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1.

Era el primer campamento al que iba Stiles. Tenía apenas


unos ocho años, y le aterraba el hecho de alejarse de su
madre, aunque era un alivio poder quitarse de la vista de su
padre durante cuatro semanas. Aún mojaba la cama y tenía
pesadillas todas las noches, y todas las protagonizaban las
palizas de éste.

Stiles era hijo único, pero podría no haberlo sido si su padre


no le hubiera dado una buena tunda a su madre. Aquello
provocó el aborto de ella y más ira por parte de él. Uno de
los recuerdos que acechaba a Stiles era el llanto de todas las
noches de su madre, algo que lo entristecía mucho. Porque
ella era lo más bonito del mundo, y que llorara le provocaba
un vacío en el estómago que hasta dolía.

Su madre había estado ahorrando mucho para que pudiera


ir al campamento esas cuatro semanas, alejándole de su
padre para disfrute del niño y para sufrimiento de ella, y
Stiles esperaba que no llorara mucho en su ausencia, no
quería que su madre lo pasara mal y él no pudiera
confortarla.

En el coche el niño temblaba de los nervios. Estaba


impaciente por conocer a otros niños, y el hecho de que no
fuera su padre con ellos lo alegraba mucho. Podría darle a
su madre uno de sus abrazos interminables y un beso de los
que a ella le hacía arrugar los ojos castaños de lo feliz que le
hacían.
Se sorprendió por la cantidad de niños y niñas que había
allí. Empezó a temblar, pero su madre le cogió la mano y le
sonrió con dulzura, susurrándole algo que sonó como “no te
preocupes Stiles, aquí harás muchos amigos”. Pero él no era
bueno hablando con gente. No tenía amigos en Beacon
Hills, y sus compañeros de clase se reían de su ropa usada.
Ninguno sabía que su padre llevaba años sin gastarse dinero
en nada que tuviera que ver con él, y sólo tenía cosas
porque su madre se las compraba.

Se bajaron del coche y Stiles se aferró a la mano de su


madre. Se acercaron a un tablón donde indicaba que no
podían ir más allá de ese punto los padres, por lo que ella se
agachó y le recogió el pelo detrás de las orejas, sonriendo
con dulzura.

—Mi cielo —murmuró acunándole el rostro. Lo llamaba


cielo de manera cariñosa, era la forma de decirle que para
ella él era su todo, lo más grande que había para ella, lo más
importante en su vida—, no estés triste ahora, seguro que
dentro de una hora tendrás muchos amigos. —Lo besó en la
frente—. Quiero que le des las gracias a todos y cada uno
de los monitores, y a aquellos niños que se porten bien
contigo. Si alguno te insulta no llores, porque habrá muchos
más que quieran ser tus amigos. A lo mejor el que se mete
contigo es porque no tiene ningún amigo, así que ofrécete a
ser el suyo. Te sorprendería ver la de niños que se sienten
tan solos, Stiles...
Lo abrazó con fuerza, y el niño castaño de grandes ojos
ámbar sonrió, abrazándola también. Se quedaron unos
largos segundos agarrados, para finalmente ella separarse
con los ojos brillantes.

—Te adoro, mi cielo. Que nunca se te olvide. Nunca te


olvides que te quiero más que a mi vida, y que siempre
estaré contigo, ¿vale? —murmuró besándolo en la mejilla y
acariciándole los mofletes. Stiles sonrió.
—Yo también te quiero, mami.
—Lo sé cielo, cariño.

Tardó un rato más en separarse de él, pero pronto lo


llamaron para empezar con la primera actividad. Siguió a los
demás pero miró hacia atrás una última vez, mandándole un
beso a su madre.

La actividad consistía en que todos los niños y niñas (eran


unos treinta en total) se sentaran en círculos y fueran
presentándose al que tenían inmediatamente a su lado, por
parejas. A Stiles le tocó con un chico moreno con ojos
pequeños que le sonrió nervioso.

—Hola, me llamo Stiles, ¿y tú?


—Yo me llamo Scott —dijo con voz temblorosa. Se dio
cuenta que tenía que decir al menos una cosa sobre él—. Es
mi primer campamento.
—¡Caray, el mío también! Estoy hecho un flan.
—No lo parece, estás tan contento... yo me muero de
nervios.
—Yo estoy contento porque por fin voy a hacer amigos —
comentó simplemente con una amplia sonrisa,
contagiándole al otro chico.

El juego cambió, y tenían que levantarse y otro quedarse


sentado. Luego tenían que caminar cinco pasos y sentarse
en el hueco que hubiese libre. Le tocó junto a un niño rubio
de ojos claros, muy espigado para tener su edad. Se sentó a
su lado y le sonrió con amabilidad.

—Hola, me llamo Stiles, ¿y tú?


—Mi nombre es Isaac. Me gusta mucho el baloncesto, ¿qué
te gusta a ti?
—No sé me dan bien los deportes, soy más de leer.
—¡Entonces te sabrás muchas historias! Es mi segundo año
aquí, y muchas noches hacemos hogueras para contar
cuentos... yo soy malísimo en eso, así que me podrías contar
alguna.

Stiles sonrió entusiasmado. Llevaba menos de diez minutos


allí y ya tenía dos amigos. De pronto escucharon unos gritos
y risas, y alguien berreó algo así como “globos de miel”, y
pronto todos los compañeros de Stiles estaban corriendo,
aunque él tardó en reaccionar y recibió un globazo en la
cara, haciendo que la miel le entrara en los ojos y lo hiciera
encogerse en el suelo. Gimoteó porque no podía abrir los
ojos y le escocían mucho.
Alguien se colocó a su lado y le pidió perdón repetidas
veces, levantándolo y llevándolo a que se lavara la cara.
Aquel chico se dedicó a frotarle con cuidado la cara, y por
fin pudo abrir los ojos y se encontró a un chico moreno de
ojos verdes. El muchacho parecía algo mayor que él, y
cuando lo vio mirarlo suspiró aliviado.

—Siento mucho haberte dado con el globo, calculé mal...


quería darle a Isaac.
—No pasa nada, me ha dejado de escocer —murmuró Stiles
apabullado por el chico, su sonrisa de alivio porque
estuviera bien lo había dejado sorprendido, ya que no
estaba acostumbrado a que nadie, tan sólo su madre, se
preocupara por él.
—¿Eres nuevo? Nunca te había visto —repuso con
curiosidad—. Me llamo Derek.
—Yo soy Stiles.
—El año que viene seré de los mayores, ¿y tú?
—Eh... no sé, yo tengo ocho años.
—¡Anda! Aún te faltan tres años para ser de los mayores. Yo
tengo diez. Si necesitas saber algo búscame —dijo
sonriente—. ¡Hasta otra Stiles!

El chico se sacudió el pelo, que seguía mojado. Isaac se


reunió con él sonriente y lo empujó al comedor.

—¡Nos hemos escondido aquí, corre!


—¿De quiénes? —preguntó Stiles confuso.
—De los niños mayores, que están tirándonos más globos,
ahora con aceite... ¡son asquerosos!
—Ya me han dado con la miel, así que no quiero ahora
aceite —gimió ocultándose bajo una de las mesas del
comedor.

***

La tarde pasó volando, se lo pasaron genial luchando con


los niños mayores. Después cuando se calmaron les
explicaron más cosas del campamento, cómo los de seis
años eran las nutrias, los de siete los castores, los de ocho
años los pumas, los de nueve los jabalís y los de diez, antes
de pasar a los mayores, eran los lobos.

Isaac había ido todos los veranos a aquel campamento, por


lo que era su tercer año. Scott y Stiles le preguntaron todas
las dudas que tenían, que eran muchas, y celebraron que les
tocara juntos en una cabaña con otros dos chicos de su
grupo: Jackson y Danny.

El rubio les estuvo contando más cosas hasta la hora de


cenar, en el que todos los grupos de animales
(anteriormente nombrados) se sentaban juntos. Cada animal
tenía entre veinte y treinta personas, aunque de los lobos
sólo había diez. Stiles supuso que no todos los chicos
querían seguir yendo al campamento con esos años.

Derek levantó la mano sonriente y saludó a Stiles, que se


puso rojo y agitó la suya como respuesta. El chico mayor
realmente parecía muy simpático, esperaba que coincidieran
en más actividades todos juntos.
Después de cenar los mandaron a dormir, ya que a primera
hora irían de senderismo con los castores. Stiles sintió una
punzada de decepción por no ir con los lobos, pero no se lo
dijo a sus amigos.

Danny se les unió a la conversación sobre quién ganaría en


una batalla, si Goku o Superman, y aunque Jackson estaba
reacio, acabó por hablar también con ellos. Finalmente
cayeron rendidos en la cama, con ganas de que al día
siguiente tuvieran muchas emociones nuevas.

***

Pasó una semana y media en aquel campamento, y Stiles


estaba viviendo en un sueño. Todos los días caía rendido en
su cama con una sonrisa de felicidad en la cara, y se
despertaba totalmente dolorido pero entusiasmado.

Aquel sábado harían su primera hoguera, y tenía pensadas


unas cuantas historias que contar. No le gustaban las de
miedo, y aquellas eran las favoritas de todos los chicos. Él
intentaría contar algunas de su libro favorito, que era La
Historia Interminable. Le gustaba mucho el capítulo del
desierto de colores, y esperaba que alguien quisiera oírla, ya
que a Isaac y a Scott les había encantado.

No estaban todos los chicos, ya que había diferentes


actividades. Algunos estaban en el coro, otros habían ido a
mirar las estrellas más apartados, y unos cuantos de cada
grupo estaban en las hogueras. El chico de los lobos, el
único que parecía más amigable los saludó y caminó a su
encuentro. Derek los recibió con una amplia sonrisa.

—¡Hola pumas! Hola Stiles —saludó guiándolos a donde


estaba él con sus amigos sentados.
—¿Habéis pensado muchas historias? —preguntó el
monitor sonriendo.
—¡Sí! Tengo unas cuantas de miedo que os van a encantar
—repuso uno de los chicos mayores.
—¿No hay ninguna que no sea de miedo? —inquirió Stiles
en voz baja.
—Cómo se nota que es un novato... —contestó otro de los
lobos, riéndose a coro con los demás. El castaño enrojeció y
clavó la vista en el suelo.
—Eh, ya vale, se supone que esto es para hacer amigos, no
para que os portéis como unos idiotas —gruñó Derek—. No
estáis siendo nada agradables.
—¡Pues vete con él! Es tradición que haya historias de
miedo, si no le gustan que se vaya.

Stiles iba a replicar que daba igual, que se quedaría allí a


escuchar las historias, pero se vio interrumpido por Derek,
que se levantó con el ceño fruncido y lo cogió del
antebrazo. Tiró de él hasta que estuvieron a unos cuantos
metros de los demás hasta que llegó a un punto donde se
sentó en el suelo y le indicó que se sentara con él. Aún
estaban a la vista del monitor, por lo que podían quedarse
allí. A esa distancia no escuchaban las voces de los demás.
—¿Te sabes muchas historias? —preguntó Derek poniendo
su barbilla en las palmas de sus manos con una sonrisa.
—Sí, y ninguna de miedo —respondió orgulloso.
—Caray, yo sólo me sé las que cuentan aquí, que suelen ser
de miedo y algo estúpidas que acaban dando más risa que
otra cosa. ¿Me cuentas alguna historia?
—¡Claro! Si quieres te cuento una de mis favoritas. —El
moreno asintió entusiasmado y Stiles le sonrió—. Te contaré
sobre Goab, el desierto multicolor. Es una historia que sale
en mi libro favorito, si te gusta te lo dejo.
—No me gusta leer...
—Si leyeras sabrías muchas más historias —dijo suavemente
el castaño, y se aclaró la voz.

“El desierto de Goab era un reino de arenas de toda clase de


colores; ninguna duna tenía el mismo color que la siguiente.
El paisaje era hermoso a la par que interminable, ya que
hasta donde alcanzaba la vista podías ver los colores de
aquel desierto.
Éste era gobernado por Graógraman, Señor del Desierto de
Colores y al que llaman también la Muerte Multicolor. Ese
león era un depredador voraz, y todos aquellos que osaban
acercarse hallaban la muerte.
Un día, un rey quiso adentrarse en aquellas tierras, y
maravillado por el desierto de colores se quedó mirándolo
hasta que atardeció. Vio al león caminar con lentitud, mas
había oído hablar de él y de su velocidad y su ferocidad,
aunque en ese momento se dejó caer en la arena y murió.
El rey lloró y lloró la muerte del león, porque con su pelaje
rojo era lo más bonito que había visto nunca, y bajo un cielo
estrellado como éste, entre las patas de Graógraman, el rey
se quedó dormido.
Se despertó sobresaltado porque de repente las plantas lo
rodeaban. De la nada nació el bosque de Perelín,
envalentonado por la ausencia del sol y del temible león.
Las plantas del bosque crecían descontroladas en todas las
direcciones que podía alcanzar su vista, y decidió dejar
aquel misterio en el aire, agotado como estaba.
Al día siguiente le despertó el león, para asombro del rey.
Aquel animal estaba condenado a morir al anochecer y
resucitar al amanecer, como si fuera un ave fénix.
Graógraman vivía con el sol, aquél que le confería todo su
poder.
Aquel paraje volvía a ser un desierto, y el rey no cabía en sí
por su asombro.
El león le preguntó que por qué había llorado su muerte, si
nadie nunca se había preocupado por él, y mucho menos
nadie se había atrevido a dormir entre sus patas tal y como
había hecho el rey.
Le explicó que realmente pensó que había muerto, y que
algo tan bello no podía morir. Pero también le contó que
gracias a su muerte había nacido algo tan bello como el
bosque de Perelín, que estaba tan desbocado que si no
hubiera sido por su resurrección habría ahogado a su reino
entre plantas.
La vida a veces trae tanta destrucción como el peor de los
desastres, pero de éstos pueden nacer cosas bellas”.
Terminó de relatar lo que se había acordado de la historia.
La verdad es que hacía mucho que lo había leído, por lo que
quizás no había dicho todo lo que pasaba en la historia.

Había observado los cambios en la expresión de Derek,


cómo había reaccionado a cada una de las acciones de la
historia, se había emocionado con la muerte del león y con
el mensaje final se había quedado con la boca abierta,
mirando a Stiles como un idiota.

—¿Te ha gustado? —preguntó el castaño enrojeciendo.


—¡Muchísimo! —gritó Derek dando palmadas—. ¡Me
encantan tus historias! Y, ¿sabes qué? Cuando la estabas
contando no podía dejar de mirarte los ojos porque de lo
brillantes que los tenías se veían todas las estrellas ahí
dentro, y es una pasada —dijo señalándole un ojo—. Eres
como el cielo, Stiles. Tienes todo lo bello en tu interior,
como la historia que me acabas de contar. Si no fueras
como el cielo no contarías cosas tan bonitas. Si te
conocieran, la mitad de estos se pegarían porque fueses su
amigo.

Stiles enrojeció. Lo había llamado como su madre, y aquel


niño no tenía ni idea del mote que su madre le decía, no
había manera de que lo supiera. El moreno sonreía
ampliamente y le tendió la mano.

—¿Quieres ser mi amigo? —dijo con ojos brillantes.


2.

Esa noche pasó con rapidez después de contarle más


historias a Derek. Aquel niño era muy simpático y se portó
muy bien con él. Stiles logró convencerlo de empezar a leer
más, y le dejó un libro cortito para empezar.

Se fueron a dormir agotados, pero el sábado podían


despertarse tarde. A pesar de eso, Stiles no pudo dormir
mucho más por lo que se vistió y salió de la cabaña a la
misma hora de siempre. Fue al comedor, pero los monitores
estaban aún acostados ya que se iba a desayunar más tarde.

Se fue al lago a tirar piedras lo más lejos que podía para


entretenerse. Escuchó pasos a sus espaldas, y al girarse vio a
Derek con el libro que le había dejado el día anterior. Stiles
le sonrió y fue hacia él.

—Qué madrugador eres, Derek. ¿Has empezado el libro?


—Ya lo he terminado —dijo con timidez. Le tendió el libro
mientras Stiles sonreía ampliamente.
—Caray, sabía que te iba a gustar, pero no contaba con que
te gustaría tanto.
—¿Me podrías dejar otro? Espero que no te importe.
—¡Para nada! Nunca había tenido un amigo, y me alegro
poder dejarle libros que me encantan a otra persona.
—Caray cielo, eres muy simpático. Es una pena que no seas
de los lobos y que vinieras a nuestras actividades conmigo.
—Bueno, pero las comunes si podremos tenerlas juntos.
—Sí, y si los idiotas de ayer te dicen algo me podrás contar
historias a mí. O podríamos ir a ver las estrellas. Mi padre
cuando vivía solía ir conmigo a verlas, y me las sé todas
todas —comentó sonriente.
—Vale... vamos a coger el libro de mi cabaña, que los demás
tendrán que estar despiertos.

Fueron hablando de series, y descubrieron que tenían


muchas en común. Su serie favorita era Lum la
extraterrestre, y comentaron algunas escenas que les
gustaban.

Era agradable hablar con alguien tan parecido a él, y que


aunque fuera mayor no era tan desagradable como los
demás. Era un chico muy inteligente, y cuando sonreía
mostraba todos los dientes. Stiles aún tenía mellas en su
boca, pero Derek tenía los dientes muy bonitos.

—Todos los lobos están pendientes de las chicas mayores o


de tirarles del pelo a las jabalíes, pero es que no lo veo
entretenido. No me gustan las chicas mayores porque tengo
una hermana, y las del grupo de los jabalíes lloran cuando
les tiran del pelo. No veo diversión en hacerles llorar —
explicó Derek caminando hasta la puerta de la cabaña de
Stiles.
—A mí no me gusta que llore la gente porque no me gusta
llorar, así que no hago lo que no me gustaría que me
hicieran a mí.
Derek se quedó unos segundos pensando, y lo miró con
atención. Stiles frunció el ceño extrañado y algo cohibido y
estuvo a punto de pedirle que dejara de mirarlo.

—¿Por qué alguien iba a querer hacerte llorar? —murmuró


en voz baja frunciendo el ceño. Stiles tragó saliva
pesadamente.
—No creo que esos niños lo hagan para hacer llorar, pero
no creo que lo deban seguir haciendo —dijo para cambiar
de tema.
—Oye Stiles, ¿quién te hace llorar? —preguntó el moreno
cogiéndolo del antebrazo. El otro lo miró unos segundos y
se soltó, quizás demasiado bruscamente.
—No deberías meterte donde no te importa —gruñó el
castaño enfadado.
—Lo siento... —Derek parecía dolido, y parecía que se fuera
a echar a llorar. Caminó de espaldas para luego darse la
vuelta—. No te molestaré más.
—Derek, no pretendía decirte eso... ¡lo siento!

Pero el otro no volvió la vista atrás, y Stiles agachó la


cabeza. Acababa de hacer un amigo y por ser tan
desagradable lo había perdido ya, y encima lo había hecho
llorar, justo lo que odiaba hacer. Gimió arrepentido y se
metió en la cabaña, queriendo fundirse con el colchón y
desaparecer.

***
A pesar de que Scott tiró de él e Isaac lo sobornó con
chucherías, Stiles no quiso salir de la cama. No desayunó, ni
comió, ni quiso ir a cenar. Los otros dos lo dejaron allí
porque tenían hambre, y él resopló aliviado de por fin estar
solo. Se puso bocarriba y miró el techo. Le dolían los ojos de
llorar, aunque no sabía por qué había llorado tanto. El caso
es que lo hacía por haberle hablado mal a Derek, pero
también lloraba porque si tuviera una familia normal podría
hablar de ellos sin que le embargara una profunda pena al
hablar de su madre y le ahogara la rabia al hacerlo sobre su
padre.

Escuchó golpes en la puerta y le gritó al que estaba allí que


se fuera.

—No pienso irme de aquí, Stiles —gruñó la voz de Derek


desde el exterior. Stiles se incorporó tan rápidamente que se
mareó, y se quedó sentado en la cama como un idiota.
—Pasa —dijo en voz muy baja. Dudó que se hubiera
enterado desde fuera, pero el moreno entró con dos
sándwiches en un plato y dos tetrabricks de zumo en los
bolsillos.
—Venía a traerte la cena —explicó cerrando la puerta y
sentándose a su lado, ofreciéndole el plato.
—Gracias. —No tenía mucha hambre, aunque el gesto de
Derek era bonito y no quería ofenderlo—. Siento haberte
hablado así antes.
—No, debería pedirte perdón yo, no tendría que meterme
en tus asuntos.
Comieron en silencio y se bebieron los zumos, y luego lo
dejaron todo en la mesilla de noche de Stiles. El castaño
suspiró y miró a su amigo muy serio.

—Te voy a contar una historia, pero no quiero que se la


cuentes a nadie nunca, ¿vale?
—Prometido —dijo Derek asintiendo solemnemente. Stiles
cogió aire y cerró los ojos.

“Mi madre una vez me dijo que los ángeles vienen del cielo,
y que cuando pasan cierto tiempo en la tierra tienen que
volver a él. Cuando tenía seis años me contó que uno de
esos ángeles se había metido en su barriga, y que en nueve
meses saldría para pisar la tierra, pero tenía que arreglar un
papeleo desde allí dentro.

Ella me decía que era su cielo, y que como tal tenía que
cuidar al ángel que venía a nosotros. Yo no lo conocía y ya
lo quería, y mi madre me decía que era precioso, que mis
ojos encerraban miles de estrellas, pero los del ángel
contenían todo el amor del mundo. Y me dijo que nos
adoraba a los dos.

Lo que no me quiso contar era que había ángeles malos que


se encargaban de generar el sufrimiento en la tierra, algo
que los demás conocen como demonios. Y un demonio no
quería que el ángel entrara en su casa.
Un día llegué del cole y mi madre no estaba. Vi una sombra
de una figura con dos cuernos y una cola acabada en punta,
pero cuando miré tan sólo era mi padre.

Me dijo que ese ángel que tanto queríamos mi mamá y yo


ya no quería venir a la tierra, y él lo había enviado al cielo.

Mi padre sonreía, pero yo no sabía por qué lo hacía. No


sabía por qué lo había mandado al cielo, ni entendí su
felicidad con la huida de nuestro ángel. Entonces, mi madre
volvió a casa.

Me alejó de mi padre, que seguía feliz, mientras que ella


tenía los ojos hinchados de llorar.

Me dijo que el ángel había tenido que irse, y que no iba a


poder volver. Me contó que había hablado con él y le había
dicho que me diera muchos besos, y que todos los días
tenía que pensar en él, y hacer mi vida como si estuviera él
conmigo.

Por eso soy un cielo, porque el ángel vive en mí.”

Stiles se tapó la cara con las manos y se echó a llorar


después de la historia, pero Derek no podía formular
palabra. Cuando reaccionó abrazó al castaño, que temblaba
de arriba abajo sin poder tranquilizarse.

Le acarició la espalda con suavidad y poco a poco fue


recuperando el aliento y dejó de agitarse. Respiró hondo y
se destapó la cara, secándose los ojos con su camiseta.
Derek no lo soltaba porque si no vería que tenía lágrimas en
los ojos, ya que aunque aún fuera un niño, podía entender
que el padre de Stiles era malo con ellos.

—Gracias, Derek —murmuró el castaño con una triste


sonrisa.
—No es nada, esta historia me ha gustado, pero no quiero
que pase contigo, ¿sabes?
—¿A que te refieres?
—A que el cielo no debería estar lleno de nubes y de lluvia,
es más bonito cuando se ven las estrellas —dijo Derek
sonriente, contagiando al otro.

***

El último día del campamento estaba siendo muy triste.


Habían organizado actividades para que se distrajeran, pero
era imposible. Todos tenían una camiseta blanca y un
rotulador e iban firmando en la de sus amigos. Stiles estaba
recibiendo firmas de muchos niños, ya que al final sus
historias habían gustado entre éstos, y era popular en el
campamento. Aunque el mejor amigo que había hecho, el
que más apreciaba de todos ellos era Derek. El chico mayor
estaba todo el tiempo que podía con él, y Stiles apreciaba
mucho eso en él.

Después de que muchos niños hubieran firmado su


camiseta, vio al mayor acercarse con una sonrisa y la
camiseta pintada puesta. Stiles se echó a reír.
—¿Ahora cómo te firmo yo?
—Pues te he guardado el mejor sitio, para que tengas
espacio —dijo señalándose la parte izquierda del pecho, y le
tendió el rotulador. Stiles lo cogió y se mordió la lengua
mientras escribía.

“No hay cielo sin su estrella. Gracias por ser la mía este
verano. No te olvidaré, eres con diferencia el mejor
recuerdo.

Stiles.”

—¡No leas! —le riñó el castaño cogiéndole la barbilla con


dos dedos y evitando que agachara la cabeza.
—Oh vamos, odio quedarme con la intriga…
—Si no miras te doy una cosa. —Derek hizo un mohín pero
asintió enfurruñado. Stiles sacó el libro de La Historia
Interminable y se lo tendió—. Te lo dejo para que lo leas, y
el verano que viene me lo devuelves. Te lo regalaría pero es
que me lo regaló mi mamá cuando aprendí a leer.
—Vaya… no sé qué decir.
—Acuérdate de mí cuando leas el capítulo de Goab y
Perelín.
—Me acordaré de ti aunque no me dejaras el libro, Stiles —
dijo sonriendo—. Muchísimas gracias.

El castaño le tendió su camiseta para que Derek la firmara,


pero al ver que no tenía ningún hueco lo suficientemente
grande para poder ponerle lo que quería, le dio la vuelta y
se encontró todo vacío. Sonrió y se sentó para poder escribir
mejor.

—No leas, que me da vergüenza. Luego cuando no esté yo


lo lees, vete a dar un paseo —dijo Derek poniéndose rojo.

Al cabo de un rato, fue hasta donde estaba Stiles jugando al


fútbol con los demás y lo llamó. Le tendió la camiseta con su
firma por dentro, para que no la viera.

—Tengo que terminar la maleta, luego nos vemos.

Stiles se excusó y se fue a su cuarto también con la excusa


de acabar su equipaje. Se sentó en la que había sido su
cama y le dio la vuelta a la prenda de ropa, queriendo leer lo
que Derek le había puesto.

“El demonio no tiene poder en el cielo.


No dejes nunca que nadie te haga llorar, alguien tan bueno
como tú sólo se merece sonrisas y cosas bonitas, y aunque
no escribo ni cuento historias tan bien como tú, me has
enseñado mucho este verano.
Eres mi mejor amigo, aunque no te vaya a ver hasta el
verano que viene espero que sea lo mismo para ti, y que
siempre siempre tendré este verano como el mejor de mi
vida. Eres uno entre un billón, y realmente tengo mucha
suerte de ser tu amigo. Espero que el verano que viene sea
incluso mejor, y que no te olvides de mí.
Sé fuerte y sé valiente, porque algún día estarás bien: a la
gente buena le pasan cosas buenas.
Derek.”

Stiles se limpió una lágrima que le caía por la mejilla, y se


limpió la cara soltando una risita nerviosa. Volvió a darle la
vuelta a la camiseta y la dobló con cuidado, metiéndola en
su maleta. Suspiró y terminó de guardar todo, aún
sonriendo estúpidamente.

Revisó la cabaña varias veces por si había olvidado algo,


pero ya estaba todo guardado. Cerró la maleta con
dificultad y salió con entusiasmo de la cabaña, pero casi se
cae de espaldas cuando vio a su padre hablando con uno de
los monitores. Empezó a temblar de arriba abajo, y quiso
volver al interior de la cabaña pero lo vieron y le hicieron ir
allí.

—Stiles, nos tenemos que ir ya —dijo su padre.


—Mañana es cuando nos vamos, no hoy —murmuró el niño
mirando al suelo.
—Ya, pero mañana no puedo recogerte, así que nos vamos
hoy —gruñó el hombre empezando a enfadarse. Stiles por
instinto se encogió, y notó a alguien a su lado. Al mirar vio a
Derek con expresión confusa.
—¿Qué pasa?
—Me tengo que ir... —susurró el castaño con lágrimas en
los ojos.
—¡Pero si aún queda la fogata de la última noche! —
exclamó Derek mirando al padre del otro, que lo observaba
con desprecio. Encajó piezas.
—¿Por qué mañana no viene mamá a por mí? —gimió a
punto de llorar.
—Porque tu madre está muerta, Stiles.

Ante las palabras de su padre, un intenso pitido sustituyó las


voces a su alrededor. Su vista se nubló y ya no sintió nada
más. Hasta que alguien lo despertó echándole agua en la
cara, y al abrir los ojos vio a Derek blanco como la pared.

—Stiles... lo siento —farfulló el chico con los ojos brillantes.


El castaño se incorporó y vio que su padre ni siquiera se
había acercado a ver cómo estaba.
—Derek... —murmuró apretándole la muñeca—. No quiero
irme con él.
—El verano que viene te volverás conmigo a casa y no
tendrás que ir con él, pero no puedo este año porque mi
madre no me dejará y tu padre me puede pegar si le impido
llevarte con él. —La imagen de Derek siendo golpeado por
su padre le puso enfermo, por lo que tragó saliva y asintió,
tembloroso.

Se puso de pie con ayuda de su amigo, y ambos fueron


junto al monitor y al padre de Stiles, que tenía los brazos
cruzados. El castaño bajó la cabeza.

—¿Podemos irnos ya? —repuso el hombre ceñudo.


—Sí... —Se giró hacia Derek y le sonrió tímidamente—. Nos
vemos el año que viene. —El moreno lo abrazó con fuerza y
se separó de él con una sonrisa.
—El año que viene sabré más historias que tú —dijo,
haciendo reír a Stiles.
—Hasta el año que viene.
3.

8 años después

La vida de Stiles había dado un giro brutal desde el día que


se enteró que su madre había muerto. Poco a poco y sobre
todo por otras personas que no eran su padre se fue
enterando que la mujer se había suicidado ahorcándose en
su salón. No había dejado ninguna explicación, tan sólo una
frase en un papel que rezaba “Perdóname Stiles, el demonio
ha ganado”.

Luego siguió enterándose por rumores que Claudia nunca


pudo superar el aborto que sufrió, y que llevaba intentando
superar su depresión pero que no había sido capaz, por lo
que pagó el campamento de su hijo y se suicidó mientras
no estaba.

A partir de entonces la vida de Stiles se había convertido en


un infierno. El chico había tenido que recibir las palizas de su
padre todos los días, ya que el hombre se había refugiado
en la bebida y era aún más violento que antes.

No le había permitido volver al campamento, se había


negado a pagárselo con la consecuente llantina de Stiles y la
paliza de después. Lloró durante semanas, imaginándose a
todos sus amigos en el campamento pasándoselo bien, sin
acordarse de que el año anterior habían tenido a un
compañero que no había podido volver.
Se acordaba todos los días de su amigo Derek, sobre todo
los tres primeros años. Le hubiera venido bien alguien con
quien hablar, ya que su padre no le permitía hacer relación
con nadie, tan sólo iba al colegio y volvía a hacerle de
comer.

Al cuarto año, Stiles dejó de llorar. Había aprendido a resistir


los golpes y a no caerse al suelo a la primera de cambio,
aunque un golpe más fuerte de lo normal sí lo tiraba, y a
veces podía hasta dejarlo inconsciente.

Se había vuelto experto en esconder sus heridas al resto de


la gente, y el padre le pegaba en sitios que no fueran
visibles.

Los años fueron pasando, y Stiles nunca había podido


olvidar aquel campamento a sus ocho años, por lo que se
había dedicado a ahorrar para poder volver, aunque fuera
como monitor. El hermano de su padre, John Stilinski, era el
sheriff de la ciudad, y los fines de semana le pedía ayuda a
su sobrino para limpiar el coche, recoger la casa o cortar el
césped.

El sheriff sabía que su hermano era muy temperamental,


pero como Stiles nunca le había pedido ayuda no quería
intervenir por si eran sólo imaginaciones suyas.

El chaval tenía dieciséis, y había crecido mucho en aquellos


años. Era delgado y tenía porte desgarbado, y su expresión
ya no era inocente ni alegre. Siempre estaba serio, y
apretaba la mandíbula de tal forma que parecía estar
conteniendo un grito de angustia todo el tiempo.

Aquel día, casi finales de mayo, había salido al jardín de


atrás para fumar un cigarro con tranquilidad. Su padre
estaba durmiendo, borracho como una cuba, y él había
terminado de hacer sus deberes. Escuchó chistar a su
izquierda y vio a un hombre cargando con cajas.

—¿No eres un poco joven para fumar?


—¿No eres un poco viejo para andar metiéndose en la vida
de los demás? —inquirió Stiles con fastidio.
—Touché. Quería preguntarte si me puedes echar una mano
para meter las cajas en mi casa. Te daré algo de pasta, o si
quieres te compro cervezas o cualquier gilipollez.
—Déjalo, mete esas cajas y en cuanto acabe de fumar voy.

Apuró el cigarro y fue al jardín de la casa de al lado. El


hombre le sonrió pero Stiles mantuvo su gesto adusto,
como siempre. Fueron hasta el camión de mudanzas y
fueron vaciándolo rápidamente. Cuando acabaron, el mayor
le tendió un paquete de tabaco, ofreciéndole. El castaño
hizo algo parecido a una sonrisa y aceptó.

—Muchas gracias chaval.


—Cuando quieras —murmuró él.
—Me llamo Peter, ¿y tú, chico?
—Soy Stiles.
—¿Eres de aquí? —Ante el asentimiento, Peter continuó—.
Yo nací aquí, pero me tuve que ir hace unos años. No sabes
las ganas que tenía de volver a mi ciudad.
—Yo en cuanto pueda me iré de Beacon Hills —dijo ceñudo
Stiles.
—No creo que lo digas en serio... —Oyeron entonces el
grito en la casa de al lado llamando al chaval, que sonrió
irónicamente y tiró lo que quedaba de cigarro.
—Y tan en serio.

***

A principios de junio, Stiles recibió la respuesta del


campamento sobre lo de ser monitor voluntario. Aceptaban
su propuesta por haber acudido a su campamento una vez y
por la carta rogándoles y explicándoles que había tenido
que ahorrar años para poder ir.

Tuvo que contener un grito de entusiasmo, y aguantar las


ganas que tenía que saltar por la casa. En quince días se iba
al campamento, y aunque no viera a ninguno de los chicos
con los que estuvo aquel año, igualmente se moría de ganas
por volver. Aquel sitio había sido el último regalo que le hizo
su madre, y conservaba las cenizas de Claudia para poder
esparcirlas por el lago.

Dobló la carta con manos temblorosas y sonrió


entusiasmado como nunca antes había podido. Miró su reloj
y vio que llegaba tarde a casa de su tío, por lo que bajó las
escaleras y cogió las llaves del coche. Su padre estaba
inconsciente en el sofá, por lo que salió rápidamente por la
puerta y condujo hasta la casa de John. Su tío lo esperaba
fuera y casi se le salen los ojos de las órbitas al verlo llegar
con una sonrisa tan radiante.

—Caray, ¿eres tú, Stiles? —preguntó con una sonrisa


bonachona. Su tío era todo lo contrario a su padre, pese a
que fueran hermanos gemelos. John era para él más padre
de lo que el otro lo fue nunca.
—Sí, y menos cachondeo —repuso intentando minimizar su
felicidad, aunque le fue imposible.
—¿Qué ha pasado?
—Me ha llegado la carta del campamento del que te hablé,
que voy a ir de monitor —le dijo aceptando el cigarro que le
daba su tío. A pesar de ser menor, John sabía lo difícil que
era vivir con su hermano, por lo que hacía la vista gorda con
Stiles.
—Genial chaval, ¿cuándo te vas? —inquirió con una sonrisa,
contagiado por la de su sobrino.
—El domingo 14 de junio, me voy tres meses, por eso de
estar en las tres tandas de niños que vengan. Será aguantar
a mucho crío pero créeme que para mí eso es mi hogar.
—Lo sé Stiles, sé lo que te gustó el campamento, y
realmente lamento que no hayas podido ir.
—No te preocupes tío, ya sabes que no quería que fuera
porque eso supondría mi felicidad, y no podía permitirlo —
gruñó irónicamente, pero luego sonrió—. El caso es que
necesito un medio de transporte para ir allí, y el coche no
me lo quiero llevar…
—Te llevaré yo, Stiles, no hay discusión. Y si decides no
contarle nada a mi hermano, te guardaré el secreto.
—Gracias tío John. Y no pensaba decirle nada, así que
espero que ese día esté tan borracho que se quede dormido
en el sofá como siempre.

John miró a su sobrino con pena, y suspiró conduciéndolo


hasta el garaje, donde tenían que clasificar las cosas que
tenían las cajas.

***

El día 13 logró que su vecino le comprara un par de botellas


de alcohol. Le dijo que eran para él y sus amigos, pero las
pretendía dejar en la cocina para que su padre se las bebiera
y cayera en redondo. Se despidió de Peter, que estaba
bastante sorprendido de que el chico estuviera tan animado.

—¿Por qué estás tan feliz, Stiles?


—Mañana me voy a ser monitor de campamento durante
tres meses, así que simplemente me alegro de irme.
—No sabía que eras de los que ayudaban a los niños en los
campamentos y esas chorradas —comentó Peter poniendo
los ojos en blanco—. Mi sobrino está obsesionado con eso
también, pero la verdad es que le encanta. Pásatelo bien,
chaval.
—Mil gracias Peter, y muchas gracias por comprarme el
alcohol. —Dudó en si prevenir le sobre su padre, pero
decidió que era mejor que luego lamentarlo—. Mira, espero
que no te importe no decirle a mi padre dónde me he ido,
no quiero que lo sepa… —Peter lo miró sin comprender—.
Es una persona problemática y sé que si se entera de dónde
estoy vendría a buscarme.
—Descuida, yo no sé dónde vas ni por qué, y menos
durante cuánto tiempo.
—Muchas gracias.

El chaval entró en su casa y se dirigió a la cocina intentando


no hacer ruido. Dejó las botellas a la vista y fue a irse a su
cuarto pero su padre estaba en la parte de abajo de las
escaleras.

—¿Dónde coño estabas? —El chico maldijo su mala suerte y


apretó los dientes.
—Con el tío John. —Era mentira, pero la simple mención de
su hermano le hacía venirse abajo, como con miedo.
—Lárgate de mi vista.
—Vale.

Al pasar por su lado notó la mirada de desprecio y de


profundo asco que le dedicó su padre, pero eso a él ya no le
afectaba en absoluto. Ya por mucho que le pegara o le
insultase, Stiles era totalmente inmune.

—Ven aquí pedazo de mierda —gruñó en voz baja. El


castaño volvió sobre sus pasos y el hombre lo cogió por la
nuca y lo tiró al suelo bruscamente, haciendo que se
deslizara hasta la puerta de entrada, dándose con ella en la
cabeza. Stiles escondió un gesto de dolor—. No me vuelvas
a mirar con esa superioridad, ¿queda claro?
—S… sí —dijo en voz baja, un poco asfixiado por el pie de
su padre, que estaba en su garganta, pisándolo.
—Sería tremendamente feliz matándote, ¿lo sabes, pedazo
de mierda? Ya maté a un hijo, querría matar a otro. —Stiles
gimió al escucharlo nombrar al ángel del que su madre
siempre le habló—. Pero sé que me arruinaría la vida, y no
voy a arruinármela por culpa de alguien como tú.

Lo soltó y Stiles se levantó rápidamente, con los ojos


brillando furiosos. No dijo nada más y subió dando
zancadas hasta su cuarto. Respiró con dificultad, y
temiéndose un ataque de ansiedad que le estaba
amenazando en el pecho, aguantó la respiración treinta
segundos. Estuvo a punto de ahogarse pero pudo
tranquilizarse.

Preparó su equipaje rápidamente, se había comprado ropa


nueva porque la que tenía daba pena verla, y cuando
terminó salió por la ventana y se sentó en el tejadillo que
tenía junto a su cuarto. Se encendió un cigarro y fumó
mientras contemplaba la puesta de sol de su último día allí
hasta tres meses después.

