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Acuerdo UE-MERCOSUR:

un complot contra la historia


Lic. Guillermo Moreno*

Dr. Claudio Comari*

Lic. Norberto Itzcovich*

Pocos días atrá s, bajo la pretensió n de haber alcanzado un gran éxito diplomá tico, el gobierno
argentino anunció la firma del “Acuerdo estratégico UE-MERCOSUR”.

Ello podría resultar un hecho transcendental, si en el campo de las relaciones entre las naciones los
postulados de la globalizació n conservaran la vitalidad y la potencia que mostraron en las
postrimerías del siglo pasado.

En tal caso, la discusió n de cada detalle de un acuerdo comercial con unos de los “ganadores” de ese
esquema econó mico mundial, sería indispensable, mientras que, paralelamente, ello implicaría
concebir que el resurgimiento de las medidas proteccionistas, incluyendo los virajes introducidos en
EE. UU. por Trump, só lo son un efímero incidente.

Pero si el marco de interpretación de la realidad global es el de la III Guerra Mundial en cuotas


por los puestos de trabajo, como lo caracteriza el papa Francisco, pierden toda relevancia las
particularidades del entendimiento, al quedar cuestionadas sus condiciones de posibilidad y
por ello condenado a una obsolescencia prematura, víctima de su propio complot contra la
historia.

Por ahora, un convenio marco

En simultá neo con la reciente Cumbre de Líderes del G-20, realizada en Osaka, se firmó el acuerdo
entre la Unió n Europea y el MERCOSUR, cuyas negociaciones iniciales datan del añ o 2000.

Convertido en uno de los objetivos fundamentales de la gestió n de Cambiemos y luego de casi tres
añ os de anuncios de inminentes resoluciones, con sus consiguientes sucesivas frustraciones, el
primer paso formal ha sido dado, quedando por delante un complejo proceso hasta que sus
disposiciones sean aprobadas y pueda ser considerado “en vigencia” ya que, a la fecha, se trata de un
convenio marco.

No podría ser de diferente manera, por razones que son operativas y otras de naturaleza política.

Las negociaciones faltantes, que incluyen ademá s del conjunto de las particularidades sectoriales, la
intervenció n y aprobació n legislativa de los suscriptores, no permiten una seria estimació n de los
añ os que podrían insumir.
Pero, es ademá s necesario considerar los períodos adicionales requeridos para que las medidas
empiecen a tener efectividad, ya que aun cuando algunos compromisos entrarían “en vigor” junto con
el acuerdo, las modificaciones de preferencias, aranceles, patentes, normas de origen, medidas
pararancelarias, etc., cuentan con diversos plazos de implementació n posterior que, en algunos casos,
se acercan a las dos décadas.

Claro que, para que esto finalmente ocurra en la intensidad prevista, las condiciones del contexto
modélico internacional deben permitirlo, entre las que se cuenta, la continuidad como tales de los
bloques comerciales.

Al respecto, hemos señ alado en otras oportunidades i, que la política exterior de la administració n
Bolsonaro, pone en severas dudas la continuidad del MERCOSUR, toda vez que se orienta a suscribir
convenios comerciales bilaterales (como los que firmara en marzo para las importaciones sin
aranceles de trigo de los Estados Unidos y automotores desde México), a lo que se suma, por otra
parte, que para la Argentina, este bloque arrojó , en forma sistemá tica, resultados desfavorables, dada
la irresoluble ausencia de complementariedad entre las dos economías má s importantes del bloque
(al tratarse de entramados productivos que compiten entre sí), por lo que, má s temprano que tarde,
nuestro país podría buscar otras asociaciones má s convenientes.

Del mismo modo, no son menores las presiones para la redefinició n y/o desintegració n de la Unió n
Europea.

Por lo tanto resulta determinante, en un plano má s general, en cuanto a la factibilidad del acuerdo, el
modo predominante de las relaciones comerciales de los países dentro de su bloque econó mico de
pertenencia, la perdurabilidad de estos en el tiempo (como interrogante) y, dado el caso, la relació n
entre ellos.

¿Singularidad histórica o Nuevo Orden Internacional?

Como hemos tratado en mú ltiples oportunidades en nuestros artículos, el mundo globalizado


emergente a posteriori de la desarticulació n del “bloque socialista” y la desintegració n de la Unió n
Soviética estableció un modelo hegemó nico de relaciones, cuyas expresiones má s plenas quedaban
instituidas mediante los tratados de libre comercio, y donde los organismos internacionales,
especialmente la Organizació n Mundial de Comercio (OMC), fungían como garantes de tal orden, en
capacidad de retaliació n de cualquier intento de protecció n de los aparatos productivos nacionales
que supusieran alguna restricció n a la libre circulació n de bienes y serviciosii.

