comprometer todo su ser a la búsqueda de la imagen ideal
de sí mismo, donde pone a prueba la fuerza de la voluntad, la solidez de las posibilidades y
cualidades personales. Hay algunos valores morales que ellos prefieren por ser más brillantes,
más nobles y porque existe un don de sí más absoluto: el sentido del honor, la valentía, la
lealtad y la sinceridad. Con todo ello, llegamos a la conclusión de que la adolescencia es un
periodo crítico o sensible porque durante estos años el adolescente debe afrontar una serie de
retos y tareas, y asumir unos compromisos, que le ayudarán a construir su identidad personal y
a iniciar una determinada trayectoria evolutiva. Todas sus experiencias durante estos años van a
tener unos efectos duraderos, aunque no necesariamente irreversibles, sobre su desarrollo
futuro (Oliva, 2004)
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1.3. ¿CUÁL ES EL LUGAR QUE OCUPA EL USO DEL ALCOHOL Y LAS DROGA EN EL MUNDO
DEL ADOLESCENTE?
Es muy importante aclarar que el grupo de adolescentes “NO CONSU- MIDORES” de alcohol y de
drogas, corresponde a la mayor parte de los adolescentes de la población general. De este
modo, conocer las actitudes y los comportamientos de los adolescentes que no consumen,
otros, que conviven en familias con uno o dos fumadores (padre y madre). La relación se
intensifica para las familias en las que hay tres fumadores (padre, madre y hermano).
Igualmente ocurre con el consumo de bebidas alcohólicas por parte de los padres. La relación
entre consumo de los padres y menor probabilidad de los hijos de no consumir se da para todos
los casos con valores de intensidad suave. Pero esta relación se intensifica significativamente
para los casos en los que se puede definir el consumo de los padres como de habitual y fuerte
(más de tres días a la semana y más de cinco vasos diarios).
El consumo de drogas por los amigos es otro de los indicadores relevantes. Los adolescentes
que no tienen amigos consumidores, multiplican por cinco sus probabilidades de no consumir
drogas, respecto de los que tienen varios amigos que consumen.
Es importante señalar, además, un factor que no pasa desapercibido y que releva en los
momentos del inicio o no de los consumos, este es la cantidad de dinero disponible. Los no
consumidores disponen de un 16,4% menos de dinero con relación a la media, en tanto que los
consumidores disponen de un 2,7% más.
Por último, es preciso destacar la importancia de las opiniones y las actitudes. Así, los que creen
que consumir drogas trae muchos problemas multiplican por tres sus posibilidades de no ser
consumidores respecto a los que creen lo contrario. En cuanto a las actitudes de aceptación y
rechazo, con respecto al consumo de alcohol durante los fines de semana; éste es el que menor
porcentaje de adolescentes rechaza. Le siguen el grupo que tiene conductas de consumo de
sustancias de forma esporádica.
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El adolescente que consume:
No es fácil determinar las razones por las cuales el adolescente consume sustancias; además, la
multiplicidad de las sustancias y la heterogeneidad de los consumidores no facilitan las cosas.
Por lo tanto, es necesario reconocer que a pesar de las muchas racionalizaciones que pueden
hacerse, son tanto, o más importantes las motivaciones. Las primeras motivaciones que
aparecen ligadas al consumo de sustancias en la adolescencia son, al parecer, en primer lugar, la
curiosidad y luego el placer, aunque afortunadamente muchos de los jóvenes se dan cuenta de
que la satisfacción es momentánea. Los que continúan con el consumo indicarían una tercera
gran motivación, la del “soporte artificial no encuentran en su vida personal o relacional, en sus
actividades cotidianas o en sus reflexiones propias, los medios para relajarse, y solo lo hacen
mediante un producto químico que les aportaría los espacios y los recursos necesarios que no
encontrarían en sus vidas a través de medios naturales.
Actualmente, la mayoría de los especialistas concuerda que el uso de drogas puede tener una
significación común: proteger un yo demasiado frágil enfrentado a sentimientos ansiosos o
depresivos demasiado intensos. Esta relación entre consumo de sustancias, ansiedad y
depresión puede finalizar en un abuso de sustancias o una dependencia propiamente dicha,
mostrando que no es necesario, sobre todo en los inicios del consumo, centrarse únicamente en
el producto que se consume, sino que tomar en cuenta otro tipo de manifestaciones. El uso de
drogas es un proceso, un camino que es recorrido gradualmente y en el que la persona, y en
este caso el adolescente, participa activamente. Dicho camino puede incluir el consumo
experimental, el consumo habitual, el consumo social o patrones más periódicos e intensivos
23
que llevan al consumidor a tener problemas asociados al mismo (consumo perjudicial y
consumo dependiente).
La edad parece estar muy relacionada con ser o no ser consumidor de algún tipo de droga. La
probabilidad de no ser consumidor se establece en relación inversa a la edad, es decir, a menor
edad mayor probabilidad de no haber consumido aún drogas.
El ausentismo escolar presenta una estrecha relación con el consumo/ no consumo. Así, cuanto
menos se falta a clases, más probabilidades se tiene de no consumir. Las probabilidades de no
consumir entre los que no han faltado ningún día en el último mes y aquellos otros que han
faltado tres días, se duplican. Del mismo modo, es relevante la variable rendimiento escolar.
Aquellos estudiantes que no han repetido ningún curso muestran tres veces más probabilidades
de no consumir que aquellos otros que han repetido dos.
Sin embargo, una de las mejores variables para predecir con éxito el consumo/no consumo
corresponde a las relacionadas con salidas con amigos. Cuantos más días se salga entre semana
con los amigos, menos probabilidades de no consumir. De tal modo que los que salen un solo
día tienen tres veces más probabilidades de no consumir que los que salen más de tres días. Un
indicador aún mejor que el anterior, es el número de noches que se sale en la semana. Los que
salen una noche a la semana cuadriplican las probabilidades de no ser consumidor, comparados
con los que salen cuatro noches.
Otras variables relacionadas con cierta intensidad con el consumo/no consumo tienen que ver
con la práctica de actividades culturales (asistencia al teatro, al cine y museos) y deportivas.
Aquéllos que realizan alguna de estas actividades de forma semanal, tienen más probabilidades
de no ser consumidores que aquellos otros que las realizan menos de un día a la semana o
nunca.
En coherencia con la anterior, pasar el tiempo libre en bares está muy relacionado con distintas
probabilidades de ser consumidor o no. Aquéllos que nunca pasan su tiempo libre en bares
24
tienen diez veces más probabilidades de no consumir que aquellos otros que realizan esta
actividad diariamente.
Existen otros factores que inciden, como la propia estructura familiar. En este punto, lo
realmente importante en el ámbito de la familia, es el tipo de comunicación existente. De aquí
que los adolescentes, que conviven en familias de alta comunicación duplican sus
probabilidades de no consumir ningún tipo de drogas. Otro factor familiar fundamental, es la
imitación de los comportamientos de los padres.
25
1.4. FACTORES ETIOLÓGICOS ASOCIADOS AL CONSUMO DE TABACO, ALCOHOL Y OTRAS
DROGAS.
Durante las últimas décadas se ha avanzado considerablemente en la investigación sobre la
etiología del abuso de sustancias en la adolescencia, proponiéndose múltiples explicaciones
teóricas (Becoña, 1999, 2007). El modelo de creencias de salud de Becker (1974) resalta la
importancia de los déficits en los procesos de toma de decisiones. La teoría del aprendizaje
social de Bandura (1977) recalca la influencia negativa de los compañeros y de los adultos
significativos que actúan como modelos consumidores. Los teóricos de la personalidad subrayan
la vulnerabilidad individual, por ejemplo, la teoría de la autodepreciación de Kaplan (1980)
otorga un papel central a las carencias afectivas de la persona. Otras teorías, como el modelo de
desarrollo social de Hawkins y Weis (1985), analizan el conflicto generacional e insisten en la
importancia del distanciamiento adolescente de la familia y del entorno escolar. También se han
planteado propuestas integradoras, como la teoría de la conducta problema de Jessor y Jessor
(1977), que intentan conjugar múltiples determinantes del consumo de drogas en la
adolescencia.
En conjunto los estudios han identificado numerosos factores de riesgo del consumo de drogas
en la adolescencia, así como factores protectores que reducen la probabilidad del abuso de
sustancias (Hawkins, Catalano y Miller, 1992).
En nuestro país el carácter de droga legal convierte al alcohol en un producto disponible de fácil
acceso, por los múltiples establecimientos donde se puede adquirir, los amplios horarios de
venta, el precio asequible de las bebidas y el escaso control de la venta a menores.
La publicidad, constituye una importante fuente de presión social hacia el consumo. Los
anuncios asocian la bebida con valores y estímulos atractivos para los adolescentes, como la
26
amistad, el carácter y la personalidad, la transición a la adultez, el sexo, el riesgo y la aventura,
etc. Estos mensajes persuasivos son difíciles de contrarrestar por los adolescentes que en
muchos casos carecen de una actitud crítica frente a la publicidad. Por esta razón, se ha limitado
la presencia de mensajes publicitarios dirigidos explícitamente a población adolescente.
El consumo juvenil de drogas se encuentra ligado al tiempo libre, los fines de semana, a ciertos
lugares de oferta como discotecas, bares etc. Y a la búsqueda de nuevas sensaciones y
experiencias. La utilización que se hace del tiempo libre se relaciona con el riesgo de consumo
de sustancias, y se asocia con la asistencia a lugares de oferta y con la búsqueda inmediata de
sensaciones nuevas y/o placenteras producidas por las drogas.
Los estudios revelan la relación significativa del consumo de alcohol de padres, hermanos e
hijos (Méndez y Espada, 1999).
27
Influencia del grupo de amigos:
Modelo integrador de los distintos factores etiológicos: Dado el gran número de variables que
influyen en el consumo de alcohol y otras drogas, parece apropiado plantear una etiología
multicausal. En la figura 2 se presenta un modelo que integra los principales factores que
contribuyen al consumo de drogas en la adolescencia, agrupados en cuatro categorías: a) las
variables ambientales y sociales que incluyen variables sociodemográficas y ambientales; al
igual que el entorno próximo del adolescente, familia, escuela, grupo de amigos, como a la
influencia mediática de la publicidad y los medios de comunicación; b) las variables individuales
que comprenden cogniciones, habilidades y otras variables personales relevantes; c) variables
evolutivas que corresponden a los tareas y desafíos propios de la etapa adolescente; y por
último d) las variables relacionadas con las dificultades en salud mental, esencialmente la
presencia de ciertas condiciones que aumentan el riesgo al uso de drogas (Figura 2).
28
REFLEXION
Por lo tanto, podemos señalar que las distintas dimensiones o niveles de entendimiento del
cerebro adolescente (cerebro neurobiológico o somático, cerebro intrapsíquico, cerebro
relacional y cerebro social), conforman una estructura altamente sensible, a la experiencia y a
los distintos estímulos externos, entre ellos los químicos, y por lo tanto altamente vulnerable a
la instalación de Consumos Problemáticos o Consumos Adictivos de alcohol, tabaco y/o
sustancias ilícitas, con cualquier tipo de consumo; pues dependerá además del efecto de la
drogas y de la mayor vulnerabilidad del sujeto.
Con todos los antecedentes expuestos, es claro señalar que no todo consumo en un
adolescente es problemático, pero sí es imprescindible pensar que todo consumo en esta etapa
y en estos sujetos adolescentes es de Alto Riesgo.
29
30
31
1.5. FACTORES FAMILIARES Y CONSUMO DE DROGAS EN ADOLESCENTES Y JÓVENES
La adolescencia como periodo de desarrollo y el riesgo adolescente
Es esperado que en la adolescencia se presente, con variada intensidad, una gama de problemas
psicológicos y sociales, que para quien los tiene son difíciles de entender y sobre todo de
manejar por la falta de madurez, experiencia, apoyo y en particular, una base sólida sobre el
tema.
Ellos y ellas suelen cuestionar la personalidad de los padres, esto sería un ejemplo de la
manifestación de lo que piensa el adolescente y su familia que están en conflicto, dado que la
violencia de la rebelión puede ser una medida de presión para vencer los lazos que unen al
adolescente y sus padres, más que el inicio de su hostilidad frente a ellos.
32
El adolescente debe convencer no solo a sus padres sino también a una parte de sí mismo de
que no tiene necesidad de ellos, de que él mismo y sus padres son diferentes. Por lo tanto, el
adolescente que cree percibir que no es aceptado, valorado o amado por su familia, llega a
sentirse con baja autoestima y autoconcepto, generando una proclividad gradual a diversos
tipos de riesgo.
Una vez más recordamos que la evidencia investigativa nacional ha llegado a determinar que el
abuso de alcohol y otras drogas es uno de los principales problemas de salud pública entre los
adolescentes y jóvenes de Latinoamérica. Del mismo modo, hay que enfatizar en los indicadores
más preocupantes, como el referido a la reducción de las edades de iniciación y el
involucramiento cada vez más visible de las adolescentes y jóvenes mujeres en el uso y abuso de
alcohol, tabaco y marihuana.
Ahora bien, diversos estudios han determinado que los adolescentes y jóvenes actúan por
simple curiosidad, imitación, sentimiento de invulnerabilidad, rebeldía o afán de independencia.
Muchos de ellos y ellas enfrentan el peligro de iniciarse en el consumo y posteriormente escalar
a la adicción. Los adolescentes colocan la droga en el lugar que desea, por lo tanto, la acción de
esta no depende solo de sus características como droga, sino de lo que de ella se espera, de lo
que buscan quienes la consumen y la suministran, y de lo que dicta el entorno.
Todo este contexto tiene un cierto impacto en el adolescente, quien viene atravesando un
particular periodo de desarrollo para consolidar las bases de su salud mental y física y alcanzar
la estabilidad del adulto. No hay que perder de vista que la adolescencia constituye la última
oportunidad de la persona para establecer la estructura de su personalidad.
El adolescente ensaya modos de vida alternativos que pueden sustituir aquellos que durante su
infancia resultaban incuestionables. Normalmente los adolescentes presentan diversos grados
de vulnerabilidad, frente al estrés, la frustración y la ansiedad, lo que ocasiona que se
incremente la probabilidad o el riesgo de involucramiento y desarrollo de ciertos
comportamientos adictivos, con y sin sustancias.
33
En la cadena de factores de riesgo que pueden afectar al adolescente encontramos a los
trastornos afectivos como la depresión y ansiedad, trastornos de déficit de atención y
trastornos de comportamiento como la agresividad y los rasgos antisociales. No son menos
importantes algunos factores coadyuvantes como el bajo rendimiento, el fracaso y la deserción
escolar; el embarazo temprano en las adolescentes, la presencia de disfunción familiar,
trastornos psiquiátricos y antecedentes de adicciones en el entorno, principalmente en los
progenitores.
Por otro lado, los adolescentes y jóvenes que experimentan con drogas ilícitas como las
sustancias cocaínicas, marihuana, medicamentos de prescripción, suelen dar razones o
argumentos similares, aunque no idénticos a los anteriores, es decir, la compañía, la presión de
los amigos, invulnerabilidad, moda, estrés, aburrimiento, rebelión, estados emocionales como la
depresión, entre otros factores. Hay estudios que confirman que muchos adolescentes y
jóvenes tienen el ejemplo en casa, en sus padres, cuando beben alcohol o fuman tabaco o
marihuana. Por tanto, muchos de ellos solo buscan probar en una sola ocasión para
experimentar qué se siente, aunque muchos se habituarán al consumo.
Los adolescentes que están en lucha interna con sus sentimientos, que no logran canalizar y
descargar adecuadamente y de forma constructiva sus inquietudes y emociones, suelen
encontrar en los efectos de las drogas la mejor salida a su angustia o desesperación, dado que la
droga los libera artificialmente de esas tensiones; así, el joven aprende a evadir de la realidad.
interfiere significativamente el proceso de elaboración mental necesario para superar esta fase
de desarrollo.
Otro factor que interviene tanto en el inicio como en la habitación del consumo es la familia
misma. Los riesgos pueden ser la percepción y actitud de los padres respecto al alcohol y otras
drogas y al consumo, la educación y las medidas disciplinarias inconsistentes con respecto al
consumo de sustancias de los hijos, la vulnerabilidad genética, etc. Otro problema que enfrenta
el adolescente es el estrés generado por sucesos familiares como la separación o el divorcio de
los padres, la formación de parejas nuevas o el fallecimiento de uno de ellos, enfermedad, y
otros.
35
Existe suficiente información investigativa proveniente de población normal y de población
penitenciaria que ha establecido, consistentemente, las relaciones entre variables de
personalidad y la conducta antisocial delictiva, variables tales como la impulsividad, empatía,
hostilidad, inteligencia o estabilidad emocional.
Otras investigaciones como las de Lund y Merrell (2001), Steward (2000) y Taylor (2000), han
encontrado que los niños con trastornos emocionales conductuales puntúan más bajo en
competencia social y más alto en conducta antisocial, así como la existencia de relaciones
directas entre temperamento emocionalmente negativo y conducta antisocial. En esta dirección
de estudios sobre conducta antisocial y socialización, Carrillo, Luego y Romero (1994) informan
que los adolescentes institucionalizados con marcado comportamiento antisocial tienen menos
interés por temas sociales sin una relevancia personal directa.
También se han estudiado las relaciones inversas entre conducta antisocial y empatía en niños y
adolescentes, como el desarrollado por el equipo de Garaigordobil, Álvarez y Carralero (2004) y
los reportados por Calvo, González y Martorell (2001) y Mirón, Otero y Luengo (1989). En esta
36
línea de investigación, Calvo, González y Martorell (2001), Garaigordobil, Álvarez y Carralero
(2004) y O’Moore y Kirkham (2001), también establecieron correlaciones negativas entre
comportamiento antisocial y autoconcepto-autoestima, habiéndose determinado que los niños
y adolescentes con alto autoconcepto desarrollan escasas conductas antisociales, respecto a los
adolescentes con baja autoestima, quienes exhiben más conductas amenazantes e
intimidatorias hacia otros, así como que distintas dimensiones de la autoestima muestran una
asociación negativa con la conducta desviada y que bajos niveles en ciertos componentes de la
autoestima se revelan como consecuencia de la implicación en actividades delictivas, como lo
refiere Romero et al. (1994).
Investigaciones como los de Marsh, Parada, Yeung y Healey (2001) han explorado las
características de sujetos agresivos, multiproblemáticos, protagonistas de peleas y
habitualmente castigados por ello, donde determinaron que estos perfiles comprenden un
déficit significativo de autoconcepto.
En cuanto a las investigaciones que han indagado las relaciones entre conducta antisocial y el
género, estos muestran resultados contradictorios. Al respecto, Garaigordobil, Álvarez y
Carralero (2004) encuentran diferencias significativas con una mayor frecuencia de conductas
antisociales en los varones, mientras que otras sugieren que estas diferencias son mayores en la
infancia, disminuyendo en la adolescencia como lo refiere Moffitt y Caspi (2001).
Scandroglio, et. al. (2002), por su parte, comunica que los primeros estudios sobre la
participación femenina en pandillas juveniles informaban que el grado de involucramiento de
las mujeres era marginal, por tanto, ellas manifestaban menos conductas delictivas que los
grupos compuestos por varones. Asimismo, proporcionan información distinta llegando a
advertir un mayor nivel de participación e involucramiento de las mujeres, así como un
incremento de sus conductas violentas. Sin embargo, aun considerando las nuevas evidencias, al
parecer siguen predominando diferencias entre los dos sexos.
37
Estilos de crianza y acompañamiento parental en el periodo de la adolescencia.
La crianza es un proceso dinámico y complejo que incluye, por un lado, la obligación de los
padres de cubrir las necesidades básicas del niño, tanto físicas como afectivas y psicosociales, y
por otro, facilitarle pautas de aprendizaje y ciertas condiciones de estímulo que favorezcan un
desarrollo biopsicosocial saludable.
Los modelos de crianza entendidos como la forma de inculcar disciplina, hábitos o valores, no se
desarrollan de forma unilateral en los padres, sino que se dan en un marco de relaciones, donde
los padres reciben mensajes verbales y no verbales de sus hijos y con ello modulan sus estilos de
crianza. Padres e hijos reciben la retroalimentación (feedback) bidireccional que irá
configurando su estilo educativo. Las características personales de los padres y de los hijos
(saludables o con patologías) influirán sobre los propios modelos de crianza que se desarrollen
en el entorno familiar.
En este contexto, Bullard (1997) llevó a cabo una investigación con padres de niños y púberes de
6 a 12 años con trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH). Para los efectos
realizó un análisis cualitativo de las percepciones que tenían los padres de familia con niños con
TDAH y el impacto que les había generado el problema de salud. En los resultados se encontró
que los padres manifestaban:
38
Aislamiento social de los padres: menos visitantes en su casa y reducción de las visitas
fuera de casas debido a los problemas de la conducta del niño o del púber, la
desaprobación de los otros y el nivel de demandas que requiere el niño.
Dificultades en la escuela: relación con figuras de autoridad, profesores, exigencia de
una mayor planificación y supervisión de las tareas escolares.
Sentimientos emocionales de frustración, culpa, desesperación y agotamiento.
En el caso de niños o adolescentes con TDAH, dilemas de la medicación: esfuerzos por
encontrar la dosis terapéutica ajustada y sus efectos.
En esta misma línea de investigación Roselló et al. (2003) trabajaron con 36 familias de niños
hiperactivos; en los resultados se evidenciaron importantes problemas en la crianza del niño
con TDAH: 100% de los padres consideraba que la convivencia les resultaba mucho más difícil
que con otro niño de su misma edad, el 88% de los padres mostraba un nivel muy elevado de
estrés, el 75% consideraba que no eran capaces de manejar el comportamiento de su hijo, el
50% manifestaba que podrían ser mejores padres, el 50% mantenía más enfrentamientos
maritales a causa de su hijo, mientras que el 31% presentaba restricciones en la vida social, y el
44% consideraba que el niño o púber con TDAH incomodaba a sus hermanos.
En los estudios referenciados se pone de manifiesto la gran dificultad que experimentan los
padres para hacerse cargo de la crianza del niño o púber con TDAH, en particular por los
comportamientos, deseos equilibrantes e imprevisibles; es decir, el no acatamiento de las
normas, discusiones con sus padres y hermanos, problemas académicos y de interacción en el
colegio y las enormes dificultades de integración social. Hay que recordar que una tasa
importante de adolescentes y jóvenes con problemas de abuso y dependencia a sustancias
presentan TDAH como condición clínica previa al consumo de drogas como la marihuana, lo cual
por lo general ensombrece el pronóstico del caso.
Familias disfuncionales
Pero también intervienen otros factores que, del mismo modo, precipitan los procesos de
desestructuración del núcleo familiar como es el caso de ciertas condiciones que obligan a que
ambos cónyuges trabajen fuera del hogar. Este hecho suele generar déficit en el grado de
involucramiento de los padres con los niños y adolescentes en cuanto al acompañamiento
emocional y físico en periodos trascendentales de su desarrollo.
El impacto negativo del proceso de disolución familiar tiene por objetivo el subsistema y más
concretamente el vínculo filial. Las repercusiones principalmente se darán en el orden
emocional y psicológico, en particular cuando el hijo o hija están en las fases de pubertad o
adolescencia, donde se operan cambios en la estructura general de la persona.
40
Al respecto, varios investigadores como Morla et al. (2006) y Coletti y Linares (1997) se refieren
a la familia disfuncional cuando se encuentra desatendida algunas de las siguientes
responsabilidades:
Es importante destacar la singularidad de las familias, dado que cada una puede ayudar o
perturbar el proceso adolescente para afrontar y resolver sus ansiedades y duelos.
Autores como Cicchetti y Rogosch (2002) han investigado algunos trastornos psicológicos de la
infancia y pubertad desde el marco teórico de la psicopatología del desarrollo. Para ellos el
objetivo de esta disciplina es el estudio del desarrollo de la conducta anormal desde la
41
interacción compleja que se establece entre los diferentes sistemas, biológico, psicológico y
social de las personas, a lo largo del periodo evolutivo.
Durante el proceso de desarrollo del niño se produce una interacción entre sus características
propias y las características de su ambiente social y familiar. Por una parte, existe una
predisposición biológica específica en cada persona que la hace vulnerable a desarrollar
patologías específicas. De otro lado, las características constitucionales de los niños influyen en
las relaciones padres-hijos; son rasgos de personalidad de aparición temprana que consolidan
las peculiaridades de cada persona y perduran en el tiempo.
Es así que existen características del ambiente familiar que se pueden considerar factores de
riesgo, dado que aumentan la vulnerabilidad del niño o adolescente a desarrollar patologías,
como las relaciones familiares frías o distantes, o conflictivas; del mismo modo, la familia puede
incidir en una disciplina familiar inconsistente o con ausencia de criterios, prácticas autoritarias
de crianza, relaciones muy tensas, punitivas o estrictas (Kershner y Cohen, 1992, Baumrind,
1983), castigo corporal y otras estrategias punitivas.
Miranda (1985) y Burns (1990), por su parte, sostienen que existen otros factores familiares que
posibilitan un buen funcionamiento psicológico del niño y adolescente, como la aceptación
adecuada por parte de los padres, la existencia de una relación paterno filial con una definición
clara de límites de las conductas y respeto de las iniciativas individuales de los hijos, dentro de
los límites establecidos. La perspectiva sistémica familiar permite examinar en profundidad el
comportamiento sintomático desde una perspectiva integral y enfatiza que el síntoma está muy
vinculado con el funcionamiento o la dinámica interna de la familia. Al instalarse el consumo de
sustancias, la familia enferma pierde su equilibrio, a través del tratamiento se busca
recomponer y reconstituir las relaciones internas de la familia, pues no se centra únicamente en
el consumo.
43
Dinámica familiar y severidad de los problemas relacionados con el consumo inicial y la
habituación del consumo de drogas en adolescentes y jóvenes
Diversas investigaciones han determinado que la familia es una de las variables más
importantes en la etiología y mantenimiento del abuso de drogas. Las relaciones entre el uso y
abuso de drogas y la dinámica del funcionamiento familiar ha sido objeto de numerosas
investigaciones, Herman y McHale (1993), Otero, Mirón y Luengo (1989), entre otras.
Al respecto el equipo de Castillo, Saénz y Pampliega (2004) llevaron a cabo una investigación,
donde se evalúa la situación de 140 personas con diagnóstico por trastorno adictivo a sustancias
no alcohólicas que inician tratamiento en 15 centros de tratamiento en España y se explora el
funcionamiento familiar y su relación con los problemas derivados o asociados a esta situación.
Los instrumentos utilizados fueron el Family Assessment Package y el Europasi. En el análisis de
los datos se utilizó técnicas de correlación. En los resultados se encuentra que hay una
valoración diferencial de la severidad de la adicción entre el evaluador y el evaluado. También
se encontró que una peor situación médica y psiquiátrica se asocia positivamente con un mayor
estrés familiar, y el uso de drogas se asocia con un mayor estrés familiar, con una más baja
satisfacción familiar, y con una peor comunicación y recursos familiares. Así, se estableció la
relación entre la severidad de la adicción y el funcionamiento familiar, tanto desde la
apreciación del clínico como desde la del propio paciente.
Comunicación
Satisfacción familiar
Los vínculos débiles y las relaciones de insatisfacción respecto al medio socializador familiar han
sido señalados por Protinsky y Shilts (1990) y Elzo (1996) como fuertes factores de riesgo a tener
en cuenta en el consumo de drogas en adolescentes. Al respecto, Vielva, Pantoja y Abeijón
(2001) encontraron que existe una menor satisfacción con el funcionamiento familiar, tanto
desde la percepción de los hijos como de los padres, en las familias donde los hijos consumen
drogas, lo cual sugiere que la falta de satisfacción podría estar en la base del consumo.
