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DERECHO PROCESAL PENAL – DIEGO FALCONE S.

UNIDAD I: EL DERECHO PROCESAL PENAL

I. INTRODUCCIÓN

1. EL DERECHO PROCESAL PENAL

El derecho procesal es aquella rama del ordenamiento jurídico que


regula la organización y atribuciones de los tribunales de justicia y los
procedimientos que se siguen ante ellos. Ahora bien, dependiendo de la
materia de que se trate, puede hablarse de diversas subespecies de este sector del
derecho. A grandes rasgos se ha considerado que debe distinguirse entre el derecho
procesal civil y el derecho procesal penal, aunque actualmente hay énfasis
particulares en otras materias (derecho procesal constitucional, administrativo,
laboral, etc.).
El derecho procesal penal, en consecuencia, puede definirse como
aquella parte del derecho procesal que regula la organización y atribuciones
de los tribunales con competencia penal y establece los procedimientos en el
orden penal.
En un nivel académico, ha existido una disputa entre dos corrientes:
a) La primera considera que el derecho procesal penal pertenece al derecho
procesal general (más bien dominado por los cultores del derecho procesal civil) y
que, en consecuencia, deben acogerse en el ámbito penal las categorías generalmente
empleadas en el ámbito civil (por ejemplo, la teoría de la acción, de las partes, etc.).
b) La segunda, postula que cabe reconocer que se trata de un ámbito en que se
pretende estudiar y regular disposiciones adjetivas, pero más bien vinculadas al
derecho penal sustantivo. Para esta última posición, el derecho procesal penal está
ineludiblemente ligado al derecho penal sustantivo, debido a que sólo con una visión
unitaria de ambos sectores es posible hacer realidad un programa político criminal
por parte del Estado.
Sin que interese profundizar mayormente en este debate, es importante
tener en cuenta que la segunda posición pone el acento en un factor que es
capaz de aglutinar al derecho penal y al derecho procesal penal, que consiste
en la política criminal.
Para comprender esta idea debe comenzarse recordando que el Estado es una
entidad que posee un gran poder, entendido como fuerza, como capacidad de
imponer su voluntad –tiene personal (policía, ejército, servicios de inteligencia, y
funcionarios en todo orden de actividades) y medios (armas, vehículos, tecnología)
suficientes y superiores a los de cualquier individuo, al menos aisladamente
considerado. Circunscribiendo el asunto al tema que nos ocupa, cabe entonces
plantearse que existen ciertos actos contrarios al orden social que probablemente
ameriten ser perseguidos y sancionados. Pues bien, a la pregunta: ¿qué hacemos con

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todo el poder con que cuenta el Estado?, la política criminal es la llamada a dar la
respuesta.
Existen muchas definiciones de política criminal, pero para estos efectos
entenderemos por tal el conjunto de decisiones relativas a los instrumentos
que regulan la coerción penal (Alberto Binder). Entonces, la actividad político-
criminal que, en último término, desarrolla el propio Estado –por ejemplo, a través
de la elaboración de proyectos de ley, en el seno del Gobierno, concretamente en el
Ministerio de Justicia, o en el Congreso, y luego, en su discusión y aprobación,
también en este último-, consiste en evaluar alternativas de acción en el ámbito del
tratamiento del problema de la delincuencia, y en la toma de decisiones al respecto.
Los instrumentos de que se valdrá el Estado aquí serán determinadas normas: a) las
normas penales, que establecen qué comportamientos deben considerarse delito y
cuáles serán las consecuencias jurídicas de éstos (generalmente las penas); y, b) las
normas procesales, que señalan (1) cómo se determina la existencia de un delito y
las personas que deben responder penalmente de éste, (2) quiénes son los llamados a
intervenir en el proceso de determinación indicado –así, qué tribunales conocerán
del conflicto y quiénes intervendrán en el proceso ante tales tribunales-, (3) en caso
que se declare la existencia de responsabilidad penal de una persona, cuáles serán las
específicas consecuencias jurídicas que deberá sufrir dicho condenado.
Las decisiones de política criminal tienen un contenido valorativo. Es decir,
consisten en actos de voluntad de determinados sujetos –tomemos por ejemplo el
legislador penal-, mediante los cuales existe una expresión de lo que es socialmente
apreciado o buscado. Pues bien, existe un alto grado de cooperación de las normas
penales y procesales en el desarrollo de la política criminal. De aquí se desprenden
dos ideas importantes:
a) Las normas penales y las procesales deben estar coordinadas para la
realización de las metas político-criminales.
Un ejemplo. Desde el punto de vista penal sustantivo, el legislador ha
considerado que no todo condenado a una pena debe cumplir con ella
efectivamente. Tomando en cuenta ciertos factores –así, que se trate generalmente
de una primera condena, y que la pena asignada sea baja-, existe la posibilidad del
llamado cumplimiento sustitutivo, regulado en la Ley 18.216. Pues bien, desde la
perspectiva procesal penal se sigue el mismo principio, y cumpliéndose con similares
requisitos, es posible que el imputado en el proceso sea sometido a una suspensión
condicional del procedimiento (ver art.237 del Código Procesal Penal – CPP).
Otro ejemplo. Se han impuesto ciertas tendencias que tienden a reprochar
particularmente ciertos delitos, como los sexuales o los de tráfico de estupefacientes.
Penalmente, ello se refleja en una expansión de los comportamientos típicos.
Procesalmente, se advierte que el legislador facilita la persecución de tales delitos
con el uso, verbigracia, de agentes encubiertos (ver art.369 ter CP y art.25 de la
L.20.000).