***

Recibió un toque de su tío avisando de que ya estaba allí


para llevarlo al campamento. Stiles aseguró la urna de su
madre en la mochila y se asomó al exterior de su habitación.
Al no ver a su padre, bajó a la mitad de las escaleras y lo vio
en el sofá roncando junto a las dos botellas que había
comprado.

Sonriendo, cogió su maleta y su mochila y fue rápidamente


al exterior, cerrando con cuidado a sus espaldas. Lo recibió
John con una amplia sonrisa y algo en su interior se retorció
al ver a ese hombre, idéntico físicamente y a la vez tan
diferente en actitudes a su padre que hasta le dolía. Ojalá
John hubiera sido su padre…

—¿Estás nervioso Stiles? —le preguntó metiendo su maleta


en la parte de atrás del coche.
—Más bien emocionado, no sabes las ganas que tengo de
irme de aquí.
—Pues andando.

La hora y media que duró el viaje fue bastante entretenida.


Se pasó todo el trayecto contándole a su tío sobre el
campamento, describiéndole todo lo que recordaba del
sitio. Tenía tan buenos recuerdos de él porque fueron los
últimos recuerdos felices que tuvo.

Al llegar, una amplia sonrisa se le instaló en la cara y los ojos


le brillaron de ilusión. En aquel momento no había niños, ya
que éstos llegaban al día siguiente. Tenían que preparar
todas las actividades antes de que estuvieran los críos. Se
bajaron del coche y John le ayudó a sacar la maleta.

—Bueno Stiles, aquí nos despedimos —dijo con una sonrisa.


—Muchas gracias por todo tío John, intentaré llamarte
algunos días.
—Pásatelo genial, espero que te vaya muy bien.

Se dieron un abrazo de despedida y le hizo un gesto


mientras lo veía irse. Luego se dio la vuelta cogiendo sus
cosas y fue a preguntar dónde estaba asignado. Se encontró
con un chico alto con una carpeta entre sus manos.

—Perdona… mira, no sé cuál es mi cabaña ni nada… —El


chico rubio lo miró con sus ojos azules.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó observando la lista.
—Soy Stiles Stilinski... —El chaval levantó la vista y frunció el
ceño, mirándolo inquisitivamente.
—¿Stiles? ¿Eres el Stiles que vino un año al campamento? —
El castaño asintió, dudoso, pero el otro sonrió
ampliamente—. ¡Joder, soy Isaac! ¿Te acuerdas de mí?

Stiles abrió la boca sorprendido pero acto seguido recibió el


abrazo del otro. Había pegado un buen estirón, pero Isaac
había crecido como una jirafa.

—Creía que no te volvería a ver, tío. Prometiste que


volverías y no lo hiciste, y encima vino tu padre a por ti... No
pudimos despedirnos y estuvimos muy apenados, y el año
siguiente no tuvimos noticias. Me alegro que estés bien,
¿qué te pasó?
—Te lo contaré en cuanto suelte mis cosas, porque pesan un
montón.
—Ah sí, perdona. Estás en la cabaña cuatro, con Danny. ¿Te
acuerdas de él? Fue nuestro compañero aquel año.
—¡Sí que me acuerdo! A ver si se acuerda él de mí...
—Fuiste algo así como una leyenda: sólo viniste un año y te
recogieron antes de tiempo sin poder decir adiós... los que
estuvieron contigo se acuerdan.
—No sé si eso es del todo bueno —murmuró, y haciéndole
un gesto fue a su cabaña.

Estaba completamente vacía, y tan sólo había una cama libre


de cosas, por lo que colocó su mochila encima y dejó la
maleta al lado, y volvió a salir para enterarse de qué debía
hacer.
4.

Buscó a Isaac con la mirada, pero al chico rubio parecía que


la tierra se lo hubiera tragado. Miró alrededor y vio a otro
chico observando una hoja en su carpeta. Se acercó a él con
rapidez y carraspeó. El chaval lo observó frunciendo el ceño,
estudiándole con sus ojos verdes.

—¿Sí?
—Esto... hola, es que acabo de llegar y soy nuevo... y bueno,
no sé bien qué tengo que hacer. —El moreno asintió y le
indicó que lo siguiera.
—Bueno, esto es lo primero que harán los críos, ser
asignados a un grupo. Tú al ser recién llegado tratarás con
los jabalíes, que son los de mediana edad y son más fáciles
de tratar. Estarás supervisado por mí, para que no haya
ningún error y demás. Solemos hacer el juego por parejas
para que se conozcan los que nunca han estado aquí, pero
los mayores hacen guerras de agua y así fomentamos la
relación entre diferentes tipos de grupos.
—Entiendo, ¿y qué puedo hacer? Porque acabo de llegar y
no sé qué es a lo que tengo que dedicarme...
—¡Stiles! —Escuchó la voz de Isaac y lo recibió con una
sonrisa—. Mira, te voy a enseñar un poco el resto del sitio y
ahora te doy una tarea de las que sobren.

El castaño asintió y fue a seguirlo haciéndole un gesto al


otro chico, pero éste lo cogió del antebrazo mirándolo con
los ojos como platos. Intentó soltarse un poco asustado de
su expresión, pero se quedó en el sitio sosteniéndole la
mirada.

—¿Stiles? —farfulló anonadado, y parpadeó varias veces—.


¿Eres tú?
—Sí...
—Soy Derek —murmuró el moreno con una sonrisa. Stiles
abrió la boca con expresión estúpida y soltó una carcajada
incrédula.
—No sabes lo que llevo pensando en este momento desde
hace ocho años, no te puedes hacer ni una mísera idea —
comentó negando con la cabeza. Derek le dio torpemente
un abrazo que el castaño correspondió con una sonrisa de
oreja a oreja.
—¿Estás bien? Es decir, lo último que supe de ti es lo que te
soltó el gilipollas de tu padre sobre tu madre... —Stiles
sonrió ante el insulto a su padre.
—Bueno, el demonio tuvo sus medios para recrear el
infierno —dijo encogiéndose de hombros. Suspiró y se frotó
los ojos con dos dedos—. Eché la solicitud para venir aquí y
como que me he escapado tres meses, me ha podido traer
mi tío, y espero que me pueda cubrir las espaldas. —Derek
lo miró con gravedad y muy preocupado.
—¿Tan horrible fue?
—No puedes hacerte ni una ligera idea. —El moreno torció
el gesto y Stiles le sonrió—. Voy a ir con Isaac, pero tenemos
una conversación pendiente. —Derek asintió y lo observó
irse. Esbozó una sonrisa y volvió a enfrascarse en sus
papeles.
***

Había estado tan ocupado que ni siquiera había tenido


tiempo para cenar algo. Se dedicaron a hacer diferentes
pruebas para los niños, y al acabar se dieron cuenta que
deberían haber cenado ya. Stiles se lamentó porque tenía
hambre, pero se lo había pasado genial con Danny, por lo
que no le apenaba haberse perdido la cena. Se dirigió a la
cabaña charlando con su compañero y vio a Derek sentado
en los escalones con dos sándwiches envueltos. Le dio uno a
Danny, que chocó los cinco con él y entró. Stiles se quedó
con Derek al coger el bocadillo.

—Gracias por acordarte de nosotros.


—No hay de qué, os estabais dejando la piel en las pruebas.
—Se sentó junto al moreno mientras comía.
—Y bueno, ¿esto cómo va? Porque la verdad es que me
apunté para volver, lo de ser monitor lo tenía un poco
menos asimilado.
—Es fácil, es casi como volver a estar de campamento, pero
tienes que vigilar que los enanos no se pongan muy
hiperactivos, ni se metan unos con otros ni se peguen. La
verdad es que engancha esto de ser monitor, son casi como
unas vacaciones —rio Derek.
—¿Cuántos años llevas viniendo como monitor?
—Pues desde que ya no pude volver como integrante del
campamento, la verdad. Es mi tercer año, soy uno de los
veteranos. No suelen volver los monitores que entran en la
universidad, pero a mí me gusta demasiado esto.
Se quedaron un momento en silencio, contemplando el lago
tranquilo frente a ellos. Derek suspiró y revolvió entre las
cosas que había junto a él, y sostuvo un paquete rectangular
entre sus manos.

—Otra razón por la que me apunté al campamento todos


estos años fue por esto.

Se lo tendió y Stiles le miró sin entender. Rasgó el papel y se


quedó unos segundos sin aire, intentando asimilar lo que
tenía delante. Un torrente de emociones le invadió y abrió la
boca demasiado sorprendido para hablar. Acarició la
portada del libro de La Historia Interminable y sintió una
lágrima caer de un ojo. Se la secó bruscamente y miró
atónito a Derek, que sonreía.

—No me acordaba de esto —dijo con voz rota el castaño.


—Tenía la esperanza de que si seguía viniendo algún día
volverías y te lo pudiera dar —comentó encogiéndose de
hombros. Stiles se mordió el labio inferior y suspiró
lastimosamente.
—Gracias, de verdad, millones de gracias por seguir
trayéndolo. Al final he podido volver —murmuró sonriendo.
—Lo he leído todos los veranos desde el año que no pudiste
volver. Y sí, me hizo aprenderme un montón de historias
nuevas, pero igualmente las que más me gustaban eran las
que tú me contaste aquel verano.
—Seguro que ahora sabes muchas más historias, yo sólo he
podido releer mis antiguos libros y comprarme algunos en
los rastrillos. He echado de menos leer, pero es que no tenía
ganas de meterme en mundos mejores que el mío y luego
volver de golpe a la realidad.
—¿Tan malo ha sido?
—Los tres primeros años fueron horribles, creo que sólo
paraba de llorar cuando venía mi tío a vernos. Mi padre y él
discutían durante horas, y mi tío John quería llevarme con él,
pero hubiera sido ilegal. Me convertí en un saco de boxeo
—dijo con amargura—, y yo no podía defenderme. Hasta
que con uno de los golpes resistí y me quedé de pie, y ahí
dejé de llorar. Fue curioso que me convirtiera en montaña
justo cuando el viento estaba a punto de deshacer mi
castillo de arena. Ya sabes, dicen que las montañas por muy
fuerte que sople el viento son inamovibles, y yo me convertí
en una. —Sacó un paquete de tabaco que había colado en
el campamento y se encendió un cigarro. Al ofrecerle a
Derek, éste lo rechazó—. Él bebía y yo fumaba. Y él caía
inconsciente todos los días y yo seguía fumando más. No es
que me sienta orgulloso pero créeme que era lo único que
me hacía desconectar. Empecé a ahorrar, y quise venir a los
catorce años, pero... sin el permiso paterno no pude ir. Aquí
viví mis últimos momentos buenos, y necesitaba tener algo
de felicidad otra vez. —Le dio una larga calada al cigarro y
bajó la vista—. Desde que mi madre se murió lo único que
me ha hecho sonreír ha sido la noticia que iba a volver a
este sitio.
—Lo siento Stiles —murmuró el moreno observando su
perfil con pena. El chico de ocho años al que conoció y no
pudo olvidar había crecido mucho, lo recordaba tan débil
pero a la vez tan feliz por las pequeñas cosas, y aquel chaval
de delante de sus ojos había crecido a marchas forzadas.
Al principio había pensado simplemente que le parecía
agradable pasar el tiempo con Stiles, que era su amigo y
que le gustaba su compañía, pero durante el verano que
pasaron juntos empezó a fijarse en él de otra manera. No es
que le gustara, sino que como niño no sabía qué era eso.
Los ojos de Stiles brillaban aunque fuera de noche, y
recordaba que tenían más estrellas de las que había en el
universo. Y se acordó que lo llamó cielo. De repente sintió
vergüenza, aunque el otro no podía atribuir a qué. Aunque
tampoco le prestaba mucha atención, porque seguía
embelesado con el libro que le había devuelto.

Llevaba muchísimos años esperando verlo otra vez, y


aunque se lo había imaginado diferente -más alegre, menos
decaído y con muchas menos ojeras-, su mente no le había
hecho justicia. Había crecido, y estaba más guapo. Ya no se
acordaba de por qué aquel verano se obsesionó tanto por el
castaño, pero al tenerlo al lado se dio cuenta de que era
normal y que ahora sabía por qué lo estuvo.

Agitó la cabeza quitando esos pensamientos de su cabeza, y


atrajo la atención de Stiles con aquel movimiento. El castaño
lo miró con una ceja enarcada.

—¿Qué pasa? No te preocupes por lo que te he contado, en


serio. Llevo tiempo ya acostumbrado a esa vida. Éstas son
unas vacaciones —dijo repitiendo las palabras de Derek. El
moreno sonrió.
—Somos demasiado simples.
—Me hacen feliz las cosas pequeñas, qué le voy a hacer.
Como estar aquí contigo. De verdad, eres el único en el que
pensaba estos años, siempre he sido el rarito y tú eres el
mejor amigo del que disfruté un verano y luego no volví a
saber más, así que te tenía un poco idealizado.
—Vaya, qué presión. Espero cumplir las expectativas —rio
Derek desviando la vista.
—No seas idiota, no esperaba volver a pasar un verano
contigo... vine al campamento con la mínima esperanza y
que al final estés aquí ya supera todo lo que pensé.
Prométeme un buen verano, Derek —le pidió mirándolo
intensamente. El moreno le sonrió ampliamente.
—Será el mejor, Stiles.

El castaño asintió con media sonrisa y apretó los labios,


emocionado. Le dio un par de golpecitos en la espalda y le
dio las buenas noches, aferrando el libro recién recuperado
entre sus manos.

Derek se levantó, se estiró cuan largo era y se quedó unos


segundos embobado por la idea del verano que le esperaba.
Creía que aquél de hace ocho años sería siempre el mejor
de todos, pero el fantasma del reencuentro prometía un
verano inolvidable.

Stiles se tumbó encima de su cama y aprovechó que de la


ventana provenía algo de luz de un farol del exterior y
contempló su libro favorito otra vez con él. Lo abrió y cayó
un papel encima de su pecho. Frunció el ceño y dejó el
tomo a su lado mientras desdoblaba el papel.
Era una carta con unas letras un poco infantiles que le
hicieron sonreír. Vio que estaba firmada por Derek y tenía
fecha de justo después del verano que pasó en el
campamento. Sintió un cosquilleo de ilusión por saber algo
más del niño que conoció en aquel tiempo.

Querido Stiles:

¡Ya me he acabado el libro! Ahora entiendo por qué es tu


favorito. Me ha dado mucha pena el viaje de Atreyu... ya
sabes, lo solo que se siente, y lo que lucha contra algo que
no tiene certeza de qué es... Casi me da algo en el Pantano
de la Tristeza, entiendo perfectamente por qué lo llaman así.
Y Bastián me da mucha rabia, ¡es idiota! Aunque yo no sé
qué haría con el ÁURYN... no creo que sea tan egoísta como
él, y no creo que quiera cambiar Fantasía, me gustaba
mucho cómo estaba cuando la gobernaba la Hija de la
Luna...

No sabes lo que te agradezco que me lo hayas prestado, y


más sabiendo que te lo dio tu madre... si me hubiera dado
cuenta, antes de irte te lo hubiera devuelto. Espero de
verdad que estés bien, lo siento mucho por la muerte de tu
mamá, no me imagino lo mal que tienes que estar y me
gustaría estar contigo para hacerte compañía y contarte
alguna historia o algo.
Me acuerdo mucho de ti Stiles, espero que el demonio no
nuble al cielo, de verdad. Cuando te devuelva el libro te
encontrarás la carta y así sabrás que he pensado en ti.

Derek

El castaño sonrió ampliamente volviendo a doblar la carta y


fijando la vista en el techo. Realmente aquel chico había
pensado tanto en Stiles como él se había acordado de
Derek. Decidió empezar de nuevo el libro para recordar la
historia, y de esa guisa se quedó dormido.

***

Danny lo despertó zarandeándolo, y Stiles pegó un bote sin


esperárselo. Se vistió a toda prisa y corrió a reunirse con el
resto de monitores que estarían con los jabalíes. Derek le
sonrió ampliamente y le saludó con la mano. El castaño se
acordó de la carta del niño moreno de diez años y puso una
mueca estúpida.

—Bien, los niños llegarán sobre las doce, así que montad las
sillas para recibir a los padres —explicó uno de los
monitores al mando de los demás—. Los demás
entretendrán a los críos, si tenéis cualquier duda
preguntadle a los monitores al cargo de los grupos.

Se pusieron a colocar las sillas entre todos entre bromas. El


ambiente entre los monitores era de muy buen rollo, y Stiles
estaba cada vez de mejor humor. Cuando terminaron todo
aún quedaba media hora, por lo que el castaño se apartó un
poco para fumarse un cigarro.

Escuchó pasos a sus espaldas y al darse la vuelta vio a Derek


acercándose a él. El moreno había crecido bastante bien,
aparte de haber pegado un estirón en altura, se había
ejercitado en el gimnasio y la camiseta le sentaba muy bien,
pegándose a su cuerpo con bastante acierto. Stiles frunció el
ceño ante aquellos pensamientos.

—¿Nervioso? —preguntó Derek situándose a su lado con


los brazos cruzados.
—Un poco, nunca he sido bueno tratando con gente.
—Lo harás bien —comentó el moreno dándole un codazo
con una sonrisa—. Y si no siempre podrás contarles una de
tus historias. A mí me dejabas callado para el resto de la
noche.
—Bueno, eso ahora no me serviría —dijo riéndose. El
moreno lo miró enarcando una ceja y apretó los labios.
—A mí no me tienes que callar, a ver cómo te defiendes con
los bichos...
5.

El primer día fue totalmente agotador. A Stiles le dolían


hasta las pestañas, y sospechaba que tendría agujetas hasta
en el cielo de la boca. Su pelo castaño estaba totalmente
desordenado y lleno de pintura de colores, pero le daba
igual. Estaba con el resto de monitores, los niños ya se
habían dormido. Comentaban su día y lo que les había
parecido a los nuevos el tratar con críos.

Habían estado ocupados todo el tiempo, los más pequeños


habían estado haciendo dibujos, y los más mayores habían
estado jugando lanzando globos de agua de unos a otros.
Habían hecho un gran mural con cada grupo, y se habían
reído lo más grande con los niños.

Stiles no tenía ni ganas de fumar. Estaba tan cansado que se


había sentado en el suelo, dudando que se pudiera volver a
levantar. El resto de monitores se fue acostando y pronto
sólo quedaban Isaac, Danny, Derek y él.

—¿Qué os ha parecido el día, novatillos? —preguntó el


mayor con una sonrisa.
—Genial, me lo he pasado casi mejor que ellos —repuso
Isaac bostezando con fuerza. Stiles secundó sus palabras
con un asentimiento solemne.
—Si no nos acostamos ya, mañana vamos a estar
durmiéndonos por las esquinas.
—Danny tiene razón, deberíamos irnos a dormir. —Isaac y
Danny se fueron hablando hasta cada una de sus cabañas.
—Ayúdame a levantarme, anda —pidió Stiles intentando
ponerse de pie el solo. Derek se rio y lo cogió de ambas
manos, tirando con fuerza y levantándolo de golpe,
haciendo que se chocaran y se quedaran a escasos
centímetros—. Gracias, pero casi me lesionas —murmuró
con una sonrisa, para luego separarse de él. El moreno se
quedó unos segundos sin aire—. Hasta mañana —se
despidió el castaño con un gesto, metiéndose las manos en
el bolsillo y marchándose a su cabaña.

Al echarse en la cama, luchó contra el sueño y cogió el libro


para seguir leyendo un poco. Estaba pestañeando
lentamente cuando le sorprendió un papel golpeándole la
cara. Gimoteó quejumbroso y miró el papel, viendo que era
de Derek otra vez. Desdobló la carta nerviosamente.

Querido Stiles:

He vuelto a casa del campamento de este año. Ha sido mi


primer año con los mayores, y la verdad que es que ha sido
muy chulo, pero lo poco que iba a vuestro campamento ha
sido para buscarte, pero no estabas. No sé qué te habrá
pasado, pero te he echado de menos. Me he releído el libro
mientras he estado en el campamento porque así me
acordaba de ti.

Espero realmente que estés bien, y que el año que viene


puedas venir. Tenía muchas ganas de verte, y no sabes la
pena que me da no haberte visto. Si vienes el año que viene
serás un lobo, y al siguiente vendrás a mi campamento.
Ojalá te vea pronto

Derek

Esbozó una triste sonrisa y dobló la hoja, colocándola en el


sitio donde había guardado la otra. Suspiró quedamente y
se quedó dormido.

***

Se despertó abrazado al libro, ya que lo había dejado a su


lado cuando se durmió. Bostezó y se fijó que era aún
temprano, por lo que salió a despejarse y a fumarse un
cigarro en la entrada.

Se apoyó en la barandilla y encendió el filtro, tomando aire y


fumando aliviado. Aquello lo tranquilizaba y hacía que se
encerrara en sí mismo, como siempre hacía cuando estaba
en su casa. Disfrutó del paisaje entrecerrando los ojos por el
sol. Vio una figura acercándose a él y se fijó que era Derek
mojado de arriba abajo en bañador y con la ropa en su
mano. Lo miró con una sonrisa, intentando disimular la
mirada que le había hecho repasando su torso bien
trabajado en el gimnasio.

—¿Qué haces tan temprano levantado, Stiles? —preguntó


dejando la ropa en otra parte de la barandilla y se sacudió el
pelo con la mano.
—Bueno, el sol me ha espabilado y ya no valía la pena
dormirse de nuevo. ¿Y tú? ¿Qué eres un súper macho
rompecorazones de telenovela saliendo del lago cual
sireno? —repuso Stiles, haciendo reír al moreno.
—Me gusta nadar nada más levantarme, estoy
acostumbrado a hacer ejercicio todos los días.
—Se nota —inquirió dándole una calada al cigarro y
apagándolo contra la madera. Se cruzó de brazos y siguió
observando a Derek, que ahora se ponía la camiseta.
—Me siento violado —rio el moreno. Stiles se puso rojo y
carraspeó.
—Bueno, es difícil no mirarte si tus músculos están llamando
la atención como un cartel de neón.

Derek se mordió el labio con una sonrisa, feliz, muy feliz de


provocar aquel efecto en el castaño. Stiles se rascó la cabeza
y lo miró nerviosamente.

—Será mejor que me duche antes de que se me cuele


alguno.
—Vale, te veo luego —dijo Derek a modo de despedida.

Stiles entró en su cabaña y respiró hondo. Le ponía muy


nervioso el cuerpo del mayor. Lo quería mucho porque lo
había tenido idealizado de mejor amigo, y todos sus
pensamientos habían ido hacia él, pero ahora le estaba
costando verlo sólo como un chico más.

Nunca había pensado en relaciones porque había estado


bastante ocupado evitando palizas de su padre, pero no se
había sentido atraído por ninguna mujer. Ni por ningún
hombre, simplemente no le había gustado ninguna persona.
Pero luego volvía a ver a Derek y tenía problemas para
controlar los latidos de su corazón cuando lo veía, porque lo
ponía muy nervioso.

Además, estaba el hecho de las cartas que Derek le había


escrito y que le parecían tan entrañables. Definitivamente le
estaba empezando a gustar, aunque no quería arriesgarse
ya que no sabía si el moreno era gay o bisexual como él. Se
vistió rápidamente, ya que uno de sus compañeros
necesitaba el baño. Fue hacia el comedor para ayudar a
servir el desayuno y saludó a alguno de sus niños que
habían madrugado.

Al cabo de una hora estaban todos listos para ir de caminata


por la montaña. Vio a Derek agachado con una gran sonrisa
mientras charlaba con algunos niños, y sonrió sin poder
evitarlo. El moreno levantó la vista y fue hacia él, dejando a
los chavales con Isaac.

—Fumador, ¿estás seguro que podrás seguir el ritmo? —


preguntó burlonamente.
—Si no puedo me podrías buscar a la vuelta mientras estoy
descansando.
—Claro, a ver si te voy a dar la mochila de la comida para
que la lleves tú.
—Que no, que podré estar un poco estropeado y ser un
esmirriado pero puedo seguirte el ritmo.
—No creo que estés esmirriado, considero que estás muy
bien —comentó Derek dándole un codazo en las costillas.
—No uses esa ironía conmigo, jovencito —advirtió Stiles
intentando aplastarse el pelo, que se estaba secando y
estaba totalmente a su aire. El otro le dio un golpecito para
que dejara de toquetearlo y se lo revolvió un poco más.
—Te queda mejor cuando te lo dejas despeinado. —Su
mano se quedó unos segundos más de lo requerido en su
cabello. Stiles enrojeció y Derek apretó los labios,
apartándose rápidamente.
—Gracias —murmuró cohibido.

Pronto estaban todos reunidos en el principio del camino.


Se pusieron en marcha, Derek liderando la expedición e
Isaac al final de ella. Stiles vigilaba que ningún niño se
acercara a la cuerda que hacía de barandilla improvisada y
que todos caminaban con la mano pegada a la pared.

El paisaje era increíble, cuando era niño apenas recordaba


nada de aquello, y cuando llegaron al punto más alto
permitido por el campamento, la vista era impresionante.
Stiles pensó en su madre, y en lo que le gustaría aquel
paisaje, y encontró el punto perfecto para echar las cenizas,
aunque tendría que ser sin que nadie se diera cuenta de que
se había ido a escalar solo.

Era el lugar perfecto porque el cielo parecía aún más infinito


en aquel sitio. Si las tiraba allí, su madre estaría cerca de las
estrellas, en el cielo con su ángel, lejos del demonio. Los
niños empezaron a comer y él seguía ahí parado pensando.
Uno de los chicos lo llamó para pedirle ayuda para abrirle la
lata, lo que le hizo salir de su ensimismamiento y se sentó
junto a los otros dos monitores, desenvolviendo su
bocadillo.

***

Cuando volvieron al campamento estaba anocheciendo. Los


niños estaban muy cansados, y los mandaron a ducharse
antes de cenar. Stiles se adelantó a sus compañeros y pudo
ducharse en el primer turno. Al salir se iba a echar un rato
antes de cenar, pero se encontró con Derek esperando en la
entrada de su cabaña.

—¿Qué haces aquí? —preguntó abriendo la puerta.


—Venía a verte.
—Pasa, que necesito echarme. No creo que mi espalda
vuelva a ser la misma a partir de ahora, qué lote de andar...
—Sí que eres flojo... —rio siguiéndolo.

Stiles se dejó caer en la cama y Derek se sentó en los pies,


quitándose las zapatillas y apoyando la espalda en la pared.
El castaño puso sus pies sobre las piernas de su amigo, y
puso sus manos detrás de la cabeza.

—¿Lo has estado leyendo? —preguntó Derek señalando con


la barbilla el libro que descansaba en la mesilla de noche de
Stiles.
—Sí, no recordaba lo que me gustaba.
—Siento haberlo tenido secuestrado todo este tiempo. —El
castaño se echó a reír, incorporándose y sentándose en la
cama. Se arrastró hasta quedarse junto a su amigo,
apoyando su espalda también en la pared.
—Lo has cuidado muy bien, te lo dejaría otros ocho años.
—Yo no quiero que desaparezcas otra vez —murmuró
torciendo el gesto.
—No lo haré, además ahora tenemos esto —comentó
sacándose el móvil del bolsillo.
—Tienes razón, aunque sospecho que tu móvil no tiene
whatsapp —rio Derek.
—Pensaba ir a comprarme uno en el día de descanso, creía
que tendría que pagar para trabajar aquí pero al contrario,
¡me pagan a mí! —dijo Stiles con alegría. Sonreía con tantas
ganas que su felicidad era contagiosa—. Nunca he tenido
cosas chulas, y ahora he podido ahorrar y comprarme ropa
nueva y hasta voy a poderme un móvil con whatsapp —
explicó con la cabeza gacha—. No sé qué voy a hacer con
tanto dinero, pero no quiero quedármelo y ser un amargado
como mi padre. ¿Vendrías a comprar el teléfono conmigo y
así te invito a comer y a merendar y a hacer cosas chulas? —
preguntó con una sonrisa de oreja a oreja. Al moreno se le
secó la boca por verlo así, y no pudo hacer otra cosa que
sonreír y asentir.
—¿Algo así como una cita? —dijo Derek envalentonado por
la cercanía del castaño, que lo miró de reojo y se encogió de
hombros.
—Bueno, sólo si tú quieres que sea así, por mí perfecto —
susurró Stiles.
Se quedaron unos segundos muy quietos, y el castaño se
inclinó y besó el hombro del mayor con inocencia. Derek lo
miró con los ojos entrecerrados y esbozó una sonrisa.

—Stiles, ¿te gusto? —preguntó en voz baja. El otro se quedó


pensativo.
—No sé, nunca me ha gustado nadie. El no poder socializar
en mi pueblo hace que no tenga ni idea de nada. Lo que sé
es que me pones nervioso pero estoy muy cómodo a tu
lado.
—Creo que tenemos la suficiente confianza como para
decirte que me llevas gustando desde que te ayudé a lavarte
la cara para quitarte la miel que yo mismo te tiré. Abriste los
ojos y era como asomarme al cielo, te lo juro.

Stiles bajó la cabeza bastante cohibido, porque no estaba


acostumbrado a que lo trataran bien, y mucho menos que le
dijeran cosas agradables.

—Si te consuela, yo tampoco estoy muy acostumbrado a


esto, eres el único que me ha gustado y me estaba
temiendo que no te iba a volver a ver, aunque me alegro de
haber tenido paciencia.

Permanecieron en silencio hombro con hombro sin saber


qué decir, porque eso era nuevo para ambos. Stiles
carraspeó y se miró sus manos, que descansaban en el
estómago.
—Mira, esta noche me gustaría ir a lo alto de la montaña a
la que hoy hemos ido. Hay algo que tengo que hacer, y me
preguntaba si querías acompañarme.
—Por supuesto —murmuró con media sonrisa.

El ruido de la puerta de la cabaña los hizo pegar un


respingo, aunque no estuvieran haciendo nada, sentían una
tensión bastante intensa. Entró Danny y los miró enarcando
una ceja.

—¿Interrumpo algo? —preguntó el chico.


—No, no, íbamos a ir a cenar ya.

Se pusieron las zapatillas y salieron, dirigiéndose al


comedor. Ya había anochecido, y se apresuraron a sentarse
en la mesa de los monitores. Los niños estaban tan cansados
que ni siquiera dieron guerra, y se fueron flechados a
dormir.

Recogieron entre todos los monitores y dejaron los panes


del desayuno cortados, el colacao hecho y ya pudieron irse a
dormir.
6.

Todos se fueron a dormir menos Stiles, que fue a coger su


mochila, y Derek, que lo esperaba sentado en los escalones
de la entrada. El castaño le indicó que lo siguiera y tomaron
el camino que habían recorrido aquella mañana. El mayor
estaba confuso pero decidió no molestar preguntando a su
amigo y lo siguió sin rechistar.

Después de media hora subiendo, por fin llegaron a la cima


que habían alcanzado con los críos. Creyendo que aquel era
su destino, Derek se dispuso a sentarse.

—Quiero subir más arriba —pidió Stiles intentando


recuperar el aliento.
—Pero nunca hemos subido hasta allí, puede ser peligroso.
—Es que necesito estar más cerca del cielo —dijo en voz
baja mirando hacia arriba. Derek lo miró unos segundos,
preguntándose qué es lo que iban a hacer allí tan arriba,
pero suspiró y se puso delante.
—Sígueme y ten cuidado.

Caminaron un rato más hasta que encontraron en la cima de


aquella montaña un saliente plano que daba el aspecto de
un asiento. Stiles sonrió satisfecho y se sentó a descansar,
invitando a Derek que lo acompañara. Sacó un par de
refrescos que había cogido y le tendió uno al moreno.

—Gracias por venir conmigo —susurró el chico con una


sonrisa.
—¿Cuándo podré saber para qué has venido hasta tan
arriba? ¿Qué es lo que quieres hacer?

Por toda respuesta, Stiles abrió de nuevo su mochila y cogió


con cuidado algo pesado, lo supo por la cara de esfuerzo
que puso. Sacó algo parecido a un jarrón, y aunque al
principio Derek no sabía qué era, pronto encajó piezas.

—Es tu madre —murmuró mirándolo con cautela. Stiles


esbozó media sonrisa y asintió.
—La he tenido conmigo todos estos años para que mi padre
no la tirara en un cenicero o algo parecido. Quería esparcirla
por un lugar feliz, y no puedo imaginar uno más feliz que
éste. Fue el último regalo que me hizo, y todo fue para que
pudiera ser yo mismo y conocer a más niños con los que
jugar. He subido tan alto porque quiero que esté cerca del
cielo con su ángel y conmigo, y cuando toque la tierra
después de que todas las cenizas vuelen, que caigan en este
bosque. No se me ocurre ningún sitio mejor.

Derek notó seca la garganta. Se frotó la nariz, porque creía


que si se distraía se echaría a llorar por todo lo que había
dicho su amigo. Respiró con lentitud y alzó las cejas.

—Stiles... es precioso el gesto. Y has elegido un lugar


perfecto la verdad, ella seguro que estaría encantada.
—Lo sé —dijo poniéndose de pie y acercándose al filo.

Derek dio un respingo y lo agarró de la presilla de los


vaqueros, por si perdía el equilibrio poder agarrarlo. El
castaño lo miró agradecido con una sonrisa. Respiró hondo
y miró el resto del paisaje, y las estrellas sobre sus cabezas.
El moreno estaba nervioso porque cada vez se inclinaba más
sobre el filo, así que con la otra mano le agarró por la
camiseta.

—Stiles deja de asomarte —gruñó el moreno.


—Va, en seguida acabo. —Se apretó el jarrón contra el
pecho y lo destapó con una mano—. Vendré a verte todos
los veranos, mamá. El demonio sigue sin tener poder en el
cielo —susurró volcándolo y dejando que cayeran las
cenizas, haciendo que el viento se las llevara.

Estaba mirando cómo se alejaban, pero estaba tan


ensimismado contemplando el espectáculo que se inclinó
más de la cuenta y perdió el equilibrio. Derek pegó un grito
pero tiró de él con fuerza antes de que se precipitara hacia
abajo. Sus cuerpos chocaron y el mayor se aferraba al otro,
creyendo que si lo soltaba se caería. Stiles estaba con la
boca abierta del susto y el moreno tenía una cara de enfado
que daba miedo.

—No sabes el infarto que me ha dado —dijo agarrándose el


pecho, sentando a Stiles lejos del filo. El chico volvió a
guardar la urna ya vacía en la mochila y sonrió débilmente.
—Lo siento, me he entusiasmado un poco. —Derek se dejó
caer a su lado y lo miró con una sonrisa.
—Eso ha sido muy bonito, aunque luego casi te abrieras la
cabeza —comentó el moreno dándole un codazo.
—¿Te has asustado? —preguntó Stiles inclinándose hacia
delante y apoyando sus codos en las rodillas.
—Aún me tiemblan las manos, y sigo odiándote por el susto
que me has dado.
—Exagerado... —Negó con la cabeza y contempló las
vistas—. La verdad es que no sabía que por la noche pudiera
ser aún más bonito desde las alturas —dijo mirando al
cielo—. Muchas veces me ponía en la ventana a mirar el
cielo, intentando acordarme de todo lo que me enseñaste
—comenzó el castaño sonriente—. La verdad es que no me
acordaba demasiado, pero me gustaba mirarlas porque era
lo único que tenía de ti. Era bastante liberador pasarme
horas perdido entre estrellas porque imaginaba que una de
ellas era la que tú estabas mirando en ese momento, así que
intentaba que algo de mí se quedara en su luz y pudieras
estar conmigo. —Derek asintió mirando su perfil, y
contemplando las estrellas pero a través de sus ojos.
—Algún día habremos coincidido en alguna estrella.
—Ya, pero yo seguía estando solo.
—¿Sabes? Cuando volví del campamento hace ocho años
recordé una cosa que me pasó hace mucho, y me lo acabas
de recordar. Te voy a contar una historia yo esta vez. —Stiles
lo miró asombrado.
—El aprendiz ha superado al maestro, sabes más historias
que yo —sonrió.

“Para que las estrellas brillen intensamente, la oscuridad


debe primero estar presente.
Mi abuelo decía esa frase cada vez que nos veía apenados
por algo. Fuera lo que fuera, él siempre tenía esa cita
preparada. A veces no se ajustaba a la realidad, aunque
otras veces acertaba completamente.

Mi padre murió cuando tenía tres años, y aunque no


entendía muy bien lo que había pasado, veía a mi hermana
mayor llorando mucho, y a mi madre siempre abrazando a
mi hermana pequeña, como temiendo que se fuera a ir con
mi padre porque vinieran a buscarla.

Fue una época confusa, porque no sabía lo que sucedía,


aunque con los años logré entenderlo. Mi abuelo había
enterrado a su único hijo, así que nunca volvió a ser el
mismo. Pero siempre hablaba de mi padre como su estrella,
y un día le pregunté el por qué.

Me contó que él tenía luz propia, el que siempre eliminó su


oscuridad. Él era la calma cuando la tormenta arreciaba, era
la fuerza que te hacía aguantar en los momentos de tristeza
y era la compañía que necesitabas cuando te sentías solo. Y
me dijo que yo era como él, que era capaz de iluminar el
firmamento si me lo proponía, y que los que nacemos con
estrella debemos de aprender que todos en algún momento
necesitamos oscuridad, pero también requerimos que una
estrella nos rescate.

Me contó que yo había sido esa estrella cuando mi padre


murió, que éste había traído una luz tan grande que incluso
al haberse ido había seguido iluminando su camino a través
de mí. Me dijo que la luz de mi padre se había apagado
porque simplemente, el amanecer le había llegado, y no
necesitaba iluminar más, por lo que me la dio a mí.”

Stiles tenía una sonrisa de oreja a oreja, y aún más sonriente


miró a las estrellas. Notó quemazón en los ojos por las
lágrimas que querían salir, pero aquella vez no eran de
dolor, era por las palabras que le había dicho su amigo.
Cada vez que había contemplado las estrellas en su casa,
sintiéndose solo, en realidad había estado con Derek de
alguna manera, y que también había estado con el ángel
que quiso ser su hermano, del que ahora cuidaba también
su madre.

Se frotó los ojos bruscamente, respirando con dificultad, y


soltó algo parecido a un sollozo. El moreno se alarmó y le
frotó la espalda, muy preocupado. Stiles inspiró hondo y
apretó los labios, mirándolo avergonzado.

—¿Qué pasa? ¿Qué he dicho?


—No, no es nada. Me ha gustado muchísimo tu historia. Yo
acerté el nombre que te decía tu abuelo y tú acertaste el
nombre que me decía mi madre.
—Cierto —sonrió—, el cielo y la estrella. Resulta hasta cursi.
—Stiles se echó a reír nerviosamente y asintió.
—Es cierto que tienes una luz increíble, Derek. Me
sorprendiste cuando era pequeño porque dejaste una huella
en mí que nadie nunca había dejado. Tampoco es que
conociera a mucha gente, he de admitir eso. Pero que eres
especial no se puede dudar. Sólo hay que ver lo que has
hecho por mí, seguir viniendo al campamento con el libro
para poder devolvérmelo. Nadie haría eso por otra persona,
tú eres verdaderamente único.

Derek agachó la cabeza y notó cómo se le enrojecían las


orejas. Esbozó una tímida sonrisa y se rascó la nuca,
cohibido.

—Me voy a morir de vergüenza, no me digas esas cosas.


—Vale, vale, pero no te mentiría —dijo encogiéndose de
hombros y suspiró cuando miró su reloj—. Deberíamos ir
bajando, es tardísimo y mañana tenemos tiro con arco.
—Tienes razón, vamos.

Descendieron al valle rápidamente, utilizando la mitad de


tiempo del que habían invertido en subir. Derek acompañó a
Stiles a su cabaña y el castaño lo miró con una sonrisa.