Recursos familiares
Cuando mencionamos los recursos familiares nos referimos a aquellos aspectos sociales,
emocionales y físicos que hacen que la familia sea menos sensible al riesgo y más capaz de
afrontar satisfactoriamente los factores estresantes, facilitando la adaptación individual y
familiar tal como los mencionan Lavee, McCubin y Olson (1987), McCubbin, Needle y Wilson
(1985). Investigaciones que han trabajado este factor, como la de Malkus (1994), sustentan la
hipótesis de que los jóvenes que proceden de familias con más recursos son menos vulnerables
al involucramiento del abuso de drogas.
45
Estrés familiar
Algunas investigaciones sobre el uso y abuso de drogas, como las de Carvalho et al. (1995), y
McQueen, Getz y Bray (2003) han logrado establecer asociaciones entre el uso de sustancias y
eventos estresantes de la familia como desavenencias conyugales, disputas entre los padres,
etcétera.
Para Muñoz-Rivas y Graña (2001), entre otros, factores del ámbito familiar se hallan en la
etiología de los problemas del abuso de drogas, pero también constituyen factores implicados
en la prolongación del abuso y la dependencia. Desde esta perspectiva, la hipótesis subyacente
es que un desajuste en este tipo de factores familiares estará claramente presente entre
personas jóvenes que solicitan tratamiento por abuso o dependencia de drogas.
Uno de los primeros acercamientos al tema de las adicciones lo hizo Zevallos (1985) al examinar
el tema de sobreprotección maternal en 20 madres con hijos adictos a la PBC y 20 madres como
46
grupo control; utilizando la escala de evaluación de la relación madre-hijo de R. M. Roth
modificada, encontró diferencias estadísticamente significativas en sobreprotección y sobre
indulgencia; en ambas actitudes, el grupo de madres de dependientes de PBC aventaja al grupo
de madres de hijos no adictos.
Por su parte, Francis (1987) abordó el tema de la satisfacción familiar con dos grupos de
familias; 20 familias con, por lo menos, un miembro con diagnóstico de dependencia a la PBC y
20 familias sin ningún miembro adicto, utilizando el instrumento de Olson y Wilson. En los
resultados encontró diferencias estadísticamente significativas en el grado de satisfacción
familiar; las familias de dependientes a la PBC se mostraron más insatisfechas y con mayor
grado de insatisfacción en madres que en padres.
Los resultados del análisis estadístico con la prueba Chi cuadrado confirman la hipótesis de la
disfuncionalidad de las parejas de padres de dependientes a la PBC y su ubicación en el rango
extremo del modelo circunflejo; mientras que las parejas de padres de sujetos no consumidores
de drogas se ubican en el rango medio del modelo. En cuanto a la dimensión de adaptabilidad,
la diada marital de padres de adictos presenta tanto una adaptabilidad alta, es decir caótica, con
poca capacidad para imponer límites, así como inconsistencia en la disciplina y las reglas, como
una adaptabilidad baja, es decir, control rígido. En relación a la dimensión de cohesión, los
resultados revelan que los padres de los dependientes a la PBC varían en los extremos de
distancia o cercanía, reflejando posiblemente su situación de pareja con problemas, así como su
unión circunstancial para enfrentar la dependencia a la droga del hijo. Las diadas maritales de
padres de dependientes se encuentran sometidas a presiones internas, la situación familiar; así
como a presiones externas provenientes del medio social.
47
Mendoza et al. (2001) trazaron un perfil estructural sistémico de 55 familias con pacientes
atendidos en el Hospitales y su correlación con el diagnóstico psiquiátrico. El instrumento de
medición fue la escala familiar estructural sistémica (EFES), que contiene cinco dimensiones:
estructura, estadio del desarrollo, resonancia, etiquetación del paciente identificado y
resolución de conflictos. En el diagnóstico clínico se utilizaron los criterios de la Clasificación
Internacional de Enfermedades de la OMS, 10 a Revisión (CIE10).
En los resultados se encontró una significativa disfuncionalidad global, así como en las
dimensiones de resolución de conflictos y etiquetación del paciente identificado. Las familias
con paciente esquizofrénico presentan disfunción en las dimensiones mencionadas y en el
estadio de desarrollo. Las familias con hijo dependiente de sustancias (alcohol y PBC) presentan
disfunción en las dimensiones de etiquetación del paciente identificado y resolución de
conflictos; también se determinó que existen diferencias mínimas entre el perfil estructural
sistémico de las familias con paciente alcohólico y aquellas con paciente dependiente de PBC,
siendo más disfuncional en las últimas. Las familias con miembro neurótico presentan
disfunción en la dimensión de resolución de conflictos y resonancia.
Más adelante, Galindo et al. (2004), comparan los factores de riesgo de dos grupos de familias.
Un grupo de 18 familias con miembro adolescente consumidor de drogas y una muestra control
de 16 familias sin miembro consumidor fueron sometidos a evaluación a través del instrumento
“¿Cómo es mi familia? y ¿cómo es tu familia?”. En los resultados se encontró que el grupo
control presentaba menor vulnerabilidad que el grupo de estudio con una significación
estadística en los diversos factores y subfactores de los instrumentos administrados, como el
tipo de relaciones, afrontamiento de problemas, fuentes de apoyo del adolescente, satisfacción,
acumulación de tensiones, problemas de salud y recursos de la familia. En ese sentido la
investigación concluye que existe un perfil de vulnerabilidad familiar predictivo del consumo de
drogas en hijos adolescentes; el perfil está dado por: baja cohesión familiar, dificultades para
tomar decisiones y solucionar sus problemas con la participación democrática de todos sus
miembros, dificultades en la comunicación entre padres e hijos, especialmente entre el padre y
el adolescente, mínimas fuentes de apoyo en la familia y en el entorno para el adolescente en
48
problemas, escasa atención al rendimiento académico de los hijos, alto nivel de insatisfacción
de la familia con relación a sí mismos y su entorno, con respecto al rendimiento académico de
los hijos o laboral de los padres, gran acumulación de tensiones y aparición de síntomas o
problemas dentro de esta, entre otros resultados.
Algunos estudios internacionales recientes sobre la relación entre la familia y el abuso de drogas
en jóvenes Carvalho et al. (1995) exploraron la relación entre las relaciones familiares y el
consumo de drogas a través de un análisis multivariado con 16,378 estudiantes de secundaria
en Brasil. Se exploraron datos objetivos sobre las familias y las percepciones de los escolares
sobre las mismas. Los hallazgos sugieren que la ocurrencia de la violencia en casa es el principal
factor implicado en el uso de alcohol y otras drogas entre los adolescentes. El estado conyugal
de los padres no constituyó por sí mismo un fuerte factor relacionado al uso de sustancias e
incluso no se vio una relación estadísticamente significativa con el uso frecuente de alcohol. En
general, los factores subjetivos intrafamiliares (las percepciones que los individuos tenían sobre
sus familias) tuvieron mayor impacto en el uso de alcohol y otras drogas de los adolescentes, en
comparación a condiciones familiares objetivas, como el estado civil de los padres. Los autores
sugieren que la calidad de las relaciones familiares conforma un determinante de mayor
importancia que la situación formal de la familia.
Por otro parte, Hemovich, Lac y Crano (2011), sobre la base del estudio nacional de padres y
juventud de los Estados Unidos, que comprende 4123 participantes, realizaron un análisis
multivariado con el fin de explorar la estructura familiar y el consumo y percepción sobre el
consumo de drogas. Los resultados indican que los jóvenes provenientes de familias
monoparentales se involucran en mayores niveles de consumo de sustancias en comparación a
los que vienen de familias con ambos padres. Específicamente, los jóvenes que viven
únicamente con el padre hacen mayor uso de tabaco, marihuana y alcohol, en comparación con
los jóvenes que viven con su madre o con ambos padres. Los jóvenes que viven únicamente con
la madre se involucran en mayor uso de tabaco y marihuana, en comparación a los jóvenes que
viven con ambos padres. Además, se encontró que el involucramiento o monitoreo parental
(monitoring) y la calidez (warmth) predijeron la percepción sobre el uso de drogas y fueron un
49
buen predictor del uso de drogas en adolescentes. Los autores sugieren que las exigencias
financieras que implican mantener un hogar (trabajar más horas o tener varios trabajos)
supondrían que los padres o madres solteras encuentren mayores dificultades en monitorear
consistentemente a sus hijos. Los resultados de la investigación confirman esas suposiciones.
Además, se encontró que los ingresos de las familias duales exceden significativamente los de
las familias monoparentales y que el monitoreo parental fue ampliamente mayor en familias
con ambos padres.
El equipo de Wagner et al. (2008) llevaron a cabo una investigación acerca de las variaciones en
la estructura familiar y el uso de drogas con 255 jóvenes de noveno grado del área urbana de
Los Ángeles. El 83% era latino, el 58% mujeres, la mayoría provenía de un nivel socioeconómico
bajo, la mitad de los estudiantes reportó haber consumido alcohol, el 30% reportó haber
consumido cigarros y el 18%, haber usado marihuana. Se utilizaron regresiones logísticas para
determinar los efectos de la variación de la estructura familiar en el uso de drogas. Se encontró
que la disolución familiar o separación de los padres no estuvo asociada con el uso de alcohol y
que la presencia de soporte social puede favorecer o mitigar el impacto de pertenecer a una
familia de un padre/madre, soltero. Además, la presencia de hermanos mayores en casa estuvo
asociada al uso de alcohol y marihuana, y vivir con un primo estuvo asociado al uso de
marihuana. Los resultados sugieren que se debe incluir a los hermanos y primos en las medidas
o estudios sobre estructura familiar.
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51
Clasificación y tipos de drogas
A renglón seguido, hemos de decir que a lo largo de la historia se han propuesto diferentes
formas de clasificar las drogas. Por ejemplo, se distinguió entre drogas blandas y duras, una
separación que hoy por hoy apenas se utiliza, ya que en cuestiones como la prevención no es
demasiado conveniente realizar dichas diferencias.
Las definiciones han ido variando de una u otra manera, dependiendo del área que toquen así
será su clasificación; cada una ha ido añadiendo matices o se ha ido ampliando la enunciación
hacia uno u otro lado según la conveniencia.
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f) psicotomiméticas o psicodélicas, cuyo efecto principal no es la depresión, ni la
estimulación, sino la deformación de la percepción y de la sensación.
Hoy sabemos que las drogas estimulantes también pueden generar dependencia física, después
de la matización que podríamos realizar a esta clasificación, hemos de afirmar, que es una
clasificación que se entiende fácilmente por ser didáctica, y por lo tanto será la que
utilizaremos. A continuación, y siguiendo la clasificación realizada, según cómo afectan las
drogas al sistema nervioso, expondremos muy brevemente los tipos de drogas y sus principales
efectos físicos y psicológicos.
Años más tarde, en 1914, tras el Acta Harrison se dictaminó que la cocaína fuese una sustancia
ilegal en los EE UU, cuya administración quedaba delimitada a la utilización de médicos y a los
laboratorios. En los años 70 esta sustancia sigue siendo utilizada y mezclada con determinados
compuestos, usándose como dieta para la obesidad, e incluso para tratar la melancolía. Después
se extenderán sus aplicaciones para fines más recreativos. A la cocaína se le dio rienda suelta
hasta que asomó la epidemia más destacable en la historia de los Estados Unidos, hecho que se
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produjo a mediados de la década de 1980 (Withers y Pulvirenti, 1995). Una mayor petición de
tratamientos empezó a originarse cuando, en muchas personas, se comenzaron a desarrollar
cuadros de psicosis a causa de la cocaína, lo mismo que ocurriría con las anfetaminas. Estos
casos hacen que la sociedad empiece a vislumbrar los riesgos de una sustancia asociada al
glamour, al éxito, al trabajo. Este principio de siglo XXI, ha sido testigo de un desconcertante
aumento del consumo de cocaína en los países occidentales, sobre todo en España.
Algunos analistas señalaron que en los años 2005 y 2006 la epidemia estaba tocando techo, ya
que los datos difícilmente “podían ser peores”. España se colocaba entre los países más
consumidores de cocaína del mundo, junto al Reino Unido y Estados Unidos. Las cosas se
complican más cuando la información de que disponemos también nos permite destacar el
elevado consumo de cocaína entre los pacientes que toman medicamentos como la metadona:
“el 45,7% de los pacientes atendidos en programas de mantenimiento con metadona consumen
cocaína u otros estimulantes”, (Díaz-Flores y col., 2001). A continuación, realizaremos un breve
resumen de las variaciones de esta sustancia.
La más conocida es la cocaína en polvo o clorhidrato de cocaína, y en este caso la vía principal
para su consumo suele ser nasal –la sustancia se esnifa– y su efecto suele durar entre un arco
de dos a tres horas; en determinados casos encontramos personas que consumen esta
sustancia inyectándosela, sobre todo en aquellos que ostentan un largo historial de consumos, e
implica por añadidura una mayor gravedad del caso.
Otra forma es el basuko, también llamado pasta de coca. El basuko es el resultado de mezclar
hojas de coca maceradas con ácido sulfúrico y otras diversas sustancias. Este producto tiene un
alto porcentaje de sulfato de cocaína y se suele consumir fumado, mezclado con tabaco u otras
sustancias. Un derivado de la coca es el crack. Tiene este nombre por la semejanza del ruido que
provocan los cristales al romperse y el que produce al ser consumido. “Es el resultado del
mezclar el clorhidrato de cocaína con bicarbonato sódico más amoniaco, se presenta en forma
de microcristales, que al ser sometidos a la acción del calor emiten unos vapores que son
inhalados” (Terán, 2004); llega rápidamente al cerebro y es altamente adictivo. Los efectos de la
cocaína son los siguientes: en primer lugar, provocan una sensación de euforia con tendencia a
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la “fuga de ideas”, las personas están en un estado constante de alerta, nerviosas, hiperactivas,
comporta un aumento de la presión arterial, lo que conlleva una respiración agitada, las pupilas
se dilatan y disminuye considerablemente el apetito.
Según Caballero (2005), las complicaciones más frecuentes en consumidores de cocaína son
estas: intoxicación (efectos simpaticomiméticos), ORL (sinusitis, perforación de tabique),
cardiovasculares (infarto agudo de miocardio, arritmias), neurológicas (convulsiones, focalidad,
cefaleas, mareos), respiratorias (neumotórax, bronquitis), obstétricas (abrupción placentaria,
teratogenia), sexuales (disfunciones sexuales, amenorrea, ginecomastia), infecciones (HIV,
hepatitis, endocarditis, abscesos), intoxicaciones por adulterantes, endocrinas y otros
problemas renales y gastrointestinales.
Las anfetaminas
Un extraordinario hallazgo, comercializado en los años treinta, fueron ciertas aminas, como la
anfetamina, la dexanfetamina y la metanfetamina (Escohotado, 2005). Las sustancias más
conocidas dentro de la familia de los psicoestimulantes son las anfetaminas que fueron
sintetizadas en esa misma década de los años treinta. Las anfetaminas se recetaron para el
tratamiento de algunos de los trastornos del sueño, concretamente para la llamada narcolepsia
y, al igual que la cocaína se recomendó para la obesidad, empleándose asimismo como
estimulante para los cuadros depresivos (Seivewright, 2000). También se recetó para la
congestión nasal, el mareo y la sobredosis de hipnóticos (Escohotado, 2005).
Hasta hace relativamente poco tiempo esta sustancia se despachó sin receta médica, como un
artículo más de venta en las farmacias, lo cual favoreció su uso generalizado en la sociedad.
Pero no sólo el carácter fácilmente accesible hizo que esta sustancia se hiciera popular. No es de
extrañar que una sustancia que quita el desánimo y el apetito se empezara a usar en la Guerra
Civil española y, después, continuara su uso en la larga posguerra. Por añadidura una población
con acceso a esta sustancia fueron los estudiantes, pues no en balde se trata de una sustancia
deseable por sus efectos a la hora de aumentar la concentración en los estudios. Las
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anfetaminas se asoman al cuerpo con una semivida más larga que la cocaína, es decir, los
efectos duran más en el tiempo. Pero ambas sustancias también se asemejan, y al igual que
otras, el consumo de estimulantes tiene más probabilidades de progresar y hacerse
problemático en individuos con dificultades sociales o con trastornos psiquiátricos, incluyendo
los trastornos de personalidad (Seivewright, 1997). Popularmente se conoce con el nombre de
“speed”, una sustancia de color blanquecino con un tono entre rosado y anaranjado, según
cómo la hayan mezclado. Tiene otros nombres, como “hielo” o “chalk”, y se suele esnifar,
aunque también se puede fumar o inyectar. La eliminación del organismo suele ocurrir a las 12
horas aproximadamente.
Drogas depresoras del sistema nervioso Eficaces depresores del sistema nervioso son los opiáceos,
morfina, codeína, heroína, sucedáneos sintéticos del opio, tranquilizantes mayores, tranquilizantes
menores, somníferos, los grandes narcóticos, cloroformo, éter, gas de la risa y fentanilos, vinos y licores
(Escohotado, 2001).
El consumo del opio está documentado en el año 4000 a.C. en la ciudad sumeria de Uruk, y en el año
1550 a.C., en Egipto, se realizaban hasta 500 remedios con esta sustancia (León, 1990). Sin cambiar de
escenario, en Egipto se utilizaba como analgésico y calmante (pomadas, vía rectal y oral), para evitar que
los bebés gritasen fuerte. Su uso se extendió por Europa y Asia Menor (Pascual, 2009).
Según Rogues de Fursac (1921), la intoxicación crónica por la morfina da lugar al morfinismo. El
morfinismo constituye la morfinomanía, cuando el veneno se ha convertido en necesidad para
el organismo y su supresión provoca un conjunto de trastornos físicos y psíquicos llamados
síntomas de abstinencia. La morfina no es, como en otros tiempos, un veneno aristocrático
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reservado a las clases elevadas. Ejerce sus estragos en todos los medios. “En el año 1805 se
sintetizó la morfina por Fiedrich William Sertüner y empezó a comercializarse por los
laboratorios Merck a partir de 1827. En 1855 con la introducción de la inyección hipodérmica
sustituyó al opio en los tratamientos médicos y desde 1870 fue muy utilizada durante la guerra
civil americana y en la franco-prusiana, su consumo derivó en adicción en algunos casos,
encontrando entre los morfinómanos un 25% de mujeres, un 65% entre terapeutas, personal
sanitario o sus familias y el otro 10% correspondía a clérigos, profesionales liberales, gente de
alta sociedad, bohemia y algunas prostitutas. Años más tarde, en 1874 se sintetizó la heroína
(diacetilmorfina), fabricada por Bayer en 1883, que era cinco veces más adictiva que la
morfina”, Pascual (2009).
De la heroína, se decía que era una sustancia que no producía dependencia, y por ello “también
se recomendó y utilizó como remedio eficaz para el tratamiento de la tos y la disnea en
asmáticos y tuberculosos”, Becoña (1994). La empresa farmacéutica Bayer comercializó este
producto que apareció en el mercado con el nombre de heroína; en el prospecto de este
fármaco ponía lo siguiente:
Hoy sabemos que el consumo de heroína activa el sistema opioide de forma antinatural y
produce cambios en el cerebro que obligan a la administración continuada de esta droga ya
que, si se interrumpe, aparece sintomatología de abstinencia, es decir, el sist ema nervioso
central necesitará la aportación externa de esta sustancia para mantener la regulación de las
funciones que realiza (Guía sobre drogas, 2007). En el siglo XX, se dieron todas las condiciones
necesarias para que en Occidente se empezara a consumir esta droga por determinados grupos
sociales. En la mayoría de los países, su consumo se asocia a grupos generalmente menos
favorecidos o marginales. Las sucesivas guerras mundiales son un paréntesis que truncan el
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consumo de la heroína y no es hasta la conocida época de los hippies, a finales de los años 60 y
principios de los 70, cuando eclosiona el problema de la heroína en los Estados Unidos.
Para tener una visión más amplia del problema, podemos aproximarnos desde otro ángulo. Así,
en el caso de los opiáceos, en 1973 se descubrió la existencia en el cerebro de receptores para
morfina y heroína, lo que facilitó el conocimiento de la forma de actuación de estas drogas. El
que estos receptores estuvieran localizados en áreas implicadas en la integración de la
información sobre el dolor fue una confirmación del papel analgésico atribuido históricamente a
los opiáceos. Más tarde se identificaron sustancias capaces de interaccionar con dichos
receptores, que recibieron el nombre de endorfinas (Baño, 1998). “Esto permitió conocer la
distribución anatómica de los opioides endógenos, sus mecanismos de síntesis, de actuación y
de degradación, así como las funcionalidades cerebrales en las que participaban”, Akil (1984).
Tras este paréntesis, y como íbamos explicando, en pocos años la heroína produjo un gran
impacto, y esta misma crisis, aunque con algo de tardanza llegó a España aproximadamente en
los años 1975 y 1977. Es en estos años cuando se comienza a detectar el problema, y su eclosión
sin comedimiento se produce entre el año 1979 y 1982. El mayor número de nuevos
heroinómanos en tratamiento se alcanzará en el año 1992. No cabe juzgar que padres y vecinos
alarmados comenzaran a pedir recursos para atender a los drogadictos que deambulaban por
las calles de España. La mayoría de los heroinómanos eran consumidores por vía intravenosa.
Existen muchas hipótesis sobre las causas que fomentaron la rápida expa nsión de este
problema. En primer lugar, se ha dibujado un mapa social donde se estaban produciendo
fuertes cambios sociales como la emigración del campo a las ciudades, y en segundo lugar se
comenzó a producir un trascendental cambio de roles. Paralelamente se vivía la Transición
Democrática y el comienzo de las libertades, el paro y el fácil acceso a la jeringuilla hipodérmica.
En su conjunto, todo esto se sumó a un absoluto desconocimiento de las drogas y
concretamente de la heroína. Un país “ingenuo” como era España se vio entonces desbordada a
la hora de enfrentarse a las numerosas agresiones y delitos por drogas. Poco a poco la epidemia
de la heroína fue tomando formas más marginales, o, mejor dicho, las personas que consumían
heroína se deterioraban con mucha rapidez y comenzaban a tocar fondo en poco tiempo. La
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epidemia llegó a su máxima expresión entorno a la mitad de los años ochenta. Esta época
proporcionó un gran cambio de actitud en la sociedad sobre la percepción del riesgo de las
drogas, antes casi inexistente; poco a poco fue apareciendo el VIH con sus consecuencias poco
halagüeñas. También, como sabemos, las adulteraciones generaban y siguen generando
problemas médicos importantes, lo que aumentaba la percepción del riesgo.
En aquellos años, las drogas eran uno de los problemas sociales más importantes según las
encuestas de C.I.S., solo superado por problemas como por ejemplo el terrorismo. Hoy, en la
actualidad, debemos recordar que el problema de las drogas no está ni entre las veinte
principales preocupaciones de los ciudadanos. Aproximadamente, a partir del año 1987,
comienza un declive lento y progresivo, no aumenta significativamente el número de afectados,
pero los que ya estaban enganchados acarrean muchas dificultades para abandonar la
dependencia. Bien conocido es también que a consecuencia de la expansión del VIH se impulsó
el cambio de vía de administración de los drogodependientes, comenzando a consumirse la
heroína de forma inhalada, lo que se llama un chino (se inhalan los vapores que surgen de
quemar la sustancia en papel de plata), y la jeringuilla se evita en la medida de lo posible por el
miedo al sida. La epidemia poco a poco pasa a ser “endémica”. Esto quiere decir que no
aumenta específicamente el número de casos, pero la población de heroinómanos tampoco
desciende significativamente. Un colectivo, de corte más silencioso, que fundamentalmente es
tratado con metadona. Lo único que cambia, y seguirá siendo una constante en los siguientes
años, es que cada vez este colectivo aumenta lentamente su media de edad. Pese a que se
consideraba erradicada, la heroína tuvo un pequeño repunte en el año 2007. En principio las
razones expuestas son el aumento de la producción en Afganistán y, posiblemente la llegada de
inmigrantes de los países del Este que consumían esta droga.
El alcohol Otra sustancia depresora del sistema nervioso central es el alcohol, ya que inhibe
paulatinamente las funciones cerebrales. Produce una sensación de euforia cuando se consume,
pero realmente es una sustancia depresora. “En cuanto al alcohol cabe decir que el consumo
originario y primitivo se basaba única y exclusivamente en las bebidas fermentadas, a partir de
algunos frutos y cereales, fabricándose de estos últimos la cerveza, de la uva el vino y de la
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manzana la sidra fundamentalmente. Pero en la Edad Media se introdujo un aparato, el
alambique, que permitía destilar estas sustancias y producir un alcohol, o al menos unas
bebidas de mayor concentración alcohólica”. Pascual (2009). El componente del alcohol es el
etanol o alcohol etílico. Podemos hacer una división sencilla de las bebidas alcohólicas en dos
tipos: por un lado, las bebidas fermentadas, vino, cerveza y sidra, que tienen una graduación
entre los 4º y los 15º. Se producen por la fermentación de los azúcares de las frutas o de los
cereales. Por otro lado, encontramos las que se obtienen de la destilación de las bebidas
fermentadas, con lo que presentan mayor concentración de alcohol. El orujo, el pacharán, el
vodka, el whisky, el ron o la ginebra, tienen entre 40º y 50º. Esto supone, que el 40% o el 50%
de lo que se bebe es alcohol puro (Guía sobre drogas, 2007). El alcohol se consume por vía oral y
puede llegar a permanecer en el organismo hasta 18 horas después. La vía de eliminación
principal es el hígado. Hoy día, el consumo de alcohol es legal y forma parte de nuestro acervo
cultural en muchos sentidos. El consumo de alcohol, por parte de adolescentes se circunscribe
fundamentalmente a los fines de semana de los jóvenes “Además de ser una droga adictiva, el
alcohol es la causa de unas 60 enfermedades y dolencias diferentes, incluso lesiones, trastornos
mentales y del comportamiento, afecciones gastrointestinales, cánceres, enfermedades
cardiovasculares, pulmonares y músculo-esqueléticas, trastornos reproductivos, así como daño
prenatal, mayor riesgo de parto prematuro y bajo peso al nacer”, Anderson y Baumberg (2006).
Otra sustancia depresora del sistema nervioso es el GHB, que se conoce también como éxtasis
líquido. Es transparente y se consume por vía oral mezclado con agua.
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florales y otras partes del cáñamo índico, mezcladas con diversas sustancias azucaradas o
aromáticas, que produce una embriaguez especial”. También llamado costo o chocolate. Su
aspecto por lo general es marrón y se deshace con el calor. Se fuman sus hojas, flores (cogollos);
es lo que se denomina marihuana. También se puede llamar de otras formas: “hierba”, “maría”,
etc. Los efectos de esta sustancia suelen durar, entre dos o tres a seis horas. Al igual que otras
sustancias, a la hora de obtenerla en el mercado negro, también podemos encontrarla mezclada
con otras sustancias como el opio, los estimulantes, incluso mezclada con otros productos,
etcétera. El cannabis se conocía en China hace al menos 10.000 años, y en el año 2737 a.C.
aparece documentado su uso para el tratamiento de distintas enfermedades en ese país.
Descubrimientos arqueológicos en Europa, indican que aquí ya existía en el año 7000 a.C.
