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La gran migración

La evolución humana más allá de África

Jordi Agustí y Mauricio Antón

CRITICA
Barcelona
46 La gran migración Llega la crisis 47

años. A diferencia de Sahelanthropus y Orrorin, Ardipithecus es hoy guntarse en qué medida estos tres posibles candidatos a antepasado
uno de nuestros antepasados mejor conocidos, gracias sobre todo a las común de todos los homínidos bípedos pueden corresponder en reali-
excavaciones desarrolladas en Aramis y que han proporcionado restos dad a un mismo primate. Así, en cuanto a los caninos, Sahelanthropus
de unos 36 individuos áe Ardipithecus ramidus. Destaca, sobre todo, el y Ardipithecus los tenían pequeños, mientras que éstos eran más gran-
esqueleto parcialmente completo de ima hembra joven, lo que ha permi- des en Orrorin. Por lo que respecta al grosor del esmalte, éste es del-
tido hacerse una idea de la anatomía y comportamiento de este lejano gado en Ardipithecus, comparable al que se observa en chimpancés y
representante de nuestro linaje, justo en el momento en que se desarro- gorilas. Por el contrario, Orrorin presentaba molares con esmalte
lló la locomoción bípeda. E l esqueleto de esta hembra nos muestra a ;in grueso, mientras que Sahelanthropus ocupa para este carácter una po-
pequeño homínido de no más de 50 kilos de peso y una estatura de unos sición más o menos intermedia, aunque tal vez más próxima a Ardipi-
120 cm. Su cerebro era similar al de un chimpancé, ya que apenas so- thecus. Así pues, todo apunta a que a finales del Mioceno convivieron
brepasaba los 300 gramos. La dentición era relativamente reducida, de dos tipos diferentes de homínidos, una forma dotada de grandes cani-
esmalte delgado, como en gorilas y chimpancés, y no grueso, como en nos y adaptada a una dieta basada en semillas y vegetales fibrosos
Orrorin. A diferencia de los actuales antropomorfos, los caninos eran {Orrorin), y otra forma de caninos pequeños cuya dieta no debía dife-
de tamaño reducido, no sólo en las hembras sino también en los ma- rir en gran medida de la de los actuales chimpancés, basada en fiiitos y
chos, lo que indica un bajo grado de dimorfismo sexual entre los dos tallos tiernos (Sahelanthropus/Ardipithecus).
sexos. Pero es el aparato locomotor lo que hace más extraordinario a
Ardipithecus. Así, buena parte de sus características indican un tipo de
locomoción todavía asociado a la vida en los árboles. Es el caso de las Entre el bosque y la sabana
falanges de las manos, largas y curvadas, bien adaptadas para agarrarse
a las ramas. Es el caso también de los pies, que presentaban un dedo A partir del Plioceno, hace unos 4 millones de años, el panorama de la
gordo separado del resto de dedos y con capacidad prensil, como sucede evolución humana se clarifica notablemente, gracias a los hallazgos
en chimpancés y gorilas. Los brazos, a su vez, eran relativamente lar- realizados desde hace más de 50 años en la fosa o valle del Rift que
gos, lo que indica así mismo una buena capacidad para desplazarse de recorre África Oriental, desde Etiopía hasta Malawi, pasando por Ke-
rama en rama. Junto a este cúmulo de caracteres «arborícolas», sin em- nia y Tanzania. A este conjunto de hallazgos se suman los de las ca-
bargo, existen algunas evidencias de que Ardipithecus podía ya adoptar' vidades cársticas sudafricanas, excavadas desde hace un siglo y que
una marcha bípeda sobre el suelo. Así, la parte superior de su pelvis pre- incluyen yacimientos tan notables como Sterkfontein, Makapansgat,
senta un aspecto más parecido al de los homínidos bípedos que al de los Swartkrans o Kromdraai. Los restos de homínidos de esta primera par-
chimpancés o gorilas. A su vez, el foramen magnum, esto es, el orificio te del Plioceno, entre 4,2 y 2,5 millones de años, se incluyen normal-
que permite encajar el cráneo a la columna vertebral, estaba más ade- mente en un único género, Australopithecus, definido originalmente
lantado que en nuestros parientes antropomorfos, un rasgo que ya se por el médico sudafi-icano Raymond Dart en 1925 a partir de un cráneo
encontraba en Sahelanthropus. Esta marcha bípeda, sin embargo, debía infantil encontrado en las canteras de Taung, a unos 100 km al norte
diferir en gran medida de la nuestra y de la que luego encontramos en de Kimberley. A partir de la década de 1930, la prospección sistemáti-
los homínidos del Plioceno, ya que la posición separada del dedo gordo ca de diversas cavidades sudafi-icanas por parte del paleontólogo Ro-
del pie no debió permitir náda^ parecido a la carrera o al salto. bert Broom llevó al descubrimiento de restos más completos, lo que
permitió un conocimiento mucho más preciso de la especie original
En realidad, dadas las.coincidencias que se dan en el tiempo y en
Australopithecus africanus. Curiosamente, aunque ésta fiie la primera
el espacio entre Sahelanthropus, Orrorin y Ardipithecus, es lícito pre-
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especie descrita de Australopithecus, en realidad constituye uno de E l esqueleto de «Lucy» reveló a un homínido de poco más de un me-
los últimos eslabones del género, con un rango temporal que se ex- tro de altura, cuyo cerebro debió rondar los 380 gramos. Pese a su pe-
tiende aproximadamente entre 3 y 2,5 millones de años. queño tamaño, su dentición era robusta y dotada de esmalte grueso. E l
E l más antiguo representante inequívoco de este linaje es Austra- conocimiento de Australopithecus afarensis se incrementó todavía
lopithecus anamensis, especie definida a partir de una mandíbula, un más gracias al hallazgo de un cráneo bien conservado en Maka (curso
maxilar y diversos restos esqueléticos procedentes de las localidades medio del Awash, Etiopía), fechado en unos 3,4 millones de años.
