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El vocablo proceso (procesuss de procedere) significa avanzar, marchar hasta un fin determinado, no de una sola vez sino a través de
sucesivos momentos.
En su acepción más general, la palabra proceso significa un conjunto de fenómenos, de acción de acontecimientos que se suceden en el
tiempo y que mantienen entre sí relaciones de solidaridad y vinculación. Lo que da unidad al conjunto y vinculación a los actos, es precisamente la
finalidad que se persigue.
No obstante lo anterior, nos interesa la acepción específica referida al derecho procesal, en la cual y conforme a la doctrina, se suele hacer
la diferencia entre procedimiento y proceso.
Alvarado Velloso explica que el procedimiento es toda actividad, privada o pública (procedimiento administrativo, parlamentario, etcétera),
que requiere, de una consecución de actos. Por otra parte, señala que el proceso es entendido como el medio de discusión de dos litigantes ante
una autoridad según el procedimiento preestablecido por la ley*.
Este autor nos explica que, entonces, el procedimiento es el género, en tanto que el proceso es una especie.
El proceso es el procedimiento propio de la acción procesal, que se otorga para regular una relación dinámica entre tres personas: quien
insta, quien recibe el instar, y aquél respecto de quien se insta.
Así, el proceso es el método de debate pacífico, dialogal y argumentativo sostenido entre dos personas, actuando en pie de perfecta igualdad,
ante un tercero que ostenta el carácter de autoridad.
La definición de proceso, en sí mismo, incluye una estructura triádica y una relación de debate entre dos contendientes, ello será fundamental para
comprender el principio acusatorio que veremos más adelante.
Por su parte, Cipriano Gómez Lara, entiende por proceso al conjunto complejo de actos del Estado como soberano, de las partes interesadas y de
los terceros ajenos a la relación sustancial; actos todos, que tienden a la aplicación de una ley general a un caso concreto controvertido para
solucionarlo o dirimirlo*.
En realidad, cualquier definición de proceso, estará construida conforme al fin que se pretende alcanzar con esa serie de pasos o sucesivos
momentos. Esto explica por qué existen múltiples definiciones de proceso penal. Cada una será diferente en la medida en la que la
conceptualización de fines del proceso penal varíen en la historia, en las regiones y se transformen, complementen o perfeccionen. Dado lo
anterior, debemos notar que desde la óptica que se observe y en relación con los fines del proceso, las definiciones de proceso penal pueden
clasificarse en las siguientes:
*Gómez Lara, Cipriano. Teoría General del Proceso. 9a. Ed., Harla, México, 1998, p. 95.
El derecho penal sustantivo es una estructura jurídica abstracta que, como cualquier norma jurídica, prevé conductas eventuales, pero que aún
no existen en el mundo del ser. En el mundo del ser, los sujetos realizan conductas que se ajustan o no, a las cualidades que exige la ley penal
sustantiva para ser consideradas como delictivas y, por lo tanto, autorizar la pena.
Dado lo anterior, lo que existe entre la norma abstracta y la conducta delictiva que efectivamente realiza el sujeto, es el proceso penal.
Así, el proceso penal tiene como uno de sus fines, conectar la abstracción con la realidad y, en este sentido, es un mecanismo de
transición de lo abstracto a lo real. Desde luego que, si no existiera un puente o conexión entre la norma abstracta y la realidad, no
podríamos relacionar el proceso penal con el derecho penal sustantivo; es decir, con los tipos penales y las normas que forman parte
del derecho penal sustantivo.
Afirma, por su parte, Colín Sánchez, que proceso y procedimiento, son formas derivadas de proceder o caminar adelante. Por esa misma razón, el
procedimiento, puede señalar o ser la forma, el método, de cuya aplicación al objeto, depende la mutación de un estado a otro.* En este sentido, el
proceso es el método o la forma en la que las conductas establecidas en la ley como delitos pueden confirmarse o no, en realidad.
Hernández Pliego, identifica como un fin mediato del proceso penal, la realización del derecho penal, y como fin inmediato del proceso penal, la
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aplicación de la ley abstracta e impersonal al caso concreto. Dado lo anterior, a través del proceso se aplica la norma penal sustantiva y con dicha
aplicación, en la realidad, se va conformando la realización del derecho penal.