(Becoña, 1994). “En un tratado de medicina chino s., I, se decía que: El cáñamo tomado en
exceso hace ver monstruos, pero si se usa largo tiempo puede comunicar con los espíritus y
aligerar el cuerpo”, Pascual (2009). Esta planta se utilizó, para rituales de paso e iniciación, y en
relación al área de los usos médicos, la planta formaba parte de tratamientos para oftalmia,
fiebre, insomnio, tos seca y disentería. Pero quizás, las propiedades “visionarias”
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ecológicos y contraculturales, y hasta se relaciona a los valores solidarios. Hoy en día, también
sabemos a ciencia cierta que la sustancia en cuestión provoca dependencia, y tras su abuso se
puede llegar a la intoxicación. Intoxicación que llega a favorecer la aparición de cuadros
psicóticos. Actualmente, una de las mayores alertas sanitarias son los adolescentes que llegan a
urgencias con brotes psicóticos tras consumir cannabis. El organismo genera tolerancia a esta
sustancia, y al igual que la mayoría de las sustancias progresivamente crea necesidad de más
cantidad para obtener los efectos anteriormente conseguidos. Las personas que abandonan la
sustancia padecen ansiedad, sintomatología depresiva, insomnio y, de alguna manera, se
manifiesta un efecto contrario a los síntomas del consumo; durante el periodo de abstinencia se
sienten y muestran a los demás de una forma irritable. A tiempo de sintetizar, el cannabis actúa
sobre el sistema de gratificación y recompensa cerebral de la misma forma que lo hacen otras
drogas, a través de estimular la liberación de dopamina. Por eso, entre otras cosas, el consumo
continuado de cannabis produce adicción. La adicción aparece entre el 7% y el 10% de las
personas que lo han probado, y en uno de cada tres que lo consumen habitualmente (Guía
sobre drogas, 2007). El compuesto propio del cannabis es el tetrahidrocannabinol (THC), que
actúa sobre el organismo generando diferentes reacciones tras ser consumido, de forma que
puede provocar fallos en la memoria y en la concentración, provoca dificultad para pensar,
desinhibición, somnolencia y relajación, percepción distorsionada de la realidad, cierta
descoordinación motora, sequedad en la boca y cambios bruscos de humor. Todo ello bajo un
fervoroso y agradable estado emocional de entusiasmo si se consume en dosis bajas; si se
consume en grandes cantidades puede producir episodios de fuerte ansiedad. Como
apuntábamos, a largo plazo, puede provocar dependencia, pero también trastornos
emocionales, enfermedades bronco pulmonares, cuadros psicóticos, problemas de memoria y
de aprendizaje, etc. Estos efectos también dependen de la concentración de THC. Las hojas
trituradas y los llamados cogollos, que es lo que se denomina marihuana, pueden tener una
concentración de THC que varía, según las fuentes consultadas, del 1% al 15 %. Por su parte, el
llamado hachís, tiene un contenido de THC que va de un 15% a un 20%, ya que se obtiene del
prensado de la resina de la planta hembra. Pero la mayor concentración de THC la encontramos
en el llamado aceite de hachís, el cual es resultado de mezclar la resina con diferentes
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disolventes como el alcohol: se obtiene THC en proporciones entre 25% y 50%, aunque algunas
fuentes señalan que la concentración puede ser de hasta un 75%. El THC, tiene una vida media
aproximada de una semana, lo que significa que, una semana después de consumirlo, el
organismo no ha conseguido eliminar más que aproximadamente el 50% (Guía sobre drogas,
2007).
LSD Otra sustancia muy conocida, es el LSD (Dietilamida de Ácido Lisérgico). “El ácido lisérgico
es un componente del moho del cornezuelo del centeno, un hongo denominado Claviceps
Purpúrea que crece sobre el grano del centeno. Este fármaco produce cambios oníricos en el
humor y el pensamiento, y alerta la percepción del tiempo y del espacio”, Pascual (2009).
Descubierto por casualidad por Hofmann en 1938. Lo podemos encontrar en los llamados
“tripis”, que tienen efecto hasta 8 o 10 horas tras ser ingeridos. Es una sustancia de gran
impacto, y se suele presentar en papel secante, cuarteado para ser dividido con más facilidad, y
sobre la superficie que se va a ingerir, se suelen insertar dibujos que representan dragones,
formas geométricas o personajes como Popeye. Se consume dejando el papel bajo la lengua,
hasta que se deshace. Otra de las características de esta sustancia es que no produce
dependencia. Esta sustancia fue el mayor exponente del movimiento de la psicodelia, y uno de
sus máximos defensores fue Aldous Huxley, quien escribió el conocido libro Las puertas de la
percepción en 1954, donde se planteaba una superación de la dualidad mente/ cuerpo. De
alguna forma esta sustancia ayuda a integrar lo que pensamos con lo que sentimos, o, dicho de
otra forma, no hay posibilidad de dividir el cuerpo y la mente. Otra sustancia, la MDMA (3-4
metilenedioximetanfetamina), se creó en 1912 cuando la compañía farmacéutica Merck la aisló
de forma casual. En un principio, y al no encontrarse una aplicación médica concreta, se
abandonó su estudio. En los años cincuenta, el ejército norteamericano investigó en este
terreno, buscando un fármaco, una especie de suero de la verdad que forzara a los prisioneros a
declarar (Elolam, 2007).
una amplia variedad de sustancias, caracterizadas muchas veces por un anillo bencénico (de
tipo mescalínico), en su composición. Descritas habitualmente con siglas –como DOM, DOET,
DOB, TMA, TMT, MDA, etc.–, la que mayor notoriedad alcanzó en esta década fue la MDMA,
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una droga difícil de clasificar en la familia visionaria, pues no abre tanto las puertas de la
percepción como las de la emotividad (Escohotado, 2005). Existe en el hombre, desde sus
orígenes, una relación dialéctica entre tradición e innovación. Ahora bien, hasta la fecha, las
innovaciones han sido, por lo general, el producto de combinar elementos ya existentes o de
adaptar pautas conocidas a problemas desconocidos. Con las drogas de diseño nos hallamos
ante un cambio cualitativo: la innovación sin tradición o la experimentación sin referentes
previos. En occidente, desde hace siglos se han venido consumiendo diversas drogas
provenientes de otras culturas para usos terapéuticos, religiosos, festivos, etc., sin embargo, las
drogas de diseño suponen una ruptura con esta evolución. […] Pronto comenzaron las
prohibiciones como consecuencia de su utilización progresiva que llegó a causar alarma social.
En Gran Bretaña el éxtasis en 1971 se incluyó en la Misuse of Drugs Act como droga de tipo A y
en los Estados Unidos fue proscrita en 1985 (García y Chazarra, 1995). MDMA o popularmente
denominada “éxtasis”, es una droga sintética llamada de diseño. Se la han adjudicado muchos
otros nombres, como “droga del amor”, “adán”, “pirujas” o “pastis” a secas. Esta sustancia
comienza a encontrarse a finales de los 80 y sobre todo se puso de moda en los años 90. Como
suele ocurrir, estuvo vinculada a las corrientes estéticas y sobre todo musicales de aquellos
años, al estilo new age, a la música tecno, también a la música psicodélica y al llamado
“bacalao”. Cada pastilla puede tener aproximadamente entre 60 y 110 miligramos de MDMA y
sus efectos duran, como ocurre con otras drogas, entre dos y tres horas. Aunque a esta
sustancia la incluimos entre las alucinógenas, bien es cierto que en el mercado suelen estar
mezcladas en la mayoría de los casos con anfetaminas y metanfetaminas, lo cual robustece al
“éxtasis” con un efecto fascinador estimulante y vigorizante. Por lo general se consume en
forma de pastillas, pero también hay variaciones de la sustancia que se presenta en piedras
dentro de pequeñas bolsas o tarros, por lo que se le llama “cristal”; también se presenta en
polvo, o en una estructura rocosa en apariencia, y en ocasiones se envuelve en papel y se
consume por vía oral, lo que se ha denominado popularmente como “bombas o bombitas”,
formato que se puso de moda a partir de 2005. Cada una de estas variantes tiene diferencias en
cuanto a las sustancias que posee. El MDMA incrementa en el cerebro la actividad de ciertos
neurotransmisores como la serotonina (que regula el estado de ánimo, el sueño, las emociones
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y el apetito), la dopamina (responsable del sistema de gratificación cerebral y, por tanto, de los
efectos placenteros de las drogas) y la norepinedrina (potente estimulante cerebral y cardíaco)
(Guía sobre drogas, 2007). La sobredosis se manifiesta por taquicardia, hipertensión,
alucinaciones visuales, hipertonía muscular, etc., pero uno de los mayores peligros es el llamado
“golpe de calor” que se produce en quienes por ejemplo bailan durante horas, lo cual aumenta
su temperatura corporal de forma considerable y puede llegar a provocar un problema renal.
Pero, además de este riesgo, encontramos evidencias de otra suerte de problemas a largo plazo,
y son problemas de índole psiquiátrico: depresión, psicosis, ataques de pánico, agresividad, etc.
Cabe señalar que esta sustancia también produce dependencia y su ausencia en el organismo
puede provocar síndrome de abstinencia. Para ir finalizando y sin pretender abarcarlo todo,
hablaremos de la Ketamina, sustancia que tiene un gran potencial alucinógeno. Fue sintetizada
en 1962 y se utiliza hoy en día como analgésico y anestésico con fines sanitarios en veterinaria.
Se presenta líquida e incolora. En el mercado negro, se le llama “Special K”. Administrada en
cantidades elevadas puede provocar cuadros psicóticos. Otra sustancia con propiedades
alucinógenas es la m-CPP metaclorfenilpiperazina, se la denomina “tiburón” o “Lacoste”.
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1.6. QUE ESTIMULA LOS VICIOS EN EL ADOLESCENTE
Por Esteban Obando
Lo dice allí mismo en la cajetilla de cigarrillos: «Fumar causa cáncer de pulmón, enfermedades
del corazón y enfisema, y puede complicar el embarazo». Todos sabemos—aun los
adolescentes—que los vicios como el alcohol y el tabaco traen consecuencias negativas para la
salud de nuestros cuerpos. Todos entendemos que lo más inteligente sería no exponer a
nuestro cuerpo a estas cosas que solo le hacen daño. Sin embargo, las industrias del alcohol y
el cigarrillo siguen ganando millones de dólares cada año. ¿Por qué?
Nuestros jóvenes se ven expuestos a muchas cosas que pueden involucrarlos en estas prácticas:
presión de grupo, soledad, curiosidad, temor, moda, rebeldía, baja autoestima o diversión.
¿Cuáles son las que afectan a tus chicos? ¿Estamos creando ambientes en el ministerio juvenil
que nos permitan hablar con franqueza y claridad sobre estos asuntos?
Cabe aclarar que hay casos muy severos que no solo implican el alcohol o el cigarro, sino
también otro tipo de sustancias. Así que ten en cuenta que en ocasiones no podrás resolver las
cosas solo, sino que será necesario buscar ayuda profesional. Tu acercamiento inicial te dejará
saber si está en tus manos o no el lograr algo.
Síntomas y enfermedades
Una práctica fundamental a la hora de aconsejar a los jóvenes es que debes hacer el esfuerzo
por mirar más allá de lo que te dicen tus ojos. Con mucha frecuencia caemos en el error de
pensar que el problema de los chicos radica en la forma en que se visten y hablan, en si fuman o
toman alcohol, cuando en realidad existe un motivo para estas cosas. Nuestros chicos están
buscando establecer su identidad. Ella los acompañará el resto de su vida, por lo tanto, querrán
experimentar en búsqueda de sí mismos. Y en medio de todo, dentro de ellos se generan una
serie de emociones y sentimientos.
Tus chicos fuman no porque ese sea el fin último, sino porque es un medio para alcanzar algo
más. Toman alcohol buscando algo más profundo que solo sostener un vaso con licor en sus
manos. Ese es el desafío que tenemos como líderes y consejeros. Encontrar el porqué de las
67
cosas y poder ofrecerles una luz en cuanto a cómo solucionar sus profundos problemas
existenciales.
Algunos expertos han identificado las causas probables por las que nuestros chicos colocan el
primer cigarrillo en su boca:
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familiar conflictivo o falto de cariño, favorece la posibilidad de involucrarse en el
consumo de drogas y otras adicciones como el cigarrillo y el alcohol. El líder consejero
debe asegurarse de que los chicos tengan en su vida uno o dos de estos referentes. Si no
puedes contar con la familia para esto, debes entonces profundizar más con tu chico.
4. Consumo de cigarrillos en la familia: Cuando un miembro de la familia fuma cigarrillos,
existen dos efectos sobre los menores que no los consumen: tienen un modelo cercano
que no toma conciencia de las consecuencias de fumar, y se vuelven tolerantes al olor
del cigarrillo, teniendo una mayor tendencia al consumo de tabaco. Diferentes estudios
sostienen que el hábito de fumar de los padres se relaciona con el de sus hijos de un
modo directo. La mayoría de los fumadores proceden de familias donde ambos padres
fuman, mientras que la mayoría de los no fumadores provienen de familias donde
ambos padres no fuman.
5. Consumo de cigarrillos en el grupo: Si el grupo de referencia consume cigarrillos o toma
alcohol, es muy probable que un adolescente termine fumando o tomando también. La
Biblia afirma: «Las malas compañías corrompen las buenas costumbres» (1 Corintios
15:33). ¿Debemos condenar entonces a los amigos que fuman? El secreto aquí está en
proveerles a los chicos amistades donde no sientan la presión de fumar o tomar.
La iglesia tiene muy clara su posición: esto es pecado. Tales vicios dañan nuestro cuerpo y
causan adicción, por tal motivo son cosas que no se deben hacer. Así que nuestros chicos han
optado entonces por hacerlas en un ambiente de no juicio, con sus amigos no cristianos y en
algunos casos con otros amigos cristianos que al igual que ellos tienen un pensamiento más
«liberal» en cuanto a estas cosas que al final de cuentas—como dicen tales jóvenes—«no
lastiman a nadie».
Te sorprendería saber la cantidad de cristianos que toman licor, por ejemplo, sin sentir ningún
tipo de responsabilidad hacia los demás. La iglesia y el grupo juvenil definitivamente no pueden
ser una plataforma donde incentivemos estas prácticas. No estoy diciendo que tomarse una
cerveza con los amigos sea pecado. Estoy diciendo que el grupo juvenil debe ser un ambiente
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seguro, donde sepamos que nuestros jóvenes no recibirán la más mínima tentación en ninguna
de estas áreas.
Estrategias claras
Vamos a definir algunos de los factores que estimulan el uso del alcohol y el cigarro y a tratar de
darte estrategias para resolver estas adicciones.
Baja autoestima.
Independientemente de lo que los chicos piensen de sí mismos, lo que vale es lo que Dios
piensa de ellos. Muchos han escuchado durante tanto tiempo lo poco valiosos que son, que
ahora necesitan una fuerte dosis de palabras afirmativas que les enseñen cómo Dios los ve.
Debes ser honesto y explicarles que todas las cosas positivas que Dios dice que tenemos y
somos son justamente en Él, en Cristo. Ayúdales a ver en su vida práctica que estas verdades
bíblicas son aplicables. Si Dios dice que somos más que vencedores en Cristo, encuentra alguna
ocasión de sus vidas en que aplique esto. Si dice que somos luz, piensa cuándo lo han sido
para alguien. Haz que la Palabra se vuelva viva en sus vidas. Una dosis fuerte de afirmación no le
hace mal a nadie. Aquí te menciono algunas cosas que Dios dice de tu chico. Recuérdaselas en
todo momento:
—Tu chico es parte de la vid verdadera y un canal de la vida de Cristo, Juan 15:1,5
—Tu chico es elegido por Cristo para llevar su fruto, Juan 15:16.
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—Tu chico es coheredero de Cristo, compartiendo su herencia con él, Romanos 8:17.
—Tu chico es templo de Dios. Su Espíritu mora en él, 1 Corintios 3:16; 6:19.
—Tu chico está unido con el Señor y es un espíritu con él, 1 Corintios 6:17.
—Tu chico es miembro del cuerpo de Cristo, 1 Corintios 12:27, Efesios 5:30.
—Tu chico está reconciliado con Dios y es ministro de reconciliación, 2 Corintios 5:18- 19.
—Tu chico es hechura de Dios, nacido de nuevo en Cristo para ser su obra, Efesios 2:10.
—Tu chico es conciudadano de los santos y miembro de la familia de Dios, Efesios 2:19.
—Tu chico es ciudadano del cielo, sentado en el cielo ahora mismo, Efesios 2:6.
—Tu chico es una de las piedras vivas de Dios, siendo edificado en Cristo como una casa
—Tu chico es miembro del linaje escogido, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo
—Tu chico es un extranjero en este mundo, en el cual vive temporalmente, 1 Pedro 2:11.
—Tu chico es hijo de Dios, y será como Cristo cuando él regrese, 1 Juan 3:1-2.
—Tu chico es nacido de Dios y el maligno o diablo no puede tocarlo, 1 Juan 5:18.
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Amistades destructivas.
Este punto es crucial. Los amigos de tus chicos pueden ser la clave o el clavo. Ellos pueden ser
tus mejores aliados o tu peor pesadilla. Si deseas que tus chicos se rodeen de un ambiente sano
que les ayude a enfocarse en otras cosas sin la presión de los vicios, necesitas ser intencional.
Deberás hacer algo dentro de tus programas que incentive a que los chicos se conozcan y se
hagan amigos. Esto indudablemente será una herramienta poderosísima.
Falta de conocimiento.
Tus chicos tienen mucho en su cabeza, y no siempre cosas basadas en los principios bíblicos.
Solo basta con que les hagas algunas preguntas existenciales para que escuches todo tipo de
disparates, los cuales te dicen mirándote a los ojos y con toda seriedad. Sin embargo, son solo
pensamientos subjetivos de cómo observan la vida. Debes hablarle a la luz de la Palabra de Dios
del principio del amor, el testimonio cristiano, la administración y la mayordomía de sus
cuerpos, etc. El alcohol y el cigarrillo usualmente se oponen a estos principios. Hazles ver que
Dios ha puesto esas cosas en la Biblia a fin de protegerlos porque los ama. Recuerda que tú eres
su líder, consejero y maestro. ¡Ánimo!
¿Y si no cambian?
Hace un par de años tuve un altercado con uno de mis chicos en la iglesia. Fue algo que una
de las adolescentes presenció y para ninguno de los tres resultó una situación placentera. Sé
que el chico estaba en un error, pero por nada del mundo lo quería aceptar, es más, no deseaba
mi ayuda. Frustrado, terminamos la conversación y el chico se fue. Me volví hacia la otra chica
y le pregunté:
Aún recuerdo el consejo que una adolescente de diecisiete años me dio esa noche y veo la
verdad encerrada en sus palabras. ¿Y si mis chicos no cambian? ¿Y si siguen en sus malos pasos?
¿Qué hacemos? Recuerda a Danny que te dice: «Nada, sigue amándolos»
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BÚSQUEDA DE SENSACIONES
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experiencias y sensaciones variadas, nuevas y complejas, estarán motivados a asumir riesgos
físicos, sociales y legales para cubrir su necesidad de estimulación.
A. Inteligencia
Las deficiencias académicas y niveles bajos de funcionamiento intelectual se asocian a
los trastornos de conducta. Esta relación se ha demostrado con distintas medidas del
rendimiento intelectual y escolar (por ej. pruebas verbales y no verbales, notas, pruebas
de rendimiento) y medidas de la conducta antisocial (ej. Auto informe del niño, informe
del maestro, antecedentes delictivos). Las deficiencias académicas y un bajo cociente
intelectual predicen a menudo una posterior conducta antisocial.
Se sabe que el funcionamiento intelectual y académico se relaciona con otras variables
tales como la clase social y número de miembros de la familia. Incluso cuando se
controlan estas variables, los funcionamientos educativo e intelectual sirven como
factores de predicción de la conducta antisocial. Aunque las disfunciones académicas
son un factor de riesgo para los trastornos de conducta, la relación no es meramente
unidireccional. La conducta antisocial predice el posterior fracaso escolar y el nivel de
rendimiento académico. También se ha encontrado que los padres con un bajo
rendimiento académico, desarrollaron un mayor uso de prácticas coercitivas con sus
hijos, lo que posteriormente estuvo relacionado con la conducta antisocial de sus hijos.
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últimos años esta tendencia parece estar cambiando, en general, los chicos obtienen las
puntuaciones más altas en conducta externalizada y las chicas en internalizada (Bongers,
Koot, Van der Ende, y Verhulst, 2003). Las conductas a resaltar entre los varones serían
hurtos, absentismo escolar, mentiras o destrucción… mientras que las mujeres muestran
más sensibilidad o timidez a la hora de realizarlos (siempre desde un punto de vista
general). En España, las estadísticas oficiales muestran como en el año 2003 el número
de menores infractores con edades comprendidas entre los 14 y los 16 años fue de
10.001 varones, frente a 915 mujeres (Torrente, 2006). Para los hombres, los delitos más
frecuentes en ese intervalo de edad eran el robo, el robo y hurto de vehículos, las
lesiones y el hurto. En el caso de las mujeres los delitos más frecuentes eran
prácticamente los mismos, el robo, el hurto y las lesiones (INE, 2004). La edad es un
factor modulador de la delincuencia de primer orden. Muchos delincuentes inician sus
carreras delictivas a edades muy tempranas, aunque muchos otros las abandonan con el
paso del tiempo. Además, los sujetos más jóvenes delinquen más que los sujetos de
mayor edad. En diversos estudios se ha constatado que los varones inician generalmente
su conducta antisocial a la edad de 8 a 10 años; en las chicas, en cambio, la edad de
inicio está entre los 14 y los 16 años.
C. Autoestima
La relación entre agresividad, conducta delictiva y autoestima es compleja. Estudios han
señalado correlaciones negativas entre conducta antisocial y autoconcepto-autoestima,
observando que niños y adolescentes con alto autoconcepto manifiestan pocas
conductas antisociales, que los adolescentes con baja autoestima tienen más conductas
amenazantes e intimidatorias hacia otros así como que distintas dimensiones de la
autoestima muestran una asociación negativa con la conducta desviada y que bajos
niveles en ciertos componentes de la autoestima se revelan de la implicación en
actividades delictivas. Otros estudios que han analizado las características de sujetos
agresivos, considerados problemáticos, protagonistas de peleas y habitualmente
castigados por ellos, confirman que tienen bajo autoconcepto. Existen dos modelos
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teóricos que establecen esta relación entre autoestima y conducta antisocial: - Teoría de
Reckless (1961, 1967) o teoría del control social. Se admite que a baja autoestima débil
control interno (o autocontrol) y, por tanto, un factor de riesgo de cara al desarrollo de
actividades desviadas. - Modelo teórico de Kaplan (1978, 1980, 1984): parte de la idea
de que todas las personas realizan conductas que maximicen la experiencia de una
autovaloración y autoestima positiva, y que minimicen experiencias personales
negativas. A veces, la persona puede vivir situaciones de signo negativo dentro de sus
grupos de pertenencia (indiferencia parental, fracaso escolar…) que le llevan a sufrir
sentimientos de auto desvaloración. En estas situaciones el sujeto tenderá a alejarse de
su grupo convencional para paliar esa autoevaluación negativa. Este motivo hace que
aumente las posibilidades de que el individuo se asocie con grupos desviados que
desarrollan conductas que se encuentran fuera de las normas sociales, con el fin de
recuperar la autoestima perdida mediante la aceptación y refuerzo de este nuevo grupo.
Parece claro que la autoestima que se nutre del grupo de iguales es muy importante en
la comisión de actos antisociales.
D. Percepción social
Un factor muy importante en el análisis de la interacción social es la empatía. Para este
término citaremos a Hoffman (1982, 1984, 1991) quien asegura que un niño desarrolla
empatía cuando es capaz de sentir el sufrimiento de una persona cuando esta tiene
problemas y, a su vez, es capaz de sentir la alegría que el otro experimenta. Es decir, es
capaz de sentir tanto las emociones positivas como negativas que experimenta el
prójimo. Así, para él, según el tipo de experiencias que tengamos harán que se desarrolle
la empatía ya que es algo innato. Esta teoría pone de manifiesto que cuando los
menores con capaces de responder empáticamente tienen menos riesgo de realizar
conductas antisociales. Es decir, cuando se siente el sufrimiento ajeno es más probable
que no se haga daño, se inhibe la conducta agresiva. Del mismo modo, estudios
realizados sobre el tema, demuestran que esta variable está muy relacionada por la
variable género. Y se confirma que las mujeres son más empáticas que los hombres de
76
su misma edad por la asunción del rol femenino tradicional. Para Hoffman, se consigue
llegar al desarrollo afectivo de la empatía a través de un correcto aprendizaje de las
habilidades pro-sociales, es decir, es necesario que en la socialización del individuo se
utilicen técnicas educativas basadas en el razonamiento y en la explicación de las
consecuencias que ciertas conductas tienen para los demás, así como el apoyo afectivo
de los agentes socializadores. López y López-Soler, incluyen como variables individuales
el autocontrol, Locus de control y la rigidez cognitiva. Yo las considero características de
las personas antisociales o disóciales.
F. Clase Social
Tanto en estudios tradicionales como en la actualidad, se discute sobre la influencia de la
clase social en los trastornos de conducta. Existe cierta complejidad a la hora de evaluar
el papel de la clase social.
Además, la clase social está en continuo movimiento, y más en estos períodos de crisis,
una familia puede cambiar de clase social en el transcurso del desarrollo de su hijo. Para
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algunos autores (West, 1982; Mayor y Urra, 1987), existe un predominio de trastornos
de conducta y delincuencia en las clases más bajas. Del mismo modo, para Kazdin, ―la
clase social como categoría de conjunto que incluye una serie de factores relacionados
sirve como factor de riesgo‖. Sin embargo, Odile Dot (1988) asegura lo siguiente: ―Lo
cierto es que los pobres, poco cultivados y poco informados, sin relaciones y sin apoyo,
están más expuestos a que se les considere sospechosos de delitos y se les arresten.
Será más fácil que se vea acusado de acto de violencia un asocial que alguien bien
situado‖ Es más, traslada este reflejo social a la escuela. Defiende como ante un acto de
vandalismo en la escuela, el sospechoso (por muchas razones que haya) no será el hijo
del director, ni el niño modelo del funcionario, ni el de un próspero comerciante, sino el
etiquetado como gamberro, hijo de un preso y que su madre se dedica a la limpieza por
horas o trabajos poco remunerados. Continúa diciendo lo siguiente: ―…el hijo de una
familia bien establecida en la sociedad, conocida por sus bienes y su moral, se beneficia
de un prejuicio favorable; además, si ha cometido acto de violencia y lo detienen, cuenta
con más probabilidades de reinsertarse en la sociedad. Se considera el acto como una
«locura de juventud», fácilmente perdonable.
Es interesante advertir, según pronuncia Odile Dot, que la pobreza material lleva al
individuo a perder toda la agresividad y combatividad. Se convierte en un ser apático
que acepta la caridad, sin concebir que él mismo puede ayudarse. En cambio, para otros
investigadores, la violencia aumenta con la prosperidad del nivel de vida. Ya que la
sociedad da prestigio a aquellos que poseen, que tienen. Por ello, ese desfase entre unos
y otros, entre los diferentes niveles de vida, se convierte en fuente de conflicto y de
rivalidad, y se genera un clima de violencia, ya que los que están situados en la escala
más baja quieren satisfacerse pronto, sin trabajar largo tiempo. Como vemos, muchos
teóricos no se ponen de acuerdo sobre la importancia de la clase social como factor
desencadenante de delincuencia.
