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ESTRATÉGICA Y GESTIÓN
DE LA SEGURIDAD
Vicejefe de Gobierno
Diego Santilli
Jefe de Gabinete
Felipe Miguel
Director
Gabriel Unrein
UNIDAD 1: PÁG. 5
UNIDAD 2: PÁG. 21
UNIDAD 3: PÁG. 53
UNIDAD 4: PÁG. 71
GESTIÓN DE LA SEGURIDAD.
UNIDAD 5: PÁG. 79
UNIDAD 1
INTRODUCCIÓN A LA PLANIFICACIÓN ESTRATÉGICA Y
GESTIÓN DE LA SEGURIDAD.
I.1.a. El paradigma organizacional-institucional, el enfoque estratégico y el poder en las organizaciones.
Los procesos de toma de decisiones. Las organizaciones y la constitución subjetiva de la identidad.1
b) “La planificación estratégica es una herramienta por excelencia de la gerencia estratégica, consiste en la
búsqueda de una o más ventajas competitivas de la organización y formulación y puesta en marcha de
estrategias, permitiendo crear o preservar sus ventajas, todo esto en función de la misión y sus objetivos, del
medio ambiente y sus presiones de los recursos disponibles.” (Sallenave, 1991).
También se puede definir de la siguiente manera:
c) La planificación estratégica, es el proceso de movilización, búsqueda y utilización de los recursos,
se desarrolla de manera integrada para lograr planes a mediano y largo plazo.
Todos estos aspectos hacen a la toma de decisiones, así como las propias características de las organizaciones.
De esta forma se comienza a valorar más a los individuos por sus valores personales, por lo que saben,
por sus capacidades y flexibilidad para adaptarse a entornos cambiantes que por lo que hacen, y el
futuro organizativo se perfila hacia compartir y gestionar adecuadamente ese saber, utilizando para
ello herramientas basadas en las nuevas Tecnologías de la Información (TI). Ese «saber o conocimiento»,
I.1.b. Introducción a las organizaciones e instituciones para la gestión de la Seguridad: conexiones del
Sistema de Seguridad Interior, los Sistemas de Seguridad Provinciales y el Sistema de Seguridad Pública de
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Entornos y macro-entornos. La labor policial en el macro-entorno de la
Política de Seguridad.2
Ahora que entendemos los conceptos generales de las organizaciones, del enfoque estratégico y el
poder, de los procesos de toma de decisiones y la constitución subjetiva de la identidad en el marco
organizacional, nos preguntamos cuál es el conjunto de organizaciones e instituciones a través de las
cuáles se gestiona la materia que nos compete: la política pública de Seguridad. En principio debemos
mencionar que dichas instituciones y organizaciones se desarrollan en el marco de Sistemas, de los
cuales forman parte.
El Sistema de Seguridad Interior está integrado, en virtud de la Ley N°24.059, por el Presidente de
la Nación, los gobernadores y las policías provinciales de las provincias que adhieran a la referida Ley,
el Congreso Nacional, los ministros de Seguridad, de Defensa y de Justicia y Derechos Humanos,
la Policía Federal Argentina, la Policía de Seguridad Aeroportuaria, la Gendarmería Nacional y la
Prefectura Naval Argentina. Asimismo, la Ley crea el Consejo de Seguridad Interior.
El Ministerio de Seguridad de la Nación tiene bajo su dependencia orgánica y funcional a las cuatro
Fuerzas Policiales y de Seguridad nacionales (FFPPYSS). Por otro lado, y debido al carácter federal
del país, la responsabilidad de la seguridad está delegada en las provincias. Estas últimas son las que
cumplen a través de sus cuerpos policiales las tareas de prevención y policía de proximidad, a través de
los diversos Sistemas de Seguridad Provinciales. Sin embargo, para garantizar estándares mínimos y
equidad en la provisión de seguridad, independientemente de la jurisdicción de la que se trate, y asi-
mismo lograr una coordinación interagencial eficaz, el rol del Consejo de Seguridad Interior es clave.
El Consejo de Seguridad Interior es el ámbito de diálogo, acuerdo y articulación de la política entre el
Ministerio de Seguridad de la Nación, las 23 provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires con
el objetivo de garantizar presupuestos mínimos y estándares de seguridad para todos los habitantes
del país. Este espacio de intercambio permite establecer pautas comunes en relación a temáticas claves
de la seguridad como el diseño de protocoles de actuación, los requisitos para el ingreso y el perfil
para pertenecer a las fuerzas de seguridad, las currículas de formación policial, y temas de coyuntura
criminológica, entre otros.
El Consejo de Seguridad Interior está integrado por miembros permanentes y no permanentes.
Entre los miembros permanentes se encuentran el ministro de Seguridad, en calidad de presidente;
el ministro de Justicia y Derechos Humanos; el secretario de Programación para la Prevención de la
Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico; los titulares de las FFPPySS; cinco jefes de policía
de las provincias (quienes rotan anualmente). Los miembros no permanentes son los gobernadores
de provincia y los legisladores integrantes de las Comisiones Permanentes de Seguridad Interior de
ambas Cámaras del Congreso de la Nación que soliciten participar en las reuniones del Consejo; el
ministro de Defensa y el titular del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas.
El Ministerio de Seguridad de la Nación es quien promueve políticas federales de seguridad. Mediante
los Consejos de Seguridad Interior, la firma convenios, la asistencia territorial, los acuerdos interjuris-
diccionales y las articulaciones entre fuerzas de seguridad locales y federales, trabaja junto con las 23
provincias, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y sus respectivas policías.
En línea con esto, el Ministerio de Seguridad de la Nación cumple con las siguientes funciones:
• Actuar como órgano Ejecutivo del Consejo de Seguridad Interior y su Comité de Crisis
• Articular y coordinar políticas del Consejo de Seguridad Interior y las relaciones con los gobier-
nos provinciales y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
• Desarrollar e implementar políticas en el marco de los programas federales de seguridad.
• Asistir en la organización, despliegue y equipamiento de las fuerzas federales.
• Diseñar, junto a los gobiernos provinciales y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, procedi-
mientos para mejorar la calidad del desempeño policial y su evaluación.
• Supervisar la política de Gestión de Riesgo de Desastres y Protección Civil.
Como se mencionó, otro actor del Sistema de Seguridad Interior es el Congreso de la Nación. Este,
a través de la Comisión Bicameral de fiscalización de los órganos y actividades de seguridad interior,
tiene como función llevar adelante el control parlamentario de las actividades y órganos de seguridad
interior. La Comisión se compone de 16 miembros, ocho representantes de la Cámara de Senadores
y ocho de la Cámara de Diputados.
Por último, cabe mencionar al Comité de Crisis. Este se constituirá en el ámbito de Consejo de
Seguridad Interior cuando se considere necesario para el restablecimiento del orden en algún lugar del
país. El Comité ejercerá la conducción política y la supervisión operacional de los cuerpos policiales y
fuerzas de seguridad federales y provinciales. Se compondrá por el ministro de seguridad y el gober-
nador o los gobernadores de las provincias donde sucedan los hechos, y por los jefes de cada una de las
cuatro Fuerzas Federales. Asimismo, el Comité podrá solicitar apoyo logístico a las Fuerzas Armadas
a través del Ministerio de Defensa. Sin embargo, es dable destacar que la Ley N°24.059 le brinda al
Presidente la potestad de, en situaciones específicas y excepcionales, y previa declaración del estado de
sitio, la utilización de las Fuerzas Armadas para el restablecimiento de la seguridad interior.
En lo que respecta específicamente a las provincias, todas ellas han adherido a la Ley de Seguridad
Interior. En tal sentido conforman el Sistema de Seguridad Interior y forman parte del Consejo de
Seguridad Interior. En virtud de la Ley N°24.059, cada provincia creará un Consejo Provincial de
Complementación para la Seguridad Interior. El mismo constituirá un órgano coordinado por el
Tal y como se puede observar en el gráfico precedente, en los diversos niveles de gestión de la políti-
ca de seguridad existen instituciones policiales: cuerpos policiales y fuerzas de seguridad nacionales,
cuerpos policiales provinciales y el cuerpo policial de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que
dependen de los ministerios y/u organismos que llevan adelante las políticas del sector y que con-
forman el conjunto de hombres y mujeres con estado policial encargados de ejecutar a nivel táctico y
operativo gran parte de los programas, proyectos y políticas del sector.
Desde el punto de vista de la gestión de la política de seguridad en sus diversos niveles de gobierno
y sistemas de seguridad, las fuerzas policiales y de seguridad constituyen para los poderes ejecutivos
y las áreas de gestión de la seguridad una herramienta fundamental para la prevención y conjuración
del delito, tan importantes como los maestros en el marco de la gestión de la política educativa o los
profesionales de la salud para el caso de la política de salud.
Si bien la labor de los cuerpos y las fuerzas de seguridad resultan fundamentales para la prevención y
conjuración del delito, los poderes ejecutivos y los organismos de ejecución de la política de seguridad
en sus distintos niveles no pueden dejar de tener en cuenta una visión integral de gestión que implica
una respuesta integral al fenómeno delictivo, a través de la implementación de programas y proyectos
de prevención situacional, social y comunitaria del delito, así como también los programas y políticas
de rehabilitación, entre otros.
I.1.c. El Sistema de Justicia Criminal: Instituciones, relación con el delito y vinculación con labor policial.
La política de seguridad de los Poderes Ejecutivos en los diversos niveles de gobierno se relaciona muy
estrechamente con la política de justicia y el sistema de justicia criminal correspondiente a los Poderes
Judiciales de los distintos niveles de gobierno, sus instituciones y actores específicos.
A continuación, se presentan las instituciones y actores del Sistema de Justicia Criminal en el marco
del análisis de los componentes del castigo.
Fuente: Elaboración propia en base a CAF y los sistemas de Justicia Criminal de América Latina
En este caso, la labor policial se encuentra fuertemente vinculada a su rol de auxiliar de justicia y a las
tareas específicas de “arrestar” e “investigar”. Una labor eficiente del personal policial en el marco del
sistema de justicia criminal podría conducir al aumento de la probabilidad de arresto (por ejemplo,
para ciertos tipos de delitos), que es una medida utilizada en las comparaciones internacionales entre
los distintos cuerpos policiales como indicador de desempeño de la labor policial. Asimismo, un buen
trabajo investigativo por parte del personal policial en coordinación con los fiscales, aumentaría la
probabilidad de ser procesado/a, enjuiciado/a y condenado/a, una vez arrestado/a.
I.2.a. La Planificación estratégica como método y técnica de gestión.
I.2.b. El sistema integrado de diagnóstico, planificación, monitoreo y evaluación de la política de Seguridad
Ciudadana.
El diagnóstico es un proceso de reconocimiento y análisis de un evento para determinar su estado de
situación y tendencias con fuentes de información internas y externas. En otras palabras, implica la
identificación participativa de una problemática, de las causas que la originan y de las interrelaciones e
implicaciones o efectos. En la práctica se realiza mediante la recopilación y análisis de datos cuantita-
tivos y cualitativos de una determinada situación sobre la que se quiere operar o cambiar.
El monitoreo y la evaluación, por otro lado, pueden entenderse como parte de un proceso continuo por
el que las partes interesadas obtienen regularmente una retroalimentación sobre los avances que se han
hecho para alcanzar las metas y objetivos. Este proceso no se limita a la revisión de los avances en la
implementación de acciones y actividades, ni a la supervisión de los proyectos y el uso de los recursos
de la agencia; sino que incluye también la revisión de avances en relación al logro de los objetivos, la
supervisión de las estrategias y acciones emprendidas por terceros y la decisión de nuevas estrategias
para asegurar alcanzar los resultados más importantes.
Tanto el monitoreo como la evaluación proporcionan información para la toma de decisiones más
acertada. A su vez, mejoran el desempeño y ayudan a alcanzar los resultados planeados. Sin embargo,
I.2.c. Características y tipos de diagnóstico.
I.2.d. Relaciones entre el diagnóstico y la planificación.
Los diagnósticos permiten establecer las líneas base para la planificación estratégica de metas anuales
y plurianuales.
La línea base es el punto de partida, es decir aquello que indica desde dónde iniciamos, o en qué
situación nos encontramos en un primer lugar. Este estudio de las condiciones iniciales nos permitirá
pensar la situación a la que queremos llegar en el corto, mediano y largo plazo, es decir nuestras metas,
que formarán parte del proceso de planificación.
Gráfico 7. Conexión entre el diagnóstico y la planificación
I.2.e. Dimensiones de la planificación.
Para comprender el proceso de planificación es necesario conocer sus dimensiones principales. A con-
tinuación, se presenta un cuadro que las sintetiza:
Gráfico 8: Dimensiones de la planificación
I.2.f. Características del monitoreo.
El monitoreo es un proceso sistemático que implica recolectar, analizar y utilizar información para
hacer seguimiento al progreso de un programa en pos de la consecución de sus objetivos. Éste se reali-
za una vez comenzado el programa y continúa durante todo el período de implementación. Es posible
aplicarlo tanto a una actividad, un proyecto, un programa, una estrategia, una política, un tema, un
sector o una organización.
Gráfico 9. Período de implementación del monitoreo
I.2.g. Características de la evaluación.
Por su parte, la evaluación es la valoración rigurosa e independiente de actividades finalizadas o en curso para
determinar en qué medida se están logrando los objetivos estipulados y contribuyendo a la toma de decisiones.
La evaluación se concentra en los logros esperados y alcanzados, examinando la cadena de resultados (insu-
mos, actividades, productos, resultados e impactos). Al igual que el monitoreo, la evaluación también aplica a
una actividad, un proyecto, un programa, una estrategia, una política, un tema, un sector o una organización.
En relación a su implementación, la evaluación se centra en el análisis del impacto de un programa o
proyecto, una vez concluida su implementación.
Gráfico 10. Implementación de la evaluación.
UNIDAD 2
EL GOBIERNO POLÍTICO DE LA SEGURIDAD.
II.1.a. Sociedad, estado, políticas públicas y política de Seguridad Ciudadana.
Para definir y comprender en qué consiste una “política de seguridad” resulta conveniente partir de la
idea de que la misma constituye una política pública.
Las políticas públicas son instrumentos de intervención estatal desde los cuales se intenta dar reso-
lución a los conflictos sociales. Éstas no pueden ser comprendidas ni estudiadas prescindiendo de la
toma de posición de diversos actores. Antes bien, el proceso de políticas públicas refleja los distintos
intereses que se articulan y que influyen la toma de decisión3. En otras palabras y de manera sintética,
las políticas públicas, son las respuestas que el Estado ofrece para atender, encauzar e intentar resolver
conflictos y asuntos de interés de la sociedad4. No obstante, en la formulación e implementación de las
mismas intervienen diversos actores sociales.
En este punto es importante definir los conceptos de sociedad y Estado, para identificar el lugar de la
seguridad en este marco.
Una sociedad es un conjunto de personas, situadas en un espacio físico o territorio delimitado geo-
gráficamente, que se relacionan entre sí y que al hacerlo pueden generar conflictos producto de la
existencia de intereses y comportamientos divergentes5. El Estado moderno surge precisamente para
canalizar, regular y resolver estos conflictos, mediándolos, previniéndolos o reprimiéndolos6.
El Estado es una forma de organización social económica y política, que se materializa en su aparato
institucional, cuya principal función se encuentra dirigida a materializar el gobierno de la sociedad y
a la intervención en la arena social sobre cuestiones que no pueden ser resueltas dentro de la misma
y en tanto monopoliza la legítima autoridad, su participación es distintiva de la del resto de los acto-
res sociales. Su intervención se materializa al momento de que su toma de posición adopta forma de
política pública.
3
Cfr. OSZLAK, Oscar. “Políticas Públicas y Regímenes Políticos: Reflexiones a partir de algunas experiencias Latinoamericanas”, Documento de Estudio
CEDES, Vol. 3, No. 2, 1980, pp. 3.
4
Cfr. OSZLAK, Oscar. y O’DONNELL, Guillermo. “Estado y políticas estatales en América Latina: hacia una estrategia de investigación”, en Revista
venezolana de desarrollo administrativo, Nº 1, Caracas, 1982 y OSZLAK, O. y O’DONNELL, G., “Notas críticas para una teoría de la burocracia estatal”,
en OSZLAK, O. (comp.), Teoría de la burocracia estatal, Buenos Aires, Paidós, 1984.
5
Cfr. ABAL MEDINA, Juan Manuel y JAIME, Fernando. “Poder, actores e instituciones. Una introducción a la Ciencia Política”, Documento de Trabajo
para la Capacitación Pública Nº 1, Subsecretaría de la Gestión Pública, Jefatura de Gabinete de Ministros, Buenos Aires, 2007, pp.16.
6
Cfr. BOBBIO, Norberto. Estado, gobierno y sociedad. Por una teoría general de la política, Fondo de Cultura Económica, México, 2006.
Una de las funciones principales del Estado consiste en ser el garante de la seguridad de los ciudada-
nos. Dado el carácter de servicio público que reviste la seguridad, es deber de los gobiernos (poderes
ejecutivos) garantizarla, extendiéndola a toda la ciudadanía. Es menester que, en Estados democráti-
cos, seguridad, justicia y Estado de Derecho vayan de la mano.
En términos generales la noción de “seguridad” se vincula a la gestión de una determinada conflic-
tividad social que son los hechos de violencia o acciones delictivas, que vulneran o quebrantan los
derechos y libertades de las personas y el necesario imperio de la ley7. Tales problemáticas constituyen
el ámbito y objeto de la política de seguridad ciudadana. Por eso es importante comprender qué se
entiende por delito y qué por acción violenta.
El delito remite a una acción u omisión voluntaria o imprudente que supone el quebrantamiento de la
ley establecida8. Por su parte, la acción violenta implica el uso deliberado de la fuerza física o el poder,
ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona, un grupo o comunidad, que
cause o tenga muchas probabilidades de causar daños o privaciones que comprometan el bienestar de
las personas y/o de sus bienes9.
En un sentido más amplio, el concepto de seguridad se ha constituido en un problema complejo, que
tiene como telón de fondo múltiples causas y que requiere de respuestas reflexivas y deliberadas por
parte de los distintos actores involucrados.
En esta dirección, cundo se hace referencia a los distintos actores que intervienen en la problemática
de la seguridad se habla de que, junto al Estado, existen una multiplicidad de individuos o instituciones
dotados de voces, a las que se debe escuchar dando respuesta a sus inquietudes, entre los que se pueden
encontrar: las víctimas, los vecinos, las organizaciones de la sociedad civil, los investigadores, la policía,
las distintas agencias que componen el sistema penal, las instituciones que instrumentan los programas
de seguridad y el desarrollo social, educativo, cultural, etc.
Por otro lado, cuando se habla de políticas de seguridad, no solamente se circunscriben a la construc-
ción de estrategias capaces de prevenir y perseguir al delito no organizado o “de oportunidad”, sino que
incluyen a nivel del Ejecutivo Nacional las estrategias destinadas a perseguir los llamados “delitos complejos”,
término que hace referencia al delito profesional u organizado (trata de personas, proxenetismo, nar-
cotráfico, mercado de autopartes robadas, asaltos a banco y camiones que transportan caudales, piratas
del asfalto, etc.), así como también al denominado delito “de cuello blanco” (grandes evasiones fiscales,
doble contabilidad, invención de empresas fantasmas, lavado de dinero, etc.), y otros con características
particulares como la violencia de género o la que se registra en el fútbol, etc.
En este sentido, el delito y la violencia, fenómenos sobre los cuales se busca incidir mediante las políticas
públicas de seguridad, obedecen a causas diversas, involucran a múltiples actores y tienen diverso grado
de complejidad, lo que redunda en la necesidad de diseñar e implementar diversas estrategias y poner
en juego recursos diferenciados para el abordaje de las distintas situaciones que favorecen su ocurrencia.
7
Cfr. SAIN, Marcelo. El Leviatán Azul. Policía y política en la Argentina, Siglo Veintiuno Editores, Bs. As., 2008, pp. 65-75.
8
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Diccionario de la Lengua Española, Vigésima segunda edición, disponible en http://lema.rae.es/drae/?val=delito (con-
sultado 25/09/2012).
9
ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD, Informe mundial sobre la violencia y la salud: resumen., Washington, D.C., Organización Panamericana de
la Salud, Oficina Regional para las Américas de la Organización Mundial de la Salud, 2002, pp.4.