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b) Las modificaciones que se hacen en unas influyen las otras.


Si por ejemplo, se aumenta la pena de un delito de presidio menor en su grado
medio (541 días a 3 años), a presidio mayor en su grado máximo (3 años y un día a 5
años), será más difícil que se pueda solicitar la suspensión condicional del
procedimiento en el caso concreto (ver art.237 CPP).

2. EL PROCESO PENAL

Desde una perspectiva descriptiva, podemos decir que el proceso penal es


aquel conjunto de actos procesales realizados con el fin de determinar
eventualmente la existencia de un delito y la intervención del imputado en su
realización, así como las consecuencias jurídicas que deban imponerse.
En el proceso penal por regla general deberá dictarse una sentencia de término,
cuya meta es el establecimiento de la existencia o inexistencia de un delito (por
ejemplo, si el hecho por el que se acusa efectivamente ocurrió o no), de quién
intervino en ese hecho (lo que, en términos penales, significará determinar la
responsabilidad penal correspondiente a título de autor, cómplice o encubridor) y de
cuáles son las consecuencias jurídicas específicas (normalmente, si se establece la
responsabilidad penal, cabe la imposición de una pena, cuya determinación concreta
corresponderá al órgano jurisdiccional). Se comprende que la condena es, en el
proceso penal, una eventualidad pues, precisamente, el trabajo de los sujetos
procesales gira en torno a la presencia o ausencia de los elementos fácticos y
jurídicos necesarios para llegar a sostener la responsabilidad penal de una persona, y
en definitiva puede estimarse que ella no se ha configurado.
La sentencia de término, como en todo proceso, se estima generalmente
inamovible. En materia penal también existe el efecto de cosa juzgada. La
estudiaremos como una garantía del imputado, basada en una doble identidad:
según el art.1 inc.2 CPP, “La persona condenada, absuelta o sobreseída
definitivamente por sentencia ejecutoriada, no podrá ser sometida a un nuevo
procedimiento penal por el mismo hecho”.
Terminemos esta sección con algunos comentarios:
a) “Proceso” y “juicio” no son términos sinónimos. En materia penal, el juicio
(oral) es sólo una de las etapas del proceso, aunque la más importante y central. Por
eso, el art.1 inc.1 señala que toda persona tiene derecho a un juicio oral, garantía que
desarrollaremos más adelante.
b) La ejecución de la sentencia (que podemos asimilar al cumplimiento de la
pena), también forma parte del proceso penal. Expresamente el Art.7 inc.1 extiende
la calidad de imputado hasta “la completa ejecución de la sentencia”.
c) Para comenzar, hemos dado una definición descriptiva del proceso penal.
Su naturaleza es discutible. Más adelante, sin embargo, entraremos en el estudio de
determinadas garantías del imputado frente a la persecución penal. Pues bien, existe

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en la doctrina la tendencia a considerar que sólo hay un proceso, genuinamente,


cuando éste se encuentra revestido de tales garantías, lo que se asocia con la noción
de proceso “debido”. De momento, sólo lo dejaremos planteado.