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INFLUENCIA DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
Hoy existe evidencia del impacto que estos medios ejercen sobre el comportamiento. Es
impensable ver que la violencia está presente en los medios de comunicación hasta el punto de
que la concebimos como algo normal y cotidiano. Estos medios de comunicación se introducen
dentro del desarrollo de la vida del niño y llega a desplazar a los padres y al colegio, situándose
como primer agente socializador. Más concretamente, los menores de 2-5años pasan una
media de 25 horas semanales frente la TV; los menores de 6-11 años, una media de 22 horas
semanales y los adolescentes de 12-17 años, 23 horas. Según los datos de la Asociación de
Telespectadores y Radioyentes, los menores de edad escolar ven la televisión cada semana un
promedio de 670 homicidios, 15 secuestros, 848 peleas, 420 tiroteos, 8 suicidios, 20 emisiones
eróticas, 30 casos de torturas y 18 casos de horas. (López y López Soler, 2008) No sólo a través
de noticiarios se ven este tipo de imágenes llenas de violencia, sino que ya aparecen en horario
infantil en series de televisión policíacas, detectivescas e incluso científicas que estudian huesos,
realizan pruebas forenses o analizan la psicología de los asesinos en serie y, por supuesto en
dibujos animados, tanto infantiles como para adultos que no dudan en valerse de la violencia y
la agresión para conseguir lo que desean de una forma rápida. Todas estas imágenes y acciones
son imitadas por los niños y provocan efectos negativos sobre ellos:
Además de comportarse con agresividad, aceptan esta actitud como algo normal y
cotidiano.
No se preocupan por las consecuencias de sus actos ni del daño que son capaces de
provocar. Estas exposiciones prolongadas de violencia les provoca insensibilidad hacia
ella.
Su percepción del mundo está basada en las luchas y peleas para conseguir lo que
quieren de forma rápida. Para subsistir y no ser ellos la víctima. (Justicia, Benítez,
Pichardo, Fernández, García y Fernández, 2006)
La relación que se establece entre violencia y medios de comunicación estará mediatizada por la
familia en que se hallen los jóvenes, la educación que estén recibiendo y la cultura en que vivan
dichos jóvenes. Estos factores pueden actuar positiva o negativamente sobre esta relación. Al
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igual que influye en actos violentos, la exposición a mensajes que invitan a consumir sustancias
promueve actitudes favorables al consumo. En la actualidad, la publicidad (más explícita o más
encubierta) invierte gran cantidad de recursos en la promoción de hábitos de consumo,
especialmente en los jóvenes. El consumo se asocia a imágenes relacionadas con la satisfacción
personal, el placer y la popularidad, de forma que los efectos de modelado favorecen el
consumo en los adolescentes. (Luengo, Romero, Gómez, Guerra y Lence, 2007) Asimismo, el uso
de los medios de comunicación por sí solo no ejerce un papel predictivo en las conductas
antisociales, sino que la influencia de las comunicaciones está mediada por factores
pertenecientes a las características de los propios participantes. Esto es, junto con el consumo
mediático, la edad, rasgos de personalidad, como el nivel de responsabilidad en mayor medida,
extraversión y sociabilidad, valores motivacionales, como la estimulación, universalismo y
poder, y variables situacionales, como la profesión del padre, influyen, a nivel predictor, en la
conducta conflictiva e infractora de nuestros adolescentes. (Bringas, Ovejero, Herrero,
Rodríguez. 2008)
Nuevas Adicciones
LOS VIDEOJUEGOS
El entretenimiento favorito de los niños hoy en día, en su gran mayoría, son los videojuegos.
Comprobamos que cada vez son más elaborados, más sofisticados, y cada día se juega más y
más. Por una parte, encontramos jóvenes que hacen un uso adecuado de los juegos,
desarrollando destrezas y compartiendo e intercambiando sus máquinas con otros compañeros.
Por otra, jóvenes que se pasan horas y horas, solitaria e inútilmente, delante del monitor o con
la consola en mano. Pronto al nuevo colectivo de jóvenes se sumarán más mujeres y hombres
de más edad, entre otras cosas porque son precisamente los nuevos colectivos favorita de las
empresas de videojuegos. Las consecuencias de estos excesos se reflejan fundamentalmente en
una falta de atención, en un bajo rendimiento académico, en unas relaciones familiares escasas
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o malas, en definitiva, en una especie de “autismo” del goce que puede conllevar una ruptura
del vínculo social. Aunque parece haber consenso en que la pasión por l os videojuegos sería en
general pasajera y en que tras la novedad de un determinado juego decaería paulatinamente el
interés, todavía estamos lejos de conocer las consecuencias reales del abuso. En los albores de
la investigación, encontramos algo de literatura al respecto. “En un estudio realizado con una
muestra de 2.322 sujetos, compuesta por niños y jóvenes de ambos sexos, los resultados
muestran que las puntuaciones medias en agresividad aumentan en aquellos grupos de sujetos
que pasan más tiempo viendo TV y/o interactuando con videojuegos, y que son aún mayores si
los contenidos de estos programas son más agresivos. Dichos resultados, concuerdan con los de
otros estudios en los que se ha relacionado la exposición a la violencia con puntuaciones
mayores en agresividad y/o con comportamientos agresivos”, Carmen Santiesteban (2005). En
otros estudios, correlacionaban las variables jugar muchas horas a los video-juegos con leer
menos o sacar peores notas.
Cada día constatamos con mayor intensidad el fenómeno del joven aislado, una especie de
nuevo síndrome que podríamos llamar síndrome del enredado, uno de cuyos síntomas podría
ser encerrarse en el cuarto pertrechado de la consola, del móvil, conectado a la Red,
“enredado” en toda suerte de tecnologías. Podríamos decir que es como una especie de
policonsumidor de las nuevas tecnologías, un joven rodeado de aparatos y aislado del mundo.
Generalmente observamos en muchos de estos casos la existencia de padres que no disponen
de tiempo suficiente para estar con sus hijos. Mientras algunos psicólogos, en su mayoría
profesores de universidad, sostienen que no existe adicción a los videojuegos, ciertos clínicos
siguen abriendo centros exclusivamente para tratar esta dependencia, En Ámsterdam, la
consultora de adicciones Smith & Jones addiction Consultants ha creado un nuevo centro para
tratar exclusivamente esta problemática. Según su director Keith Backer, se trata de una
dependencia que tiene un claro síndrome de abstinencia y tolerancia. Uno de los objetivos de
este centro es, por paradójico que parezca, que los adictos vuelvan a comunicarse. “Nos vienen
sin saber comunicarse con otra gente cara a cara porque han empleado sus últimos tres años de
su vida hablando con alguien de Corea a través del ordenador”, Jesús Rocamora (2006). En
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cuanto al síndrome de abstinencia, ciertamente hemos observado que pasa pronto. Los
videojuegos no son ni buenos ni malos, pero sí pueden llevar a crear un impasse en el tiempo,
consecuencia de su mala utilización. La capacidad de generar satisfacción y estimulación no
debe llevarnos ni mucho menos a condenarlos ni a juzgarlos desde posiciones moralizantes, ya
que, en su mayoría, los videojuegos son divertidos y algunos de ellos han sido calificados de
fascinantes. La dependencia tiene una línea divisoria en ocasiones muy sutil, una línea divisoria
muy tenue entre el hábito y el abuso. No hay que olvidar que son miles los que juegan a los
videojuegos, por lo que no es de extrañar que algunos de esos miles tengan problemas. Así, las
personas con problemas previos encontrarán una válvula de escape excelente. En este sentido
jugar acaba siendo el síntoma de otra cosa, un medio para expresar una conducta inapropiada
en lo cotidiano de su intimidad, incidiendo de modo exagerado en el aislamient o y creándose
una nueva realidad desvinculada de lo social.
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Pasarse 11 horas al día escondido en la habitación jugando a videojuegos genera diferentes
problemas y dificultades que no encajan a la perfección en nuestros modelos teóricos de
trastorno adictivo. El aislamiento es un comportamiento más sutil, más justificado, ya que el
individuo puede muy bien alegar que está haciendo otra cosa, algo valioso y no carente de
interés, pues nadie sabe a ciencia cierta lo que hace frente al ordenador. Esta persona
probablemente no robará y no creará alarma social. En ocasiones se ha afirmado certeramente
que es una dependencia “asintomática”, aséptica, que no deja signos que puedan ser
observados por el clínico. Es algo relativamente nuevo en nuestra sociedad, y lejos de seguir con
el debate trasnochado de si es o no una adicción, lo que es una evidencia es que un alto
porcentaje de las personas que atendemos abusan de los ordenadores, de los juegos, de las
compras a través de Red, etc. Lo que parece cierto es que desde hace tiempo vienen pidiendo la
ayuda adolescente en compañía de sus padres. El estudio más reciente se ha llevado a cabo en
las Islas Baleares. Se encuestaron 800 personas y se concluyó que “un 6% hace un uso
problemático de la red, no tienen control sobre el tiempo que pasan frente a la pantalla, hay
una disminución del rendimiento académico, manifiestan ansiedad e irritabilidad cuando no se
pueden conectar”, José Mª Vázquez (2006).
Recientemente han salido estudios que han ido valorando estas consecuencias y verificando al
mismo tiempo las secuelas y efectos a nivel físico de los videojuegos. Un estudio de Bruno
Baladro (2006) evaluó los efectos a corto plazo en varios índices fisiológicos y psicológicos,
concretamente la presión arterial y la ansiedad, comparó dos grupos, los que jugaban a juegos
violentos y los que jugaban a otros juegos.
Los resultados mostraron que las personas que habían jugado a juegos violentos mostraban un
aumento del estado de ansiedad al terminar los juegos y un aumento de la presión arterial
sistólica.
Cada vez existen muchos más juegos, mucho mejor diseñados, más intuitivos, lo que aumenta la
tensión de los video-jugadores e involucran al personal en partidas interminables como Seven
Kingdoms, Imperium, y otras. La sofisticación de estos juegos y su elaboración cada día es más
exquisita, se puede modificar y aumentar la dificultad y existe la modalidad de una continua
invención. Ganar siempre resulta agradable. Determinados juegos no ponen un límite, y pese a
que uno es protagonista no te ofrecen controlar el final, entrando así en una partida
eternamente en tablas, lo que puede fomentar el descontrol. Algunas personas llegan al final
del juego y descubren que todo a su alrededor sigue siendo aparentemente normal, nada ha
cambiado; si se aburren, bastará con apagar el ordenador y dedicarse a otra cosa. Pero hay
aquellas que, presentando problemas previos, se podrán pasar jugando horas y horas con
verdadera ansia, aumentando la tolerancia y desarrollando el síndrome de abstinencia. Pasando
del abuso a la adicción con pérdida de control, desarrollando una doble vida. Se tornan
irritables, se enfadan por asuntos sin importancia o hacen “oídos sordos” ante las peticiones de
cambio de su familia; utilizan el chantaje para poder sacar más horas al ordenador, mienten e
incluso reaccionarán agresivamente si ven amenazado su tiempo. Evitarán comer, pues lo
consideran una pérdida de tiempo. Llegarán al extremo de hacer sus necesidades en un orinal
para evitar así salir del juego en Red. Un encuadre armónico entre las cuatro paredes. Este es el
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caso “R” un joven de 28 años. Burgos. Al principio cayó en mis manos un juego de estrategia,
me lo regalaron por mi cumpleaños, se parecía a los juegos que yo tenía de pequeño pero mil
veces mejor diseñado y cómodo, estaba muy emocionado. Empecé jugando como
entusiasmado, al principio 3 o 4 horas. Poco a poco la cosa me iba gustando más, podía
modificar mundos, mapas, cambiar los personajes a mi antojo, como en la propia realidad,
tenían sus propios nombres. El deseo de ganar era intenso, era un desafío continuo el superar
dificultades. Pronto una partida me podía llevar 5 o 7 horas, que hacía de una sentada. Era el
único momento durante el día que era feliz. Cada vez me hacía más experto, jugaba más rápido
y mejor. Ocurrió que pasaba tanto tiempo delante de la pantalla que empezaba a darme
vergüenza que otras personas me vieran jugando, sobre todo, la familia. Así que esperaba a que
no hubiera nadie en la casa. Estaba deseando que llegara ese momento dos o tres días antes ya
estaba nervioso y, cuando me quedaba solo, podía pasarme hasta 12 horas seguidas. Quería
quedarme solo en casa, era como un auténtico “subidón”, me tiraba jugando hasta que
amanecía. Ahora miro atrás y tengo cierta culpa de la inmensa cantidad de tiempo que perdí, ya
que así me pasé unos cuantos años, no quiero ni pensar en cuántos. Podría incluso haber
estudiado una carrera por la UNED. En esa época estaba en una empresa de trabajo temporal y
vivía con mis padres. Mi ánimo no era muy grande que digamos. Algo me pasaba... Estaba
desanimado. Lo que sí es cierto y recuerdo perfectamente es que deseaba enormemente jugar.
Era lo único que me entretenía en mi aburrida vida. Estaba tenso, angustiado, ansioso hasta que
conseguía empezar una nueva partida. Y después de un montón de horas me sentía agotado y,
sobre todo, muy irritable, no me comunicaba demasiado con la gente, más bien me daba
totalmente igual la gente, yo estaba deseando estar en mi mundo, en mi cuarto y solo, en mi
universo particular donde nadie me decía nada, ni me podía decir nada. Nadie me incordiaba.
Tampoco me daba tiempo a casi nada ya que cuando terminaba era demasiado tarde. Los ojos
me ardían, me escocían, los tenía como irritados. Muchas madrugadas terminaba con ganas de
llorar, incluso me llegué a bofetear a mí mismo varias veces. Un juego lo tuve que tirar, ya que
me produjo un gran mareo y ganas de vomitar; también es cierto que no levanté la cabeza de la
pantalla durante 8 horas seguidas. Recuerdo que ya estaba amaneciendo y no había cenado.
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Desinstalé los juegos unas 13 veces, pero siempre volvía a instalarlos, los tiraba o regalaba. Pero
siempre volvía a jugar y a comprarlos. Lo que me molestaba era el perder tantísimo tiempo, y
para colmo, cuando terminaba estaba de mal humor. Ahora estoy bien, pero sigo creyendo que
me puedo enganchar a cualquier cosa.
La Televisión
Realmente el poder adictivo de la televisión no es muy grande, ya que no se tiene control sobre
lo que ocurre, y el único control es el de cambiar de canal, por eso nos inclinamos a entenderlo
más como un abuso. En una película de Woody Allen un niño pregunta al cineasta: ¿Quién
manda en tu casa? Allen contesta: Mi padre, pero mi madre maneja el mando a distancia. En
ocasiones se ha afirmado que el mando se convierte en el objeto de poder y control en el
ambiente familiar. Sea o no un ejemplo anecdótico de poder, lo cierto es que nos encontramos
con personas que en poco tiempo desgastan los dibujos de los botones del mando a distancia
haciendo continuamente zapping sin que esto se deba a ningún tipo de tic nervioso. Es una
conducta repetitiva, insistente, esta de cambiar de canal buscando “algo” que no se encuentra.
Apenas hay tiempo para el análisis y el seguimiento de una historia en profundidad. Se
convierte en un rutinario hábito de ver en paralelo dos o tres películas a la vez y, al mismo
tiempo, aumenta la falta de interés por otras actividades.
Si el tedio lleva a la televisión o la televisión lleva al tedio es una cuestión que habría que
considerar en cada caso. Aunque haya personas que pueden ver 10 horas de televisión al día,
existe una gran tendencia a negar que se abusa de ella. Porque un hábito como este puede
llegar a ser abusivo. Una de las consecuencias más destacables de la TV ha sido estudiada por
numerosos autores de la psicología social, entre ellos Gerbner. Sus estudios convergen a la hora
de mostrar sus resultados, en el sentido en que la TV deforma las ideas de las personas y
fomenta la creación de estereotipos. De forma general la psicología social nos ha mostrado en
repetidas ocasiones que aquellos que ven mucha TV creen que el mundo es más peligroso,
incierto, engañoso, egoísta, de lo que en realidad es.
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LA RADIO
Al igual que ocurre con la televisión, su potencial adictivo es pequeño, pues la interacción es
mínima, es decir el único control que se ejerce es cambiar el canal. En este sentido lo
catalogamos más como un soporte para desarrollar un hábito que para el abuso. Escuchar la
radio es algo habitual, en cualquier situación, lugar o momento, en el trabajo, mientras se come
o mientras se pasea. Hay personas que escuchan la radio antes de acostarse y si un día no la
tienen encendida sienten más soledad y, en ocasiones, al tener asociado el dormir con el
escuchar la radio, les lleva tener un poco más de dificultad a la hora de conciliar el sueño o dicen
sentir más extrañeza. Aunque en la mayoría de los casos no tiene mayor importancia. Estamos
ante un hábito común y sano: nada más habitual que disfrutar de la buena compañía de la
radio. El hábito abusivo tiene una repercusión muy leve, casi inexistente en cuanto a la
repetición, y lo más destacable a la hora de abusar de uno de estos aparatos es que podría
provocar una situación un tanto “autista” de aislamiento. En la mayoría de los casos de abuso es
una forma de evitar la soledad, cada día más frecuente; en otros, es simplemente un modo de
informarse, de llenarse continuamente de estimulación. En ocasiones encontramos personas
psicóticas que no se separan de la radio; según ellos es una manera de confundir y mitigar las
voces y alucinaciones auditivas que dicen padecer.
Una persona puede hablar por su móvil todo el día en un parque y ser considerada no obstante
una persona socializada. Una persona que habla por este medio no tiene por qué tener ningún
problema.
Adolescentes enamorados, buenos amigos pasan horas hablando por teléfono; más que
recomendable, es algo necesario. Pero como casi siempre el límite está en llegar a tener
necesidad ansiosa de hablar por el móvil, usar ese canal para aliviar la tensión de forma
compulsiva, usar la comunicación para obtener repetidamente placer hasta la extenuación o el
aburrimiento sí puede ser peligroso. Este aparato se convierte en un instrumento irresistible. El
llamar, por ejemplo, desde el supermercado para advertir que en dos minutos uno estará en
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casa puede parecer algo precipitado, pero con todo no deja de ser “normal”. El límite reside en
que tener el canal de comunicación abierto permanentemente a los demás puede convertirse
en una obsesión. Cuando estas personas no pueden hablar por el teléfono desarrollan
verdadera inquietud, ansiedad, irritabilidad, hasta poder comenzar de nuevo, y para ellos
cualquier llamada es de vital importancia.
Generalmente las personas que más vienen a la consulta por este motivo son las mujeres y
aquellos que viven en soledad. Ambos grupos manifiestan sentimientos de vacío y muestran
elevada ansiedad. Cuando el abuso se hace más claro y perceptible para la gente que rodea a
estas personas es cuando llega la cuenta del teléfono. Casos de medio millón de las antiguas
pesetas pueden ser frecuentes, que no sorprenden si tenemos en cuenta que, sobre todo, antes
se llamaba más a party-lines, teléfonos eróticos. Algunas personas, curiosamente, reconocen
que sabían perfectamente que la party-line estaba amañada, que siempre es la misma gente,
refiriéndose a la gente que trabaja en las líneas 906. Pero ellos seguían llamando. De sobra es
sabido los frecuentes fraudes que se dan en estas líneas: llame usted mañana para darnos más
datos y buscar su pareja ideal. Timos que prometen encuentros y contactos que no se llegan a
producir. Ahora estan los smart-phones, una mezcla de teléfono y agenda con conexión a la Red
para poder recibir los correos electrónicos, para algunos un aparato ideal, para otros un
“tecnoestrés” que hace furor entre los profesionales en Estados Unidos al poder estar
conectados a su trabajo las 24 horas. Hoy en día ya sería anticuado hablar sólo de teléfonos
móviles. Este sería un buen momento para la prevención, ya que en cuestión de adicciones
siempre llegamos tarde. Aprender a organizar el tiempo de ocio, a usar las nuevas tecnologías
para no depender nosotros de ellas, para que no sean una prolongación insidiosa de nuestra
identidad, aprender a generar control internamente, saber separar y guardar distancia.
Aprender a gestionar la ansiedad y lo emocional sin emplear mal las nuevas tecnologías. Saber
perder el hilo de la repetición angustiosa sin fin de las nuevas tecnologías como vínculo
emocional, saber posponer, parar y controlar toda esa fuente inagotable de estimulación,
brillos, sonidos, etc. Apreciar el estar solo y saber estar solo sin tener tres aparatos a tu
alrededor. Saber perder el tiempo. Atribuir confianza al usuario para que él mismo salga del
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automatismo y de los círculos repetitivos. Atribuir responsabilidad para resolver “problemas”,
entender lo que significa y qué función tiene la repetición cegadora para la persona. A fin de
cuentas, empezar a crear y escapar del cortocircuito. En este caso vemos que la dependencia
tiene sutiles diferencias. No sólo se mantienen conversaciones interminables con otras
personas, sino que constantemente están pendientes de tener cobertura, tener cargado el
móvil, comprobar repetidas veces si ha llegado un mensaje o si “tienen algo” en el buzón de voz.
Se cambia de compañía frecuentemente, se personaliza el móvil. Antes de sentarse en el sofá
colocan el móvil al lado y así en todo tipo de situaciones, afeitándose, haciendo la comida. Ser
receptores, estar conectados, cada llamada podrá ser un gran negocio, una oportunidad o una
urgencia, un contacto. Pero realmente no importa tanto la persona con la que hablen, lo que
importa es estar vinculado. Alguien que les genera control e identidad desde fuera. En
ocasiones se ha destacado la posibilidad de que sean personas ansiosas y con una baja
tolerancia a la frustración de la soledad, una soledad no deseada. La no tenencia se responde
con enfado. Sienten el desastre a su lado, se ven desprotegidos ante el mundo. La voraz
necesidad de que les escuchen y de escuchar a otro. Ya que es el otro quien certifica de algún
modo que aún estamos vivos, que todavía existimos.
¿ADICCIONES A INTERNET?
En el año 2001, en el portal de Navegalia donde se podían hace preguntas al resto de los
navegantes, un internauta colgó en la red la siguiente: “Los chats, ¿son adictivos?” Los propios
navegantes contestaron en un 85 % que sí, suponemos un sí que ha tenido presente que detrás
de toda adicción están la dependencia, la anulación, el borrón, el vacío; a lo mejor esto es
mucho suponer. Lo cierto es que cada vez es más frecuente encontrarse con navegantes que
reconocen estar más que enredados en la Red. Podemos encontrarnos con el maratón de
pasarse en la habitación cuarenta horas a la semana delante de la pantalla y a fin de mes tener
un gasto alarmante en teléfono, si aún no se tiene tarifa plana. Alentar una apasionante
personalidad enmascarada bajo tu nick; estar ansioso por ver tu correo cada hora, crear un
mundo a la medida de las dimensiones de la habitación que se transforma en una solitaria torre
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de marfil, son síntomas de estar enredado. Hace poco recibimos un simpático correo
electrónico de un amigo hiperenredado y feliz en su enredo, el cual contaba: “El mejor amigo
del hombre ya no es el perro sino la tarifa plana”. Se comentaba en la Red en el año 1998 uno
de los primeros casos de abuso sucedido en la localidad de Lake Country, Florida (EE.UU). Se
trataba de una mujer que perdió la custodia de los hijos por desatenderlos, ya que no se
despegaba de la pantalla ni para comer.
Es un caso en que resulta difícil verificar la fuente de información, pero está claro que la
adicción de esta mujer interfirió deteriorando gravemente su vida cotidiana, y manifiesta que la
falta de límites de la adicción es evidente y conlleva riesgos imprevisibles. No existe todavía un
modelo teórico suficientemente claro en cuanto a clasificar las adicciones referentes a Internet.
Unos hablan de que es una dependencia sin sustancias; otros, por su parte, elaboran teorías
sobre la incomunicación. Hay quien dice que no existe conciencia de enfermedad; hay quienes
lo consideran demoníaco y apelan al ascetismo. Finalmente, están los que aportan datos en la
línea de los estudios hechos por la Universidad de Harvard, que compararon la adicción a
Internet con el uso moderado de alcohol.
Ni siquiera encontramos una palabra única, consensuada que lo defina, ya sea, por ejemplo,
adictos a Internet, enganchados, hiperenredados, ciberadictos, adictos invisibles, argonautas,
internetadictos, etcétera. Pero en lo que todos parecemos estar de acuerdo es en que existen
problemas previos o asociados a la adicción. Las características demográficas de los adictos han
ido variando durante todos estos años, básicamente en función de la accesibilidad al medio.
Antes eran varones acomodados de entre treinta y cuarenta años, de profesión liberal y co n un
nivel cultural medio alto, los que en un principio tenían el acceso a la Red. Hoy incluye a
mujeres, adolescentes, parados, prejubilados, amas de casa, todos ellos unidos por los mismos
problemas: irritabilidad, trastornos afectivos, depresión, dolores de cabeza, espalda, problemas
en la escuela o en el trabajo, en fin.
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LA RED COMO SOPORTE DE MÚLTIPLES DEPENDENCIAS
Lo más característico de la Red es que da cabida a diferentes formas de interaccionar, así que,
para empezar, alguien que tenga problemas con ella debería decirnos en qué áreas o
actividades de la misma tiene problemas, ya que existen matices diferentes para cada área,
pues la Red es una plataforma sumamente amplia. Es decir, en toda esta confusión de la
contemporaneidad de adictos internautas nos encontramos, por ejemplo, con personas
ludópatas que no hacen más que cambiar el soporte de su adicción; antes eran las máquinas
tragamonedas, situadas en cualquier bar y ahora es el casino virtual de la pantalla del
ordenador.
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estos casinos virtuales por toda la Red. Nos parece sólo una cuestión de tiempo que cambien los
soportes.
El Ciber-sexo
También nos topamos, por supuesto, con adictos al sexo por Internet, el cybersex, el sex on the
net, el internet-addicted, webaddicted, el que se “enamora de su ordenador”. De USA
(nuevamente) nos llegan voces que vienen a denunciar la existencia de aproximadamente 20
millones de sujetos que frecuentan más de 10 horas a la semana cualesquiera de las miles de
direcciones pornográficas que existen en la Red. Con relación a este estudio, se vio que estas
personas adictas al sexo por Internet tenían “más problemas a la hora de relacionarse con el
otro sexo que quienes no eran adictas, presentando además importantes dificultades de
comunicación. Manifestaban una tendencia a la violencia, concretamente a la violencia
doméstica y padecían tendencias impulsivo-agresivas y se divorciaban más frecuentemente”.
Felipe Cuna (2000). “El retrato robot del usuario medio sería varón, entre 16 y 45 años, de
cultura media, sobre todo residente en pequeñas ciudades cuyo horario preferido para la
conexión es entre las 22 y las 24 horas”, señala Willy Pasini (2005) en el libro Nuevos
comportamientos amorosos. Como dato curioso encontramos en la Red una asociación de
mujeres divorciadas de sus maridos, adictos a Internet, y
de igual forma que en otras dependencias, estas
personas son por lo general propensas al aislamiento. En
este estudio, los reiterados visitantes de páginas con
contenidos sexuales no reconocían su dependencia con
facilidad, afirmaban que en cualquier momento podían
dejar los portales sin ningún problema. Según Harvey
Rosenstock, quien dirige en Texas una clínica dedicada
exclusivamente a quienes padecen algún tipo de
dependencia (a las drogas, al alcohol, a la comida...) “se
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está extendiendo una nueva adicción: la del sexo en la Web”, Willy Pasini (2005). Sobre esta
temática, existe el debate de si es un medio o un fin. En nuestra opinión estamos ante la
utilización de la Red como un medio para obtener material pornográfico y no como un fin en sí
misma.
Por último, Internet también es una nueva vía de canalización para los compradores
compulsivos, la llamada “cibercompra”. Habría que empezar diciendo que tres de cada cinco
personas considera que comprar es un placer, y aproximadamente un tercio de los
consumidores adultos tienen “ganas en exceso” de comprar o descontrol al comprar productos.