En el marco de las seis etapas ampliamente reconocidas por la bibliografía correspondiente al modelo
teórico secuencial de creación de políticas públicas, la política de seguridad ciudadana presenta parti-
cularidades en cada parte del proceso que la distinguen de otras políticas públicas.
Gráfico 11: Políticas públicas y política de seguridad ciudadana
II.1.c. Evolución del concepto de seguridad.
tinción) como objetivo central de las políticas. Así, los derechos humanos y la democracia constituyen el
marco de la seguridad ciudadana, las dos ideas fuerzas que organizan las tareas para gestionar las conflic-
tividades sociales. Es decir, la democracia y los derechos humanos fijan el límite al accionar del Estado, al
mismo tiempo que perfilan un nuevo horizonte para la administración de la seguridad.
De esta manera, cuando se habla de seguridad ciudadana democrática no se hace referencia exclu-
sivamente a la lucha contra la delincuencia o el mantenimiento del orden, sino a la creación de un
ambiente propicio y adecuado para la convivencia pacífica de las personas.
Por otra parte, a menudo se suele confundir “seguridad pública” y “seguridad ciudadana”, ya que ambos
conceptos12:
> comprenden la seguridad de las personas y los bienes,
> se encuentran definidas dentro de los márgenes de la soberanía de un Estado y en el marco de las leyes,
> pretenden crear las condiciones necesarias para que los individuos se encuentren libres de riesgos,
> proveen el respeto y resguardo de los derechos y garantías individuales,
> proveen el pleno funcionamiento de los poderes y órganos del Estado democrático.
Sin embargo, conviene advertir que existen diferencias entre estos conceptos, que se ven exaltadas
según el contexto en que son utilizados. En principio se advierte que la palabra pública hace mención
al conjunto de las acciones públicas, poniendo especial atención en el rol del Estado para proteger la
libertad de las personas (en contraposición de la palabra “privado”). En cambio, con la palabra ciuda-
dana se pone el énfasis en la corresponsabilidad entre ciudadanos y el Estado, sobre todo en el aspecto
de la participación.
Entonces, el concepto seguridad ciudadana se dirige en ese sentido a acentuar la cuestión de la ciuda-
danía como factor clave de la seguridad. Es importante conocer la diferencia entre ambos conceptos
de seguridad, ya que al hablar de seguridad ciudadana no estamos haciendo mención a la conservación
y restauración de un orden público, sino a la preservación de todos los ciudadanos, garantizando el
ejercicio de sus derechos y de su libertad.
En conclusión, la seguridad ciudadana prioriza la seguridad de las personas, destinatarias de las políti-
cas de seguridad, pero también les asigna a los ciudadanos un rol clave como protagonistas del diseño,
planificación e instrumentación de la misma.
II.1.d. Transformaciones en el gobierno de la seguridad.
Siguiendo a Binder13, las propuestas surgidas para abordar la problemática de la seguridad pueden ser
sintetizadas en dos modelos, opuestos entre sí.
12
Cfr. MINISTERIO DE SEGURIDAD: Seguridad y derechos Humanos: Herramientas para la reflexión de la seguridad ciudadana y democrática, Buenos
Aires, 2011, pp. 47.
13
BINDER, Alberto. “El control de la criminalidad en una sociedad democrática. Ideas para una discusión conceptual”, en KESSLER, Gabriel (comp.).
Seguridad y ciudadanía. Nuevos paradigmas y políticas públicas, Edhasa, Buenos Aires, 2009, pp. 25-52.
14
Entendemos como “paradigmas” a los diversos modos de explicar un problema, en una época determinada. El modo en que miramos el conflicto y
las formas de explicación de las intervenciones, pueden referir en forma explícita a una concepción, o pueden no reconocer ninguna y contener implí-
citamente la teoría (aún en los casos de máxima improvisación, la no existencia de fundamentos es en sí misma un modo de pensar los problemas).
II.2.a. La política de Seguridad Ciudadana Democrática.
En términos generales, la política de seguridad está orientada a prevenir, conjurar y resolver las men-
cionadas situaciones de conflicto. Sin embargo, tal como sucede con todas las políticas públicas, no
todas las situaciones conflictivas descriptas anteriormente se convierten en objeto de la política de
seguridad, sino sólo aquellas que son identificadas e incorporadas en la agenda de gobierno, es decir
las que son “problematizadas”.
Ahora bien, se debe tener en cuenta que las situaciones conflictivas que son problematizadas pueden
ser de muy diversa naturaleza (homicidios, abusos sexuales, hurto de viviendas, robo de vehículos,
violencia doméstica, etc.), de acuerdo, entre otros factores, al lugar, los actores y el contexto social y
político. Durante mucho tiempo se pensó que la policía podía hacer frente, por sí sola, a todas esas
problemáticas. Como veremos más adelante, generalmente el Estado delegaba, de hecho, la política
de seguridad en las policías. Esto trajo como consecuencia que, muchas veces, en lugar de resolver los
problemas del delito y la violencia, el hecho de privilegiar la actuación del sistema punitivo por sobre
cualquier otra estrategia, terminara agravándolos.
No obstante, en el marco de una política de seguridad ciudadana democrática, es indispensable que
múltiples agencias especializadas aborden, mediante intervenciones específicas, las diversas causas y
manifestaciones que pueden tener el delito y la violencia. Desde esta perspectiva, los cuerpos policiales
representan tan sólo una –aunque importante- y no ya la única agencia cuya intervención se requie-
re. Asimismo, además de reconocerles un rol relevante a “nuevos” actores del Estado – tales como las
agencias encargadas de las políticas de educación, deporte, salud y desarrollo social-, las políticas de
seguridad ciudadana democrática requieren de la participación de las instituciones de la sociedad civil,
las organizaciones sociales y también académicas que están asumiendo desde hace unos años un rol
protagónico en referencia a la seguridad ciudadana.
Sin embargo, tal como indica Jock Young15, es necesario advertir que muchas veces la proliferación de
agencias que abordan una misma temática genera el problema de la falta de coordinación y articula-
ción, e incluso a veces da lugar a intervenciones con lógicas contrapuestas que se obstruyen mutua-
mente. Así, si bien el Estado es el actor primordial y de mayor peso en la tarea de garantizar la segu-
ridad ciudadana, la pluralización de actores que hemos mencionado exige del aparato estatal nuevos
modelos de gestión de la seguridad y la prevención del delito y la violencia. Los mismos deben reasig-
nar funciones, optimizando la efectividad de las intervenciones.
Por otra parte, en una sociedad democrática, la construcción y diseño de una política de seguridad
ciudadana debe estar guiada por los estándares internacionales de Derechos Humanos. Los mismos se
encuentran constituidos por el marco jurídico del Derecho Internacional y por los pronunciamientos
Cfr. YOUNG, Jock. “Repensando el rol del Estado en la prevención del delito”, en Revista Cuadernos de Seguridad, Nº 9, 04/2009, Consejo de Seguri-
15
II.2.b. La seguridad como garantía para el ejercicio de otros derechos.
Se entiende por democracia a aquel régimen político caracterizado por la celebración de eleccio-
nes razonablemente competitivas, libres, igualitarias, decisivas, inclusivas e institucionalizadas para
acceder a los cargos de gobierno más importantes17. Asimismo, según lo planteado por Guillermo
O’Donnell, para el funcionamiento de la democracia es necesario que existan, además de las eleccio-
nes, ciertas condiciones adyacentes o libertades concomitantes. Algunas son básicas, como la libertad
de expresión, de información y de asociación. Pero también hay otras que son difíciles de determinar
a priori, porque varían con el tiempo y el espacio.
En este sentido, a lo largo de la historia, el concepto de “seguridad” no siempre tuvo la misma conno-
tación. Es decir, no siempre estuvo asociado a los mismos problemas, los mismos protagonistas y las
mismas agencias del Estado, a cargo de atender esta cuestión.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos destaca que en el orden jurídico internacional de
los Derechos Humanos no se encuentra consagrado expresamente el derecho a la seguridad frente al
delito o a la violencia interpersonal o social. Sin embargo, puede entenderse que ese derecho surge de
la obligación del Estado de garantizar la seguridad de la persona, en los términos del artículo 3 de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y
a la seguridad de su persona”; del artículo 1 de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del
Hombre: “Todo ser humano tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”; del artículo
7 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos: “Toda persona tiene el derecho a la libertad y a
la seguridad personales”; y del artículo 9 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos: “Todo
16
Cfr. COMISIÓN INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS. Informe sobre Seguridad Ciudadana y Derechos Humanos, 31 de diciembre de 2009,
pp. 21-27.
17
O’DONNELL, Guillermo. Democracia, agencia y estado. Teoría con intención comparativa, Prometeo, Buenos Aires, 2010, p. 17-19.
individuo tiene derecho a la libertad y a la seguridad personales”. No obstante, la Comisión considera que
la base de las obligaciones exigibles al Estado se encuentra en un plexo normativo que exige la garantía
de derechos particularmente afectados por conductas violentas o delictivas, cuya prevención y control
es el objetivo de las políticas sobre seguridad ciudadana. Concretamente, este cúmulo de derechos está
integrado por el derecho a la vida; el derecho a la integridad física; el derecho a la libertad; el derecho
a las garantías procesales y el derecho al uso pacífico de los bienes, sin perjuicio de otros derechos que
serán objeto de análisis específico en el cuerpo de este informe.
Así, para la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en el marco de esta vinculación per-
manente entre seguridad de las personas y convivencia democrática, la comisión de delitos es sola-
mente una de las tantas formas de violencia que en la actualidad afectan a las personas que viven en
la región (en concreto, el delito hace referencia solamente a las formas de violencia tipificadas en los
ordenamientos jurídicos-penales), lo que obliga a un abordaje integral de la problemática en estudio,
de la que se deriven acciones de prevención y control de diferente naturaleza, y que involucren, en su
ejecución, también a diferentes actores del sector público y de la sociedad civil18.
II.2.c. Componentes de la política de Seguridad Ciudadana Democrática.
Como indica Marcelo Saín19, toda política de seguridad debe contar con al menos dos componentes
esenciales: un diagnóstico integral de la situación de seguridad y un conjunto de estrategias definidas
en función del mencionado diagnóstico para abordar las problemáticas identificadas.
El diagnóstico integral consiste en la elaboración de un estado de situación que refleje, por un lado, las
acciones de violencia, conflictos y delitos que existen en un determinado tiempo y espacio territorial
(diagnóstico situacional) y que necesitan ser atendidas; y por el otro, debe reconocer y describir las for-
talezas y debilidades que presenta el sistema institucional de seguridad ciudadana vigente para hacer
frente a tales problemáticas (diagnóstico institucional).
En este marco, el diagnóstico de una política pública de seguridad ciudadana democrática debe abar-
car lo que fue denominado por Jock Young como una “aproximación al delito socialmente inclusiva”20.
La misma tiene como punto de partida considerar a los ciudadanos y a los organismos de la sociedad
civil como una parte clave de la formulación de la política de seguridad ciudadana. Por un lado, deben
tener una función de evaluación de la actuación de las agencias que abordan la problemática del delito
en las zonas a las que pertenecen. Asimismo, se deben tener en cuenta las prioridades de esas comuni-
dades respecto de la prevención del delito. En muchas situaciones, los ciudadanos son los que mayor
información poseen acerca de la situación del delito en su comunidad de pertenencia. Por tal motivo,
el público no es solamente el receptor de la política de seguridad sino que se convierte en uno de los
principales apoyos para su diagnóstico.
18
Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH); Informe sobre seguridad ciudadana y Derechos Humanos, OEA/Ser.L/V/II. Doc. 57, 31
diciembre 2009.
19
Cfr. SAIN, Marcelo. El Leviatán Azul. Policía y política en la Argentina, Siglo Veintiuno Editores, Bs. As., 2008, pp. 65-75.
20
Cfr. YOUNG, Jock. “Repensando el rol del Estado en la prevención del delito”, en Revista Cuadernos de Seguridad, Nº 9, 04/2009, Consejo de Seguri-
dad Interior, Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos.
Cfr. COMISIÓN INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS. Informe sobre Seguridad Ciudadana y Derechos Humanos, 31 de diciembre de 2009,
21
pp. 23-25.
penal y del sistema punitivo, así como el de la utilización intensiva de los recursos policiales eran el
método excluyente para lograr controlar el delito y la violencia22.
En conclusión, el diagnóstico integral y la estrategia institucional constituyen la base conceptual de la
política de seguridad, sobre la que se deben planificar y desarrollar estrategias focalizadas y eficientes
de prevención y control del delito y la violencia. Estas estrategias, a su vez, deben tener en cuenta la
participación de los más diversos actores (que incluyen al Estado, pero también lo trascienden) y estar
diseñadas en base estándares y principios internacionales de respeto a los Derechos Humanos.
II.2.d. El Sistema de Seguridad Ciudadana y su gobierno político.
22
Cfr. YOUNG, Jock. “Repensando el rol del Estado en la prevención del delito”, en Revista Cuadernos de Seguridad, Nº 9, 04/2009, Consejo de Seguri-
dad Interior, Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos, 101.
23
Cfr. BINDER, Alberto. “Criminalidad y política de seguridad en el contexto de la democratización de la sociedad”, pp. 6. Disponible en: http://www.
lozavalos.com.pe/alertainformativa/index.php?mod=documento&com=documento&id=2823.
24
Los componentes del sistema de seguridad ciudadana son desarrollados en base a lo expuesto por Alberto Binder en “Criminalidad y política de
seguridad en el contexto de la democratización de la sociedad”, Op. Cit., pp. 11-19.
El gobierno político de la seguridad implica conducir y coordinar todos estos subsistemas. En otras
palabras, supone la conducción estratégica de25:
• La producción y análisis de información sobre el delito;
• Las políticas de administración del personal;
• Los sistemas de formación y capacitación;
• La administración de recursos;
• El ejercicio permanente de control sobre el desempeño operativo de las fuerzas policiales y de seguridad;
• La definición de las políticas de prevención; y
• El establecimiento de canales de diálogo con la comunidad.
Cfr. MINISTERIO DE SEGURIDAD, El Modelo Argentino de Seguridad Democrática, Buenos Aires, 2011, pp. 29.
25
II.3.a. El dilema del gestor de la seguridad.
En esta sección les proponemos un ejercicio de posicionamiento respecto de los actores encargados
de gestionar los organismos e instituciones de seguridad ciudadana en sus niveles más estratégicos. Es
hora de ponernos en sus zapatos. En la práctica cotidiana, específicamente para la gestión de la segu-
ridad ciudadana, estos actores se enfrentan continuamente a un dilema crucial.
Un dilema implica lidiar con una situación difícil en la que existen distintas posibilidades de actuación.
En el caso que nos ocupa, este dilema lo denominaremos “el dilema del gestor de la seguridad” y se sus-
tenta sobre la base de que estos actores deben lidiar simultáneamente con la existencia de dos tipos de
causas que producen fenómenos delictivos y violencia en la sociedad: por un lado, deben dar respuesta
a las causas inmediatas, y por el otro, a las causas mediatas del fenómeno delictivo.
Cada una de estas causas implican soluciones distintas. En el caso de las inmediatas, involucran una
respuesta instantánea a cuestiones urgentes y coyunturales del fenómeno delictivo, por ejemplo, dar
respuesta a una llamada al 911. En su vasta mayoría las causas inmediatas del fenómeno delictivo se
abordan desde la operación y labor policial. Por la propia dinámica del fenómeno delictivo, estas causas
ocupan la mayor parte del tiempo de gestión de los actores involucrados en los organismos e institu-
ciones de la seguridad ciudadana.
En el caso de las causas mediatas, involucran una respuesta de mediano y largo plazo por parte de estos
actores, que priorice la atención en las causas estructurales y estructurantes del fenómeno delictivo
(desigualdad económica, educativa, social, habitacional, etc.). En su vasta mayoría las causas mediatas
del fenómeno delictivo y las violencias se abordan desde la multiagencialidad de agentes estatales y
ocupan la menor proporción de las agendas de estos actores, que, invadidos por las cuestiones coyuntu-
rales del fenómeno delictivo, no pueden gestionar en la práctica más allá del horizonte del corto plazo.
Además de este dilema, es importante recordar que el gestor de la seguridad cuenta con recursos que
son limitados o escasos, lo que lo obliga también a priorizar entre las respuestas mediatas e inmediatas
de la problemática.
Como resultado, la solución más frecuente al “dilema del gestor de la seguridad” es una marcada ten-
dencia de estos actores a atender en mucho mayor medida a las cuestiones urgentes del fenómeno
delictivo, brindando soluciones efectistas tendientes a mitigar los síntomas del fenómeno delictivo y
las violencias sin abordar (o abordando en mucho menor medida) las causas estructurales y estructu-
rantes de la enfermedad.
II.3.b. La visión del ciudadano.
Es hora de cambiarnos los zapatos. En esta sección les proponemos otro ejercicio de posicionamiento,
en este caso respecto de los ciudadanos. Ellos son los actores objetos y objetivos de las políticas de los
organismos e instituciones de seguridad ciudadana, entendidos como la población destinataria de las
políticas del sector.
Ante todo, cabe destacarse que los ciudadanos se encuentran atravesados por problemáticas con-
currentes y simultáneas, que los gobiernos abordan en forma departamentalizada por Ministerios,
organismo o institución. En este sentido los ciudadanos se encuentran expuestos a 3 planos que los
atraviesan en distintos niveles. Un buen ejercicio de posicionamiento consiste en analizar estos tres
planos en relación a la problemática del delito y las violencias.
En un primer plano, que se encuentra a nivel personal, el ciudadano se puede configurar tanto en víc-
tima como victimario del fenómeno delictivo y las violencias. En esta dimensión se hace hincapié en la
propensión criminógena, es decir, en aquellos factores individuales del tipo biológicos y psicológicos
(ser hombre, mujer, joven, adulto mayor, niño, composiciones familiares, entre otras) que generan una
inclinación de la persona a cometer un delito o acto de violencia. De gran parte del estudio de estos
factores se ocupó la criminología clásica y la teoría positivista de la criminología, que ponían el foco
en el individuo como un ser racional y maximizador de beneficios. En la actualidad, este plano, incluye
versiones más actuales que la criminología clásica, tales como las teorías del comportamiento social y
antisocial, así como también las neurociencias y sus avances desde la medicina en la relación al estudio
de la corteza cerebral y los comportamientos sociales.
En un segundo plano, que se encuentra a nivel externo, los ciudadanos se ven atravesados por el medio
en el que el fenómeno delictivo y las violencias tienen ocurrencia. En esta dimensión se hace hincapié
en la exposición criminógena que presentan los individuos, es decir, en las características del contexto
inmediato en el que se encuentra la víctima o el victimario. En este nivel es posible encontrar diversas
teorías que intentaron dar cuenta de las características de estos contextos y la influencia que ejercen
sobre los individuos. Entre ellas, se puede mencionar a la teoría de las ventanas rotas, las de desorga-
nización social, así como también otras más actuales vinculadas a la criminología del micro-espacio, la
teoría de los patrones criminales y la de las actividades rutinarias.
Finalmente, el ciudadano es atravesado por un nivel marco o macro social que impone reglas de base
y da sentido a los planos del medio-contextual y personal-individual. En este nivel se encuentran las
desigualdades estructurales entre los ciudadanos en una determinada cultura, tiempo y espacio. Las
características de este nivel fueron principalmente explicadas y abordadas por las teorías sociológicas,
tales como la marxista, anomia, control social, presión social, segregación, entre otras, retomadas asi-
mismo por la criminología crítica.
Gráfico 13. La visión del ciudadano y la seguridad
El desafío consiste en que estas esferas no son excluyentes entre sí. Es más, las personas se encuentran
atravesadas por niveles y problemas simultáneos y concurrentes en cada una de las esferas y es necesa-
rio contemplar todos ellos para lograr diseñar e implementar soluciones de políticas de seguridad que
sean integrales y efectivas tanto a corto, mediano como a largo plazo.
II.3.c. El ejercicio de la planificación estratégica por el gobierno político de la seguridad.