3. EL PROCEDIMIENTO PENAL

Al hablar de “proceso” se alude a una realidad, a algo que acontece en el mundo


de los hechos y que se corresponde con la definición dada en el apartado anterior
(básicamente. un conjunto de actos procesales ligados unos con otros y que tiene
por finalidad llegar a la resolución del conflicto jurídico con autoridad de cosa
juzgada). Se entiende, entonces, que el “proceso” como tal, no tiene una forma
determinada. Un proceso penal podría ser, por ejemplo, aquel que comienza por una
denuncia anónima, en virtud de la cual una turba de ciudadanos enfurecidos golpea
al acusado y, sin dejarlo decir nada, decide (sentencia) colgarlo de un árbol en una
plaza (pena).
En cambio, con el término “procedimiento” se alude a la forma o rito del
proceso. Los procedimientos están señalados por el ordenamiento jurídico –
veremos que, más exactamente, la Constitución exige como garantía que ellos estén
dados por la ley- y son, para decirlo coloquialmente, las “instrucciones” para llevar
adelante un proceso.
Tomando como base lo anterior, hacemos notar que en la historia del derecho
procesal penal han existido diversos modelos procedimentales. En la base de
cualquiera de ellos, siempre se advierte la pugna de dos tendencias: eficiencia y
garantías.
a) El intento de lograr una aplicación efectiva de la coerción penal. Esto se
vincula con la idea explicada más arriba, en cuanto a que el Estado tiene un gran
poder para perseguir las conductas socialmente indeseables (y dentro de ellas los
posibles delitos), el cual desde luego se manifiesta a la hora de diseñar un
procedimiento penal, reflejándose básicamente en el esfuerzo por dotar de
instrumentos idóneos al encargado de la persecución penal (que en Chile
identificaremos con el Ministerio Público y la policía). Es decir, se busca eficiencia
en la persecución penal.
b) La preocupación por establecer un sistema de garantías o resguardos frente al
uso indiscriminado, arbitrario o abusivo de la fuerza estatal. Así, como
contrapartida, aparece un conjunto de garantías frente a la persecución penal.
Ellas, actualmente, se vinculan con la noción de “debido proceso” antes referida.
De aquí que se sostenga que todo modelo procedimental constituye una
síntesis culturalmente condicionada de estas dos fuerzas: eficiencia y
garantías (Binder).

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Al decir “culturalmente condicionada” se quiere significar que es la propia


sociedad, de un momento y lugar dados, la que va señalando las pautas para generar
el modelo procedimental que ella misma considera adecuada.
Por ejemplo, al dictarse el CPP en el año 2000, no cabía la detención de una
persona por la comisión de una falta penal, debido a que se estimaba
desproporcionado privar de libertad a una persona durante el proceso, si la pena que
podía imponérsele por sentencia generalmente no iba a ser privativa de libertad. Sin
embargo, el año 2002 la Ley 19.789 modificó los arts.124 y 134, y actualmente sí
procede la detención por algunas faltas. Entonces, puede sostenerse que el legislador
optó por permitir una mayor posibilidad de privar del derecho a la libertad personal,
a cambio de mejorar la eficiencia en la persecución (ya que así, por ejemplo, al que
es sorprendido cometiendo una falta de hurto, se le puede detener, registrar y llevar
ante el tribunal inmediatamente).
Otro ejemplo: el CPP del año 2000 es íntegramente una obra que tuvo como
uno de sus pilares fundamentales el adecuar el procedimiento penal chileno, al
estándar de garantías procesales del imputado a que Chile se había comprometido
por ser signatario del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y la
Convención Americana de Derechos Humanos.

II. CLASIFICACIÓN DE LOS PROCEDIMIENTOS PENALES

La doctrina distingue determinados modelos procedimentales. Estos modelos


son visiones puras o extremas de cómo puede llegar a configurarse un
procedimiento penal. Normalmente, en la realidad legislativa de los países, los
procedimientos penales tienden hacia un cierto modelo, pero también poseen
algunas características de otro.
La distinción elemental es entre dos categorías: el sistema o procedimiento
acusatorio y el sistema o procedimiento inquisitivo. También se reconoce una
tercera, intermedia: el sistema mixto o inquisitivo reformado.

1. EL SISTEMA ACUSATORIO

Es aquel que se distingue por el hecho de que las funciones de acusar


y de juzgar están radicadas en sujetos diferentes.
En consecuencia, pueden diferenciarse claramente la persona del acusador y
del acusado, que se enfrentan (por eso también se le conoce como sistema
“adversarial”) y de un tercero imparcial encargado de resolver el conflicto: el juez.