de Kanapoi y AUia Bay, en Kenia, ambas fechadas en unos 4 millo- Esta vez el cráneo correspondía a un macho muy robusto, de cara
nes de años. A pesar de su adscripción al género Australopithecus, grande y ancha. Su estatura debió sobrepasar a la de «Lucy» en unos
A. anamensis muestra una serie de rasgos arcaicos que no se encuentran 30 centímetros, mientras que su cerebro era así mismo mayor, en tor-
entre sus sucesores. Un ejemplo de ello es el diseño de la mandíbula, no a los 480 gramos. Era evidente, por tanto, que Australopithecus
cuyas dos ramas corren en paralelo («diseño en U»), en lugar de ser afarensis fue una especie altamente dimórfica, con machos mucho
convergentes («diseño en V»), como ocurre en todos los homínidos más grandes y robustos que las hembras. Por lo demás, se trata de una
posteriores. Australopithecus anamensis estaba dotado así mismo de de las especies de Australopithecus más longevas, con un rango tem-
unos caninos comparativamente grandes, a los que seguía una serie poral que se sitúa entre hace unos 3 y 4 millones de años.
molar robusta y de esmalte grueso. Por lo que respecta a su locomo- Es posible que el rango geográfico de Australopithecus afarensis
ción, gracias a un fragmento de tibia sabemos que este homínido era se extendiese más allá del Rift africano y llegase a penetrar en la zona
típicamente bípedo. Frente al aparente arcaísmo de la mayor parte de cenfral de África, a tenor del descubrimiento publicado en 1996 de un
sus elementos esqueléticos, el húmero de Australopithecus anamensis fragmento de mandíbula cerca de la localidad chadiana de Koro Toro,
sorprende por su gracilidad, lo que tal vez pueda interpretarse en tér- en Bahr-el-Gazhal (que significa Valle de las Gacelas). Hay que pen-
minos de su adaptación a la vida en la sabana. sar que, en aquella época, hace unos 3 millones de años, el hoy peque-
E l siguiente eslabón de la saga Australopithecus es A. afarensis, ño lago Chad (que da nombre al país que lo circunda) tenía una exten-
una de las especies de homínidos mejor conocidas gracias al descubri- sión mucho mayor, de más de dos millones de km^, y que por aquel
miento, en 1974, de un esqueleto femenino muy completo en la For- entonces las condiciones ambientales debían de ser muy diferentes a
mación Hadar de Etiopía (Lámina 7). Ese esqueleto, conocido colo- las del actual desierto que hoy ocupa la zona. E l hallazgo en cuestión
quialmente como «Lucy», incluía elementos tan significativos como consiste en un pequeño fragmento de mandíbula del que sólo se ha
la pelvis, el fémur, la tibia, un brazo completo con húmero, cubito y conservado un incisivo, dos caninos y los cuatro premolares. Los au-
radio, vértebras, costillas, la mandíbula yfi-agmentosdel cráneo. E l tores del descubrimiento establecieron para este resto una nueva espe-
análisis de este fósil, fechado en más de 3 millones de años, reveló que cie, Australopithecus bahrelgazhali, aunque la evidencia es tan escasa
Australopithecus afarensis era ya un homínido perfectamente bípedo que las pequeñas diferencias detectadas con respecto a Australopithe-
cuyo tipo de locomoción era muy parecido al nuestro. Su pelvis era cus afarensis bien pudieran ser achacables a una cuestión de variabili-
baja y ancha, como la nuestra, en lugar de estrecha y alargada, como dad poblacional.