López Betancourt, hace hincapié en que a final de cuentas, el fin general que persigue el proceso penal debe ser el mismo que se persigue con el
*
Derecho Penal, ya que el proceso no es más que la ejecución de las normas que constituyen el Derecho Penal. Como vemos, no se puede pasar
por alto, al momento de hablar de proceso penal, considerar que éste está determinado por las normas sustantivas, ello no quiere decir que no se
pueda hablar de una autonomía del proceso o del derecho procesal; sin embargo, esta relación de determinación es fundamental para entender al
proceso.
*
Colín Sánchez, Guillermo. Derecho Mexicano de Procedimientos Penales. 26a. Ed., Porrúa, México, 1997, p. 68.
*
Hernández Pliego, Julio Antonio, Programa de derecho procesal penal, 17a. ed., México,Porrúa, 2009, pp. 13-17
*López Betancourt, Eduardo. “Fines del Proceso penal.” En La Jornada Guerrero, sección sociedad, 1 de febrero de 2014.
Por su parte, Ferrajoli, La virtud de la concepción del proceso penal como un puente entre la norma abstracta y la realidad, radica en el vínculo
claro que debe existir siempre entre las normas procesales y las normas sustantivas*.
Se trata del principio de coherencia del orden normativo, y éste debe considerarse al momento en el que se construyen las normas procesales
para evitar lagunas y antinomias. Ello en función de lograr que las normas procesales, estén diseñadas en función de lograr el fin de la norma
sustantiva.
Sin embargo, coincidimos con la visión de Ferrajoli, en el sentido de que, al definir al proceso y, sobretodo, definir sus fines se debe considerar
precisamente que proceso significa acción, es decir, el proceso se desarrolla, toma forma y vida en el mundo del ser, de la realidad, y como tal, no
puede estar solamente definido en torno a lo que debe ser, sino a lo realmente es.
B) EL PROCESO PENAL COMO MECANISMO PARA DETERMINAR JUDICIALMENTE SI EXISTE DELITO, QUIEN LO
COMETIÓ, Y CUÁL ES LA PENA QUE DEBE IMPONERSE.
Arilla Baz, establece que, el proceso penal, es el conjunto de actos vinculados entre sí y regulados por normas jurídicas, ejecutados por órganos
investigador y jurisdiccional, en el ejercicio de sus respectivas atribuciones, para actualizar sobre el autor o partícipe de un delito la sanción penal
establecida en la ley*.
Podemos observar que, en esta definición, el elemento personal de la figura del autor del delito aparece ya, como un factor fundamental, para
comprender el proceso.
Rivera Silva, sostiene que es el conjunto de actividades realizadas por preceptos previamente establecidos, que tiene por objeto determinar qué
*:
hechos pueden ser calificados como delito para, en su caso, aplicar la sanción correspondiente De la misma forma, en esta definición, podemos
observar que tanto el elemento personal como el elemento material de la determinación de la pena que debe ser aplicada al autor del delito figuran
como fines del proceso.
*Ferrajoli, Luigi, Derecho y Razón,9a. Ed., España, Trotta, 2009, p.44
*
Arilla Baz, Fernando. El procedimiento Penal en México. 20a. Ed., México, Porrúa, 2000, p.p. 4 y 5 Rivera Silva, Manuel. EI Procedimiento Penal. 21a. Ed.
México, Porrúa, 1992, p. 5
*Citado por Silva Silva, Jorge Alberto. Derecho Procesal Penal. México, HarIa. 1990, p. 111.
La noción de verdad histórica ligada a las características específicas del delincuente y su peligrosidad, configura una epistemología que no es
garantista ni propia de un sistema acusatorio, dado que ve al proceso como un medio para imputar a una persona un delito considerando las
circunstancias personales y circundantes que pareciera se “reproducen” en el tiempo actual, lo cual es materialmente imposible.
Ferrajoli, apunta a descubrir, más bien, la verdad procesal (o formal), que dice, está conformada por la verificación de la verdad fáctica y la verdad
jurídica. Para la verdad fáctica se consideran los hechos ocurridos en la realidad y la verdad jurídica corresponde a las normas que hablan de
dichos hechos.
El autor explica que sólo es posible hablar de la investigación judicial como la búsqueda de la verdad en torno a los hechos y a las normas
mencionadas en el proceso, y usar los términos “verdadero” y “falso” sólo para designar la conformidad o la disconformidad de las proposiciones
jurisdiccionales respecto de aquéllos.