¿Cómo podemos entonces abordar el complejo fenómeno de la seguridad si los gestores se encuentran
tan presionados por la coyuntura delictual inmediata y los ciudadanos atravesados por una gran can-
tidad de problemáticas vinculadas a esta cuestión? Para ello se han desarrollado a lo largo de los años
Gráfico 14. La planificación estratégica de la seguridad como herramienta del gobierno político
II.4.a. Las instituciones y actores del Ministerio de Seguridad de la Nación: Estructura, Secretarías y áreas prin-
cipales, actores gubernamentales, Fuerzas Policiales y de Seguridad Nacionales que le dependen (Policía Federal
Argentina, Policía de Seguridad Aeroportuaria, Gendarmería Nacional Argentina, Prefectura Naval Argentina).26
En el marco de la Ley de Seguridad Interior N°24.059, el presidente de la Nación delega en el
Ministerio de Seguridad la conducción política del esfuerzo nacional de policía. Esto implica tanto
la administración de las cuatro Fuerzas federales (la Policía Federal Argentina, la Policía de Seguridad
Aeroportuaria, la Gendarmería Nacional y la Prefectura Naval), como así también la coordinación con
el accionar de las policías provinciales a través del Consejo de Seguridad Interior. Asimismo, la Ley
establece que el Ministerio de Seguridad de la Nación tiene las siguientes atribuciones:
> 1. Formular las políticas correspondientes al ámbito de la seguridad interior, y elaborar la doctrina
y planes y conducir las acciones tendientes a garantizar un adecuado nivel de seguridad interior,
con el asesoramiento del Consejo de Seguridad Interior.
> 2. Dirigir y coordinar la actividad de los órganos de información e inteligencia de la Policía Federal
Argentina y de la Policía de Seguridad Aeroportuaria; como también de los pertenecientes a
Gendarmería Nacional y Prefectura Naval Argentina, en estos últimos casos exclusivamente a los
efectos concernientes a la seguridad interior. (Punto sustituido por art. 93 de la Ley de Seguridad
Aeroportuaria N°26.102 B.O. 22/6/2006).
Aportes Lic. Facundo Ciampagna Molina.
26
Gráfico 16. Organigrama del Ministerio de Seguridad de la Provincia de Mendoza año 2021
Fuente: https://www.mendoza.gov.ar/seguridad/dependencias/organigrama/
Fuente: http://www.policia.mseg.gba.gov.ar/organigrama.html
II.4.c. La gestión de la Seguridad Ciudadana a nivel local en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El Ministe-
rio de Justicia y Seguridad y sus áreas de seguridad, justicia y emergencias, actores gubernamentales, cuerpos
y agentes que le dependen (cuerpo de Bomberos de la Ciudad, Policía de la Ciudad, Agentes de Prevención y
Agentes de Tránsito)
La Ciudad Autónoma de Buenos Aires, al igual que las provincias del país, cuenta con su propio sis-
tema de seguridad pública, en este caso establecido en la Ley N°5.688, y con su propio cuerpo policial:
La Policía de la Ciudad de Buenos Aires.
La gestión de la política de seguridad se lleva adelante a través del Ministerio de Justicia y Seguridad
de la C.A.B.A. que presenta las áreas que se detallan a continuación para la gestión y ejecución de las
políticas del sector:
Fuente: https://www.buenosaires.gob.ar/organigrama/min_jus_seguridad.php?menu_id=18263
tores de cada unidad. Existen Subsecretarías diferenciadas para la gestión de las áreas de: Justicia,
Emergencias, Seguridad Ciudadana y Seguridad Comunal.
Además de las mencionadas áreas, del ministerio depende el cuerpo de Policía de la Ciudad, el cuerpo
de Bomberos de la Ciudad, los Agentes de Prevención y un conjunto de Agentes de Tránsito.
Dirección Autónoma Dirección Autónoma Dirección Autónoma Dirección Autónoma Dirección Autónoma
de TECNOLOGÍAS de PROTECCIÓN Y de ANÁLISIS E de SECRETARÍA de CONTROL DEL
APLICADAS A LA SEGURIDAD INFORMACIÓN DESEMPEÑO
GENERAL
SEGURIDAD GUBERNAMENTAL DELICTUAL PROFESIONAL
Departamento
Departamento
ASESORÍA LEGAL
AVIACIÓN POLICIAL
POLICIAL
■ Agentes de Prevención.
El Cuerpo de Agentes de Prevención fue creado en 2017 y actualmente forma parte del Sistema de
Seguridad Pública. Depende del Secretario de Seguridad a través de una Subsecretaría específica, y
está integrado por personal civil, fácilmente reconocible por sus uniformes celestes y negros. En sus
comienzos, cumplían funciones vinculadas en forma directa a los senderos escolares.
En la actualidad, los Agentes de Prevención de la Ciudad conforman un cuerpo pensado para que los
vecinos transiten la Ciudad cada vez más seguros y tiene como función asistir en el espacio público a
cada vecino que lo necesite, desde estudiantes hasta turistas y desde adultos mayores hasta personas
que salen de la cancha.
Los agentes se desplazan a pie, no portan armas, están atentos a las necesidades de los vecinos y muchas
veces actúan como el vínculo entre la comunidad y la fuerza policial. Fomentan las normas de conviven-
cia; ofrecen orientación sobre prevención y orden público; relevan problemas, riesgos y dan aviso al área
que corresponda, como la Policía de la Ciudad, el SAME, Bomberos de la Ciudad o Defensa Civil.
Durante la pandemia, las funciones originales de los Agentes de Prevención se vieron modificadas. En
la actualidad, los Agentes de Prevención se ocupan de cuestiones tales como:
• Concientización sobre prevención del Covid-19, distancia social y uso de cubrebocas en esquinas
y en calles con recorridos peatonales habilitados temporalmente.
• Orden público en filas de escuelas públicas durante las entregas de viandas familiares.
• Contención en los hoteles con huéspedes en cuarentena y pacientes leves de Covid-19.
• En equipo con Policía de la Ciudad, controles vehiculares y peatonales en los accesos a CABA.
II.4.d. La gestión de la seguridad ciudadana y la coordinación de agentes del orden público a nivel local.
Debido a que la gestión de las violencias, conflictividades y problemas entre vecinos que producen
malestar pero que muchas veces no llegan a configurarse como delitos propiamente no se pueden
resolver con una estrategia y respuesta netamente policial, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
El programa incluye asimismo una “Certificación de Agentes en Calle” como una instancia de capaci-
tación obligatoria del conjunto de agentes en calle brindada por el Instituto Superior de Seguridad
Pública, en la cual se capacita en la coordinación y actuación conjunta en el territorio y las prioridades
de cada agente frente a distintas faltas, contravenciones y normas de conducta según su especificidad
como cuerpo. La capacitación conjunta de agentes facilita a su vez el conocimiento, intercambio y
construcción de redes interpersonales entre los distintos agentes, cuestión que repercute en la práctica
una labor territorial coordinada en calle.
III.1.a. Aspectos sociológicos y organizacionales de la institución policial.
La policía es un cuerpo del Estado que posee una gran complejidad, ya sea en lo que se refiere a su
organización interna como a las funciones que tiene asignadas. De hecho, existen muchas opiniones
encontradas acerca de qué tiene que hacer la policía y cómo debe hacerlo. Por tal motivo, la conducción
efectiva de las organizaciones policiales, en el marco de la política de seguridad, exige a las autoridades
políticas que comprendan y trabajen las diferentes alternativas de organización del cuerpo policial.
Resulta conveniente comenzar por distinguir los diferentes significados de la labor o de la función
policial. Al respecto, pueden encontrarse tres formas muy diferentes de describir la actividad policial,
según se trate de: i) lo que se le asigna hacer a la policía, ii) las situaciones en las cuales se ve involu-
crada, o iii) las medidas tomadas al lidiar con las diversas situaciones.
Al hacer referencia al primer punto, las asignaciones, se habla de la descripción de las actividades que realiza
el personal: patrullar, investigar, dirigir el tránsito, asesorar y administrar, entre otras. En segundo lugar, en
relación a las situaciones en las cuales se ve involucrada la policía, es posible distinguir entre, por ejemplo:
delitos en que atrapan al delincuente in fraganti, disputas domésticas, búsqueda de personas perdidas, acci-
dentes automovilísticos, ingresos ilegales a moradas, disturbios públicos, muertes traumáticas, etc. Por últi-
mo, las medidas que refieren al trabajo policial en función de las acciones concretas que la policía toma en
cada situación, como por ejemplo las detenciones, denuncias, advertencias, prestación de primeros auxilios,
asesoramiento, mediación, interrupción, amenaza, citación, entre muchas otras.
Luego de realizar esta distinción, es posible argumentar que las asignaciones, las situaciones y las
medidas son tres formas diferentes de observar y analizar lo que hace la policía, aunque se influencian
mucho entre sí: la estructura de las asignaciones afecta a los tipos de situaciones en las que la policía se
ve involucrada; las situaciones influyen en las diversas medidas a emplear por parte de los efectivos poli-
ciales; y, a su vez, las situaciones ayudan a determinar las asignaciones formales dentro de la policía28.
Teniendo en cuenta lo anterior, es muy importante destacar que durante el último siglo se registra-
ron cambios en las asignaciones de los cuerpos policiales, lo que tuvo su origen en varios factores: el
Cfr. BAYLEY, David; Modelos de actividad policial. Un análisis comparativo internacional, Prometeo Libros, Buenos Aires, 2010. Capítulo 3 “La estruc-
28
tura de la actividad policial”, capítulo 5 “El trabajo de la policía” y Capítulo 8 “La policía en la vida política”, pp. 137.
la confianza ciudadana ( Jackson, y Sunshine, 2007). La policía es más receptiva a recibir sugerencias
externas sobre sus objetivos y sus prioridades, incluyendo la consulta a entidades civiles, como los
vecindarios o las asociaciones, para conocer la realidad social y determinar sus problemas37.
Ambos tipos de conceptualización de la función policial se han ido articulando a través de diferentes
modelos de organizaciones de policía en relación a su orientación hacia la comunidad. Los modelos
de relación de la policía con la sociedad, se basan en su concepción del orden, su estilo de trabajo, y, en
definitiva, al tipo de cultura organizacional que exhiben (Skolnick, 1966)38.
En los apartados subsiguientes se presentarán estos diversos modelos de organización a través de las
4 teorías clásicas: Modelo tradicional de Policía, Modelo de Puntos Calientes (Hot Spot policing),
Modelo de Policía Comunitaria y Modelo de Policía Orientada a Problemas (POP). Asimismo, se
describirán las tácticas policiales asociadas a cada modelo policial y se analizará su efectividad.
III.1.b. Aspectos conceptuales referidos a los modelos de organización y tácticas policiales.
Ante todo, resulta importante aclarar que: 1. los modelos policiales que aquí se presentan tuvieron un
desarrollo histórico y presentaron hegemonía en distintos momentos, sociedades, culturas y lugares;
2. si bien se pueden diferenciar los modelos en términos teóricos, también comparten entre sí muchos
elementos en común; y 3. su aplicación en la práctica nunca se dio de manera “pura”.
Una primera diferenciación general básica referida al formato de organización policial, es la vinculada
a los enfoques centralizados y descentralizados.
Una estructura policial con enfoque centralizado implica una concentración del mando policial en un
centro superior de control. Bajo el “Jefe de Policía” como único órgano de decisión, la estructura centra-
liza la conducción administrativa, estratégica y operativa. Una institución policial unificada se ocupa
de todo un territorio específico en el que desarrolla la totalidad de sus tareas. Así, la labor policial se
encuentra igualada para todas las dependencias y no se diferencia según las condiciones específicas de
trabajo o de la geografía. Desde el punto de vista operativo, el modelo centralizado implica que una sola
institución policial realiza los trabajos de prevención, disuasión e investigación dentro de una misma
jurisdicción (Bayley, 2010). En esta concepción se ubica el denominado Modelo Tradicional de Policía.
Una forma más actual de organizar el trabajo policial es la descentralizada, donde existen divisiones
funcionales y territoriales que se reparten en organizaciones distintas. Este enfoque permite una mayor
especialización entre policías preventivas y de investigación, una mayor proximidad con las necesida-
des de las comunidades y una planificación de las tareas mucho más cercana a la vida local, con formas
participativas de identificación de las necesidades y el control (Binder, 2012). En los modelos des-
centralizados, las dependencias inferiores de las instituciones policiales tienen mayor autonomía para
planificar e implementar las actividades y operaciones tácticas, aunque siguen teniendo dependencia
funcional de los niveles superiores de la estructura policial. Asimismo, se han creado Ministerios o
Alfredo Pacheco Torralva (2015), pág. 124-125.
37
El tercer elemento de este modelo implicó la configuración de una estructura policial centralizada y
militarizada. Siendo parte integrante del Estado Nacional y de los estados provinciales, las policías se
fueron configurando históricamente como instituciones con un fuerte sesgo militarizado y orientadas
al mantenimiento del orden estatal. Finalmente, las policías se organizaron sobre la base de la unicidad
funcional y profesional, es decir no se estructuraron teniendo en cuenta las diferencias profesionales,
organizativas y funcionales que suponen los diferentes tipos de actividad policial, tales como la segu-
ridad preventiva o la investigación criminal.
Este proceso se acentuó en el contexto caracterizado por la aparición y difusión de parámetros técni-
cos-doctrinales y operacionales de la denominada “Doctrina de la Seguridad Nacional” y especialmen-
te durante la última dictadura militar (1976-1983). En un contexto de preeminencia política de las
Fuerzas Armadas, se fue configurando un sistema de seguridad interno en el que las fuerzas policiales se
subordinaron operativamente a las directrices dispuestas desde las cúpulas militares y, en este contexto,
se vieron involucradas en la represión ilegal de actividades políticas armadas, violaciones de los derechos
humanos y delitos de lesa humanidad. El funcionamiento administrativo, la conducción y el despliegue
operativo de las Fuerzas Policiales adquirieron así un diseño similar al de las Fuerzas Armadas cuando,
en efecto, las misiones y responsabilidades que tenían que cumplir eran muy diferentes.
Finalmente, en lo que se refiere a su forma de actuación, las policías del modelo tradicional adquirieron
un perfil marcadamente reactivo y represivo. En realidad, se constituyeron en instrumentos institucio-
nales de poder de los gobiernos de turno, actuando como dispositivos de control político y/o discipli-
namiento social antes que como instituciones o herramientas de protección ciudadana42.
En lo que respecta a su actuación contra el crimen, en lugar de evitar y prevenir los delitos, el foco del
trabajo consistió en perseguir a los criminales una vez que hubieren cometido actos ilícitos. Lo central era
la represión del delito, antes que su prevención. Asimismo, este modelo tradicional está asociado al uso
excesivo y arbitrario no sólo de la fuerza sino también de sus facultades (por ejemplo, de la facultad de
detención), el distanciamiento de la institución policial con la comunidad, el establecimiento de ciertas
redes de corrupción institucionalizada y la articulación de pactos delegativos con autoridades políticas.
En líneas generales, éstas eran las características que tenían las Fuerzas Policiales argentinas a princi-
pios de la década de los años ochenta. El retorno de la democracia no implicó un abandono automá-
tico de los patrones tradicionales de funcionamiento. Por el contrario, la problemática del delito y del
control de las instituciones policiales fue relegada en la agenda de los nuevos gobiernos democráticos,
debido a que la preocupación principal se centró en el proceso de subordinación y revisión del accionar
de las Fuerzas Armadas durante la última dictadura.
En este contexto, los gobiernos democráticos que se sucedieron luego de 1983 mantuvieron el modelo
tradicional de abordaje de la seguridad, con su correspondiente correlato en la organización del mode-
lo policial. En Argentina, aunque muchos sectores de la sociedad reclamaban un cambio y se hablaba
de la “reforma policial”, durante los años ochenta y noventa se mantuvo el esquema de organización
policial heredado de los períodos anteriores.
Cfr. SAIN, Marcelo. La Reforma Policial en América Latina. Una mirada crítica desde el progresismo, Prometeo Libros, Buenos Aires, 2010, pp. 29.
42
Policing). Como su nombre lo indica, se focaliza en la solución de los problemas cotidianos que surgen
en una jurisdicción determinada. Para lograr tal objetivo, esta estrategia postula premisas fundamen-
tales: acercamiento con la población objetivo del trabajo policial, desarrollo de capacidades de gestión
policial -reunión y sistematización de la información criminal, diseño de estrategias de intervención
policial focalizada y evaluación de la actividad operacional-, y mayor capacidad para la toma de deci-
siones de los rangos medios (lo que hemos denominado descentralización).
Como se puede apreciar, los modelos tienen muchos elementos en común. De hecho, cuando han
sido aplicados, nunca se dieron de manera “pura”. La característica principal de los últimos enfoques
presentados es la descentralización, pero cada uno privilegia una parte específica del trabajo policial a
la hora de diseñar el despliegue operativo.
Los nuevos enfoques descentralizados presentan ventajas y han dado resultados satisfactorios, entre
los que se destacan: la disminución de ciertos delitos y de la percepción de inseguridad; una mayor
visibilidad de la policía; el establecimiento de contactos más ricos y prometedores de sus miembros
con la comunidad; una mejor imagen de esta institución ante la ciudadanía; y un mayor grado de satis-
facción de ésta con respecto a los servicios prestados por dicho organismo43.
III.1.c. Tácticas asociadas a los modelos policiales.
Como se mencionó anteriormente, los modelos policiales no se dan en la práctica en forma “pura”. Si
bien la bibliografía en la materia define desde el punto de vista teórico los modelos antes presentados,
resulta importante analizar las tácticas policiales mayormente utilizadas en cada enfoque y su nivel de
eficacia, ya que, en la práctica concreta y la gestión diaria de la Seguridad Ciudadana, lo que se observa
empíricamente son combinaciones de distintas tácticas policiales que resultan más eficaces para una
jurisdicción, independientemente de la reproducción de un modelo de policía específico.
A continuación, se presenta el conjunto de tácticas policiales que se fue desarrollando en el marco y
contexto histórico de cada uno de los modelos policiales antes descriptos:
Gráfico 21. Síntesis de modelos teóricos policiales y tácticas asociadas.
III.1.d. Los modelos de policía y su funcionamiento en la práctica cotidiana: El caso de la Policía de la Ciudad
de Buenos Aires.
Teniendo en cuenta que no existen aplicaciones “puras” de los modelos policiales, se tomará como
ejemplo en esta sección el análisis del modelo de Policía de la Ciudad, como un modelo de policía con-
cebido desde su origen esencialmente comunitario y en base a un formato de organización descentrali-
zado que, para dar respuesta a la prevención y conjuración del delito y las particularidades de la Ciudad
de Buenos Aires, se vale de una combinación de tácticas policiales de diversos modelos policiales.
El Sistema Integral de Seguridad Pública C.A.B.A establecido por la Ley N° 5.688 presenta un alto
componente comunitario en su creación. Entre los principios rectores de la gestión del Sistema de
Seguridad Pública (Título III, Art.9) se destacan los principios de cercanía (conocimiento de las nece-
44
Evidencia para la táctica de incremento de dotación: SHERMAN y ECK, 2002; BAYLEY, 1994; LEVITT 1997 y 2002; CORMAN y MOCAN, 2000; DI
TELLA y SCHARGRODSKY, 2004; KLICK y TABARROK, 2005; EVANS y OWEN 2007; Evidencia para la táctica de patrullaje aleatorio: KELLING 1974;
DAHMAN, 1975.
45
Evidencia para la táctica de mapeo de puntos calientes y concentración de recursos policiales: SHERMAN y WEISBURD, 1995; SHERMAN y ROGAN,
1995; WEISBURD y GREEN, 1995; ECK y WARTELL, 1996; BRAGA, 2001; GREEN, MAZEROLLE, y ROEHL, 1998; SHERMAN y ROGAN, 1995; WEISBURD
y BRAGA, 2003; HOPE, 1994.
46
Evidencia para la táctica de involucramiento ciudadano en el policiamiento: BROWN y WYCOFF, 1987; PATE y SKOGAN, 1985; Evidencia para la
táctica de reuniones comunitarias: WYCOFF y SKOGAN, 1986; Evidencia para el patrullaje policial a pie: BOWERS y HIRSCH, 1987.
47
Evidencia táctica específica para el delito contra la propiedad: GREEN MAZEROLLE et. Al., 2000; evidencia táctica específica para problemática
prostitución y drogas: CAPOWICH y ROEHL, 1994; evidencia táctica específica para problemática violencia juvenil: KENNEDY et. Al., 2001.