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JUEZ

ACUSADOR ACUSADO

Cronológicamente es el más antiguo, dado que consiste en una forma


sencilla de resolver pacíficamente los conflictos entre personas en cualquier nivel de
relaciones (familiar, grupal, etc.) y, por lo mismo, se remonta a momentos históricos
en que no había una organización política mayormente desarrollada.
Ha sido tradición en el derecho anglosajón (Reino Unido, EEUU). En
cambio, en Europa continental recién ha venido imponiéndose como modelo de
justicia penal estatal a partir de mediados del Siglo XX y, en Latinoamérica, desde la
década de 1980.
Actualmente, se le atribuyen las siguientes características:
a) Separación de funciones de persecución y de juzgamiento.
En cuanto a la persecución penal, consistente en las labores de investigación
y de acusación, generalmente están encomendadas a un funcionario estatal
denominado fiscal.
En cambio, la función jurisdiccional está entregada al juez: a él corresponde
el conocimiento y la decisión del conflicto.
b) Reconocimiento de un conjunto de garantías del imputado
frente a la persecución penal.
c) Existencia de una etapa central: un juicio oral, público y
contradictorio.

2. EL SISTEMA INQUISITIVO

Se originó en la Edad Media (Siglo XII), y fue adoptado posteriormente por


las monarquías absolutas (desde el Siglo XV al XVIII), permaneciendo incluso
después en estados republicanos, como es el caso de Chile hasta la dictación del
CPP de 2000. Se ha sostenido que ello se explica porque es un eficiente mecanismo
de control del poder y de centralización.

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Lo definiremos como aquel en que las funciones de persecución y de


juzgamiento se hallan concentradas en una sola persona. Antiguamente, tal
persona era el “inquisidor”; luego, el juez.
Posee ciertos rasgos característicos:

a) Rige el principio de oficialidad.

Esto significa que la persecución penal se inicia y prosigue de oficio, sin que
sea necesario el impulso procesal del interesado.

b) Se busca la verdad “material” o “real”.

El encargado de investigar (inquisidor o juez) ejerce una labor de


reconstrucción histórica de los hechos; se pretende llegar a saber lo que ocurrió
exactamente. Este principio tiene incidencia en materia probatoria: como uno de los
que mejor puede conocer la verdad es el propio inculpado, éste es considerado un
objeto más a emplear para obtenerla y la confesión es considerada la “reina de las
pruebas”. En este empeño, no existen mayores restricciones, por lo que para
obtener la confesión cabe la tortura como un mecanismo válido de investigación.

c) El proceso es secreto.

El inquisidor es el único que tiene conocimiento acerca de la actividad


procesal.

d) El proceso es escrito.

De todo lo actuado se deja constancia escrita en un expediente. Finalizada la


investigación, es relevante, pues lo que allí figura se usa para resolver.

e) Rige un sistema de prueba legal o tasada.

Esto significa que es el poder central el que indica qué medios de prueba son
admisibles y cuál es su valor probatorio. Con ello, se logra un mayor control vertical
y se impide dar a los jueces un margen significativo de libertad.

f) Hay una organización judicial jerarquizada.

Los tribunales superiores tienen amplias posibilidades de revisar lo resuelto


por los inferiores, tanto en los hechos como en el derecho. Esto ya sea por la vía

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recursiva (apelación), o mediante la posibilidad de examinar ciertas resoluciones de


manera regular y sin necesidad de recurso (“consulta”).

3. EL SISTEMA MIXTO O INQUISITIVO REFORMADO

Es fruto del período liberal posterior a la Revolución Francesa. Se le ha


descrito como un sistema de compromiso entre clases (nobleza y burguesía), que
confiere mayores derechos al imputado, en comparación con el sistema inquisitivo.
Básicamente, este sistema conserva la etapa de investigación a cargo de
un juez instructor, pero ésta pasa a ser sólo una etapa preliminar, ya que se le
añade una segunda etapa: el juicio oral.
En esta época, en Francia, surge también el Ministerio Público. Su función
original era la de tomar la investigación llevada a cabo por el juez instructor y
evaluar su mérito, actuando como el órgano acusador ante el tribunal de la etapa de
juicio. Es decir, nació como “guardián de la legalidad”.
Este sistema se remonta al Código de Instrucción Criminal francés de 1808.
Existe actualmente en algunos países como España, en que está vigente la Ley de
Enjuiciamiento Criminal de 1882.

III. EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL DERECHO PROCESAL PENAL


CHILENO

1. PERÍODO DE LA COLONIA

En aquella época en Chile, tal como en el resto de las colonias, regía la


legislación española. Específicamente, cabe citar las Siete Partidas (1263-1265) y,
dentro de dicho cuerpo normativo, la Partida VII, que estaba destinada al derecho
penal y al procedimiento penal.

2. INDEPENDENCIA Y SIGLO XIX

Pese al importante cambio político operado, la legislación colonial se


mantuvo vigente y, con ello, el sistema inquisitivo.
Paralelamente, en Europa, en virtud de las influencias liberales provenientes
de la Ilustración, se desarrolla el sistema mixto (Código de Instrucción Criminal
Francés de 1808).

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3. CODIFICACIÓN EN HISPANOAMÉRICA

Pese al referente europeo, la codificación en estas tierras se limitó a


sistematizar procedimientos inquisitivos. Es decir, se mantuvo aún el mismo modelo
procedimental. Se especula que ello pudo haberse producido por distintas razones.
Por un lado, que en América se conoció el sistema mixto desarrollado en Europa
sólo tardíamente. Por otro, que en verdad no se tuvo la voluntad de instalar un
sistema más liberal; es decir, que el sistema inquisitivo, como mecanismo de
centralización del poder, se acomodaba mejor a lo querido por las clases dominantes
(esta hipótesis se conoce como “teoría de la modernización tradicionalista”).
Cabe señalar que el inicio del movimiento reformista en Latinoamérica, en
orden a establecer procedimientos de tipo mixto, recién se produjo con la dictación
del Código de la Provincia de Córdoba (Argentina), en 1939.

4. CODIFICACIÓN EN CHILE

El año 1894, el presidente de la República, Jorge Montt, envió el mensaje al


Congreso Nacional sobre el proyecto de Código de Procedimiento Penal. Su
autor fue don Manuel Egidio Ballesteros.
Tal proyecto fue aprobado y promulgado en el año 1906, y entró en vigencia
el 1 de marzo de 1907.
En el Mensaje se señala la existencia de diversos sistemas procesales, en el
derecho comparado: el “juicio oral por jurados”, el “juicio oral por jueces de
derecho” y el de la “prueba escrita”. Curiosamente, se piden disculpas por presentar
un proyecto en el que se adopta el último, es decir, el de la prueba escrita; al mismo
tiempo, se aducen las razones para ello: económicas, sociales (poca población,
cultura) y de territorio.
Además, el Mensaje admite un importante problema: el sistema sometido a
aprobación no separa el juez instructor del juez sentenciador. Incluso, manifiesta en
qué se traduce tal decisión: “el juez sumariante (investigador) adquiere la
convicción de la culpabilidad del reo tan pronto como encuentra indicios
suficientes en los datos que recoge”. Es decir, se afecta gravemente la
imparcialidad de la persona del juzgador, puesto que, precisamente, opera en él un
prejuicio, derivado de que también se le ha encomendado realizar la labor previa de
investigación. Al respecto, el Mensaje manifiesta su confianza en la honestidad de
los jueces y además señala que esto puede corregirse relativamente, gracias a la
revisión de las resoluciones, por la vía del recurso de apelación y de la consulta.
La estructura original del procedimiento ordinario establecido en el Código
de Procedimiento Penal (CdPP) era en dos instancias, y se correspondía a grandes
rasgos con el siguiente esquema:

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SUMARIO PLENARIO
SENTENCIA
DEFINITIVA:
SOBRESEIMIENTO
ABSOLUTORIA O
CIERRE
PRUEBA CONDENATORIA
ACUSACIÓN
RECURSO:
A.P FISCAL
APELACIÓN
. (SEGUNDA
CONTESTAC
Inicio: INSTANCIA)
IÓN DE LA
• Denuncia ACUSACIÓN

• Querella
• De oficio por el juez
• Requisición (solicitud) del Ministerio Público

La primera instancia constaba fundamentalmente de dos etapas: sumario y


plenario.

a) El sumario

Consistía en la etapa de investigación.