De manera que, aunque en el proceso exista la noción de que se debe descubrir la verdad histórica, la verdad como fundamento de una sentencia
condenatoria no puede ser otra, que la formal o procesal alcanzada mediante el seguimiento de normas y es relativa sólo a los hechos
comprobados mediante la prueba. De esta forma, la verdad procesal que es la única que se puede alcanzar con el juicio es, en realidad, siempre
una verdad aproximativa respecto del ideal de la perfecta correspondencia; en ausencia de garantías penales y procesales, no se puede hablar de
verdad en el proceso ni siquiera en sentido aproximativo.
Averiguar lo que realmente sucedió cuando se ha cometido un delito, es algo materialmente imposible, ya que la única forma de tener la certeza de
que algo pasó, es estar presente en el momento de los hechos, y con todo, la realidad es siempre subjetiva porque depende de quien la mira, ya lo
decía Max Webber cuando habla de la objetividad en las ciencias sociales, y los “tipos ideales” con los que trabajan las ciencias sociales.
Por lo tanto, dado que la única verdad a la que puede aspirar el proceso, es la verdad procesal, y ya que está determinada por la verdad jurídica,
cobra total relevancia el cumplimiento de los derechos fundamentales y garantías procesales que están establecidos en las normas positivas y
que, además, deben estar dotados de validez, no sólo formal, sino también sustancial.
Para Roxin, el proceso penal es un sistema abierto, que sirve para una permanente remodelación de las consecuencias político-criminales y que
tiene como objetivos:
Esta visión del proceso penal denota un giro en el sentido del proceso en sí mismo, ya no como la serie de pasos que buscan llevar a la realidad la
norma sustantiva; es decir, la confirmación de que alguna conducta se adecuó al tipo penal, sino más bien, como una serie de reglas que el Estado
debe seguir frente a las personas, cuando se está tramitando un proceso penal. De ahí, las definiciones que mostramos en el siguiente bloque.
EL PROCESO PENAL COMO REGLAMENTACIÓN DE GARANTÍAS
Quizás la concepción más novedosa del proceso penal se orienta hacia la finalidad de que, el mismo, debe ser la reglamentación de garantías. En
esta concepción, se encuentran autores como Luigi Ferrajoli, Zafarroni, Claus Roxin y aquellos contemporáneos que, siguiendo los principios del
garantismo, tratan de establecer fines y por lo tanto definiciones paradigmáticas del proceso penal, refiriéndolo casi de manera exclusiva a las
garantías individuales.
En consecuencia, a pesar de que resulta esencial para el proceso penal que éste termine por una sentencia que se apegue a los hechos que
conforman la denominada verdad histórica, en oposición a la “verdad formal”, es el respeto a los derechos fundamentales el que define los límites
en los que se puede imponer una sanción penal.
Derivado de lo anterior, podríamos concluir que la mayoría de los autores consideran como principio, característica fundamental o garantía
estructural los siguientes conceptos: el acusatorio, la contradicción, la igualdad de partes, la publicidad, la oralidad, la inmediación y la
concentración.
Es el elemento constitutivo más importante del sistema acusatorio, es un presupuesto estructural y lógico de todos los demás elementos del
sistema. Responde al principio de nullum iudicium sine accusatione, no hay juicio sin acusación. Constituye la base de las garantías orgánicas del
modelo de sistema garantista.
Efectivamente, la importancia de este principio es fundamental a todo el proceso y está dada por la relación que tiene con los demás principios o
garantías procesales. El principio acusatorio consiste en la separación entre el juez y la acusación.
1. La formulación de la imputación que formaliza la acusación y hace efectivo el principio de contradicción (nullum iudicium sinne accusatione), que
implica la imposibilidad de proceder de oficio para el juez. Esta garantía se extiende a su vez todos los actos del proceso y, en ese sentido,
garantiza el derecho de defensa en el juicio.
2. La carga de la prueba que recae sobre el acusador (nulla accusatione sinne probatione), y
3. El derecho de defensa del imputado (nulla probatio sinne defensione), que constituye también un principio del sistema.
Vale la pena aclarar que el principio acusatorio esbozado anteriormente y que es piedra angular de todo el proceso acusatorio, no es lo mismo que
el acto de la acusación o imputación, la cual es el acto introductorio del juicio; por ello conviene hablar de acusatorio, cuando nos referimos al
principio, y de acusación, cuando nos referimos a la imputación.
El principio de contradicción se refiere a la dinámica de todo el proceso y, especialmente, a la dinámica de debate en las audiencias del juicio. Se
trata de la característica adversativa del modelo.