Fuente: Elaboración propia en base a adaptación práctica de los Modelos Teóricos presentados.
Más allá de este ejemplo específico, es importante destacar que las organizaciones policiales afrontan
grandes retos y desafíos frente a la complejidad del delito, teniendo que ser capaces de presentar, más
allá de los modelos teóricos referenciados, tácticas policiales efectivas que la conviertan en una institu-
ción dinámica y adaptable, capaz de resolver problemas específicos en coyunturas diversas.
La hegemonía de uno u otro modelo policial a lo largo de la historia y hasta la actualidad implicó que
las instituciones policiales sufrieran grandes reformas. Sobre todo, la reforma que implicó el pasaje del
modelo más tradicional de policía a los modelos descentralizados. Veamos cómo se produjeron estos
cambios en nuestro país y la región latinoamericana.
III.2.a. El contexto de la Reforma Policial.
¿Por qué se dice que a principios de 1990 comenzó a hablarse de la “reforma policial”? De manera
general, la sociedad había cambiado. Una serie de factores históricos que se dieron en toda América
Latina en esos años demostraron que la forma en que actuaban las policías ya no se condecía con las
nuevas tendencias sociales y políticas de las comunidades a las que pertenecían49.
Como ya se ha dicho, a partir de mediados de la década de los años ochenta los regímenes autori-
tarios que habían gobernado los diferentes países de Latinoamérica comenzaron a ser reemplazados
por nuevos gobiernos electos popularmente. Esta ola de democratización comenzó en los países de
América del Sur y luego se extendió a toda la región. Por lo tanto, las nuevas normas democráticas y
de derechos humanos instauradas se tornaron incompatibles con las formas de actuación que hasta ese
momento tenían las policías.
A la par que ocurría lo anterior, las tendencias del delito comenzaron a modificarse en dos direcciones.
Por un lado, se produjo un marcado aumento de hechos delictivos y de la violencia asociada a ellos. Por
otro lado, este aumento fue acompañado por la aparición de nuevas formas delictivas50.
A su vez, los nuevos gobiernos democráticos iniciaron lo que se conoció como el proceso de “refor-
ma del Estado”51 que implicó la modificación del aparato estatal tal como era concebido hasta ese
momento. En este marco, como parte del Estado, los cuerpos policiales no podían quedar ajenos a esta
tendencia. Así, la reforma policial fue parte de un proceso más integral que implicó la transformación
–generalmente asociada a la reducción presupuestaria y orgánica- de todo el aparato estatal.
Estos cambios contextuales se dieron, en mayor o en menor medida, en todos los países de América Latina.
Argentina no fue ajeno a estos fenómenos. En el mismo sentido, no fue menor la aparición en la agenda
49
Cfr. FRÛHLING, Hugo. “Dos décadas de reforma policial en América Latina”, en ALDA, Erik y BELIZ, Gustavo (Eds.). ¿Cuál es la salida?: la agenda
inconclusa de la seguridad ciudadana, BID, 2007, pp. 283-285.
50
Cfr. RICO, José María. “La seguridad en América latina: marco teórico y conceptual”, en BOBEA, Lilian, Entre el crimen y el castigo. Seguridad ciudadana
y control democrático en América latina y el Caribe, Editorial Nueva Sociedad, Caracas, 2003, Pág. 43.
51
Cfr. FRÛHLING, Hugo. “Dos décadas de reforma policial en América Latina”, en ALDA, Erik y BELIZ, Gustavo (Eds.). ¿Cuál es la salida?: la agenda
inconclusa de la seguridad ciudadana, BID, 2007, Pág. 283.
III.2.b. El contenido de la Reforma Policial.
Teniendo en cuenta lo desarrollado anteriormente, debe quedar claro que lo que busca cualquier pro-
ceso de reforma policial es adaptar las Fuerzas Policiales y de seguridad a las nuevas exigencias que les
impone el contexto social y político en el cual desarrollan sus labores.
En esta dirección, el principal objetivo de toda reforma policial es establecer una policía democrática53.
¿Cuáles son los rasgos que debe tener un cuerpo policial “democrático”? En primer lugar, la tarea principal
de sus efectivos debe ser proteger y garantizar los derechos de los ciudadanos a los que sirve. En segundo
lugar, la policía debe responder a las expectativas y necesidades de la sociedad a la que pertenece. En
tercer lugar, debe rendir cuentas a las instituciones democráticas a las cuales se encuentra subordinada.
Más allá de esta definición general, lo cierto es que el concepto de policía democrática tiene algunas
consecuencias más profundas, que obligan no sólo a reestructurar una institución policial sino también
a repensar el sistema de seguridad ciudadana en su conjunto54.
En tal sentido, la reforma policial debe tener un carácter integral que abarque todos los aspectos del
desenvolvimiento cotidiano de la policía. Es necesario tener presente que no hay soluciones unidi-
reccionales para los problemas de la seguridad ciudadana en general y policiales en particular. Así,
los procesos de reforma policial deben ser una articulación de estrategias que incidan en diferentes
dimensiones, desde las más específicas hasta las más abarcativas, de la vida institucional de las policías
y del sistema de seguridad ciudadana55.
Una de estas estrategias es la revisión de la estructura legal sobre la que se sustenta el sistema de segu-
ridad en su conjunto, que evalúe un eventual rediseño de los marcos normativos que regulen el sistema
policial en la jurisdicción correspondiente. Teniendo un andamiaje normativo acorde, es posible sentar
las bases jurídicas del sistema de seguridad pública buscado, constituyéndose en el marco dentro del
cual deberán desarrollarse las instituciones policiales. Asimismo, se establece el rol que le correspon-
derá institucional, orgánica y funcionalmente a la policía dentro del sistema.
Otro de los componentes de la reforma policial es la reestructuración organizacional del cuerpo poli-
cial. Por un lado, esto abarca una nueva estructura de conducción de la policía que reemplace las rígi-
52
Para una completa descripción del tema ver: PEREYRA, Sebastián y ALES, Cecilia. “Controles externos de la actividad de las instituciones de seguri-
dad”, en MINISTERIO DE SEGURIDAD. Regulación y Control del Uso Policial de la Coerción y la Fuerza en Argentina, Buenos Aires, 2011.
53
Cfr. FRÛHLING, Hugo. “Dos décadas de reforma policial en América Latina”, en ALDA, Erik y BELIZ, Gustavo (Eds.). ¿Cuál es la salida?: la agenda incon-
clusa de la seguridad ciudadana, BID, 2007, pp. 285.
54
Cfr. MONJARDET, Dominique. Lo que hace la policía. Sociología de la fuerza pública, Prometeo Libros, Buenos Aires, 2010, pp. 330-333.
55
Cfr. SAIN, Marcelo Fabián. El Leviatán Azul. Policía y política en la Argentina, Siglo Veintiuno Editores, Buenos Aires, 2008, pp. 215-245.
das y centralizadas organizaciones de conducción, por esquemas más dinámicos de gestión y decisión.
Por otro lado, la reestructuración organizacional incumbe también a todo lo referido al despliegue
operativo de la fuerza. Dado que una policía democrática debe estar atenta a las necesidades y a la
protección de la comunidad a la que sirve, la reforma policial debe orientar su organización hacia
estrategias descentralizadas de trabajo, que tengan en cuenta la realidad específica sobre la que las
diferentes dependencias y unidades se desempeñan.
El tercero de los componentes de la reforma policial es la reforma funcional, entendida como la modi-
ficación de los procesos y las prácticas institucionales desarrolladas cotidianamente por la fuerza de
seguridad. Por procesos institucionales se hace referencia a las acciones y procedimientos que los cuer-
pos policiales, como conjunto, desarrollan como forma de ejecutar sus misiones asignadas. Se definen
como prácticas institucionales a las rutinas y hábitos específicos que los efectivos policiales desarrollan
en el desempeño de sus actividades.
En cuarto lugar, todo proceso de reforma policial debe redefinir el subsistema de educación del cuerpo
policial foco de la reforma. Esta redefinición incluye la formación inicial y continua, la capacitación de
especialización y la capacitación superior de los policías. Está compuesta por un nuevo diseño de los
programas de estudio, así como por la reestructuración orgánica y funcional de las escuelas y centros de
formación. El objetivo último es establecer las bases para lograr una nueva profesión policial y cultura
institucional, adecuando la situación existente al perfil de policía democrático buscado.
El quinto de los componentes se encuentra fuertemente relacionado con el anterior: en una poli-
cía democrática los efectivos deben tener asignadas tareas claras, concretas y específicas. Esto se
denomina especialización. Cuanto mayor conocimiento y experiencia tenga el policía sobre la tarea
que realiza, más eficaz será su desempeño. Si, por el contrario, un policía posee misiones de muy
diversa índole y complejidad, es esperable que su respuesta frente a situaciones concretas sea defi-
ciente y podría desviarse de su misión principal, es decir, la de proteger los derechos y garantías de
los ciudadanos en el marco de la legalidad. De esta manera, se intenta quebrar la preexistencia de
organizaciones policiales estructuradas en torno a criterios de unicidad, que dificultan seriamente
el desempeño eficaz de las instituciones frente a las diversas y cambiantes modalidades criminales
y problemas que deben atender.
Por último, la reforma policial debe contemplar una actualización y modernización de los medios
materiales a disposición de la fuerza de seguridad. Por esto entendemos la renovación de infraes-
tructura, medios logísticos y equipamiento con los que cuentan las instituciones policiales para des-
empeñar sus tareas. Sin embargo, en este aspecto, es importante tener en claro que las adquisiciones
de medios materiales son sólo una parte del proceso de reforma policial. Por tal motivo, no debe ser
considerado el único medio de la transformación de la policía y su planificación debe ser realizada en
concordancia con los criterios establecidos por el conjunto de las iniciativas de reforma.
Luego de haber conocido los componentes de lo que definimos como reforma policial, resulta con-
veniente analizar en qué condiciones un proceso de estas características tiene mayores posibilidades
de ser satisfactorio. Es decir, más allá de que una reforma esté diseñada de la manera más acabada, lo
cierto es que hay ciertos factores que pueden ayudar o perjudicar su puesta en marcha.
En este apartado se hará hincapié en los aspectos político-institucionales de los mismos. Por un lado,
se deben observar cuáles son las características de los sectores del gobierno que tienen a su cargo las
cuestiones de seguridad. Por otro, es importante tener en cuenta ciertas condiciones de las institucio-
nes policiales que se pretenden reformar56.
Para que una reforma policial tenga mayores posibilidades de tener éxito, debe existir un efectivo gobierno
de la seguridad por parte de las autoridades electas democráticamente, tal como la hemos definido ante-
riormente. En lo que tiene que ver con los procesos de reforma, esto se traduce en una serie de factores.
En primer lugar, implica que la reforma se enmarque en una política de seguridad pública estable y
sostenida en el tiempo. Por lo general, se espera que la continuidad en el cargo de los equipos guber-
namentales encargados de la reforma (ministros, secretarios, asesores, etc.) sea central para lograr este
objetivo. No obstante, este no es el único requisito.
Adicionalmente, es importante que esta política reciba un amplio apoyo por parte del sector político
y no quede reducida solamente al interés de las autoridades gubernamentales encargadas de la misma.
En este sentido, “la consolidación de estas transformaciones requiere la confluencia de una base social amplia
que las legitime y haga duraderas en el tiempo”57.
Por otra parte, es necesaria la existencia de recursos humanos -tanto policiales como no policiales- con
una adecuada formación, que se encuentren capacitados para diseñar, ejecutar y realizar un seguimien-
to del proceso de reforma. Finalmente, es necesario que exista disponibilidad de recursos económicos
para avanzar en las diversas etapas de este último.
Como se ha mencionado, existen ciertos rasgos en las propias instituciones policiales que facilitan o dificul-
tan la ejecución de la reforma. Al respecto, es necesario que un núcleo de oficiales de la fuerza comprenda y
esté dispuesto a apoyar internamente el proceso de reforma; cuanta mayor jerarquía tengan estos efectivos,
mayores serán las probabilidades de éxito. Sin embargo, a fin de garantizar la sustentabilidad de la reforma,
resulta fundamental que este grupo se encuentre acompañado por mandos medios convencidos de la mis-
ma, ya que en el mediano plazo ellos pasarán a estar a cargo de la conducción institucional.
Además, es necesario que, en el nivel operativo, la institución policial cuente con la capacidad de
planificar y ejecutar los detalles específicos de la reforma, dejando a los poderes públicos las tareas
de seguimiento y evaluación. Esto no implica, sin embargo, que lo que se busque sea un proceso de
auto-reforma policial, sino que, por el contrario, se trata de encontrar elementos dentro de la policía
que acompañen la política encarada desde el gobierno político de la seguridad.
56
Cfr.FRÛHLING, Hugo. “Dos décadas de reforma policial en América Latina”, en ALDA, Erik y BELIZ, Gustavo (Eds.). ¿Cuál es la salida?: la agenda incon-
clusa de la seguridad ciudadana, BID, 2007, pp. 286-287.
57
MINISTERIO DE SEGURIDAD, El Modelo Argentino de Seguridad Democrática, Buenos Aires, 2011, pp. 8-9.
Cabe destacar que es improbable que las condiciones que mencionamos se den por completo efecti-
vamente. En realidad, se trata de un escenario ideal en el que alguno de sus componentes puede estar
presente, en mayor o menor grado, mientras que otros no. Cuanto mayor sea la presencia de estos
factores, más probable es que la reforma policial tenga éxito. No obstante, su ausencia no implica que
la misma sea imposible, sino que será más difícil de implementar.
III.2.d. Las reformas policiales en Argentina.
Como se ha señalado ya, la demanda por una reforma policial surgió en Argentina a principios de la
década de los años noventa. Las respuestas ofrecidas por las autoridades públicas deben ser analizadas
en dos niveles: el nacional y el provincial.
Por un lado, durante la presidencia de Carlos Menem (1989-1999) se promovió la delegación de
amplios poderes para las agencias policiales, particularmente permitiéndoles combatir el crimen en
su estadio “pre-criminal”58. De esta manera, más allá de la inversión en nuevos medios materiales y
humanos, los principales rasgos del modelo tradicional se mantuvieron sin mucha alteración. Así, en lo
que respecta a las fuerzas federales, no se emprendieron procesos de reforma integrales que intentaran
dejar atrás el modelo tradicional.
Por otro lado, durante la primera mitad de los años 1990, las administraciones provinciales man-
tuvieron un esquema similar al llevado a cabo en la jurisdicción nacional. Sin embargo, a partir de
mediados de la década, las presiones sociales y políticas por realizar reformas en los cuerpos policiales
provinciales (motivadas por el aumento del delito y el abuso y violencia policial) llevaron a algunas
jurisdicciones a realizar iniciativas de transformación que se prolongaron hasta la primera década del
nuevo milenio y algunos siguen en marcha.
Estos intentos de reforma pueden ser divididos en dos grupos59. Algunas provincias (como Buenos
Aires y Mendoza) encararon procesos de reforma policial que tuvieron, en cierta medida, el carácter
integral del que hablamos anteriormente. Por tanto, se intentó modificar orgánica, funcional y doctri-
nariamente el sistema de seguridad provincial. En líneas generales, el objetivo buscado fue aumentar
el control político sobre la policía y las reformas se apoyaron en la tecnificación y protocolización de
la labor policial60.
Otro grupo de provincias (como por ejemplo Córdoba y Santa Fe) instrumentaron reformas “segmenta-
das”. Por esto se entiende que las transformaciones buscadas no revestían el carácter integral al que hici-
mos referencia, sino que la intención era modificar uno o sólo algunos aspectos de la seguridad pública.
En estos casos, los sectores elegidos de la reforma fueron mayormente la estructura de educación poli-
cial y el despliegue operativo, dejando vigentes las demás características de la institución policial.
58
Cfr. UNGAR, Mark. “Police reform in Argentina: Public Security versus Human Rights”, en UILDRIKS, Niels (Ed.), Policing Insecurity. Police reform
59
Cfr. SALLES KOBILANSKY, Facundo. “La política de las reformas policiales a nivel Subnacional en Argentina: Algunas contribuciones y lecciones desde
la Ciencia Política”, en Ministerio de Seguridad de la República Argentina, Cuadernos de Seguridad Nº 14, Buenos Aires, 2011, pp. 34-36.
60
Cfr. BARRENECHE, Osvaldo y GALEANO, Diego. “Notas sobre reformas policiales en la Argentina”, Siglo XIX y XX, en Consejo de Seguridad Interior de
la República Argentina, Cuadernos de Seguridad Nº8, Buenos Aires, 2008, pp. 79-80.
IV.1.a. Estrategia Integral de Seguridad Ciudadana en el Ámbito Local. La coordinación entre agencias del
Estado y con Organizaciones de la Comunidad.
Es prioritario generar una red interinstitucional de coordinación de las iniciativas de prevención
comunitaria y social del delito, que disminuya la duplicación de actividades y coordine iniciativas de
diversos organismos públicos en este ámbito. Si no se pone en marcha una verdadera transformación
de los servicios por parte del Estado -en este caso, una mejora palpable en la atención al ciudadano en
las comisarías, juzgados y demás organismos relacionados con la seguridad- será muy difícil lograr el
compromiso de la comunidad, el que a menudo está debilitado por deficientes experiencias de parti-
cipación previas (Dammert, 2005:227).
En este sentido, cobran significativa importancia las estrategias multiagenciales. Algunos conceptos
importantes:
a. Multiagencialidad como coordinación: los modelos multiagenciales, contienen la coordinación
entre varias agencias en relación a un problema dado sin que esto afecte o transforme su tarea o
misión institucional en forma significativa. Las mismas tareas se llevan a cabo en cooperación con
los demás. Esta es una modalidad de primer nivel de inclusión de actores. Se presenta fundamen-
talmente en las acciones que encara el Estado en la coordinación entre jurisdicciones.
b. Multiagencialidad como articulación o inter-agencialidad: implica una responsabilidad compar-
tida entre las diferentes jurisdicciones y organismos, amplía la base de actores y recursos para el
desarrollo de las acciones preventivas. Las alianzas inter-agenciales son las relaciones que interpe-
netran y afectan las relaciones normales e internas de trabajo. Suponen un cierto grado de fusión
de las relaciones entre los organismos. Implican la colaboración y la interdependencia. Por ejemplo,
el trabajo interinstitucional puede tener repercusiones en la naturaleza de la prestación de servicios
generales dentro de las organizaciones participantes. A menudo, surgen nuevas estructuras, unida-
des de identificación.
Además de formar estas asociaciones entre diversas agencias estatales, hay que impulsar la participa-
ción ciudadana en una variedad de situaciones que comprometen la seguridad, por ejemplo: el uso de
los espacios públicos, las redes de contención para jóvenes, la gestión de proyectos y la formulación de
políticas públicas. En este último caso, profundizar la participación en ellas permitiría sumar actores y
líderes comunitarios de diversos ámbitos y de la comunidad en general.
IV.1.b. La labor policial en el marco de la multiagencialidad: Características de las Unidades de Prevención
Barrial (UPB.)61
A fin de dar respuesta a la multiagencialidad que imponen las políticas de prevención social y comu-
nitaria del delito y las violencias, las instituciones policiales crearon unidades específicas, comúnmente
denominadas: Unidades de Prevención Barrial (UPB).
Las UPB, tanto a nivel federal como local en nuestro país, son cuerpos específicos adaptados a la fun-
ción de policía de proximidad y capacitación en gestión y prevención de conflictos sociales. Muchas
veces, además de prevenir delitos, tienen a cargo la logística de los servicios estatales tales como lim-
pieza de espacios públicos, higiene urbana y campañas de vacunación.
Las UPB están integradas generalmente por personal civil y agentes de las fuerzas y son el brazo
ejecutor de los programas que tienen como objetivo reducir los niveles de violencia, criminalidad y
vulnerabilidad de los derechos en los barrios con altos índices de conflictividad social promoviendo el
fortalecimiento de vínculos entre los diferentes actores de distintos niveles de gobierno, el despliegue
de fuerzas de seguridad y la participación comunitaria.
En este sentido, es que se promueve una solución pacífica de conflictos y se pone el foco en el desarro-
llo urbano (accesibilidad al transporte, centros de salud, instituciones educativas y deportivas) a partir
diagnósticos comunes, planes y proyectos de abordaje multiagencial y de articulación de los diferentes
ministerios, gobiernos locales, otros poderes del Estado y la Sociedad Civil.