El CdPP le asignaba determinados objetivos:
• La comprobación del hecho punible y la averiguación del delincuente
• Asegurar la persona de los presuntos culpables
• Asegurar las responsabilidades pecuniarias que pudieran existir
En cuanto a sus características, tradicionalmente se indicaba que eran las
siguientes:
• Era un “antejuicio”. Con ello se quería significar su carácter preliminar o
preparatorio de la genuina etapa de juicio, que era el plenario.
• Las resoluciones dictadas en él tenían carácter provisional. Así, por ejemplo,
se podía decretar la prisión preventiva de un procesado, y luego sustituirla por la
“libertad provisional” (término actualmente en desuso, como se verá).
• Era una etapa secreta. Por regla general, sólo el juez tenía acceso al
expediente en la etapa de sumario.
• Era escrita. Es decir, de todo lo actuado quedaba constancia en un
expediente (que, con el uso, vino a llamarse también “proceso” o “autos”).

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• Era una etapa no contradictoria. La investigación se desarrollaba por el juez,


quien era soberano para decretar las diligencias correspondientes, labor en la que no
tenía contradictor.
• No tenía una tramitación predeterminada. Esto es propio de la etapa de
investigación en cualquier procedimiento, ya que ella se conforma por las diligencias
que sean del caso, las que pueden ser pocas o muchas, hacerse en corto o largo
tiempo y ser de las más variadas clases (toma de declaraciones, realización de
pericias, etc.).
• No tenía plazo. Como el objetivo era la averiguación de la verdad material,
fijar un plazo para el término de la investigación habría sido un obstáculo a ello.
Propia del sumario era la resolución judicial llamada “auto de
procesamiento”, en virtud de la cual al “inculpado” se le sometía a proceso,
pasando a adquirir la calidad de “procesado”. Ello ocurría cuando el juez
consideraba que en la investigación existían antecedentes suficientes para (1) tener
por justificada la existencia del delito, y (2) manifestar presunciones fundadas de
participación en el delito como autor, cómplice o encubridor (art.274 CdPP).
Dicha resolución, por una parte, cumplía un rol de garantía, ya que debía
notificarse al procesado, y con ello tomaba conocimiento formal de los cargos. Por
otra parte, habilitaba al juez para privar o restringir la libertad del procesado,
mediante la medida cautelar personal de prisión preventiva, o mediante la “libertad
provisional”, que de todas maneras sujetaba al procesado a un control periódico
(presentación y firma al tribunal).
También el auto de procesamiento tenía efectos fuera del proceso (por ejemplo,
se suspendía su derecho a sufragio, o no podía ser director sindical, etc.), lo que con
una perspectiva histórica podemos considerar un atentado a la presunción de
inocencia pues, evidentemente, un sujeto procesado aún no ha sido objeto de
sentencia condenatoria firme que declare su responsabilidad penal.
No podía pasarse a la etapa de plenario sin haber procesado al inculpado.

b) El plenario

Se le definía como “la etapa de juicio propiamente tal”.


Sus características eran:
• Era una etapa pública. Es decir, las partes y también los terceros ajenos al
proceso podían presenciar las actuaciones y (en la práctica lo más frecuente) acceder
a revisar el expediente criminal.
• Era contradictorio. Las dos posiciones principales figuraban en la acusación y
la contestación de la acusación.
• Era escrito. También de todo lo actuado debía dejarse constancia en el
expediente.