Significa, en palabras de Carbonell, que todo lo que se aporte al juicio puede ser objeto de refutación y que las partes tendrán a su disposición los
mismos elementos para demostrar que les asiste la razón
Evidentemente, el principio de contradicción tiene una estrecha relación funcional y sobretodo permite la actualización del principio de igualdad de
las partes, que veremos en el siguiente apartado.
La contradicción permea también a todos los actos del proceso, es un requisito de validez de los mismos, ya que en el proceso, el juez, para
verificar una probanza o el conocimiento de la verdad, lo debe hacer a través de la refutación que de éste hacen las partes.De manera que, la
contradicción puede percibirse como el método a través del cual el juez conoce la verdad fáctica que le presentan las partes.
Como hemos dicho, será siempre una verdad aproximativa a la real, pero la contradicción es la forma de que se pueda controlar la verdad porque
las partes en contradicción, al tener igualdad de armas y, por lo tanto, la posibilidad de refutar el dicho contrario, son la balanza que evidencia si se
puede confirmar la imputación o no.
En este mismo sentido, Baños y Buján, señalan que la contradicción representa la facultad que tienen las partes de controlar lo que pasa en el
juicio; ambas partes se controlan mutuamente, momento a momento, frente a frente. Si un testigo miente, la parte que no lo haya ofrecido y que se
vea vulnerada por dicha mentira, puede interrogarlo o reformularle una pregunta para evidenciar tal mentira.
El juez debe ser ajeno a los intereses de la parte acusadora y la parte defensora. Pero, para que el juez no se vea ni siquiera psicológicamente
comprometido por un desequilibrio de poder en las partes y no se creen ambiguas solidaridades, interferencias o confusiones, es necesario que
exista un equilibrio “de armas” entre las partes en el juicio. Como vimos en el apartado anterior, es evidente que para que exista contradicción las
partes deben de “contradecirse” en igualdad de circunstancias ante el juez.
Por su parte, Carbonell, define al principio de igualdad como aquel por el cual todas las partes en el proceso ofrecen sus pruebas en igualdad de
condiciones en la audiencia pública, y el valor de la prueba no está predeterminado previo a la audiencia.Es muy importante lo que se acentúa, en
el sentido de que la prueba no esté predeterminada, ya que, precisamente, una de las características del sistema mixto de corte inquisitivo, es
tasar o predeterminar el valor de las pruebas.
De manera que, la igualdad de las partes es un principio estatuido para la posibilitar la contradicción que sirve, tanto para la defensa del imputado,
como para que el juez pueda ser imparcial en su sentencia, y el medio idóneo para darle vida a este principio, es el interrogatorio. Si observamos
este razonamiento, veremos que el interrogatorio es, como dice Ferrajoli, un medio de defensa del
imputado, y no un mecanismo para arrancarle la verdad a como dé lugar.
Los tres principios mencionados anteriormente; acusatorio, contradicción e igualdad de partes, forman la estructura triádica que caracteriza al
sistema acusatorio y de la que ya hemos hablado con suficiencia, de ahí que estos tres principios se identifiquen como garantías o principios
estructurales o primarios de dicho sistema.
Ahora bien, para que sean operativos estos tres principios son necesarios los otros cuatro principios del sistema, que son: la publicidad, la oralidad,
la inmediación y la concentración.
d) Principio de Publicidad
Carnelutti, explica que la
publicidad del proceso es considerada por la ley sólo en un aspecto inmediato, como presencia física del público en el
lugar donde se celebra el proceso, entendida la palabra "público" como indicadora de todos aquellos que no tengan una posición particular en el
proceso.
Efectivamente, la publicidad tiene que ver con la posibilidad de que cualquier persona pueda acudir a las audiencias para ver cómo se desarrollan
los debates y resoluciones. La publicidad, en este sentido, es la legitimación social del proceso, la cual es necesaria además de la legitimación
legal o formal y sustancial del mismo.