sucede en el resto de los antropomorfos, mientras que el fémur mos- L a posibilidad real de que hace más de 3 millones de años coexis-
traba una típica inclinación hacia adentro, típica de los homínidos bí- tiesen en África dos especies distintas de homínidos bípedos recibió un
pedos. Ambas característieás se relacionan con la presencia de unos importante espaldarazo a raíz del descubrimiento, en la Formación Lo-
potentes músculos abductores, que ayudan a mantener el equilibrio mekwi, en Kenia, de un cráneo muy deformado para el que se definió
cuando, al andar, todo el peso del cuerpo recae sobre una única pierna. un nuevo género y especie, Kenyanthropus platyops (Figura 2.11). E l
V,
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fósil mostraba una serie de caracteres primitivos que casaban bien con en diversas cavidades sudafricanas (Figura 2.12). Después de A. afa-
la edad de irnos 3,5 millones de años que se le atribuye, como es ima rensis, ésta es la especie áe Australopithecus mejor conocida. En par-
baja capacidad cerebral y un pequeño canal auditivo extemo, más re- ticular, destacan los hallazgos realizados en la cueva de Sterkfontein,
ducido incluso que en Australopithecus afarensis. Junto a estos carac- que incluye hasta tres cráneos (destacando, en particular, Sts 5, que
teres, otros, sin embargo, eran sorprendentemente avanzados para un fiie atribuido inicialmente a un nuevo género y especie, Plesianthro-
homínido de esa edad. Su dentición, por ejemplo, era pequeña, bastan- pus transvaalensis), así como parte de la columna vertebral, costillas,
te más reducida que la de Australopithecus afarensis. E l carácter más la pelvis y un fémur fragmentado de un mismo individuo (Sts 14).
llamativo, sin embargo, era su cara, plana y proyectada hacia delante
por debajo del orificio nasal (es decir, prognata), con pómulos altos y
aplanados. Este tipo de cara es el que luego aparecerá en algunas de las
primeras especies atribuidas a nuestro propio género Homo. Ahora
bien, WT-40000 (número de catálogo del fósil en el Museo Nacional
de Kenia) era cerca de un millón de años anterior a estos primeros re-
presentantes de nuestro género, cuyos restos más antiguos no sobrepa-
san los 2,5 millones de años de edad. ¿Cómo explicar la ausencia de
poblaciones intermedias duran-
te cerca de un millón de años?
Por si ñiera poco, el cráneo de
Kenyanthropus platyops fiie re-
construido a partir de cientos de
piezas, tras un laborioso proceso
de preparación, y se encontra-
ba muy deformado. Ello arrojó
unas inevitables dudas sobre la
vaUdez de los caracteres que lo
ligaban a otros homínidos pos-
teriores, especialmente por lo
que respecta a la forma de la
cara. Por lo demás, otras espe-
cies de Australopithecus apare-
cían como ancestros más plausi-
FiGURA 2.11. Cráneo y cabeza reconstrui- bles del género Homo.
da de Kenyanthropus platyops. Este homí- -^^^ ^ ^^^^^
nido, con caractensticas intermedias entre , ., /•. ,
los australopitecos y los primeros^miem- tralopithecus africanus, la espe- FIGURA 2.12. Esqueleto y apariencia extema de una hembra adulta de Australopithe-
bros del género//oTwo, es conocido por un cíe originalmente descrita por cus africanus. Esta reconstrucción se basa en gran parte en el esqueleto parcial S T S 14,
único cráneo fósil hasta el momento. Raymond Dart y Robert Broom del yacimiento sudafricano de Sterkfontein.
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Australopithecus africanus fue una especie de talla pequeña (entre el antepasado directo de los primeros representantes de nuestro géne-
1,15 y 1,40 metros de altura), con un volumen cerebral de entré 430 y ro (Homo habilis), tal como señalaron los autores del hallazgo, Tim
550 gramos, que habitó en África del Sur hace entre 3 y 2,5 millones White y Berhane Asfaw. Esta hipótesis se vería reforzada por el des-
de años. Del análisis de su esqueleto se deduce que los brazos eran cubrimiento de marcas de corte sobre algunos de los huesos de otros
relativamente alargados con respecto a las piernas. animales asociados a la nueva especie. Así mismo, los primeros arte-
Hasta el final del siglo xx, Australopithecus africanus aparecía factos Uticos que se encuentran en el Awash medio datan precisamen-
para muchos como el más firme candidato a precursor del género te de 2,5 millones de años, y el autor de los mismos no podría ser otro
Homo. Ahora bien, en el año 1999 se pubHcó el descubrimiento en la que A. ghari.