Por último, cabe destacarse que las UPB a nivel federal, cuentan por ejemplo con un registro esta-
dístico que posibilita hacer un seguimiento sistemático de los desplazamientos e intervenciones de
las fuerzas de seguridad desagregado por barrio, tipo de intervención y tipo de delito que motivó la
intervención, entre otros datos.
En síntesis, es desde este enfoque que se pretende que las Fuerzas de Seguridad “barriales” contribuyan
a una convivencia pacífica en el territorio, disminuyendo las situaciones de violencia y actuando mul-
tiactoral y multiagencialmente.
IV.2.a. Tendencias de la industria de seguridad privada en la región y el país.
Frente a la creciente inseguridad y la incapacidad del Estado para abordar las tasas de criminalidad y
las preocupaciones de los ciudadanos en aumento, se ha generado en América Latina una demanda
exponencial de los servicios prestados por las empresas de seguridad privada.
Pueden identificarse cuatro tipos principales de servicios de seguridad privada: protección residencial
e industrial, custodia de bienes, protección personal y labores secundarias en materia de prevención
situacional delictiva.
De acuerdo con Arias (2009), los servicios de seguridad privada fueron creados para la prevención
situacional de faltas menores, mientras que las fuerzas policiales se encargan de la prevención, repre-
sión, disuasión e inhibición. Hoy en día, sin embargo, estas esferas pública y privada ya no están cla-
ramente delimitadas, lo que pone en cuestionamiento la capacidad del estado para brindar seguridad.
Además, en la actualidad se han privatizado tanto los medios como los fines de la seguridad, lo que ha
llevado a un aumento de la desigualdad en términos de seguridad.
En el año 2003, por ejemplo, había al menos 1,63 millones de guardias privados en América Latina;
en 2007 hubo 2,7 millones. Por otro lado, si bien algunos servicios son brindados solo por grandes
empresas multinacionales (particularmente protección en los bancos), hoy día existen miles de peque-
ñas y medianas empresas.
En la región, la seguridad privada se caracteriza por ser intensiva en mano de obra (mucho más que
otros países) y también por competir por precio, no por calidad. El principal problema que erosiona la
barrera entre la seguridad pública y privada es la prestación de servicios de seguridad privada por parte
de oficiales de policía. Esto se debe al hecho de que las fuerzas policiales enfrentan dificultades en sus
condiciones de trabajo. La situación se agrava cuando estos servicios están prohibidos por la ley y, sin
embargo, tolerado por las autoridades.
Particularmente en América Latina, la seguridad privada enfrenta tres serios problemas relacionados
con la debilidad institucional de los organismos encargados de hacer cumplir la ley: el primer proble-
ma es que la mayoría de ellos tiene dificultades para recuperar sus servicios (Frigo 2006); el segundo
es que, cuando la seguridad privada trabaja legalmente, se enfrenta a la competencia de las empresas
ilegales que tienen a la mayoría de sus trabajadores en el mercado laboral ilegal; el último tiene que ver
con los déficits e inconsistencias normativas y regulatorias, especialmente en lo que respecta a las nue-
vas tecnologías asociadas a la seguridad privada (cámaras, alarmas, etc.) e importantes lagunas legales
sobre las acciones que los trabajadores de la seguridad privada pueden o no pueden realizar, el tipo de
formación y su regularidad, etc.
En la Argentina, lo que hoy se conoce como “seguridad privada” existe desde finales de la década del
50. Con un crecimiento inicial moderado, la expansión del sector se profundiza en los ´80 y se acelera
exponencialmente durante los ‘90. Las empresas actualmente existentes en el sector son aproximada-
mente 1000, incluyendo un centenar de empresas relativamente grandes y un puñado de firmas trans-
nacionales que se han instalado en el país a lo largo de la última década. En conjunto, el sector emplea
aproximadamente 150.000 trabajadores, la mayoría de los cuales se ocupa de tareas de vigilancia. Estas
tareas abarcan desde la vigilancia física en distintos tipos de objetivos, la escolta de mercancía en trán-
sito o el monitoreo de sistemas de alarma o video-vigilancia, por citar sólo algunas.
La mayoría de las empresas de seguridad en el país ofrecen servicios de vigilancia y prestaciones de
seguridad electrónica (alarmas, cámaras de video o seguimiento satelital); de hecho, existe una ten-
dencia hacia la integración de la vigilancia humana y los dispositivos electrónicos en los “objetivos”
donde se presta el servicio. Hay también una amplia oferta de servicios móviles, como la custodia de
mercancías en tránsito, la protección personal o el transporte de valores. Por último, algunas empresas
incluyen también servicios de investigación privada, que incorporan las formas tradicionales de estu-
dios y seguimientos y los más modernos servicios de consultoría y auditoría. A su vez, se ven aparecer
servicios emergentes como la protección de la información y los servicios informáticos.
En cuanto a la actividad principal, las empresas de seguridad son principalmente empresas de vigi-
lancia. Ofrecen servicios producidos por agentes uniformados que también atienden las necesidades
básicas de control de accesos y las rondas internas en cualquier organización, pública o privada, que los
requiera. Sin embargo, la tendencia preponderante es hacia la diversificación de la oferta mediante la
provisión de servicios de “seguridad integral” que combinan vigilancia en objetivos fijos con servicios
móviles y electrónicos.
La visión socialmente generalizada de la seguridad privada como una “policía paralela” o un “ejército
paralelo” ha estado históricamente asociada a la presencia de guardias de seguridad que portaban armas
al servicio de privados, lo que ponía en cuestión el monopolio estatal de la violencia legítima.
Ahora bien, el crecimiento de la industria de seguridad ha estado ligado a una transformación cua-
litativa en el tipo de servicios ofrecidos y el tipo de personal contratado. En este marco, los servicios
armados se han hecho cada vez menos frecuentes, concentrándose además en la prestación de algunos
servicios muy específicos. Casi la totalidad de los vigiladores que prestan servicios actualmente en la
vía pública, en escuelas, hospitales, comercios, espectáculos públicos, o barrios privados, entre otros, no
están armados. Simultáneamente, muy pocos de ellos han tenido algún paso por las fuerzas armadas,
policiales o de seguridad.
Estos cambios significativos se deben en parte a una transformación en la concepción de los servicios
de seguridad, que surge en gran medida de una experiencia acumulada de ensayos y errores. Por distin-
tas razones, tanto los prestadores como los clientes han cambiado su opinión en lo que respecta al uso
de armas de fuego en las prácticas de vigilancia privada, y actualmente se considera que la discreción
(incluso a través de formas más o menos disimuladas de observación por medios electro-ópticos) es
más eficaz que la ostentación de los medios de vigilancia. Al mismo tiempo, los servicios armados
requieren costos de formación, de habilitación y de primas de seguros. Finalmente, la extensión de la figura
del vigilador hacia funciones de recepción y control de accesos en lugares de acceso público ha desembo-
IV.2.b. Dificultades de la Gestión de la Seguridad privada como nuevo actor.
Debido a los reclamos ciudadanos por mayor seguridad, así como el crecimiento del crimen organiza-
do, la violencia juvenil y el tráfico ilícito de drogas, armas y personas, se generan contextos en los que
los servicios de seguridad privados armados proliferan e intentan llenar la demanda ciudadana. Sin
embargo, el aumento de los servicios de seguridad privada no necesariamente resulta en una mejor
seguridad en todos los ámbitos.
Hay una variedad de posiciones sobre cómo responder al crecimiento de la seguridad privada que
van desde los sectores que buscan recuperar el monopolio del uso de la fuerza coercitiva por parte del
Estado a otros que promueven una matriz mixta de provisiones de seguridad pública y privada.
Independientemente de las posiciones específicas sobre el papel de la privatización de la seguridad, es
evidente que el crecimiento de esta industria en muy pocas jurisdicciones del país ha ido acompañado
de la creación de marcos legales y regulatorios integrales, necesarios para garantizar que las empresas,
en particular los servicios de guardias armados, operen dentro del estado de derecho.
En los últimos años han surgido varios marcos globales, sobre todo para abordar el papel de las fuerzas
armadas y empresas de seguridad privada que operan en zonas de conflicto internacional sujetas al
derecho internacional humanitario. Estos marcos representan un progreso sustancial, pero no abor-
dan los problemas específicos generados por la privatización de la seguridad en América Latina. Será
importante entonces poder seguir avanzando en la regulación efectiva de las compañías privadas de
seguridad por parte de los gobiernos en los diversos niveles, en lo que respecta a las autoridades nacio-
nales, asociaciones de empresas de seguridad privada, empresas de seguridad privada y también en la
sociedad civil.
UNIDAD 5
FUNDAMENTOS DE LA PLANIFICACIÓN ESTRATÉGICA.
En la primera y segunda parte de la materia comprendimos los sistemas e instituciones a través de las
cuales se gestiona la seguridad y reconocimos los organismos y actores que llevan adelante la planifi-
cación estratégica del sector.
En esta última parte de la materia analizaremos cómo se realiza la planificación estratégica de la
política de seguridad. Para ello, comenzaremos por conocer los fundamentos básicos de la planifi-
cación estratégica en general. Luego, nos adentraremos en la planificación estratégica vinculada a
la seguridad ciudadana. Finalmente, analizaremos planificaciones estratégicas en materia de segu-
ridad en distintos países del ámbito regional e internacional, a nivel nacional y en el marco de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
UNIDAD V
FUNDAMENTOS DE LA PLANIFICACIÓN ESTRATÉGICA
V.1.a. Planificación y planificación estratégica.
La planificación es el cálculo sistemático que relaciona el presente con el futuro y el conocimiento con
la acción, es decir, lo contrario a la improvisación. De acuerdo a la Organización de Naciones Unidas
(ONU) y a la CEPAL, la planificación puede definirse a partir de 4 conceptos:
> Actividad de programar: Organizar acciones para enfrentar el futuro.
> Conocimiento técnico: Cálculo que precede y preside la acción.
> Instrumento metodológico: Método de intervención para producir cambios en el curso tendencial
de los eventos, capaz de romper la trayectoria inercial de los procesos.
> Producto concreto: Plan general, metódicamente organizado y frecuentemente de gran amplitud,
para obtener un objetivo determinado (desarrollo armónico de una ciudad, el desarrollo económico,
la investigación científica, el funcionamiento de una industria, etc.).
Existen tres niveles de gestión distintos. Por un lado, la administración operativa involucra a gestores
con el grado jerárquico más bajo (Directores, administrativos y trabajadores de menor rango de la
Jurisdicción Seguridad) y se enfoca en tareas de corto plazo.
Por su parte, la administración táctica, involucra a actores con un grado jerárquico intermedio
(Secretarios y Subsecretarios) y actividades de mediano plazo.
Finalmente, la administración estratégica implica el involucramiento de actores de alto rango
(Ministros) y traza la dirección a largo plazo de la política (orientación de la política).
Estos niveles se relacionan a su vez con tres tipos de planeamiento:
> El Planeamiento Operativo: convierte los planes tácticos en planes operativos a realizarse en el cor-
to plazo y vincula recursos a actividades concretas para el desarrollo de la práctica diaria y cotidiana.
> El Planeamiento Táctico: interpreta los objetivos estratégicos en planes tácticos y elabora planes de
acción orientados a un futuro cercano o de mediano plazo.
> El Planeamiento Estratégico: define la misión, visión y objetivos generales en un plan articulado y
evalúa contextos internos y externos al fenómeno y los riesgos (sentido estratégico/ determinación
de lo prioritario).
V.1.c. Las coyunturas históricas y la planificación.
De acuerdo con Martínez (2009) la planificación es un concepto muy complejo de gran polivalencia
que no puede dejar de referenciarse a un contexto histórico-político, con acepciones teóricas y prácti-
cas que fueron mutando en las últimas décadas. Es por ello que es necesario contextualizar cada tipo
y subtipo de planificación.
A continuación, se presenta un esquema de los orígenes históricos de cada uno de los tipos y subtipos
que se estudiarán más adelante:
› Planificación Normativa
o Imperativa: Rusia soviética de 1918.
o Indicativa: Francia luego de la II Guerra Mundial y América Latina en las décadas del ‘50 ´60 y ´70.
› Planificación Estratégica
o Corporativa: América Latina en la década del ´80.
o Situacional: América Latina en la primera década del Siglo XXI.
V.2.a. Modelos de planificación normativa.
En el marco de los modelos de planificación normativa, se encuentran: la planificación imperativa y
la planificación indicativa. A continuación, se detallan sus características principales en cada caso y se
presentan ejemplos históricos de cada subtipo.
Este tipo de planificación en Latinoamérica se encuentra vinculada a las corrientes ligadas al desa-
rrollismo. En el caso argentino, la primera planificación indicativa se encuentra asociada a los “Planes
Quinquenales” del período 1947-1951. En el caso de Argentina, el país fue precursor junto con otros
países de occidente en realizar las primeras acciones de planificación indicativa. En el año 1946 se
anunció el primero de los dos planes quinquenales, que comprendía el período 1947-1951.
En este primer plan se desarrolló fuertemente aquellas cuestiones vinculadas a la importación-ex-
portación a través de la creación del I.A.P.I (Instituto Argentino de Promoción del Intercambio), la
nacionalización del Banco Central y los servicios públicos, la ampliación del aparato productivo y un
programa de obras públicas e inversiones para ese período. El plan tenía 3 grandes áreas, a saber: 1) La
Gobernación del Estado; 2) La Defensa Nacional; 3) La Economía.
Más allá de sus resultados económicos, es considerado como un logro desde el punto de vista de la
eficacia estatal para planificar y concretar acciones de política pública de modo estratégico.
V.2.b. Modelos de planificación estratégica.
V.3.a. Posiciones encontradas sobre el valor de la planificación.
Existen muchas posturas individuales respecto del valor de la planificación. Para muchos autores,
filósofos y líderes la planificación juega un papel central. Miguel de Cervantes decía que: “El hombre
que se prepara, tiene media batalla ganada” y Benjamin Franklin que: “Al no prepararse el hombre se está
preparando para fracasar”. Para otros, la planificación es un ejercicio incierto, ya que las acciones son
producto del puro azar. En esta línea, Ambrose Bierce define: “Planear: preocuparse por encontrar el
mejor método para lograr un resultado accidental”.
En este sentido, resulta importante reconocer el verdadero valor del ejercicio de planificación, esto
significa, no sobreestimarlo ni subestimarlo, ya que en ambos sentidos se corren grandes riesgos.
V.3.b. Los riesgos de sobre-planificar en la gestión pública.
V.3.c. Los riesgos de sub-planificar en la gestión pública.
Cuando sub-estimamos el valor de la planificación, corremos el grave riesgo de caer en el modelo inte-
raccionista, que también ha sido la causa del fracaso de innumerables gestiones y políticas, programas
y proyectos de gobierno.
En materia económica, este modelo fue conocido por exaltar la importancia del mercado por sobre la acción
y planificación institucional. Esta falta de planificación por parte del Estado derivó en toma de posiciones
conservadoras tendientes a mantener el status quo, llegando a generar serias parálisis institucionales.
En materia de seguridad, se reproduce muchas veces este modelo cuando se exalta la importancia del
conocimiento de los cuerpos policiales para la gestión de la política del sector y se dejan de lado los
conocimientos técnicos, métodos y ciencias de gobierno como herramientas fundamentales para la
ejecución e implementación de políticas.
V.3.d. El valor de la planificación.
V.4.a. Requisitos para ejercer la planificación estratégica.
V.4.b. Etapas del proceso de planeamiento.
Desde otra perspectiva, también es posible agrupar este proceso en 3 grandes momentos:
› Diagnóstico: Se inicia con la definición de la misión y la visión de la organización. También se
realiza un estudio de las condiciones internas y externas que afectan a la organización, para revertir
sus debilidades y aprovechar las oportunidades del ambiente externo durante el proceso de planifi-
cación estratégica.
› Elaboración: Se identifican los objetivos estratégicos de largo y mediano plazo, los productos y las
metas anuales cuantificables, todo ello bajo la orientación que facilitan los lineamientos estratégi-
cos. Se definen también los responsables de los objetivos y se asignan los recursos financieros.
› Implementación: El proceso de planificación estratégica culmina con la ejecución de su contenido.
La ejecución implica realizar las actividades en forma ordenada a través de un programa con el fin
de alcanzar las metas y los objetivos propuestos. La implementación del plan transforma en hechos
reales las ideas contenidas en el plan de objetivos.
V.4.c. Fases mínimas del proceso de planificación.
A continuación, se detallan las que son consideradas por la literatura especializada como las etapas
mínimas y críticas en las cuales se puede dividir el proceso de planeamiento:
Gráfico 31: Misión, visión, Objetivos Estratégicos, Estrategias e Indicadores.
V.4.d. Estructuras y árboles de planeamiento.
Para realizar una planificación de una política pública u organismo estatal resulta conveniente esta-
blecer en la práctica una estructura de planificación detallando los distintos niveles, sus nombres y su
asociación con distintos tipos de indicadores.
Estos esquemas varían ampliamente dependiendo de las necesidades particulares de la política públi-
ca específica que se está planificando. Pueden presentar 3, 4 o 5 niveles o más y sus nombres varían
también. Algunos presentan Misión, Visión y Objetivos Generales, otros esquemas denominan a
estos últimos Objetivos Estratégicos o bien Lineamientos Generales. Lo importante en todo caso es
establecer un esquema claro para toda la planificación de la política pública en el cual, en los niveles
más altos, se encuentran los aspectos más generales y estratégicos tales como la Misión, la Visión, y los
Objetivos Generales; y a medida que se va descendiendo de nivel, se encuentran los aspectos más espe-
cíficos y operativos de la planificación, tales como los Objetivos Operativos, Programas y Proyectos
vinculados a los niveles generales.
Asimismo, resulta fundamental identificar, en cada nivel, distintos tipos de indicadores asociados y sus
metas, ya que ello permitirá un buen monitoreo y evaluación de la política pública.
Veamos en detalle cómo se elaboran cada uno de estos elementos de la planificación estratégica.
V.4.e. Misión: definición.
> V.4.e.ii. Vínculo entre misión institucional y misión de programas, misión y productos finales o
estratégicos (características), productos intermedios y usuarios.
Para unidades que operan dentro de una organización mayor, la elaboración de la misión debe consi-
derar siempre la misión del nivel más alto: coherencia y alineación entre el propósito de los distintos
niveles de la organización. Hay que considerar el efecto “cascada” en la toma de decisiones y en las res-
ponsabilidades en términos de propósitos sobre los cuales se debe rendir cuentas. A nivel institucional
las competencias y responsabilidades se relacionan con los efectos o impactos de las políticas públicas:
por ejemplo, en el plano gubernamental es posible identificar varios escalones de dependencia que
deben estar estrechamente relacionados y coadyuvarse mutuamente.
Gráfico 34: Ejemplo de Misión institucional y Misión de los programas o entidades dependientes.
En rigor, la revisión de los productos (bienes y servicios) que se declaren en cada uno de los progra-
mas o entidades adscritas al Ministerio (de Comercio) debiera ser suficiente para que cumpla con su
misión y genere los resultados esperados.
Otro aspecto central tiene que ver con la capacidad que tengan los directivos de ejercer liderazgo y compromi-
so en el proceso de definición de la misión y en la comunicación hacia los funcionarios públicos y grupos de
interés. Comunicar y concertar la misión entre la dirección y los funcionarios u otros actores, establece el mar-
co de justificación de la intervención pública y facilita concentrar el foco directivo en los aspectos estratégicos.
La misión se encuentra directamente relacionada con los productos finales, que refieren a los princi-
pales bienes o servicios que la institución proporciona a un usuario externo.
La característica principal de este producto es que la entidad es responsable de su generación y pro-
visión. Desde el punto de vista de esta última, los productos finales deben cumplir con una serie de
requisitos: deben ser a la vez eficientes, eficaces, de calidad y producidos con economía. Estos atributos
básicos de desempeño son los que debieran ser monitoreados en el sistema de control de gestión para
contar con información para el análisis de la asignación presupuestaria.
En otras palabras, los productos finales son esenciales para asignar recursos y rendir cuentas, ya que
indican cuáles son los bienes y/o servicios que la entidad provee a los usuarios externos.