Gran parte de la población no llegaría a ser de tipo compulsivo, pero nos puede ofrecer una idea
de la enorme población de riesgo el observar tan sólo la punta del iceberg de este problema. De
la mucha literatura al respecto no podríamos obtener un tanto por ciento claro de la gente que
está afectada. Los estudios que van apareciendo siguen siendo, por lo general, de dudosa
metodología o parciales. Seguimos encontrando dificultad en calcular el tanto por ciento de los
posibles afectados. En principio, la cifra se acercaría a los datos de otras dependencias, como la
ludopatía. Es decir, el 3% aproximadamente de los navegantes sería verdaderamente adicto a
las compras, como adicción patológica a consumir compulsivamente. Compran productos
nuevos e innecesarios en los prolíficos “de segunda mano”, que todos conocemos en la Red. Los
datos al respecto nos hablan de sujetos emocionalmente inmaduros, ingenuos, con problemas
de aislamiento, insatisfechos, e indican que son personas influenciables por los anuncios y la
publicidad en general.
Definir una conducta anormal nunca ha sido tarea fácil, ya que la mayoría de las acepciones
descritas por la nosografía actual tienen límites difusos. Siempre se ha dicho que las diferencias
son antes cuestión de grado que de cualidad. Muchos clínicos sitúan el debate en considerar si
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estos problemas que generan las nuevas dependencias son dignos de atención sanitaria o de
una nueva entidad clínica. Pero creemos que la cuestión nuevamente es la persona y no el
soporte. La Red puede tener más o menos poder adictivo, pero de lo que no cabe duda es de
que una persona con un problema de adicción tarde o temprano será adicta a cualquier cosa. La
persona tendrá tiempo de escoger el soporte o los soportes que más le atraigan. A la hora de
atender a una persona con problemas debemos tener en cuenta su grado de descontrol. La
pregunta fundamental, entonces, no es si un soporte es adictivo sino por qué la persona es
adicta.
Exploramos con ella su problema, qué le pasa, qué función cumple y dónde se sitúa, qué uso
hace del soporte, si es un hábito, si abusa, si es una dependencia, si ha adquirido tolerancia, si
es una adicción o está en un proceso de despersonalización y desestructuración. Hemos
comprobado cómo, en numerosos medios de comunicación, se habla alegremente de “la
adicción a Internet”, cuando lo cierto es que todavía no hay criterios para diagnosticarla ni
consenso en llamarla así. Y es que aproximadamente cada tres años nos encontramos con una
nueva adicción. Encontramos titulares sensacionalistas. De hecho, la Red tiene más de positivo -
representa un lugar en donde tal vez poder “construir” algo que de negativo. La insistencia de
estos titulares colabora en este sentido a tener que hablar cada tres años aproximadamente de
la nueva adicción de moda, aunque en el fondo siempre hablemos de lo mismo. “Los usuarios
reaccionan con violencia ante las pantallas de los ordenadores, un 43 % se muestra violento con
los fallos del ordenador”, La Vanguardia Digital (2003). “200.000 internautas son adictos al sexo
cibernético en USA”, Diario El Mundo (2000). “Los videojuegos causan problemas a casi la mitad
de sus usuarios jóvenes”, Diario Palentino (2002). “Adictos a la Red, paraísos artificiales”, ABC
ByN (2002), etc. Lejos de trivializar y siendo conscientes de que detrás de toda alienación de una
adicción está el borramiento, el vacío […], pretendemos hablar de algo nuevo, de una nueva
posibilidad de expresión. Como decíamos, siempre hubo modas, así las llamadas a las líneas
telefónicas 906, el tamagochi, etc; pero desde hace tiempo ya conocíamos la psicopatología del
Autocontrol. La psicopatología tiene sus propios criterios para establecer lo que es anormal.
Criterios subjetivos, estadísticos, biológicos o intrapsíquicos. El DSM IV nos ofrece el F 63.9,
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Trastorno del Control de los Impulsos no especificado, Trastorno de los Hábitos y del Control de
los Impulsos sin especificar. Uno de los primeros en hablar sobre la problemática de la Red fue
Ivan Goldberg (1995), quien propuso el término Internet Addiction Disorder para referirse al uso
compulsivo que se hace de ella. Otros autores, como Griffiths (1995), comienzan a analizar la
adicción a la tecnología como una adicción sin sustancia. Este autor, al incluir el término
tecnología, nos aproxima al Burn-out (síndrome de un estado de estrés laboral crónico. Afecta a
todos los ámbitos de la vida. Se caracteriza por una tríada: cansancio emocional,
despersonalización y falta de realización personal), y sobre todo nos aproxima al tecnoestrés,
nada desdeñable cuando una gran mayoría de las personas que trabajan con ordenadores se
queja de algún tipo de dolencia física, ya sea fatiga visual, pesadez y tensión en todo el globo
ocular, faringitis, enrojecimiento conjuntival, necesidad de frotarse los ojos, lagrimeo, cefaleas,
somnolencia, visión un tanto borrosa, estrés, problemas de espalda y en las articulaciones.
Griffiths (1996) da un paso más y saca a la luz lo que supone el concepto interacción, interacción
de las personas con las máquinas. Es decir, el formato no es adictivo, sí lo es “su interacción”. En
esta dimensión entra en juego la destreza personal, la inmediatez de la respuesta, el estado
activado continuamente reforzado, el procesamiento en paralelo, la brevedad temporal del
estímulo y la respuesta rápida en los juegos de la Red, a lo que cabe sumar el valor del objeto
estímulo, su “conocimiento” en un nuevo objeto de poder. La ludopatía fue aceptada en el año
1980 por la APA y agregada al DSM III. Desde entonces se han hecho muchos paralelismos.
Cualquier adicción sin sustancia es susceptible de ser un trastorno adictivo. La doctora Young,
basándose en los criterios de la ludopatía, realizó cuestionarios para analizar la adicción o el
abuso que los usuarios hacen de la Red. Encajó los criterios diagnósticos de la ludopatía y
cambió básicamente las palabras pertinentes por Internet. Este alojamiento de criterios fue
criticado por diferentes autores (…). Se ajusta a lo que entendemos por “pedagogía pragmática
americana” (…). Young afirma que la adicción a Internet se da en tres grupos, los que procuran
contactos sociales, sexuales y juegos. Esto quiere decir, según la autora, que buscar información
en páginas no generaría dependencia. Por último, Young también relacionó la depresión con
Internet. Otro autor llamado Kaunt (1998), realizó un estudio que fue publicado en el New York
Times y en el cual afirmaba que la Red genera depresión, distiende los lazos sociales y afecta al
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bienestar psicológico. Estos datos crean cierta alarma social. Poco después, Shapiro (1999)
denunció el estudio de Kaunt por graves errores metodológicos, y ese mismo año Wellman y
Gulia afirmaron que el Internet no genera depresión, más bien, incluso, puede ser beneficioso
para quienes se comunican con sus familiares lejanos. Ante la polémica, que no acaba de
entenderse, suscitada por estos estudios nos preguntamos cómo hay que juzgar el fenómeno
Internet. ¿Como un todo, quizás, como un único objeto, pues es lo suficientemente variado
como para hablar de subtipos diferentes? ¿Qué criterios tomamos entonces para definir la
adición a la Red? ¿Puede ser un sujeto parcialmente adictivo? ¿Cada subtipo necesitará de un
nuevo diagnóstico? Según el profesor de Montevideo Roberto Balaguer (2001) en su exquisito
artículo titulado “Globalización, Postmodernismo, Nuevas Adicciones y Drogas”, “la Red no es
un fin en sí misma, es un espacio interactivo, y parte del fenómeno interactivo debe ser
entendido en su aspecto social del juego, dentro de las relaciones objetales que se traslucen en
esos intercambios. Algunas de las adicciones son orientadas a la competición del juego y otras
pueden estar enfocadas a las necesidades sociales. Los chats, los juegos, junto con la
pornografía, es lo que genera más poder adictivo”. Es decir, nos propone entender Internet no
como un conjunto sino como subtipos, como posibles tipos de relaciones, y entender cada
subtipo independientemente del otro, ya que tienen significaciones diferentes para cada
persona. No es lo mismo alguien que se aísla, cierra las ventanas y persianas de su cuarto que
otro que comparte cosas, que desea comunicarse y hablar en el chat con la intención de, sin ir
más lejos, procurarse una cita en la ciudad virtual de second life. Y también debe quedar claro
que cada una de las partes de lo que llamamos Internet tiene un potencial adictivo diferente.
Como ya apuntábamos, no tiene el mismo “gancho” un casino virtual, donde la repetición es
constante, que un videojuego con un final bien definido. Utilizar Internet no tiene nada de malo;
en cambio, se puede hacer mal uso de la interacción. Por otro lado, en cuanto se refiere al
diagnóstico, lo importante no es el soporte, ya que éste es secundario y cambiante; lo
importante es la persona que sufre la adicción. En este sentido creemos que la mejor forma de
entenderlo es viéndolo como un todo, es decir como un trastorno adictivo desde una visión
global, ya que, si no fuera así, deberíamos desmenuzar el diagnostico en otros cientos de
subtipos diagnósticos. Entenderlo como adicción es una posición mantenida, sobre todo, por los
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teóricos del aprendizaje social. La adicción a la Red guarda paralelismos con el abuso de
sustancias. Podemos decir que su fenomenología es similar, pero no igual, y se encuentran
modelos explicativos similares. Entendemos, pues, la adicción psicológica como la entiende
Walter (1989): “Patrón de conducta persistente caracterizado por un deseo o necesidad de
continuar la actividad, que se sitúa fuera del control voluntario; una tendencia a incrementar la
frecuencia o cantidad de actividad con el paso del tiempo; dependencia psicológica de los
efectos placenteros de la actividad; y un efecto negativo sobre el individuo y la sociedad.”
Autores como Smith o Pollack (1996) llegan, como suele ocurrir en estos casos, a posiciones
intermedias y nos hablan del pseudoadicto, una especie de adicción leve, como se habló en su
momento del abuso de la lectura. Estos autores también agregan la explicación de las tres fases,
que consiste en la adaptación, lógica, “natural”, de los usuarios a las nuevas tecnologías; es
decir, la primera fase sería la fascinación por la Red, bajarse multitud de programas, aprender,
probarlo todo. La segunda fase se basaría en el abuso, dedicar demasiado tiempo, liarse,
enredarse; y la tercera y última, sería la adaptación adecuada a lo que realmente se necesita.
Esto ha llevado a decir desde hace años que aún es pronto para ver las consecuencias reales de
la Red, ya que llevamos relativamente poco tiempo haciendo uso de ella. Es pronto, pues, para
analizar sus consecuencias. Un ludópata tarda muchos años en pedir ayuda, y algo similar puede
ocurrir con los enganchados a la Red. Cuando un ludópata pide tratamiento, fácilmente pueden
haber pasado entre siete y diez años abusando del juego, no es de extrañar entonces que
todavía tenga que haber pasado un tiempo razonable antes de que lleguen más personas que
han abusado, por ejemplo, de los casinos virtuales. De hecho, hay casos constatados, pero
todavía son muy escasos. Acercándonos más a la actualidad, Black (1999) encontró
correlaciones positivas entre abusar de la Red y tener problemas de personalidad, perder el
control y trastornos mentales. Es algo en lo que ya la mayoría de los clínicos estamos de
acuerdo: en que existen problemas previos a la adicción, no sólo al abuso de la Red sino a
cualquier otro tipo de abuso. No es nuestra intención reducir el tema únicamente a la visión
clínica. En este sentido, creemos interesante mencionar uno de los numerosos estudios
etnográficos elaborados al respecto. La antropología pone su granito de arena, clarificando si la
conducta anormal es un producto modelado culturalmente o es algo invariable. En el libro
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“Género Chat, o cómo la etnografía puso un pie en el ciberespacio”, se ofrece una visión más
positiva de los usuarios. Es un libro de corte etnográfico sobre la Red, en el cual se señalan las
siguientes características: “Hablas con desconocidos sin riesgos sociales, la acción define al
personaje, cuya edad y sexo son ficciones, con un componente lúdico que remite a la
adolescentización del adulto, es una nueva forma de entender la sociedad, en el Chat no hay
obligaciones y sí humor y misterio.” La antropología, pues, da un tirón de orejas a un tipo de
psicología, siempre pendiente más de lo negativo, de la patología, y nos recuerda la parte
positiva, lúdica y universal del encuentro con la Red
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estructuras tales como psicosis, histeria y perversión está en desuso y hemos dejado paso a los
criterios del DSM IV, donde casi todo es un trastorno y donde un trastorno no es sino un
conjunto de signos y síntomas. En este sentido es más fácil caer en el error de considerar que
cualquier trastorno que adolezca de un síntoma “repetitivo” constituye una adicción. Por
ejemplo, no podemos afirmar que exhibicionismo, fetichismo y masoquismo sean trastornos
adictivos por el solo motivo de evidenciar una conducta repetitiva. No obstante darse, en
efecto, tal conducta, estamos hablando más bien de desviaciones sexuales, perversiones,
parafilias o trastornos de la inclinación sexual. El objetivo en estos trastornos es lograr la
excitación sexual, una excitación que no se consigue, en principio, sino conforme a la exigencia
de cada uno de ellos, aunque en casos extremos podemos encontrar actuando las tres
patologías simultáneamente. Hablamos de una “adición” cuando una persona está fuera de
control, dominada por las emociones que hacen germinar los auto obsequios continuos. Bajo
lemas recurrentes como: “cuídate”, “date un premio”, el sujeto sólo consigue crearse un mundo
irreal en el que vivir sin poder evitar sufrir daños y donde las razones verdaderas de sus
motivaciones y pulsiones suelen ser inconscientes. En la adicción, la persona desarrolla
dependencia y tolerancia, una separación sutil que únicamente es cuestión de grado. Los
abusos, por su parte, son procesos más silenciosos y no conducen a un aislamiento tan
manifiesto; la persona se va aislando paulatinamente pero no llega a desvincularse del todo,
mantiene vivo el lazo con sus amigos y su trabajo. Son procesos más intermitentes y más
discontinuos. En todos los abusos encontramos que la persona siente frustración cuando no
obtiene el objeto. Experimenta una suerte de tristeza al ser consciente de que está actuando de
una forma un tanto irracional, poco coherente; sufre ambivalencias y se culpa por malgastarse a
sí misma, siendo finalmente víctima de una gran incertidumbre en el sentido de interrogarse
por su presente y más aún por su futuro, todo ello bajo un conocimiento superfluo de lo que en
realidad le ocurre. Se trata de una forma de actuar impulsiva, dirigida hacia lo exterior, hacia las
otras personas, situaciones o cosas, ya que es lo externo lo que en un principio ofrece mayor
control, un control del que suelen carecer este tipo de sujetos, y que se halla permeada de una
fuerte negación. Un signo éste último que, como ocurría con las adicciones, sirve para
desprenderse de algún hecho incómodo aparecido en un primer momento. Por ejemplo, se
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evita el abandono, se soslayan las emociones negativas, se eluden las responsabilidades, se
sobrelleva el sentimiento de vacío o cualquier otro tipo de displacer. Encontramos además
estilos o patrones disfuncionales que en la mayoría de los casos son aprendidos por transmisión
de los padres o la educación en general e incluso pueden ser consecuencia de determinadas
carencias debidas precisamente a esa educación deficiente. El origen del síntoma es, sin
embargo, diferente según el individuo, ya que cada cual está regido por significantes subjetivos
personales y la responsabilidad, al igual que en las adicciones, corresponde en último término
a cada individuo.
COLECCIONAR
Conviene también señalar que a estos individuos les gusta todo lo que ven, le saben sacar una
utilidad a cualquier objeto, todo les parece valioso de un modo u otro. Se ha querido ver en ello
una especie de tentación, tal como para el alcohólico pueda serlo la bebida. Lo corriente es que
la mayoría no tenga muy claro por qué lo hace. Arramblan con todo lo que pillan a su paso y lo
meten en casa a toda costa. Para unos pocos, sin embargo, puede constituir toda una terapia.
Cualquier objeto puede tener un valor y casi siempre, es cierto, se le acaba encontrando algún
uso. Se da el caso también de aquellos que se obligan a sí mismos a quedarse en casa para de
este modo evitar caer en la tentación de pescar más cosas. El saberse dueños de tanto tesoro
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les vuelve aprensivos y les despierta el miedo a ser robados (no hay que olvidar que todo lo que
acumulan posee un cierto valor para ellos). En otras ocasiones sienten una gran tristeza al
pensar en la posibilidad de desprenderse de las cosas, aunque no suele llegar a producirse
nunca esa circunstancia.
MENTIR
La pregunta es: ¿Qué pretende conseguir la persona con la mentira? ¿Qué es lo que desea
evitar? ¿Qué función tiene la mentira para la persona: ¿confundir, engañar? ¿Qué? Por lo
general, detrás de la mentira se esconde un fuerte sentimiento de miedo, miedo a ser
descubierto y a que le puedan hacer a uno daño, por lo cual es mejor no ser nunca descubierto.
Bajo la mentira, generalmente, se oculta un fuerte sentimiento de inseguridad.
Miento para defenderme, cuando me hablan dos personas al mismo tiempo, cuando me
acusan, en situaciones peliagudas me pongo muy nervioso, se me acelera el pulso y miento. Lo
he necesitado para robar, para magnificar problemas, para dar una dimensión más grande a
cierto hecho de lo que realmente es, para que me aporte beneficios en mis necesidades . He
manipulado de muchas formas y me he victimizado, y he mentido, sobre todo, a las mujeres.
Como no afronto las cosas, me tengo que defender.
(Fernando Pérez del Río, 2000) Según Alexandre Koyré, es “indiscutible que el hombre ha
mentido siempre. Se ha engañado a sí mismo y a los demás. Ha mentido por su propio placer
‘por el placer de ejercer esa facultad tan sorprendente de decir “lo que no es”, y de crear, por
medio de su palabra, un mundo en el que sólo él es responsable y autor.” Vivir en un mundo de
fantasía, hacerse cómplice de uno mismo. Como casi siempre, se encubren otros problemas,
trastornos de personalidad límite, adicciones, pese a que se haya descrito como una
autodefensa. La mentira, como en el asunto que hemos expuesto, en el 99% de los casos
cumple una función, y su origen es, por lo general, una adicción, y la mentira tendrá como
función salvaguardar la propia debilidad, obtener beneficios, compasión, reconocimiento,
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protección, buscar una atención exagerada. En algunos casos, uno de los deseos de las personas
que se ponen en tratamiento es dejar de mentir. Mentir para subsistir, que no para vivir. Deseos
que aumentan cuando se interpreta lo que hay alrededor como amenazante, conflictivo o
peligroso. Llegan a usar un leguaje impresionista que cautiva fácilmente a sus interlocutores,
pero adolecen de falta de autenticidad. Las personas mentirosas en sus secuencias de
manipulación, saben que también pueden ser descubiertas y propiciarán fórmulas (en ocasiones
inconscientes) afectivas de acercamiento y seducción hacia los otros que compensen el posible
descubrimiento de su juego.
Seducciones que varían desde la victimización hasta el elogio desmesurado del otro, y en
algunos casos hasta la amenaza, pero en la gran mayoría de los casos evitarán el
enfrentamiento directo por las fantasías y las mentiras; es decir, si se da el caso de sentirse
descubiertos, lo que nunca admiten, enfocarán el conflicto hacia cualquier otro lugar, desviando
la atención de lo que realmente está en juego, que suele ser su propia fragilidad. Encontramos
la mentira en otros muchos formatos: personas que asumen el papel de enfermo imaginario,
encontrando un fuerte beneficio cuando se instalan en la queja repetitiva de la enfermedad. Se
inventan o exageran los síntomas, e instalados en esa queja obtienen numerosos favores
secundarios. Por ejemplo, producir síntomas, signos, voluntariamente para obtener beneficios
en peritajes. Suele tratarse de una necesidad patológica. En este sentido encontramos el
trastorno facticio, que simula y adopta una postura de enfermo. “La característica esencial de
este trastorno es la producción intencionada de signos o síntomas físicos o psicológicos, [...] la
sintomatología puede ser inventada, autoinflingida, puede ser una exageración o exacerbación
de un trastorno físico preexistente, o puede ser una combinación o variación de todas las
anteriores", DSM-IV. Existe también el denominado síndrome de Münchausen, agotador para
cualquier clínico. Una simulación sin fin de adscribirse a un rol de enfermo, pero sin saber por
qué. Inventando historias imaginadas, fantaseadas, síntomas médicos cada vez mejor
expresados para convencer al clínico, incluso fingiendo operaciones. El mejor método de
diagnóstico no es una analítica o una batería de Test, sino trabajar en red, ponerse en contacto
105
con otros hospitales, ya que seguramente el afectado ha visitado la mitad de los hospitales de la
ciudad.
Una de las explicaciones para las personas que continuamente requieren sensaciones intensas
es la ya clásica de Zuckerman (1979): “La búsqueda de sensaciones, es un rasgo definido por la
necesidad de sensaciones y experiencias variadas, nuevas y complejas y la voluntad de asumir
riesgos físicos y sociales con tal de satisfacer esta necesidad.” “Cuando las cosas no varían, la
persona susceptible al aburrimiento pronto se vuelve inquieta e intolerante con la situación”,
Zuckerman (1978).
Buscan actividades que liberan tensiones dentro de contextos ritualizados. Padecen ansiedad
previa a la actividad, anticipan, y finalmente obtienen el desahogo como canalización. Si esta
conducta se refuerza, vemos cómo el sujeto tiende a repetirla y a procurar maneras de
estimularse con nuevas experiencias, ya sean sensaciones o riesgos nuevos, hasta que
encuentre su equilibrio. La práctica de deportes de riesgo se ha vinculado a estas personas, que
suelen puntuar alto en la búsqueda de sensaciones. Se ponen a prueba, y sienten
autorrealizarse bajo la obtención de un logro. Buscan reiteradamente los estímulos que les
proporciona la estimulación necesaria. “Los individuos con alta necesidad de logros prefieren
situaciones en las que pueden asumir responsabilidad personal por la búsqueda de soluciones”,
McClelland (1962). Pero también “a esas personas les gusta las actividades que ofrecen la
oportunidad de hacer autoevaluaciones”, Greenwald (1982). Como siempre, nos encontramos
ante una situación donde el sujeto desea encontrar una emoción fuerte y, en esta ocasión
concreta, rozando casi siempre el peligro. Esta sensación, una vez finalizada, crea un estado de
relajación y al poco tiempo la necesidad de repetirlo. El sujeto cada vez se especializa más, se
compra mejores cosas, mejor equipamiento, mapas de la zona. El perfil característico es el de
hombres jóvenes.
106
LOS TRASTORNOS DE LA ALIMENTACIÓN
Sobre todo, en los años 90, se ha tratado la anorexia y la bulimia en las mismas asociaciones
donde se tratan adicciones. La razón, en un principio, se basa en que el tratamiento es parecido,
la fenomenología ciertamente es similar, y tanto la anorexia como la bulimia como el trastorno
por atracón tienen un síntoma claro de repetición. Resistirse a comer es en lo único en que se
piensa hora tras hora, en ocasiones como un rechazo del mundo. La sobreabundancia que se
ofrece desde el exterior es rechazada, como si hubiese sido colmada de por vida, un deseo de
nada, un deseo continuado de no injerir comida. Un trastorno lleno de paradojas, en el que uno
se siente ineficaz, aunque, por ejemplo, se saque todos sobresalientes en la escuela.
Encontramos una falta en lo simbólico, “hay cosas que no es capaz de simbolizar y esto dispara
lo imaginario”, Doménico Cosenza (2005). En cuanto a la bulimia, sumamos la repetición
continua del vómito, y por lo mismo se suele tener más conciencia del problema. También es
cierto que la complicación comienza a una edad más avanzada que en el caso de las anoréxicas,
y suelen pedir ayuda antes. El peso no es tan importante como en las anoréxicas, pero sí cobra
más relevancia el ciclo de las comilonas y los vómitos o purgas. La manera de ser de las
bulímicas es más espontánea, más expresiva.
Las anoréxicas tienen menor expresividad y no reconocen el problema fácilmente, más bien
suelen negarlo. Están obsesionadas únicamente con el peso, no les preocupa nada más. Resumir
las teorías actuales sería demasiado extenso y no creemos necesario hablar de este trastorno,
ya que actualmente está bien documentado. El ayuno ha pasado de estar asociado a la religión,
a la purificación del alma a ser tratado en la actualidad por la medicina y la psicología como una
terapia para el bienestar y la salud. Por su antigüedad y perspicacia nos parece relevante al
respecto la opinión. Como decíamos, ciertamente encontramos signos y síntomas parecidos a
los de las personas adictas: aislamiento social, dificultades en la concentración y “puntúan peor
en los cuestionarios de observación y concentración”, Fernando Pérez del Río (1999). Muestran
irritabilidad, agresividad y con frecuencia consumen alcohol y estimulantes. Tienen conductas
compulsivas, tales como hacer ejercicio, flexiones, correr, subir y bajar escaleras con una
mochila llena de peso y abrigadas, aunque sea verano. Llevan varios jerséis para sudar más y
107
perder más peso. En la bulimia, la mentalidad depresiva tiene oscilaciones. Encontramos una
alta inestabilidad emocional, de la sonrisa al llanto en un parpadeo. Manifiestan una alta
ansiedad enfocada al peso, negando igualmente la enfermedad, pero con menos intensidad,
junto con una intensa lucha interna que se observa en un estancamiento evolutivo en la
mayoría de las ocasiones en forma de rechazo al mundo adulto. En el área emocional, es
destacable la culpa que surge tras los atracones que se entremezcla con ideas irracionales que
tienen relación con el peso: “Si engordo un kilo, podré engordar 20”, “Se engorda en minutos”,
etc. Conductas que, salvando las distancias, nos recuerdan a las personas adictas, incluso
expresan parecidos temores, como el de perder el control. Pero, aunque se den secuencias
repetitivas y encontremos muchos paralelismos con las adicciones, dista bastante de lo que
consideramos una adicción. La obsesión por el peso llega a ser incontrolable, y logra tener una
dimensión “fóbica”. No obstante, no encajaría plenamente en lo que entendemos por adiciones,
donde la adición en sí misma es el eje principal. Allí el eje principal es la distorsión perceptiva
del propio cuerpo y, como consecuencia de ello, la repetición.
LOS FÁRMACOS
Aunque los fármacos sean una sustancia, hemos querido hacer un apunte sobre su utilización,
pues opinamos que se ha producido un considerable aumento de las personas que consumen
abusivamente los medicamentos. “Algunos medicamentos pueden provocar con su uso
farmacológico una dependencia que en los casos graves llega a ser similar a una toxicomanía.
[…] Los barbitúricos y otros hipnóticos (por lo que es preciso tener gran prudencia con los
medicamentos para el insomnio), y las aminas estimulantes”, Vallejo-Nágera (1992).
110
1.7. LO QUE DESDE LA FAMILIA SE PUEDE HACER
En este apartado vamos a profundizar en el llamado estilo de educar fortalecedor o positivo por
parte de la familia, que ha demostrado ser un importante elemento protector frente a las
drogas. Este estilo se basa, entre otros, en tres aspectos fundamentales que desarrollaremos a
lo largo del capítulo:
a) Dedicarles tiempo
b) Interesarse por lo que hacen y participar en su entorno.
c) Darles cariño y apoyo incondicional... pero enseñándoles que no todo vale.
d) Establecer normas y límites de forma adecuada.
e) Comunicarnos de manera eficaz con nuestros hijos. Hablar sobre Drogas con los
hijos/as.
111
a) Dedicarles tiempo
Es verdad que la calidad es más importante que la cantidad del tiempo que
les dedicamos, pero la educación (y también la prevención) requiere un
mínimo de disponibilidad. Disfruta con tu hijo/a hasta donde te deje,
comparte con él cuantas situaciones y momentos te sean posibles. Aunque
ahora quiera estar menos contigo, valorará muchísimo tu disponibilidad. Si te es posible,
comparte con él las comidas, pierde el tiempo charlando con él de cualquier cosa, o viendo la
televisión. Si se mantienen abiertos estos canales de comunicación, obtendrás muchísima
información relevante, de una forma natural.