localidad de Bouri, en el curso medio del Awash en Etiopía, de una Un reciente hallazgo en Sudáfiica, publicado en 2010 en la revista
nueva especie de homínido, bautizada con el nombre científico de Science, parece complicar todavía más la cuestión sobre el origen del
Australopithecus gahri. Esta nueva especie de Australopithecus esta- género Homo. Se trata de dos esqueletos parciales pertenecientes a una
ba representada por numerosos restos esqueléticos que incluían tam- mujer joven de unos veinte años y a un adolescente de unos doce años,
bién un fragmento de cráneo con la caja encefálica y el paladar (Figu- extraídos de una cueva situada a unos 50 kilómefros al norte de Johan-
ra 2.13). L a edad de esta forma ha nesburgo. E l elemento más significativo es un cráneo en excelente esta-
podido ser precisada en unos 2,5 do de conservación que revela a un Australopithecus próximo a Austra-
millones de años, por lo que sería lopithecus africanus pero con caracteres más derivados. Aparte de que
coetánea de los^. africanus de Sud- poseía un cerebro algo mayor que
áfrica. L a cara de A. ghari mues-
el de su predecesor, su cara mues-
tra un aspecto más arcaico que la
tra algunos rasgos que lo aproxi-
de A. africanus y las formas pri-
man a los primeros representantes
mitivas del género Homo, próxi-
de nuesfro género, como el Homo
mas en este sentido a la de su pro-
bable antecesor A. afarensis. Su habilis (por ejemplo, la forma de la
volumen cerebral es bajo, estima- cavidad nasal y los pómulos). Es
do en unos 450 gramos. Lo más por ello que sus descubridores, en-
sorprendente de esta especie son cabezados por el paleontólogo de la
sus dientes, con premolares y mo- Universidad de Witwatersrand Lee
lares de gran tamaño, muy por en- Berger, han reconocido en este
cima de los de otras especies del fósil a una especie diferente áe Aus-
mismo género. Mienfras que nada tralopithecus, a la que han bautiza-
parecido a Australopithecus afri- do con el nombre de Australopi-
canus ha aparecido hasta la fecha thecus sediba (Figura 2.14). Para
FIGURA 2.13. Cráneo y reconstrucción yacimientos del rift oriental estos investigadores, Australopi-
thecus sediba constituye el perfecto FIGURA 2.14. Reconstrucción de la ca-
i c-• > i • •.' >
de m cabeza de Australopithecus parl7i. ,
eslabón intermedio entre Australo- beza de Australopithecus sediba, basa-
Estaespeciesedescribióapartirdéfósi- Africa, A. ghari se Sitúa en el da en el cráneo y mandíbula de un ejem-
pithecus africanus y los primeros plar joven proveniente del yacimiento
les fragmentarios de la localidad de Bouri lugar adecuado y en el momento representantes del género Homo. E l de Malapa en Sudáfrica.
en Etiopía. preciso para ser considerado como
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Australopithecus africanus fue una especie de talla pequeña (entre el antepasado directo de los primeros representantes de nuestro géne-
1,15 y 1,40 metros de altura), con un volumen cerebral de entre 430 y ro (Homo habilis), tal como señalaron los autores del hallazgo, Tim
550 gramos, que habitó en África del Sur hace entre 3 y 2,5 millones White y Berhane Asfaw. Esta hipótesis se vería reforzada por el des-
de años. Del análisis de su esqueleto se deduce que los brazos eran cubrimiento de marcas de corte sobre algunos de los huesos de otros
relativamente alargados con respecto a las piernas. animales asociados a la nueva especie. Así mismo, los primeros arte-
Hasta el final del siglo xx, Australopithecus africanus aparecía factos líticos que se encuentran en el Awash medio datan precisamen-
para muchos como el más firme candidato a precursor del género te de 2,5 millones de años, y el autor de los mismos no podría ser otro
Homo. Ahora bien, en el año 1999 se publicó el descubrimiento en la que^. ghari.
