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Los restos del Homo habilis, a diferencia del Homo rudolfensis, han sido

encontrados en África oriental y del sur. Sus registros indican que esta especie
habría aparecido 1.9 millones de años, extinguiéndose hace 1.6 millones de años.
Es la primera especie de homo donde se verifica la tendencia a la reducción de
aparato masticatorio. Tiene un cráneo más redondeado que el Homo rudolfensis, y
un hueso occipital (hueso de la nuca) más importante con un contorno
redondeado. El esqueleto poscraneo y las características de los miembros
recuerdan, por sus proporciones relativas, al de los grandes monos, indicando que
esta especie poseía adaptaciones propias a una vida arbórea. Muy probablemente
su medio de locomoción no era únicamente bípedo, sino más parecido al de los
grandes monos. Su hábitat parece haber sido más húmedo y templado que el de
las especies anteriores con un mayor componente de vegetación arbórea.

Homo Habilis:

Uno de los acontecimientos más importantes de la evolución humana fue el


espectacular incremento del tamaño del cerebro, que, según los datos fósiles
disponibles hasta el presente, empezó a desarrollarse hace dos millones de años.
Ciertos ejemplares recuperados en sedimentos de África oriental, que rondan los
dos millones de años, en concreto los de Koobi Fora, en Kenia y los de la garganta
de Olduvai, en Tanzania, tienen al parecer capacidades craneales que superan los
650 cm3 y se aproximan a los 800 cm3. Formalmente, estos especímenes
representan la primera aparición de nuestro propio género, y reciben el nombre de
Homo Habilis.
Alguno de los huesos del fémur encontrados entre los sedimentos de Koobi Fora,
de hace dos millones de años, ofrecen un aspecto bastante más humano: una
cabeza más grande y una forma más corta y redondeada que las que se atribuyen
a los Australopitecinos. De ellos se ha dicho que eran restos de Homo habilis,
pues la pelvis muestra un aspecto más moderno. Y de Olduvai existen fragmentos
de un pie y una mano supuestamente de Homo habilis, que han desvelados
recientemente ciertos detalles acerca del modo de locomoción y el estilo de vida
de este ancestro primitivo.
Visto desde lejos, es probable que fuera difícil distinguir un Homo habilis de un
Australopithecus Africanus. Los dos homínidos eran de altura y corpulencia
similares (alrededor de 1, 3m de alto y 40 kg de peso) y ambos caminaban en
posición bípeda. De cerca, sin embargo, se hubiera visto que Homo Habilis era
claramente menos antropomórfico en la cara y el cráneo, este era más alto y
redondeado, y la cara más aplanada y menos prominente
Mientras que el aparato dental de los Australopitecinos se puede definir como
adaptado para la trituración, el de Homo habilis era, en cierta medida, más
refinado. Los dientes de la mejilla, o molares, todavía relativamente grandes y
cubiertos de una espesa capa de esmalte, eran algo más estrechos que en
africanus. Lo mismo se evidenciaba acentuado en los premolares. Los incisivos,
en cambio, mayores y más espadiformes, formaban al parecer un fila de dientes
cortadores, con unos caninos relativamente planos. La impresión de conjunto de
la disposición dental sugiere un cambio en la dieta respecto de la de los
Australopitecinos. No obstante, el cambio no pudo haber sido pierna y el pie de
Olduvai. De los huesos de la pierna, la Tibia y el peroné, se afirman que se
articulan con los huesos del pie y que por consiguiente podrían proceder de un
mismo individuo. Además, llegan, a la conclusión de que tanto los huesos de la
mano como los huesos del pie son de un subadulto, y aun cuando no fueron
recuperados exactamente en el mismo lugar de la garganta, es posible que
pertenecieran al mismo individuo.
Los huesos de la mano presentan muchas características de los humanos
modernos, aunque estén algo curvados hacia adentro y son mas recios que en
homo sapiens. Stern y Susman concluyen que el individuo en cuestión debía de
tener un poderosa mano prensil, parecida en su configuración global a las del
Chimpancé y el gorila hembra. Era una mano bien preparada para trepar a los
árboles.
Stern y Susman opinan que la pierna y el pie eran los de un bípedo habitual.
La robustez, la capacidad de asir con la mano, no son menos vestigios de un
antepasado arborícola. Son indicios que trepaban arboles con frecuencia,
aseguran Stern y Susman. Por lo tanto Homo habilis, pasaba probablemente
buena parte del día caminando en posición bípeda por el suelo con reiteradas
excursiones a los árboles, quizás en busca de alimentos, quizas en busca de
resguardo cuando los depredadores amenazaban. Es muy posible que, al final de
la jornada, los grupos de Homo habilis, que habrían forrajeado juntos durante las
horas de luz, se retiraran al abrigo de los árboles para dormir por las noches,
como hacen actualmente los babuinos de las sabanas.
La coincidencia en el tiempo de fósiles de Homo habilis y toscos utensilios de
lascas de piedra, saca a colación el interrogante de para que las empleaban. No
hay indicios en el registro fósil entre 2 y 1.6 millones de años (periodo de
existencia del Homo habilis) de que esta primitiva forma de homo ingiriera carne
sistemáticamente. Las agudas lascas podrían haberse utilizados en raros y
ocasionales accesos a la carne roja de reses muertas abandonadas por los
carroñeros. La piel y los tendones también podrían ser valorados para estos
homínidos. La explotación clara de otros animales como fuente de alimento no se
dio, por lo visto, hasta el advenimiento de la siguiente especie de nuestro género,
Homo Erectus, que se desarrolló hace 1.6 millones de años.

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