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• Su tramitación era ordenada. Aquí sí cabía reconocer ciertas etapas, con sus
respectivos plazos para los actos procesales a que hubiera lugar. Las etapas del
plenario eran tres: (1) discusión, compuesta por la acusación y la contestación de la
acusación (adicionalmente podía actuar también el querellante, si es que lo había);
(2) prueba, regulándose al efecto un término probatorio; y, (3) sentencia; la sentencia
definitiva de primera instancia era susceptible de recurso de apelación y,
generalmente, de consulta.
En materia de prueba, las particularidades de este sistema eran las siguientes:
a) Regía el sistema de prueba legal o tasada. Esto significa:
• Por una parte, que la ley establecía cuáles eran los medios de prueba
admisibles, mediante un listado (art.457 CdPP).
• Por otra, que a dichos medios, ya individualmente o confrontados entre sí,
les señalaba su valor probatorio. Ahora bien, el Art.456 bis CdPP indicaba: “Nadie
puede ser condenado por delito sino cuando el tribunal que lo juzgue haya
adquirido, por los medios de prueba legal, la convicción de que realmente se ha
cometido un hecho punible y que en él ha correspondido al procesado una
participación culpable y penada por la ley”. Esto se conoce como “certeza legal
condenatoria y moral absolutoria”, y significa que, en principio, el juez debe
condenar cuando ha adquirido la convicción de culpabilidad de acuerdo con las
reglas legales de valoración de la prueba pero, si íntimamente, de todas formas no
cree en la culpabilidad del acusado, puede absolverlo.
b) No obstante que hemos señalado la existencia de un período de prueba en el
plenario, era posible –y frecuente- atenerse al mérito de lo obrado en el sumario y
renunciar a la práctica de prueba en el plenario (art.429 CdPP). Con esto, en la
práctica, la etapa que adquiría mayor importancia era el sumario, acentuándose el
carácter inquisitivo del procedimiento.
En el diseño original del CdPP, la investigación estaba a cargo del juez, y la
acusación a cargo de un funcionario del Ministerio Público, denominado “promotor
fiscal”, esto siguiendo la idea francesa del sistema mixto antes explicada. De aquí la
denominación antiguamente usada por los abogados de “acusación fiscal”. Sin
embargo, en 1927 se dictó el DFL 426 que, argumentando su falta de necesidad,
suprimió el cargo de promotor fiscal, disponiendo que el acto de la acusación
debería realizarlo el propio juez, de oficio (art.424 CdPP). Así, el juez que ya tenía
a su cargo las funciones de investigar y dictar sentencia definitiva, ahora
debía también formular la acusación con la que se iniciaba el plenario. Con
ello, se acentuó el carácter inquisitivo de nuestro antiguo sistema. Al acusar y
dictar sentencia se trata de un sujeto que es juez y parte.
Durante el gobierno del Presidente Eduardo Frei Montalva (1964 – 1970), se
elaboró un proyecto de reforma por el profesor Rubén Galecio. Esencialmente
pretendía dos cosas: (1) separar el juez instructor del juez sentenciador, es decir, que
existieran jueces diversos en las distintas etapas del proceso; y, (2) reinstalar el

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Ministerio Público en primera instancia, suprimido por el DFL 426. La idea quedó
paralizada tras el quiebre institucional en 1973.

5. EL CÓDIGO PROCESAL PENAL

El proyecto de CPP se presentó al Congreso en el año 1995.


Es un intento por adecuar el sistema judicial a los requerimientos de un Estado
democrático de derecho, de conformidad con ciertos tratados internacionales
suscritos y ratificados por Chile. Esto es coherente con una tendencia internacional,
consistente en el desarrollo de los derechos humanos a partir de la 2ª Guerra
Mundial y, por otra parte, se vincula con la llamada constitucionalización del
derecho procesal.
La idea fue la adopción de un sistema marcadamente acusatorio, en contraste
con el que regulaba el CdPP, severamente criticado, con las siguientes características
básicas:
a) La separación de funciones en sujetos procesales diferentes: un Ministerio
Público encargado de investigar y acusar, y un órgano jurisdiccional encargado de
juzgar.
b) La creación de un Ministerio Público enteramente nuevo.
c) La creación de dos órganos jurisdiccionales diferentes que actúan en la
instancia: el juez de garantía, que vela por los derechos del imputado y los demás
intervinientes, y el tribunal de juicio oral en lo penal, que sólo conoce y dicta
sentencia en el juicio oral.
d) La consideración del imputado como un auténtico sujeto procesal en un
procedimiento contradictorio, con derecho a que se pruebe su culpabilidad en un
juicio oral y público, con todas las garantías.
e) Se reforzó el derecho a defensa técnica del imputado, quien ahora cuenta con
ella durante todo el proceso.
El Código Procesal Penal fue aprobado y se contiene en la Ley 19.696,
publicada en el Diario Oficial de 12 de octubre de 2000. Entró en vigencia
progresivamente, por grupos de regiones, en un proceso que se extendió desde el 16
de diciembre de 2000, hasta el 16 de junio de 2005 (art.484 CPP), para los hechos
punibles que fuesen ocurriendo en los lugares respectivos a partir de tales fechas.
El CdPP tiene aplicación mientras exista algún hecho punible de que se tome
conocimiento, ocurrido con anterioridad a tales fechas. Indirectamente, también, es
de aplicación supletoria en materia criminal para los tribunales militares, regidos por
el Código de Justicia Militar.

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