Sergio García Ramírez nos indica que la publicidad permite y alienta la presencia de terceros en los actos procesales, a título de observadores del
proceso, y en este sentido, de controladores de la subordinación de participantes y diligencia a la ley que gobierna el enjuiciamiento. La publicidad
consiste en que todos los actos del juicio deben ser públicos, se trata del mecanismo democratizador, controlador y transparentador, del sistema
de justicia.
e) Principio de oralidad
¿Podría existir un juicio que fuese público y no fuese oral?, ¿cómo imaginaríamos dar cauce a la publicidad, entendida como hemos apuntado, si
no es a través de actuaciones orales?, es decir, en forma hablada, para que dichas actuaciones puedan ser escuchadas por todos los presentes
en la audiencia, al mismo tiempo. Evidentemente, poner a disposición del público un expediente escrito en los juzgados, con todos los requisitos
que comporta el trámite de pedir dicho expediente, impide la publicidad. De ahí que el principio de oralidad sea un presupuesto de la publicidad.
f) Principio de inmediación.
En palabras de Zafarroni, el principio de inmediación consiste en que el juez tome conocimiento directo y de visu del sujeto, de la víctima y de las
circunstancias del hecho, en la medida requerida para cada caso. Este autor nos indica que la inmediación garantiza que el imputado tenga la
última palabra en el proceso y, además, impone un mínimo de contacto inmediato entre el procesado y el juez.
Inmediación quiere decir: sin nada en medio; la inmediación significa que el juez debe actuar en contacto personal con las partes, esto con la
finalidad de una mejor valoración de la prueba. Este principio se traduce en una estrecha relación o contacto entre el juez con los órganos de
prueba y con todos los actores procesales, que le permite no sólo ser receptor de tales pruebas, sino sensorialmente (a través de sus sentidos)
también, de todos los impactos y reacciones que con su desarrollo se producen en los justiciables.
La continuidad del juicio significa que éste debe comenzar y terminar; no puede mediar acto procesal ni procedimental ajeno al proceso de que se
trate. Baños y Buján, señalan que lo ideal es que el juicio empiece y termine el mismo día, pero por razones de fuerza o descanso, pudiese
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interrumpirse hasta el día siguiente.
Por su parte, la concentración se refiere a que se reúnan la mayor cantidad de pruebas posibles en un solo acto, una tras otra. Podría decirse que
está incluida en la continuidad; la continuidad es al proceso, como la concentración es a las pruebas.
Carbonell, agrega que la continuidad permite que el proceso se abrevie lo más posible. La cercanía temporal de las actuaciones, o el desahogo de
todas ellas en una sola audiencia, permite que se acorte el proceso y, también, que se dé una secuencia lógica a las pruebas. Por esta razón,
deben agotarse todos los temas a examinar, una vez que han dado comienzo.
ESQUEMA DEL SISTEMA ACUSATORIO
PRINCIPIOS PROCESALES PENALES
Un imputado es la persona que está siendo investigada por la supuesta comisión de un delito. Art. 16 Constitucional
Un imputado es una persona que ha sido señalada por el Ministerio Público como posible autor o partícipe en un delito. Una
vez concluido el proceso judicial, el imputado puede ser declarado culpable o inocente. Mientras tanto, cuenta con una serie de
derechos que están consagrados a nivel nacional e internacional cuya custodia depende de los órganos jurisdiccionales
correspondientes.
En reforma del sistema penal mexicano implementada en 2016 y se fundamenta en el artículo 20 de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos. Uno de los objetivos de esta transformación es resolver los conflictos de una manera más rápida,
eficiente, justa, transparente y respetuosa de las garantías individuales.
En este sentido, el nuevo sistema establece que las partes, o sea la víctima y el imputado, disponen del mismo derecho a un proceso
equilibrado. Por esta razón, se presume la inocencia de la persona imputada hasta que se demuestre lo contrario y exista
una sentencia dictada por un juez.
Se denominará genéricamente imputado a quien sea señalado por el Ministerio Público como posible autor o partícipe de un hecho
que la ley señale como delito.
Además, se denominará acusado a la persona contra quien se ha formulado acusación y sentenciado a aquel sobre quien ha recaído
una sentencia aunque no haya sido declarada firme.
Los derechos de los imputados constan en el artículo 20 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Son los
siguientes:
Un imputado es considerado inocente mientras no se declare su responsabilidad a través de una sentencia emitida por un
juez.
Si el imputado es detenido tiene derecho a guardar silencio. Esto no puede ser usado en su contra durante una etapa
posterior del proceso judicial.
Está prohibido incomunicar, intimidar o torturar a un imputado. Si esta persona rinde una confesión sin asistencia de un
defensor la misma carece de valor probatorio y legal.