También es posible encontrar productos intermedios, es decir aquellos productos que resultan de los
procesos y/o actividades, necesarios para la realización del “producto final”. Están relacionados con
la gestión interna y apoyan la provisión de los productos finales o estratégicos. Sin embargo, tienen
menor relevancia desde el punto de vista de la información externa, para fines de rendición de cuentas.
A diferencia de los productos finales, no necesitan un monitoreo regular desde el punto de vista del
presupuesto informado sobre desempeño.
Los productos tanto finales como intermedios son parte del proceso productivo de una organización,
que ejecuta y presta o entrega los bienes y servicios (productos) a usuarios. Por lo tanto, cuando se habla
de definir los productos, se lo hace considerando el proceso que se realiza a través de los distintos niveles.
Gráfico 35: Productos finales e intermedios de un Programa de Fomento Campesino de una
Secretaría o Ministerio.
• Si la redacción de la misión sólo explica lo establecido en el ámbito de la ley que crea la institución
y no explica claramente que produce, para quienes y qué se espera como resultado.
• Si la organización ha sufrido redefiniciones importantes en los ámbitos de su competencia o hay
alguna declaración política clave de prioridad pública que afecta a la entidad.
V.4.f. Visión: definición,
Hace referencia al futuro deseado de la organización; refiere a cómo quiere ser reconocida la entidad
y, representa los valores con los cuales se fundamentará su accionar público.
La declaración de visión requiere tener muy clara las definiciones estratégicas claves de la entidad
y que están reflejadas en la misión. Por ello, debe ser formulada por los líderes de la organización,
teniendo claramente definido un horizonte de tiempo, por ejemplo de tres a cinco años, y siendo
consistente con los principios institucionales. Además, debe ser integradora, amplia, detallada, posi-
tiva, alentadora, realista y posible. Finalmente, debe ser reconocida por los beneficiarios internos y los
externos de la institución.
La visión compromete públicamente las aspiraciones institucionales, dando un efecto de cohesión a
la organización. También permite distinguir y visualizar el carácter público y cómo la intervención
gubernamental se justifica desde el punto de vista de lo que entrega a la sociedad.
Es recomendable que la definición de la visión se realice en un proceso conjunto con la formulación de
la misión, ya que complementa el efecto comunicacional de la misión y enmarca el quehacer institucio-
nal en los valores que la sociedad espera de la entidad pública. No obstante, puede ser más amplia que
la misión institucional, y debe contener aspectos que permitan a los usuarios y ciudadanos identificar
lo que pueden esperar de la entidad en cuanto a valores, creación de oportunidades, proyección, etc.
V.4.g. Objetivos estratégicos: definición.
Son los logros que la organización espera concretar en un plazo determinado (mayor de un año), para
el cumplimiento de su misión de forma eficiente y eficaz. Expresan las variables relevantes o críticas
del desempeño esperado y éstas son la base para la definición de indicadores de resultado final o
impacto. Además, los objetivos estratégicos constituyen la base para el establecimiento de los indica-
dores que permitirán medir el avance de las acciones gubernamentales hacia los resultados.
En otras palabras, constituyen el instrumento principal para establecer los cursos de acción preferen-
tes en un plazo determinado (en general a mediano plazo), sobre los cuales se establecen los grandes
ítems de los recursos necesarios. Es fundamental que éstos expresen las transformaciones esperadas en
términos de la calidad, eficiencia, economía de los productos y qué resultados se lograrán.
Los objetivos estratégicos deben ser: realistas, evaluables sistemáticamente, expresados de manera clara
y concreta, ubicados en un contexto temporal determinado con precisión y cuantificables y medibles.
Su definición (o validación) da comienzo al proceso de planificación estratégica en su versión anual y
como fase previa de la formulación del presupuesto.
En ministerios o departamentos, los logros se refieren a la capacidad de las políticas públicas por
cumplir con su finalidad y su expresión en los resultados o impactos en el bienestar de los ciudada-
nos. Para los programas y subprogramas o unidades/divisiones, los logros o resultados esperados se
refieren principalmente a cómo los productos son provistos a los usuarios con la mayor eficiencia,
eficacia y calidad.
¿Cómo deben ser los objetivos estratégicos? 5 características claves:
1. Específicos: Los objetivos deben ser específicos, concretos y directos. Definir bien: qué, cómo,
cuándo, dónde.
2. Medibles: Para saber si los estamos alcanzando debemos medirlos (en Social Media se suele medir
con KPIs).
3. Alcanzables: Fijar metas que estén dentro de la probabilidad de lo humanamente normal. Si nos
fijamos objetivos muy grandes, podemos desmotivarnos al no alcanzarlos.
4. Realistas: Hay que ser realista en relación a recursos y medios disponibles.
5. A Tiempo: Programarlos para cumplirlos en un tiempo límite.
La identificación de los objetivos estratégicos requiere partir de un análisis situacional para estable-
cer claramente cuáles son los bienes y servicios que provee, a quiénes, qué problemas se enfrentan en
términos de capacidades, de las coberturas, cuál ha sido el desempeño pasado, las expectativas de los
usuarios, etc.
Preguntas que facilitan el análisis situacional:
• ¿A qué problemas críticos respondemos a través de los bienes y servicios que la institución entrega?
• ¿Qué capacidades tenemos?
• ¿Qué calidad e impactos tenemos?
• ¿Cómo somos eficaces y eficientes?
• ¿Cuáles son las expectativas de los usuarios del servicio?
• ¿Cómo se miden los resultados de la organización?
Este análisis es parte del proceso de diagnóstico que toma como referencia los aspectos internos y
externos a la entidad.
Gráfico 37: Proceso de diagnóstico.
V.4.h. Análisis de ejemplos de misión, visión y objetivos estratégicos.
VI.1.a. La seguridad ciudadana y la planificación estratégica situacional.
VI.1.b. Niveles de gestión, tipos de planeamiento y políticas de seguridad.
Así como en la sección V.1.b. de teoría de la planificación se pusieron en relación los niveles de gestión
y los tipos de planeamiento, llegado este punto es posible relacionar también la política de seguridad
con estos dos conceptos.
Tanto el nivel operativo como el táctico se relacionan con las causas inmediatas del fenómeno delictivo
y las violencias. A su vez, estos niveles son los que brindan la primera y más rápida solución (policial).
El proceso de planeamiento de estos niveles se diseña con orientación a la acción de corto plazo, es
decir una acción que permita intervenir de manera rápida y eficaz sobre los distintos patrones delic-
tivos o conjunto de delitos específicos que ocurren en una sociedad en un momento determinado. La
participación ciudadana (información y construcción de mapas del delito) en este caso juega un rol
fundamental para estos niveles de planeamiento.
En cuanto al nivel estratégico, este se conecta con las causas mediatas y estructurales del fenómeno de
la seguridad. El nivel de gestión estratégico brinda una respuesta a largo plazo al fenómeno delictivo,
y el planeamiento se diseña para intervenir sobre tendencias vinculadas a la seguridad que persisten a
lo largo del tiempo. Este nivel busca sobre todo promover un cambio en las condiciones que conllevan
a la comisión de un delito.
Gráfico 40. Niveles de gestión, tipo de planeamiento y políticas de seguridad.
VI.2.a. Identificación de fuentes de información.
Para hacer un buen uso de las distintas fuentes de información, lo primero es poder identificar los
productos disponibles en los bancos de datos. Estos se pueden dividir en 3 categorías:
› Reportes institucionales como fruto del trabajo con las bases de datos:
o Usualmente son concisos y de lectura accesible (a diferencia de otro tipo de trabajos académicos).
o Son de gran utilidad para introducirse en una temática desconocida y para familiarizarse con la
metodología de recolección de datos empleada.
› Bases de datos: se pueden descargar bases completas o “reportes” por períodos/atributos.
› Referencias de codificación: diccionarios, referencias y cuadros explicativos de la codificación de la
base de datos.
Existen 8 dimensiones relevantes a la hora de trabajar con datos:
1. La fuente de datos: ¿quién genera la base? Refiere al responsable de la generación de la base de
datos. Se debe prestar atención ya que la institución que distribuye/comparte los datos no siempre
es la misma que los generó.
2. El nivel de agregación: ¿cuál es la unidad de medida? Mínima unidad de medida relevante de la
que puede individualizarse la información. La agregación y desagregación de información son pro-
cesos sencillos desde el punto de vista matemático; no obstante, pueden generar complicaciones a
la hora de realizar inferencias a partir del procesamiento de la información.
3. Estructura de la información: ¿cómo se agrupa la información? Las bases de datos suelen estructu-
rar la información de acuerdo con tres grupos arquetípicos: corte transversal (se dispone de una única
observación para cada uno de los múltiples individuos que conforman la muestra); series (se dispone de
múltiples observaciones, cada una asociada a un momento específico del tiempo para un único indivi-
duo que conforma la muestra); y panel (se dispone de múltiples observaciones, cada una asociada a un
momento específico del tiempo para cada uno de los múltiples individuos que conforman la muestra).
Gráfico 41: Ejemplos de estructuras.
VI.2.b. La importancia de los gobiernos locales en el diagnóstico de la seguridad.
VI.2.c. Reconocimiento del estado y tendencias de la criminalidad objetiva y subjetiva.
Los diagnósticos participativos en conjunto con las fuentes de información nos permiten reconocer el
estado de las tendencias locales de la criminalidad en sus aspectos objetivos y subjetivos. En cualquiera
de sus tipos, estas tendencias han demostrado a lo largo del tiempo cambios cuantitativos como cuali-
tativos y cientos de estudios empíricos demuestran que se reproducen en gran cantidad de países y rea-
lidades; con lo que se configuran en un buen punto para comenzar cualquier diagnóstico de seguridad.
Por último, dentro de esta categoría es posible identificar también la tendencia en la participación
de jóvenes y adolescentes en el delito. En este aspecto, es posible identificar diversas trayectorias que
recorren los adolescentes hasta la criminalidad: por un lado la familiar (debilitamiento de lazos familia-
res y violencia doméstica), que provoca la disminución del control y pérdida de eficacia de los procesos
de socialización e internalización de normas; la educativa (desempeño pobre, repitencia y deserción); la
laboral (alta volatilidad, inestabilidad en los ingresos, precarización, ilegalidad); y culturales (de acuerdo a
los estudios clásicos es posible identificar una subcultura del delincuente que indica una relación mecáni-
ca entre adhesión a dicha subcultura y relación de actos delictivos; de acuerdo con los nuevos estudios se
habla de una subcultura de la deriva, que entiende a la subcultura como un sistema de valores y preceptos
que afirman cuáles son las condiciones atenuantes bajo las cuales el delito es permitido y al concepto de
deriva como la atenuación circunstancial y temporal de las normas; eventual suspensión del juicio).
Estas trayectorias pueden desagregarse en 4 etapas:
1. Iniciación: débil consecuencialismo (irracionalismo motivado); escaso cálculo de costo – beneficio;
racionalidad de corto plazo.
2. Repitencia: éxito de las primeras acciones, más comparándolo con lo que se gana en un trabajo
legal; no percepción de riesgos; rehenes del éxito: el robo les permite acceder a un nivel de consumo
que quieren mantener.
3. Especialización: transformación del robo en un “trabajo”: genera ingresos estables y requiere desa-
rrollo de saber práctico; van eligiendo especialización: el dominio de una técnica vuelve más con-
trolable los factores que generan riesgos; la especialización es dinámica y cambiante.
4. Profesionalización: eliminación del trabajo legal como ocupación alternativa; el delito es el eje organiza-
dor de sus vidas; adhesión a “códigos”: incorporan paulatinamente una serie de principios más o menos
estructurados que prescriben qué hacer y qué no; tiene valor simbólico (jerarquización), pragmático
(ordenan la acción) y normativos (propios profesionales); punto más alto de la racionalidad delictiva.
Para medir y diagnosticar esta problemática se puede recurrir a indicadores de: responsabilidad penal
juvenil, menores privados de su libertad, adolescentes en conflicto con la ley penal, edad de agresores
de robo con arma de fuego; y datos vinculados a los factores sociales asociados a las distintas trayecto-
rias, tales como: deserción escolar, violencia familiar, empleo, entre otros.
En cuanto a la medición de cambios cualitativos de la criminalidad objetiva, se debe mencionar la
complejización del delito común, que se corresponde a una tendencia que los estudios demuestran que
se desarrolla sobre todo en los grandes centros urbanos. Un delito común implica nivel de oportunidad
y evaluación costo beneficio en el marco de una pena menor (correspondiente a la de un delito simple).
Se trata generalmente de delitos y violencias predatorios y de oportunidad (robos, hurtos, agresiones,
etc.). Por otro lado, la organización del delito implica estabilidad y planificación e incluye asociaciones
ilícitas estables y con división del trabajo. La complejización del delito simple combina la pena menor
de los delitos simples con una organización más compleja en el modus operandi, que tampoco llega
a configurarse como un delito federal, por ejemplo (trata, narcotráfico, etc.), por lo que no les corres-
Por lo tanto, para que la expansión del delito sea posible deben involucrarse distintos tipos de actores:
Gráfico 42: Expansión del delito organizado - Grupos Delictivos.
Para medir y diagnosticar esta problemática se requiere un trabajo investigativo específico al delito que
se quiera tratar, además de verificar la existencia de indicadores más objetivos vinculados al compor-
tamiento de los delitos federales en su conjunto.
Un último cambio cualitativo observable dentro de la criminalidad objetiva es la existencia del delito
patrocinado.
Para que éste exista, es necesario un Estado Presente (que, teniendo la capacidad de aplicar la ley, elige
no hacerlo), leyes (instrumentos necesarios para crear la venta de “patrocinio” o protección, es decir la
suspensión selectiva y discrecional de la aplicación de la ley) y la suspensión de la vigencia de la ley en
ciertos espacios, sectores o relaciones (se utilizan 3 metodologías: detención y liberación, liberación de
zonas y protección de informantes; y 3 mecanismos: amenaza e imposición selectiva de Penalidades,
control de las consecuencias e invisibilización burocrática).
VI.3. Identificación de los programas y proyectos prioritarios para una planificación estratégica
integral de la seguridad.
Una vez realizados los diagnósticos e identificadas las tendencias locales de la criminalidad objetiva y
subjetiva que tienen lugar en los territorios a intervenir con la política de seguridad ciudadana, resulta
necesario reconocer qué tipo de respuestas va a implementar el Estado frente a dichas problemáticas a
partir del desarrollo de programas y proyectos que formarán parte de la planificación estratégica del sector.
Ante todo, no se debe perder de vista que en materia de seguridad específicamente, toda planifica-
ción estratégica u operativa, proyecto, programa o Política de Seguridad, se encuentra basada en una
perspectiva criminológica. Esto sucede en forma consciente o inconsciente por parte de los actores
involucrados en el desarrollo de estas planificaciones.
VI.3.a. Identificación de las perspectivas criminológicas y sus implicancias en el planeamiento estratégico
de la seguridad.
Por este motivo fundamental, resulta necesario comprender qué elementos de las teorías criminológicas
que se sucedieron a lo largo de la historia perduran como base de las planificaciones actuales en materia
de Seguridad Ciudadana. El sentido de este apartado no es adentrarnos en el detalle de cada una de estas
teorías (que tienen materias criminológicas especializadas para su desarrollo); sino poder comprender el
impacto de las mismas en las respuestas que brindan los Estados en materia de seguridad ciudadana en
la forma de programas y proyectos, a lo largo de la historia, e incluso que perduran hasta la actualidad.
De este modo se podrá apreciar cómo muchos de los postulados de las teorías criminológicas clásicas
se siguen reproduciendo en las respuestas estatales actuales, que muchas veces, buscan brindar una
solución a problemas del siglo XXI con postulados del siglo XVIII. Por otra parte, tampoco se pueden
dejar de tener en cuenta las teorías del siglo XVIII, si es que aún tienen algo que aportarnos y pueden
explicar la realidad sobre la cual necesitamos operar.
A continuación, se presenta un cuadro síntesis que abarca desde las teorías criminológicas más clásicas
a las más actuales y avanzadas, detallando su impacto en los programas y proyectos de seguridad que
presentan comúnmente los estados como respuesta a la problemática del delito y las violencias.
Gráfico 47. Teorías criminológicas e impactos en las respuestas del Estado al fenómeno delictivo y
las violencias. Parte II.
En los últimos años se ha desarrollado una gran cantidad de programas y proyectos de seguridad ciu-
dadana que forman parte de la planificación estratégica del sector y existen muchas divergencias entre
los autores respecto de su clasificación.
En esta sección, y con fines pedagógicos, se propone agrupar todas estas iniciativas en cuatro grandes
grupos de respuestas estatales: 1. Programas de Prevención y Participación Ciudadana; 2. Programas
de disuasión general, específica y focalizada; 3. Programas de incapacitación/inhabilitación y desisti-
miento; 4. Programas de rehabilitación.
> VI.3.b.i. El aporte de los programas de prevención del delito y participación ciudadana.
La prevención es un concepto complejo cuya construcción se fundamenta en teorías criminológicas
(Crawford, 1998) que postulan la necesidad, en mayor o menor medida, de establecer mecanismos que
busquen evitar la aparición y desarrollo de acciones delictuales. Las iniciativas de prevención tienen la
capacidad de impactar indistintamente en la tasa de delitos denunciados (criminalidad objetiva) como
en la sensación de inseguridad (criminalidad subjetiva).
Siguiendo a Lucía Dammert (2005), las respuestas preventivas deben tener como característica prin-
cipal la focalización espacial, poblacional y temática para lograr impactos efectivos.
Existen según la autora, 3 niveles de intervención en la prevención del delito:
› Prevención primaria (población en general): Estrategias dirigidas a la población en general, que
actúan sobre contextos sociales y situacionales para evitar que ellos favorezcan la delincuencia, y crea
condiciones propicias para comportamientos legales y pacíficos.
› Prevención secundaria (posibles delincuentes): Identificación de potenciales victimizadores, bus-
cando intervenir en ellos para evitar la comisión de delitos, lo cual implica la presencia de mecanis-
mos que permitan “corregir” o “rectificar” personas y/o situaciones problemáticas.
› Prevención terciaria (delincuentes): Identificación de victimarios. Depende del accionar del sistema
de justicia criminal para limitar que estas personas reiteren su conducta, por medio de medidas de
disuasión (vigilancia policial), represión (encarcelamiento) o rehabilitación.
A su vez, la población objetivo de estas intervenciones también puede ser divida en tres grupos: vícti-
mas, comunidad y victimarios.
Las iniciativas que se enfocan en las potenciales víctimas pueden tener carácter primario, secundario
y terciario. Las primeras se dirigen a toda la población que puede ser víctima de algún delito. Algunos
ejemplos de este tipo de iniciativas son las campañas de identificación de lugares riesgosos y de capa-
citación en actitudes apropiadas frente a situaciones de peligro. Las de carácter secundario se dirigen a
grupos específicos, diseñando medidas preventivas para grupos de riesgo. Y las terciarias corresponden
a iniciativas orientadas a evitar la reincidencia de victimización y a dar apoyo a las víctimas.
Además, el diseño de los espacios debe tener una visión integral sobre el uso que le darán los distintos gru-
pos de personas. Al respecto, son componentes esenciales la observación de la diversidad de la población,
distinguiendo grupos etarios, género, rutinas y costumbres asociadas al espacio público, como también las
redes y dinámicas de las organizaciones sociales y actores claves en el territorio focalizado. La consideración
de estos aspectos permitirá que los espacios intervenidos se usen con mayor frecuencia y a distintas horas.
Los espacios que cuentan con condiciones de acceso convenientes para el tránsito peatonal y rutas
peatonales definidas, claras y orientadoras, favorecen la percepción de seguridad y pueden aportar en
la prevención de ciertos delitos de oportunidad en el espacio público.
El control que puedan ejercer las personas producto del mejoramiento de la visibilidad en un espacio,
permite disuadir comportamientos o patrones antisociales, aumentando la sensación de seguridad y
otorgando mayores posibilidades de auxilio frente a un acto delictual.
El reforzamiento territorial, por su parte, alude al sentido de afecto que establece el habitante con su
entorno inmediato y por el cual lo cuida. Al respecto, incentivar la actividad y la participación de las per-
sonas en áreas que se perciben como inseguras, mediante la transformación de las condiciones espaciales
y la instalación de elementos urbanos, puede contribuir al desplazamiento de algunos tipos de delitos.