—Muchas gracias por acompañarme a lo de hoy, Derek. Ha


significado mucho para mí —comentó agradecido.
—No me lo agradezcas Stiles, me alegra que lo hayas
querido compartir conmigo. Sé que era un momento muy
especial y me siento muy afortunado de que me hayas
elegido a mí para vivirlo.
—No podía ser otro, eres el más especial que existe —
murmuró, y se acercó para darle un dulce beso en la mejilla.
Derek le sonrió como un idiota y se colocó una mano en la
cara, sonrojado—. Buenas noches.
El castaño entró en su cabaña y suspiró apoyándose en la
puerta. Se puso el pijama con una expresión muy feliz en el
rostro y se echó en la cama. Como aún estaba muy
emocionado, decidió continuar con el libro, ya que creía
imposible poder dormirse en esas circunstancias. Cuando
llevaba medio capítulo, al pasar la página le cayó una vez
más un papel en la cara, acertándole en un ojo. Se quejó en
voz baja y cerró el libro para leer la carta.

“Querido Stiles:

Estoy bastante preocupado por ti. Han pasado dos veranos


ya, y no sé si es que te ha pasado algo o no puedes venir,
pero ojalá te hubieras podido volver conmigo a casa en vez
de ir con aquel monstruo.

No sé por qué sigo escribiéndote las cartas, porque no


tengo tu dirección para mandártelas, así que las meto en el
libro con la esperanza de que algún día cuando te lo
devuelva puedas leer la de veces que me acordé de ti
cuando no te vi.

Cada vez vienen menos niños al campamento de mayores,


lo consideran un rollo porque piensan que venir aquí es
para críos. Pues qué quieres que te diga, prefiero seguir
siendo un crío.

Este año sería tu año de lobo. La de veces que quise que


fueras de mi grupo y pudieras hacer todas las actividades
conmigo... y poder dormir en la misma cabaña y pasarnos
horas hablando de cualquier cosa... los ratos contigo eran
inolvidables, ¿lo sabías? Y si no, espero que ahora lo sepas.
Estos años sin ti han sido un rollo, nadie parece ser tan
inteligente como tú, y tampoco nadie es tan bueno, ni tan
imaginativo. Me he tragado tantas historias estúpidas de
miedo que no sabes lo que echo de menos aprender
historias nuevas.

Me hacías sentir muy especial Stiles, como aquella vez que


te metiste en el lago conmigo porque no quería ir solo. Tú
no sabías nadar, y sin embargo entraste al agua para
hacerme compañía. O aquel día que me había perdido el
desayuno y tú me habías guardado una tostada y un
colacao. Era especial porque tenía un amigo que me hacía
sentirlo.

Ojalá puedas venir pronto al campamento, te echo


muchísimo de menos.

Derek”

Stiles suspiró en voz baja. Se frotó la cara con ambas manos


y guardó la carta con las otras. No sabía cuándo tendrían su
día libre, pero la promesa implícita de una cita (esperaba
que romántica) con Derek lo hizo dormirse con una sonrisa
enorme en el rostro.

***
Alguien lo zarandeó para despertarlo, y gruñó somnoliento
y se frotó los ojos, muy cansado. Al abrir los ojos se
encontró con Derek, que tenía una amplia sonrisa en la cara.
Stiles enrojeció y lo imitó.

—Es una bonita imagen con la que despertarse —murmuró


el castaño sentándose en la cama. Derek apretó los labios en
una sonrisa.
—Gracias por la parte que me toca, aunque me ha dado
pena, estabas realmente adorable mientras dormías, a pesar
de que echaba de menos ver tus ojos —dijo señalando éstos
e incorporándose. Stiles se puso rojo y se levantó.
—Si me disculpas a mí y a mis ojos bonitos, me tengo que
vestir —comentó señalándole la puerta.
—Como que no he visto a otros tíos cambiarse.
—Pero ninguno de esos te gustaba —terció el castaño
volviendo a indicarle la salida. Derek rio entre dientes y se
fue.
7.

Pasó una semana, y realmente fue como si revivieran todo


aquel tiempo que no pudieron haber pasado juntos en
aquellos años. Hablaban hasta altas horas de la madrugada,
iban a dar paseos nocturnos, e incluso una mañana Stiles se
había animado a aprender a nadar después de dieciséis
años de vida.

Nunca creyó poder volver a ser feliz, pero aquel chaval


moreno lo estaba consiguiendo sin apenas esfuerzo. Había
una tensión que habían decidido no tratar hasta que llegara
el momento adecuado, que sería el día de descanso donde
podrían ir al pueblo y alejarse de oídos indiscretos.

Aunque no hablaran de ello por decisión propia, seguían


habiendo comentarios con dobles sentidos y piropos
inocentes que ambos los asimilaban ya con naturalidad. Eso
sí, una regla no escrita era evitar el contacto, porque un par
de veces habían saltado chispas entre ellos y la tensión se
había vuelto insoportable.

Aquella semana sería la primera fogata, donde podrían


contar historias y cantar (los que quisieran, ya que Stiles
dudaba de que alguien quisiera escucharlo). Al siguiente día
descansarían la mitad de monitores, y al otro día la otra
mitad. Derek había tirado de contactos y consiguió
descansar el mismo día que Stiles.
El día de la fogata el castaño había preparado un par de
historias, prohibiendo las de miedo a su grupo de niños.
Algunos se quejaron, pero otros, sobre todo las niñas, le
dieron las gracias y estuvieron un rato abrazándolo.

Después de cenar fueron a sentarse en los grandes tocones


que rodeaban una montaña hecha de ramitas de madera.
Derek se dedicó a encender el fuego mientras que Danny y
Stiles se dedicaban a sentar a los chicos en los lugares
correspondientes.

El castaño le tomó el pelo a un par de niños que se metían


con una niña, y ante la riña del monitor ambos se pusieron
rojos y se callaron. Cuando Stiles levantó la vista se encontró
con la sonrisa de Derek, algo que le hizo sentir avergonzado,
aunque no sabía muy bien la razón.

—Bien, ¿quién quiere empezar con las historias? —preguntó


Stiles.
—¡Cuenta tú una! —exclamó un niño.
—¡Sí, que tus historias son muy guays! —El castaño
intercambió una sonrisa con su mejor amigo y resopló.
—Está bien, contaré yo una historia.

N/A: esta historia es totalmente mentira, no tiene nada que


ver con la verdadera mitología griega.
“Os hablaré sobre los titanes. Los titanes son los hijos de los
dioses en la cultura griega.
Un titán tenía lo mejor de los dioses que lo concebían, pero
sin embargo, todos tenían condición y forma humana.
Existían titanes y titánides, y cada uno representaba una
parte del mundo. Estaba el titán de los océanos, del tiempo,
del cielo, de la tierra, de la luz y las estrellas...

Ninguno sabía muy bien qué función tenían que realizar,


porque el mundo era nuevo y el caos se instauró en la tierra.
Poco a poco todos se fueron ubicando, y pudieron convivir
en el planeta. El único que no podía encontrar su sitio era el
titán de las estrellas.

Intentó vivir en el mar, pero el titán de éste no quería tener


tanta luz en las profundidades del océano. Tuvo que ir a la
tierra, pero el titán que la habitaba no soportaba su claridad.

Titán tras titán, fue rechazado por todos, y el titán de las


estrellas no sabía dónde ir, no quería estar solo. Lloraba y
lloraba, y de sus ojos manaban estrellas que
lamentablemente morían cuando se alejaban de él. El titán
que habitaba en el cielo contemplaba su llanto, y su corazón
se ablandó.

Bajó a la tierra, a la cueva donde se había escondido el otro,


y lo invitó a ir con él. El titán de las estrellas ni siquiera sabía
que existía alguien que viviera en el cielo, pero subió con él.

Le permitió estar a sus anchas, colgar todas las estrellas que


le apeteciera porque la extensión de sus dominios era
infinita. Lo único que le pidió era que no molestara ni al Sol
ni a la Luna, ya que tenían mal carácter. Sin embargo, la
Luna permitió que las estrellas la rodearan, porque le daban
la luz que a ella le faltaba, pero el Sol no quiso tenerlas
cerca, ya que no quería luces que iluminaran más que él.

Así que el titán de las estrellas ocupaba su lugar, todo el


cielo le pertenecía, pero sólo podía brillar cuando la noche
fuera la más oscura.”

Stiles sonrió avergonzado cuando los niños aplaudieron y


pidieron otra historia. Danny los calmó y comenzó a contar
otra mientras el castaño bebía agua y notaba que alguien se
sentaba a su lado, pegando la rodilla a la suya. Miró y estaba
Derek con una sonrisa. La barba del mayor estaba
empezando a salir, y aunque tenía la costumbre de afeitarse,
ante el comentario de Stiles de que le quedaba mejor la
barba, se la dejó crecer.

—¿Vienes a elogiar al autor de la historia? Porque estoy


agotado y no quiero atender a los fans.
—Se te está subiendo la fama a la cabeza, ¿eh?

Se mantuvieron en silencio escuchando la historia de Danny,


pero estaban más pendientes del poco contacto que había
entre ellos. Stiles notaba la piel de su amigo ardiendo contra
la suya, y aunque intentaba escuchar lo que hablaba su
compañero, estaba distraído por culpa de Derek.
Distraídamente, el moreno puso la mano en su propia
rodilla, tocando accidentalmente la de Stiles con el meñique.
El castaño lo miró de reojo y el otro tenía una sonrisa
disimulada. Le miró mal y escuchó su risita.

Cuando Danny acabó, los aplausos sacaron a Stiles de su


ensimismamiento. Era el turno de los niños para contar
historias, y Derek se levantó alegando necesitar más
refrescos. El castaño fue a ayudarlo, y de paso así se podría
fumar un cigarro.

—Me ha gustado mucho la historia —comentó el mayor


mirando las manos de Stiles, que jugueteaban con el
mechero y lo accionaban para encenderse el cigarrillo que
descansaba en sus labios.
—Estaba seguro que lo haría —sonrió el castaño
sonriéndole—. No sé dónde la oí, pero me acordé hace unos
días y pensaba contártela a ti, pero preferí darte la sorpresa.
—Gracias, me ha gustado mucho que las estrellas se
refugiaran en el cielo porque nadie más las quisieran.
—En este caso sería al revés —comentó Stiles—, soy yo el
que se refugia en ti porque no tengo a nadie más.
—Bueno, discrepo —dijo cogiendo latas para todo el grupo
y llevándolas en una neverita—. La esperanza que tenía de
verte algún verano fue bastante medicinal. Cuando tenía un
mal día o simplemente estaba triste me aferraba a tu
recuerdo y me ponía de buen humor. Tenía la esperanza de
verte una vez más.
—Me costó pero pude volver. Era algo que llevaba
esperando desde que me tuve que ir de aquí. —Se apoyó
junto al frigorífico y siguió fumando.
—¿Sería mucho pedir que dejaras de fumar? —preguntó
Derek con una sonrisa.
—Me lo he planteado mucho, pero si me lo pides tú si lo
dejaría —repuso Stiles encogiéndose de hombros.
—Entonces, ¿dejarás de fumar por mí? —El castaño lo miró
con media sonrisa y tiró el cigarro, apagando lo que
quedaba de él. Derek lo miró complacido y se mordió el
labio.
—Mañana tienes que tener paciencia conmigo porque no sé
cómo se manejan los móviles modernos.
—Será como explicarle el funcionamiento de Skype a mi
madre —comentó el moreno riéndose.
—Me siento totalmente desactualizado, en serio. —Derek le
tendió el móvil para que se pusiera a mirarlo y a ver cómo
funcionaba.
—Bueno, tienes que salir al mundo de una vez y lo primero
es el Whatsapp.
—Si esa cosa me hace estar en contacto contigo, bienvenido
sea.

El resto de la noche pasó entre risas y más historias de los


niños, y éstos se fueron a la cama agotados. Stiles bostezó
con fuerza y se estiró, para poner una mano en el hombro
de Derek, que lo miró con una sonrisa.

—¿A qué hora viene el microbús a por los que


descansamos? —preguntó el castaño.
—A las diez, así que sé puntual o se va a ir sin ti, y te
recuerdo que tenemos una cita —repuso dándole un
codazo.
—Tranquilo que no se me había olvidado, listillo —contestó
Stiles sacándole la lengua.

Derek le dio un rápido beso en la mejilla y se adelantó para


irse a su cabaña. Stiles le frunció el ceño a su espalda, para
luego sonreír y meterse en la suya.

Se tiró en la cama para leer un capítulo del libro. En realidad


lo que esperaba era que Derek hubiera metido otra carta
dentro, y mientras leía notó un papel deslizarse entre sus
dedos. Cerró el libro entusiasmado y abrió el papel.

“Querido Stiles:

Hubieras estado en el grupo de los mayores conmigo este


año. El campamento de los mayores es un poco monótono,
porque nunca llega gente nueva y cada vez somos menos.
Suelen prepararnos para ser monitores, porque si seguimos
yendo con trece años o más es porque queremos formar
parte del equipo.

La verdad es que me gusta todo esto, y aunque no te haya


podido ver tampoco este año ha sido interesante, porque
me he dado cuenta que gracias a ti estoy entrando en un
mundillo que me encanta. ¿Me imaginas de monitor dentro
de tres años? Es una locura, pero he vuelto tantas veces al
campamento porque quería verte y devolverte el libro, pero
al final ya vengo porque me gusta todo esto.
Espero que estés bien, Stiles. De verdad, aunque ya casi ni
me acuerdo de tu voz, porque seguro que dentro de poco
estarás soltando gallos como me pasó a mí cuando me
cambió la voz, y tampoco me acuerdo bien de muchas
cosas, las importantes las recuerdo. Quiero verte otra vez, y
ya no es porque seas mi mejor amigo, y es gracioso que lo
sigas siendo porque en estos momentos no sé si algún día
dejarás de ser una carta y volverás a ser una persona, sino
porque tengo muchas cosas que decirte que me han
empezado a quemar por dentro.

Espero que el gilipollas (con perdón) de tu padre te trate


bien, ojalá supiera dónde vives para patearle el culo si te
hace algo.

Vuelve pronto Stiles, te echo muchísimo de menos. Ojalá te


vea pronto.

Derek”

Stiles suspiró en voz baja, frunciendo el ceño por las


palabras de Derek a los trece años. Había cosas que tenía
dentro que le quemaban, y no sabía si las había olvidado
por completo o que simplemente ya no se las quería decir.
Estaba totalmente colgado por aquel chico, y no podía
evitarlo, lo estaba cada día más y aumentaba su enganche
cuando encontraba otra de sus cartas.

***
Al día siguiente se despertó bastante antes de que sonara su
alarma. Estaba de los nervios, y en aquel momento no sabía
cómo había podido conciliar el sueño, dado a que ahora
estaba que se le salía el corazón del pecho. Cogió sus cosas
para ir a ducharse, y se permitió el lujo de relajarse, ya que si
no iba a tener serios problemas para parecer una persona
normal.

Normalmente los ataques de ansiedad le daban cuando


tenía una bronca especialmente grave con su padre, pero
aquella vez estaba empezando a sentir los síntomas por los
nervios de antes de su cita con Derek.

Ni siquiera sabía si tenían permitidas las citas entre


monitores, y ya ni quería pensar sobre las citas de personas
del mismo sexo: mucha gente aún era reacia al amor si éste
era entre dos hombres o dos mujeres, cosa que para él era
inentendible.

Se tranquilizó un poco y se vistió. Se dio por vencido con el


pelo, que iba de un lado a otro de cualquier manera y ni se
preocupó por peinarlo. Se alisó la camiseta blanca y se
colocó los vaqueros, y aunque no le daba el visto bueno del
todo (se sentía como una patata junto al dios que era
Derek), salió de allí arrastrando los pies.

Iba a encenderse un cigarro para esperar pero le había


prometido a Derek que lo dejaría, por lo que se dedicó a
jugar con el mechero mientras esperaba a su amigo.
8.

Cuando salió de su cabaña, se encontró con Stiles sentado


en los escalones. El chico se giró y lo saludó con una sonrisa.
Frunció el ceño al ver el mechero, pero el castaño levantó
ambas manos inocentemente.

—Te prometí que no iba a fumar y lo estoy cumpliendo.


—Te lo perdono porque no hueles a tabaco —repuso Derek
riendo.
—Qué poca confianza en mí…

Fueron a la entrada del campamento, donde estaban otros


monitores esperando el transporte. Stiles y Derek debatían
sobre la mejor saga de videojuegos de Play uno, y el
moreno le estuvo explicando que la Play 3 era mil veces
mejor que la Xbox 360 y que cuando fuera a su casa
probaría las dos porque su vecino tenía la consola Microsoft.

Vieron venir el vehículo y se montaron junto a los demás. Se


sentaron en dos asientos juntos y se pusieron en marcha. Al
ser el tercer año de Derek como monitor se sabía el camino
de memoria, por lo que le estuvo contando un poco sobre
cada zona que pasaban con el bus.

Finalmente llegaron al pueblo más cercano, que estaba a


media hora de donde acampaban. Los demás se dispersaron
y Stiles le miró con una sonrisa y dio una palmada
emocionado.
—¿Dónde vamos? Eres tú el guía porque no tengo ni puta
idea —rio con expresión risueña.
—Aquí no hay mucho que ver, aunque hay un centro
comercial pequeño en el centro.
— ¡Pues vamos!

Se dirigieron hacia donde Derek recordaba que estaban las


tiendas, mientras que Stiles le contaba una anécdota que le
había pasado con una niña que tenía en su grupo. El
moreno lo miraba con una sonrisa de oreja a oreja porque la
felicidad del otro era contagiosa. Estaba muy cambiado en
las casi dos semanas que llevaba allí. Sus ojeras habían
desaparecido casi por completo, tenía mejor color y sonreía
mucho. Y Derek sabía que la gran mayoría de sonrisas eran
por su culpa, y aquello le hacía sentir una garra en el
estómago.

Pararon en una librería que vio Stiles de refilón, y casi a los


pocos segundos lo había perdido de vista entre tantas
estanterías. Suspiró y se puso a buscar algunos de sus títulos
favoritos. Encontró un libro que se leyó el año anterior. Su
abuelo le había dicho que se lo solía leer a su padre para
que se durmiera, y luego lo usó para que Derek conciliara el
sueño. Quizás sería un poco infantil, pero Stiles le había
dejado parte de su vida con el libro de La Historia
Interminable, por lo que él le daría parte de la suya con el
libro de los Cuentos Sobre Las Estrellas. Apretó los labios y
fue a comprárselo.
Se encontró con él en la caja. Stiles lo azuzó para que se
alejara, y Derek se apartó con una expresión divertida ante
el apuro del castaño. Cuando Stiles pagó le anunció que le
esperaría fuera, y pudo pagar. Salió y estaba sentado en una
pequeña tapia de un lado.

—¿Qué has comprado? —preguntó frunciendo el ceño.


—Un regalo. Si te portas bien te lo daré —dijo Derek burlón.
Stiles sonrió ampliamente.
—Yo también tengo un regalo —comentó con
autosuficiencia.
—¿Y me lo darás si me porto bien? —inquirió el moreno
imitándolo.
—Puede ser, tengo expectativas altas y no sé si las podrás
cumplir.
—Joder, qué presión, quizás es mejor retirarse a tiempo —
bromeó el moreno. Ante el ceño fruncido de su amigo se
echó a reír y le hizo un gesto—. Anda vamos, que me hace
falta ir a la tienda de camping a comprar antimosquitos. Se
me acabó el otro día y me han acribillado el costado —
comentó levantándose un poco la camiseta para que le viera
las marcas enrojecidas de la picadura.

Stiles escondió una sonrisa y fueron dentro del centro


comercial. Era uno pequeño, muy diferente al que solían
estar acostumbrados, aunque Derek sabía exactamente
dónde quería dirigirse. Llegaron a una pequeña tienda de
menajes de montaña, con múltiples tipos de tiendas de
campaña, camping gas, utensilios de pescas... se fueron a la
zona de productos químicos como los antimosquitos,
aunque también tenían pequeñas bombonas de gas,
purificadores de agua entre más cosas que Stiles no pudo
distinguir.

—Madre mía, ¿debería haber traído todo esto para


sobrevivir aquí en verano? Porque no tengo nada, voy a
morir, ¿no? —repuso el castaño asombrado.
—No demasiado. Hombre, te recomiendo que si duermes
sin camiseta te compres el antimosquitos —comentó Derek
cogiendo un par de botes.
—Vaaaya, ¿duermes sin camiseta? Voy a tener que hacerte
alguna que otra visita entonces —bromeó Stiles enarcando
una ceja.
—Es verdad, que tu llevas pijama —dijo asintiendo.
—Yo y como tres cuartas partes del planeta: todos aquellos
que no tenemos un cuerpo envidiable que enseñar. Los que
duermen semidesnudos es porque o tienen mucho
autoestima o porque no son personas corrientes.
—¿No soy corriente?
—Dudo mucho que puedas verte bien en un espejo, Derek.
Me abstengo a opinar sobre tu cuerpo porque vas a sentirte
violento —rio Stiles cogiendo un bote de los que tenía el
moreno en la mano, que lo miraba con media sonrisa—.
Creo que cogeré uno por si me da por dormir sin camiseta.
—Algo que le encantará que hagas al resto del mundo —
inquirió Derek riéndose.

Pagaron y siguieron viendo un rato más alguna de las


tiendas que había por ahí. Encontraron una tienda de cosas
de menos de un dólar, y a pesar de las quejas del mayor (ya
que consideraba aquellos objetos tan endebles que se
desmoronarían si soplaba fuerte), Stiles encontró
entretenimiento para un buen rato. A pesar de no
necesitarlas, se hizo con un par de libretas, unas chanclas y
un gato de porcelana que rozaba lo tétrico.

Fueron a la tienda de móviles para que Stiles se comprara


por fin el Smartphone con Whatsapp que quería comprar
desde un principio. Estuvieron un buen rato mirando
diferentes modelos y probando aplicaciones, para decidirse
por uno de pantalla mediana y una calidad de sonido alta
para que pudiera escuchar música cuando quisiera evadirse
en su casa.

Pararon para comer, aún tenían tres horas antes de que


volviera el autobús a por ellos. Como Stiles no sabía qué
comercios de comida había por allí, le dijo a Derek que
eligiera el que quisiera.

—Pero si eres tú el que invita, tendrías que elegirlo tú... —


dijo el moreno con el ceño fruncido.
—Tú eres el invitado, yo quiero comer lo que tú quieras.
Además, no tengo ni idea de lo que hay por aquí. ¿Qué te
apetece? —preguntó señalando a algunos restaurantes que
había detrás de él.
—¿De verdad quieres saber qué me apetece?
—Pues claro —repuso poniendo los ojos en blanco.

Derek lo miró unos segundos antes de cogerlo por la nuca y


besarlo con brusquedad. Stiles se quedó totalmente quieto
con los ojos como platos para luego suspirar con suavidad y
amoldar sus labios a los de Derek. Unos segundos después
el moreno se separó de él con media sonrisa y el otro
permaneció con los ojos de par en par, mirándolo.

—No sé cuál restaurante es ese, pero joooder... —silbó el


castaño con una risita nerviosa.
—Vamos al McDonalds, hace mil años que no me como una
hamburguesa.

***

Cuando terminaron de comer salieron del centro comercial.


Aunque la conversación era fluida, Stiles tenía las orejas
rojas desde el beso que se dieron, y Derek sonreía como un
idiota al ver aquella reacción tan adorable.

El moreno se sentó en un muro que rodeaba una pequeña


fuente, jugueteando con la correa de su reloj. Stiles
explicaba nerviosamente el funcionamiento de una máquina
con la que había soñado hacía tiempo, pero de hablar tan
rápido se liaba y no pudo explicarlo del cacao que había
montado simplemente para describirla.

—Paso. Me pones nervioso y estaba intentando hablar sin


parar para no dejar que mi cerebro se ponga a pensar más
de la cuenta, no quieres que me ponga a darle vueltas a lo
que ha pasado antes porque me vas a aguantar de
constante parloteo.
—¿Más? —rio Derek agitando la cabeza—. Me da igual
Stiles, como si me quieres contar cómo destruyó Luke la
estrella de la muerte, que si lo cuentas tú me va a gustar
muchísimo más. —El castaño resopló y le frunció el ceño.
—No ayudas a tranquilizarme, ¿sabes?

Derek sacó la bolsa de la librería y se la tendió a su amigo


con una sonrisa. El otro lo miró sin comprender pero la
cogió.

—Te has portado bien, así que aquí tienes tu regalo.

Stiles sonrió ampliamente y desdobló la bolsa con ilusión. Al


sacar lo de dentro vio el libro que le había comprado Derek,
y pegó un saltito estúpido pero al moreno le pareció
adorable.

—¡No lo he leído! Bueno tampoco es que sea de mi rango


de edad pero la verdad es que es muy tú, y me gusta —dijo
abriendo el libro y observando los dibujos.
—¿No te molesta que sea de niños?
—¿Bromeas? Todo lo que me puedas regalar tú me va a
hacer muchísima ilusión, y más si habla de nosotros —
comentó señalando el cielo y la estrella que mostraba el
dibujo—. De verdad, me gusta mucho.
—Me alegro.

Stiles se quedó unos segundos mirando el libro, y volvió a


tener las orejas rojas. El moreno aguantó la respiración
cuando el chico se acercó y juntó sus labios con los de él.
Fue un beso inicialmente torpe pero la boca de Derek se
afianzó en la de Stiles y su lengua entró en juego, pidiendo
permiso sin palabras para entrar en su boca.

El beso se profundizó, y la mano de Derek lo atrajo más


hacia él haciendo que cogiera velocidad. El moreno cortó el
contacto y suspiró sin soltar su rostro. Abrió los ojos y clavó
sus iris verdes en los castaños de Stiles, que lo miró
avergonzado.

—Gracias por el libro —murmuró el menor con una sonrisa.


—Cuando quieras. —Lo atrajo otra vez y le dio un pequeño
pico.

El castaño se separó de él y Derek apretó los labios en una


sonrisa. Stiles se rascó la nuca boqueando un par de veces
sin saber qué decir, pero al final suspiró y se sentó a su lado.

—Bueno, yo creo que te has merecido el regalo tú también


—comentó tendiéndole la bolsa de la librería.
—Me alegro de ser digno de ello.

Derek desenvolvió la bolsa y al sacar el libro miró al castaño


con la boca abierta. Tenía en sus manos el libro de La
Historia Interminable, aunque era otra versión de la que
tenía Stiles. Éste lo miraba con una amplia sonrisa.

—¿Te gusta? —preguntó sin dejar de sonreír.


—No sabes cuánto, de verdad. El libro es una obra maestra,
pero más me gusta porque es tu favorito.
—Entonces genial, ¿no?

Asintió pasando las páginas distraídamente ante la atenta


mirada de Stiles, que miraba fijamente los labios del
moreno. Tenía ganas de volverlos a besar, pero también
sentía muchísima vergüenza sólo con pensarlo. El beso que
le había dado él le había costado la misma vida, aunque
sabía que Derek no iba a rechazarlo le daba corte dar el
primer paso.

El moreno notaba las miradas del chico y sentía que le


ardían los labios de las ganas que tenía de volver a saborear
a Stiles. Suspiró en voz baja y se giró hacia el castaño con
una pequeña sonrisa.

—¿Está muy mal que te pida otro beso? —murmuró


mirándolo con los ojos brillantes. Stiles se rio muerto de
nervios y negó con fuerza.
—Para nada. Me ha gustado mucho besarte —dijo
sonriendo ampliamente y volviendo a acercarse a sus labios.

Aquellos besos fueron más cortos, pero estuvieron un rato


más en ese plan. Al separarse, Derek agarró la mano de
Stiles y se la apretó mordiéndose el labio.

—Será mejor que nos dirijamos a la parada de autobús —


comentó Stiles mirando el reloj de su muñeca.
—Yo creo que sí —dijo el moreno en voz baja y se levantó,
acariciando una última vez la mano del chico y caminando
hacia la zona donde los recogerían.
El corazón podría habérsele salido del pecho recordando los
besos que se habían dado, y se ponía aún más nervioso
cuando miraba a Stiles con sus orejas rojas y sonrisilla
nerviosa cada vez que lo miraba. Necesitaba verlo aquella
noche de nuevo. Le hacía falta besarlo de nuevo y pasar un
rato a solas como el que habían compartido aquel día tan
especial. Tenían una conversación pendiente.
9.

Cuando llegaron a la parada, los demás monitores habían


llegado. Stiles jugueteaba con su teléfono nuevo atendiendo
a las explicaciones de Derek, que le instaló la mensajería
instantánea y apuntó su número en la agenda.

—Bueno, ya no te escapas, tengo tu número —dijo con una


sonrisa de medio lado.
—Sí, porque yo pensaba irme muy lejos quizás… —repuso el
castaño dedicándole una mirada con los ojos brillantes.

Derek se pasó la lengua por el labio inferior, haciendo que


tuviera serios problemas para contener sus ganas de besarle
una vez más. El viaje de vuelta fue bastante tranquilo. Stiles
miraba el paisaje por la ventanilla mientras le hacía
cosquillas a Derek en el brazo. Llegaron al campamento
media hora después, y los recibieron algunos de los niños
de su grupo contándoles todo lo que habían hecho mientras
ellos no estaban.

Stiles logró librarse de la mayoría diciendo que tenía que ir


al baño, y pudo meterse en su cabaña resoplando aliviado.
Sonrió como un idiota y dejó las bolsas encima de su cama,
y se sentó en ella dejándose caer de espaldas. Los labios le
ardían al recordar los besos que se había dado con Derek,
muy emocionado ante la idea de volverlo a ver aquella
noche cuando el resto del campamento se fuera a dormir.
Escuchó el tono de mensajes de su móvil nuevo y aunque al
principio no se acordaba de cómo desbloquearlo, pudo
finalmente leer el whatsapp que le había mandado Derek.

“Ya te vale, me has dejado solo con los críos y ahora no se


quitan de encima.”

Se rio entre dientes y se mordió el labio, escribiendo


torpemente la contestación en la conversación con el
moreno.

“Ve practicando porque seguramente tengas que quitarte


más cosas de encima.”

Siguió tendido en la cama, extrañado por no recibir


contestación. Quizás la había cagado. Iba a escribirle una
disculpa hasta que unos golpes en la puerta lo hicieron
saltar y fue a abrir. Derek casi atropelló a Stiles cuando entró
en la habitación, y el castaño cerró la puerta.

El otro parecía bastante alterado, y Stiles se preocupó, pero


cuando la boca de Derek ocupó sus labios averiguó que lo
que había provocado su estado había sido el mismo Stiles.
Se separaron con la respiración entrecortada.

—¿Así que no te vas a quitar de encima de mí? —preguntó


el moreno sonriendo.
—Sólo si tú lo quieres —musitó sin dejar de mirar la boca de
Derek mordiéndose el labio inferior.
Oyó el jadeo del mayor y éste volvió a besarlo con
brusquedad, haciendo mucho más intenso el beso
comparándolo con los que se habían dado con anterioridad.
Le agarró la cara, raspándose las palmas con la barba
incipiente del otro, pero le dio igual. Le resultaba excitante
todo lo relacionado con Derek.

Se separó de él respirando con dificultad. Bajó las manos a


los hombros del moreno, intentando recuperar el aliento.
Derek le rodeó las muñecas con sus manos, mirándolo con
intensidad.

—¿Estás bien? —preguntó el mayor con una sonrisa.


—Estoy al borde de un infarto —admitió el castaño,
haciendo reír al otro.
—¿Nos vemos luego? Después de cenar, a solas. Porque nos
vamos a ver el resto de la tarde...
—Sí, sí. Quedamos después de cenar. Pero voy a tener que
hacer de tripas corazón para no comerte la boca delante de
todo el mundo. —Derek rio armoniosamente y lo besó unos
segundos.
—Créeme que no será cómodo besarse como te quiero
besar delante de los niños, Stiles.

El castaño cogió aire de manera teatral y se despidió del


otro, que salió de la cabaña sonriendo ampliamente.

Stiles intentó tranquilizarse haciendo cualquier otra cosa.


Ordenó las cosas que se había comprado y se echó en la
cama con serios problemas para mantenerse quieto. Cogió
el libro que estaba en su mesilla de noche y lo abrió por
donde estaba la señal.

Se extrañó que no hubiera ninguna carta en aquel capítulo,


pero al empezar el siguiente cayeron dos papeles. Abrió el
primero con una sonrisa.

“Para cuando nos volvamos a ver voy a seguir sonriendo


como me enseñaste a hacerlo. Porque todos tenemos varios
tipos de sonrisas, y mi favorita es la que tengo siempre que
pienso en ti.

La primera sonrisa es la que tengo cuando mi madre se


pone a cantar, cuando Laura intenta enfadar a Cora, y
cuando ésta le hace rabiar.

La segunda es cuando mi abuelo me pregunta qué es lo que


quiero por mi cumpleaños, y siempre le respondo que un
Stiles estaría bien. Creo que un día lo volveré loco porque
sigue buscándolo desde hace tres años, y no sabe que eres
tú.

La otra sonrisa es la que guardo al ver fotos de mi padre, es


una sonrisa nostálgica, pero a la vez me hace feliz
recordarlo. Mi abuelo me cuenta sobre él, y me recuerda
mucho a mí mismo, aunque no lo conociera.

La última sonrisa no sabía ni que existía hasta que Laura se


rio de ella. Es la sonrisa que tengo cuando hablo del
campamento, cuando les hablo de las historias que aprendí
gracias a ti, y cuando me pongo a pensar en lo diferente que
sería todo si hubieras vuelto al campamento.”

Sonrió suspirando quedamente. El Derek de catorce años se


dio cuenta que le gustaba un chico y le escribió una historia.
Y ese chico era él, por lo que contuvo la carcajada nerviosa
que quería soltar.

Dejó el papel a un lado y cogió el otro, que resultó ser una


carta como las que le solía escribir.

“Querido Stiles:

No te rías mucho del texto que te he escrito, pero es que


nunca había escrito nada así, pero me apetecía mucho
hacerlo.

Otro año más y no estabas en el campamento, ya me he


resignado un poco y estaba preparado mentalmente para
ello. Pero siempre tengo una mínima esperanza de verte, y
algo en mi interior me va diciendo que este año será el año
en el que te volveré a ver, pero nunca pasa.

Quizás algún día me encuentre contigo y pueda decirte


todo lo que he querido decirte desde siempre, pero hasta
entonces creo que seguiré escribiendo cartas, aunque corra
el riesgo de que nunca pueda volver a verte y seguir
esperando a alguien que es sólo un trozo de papel.

Te echo de menos.
Derek”

Stiles torció el gesto, apenado por no haber podido volver al


campamento y notando el desazón que destilaban las
palabras de Derek en la carta. Guardó los dos papeles con el
resto de cartas y se quedó tendido bocarriba hasta que se
aburría tanto que decidió ir a ayudar a sus compañeros con
los críos.

Al llegar se le enroscaron en las piernas un par de niñas que


estaban siendo perseguidas por los niños, que intentaban
tirarles de las trenzas y mojarles con los globos de agua.
Logró separar a las crías de sus piernas y fue hacia los niños,
que por más que se disculparon con el monitor, éste los
castigó sin postre y sin ir a la siguiente hoguera por hacer
daño a las chicas.

Isaac se le acercó cuando acabó de reñir a los niños y le


sonrió ampliamente. Stiles lo miró sin comprender.

—La mitad de las niñas de los jabalíes y de los lobos están


enamoraditas de ti, ¿lo sabías? —preguntó con una risita.
—¿Qué dices? —musitó el castaño arqueando las cejas.
—Sí, me lo dicen las monitoras, que las niñas sólo hablan de
ti y de tus historias. Tienes un club de fans... qué pena que
aún le falten unos cuantos años para estar en su punto, ¿eh?
—Stiles se ruborizó y lo miró alarmado.
—Por dios Isaac, son niñas.
—Dentro de seis años ya no lo serán tanto —dijo
guiñándole un ojo.
—Para eso me ligo una monitora... —repuso resoplando.
—Ah, me acabas de recordar que Mia no para de hacerte
ojitos. Las tienes a todas locas... —comentó asintiendo
solemnemente.
—Mira, no quiero ligar ni novia ni nada por el estilo —
murmuró frunciendo el ceño.
—¿Y eso? ¿Tienes novia en tu pueblo? ¿O es que no te van
las chicas? —Stiles lo miró mal e Isaac dio una palmada y lo
señaló—. ¡Danny lo dijo! ¡Danny lo dijo y yo le dije que
estaba loco!
—¿Qué dijo Danny?
—¡Que te gustaba Derek!
—¡¡SHHHH!! —Lo chistó pegándole en el hombro y
mirándolo como si lo fuera a matar con sus propias manos.
—¡Así que es verdad! —exclamó soltando una carcajada.
Stiles apretó la mandíbula y cerró los ojos enfadado.
—Si no quieres que te estrangule, yo que tú me callaría.
—¿Y qué hay de él? ¿Le gustas?
—Es complicado —añadió rápidamente desviando la
mirada. En ese momento Derek le miró y lo saludó de lejos
con una sonrisilla.
—¿Complicado? —espetó Isaac ahogando una carcajada—.
Sois demasiado obvios, ahora que lo sé es que parece que
llevéis un puto cartel de neón.
—Bueno, pues ahora que lo sabes espero que valores tu
vida y no quieras morir joven, porque no quiero que se
entere nadie más. No sé cómo es el campamento respecto a
estas cosas.
—Ah vale, si es por eso no te preocupes, os guardaremos el
secreto.
—¿Os?
—Claro, se lo tengo que contar a Danny. Lleva esperando
desde el principio del campamento algo así. Y yo le dije que
estaba loco...
—Vale, pero sólo a Danny tío. —Isaac alzó el pulgar y se fue
de allí. Stiles torció el gesto, y quiso ir a cambiarse pero no
tuvo tiempo para nada más porque era la hora de cenar.

Sentó a su grupo de niños a la mesa y fue hacia la mesa


donde servían la comida. Danny lo miró con una amplia
sonrisa y él puso los ojos en blanco, irritado. Pero finalmente
se echó a reír ante lo absurdo de la situación.

—¿Te lo ha contado ya Isaac?


—¡Por supuesto! Dios, llevo desde que empezó el
campamento pensándolo, y he acertado. Debería dedicarme
a la adivinación.
—¿De verdad es tan obvio?
—Lo sospechaba, pero es que el día que entré en la cabaña
la semana pasada parecíais tan culpables... aunque no
estuvierais haciendo nada —dijo riéndose y negando con la
cabeza—. Tenéis una tensión entre vosotros brutal.
Deberíais destensaros ya —comentó moviendo las cejas.
Stiles bufó y puso los ojos en blanco.
—Como sea, no digáis nada por favor.

Danny asintió solemnemente y le sirvió la comida. Stiles se


sentó en la mesa de los monitores, y al cabo de un par de
minutos se sentó Derek frente a él con una sonrisa que
auguraba de todo menos buenas intenciones. Se le instaló
un calor sofocante en la cara, pero sonrió de vuelta.

—Buenas noches Derek —saludó distraídamente.


—Hola Stiles —respondió apretando los labios ahogando
una risa.
—Por si querías saberlo he sabido poner a cargar el móvil
nuevo.
—Caramba, me dejas sin palabras ante tal habilidad, ¿te
desenvuelves tan bien en el resto de ámbitos?

Stiles casi se atraganta con la Coca-Cola, haciendo reír al


moreno. Lo fulminó con la mirada luchando por respirar.
Cuando por fin pudo, tosió un par de veces e inspiró hondo.

—Esas invitaciones podrías hacerlas cuando no esté


bebiendo porque puede que te quedes sin Stiles —inquirió
el castaño con fastidio.
—Qué poco aguante —repuso burlón. Stiles lo miró mal
pero se echó a reír.
—Te estás ganando que me vaya con alguna de las
monitoras. Por lo visto levanto pasiones. —Derek enarcó
una ceja y miró a sus compañeras, ceñudo.
—¿En serio? ¿Quién te lo ha dicho? —preguntó estrechando
los ojos.
—Isaac. Por lo visto, Mia me hace ojitos —repuso
distraídamente. Derek miró a la chica en cuestión y puso
cara de desagrado—. También tengo fans entre las féminas
de nueve años, pero esas no me interesan.
—¿Y las otras sí?
—Depende de la oferta de la competencia directa —dijo
Stiles señalándolo con la barbilla. Derek se hizo el ofendido.
—¿Tengo que pelear por ti?
—No todo sería tan fácil para el pequeño Derek.