localidad de Bouri, en el curso medio del Awash en Etiopía, de una Un reciente hallazgo en Sudáfiica, publicado en 2010 en la revista
nueva especie de homínido, bautizada con el nombre científico de Science, parece complicar todavía más la cuestión sobre el origen del
Australopithecus gahri. Esta nueva especie áe Australopithecus esta- género Homo. Se trata de dos esqueletos parciales pertenecientes a una
ba representada por numerosos restos esqueléticos que incluían tam- mujer joven de unos veinte años y a un adolescente de unos doce años,
bién un fragmento de cráneo con la caja encefálica y el paladar (Figu- extraídos de una cueva situada a unos 50 kilómetros al norte de Johan-
ra 2.13). L a edad de esta forma ha nesburgo. E l elemento más significativo es un cráneo en excelente esta-
podido ser precisada en unos 2,5 do de conservación que revela a un Australopithecus próximo a Austra-
millones de años, por lo que sería lopithecus africanus pero con caracteres más derivados. Aparte de que
coetánea de los^. africanus de Sud-
poseía un cerebro algo mayor que
áfrica. L a cara de A. ghari mues-
el de su predecesor, su cara mues-
tra un aspecto más arcaico que la
tra algunos rasgos que lo aproxi-
de A. africanus y las formas pri-
man a los primeros representantes
mitivas del género Homo, próxi-
de nuestro género, como el Homo
mas en este sentido a la de su pro-
bable antecesor A. afarensis. Su habilis (por ejemplo, la forma de la
volumen cerebral es bajo, estima- cavidad nasal y los pómulos). Es
do en unos 450 gramos. Lo más por ello que sus descubridores, en-
sorprendente de esta especie son cabezados por el paleontólogo de la
sus dientes, con premolares y mo- Universidad de Witwatersrand Lee
lares de gran tamaño, muy por en- Berger, han reconocido en este
cima de los de otras especies del fósil a una especie diferente de Aus-
mismo género. Mientras que nada tralopithecus, a la que han bautiza-
parecido a Australopithecus afri- do con el nombre de Australopi-
canus ha aparecido hasta la fecha thecus sediba (Figura 2.14). Para
FIGURA 2 . 1 3 . Cráneo y reconstrucción yacimientos del rift oriental estos investigadores, Australopi-
thecus sediba constituye el perfecto FIGURA 2 . 1 4 . Reconstrucción de la ca-
r^. > i . •,. ,
de la cabeza de Australopithecus earhi. ,
eslabón intermedio entre Australo- beza de Australopithecus sediba, basa-
EstaespeciesedescribióapartirdVósi- ^^'""^^ ''^^ da en el cráneo y mandíbula de un ejem-
pithecus africanus y los primeros plar joven proveniente del yacimiento
les fragmentarios de la localidádde Bouri lugar adecuado y en el momento
representantes del género Homo. E l de Malapa en Sudáfrica.
en Etiopía. preciso para ser considerado como
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problema, sin embargo, reside en que los restos de Australopithecus se- años. Aunque este esqueleto, sin duda el homínido más completo de
diba están fechados en 1,8 millones de años aproximadamente y son, todo el registro fósil, no ha sido todavía extraído, los restos de su pie
por tanto, muy posteriores (¡más de medio millón de años!) a la eclosión permitieron a Ron Clarke y Philip Tobías llegar a nuevas conclusio-
de nuestro género, que data de hace cerca de 2,5 millones de años. nes sobre la locomoción de Australopithecus. Así, al articular el pri-
En tomo a estas y otras cuestiones que atañen a la evolución de mer metatarsiano con el correspondiente hueso del tarso, estos pa-
Australopithecus, subyace el debate sobre el modo de vida y el habitat leontólogos se dieron cuenta de que éste debía formar con el resto de
original de este género de homínidos. De acuerdo con la interpreta- dedos un ángulo más abierto de lo esperado para un homínido típica-
ción original que hizo Owen Lovejoy del esqueleto de «Lucy», Aus- mente bípedo. En otras palabras, el Australopithecus del Miembro 2
tralopithecus afarensis sería una especie plenamente terrestre, adap- de Sterkfontein presentaba un dedo gordo (o hálux) todavía abducido
tada a la vida en la sabana, cuyo tipo de locomoción, plenamente y separado del resto de dedos. Ello significa que aquel pie todavía
bípedo, no debió de diferir en gran medida del nuestro. En este senti- mantenía una fimción prensora parecida a la que se observa en chim-
do, los escasos restos esqueléticos de A. anamensis indicarían así mis- pancés y gorilas y que, como ellos, los Australopithecus habrían lle-
mo una forma grácil que se movería sobre espacios abiertos. Ahora vado una vida fiindamentalmente arborícola, ayudándose de sus ma-
bien, la reinterpretación del esqueleto de A. afarensis y de otros restos nos y pies para subir a los árboles.