Un espacio que acoge los distintos usos y horarios y respeta la diversidad de la población, contribuye a
la cohesión de la comunidad pues genera una mayor interacción social entre sus habitantes; a la vez que
ayuda a mantener un espacio con altos niveles de actividad y ocupación, evitando su deterioro y abandono.
Finalmente, espacios en los cuales los vecinos participan del orden, cuidado y limpieza, son espacios que
tienen menores posibilidades de ocupación por parte de grupos negativos y previenen posibles conflictos que
puedan degenerar en espacios deteriorados y propicios para el anonimato y una alta concentración de delitos.
La prevención comunitaria del delito incluye iniciativas que combinan la prevención situacional,
la prevención social y la participación comunitaria. De acuerdo a sus objetivos, se incluyen todas las
iniciativas destinadas al barrio, entendido como destino de la política pública y ejecutor de las mismas.
De esta forma, la consolidación de sistemas de control social informal de la criminalidad podría gene-
rar una disminución de dicha problemática. Entre las diversas iniciativas desarrolladas bajo este tipo
de prevención figura la organización de vecinos en esquemas como los comités de vigilancia (neigh-
borhood watch) o la consolidación de otro tipo de organización local que permite prevenir la crimina-
lidad (clubes deportivos, por ejemplo). La consolidación de esquemas de policía de tipo comunitario
o de cercanía aumenta los niveles de seguridad de la población y sirve también como mecanismo de
disuasión de la criminalidad. Finalmente, la mediación de conflictos busca que los actores involucrados
tengan un rol central en la resolución de las disputas locales.
Los niveles de intervención se entienden de la siguiente manera:
› Primaria (población en general): Policía comunitaria; organización de vecinos.
› Secundaria (posible delincuente /agresor /ofensor): Policía comunitaria, organización de vecinos.
› Terciaria (delincuente/agresor/ofensor): Policía comunitaria, mediación comunitaria de conflictos.
Fuente: Elaboración propia en base a CAF Figura 5.1 componentes del castigo esperado.
logía; salvo que el delincuente tenga serios déficits biológicos y ambientales, el desistimiento es lo
esperable. El delincuente crónico es la excepción y el delincuente eventual y de plazo es la regla.
Existe una mirada en la que la maduración es el factor clave que explica el desistimiento. La madura-
ción abarca el desarrollo de una etapa de capacidad y estabilidad física, intelectual y afectiva, y un gra-
do suficiente de integración de todos los componentes principales del temperamento, la personalidad
y la inteligencia para adecuarse a las demandas y restricciones de la vida en la sociedad organizada. Las
disminuciones de las infracciones en el tiempo son debidas al envejecimiento inexorable del organis-
mo. El desistimiento “implemente sucede’’.
Por otro lado, la corriente del desarrollo individual entiende que el desistimiento proviene de cambios
asociados con el desarrollo de la persona. Fundamentalmente, cambios en las identidades de la persona
explican la cesación de ciertas conductas. Aquí, los factores biológicos y psicológicos parecen jugar un
papel crítico en la terminación de la conducta desviada: el cambio cognitivo es un precursor del cam-
bio de comportamiento; los cambios en los roles socialmente estructurados, el bienestar psicológico,
la maduración psicológica y los factores biológicos, el impulso psicológico y la necesidad de estimu-
lación, brindan explicaciones razonables del desistimiento del delito con la edad; además, el pico y la
disminución de la fuerza física, la energía, el impulso psicológico y la necesidad de estimulación se
corresponden bastante bien con el pico y la disminución del comportamiento desviado. En síntesis,
el cambio en la identidad del individuo es el que produce la des-identificación con el delito de acuer-
do a los factores voluntarios (Shock: haber sido herido; Cansancio / aversión de los riesgos; Hastío
de la prisión; Cambio sentido o prioridades de vida), biológicos (Fuerza/energía física, Psicológicos,
Madurez emocional, Desarrollo mecanismos de auto-control, Control de adicciones (alcohol, droga),
Desarrollo de lazos positivos con la sociedad, Adolescente: familia, pares, escuela) y psicológicos(em-
pleo, casamiento, paternidad).
Desde el punto de vista del ciclo de vida, el desistimiento es una decisión situada que se debe a
variaciones en el control social informal o en los vínculos sociales que son independientes de la
edad. Entonces, otros factores además de la edad influyen en el proceso de desistimiento. Aquí,
eventos sobresalientes en el curso de vida de la persona que delinque (Ej. trabajo, matrimonio,
servicio militar) no cambian su comportamiento per se, sino que lo hacen en tanto afectan los
vínculos sociales y el control social informal. La persistencia o el desistimiento varían en res-
puesta a los cambios en el control social informal. El comportamiento antisocial parece ser muy
estable y consistente solo para un número relativamente pequeño de hombres cuyos problemas de
comportamiento son bastante extremos. Finalmente, el cambio es la norma para la mayoría de los
adolescentes, la estabilidad caracteriza a aquellos en los extremos de la distribución de conducta
antisocial. Este cambio proviene de la construcción de nuevos y positivos vínculos sociales que
producen una conformidad y una actividad rutinaria incompatible con el involucramiento crimi-
nal (Ej. matrimonio, empleo estable). La construcción de estos nuevos vínculos produce cambios
en la estructura de oportunidades en la economía ilegal y legal; la exposición a un ambiente cri-
minógeno; y la estigmatización / etiquetamiento.
Ahora que conocemos los conceptos de Planificación Estratégica y lo que implica este ejercicio en el
marco de la política de seguridad ciudadana, veamos ejemplos prácticos de cómo realizan distintos
países y jurisdicciones la planificación estratégica de la política de seguridad.
Para ello analizaremos documentos específicos de planes estratégicos en materia de seguridad a nivel
internacional, regional, nacional y local.
Los países anglosajones son considerados los pioneros en el desarrollo de la gestión por resultados,
implementando reformas tendientes al fortalecimiento de las capacidades institucionales para mejorar
la administración de los recursos.
Este conjunto de países se destaca por el elevado nivel de institucionalización de la planificación,
entendida como el establecimiento de procesos y áreas responsables de cada etapa de la formulación
del ciclo de planeamiento. Las áreas rectoras o responsables de la planificación son organismos soporte
del ejecutivo para la toma de decisiones, traduciendo las prioridades de gobierno en estrategias concre-
tas, asignando los recursos y realizando el seguimiento y la evaluación de las políticas implementadas.
Asimismo, presentan una alta integración entre la planificación y el presupuesto, donde las estrategias
y acciones planificadas tienen su correspondencia con los aspectos financieros. En estos países planifi-
car es sinónimo de presupuestar y viceversa, son elementos indisociables en el ciclo de la planificación
y presupuestación.
Otro aspecto relevante dentro del ciclo de políticas públicas es la evaluación de las políticas públicas
implementadas en el proceso de toma de decisiones. Los informes de evaluación y seguimiento de
gestión constituyen un insumo central para la toma de decisiones en los niveles ejecutivos.
Finalmente, los organismos rectores de la planificación estratégica se encuentran estrechamente vincu-
lados al nivel ejecutivo, como unidad de asistencia para la toma de decisiones. Este diseño institucional
es central para convertir a la planificación estratégica en una herramienta de conducción estratégica
del Estado. Estas oficinas traducen las prioridades del ejecutivo hacia dentro de los organismos, fijan
la agenda, participan en la asignación de recursos, reciben y procesan el seguimiento y evaluación de
las acciones implementadas. De esta forma, estos departamentos son actores centrales en los procesos
de toma de decisiones estratégicas, actuando como catalizadores de la gestión y dotando al ejecutivo
de información para mejorar el proceso de toma de decisiones.
Los países que se desarrollarán a modo de ejemplo serán: Canadá, Estados Unidos y Reino Unido.
VII.1.a. Análisis Plan Estratégico de Seguridad Pública de Canadá.
En los años 70, en Canadá se crea el Sistema de Planificación, Programación y Presupuestación, el cual
buscaba integrar los procesos de presupuesto y planificación de la política del gobierno federal.
Bajo este sistema, el Gabinete de Ministros junto a otras agencias centrales definían las prioridades
gubernamentales: los diferentes Ministerios y organismos realizaban sus solicitudes presupuestarias
dentro de este marco previamente definido y, justificando la contribución de sus actividades al logro de
las prioridades, solicitaban los fondos para sus programas.
Este sistema nunca pudo implementarse de manera integral, ya que el análisis de las distintas acti-
vidades en términos de consecución de las metas de las prioridades o programas gubernamentales
establecidos demandaba un volumen de datos y una sofisticación de los instrumentos de monitoreo y
evaluación que todavía no era posible desarrollar. El sistema también ignoraba la manera estrictamente
política en que se negociaba y adaptaba el presupuesto: el costo de renegociar el presupuesto de forma
integral año a año hubiera sido extremadamente alto y con efectos potencialmente disruptivos.
Entre 1979 y 1989, cuando se declara una experiencia fallida, se utilizó el Sistema de Gestión del
Gasto y la Política, que implicaba una nueva reforma al sistema presupuestario, con miras a integrar la
evaluación de programas, la fijación de políticas prioritarias y el financiamiento.
El sistema se basó en reunir las distintas agencias gubernamentales según áreas sectoriales de política
(desarrollo económico, políticas sociales, etc.), a las cuales se les asignaba un “techo” de gasto. Cada
uno de estos “techos” era administrado por un Comité de Gabinete compuesto por los Ministros cuyos
gastos se hallarán incluidos. El objetivo era incentivar la reasignación de recursos al evaluar todos los
programas de un mismo “techo” en simultáneo. Así, se incentivaba que los ministros de una misma área
establecieran prioridades de manera conjunta y coordinadamente.
En 1994, se comienzan a utilizar las Revisiones de Programas, implementadas en un contexto de ajus-
tes del gasto en el marco de un alto déficit fiscal, las cuales buscaban incrementar los esfuerzos orien-
tados a poner en marcha un modelo de administración pública basado en un enfoque de resultados.
Esta iniciativa rechazaba la concepción tradicional de ajustes del gasto transversales a toda la
gestión de gobierno y la idea de que un déficit considerable podía ser eliminado a través de un
incremento en la productividad. También proponía evaluar la importancia relativa de cada pro-
grama y servicio gubernamental en el marco fiscal de conjunto. Así, el gobierno podía considerar
la eficiencia relativa de diversas opciones de política. La perspectiva adoptada se centraba menos
en qué recortar y más en qué preservar de manera tal de proveer ventajas comparativas en el
mediano y largo plazo.
Las revisiones de programas se acercaban más a la idea de un “proyecto de sociedad” en circunstancias de
restricciones presupuestarias severas que a un estricto ejercicio fiscal.
Una de las características centrales del proceso de implementación de las Revisiones de Programas
era el rol preponderante que se otorgaba a los ministros y funcionarios ministeriales como arquitectos
de las reformas ministeriales: se les adjudicaba, en tanto equipo, la responsabilidad de aportar una
Finalmente, en 2007, se creó el Sistema de Gestión del Gasto, en el que los programas gubernamenta-
les atraviesan un riguroso proceso de evaluación llamado “revisión estratégica”, en ciclos cuatrianuales,
donde se revisa el gasto de cada departamento.
Dentro de Canadá, el aspecto presupuestario predomina por sobre la planificación, siendo que el pre-
supuesto fija los techos de gasto para cada ministerio, para luego definir las prioridades.
Canadá es un país con un sistema parlamentario, donde este último cumple un rol relevante ya que
su aprobación del presupuesto presentado por el Gabinete es considerado un voto de confianza o de
censura al gobierno. En caso de que haya un gobierno de minoría, el Parlamento se vuelve una arena
clave, dado a que la supervivencia del gobierno se halla atada al apoyo parlamentario que consiga para
aprobar su proyecto presupuestario.
El rol central en este proceso lo tiene la Secretaría del Consejo de Hacienda (SCH) y su sector de
Gestión del Gasto, que traduce a términos operativos las políticas y programas aprobados por el
Gabinete de Ministros y provee a los Departamentos con los recursos y el ambiente administrativo
requeridos para realizar su trabajo. La SCH también los asesora en la elaboración de sus Reportes
sobre Planes y Prioridades (planes de gasto individuales para cada departamento y agencia guber-
namental), que proveen información detallada sobre las principales prioridades de una organización
gubernamental en términos de resultados estratégicos, actividades por programa y productos espera-
dos e información sobre requisitos en términos de recursos humanos, principales proyectos de capital,
subvenciones y contribuciones y, por último, costos netos de los programas.
Fuente: Elaboración propia en base a Reporte de Planes y Prioridades Seguridad Pública de Canadá
2010-2011.
Es posible desglosar el actual plan estratégico de seguridad canadiense de acuerdo a los elementos de
la planificación estratégica:
› Misión (¿Qué hacemos y para quienes? Descripción concisa y clara de la razón de ser de la Entidad,
propósito fundamental): Ayudar a mitigar riesgos a la seguridad de Canadá a través de prevenir que
las amenazas se materialicen.
› Visión (¿Cómo se visualiza el escenario futuro? Valores de la organización. Futuro deseado por la
organización): Un Canadá seguro y resiliente.
› Objetivos Estratégicos (¿Dónde queremos ir, qué resultados queremos lograr? Logros que espe-
ra la Entidad para cumplir con su misión. Claros, realistas, desafiantes y congruentes entre sí):
Avanzar en iniciativas de gestión de fronteras con los Estados Unidos (Objetivo estratégico 3).
› Estrategias (¿Cómo llegaremos? Plan de Acción para implementar los Objetivos Estratégicos, y
determinar el presupuesto):
■ Perseguir evaluaciones conjuntas de riesgos y amenazas con USA.
■ Reunir actores clave de Canadá y Estados Unidos para compartir información y mejores prác-
ticas en radicalización.
› Indicadores de desempeño:
■ N° de nuevas o mejoradas iniciativas de frontera anunciadas con USA focalizadas en seguridad
y facilitación.
■ N° de iniciativas del sector de la seguridad impulsadas con USA para apuntalar la seguridad de
Norteamérica.
Además, Canadá cuenta con cuatro objetivos estratégicos dirigidos a dos aspectos bien diferencia-
dos. Por un lado, se busca mejorar los procesos de administración específicos de los departamentos y
agencias vinculadas a la seguridad y al apoyo de las prioridades de gobierno fijadas a nivel general de
gobierno. Por el otro, los objetivos también están dirigidos al control de fronteras y el combate del
crimen organizado, compartiendo información y con el apoyo de EE.UU.
Cada uno de estos objetivos se encuentran asociados a estrategias concretas para su cumplimiento. A
su vez, los objetivos estratégicos presentan un conjunto de indicadores asociados para medir el nivel
de cumplimiento de los mismos.
Finalmente, el Ciclo de Planificación canadiense consta de un doble ciclo superpuesto: un ciclo inter-
no ministerial y un ciclo parlamentario (ante el cual el ministerio debe responder). Este ciclo puede
dividirse en varios momentos:
> Explicativo:
Análisis del entorno interno y externo de la organización para detectar señales tempranas de opor-
tunidades y riesgos que influyan en la planificación.
Análisis FODA o PEST. El análisis se replica a interior de cada área ministerial.
Fuente: Elaboración propia en base a Reporte de Planes y Prioridades Seguridad Pública de Canadá
2010-2011
VII.1.b. Análisis Plan estratégico del Departamento Nacional de Seguridad de Estados Unidos de Norte América.
En el año 1983, se sanciona la Ley de Eficiencia y Rendimiento del Gobierno, a partir de la cual las
agencias del ejecutivo debían presentar junto con el presupuesto, planes estratégicos, planes anuales de
desempeño que cubrían los programas e informes de gestión que permitían evaluar el desempeño de
los programas durante el año fiscal.
Luego, en 2004, se implementa en el marco de las “Prioridades Presidenciales de Administración” la
iniciativa para la integración del presupuesto y desempeño (BPI). Con ella se busca vincular las deci-
siones presupuestarias con la evaluación del desempeño de los programas diseñados.
El organismo responsable es la Oficina de Gestión y Presupuesto (OGP), cuya función es imple-
mentar la visión del presidente en el poder ejecutivo. Para ello, apoya al presidente en la fijación de
prioridades de gobierno, en el desarrollo y ejecución del presupuesto. Esta fijación de prioridades de
gobierno es considerada por las distintas jurisdicciones para realizar la planificación.
En el caso de la seguridad, el plan estratégico es desarrollado por el Departamento de Seguridad Nacional
(DSN) y toma como referencia las directrices emanadas por el presidente de EUA a través de la OGP en
la Estrategia Nacional para la Seguridad. El DSN tiene una Oficina de Planes Estratégicos (OPE) que es
la encargada de la formulación del planeamiento de largo plazo y los objetivos estratégicos. El plan estraté-
gico tiene en cuenta necesidades presentes del DSN y las que pudieran surgir en los cinco años siguientes.
Una particularidad del caso de los Estados Unidos es que el contenido del plan estratégico vinculado a la
seguridad está centrado principalmente en la problemática de las amenazas terroristas y no trata en pro-
fundidad otros temas como pueden ser el delito urbano y el crimen organizado. Sin embargo, y más allá
de su contenido específico y particular, puede resultar útil su análisis desde el punto de vista metodológico.
Es posible, en este caso también, desglosar el plan estratégico de seguridad estadounidense de acuerdo
a los elementos de la planificación estratégica:
› Misión (¿Qué hacemos y para quienes? Descripción concisa y clara de la razón de ser de la Entidad,
propósito fundamental): Liderar el esfuerzo nacional para proteger la nación. Prevenir y disuadir
ataques terroristas. Proteger las fronteras.
› Visión (¿Cómo se visualiza el escenario futuro? Valores de la organización. Futuro deseado por la
organización): Una América protegida, un público que se sienta seguro, una sociedad y una econo-
mía fuertes y resistentes.
› Objetivos Estratégicos (¿Dónde queremos ir, qué resultados queremos lograr? Logros que espera
la Entidad para cumplir con su misión. Claros, realistas, desafiantes y congruentes entre sí): prote-
ger la nación de bienes peligrosos (Objetivo estratégico 2).
› Estrategias (¿Cómo llegaremos? Plan de Acción para implementar los Objetivos Estratégicos, y
determinar el presupuesto): No se encuentran publicadas.
› Indicadores de desempeño:
■ % contenedores procesados a través de Container Security Initiative. Meta 86%.
■ % de carga que pasa por monitores de radiación al entrar al país. Meta 99%.
En América Latina los sistemas de planificación acompañaron las estrategias de desarrollo adoptadas
por los países en la década del ‘50 y ‘60, donde el Estado desempeñaba un importante papel para pro-
mover el desarrollo y el crecimiento de la economía. Sin embargo, los mismos han migrado de “planes
quinquenales” a un esquema moderno y flexible que incorpora elementos de coordinación, prospección
y evaluación (Martin, 2005).
Los organismos responsables y los procesos que involucra la planificación estratégica presentan rasgos
propios en cada país, los que se van a estudiar aquí serán Colombia, Chile y Brasil.
VII.2.a. Análisis Política integral de seguridad y defensa de Colombia.
Los primeros antecedentes de planificación se corresponden a los años ’50. El organismo responsable
es el Departamento Nacional de Planeación, que elabora el Plan Nacional de Desarrollo y participa en
la formulación del marco de gasto de mediano plazo. A través del Decreto 627/1974, dota al Consejo
Nacional de Política Económica y Social como principal asesor del gobierno en aquellos aspectos que
se relacionan con el desarrollo económico y social del país.
Lo singular de Colombia reside en que el Plan Nacional de Desarrollo (PND) se realiza a través del Plan
Nacional de Inversiones, que reviste un carácter estratégico en la asignación de los recursos. Es decir, la inver-
sión es el principal instrumento para llevar adelante el desarrollo del Plan Nacional de Desarrollo. En este
sentido, los planes estratégicos se asocian al gasto de capital cuya potestad está a cargo del Departamento
Nacional de Planeación y el gasto corriente se encuentra a cargo del Ministerio de Hacienda.
En el PND se establecen los objetivos y metas generales y específicas de la entidad, en el mediano (4
años) y corto plazo (un año). También se fijan los objetivos, estrategias y metas de inversión.