Obviamente, el principal soporte de aquel orden internacional fue Estados Unidos, que hoy no só lo
dejó de sostener la vieja arquitectura, sino que pasó a ser su principal contrincante.

La autoexclusió n del tratado transpacífico y la redefinició n del viejo NAFTA en un acuerdo


sustantivamente disímil como el actual USMCA, son una suficiente muestra de la actual política de los
EE. UU. hacia los acuerdos de libre comercio.

Pero tal vez mayor significació n, es la que emana de la conducta gubernamental en cuanto a la
administració n del comercio exterior y el explícito desdén por la acció n de la OMC.
Esto no tendría mayor importancia, respecto al acuerdo de referencia, si tal giro de EE. UU. fuera,
como algunos piensan, un suceso aislado, una anomalía histó rica que, encarnada por un personaje
político de excepció n y marginal desde el punto de vista de la estructuralidad econó mica de su país,
está destinada a un trá nsito fugaz.

Lejos de ello, desde nuestra mirada, las principales políticas econó micas de la actual administració n
norteamericana encarnan los intereses orgá nicos del complejo productivo estadounidense y, en la
medida que resulte exitoso para restablecer su “zona de confort” en los mercados internacionales
(aprovechando el conjunto de ventajas competitivas de las que goza, entre las que obviamente se
destaca la obtenida en su revolució n energéticaiii), tenderá a perdurar.

Por eso es importante comprender que se trata de una estrategia de orden mundial, con el notable
agregado de que, ignorando la má xima futbolera de que “equipo que gana no se cambia”, algunos
sectores dirigenciales de los EE. UU. tuvieron la audacia de cambiar un mundo que su país venía
liderando.

Esa misma impronta, opuesta por el vértice a los principios nodales de la globalizació n, es la que
también se expresa en otros lares, signando tanto la recomposició n de la Federació n Rusa, como las
tensiones eurofó bicas que atraviesan el viejo continente, cuya expresió n descollante fue el Brexit.

Este conjunto de evidencias es la que nos lleva a entender este proceso como la emergencia de un
Nuevo Orden Internacional, cuya predominancia actual no es transitoria, sino constitutiva.

El ahistórico “acuerdo histórico”

Calibrar entonces los posibles impactos del acuerdo UE-MERCOSUR, requiere, en primer término,
esclarecer cuá les son los causes principales del ordenamiento internacional en los añ os venideros,
porque debemos elegir entre dos caracterizaciones de los tiempos por venir, de la que dependerá la
correcta inserció n internacional de nuestro país.

En este debate encontramos:

 por un lado, a los que, discutiendo aspectos particulares, asumen como inmutable el orden
globalizador, y por el otro,
 a quienes, al considerar el Nuevo Orden Internacional, juzgamos abstracta la discusió n de “la
letra chica” preguntá ndonos, lisa y llanamente, si el acuerdo es viable o no.

Las siguientes elecciones presidenciales de los EE. UU., ayudará n a clarificar sobre la perdurabilidad o
fugacidad de las transformaciones en curso que, a nuestro criterio, son las má s profundas desde la
culminació n de la Guerra Fría y, si esto es cierto, los verdaderos debates no versará n sobre el libre
comercio, sino sobre las estrategias má s eficaces y eficientes para desenvolvernos en un mundo
donde “cada cual atiende su juego”.
i
“Requiem al MERCOSUR” (BAE, 1/4/19). “Bolsonaro y la Argentina: una de cal y una de arena” (BAE, 14/1/19).
A modo de ejemplo: a partir de una demanda conjunta de Estados Unidos, la Unió n Europea y Japó n, el tribunal
ii

de apelaciones de la OMC ratificó , a principios de 2015, un fallo de primera instancia, que entraría en vigencia el
9 de diciembre de ese añ o, que un tribunal especial de esa organizació n había emitido en septiembre de 2014, a
raíz de una denuncia de 2012.
Allí se indicaba que el Gobierno debía "cumplir con las reglas del comercio internacional". Así, la OMC entendió
que las medidas de administració n de comercio, que en su momento implementó el gobierno argentino,
constituían "una violació n de las normas del comercio internacional".
iii
“El America first y el Nuevo Orden Internacional”, (BAE, 28/1/19),

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