El moreno apretó los labios en una sonrisa y negó con la


cabeza, continuando con su cena en silencio.
10.

Terminaron de cenar y tuvieron que obligar a los niños a irse


a la cama. Cuando consiguieron acostarlos a todos los
monitores decidieron tomarse algo todos juntos. Stiles
parecía fastidiado, estaba deseando quedarse a solas con
Derek, pero parecía que el destino jugaba en su contra.

Estuvieron una hora charlando entre risas y anécdotas que


les habían ocurrido aquel día sin la mitad de los monitores.
Al final se fueron a dormir, y se quedaron los dos sentados
en las mesas del comedor.

—Tenías una cara de entusiasmo que tiraba de espaldas,


Stiles —bromeó el otro levantándose y sentándose en la
mesa, con los pies en el asiento junto a él.
—Justamente hoy tenían que decidir tomarse algo —dijo
con sorna, poniendo los ojos en blanco.
—¿Y por qué tanto interés con que se fueran? —Ante la
pregunta del mayor, el castaño lo miró con el ceño fruncido.
—Si lo sé me voy a dormir también. —Se levantó pero Derek
lo retuvo por el brazo y se levantó poniéndose frente a él.
—Lo siento, era broma —murmuró rozando su nariz contra
la mejilla de Stiles, que contuvo el aire.

El moreno acortó la distancia hasta los labios del otro,


dándole un pequeño pico que a los pocos segundos se hizo
más intenso, mordisqueando el labio inferior de Stiles y
tanteando levemente con la lengua. Profundizó el beso
hundiendo su lengua en el interior de la boca del castaño,
que pasó las manos por el cuello del mayor e hizo el beso
más excitante.

Derek ahogó un jadeo contra la boca del otro, agarrando los


costados y pegándolo a su cuerpo con fuerza. Era una lucha
de lenguas y saliva, y al cabo de unos minutos tuvieron que
separarse para recuperar el aliento. Stiles se mordió el labio
y miró atentamente las facciones de Derek con una media
sonrisa.

—Esto está haciendo que me maree y me falte mucha


sangre —dijo riéndose el moreno.
—Llevo toda la tarde y la noche dándole vueltas a los besos
que me has dado en la cabaña y llevo con un calentón de
mil pares —se quejó Stiles haciendo una mueca—. Si
hubiera sabido que besabas tan bien no me hubiera liado
contigo para ahora tener un problema “mayor”.

Derek se echó a reír ante aquel comentario y se intentó


apartar, pero ante la mirada fulminante que le echó el
castaño tirando de él para que no se separara. Se
mantuvieron un rato abrazándose, Stiles intentando
normalizar los latidos de su corazón y el moreno intentando
las ganas de comérselo a besos porque al fin y al cabo no
era el momento ni el lugar.

—Vale, creo que puedo respirar como una persona normal


ya —comentó Stiles separándose del otro y volviéndose a
sentar en la mesa del comedor—. No sabía ni que fueras
gay.
—Por dios Stiles, eres la persona más empanada que
conozco —se quejó Derek poniendo los ojos en blanco—.
He sido más que obvio contigo, ¿de verdad no te has dado
cuenta de que estaba totalmente colado por ti?
—Bueno sí, cuando me lo dijiste en mi cabaña —murmuró
esbozando media sonrisa.
—¿Y antes no?
—Derek por favor, no he tenido una adolescencia ni de lejos
parecida a lo que llaman “normal”; nunca le he gustado a
nadie ni me he enfrentado a sentimientos tan confusos,
permíteme estar empanado.
—Vale, vale, es que creía que estaba siendo demasiado
descarado, pero creo que estaba siendo muy sutil.
—Bueno, ya creo, y sólo creo que te gusto un poco —
bromeó Stiles apoyando los codos en la mesa, haciendo que
su camiseta se subiera un poco y dejara a la vista parte de
su estómago.

Derek se fijó en la piel a la vista, y en el camino de vello que


empezaba en su ombligo y se perdía en sus pantalones.
Tragó saliva pesadamente, cerró los ojos y volvió a abrirlos
para encontrarse con la mirada divertida de Stiles, que
sonreía de medio lado.

—Veo que estás disfrutando —murmuró el castaño.


—Ni una palabra —gruñó frunciéndole el ceño y sentándose
a su lado, provocando la risa del otro y se echó hacia
delante, empujándolo levemente con el hombro.
—Era broma.
—Y sí que estaba disfrutando. —Stiles rio entre dientes y se
mordió el labio.
—No tengo ni idea de qué hacer ahora, porque lo único que
quiero es pegarme como una lapa a ti.
—Bueno, algún rato a solas podremos sacar, como ahora.
—Mi plan era en una cama —murmuró el castaño rojo
como un tomate. Derek sonrió y se levantó, cogiendo la
mano del otro y yéndose hacia las cabañas.
—Mira, de momento no va a poder ser, al menos hoy —se
lamentó el moreno moviendo la cabeza—. Además de que
es hora de irnos a dormir si queremos mañana ser personas
normales. Pero te prometo que pronto te pegarás como una
lapa a mí, y es más, no te dejaré ni apartarte ni un milímetro,
¿vale?

Stiles asintió con una sonrisa y se paró a la altura de su


cabaña. Derek le pasó una mano por el cuello, acunando su
mejilla y mirándolo con los ojos brillantes. Juntó los labios
con los de él y lo besó con suavidad, tan sólo un pico pero
el castaño lamió su labio inferior y metió la lengua en la
boca del mayor, haciendo que ambas lenguas se
encontraran y comenzaran una lucha en la que se robaban
jadeos el uno al otro.

—Stiles... —gruñó el moreno contra la boca del susodicho.


—¿Mmm? —dijo por toda respuesta.
—Si sigues rozándote así contra mí me va a dar una embolia
—lloriqueó agarrádolo por la cintura y apartándolo de él. El
abultamiento en los pantalones del mayor sonrojó al
castaño, que lo miró avergonzado.
—Lo siento.
—No pasa nada —murmuró besándolo y sonriéndole—.
Hasta mañana.

Miró cómo se alejaba Derek hasta su cabaña, le hizo un


gesto y entró. Stiles suspiró y abrió la puerta, dirigiéndose
como drogado hasta su cama y tirándose encima con una
sonrisa de oreja a oreja.

Cogió el libro abriéndolo, no para leer un capítulo, sino


buscando una de las cartas del Derek de hace unos años.
Sonrió al encontrar una y la desdobló.

“Querido Stiles:

Este año he intentado entrar en el sistema de archivos del


campamento para buscar tu dirección, pero me han pillado
y han estado a punto de echarme de aquí. No puedo dejar
que pase porque el año que viene por fin seré monitor y
podré tener niños a mi cargo, pero es que tengo unas ganas
de verte horribles.

Llevo años obsesionado con que vuelvas y la verdad es que


tras darle muchas vueltas y pensar sobre ello creo que me
he dado cuenta que me gustas. No sé si es que me he
idealizado de cómo serías después de tantos años, pero la
verdad es que tu recuerdo me gusta, la imagen mental que
tengo de ti me gusta y en fin, quiero verte ya y saber si de
verdad me gustas o me gustaba lo que imaginaba que
serías.
Siento decírtelo así, a lo mejor luego ni siquiera estás
interesado en mí, o a lo mejor no te gustan los chicos o no
te tenía verdaderamente idealizado, pero el caso es que
ojalá nos veamos de nuevo. Más que confesarte lo que
siento quiero que recuperemos los años de amistad
perdidos, y que cuando nos volvamos a acostumbrar el uno
al otro podamos ver si nos gustamos. Vuelve al
campamento Stiles, echo de menos ver las estrellas en tus
ojos.

Vuelve pronto

Derek”

Suspiró en voz baja y se asustó de un ronquido que emitió


uno de sus compañeros. Miró la letra de un Derek más
crecido del que conoció cuando era pequeño, pero más
pequeño que el que había vuelto a ver, y se lamentó por no
haber podido aprovechar los años con él como hubiera
deseado, y en aquel momento se arrepintió más que nunca
porque podía haber descubierto sus sentimientos por él en
el momento en el que Derek se hubiera dado cuenta de que
también sentía algo. No que tuvieron que pasar muchos
años hasta volverse a ver y casi volver a conocerse de cero.

Se tapó la cara con las manos con un remolino de


sensaciones en su interior. Todo lo que estaba sintiendo por
Derek lo apabullaba pero a la misma vez le encantaban los
besos que se daban, le volvía loco que ambos perdieran el
control cuando se tenían delante. No sabía qué es lo que
tenía que hacer después de aquello, era obvio que no iban a
seguir dándose besos eternamente, pero su falta de
adolescencia de chico normal lo había hecho especialmente
despistado en el tema de la sexualidad.

Se puso de costado, aún con la sensación de


agarrotamiento en su interior fruto del roce que habían
compartido hacía un rato. Suspiró y pensó en su madre. Ella
seguro que le habría explicado todos los pensamientos
confusos que sentía.

***

Había tenido una noche movida, había dormido a


trompicones y la mente le iba a mil por hora. Bostezó
dirigiéndose hacia el comedor para preparar el desayuno de
los niños. Algunos de sus compañeros habían empezado ya
a preparar los vasos de colacao, y él se puso a cortar el pan.
No dejaba de bostezar aunque la chica de su lado no paraba
de hablarle.

—Stiles, ¿me estás escuchando? —preguntó su compañera


con el ceño fruncido.
—Perdona, ¿qué? Lo siento Mia, no estaba atento. Tengo
mucho sueño.
—Te preguntaba si alguna noche te apetecería ir a dar una
vuelta conmigo cuando se vayan a dormir los críos. —El
castaño la miró alzando ambas cejas, sorprendido. Isaac
tenía razón.
—Bueno, me complace mucho la invitación, pero creo que
tengo que decirte que no —musitó enrojeciendo hasta las
orejas—. No sé si nos dejarían por ser monitores. —Mia hizo
una mueca de disgusto y bajó la vista.
—Sí… supongo que tienes razón —murmuró sin dejar de
cortar el pan—. Es que como algunos monitores quedan...
creía que te parecería bien.
—Llevo años queriendo volver al campamento como para
ahora jugármela así, lo siento Mia —dijo el castaño con
expresión culpable. Ella asintió y permanecieron los dos
callados.

Al cabo de media hora apareció Derek con expresión


somnolienta. Esbozó una sonrisa mirándolo y fue con otros
monitores que untaban mantequilla en el pan ya cortado.

Cuando empezaron a aparecer los niños, el desayuno estaba


ya listo para que fueran comiendo. Se quedaron varios
monitores, pero otros empezaron a organizar las actividades
del día. Derek se puso a su lado como quien no quiere la
cosa y le sonrió de medio lado.

—Buenos días Stiles —saludó el moreno. El otro evitó


suspirar al mirarlo, ya que estaba especialmente guapo
aquella mañana. Estaba despeinado y tenía los labios
enrojecidos, seguramente de los besos que se dieron el día
anterior.
—Buenos días Derek —dijo imitándolo.
—¿Qué tal has dormido? —preguntó cogiendo una sábana
blanca, donde pintarían un mural contra el bullying.
—Pues a trompicones y sin dejar de pensar en ti, ¿y tú?
—No he dejado de pensar en tus roces a la hora de
despedirnos y casi no he dormido por tu culpa, pero si tú
me quitas el sueño estoy más que encantado.
—Me alegro no haber sido el único insomne de los dos —
comentó Stiles con una sonrisa. Fue poniendo los botes de
pintura en un lado de la tela, y más apartado un bote de
jabón especial para quitar de las manos los restos que les
quedaran de pintura. Cuando levantó la vista vio que Derek
estaba demasiado cerca de su cuerpo, y se le olvidó cómo
respirar.
—No sé qué es lo que me pasa, pero te juro que tengo unas
ganas de empotrarte y no dejarte hablar porque te esté
comiendo la boca que me estoy poniendo enfermo —se
quejó el moreno pasándose una mano por la cara con una
sonrisa resignada.
—Bueno, pues te gustará saber que hace un rato he
rechazado tu competencia directa, y que me puedes
empotrar cuando quieras.
—¿Competencia directa? —preguntó divertido.
—Sí, Mia me ha preguntado si quiero dar una vuelta cuando
se acuesten los críos... y le he dicho que no quiero que me
echen del campamento por quedar con una monitora. A lo
mejor me echan a la calle por besarme con un monitor, pero
eso no me puede importar menos. —Derek sonrió ante
aquel comentario y asintió algo cortado.
—Me alegro que pueda seguir robándote besos a
escondidas, aunque creo que mis hormonas están
disparándose y eso no trae nada bueno.
—Yo creo que todo lo contrario.
11.

Fueron pasando los días, y los besos y roces que se daban


Stiles y Derek dejaban de ser inocentes para significar
mucho más. Estaban corriendo muchos riesgos en el
campamento, ya que cada vez les era más difícil aguantar las
ganas de besarse que les daban delante de la gente.

Había pasado casi el primer mes de verano, y era la noche


antes de la despedida de todos los niños. Tenía mucho
calor, y la camiseta lo estaba agobiando a más no poder.
Fue a su cabaña a ponerse el bañador, había decidido que
después de cenar aprovecharía para darse un baño en el
lago.

No era un experto nadador, gracias a Derek había aprendido


a no ahogarse, pero el agua fría del lago ayudaría a calmar
el calor que sentía.

Se cambió y se quedó sentado en su cama con el corazón


yéndole a mil por hora. Aquello era algo normal
últimamente, era pensar o hablar con Derek y tenía serios
problemas en respirar porque sentía como si se ahogara si
empezaba a acordarse de sus besos y de sus roces.

Permaneció allí un rato, ya que si veía al moreno iba a


ponerse más nervioso y allí podía tener un momento de
tranquilidad, aunque sus hormonas no quisieran que eso
pasase. Oyó la puerta abrirse y al mirar resultó ser Danny.
—Tío, ¿estás bien? —preguntó el chico mirándolo con
extrañeza.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Tienes muy mala cara —inquirió enarcando una ceja.
—Tengo calor —musitó resoplando. Danny le sonrió.
—¿Tu calor proviene de alguien con nombre y apellidos?
—No empecemos, por favor —dijo poniendo los ojos en
blanco.
—Vamos Stiles, es obvio que estáis a la que saltáis encima
del otro. Estás más salido que el pico de una plancha, y ni te
digo que afecta a tu humor.
—Vale ya, dejemos el tema. —Se quedó en silencio mientras
su compañero se sentaba a su lado.
—¿Qué es lo que te preocupa, tío? —Stiles lo miró unos
segundos y suspiró.
—No tengo ni idea qué es lo siguiente que he de hacer. En
fin, todo esto es nuevo para mí.
—Bueno, déjate llevar. La próxima vez que estéis a solas no
te pongas a pensar tanto y haz lo que te apetezca.
—Es fácil decirlo, pero es que no sé exactamente cómo
quitarme esta sensación de estar hirviendo todo el día.
—¿Por qué no... ya sabes...?
—¿Qué?
—¿Folláis?
—¡¿QUÉ?!
—Créeme, se os quitaría la calentura al momento —rio
Danny.
—Nunca en la vida me ha pasado esto, no sé cómo
enfrentarme a ello —suspiró el castaño tapándose la cara
con las manos. Su amigo sonrió ampliamente y le dio
golpecitos en la espalda, intentando animarlo.
—Mañana no estarán los niños por la noche, así que
podríais aprovechar... para estar cómodamente a solas, ya
sabes. Y quitaros el calor. Por la puerta grande.
—De verdad, quiero dejar el tema. Me estás haciendo
pensar en ello y me pongo peor. No ayudas, tío.
—Bueno, vale. Vamos a hacer la cena que ya es hora, pero
hasta que no os desahoguéis vais a estar insoportables. Y no
os dais cuenta, pero yo sí: tenéis una tensión sexual brutal
entre ambos. Resolvedla ya o si no os va a dar algo.

Se levantaron y fueron al comedor, donde estaban todos los


monitores ocupados. Notó una mirada clavada en él y vio a
Derek, que lo repasó de cabeza a pies. Se mordió el labio y
fue a ayudar a sus compañeros a servir los platos. Le
tendieron un par de ellos y los llevó a colocarlos en la mesa.
Notó una presencia a su lado, y al mirar vio a Derek con una
sonrisa torcida.

—¿Te apetece que nos bañemos en el lago después de la


cena? A ver si soy capaz de flotar más de cinco segundos —
susurró Stiles riéndose.
—¿Quieres ir a nadar? Por mí genial —murmuró guiñándole
un ojo y poniendo los platos que él llevaba en las manos.
—Pues cuando se acuesten todos nos vemos en el lago,
¿vale? —Derek asintió lamiéndose el labio inferior y
alejándose de él. Stiles ahogó un suspiro que intentaba
escapar de sus labios y siguió haciendo su tarea.
***

Estaba en la orilla del lago sentado junto a su toalla,


esperando a Derek. Seguía haciendo bastante calor, por lo
que se antojaba un baño en el agua fría. Escuchó pasos a su
espalda y al mirar vio al moreno acercarse a él. Aguantó la
respiración, cada vez que lo veía le parecía aún más guapo.

—Hola —saludó Derek, tendiéndole la mano para ayudarle a


levantarse. La aceptó con una sonrisa y al estar a la misma
altura se miraron unos segundos antes de besarse con
ganas.

Soltó un leve gemido contra la boca del moreno, que lo


pegaba contra él metiendo sus manos en su camiseta.
Ambos estaban ardiendo, y con un suspiro el mayor se
separó de él, luchando contra sus ganas de volverlo a
comérselo a besos y le lamió el cuello con sensualidad,
sonriendo como un idiota.

—¿Nos bañamos? —preguntó Stiles mordiéndose el labio.


—Por favor. Ahora que te he visto tengo aún más calor.

Derek se quitó la camiseta y las zapatillas de deporte y


caminó hacia el interior del lago. Stiles inspiró aire al ver la
espalda desnuda del moreno, decorada con el tatuaje en la
parte de arriba de su espalda. Nunca se acostumbraría a
verlo, porque le hacía querer recorrer todos sus músculos
con la lengua. Agitó la cabeza y se quitó sus zapatos y su
camiseta y lo siguió.
El contraste del agua fría con su cuerpo caliente lo hizo
temblar, pero siguió a Derek hasta donde el agua llegaba
hasta el pecho y le sonrió, dando un par de brazadas.

—Se agradece el agua fría, ¿eh? Hacía un calor horrible —


comentó Stiles acercándose al otro.
—Yo sigo teniendo calor —murmuró atrayéndole hacia él y
besándolo con ganas.

El castaño suspiró con excitación y pasó los brazos por el


cuello de Derek, alzándose un poco y arañando la espalda
del mayor. El bulto en el bañador del moreno era notorio, y
Stiles se rozó contra él, provocando el gemido ronco del
otro chico. Sonrió contra sus labios y repitió el movimiento.
Derek apretó los labios y se separó, mirándolo con los ojos
entrecerrados.

—Eres de lo peor, Stiles —murmuró frotando la nariz con la


del castaño.
—Me gusta provocarte —comentó sonriente.
—Y a mí me gusta que te frotes, pero lo malo es que me la
voy a dejar en carne viva, ¿sabes? —suspiró
quejumbrosamente.

Stiles pasó los dedos por el rostro de Derek, acariciándolo.


Bajó por el cuello, pasando a las clavículas y luego a los
pectorales del mayor, que lo miraba atentamente
disfrutando de las caricias que recibía.
El castaño se zafó del agarre del moreno y siguió tocando
más abajo, pasando por los abdominales uno por uno, hasta
llegar a la cinturilla de su bañador.

—Stiles... —susurró Derek, pero el otro lo calló con un beso.


—Cállate —dijo con la boca pegada a la del moreno, y coló
su mano en el bañador, agarrando la erección del mayor,
que mordió el labio inferior de Stiles, jadeando en voz alta.

Lo acarició con torpeza, totalmente nuevo en aquello, pero


bastante excitado al escuchar los gemidos que emitía Derek,
que tenía su frente enterrada en el cuello del menor. Pegó
un respingo al notar la mano de éste metiéndose en su
bañador e imitándolo. Notó la sonrisa del mayor contra su
hombro, imitando sus movimientos y haciendo que su mano
dudara también a la hora de masturbar a Derek, pero éste
no tenía piedad y no se cansaba de oír los susurros
jadeantes de Stiles, que morían contra sus labios.

—Me... me voy a... —farfulló el castaño.

Derek lo pegó a su cuerpo, juntando ambas erecciones y


masturbándolas a la vez, besándolo con ganas y gimiendo
dejándose ir a la misma vez que Stiles, que perdió la fuerza y
casi se hunde de la debilidad que le entró en ese instante. El
moreno evitó que se fuera al fondo aunque él estuviera en
el mismo estado de relajación que se encontraba el otro.
Movió un poco el agua para que se fuera el resto de sendos
orgasmos y miró a Stiles, que tenía una sonrisa estúpida en
el rostro y lo miraba con cariño.

—Al final lo he hecho: me he dejado llevar.

***

Después de nadar un poco mucho más relajados y de mejor


humor, ambos volvieron a sus respectivas cabañas. Era
tarde, y al día siguiente les esperaba un día movido de
despedidas a los niños con los que habían estado todo ese
mes. Despidió a Derek con un beso menos lascivo que de
costumbre, pero mucho más cariñoso, y entró en su cabaña.
Se quitó el bañador que aún estaba húmedo y se puso unos
bóxers: prefería ducharse por la mañana.

Se echó en la cama con una sonrisa de oreja a oreja y cogió


el libro; ya sólo lo cogía para leer las cartas de Derek cuando
era más pequeño, pero la verdad es que las últimas semanas
habían sido una locura y no había tenido tiempo para leer
nada. Encontró una carta del moreno cuando tenía la edad
que Stiles tenía ahora.

“Querido Stiles:

Me ha tocado ser el monitor de los pumas, y no sabes lo


que me he acordado de ti. Como el recuerdo que tengo
tuyo es con esa edad, me obsesionaba y buscaba alguno
con los ojos de cielo que yo vi aquel año. Puede sonar algo
psicótico, pero he rozado la orden de alejamiento por
buscarte en niños de 8 años, ahora lo pienso y me pongo
enfermo a mí mismo.

Te juro que no he perdido la esperanza de encontrarte y


devolverte el libro. En cuanto cumpla 18 y termine el
instituto pienso recorrerme pueblos buscando en guías de
teléfono con tal de encontrarte, porque no puedo aguantar
más sin saber de ti, ni siquiera sé si es un enamoramiento
estúpido, si sólo me gustas o eres el amor de mi vida, pero
te juro que estoy al borde de la locura. Si lees esto alguna
vez pensarás que estoy a punto de entrar en el manicomio, y
probablemente tengas razón: no puedes ser el amor de mi
vida si sólo eres un puto papel y nunca te conviertes en
realidad.

En otro orden de cosas, por fin me he atrevido a contarle a


mi abuelo que qué es un Stiles, y después de como medio
minuto procesando el hecho que estuviera colado por un
chico al que no he visto desde que tenía diez años, me ha
apoyado en lo que te he dicho, lo de irme en tu busca. Dice
que quiere acompañarme, pero ni de coña. Lo que tengo en
mente no es apto para él...

¡Dios! ¿De verdad he dicho eso? Espero que no se vea lo


que he puesto, de verdad que me está afectando el echarte
de menos tío, ven al campamento aunque sea para decir
que estás vivo. A lo mejor estás casado ya y con hijos (¿en
algún estado permiten a los de 14 casarse?) o simplemente
tienes novia y yo aquí flipando en la mierda yo solo... En fin,
aparece ya y quítame las esperanzas o déjame hacerte feliz,
por favor.

Te echo de menos

Derek”

Wow. Aquella cara era una de las que más le había


impactado. ¿De verdad a su edad creyó que Stiles era el
amor de su vida? Bueno, luego había dicho que era un papel
y nunca se convertía en realidad, y a lo mejor el de carne y
hueso tan sólo le ponía cachondo (gran parte de culpa la
tenía el castaño por rozarse y provocar el
sobrecalentamiento de la entrepierna de Derek), y no sentía
nada más que una atracción brutal.

Fuera como fuese, en algún momento de aquel verano


hablarían de aquello, y si no lo hacían sabría la respuesta y
podría volver a su casa e intentar volver a la normalidad,
aunque después de tantos recuerdos que había construido y
que fabricaría ese verano le resultaría imposible volver a ser
como antes.
12.

El desayuno de aquella mañana fue bastante especial. Les


habían preparado una tarta a los niños a modo de
despedida, y todos estaban tremendamente tristes. Stiles
abrazó a un par de niñas de su grupo que no dejaban de
llorar y que le dieron cartas con corazones dibujados. Les
dio un beso en la mejilla a cada una y se guardó las cartas
en el bolsillo. Caminó hasta donde estaba Derek, que tenía a
un grupo de niños alrededor. Se quedó un poco más atrás
escuchando.

—¿...y cómo conseguiste estar tan fuerte? —preguntaba uno


de ellos.
—Comiendo broccoli —dijo el moreno con una sonrisa.
Hubo un abucheo general.
—¡Pero ahora de verdad!
—¡Que sí, que me puse fuerte comiendo verdura, que no
está tan mala! ¿A que me puse fuerte comiendo verdura,
Stiles? —inquirió mirando a su compañero, que asintió
solemnemente.
—Y tanto, yo he empezado a tomarlas desde que me lo
recomendó Derek y mira, estoy más fuerte —comentó
enseñándoles el brazo derecho, el que usaba para
masturbarse. Lo tenía ya sobre usado, y el moreno lo sabía,
por lo que no pudo evitar soltar una carcajada.
—¡Es verdad! Pues le voy a decir a mi madre que o me da
verduras para ser Derek o me enfadaré —sentenció uno de
los niños hablándole a su amigo, y los niños se disolvieron.
Derek miró al castaño sonriente.
—Sí que estás fuerte con la derecha —comentó el mayor
presionando el bíceps del otro con un dedo. Stiles le pegó
un manotazo.
—Déjame en paz —dijo fastidiado.
—Era broma idiota, aunque deberías cambiar de mano para
igualarte —bromeó Derek palmeándole la espalda y
dejando la mano en su hombro, bajándola lentamente por
la curvatura que hacía la columna. Stiles inspiró aire y lo
miró alarmado.
—Derek... —El moreno apartó la mano como si quemara y
resopló a modo de queja por no poder acariciarle más rato.

Stiles se fue a servir los desayunos con el corazón


desbocado e intentando alejar sus pensamientos de las
caricias de Derek.

***

No dejaron de abrazar a los críos en lo que quedaba de


tarde, consolando muchas lágrimas de los niños y niñas a su
cargo. Stiles estaba bastante emocionado al despedirse de
todos, porque todos le decían que echarían de menos sus
historias. Habló con algunos de los padres y les contó lo
bien que se habían portado y que esperaba verlos al año
siguiente.

Terminaron de irse todos los niños y se quedó apenado


diciendo adiós a los últimos que se fueron, hasta que se
quedaron los monitores nada más. Derek se acercó a él con
una triste sonrisa.
—La primera vez que me despedí de mis primeros niños fue
horrible, así que te entiendo —murmuró acariciándole la
nuca con cariño.
—No es sólo eso Derek —gimoteó limpiándose una lágrima,
agitando la cabeza—, es también por el hecho de que yo
nunca tuve una despedida de campamento como esta y me
hubiera gustado que mi madre me hubiera recogido el
último día y me hubiera prometido que al año siguiente
volvería para estar aquí con mis amigos. —El moreno lo
miró unos segundos antes de abrazarlo con fuerza, dejando
que el otro enterrara el rostro en su hombro y sollozara en
silencio.
—Lo siento Stiles, ojalá hubiera sido todo diferente... daría
todo porque hubieras tenido una infancia normal.
—Gracias —murmuró el castaño separándose de él con una
sonrisa lastimera.
—Te quiero Stiles —dijo el moreno en voz baja, ganándose
una mirada atónita del otro.
—¿Qué?
—Que te quiero —susurró con la mirada clavada en los
labios del castaño, para luego mirarlo fijamente.
—Derek... —interrumpió ante el vistazo que le había echado
el mayor y viendo que su atmósfera había cambiado entre
ellos. Y no era el momento para eso.
—Sí, sí, lo siento —suspiró cerrando los ojos y
apartándose—. Voy a darme una ducha, ¿te veo luego?

Stiles asintió aún aturdido y se quedó sentado unos


segundos solo, para luego levantarse y dirigirse a su cabaña,
dejándose caer encima de la cama y dejando entonces que
las palabras de Derek calaran en su cerebro.

Le había dicho que lo quería, haciendo que sus dudas sobre


lo que pensaba el moreno sobre él se despejaran. ¿De
verdad había podido enamorarse de él al punto de que se lo
confesara, después de ocho años separados y sólo un mes
juntos? Porque habían tardado en liarse desde que se
volvieron a ver, pero era verdaderamente como que en ese
tiempo habían recuperado el tiempo de amistad que no
habían podido disfrutar de niños.

Su madre decía que si querías a una persona no valía de


nada esconderse sus sentimientos, porque si la otra persona
se iba sin saberlo vivirías arrepintiéndote toda la vida. Y él
no le había dicho nada, y se arrepentía lo más grande.
Porque sí, él lo quería, se habría dado cuenta antes si sus
putas hormonas no bailaran en su interior.

Claudia siempre le decía que lo quería cada vez que podía,


por si algún día se iba sin poder decírselo que recordara el
resto de veces. Y ahora que no estaba ella le dolía no poder
escuchar sus palabras de sus labios, pero su memoria la
recordaba y le agradecía todo el amor que le demostró.

Y necesitaba decírselo a Derek, confesarle que él también lo


quería y que quería decírselo todos los días, porque luego
podrían pasar separados mucho tiempo antes de volverse a
ver, y no podía permitirse que el moreno no supiera que el
corazón de Stiles llevaba siendo suyo desde hacía mucho
tiempo.

Se levantó de un salto y salió de la cabaña con rapidez,


dando zancadas hasta la de Derek y aporreando la puerta.
Estuvo a punto de tirarla abajo, y cuando abrieron la puerta
dio un salto, no esperándose que lo hicieran tan rápido.
Isaac lo miraba con una ceja enarcada, y Stiles enrojeció de
repente.

—¿Qué demonios te pasa, tío? —preguntó volviendo a


sentarse encima de su cama, ordenando los regalos que le
habían dado los niños.
—¿Dónde está Derek?
—Se ha duchado y ha ido a preparar las cosas de la cena de
hoy, que vamos a cenar todos los monitores y beber un
poco, pero los jefes no pueden enterarse, claro —rio—. Y tu
noviete ha ido a por las bebidas con otros que sí son
mayores de veintiuno.
—No es mi noviete...
—¿Y por eso casi tiras la puerta abajo, no?
—Tenía que hablar con él...
—Bueno, si lo veo antes que tú le diré que lo has estado
buscando, ¿te vale?
—Gracias tío —murmuró mirando alrededor. Vio el tomo de
la Historia Interminable que le había regalado. Sonrió y
sintió la mirada del rubio.
—Esa es la cama de Derek, no diré nada si quieres echar un
vistazo.
—Cierra el pico, imbécil —dijo haciendo un mohín, pero se
sentó y cogió el libro de la mesilla. Lo hojeó viendo que la
edición que Stiles había escogido tenía algunos dibujos muy
bonitos de algunas ciudades de Fantasía, y se paró al ver un
papel. Frunció el ceño al ver la fecha en la que él y Derek se
besaron en el pueblo, pero sólo ponía “Querido Stiles:”, sin
nada más.

Cerró el libro y se despidió de Isaac con un gesto, yendo


hacia la orilla del lago y sentándose en la tierra. Se tapó la
cara con las manos y esbozó una sonrisa estúpida,
emocionado. Derek le pensaba escribir otra de sus cartas
ese verano, y aunque Stiles no le había dicho nada de que
las otras las había ido encontrando, estaba seguro de que el
moreno quería que las encontrara y las leyera, al fin y al
cabo eran para él.

Sacó el móvil del bolsillo y no tenía ningún mensaje del


chico, pero no le dio más vueltas y se puso a escribirle un
mensaje para que cuando volviera lo fuera a buscar lo
primero, quería quitarse el peso de encima.

“Big D búscame que es importante. ¿Dónde te metes?”

No esperaba una respuesta, pero a los pocos segundos le


sonó el móvil en la mano, y casi hace que se le cayera al
lago. Esperó un poco y viendo que lo estaba llamando, lo
descolgó.
—¿Stiles? ¿Qué pasa? ¿No aguantas un rato sin mí? —
preguntó al otro lado burlón, y Stiles casi pudo ver su
sonrisa pícara. Puso los ojos en blanco.
—Bueno, si lo sé no te mando nada. Tengo que hablar
contigo y no te encontraba. Si te pones así de idiota te vas a
la mierda —dijo con fastidio con el ceño fruncido.
—Es broma, tonto. Estamos en el pueblo, ahora mismo
estoy viendo el sitio donde te besé —rio, y Stiles enrojeció
violentamente.
—Qué pena no estar ahí —murmuró con una sonrisa. Oyó la
risa de Derek.
—Ya te digo. Por cierto ¿Big D? ¿Ese es el mote que me vas
a poner? ¿Te puedo decir yo Nice asStiles? (N/A: bonito culo
pero con el juego de palabras con el nombre de Stiles)
(N/A2: big D puede ser gran D (de Derek) o gran polla
(=dick))
—Eres idiota, de verdad. No te aguanto.
—No te enfades, si no te obligaré a perdonarme. —Stiles se
mordió el labio ante la promesa implícita de aquellas
palabras.
—Bueno, lo que sea, cuando vuelvas avísame.

Colgó el teléfono e hizo un mohín, cabreado por no poder


confesarle todavía lo que sentía. Suspiró y tecleó el número
del único con el que podía hablar fuera de aquel
campamento. Lo cogió al tercer tono.

—¿John? —preguntó cuando descolgó.


—Un segundo Parrish, tengo una llamada... ¡¿Stiles?! —dijo
con alegría—. Dios, qué de tiempo, ¿cómo estás? ¿Te lo
estás pasando bien?
—Genial la verdad. Está siendo mejor que aquella vez —
murmuró con vergüenza y una sonrisa le apareció en el
rostro casi sin querer—. ¿Qué tal va todo por allí?
—Bueno... tu padre ha dejado de beber —musitó en voz
baja—. Aunque se volvió medio loco cuando no te vio en
toda la primera semana, y exigió que hiciéramos una
búsqueda porque seguro que te habían secuestrado... —rio
con amargura y suspiró—. Obviamente no le dije nada, pero
le quité hierro al asunto y le solté lo que llevo pensando
desde la muerte de Clau —gruñó dolido—. Que tu madre de
suicidó sólo por su culpa, que tú le tenías miedo y que te
habías escapado de casa.
—Tío John... —susurró con un hilo de voz—. No deberías
haberle dicho eso.
—Stiles, Greg es mi hermano. Por mucho que haya sido un
monstruo, no puedo quedarme de brazos cruzados. A ti te
adoro, por eso no le he dicho nada sobre dónde estás, pero
quise ayudarlo. Y lo que le dije pareció cambiarle algo en el
cerebro, porque dejó de beber, limpió toda la casa y se ha
puesto a buscar trabajo. Estuvo buscando las cenizas de tu
madre, pero luego caería que tú jamás te irías sin ella.
—Exacto —dijo con voz ronca—. Lo que me estás diciendo
no cambia nada lo que me ha hecho. Ni lo que le hizo a
mamá.
—Lo sé, Stiles. Sé lo que has pasado, y no aguanto que no
me hayas dicho nada. Y no podré hacer nada si no me lo
explicas con claridad, pero conociéndote nunca me lo
contarás. Pero sé que te ha estado pegando desde que Clau
murió.
—John, tengo que colgar —farfulló con lágrimas en los ojos.
—Stiles... —rogó, pero el chico pulsó el botón de colgar y
enterró la cara entre sus brazos.

Su padre estaba intentando rehacer su vida. Se sentía mal,


porque sabía que aquello era una maldita tapadera, que si
se descuidaba iba a pegarle una paliza a Stiles en cuanto
volviera, y no quería volver. No podía pisar aquella casa
donde su madre se había matado y su padre había hecho de
la infancia de Stiles un infierno.

No supo cuánto tiempo estuvo allí encogido, pero al notar


una mano en su hombro dio un salto y se arrastró,
alejándose de aquella persona. Al darse cuenta de que era
Derek suspiró aliviado, y el moreno lo miró preocupado.

—¿Stiles? ¿Qué demonios te pasa? —espetó preocupado al


verle los ojos enrojecidos. Se agachó a su lado para mirarlo
más de cerca.
—Nada joder, me has asustado —dijo en voz baja.
—Ya, eso lo veo. Pero, ¿por qué has estado llorando?
—No quiero hablar de ello, Derek. —El moreno lo observó
unos segundos y suspiró.
—Me gustaría que me lo contases, Stiles.
—He hablado con mi tío —murmuró—, y ahora mismo no
quiero hablar de eso, pero te lo contaré en otro momento,
¿vale?
—Vale —comentó esbozando una leve sonrisa—. ¿Por qué
me estabas buscando antes?
—¿Qué? —preguntó extrañado para luego acordarse de
pronto—. ¡Ah! Era para decirte que yo también te quiero —
dijo cambiando totalmente de humor, sonriéndole—. Y no
quería quedarme mucho rato sin comentártelo, porque
nunca se sabe cuándo será la siguiente vez para decírtelo. Si
quieres a alguien no hay motivo para ocultarle lo que
sientes, ¿no?

Derek se quedó unos segundos anonadado para luego


esbozar una sonrisa que no había visto nunca, una que le
hizo que sus orejas enrojecieran y bajara la mirada, azorado.
Stiles se contuvo por no comerle la boca ahí en medio, pero
no estaba acostumbrado a ver al moreno tan adorable.

—Hoy no me voy a separar de ti, ve asimilándolo —dijo


Derek sin dejar de sonreír y levantándose, tendiéndole la
mano para que también se pusiera de pie.
13.

La tarde pasó rápidamente preparando la cena por parte de


los encargados de cocina. Los demás fueron montando las
mesas y sacando los congeladores para meter el hielo para
ponerlos cerca de donde comerían. Las botellas de alcohol y
los refrescos estaban en una mesa, algo apartada porque
sería donde pondrían música y hablarían cuando cenaran.

Stiles estaba con Danny colocando las sillas y las mesas, y el


castaño estaba ya harto de las preguntas indiscretas del
chaval, que le interrogaba sobre lo que iba a hacer esa
noche.

—Bueno, cuando acabemos de cenar y estemos sentados,


veo que será el momento perfecto para iros a la habitación,
¿no crees?
—Claro, como que no se notará que nos hemos ido. Para de
decir planes estúpidos porque los únicos que tenemos que
decidir si nos escapamos de la reunión somos... déjame
pensar... ¡Derek y yo!
—Por favor, folla ya porque estás inaguantable, a este paso
de tanto pajearte vas a embarazar a la ducha. —Stiles
enrojeció violentamente y lo fulminó con la mirada.

Al llegar la hora de la fiesta, todo el mundo estuvo en la


zona donde estaban las mesas. Derek hablaba
animadamente con dos de sus compañeros mayores, y
Danny e Isaac ayudaban a llevar los platos, por lo que Stiles
estaba mirando cosas en su móvil. Oyó su nombre al lado y
pegó un respingo. Resultó ser Mia.

—Hola, ¿me puedo sentar? —preguntó amablemente.