La arquitectura institucional comprende dos importantes instancias con un fuerte contenido políti-
co-técnico para la fijación de prioridades: El Consejo Nacional de Política Fiscal (CONFIS) presidido
por el Ministro de Hacienda y Crédito Público, donde se determina el sendero de gasto, es decir, se
“marca la cancha” sobre las erogaciones disponibles; y el Consejo Nacional de Política Económica y
Social (CONPES), máxima autoridad nacional de planeación y unidad asesora del gobierno en los
aspectos relacionados con el desarrollo económico y social del país a través de la coordinación y orien-
tación de los organismos responsables de la dirección económica y social en el gobierno.
El CONPES es presidido por autoridades principalmente políticas y cuenta con la asistencia de técni-
cos para la toma de decisiones estratégicas. En otras palabras, es un organismo de alta gerencia política
donde se acuerdan los ejes rectores de las políticas públicas.
Estas dos instancias actúan como coordinadoras de la planificación estratégica. Así, mientras el CONFIS
delinea las restricciones de recursos, el CONPES es la instancia - principalmente política - donde se toman
las decisiones estratégicas contando con el marco provisto por el CONFIS en materia presupuestaria.
Otro aspecto relevante es la existencia de unidades subnacionales que adoptan los lineamientos nacio-
nales en materia organizacional. La existencia de “áreas espejo” que comparten el mismo esquema de
planificación y herramientas de administración para la gestión de las políticas públicas multinivel, son
centrales para coordinar acciones con cada nivel de gobierno.
Con respecto a la política de seguridad, en el marco de la asunción del Presidente Juan Manuel Santos en
el año 2010, se delineó un nuevo plan nacional de seguridad: la Política Integral de Seguridad y Defensa
para la Prosperidad 2010-2014 (PISDP), continuadora de las Políticas de Seguridad Democrática
(2002-2006) y de Consolidación de la Seguridad Democrática (2006-2010), ambas vigentes durante los
dos mandatos consecutivos del Presidente Álvaro Uribe. El documento de la PISDP es introducido en
el marco de un diagnóstico de la situación de la seguridad en Colombia al momento de su publicación.
Allí se detallan los principales logros, amenazas y retos internos que presenta el sector.
Las acciones llevadas a cabo en el marco del PISDP postulan principios rectores que guían la conducta.
Las mismas son definidas por: el buen gobierno; la sostenibilidad; la legitimidad; y la corresponsabilidad.
Al igual que el resto de los planes sectoriales colombianos, la PISDP se enmarca en el Plan Nacional
de Desarrollo vigente, en ese caso, el plan Prosperidad para Todos 2010-2014. En materia de seguri-
dad, el organismo rector del sistema lo constituye el Ministerio de Defensa Nacional. El mismo, tiene
la atribución de diseñar los planes nacionales de seguridad. En este sentido, el plan de seguridad se
encuentra vinculado explícitamente al Plan Nacional de Desarrollo, donde el objetivo nacional para el
sector de seguridad deviene en la visión del plan de seguridad.
VII.2.b. Análisis Plan Chile Seguro.
Chile se constituye como un caso particular ya que no cuenta con un plan de desarrollo nacional de
mediano plazo, pero cuenta con planificaciones sectoriales con fuertes mecanismos de seguimiento y
evaluación de programas.
En la etapa de formulación presupuestaria anual interviene el Ministerio de Desarrollo Social (ex,
Ministerio de Planificación y Cooperación, MIDEPLAN) que propone las metas de inversión regio-
nal y sectorial necesarias para el presupuesto. Asimismo, el Ministerio coordina con la Dirección de
Presupuesto (DIPRES) los proyectos de presupuestos anuales de los ministerios, intendencias, insti-
tuciones descentralizadas y empresas del Estado.
Aunque no existe un plan de mediano plazo, hay un marco fiscal que incluye el proyecto de Ley de
presupuesto para un horizonte de cuatro años que es revisado cada dos trimestres. De esta forma, la
DIPRES conserva fuertes potestades para la formulación, seguimiento y evaluación de los programas
implementados con un carácter transversal a la gestión.
La dependencia con atribuciones en temas de seguridad pública es el Ministerio del Interior y
Seguridad Pública, creado en 2011.
Si bien Chile no presenta, en términos comparativos con países de la región, grandes problemas
vinculados con grupos extremos o ligados al narcotráfico (no existen grupos armados que desafíen
la autoridad estatal y el narcotráfico está lejos de representar una amenaza tan fuerte como en países
como Colombia y México), no obstante se resaltan las altas tasas de victimización existentes en el país,
relacionadas con delitos contra la propiedad.
En el contexto de la asunción de Sebastián Piñera en la Presidencia de la Nación a la cabeza de una
coalición de centroderecha (luego de dos décadas consecutivas de gobierno de la Concertación, coa-
lición de centroizquierda), se desarrolla el Plan Chile Seguro 2010-2014. Adicionalmente, se han
Brasil cuenta con una importante experiencia en planificación estratégica que se remonta a la déca-
da de 1950 (“Plan de Metas” de 1956). Desde 1998 cuenta con un plan de desarrollo de largo plazo
(“Proyecto Brasil 2020”) que plantea una visión y escenarios posibles.
El “Ministerio de Desarrollo y Planificación Económica” desarrolla planes estratégicos de índole econó-
mico y social, a la vez que tiene un rol importante en la coordinación entre los distintos entes estatales
y el control.
Actualmente, Brasil cuenta con un Plan Plurianual elaborado por el Ministerio de Planeamiento,
Presupuesto y Gestión que es sancionado por el congreso cada cuatro años y comprende desde el
segundo año del período presidencial hasta el primero del siguiente.
En el plan se detallan los lineamientos centrales del poder ejecutivo, objetivos de los ministerios,
metas, indicadores de eficacia y costos públicos estimados de los productos públicos.
Una vez definido el PPA y aprobado por el Congreso Nacional, las directrices presupuestarias y los
techos de gasto, los ministerios presentan sus propuestas al Ministerio de Planificación y este analiza
en base a los elementos previos su correspondencia para luego enviarlo al Congreso Nacional.
En materia de seguridad ciudadana, la primera experiencia de planificación estratégica fue el “Plan
Nacional de Seguridad Pública” en el año 2000. Este plan contiene 15 compromisos y 124 acciones con-
cretas. Algunos indican que se formuló como reacción a un episodio de toma de rehenes (Cano, 2006)
evidenciando que no formaba parte de un proceso institucionalizado de planificación de políticas de
seguridad ciudadana, que se fue consolidando a partir de entonces.
Luego, en 2007, se creó el Programa Nacional de Seguridad Pública con los Ciudadanos (PRONASCI)
que articula políticas de seguridad con acciones sociales; prioriza la prevención y busca suprimir las
causas que generan violencia, sin renunciar a las estrategias de seguridad y orden público que ya se
desarrollaban. Desde el año 2011 todos los principios y directrices introducidos por el PRONASCI
pasaron a ser orientadores de toda la política nacional conducida por el gobierno federal.
El Programa se elaboró a través de más de 30 reuniones con diferentes sectores de la sociedad civil.
Posteriormente, la Conferencia Nacional de Seguridad Pública (2009), que define las políticas nacio-
nales del área, tuvo un grado de participación muy amplio (225.000 participantes directos, incluyen-
do 126 conferencias municipales y 27 conferencias estaduales). El Consejo Nacional de Seguridad
Pública (CONASP) (creado en el año 1997 como un órgano consultivo presidido por el ministro de
Justicia) fue convertido en el año 2009 en un órgano deliberativo tripartito (sociedad civil, trabajadores
de la seguridad y gobierno) con elecciones internas y poder de autoconvocatoria.
El PRONASCI constituye un marco de planificación de alcance nacional que incorpora los niveles
estaduales (provinciales) y municipales de gobierno para la coordinación de acciones. Por ejemplo, la
estrategia “Territorios da Paz”, uno de los ejes del PRONASCI, implica la conformación de los llama-
dos Gabinetes de Gestión Integrada Municipales, órganos colegiados de gestión estadual y municipal
compuestos por policía, justicia y ministerio público. Este es un ejemplo de estrategia multiagencial
› Indicadores de desempeño:
■ Grado de incremento de jóvenes resocializados.
■ Grado de incremento de jóvenes con acceso a actividades de reinserción.
VII.3.a. La planificación de seguridad en la República Argentina.
A partir de este decreto, entonces, las funciones de la Subsecretaría de Logística fueron las siguientes:
• Asistir al Secretario de Seguridad en la formulación de la logística del sistema de seguridad, coor-
dinando la actuación de los componentes del mismo.
• Administrar el sistema de planeamiento y relevar los requerimientos del plan estratégico del área.
• Formular la política presupuestaria de las fuerzas policiales y de seguridad, entendiendo en la coor-
dinación y seguimiento de su ejecución.
• Establecer las necesidades de equipamiento e innovación tecnológica de las fuerzas policiales y de
seguridad, cuantificando y calificando los recursos requeridos.
• Incorporar en forma dinámica la innovación necesaria, acorde a estándares avanzados en Tecnologías
de la Información y las Comunicaciones (TICs).
• Promover la transformación de las fuerzas policiales y de seguridad en base al análisis comparado
de modelos internacionales de avanzada.
• Propender a la estandarización de recursos implementando normas de calidad.
Esta Subsecretaría contaba con tres Direcciones, que se repartían las siguientes funciones:
■ Dirección Nacional de Tecnología y Equipamiento:
› Misión: Formular los requerimientos de equipamiento y de tecnología de las fuerzas policiales
y de seguridad cuantificando y calificando los recursos requeridos. Proponer la incorporación
de la innovación necesaria de acuerdo a estándares avanzados en tecnologías de la información
y las comunicaciones (TICs).
› Funciones: (1) Elaborar los requerimientos de equipamiento necesario para las fuerzas poli-
ciales y de seguridad cuantificando y calificando los recursos requeridos; (2) Informar respecto
de las necesidades tecnológicas de las fuerzas policiales y de seguridad cuantificando y califi-
cando los recursos requeridos; (3) Realizar los estudios necesarios y sugerir la incorporación de
innovación necesaria, de acuerdo a estándares avanzados en tecnologías de la información y las
comunicaciones (TICs).
■ Dirección Nacional de Logística:
› Misión: Coordinar los planes logísticos de las fuerzas policiales y de seguridad, conforme los
lineamientos emanados de la Secretaría y de la Subsecretaría de las que depende, así como efec-
tuar la supervisión de su ejecución.
› Funciones: (1) Evaluar y supervisar la ejecución de los planes logísticos de las fuerzas policiales
y de seguridad, promoviendo su racionalización, integración y adecuación a las capacidades
determinadas como necesarias por el planeamiento estratégico; (2) Desarrollar e implementar
políticas logísticas conjuntas en materia de abastecimiento, almacenamiento, transporte, man-
tenimiento y disposición final de medios materiales de las fuerzas policiales y de seguridad; (3)
› Asistir al Director Nacional en la articulación del campo académico con el de la gestión para el
desarrollo de políticas públicas, planes, programas y proyectos para la seguridad pública y ciuda-
dana a fin de fortalecer el gobierno político de la seguridad.
› Promover la articulación con centros de estudios en seguridad ciudadana pertenecientes al ámbi-
to académico y de la sociedad civil a los fines de reforzar la formación de los recursos humanos
abocados al gobierno de la seguridad pública y ciudadana.
› Intervenir en el diseño e implementación de convenios de colaboración y otras modalidades de
asistencia con organismos integrantes del sistema educativo nacional.
También varían las funciones de la Dirección de Articulación con el Sistema Científico Educativo
(presente en la misma Dirección Nacional):
› Impulsar programas de becas y actividades de intercambio con universidades y centros académi-
cos con miras a mejorar la formación de los investigadores docentes instructores de las fuerzas
policiales y de seguridad.
› Orientar la investigación científico-tecnológica en el campo de la seguridad, priorizando áreas
estratégicas para el desarrollo integral del sistema de seguridad interior y de las instituciones y
actores que lo componen.
› Asistir al Director Nacional en el diseño e implementación de estrategias tendientes a fortalecer
la articulación entre el Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación y el Sistema de
Seguridad Interior y democratizar los procesos formativos del personal de las Fuerzas Policiales
y de seguridad y de producción de conocimiento en el campo de la seguridad.
› Asistir al Director Nacional en la articulación con las áreas de las Fuerzas Policiales, de Seguridad
Federales y del Ministerio de Seguridad abocadas a las tareas de policía científica, en especial en
lo atinente al desarrollo de laboratorios de investigación.
› Intervenir en el diseño implementación de convenios de colaboración y otras modalidades de
asistencia con organismos integrantes del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación.
Finalmente, varían también las funciones de la Dirección del INEES:
› Asistir a la DN en la elaboración coordinación y ejecución del planeamiento estratégico de la
jurisdicción.
› Asistir a la DN en el diseño, implementación, monitoreo del tablero de control de la jurisdicción.
› Asistir a la DN en el diseño, formulación, gestión y monitoreo de políticas públicas, planes, pro-
gramas y proyectos estratégicos de gestión.
› Realizar estudios, investigaciones y evaluaciones de políticas públicas para la formulación del
planeamiento estratégico de la seguridad y de políticas estratégicas en materia de seguridad.
› Promover la producción de conocimiento técnico-científico teniendo en miras el fortalecimiento
de gobierno de la seguridad y sus instituciones y plena vigencia de los derechos humanos.
VII.3.b. La planificación de seguridad en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Fuente: Elaboración propia en base al Plan 2020.2023 del Ministerio de Justicia y Seguridad de
CABA.
Su misión es garantizar que los porteños y todos aquellos que transitan la Ciudad vivan y se sientan
seguros desde un enfoque integral que actúe simultáneamente en los aspectos objetivos y subjetivos del
fenómeno delictivo y las violencias, con infraestructura y tecnología de punta puesta al servicio de la
labor policial y haciendo especial hincapié en: el combate de los delitos de robo y hurto y robo con moto;
el mantenimiento del orden público; el fortalecimiento del vínculo con el vecino y la participación ciu-
dadana; la eficacia del sistema de emergencias y la pronta respuesta; y la solidez de una justicia efectiva.
Fuente: Elaboración propia en base al Plan 2020.2023 del Ministerio de Justicia y Seguridad de
CABA.
Su visión es: “La Ciudad más segura de América Latina”, es decir que Buenos Aires vuelva a ser una refe-
rencia internacional por sus estándares de seguridad, que los vecinos y sus visitantes vuelvan a transitar
la Ciudad seguros, con percepción de orden y certidumbre y garantizar que el espacio público sea un
lugar que invite a disfrutarlo.
En cuanto a los Lineamientos Generales, se dividen en 9:
Gráfico 61: Planificación Plurianual del Ministerio de Justicia y Seguridad CABA. Lineamientos
Generales.
Fuente: Elaboración propia en base al Plan 2020.2023 del Ministerio de Justicia y Seguridad de
CABA.
A continuación, se presentan los Objetivos Estratégicos (O.E.), las Metas (M), los Indicadores de
Desempeño (I.D.) y las Estrategias (E) para cada Lineamiento General:
Gráfico 62: Planificación Plurianual del Ministerio de Justicia y Seguridad CABA. Lineamiento
General 1.
Fuente: Elaboración propia en base al Plan 2020.2023 del Ministerio de Justicia y Seguridad de
CABA.
Gráfico 63: Planificación Plurianual del Ministerio de Justicia y Seguridad CABA. Lineamiento
General 2.
Fuente: Elaboración propia en base al Plan 2020.2023 del Ministerio de Justicia y Seguridad de
CABA.
Fuente: Elaboración propia en base al Plan 2020.2023 del Ministerio de Justicia y Seguridad de
CABA.
Gráfico 65: Planificación Plurianual del Ministerio de Justicia y Seguridad CABA. Lineamiento
General 3.2.
Fuente: Elaboración propia en base al Plan 2020.2023 del Ministerio de Justicia y Seguridad de
CABA
Gráfico 66: Planificación Plurianual del Ministerio de Justicia y Seguridad CABA. Lineamiento
General 3.3.
Fuente: Elaboración propia en base al Plan 2020.2023 del Ministerio de Justicia y Seguridad de
CABA
Gráfico 67: Planificación Plurianual del Ministerio de Justicia y Seguridad CABA. Lineamiento
General 4.1.
Fuente: Elaboración propia en base al Plan 2020.2023 del Ministerio de Justicia y Seguridad de
CABA
Fuente: Elaboración propia en base al Plan 2020.2023 del Ministerio de Justicia y Seguridad de
CABA
Gráfico 69: Planificación Plurianual del Ministerio de Justicia y Seguridad CABA. Lineamiento
General 5.
Fuente: Elaboración propia en base al Plan 2020.2023 del Ministerio de Justicia y Seguridad de
CABA
Gráfico 70: Planificación Plurianual del Ministerio de Justicia y Seguridad CABA. Lineamiento
General 6.1.
Fuente: Elaboración propia en base al Plan 2020.2023 del Ministerio de Justicia y Seguridad de
CABA
Gráfico 71: Planificación Plurianual del Ministerio de Justicia y Seguridad CABA. Lineamiento
General 6.2.
Fuente: Elaboración propia en base al Plan 2020.2023 del Ministerio de Justicia y Seguridad de
CABA
Fuente: Elaboración propia en base al Plan 2020.2023 del Ministerio de Justicia y Seguridad de
CABA
Gráfico 73: Planificación Plurianual del Ministerio de Justicia y Seguridad CABA. Lineamiento
General 7.2.
Fuente: Elaboración propia en base al Plan 2020.2023 del Ministerio de Justicia y Seguridad de
CABA
Gráfico 74: Planificación Plurianual del Ministerio de Justicia y Seguridad CABA. Lineamiento
General 8.
Fuente: Elaboración propia en base al Plan 2020.2023 del Ministerio de Justicia y Seguridad de
CABA
Gráfico 75: Planificación Plurianual del Ministerio de Justicia y Seguridad CABA. Lineamiento
General 9.
Fuente: Elaboración propia en base al Plan 2020.2023 del Ministerio de Justicia y Seguridad de
CABA
Es posible delinear rasgos que diferencian a los modelos anglosajones y latinoamericanos: por ejem-
plo, en los países anglosajones el énfasis en el seguimiento y evaluación activo de políticas públicas
es mayor, ya que el ciclo de planificación se encuentra altamente integrado al presupuestario. En este
sentido, la evaluación de los programas y los resultados generados por ellos son un insumo central para
el redireccionamiento de los recursos monetarios y fomentar aquellas acciones que demuestran ser
efectivas para alcanzar sus objetivos.
Argentina no se destaca por poner el énfasis en el seguimiento y evaluación de políticas públicas, pero
dentro de las funciones de las distintas áreas con competencias en planificación dentro del Sistema de
Seguridad podemos encontrar acciones vinculadas con el monitoreo y la evaluación de la ejecución de
los planes y políticas.
Asimismo, en los países anglosajones se observa una gran vinculación institucional entre la unidad
responsable de la planificación y las autoridades superiores o políticas. Esto se traduciría en una mayor
utilización por parte de la alta dirección de las herramientas de planificación, seguimiento y evaluación
de políticas, llevando probablemente, a un mejor desempeño en materia de administración pública.
Por ejemplo, en Estado Unidos la relación es más directa ya que existe desde la OGP las prioridades
presidenciales para la administración.
Los constantes cambios en las estructuras que contienen áreas de planificación relacionadas a la
Seguridad en Argentina anticipan un nivel menor de institucionalización de la planificación que el que
se puede observar tanto en países anglosajones como por ejemplo en Brasil, donde la visión estratégica
es de largo plazo. La experiencia de Planificación del Modelo Argentino de Seguridad Democrática
puede asemejarse a experiencias latinoamericanas como el Plan Chile Seguro o la Política Integral de
Seguridad y Defensa para la Prosperidad colombiana.
En cuanto a la relación con el Poder Ejecutivo y la influencia de las áreas con competencia en planifi-
cación en la distribución de recursos presupuestarios, Argentina presenta similitudes con los sistemas
anglosajones, al asignar a dichas áreas funciones que inciden en la formulación y ejecución de la polí-
tica presupuestaria
Finalmente, es una práctica común en los países anglosajones - en Latinoamérica también se observa
en Colombia - la creación de áreas transversales de gobierno que dependen o están asociadas a la alta
gerencia y se encuentran dentro del entramado institucional. Probablemente la integración de gabine-
tes o áreas asociadas a la administración y la planificación del gasto en este lugar permitan mejorar la
coordinación y evaluación de las políticas desde una visión transversal a la gestión.
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