Es útil conocer y relacionarse con su entorno: escuela, amistades y sus familias, barrio o pueblo,
tele e Internet…
la familia cubre las necesidades más importantes de los hijos para completar su
desarrollo como personas. Los padres aportan a sus hijos los cuidados básicos
que necesitan para vivir (protección, abrigo, alimentación, etc.), pero además
deben satisfacer otras necesidades, de carácter psicológico, que también son
clave para completar su adecuado desarrollo y su bienestar. Entre estas
necesidades destacan dos:
113
El estilo fortalecedor o positivo es aquél que facilita el afecto y el buen
clima en la familia sin por ello renunciar a educar a nuestros hijos en el
autocontrol y en la asunción de límites en su comportamiento.
En este estilo hay normas, pero no son excesivas, los límites están claros y
se promueve la responsabilidad, pero se fomenta la comunicación y el
afecto. Los conflictos se resuelven entre todos, se escuchan, se expresan
opiniones y sentimientos y se negocian posibles soluciones con los hijos
en función de su edad.
Es un estilo que trata ante todo de preservar el buen clima en casa, de evitar conflictos, de
mantener una buena relación con los hijos, o al menos de no deteriorarla. Los padres no ponen
límites a la conducta de sus hijos, favoreciendo así la aparición de actitudes de tiranía y una
escasa capacidad para tolerar las frustraciones.
Los límites son necesarios. Decir “no” a un hijo puede ser costoso, pero a determinadas edades
no son capaces de tomar determinadas decisiones por sí mismos.
Los niños aprenden que tienen derecho a todo y que no tienen ninguna obligación, y no
aprenden a poner límites a su comportamiento. En ocasiones, los padres pretenden así
convertirse en amigos de sus hijos, desatendiendo su responsabilidad de educar. En otros casos,
es un estilo motivado por el miedo a las reacciones de los hijos, que trata ante todo de evitar
conflictos (“no le voy a decir nada porque se pone…”).
Decir “no” a un hijo suele ser costoso para muchos padres y madres, y esto es algo muy natural.
A nadie nos gusta entrar en conflicto con nuestros hijos y deseamos mantener una buena
relación con ellos. Sin embargo, educar implica que a determinadas edades los niños y
adolescentes no son capaces de tomar determinadas decisiones por sí mismos, sin la
supervisión de un adulto.
Si la relación de los padres con sus hijos es solamente para poner límites, decir “no”, contarle
“lo que debe hacer” o aplicar castigos, y no existen expresiones de reconocimiento de su valía,
ni manifestaciones de cariño y apoyo emocional, la probabilidad de que se implique en
114
comportamientos de riesgo como el consumo de drogas, los robos, las agresiones o los
problemas en el colegio también se multiplica.
A diferencia del anterior, este estilo puede conseguir en algunos casos que el
hijo modifique al menos en parte o por un tiempo su comportamiento. Sin
embargo, lo hace a costa de deteriorar enormemente la relación, de favorecer
su distanciamiento y de limitar así la capacidad de influencia de los padres.
Los límites y las normas actúan a modo de señales de tráfico o de barandillas de un puente para
la conducta de los hijos, proporcionándoles un sentimiento de seguridad y de control,
ayudándoles a regular su comportamiento, a tolerar la frustración, y a tener en cuenta las
consecuencias de su conducta para sí mismos y para los demás.
115
Es importante que las normas sean pocas, claras, positivas, adecuadas a su edad y razonadas.
También pedir su cumplimiento con firmeza, pero sin agresividad y que tengan consecuencias
razonables que se conozcan y se cumplan.
116
De nada sirve poner normas si después no vamos a ser capaces de
controlarlas. Por eso, debemos poner normas que nos permitan
establecer cierto control respecto de su cumplimiento.
Una vez establecida la norma, habrá de establecerse cuáles serán las
consecuencias de su cumplimiento, o de su incumplimiento, y actuar
en coherencia con lo pactado o anunciado. Por eso, es mejor no
anunciar sanciones o premios que no vamos a ser capaces de
cumplir.
A medida que los hijos crecen, es mejor incorporarlos en el
establecimiento de los límites, en la medida de lo posible. De esta
manera, es más probable ganar su cooperación en el seguimiento de
las normas (“me gustaría que quedásemos de acuerdo en alguna
hora de llegada a casa los fines de semana”).
Tan importante como corregir su comportamiento es reforzar todo
aquello que hacen bien. Por eso, es importante limpiarse las gafas,
rastrear y reconocer abiertamente sus aciertos y el cumplimiento de sus compromisos, y
por qué no, premiarles por su esfuerzo
Y, sobre todo, no hay nada como predicar con el ejemplo: “te pido que no me chilles, y
yo nunca te chillo; te pido que te disculpes, y yo me disculpo cuando hace falta; te pido
que recojas, y yo recojo.
Les proponemos aquí un estilo de comunicaros con los hijos e hijas que les ayudará a
expresarles su cariño y apoyo, a mejorar su autoestima, y al mismo tiempo, a manteneros
firmes frente a las normas y los límites que consideréis más importantes. Ahí van algunas
recomendaciones:
117
Cuando desees hablar con tu hijo/a de algo importante, elige el momento y el lugar más
oportunos. Cuando hay tormenta y las emociones están “a flor de piel”, suele ser mejor
esperar.
Cuando estés en desacuerdo con su comportamiento y desees hacerle una crítica o
solicitarle algún cambio, ten en cuenta que será más fácil que la tenga en cuenta si se dan
estas condiciones:
- trata de centrarte en su comportamiento, y no en su persona. Describe aquello que
no te gusta, y no utilices generalizaciones ni etiquetas.
- Exprésale con claridad y sin rodeos cuáles son tus opiniones, tus necesidades, tus
sentimientos y tus decisiones en relación con su comportamiento.
Utiliza para ello los llamados “mensajes en primera persona”. Son
más eficaces que los reproches o las amenazas.
- Si acuerdan límites, mantente firme en su cumplimiento, y
comunícale con serenidad, pero con firmeza tus decisiones al
respecto. Recuerda las recomendaciones sobre las normas del
apartado anterior.
“Padre: lo siento, pero ya habíamos hablado de esto. La próxima
semana no podrás salir”
“Hijo: son unos exagerados, si se sienten mal es su problema.
- Padre: (con serenidad, pero con firmeza) siento que digas eso, de
verdad, pero en estas condiciones no te podemos dejar salir la próxima
semana.
Gritar o ponerte agresivo no mejorará el problema. Quizá logres algún
cambio, pero te distanciará de tu hijo. Trata de utilizar siempre un tono de
voz firme, pero sereno, de mostrarte relajado, y de tratar de reforzar con
tu postura y con tu tono de voz lo que estás tratando de comunicar.
118
A veces los jóvenes tienen dificultades para cambiar. Demostrarle a tu hijo/a que las
tienes en cuenta y que te esfuerzas por ponerte en su lugar favorecerá una mejor
aceptación del mensaje.
Y, sobre todo, ten en cuenta que los esfuerzos de tu hijo/a por hacer las cosas bien
merecen tu aprobación y tu reconocimiento. Agradécele abiertamente y con sinceridad
cualquier signo de tener en cuenta tus opiniones y tus necesidades, y su esfuerzo por hacer
las cosas bien.
ERRAR ES HUMANO
Recuerda que lo que aquí te presentamos es un estilo, una forma más o menos estable de
relacionarse con los hijos y de hacer frente a los problemas. A veces, sin embargo, puede ser
difícil mantener el autocontrol: a veces no nos lo ponen fácil, o nos traemos a casa otros
problemas y “no está el horno para bollos”. Reaccionar de una forma algo agresiva (no violenta)
o perder el control en algún momento concreto no te hará peor padre o madre, siempre que
ése no sea tu estilo. Será además una oportunidad de oro para pedir perdón, acercarte a tu hijo,
e incluso ganar autoridad.
Hijo: ya.
119
Padre: me puse muy nervioso y me puse a gritar como un loco.
Hijo: bueno.
Hijo: Vale, no pasa nada. ¿Eso quiere decir que podré salir el sábado otra vez?
Les presentaremos a continuación algunas ideas, pero antes hay que recordar
dos cosas muy importantes:
Es más fácil hablar con ellos/as sobre drogas y advertirles de sus riesgos
si predicamos con el ejemplo: está demostrado, por ejemplo, que los
hijos e hijas de personas fumadoras tienen más probabilidades de acabar
siendo fumadores. Tampoco debería sorprendernos ver a nuestros hijos bebiendo grandes
cantidades de alcohol en una fiesta si nos han visto hacer lo mismo en nuestras reuniones
y celebraciones.
120
Tan importante como la información que les podamos dar es que en casa existan unas
normas claras en relación con las drogas (legales o ilegales): las familias en las que existen
normas claras contrarias al consumo tienen menos probabilidades de tener hijos
consumidores.
121
EL CONTROL DE LOS IMPULSOS Y ADICCIONES
Tanto los criterios diagnósticos americanos DSM como los criterios internacionales CIE, ceden
un amplio espacio de sus páginas a todo el abanico de trastornos inducidos por sustancias
(alcohol, alucinógenos, anfetaminas, cafeína, cánnabis, cocaína, fenciclidina, inhalantes,
nicotina, opiáceos, sedantes, hipnóticos o ansiolíticos). Por otro lado, los trastornos adictivos sin
sustancia no son incluidos dentro del control de los impulsos, y nos llama la atención que en la
actualidad no exista un espacio para el diagnóstico de la “adicción” como tal en las
clasificaciones internacionales y sí para el control de los impulsos. El DSM y CIE se han impuesto
como ideología dominante, como catalogadores oficiales de las enfermedades y trastornos
mentales tratados desde el punto de vista estadístico, es decir, que todo lo que se sale de la
122
media y de sus varianzas es un trastorno. Y todo esto sintetizado en grupos sindrómicos. Así que
podemos decir que un paciente tiene un trastorno cuando cumple la serie de síntomas
correspondientes. Por lo que respecta a los llamados trastornos del control de los impulsos,
éstos engloban: la piromanía, la cleptomanía, la tricotilomanía, el trastorno explosivo
intermitente y la ludopatía, aceptada por la OMS en el año 1980 e introducida en el DSM III-R,
APA (Asociación Americana de Psiquiatría) tres años después. Desde hace tiempo, el epígrafe
“Trastorno en el Control de los Impulsos”, se ha quedado corto a la hora de entender las
adicciones. Encontramos que el diagnóstico TCI no da respuesta a la realidad, ya que entran en
juego más variables; vemos que es un diagnóstico de alguna manera excesivamente
encorsetado, porque no solamente está en juego el control de los impulsos. En principio, no
obtienen tanto beneficio y traen consigo otra suerte de matices. Por otra parte, los adictos
dedican todo su tiempo y energías al mantenimiento de sus episodios de forma más general. El
trastorno en el control de los impulsos se limita a la conducta de no controlar los impulsos, y
esta falta de control es perjudicial. “El acto impulsional, a diferencia del acto impulsivo, posee
una cierta continuidad organizativa, representada por un antes [...] y un después”, Fernández
Alonso (2003). Estando de acuerdo con este autor, observamos que en las adicciones hay un
acto, según su propia definición, impulsional, entendido éste como una secuencia. No un acto
impulsivo puntual. Se queda corto considerar las adicciones dentro de un trastorno en el control
de los impulsos, ya que hay una mayor desestructuración, más general y compleja en la
persona, que repercute intensamente a todas las áreas. En la adicción, tanto el número de
episodios como la variable tiempo no son demasiado significativos y sí lo es la intensidad de
esos episodios adictivos. Aun así, vemos que los límites no son claros y el laberinto
terminológico, aunque gana en precisión, puede llevar a la confusión diagnóstica y de
tratamiento. Las similitudes son grandes, sobre todo en que su eje versa sobre un problema de
autocontrol o voluntad.
123
Finalmente, planteamos la necesidad de utilizar el concepto de adicción, ya que tiene un
espectro más amplio, aunque no se incluya en las nosografías actuales. Otra interesante opción
ha sido la de denominar a todas estas conductas como conductas complejas (Álvarez, Esteban,
Sauvagnat 2004) calificarlas de “conductas complejas con aparente participación de la vol untad
y esfuerzo motor desproporcionado o inadecuado”, incluyendo, entre otras, la dromomanía, la
piromanía o el impulso a la fuga, la hiperactividad ocupacional patológica, “adición al trabajo” o
laboromanía. Cabe señalar que este tratado de psicopatología inserta el concepto de adicción.
Por último, dentro de esta secuencia diferencial, debemos realizar una separación del trastorno
124
obsesivo-compulsivo por ser egodistónico; esto quiere decir que la persona que padece
compulsiones, de alguna manera no está contenta con sus repeticiones. Evita el posible daño.
Internamente quiere amortiguar su malestar. No encuentra satisfacción en la repetición, a
diferencia de las adicciones, que tienen un carácter egosintónico. La impulsión egosintónica es
algo gratificante para la persona. Así, por ejemplo, la fase inicial de la ludopatía es egosintónica:
uno siente un estado placentero echando monedas a la máquina tragamonedas.
Un caso de histeria
Del relato de una mujer adicta al alcohol y a la heroína hemos extraído algunos fragmentos que
ilustran las modalidades del recurso a la droga en una estructura histérica. Se trata de una
mujer atendida en un centro especializado en el tratamiento de adicciones, si bien ella no se
presenta como toxicómana ni sitúa la drogodependencia como causa de su sufrimiento. El
recurso a estas sustancias aparece como una forma de tratar las dificultades relacionadas con el
amor y la sexualidad. En su novela familiar se ubica como la preferida del padre, que es
presentado como una figura idealizada. La madre es descrita como una mujer fría y dura que
culpa a su hija de su frigidez y de su temor al sexo. De su infancia dice guardar un recuerdo feliz,
asegurando no haber en ella nada que la enturbiara, como por ejemplo “haber tenido un padre
alcohólico”. Irrumpe ahí el inconsciente como sorpresa, ya que ella sabe muy bien que su padre
era dipsómano. Inmediatamente surge un recuerdo que ofrece una nueva versión de las figuras
parentales: los gritos del padre cuando llegaba a casa borracho mientras la madre sufría en
silencio su violencia. En su primera relación amorosa nunca pudo ser penetrada, porque
quedaba paralizada, como si llevara “un corsé”. Un tiempo después y con ayuda del alcohol,
pudo tener una relación sexual en un encuentro esporádico con otro hombre; así descubrió que
beber le daba fuerzas y le tranquilizaba, posibilitándole sacarse “el corsé”. Así se inicia su
adicción al alcohol, como medio que le permite soportar la angustia frente al encuentro sexual.
Un caso de psicosis
126
1. Poner, inicialmente, cierto límite a la irrupción de goce que retorna en el cuerpo.
Recordemos que el chico siente su cuerpo atrofiado y que el consumo de hachís y otras
sustancias aminoran este síntoma en un principio.
2. Atribuirle la causalidad de los fenómenos elementales. Es la droga, según su hipótesis, la
causante de todo lo que oye y de que los otros no paren de mirarle. De lo que él denomina
“la manía persecutoria”.
Resumiendo, en cuanto a la articulación entre la función del consumo y la posición del sujeto en
la estructura, se puede observar que en la neurosis dicho consumo tiene como efecto que el
sujeto se haga pareja prácticamente exclusiva de un objeto y comience una vida en la que
obtenga un goce solitario que obstaculice otras facetas humanas como el amor, el sexo y el
deseo. En algunas psicosis, el consumo funciona a modo de “suplencia”, de estabilización que
refuerza unos lazos sociales de cuya fragilidad nos testimonian frecuentemente estas personas.
Por su parte, el sujeto perverso hace, mediante su consumo, convocar allí mismo la angustia del
Otro, encarnado en la familia, en lo social, en lo institucional, etcétera.
127
1.8. SEÑALES DE TRANQUILIDAD Y DE ALARMA
En este apartado de la guía encontraréis algunos síntomas para la tranquilidad y para la alarma.
Conocer los signos y los comportamientos asociados al consumo de drogas os facilitará
detectarlo a tiempo, y afrontar cuanto antes el problema.
Las drogas más consumidas por adolescentes y jóvenes son, por orden de importancia, el
alcohol, el tabaco, el cannabis, y a gran distancia, estimulantes como el speed (anfetaminas) y la
cocaína. Al final de la guía encontraréis una pequeña descripción de cada una de ellas.
No obstante, hay que advertir que a pesar de numerosas informaciones y noticias que parecen
querer mostrar lo contrario, lo cierto es que la gran mayoría de los adolescentes y jóvenes
navarros no son consumidores de drogas, ni parece que vayan a serlo en el futuro. Si
atendemos a los resultados de las últimas encuestas de Salud entre jóvenes de 14 a 29 años:
tres de cada cuatro jóvenes no son fumadores diarios de tabaco, más de ocho de cada diez no
habían probado el cannabis (porros) en el último mes, y más de nueve de cada diez nunca
habían probado una droga estimulante del tipo de las anfetaminas o la cocaína.
Recuerda que es más fácil que un/a adolescente consuma una droga si piensa que la mayoría
de los jóvenes lo hace.
¿Qué comportamientos pueden estar indicando un consumo de drogas por parte de los
hijos/as?
Lo primero que hay que advertir antes de enumerar los posibles “signos de alarma” es que
ninguno de ellos, por sí mismo, constituye un indicador definitivo de que existe un consumo.
Aunque en algunos casos hay indicadores muy evidentes en sí mismos (por ejemplo, verle llegar
borracho o encontrarle drogas en casa), por lo general es la combinación de varios de los signos
que mencionamos a continuación la que podría constituir un indicador real del consumo de
drogas por parte de un adolescente.
128
La gran mayoría de los jóvenes navarros no consumen drogas, si exceptuamos el alcohol.
Mención aparte merece el alcohol, entre la juventud se consume de forma habitual, y en
demasiados casos en grandes cantidades. Nos referimos a cambios realmente bruscos, y no a la
rebeldía o al distanciamiento de los padres más o menos típicos de los adolescentes. Con el
consumo de drogas son habituales la agresividad, la utilización persistente de mentiras, los
comportamientos extraños, etc.
Bajada brusca
Del rendimiento escolar y problemas en la escuela con el consumo de drogas, son habituales
los problemas de adaptación en el instituto y la bajada del rendimiento escolar, más allá de lo
que pudiera considerarse normal. Estas situaciones suelen ser detectadas rápidamente por el
profesorado. Por eso es tan importante mantener siempre una cierta relación natural con el
centro escolar, facilitándonos la puesta en contacto con los profesores si detectamos
situaciones que nos preocupan.
Sobre todo, en el caso del consumo de estimulantes (anfetaminas, speed-, éxtasis, cocaína…), el
consumo suele producirse en entornos de fiesta, especialmente en las primeras fases. Por eso,
frecuentar entornos nocturnos de fiesta y mantener de forma habitual unos horarios
exageradamente desfasados (por ejemplo, volviendo a casa a primera hora de la mañana, o
incluso más tarde) puede constituir un síntoma de consumo de estas sustancias.
Cuando los/as adolescentes empiezan a consumir drogas suele ser habitual él acercamiento a
entornos de consumo y a grupos de consumidores (hay una cierta selección de amigos en este
sentido), produciéndose un distanciamiento respecto de los amigos no consumidores. Es
habitual dejar de tener noticias de los amigos de siempre y pasar a saber muy poco de los
nuevos amigos y de los lugares por los que se mueven.
129
síntomas directos del consumo
síntomas físicos
Así, por ejemplo, el abuso de alcohol o el consumo de tabaco provoca en el aliento un olor
característico, el consumo de cannabis (porros) se asocia con el enrojecimiento de los ojos, o el
de sustancias estimulantes (anfetaminas, cocaína…) con la dilatación de las pupilas (que no se
contraen ante la luz). Además, con el paso del tiempo pueden aparecer otros síntomas: pérdida
de peso y/o de apetito, ojeras, etc.
Así, por ejemplo, en el caso del alcohol los síntomas son muy conocidos; en el caso de los
estimulantes la llegada a casa bajo los efectos suele caracterizarse por presentar síntomas de
euforia, locuacidad (hablar mucho), dificultades para dormir, falta de apetito, etc., que cuando
pasan los efectos se convierten en cansancio extremo (el “bajón”), malestar emocional e
irritabilidad. En el caso de sustancias depresoras como el cannabis (porros), es más habitual la
sensación de cansancio y de sueño, que en el caso de un consumo prolongado tiende a ser
persistente.
Puede constituir un síntoma de trapicheo, y éste a su vez de consumo. Puede ser indicativo del
consumo de drogas la presencia injustificada de mucho dinero en casa, los robos en el hogar o a
otras personas, o el gasto excesivo, brusco e injustificado del dinero disponible.
130
Otros síntomas directos, como la presencia de drogas en casa, denotan de forma casi definitiva
la existencia del consumo, y en el caso de encontrarse grandes cantidades, de tráfico de drogas.
En algunos casos, la posesión de grandes cantidades de drogas por parte de un/a adolescente
puede deberse también a que haya ejercido el papel de comprador o a que se haya encargado
de la custodia de una droga que va a ser consumida por todo un grupo.
Casos especiales
En este apartado de la guía encontraréis las historias de tres adolescentes y de sus familias. Los
padres y madres de estos tres protagonistas están pre- ocupados por el consumo de sus
hijos/as, pero cada uno tiene una situación muy diferente.
Josué es un chavo de 14 años que estudia 8vo año. La relación con sus padres es bastante buena,
aunque como “buen adolescente” ya no quiere estar tanto tiempo con sus padres como cuando
era un niño. A veces discuten con él por el tema de los horarios, o porque tiene su cuarto
bastante desordenado. En los estudios no va mal, y aunque alguna vez ha reprobado alguna
asignatura, va aprobando los cursos. todavía no sabe si estudiará Bachillerato o algún ciclo de
formación profesional, pero tiene claro que le gustaría hacer algo relacionado con los animales.
Este año ha empezado a salir de noche en algunas fiestas, y aunque siempre ha terminado
discutiendo con sus padres por los horarios, al final los ha cumplido, y siempre ha llegado a casa
sin ningún síntoma de haber con- sumido nada. El otro día les reconoció a sus padres que en la
131
reunión en la que estuvo en fiestas con sus amigos unos chavales les ofrecieron alcohol y
tabaco, pero les respondieron que pasaba de esas cosas.
¿Qué hacer?
Disfruta con tu hijo/a hasta donde te deje, comparte con él cuantas situaciones y momentos te
sean posibles. Aunque ahora quiera estar menos contigo, valorará muchísimo tu disponibilidad.
Si te es posible, comparte con él las comidas, pierde el tiempo charlando con él de cualquier
cosa, o viendo la televisión. Si se mantienen abiertos estos canales de comunicación, obtendrás
muchísima información relevante, de una forma natural.
trata de mantener una cierta relación con las personas significativas en la vida de tus
hijos, tales como sus amigos, los otros padres, o con los profesores del instituto, y
establece el contacto con todos ellos con la mayor naturalidad posible. Interésate por lo
que tu hijo hace en el instituto y en su tiempo libre, y ofrécele tu ayuda en lo que
pudiera necesitar.
aprovecha cualquier estímulo para hablar de las drogas o de la forma de divertirse (un
programa de la tele, un comentario, una noticia...) y pregúntale su opinión, expresando
la tuya como una opción personal (“a mí me parece que...”). Hay multitud de estímulos
o situaciones que nos permiten abordar el tema del consumo de drogas de una forma
absolutamente natural.
exprésale cuáles son tus miedos, si los tienes, en relación con su vida, con sus
momentos de ocio, con las drogas…, pero muéstrale confianza si es capaz de cumplir los
acuerdos a los que llegáis y manifiesta signos de responsabilidad. No dudes en
agradecerle abiertamente sus esfuerzos por teneros en cuenta.
Junto con tu pareja (si existe), estableced unas normas razonables y adecuadas a su
edad, incluidas las que tienen que ver con las drogas. Mantenerse firme en lo que se
132
considere innegociable, y tratar de acordar con él aquellas en las que pueda existir un
cierto margen de negociación.
Los padres de Sonia están muy preocupados por su hija. Le ven nerviosa, cansada, algo agresiva
(no le pueden decir nada porque se pone “como una moto”). Lleva una buena temporada
llegando a casa muy tarde los fines de semana, sin cumplir los horarios establecidos, y cuando
llega se mete corriendo en su habitación para que sus padres no puedan verla. En ocasiones les
ha mentido diciéndoles que se iba a casa de una amiga y han descubierto que en realidad había
pasado la noche en algunos bares. Una amiga de la madre les ha contado que en el grupo con el
que sale hay chicos mayores que consumen drogas. En una ocasión le encontraron en su cuarto
133
una “piedra de hachís”. Sonia repite 9 no, quiere dejar de estudiar e irse a trabajar como
ayudante de peluquería con la madre de una amiga.
¿Qué hacer?
No trates de mirar para otro lado. Los problemas no se resuelven p or tratar de ignorarlos, y t u
hijo/a necesita que le prestes atención e intervengas. No hacerlo quizá te evite entrar en un
grave conflicto con tu hijo, pero el problema corre serio riesgo de empeorar.
tampoco pierdas el tiempo culpabilizándote de lo que hayas podido hacer mal, no tiene sentido.
lo realmente importante es lo que vamos a hacer a partir de ahora.
Si la tienes, habla con tu pareja de la forma como van a afrontar el problema y tratad de establecer
una estrategia común. Comprométanse a actuar los dos de una determinada manera y
manténganse firmes frente a su hijo/a. Refuércense mutuamente frente a él/ella, y si
tienen discrepancias, no traten de resolverlas cuando esté presente. Transmitían
siempre un mensaje de unidad, y, sobre todo, de apoyo mutuo.
trata de buscar el momento y el lugar más oportunos para abordarle. Recuerda que los
momentos de “turbulencias” no suelen ser los mejores para abordar los problemas. A
veces es mejor esperar a que las cosas estén más calmadas.
ten en cuenta que, como todas las personas, los adolescentes son más sensibles a la
preocupación que al reproche. Expresar los propios sentimientos y opiniones no te hace
más blando frente a tu hijo/a. En lugar de utilizar con tu hijo el “deberías”, las
134
“acusaciones” o las “amenazas” trata de expresar sobre todo tus sentimientos y tus
opiniones. Se trata de que entienda cuáles son tus opiniones, pero, sobre todo, cómo te
sientes y cuáles son tus temores. Háblale de ti, de cómo lo llevas, y acompaña lo que
dices con señales no verbales (los gestos, la mirada, el tono de voz…) que refuercen lo
que estás diciendo.
muéstrale siempre confianza en sus posibilidades, por muy mal que vayan las cosas,
trata de rescatar algún aspecto positivo de su persona, alguna habilidad, algo que hizo
en el pasado y que puedas agradecérselo. Procura en todo momento que no dude que
tus diferencias son con sus comportamientos y con sus actitudes, no con su persona.
Si tienes dudas o necesitas más información, intenta hablar con otros padres y madres,
contrasta información con el tutor/a o el orientador/a del colegio, o acude a algún
profesional que te pueda asesora.
135
¡El día de la plática!
El domingo por la tarde, después de regresar de la iglesia, los padres de Sonia deciden abordar
el asunto con su hija:
- Padre (con gesto serio y preocupado, pero con firmeza): Sonia, queremos hablar contigo, es
importante.
- Madre: las cosas no van bien, estamos muy preocupados. Últimamente estás llegando a casa
muy tarde, no sabemos dónde estás toda la noche, y no estás cumpliendo los horarios que
acordamos (hace el silencio para que hable Sonia)
- Sonia: ¡qué, ya están exagerando! ¡No pasa nada, lo que pasa es que son unos “dramáticos”!
