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Seguro que estáis pensando que algo falla, ¿cómo era posible
si resulta que todo el valle del Nilo está repleto de templos?
¿Acaso nunca se celebraban ceremonias en ellos? ¡El faraón no
podía estar en todas partes a la vez! Bueno, la verdad es que
el faraón no realizaba personalmente las ceremonias de los
templos. En realidad lo que hacía era dejar que otras personas
lo hicieran en su nombre. Por esa razón en las paredes de los
templos nunca aparecen representados sacerdotes. El único al
que se ve adorando a los dioses es al faraón. Era un modo de
dejar claro a todo el mundo que si bien los sacerdotes
ocupaban el puesto del faraón, era porque éste así lo había
querido y que, en realidad, sólo el rey podía comunicarse con
los dioses.
Una de esas fiestas era muy importante (el día variaba en cada
templo), pues los sacerdotes encargados del culto ponían la
estatua del dios en una barca portátil y la sacaban a hombros
en procesión. Ese era el único momento en que la gente del
pueblo podía ver al dios, puesto que estaba prohibido
penetrar en el interior de los templos; sólo podían llegar hasta
el primer patio con columnas. El resto del edificio era espacio
sagrado y si entraban dentro podían tener muchos problemas.
No obstante, como también ellos querían hablar con sus
dioses, al final consiguieron que se esculpieran orejas (sí, sí,
habéis leído bien) en la pared posterior de algunos templos
para que gracias a ellas la divinidad pudiera escuchar lo que la
gente tenía que decirle sin tener que penetrar en el edificio.
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