—Claro, estás en tu casa. ¿Qué tal la despedida con tus
niños? —Mia era la que se ocupaba de los más pequeños, lo
que provocaba mucho estrés.
—Tengo sentimientos encontrados porque POR FIN hay un
poco de silencio —comentó riéndose, para luego esbozar
una triste sonrisa—. Pero se me hará difícil no echarlos de
menos, son personitas que se te meten dentro, por debajo
de la piel. Pasado mañana cuando vengan los otros pasará
lo mismo, y es un suplicio cogerles tantísimo cariño y luego
no verlos en todo el año, y eso si vuelven al campamento.
—Ya te digo... Yo en su día vine con ocho años, y hasta este
año no he podido volver a pisar el campamento. Aunque
tenía ganas de volver no me imaginaba que los monitores
también me hubieran echado de menos hasta que no he
sido uno, ¿no es gracioso?
—Más bien bastante irónico, pero bueno —sonrió de medio
lado. Tenía unos dientes bonitos. Stiles borró su sonrisa y
miró de nuevo a Derek, que se reía con los otros dos—.
¿Sabes? Se te nota bastante que te gusta —dijo
distraídamente. Stiles giró la cabeza demasiado deprisa,
haciéndose daño en el cuello.
—¿Qué?
—Que es muy obvio que te gusta Derek. Y que tú le gustas,
todo hay que decirlo.
—¿Pero qué...?
—Es sencillo, me llamabas la atención y me fijaba en ti, y tu
actitud con él era muy diferente a la que tenías con los
demás. Y la suya contigo, tenéis una atmósfera juntos que es
bastante notoria una vez la empecé a ver. —Stiles se quedó
asintiendo y se encogió de hombros.
—Bueno, no sé cómo se toman las relaciones entre
monitores, y más cuando son entre personas del mismo
sexo, pero de momento estamos viendo qué tal.
—Frank y Tania están juntos y con que no se enteren los
jefes... Al resto le da lo mismo. Ninguno de nosotros es una
perra chivata —dijo riendo.
—Ya lo sé, pero igualmente no sé qué piensa él de "hacerlo
público".
—Entonces sí que tenéis algo... Dana me debe cinco dólares
—musitó con alegría. Stiles la miró sin entender—. Me
aposté con Dana que estabais liados, y ella decía que aún no
pero que pronto lo estaríais, así que gano yo —dijo
alegremente.
—Vaya eres tremendamente lista —comentó asintiendo
solemnemente—. Y esto... ¿no te molesta que te rechazara?
—A ver Stiles, no te ofendas. Eres guapo, y muy majo, pero
si no quieres dar una vuelta conmigo no me molesta. Me
hubiera molestado que hubieras aceptado y luego me
hubieras rechazado, pero joder si te gusta Derek... además,
no es que no haya más tíos en el mundo, ¿sabes? Hoy voy a
intentar entrarle a tu amigo el rubito.
—¿Isaac? —preguntó sonriendo—. Puf, ármate de paciencia.
A veces es muy pesado. Aunque se parece a ti, él también se
dio cuenta de que me gustaba Derek.
—Oh, entonces seguro que nos llevamos bien —dijo la chica
moviendo las cejas y empujándolo hacia las mesas, donde la
gente empezaba a sentarse.

Se sentó en una de ellas donde estaban Danny e Isaac, y Mia


se sentó delante de Stiles con una sonrisita, colocándose
estratégicamente junto al rubio. Derek casi le tuvo que
quitar la silla al que se iba a sentar al lado de Stiles, pero se
dejó caer junto a él de buen humor.

—¡Hola! —saludó Derek con una sonrisa. Danny e Isaac se


miraron de soslayo y Mia miró burlona a Stiles.
—¿Por qué estás de buen humor? —preguntó el rubio
enarcando una ceja. Stiles intentó patearle la pierna, pero lo
esquivó.
—Bueno, porque vamos a cenar todos los monitores juntos
sin tener que estar pendientes de los niños... y luego vamos
a beber alcohol, habrá música... en fin, promete ser una
noche genial. —Stiles evitó mirar a los amigos que tenía
enfrente, porque notaba sus miradas quemándolo. Se aclaró
la garganta y cogió el bol lleno de pollo, sirviéndose en el
plato.
—¿Y tú Mia? ¿Vas a hacer algo especial? —inquirió el
castaño fulminando a la chica con la mirada, que no dejaba
de sonreír ampliamente.
—Pues pienso catar la mercancía, ¿y tú?
—Uy, ¿se puede saber qué mercancía? Qué escondido te lo
tenías... —comentó Danny riéndose.
—Bueno, la mercancía del campamento... —repuso
distraídamente—. Hay por ahí alguno interesante.
Stiles sonrió de medio lado pero notó a su derecha la
mirada de Derek clavada en su rostro. Lo miró frunciendo el
ceño con expresión interrogante. El moreno negó con la
cabeza, mosqueado, y se puso a comer.

Estaban todos muy animados y cuando acabaron de cenar y


recogieron todos los platos, se apresuraron a servirse copas
y a sentarse por el suelo junto a la minicadena. Otra gente
se quedó de pie, charlando o bailando.

Stiles estaba solo un poco más apartado, con las piernas


cruzadas y bebiendo de su vaso. Oyó pasos a su espalda y
notó que alguien se sentaba a su lado.

—¿Me puedo sentar? —preguntó la voz de Derek cerca de


su oído.
—Ya estás sentado —rio entre dientes, y se giró para
mirarlo—. Hola.
—¿Por qué estás aquí solo? Pensaba que estarías con Mia —
repuso con un tono algo molesto. Stiles lo miró divertido.
—¿En serio, big D?
—Deja de llamarme así —gruñó juntando las cejas con
enfado.
—No soy bueno poniendo motes —comentó encogiéndose
de hombros—. Pero lo dicho, ¿en serio? ¿Estás celoso?
—No —musitó con la misma expresión. Luego suspiró y
cerró los ojos—. Un poco.
—¿Es por lo que ha dicho Mia en la cena?
—Y porque te vi hablando con ella antes de cenar —
murmuró con la boca pequeña. Stiles rio armoniosamente.
—Bueno, puedes estar tranquilo. Le gusta Isaac.
—Pero ante le gustabas tú...
—Ya, pero me hablaba porque es simpática y bastante
amigable. —Bebió de su vaso pensando antes de decirle lo
que la chica sabía de ellos—. Y también me preguntó si tú y
yo teníamos algo.
—¿Y qué dijiste? —repuso con asombro, pero cambiando la
expresión a una sonrisa.
—No le dije nada, ella me soltó que éramos demasiado
obvios y que había una tensión brutal.
—¿Le parece bien lo nuestro? —preguntó Derek imitando la
pose de Stiles y bebiendo de su cubata.
—Sí, hasta ha hecho apuestas con una compañera. Creo que
todos los monitores saben que hay algo entre nosotros,
¿eh? —dejó caer el castaño sonriendo de medio lado.
—¿Por qué lo dices?
—Bueno, Isaac y Danny lo llevan sabiendo casi desde antes
de liarnos tú y yo. Y ahora Mia también me dice que se ha
dado cuenta, y que Dana y ella apostaron sobre nosotros.
Da que pensar que el misterio que nos tenemos entre
manos no lo es tanto. —Derek soltó una risita y asintió.
—Supongo que es algo bastante notorio, ¿no?
—Mia me dijo también que Frank y Tania estaban juntos
pero que los jefes no lo sabían. Y que no nos entendía con
tanto secretismo, pero le dije que no sabía si el resto de
monitores serían tan abiertos de mente como los shippers
que tenemos como amigos —se carcajeó Stiles.
—¿Qué dices de shippers? ¿Qué es un shipper?
—Por ejemplo Danny es uno... mira, déjalo.

Se quedaron en silencio bebiendo de sus vasos. Era la


primera vez que Stiles tomaba alcohol, por lo que cuando
terminó con la primera y le tendió el vaso a Derek para que
lo rellenara estaba bastante mareado.

—¿Estás seguro de que quieres otra? —preguntó risueño el


moreno.
—¡Claro! Quiero una noche de borrachera.

El mayor sonrió con dulzura ante la frase de Stiles, porque le


había costado pronunciar las palabras intentando parecer
sobrio, pero le echó otra copa. Sonaba la canción de
Nicotine de Panic! at the disco que había oído con
anterioridad, y rio ante las palabras de la canción.

Estoy desorientado, he sido secuestrado, estoy enganchado.


Te saboreo en mis labios y no me puedo deshacer de ti, así
que maldigo tu beso y las cosas tan malas que haces,
porque eres peor que la nicotina.

Se mordió el labio y llegó a la altura de Stiles, que lo miró


desde el suelo con los ojos vidriosos. Le tendió el vaso con
media sonrisa y se sentó de nuevo junto a él, pero
pegándose un poco más a su cuerpo y quedándose medio
echado en el césped, apoyado en su codo del brazo
izquierdo. El castaño estaba apoyando la espalda en el
estómago de Derek.
Stiles movía la cabeza alegremente al ritmo de la música, y
el moreno se volvió a morder el labio ante aquella imagen
tan adorable, y se incorporó, dejando la cabeza junto al
perfil del castaño, que lo miró con media sonrisa.

—¿Por qué me miras así? —preguntó divertido.


—Porque tengo ganas de besarte.
—Bueno... —comenzó, señalándose el labio con un dedo.

Derek sonrió mordiéndose la lengua y eliminando la


distancia entre ambos lo besó en la comisura de su boca.
Stiles giró el rostro y volvieron a besarse, haciendo que el
moreno suspirara y profundizaran el contacto.

El alcohol, el bullicio de la gente hablando y la música que


sonaba en esos instantes hacía que sus sentidos estuvieran
intensificados. Jadeó contra sus labios y se separó, mirando
a Stiles intensamente.

Así que es esto, ¿estamos enamorándonos? Somos jóvenes,


no pretendo hacer que te sonrojes pero no puedo ocultar
mis ganas. No quiero estar solo, y yo seré tuyo para siempre.
(Titan – Fightstar)

—Quiero irme —murmuró el castaño sin dejar de observarlo


con atención.
—¿Dónde? —Stiles lo miró enarcando una ceja y con una
sonrisa llena de todo menos buenas intenciones.
—¿Tú dónde crees? ¿De verdad tengo que decírtelo?
Derek se levantó con una sonrisa y lo ayudó a ponerse de
pie, y viendo que nadie les prestaba atención se deslizaron
entre las sombras hacia la zona de las cabañas. Lo besó con
ansias al estar completamente a solas, pegando su cuerpo al
del tambaleante Stiles, que rio en voz baja y se colgó del
cuello de Derek.

—Estás muy borracho —afirmó el moreno con media


sonrisa.
—Sí, pero ya sabes que te desearía igualmente aunque no lo
estuviera —dijo en voz baja presionando su erección contra
el muslo del mayor, que suspiró al notarla y lo apretó más
fuerte contra él.
—Quiero hacerte el amor Stiles, pero no quiero que estés
borracho cuando lo hagamos, ¿sabes?
—Pero yo quiero hacerlo contigo —murmuró haciendo un
puchero de manera graciosa. Derek le dio un pico.
—Y yo contigo, joder. Pero no quiero tener lagunas cuando
me acuerde de mi primera vez, ¿sabes?

Stiles lo miró sorprendido y se apartó un poco de él,


observándolo con atención y siguiendo sus facciones con
sus ojos. Derek puso una expresión interrogante ante tal
confusión.

—¿Eres virgen? —preguntó alzando ambas cejas.


—Bueno, no quería follar con cualquiera si andaba
pensando en ti todos estos años, ¿sabes? —Lo miró
enarcando una ceja—. ¿Tú no lo eres?
—¡Claro que lo soy! ¿Me has visto bien?
—Ojalá te hubiera visto bien, pero me falta llegar a la última
base —bromeó metiendo las manos por debajo de la
camiseta del castaño—. Te he visto, y pienso que eres
tremendamente apetecible.
—Es que me cuesta creer que seas virgen, es decir joder,
mírate. Estás para dejarte seco. —El moreno se echó a reír y
lo besó en el cuello.
—Eso no significa que quisiera ir follando por ahí. Pero
ahora me gustaría mucho, y más con tu pene rozándose
contra mi pierna —dijo distraídamente. Stiles se mordió la
lengua y sonrió.
—Yo te hubiera follado, el resto del mundo está gilipollas.
—Normalmente eran tías las que se me insinuaban, y
obviamente no me gustan.
—¿Entonces hoy no es nuestra noche? —preguntó el
castaño con cara de pena.
—Eh, eh, te dije que no me pensaba separar de ti esta
noche. Que no vayamos a follar no significa que no
podamos irnos a tu cabaña juntos, ¿no? —Stiles se mordió
el labio y asintió, tirando del moreno hacia su habitación.
14.

Se fueron entre risas hacia la cabaña del castaño, que se


tambaleaba y hablaba a duras penas. Derek lo sostenía por
la cintura, con toda su entrepierna pegada al trasero de
Stiles. De vez en cuando tropezaban por andar agarrados de
esa forma, pero el castaño se negaba a separar el culo de la
erección de Derek. Se sentía demasiado bien.

Abrió la puerta y dejó pasar al moreno. Luego entró él, y


antes de cerrar a sus espaldas ya estaba acorralado contra la
entrada. Derek estaba cerca, muy cerca. Tanto que podía
oler su colonia y el champú que había usado en la ducha de
antes de la cena. Imaginarlo en la ducha lo hizo jadear, y al
tenerlo tan cerca espiró sobre los labios de Derek.

—¿Qué te pasa, Stiles? —murmuró repasando su rostro con


los ojos verdes que al castaño le volvían loco. Tragó saliva.
—Eres tú lo que me pasa.
—Me alegro —dijo con media sonrisa.

Siguió observándolo, como si quisiera aprenderse de


memoria todos y cada uno de los lunares del rostro de
Stiles. El chico se lamió los labios con anticipación,
omitiendo un suspiro al sentirse desnudado con la mirada
(aunque esperaba que pronto el moreno decidiera que la
ropa era un pecado para la cabaña y se la quitaran los dos)
por el mayor.
—Me va a dar algo si no me besas, Derek —gimió
quejumbroso, haciendo reír al otro.
—Me gusta mirarte —susurró pegando lentamente su pelvis
y su pecho al castaño, que seguía en la puerta intentando
no desmayarse ante la sobreexcitación que sufría por el
contacto de ambos cuerpos.
—¿Por favor? —rogó, con la mirada fija en la boca del
moreno, y luego subir la mirada hasta los ojos verdes de
Derek, que llameaban de deseo.
—¿No puedes besarme tú?
—Es que quiero que me empotres un poquito contra la
puerta —dijo esbozando una sonrisa idiota, envalentonado
por el alcohol. Derek apretó los labios como si estuviera
pensándoselo. Stiles hizo un puchero y ante esa exhibición
del labio inferior del castaño, el otro gruñó y se lo intentó
quitar con el índice.

Antes de que pudiera quitarlo, Stiles le lamió el dedo. Al


principio fue inocente, pero la cara de le puso Derek hizo
que sonriera y abriera la boca, dejando que entrara con
lentitud, rozando el dedo con la lengua y mirándolo
fijamente. Cuando se metió el dedo por completo cerró la
boca, y el moreno pudo jurar que no se había corrido con
eso de puro milagro.

La boca de Stiles era un milagro para la existencia humana.


Y sólo le estaba lamiendo el dedo, pero vaya forma de
hacerlo. Estaba caliente y húmeda, y ahogó un gemido
cuando sintió la succión y el movimiento de lengua que hizo
el chico. Lentamente fue sacando su índice, hipnotizado por
los labios de Stiles que lo rodeaban hasta que finalmente lo
sacó.

Hubiera jurado que se había empalmado aún más, y que los


pantalones corrían el riesgo de romperse. Jodido Stiles, y
todo eso lo había hecho por no darle un beso y empotrarlo
"un poquito" contra la puerta. Pues la venganza en ese caso
sería en caliente.

Empujó con todo su cuerpo el del castaño, haciendo


bastante ruido al echarse ambos en la puerta, y ocupó con
rudeza la boca de Stiles, encontrándose con su maldita
lengua intentando plantarle cara a la de Derek, pero el
moreno estaba tan tremendamente excitado que
prácticamente violaba la boca del otro, que sólo podía soltar
gemidos ante el doble ataque a su boca y a su erección, la
cual no dejaba de recibir roces de la entrepierna del otro.

—Derek joder... Derek —jadeaba intentando enlazar dos


ideas, con la lengua del moreno aún en su boca.
—¿El empotre no está a su gusto? —murmuró alejándose
un poco de él. Pero tampoco mucho, porque temía que
Stiles no supiera cómo quedarse de pie.
—Sí joder, es una puta maravilla, pero o me dejas pajearme
o te juro que me van a reventar los huevos de lo cachondo
que estoy —gimoteó Stiles mordiéndose el labio.
—No quiero que te pajees, y menos estando yo aquí —
comentó sonriendo.
—Joder Derek, entonces fóllame.
—No te voy a follar esta noche, no lo vuelvas a decir —
suspiró cerrando los ojos.
—Si no me follas y no me dejas pajearme, como sigas así
me voy a correr en los pantalones y será algo muy
vergonzoso.

Por toda respuesta, Derek volvió a besarlo con intensidad,


apartándolo un poco de la puerta y tirando de la camiseta
del castaño. Se separó unos segundos, los suficientes para
sacarle la camiseta por la cabeza, y volvió a besarlo,
acariciándole la piel desnuda y notando cómo su cuerpo
reaccionaba al contacto que le estaba dando Derek.

Stiles cogió la base de la camiseta de Derek (le parecía


tremendamente ofensivo que aquel dios griego, aquel titán
para no pecar de ofensa a los dioses, no estuviera en ese
instante con el torso al aire).

—Es una pena que las camisetas no tengan compañía —


comentó el moreno desabrochando los pantalones de Stiles,
que a cada roce (intencionado o sin querer, no lo sabía) a su
entrepierna hacía que notara espasmos en su columna.
—Los tuyos están pidiendo a gritos ser repudiados al suelo.
Deberías hacerles caso y quitártelos —jadeó el castaño a
duras penas.

Derek tiró del chico y lo echó sobre la cama. Si Stiles hubiera


sabido aquella mañana que iba a estar casi desnudo,
muriéndose del deseo y con el moreno quitándose los
pantalones delante suya, pensaría que era mentira. Pero allí
estaba Derek, con un prominente bulto escondido por unos
bóxers negros ajustados que no dejaban nada a la
imaginación.

Se echó sobre el castaño, que no sabía a dónde llevar las


manos, pero finalmente se decidió por arañar la espalda del
moreno ahogando gemidos en su boca, la cual no cesaba de
ser atacada por el mayor. Éste movía la pelvis, haciendo
fricción con ambos miembros y provocando que Stiles
arqueara la espalda ante la agónica tortura que sufría.

Cuando abandonó los labios del sudoroso chico que seguía


en la cama, recibió un quejumbroso gemido de abandono,
que enmudeció cuando Derek bajó la ropa interior de Stiles
y la suya propia, y volvió a colocarse sobre el castaño, el cual
se había olvidado de cómo respirar hasta que tuvo que
soltar todo el aire cuando sintió que el moreno cogía las dos
erecciones y las masturbaba a la vez.

Stiles tironeó del pelo de Derek, sin saber dónde agarrarse


cuando el orgasmo le pasó por encima, haciendo que
gimiera largamente y que luego se dejara caer desmadejado
encima de la cama, luchando por ver de nuevo, ya que tanto
placer lo había dejado viendo manchas de colores en lugar
de aquella perfección de persona que aún no creía que
pudiera quererlo a él. Tragó saliva cuando sintió a Derek
levantarse y limpiarse la mano con papel, yendo luego a por
los restos del orgasmo de Stiles que habían aterrizado en el
estómago del castaño.
—¿Tú no te has corrido? —dijo con una voz ronca que ni
sabía que poseía.
—Da igual, Stiles. —Le frunció el ceño como respuesta. Le
había dado el orgasmo más increíble de su vida, ¿y a él le
"daba igual" no correrse? ¡Joder, si hasta se le había pasado
la borrachera!

Tiró de él cogiéndolo de la muñeca y lo sentó a su lado.


Acto seguido se puso a horcajadas sobre su cuerpo y lo
besó, echándolo en la cama y quedando él encima. No lo
besó mucho más rato porque fue bajando por el pecho del
moreno, que mantenía los ojos cerrados disfrutando de la
sensación, pasando por los pectorales, sus abdominales y
finalmente, su pelvis. Su miembro estaba apuntando al cielo,
deseando dejarse ir tras la estimulación pertinente.

Stiles depositó dos besos en cada cadera, justo en el punto


donde tenían la V los chicos marcados (y que él tenía pero
menos notoria), haciendo que Derek gruñera con fuerza.

—No seas impaciente, ¿o te tengo que recordar lo que has


tardado en empotrarme contra la puerta?

El mayor rio ante aquella frase, aunque quiso contestarle


mordazmente no podía conectar dos palabras juntas. Notó
el aliento de Stiles sobre su miembro, hasta que finalmente
la lengua del chico hizo contacto. Hizo círculos sobre la
cabeza con la punta para luego metérsela con lentitud en la
boca.
Se alzó sobre los codos para poder ver lo que le estaba
haciendo, y era una imagen de lo más erótica. Stiles luchaba
porque le cupiera entera en su boca, y la forma que tenía de
mover su lengua al compás de su mandíbula, que ejercía la
presión necesaria.

La sacó mirándolo fijamente, y Derek se mordía el labio con


ganas. Le rozó la parte más sensible, haciendo que clavara la
nuca en el colchón y moviendo la pelvis por inercia. Stiles
volvió a metérsela en la boca, y aquello superó todo lo que
había sentido hasta entonces.

—Stiles, me voy a correr —dijo a duras penas, intentando


apartarlo.

El chico quiso quedarse donde estaba, por lo que se dejó ir


sintiendo el calor de la boca del castaño, que aguantó lo
mejor que pudo la corrida de Derek, pero a última hora se
atragantó y se le cayó un poco por la comisura, haciendo
reír al moreno.

—Eres un idiota —gruñó limpiándose la boca con el dorso


de la mano y sonriéndole. Derek abrió un ojo
perezosamente.
—Eres tú el que tose con eso en la boca, ¿y yo soy el idiota?

Stiles puso los ojos en blanco y cogió la ropa interior de


ambos, poniéndose la suya y lanzándole la de Derek al
estómago del moreno.
Suspiró largamente y se estiró como si fuera un gato,
sonriendo lánguidamente y mirando cómo se ponía los
bóxers el mayor, que aprovechó que estaba de pie y se puso
a recoger la ropa que estaba tirada por el suelo.

—No quiero que me vean en calzoncillos.


—Pero si eres una delicia para la vista... —musitó
observando cómo se ponía los pantalones.
—Ya, pero quiero ser una delicia sólo para tu vista. —Derek
se inclinó para besarlo y sonrió, colocándose la camiseta—.
Y pretendo que tú seas sólo una delicia para la mía.

Stiles se vistió a regañadientes y cuando lo hizo se dejó a


caer junto al moreno y se echó en la cama. El otro lo imitó y
lo miró de reojo. Se echó a reír y miró al techo.

—¿Qué te pasa? —preguntó el menor frunciendo el ceño.


—Te iba a decir una coletilla tan tonta que me ha hecho
gracia.
—¿Y bien? Dila.
—Ha sido como tocar el cielo —dijo mordaz. Stiles soltó una
carcajada y asintió varias veces.
—Tenías que mencionar algo así, ¿eh?
—Te he dicho que era una coletilla tonta, se me ha ocurrido
de repente.
—Entonces yo veré las estrellas cuando me folles, ¿no? Con
semejante bicho que tienes... —Derek se tapó la cara
avergonzado, pero Stiles podía seguir viendo lo rojo que
estaba. Se echó a reír y lo abrazó, aprovechando para
hacerle cosquillas, a lo que respondió revolviéndose y
agarrándole las manos.
—Eres un gilipollas. No tenemos por qué follar si tienes
miedo.
—No digas tonterías —dijo Stiles poniendo los ojos en
blanco—. Quiero hacerlo, pero... no estoy diciendo ninguna
mentira, te recuerdo que me la he metido en la boca. No
tengo secuelas en el habla de milagro.

Derek le sonrió y tiró de sus manos, haciendo que chocaran


frente a frente. Se miraron unos segundos dispuestos a
besarse pero se levantaron de un salto cuando se abrió la
puerta de par en par. Allí estaba Danny besándose con un
chico del grupo de las nutrias. Se separaron con un sonido
de ventosa y los cuatro se miraron.

—¿Habéis follado? —preguntó Danny sonriente. El chico


con el que iba, Ethan, le dio un golpe en el hombro para que
no les metiera presión.
—Vete a la mierda —resopló Stiles poniendo los ojos en
blanco.
—Anda, pasadlo bien —repuso Derek tirando de la mano
del castaño y saliendo de la cabaña.
15.

Volvieron a la fiesta bastante más relajados y con una


amplia sonrisa. Derek fue a por otra copa para ambos,
mientras Stiles se acercaba a la zona de la minicadena y se
sentaba en el suelo. Observó a Isaac y a Mia, que bailaban
bastante pegados, y sonrió de medio lado. Al final iba a
poder catar la mercancía la chica.

El moreno llegó después de echar sendos cubatas y se sentó


junto a él, dándole un pico con una sonrisa. Stiles lo miró
enarcando una ceja y se echó a reír cogiendo su vaso.

—¿Por qué me miras así? —preguntó el mayor.


—Porque como se nota que nos hemos corrido macho,
estás de muy buen humor.
—Bueno, si quieres me vuelvo un ogro y me voy a hablar
con otra gente.
—No, no, ahora te aguantas, que tras correrte en mi boca
espero alguna clase de compromiso por tu parte —dijo
haciendo un mohín.
—¿No basta si te digo que te quiero?
—Lo otro es alguna clase de aliciente, espero —comentó
Stiles chocando su vaso con el del otro chico—. Creía que
sería raro, es decir... me esperaba que todos nos señalasen.
—¿Por qué nos tendrían que señalar? —preguntó el moreno
confundido.
—A ver es que no creo que todo el mundo vea normal que
se líen dos chicos, en algunos sitios se sigue considerando
raro... Y creía que sería así, escondiéndonos todo el rato.
—No quiero esconder lo que siento por ti.
—Ni yo Derek, pero creía que tendríamos que hacer eso,
pero me alegro que sean abiertos de mente. Aunque
cuando lleguen los siguientes niños vamos a tener que
volver a las pajas del lago —gruñó haciendo un mohín. En
contraste, Derek sonrió ampliamente.
—Le tengo mucho cariño a las pajas en el lago, ¿sabes?
—Pues yo quiero polvos en el colchón, no pajas en el lago
—gruñó Stiles. El moreno se echó a reír.
—Sería un buen cambio —dijo feliz dándole un beso al
castaño, que le cogió la mano.

Se quedaría toda la vida en aquel lugar, rodeado de la gente


del campamento y junto a Derek. Sólo habían pasado un
mes juntos, pero podría acostumbrarse a aquello. Le hacía
feliz, y sabía que no era algo como el resto de los
adolescentes, ya que lo suyo venía de bastante antes, lo que
pasa es que Stiles aún era muy joven, y Derek lo era menos
pero no iban a poder salir adelante tan pronto. Aunque
tuviera que esperar, le hacía feliz que aunque se fueran a ver
quizás un fin de semana al mes por cuestiones del dinero,
seguirían juntos.

Derek vio la sonrisa enorme que tenía Stiles, que miraba al


ponche ensimismado. Lo veía tan feliz y quería seguir
haciéndole sentir así durante el tiempo que el castaño
quisiera mantenerlo a su lado, que el procuraría que fuera
siempre, y que fuera lo único que necesitara para el resto de
sus días. Se movió y abrió las piernas, para que Stiles se
echara sobre su pecho. El castaño se apoyó y le dedicó una
sonrisa radiante.

Definitivamente quería una vida así.

***

La llegada de los nuevos niños fue bastante divertida.


Hicieron prácticamente lo mismo que con los primeros, pero
como Stiles se sentía más confiado por tener un mes de
experiencia, le salían las bromas solas y desde el primer
momento los niños lo adoraron. Era demasiado fácil
encariñarse de Stiles.

A pesar de ser más serio para el resto del mundo, muchos


de los niños querían que Derek les contara historias, y allí
estaban ellos, compitiendo tan felices por ver quién contaba
la mejor historia.

Seguían saliendo a pasear por la noche todos los días,


algunas veces tranquilamente y otras veces tenían que irse
a un lugar apartado a comerse el uno al otro aunque fuera
incómodo, porque necesitaban más contacto del que tenían
durante el día, que era mayormente un beso robado, una
caricia disimulada o un roce travieso que les hacía odiarse
durante el día, pero que dejaban que por la noche saliera a
la luz.

Tras uno de esos paseos (tan apasionante que tuvieron que


hacer un gran esfuerzo para parar la tentación de echarlos a
todos de alguna cabaña y mandar a la mierda la primera vez
bonita para follar como descosidos, pero la razón se había
interpuesto antes de despertar a medio campamento), Stiles
llegó a su habitación algo aliviado porque la lengua de
Derek obraba maravillas en su entrepierna, pero estaba tan
acelerado que se tendió en la cama y cogió el libro que
tenía prácticamente olvidado. Buscó directamente la carta
que quedaba, que sería la de los diecisiete. Al encontrarla la
desdobló rápidamente.

"Querido Stiles:

Otro verano sin ti, y este ha sido verdaderamente un


infierno. No por nada, sino porque el resto de monitores son
unos idiotas. Han insistido que a mis diecisiete no podía no
haber besado a nadie nunca ni ser virgen, y me intentaron
juntar con una chica de aquí, Kate se llama. Era la última
noche en el campamento, los niños se fueron por la mañana
y llevaban molestándome desde principios de verano. Pues
ha habido una fiesta con una fogata y alcohol, y yo estaba
charlando con mis amigos cuando los mayores me cogieron
y me encerraron en una cabaña con la chica esta.

Por lo visto a Kate le gustaba desde el principio y me besó,


pero yo no quería seguirle el beso. Yo quería encontrarte
antes de darle el beso a esa chica, pero lo siento... intentó
meterme mano pero eso ya sí que no quería, así que ella se
enfadó y me empezó a insultar. Una hora después los
gilipollas abrieron la puerta, y les di un puñetazo a cada uno.
No me han abierto expediente porque cuando supieron que
me habían encerrado en contra de mi voluntad hicieron
caso omiso a ambas cosas.

Me da mucha rabia porque nunca me ha gustado nadie


más. Es decir, no te voy a mentir, me han atraído algunas
personas, y muchas otras me parecen guapas, pero no sé,
no me ha gustado nadie excepto tú, y ni siquiera sé si sigues
vivo, si piensas en mí o si te gustan los hombres. Estoy
devastado, el hecho de que unas personas me obligaran a
entregar mi primer beso me está quitando el sueño. ¿Por
qué tenían que hacerlo? ¿No les bastaba con hacerlo ellos
que tenían que obligarme a mí?

El jefe habló conmigo, porque estaba bastante alterado. Me


estoy pensando el ir el año que viene, pero él quiere que
vuelva, porque soy de los mejores monitores que están allí, y
seguramente los echen, aunque mi actitud tampoco fuera lo
mejor... No sé cómo darle la noticia de que el año siguiente
no iría al campamento, después de verano pienso irme a
buscarte donde sea, a ver cómo te encuentro... Podría poner
carteles, en plan he perdido al chico del que estoy
enamorado.

Algunas veces me siento verdaderamente patético, porque


estoy esperando algo que ni siquiera sé si existe, me siento
muy idiota pensando en ti y teniendo la esperanza de que
me correspondas, pero bueno, si te vuelvo a ver y me
rechazas podré seguir adelante, no me gustan nada los “y
si...”, así que mejor te encuentro, que tenga que pasar lo que
tenga que pasar y bueno... cuando te encuentre, espero que
haya valido la pena esperar, que te acuerdes de mí y que no
seas un gilipollas como alguno de los tíos que conozco.

Mi abuelo sigue buscando el Stiles que pido siempre por


Navidad, así que lo tengo entretenido.

Te echo de menos

Derek”

Torció el gesto contrariado ante la historia que contaba


Derek en la carta, sobre el anterior verano. También sentía
una mezcla extraña en el estómago, algo parecido a celos,
aunque no tendría por qué sentirlos porque en la carta el
moreno decía que estaba reservándose para él, pero sentía
rabia porque no había podido ser su primer beso. Aunque
sería primer todolodemás.

Cogió el móvil y lo movió entre sus manos, indeciso por


hablar con el chico. Se mordió el labio e hizo tripas corazón,
cogiendo aire teatralmente mientras abría el whatsapp de
Derek.

“Big D, estas despierto?”


“Deja de llamarme así, Stiles”
“Entonces estás despierto :)”
“Si, tanto me echas de menos? Que pasa?”
“Es q tengo que preguntarte una cosa...”
“Ahora? Quieres que vaya?”
“Porfi”
Derek se desconectó y Stiles salió de la cabaña descalzo y en
pijamas, y se sentó en las escaleras de la entrada. Al poco
rato llegó el moreno despeinado y con unos pantalones
cortos que si Stiles no supiera que dormía en ropa interior,
juraría que eran de pijama.

—¿Qué pasa? —preguntó sentándose a su lado y


cogiéndole la mano.
—A ver... —No sabía muy bien cómo empezar, porque le
tendría que explicar que ya había leído todas las cartas y
que la última lo había dejado algo rallado. Decidió
preguntar directamente—. ¿Esa tal Kate sigue siendo
monitora?

El moreno alzó ambas cejas sorprendido, y esbozó una leve


sonrisa antes de bajar la cabeza, algo avergonzado
repentinamente. Stiles frunció el ceño y apretó su mano
levemente.

—¿Qué pasa?
—¿Ya las has leído?
—Ah —dijo ruborizándose él ahora—. Sí... ya las he leído
todas.
—No quise releerlas, directamente las dejé dentro del libro.
Si las volvía a leer no te hubiera dado ninguna de la
vergüenza que me daría.
—Han sido una bonita sorpresa, la verdad —murmuró
sonriendo como un idiota y perdiéndose en sus ojos
verdes—. Y acabo de leer la del año pasado, y lo que pasó
con Kate.
—Ah, sí —dijo desanimado, para luego suspirar—. Ellos no
volvieron. Kate es compañera de Mia, pero me ignora, y yo
no puedo estar más encantado con eso de lo que ya estoy
—repuso sonriente.
—¿Estabas esperándome para dar tu primer beso? —
preguntó Stiles con las orejas rojas.
—Por supuesto. Odio que te quitaran ese privilegio, pero me
alegro poder estrenarme contigo en otros ámbitos.
—Me he puesto celoso, la verdad —susurró el castaño
acariciando la palma de la mano del otro—, porque
realmente hubiera deseado tener ese beso—. El moreno
torció el gesto triste—. Pero no fue tu culpa Derek, no me
pongas esa cara. Quizás mire con odio a Kate a partir de
ahora. —El mayor soltó una risita.
—No sé por qué la gente tiene que juzgar lo que haga o
deje de hacer con mi cuerpo.
—Ya, pero se sienten así de bien metiendo las narices en tus
asuntos que hacen que tengas que pegar puñetazos.
—Verdad: sus caras quedaron hechas un cuadro —dijo
riendo. Derek acarició unos segundos la mejilla del castaño
para luego darle un beso en las comisuras. Aprovechó para
mover la boca y hacer que sus labios se juntaran.
—¿Quieres ser mi novio, Derek? —espetó Stiles de repente,
separándose casi bruscamente del otro, que lo miró
enarcando una ceja.
—¿Quieres ser mi novio? —repitió sorprendido, y el castaño
frunció el ceño.
—He sido yo el que te ha pedido salir, no quieras colgarte la
medallita —dijo burlón, haciendo reír al mayor.
—Lo sé, lo sé. Sí quiero ser tu novio, joder... anda que vaya
pregunta estúpida. No sabía que tú querrías serlo.
—Tampoco habías preguntado.
—Tampoco había preguntado —repitió riéndose, pero
asintió—. Es cierto. Te digo que eres el amor de mi vida pero
claro, si no te pido salir eso se queda en nada —gruñó
poniendo los ojos en blanco.
—Vas a tener que decirle a tu abuelo que deje de buscar un
Stiles, que al final llegó el solo —bromeó con una sonrisa.
—¡Es verdad! El pobre nunca ha dejado de disculparse por
no poder conseguir un Stiles, pero a estas alturas ya lo
sabe... aunque siempre está diciéndolo delante de mis
hermanas porque ellas no saben nada de ti.
—El Stiles se ha hecho de rogar pero finalmente lo tienes
contigo, y no se va a mover de tu lado.
—Y no sabes lo feliz que estoy por eso.
16.

La segunda tanda de niños se fue, y la despedida fue mucho


más emocionante que la anterior. Stiles se pasó llorando
media tarde tras eso, Derek permaneció acariciándole el
pelo con cariño, sin decirle nada porque ni siquiera hacía
falta, tan sólo estando allí.

Ese día harían otra fiesta, por lo que Derek le dio un beso al
castaño y lo dejó durmiendo para ir a ayudar al resto de los
monitores. Salió de la cabaña y vio a Danny llamarlo a lo
lejos. Fue a su encuentro y le miró interrogante.

—Tío, quería hablar contigo —comenzó el compañero de


cabaña de Stiles.
—¿Sí? ¿Por qué?
—Bueno, he hablado con el resto de compañeros de
habitación y ninguno irá a dormir hoy —explicó con una
pequeña sonrisa—. Quería hacerle un regalo a Stiles, que
siempre se pone mal hoy, para que lo animes tú bien —dijo
guiñándole un ojo. Derek enrojeció y apretó los labios en
una sonrisa.
—Pe... pero... —tartamudeó—. No hacía falta...
—A ver tío, no dejáis de comeros con la mirada el uno al
otro, y se os nota que necesitáis algo más. Pues ha sido fácil,
creo que todos los de la cabaña opinan que hacéis una
buena pareja.
—Ah pues... gracias, supongo —dijo un poco mareado, y se
dio la vuelta para irse.
—Sea como sea, y aunque no hagáis nada, anima a Stiles —
repuso con una triste sonrisa—, ayer fue el aniversario de la
muerte de su madre.

Derek lo miró con la boca abierta, ya que se le había


olvidado por completo que era verdad, que el día anterior
había sido el último día que había visto a Stiles hacía ocho
años ya. Danny se fue y él se quedó anonadado en el sitio,
llamándose idiota a sí mismo por no haberse acordado. Giró
sobre sus talones y fue de nuevo a la cabaña donde
descansaba Stiles plácidamente.

Se descalzó y se echó a su lado, mirándolo unos segundos


antes de hundir su cara en el pecho del castaño, respirando
su aroma compungido por no haberse acordado. Por eso
aquel día había estado peor que la vez anterior, y el chico no
le había dicho nada para no preocuparlo. Y Derek creyendo
que sólo lloraba por la despedida, y se había puesto así
porque hacía ocho años también de la muerte de su madre.

Stiles gruñó quejándose por haber sido despertado y


parpadeó confuso al ver al moreno con la cara enterrada en
su pecho y sus brazos rodeándolo con fuerza. Le acarició el
pelo y le dio un beso en la sien.

—Derek, ¿qué pasa? —murmuró con voz ronca. El otro


levantó la cabeza con lágrimas en los ojos y lo miró con los
labios apretados. Stiles frunció el ceño, confuso.
—¿Por qué no me dijiste que ayer fue el aniversario de la
muerte de tu madre?
El castaño arqueó las cejas y sonrió de medio lado,
abrazando a Derek y poniendo su mejilla contra la suya,
cerrando los ojos y acariciándole la espalda, disfrutando
unos segundos del contacto antes de empezar a hablar.