- Padre: no sé si estamos exagerando, pero todo esto nos preocupa mucho. No podemos
permitir ni los gritos que nos diste ayer ni que sigas saliendo los fines de semana hasta esas
horas. Además, te confesamos que nos preocupa que estés consumiendo drogas. ¿Es así?
- Madre: no hemos dicho eso. Lo que queremos decirte es que si tienes algún problema puedes
contar con nosotros. Eso sí, no estamos dispuestos a permitir que consumas drogas.
136
Los padres de Carlos están muy preocupados por sus salidas nocturnas. Se va de casa los viernes por la
tarde, y no llega hasta bien entrada la madrugada del sábado al domingo. Ya han tenido con él algún
“encontronazo” por este motivo cuando han tratado de corregir esta costumbre. Alguna vez incluso han
descubierto que les ha quitado dinero de la cartera antes de salir, pero tienen miedo a decirle nada
porque suele ponerse muy agresivo, el otro día llegó incluso a zarandear a su madre.
Últimamente tienen constancia también de que no acude a la escuela-taller a la que está apuntado, a
pesar de que sale de casa todas las mañanas haciendo el “paripé”. Algún amigo les ha dicho que suele
estar durmiendo o fumando porros en un garaje que tiene alquilado con un grupo de amigos. Hace unos
días llegó a casa una multa por tenencia en la vía pública de unos gramos de hachís, y además está
pendiente de una citación en el juzgado con motivo de una denuncia que le pusieron por robo con
intimidación a unos menores.
¿Qué hacer?
Asesórate: antes de hacer nada con tu hijo/a, acude a profesionales de los servicios sociales o del
centro de salud del municipio o del barrio en el que vivas. Les ayudarán a hacer un diagnóstico de
la situación y hay programas dirigidos a adolescentes con problemas y a sus familias en los que
podríais participar. Si fuera necesario, trasladarán el caso a servicios más específicos de Servicios
Sociales y de Salud Mental. En caso de extrema necesidad, podría incluso establecerse una salida
temporal del domicilio.
Muestra tu disponibilidad a tu hijo/a en todo momento, y tu cariño incondicional, pero hazle saber
que lo que quieres es ayudarle, y que para ello él tiene que cumplir determinadas cosas (acudir a
un centro, cumplir unos mínimos de respeto en casa...). tú siempre estarás esperando y dispuesto a
ayudar para cuando los cumpla.
ten en cuenta que si tiene problemas serios con las drogas tratará de manipularte. Utilizará de
forma habitual la mentira y probablemente incluso tratará de sacarte (o robarte) dinero. Salvo que
tu integridad peligre, no le des nunca dinero, por mucho que te lo ruegue.
137
No te fíes de los milagros a corto plazo ni de las promesas constantes de que todo va a cambiar,
especialmente cuando en el pasado todo quedó en buenas intenciones y en engaños constantes. Si
ha iniciado un tratamiento y hay mejorías, celébralas con él, pero no le bajes el listón en ningún
momento y mantente firme hasta su finalización.
En un primer momento, ante el desconocimiento del tema, todos los esfuerzos se dirigieron
a la vertiente terapéutica, pero pronto se comprobó que los resultados positivos eran
escasos, la efectividad limitada y las tasas de resistencia alta. Ante estos hechos, la
prevención se presenta como un instrumento privilegiado para reducir y/o evitar el consumo
de drogas.
138
las características de estos elementos en cada realidad será necesario para poder diseñar
las líneas de actuación más adecuadas en relación con la prevención.
Al establecer las bases para una estrategia preventiva efectiva debemos de tener en cuenta
también un marco teórico que explique el fenómeno de las drogodependencias y que
oriente los principios para la elaboración de programas preventivos, basados en el
conocimiento de la realidad, a la vez que permite la evaluación de los mismos. A modo de
conclusión citar a Flay y Petraitis (1995) que hablan sobre la importancia de la teoría como
guía en la prevención “la ciencia de la prevención no hubiera avanzado sin la teoría, sin ella
estaríamos mucho más perdidos a la hora de desarrollar programas efectivos de prevención;
gracias a ella ha avanzado rápidamente en la última década y avanzará más rápido a la hora
de clarificar, ensayar, y mejorar el conocimiento actualmente existente”
OBJETIVOS DE LA PREVENCIÓN
139
generales, pero creemos necesario referirnos aquí a aquellos objetivos específicos más
importantes y que son:
los jóvenes en aquellas habilidades que les permitan afrontar eficazmente las
distintas situaciones que se le van a ir presentando a diario.
Formas de apoyar
Necesidades:
Apoyo para cubrir necesidades personales no cubiertas en el tránsito de primaria a
secundaria.
Formación del profesorado en prevención de adicciones desde la escuela.
Atención especial a la población absentista.
Necesidad de apoyo y formación por profesionales de la prevención externos a los
centros.
Necesidad de aumentar la implicación de los educadores (conocimiento real del
alumno, contacto con los padres…).
Necesidad de trabajo personal de los docentes con los alumnos (prevención
inespecífica).
Reforzar la coordinación entre el equipo docente y la familia.
Necesidad de mayor participación de los padres en el centro educativo.
140
Propuestas:
1. Integración de los padres y madres en la dinámica de los centros educativos, más allá
de lo meramente escolar.
2. Dotar de más recursos para integrar la vida escolar y familiar
especialmente en la franja de edad de 12 a 14.
3. Mayor presencia de profesionales especializados en los centros educativos
(educadores, psicólogos etc.).
4. Sensibilización, a través de campañas, de la importancia de la prevención en el
ámbito educativo.
5. Formación específica en prevención para el profesorado.
6. Dar mayor protagonismo al profesorado y valorar su trabajo.
7. Ampliar y mejorar los canales de comunicación entre la escuela y la familia.
Necesidades
Espacios de encuentro dotados de profesionales encargados de mediación, animación, y
educación para los jóvenes, donde puedan estar “por estar” sin necesidad de apuntarse
a ninguna actividad ni taller (como ocurre en las Casas de Juventud).
Coordinación entre recursos de Juventud y Servicios Sociales para desarrollar programas
de prevención especialmente en el grupo de población de 12 a 14 años que se queda
“descolgado”. Son mayores para acudir a los Centros de Tiempo Libre pero pequeños
para participar en las Casas de Juventud.
Mayor diversidad de oferta de alternativas de ocio saludables compitiendo en oferta con
la industria del ocio.
Disponibilidad de programas y herramientas específicas de prevención en el ámbito y
recursos de tiempo libre. Trabajar el riesgo farmacológico y realizar “guiños” ligados al
141
contexto (Ejemplos: En Jaca se reparten bocadillos en las zonas de marcha. Análisis de
sustancias etc.)
Necesidad de educar para “consumir”.
Educar en otras alternativas.
Normalizar sin prohibir: ofrecer información clara, concisa y real.
Partir de los intereses reales de adolescentes y jóvenes: ¿qué quieren ellos?
Necesidad de educar para disfrutar del tiempo libre los fines de semana y compaginarlo
con el resto del mismo entre semana.
Falta de espacios reales para relacionarse o disfrutar de un ocio no relacionado con el
consumo.
Propuestas
1. Elaboración de materiales específicos que los monitores puedan aplicar para trabajar la
prevención de adicciones en ocio y tiempo libre.
2. Incrementar canales de coordinación mejorando la atención. Especialmente en franja de
12 a 14 años.
3. Intervención en ámbitos y colectivos de riesgo.
4. Motivar para saber disfrutar del ocio y el tiempo libre.
5. Educar para el ocio y el tiempo libre.
6. Uso de los recursos y de los espacios, aprovechando los medios con los que se cuenta
(espacios deportivos, centros educativos).
7. Partir de los intereses de adolescentes y jóvenes.
Prevención en la familia
Necesidades
Conciliación de la vida familiar con la laboral y escolar. Reforzar la comunicación en la
vida familiar y su papel como referentes para sus hijos e hijas.
Formación a los padres en estrategias preventivas.
142
Necesidad de establecer pautas educativas básicas.
Comunicación.
Conocimiento de lo que son las drogas.
Establecer normas y límites consensuados.
Diálogo: escuchar, dejar hablar a adolescentes y a jóvenes.
Necesidad de información a los padres y madres sobre sustancias, patrones de consumo,
efectos a corto, medio y largo plazo.
Propuestas:
1. Facilitar “presencias” para ayudar a los hijos e hijas.
2. Reflexionar sobre el modelo consumista que transmitimos.
3. Crear espacios donde los padres puedan plantear dudas respecto a la prevención
de adicciones con sus hijos.
4. Rehabilitar la figura de los abuelos, tíos, familia extensa, como figuras referentes
para los hijos como en las familias más tradicionales o de otras culturas.
5. Dotar a los padres de habilidades básicas para educar a sus hijos e hijas en
prevención de drogas.
6. Fomentar las campañas de sensibilización, información y prevención dirigidas
a las familias.
7. Crear espacios de encuentro para las familias.
143
Necesidad de conciliación entre vida laboral y familiar.
Existencia de una gran precariedad laboral que no ayuda a hacer prevención.
Propuestas
1. Apoyar la labor de los sindicatos.
2. Trabajar la prevención de riesgos laborales
3. Sensibilizar a las empresas sobre la necesidad de prevención de adicciones.
4. Integrar la vida familiar y laboral en la línea del club social en las empresas
(guarderías en el trabajo, actividades con los hijos etc.) como ocurre en Alemania.
5. Dotar de habilidades y recursos personales para enfrentarse a situaciones de
precariedad que pueden influir en el inicio, mantenimiento o aumento del consumo
de sustancias o conductas adictivas.
6. Utilizar los recursos legislativos e institucionales que amparan la prevención el medio
laboral y permiten mejorar las condiciones de trabajo.
7. Posibilidad de conciliar la vida laboral y familiar.
8. Campañas de prevención y jornadas de sensibilización, información y formación en
prevención en las empresas.
9. Utilización de los propios recursos de la empresa para llevar a cabo cualquier
actuación desde la misma.
10. Coordinación con los delegados sindicales, los equipos de prevención y los equipos
de dirección de empresa para llevar a cabo una prevención eficaz.
En el ámbito educativo
Programa de prevención en los niveles educativos superiores: Universidad y otros
proyectos educativos (policía, fuerzas armadas). La falta de conciencia del riesgo, así
como de la problemática derivada de la adicción, la concepción lúdica del uso de
drogas, el descubrimiento de sustancias nuevas, el mayor poder adquisitivo, son
razones, entre otras, que nos indican la necesidad de actuaciones preventivas en
estos colectivos.
144
Programa de formación a mediadores: La puesta en marcha de nuevos programas de
prevención conlleva la formación de los mediadores que los llevarán a cabo en el
ámbito educativo. Además, la formación adquiere especial relevancia en los ámbitos
familiar y de ocio y tiempo libre.
145
1.9. CARACTERÍSTICAS DE LOS ADOLESCENTES ANTISOCIALES
En el curso del desarrollo normal, tanto del niño como del adolescente, aparecen determinadas
conductas antisociales. Este tipo de conductas pueden ocurrir con frecuencia y caracterizar a
muchos niños de una determinada edad, e incluso, estas conductas pueden darse relacionadas
con otras. Por ejemplo, en un estudio realizado por McFarlane (1954) con niños normales,
demuestra que las mentiras de estos niños correlación significativamente con la irritabilidad,
demanda de atención y negativismo. De todos modos, este tipo de comportamientos en niños
normales, tienden a decrecer durante el desarrollo. (Kazdin, 1988) Asimismo, las conductas
antisociales que se producen habitualmente y de una forma aislada, no tienen significación
clínica no social para la mayoría de los niños. En cambio, se les proporciona atención clínica
cuando estas conductas son externas, por ejemplo, cuando los padres no pueden controlar a sus
hijos o cuando las conductas de estos pueden ser peligrosas, es entonces cuando los niños son
tratados como antisociales, psicópatas o delincuentes. Para describir a los niños se parte de un
vocabulario que incluye: - Problemas de comportamiento, - Dificultades emocionales y de
conducta, - Trastornos del comportamiento, - Trastornos emocionales y de conducta, -
Trastornos de la conducta - Trastornos por déficit de atención con hiperactividad.
Patterson y cols., (1992) hacen una analogía, bastante sorprendente, del niño problemático o
antisocial por medio de la ―mala hierba‖, esta crece a partir de una base de padres antisociales,
abuelos no cualificados, agentes estresantes, abuso de sustancias por parte de los padres y
temperamento del niño y termina en una historia laboral caótica, internación y ruptura
matrimonial.
146
En el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM IV-TR) se denomina a
estos tipos de trastornos como trastorno disocial y lo define como ―un patrón de
comportamiento persistente y repetitivo en el que se violan los derechos básicos de los otros o
importantes normas sociales adecuadas a la edad del sujeto‖ (criterio A DSM IV-TR año 2000).
Los tipos de comportamientos antisociales o de trastorno disocial pueden organizarse en cuatro
grandes categorías: comportamientos agresivos, daño a la propiedad privada, fraudes y robos y
violaciones de las normas.
147
SÍNTOMAS CENTRALES DE ADOLESCENTES ANTISOCIALES.
Antes de explicar los diferentes síntomas que poseen los adolescentes con trastornos de
conducta, es pertinente aclarar que no es probable que un niño presente la totalidad de los
síntomas.
Los niños con conducta antisocial son más propensos a sufrir deficiencias académicas,
sobre todo dificultad lectora. Se caracterizan dentro de la escuela por tener un bajo
rendimiento escolar y trastornos de aprendizaje. Según Kazdin, estos niños son
considerados por sus maestros como poco interesados en la escuela, poco entusiastas con
respecto a los objetivos académicos y descuidados en su trabajo.
Muchos estudiosos coinciden en que su nivel intelectual y su madurez perceptiva están
levemente por debajo de la media de la población. (Sarmiento, Puhl, Oteyza, Bermúdez,
Siderakis, 2009)
Suelen ser muy activos, inquietos, impacientes e incurren en conductas revoltosas.
Según Kazdin (1988:29) entre los síntomas de estos niños se incluye el exceso de conducta
motora, la inquietud, la impulsividad, la falta de atención y la hiperactividad en general.
Alardear, alborotar y acusar a los demás.
Como ya comentamos en el capítulo anterior, con respecto a los factores de riesgo, este
tipo de chicos se caracterizan por falta de empatía. No son conscientes con las
consecuencias de sus actos ni del daño que provocan. Muchas veces, los chicos atribuyen
intenciones negativas a los hechos de otras personas que no tienen por qué tener esa
intención. Por esta concepción que tiene el niño hacia los demás, demuestra una
justificación de la violencia y la agresividad. Es decir, actúa con hostilidad, ya que cree que
los demás están siendo hostiles con él. (Isla Molina, 2002)
Relacionado con la empatía, estos adolescentes están exentos de remordimientos, no se
sienten culpables de sus actos. Es más, en muchos casos estos chicos culpabilizan a los
demás de sus actos. Para no ser delatados se valdrán de la coacción y amenaza para
librarse del castigo.
148
Conflicto con la autoestima: por el fracaso escolar, ya se le tacha de tonto. También suele
ser rechazado en los juegos o trabajos grupales. Por ello es agresivo contra ese mundo
hostil que lo rechaza.
Actúan de manera impulsiva y carecen de autocontrol. Por lo general, tienen poca
tolerancia a la frustración.
Idea de autodestrucción o suicidio. Muchos de estos niños, al ser rechazados por la
sociedad, familia y por el deterioro de la calidad de vida, entre otras causas, creen que no
hay lugar en el mundo para ellos.
Se considera que las personas agresivas presentan un perfil cognitivo caracterizado por
rigidez cognitiva, orientación a la acción y poca capacidad analítica. No perciben
adecuadamente los elementos no evidentes de las personas, tales como, sentimientos o
pensamientos, motivos específicos, etc. (López y López Soler, 2008:129). Por todo ello
fallan en el pensamiento alternativo y causal (Urra, 1993).
Tendencia a negar la responsabilidad de sus actos y por explicar su conducta como si
dependiera de personas o circunstancias ajenas a ellos, es decir, poseen una orientación
externa, o locus de control externo. (Parrot y Strongman, 1986; Díaz y Bagueda, 1989.
Extraído de López y López Soler, 2008: 131)
Déficit en el establecimiento de sus vínculos, el cual se evidencia en síntomas tales como
abulia, apatía y desinterés por el otro (Käes, 1991)
Valera, Álvarez y Sarmiento (1992) caracteriza a estos individuos con los siguientes
síntomas: compulsividad a la acción
(como característica
predominante); intolerancia a la
tensión y frustración; visión
tergiversada de la realidad; noción
del tiempo como presente absoluto;
falla en el proceso de simbolización;
manejo del mundo como objeto;
149
inmadurez cognitiva; pobreza de juicio; marcada impulsividad; vulnerabilidad,
perturbación en los vínculos interpersonales.
Ahora bien, estos síntomas pueden aparecer tanto en chicos como en chicas, lo que sí es cierto
es que existen unas variaciones de edad y sexo en los distintos comportamientos (mentiras,
robo, agresión, etc.). Por ejemplo, Robins (1966) halló la media de edad de inicio de la
delincuencia entre chicas y chicos. La mayoría de los chicos (el 57% de su muestra) inician sus
actividades delictivas antes de los 10 años (media de 7 años). En las chicas, por otro lado, el
inicio de la conducta antisocial se situaba en el rango de edad de 14 a 16 años (media de 13
años)
Muchos de los casos de niños y/o adolescentes antisociales acabarán en manos de la justicia y
en centros penitenciarios, llegando a ser inadaptados sociales, siendo institucionalizados en un
primer lugar y llegando a ser criminales después. Este es el camino final a la antisocialidad. Los
trastornos por abusos de sustancias es la otra gran vía a la que degenerarán gran cantidad de
jóvenes con este tipo de conductas. Muchas adolescentes con este tipo de características,
comienzan a mantener relaciones sexuales tempranas, lo que llevará a muchas de ellas a ser
madres en la adolescencia, con los problemas que tanto para ellas como para el bebé acarrean.
Como se puso de manifiesto en el capítulo anterior. Las adolescentes que deciden quedarse con
sus hijos, muy pocas veces pueden darle condiciones dignas o de bienestar y otras llegan a
abandonar a sus hijos. Otro peligro que corren las jóvenes que mantienen relaciones en edad
temprana es caer en la prostitución, bien por el hecho de desafiar las reglas o por necesidad, ya
que obtienen beneficio económico con estas prácticas. El abandono escolar es otro de los fines
trágicos en que puede devenir la vida del adolescente, ya que constituye el primer paso hacia
los valores contraculturales.
150
1.10. CAUSAS Y FACTORES DE RIESGO DE LA CONDUCTA ANTISOCIAL
Un factor de riesgo es una característica (personal, familiar, grupal, social...) cuya presencia
aumenta la probabilidad de que se produzca un determinado fenómeno. En este caso, un factor
de riesgo sería una característica que permite predecir el desarrollo de la conducta antisocial;
una variable que sitúa al sujeto en una posición de vulnerabilidad hacia este tipo de
comportamientos. Ahora bien, se dice que el concepto de factor de riesgo es ―probabilístico‖,
no determinista. Ningún factor de riesgo por sí solo permite predecir adecuadamente la
conducta problema. Se tiende a admitir que estos factores actúan en interrelación; las distintas
variables interactúan, se modulan y se influyen entre sí. (Luengo, Romero, Gómez, Guerra y
Lence, 2007) Se estima que este trastorno es causado por una variedad de factores. Muchos son
de índole genético, heredados de algún miembro de la familia que ya los padeció. Pero también
el entorno de la persona, especialmente el de los familiares directos, tiene mucha importancia
en su posterior desarrollo. Los investigadores también consideran que existen factores
biológicos que pueden contribuir en su progreso. La manifestación de procesos químicos
anormales en el sistema nervioso y posibles daños en las partes del cerebro que atañen a la
toma de decisiones puede llegar a despertar un comportamiento impulsivo y agresivo. El abuso
de estupefacientes también puede ser una de las causas de este trastorno. Según Lykken, hay
dos caminos para desarrollar un comportamiento antisocial. Cuando se está expuesto a una
socialización deficiente a causa de una práctica familiar negligente, el individuo puede
convertirse en un sociópata. En cambio, una persona que expresase desde su infancia un nivel
elevado de una serie de rasgos temperamentales podría ser insensible a un esfuerzo
socializador normal y crecer sin desarrollar una conciencia. En este caso la persona podría
convertirse en un psicópata. Los rasgos temperamentales propuestos por este autor son la
búsqueda de sensaciones, la impulsividad y la ausencia de miedo. Para Lykken, temperamento y
socialización son dos factores relacionados. (Lykken, 2000) En la actualidad, asimismo, se acepta
la influencia de variables socio-ambientales, por ejemplo, la influencia del grupo de iguales, en
la adquisición, desarrollo y mantenimiento de la conducta antisocial. Sin embargo, desde la
década de los 80, diversos estudios han reactivado y recuperado el énfasis en el estudio de
variables de personalidad que pueden interactuar con variables sociales y ambientales en la
151
realización de conductas antisociales. Variables de personalidad tales como impulsividad,
empatía, hostilidad, inteligencia o estabilidad emocional. (Garaigordobil, 2005) Del mismo
modo, muchos factores que sitúan al niño o adolescente en riesgo de conducta antisocial
pueden estar influidos por causas hereditarias y/o ambientales. Así, por ejemplo, la conducta
antisocial de los padres puede conducir a una conducta antisocial de los hijos, a través del factor
hereditario como de la imitación, también por unas prácticas de educación infantil defectuosas,
o la combinación de ambos hechos. Aunque se demuestre que tanto influencias genéticas como
ambientales jueguen un papel importantísimo en la conducta antisocial, no se resuelve cómo
estas influencias lleguen a conductas antisociales determinadas. Llegamos a la conclusión de
que la mayoría de las investigaciones nos ofrecen escasa información sobre las causas de los
trastornos de conducta, aunque se puede comprobar que en la etiología del trastorno sí juegan
un papel importante los factores genéticos y ambientales, como comentamos en párrafos
anteriores.
Ahora bien, con respecto a los factores genéticos: parece demostrado que en los
niños/adolescentes con este tipo de trastornos y conductas antisociales, existen factores
heredados de tipo neurofisiológico, psicofisiológico y bioquímico, que predispondrían a los
menores a manifestar conductas disruptivas y dificultades de aprendizaje. Se ha encontrado
relación, en adolescentes adoptados, con el padre biológico antisocial o alcohólico, y la
existencia en el hijo descendiente de conductas antisociales.
152
La doble contribución de las dos influencias, genética y ambiental, puede observarse en los
estudios que muestran que la conducta antisocial tanto en padres biológicos como adoptivos
aumenta el riesgo de conducta antisocial en los niños, aunque el impacto de los padres
biológicos es mucho mayor. No obstante, el riesgo se aumenta cuando están presentes tanto las
influencias genéticas como las ambientales. Sin embargo, analizar las diferentes variables que
determinan o mantienen el comportamiento agresivo y/o disocial es muy complejo. Siguiendo a
López y López-Soler, con otras pequeñas aportaciones, exponemos en esta tabla las distintas
variables que han mostrado relación con la conducta antisocial.
Se debe tener en cuenta que las distintas variables actúan de forma interrelacionada,
interdependientes entre sí, e incluso en ocasiones al mismo tiempo. Cuanto más factor de
riesgo, más posibilidades existen de que se produzca una conducta problemática. Las malas
relaciones interpersonales, las dificultades cognitivas de los jóvenes que tienen problemas de
153
conducta, el ambiente en el que se desenvuelve, tanto dentro de la familia como en la sociedad,
o los factores personales son los principios claves para analizar el comportamiento antisocial y
delictivo. Así, la agresividad, por ejemplo, es una conducta inherente a la naturaleza del hombre
y a la hora de aprender a defenderse, es un mecanismo de defensa natural a la especie humana.
La guerra y la violencia es uno de los métodos predilectos para dominar e imponerse un grupo
humano sobre otro. La intolerancia y la incapacidad para el diálogo son las marcas del siglo XXI y
parte de los mensajes que se venden y compran cada día por TV. (Proyecto Esperi, 2004) En
términos generales, podemos decir que los numerosos estudios centrados en el
comportamiento antisocial de jóvenes y adolescentes nos han proporcionado una enorme
cantidad de datos acerca de los factores de riesgo implicados: complicaciones en el parto,
influencias hormonales, hiperactividad, impulsividad y falta de control, escasa empatía,
deficiencias cognitivas, bajo nivel de desarrollo del razonamiento moral, agresividad, conflictos
familiares, estilos parentales coercitivos o negligentes, depresión y rechazo materno, malos
tratos en la infancia, problemas de rendimiento y conducta en la escuela, relaciones con iguales
desviados, exposición a la violencia en televisión, etc. Sin embargo, hoy día existe un gran
consenso entre investigadores en otorgar una mayor validez a la hora de explicar el
comportamiento antisocial a los modelos explicativos multicausales, en los que factores
biológicos, psicológicos, familiares y sociales se combinan para generar el comportamiento
antisocial. (Oliva, 2004).
Rasgos de personalidad
Estas tres variables se relacionan positivamente con la conducta antisocial, pero hay diferencias
en la importancia de estas relaciones. Eysenck (1996) consideró que de las tres dimensiones es
el psicoticismo el que más claramente se relaciona con la delincuencia, siendo psicopatía
primaria; mientras que la extraversión y el neurotismo, estarían relacionadas con la psicopatía
secundaria. Gray (1983), desde un modelo alternativo y crítico al de Eysenck, trata de analizar la
relación entre delito y personalidad. Propone dos dimensiones básicas de personalidad:
impulsividad y ansiedad, y considera que la delincuencia se relaciona con una sensibilidad alta a
las señales de recompensa (dimensión de impulsividad) y también con una sensibilidad
relativamente débil a las señales de castigo (dimensión de ansiedad). La relación que establece
entre las dos dimensiones de personalidad y la conducta antisocial sería: alta impulsividad y baja
ansiedad. López-Soler y López, en un estudio realizado con adolescentes, refuerzan
parcialmente la teoría de Eysenck, pues de las tres variables que para él deberían estar
relacionadas con la conducta antisocial y delictiva es el psicoticismo la que parece claramente
relacionada, aunque para la conducta antisocial también aparece el neuroticismo. La
impulsividad está muy relacionada, como vemos, con la conducta antisocial. Esta es entendida
como un fracaso para planificar, para inhibir respuestas inadecuadas (tendencia a responder
155
con la conducta más fácilmente disponible), dificultad para planificar respuestas, tendencia a
interrumpir o interferir frecuentemente a otros, no atender las normas que se les dan e incurrir
en actividades potencialmente peligrosas sin considerar sus posibles consecuencias. La
impulsividad como rasgo de personalidad, implica una predisposición a responder de forma
rápida y espontánea en general, y es considerada un factor temperamental, de fuerte sustrato
biológico (Eysenck, 1997; Zukerman, 1983; Cattell, 1972). El temperamento denomina a los
aspectos dominantes de la personalidad que muestran alguna consistencia a través de las
situaciones y el tiempo. Las diferencias del temperamento se basan a menudo en características
tales como la actividad del niño, respuesta emocional, sus momentos de mal humor y
adaptabilidad social. Plomin (1983), distingue a los niños en fáciles y difíciles. Los niños fáciles se
caracterizan por su humor positivo, el enfoque de los estímulos nuevos, adaptabilidad al cambio
y unas reacciones de baja intensidad a los estímulos nuevos. Los niños difíciles, que presentan
patrones contrarios a los anteriores, son propensos a mostrar varios problemas de conducta o a
desarrollarlos más tarde. Los niños difíciles son también más propensos a recibir tratamiento
por conductas agresivas y rabietas.