de Australopithecus parecen abonar un escenario diferente. Para algu- Esta imagen de la anatomía de los australopitecos se ha visto com-
nos investigadores, el primer análisis de Lucy habría pasado por alto pletada con la descripción en 2010 de un esqueleto parcial correspon-
una serie de caracteres que indicarían una vida asociada más al bosque diente a un individuo de gran talla, probablemente macho, de A. afaren-
que a la sabana. Es el caso de la relación entre la longitud de los brazos sis, procedente de depósitos de 3,58 millones de años en Woranso-Mille,
y las piemas, que indicaría una más que aceptable capacidad para tre- Etiopía. Este nuevo ejemplar, descrito por Yohannes Haile-Selassie y
par a los árboles. Es el caso también de las falanges de manos y pies, colegas y apodado Kudanuumuu por sus descubridores, es el más com-
que en Australopithecus afarensis eran curvadas, como ocurre en to- pleto de su especie desde el hallazgo de Lucy, y arroja luz sobre diver-
dos los primates que acostumbran a agarrarse a las ramas. Así mismo, sos aspectos de su anatomía, obligándonos a revisar asunciones tradi-
cuando se reconstmyó el tronco de «Lucy», éste parecía mostrar una cionales. E n particular, la morfología de las costillas, mucho mejor
típica forma en cono truncado, con la parte superior más estrecha y la conservadas que en Lucy, indican que el tórax se parecería más al de los
parte baja más ancha. Esta disposición se encuentra también en mu- humanos modernos que al de los grandes simios, y tendría ima forma
chos primates arborícolas y desaparece en otros homínidos posterío- alargada y no cónica, algo que encaja mejor con la longitud de la colum-
res que muestran una locomoción típicamente terrestre. na lumbar de v4. o/áreraw. - • •
Nuevos datos aparecidos más recientemente, esta vez proceden-
tes de Sudáfríca, parecen confirmar que los australopitecos ñieron for-
mas de bosque y que mantenían una apreciable aptitud para desenvol- • Otra vuelta de tuerca
verse en los árboles. En 1994, el paleontólogo sudafricano Ron Clarke
descubrió en una caja del Museo del Transvaal los restos del pie de un Los australopitecos aparecen como un grupo relativamente homogé-
homínido que procedían del llamado Miembro 2 de la cueva de neo y conservador. Todos ellos corresponden a formas de complexión
Sterkfontein. Con posterioridad se pudo identificar el lugar de donde grácil, cuyo cerebro oscilaba entre los 400 y 550 gramos, no muy su-
se habían extraído estos restos, que pertenecían a un esqueleto prácti- perior al de un gorila o un chimpancé. Su dentición, dotada de grandes
camente completo de un Australopithecus de más de dos millones de premolares y molares de esmalte gmeso, indica una clara tendencia al
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vegetarianismo, aimque a buen seguro su dieta debía incorporar otros Estos cambios también afectaron a los continentes meridionales y,
elementos como insectos y, tal vez, pequeños vertebrados. A lo largo más concretamente, a África. Sólo que en África la nueva dinámica
de la primera parte del Plioceno es difícil discernir en este grupo unas glacial-interglacial no se tradujo en una sucesión de fases finas y cáli-
tendencias evolutivas claras, como no sea el agrandamiento relativo das, sino en una alternancia de periodos de aridez o de mayor hume-
de sus muelas o un cierto aumento de la talla corporal. Muy probable- dad. Mienfras los glaciares y la estepa fría se extendían por Europa, en
mente, esta relativa estabilidad anatómica de los australopitecos haya África la sabana seca y el incipiente desierto ocupaban una superficie
que encuadrarla en el contexto de estabilidad climática y ambiental que cada vez mayor, tanto al norte como al sur del continente. Los refu-
representa la primera parte del Plioceno. gios arbóreos de los ausfralopitecos vieron progresivamente mermada
Ahora bien, este marco de estabilidad sufrió un duro golpe hace su extensión, convertidos en manchas cada vez más discontinuas. De
unos 2,6 millones de años, cuando se inician las primeras glaciaciones la misma manera, los recursos vegetales se volvieron ahora más esca-
en el Ártico. Hasta entonces, los hielos permanentes habían afectado tan sos, compuestos en su mayor parte por nueces, bulbos y raíces. Los
sólo al Hemisferio Sur y, más concretamente, a la Antártida, un conti- australopitecos tuvieron que adaptarse a esta nueva situación, y es así
nente muy alejado del resto de tierras meridionales. Por el contrario, el como un nuevo grupo de homínidos, los parántropos, emergió a partir
desarrollo de los hielos permanentes sobre Groenlandia y el océano Ár- de hace 2,5 millones de años. Los representantes de esta línea de aus-
tico tuvo unos efectos inmediatos y profiindos en el Hemisferio Norte, tralopitecinos estaban dotados de una potente musculatura mandibu-
ocupado en su mayor parte por grandes masas continentales como Eura- lar, que en los machos determinaban el desarrollo en el cráneo de cres-
sia y Norteamérica. En las altas latitudes de Europa Cenfral, Siberia tas sagitales como ocurre en los gorilas. L a dentición incluía incisivos
y Canadá, la estepa fría sustituyó a los bosques templado-cálidos que y caninos pequeños que contrastaban con unos enormes molares dota-
hasta entonces habían albergado una fauna no muy diferente de la del dos de esmalte muy grueso. Los premolares, a su vez, estaban así mis-
Mioceno. Hacia el sur, el clima se hizo más estacional y el bosque medi- mo engrosados y su aspecto recordaba al de los molares. Su talla era
terráneo, adaptado a las largas sequías estivales, desplazó a los últimos algo mayor que la de los australopitecinos gráciles como Australopi-
restos de las laurisilvas, relegadas a partir de entonces a algiinos encla- thecus africanus y el dimorfismo sexual enfre machos y hembras esta-
ves restringidos, como la costa atlántica de África, Anatolia o el sur del ba todavía más acentuado. Los parántropos fueron básicamente her-
Cáucaso. E l planeta enfró en una dinámica cíclica de expansión y re- bívoros, con una dieta que probablemente incluía básicamente ñutos
fracción de los hielos glaciares, de la cual todavía no hemos salido. Cada secos (lo que explicaría su poderoso aparato masticador, que les ha
80.000 años, el frío se extendía sobre buena parte de Europa, dejando valido el apodo de «cascanueces»).