—Siento no habértelo dicho, pero no quería que te


preocupases como estás haciendo ahora —murmuró
dándole un beso bajo la oreja.
—Me lo ha tenido que decir Danny —dijo con la voz
ahogada. Stiles lo apartó y lo vio derramando un par de
lágrimas. El castaño se asustó.
—¿Por qué lloras?
—Stiles por dios, me he tenido que enterar que estabas tan
mal por tu compañero. Si no me lo llega a decir hubiera
estado en la parra hasta que te diera por contármelo o si
por un casual me llego a acordar —gruñó secándose la cara
y frunciéndole el ceño.
—Lo siento Derek —se disculpó el castaño besándolo con
suavidad—. No esperaba que te acordases, y tampoco
quería recordártelo porque fue nuestra despedida, y no
quería acordarme porque nos ponemos los dos tristes...
—Soy un novio horrible.
—Eres un novio imbécil, que es diferente —rio Stiles
hundiendo su cara en el cuello del moreno—. Te quiero, y
lamento no haberte dicho nada, quería ahorrarte el mal rato
que estaba pasando yo.
—Pero yo quiero pasar todas las cosas que te pasen
contigo.
—Y te pasas pasándote —bromeó ante la repetición de
palabras del otro, que le hizo un mohín.
—Es en serio Stiles. Si estás mal me gustaría saber por lo
que te tengo que consolar, y si puedo hacer algo para
ayudarte, hacerlo. Si no pues haré como acabo de hacer y
estaré aquí lloriqueando contigo.

El castaño sonrió feliz y acarició la mejilla de Derek con la


nariz, para luego besarlo con suavidad y volver a recostarse
en la cama para dormir un poco más.

***

Stiles estaba de mejor humor al acabar la cena. Habían


estado bromeando con sus amigos y se habían puesto a
contar algunas anécdotas que les había pasado con los
niños, por lo que se rieron bastante. Cuando acabaron se
pusieron a recoger para empezar a beber. El castaño fue a
echarse un cubata pero Derek lo paró.

—Tengo otra idea —comentó sonriendo el moreno. Stiles le


frunció el ceño.
—¿Qué idea es mejor que beber sin críos?
—¿Me vas a hacer decírtelo, Stiles? —preguntó Derek
enarcando una ceja. Pudo oír cómo el cerebro del castaño
intentaba captar lo que decía, hasta que abrió los ojos
sorprendido.
—Oh.
Le entró la risa floja y se puso rojo como un tomate,
escondiendo su cara entre sus manos. Salió de su escondite
apretando los labios intentando no reírse, y Derek se rio
ante esa expresión.

—¿En serio?
—Bueno, tus compañeros de cabaña son buenas personas y
te la han dejado para que te anime.
—Vaya, de verdad, qué vergüenza... todos sabrán que
hemos follado —dijo en voz baja sonriendo ampliamente.
—Entonces mejor nos quedamos aquí y desaprovechamos
tener un sitio libre...
—¿Qué? ¡Ni de coña! —repuso enfadado, y lo cogió de la
mano tirando de él. Derek se rio en voz baja y tiró de él.
—No hace falta ir ahora mismo, podemos estar un rato aquí.
—¿Es totalmente necesario? —preguntó lastimeramente—.
Porque prefiero ir al cuarto...

El moreno dejó el vaso que había llenado con refresco y


dejó que el castaño lo llevara hasta la cabaña. Cuando cerró
la puerta echó la llave y la dejó puesta, para después correr
las cortinas y cerciorarse de que estaba vacía, mientras
Derek lo esperaba sentado en la cama.

En cuanto acabó se dejó caer junto al otro y resopló con una


sonrisa. Permanecieron en silencio un rato, sin dejar de
mirarse.

—Esto es raro —dijo Stiles poniendo una mueca.


—Sí —murmuró Derek frunciendo el ceño.
—¿Por qué es raro? Joder no quiero que lo sea —musitó
echándose en la cama mirando al techo.
—No lo sé. Creo que el hecho de tener planeado lo que
vamos a hacer nos ha cortado el rollo.
—Puede ser. No quiero que estemos raros.
—También podríamos hablar. No hace falta hacer nada
Stiles —comentó el moreno tumbándose a su lado de perfil
y apoyando su cabeza en una mano.
—Joder, con las ganas que tengo... pero es eso, está siendo
raro. Y contigo nunca ha sido raro, y me agobia.
—En serio, Stiles. Para —dijo poniendo los ojos en blanco—.
No le des más vueltas. Si no follamos no se acaba el mundo,
¿sabes?
—Para mí sí —gimió tétricamente cerrando los ojos. Derek
rio.
—¿Dónde guardas mis cartas? Porque no he podido
encontrar ninguna dentro del libro —interrumpió para
cambiar de tema. Stiles lo miró con el ceño fruncido.
—¿Me has cotilleado?
—Sí. —El castaño se hizo el ofendido y el mayor sonrió—.
¿Ahora te haces el digno? Ha sido esta tarde, que me
desperté antes que tú y me aburría, así que quería leerlas.
Pero no las encontré.
—Es que las tengo bien escondidas para evitar que alguien
como tú me cotillee las cosas. —Se cruzó de brazos
intentando no reírse.
—Vamos, no te enfades, tengo derecho a verlas. Las he
escrito yo, creo que me merezco releerlas.
—¡Pero si me dijiste que no querías releerlas! —exclamó
indignado.
—El caso es no concederme caprichos, ¿eh?

Stiles se echó a reír y se puso de perfil como Derek. Se


miraron con una sonrisa y el moreno se inclinó sobre su
boca para besarlo levemente. El otro gimoteó y se pegó a él,
profundizando el beso y cogiéndolo por el cuello de la
camisa de cuadros que llevaba abierta encima de una lisa
blanca.

Estaba realmente guapo, y seguía sin creerse que aquel titán


fuera suyo. Le diría dios, pero tenía claro que Derek
superaba a un dios. O quizás simplemente estaba cegado
por aquel escultural cuerpo, pero le daba lo mismo.

El moreno sonrió contra sus labios y se aferró a la cintura de


Stiles, pegándolo a todo lo que podía a él. Le mordisqueó la
barbilla y el castaño ronroneó moviéndose contra su cuerpo.

—¿Ha dejado de ser raro? —preguntó Derek lamiendo su


cuello.
—Definitivamente sí —jadeó enredando sus dedos en el
pelo de su novio.

Novio. Seguía sintiendo un salto en su corazón cada vez que


lo pensaba, pero era genial sentirse así por sólo aquella
palabra. Lo besó con ansiedad con la palabra repitiéndose
en su mente, haciendo que sonriera muy feliz. Derek enarcó
una ceja y se separó unos centímetros de él.

—¿Qué te pasa?
—Estoy genial —murmuró poniéndolo bocarriba y
colocándose a horcajadas sobre él, besándolo de nuevo—.
Te quiero.

Derek sonrió con ganas y apretó su cuerpo contra él,


rozando su entrepierna contra el trasero de Stiles, que jadeó
separándose de él. Bajó sus manos por el cuerpo de Derek
hasta la hebilla del cinturón, desabrochándolo junto con los
vaqueros.

Se deslizó para bajarlos un poco junto a la ropa interior del


mayor, que jadeó con anticipación. Stiles lamió la cabeza de
su pene como si fuera un helado para introducírsela
lentamente en la boca. El castaño gimió con su miembro
dentro, provocándole un escalofrío.

Clavó la nuca en el colchón mientras Stiles se la metió de


nuevo en la boca, la rodeó con los labios y empezó a
moverse de arriba abajo. Se estaba recreando mucho con la
felación, disfrutando chupándosela con intensidad, y a
medida que lamía más era más fácil deslizar su boca por la
polla de Derek gracias a la saliva, y no dejó de mover la
cabeza hasta que el moreno necesitó pararlo.

—Para... para —jadeó cerrando los ojos—. Joder Stiles, cada


vez lo haces mejor.

El chico sonrió pagado de sí mismo y subió para besarlo. El


moreno tironeó de la camiseta de Stiles y pronto estaba
lamiendo sus pezones con ganas, provocando gemidos que
lo estaban encendiendo más.

Derek lo colocó debajo de su cuerpo y se quitó la camisa


con brusquedad, para ser ayudado por Stiles a librarse de la
camiseta blanca. Se puso de pie para terminar de bajarse los
pantalones y la ropa interior.

Le desabrochó los vaqueros y se los quitó junto con los


bóxers, dejándolo desnudo sobre su cama. Stiles lo miraba
con sus ojos castaños cargados de deseo y joder, cómo
deseaba perderse en él.

Lo besó con brusquedad, con mucha lengua, arrancándole


suspiros antes de ponerle delante de su boca dos dedos
para que los lamiera. Stiles los chupó obedientemente,
dejándolos cubiertos de saliva.

—Allá voy —murmuró tanteando el trasero de Stiles y


encontrándoselo tenso.

Para aliviar un poco al chico, decidió lamerle la entrepierna,


y el efecto fue casi inmediato: suspiró y relajó los músculos,
haciendo que el primer dedo entrara en él.

Se sentía incómodo y la sensación era cuanto menos


extraña, pero los lametones en su miembro ayudaban a que
no se centrara en el dolor que sentía en su trasero.
Tenía los ojos cerraros, apretándolos con fuerza, y el ceño
fruncido. El dolor remitía un poco, o al menos le molestaba
menos, por lo que se decidió a meter otro dedo.

Esa vez el castaño siseó de dolor y se revolvió incómodo,


pero Derek siguió chupándosela y acariciando sus testículos.
Aún era un hueco demasiado estrecho como para que
cupiera su polla por lo que tenía que dilatarlo más.

—¿Cómo vas? —preguntó en voz baja.


—Duele —se quejó Stiles—, pero no pares. Ayuda que me la
sigas chupando, la verdad —dijo sonriendo un poco.

Succionó con más fuerza, arrancándole un gemido agudo, y


entonces fue el momento en el que metió un tercer dedo
con dificultad. Stiles cogió aire con brusquedad y empezó a
respirar con más rapidez, a lo que Derek intentó calmarlo
masturbándolo y lamiendo sus testículos con lentitud.

Sus dedos se movían con algo de torpeza dentro de Stiles,


pero intentaba agrandar el hueco para que pudiera caber.
Sentía su polla a punto de estallar, pero tenía que ser
cuidadoso.

—Lo siento cariño —susurró sin cesar el movimiento de sus


manos.

Cuando el castaño dejó de emitir quejidos, decidió que era


el momento de la prueba de fuego. Sacó los dedos,
haciendo que Stiles gruñera al sentirse vacío de nuevo. Se
agachó para buscar un condón de sus vaqueros y lo abrió,
extendiéndoselo por el pene.

—Voy a hacerlo ya, ¿vale? —dijo en voz baja colocándose


entre las piernas del chico—. Si te duele demasiado dímelo y
pararé.

Stiles asintió varias veces respirando hondo, y Derek empujó


un poco en la entrada del castaño, mientras lo masturbaba.
El menor abrió la boca y soltó una exclamación. Sus brazos
se enroscaron alrededor del cuerpo de Derek, pegándolo a
él.

Era doloroso a la par que excitante. El moreno tenía que


controlar las ganas que tenía de metérsela de golpe, y tenía
dificultad para respirar de lo estrecho que se sentía dentro
de Stiles.

Siguió metiéndola hasta que su pelvis se encontró con el


trasero de Stiles, que tenía los ojos tan apretados que no
sabía decir si estaba llorando o no.

—Stiles por favor, relájate un poco o me voy a correr en


cuanto me mueva —dijo intentando pensar en otra cosa.
—Dame... un minuto —gimoteó intentando relajarse, pero
su cuerpo estaba totalmente en tensión.

Cuando se acostumbró un poco a tenerlo dentro, Derek lo


notó. El culo del castaño dejó de ahogarle su miembro y se
pudo mover un poco dentro de él.
—Vamos Stiles, así, sí —jadeó.

El castaño hundió su cara en el hombro de Derek,


mordiéndolo con fuerza. El moreno la sacó un poco más y la
metió de golpe, quizás un poco bruscamente. Stiles emitió
un débil grito de sorpresa y le arañó la espalda con fuerza.

De repente el castaño gimió de sorpresa, mirándolo con los


ojos muy abiertos. Derek lo miró extrañado.

—Hazlo otra vez —pidió jadeando.

Volvió a embestir y resultó que le estaba dando en el punto


más sensible de todo su cuerpo, sin saber que era la
próstata, pero Derek se dedicó a golpear aquel lugar a
medida que se la metía cada vez más rápido.

Volvió a sacarla, aquella vez un poco más, y se hundió de


golpe en su interior. Su pelvis golpeaba el trasero de Stiles,
acompañando a los gemidos del castaño. Le agarró con
fuerza el trasero, haciendo más hondas sus penetraciones.

El hundirse dentro de Stiles le estaba haciendo perder la


cabeza, pero soltó una de sus manos para atender la
erección de Stiles. Éste empezó a temblar bajo su cuerpo,
por lo que aceleró notando cómo el castaño se apretaba
alrededor de su miembro, corriéndose con ganas y
atrapando su polla, haciendo que Derek se dejara ir con un
gemido ronco sin dejar de embestir.
Se dejó caer agotado sobre Stiles, que intentaba recuperar
el aliento a duras penas. Salió de él y se tumbó junto al
castaño, extasiado. Hubo un silencio tranquilo entre ellos
hasta que Stiles se levantó para limpiarse el estómago. Le
quitó con cuidado el condón a Derek y lo envolvió en papel
para tirarlo en las papeleras de fuera. Se sentó en la cama y
puso una mueca de molestia, sintiendo un punzante dolor
en el culo que lo recorrió entero.

—¿Estás bien? —preguntó Derek preocupado.


—Sí, sí, creo que me dolerá varios días pero... joder ha sido
increíble —repuso sonriendo ampliamente.
—Me alegro —murmuró abrazando con fuerza al castaño.
Suspiró y miró su reloj que seguía en su muñeca—. ¿Quieres
que vayamos un rato a la fiesta? Podemos celebrar el polvo
—bromeó acariciándole el pelo.
—Sí, pero aún espérate un poco. Estoy demasiado cómodo
aquí como para estallar la burbuja.
17.

El primer sábado que tenían libre aprovecharon para ir al


pueblo con otros monitores. Stiles quería hacer unas
compras antes de volver a su casa: renovar el armario,
comprar nuevos libros y lo que se le ocurriera. Tenía
demasiado dinero en ese momento como para guardarlo,
así que también quería invitar a comer a su novio.

—¿No puedes simplemente ahorrarlo? —repuso Derek


cuando se bajaron en la parada del pueblo.
—A ver, tengo la herencia de mi madre —dijo poniendo los
ojos en blanco—. La tiene mi tío John hasta que cumpla los
dieciocho, así que tengo bastante dinero para sobrevivir
todo el año, y el año que viene quiero volver al campamento
así que me darán más dinero. —Le cogió de la mano y tiró
de él hasta la librería—. Nunca he tenido dinero, déjame
gastar un poco —pidió haciendo un puchero.

El moreno rio y ambos entraron en la tienda. Stiles no


dejaba de enseñarle libros y de recomendárselos, y Derek
hacía lo propio aunque eran muchos menos de los que se
había leído su novio.

Pagó por casi media librería y le pidió al encargado que se


los guardara ya que seguirían visitando el pueblo. Aceptaron
encantados y ellos dos siguieron explorando el pueblo.
Cuando pasaron por delante de una farmacia Stiles se paró
en seco, extrañando a Derek.
—¿Qué pasa? —preguntó yendo junto a él.
—Queee... quiero comprar algo.
—¿Condones? Pues sí, pero los compro yo —repuso el
moreno intentando entrar, pero el otro lo paró.
—Nnno... es... otra cosa —murmuró enrojeciendo hasta las
orejas.
—¿El qué? ¿Me lo dirás algún día?
—Lubricante —dijo en voz tan baja que no lo oyó.
—¿Puedes decirlo un poco más alto?
—Lubricante —repitió suspirando. Derek abrió la boca y
asintió escondiendo una sonrisa—. Que valdría con saliva
pero es que duele un poco —susurró sin mirarlo, haciéndolo
reír.
—Vamos Stiles, no es para avergonzarse. No quiero que te
duela... pero mira, hay un sex shop en el centro comercial
que seguro que tiene más tipos de lubricante, ¿lo vemos
allí?

Stiles asintió con una sonrisilla y Derek le dio un beso. Le


resultaba adorable cuando mostraba tanta inocencia, se
notaba que aún era un chico de dieciséis, aunque a veces
(sobre todo con Derek) parecía más mayor.

No habían repetido lo que pasó en la noche de la fiesta:


ambos preferían que no hubiera niños en el campamento
para no traumatizarlos, por lo que habían vuelto a los
paseos al bosque. No era lo mismo (Stiles había calificado
de "adictiva" la sensación de Derek golpeándole la próstata)
(parte del cuerpo de la que le habló Danny días después tras
tomarle el pelo un buen rato), pero eran lo que tenían,
además de que cada vez estaban menos cohibidos y habían
dejado los roces fortuitos para provocarse deliberadamente.

En aquel juego Derek llevaba las de perder, porque el


castaño era especialista en meterlo en situaciones
comprometedoras en cualquier lugar. Era lamerse el labio
inferior y saber que automáticamente el moreno estaba
imaginándose eso en su entrepierna. Cuando ocurría,
bufaba mosqueado y se tenía que ir un rato, para luego oír
las burlas de su novio.

Llegaron a la zona donde había más tiendas, y antes de ir al


sex shop Stiles pidió comprar ropa. Entraron en una tienda
que más bien parecía una discoteca, ya que tenía la música a
todo volumen, y se separaron para ir viendo ropa. Stiles se
acercó a uno de los dependientes sin que el otro se diera
cuenta.

—Perdone, ¿cuál cree que es la talla de aquel chico de allí?


—preguntó señalando a Derek disimuladamente.
—¿El escuchimizao?
—No, no, el de la camiseta verde pegada —dijo
deleitándose con la espalda del otro.
—Yo diría que una L, porque es ancho de hombros. Aunque
le queda bastante pegada, quizás sea una M... coge la mayor
por si las moscas.

Stiles asintió y empezó a mirar camisetas para él mismo,


cogiendo algunas de sus superhéroes favoritos. También
cogió camisas, tanto para vestir como de diario, y algunos
vaqueros. Derek fue a su encuentro con dos camisetas en la
mano y lo miró enarcando una ceja.

—¿Piensas llevarte la tienda entera? —preguntó el moreno


con sorna. Stiles le sacó la lengua.
—Te recuerdo que estoy creciendo y que no tengo mucha
ropa. Sé que prefieres verme sin ella pero el resto del
mundo RUEGA para que me vista.
—El resto del mundo está ciego —rio yendo hacia el
probador seguido de su novio. Cada uno se metió en un
cubículo.

Estaba metiendo la cabeza en la camiseta de Batman con los


vaqueros a medio abrochar y de repente abrieron la puerta.
Casi le dio un infarto pero al ver a Derek puso cara de
enfado e intento echarlo de su probador. Paró de quejarse
cuando el moreno selló sus labios con los de él, y al
separarse Stiles esbozó media sonrisa

—Quiero ver cómo te queda la ropa —comentó dejando las


camisetas que se iba a probar en la banqueta que allí había.
—¿Ya te las has probado?
—Claro, que tú seas un lento no quiere decir que yo
también lo sea.
—Pues yo quiero ver cómo te quedan —repuso con una
sonrisilla.

Derek sonrió de medio lado y se subió lentamente la


camiseta que llevaba, dejando al descubierto su torso
trabajado en el gimnasio. Miró a Stiles con socarronería y se
rascó la barriga distraídamente al ver la mirada del castaño
puesta en su cuerpo.

—No vale, yo no puedo hacer eso —dijo haciendo un mohín


y colocándose la ropa.
—A ti no te hace falta estar así para que me provoques
como lo haces —murmuró acercándose a sus labios.
—Derek, estamos en un probador —le recordó dejándose
arrastrar hasta que juntaron sus bocas.

El moreno lo besó de forma necesitada, hambrienta. Stiles


emitió un débil gemido, indefenso ante los labios de su
novio y sintiéndose débil entre sus brazos.

—Stiles, estamos en un probador —le dijo con sorna.


—Te odio —farfulló volviendo a besarlo y pegando a Derek
contra la pared del cubículo, acariciando todo lo que pudo a
su paso. Cuando la pelvis del mayor se rozó
provocativamente contra él, Stiles cerró los ojos y emitió un
leve quejido, separándose de él—. Nos van a echar, y yo
quiero comprar ropa —gimoteó, provocando la risa de su
novio.
—Vale, me pruebo las camisetas para que las veas y me
salgo.

Stiles se cruzó de brazos viendo cómo se ponía las tres


camisetas que llevaba. Miró distraídamente la talla de la
camiseta del otro, descubriendo que eran de la talla L. A
pesar de lo bien que resaltaba sus brazos y su estómago con
ellas y lo difícil que era ignorar las ganas de arrodillarse y
tomarlo con la boca que le habían entrado, intentó pensar
qué camiseta podría comprarle.

Cuando acabó de hacerle la demostración de que


verdaderamente era mejor que un puto dios griego, Stiles lo
empujó fuera de su probador para seguir con las prendas
que había escogido. Al ponerse la camiseta con el símbolo
de Batman entrecerró los ojos y sonrió. Derek solía llevar
camisetas negras, y aunque no le había visto a hacer
referencia a personajes de cómics, era un buen símil con su
persona regalarle esa camiseta.

Tras acabar y elegir las que se llevaría, que eran la gran


mayoría, le dijo a Derek que fuera cogiendo sitio en la cola
de la pizzería que había enfrente.

—Ya me vas a comprar algo, ¿no? —dijo riéndose—. Bueno,


yo también he pensado ya un regalo.

Stiles frunció el ceño pero no dijo nada, y fue a la caja a


pagar, pasando por el estante de las camisetas de Batman y
cogiendo la L para su novio. Tendrían dos camisetas iguales
pero es que a él también le gustaba mucho. Además, ya
sería complicado que coincidieran vistiendo la misma.

Salió de allí cargado de bolsas y fue a donde estaba sentado


Derek con aspecto aburrido. Dejó las bolsas en la esquina
del sillón, ya que eran mesas con sendos sofás, uno frente a
otro, y la mesa en medio. El moreno le sonrió de medio
lado.
—¿Has comprado ya la tienda entera?
—Qué gracioso. Toma, anda —dijo buscando en las bolsas y
sacando la camiseta que le había comprado. El rostro de
Derek se iluminó con una sonrisa.
—¿Me la puedo poner?
—¿Y si la manchas?
—Eres tú el torpe de la relación, no me metas en el mismo
saco.
—Vale, imbécil, ve al baño y pont... ¿Qué haces? —preguntó
al verlo quitarse allí en medio la que llevaba y ponerse la de
Batman. Se puso de pie para que le diera el visto bueno.
—¿Y? ¿Cómo me queda?
—Te quedaría bien si aún no tuvieras la etiqueta ahí atrás. A
ver, ven.

Derek se inclinó sobre el rostro de Stiles, que se puso


bastante nervioso con la cercanía. Arrancó fácilmente la
etiqueta y fijó sus ojos en los del moreno, que recortó
distancias para darle un beso dulce.

—Muchas gracias por la camiseta —murmuró antes de


apartarse de él del todo y volver a su sitio. Stiles respiró
hondo y fue a decirle algo, pero la camarera les trajo las
pizzas—. Ya me dijiste un día que la barbacoa era tu favorita
—dijo sonriente.
—¿Cuándo la has pedido?
—En el tiempo que has tardado en la tienda he podido
encargar tu regalo y pedir de comer. Ah, y ya me invitarás
otro día, ésta la pago yo.
—¿Qué? ¡No!
—Ya es tarde, he pagado —dijo sonriendo ampliamente
ante la cara de indignación de Stiles—. Come anda, que aún
tenemos que comprar más cosas.
—No me gustan las sorpresas —repuso cruzándose de
brazos, y Derek cogió una porción de su pizza.
—Sí te gustan, mentiroso.

Comieron hablando de tonterías. Stiles se entusiasmó


cuando supo que Derek sí que seguía algunos de los
superhéroes que el castaño más admiraba, y se pusieron a
discutir sobre las mejores películas de Batman.

Salieron de la pizzería y aunque Stiles se iba a dirigir hacia


donde estaba el sexshop, el moreno tiró de él hacia una
pequeña tienda.

—La vi antes y me pareció algo tan guay que quería


regalarte algo así. Es una tontería pero... —Se encogió de
hombros y le hizo pasar.

Había un hombre mayor detrás de un mostrador, que al ver


a Derek sonrió y sacó un sobre pequeño. Stiles los miró sin
entender hasta que el moreno extendió la mano y volcó el
sobrecito, sacando una pequeña placa de metal
aparentemente lisa, pero cuando se fijó mejor vio que ponía
Stiles en pequeño. Lo miró sin comprender.

—Dale la vuelta, idiota —repuso poniendo los ojos en


blanco.
En el otro lado había algo parecido a una mancha, pero era
algo que le resultaba familiar. Luego fue viendo trazos y le
recordó al salvapantallas del windows media cuando
escuchaba música.

—Es el espectro de frecuencia de mi voz —explicó Derek


con una sonrisa—. Vi esta tienda y lo guay que parecía, así
que te he querido regalar mi voz diciendo tu nombre —dijo
riéndose.
—¿En serio? —preguntó incrédulo—. ¡QUÉ COSA MÁS
GUAY! Joder es una pasada. ¿Te puedo hacer yo otra? ¡Joder
es que mola muchísimo! —farfulló con una sonrisa
enorme—. Podrías haber puesto en la placa ‘Gilipollas’
porque seguiría siendo genial. —Derek rio ante aquella
ocurrencia.
—Bueno, a veces eres un poco gilipollas pero no es para
hacerte una placa por ello, a ver si te crees que eres un
gilipollas especial.
—Idiota —sonrió Stiles—. ¿Entonces puedo hacerte yo una?
—Entonces serían dos regalos tuyos y sólo uno mío.
—¿Desde cuándo es una competición? —El otro pensó sus
palabras unos segundos para luego sonreír.
—Tienes razón.

Al cabo de veinte minutos ambos salieron con sendos


sobrecitos con la placa de metal. Derek se burlaba de Stiles
porque la placa del moreno tenía picos en el espectro de
frecuencia, indicando la agudeza de la voz del castaño.
Fueron al sexshop e inmediatamente Stiles enrojeció
violentamente, y se abanicó, acalorado.

—¿Qué es lo que te pasa?


—Nunca he entrado en un sitio de éstos.
—Ah ni yo —dijo el mayor encogiéndose de hombros—.
Podríamos echar un vistazo.
—No, no, vamos a coger el lubricante y nos largamos.
—Aburrido...

Fueron a la sección de lubricantes y estaban mirando los


diferentes tipos cuando una voz a sus espaldas casi les hace
tener un infarto.

—¡Anda mira! —Reconocieron a Danny y se dieron la vuelta


para verlo sonreír de oreja a oreja—. Cómo se nota que
habéis follado, ya buscáis hacerlo una segunda vez...
—Vete a la mierda, Danny —gruñó Stiles aún más rojo.
—Mirad, yo ya soy experto en lubricantes casi —rio—, así
que os digo que os olvidéis de los que tienen olores porque
escuecen mucho. —Ante la mirada asustada de los otros
dos, su sonrisa se acentuó—. Así que os recomiendo el que
tiene relajante muscular, que algo ayuda. —Le tendió un
bote a Derek, que había acabado por avergonzarse como su
novio y no sabía ni qué decir.
—¿Gracias? —susurró el moreno mirándolo dudoso.
—¡Qué disfrutéis!

Danny se fue de allí riéndose y los otros dos pagaron, aún


algo cohibidos. Al mirar la hora comprobaron que les
quedaba poco tiempo en el pueblo, por lo que se
apresuraron a recoger los libros de Stiles y esperar al
microbús en la parada.
18.

Siguieron pasando los días, y lamentablemente había


llegado la hora de despedirse del campamento tanto para
los niños como los monitores. A éstos aún les quedaba un
día allí, donde serían evaluados y les darían una opinión
sobre su trabajo en aquel lugar, pero igualmente era un día
agridulce. Stiles estaba taciturno preparando el desayuno, ya
que aquel verano había sido un sueño del que ojalá no se
despertara jamás.

Derek no estaba mucho mejor, porque aunque estarían en


contacto y por supuesto iría a verlo aunque tuviera que ser a
escondidas, y Stiles también lo visitaría, se había
acostumbrado a verlo todos los días, a dormir con él
algunas noches a escondidas y sobre todo lo que llevaría
peor sería besarlo y agarrarle la mano si lo notaba nervioso
o triste, cosa que en la distancia no podría hacer.

—Eh, odio veros así —le dijo Mia al castaño, que vertía los
colacaos en tazas de manera mecánica. Él la miró con una
ceja enarcada.
—En cuanto acabe de servir el desayuno me pondré a dar
saltos de alegría.
—Mira Stiles, yo también me tengo que separar de Isaac,
cosa que no me hace ninguna gracia —repuso ella
frunciendo el ceño. En las últimas semanas, ella y el rubio
habían sido mucho más que simples amigos, y estaban
colados el uno por el otro—, pero es lo que nos ha tocado.
Seguiremos viéndonos aunque sea menos veces pero joder,
Stiles, Derek y tú os queréis, la distancia no podrá con
vosotros.
—Pero mi padre sí —espetó de mal humor, provocando una
mirada confusa de ella. La ignoró y siguió sirviendo el
desayuno.

Mientras que el resto desayunaba, él no tenía el estómago


para comer nada. Lo sentía cerrado y la angustia lo
apretaba, haciéndole difícil el respirar. En ese momento
habría matado por poder fumarse un cigarrillo, pero la
promesa que le había hecho a Derek seguía en pie, y él sería
fuerte.

Oyó pasos a sus espaldas y lo vio acercándose con dos tazas


y un paquete de galletas en el bolsillo. Le tendió una y se
sentó junto a él, dejando su vaso a un lado y abriendo el
plástico.

—No acepto un no por respuesta —gruñó Derek frunciendo


el ceño, haciendo reír levemente a Stiles, que cogió una de
las galletas que le tendía.
—Gracias —dijo el castaño, y suspiró con suavidad.
—No te voy a preguntar cómo estás porque sé que estás
mal por irte de aquí y por... tener que volver allí —murmuró
con voz estrangulada—, pero quiero que sepas que si se te
hace muy cuesta arriba estar allí con tu padre, no quiero ni
que te lo pienses: ven a verme. Haré lo imposible por
alejarte de ese monstruo Stiles, y ya hablamos que cuando
fueras mayor de edad vendrías a mi casa a quedarte, pero si
tienes que huir antes mi puerta está abierta, y me dejaría la
piel trabajando si es necesario para mantenernos a los dos,
pero no quiero que estés allí si eso se vuelve el infierno.

Stiles lo miró unos largos segundos, con una calidez en el


pecho que lo aturdió unos segundos que hizo que sus ojos
se humedecieran. Luego sonrió de medio lado y asintió,
rozándole la mano con el meñique en señal cariñosa.

—Gracias —dijo en voz muy baja el castaño, y carraspeó—.


Si veo que se me hace insoportable le pediré ayuda a mi tío
John, pero no quiero darle la oportunidad a ese bastardo de
poder decirme cobarde —gruñó disgustado—. No quiero
que tenga la oportunidad de verme deprimido y que pueda
saber que verdaderamente me hace daño. No quiero ser
débil como lo fue mi madre.

Derek notó cómo se le secaba la garganta ante las palabras


de su novio, que destilaba odio de todos sus poros. Suspiró
e intentó abrazarlo, pero Stiles se apartó con algo de
brusquedad.

—Déjame solo un rato —farfulló el menor levantándose y


yéndose hacia el bosque a dar un paseo.

El moreno apretó los labios, torció el gesto y se levantó para


ir hacia donde estaba el resto de sus compañeros. Ayudó a
recoger las cosas e intentó hacer bromas, pero sentía un
gran peso sobre los hombros y no quería estar así con Stiles,
pero el chaval no volvió hasta que los padres de los niños
fueron apareciendo.
Tenía los ojos enrojecidos, pero con una gran sonrisa fue
abrazando a todos los chicos que habían estado a su cargo,
consolando a muchos que se habían echado a llorar. Derek
hacía lo mismo, aunque se distraía mirando al castaño
hablarles a los niños con tanta dulzura.

Habló un rato con los padres de uno de los niños que más
problemas había tenido para hacer amigos, y para su
sorpresa Stiles se metió en la conversación con media
sonrisa.

—Hola, mi nombre es Stiles, y soy uno de los amigos de


este diablillo —dijo sonriendo y revolviéndole el pelo a Paul.
—¡Nos ha enseñado a tirar piedras al lago para que
rebotasen! —comentó el niño entusiasmado.
—Yo creo que te he enseñado más cosas, pero te quedas
con lo importante, ¿eh granuja? —preguntó sacándole la
lengua Stiles. Paul lo arrastró hacia el coche para que viera a
su hermana pequeña y el reproductor de DVDs portátil que
tenían, mientras que Derek se quedaba hablando con los
padres tras esa interrupción.
—Bueno, como les decía, pese a que Paul al principio era el
más callado de los pumas... qué decirles, ha pegado un
cambio brutal. Lleva en su agenda números de teléfono de
varios niños y niñas que lo querían como a un hermano, y
alguno de ellos vive junto a vuestra ciudad —explicó
mirando con cariño al niño, que seguía dando saltos
alrededor de Stiles. Le recordó un poco a él—. No dejen que
pierda la amistad con ellos, de verdad. Si pueden llevarlo a
verlos alguna que otra vez será muy positivo para él, se lo
digo por experiencia propia. Yo tardé ocho años en volver a
ver a mi mejor amigo del campamento —murmuró mirando
a Stiles con cariño—, y no saben lo que me arrepiento de no
haberlo visto en tanto tiempo.
—Procuraremos que no pase eso, Derek —repuso el padre
amablemente, y le tendió la mano con una sonrisa—.
Muchas gracias por cuidar de Paul.
—Ha sido todo un placer ser su monitor. Tráiganlo el año
que viene, cuando crezca notaréis el bien que le ha hecho el
campamento.
—Por descontado —dijo su madre sonriendo, y besó
levemente la mejilla del moreno.

Derek se quedó quieto viendo cómo los padres iban hacia el


coche y Stiles le daba un abrazo a Paul, para luego
despedirse de los padres del niño. Fue junto al mayor y se
quedaron en silencio, contemplando el coche irse. Era el
último que quedaba, por lo que cuando desapareció de su
vista, Derek se giró hacia el castaño.

—Stiles...
—No, no digas nada. Lo siento —susurró el chico
enterrando su cara en el cuello del moreno, que suspiró.
—No lo sientas, sé que estás mal por eso no me ha
molestado que te hayas ido así. Pero me has dejado muy
preocupado. Sabes que te quiero, ¿verdad?
—Y no sabes las gracias que te doy por ello —dijo con una
pequeña sonrisa.
—No tienes que darlas, simplemente dejarte querer aunque
sea a veces un grano en el culo —rio Derek.
—No lo eres, eres lo mejor que me ha pasado en la vida.

Se quedaron los dos un poco sorprendidos, Stiles por las


palabras que él mismo había dicho y el otro porque de
verdad había escuchado eso. Se acercó a los labios del
castaño y los selló con los suyos con suavidad aunque
también con cierta necesidad.

—Vamos a ayudar a hacer la cena a los de cocina —


murmuró Derek con una gran sonrisa. Stiles asintió contento
y fueron hacia el comedor, al área de los fogones.

***

La cena de despedida estuvo plagada de copas, de comida


grasienta y de risas, aunque más de uno se emocionó y más
de una lloró. Todos contaban anécdotas de lo que habían
pasado esos tres meses, y a pesar de estar afectados ya por
el alcohol fue bastante divertido.

—A ver, a ver, tengo una, ¡TENGO UNA JODER! —berreó


Danny poniéndose de pie con su cubata en la mano. Mia se
partía de risa al verlo tambalearse.
—¡Al final me tiras el vaso encima! —se quejó Ethan
esquivando la mano del chico.
—A callar —ordenó el otro con una sonrisa estúpida—. Uno
de los momentos memorables del campamento fue... —
Entrecerró los ojos y miró a Stiles y a Derek, que estaban
sentados en el suelo como los demás, aunque una de sus
manos agarraba a la del otro distraídamente.
—No te atreverás —gruñó el moreno riéndose. Danny
sonrió malévolamente y asintió.
—El día que follaron Derek y Stiles.

Toda la reunión empezó a aplaudir y a vitorear a los otros


dos. Stiles estaba rojo como un tomate y escondía la cara en
el hombro de Derek, que se tapaba con ambas manos.

—Te voy a matar —espetó el moreno sin dejar de reírse.


—¡Pero eso no fue lo mejor!
—¿Cuánto nos vas a hacer agonizar? —preguntó Stiles con
la cara brillando de la vergüenza.
—Otra anécdota fue cuando me los encontré en un sexshop
comprando lubric...
—¡SUFICIENTE! —gritó el castaño poniéndose de pie y
empujándolo para que se sentara. Casi se cae cuando
intentó ponerse recto, pero el alcohol en sus venas lo
afectaba bastante.
—Creo que me lo voy a llevar a que le dé el aire —comentó
Derek poniéndose de pie y agarrando a Stiles, que tenía la
risa floja. Algunos de sus amigos silbaron al verlos irse a un
lugar más apartado, haciéndolos reír.

Lo sentó en la orilla junto al lago, y se dejó caer a su lado.


Stiles seguía algo rojo por lo que había dicho Danny, pero
sonreía ampliamente.
—Qué guapo eres —espetó el castaño acariciando la cara
de su novio, que rio.
—Qué borracho estás —repuso dándole un beso en el
dorso de la mano.
—Que esté borracho no significa que esté ciego —dijo Stiles
con fastidio.
—Ya lo sé, pero exacerba mi belleza y tu ceguera.

El menor rio estúpidamente y echó la cabeza en el hombro


de Derek, que le dio un beso en la frente y rebuscó en sus
bolsillos. Le tendió un papel a Stiles sonriendo de medio
lado, pero el otro lo miró sin comprender.

—La carta de este verano, que no podía faltar. —El castaño


lo miró ilusionado y la desdobló con manos temblorosas.

“Querido Stiles:

Este año iba a empezar a escribir la carta el primer día de


campamento al ver que no venías, pero cuál fue mi sorpresa
cuando empezaste a hablar conmigo, sin saber yo quién
eras ni tú quién era yo. Por fin volviste, y yo no tengo
palabras para explicarte el hecho de tenerte este verano
conmigo.

Gracias por todos y cada uno de los momentos como


monitor en los que me has ayudado con los críos, que a
veces son insufribles como tú y yo sabemos, pero eres un
monitor excelente y tanto los niños como yo te adoramos.
Gracias por las conversaciones hasta la madrugada, y gracias
millones de gracias por la cita en el pueblo, por dejarme ser
tu primer amor y por ser tú el mío. Espero fervientemente
ser el único en tu vida, pero está claro que eso no lo decido
yo.

Gracias por esa primera vez grandiosa, tan increíble que


ojalá se repitiera una y otra vez, pero con bebidas isotónicas
de por medio para recuperarnos, que no puede ser bueno
correrse tanto xD

Quiero que éste sea nuestro segundo verano juntos, pero


que sea el segundo de todos los que me queden, porque
ahora mismo no sé vivir sin que estés tú.

Te quiere,

Derek

PD: la he escrito el último día porque el resto del verano me


he dedicado a hacerte feliz, que es lo que de verdad
importa.”

—Eres un completo imbécil —gimió Stiles echándose a


llorar sin evitarlo, pero con una sonrisa enorme—. No quiero
irme de aquí, ni alejarme de ti, ni nada de eso —se quejó
frunciendo el ceño—. Ojalá un verano que durase un año
entero, ¿eh? —murmuró dándole un beso—. Te quiero.
Gracias por la carta.
19.

Permanecían en un silencio demasiado cómodo para


romperlo. Stiles le acariciaba distraídamente el pelo al
moreno, que tenía los ojos cerrados y estaba echado en el
hombro del otro. Suspiró y levantó la cabeza y sonrió.

