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No me gustaría ser cooperante

No recuerdo haber sido una niña. No me hubiera gustado. Las niñas están hechas
de madera. Se dejan ver a cuenta gotas en los Centros Culturales de España de
Bata y de Malabo.
No quiero ser una niña con eso de vivir sin caminar en las páginas de un libro.
Lo sé, la patria profunda no lo ignora, porque las labores del hogar y las labores
del hogar escolares, esperan a las niñas guineoecuatorianas desde las cinco de la
mañana hasta las diez de la noche. Y a mitad de la noche.

No recuerdo haber sido una blanca. Recuerdo haber sido una blanquita de piel
negra y bollera de lengua perspicaz, advertida de no ser de aquí ni de acá, ni de
los Centros Culturales de España de Bata y de Malabo, cuyo agenda cultural
refleja las relaciones Madrid-Malabo, siempre tensas, siempre pacíficas, siempre
enamoradas, siempre en batalla por yo qué sé. ¡Odio la diplomacia!
Yo, a decir verdad, no sabía que los blancos fueran personas. Me enseñaron que
Dios los creó superiores, en todo, y que los negros, y las negras por defecto, les
debíamos admiración, ya que nunca alcanzaríamos su lugar en la estratificación
social del mundo. Hasta que los conocí en la niñez, y luego en la edad adulta.
Entonces supe que cagaban igual que los negros. Y que se podían equivocar. Y
que podían acertar.

La cooperación española a través de los centros culturales de España y de


Malabo, ha creado y potenciado sectores de desarrollo social como la música, el
teatro, el cine, el dibujo, la literatura, la diversidad, la tolerancia, etc. Tanto es así
que hombres y mujeres destacadxs en la Guinea Ecuatorial de hoy, son fruto del
trabajo de los impuestos pagados por la ciudadanía española.
Algunas personas consideramos que el esfuerzo es necesario para el
empoderamiento del país. Sin embargo, añadimos que España podría hacer
mucho más y en otros sectores que quizás y en función de la mente pensante, son
políticamente incorrectos para una Guinea Ecuatorial de identidad sepultada y
sobre todo, alérgica a cualquier tipo de crítica porque “aquí hacemos las cosas
así, no somos blancos”.

La cooperación se rige por unos fines, unas pautas, unos tiempos. Occidente
funciona al baile del reloj del impacto social. Africa, Africa negra, tiene otros
ritmos. Las normas que marcan su funcionamiento no salen de la incertidumbre,
de “todo sobre la marcha”, de “estas son cosas de los blancos”. No sería una mala
idea plantearse la cuestión de si la cooperación española, occidental, ama y
conoce a Africa, si sabe lo que quiere Africa, el continente negro, cuyos
Gobiernos viven en el Norte y las poblaciones en el Sur.
Y si nos apuramos, oye, igual, algún día escribiremos sobre la siguiente noticia:
“Atención, Malabo, Bata, Ebibeyín y Annobón, hoy a las diez de la noche, ha
resucitado un señor que largamente venía enfermándose”. La gente preguntaría
por el nombre del resucitado. Entonces veríamos un apretón de manos entre la
cooperación y los pueblos africanos.

Yo no sería una buena cooperante. Que va. Eso de andar en medio de dos
desconocidos y en guerra (los Gobiernos y los pueblos africanos) debe ser muy
chungo, bestial.
Los blancos cagan como los negros. Claro que sí, pero en Guinea Ecuatorial
cagan el doble. Nadie quiere morirse como un gilipollas y a veces parece que lxs
blancxs que cooperan con Guinea Ecuatorial son tremendxs gilipollas. Por eso
odio las miradas de lxs blancxs, en todos los actos. La puerta se cierra, se abre.
La población participa, se marcha en medio de la actividad. Cuidado, esta vez no
es la población, es un señor que dice, tú, blanquito, vete a tu tierra, ya tenemos
independencia total”.
Guinea Ecuatorial debe superar los complejos para ser estado. Y hacer su trabajo
como estado para ser estado. Quizás a partir de entonces hablaríamos de
cooperación, ya siendo un país de hombres y mujeres negrxs con autoestima. Y
lxs cooperantes, quién sabe, quizás se animen a no cagarse encima para no
morirse como gilipollas. Se implicarían en los asuntos que son de todxs en un
mundo global, sin miedos, sin racismo, sin paternalismo, sin reservarse ante lo
políticamente incorrecto.

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