paso al cabo de 40.000 años a una nueva etapa cálida de duración simi- E l prímer miembro reconocible de esta línea aparece hace unos
lar. Esta sucesión de fases glaciares e interglaciares dejó una proñinda 2,5 millones de años en Kenia y Etiopía. Se trata de Paranthropus
huella sobre las faunas de este continente y supuso el final de gonfote- aethiopicus, especie conocida en diversas localidades del lago Turka-
rios, calicoterios, rinocerontes acuáticos, hipariones, jirafas, antílopes, na (Kenia) y del valle del Omo (Etiopía) (Figura 2.15). Destaca en
tapires, hienas corredoras y ofros elementos persistentes del Mioceno. particular el llamado «cráneo negro» (WT-17000), descubierto en el
En su lugar, las faunas europeas adquirieron un aspecto más parecido al Turkana occidental por el equipo de Richard Leakey y que permitió
actual, con ciervos de astas ramificadas, caballos y protolobos, aunque hacerse una idea sobre la anatomía craneal de los miembros más ar-
también con grandes herbívoros exóticos, como los primeros mamuts caicos del grupo. Gracias a este hallazgo sabemos que Paranthropus
de la especie Mammuthus meridionalis o losrinocerontescorredores de aethiopicus mosfraba ya un buen número de caracteres comunes con
la especie Stephanorhinus eíruscus. las especies posteriores del género, como es la posesión de grandes y
58 La gran migración
Llega la crisis 59

FIGURA 2.15. Cráneo y cabeza reconstruida de Paranthropus aethiopicus. Este ho-


mínido es el más antiguo de los atribuidos al grupo de los parántropos y destaca por
su cara prognatá y su elevada cresta sagital, indicativa de potentes músculos masti-
cadores.

gruesos molares trituradores y un potente aparato masticador, que in-


cluía la presencia de cresta sagital en los machos. Sin embargo, en
otros caracteres aparece como una forma claramente más arcaica. Así
la cara, baja y ancha, era muy prognata, recordando en esto a Austra-
lopithecus afarensis. Así mismo, presentaban cerebros más reduci-
dos, de unos 420 gramos.
A partir de hace algo más de dos millones de años, Parathropus
aethiopicus es sustituido en África Oriental por una especie claramen-
te más avanzada, Parathropus boisei, originalmente descrita en la gar-
ganta de Olduvai por Louis Leakey en 1959, pero cuyos restos se han
encontrado posteriormente en numerosos puntos del valle del Omo y FIGURA 2.16. Reconstrucción de Paran- FIGURA 2.17. Reconstrucción de una hem-
del Turkana (Figura 2.16). Es en esta especie donde la tendencia a de- thropus boisei. Aunque el cráneo de los bra adulta de Paranthropus robustus. Co-
sarrollar grandes molares de esmalte muy gmeso llega a un máximo, parántropos ostentaba un poderoso apara- mo ocurre con los parántropos de África
alcanzando proporciones janiás desarrolladas por un homínido. Su ca- to masticador que justifica el apelativo de Oriental, la especie sudafricana se conoce
pacidad cerebral es relativarnente grande para un australopitecino, en- «australopitecos robustos», lo poco que principalmente por restos craneales, por
conocemos de su esqueleto indica que su lo cual las reconstrucciones «de cuerpo
tre 475 y 530 gramos. Los representantes más antiguos de esta especie
talla y proporciones corporales no diferían completo» como ésta se basan en parte
se localizan en el miembro G de la Formación Shungura, en el valle del mucho de las de otros australopitecos. en la anatomía de otros australopitecos.