—Se me ha ocurrido algo —dijo con expresión malévola.


—Me das miedo, ¿qué se te ha ocurrido, que me das mucho
miedo?
—Bueno... hoy ya no hay niños —comentó acariciándole la
mandíbula con el pulgar suavemente.
—Qué observador eres, Derek. Me asombra que te hayas
dado cuenta —repuso poniendo los ojos en blanco. El
moreno se acercó a él hasta quedar a centímetros de su
boca.
—Hoy podemos colarnos en una cabaña de los críos y así
tenemos toda la noche para nosotros —murmuró
repasando su rostro con detenimiento, provocándole un
escalofrío y que Stiles se mordiera el labio inferior.
—Me parece una idea genial —ronroneó sacando la lengua
y lamiendo su boca.
—Eres perverso. —El castaño sonrió y se levantó, tirando de
Derek para que fueran.
—Tengo que coger las cosas —dijo alzando las cejas.
—Oh —repuso Stiles y se acordó del lubricante—. ¡Yo
también!

Derek rio entre dientes y ambos se fueron a sus cabañas a


buscar lo que necesitaban. Al entrar Stiles en la suya corrió a
taparse los ojos al ver a Danny y a Ethan retozando en la
cama.

—¡No he visto nada!


—Stiles, estamos vestidos —espetó Ethan riéndose en voz
baja, y el castaño se quitó las manos de la cara.
—Joder, qué susto.
—Más susto nos has dado a nosotros, cabrón. ¿Y Derek? —
preguntó Danny poniéndose la camiseta bien.
—Pues estaba con él, y ahora lo veo... que tengo que coger
una cosa.
—¿Vais a aprovechar la última noche, eh? —comentó
arqueando las cejas.
—Sí, pero no como otros vamos a buscar otro sitio —repuso
buscando entre sus cosas. Había hecho ya la maleta por lo
que tuvo que deshacer el equipaje entero para encontrar el
neceser donde escondía el lubricante—. Bueno, seguid a lo
vuestro, que ya me voy. Echad el puto pestillo, joder —dijo
riéndose y saliendo de allí.

Se encontró con Derek en la puerta y casi le da un infarto al


no esperárselo. El moreno se rio y lo agarró del brazo,
tirando de él hasta la puerta de una de las cabañas de los
niños que estaba más alejada del campamento.

—Vamos, que has escogido la que está más lejos de todo,


¿eh? —repuso Stiles observándolo sacar el manojo de llaves
de su bolsillo y abrir la puerta.
—Hombre, hay menos posibilidad de que nos pillen y nos
puedan echar la bronca. Soy un chico preparado.
Le hizo pasar al interior y Stiles se quedó con la boca
abierta. Las literas estaban pegadas a las paredes y había un
par de colchones en el suelo para hacer una cama doble un
poco rudimentaria.

—¿Y esto? —preguntó Stiles con media sonrisa.


—Bueno, que las camas de noventa son incómodas... y no
digo nada de las literas, son una mierda. Así que he cogido
dos colchones et voilà, ya tenemos cama de matrimonio —
comentó señalando al suelo—. Espero que no te parece muy
cutre, porque tampoco podía hacer mucho más...

El castaño dejó el neceser en una mesa que estaba junto a la


mesa y besó con ganas a Derek, que abarcó la espalda del
chico para pegarlo a él. Jadeó contra sus labios cuando el
beso cobró velocidad, y Stiles pegó la espalda del moreno
contra la puerta y sonrió contra su boca, separándose un
poco.

—Ahora te empotro yo —dijo risueño.


—Oh, pero sabes que yo lo hago mucho mejor —murmuró
Derek con media sonrisa.
—¿Me estás desafiando?

Lo besó de nuevo, pasando sus manos por el cuello del


mayor y enredando sus dedos en el pelo y agarrándolo con
fuerza, haciéndole gemir en voz baja. Stiles notó el despertar
de Derek, y se frotó deliberadamente contra su entrepierna,
comenzando a bajar sus manos por los costados y colando
sus manos bajo la camiseta del moreno.

Apretó su agarre y se separó un poco de él, suspirando


contra su boca. Stiles miró con una sonrisilla a Derek, que
apoyó la cabeza contra la puerta y sonrió de medio lado. Sin
mediar palabra, el castaño fue descendiendo con lentitud,
seguido por la mirada del mayor que respiraba
pesadamente.

Stiles besó la piel justo encima de la hebilla del cinturón,


arrancándole un jadeo a su novio, antes de desabrochárselo
junto a los pantalones. Lamió la cabeza del pene por encima
de la tela y Derek le agarró el pelo con fuerza, suspirando y
cerrando los ojos.

—¿Quién eres tú y qué has hecho con mi novio? —dijo con


la voz cargada de excitación mirando al castaño, que le
sonrió desde el suelo.
—¿Por qué lo dices? —preguntó acariciando su miembro y
sacándolo del encierro de la ropa interior.
—Joder porque esto roza la peli porno —gimió cuando el
otro le dio una lamida a la punta.
—Bueno, habrá que hacer algo especial, ¿no?

Dicho aquello se la introdujo en la boca un poco, dejando


un rastro de saliva que hizo gruñir a Derek. Stiles sonrió y
volvió a meterla un poco más, con lentitud, hasta que estuvo
casi entera dentro. Al ver que no iba a poder meterse más
en la boca, apretó los labios y la sacó con dolorosa lentitud.
—Stiles... joder...
—Shhh —siseó el susodicho masturbándolo un poco—. Un
poco más, me gusta estar aquí abajo y escucharte.

Jadeó cuando repitió el movimiento acelerando sus lamidas,


y sus manos agarraron el pelo de Stiles y siguió los
movimientos de su cabeza. Apretó los dientes y lo alejó de
su entrepierna.

—Ya. No quiero correrme así —murmuró esbozando media


sonrisa. El castaño se mordió el labio y subió a sus labios,
besándolo con fuerza y dejándose empujar hasta los
colchones.

Derek se colocó la ropa interior y cogió el neceser que había


llevado Stiles, dejándolo más cerca de la cama improvisada.
Se arrodilló en el colchón entre las piernas del castaño, y le
desabrochó los vaqueros, bajándole la prenda junto con la
ropa interior.

Se inclinó hacia el castaño y lo besó, agarrando la base de la


camiseta de Stiles y se la quitó, pasando las manos desde su
pecho, siguiendo por su estómago y acabando en su pelvis,
haciendo círculos sobre sus caderas haciendo que el castaño
se revolviera por las cosquillas.

—¿Quieres hacerlo conmigo, Stiles? —susurró volviendo a


inclinarse sobre él y besándolo levemente.
—Joder Derek —gruñó el castaño con media sonrisa—. ¿Tú
qué crees?
—Bueno, quiero que me lo pidas —murmuró mordiéndose
el labio y mirándolo fijamente.
—Hazme el amor —rogó el menor con una mirada de
súplica. Derek volvió a besarlo y asintió.
—Sus deseos son órdenes para mí.

Stiles rio bajo los besos que le fue depositando desde su


cuello hasta su ombligo, sintiendo una mezcla entre
cosquillas y placer. El moreno abrió el neceser y cogió el
lubricante, echándose un poco en los dedos. Después del
tercer intento para cerrar el bote, se lo tuvo que dar a Stiles,
que riéndose lo cerró.

—Muy gracioso, oye —gruñó Derek justo antes de lamer


lentamente la cabeza del pene de su novio, haciendo que
estuviera desprevenido para comenzar a introducirle el
primer dedo.

El castaño soltó un ruidito de sorpresa, pero el mayor fue


capaz de encontrar la próstata del otro y la rozó levemente,
provocando que diera un brinco de la sorpresa. Sacó el
miembro de Stiles de su boca y lo miró mal.

—¿Podrías no dar esos botes? Que me va a llegar al cerebro


—espetó señalándole la entrepierna. El castaño se echó a
reír risueño, pero se cortó a sí mismo para emitir un largo
gemido al notar el roce a su próstata una vez más.
—Ahí, sí... —jadeó clavando la nuca al colchón.
Volvió a meterse su miembro en la boca y Stiles serpenteó
bajo sus caricias y lamidas, y cada vez jadeaba con más
fuerza y tenía más problemas para dejar de moverse ante el
doble ataque. Ni siquiera se quejó cuando le introdujo el
segundo dedo. Tardó muy poco en meter el tercero, y a
pesar de la molestia del principio, con los movimientos de
Derek se le pasó al poco rato.

—Derek... Derek joder, si sigues así me voy a correr —gimió


largamente.

El moreno se sacó la polla de la boca y le dio una última


caricia a la próstata del menor antes de sacar los dedos. Fue
a coger un condón pero Stiles lo miró intensamente
cogiéndole del brazo.

—No quiero que lo uses —dijo en voz baja. Derek arqueó


las cejas.
—¿Estás seguro? —preguntó atónito.
—Quiero sentirte. Al cien por cien —murmuró.

El moreno lo contempló unos segundos. Stiles estaba con el


pelo revuelto, los ojos brillando de excitación y anticipación
y los labios rojos. Se acercó a él y lo besó con ganas,
mordiendo levemente su lengua, y se separó de él.

—Ábreme el bote que a mí se me resbala —comentó con


una pequeña sonrisa. Stiles rio y le ayudó, vertiendo
lubricante en la mano de Derek, que se acarició la erección
llenándola del líquido viscoso.

Cerró el bote y lo tiró a un lado, preparándose para la


invasión. La sintió en la entrada, caliente, y cogió aire con
anticipación. Comenzó a meterla y Derek ahogó un gemido
poniendo los ojos en blanco y haciendo lo imposible por
aguantar, ya que sin condón sentía todos los pliegues de
Stiles ciñéndose alrededor de él.

El castaño la notaba ardiendo atravesándolo, y gimió


aferrándose a los hombros de Derek y tirando hacia él, para
besarlo con necesidad mientras terminaba por entrar
completamente en su interior.

—Hoy voy a ser un amante de pena porque no sabes lo bien


que se siente... y el aguante que estoy teniendo, ni te lo
imaginas —jadeó Derek lamiendo su cuello y moviendo su
pelvis lentamente, arrancándole un gemido.

Comenzó a embestir, primero pausadamente. Luego aceleró


ante los murmullos de Stiles rogándole más, hasta que el
sonido de las pelvis entrechocando era lo único que se oía
aparte de los gemidos de ambos. Derek apretó los ojos
mordiéndose el labio, y cogió el miembro de Stiles,
masturbándolo con fiereza.

—Córrete Stiles... córrete para mí —gimió con fuerza,


derramándose dentro de él y sintiendo el líquido caliente
saliendo de Stiles le llenaba la mano.
Embistió un par de veces más y jadeó lastimeramente,
dejándose caer a medias sobre el cuerpo del castaño, que
intentaba volver a respirar con normalidad. Había sido
increíble sentir completamente a Derek dentro de él, y el
sentir su semilla aún en su interior lo hizo sonreír de medio
lado.

—Cariño, me estás aplastando —murmuró Stiles intentando


apartarlo, aunque no tenía fuerzas para empujarlo.
—Vaya, lo siento —jadeó saliendo del castaño y poniéndose
bocarriba, recuperando el resuello.
—Necesito papel —rio entre dientes dándole un golpecito
en el costado.
—Uy, cierto. —Se levantó trabajosamente y rebuscó en sus
pantalones, tendiéndole un paquete de pañuelos y
volviéndose a tumbar.

Estuvo limpiándose los restos del orgasmo de Derek para


luego echar la cabeza encima de su novio y mirarlo con una
sonrisa. Le dio un beso en el pecho y soltó un leve sonido
de satisfacción cuando el moreno le acarició el pelo con
suavidad.

—¿Te ha gustado? —preguntó en un susurro Derek.


—Oh, por supuesto. Deberías limpiarte —comentó
señalando con la barbilla la mano con la que le había
masturbado. Cogió el papel y se limpió distraídamente.
—¿Me dejas ahora en mi momento de relajación? —
murmuró el moreno con los ojos cerrados sin dejar de
acariciarle el pelo.
—Eres el colmo del romanticismo —pinchó Stiles intentando
quitarse de encima del cuerpo de su novio, pero éste lo
apresó entre sus brazos. Abrió los ojos y le dedicó una
sonrisa deslumbrante.
—Te quiero, estúpido —le dijo inclinándose sobre él y
llenándole de besos. Se quedó echado de perfil y le acarició
el rostro, contemplando sus facciones con embeleso—. Te
voy a echar de menos —susurró con tristeza, acariciándole
la mejilla suavemente. Stiles le besó la mano.
—Prométeme que nos veremos —dijo con los ojos castaños
brillando gracias a la luz que entraba desde fuera.
—Por lo menos una vez al mes, ya tenga que ir yo o venir tú
a mi casa. Ya sabes que serás bien recibido.
—Ojalá pudiera decir lo mismo yo —repuso torciendo el
gesto.
—Iremos a un hotel cuando vaya a verte —comentó con
una gran sonrisa—. Esto no va a quedarse solo en un amor
de campamento, Stiles. Espero que lo sepas.
20.

Tras levantarse unas horas antes para poder estar un rato


dándose cariño, acabaron dándose mucho más que eso,
entre dentelladas y lametones Stiles se colocó sobre Derek y
lo montó, haciendo que las penetraciones fueran mucho
más profundas que las otras veces.

Fue más lento que el de la noche anterior, porque tenían


que cuidar que Stiles no se hiciera daño con el movimiento,
pero el orgasmo fue mucho más intenso que las otras veces.

Darían un brazo por tener aquellos despertares todos los


días, pero tenían que levantarse y empezar a recoger todo
antes de que fueran los encargados del campamento a
decirles las evaluaciones a cada uno.

Dejaron la cabaña tal y como tenía que estar y salieron a


desayunar con los demás, que parecían resacosos y muy
tristes. Ninguno en el fondo quería irse de allí, pero
lamentablemente ya había pasado lo bueno. Tenían todas
las maletas en las puertas de las cabañas y estaban
revisando que no se les olvidara nada.

Stiles se sentó en el exterior de su habitación y sacó el móvil


para llamar a su tío para que fuera a recogerlo aquella tarde.
Esperó un par de tonos y finalmente respondió al otro lado.

—¿Stiles? —preguntó John con la voz un poco grave.


—¿Te he despertado? —dijo el castaño por toda respuesta.
—No importa hijo, ¿qué pasa?
—Me preguntaba si podías venir hoy al campamento a por
mí, que hoy tenemos que volver a casa. Para que me
acompañes también y no tener que estar solo para... ver a
mi padre, ya sabes.
—Claro Stiles, por descontado. Saldré después de comer de
Beacon Hills, ¿vale? Llegaré antes de las cinco.
—Perfecto, pues luego te veo. Te... te presentaré a alguien,
¿vale? Pero no flipes mucho. —Su tío se echó a reír.
—Vale, no haré juicios precipitados y dejaré que me
sorprendas. Hasta después.

Colgó con media sonrisa y saludó a Derek, que iba hacia él


con su equipaje para dejarlo con el de Stiles. Le dio un leve
beso y se sentó a su lado.

—¿Qué hacías?
—Estaba llamando a mi tío para que me viniera a recoger
esta tarde. Si quieres luego te lo presento... —dijo en voz
baja algo cortado.
—Uh, ¿me vas a presentar a la familia ya? ¿Tendré que
ponerme corbata?
—No seas tonto —rio dándole en el hombro—. Es por si
tenemos que quedarnos en su casa cuando vengas a verle,
sólo eso, para que sepa quién eres y qué intenciones tienes
con su sobrino favorito.
—Tengo las peores intenciones del mundo —murmuró con
una sonrisa traviesa y mordiéndole suavemente—, sólo
piensa en lo que hemos hecho esta mañana y sabrás qué
intenciones me gustaría tener continuamente con su
sobrino.
—Eres un cerdo —espetó enrojeciendo violentamente.
Derek soltó una carcajada y le dio un beso en el hombro.
—Es broma, ya lo sabes. Aunque sí, ojalá tuviera eso todos
los días —dijo suspirando teatralmente.

Cuando estuvo todo recogido y listo, los encargados del


campamento les trajeron comida del McDonalds y se
pusieron todos a comer mientras comentaban las
impresiones que les habían dicho los padres sobre los
diferentes monitores. La gran mayoría eran positivas, pero a
lo que no estaba preparado Stiles era a que le dijeran que la
mejor puntuación la tenía él.

—Todos los padres de los niños que han estado en el grupo


de los pumas estaban encantadísimos con Stiles, con las
historias de Stiles, con el trato, con sus consejos... en
definitiva, enhorabuena Stilinski —dijo la mujer sonriendo
ampliamente—. Estaremos más que encantados de que el
año que viene vengas a trabajar de nuevo. Ojalá quisieras
volver a bordo.

Sus compañeros lo vitorearon ruidosamente, haciendo que


el castaño quisiera esconder la cabeza como una tortuga,
rojo como un tomate. Siguieron diciendo opiniones de los
padres, y en general todos lo habían hecho bien (los niños
también tenían en alta estima a Derek, por lo que lo
agasajaron con cumplidos).
Cuando terminaron de comer, los encargados del
campamento se fueron, y los monitores comenzaron a
abrazarse con fuerza y algunos a soltar lágrimas. Ninguno
quería irse de allí pero no les quedaba otra. Stiles abrazó
con fuerza a Danny y a Ethan, de los que cogió los números
para seguir en contacto con whatsapp. Isaac le prometió ir a
verlo, porque no quería que volviera a desaparecer, y de
nuevo cogió los números del chico y de Mia, que no dejaba
de llorar y abrazarse a todo el mundo.

Con lágrimas en los ojos intentó secárselos antes de abrazar


a Derek, pero su llanto se hizo patente cuando estuvo en los
brazos del moreno, que tampoco estaba en las mejores
condiciones.

—Nos veremos muy pronto, ¿vale? Y te llamaré todos los


días y no voy a dejar que estés mal —murmuró
acariciándole el pelo. De repente se tensó y sintió como si
un jarro de agua fría le cayera por la espalda—. ¡TÚ!

Stiles se giró haciéndose daño en el cuello pero suspiró


cuando vio a su tío bajarse del coche y fruncir el ceño por el
grito de Derek. Acarició el brazo del moreno y le sonrió
débilmente.

—Es mi tío, el gemelo de mi padre —explicó con suavidad, y


el otro se relajó al momento.
—Podrías habérmelo dicho antes, me ha dado un puto
infarto... —gruñó agarrándose el pecho. Stiles fue a abrazar
a su tío.
—Veo que mi hermano no es muy querido por aquí, ¿no?
—No lo tienen en muy alta estima desde aquel verano —
repuso el castaño encogiéndose de hombros.
—Y bien, ¿a quién me querías presentar? —preguntó John
sonriente. Stiles cogió el brazo de Derek y lo puso a su lado,
notando calor en las orejas que empezaban a enrojecer.
—Bueno, éste es Derek. Mi... novio —dijo en voz baja. El
mayor sonrió ampliamente tendiéndole la mano al sheriff,
que los miraba de hito en hito, pero al cabo de unos
segundos reaccionó y le estrechó la mano.
—Vaya, es totalmente una sorpresa pero no me
malinterpretéis, me alegro mucho... —Vio a su sobrino
esbozar una sonrisa ilusionada—. Mira a Stiles, nunca lo he
visto así de contento, ni el día que lo admitieron como
monitor de este campamento —susurró asintiendo, feliz—.
Un placer Derek, espero que vengas a verlo. Si Greg... en fin,
ya sabes, mi casa es vuestra casa.
—Gracias tío John —murmuró rascándose la nuca.
—Bueno, os dejo despediros —comentó John montándose
en el coche. La pareja se alejó un poco, viendo como sus
amigos iban marchándose.

Volvieron a abrazarse con fuerza, intentando que sus


cuerpos se unieran y no tener que separarse, pero
lamentablemente no pudo ser así. Stiles intentó mantener el
tipo pero pronto tenía lágrimas en los ojos.

—Te quiero —murmuró el castaño mirándole a los ojos y


acariciándole las mejillas.
—Y yo, gracias por este verano inolvidable. Hablamos por el
whatsapp, y por favor sé fuerte, ¿vale? Ya sabes que el
demonio no tiene poder en el cielo, y nunca lo tendrá. —Lo
besó con necesidad, notando que él mismo tenía lágrimas
en las mejillas y respiró hondo—. Te veo muy pronto, antes
de lo que pensamos estaremos otra vez juntos.
—¿Nadie te viene a recoger? —preguntó tontamente Stiles.
Derek sonrió dulcemente.
—He venido en coche, cariño. —Volvieron a besarse y el
mayor cogió la medalla que llevaba el castaño en el cuello—
. Estaré aquí mismo, ¿vale? Y también a una llamada de
distancia.

Se separaron dolorosamente y Stiles se secó los ojos


violentamente, aunque las lágrimas no dejaban de caer.
Vocalizó un “te quiero” para el moreno y entró en el coche.
Derek apretó los labios compungido y vio como arrancaba y
se iba alejando, viendo como una parte de él se iba con
aquel vehículo.

***

John no quería interrumpir el llanto de Stiles con alguna


pregunta estúpida o de respuesta obvia, ya que “¿qué tal el
campamento?” se respondía sola. Siguió conduciendo en
silencio, mirando a su sobrino de vez en cuando y viéndolo
escribir en el móvil, y tocándose la medalla del cuello, para
luego acariciar la portada de un libro y de nuevo derramar
unas cuantas lágrimas más.
—Las cenizas de mi madre las he echado allí —murmuró
mirándolo con los ojos inyectados en sangre.
—Bien.
—¿Cómo está Greg? —preguntó el castaño con frialdad.
John lo miró sorprendido.
—Es la primera vez que lo llamas por su nombre.
—No creo que se merezca el título de padre aunque se
intente redimir. —El otro suspiró y miró al frente.
—Pues ha encontrado trabajo, y la verdad es que está
bastante bien. No ha vuelto a beber desde que te fuiste.
—A buenas horas —gruñó poniendo los ojos en blanco—.
¿Sabe que vuelvo hoy?
—Sí, lo he avisado.
—Supongo que no me puedo quedar en tu casa a dormir.
—Stiles... —murmuró John en un suspiro.
—Sí, sí, ya lo sé. Sigue siendo mi tutor y blaba.

Permanecieron en silencio el resto del viaje. De vez en


cuando el chico volvía a llorar, pero la mayoría del tiempo
miraba distraído por la ventanilla. Llegaron a Beacon Hills
por la noche, y John aparcó frente a la casa de su hermano y
de su sobrino.

—¿Quieres que entre contigo? —preguntó el sheriff.


—No, déjalo. No quiero que se crea que me da miedo —
murmuró frunciendo el ceño. Escribió en el móvil,
suponiendo que era para avisar a Derek de que había
llegado bien, y salió del coche—. Mañana te llamo, gracias
por todo tío John.
—Pasa buena noche, Stiles.
El castaño cogió su equipaje e inspiró aire, preparándose
mentalmente para lo que se encontraría detrás de aquella
puerta. Giró el pomo y asomó la cabeza, oyendo tan sólo el
sonido de la televisión. Pasó a la entrada, donde había
recibido golpes por parte de su padre el último día que
estuvo allí, y tragó saliva.

Pretendió subir las escaleras sin ser detectado, pero


apagaron el televisor en el salón y enseguida se tensó y se
quedó quieto. El señor Stilinski encendió la luz del pasillo y
lo vio allí plantado. Se miraron durante unos largos cinco
segundos hasta que su padre recortó distancia, haciendo
que Stiles se encogiera sobre sí mismo. Greg se quedó
helado en el sitio pero luego siguió andando y lo abrazó.

Stiles puso cara de extrañeza intentando liberarse del


abrazo, y cuando se separó lo miró como si estuviera loco.
Lo miraba con una amplia sonrisa, pero aquel gesto lo
aterrorizaba más que cualquier otra cosa.

—Bienvenido, Stiles —le dijo en voz baja. Se le pusieron los


pelos de punta.
—Voy a irme a dormir, que estoy cansado —murmuró
mirándolo con los ojos como platos. Su padre se apartó y le
indicó que subiera.
—Mañana hablamos, si quieres.

Corrió escaleras arriba con sus cosas y pegó un portazo en


su cuarto, respirando agitadamente y quedándose sentado
en el suelo con expresión de miedo. Verdaderamente
aquello le hizo tener pánico absoluto a su padre, mucho
más que antes. Por lo menos cuando le pegaba se esperaba
la paliza, pero eso lo despistaba, porque no sabía si estaba
actuando o pretendía que hiciera la vista gorda después de
tantos años sufriendo bajo su dictadura.

Sacó el móvil con manos temblorosas y Derek le había


mandado varios whatsapps, y tenía tres llamadas perdidas al
no haberle contestado.

“Stiles, ya he llegado a casa. En cuanto puedas dime que


tal con tu padre.”
“Estás bien cariño?”
“Estoy ahora mismo volviéndome loco, por favor
contéstame”
“Joder Stiles voy a matar a ese hijo de puta”

Lo llamó al notar el miedo que estaría pasando Derek por su


culpa, y antes de que diera el primer tono ya lo había
descolgado.

—¿Eres tú Stiles?
—Sí Derek, soy yo —murmuró apenado. El moreno suspiró
aliviado al otro lado.
—Joder, no sabes el miedo que he pasado —dijo con voz
temblorosa, respirando acompasadamente—. ¿Estás bien?
¿Qué tal?
—Bueno... no era lo que me esperaba, para nada. —Se frotó
la cara con la mano libre y suspiró—. Al entrar ha venido a
darme un abrazo.
—¿Qué?
—Ya, yo me quedé igual... y le dije que estaba cansado y
que me iba a dormir, y me ha dicho que si quiere que
hablemos mañana. Y he corrido a mi cuarto y me estaba
dando un ataque hasta que he reaccionado y te he llamado.
—Stiles, si no quieres estar en esa casa ve con tu tío.
—Le pregunté si podía quedarme en su casa y me dijo que
no, por el rollo legal de que Greg sigue siendo mi tutor
hasta los dieciocho... es que mi tío es el sheriff, y otra cosa
no, pero la ley la lleva a rajatabla. —Derek permaneció en
silencio y lo oyó resoplar agobiado.
—Odio no poder hacer nada, Stiles.
—Ya lo haces, de verdad, no sabes lo que me alivia poder
llamarte y que me tranquilices. Ya sabes, ojalá pudiera
dormir abrazado a ti pero eso no podrá ser—repuso con
tristeza. Escuchó a su novio gimotear al otro lado y volvió a
resoplar con fuerza.
—Sé fuerte, Stiles. Y no te fíes de él. Tu tío puede decir lo
que quiera sobre que se ha reformado, pero ese hombre es
un monstruo. Ánimo, y no te olvides que te quiero.
21.

“Buenos días Derek, te he echado de menos esta noche.


Como la anterior, y la anterior, y la anterior...”

Se desperezó bostezando sonoramente. Era verdad que lo


había echado de menos, habían dormido pocos días juntos
pero había cogido la costumbre de dormir abrazado a algo,
y esa noche había babeado a la almohada. Se levantó
frotándose la cara sin acostumbrarse a estar allí de nuevo.
Aquella semana había empezado el instituto y aunque
prometía ser interesante, echaba de menos a su novio
horrores. Ya llevaban dos semanas separados.

“Si yo te contara... ojalá estuvieras aquí, se ha


despertado contenta”
“Quién?”
“En serio Stiles?... me he despertado cachondo, no sé qué
coño habré soñado...”

Le dio la risa floja cuando entendió que la que se había


despertado contenta era la entrepierna de Derek, y se
mordió el labio divertido.

“Ah bueno, dile que si quiere estar más contenta que mi


lengua la espera”
“Gilipollas, no la envalentones que se emociona jajajaj”
“Eso te pasa por decirme eso, ahora tengo todo el derecho
del mundo a torturarte”
“Cómo has dormido?”
“Mira cómo cambia de tema... bien, aunque esta cama se me
sigue haciendo extraña”
“Ya, a mí me pasa lo mismo... y cambio de tema porque
no puedo ponerme a hacer cosas de mayores porque
estoy escuchando a Cora que va a entrar en breves en el
cuarto... es que este fin de semana me toca hacer visita
familiar, y es una mierda. Y Cora está pesadísima para
que le compre nosequé... aquí viene. Ahora hablamos”

Sonrió de medio lado y se guardó el teléfono en el bolsillo


del pijama. Suspiró antes de abrir la puerta y bajó las
escaleras. Su padre había intentado hablar con él en
múltiples ocasiones, y en una de las veces Stiles le había
pedido espacio, que cuando él viera que podía mirarlo a la
cara hablarían lo que Greg quisiese. Y para sorpresa del
castaño, el otro había aceptado. Así que esas semanas se
habían ignorado, para sólo hablarse sobre lo esencial.

Desayunó echándole un vistazo a las noticias y se dio prisa


para llegar a tiempo a clase. Era viernes, y eso significaba
que los de su clase saldrían. Él lo intentaba evitar por todos
los medios, pero había conocido a dos chicas con las que se
llevaba bastante bien y que les encantaba el hecho de que
fuera gay.

Se vistió con la camiseta de Batman que tenía también


Derek y le mandó una foto, diciéndole que se la ponía para
acordarse de él. Cogió la mochila para salir pitando de casa
mientras leía la respuesta.
“Pues ahora me la voy a poner también, que así te siento
más cerca”

Stiles ahogó un suspiro y condujo hasta el instituto de


Beacon Hills, donde un montón de chicos y chicas llegaban
a esa hora. Aparcó y al bajarse vio a Allison y a Lydia
esperándolo en la puerta.

—¡Por fin se dignó el señorito! —exclamó Lydia agitando su


melena pelirroja, dándole en la cara al castaño.
—Buenos días a ti también —dijo con fastidio el chico.
—Déjala, ayer no pudo conseguir el permiso de sus padres
para salir —explicó la chica que estaba junto a ella, morena
y bastante alta. Se trataba de Allison.
—Pero hemos ideado una estrategia —empezó a contarle la
otra—, diré que me quedo en casa de Ally esta noche, y nos
iremos de fiesta.
—¿De verdad tengo que ir yo? —se quejó Stiles abriendo su
taquilla y poniendo los ojos en blanco.
—Claro, es que es a ti al que hay que animar —contestó la
morena con una sonrisa deslumbrante.
—Pero si yo estoy muy animado... —murmuró cogiendo sus
libros y cerrando la puerta.
—Ya claro Sti, y yo soy monja. Sé que echas de menos a tu
novio, y seguro que estaría de acuerdo de que te sacáramos
a despejarte. —El castaño apretó los labios y suspiró
poniendo los ojos en blanco ante las palabras de Lydia.
—¿A qué hora entonces?
El resto de la mañana pasó rápidamente, la sombra del fin
de semana se ceñía sobre todos los chicos del instituto, que
hervían de la emoción ante los planes de aquella noche y
del día siguiente.

Sus amigas se pusieron a hablar de ropa mientras él


masticaba con parsimonia mandándole mensajes a Derek,
que ya se había puesto en marcha y al estar conduciendo no
podía mirar el teléfono, por lo que le empezó a decir
chorradas por la ventana de mensajes.

“Stiles, al final tengo un accidente por tu culpa, deja de


contarme chistes xD”

Apretó los labios y sonrió, guardando el teléfono y mirando


a las dos chicas, que tenían puesta la vista en él. Las observó
interrogante.

—¿Qué pasa?
—Vaya sonrisa de idiota —dijo Allison riéndose.
—¿Qué dices? —espetó con las orejas rojas.
—Me encanta lo adorable que te pones cuando hablas con
él —repuso Lydia masticando su ensalada—. ¿No tiene tu
novio un hermano gemelo que sea heterosexual?
—No lo creo —rio Stiles recogiendo su bandeja y
cruzándose de brazos—. Daos prisa que tengo que hacer las
pruebas para el equipo de lacrosse.
—¿Quieres que vayamos a animarte? —preguntó la morena
con una sonrisilla.
—Si no os importa, sí.
***

Stiles se bajó del jeep que había comprado de segunda


mano con el dinero del campamento y se guardó las llaves
con una sonrisa. Fue a entrar a su casa pero escuchó chistar
a sus espaldas, encontrándose con su vecino cargado con
latas de pintura.

—Eh, ¿quieres ganarte unos cuantos dólares? Necesito una


mano para pintar el salón.
—Pues... vale, venga, tengo un rato antes de salir esta noche
—contestó con una sonrisa, y fue hacia el jardín de al lado.
—Gracias Stiles, me he pasado toda la mañana cubriendo
los muebles con plásticos y colocando la cinta de pintor en
los filos, y ahora sólo necesito pintar y terminar hoy, a ser
posible.

Entraron en la casa y Stiles dejó la mochila y el palo de


lacrosse en la entrada. Al haber pasado las pruebas del
equipo le habían dado el stick para que fuera practicando él,
aunque no supiera cómo lo haría. Se quitó la chaqueta y la
colgó en el perchero de la entrada.

—¿Y de qué color lo vas a pintar? —preguntó el castaño con


una sonrisa.
—Soy tradicional, un color claro para que parezca una
habitación más grande. El color burdeos de ahora me
agobia.
—Pues habrá que pintar de blanco primero para eliminar el
color rojizo y luego del color que quieras.
—Es cierto —sonrió mirando a Stiles con aprobación—. Eres
bueno chaval, no me lo esperaba.

Escucharon un pitido en el exterior y Peter se excusó para ir


al jardín, quedándose Stiles examinando lo que había hecho
su vecino cubriendo los muebles y con la cinta de pintor. Lo
escuchó entrar de nuevo.

—Bueno aquí vienen un par de manos más. Te presento a


mi sobrino.

Cuando se dio la vuelta juraría que estaba perdiendo la


cabeza, porque el que había entrado en la casa era nada
menos que Derek. Abrió la boca de par en par y el moreno
soltó una carcajada incrédula y dejó la maleta a un lado para
abrazar al castaño con fuerza. Peter los miró sin entender.

Stiles temblaba de arriba abajo y apretaba a su novio como


si se fuera a desvanecer si lo soltaba. Derek pasó las manos
por la espalda del chico acompasadamente y se separó un
poco para mirar a su tío.

—Tu vecino es mi puto novio, Peter —comentó riéndose y


volviendo a abrazarlo.
—¿Por qué lleváis la misma camiseta? —preguntó su tío
enarcando una ceja.
—Ah —rio Stiles mirándose a sí mismo y luego a Derek—. Es
verdad.
—Me la puse para acordarme de él, y supongo que él igual
—comentó el moreno.
—Bueeeno... —dijo Peter dando una palmada y yendo hacia
las escaleras—. Os dejo solos, ahora bajo.

Cuando desapareció su tío, Derek cogió la cara del castaño


entre sus manos y lo besó con ansiedad, dejando que Stiles
enredara sus dedos en el pelo para que lo pegara aún más a
él. Se separaron respirando con dificultad.

—¿Qué coño haces aquí? —espetó el castaño con una


sonrisa enorme.
—La visita familiar era para ver a mi tío Peter —repuso
mordiéndose el labio y acariciando sus mejillas—, y me ha
dicho en el jardín que tendríamos la ayuda de su vecino, y
casi me da un puto infarto al verte —rio abrazándolo de
nuevo—. ¿Y cómo es que no sabía que eras de Beacon Hills?
—No sé, nunca lo mencioné supongo —comentó
encogiéndose de hombros y dándole otro beso—. ¿Hasta
cuándo te quedas?
—Hasta el miércoles, tengo que ayudar a Peter con las obras
de su casa, pero supongo que puedo suplicar unos cuantos
días más por asilo político para estar más tiempo contigo.
—Por favor —rogó el castaño haciendo un puchero,
haciendo reír a Derek. Peter volvió a bajar las escaleras.
—¿Empezamos?

Se pusieron un par de camisetas viejas que les había bajado


el tío del moreno, y empezaron a pintar de blanco la primera
capa. Peter les preguntaba que cómo se habían conocido y
como era que no sabía que su sobrino era gay.

Derek explicó pacientemente todas las cosas, que él era el


chico que había conocido cuando era pequeño en el
campamento y que por eso había estado yendo como
monitor del campamento, para volverlo a ver y que por fin
aquel año habían podido coincidir.

Peter parecía habérselo tomado bien, tampoco es que fuera


mucho más mayor que ellos, por lo que entendió
perfectamente el deseo de Derek de quedarse unos días
más. Cuando acabaron de pintar el salón, agotados y llenos
de pintura, se sentaron a beber una cerveza.

Stiles miró el reloj y casi escupió la cerveza al ver la hora. Su


novio lo observó enarcando una ceja y se levantó cuando el
otro casi sale corriendo.

—¿Qué pasa? —preguntó siguiéndolo a la entrada.


—Que he quedado con dos amigas a salir esta noche y
tengo aún que arreglarme... ¿Vendrás? —dijo esperanzado,
ilusionado ante la posibilidad que Allison y Lydia se
murieran de envidia al ver a su novio, aunque también
quería presentarlo porque, joder, casi era famoso entre ellas.
—Claro, si quieres que vaya iré.
—Pues voy a ducharme y arreglarme, vengo después. Ponte
guapo —comentó sonriente dándole un pequeño beso.
Se fue a su casa y ni saludó a su padre, que estaba en la
cocina comiéndose un sándwich. Lo miró subir corriendo las
escaleras y a los pocos segundos oyó la ducha. Suspiró en
voz baja y frunció el ceño, preguntándose cuándo podrían
hablar.

Stiles salió de la ducha e intentó peinarse un poco aún en


toalla, y al ver lo imposible que era domar su pelo resopló y
lo dejó tal cual. Al entrar en su cuarto casi le da un infarto al
ver a Derek sentado en el alféizar de la ventana con una
media sonrisa.

—¡¿Qué haces aquí?! —preguntó frunciendo el ceño—. Me


parece un poco de acosador que te cueles en mi cuarto.
—Bueno, que me he duchado a toda velocidad y he
decidido practicar mis dotes de escalada —dijo con una
sonrisa de oreja a oreja. El otro no pudo evitar imitarlo y
acercarse a él para besarlo con ganas, el tenerlo allí le hacía
sentir una garra en el estómago de excitación—. Dios cómo
te he echado de menos —murmuró profundizando el beso y
arañándole la espalda con ganas, abriendo las piernas y
dejando que Stiles se pegara más a él.
—Como no paremos vamos a llegar tarde —susurró sin
dejar de besarlo. Derek lo miró enarcando una ceja con una
sonrisilla—. Bueno, podría decirles que había ido a
recogerte.

Ante aquella frase Derek se levantó y empujó al castaño


hacia la cama, haciendo que sus besos se convirtieran en
dentelladas que recorrían su piel. Stiles se iba a hacer sangre
de tanto morderse el labio inferior para contener los
gemidos.

—Mi padre está abajo —dijo el castaño en voz baja.


—No pretendía hacerlo ahora, quería saborearte un poco —
comentó repasando su mandíbula con la lengua—.
¿Quieres?
—Sí, sí, por favor —rogó con voz necesitada, y Derek fue
bajando los besos por el pecho de Stiles. Le quitó la toalla y
vio la necesitada erección del chico.

La lamió con suavidad antes de metérsela en la boca,


haciendo que Stiles gimiera en voz audible. Le dio un
golpecito en el estómago para que se callara y siguió con su
labor. El castaño sentía la lengua húmeda y caliente en su
miembro y contuvo un violento escalofrío, le iba a volver
loco con esa boca.

Comenzó a masturbarlo a la vez que succionaba, haciendo


que la poca cordura que le quedaba a Stiles se fuera por la
borda y se corriera con brusquedad en la boca del moreno,
que esperó que acabase para sacarse el pene de la boca y lo
mirara con una sonrisa torcida.

—Vístete que vamos a llegar tarde. —Stiles resopló agotado


y sonrió estúpidamente, incorporándose trabajosamente.
22.

Vio a sus dos amigas en la puerta del local: Lydia con cara
de molestia golpeando el suelo con el pie y Allison
consultando su móvil a la espera de algún whatsapp de
Stiles. Éste miró unos segundos a Derek.

