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Los sacerdotes del Antiguo Egipto


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La religión y los dioses de Egipto

José Miguel Parra Ortiz – Septiembre de 2004

Una de las cosas más curiosas del antiguo Egipto es que se


trataba de una civilización en la cual sólo una persona podía
ejercer como sacerdote: el faraón. Los egipcios creían que era
el único ser humano capacitado para entrar en comunicación
con los dioses.

Seguro que estáis pensando que algo falla, ¿cómo era posible
si resulta que todo el valle del Nilo está repleto de templos?
¿Acaso nunca se celebraban ceremonias en ellos? ¡El faraón no
podía estar en todas partes a la vez! Bueno, la verdad es que
el faraón no realizaba personalmente las ceremonias de los
templos. En realidad lo que hacía era dejar que otras personas
lo hicieran en su nombre. Por esa razón en las paredes de los
templos nunca aparecen representados sacerdotes. El único al
que se ve adorando a los dioses es al faraón. Era un modo de
dejar claro a todo el mundo que si bien los sacerdotes
ocupaban el puesto del faraón, era porque éste así lo había
querido y que, en realidad, sólo el rey podía comunicarse con
los dioses.

El faraón Seti I realizando los rituales como sacerdote funerario.


Templo de Abidos.

La gran diferencia entre los sacerdotes egipcios y los


sacerdotes católicos, por ejemplo, es que los curas de las
parroquias son sacerdotes porque tienen vocación para ello,
mientras que los del antiguo Egipto eran una especie de
funcionarios que se limitaban a alimentar mágicamente a los
dioses (para eso sirven las ofrendas). Además, los curas tienen
que ser buenas personas y ayudar a los demás con sus
problemas y todo eso, mientras que los sacerdotes egipcios
podían ser todo lo malas personas que quisieran. ¡Se sabe de
algunos que fueron unos ladrones y sinvergüenzas
redomados!

Las obligaciones de los sacerdotes egipcios no eran muy


pesadas, en principio sólo tenían que realizar la ofrenda divina
una vez por la mañana y otra vez por la tarde. El ritual llevaba
su tiempo y antes de entrar en el sanctasanctórum (así se
llama la habitación al fondo del templo en donde estaba la
estatua del dios, guardada dentro de un pequeño armario de
piedra con puertas de madera) tenían que purificarse:
afeitarse la cabeza, enjuagarse la boca con agua, con sal y
bañarse en el lago sagrado del templo.

Mesa de ofrendas y recipientes rituales del sacerdote lector Idy.


Abidos, VI dinastía.
Museo Británico de Londres

Templo de Edfu: En el interior del santuario está el «naos» donde se


guardaba la imagen del dios Horus.
Delante hay un pedestal sobre el que se colocaba la barca sagrada

La ceremonia que realizaban consistía en penetrar en el


santuario, abrir las puertas del armario sagrado (el «naos», así
se llama), sacar de él la estatua del dios, limpiarla, cambiarle
los vestidos y ponerle otros nuevos. Luego maquillaba la
estatua, quemaban incienso delante de ella y después le
entregaban las ofrendas. Seguidamente retiraban esas
ofrendas, guardaban la estatua limpia en su naos y salían del
sanctasanctórum, andando de espaldas y limpiando sus pasos
mientras lo hacían.

A pesar de lo aburrido que pueda parecer tener que repetir


esto dos veces todos los días, ser sacerdote tenía sus ventajas,
pues después de presentarle las ofrendas al dios del templo,
los sacerdotes ¡se las repartían entre ellos! Era el modo que
tenían de cobrar su salario. En realidad, los sacerdotes
egipcios eran unos privilegiados y era un puesto que muchos
deseaban y que en el caso de los templos más importantes de
Egipto (el del dios Ra en Heliópolis y el de Amón en Tebas) el
faraón permitía ocupar sólo a personas de su confianza.

No obstante, el trabajo de los sacerdotes no se limitaba a


realizar esta ceremonia. Había ciertos sacerdotes que se
encargaban de estudiar el cielo por la noche, vigilando las
estrellas, las constelaciones y demás, de este modo podían
llevar con exactitud el calendario y sabían en qué día estaban
y cuándo había que realizar determinadas fiestas.

Sacerdotes en procesión portando la barca sagrada del dios.

Una de esas fiestas era muy importante (el día variaba en cada
templo), pues los sacerdotes encargados del culto ponían la
estatua del dios en una barca portátil y la sacaban a hombros
en procesión. Ese era el único momento en que la gente del
pueblo podía ver al dios, puesto que estaba prohibido
penetrar en el interior de los templos; sólo podían llegar hasta
el primer patio con columnas. El resto del edificio era espacio
sagrado y si entraban dentro podían tener muchos problemas.
No obstante, como también ellos querían hablar con sus
dioses, al final consiguieron que se esculpieran orejas (sí, sí,
habéis leído bien) en la pared posterior de algunos templos
para que gracias a ellas la divinidad pudiera escuchar lo que la
gente tenía que decirle sin tener que penetrar en el edificio.

Este tipo de sacerdote, que podía ver al dios y cuidaba de su


estatua, no era el único que había en Egipto. Existían otros
que realizaban tareas diferentes, tareas que no eran
obligación del faraón.
El más importante era el «sacerdote funerario», que realizaba
las ofrendas necesarias para que una persona muerta pudiera
seguir viviendo en el Más Allá; se encargaba de mantener vivo
el culto a los muertos y por ello cobraban un salario.

Ay ejerciendo de «sacerdote sem» ante la momia del


faraón.
Tumba de Tutankhamon

Un hijo del difunto Sennedjem, vestido con una


piel de leopardo, realizando las funciones de
«sacerdote sem».

Otro sacerdote muy habitual era el «sacerdote sem», que era


el encargado de realizar los rituales durante el enterramiento
de una persona. Por lo general el puesto lo ocupaba el hijo de
la persona muerta, pero no siempre.

Uno muy importante era el «sacerdote lector». Como resulta


que en Egipto había muy pocas personas que supieran leer
(aproximadamente una de cada cien) era necesario que una de
las que sí sabía se encargara de ir leyendo de un libro (bueno,
en realidad de un rollo de papiro) los diferentes textos y los
distintos pasos que había que dar para que un ritual se
realizara adecuadamente; sólo así eran efectivos.

Como veis, los sacerdotes egipcios no se parecen mucho a los


sacerdotes modernos.

Un «sacerdote lector» lee la fórmula de ofrendas mientras un


«sacerdote sem» vierte de aceite y pasa incienso por los sarcófagos de
Userhat

Más información: El Templo, lugar sagrado y La vida en el


templo

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