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60 La gran migración Llega la crisis 61

Omo (Etiopía), de unos 2,2 millones de años de antigüedad, mientras vegetariana con gusanos, insectos, larvas o peces entraba dentro de las
los restos más recientes se han localizado en Chesowanja (Kenia) y capacidades de aquellos homínidos de poco más de un metro de altu-
Peninj (Tanzania), con una edad de poco más de un millón de años. ra. Pero convertirse en auténticos depredadores, cazar gacelas, antílo-
Parcialmente coetáneo de la anterior es Paranthropus robustus, la pes o kudus, como hacían los grandes «dientes de sable» y otros féli-
especie de este género originalmente descrita por Robert Broom, que dos de aquella época, estaba muy lejos de sus posibilidades. Ahora
hasta el momento sólo se ha localizado en diversas cuevas de Sudáfri- bien, todavía quedaba otro recurso. Una vez abatida una gran presa
ca: Swartkrans, Kromdraai, Sterkfontein, Drimolen (Figura 2.17). Se por parte de los numerosos carnívoros que poblaban las sabanas afri-
trata de una especie que comparte muchos caracteres con Parathropus canas de hace dos millones de años, y una vez éstos se habían dado el
boisei, hasta el punto de que algunos autores han llegado a plantearse la consiguiente festín, quedaban unas grandes carcasas con carne toda-
sinonimia entre ambas. L a capacidad cerebral parece haber sido mayor, vía fresca adherida a los huesos, que era aprovechada por los habitua-
entre 500 y 550 gramos, y el aparato masticador (mandíbula, dentición, les carroñeros de estas sabanas, básicamente buitres y hienas. Estas
crestas sagitales) parece algo menos desarrollado que en Parathropus últimas llegaban todavía más lejos en el aprovechamiento de aquellas
boisei. L a robustez del cráneo no hallaba su correlato con el resto del carcasas ya que, con sus grandes muelas engrosadas, partían y tritura-
esqueleto, que en este sentido no difería mucho del de Australopithe- ban los huesos, accediendo a la médula de los mismos (una importan-
cus africanus. L a altura estimada de los machos era de unos 130 cm, en te reserva de grasa) y al cerebro. Existía, por tanto, una jugosa posibi-
tanto que las hembras apenas sobrepasaban el metro de altura. lidad de supervivencia: convertirse en carroñeros tan eficientes como
las hienas. Una partida de homínidos enfiarecidos y hambrientos podía
desde luego hacer frente y espantar a otros carroñeros como los bui-
Expandiendo el cerebro tres o las hienas. Pero ¿cómo separar la carne adherida a los huesos
que los poco apuradores dientes de sable no habían aprovechado? Y ,
Frente a la apuesta típicamente vegetariana que representan los parán- todavía más, ¿cómo fracturar los duros huesos y los cráneos para ac-
tropos, y ante las dificultades cada vez más evidentes para obtener re- ceder a la médula o al cerebro? Los pequeños incisivos y caninos de
cursos energéticos del entomo vegetal, un segundo grupo de australo- aquellos australopitecos ya no servían para cortar o desgarrar la carne,
pitecinos ensayó una vía evolutiva alternativa, acentuando la base y mucho menos podían cumplir esta ñinción los aplanados molares y
proteica de la dieta más o menos omnívora que estos homínidos ha- premolares de esmalte grueso, tan eficientes a la hora de moler vege-
bían practicado hasta la crisis de hace 2,6 millones de años. Una dieta tales fibrosos y nueces.
basada en tejidos animales es sin duda mucho más provechosa y efi- Pero he aquí que un pequeño grupo de australopitecos dio con la
ciente que una dieta estrictamente herbívora o vegetariana. Permite clave para introducirse en el nicho ecológico de carroñero que tantas
obtener similares niveles de energía con aparatos digestivos más cor- ventajas otorgaba a otros pobladores de la sabana africana de hace
tos y con digestiones menos costosas. L a energía sobrante puede utili- más de dos millones de años. Así, alguna de estas bandas de homíni-
zarse entonces para costear otros órganos energéticamente caros como dos debieron de utilizar piedras para romper la cascara que recubría
es un gran cerebro, un lujo que no pueden permitirse los pastadores de las nueces o losfi-utossecos que constituían su dieta principal. Es ésta
hierba. Aparentemente, lasolución es muy fácil: basta con volverse una práctica que hoy en día se ha comprobado en algunas poblaciones
carnívoro. Pero para los/apunados australopitecos de hace más de dos de chimpancés. Supongamos ahora que, en lugar de cascar nueces,
millones de años, que veían como sus reñigios boscosos se reducían estas piedras son utilizadas para romper los huesos a fin de llegar a la
cada vez más, las cosas no eran tan sencillas. Complementar una dieta médula ósea y a los sesos de las carcasas que dejan abandonadas los

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