Los imputados tienen derecho a ser informados por el Ministerio Público o un juez sobre los hechos que se imputan y los
derechos que les asisten. Si se trata de un caso de delincuencia organizada, las autoridades judiciales pueden mantener en
reserva la identidad del acusador.
Un imputado puede presentar los testigos y las pruebas que considere necesarios, en los términos establecidos por la ley.
Los imputados deben ser juzgados en una audiencia pública por un juez o un tribunal. La publicidad de este acto solo puede
restringirse en los siguientes casos:
Un imputado debe ser juzgado antes de transcurrido los 4 meses si se trata de delitos cuya pena máxima no es superior a los 2 años
de prisión. El plazo para llegar a una sentencia es de un año si la pena es superior a ese lapso de tiempo. En ambos casos, es posible
solicitar un mayor plazo para realizar la defensa.
Derecho a la defensa
Todos los imputados tienen derecho a una defensa adecuada que debe ser llevada a cabo por un abogado, al cual es posible
elegir con libertad. Si, por algún motivo, esto no fuera posible, el juez tiene la obligación de designar un defensor público. A su
vez, el defensor, elegido o designado, debe comparecer en todos los actos del proceso judicial.
Prisión preventiva
La prisión preventiva no puede exceder la pena máxima del delito que se imputa y, en ningún caso, debe ser superior a los 2
años. La única excepción posible es que esta situación se extienda debido a un pedido de aplazamiento del imputado para ejercer su
defensa. Por otra parte, si transcurrido este tiempo no se ha pronunciado una sentencia, el imputado debe ser puesto en libertad. A su
vez, cuando el juez llega a una decisión, se computa el tiempo de prisión preventiva como parte de la pena.
En conclusión, para que alguien sea considerado como imputado el Ministerio Público, o sea un fiscal, debe señalar a esa
persona como presunta autora de un delito. Además, las leyes mexicanas actuales establecen una serie de derechos para que los
imputados sean juzgados siguiendo criterios de humanidad y justicia.
LA REFORMA PENAL EN MEXICO
Contar con sistemas judiciales transparentes, predecibles, oportunos y de calidad es un componente esencial de la democracia
y del desarrollo económico y social de los países. La reforma a la Constitución mexicana aprobada en el 2008, estableció un nuevo
sistema de justicia penal acusatorio y oral, que plantea los principios relativos a la publicidad, contradicción, concentración, continuidad
e inmediación, es una reforma que da un giro total a la forma en que se ha venido procurando e impartiendo justicia en México desde
hace décadas.
La reforma Constitucional publicada en el Diario Oficial de la Federación, el 18 de junio de 2008 se reforman, modifican, eliminan,
adicionan algunos aspectos de los existentes artículos 16, 17, 18, 19, 20, 21, y 22; las fracciones XXI y XXIII del artículo 73; la fracción
VII del 115 y la fracció XIII del apartado B del artículo 123; los primeros siete artículos mencionados señalan los lineamientos legales
para reglamentar y estructurar el sistema procesal penal de corte acusatorio con actuaciones de tipo predominantemente oral.
La reforma constitucional en estudio, comprende en sus diversos artículos un cambio de profunda trascendencia en el ámbito de la
justicia penal mexicana, puesto que los lineamientos que contienen van encaminados a una transformación estructural a futuro (la
vacatio legis fue de ocho años), entro en vigor hasta el año 2016, fijan las reglas que delinean un sistema procesal acusatorio con
matices de transparencia, agilidad y eficiencia en la impartición de la justicia.
La reforma originó que se expidiera por el Poder Legislativo Federal un Código Nacional de Procedimientos Penales, que señalan el
transitar del sistema de enjuiciamiento mixto al sistema procesal penal acusatorio y oral, para cumplir los fines de la justicia penal, en
el sentido de dirimir el conflicto que se ha producido por la realización de un delito.
La nueva finalidad del proceso, ahora es, la solución de los conflictos jurídico-penal, entendiendo el delito como todo un problema
jurídico en el que existen conflicto de intereses entre las partes, teniendo éstas un rol más protagónico en el proceso, y por su parte, el
juez cumple funciones de control o garantía, así como de juzgamiento.
Este apartado merece especial atención, dado que, con independencia de los fines teóricos que podamos señalar en este capítulo, y
en atención a la importancia del fin del proceso penal, como elemento determinante en la configuración del proceso en la realidad,
debemos conocer las definiciones y fines que plasman las normas positivas.
DECALOGO DE LA REFORMA