El modo en que los padres interactúan con sus hijos contribuye a este tipo de comportamientos
antisociales. Los estudios sobre las prácticas disciplinarias revelan que el comportami ento
disocial no es debido solo a un castigo más duro o una disciplina más rígida, sino que este
comportamiento aumenta cuando se pone en práctica una disciplina más laxa y relajada,
caprichosa e inconsciente por parte de los padres, tanto por un miembro como por los dos. Eso
sí, ambas prácticas pueden aparecer simultáneamente en una misma familia, ya que, si hay
desacuerdo entre los padres, existe un mayor riesgo de delincuencia por parte de los hijos. Es
decir, que exista castigo severo por parte del padre y disciplina laxa por parte de la madre, por
ejemplo. Por tanto, una buena relación entre ambos ayudas a un proceso adecuado de
socialización y evita que el hijo se involucre en actividades delictivas.
156
Otro rasgo interesante es como la agresión es enseñada involuntariamente en los hogares por
parte de los padres. Ya que se les dota de atención a dichas conductas disociales, se les
recompensa de esta manera, mientras que las conductas prosociales y adecuadas son ignoradas
y no reciben ningún tipo de atención o gratificación. La supervisión del niño por parte de los
padres es otro de los factores de riesgo importante. Diversos estudios demuestran que los
padres de jóvenes delincuentes son menos propensos a controlar a sus hijos, y por tanto estos
vagan por las calles y realizan esto tipos de actos. Ya que la figura paternal no manifiesta el
cuidado ni el interés por sus hijos. Es decir, la supervisión deficiente y la ausencia de normas que
establezca al adolescente dónde puede ir y a qué hora debe volver a casa, empuja al
adolescente a vagar por las calles y a participar en actividades delictivas y no supervisadas.
Estalleres, García, Prieto y García (1989) utilizan el término de “pequeños tiranos‖ para referirse
a aquellos adolescentes que sus padres son permisivos y tolerantes, y permiten que el joven
pueda culminar casi siempre con éxito sus requerimientos. Este hecho hará que las conductas
realizadas en el hogar se exterioricen en contextos sociales. Al mismo tiempo, la actitud de
rechazo por parte de los padres, refuerza la agresividad en los niños. Estos niños rechazados se
caracterizan por ser inestables emocionalmente, hostiles y son incapaces de establecer
relaciones interpersonales válidas.
Otro dato importantísimo para explicar las conductas antisociales es el maltrato en los menores,
ya que estos serán más agresivos con sus amigos que los niños ausentes de maltrato. Por
supuesto y como comentamos en las causas genéticas, la psicopatología (alcoholismo,
depresión, trastornos de personalidad…) de los padres influyen de forma directa en la conducta
de los hijos.
A. Conflictos matrimoniales
Un estudio realizado en 2001 por Juby y Farrington, pone de manifiesto que la
delincuencia de los jóvenes es influida por los conflictos familiares y la desintegración de
la familia, hecho que ocurre antes del divorcio de los padres. Concluyen que es este
conflicto el que empuja a delinquir a los hijos y no la separación en sí misma.
(FríasArmenta, López-Escolar y Díaz-Méndez, 2003) Es más, el acto del divorcio y la
157
separación afectiva de los padres, resulta ser un alivio para los hijos. Ya que estos actos
ponen punto y final a un período de tensión, de discusiones, a menudo de violencia y,
cuando hay adulterio por alguna de las partes, finalizan las relaciones malsanas. La
situación de guerra permanente genera angustia en el niño y si tiene que ponerse de
parte de uno u otro, le crea un sentimiento de culpabilidad.
No es el divorcio, por tanto, lo que provoca los problemas del niño, sino el grado de
equilibrio psicológico e integración social de los padres.
B. Otros factores
Parece ser que el ambiente escolar contribuye como factor de riesgo de conductas
antisociales. Como sabemos, los colegios se pueden caracterizar por muchos modos,
según la proporción que haya de maestros-alumnos, localización, criterios de selección
de estudiantes, etc. Por ejemplo, está demostrado, que colegios de primaria con baja
proporción de maestros según número de alumnos o con carencias físicas y en malas
condiciones, reflejan un mayor número de hechos delictivos. Ya en 1979, Rutter realizó
un estudio con doce centros de secundaria con características diferentes. Llegó a la
conclusión que los resultados más favorables obtenidos por las escuelas no venían dados
por las características físicas de los centros ni las características de niños y familias de
dichas escuelas. Las obtenciones de estos resultados procedían de características tales
como: el tiempo que los maestros dedicaban a las lecciones, el énfasis en lo académico,
las buenas condiciones de trabajo (mobiliario en buen estado, limpieza en las aulas), la
atención del profesorado a los alumnos, etc. De esta manera, se deduce que las
características del centro contribuyen y/o incrementa el riesgo de conducta social del
centro o de una forma más positiva, la característica del centro ayuda a fomentar el
comportamiento prosocial en los alumnos. Como vemos, la escuela es aquel lugar en el
que se adquieren conocimientos a la vez que se interactúa y se entrenan las relaciones
sociales y donde se exponen normas, costumbres y una serie de reglas. El cumplimiento
y la forma de hacer cumplir dichas reglas, influyen el comportamiento del adolescente.
Por tanto, un ambiente escolar positivo, refuerza las relaciones del alumnado con sus
158
profesores como con otros alumnos. Por ello, un ambiente escolar negativo puede
producir actitudes y conductas antisociales entre los jóvenes. Como bien dice Gaustad
(1992), existe más confrontación entre los alumnos en las escuelas en las que existen
reglas que no son claras, o reglas arbitrarias e injustas. Del mismo modo, si se ignoran las
conductas antisociales de los alumnos y se carece de recursos suficientes para
enseñanza, se potencia dichas conductas desviadas.
159
1.11. PANORAMA DE VIOLENCIA Y ADICCIONES EN HONDURAS
En 2005, trabajan 384.832 niños en Honduras, según Unicef. Las más de treinta ONG que se
dedican exclusivamente a ayudar a los niños en situación de riesgo carecen de recursos para
integrarlos a la sociedad que los margina. La pregunta es: ¿Cómo se recupera a un niño cuando
sus padres viven sumergidos en un contexto económico inestable y de absoluta pobreza?
¿Cómo controlar enfermedades endémicas cuando es difícil llegar a los centros de salud?
¿Cómo ofrecerles un futuro mejor cuando dos millones y medio de personas se encuentran
“catalogados” como pobres extremos? ¿Cómo ofrecerles una familia cuando la desintegración
de la misma por emigración a EEUU o por la participación laboral de mujeres y niños es casi una
condición de supervivencia? ¿Cómo mejorar la educación para construir un tejido social más
fuerte cuando el niño debe abandonar la escuela para trabajar?
Violencia Infantil
Los problemas que deben afrontar los niños en Honduras son muchos: violencia, prostitución,
desnutrición, desescolarización, enfermedad, trabajo, etc. Atender a la niñez no es tarea sencilla
en un país donde al menos siete de cada diez familias viven en la pobreza, cuatro de ellas en
extrema pobreza, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
Recordemos que el informe de mayo de 2004 del Instituto Nacional de Estadísticas (INE)
subrayaba que en Honduras hubo un aumento de la pobreza que pasó de un 63.3 por ciento a
un 65.5 por ciento entre 2002 y 2004, aunque estimaciones de organismos no gubernamentales
indican que el crecimiento fue aún mayor dentro del mismo período: del 72 por ciento al 82 por
ciento 95 por ciento. Entre los desafíos y prioridades del gobierno de Honduras está impulsar la
educación, la ampliación de las oportunidades laborales y la salud, la creación y dotación de
medios efectivos para promover el bienestar e integración social y para detectar y enfrentar las
principales conductas de riesgo, en especial las vinculadas al consumo de drogas y las
actividades ligadas a la violencia. Los niños se enfrentan a una sociedad que no les brinda
oportunidades y que los empuja a la violencia, según un informe del Grupo de Colaboración y
Recursos para la Supervivencia Infantil (The CORE Group). Para CORE, la pobreza ha exacerbado
160
el crimen, como consecuencia del tráfico de drogas ilegales y del aumento de las pandillas
urbanas de jóvenes. En Maras y pandillas en Centroamérica, una investigación a cargo de la
Universidad Centroamericana con sede en Nicaragua, se pone de manifiesto como las pandillas -
o maras- surgen como una expresión de la franja social que vive en la miseria y busca un espacio
de defensa contra todas las heridas que le produce pertenecer a su clase, incluyendo la muy
urbana de no ser capaz de estar a la moda. Otro informe de Naciones Unidas de 2004, El estado
y las ONG en la reinserción social de Mirna Flores, señala que entre 1996 y 1999 se presentaron
ante la Dirección General de Investigación Criminal (DGIC) del Ministerio de Seguridad alrededor
de 42 mil denuncias de delitos, de las cuales el 5.5 por ciento de los inculpados eran personas
menores de 18 años. Las principales infracciones cometidas por los adolescentes en el período
(1996-2001) fueron el robo y el hurto en un 22.9 por ciento, lesiones en 11.4 por ciento,
amenazas en 4.8 por ciento, daños a la propiedad en 6.5 por ciento, tráfico de estupefacientes
1.7 por ciento y a los asesinatos y homicidios corresponde el 10 por ciento, según el estudio de
CONADEH, Estudio Criminológico de Honduras, 2003, citado por Flores. Para este informe,
también la crisis económica está relacionada con el aumento de la violencia entre los jóvenes:
“Sin duda el recrudecimiento de la violencia, y con ello la creciente participación delictiva de
menores y adolescentes, coincide con el deterioro y crisis de la situación económica y social del
país. En este marco, se ha producido un ensanchamiento de los índices de pobreza y de la
exclusión social, a consecuencia de lo cual ha aumentado el desempleo y el subempleo,
especialmente para los jóvenes en edad productiva, así como la falta de oportunidades sociales
y culturales”. Y agrega que, “es indicativo de lo anterior, el hecho de que el perfil del menor
infractor que pasa por el sistema de justicia penal es el de jóvenes que pertenecen en su
mayoría a los sectores pobres de la población”. Si la pobreza es una de las principales
consecuencias de la violencia juvenil no parece una solución adecuada la política de "cero
tolerancias" o "guerra contra la delincuencia" que impulsó el expresidente en turno. Es como
apagar el fuego con bencina. La aprobación de la llamada “Ley Antimaras”, decreto mediante el
cual se reforma el artículo 332 del Código Penal y se sanciona la asociación ilícita, no parece,
según las estadísticas, que sea una política efectiva para resolver la violencia social que
involucra a los jóvenes. El informe de Mirna Flores señala que el 86 por ciento de las
161
instituciones entrevistadas (28 en total) coincide que la Ley Antimaras, ley que consiste en
endurecer las penas, no es la respuesta al problema. Pero el problema de la violencia juvenil
tiene aristas más escabrosas. Existen en Honduras escuadrones de la muerte que asesinan niños
y jóvenes en las calles bajo la mirada indiferente del gobierno, denunció Asma Jahangir en su
Informe como Relatora Especial de Naciones Unidas, Las ejecuciones extrajudiciales, sumarias o
arbitrarias, presentado en diciembre de 2003. 520 niños y jóvenes fueron asesinados durante
los seis años anteriores y se estima que 9 mil menores vivían en las calles de Honduras. Un 23
por ciento de las muertes son responsabilidad de funcionarios de los cuerpos de seguridad del
Estado y de Comités de Seguridad Ciudadana. “Los grupos formados por el Ministerio de
Seguridad hondureño son en realidad paramilitares”, señala Gustavo Zelaya, coordinador del
programa de Apoyo Legal para los niños de la calle de la organización de derechos humanos
Casa Alianza. Según esta organización humanitaria, sólo en 2004 fueron asesinados 395
menores de 23 años. La mayor parte de ellos, murieron en los centros penitenciarios y de
internamiento de menores de edad. Sólo en enero de 2005 hubo 34 muertes, entre ellas 10
niños y 24 menores de 23 años. Alianza denuncia además que la atención a los casos por parte
del gobierno no es suficiente. "La unidad Especial de Investigación del gobierno federal sólo
atendió 400 de los miles de casos de muertes de infantes ocurridos desde enero de 1998, y
únicamente 88 denuncias fueron remitidas a la Fiscalía General de la República. Solamente tres
han culminado con juicios en los que se ha condenado a los autores”100. El Centro de
Investigación y Promoción de los Derechos Humanos (CIPRODEH) también denuncia que todas
esas muertes “deben inscribirse en una campaña de limpieza social” impulsada por una política
del Estado, en asociación con poderosos grupos empresariales que ha “oficializado” el
“exterminio” de un grupo específico de la sociedad: los mareros (pandilleros). Y a pesar de que
los medios de comunicación cargan la responsabilidad a estos sectores de la violencia e
inseguridad que hay en la sociedad hondureña, CIPRODEH advierte que las estadísticas no los
respaldan. La delincuencia juvenil apenas significa el 5 por ciento de todas las infracciones,
crímenes y delitos cometidos en el país, tal como señala también el informe de Mirna Flores.
Para Amnistía Internacional (AI) las ejecuciones extrajudiciales de niños y jóvenes a manos de
“agentes de estado o de individuos no deseados” también se trataría de una campaña de
162
“limpieza social”. En su informe anual “Cero tolerancias a la impunidad. Ejecuciones
extrajudiciales de niños y jóvenes desde 1998”, Amnistía Internacional denunció 1500 niños
muertos extrajudicialmente También subrayó que las iniciativas gubernamentales, como la
creación de una comisión interinstitucional y una Unidad Especial de investigación al interior de
la policía, “generaron mucha expectativa, pero ni siquiera han logrado resolver un número
mínimo de esas ejecuciones extrajudiciales y asesinatos en el país”.
Chicos de la calle
Nueve mil niños indigentes viven en las calles, según las estimaciones de la Asociación
Compartir con los niños de Honduras. “La mendicidad es el extremo de la cadena de pobreza
que azota al 80 por ciento de la población”, asegura ésta ONG. Para Jorge Valladares, gerente de
programas de la Cooperación Irlandesa de Desarrollo en Honduras (GOAL), las carencias
económicas impiden el desarrollo psicosocial de la niñez que vive en condiciones vulnerables.
“Los menores residen en avenidas, en las inmediaciones de centros comerciales y plazas
urbanas del país, donde mendigan y se prostituyen para poder comer o drogarse”.
Trabajo Infantil
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Educativos Nacionales realizado por la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI)106.
Según la Encuesta de Hogares de 2001 realizada por el INE, “de los jóvenes con edades
comprendidas entre 13 y 15 años, el 23.3% (116,773 jóvenes) sólo trabaja y el 19.3% (96,973
jóvenes) no estudia ni trabaja. Los resultados anteriores se agudizan cuando se estudia la
población entre 16 y 18 años, donde el 39.8% (187,234 jóvenes) sólo trabaja y el 24.6% (115,914
jóvenes) no estudia ni trabaja. En este último grupo los años promedio de educación es de 5.0
años, lo que indica que los jóvenes se están retirando de la escuela sin terminar la primaria.”
Pero mandar los niños a la escuela es más rentable que mandarlos a una fábrica, tal como
señala un estudio presentado en 2004 por la Organización Mundial del Trabajo (OIT) durante el
y Congreso Mundial de Niños sobre Trabajo Infantil en Italia. Eliminar la mano de obra infantil
costaría 760 mil millones de dólares, pero arrojaría beneficios a la larga que se calculan en 5.1
billones en 2020, apuntó la agencia de Naciones Unidas, pero no explica por qué razón.
Entendemos que esos “beneficios a la larga” que apunta Naciones Unidas se obtendrían de la
inversión dirigida a la educación especializada, ya que una mayor calificación de la mano de
obra repercutiría positivamente en el proceso productivo de Honduras.
Desnutrición Infantil
La desnutrición es un grave problema que pende sobre Honduras. De 1991 a 2010 la tasa de
desnutrición crónica en niños aumentó de 34.9 a 36.2 por ciento y si la tendencia continúa,
hacia 2015 habrá aumentado a 38.1 por ciento, según el PNUD. La desnutrición tiene múltiples
causas y se relaciona, entre otros factores, con la inseguridad y la cultura alimenticia, de ahí la
importancia de apoyar y fortalecer proyectos y programas que tengan como objetivo mejorar la
productividad y el uso de alimentos diferenciados de manera sostenible. El Grupo de
Colaboración y Recursos para la Supervivencia Infantil (CORE) comisionó un estudio para
examinar los aspectos positivos y los retos en la implementación que afrontan las ONG que
están ejecutando la estrategia de Atención Integral a la Niñez en la Comunidad (AIN-C). El AIN-C
es un programa preventivo de salud que fue creado en Honduras para prevenir la desnutrición
leve y moderada a través de un enfoque en la promoción del crecimiento. Según este informe, a
164
finales de 1980 y a principios de 1990, a pesar de que los índices de mortalidad infantil habían
disminuido (de 54 por cada 1000 nacidos vivos en 1985 a 52.7 en 1990), la desnutrición
continuaba representando un grave problema de salud. Desde 1987 a 1994, los índices de
niños/niñas de bajo peso, definidos como bajo peso para la edad, continuaban casi fijos en 20.6
por ciento in 1987 en 21 por ciento en 1991. La atrofia en el crecimiento de niños/niñas
menores de cinco años, una señal de desnutrición crónica, fluctuó cerca del 40 por ciento (39.1
por ciento en 1987; 39.7 por ciento en 1994). La relación entre el estatus antropométrico de los
niños/niñas y la mortalidad está bien establecida. Cerca de la mitad de las muertes de
niños/niñas menores de cinco años es atribuible a una desnutrición latente. El análisis
epidemiológico clásico publicado en 1995 por Pelletier, demuestra sin discusión que los
niños/niñas con bajo peso moderado y leve tienen un riesgo de 4.6 y 2.5 veces más alto de
morir que los niños/niñas que están bien nutridos.
Embarazo en adolescentes
Cada día son más las jóvenes embarazadas según el boletín de prensa de 2004 “Niñas jugando a
ser madres” del Instituto Nacional de Estadísticas (INE). El informe señala que las adolescentes
no están preparadas físicamente, emocionalmente, ni económicamente para tener un niño.
Dentro de la franja de los 15 a los 18 años, el 14 por ciento ya son madres, una situación que
provoca que muchas jóvenes abandonen sus estudios para atender al niño. Y de la franja que va
de los 19 a los 24 años el 55 por ciento son madres, y de los 36 a los 40, un 95 por ciento
también ya cambian pañales y biberones, indica el estudio del INE. Además, los grupos de
edades de 41 a 49 años de edad, tienen un promedio de 5.5 hijos por mujer.
Explotación sexual infantil El turismo sexual afecta a más de dos millones de niños en todo el
mundo, según una denuncia de Ana Sebastián al Fórum de Barcelona. Según Sebastián, a estas
cifras hay que sumar las facilitadas por la Organización Internacional de Migraciones y Turismo.
Solamente en el caso de España, unas 30 mil personas viajan anualmente a algún país de
Latinoamérica para ejercer la práctica sexual con niños. Josep Anton Arrebola, secretario
general de la organización internacional ACIM señaló que “la cifra es estimativa, pero el
165
volumen es mucho mayor de lo que nos podemos imaginar”. Para Arrebola no es un fenómeno
nuevo, pero sí un fenómeno que aumentó en los últimos años debido a que: “tenemos una
parte del mundo sumida en la más extrema pobreza, con falta de oportunidades, donde la
gente tiene que luchar por su supervivencia y se ve obligada a buscar sus vías de sustento”.
Según Tiempo Digital de diciembre de 2005, más de 10.000 menores son explotados
sexualmente en 20 ciudades de Honduras. Son prostituidos en bares, expendios, en 119
prostíbulos y centros nocturnos, según declaró al diario el director de Casa Alianza, José Manuel
Capellín. Indicó que unos 400 varones son utilizados por hombres para satisfacer sus instintos
sexuales y destacó que las investigaciones realizadas por Casa Alianza en el país arrojaron que
en todos los prostíbulos de los corredores Choluteca a Puerto Cortés, y de Ocotepeque a
Trujillo, Colón, hay menores de edad.
166
mochilas con bombas en el transporte público de Londres. Ello demuestra que el problema de la
violencia, la prostitución, la desnutrición, la escolarización, la salud, el trabajo, etc., no se
resuelve con más policía y ejército en las calles. Si el problema es estructural, de fondo, de
proyecto político de país, de políticas claras de desarrollo no admite parches subsidiados.
La pobreza que padece Honduras, en muchos casos obliga a la gente a plantearse una economía
de subsistencia ligada a la labranza y a la producción de la tierra. Una subsistencia que ha de
garantizar el alimento de grandes familias que luchan por no caer en los altos índices de
desnutrición infantil que amenaza a la región. Dentro de ese contexto, la gente intenta
sobrevivir a costa de la tierra si no la tiene, la ocupa. Pero la política del gobierno de Maduro,
política que espera dirigir los fondos de los beneficios de la condonación de una parte de la
deuda externa a Estrategias de Reducción de la Pobreza, da la espalda a los grandes bolsones de
pobreza extrema y a la gente que se vuelca sobre los recursos naturales de su país para poder
sobrevivir. Cuando esto ocurre, la política beneficia al terrateniente que parece manejarse con
total impunidad dentro de la legislación hondureña.
167
LAS CARENCIAS EN LA EDUCACIÓN
Delia, 13 años "Él tenía gustos diferentes y por eso no era aceptado; todos disfrutaban
haciéndole daño, no lo dejaban tranquilo, ni siquiera cuando él les dijo que se iba a suicidar".
Madre de Alfonso, niño de 10 años. No tener acceso a la escuela es tan grave como que esta se
encuentre lejos de su hogar, que carezca de profesores estables o de material pedagógico.
Todas ellas son formas de violencia hacia el niño, debido a que no tener educación (o que esta
sea de mala calidad) le quita opciones de desarrollo. Actualmente, 800 mil niños hondureños
están excluidos del sistema formativo. Educación primaria En 2014, Honduras registraba un 77%
de cobertura en la educación primaria, lejos de la universalización que conoce la mayoría de los
países del continente.
Existe en el país, una fractura asociada al paso de la primaria a la secundaria, lo que implica una
reducción sustantiva de la cobertura. 35% de los niños “se pierden en el camino”.
Educación media:
más de 40% de los niños ausentes La situación es aún más grave en la educación media. 1,2
millones de hondureños entre 3 y 17 años no estudia. La cobertura del sistema es de 58,2% a
nivel nacional. Unos 25.000 niños dejan las aulas de clases anualmente en Honduras siendo
fuerte la brecha urbana/rural. Por cada 100 alumnos que acaban la educación primaria, sólo hay
34 plazas en secundaria; 66 personas se quedan fuera y solamente el 23% de los jóvenes
terminan la secundaria.
168
Exclusión social
En Honduras, se registra los mayores niveles de exclusión social de jóvenes en la región. 27% de
los muchachos y muchachas ni estudian ni trabajan: 200 mil alumnos resultaron suspendidos en
el sistema educativo en 2015. De cada 10 centros educativos, 7 están totalmente destruidos y
los 3 restantes se encuentran en condiciones regulares y sobreviven por el apoyo de los padres
de familia y los docentes. En materia de acoso escolar, la Secretaría de Educación de Honduras
registra en su plataforma a nivel nacional 150 reportes diarios de denuncias de bullying. Las
denuncias y quejas provienen en su mayoría de las instituciones privadas y en segundo lugar de
los centros públicos, con diferentes formas de actos que afectan a la población estudiantil.
como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no consiste únicamente en la
ausencia de enfermedad o discapacidad”. Si un niño no goza de un sistema de protección de la
salud, no tiene acceso a los medicamentos esenciales, y no tiene acceso ni a la prevención ni al
tratamiento de las enfermedades, entonces, vive una violencia que reduce drásticamente sus
oportunidades. Según la misma Organización Mundial de la Salud; en 2010, el gasto per cápita
en salud en Honduras fue de 176 dólares, uno de los países con un valor más bajo frente a 802
dólares en Costa Rica y 663 dólares en Panamá. Honduras se muestra como el país donde mayor
incidencia tiene el gasto de bolsillo en salud sobre el empobrecimiento de los hogares. 84% de
los hombres y casi el 90% de las mujeres no tienen seguro de salud. Además, las desigualdades
en la utilización de personal calificado para atender los partos son particularmente notorias. El
24% de los recién nacidos no reciben atención en los dos días del parto. La atención posnatal es
más baja para los recién nacidos de zonas rurales, y menos frecuente en cuyas madres carecen
de educación. La prevalencia del retraso del crecimiento es sistemáticamente mayor en los
169
niños más pobres que en los de quintiles más ricos. Honduras registra alto índice de niños con
bajo peso al nacer y tasas elevadas de infecciones respiratorias agudas y diarreas, infecciones
que al ser frecuentes y permanecer por largos períodos ocasionan un grave deterioro
nutricional que muchas veces desencadena la muerte del recién nacido.
En la región hay actualmente 6,1 millones de niños menores de 5 años con desnutrición crónica,
de ellos 3,3 millones de Sudamérica, 2,6 millones de Mesoamérica y 200.000 del Caribe. En
Honduras, unos 240.000 niños sufren desnutrición crónica, o sea 25% de los niños del país. En
2015, la desnutrición crónica afectó a 240 mil niños y niñas hondureñas, que representan el 23%
de la población. Como consecuencia, tres niños de cada diez son anémicos. La desnutrición, que
incluye la limitación del crecimiento fetal, ha provocado el retraso del crecimiento subyacente y,
con ello, un 45% de las defunciones de niños menores de 5 años. Todo ello implica retardo de
estatura y dificultades para el aprendizaje, asociado a situaciones de pobreza y a una
alimentación inadecuada. La obesidad está intrínsecamente interconectada con otras formas de
malnutrición. Los lactantes con retraso del crecimiento tenían el triple de riesgo de tener
sobrepeso que los que no sufrían retraso, especialmente en el contexto de la pobreza. Los
adultos que sufrieron de desnutrición en su infancia ganan 20 por ciento menos en promedio
que los que no. El 50 por ciento de todas las muertes infantiles son atribuidas a la desnutrición
(PMA 2015/ OMS 2016)
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Maltratos sexuales hacia los niños Los casos de abusos sexuales a niñas, niños y adolescentes se
habrían incrementado en un 200% en los últimos dos años (2014/2016). En promedio, 35 niños,
niñas y adolescentes serían víctimas de abuso cada mes. La mayor parte de estos delitos
ocurrirían en el entorno familiar. Entre 2014 y 2016, se han registrado 2,6 07 muertes violentas
y/o ejecuciones arbitrarias de niñas, niños y jóvenes menores de 23 años en el país o sea un
promedio mensual de 75 homicidios. El 95% de las violencias sexuales vienen del entorno
familiar. Entre los agresores sexuales figuran los padrastros; en segundo lugar, los padres
biológicos; y en tercer lugar los primos, tíos, hermanos y abuelos; y en cuarto lugar los vecinos y
amigos de la familia. Las evaluaciones médico-legales por abusos sexuales realizadas durante el
2015 sumaron 2,420 casos, siendo las niñas una de las poblaciones más afectadas con un total
de 87,4% (2.116) de los casos. Cada día las denuncias por maltrato infantil se incrementan,
según el Ministerio Público local, pero lamentablemente no a todas las denuncias se les da
seguimiento por falta de interés de las autoridades.
Migraciones mortíferas “Decidimos irnos de mojados (de ilegales) hacia Estados Unidos porque
todos los días nos pegaban en nuestras casas”. “Quería llegar a Estados Unidos a ver a mis
padres, me detuvieron en México”. “(En la ruta) nos asaltaron y de ahí nos tiraron al monte y
nos quitaron las mochilas. A mí me quitaron los zapatos y a los otros muchachos les robaron el
dinero y los golpearon.”
Las más de treinta ONG que se dedican exclusivamente a ayudar a los niños en situación de
riesgo en Honduras carecen de recursos para integrarlos a la sociedad que los margina.
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