—Siento si se ponen pesadas, pero tenían muchas ganas de


conocerte, así que ten paciencia que sólo serán insistentes
un rato al principio, el resto del tiempo son totalmente
inofensivas. —El moreno rio ante las palabras de Stiles y le
apretó la mano.
—No pasa nada, si son amigas tuyas me caerán bien. Espero
caerles bien yo. —El otro lo miró enarcando la ceja como
queriendo decir que quién iba a osar sentir repulsa por
alguien tan perfecto como él.

Stiles se soltó de su novio y fue junto a sus amigas. Lydia


alzó los brazos al cielo y Allison frunció el ceño. Levantó las
manos en son de paz y se mordió el labio dudando unos
segundos.

—¡POR FIN! Te odiaré de por vida si todos los solteros


heterosexuales ya han ligado, Sti.
—Perdón, perdón. Es que he recibido visita —murmuró con
una sonrisilla señalando a Derek, que estaba justo detrás
suya saludándolas.

Ambas se quedaron con la boca abierta porque ni en mil


años se esperaban que Stiles apareciera con su novio, por lo
que tardaron en reaccionar, ante la mirada divertida del
moreno y el ceño fruncido del otro.

—¡Bueno! ¿No pensáis saludarlo? —espetó cruzándose de


brazos, ofendido.
—¡Hola! Soy Lydia, ¿tienes algún familiar guapo y
heterosexual que se te parezca? Es sólo para una encuesta
—dijo la pelirroja adelantándose para darle un leve apretón
de manos.
—Bueno, mi tío Peter tiene diez años más que vosotras,
quizás os guste —repuso divertido, ganándose la mirada de
su novio de “ni se te ocurra”.
—¡Qué ganas teníamos de conocerte! Stiles no para de
hablar de ti, y siempre tiene una sonrisa estúpida en la cara
cuando habláis por whatsapp —comentó la morena con
entusiasmo.
—Seguro que casi la misma que pongo yo... —dijo Derek
dándole un codazo al castaño, que tenía las orejas rojas.
—Son riquísimos —inquirió Lydia con cara de pena—, ¿por
qué no puedo tener un novio así?
—¡Porque es mío! —espetó Stiles empujando a la chica, que
se reía mientras caminaba dentro del local.

Los otros dos los siguieron con una sonrisa y entraban en


una zona de mesas con sillones. Ellas se encargaron de
llevarlo todo al guardarropa mientras los chicos iban a pedir
a la barra.

—Sospecho que no nos venderán alcohol... —comenzó


Derek torciendo el gesto.
—Bueno, tú pareces mayor —dijo Stiles, ganándose la
mirada de fastidio del moreno—, Intenta pedir tú las copas,
te espero en la mesa. —Le dio un pequeño beso y se sentó
en un sillón semicircular. Llegaron sus dos amigas sonriendo
ampliamente.
—¡Es guapísimo! —espetó Lydia agarrándolo por un lado.
Allison fue por el otro.
—¿Ha venido a verte sin avisar? ¡Qué gesto taaan
romántico! —Intentó soltarse pero las dos lo tenían
fuertemente agarrado.
—En realidad venía a ver a su tío, que resulta que es mi
vecino. Él no sabía que yo vivía aquí.
—¿Qué clase de novio eres que no le dices dónde vives? —
preguntó la pelirroja.
—Pues uno que está empanado.

Derek le hizo un gesto para que fuera a por los vasos, pero
fue Allison la que lo ayudó. Entre los dos los llevaron a la
mesa y el moreno ocupó el lugar de la chica, que se sentó
junto a su amiga.

—¿Y bien? ¿Qué cara puso Stiles cuando descubrió que el


sobrino de su vecino eras tú? —inquirió la pelirroja
bebiendo de su vaso—. ¿Cómo has conseguido que nos
pongan alcohol? —dijo sorprendida.
—Bueno, mi caída de pestañas es increíble —repuso Derek
con una sonrisa, ganándose una mirada molesta de Stiles.
—¿Has ligado con la camarera?
—¡Ella ha ligado conmigo! Pero vamos que gracias a eso no
me ha pedido el carnet —contestó el moreno pinchándole
la mejilla a su novio—. Bueno, pues su cara fue más o menos
la mía... casi se me cae la mandíbula al suelo. Vosotras
porque lo veis todos los días, pero yo me llevo dos semanas
sin verlo y cuando lo tengo delante... —Sonrió
distraídamente y lo miró—. Las fotos no le hacen justicia
para nada.
—Ya vale —dijo el castaño rojo como un tomate.
—Pareces una bombilla roja, Sti —comentó Lydia
carcajeándose.
—¿Y de verdad lo esperaste tantos años? —preguntó la
morena asombrada.
—¿Lo has visto bien? —interrumpió la pelirroja burlona,
pero luego besó a su amigo en la mejilla—. Es broma
tontorrón.
—Sí, pues menos mal porque te iba a tirar la copa encima
de ese vestido —bufó el otro.
—Lo hubiera esperado más años, pero si no hubiera venido
este verano hubiera salido a buscarlo.
—¿En serio? —dijo con asombro Allison.
—Pues claro. Tenía que verlo, ya no sólo por él, sino por mí.
No hubiera podido seguir adelante si no cerraba ese
capítulo de mi historia. Menos mal que salió bien —explicó
Derek.
—Y tanto... Y bueno, ¿era lo que esperabas? No es por
menospreciarte Sti, pero con los modelitos que a veces te
pones no sé cómo te lo pudiste ligar... —dijo Lydia
retorciéndose un mechón.
—Pues lo recordaba más alegre y feliz. Al principio... había
poco del Stiles que yo conocí cuando niño, pero después de
cortejarlo un tiempo —bromeó—, pude ver que el antiguo
Stiles estaba enterrado debajo de esa máscara de chulería, y
lo rescaté y me lo quedé —repuso con orgullo el moreno.
Su novio le sonrió de medio lado.
—Yo me lo esperaba menos crecido —comentó Stiles—,
pero la verdad es que su cuerpo ahora está mil veces mejor
—dijo asintiendo con solemnidad.

Siguieron hablando de otras cosas (Lydia seguía insistiendo


en saber si había algún familiar de Derek disponible para
ella) hasta que se vieron interrumpidos por un camarero,
que le tendió una copa a Stiles con una nota.

—De parte de aquel chico —explicó aquel chaval antes de


retirarse. Los cuatro miraron a donde había señalado. Derek
miró la copa y luego a su novio antes de levantarse.
—Derek —espetó Stiles agarrándolo del brazo, pero el
moreno se zafó.
—No sé quién se ha creído que es...
—Pues un tío que se pensaría que estoy soltero, joder.
Cálmate —gruñó intentando volver a sentarlo, pero Derek
hizo caso omiso y fue hasta el chico de la barra. Era castaño
y tenía los ojos grises. Frunció el ceño.
—Había invitado a tu amigo. Esas chicas están demasiado
ocupadas intentando ligar contigo —dijo el desconocido.
—Bueno, pues por si quieres saberlo, YO soy el novio del
chico al que acabas de invitar —graznó con el ceño
fruncido. Al otro le cambió la cara y levantó ambas manos
en son de paz. Derek se fue a acercar para resultar más
amenazante pero tiraron de él hacia atrás y lo alejaron de él.
—Perdónalo, en serio... gracias por la copa pero estoy con
él, lo siento —repuso Stiles antes de volverlo a sentar en la
mesa ante la mirada atónita de las dos. El castaño parecía
fuera de sí—. ¡¿Qué coño estabas pensando, Derek?! —
espetó de malas maneras.
—Pues decirle que estabas pillado, joder, ¿tan grave es?
—¿Tenías que hacer un numerito? —preguntó Stiles
frotándose la frente con nerviosismo, intentando
tranquilizarse.
—Venga Sti, déjalo ya —murmuró Lydia acariciándole el
brazo.
—Me voy —gruñó el castaño levantándose bajo la atenta
mirada de los otros tres.
—Stiles, no —dijo Allison poniéndose también de pie.
—De verdad Ally, ahora mismo estoy muy alterado.

Salió dando zancadas del bar, sin saber muy bien cómo
sentirse. Bueno sí, un poco estúpido por haberse ido de allí
así después de que su novio estaba en la ciudad, algo que
debería hacerle feliz pero que sin embargo lo tenía allí en la
calle con frío y con un mosqueo por una tontería.

Decidió sentarse en la acera a esperar a los otros cuando


quisieran salir, y así se le enfriarían las ideas. Estaba con la
vista clavada en el suelo cuando oyó pasos, y sonrió
inconscientemente al pensar que era Derek.

—¿Me puedo sentar contigo? —preguntó una voz


desconocida. Al mirar vio al chico de la barra.
—No creo que sea buena idea —murmuró el castaño
volviendo a agachar la cabeza.
—¿Por qué se pone así? —comentó haciendo caso omiso y
poniéndose a su lado.
—No creo que lleve bien que un desconocido intente ligar
conmigo. Yo tampoco lo llevaría bien si intentan ligar con él.
—Pues las chicas no dejaban de tontear con tu novio...

Stiles lo miró indignado y fue a decirle una expresión


malsonante pero de repente cogieron al chico por las
solapas de la chaqueta y lo alzaron. Al mirar vio a Derek con
una expresión que daba miedo.

—¿No te ha quedado claro que es mi novio? —gruñó


entrecerrando los ojos y alzándolo un poco del suelo. Allison
y Lydia llegaron corriendo detrás de él.
—¡Derek, para! —gritó Stiles fuera de sí, intentando hacer
que lo soltara.

El moreno lo soltó ante la petición de su novio pero siguió


mirándolo amenazadoramente. Stiles intentó tirar de él
hasta que lo consiguió, pero segundos después el chico al
que hacían caso omiso le pegó un puñetazo a Derek, que
enseguida se envaró y contestó al golpe. Le costó pararlo
pero el castaño tiró de él separándolos, y pronto tenían a un
montón de gente alrededor.

—¡Me ha pegado! ¡Me ha pegado sin motivo! —gritó el que


había empezado la pelea.
—¡¿Qué?! ¡Has sido tú! —chilló Lydia indignada.
Se formó un pandemónium en el que se hablaban a gritos,
hasta que una sirena los calló a todos. El sheriff. Stiles
parecía disgustado y agachó la cabeza cuando vio a su tío
salir del coche. John lo reconoció enseguida.

—¿Stiles? ¿Derek?

El moreno estaba cruzado de brazos con chulería mirando al


otro que seguía quejándose desde el suelo, y Stiles estaba
entre ambos, disgustado. Allison y Lydia se mantenían al
margen.

—¿Qué demonios ha pasado?


—¡Me han pegado!
—¡Eso es mentira! —gritó Allison. John miró a los dos que
conocía.
—¿Y bien?
—Este tío nos estaba molestando —empezó el castaño en
voz baja sin mirar a su tío—, y Derek se ha puesto nervioso,
pero él ha pegado primero a Derek y sólo se ha defendido,
de verdad.

Su tío se quedó ceñudo unos instantes antes de señalar a su


compañero para que esposara al otro, mientras él sacaba las
esposas para Derek. Stiles lo miró incrédulo.

—Es mi deber Stiles, lo siento. Ven ahora a la comisaría —


susurró su tío mientras empujaba a Derek al coche y lo
metía en el interior. El otro agente hacía lo mismo por el
otro lado del coche.

Vio el vehículo alejarse y apretó los dientes, enfadado. Sus


dos amigas se pusieron una a cada lado y Allison ofreció su
coche para ir a la comisaría. Stiles permanecía en silencio a
pesar de las constantes preguntas de Lydia, que desistió
cuando la mirada de su amiga se tornó dura. Cuando
llegaron vieron a John Stilinski esperarlos en la puerta con el
ceño fruncido.

—Cuéntame tranquilamente qué ha pasado, Stiles. Sin gente


desconocida delante.
—A ver —dijo tomando aire—, estábamos en el bar tan
tranquilos, charlando los cuatro, cuando ése me invitó a una
copa, y Derek le dijo no de las mejores maneras que él era
mi novio. Ambos nos pusimos algo nerviosos y me salí fuera
para tomar el aire, y este tipo me siguió y empezó a decir
que Derek estaba tonteando con ellas ahí dentro. —Torció
el gesto con disgusto—. Entonces salió Derek y lo agarró de
la chaqueta pero enseguida lo soltó, entonces cuando
estaba distraído el tío le pegó, y él sólo se lo devolvió. No
pasó nada más porque empezó a llegar gente, y luego
aparecisteis.

John se mordió el pulgar pensativo, para luego suspirar e


indicarles que lo siguieran. Fueron tras él y bajaron al
calabozo, donde el tío que los había molestado daba vueltas
en una celda, mientras que Derek estaba sentado con las
manos en la cabeza en la otra.
—Derek, puedes salir —comentó John abriendo la puerta—.
Han pagado tu fianza —dijo guiñándole un ojo con
disimulo. El moreno se levantó y fue hacia Stiles,
abrazándolo con fuerza.
—Perdón, de verdad. No sé qué me ha pasado —murmuró
el mayor, sintiendo las manos de su novio acariciarle la
espalda.
—Os llevo a casa chicos.

Se montaron en el coche de Allison y permanecieron en


silencio, Stiles acunando la cabeza de Derek en su hombro y
acariciándole el pelo con suavidad. Al llegar y bajarse, el
moreno se apoyó en la ventanilla de Lydia para mirarlas a las
dos.

—Gracias por todo chicas... siento lo de hoy, de verdad. Me


da vergüenza la forma de comportarme que he tenido.
—No pasa nada, Derek, es normal que estuvieras nervioso
—dijo Allison restándole importancia con una sonrisa.
—Y gracias por cuidar de él cuando no estoy —murmuró
sonriéndoles ampliamente.
—Sti es nuestro hermano hortera, algún día lo vestiré como
un Ken —comentó Lydia, haciéndolo reír.

Les hicieron un gesto y caminaron hacia la valla que


separaba los dos jardines. Derek cogió ambas manos de su
novio y las acarició con suavidad para luego besarle ambos
nudillos.
—Perdona lo de esta noche —volvió a decir el moreno.
—No pasa nada Derek —susurró abrazándolo con fuerza—,
ni tú tenías que ponerte así ni yo debía haber reaccionado
así, estamos en tablas, ¿vale? —El otro asintió con una
sonrisa.
—¿Puedo... puedo escalar a tu cuarto como antes? Necesito
dormir contigo, por favor.

Stiles se lo pensó unos largos segundos, pero no encontraba


ningún contra a la vista: eran todo ventajas. Su padre nunca
abría la puerta de su cuarto, por lo que eso lo tenía
tranquilo.

—Vale, ahora te aviso para que subas —dijo dándole un


pequeño beso en los labios.
23.

Tras pasar una semana de ensueño en la que se veían a


todas horas y no pasaban ni diez minutos separados, era el
momento de que Derek volviera a su casa. Era su última
noche juntos y el moreno tenía a Stiles acurrucado entre sus
piernas leyendo un libro. Estaban en el cuarto del menor,
donde no habían sido molestados en toda la semana, por lo
que era algo así como su santuario.

—Deja de leer y préstame atención —se quejó Derek


haciendo un puchero, besando la cabeza del castaño.
—Ay, espera, que estoy a punto de terminar el capítulo.
—Te vas a acabar el libro ya, no me creo que los disfrutes si
los lees tan rápido.
—Tengo la capacidad retentiva muy alta, así puedo tener
mayor velocidad lectora que el resto del mundo.
—Lo que tú digas, pero tu novio se aburre y quiere que le
hagas mimos. Atiende a las exigencias de tu público —rogó
hundiendo la nariz en su cuello y sonriendo contra su piel.
—Me haces cosquillas —dijo riéndose culebreando sobre el
pecho de Derek.
—Eso es lo que pretendía.

Stiles se retorció dejando el libro al lado e intentando


protegerse el cuello, pero su novio lo apresó entre sus
brazos y le mordió el cuello de manera juguetona. El castaño
sonrió y le agarró el rostro, separándolo de él y mirándolo
con cariño.
—Quiero secuestrarte —murmuró acercándose a los labios
del mayor, que sonrió evitando que se juntaran.
—¿Sabes que para secuestrar a alguien el primer paso es
NO decírselo? Además que el secuestrado también sería
secuestrador, porque no te dejaría salir de la cama —susurró
lamiendo suavemente el labio inferior de Stiles, haciéndolo
suspirar.

Finalmente sus labios se encontraron y se besaron con


necesidad y con cierta urgencia. Stiles araño las mejillas de
Derek para pasar sus manos por la nuca del mayor y atraerlo
a su boca. Éste jadeó ante el ataque a su boca y notó la
lengua del castaño arrasar con sus defensas, provocando
que el rato que quería de mimos se convirtiera en un rato
subido de tono.

Se echó sobre él, rozándose deliberadamente con su


entrepierna, torturándolo con suavidad notando el
endurecido miembro de Stiles presionándose contra el suyo.
El gemido del castaño lo encendió aún más, e
incorporándose, se separó de la boca de Stiles para quitarse
la camiseta al empezar a sentir un calor sofocante.

Notó la lengua de Stiles subir desde su ombligo hasta su


esternón para luego morder con cierta brusquedad el pezón
del moreno, que gimió en voz baja y tiró del pelo del
castaño, presionándolo contra él. Éste subió la lengua hasta
el cuello de Derek y lo lamió con devoción para pararse
frente a su boca con una sonrisa chulesca.
—No sabes lo que te odio ahora mismo —gruñó besándolo
con rudeza y volviéndolo a echar sobre la cama. Stiles sonrió
sobre sus labios.
—Si es así me deberías odiar todo el tiempo, no sé a quién
pretendes engañar.

Se incorporó para que Derek le quitara la camiseta y


mordiera su piel a medida que se acercaba a la cinturilla de
su pantalón de pijama. El castaño se retorció por las
cosquillas y rio entre dientes.

—Date la vuelta —pidió Derek besándolo unos segundos de


nuevo en los labios y le sonreía.

Stiles le hizo caso y se dio la vuelta, quedándose bocabajo


con el rostro girado, mirándolo de reojo. El moreno besó la
parte de atrás de su cabeza, mordió con fuerza la nuca del
castaño para después lamerla, provocando que tuviera los
pelos de punta y se retorciera bajo él.

Lo llenó de besos de un hombro a otro, chupando


levemente el camino de la columna vertebral hasta llegar a
la parte baja de la espalda donde se iniciaba la curvatura del
trasero, haciendo suspirar a Stiles.

—¿Me lo vas a hacer así? —preguntó el castaño juguetón,


moviendo el trasero cuando Derek volvió a besar su nuca.
—Sólo si tú quieres.
—Nunca lo hemos hecho en esta postura, quiero probarla.
—Lo que tú mandes —murmuró Derek rozando
deliberadamente su entrepierna con el culo de Stiles, que
gimió ante el contacto.

Se incorporó y se puso de rodilla, agarrando los pantalones


y la ropa interior del castaño y la fue bajando con lentitud,
dándole un mordisco en una de las nalgas pálidas del
menor, que rio ante el gesto. Cuando terminó de quitarle la
parte de abajo volvió a hincarles el diente para luego
lamerlas un poco e ir subiendo por la espalda de Stiles, para
besarle la mejilla y los labios de refilón.

Se levantó para coger el lubricante y se lo echó en la mano,


acariciando con suavidad la entrada de su novio y dejando
entrar un dedo con lentitud, algo que le hizo jadear. Con la
otra mano le masajeó la parte baja de la espalda aliviándole
un poco el dolor para poder colar un segundo dedo y
moverlo para agrandar la entrada. Dio por fin con la
próstata y Stiles se retorció del placer y entonces aprovechó
para meterle el último dedo, del que no obtuvo queja y que
a los pocos minutos ya había obtenido un hueco suficiente
para su miembro.

Sacó los dedos y se puso de pie para deshacerse de lo que


tenía puesto. Cuando sus pantalones y su ropa interior
estaban en el suelo, cogió a Stiles por la cintura y lo atrajo
hasta el filo de la cama, colocándolo sobre sus rodillas y
manos.
Aprovechó el lubricante que había usado antes para
dilatarlo y fue hundiéndose lentamente en su interior,
ahogando el gemido que quiso soltar al notar lo que rozaba
al hacerlo en esa postura. Stiles apretó el esfínter y soltó un
insulto arañándole las nalgas y haciendo que se riera el
menor.

Cuando la tuvo completamente dentro respiró hondo e


intentó pensar en cualquier otra cosa, pero aquel culo lo
volvía loco. La sacó un poco y volvió a introducirla un poco
más, hincándosela más adentro y provocando el gemido del
chico.

El vaivén fue cogiendo velocidad, y aunque Stiles intentaba


no hacer ruido, Derek se encargaba que el choque de sus
cuerpos se oyera. El moreno atrajo el torso del otro hasta su
pecho, haciendo que la espalda sudorosa del castaño
estuviera pegado a su estómago, y cuando se movió las
penetraciones eran más hondas y llegaba mejor a la
próstata.

Stiles gimió lastimeramente y se aferró a las manos de


Derek, tensando todo su cuerpo y notando que el orgasmo
lo golpeaba con fuerza, dejándolo aturdido. Cuando éste se
corrió su trasero se estrechó, ahogando al pene del moreno
y haciendo que también se vaciara en su interior mientras
repartía besos en el cuello de Stiles con suavidad.

Salió de él con cuidado y lo dejó tirado en la cama,


desmadejado. Le tendió un poco de papel mientras se
limpiaba él mismo. Luego se tiró junto al chico, que se
retiraba los restos de semen con los ojos cerrados. Cuando
acabó suspiró y se acurrucó junto a Derek.

—¿Te has corrido sin tocarte? —preguntó el moreno, que


estaba deseando hacer esa pregunta. Sonreía como un
idiota.
—¿Tanto te extraña? Me ha flipado esa postura. Me dabas
justo donde me gusta y me tenías rabiando del gusto —
murmuró mordiéndose el labio—. Tengo sueño...
—Pues duerme mi cielo. —Stiles se quedó en silencio, y
parecía que se había dormido.
—Echo de menos a mamá —farfulló en voz baja, y Derek
supo que lo había dicho ya en sueños, pero lo abrazó con
fuerza y le besó la sien.

***

Metió las maletas en la parte de atrás de su coche y miró


una última vez a su tío, que le sonreía lastimeramente en
contraste con su novio, que lloraba con lágrimas silenciosas
y se abrazaba a sí mismo.

Derek suspiró apenado y atrajo a Stiles hacia él, abrazándolo


con fuerza y acariciándole la nuca con cariño. Le dio un
suave beso bajo la oreja y lo miró con los ojos brillantes.

—El próximo día festivo coges y te vienes a mi casa, ¿vale?


—No quiero que te vayas —gimoteó el castaño
acurrucándose en su pecho y dejando que lo acunara con
amor.
—Y yo no quiero irme, pero no puedo quedarme aquí
siempre, tengo que volver a casa —murmuró compungido—
. Prométeme que vendrás a verme pronto, Stiles. Te quiero.
Te amo —se corrigió, ganándose la mirada sorprendida del
castaño, que sonrió débilmente y lo besó con urgencia.
—Yo también te amo, Derek. Te iré a ver muy pronto.

Se separaron dolorosamente y el moreno se montó en el


coche. Stiles volvía a llorar desconsolado y el otro le hizo un
gesto, arrancando el vehículo y yéndose de aquella calle.

Peter le dio un par de golpecitos en la espalda al castaño,


que apretó los labios y dejó que un par de lágrimas cayeran
por sus mejillas antes de respirar hondo. El hombre le sonrió
apenado.

—Si necesitas cualquier cosa, Stiles, lo que sea, llama a mi


puerta que eres bienvenido.
—Gracias por todo Peter.

El hombre se fue y Stiles sacó su móvil, buscando el número


de Lydia. Cuando descolgó la pelirroja él tomó aire
lastimeramente.

—¿Ya se ha ido? —preguntó nada más respondió al


teléfono.
—Se acaba de ir —murmuró con voz muy ronca como para
ser su voz.
—Bueno, ya sabes dónde vivo Sti. Tengo helado en la
nevera y películas para llorar, si es lo que necesitas.
—Gracias Lyds...

El castaño prefirió caminar hasta casa de la chica, que lo hizo


pasar y lo metió en el cuarto, colocándole una gran tarrina
en una mano y una cuchara en la otra. Luego le besó la
frente, dejándole el pintalabios en el centro de la misma. Se
lo quitó riéndose.

—Al menos te he hecho reír —dijo con alivio la chica—. Sti,


vas a verlo tarde o temprano, y sabes que será más bien
temprano, porque no aguantáis sin veros mucho tiempo.
Derek te adora, y no quiere que estés llorando por su culpa.
—Me ama —confesó Stiles sonriendo distraídamente—, me
lo ha dicho antes de irse. —La pelirroja sonrió ampliamente
y asintió.
—Claro que te ama, tonto, ¿cómo no iba a hacerlo?

***

Cuando salió de casa de Lydia estaba mucho más animado.


No estaba que tiraba cohetes pero al menos una charla con
ella y helado habían arreglado la situación. Sacó las llaves de
su bolsillo y abrió la puerta, oyendo la televisión encendida
en el salón. La casa apestaba a tabaco y Stiles frunció el
ceño.
—¿Greg? —preguntó confuso, yendo hacia la fuente de
sonido.
—Sigo siendo tu padre, Stiles —gruñó desde la cocina,
haciendo que el chico pegara un bote asustado. Vio al
hombre con la mirada desenfocada y apestando a alcohol y
caminó hacia atrás buscando alejarse de él lo más posible.
—Me voy a dormir —murmuró el castaño caminando de
espaldas y tanteando las superficies con ambas manos. Su
padre se fue acercando como si se tratara de un león
arrinconando a su presa.
—Te he visto antes despidiéndote de aquel chico —dijo con
enfado—. He hecho la vista gorda y no he entrado en tu
cuarto porque creía que era una chica, Stiles, pero resulta
que mi hijo, el anormal de mi hijo, es un desviado que se
deja dar por culo por un cualquiera —siseó apretando los
nudillos y fulminándolo con la mirada.
—Derek no es un cualquiera —gritó Stiles con furia.
—Es cierto, no lo es. El cualquiera eres tú, que te crees con
derecho a huir de mi casa y de no dar explicaciones para
luego volver como si nada... Tu tío intentó justificarte, y al
principio te di el beneficio de la duda, y yo quería cambiar
pero... eres igual de puta que tu madre.

El castaño sintió temblar todo su cuerpo, notando cómo la


vista se desenfocaba y la habitación le empezaba a dar
vueltas. Se agarró al mueble de la entrada y se mantuvo de
pie apretando los dientes.

—Mi madre no era ninguna puta.


—Claro que sí, y tú eres una peor. Eres un maricón que pone
el culo. Eres peor que una puta.

Dicho esto, el padre se lanzó encima de Stiles y le dio un


puñetazo en la mejilla, haciéndolo sisear de dolor pero sin
hacerle caer. Lo miró con enfado y Greg lo cogió del cuello,
hundiendo sus dedos en la pálida piel de Stiles, que intentó
soltarse cuando lo tuvo alzado a un palmo del suelo y
notaba que le era imposible respirar.

Le dio una patada con todas sus fuerzas a la entrepierna del


señor Stilinski e hizo que lo soltara con violencia, cayendo
ambos al suelo. El castaño cogió aire con brusquedad y se
levantó a toda prisa, escapando de las manos de Greg que
intentaron cogerle las piernas. Stiles resbaló un par de veces
antes de precipitarse escaleras arriba y encerrarse en su
cuarto, respirando con dificultad.

“Derek, ha vuelto a beber. No sé qué hacer, ha estado a


punto de matarme, tengo miedo.”
24.

Intentaba respirar con normalidad pero oía la voz de su


padre insultándolo y los pasos resonaban en toda la
escalera. Tembló de pánico sin saber qué hacer, e intentó
bloquear la puerta con varias cosas que encontró, pero
cuando estaba arrastrando la mesa para ponerla delante, se
abrió violentamente pegando un golpetazo en la pared.

Stiles dejó escapar un gemido angustiado y saltó alejándose


de su padre por encima de la mesa, pero Greg lo cogió por
el gorro de la sudadera y tiró hacia atrás, haciendo que se
diera un golpe en la cabeza y empezara a sangrar. Gritó de
puro miedo e intentó reptar para llegar hasta el móvil, que
en ese momento sonaba sin parar.

Vio la foto de Derek en la pantalla pero no pudo descolgar


porque sintió una patada en el costado que lo hizo girarse
dolorido. Se encogió en el suelo para evitar otra patada, o al
menos hacer que el golpe doliera menos.

Su padre se tambaleó unos segundos, seguramente por


culpa de lo que había bebido, momento en el que Stiles se
levantó y salió corriendo de su habitación, oyendo los pasos
del otro tras él. Quiso encerrarse en el baño pero lo cogió
de los hombros y lo echó hacia atrás, volviéndose a golpear
en la cabeza y sintiendo el pelo humedecerse por la sangre.

Notaba cómo sus dedos empezaban a dormirse y la cabeza


se le iba, pero reaccionó para taparse la cara y evitar que la
planta del pie de Greg se estampara contra su nariz. Le
cogió el zapato y empujó hacia arriba con todas sus fuerzas,
gimoteando desesperado y notando lágrimas en los ojos.

Perdió de vista a su padre y se puso bocabajo en el suelo,


viendo atónito que Greg había perdido el equilibrio y se
precipitaba escaleras abajo. Se quedó totalmente petrificado
cuando al llegar a los escalones finales, la cabeza del
hombre hacía un ángulo extraño y crujía con violencia, para
finalmente quedarse desmadejado al principio de la
escalera.

Ignorando completamente el mareo, la sensación de


desvanecimiento que se le venía encima y sobre todo el
dolor, fue bajando las escaleras agarrándose el costado,
muy lentamente. Al llegar abajo del todo se sentó en el
último escalón y con miedo extendió la mano, moviendo el
hombro de su padre.

—¿...Greg? —preguntó en voz baja, tragando saliva


pesadamente. Lo movió un poco más—. ¿Papá? ¿Estás bien?
—Se le quebró la voz y alejó la mano de él.

Se puso de pie apoyándose en la pared y mirando a su


padre con horror subió las escaleras a trompicones. Se dejó
caer en el suelo de su cuarto y tendió la mano, cogiendo su
móvil para pedir una ambulancia.

“STILES, SAL DE AHÍ”


“NO ME HAGAS ESTO OTRA VEZ, CONTESTA”
“Ve a casa de Peter, NO TE QUEDES AHÍ”

Vio las llamadas perdidas de Derek, pero marcó el número


de urgencias para que mandaran ayuda para Greg.

—Habla con emergencias, ¿qué sucede?


—Mi padre se ha caído por las escaleras y no responde —
murmuró entrecortadamente. No se dio cuenta que estaba
llorando muerto de miedo hasta entonces.
—Dígame la dirección, ¿ha comprobado que tenga pulso?
—No quiero moverlo... no contesta.

Le dio la dirección y rogó que llegaran pronto para colgar y


llamar a su tío con las manos temblando. Necesitaba a
alguien y Derek estaba lejos. Quería que alguien fuera lo
antes posible a consolarlo.

—¿Tío John? —preguntó lastimeramente cuando éste


descolgó.
—¿Stiles? ¿Qué pasa?
—Ha pasado algo en casa... por favor, ven cuanto antes.
—¡¿Estás bien?!
—Yo sí —susurró antes de colgar y llevarse el móvil a la
frente, aún en shock.

Fue a llamar a Derek pero éste se adelantó y el móvil


empezó a vibrar en sus manos. Al tercer intento pudo
descolgarlo y oyó la retahíla de maldiciones que soltaba su
novio.
—¡¡DIOS MÍO STILES!! —gritó cuando el castaño por fin le
cogió el móvil.
—Derek... —gimió tapándose la cara con la manga de la
sudadera—. No sé qué demonios a pasado, Derek, no lo sé...
—Dime por favor que no te ha hecho nada —dijo en voz
baja respirando con dificultad.
—Llegué y estaba borracho y empezó a pegarme... —Cogió
aire con dificultad, las patadas que le había dado Greg le
habrían causado heridas internas—. Intenté escaparme pero
me cogió... no sé qué ha pasado, no sé... —Empezó a
sollozar desesperado cuando oyó el timbre de la calle—. Te
dejo que ya está aquí la ayuda que he pedido —farfulló
temblando—. Luego te llamo.
—¡¡STILES NO ME DEJ...!!

Bajó las escaleras con dificultad y abrió la puerta,


encontrándose a su tío con la máscara de preocupación en
el rostro. Stiles se encogió sobre sí mismo debido al
parecido con Greg, que no había despertado ni cambiado
de postura.

—Stiles, soy yo —dijo John en voz baja cogiendo a su


sobrino y abrazándolo con fuerza, viendo el cuerpo de su
hermano—. Parrish, entre y compruébelo —graznó sacando
al chico de la casa sin soltarlo.

Lloraba sin parar y era un manojo de nervios. No dejaba de


decir cosas sin sentido y lo tapó con una manta, sentándolo
en el asiento del pasajero de su coche de policía. Se acercó a
su compañero, que salía en esos momentos de la casa.
—¿Y bien? —preguntó el sheriff con la mandíbula apretada.
—Está muerto jefe.

John asintió secamente y fue al coche a pedir una


ambulancia, pero la que había pedido Stiles llegó primero.
Fueron a entrar los tres paramédicos pero el sheriff los llamó
y se acercó a ellos.

—Hay un cuerpo ahí dentro, mi compañero no ha


encontrado pulso. Es... es mi hermano, pero el que me
preocupa es mi sobrino —dijo con voz trémula—. Creo que
necesita asistencia médica.
—¿Stiles? —Al oír el nombre de su sobrino a sus espaldas se
giró y vio a un hombre salir de la casa de al lado con los
ojos muy abiertos. Se acercó a él para pedirle espacio y que
dejara al chico.
—Está muy nervioso señor, le pediría que volviera a su casa
si es tan amable.
—Soy el tío de su novio, Derek me ha llamado muy nervioso
y me ha pedido que venga a verlo y me encuentro al sheriff
y a la ambulancia...
—¿Eres familia de Derek? Déjame hablar con él.

El hombre lo miró confuso pero sacó el teléfono y llamó a su


sobrino, tendiéndoselo al sheriff que se lo puso al oído. A
los pocos segundos descolgó el novio de su sobrino
respirando con dificultad.

—Peter, ¿sabes algo de Stiles? —preguntó en voz baja.


—Derek, soy John, el tío de Stiles.
—¿Cómo está? ¿Por qué no me llama?
—Está ahora mismo muy nervioso, Derek... no está en
condiciones de hablar con nadie.
—¿Qué es lo que ha pasado? Por favor John, estoy ahora
mismo con un ataque de ansiedad impresionante porque
me mandó antes un whatsapp de que había vuelto a beber y
que había estado a punto de matarlo. ¿Qué demonios pasa?
¿Qué le ha hecho ese desgraciado? —Oyó cómo el moreno
se echaba a llorar al otro lado y suspiró.
—Stiles tiene heridas en la cara y en las manos, y seguro que
tiene más heridas por el resto del cuerpo —murmuró—. No
sabemos qué ha pasado, pero mi hermano está muerto y
Stiles está con un ataque de pánico que no sabe ni quién es,
así que en cuanto sepamos algo te informaremos.
—¿...qué? ¿El padre de Stiles está muerto? —jadeó Derek
con voz trémula.
—Sí, y tenemos que saber qué ha pasado, pero eso será
cuando Stiles se recupere. Por el momento no pienso dejar
que lo interroguen.
—¿Puedo... es decir, puedo ir a verle o va a estar vigilado?
—Vamos a tenerlo vigilado porque así nos obliga la ley...
pero será mejor que vengas, lo llevará mejor si te ve aquí
con él.
—Vale... a primera hora llegaré, no puedo conducir ahora
mismo con los nervios que tengo por lo que cogeré un
autobús —murmuró el chico derrotado.
—Stiles pasará la noche en el hospital, yo tendré su móvil
encima por si quieres hablar conmigo.
Colgó el teléfono y fue con su sobrino, que se había hecho
un ovillo con la manta. Le puso la mano en la rodilla pero el
chico al verlo puso cara de pánico y se retorció, echándose
hacia atrás y alejándose de él. John suspiró y bajó la vista.

—No soy Greg, soy John, tu tío. El sheriff, estás a salvo. —El
castaño lo miró con los ojos abiertos de par en par y
empezó a respirar agitadamente, con lágrimas agolpándose
en sus ojos—. Aquí esta chica va a ver tus heridas, ¿vale? No
tengas miedo.

La paramédica le examinó la herida en la cabeza con el


gesto torcido, y luego los moratones de la cara y el golpe en
la nuca. La marca de los dedos de Greg en el cuello de Stiles
era bastante notoria, algo que le hizo tener un pequeño
escalofrío. También los cortes en las muñecas y un dedo que
tenía de color morado. Lo apuntó todo en una ficha de
ambulancia.

—Stiles, ¿puedes quitarte la camiseta? —preguntó ella con


amabilidad, y el chico hizo lo que había pedido.

John tuvo que mirar hacia otro lado con lágrimas en los ojos
al ver el costado de su sobrino, que estaba totalmente
ennegrecido de los golpes recibidos. Peter estaba
totalmente mudo desde su jardín y los vecinos empezaban a
asomarse, pero Parrish los mandaba a sus casas y los
mantenía lejos de ellos.
—¿Te duele? —murmuró la mujer palpándole el torso a la
altura de las costillas. Stiles siseó de dolor y se encogió. La
chica le indicó que se vistiera y miró al sheriff con expresión
grave—. Será mejor que lo lleve al hospital: tiene una costilla
rota y no descarto posibles hemorragias internas, por lo que
será necesaria una ecografía. Además tiene múltiples heridas
en defensa propia que he registrado en el parte que le daré
a la policía...
—Vale: lo llevaré ahora mismo al hospital. ¿Y mi hermano?
—La mujer tomó aire y miró a la casa un momento para
luego fijar la vista en los ojos de John.
—Hemos llamado a la policía científica para que estudie el
caso. Podríamos estar hablando de homicidio, pero es
pronto para decirlo.

John asintió secamente y le tendió el parte de lesiones a


Parrish, explicándole en pocas palabras lo que iba a pasar
con la policía científica y que se quedara para contar lo
sucedido, y que él se llevaría a Stiles al hospital.

Apretó los labios notando los ojos arder y fue al asiento del
conductor, pidiéndole a su sobrino que cerrara la puerta de
su lado. Fueron en silencio hasta el hospital y tras informar
que venían del lugar donde habían mandado una
ambulancia lo hicieron pasar.

Stiles se desvistió aún con expresión ausente y se puso la


bata de hospital. Su tío se sentó junto a su cama mientras el
chico se sentaba y se echaba totalmente desprovisto de
emoción en el rostro.
Un médico entró en su habitación y volvió a revisar las
heridas, anotando algunas otras de las piernas. Una
enfermera le afeitó la cabeza alrededor de la brecha. Sin
pelo tenía mucho peor aspecto, por lo que la mujer aplicó
anestesia local para coserle la herida y vendarle la cabeza.

Alguien le había pinchado y puesto una vía, inyectándole


morfina directamente al torrente sanguíneo, haciendo que
sus sentidos cayeran en un extraño sopor y que finalmente
se rindiera al sueño.

John suspiró lastimeramente y se tapó la cara con ambas


manos, levantándose y saliendo al pasillo para hablar con
Parrish y averiguar qué había dicho la policía científica.

—Según me han informado, la pelea comenzó en el piso de


abajo y siguió arriba. Hay rastros de sangre en el cuarto de
Stiles y una mancha bastante notoria en la alfombra justo
delante de las escaleras. Dicen que Greg se cayó escaleras
abajo, porque su muerte ha sido por rotura de la tercera
vértebra. Ha muerto en el acto.
—Vale, en cuanto tengas el informe con todo eso y la
autopsia de Stilinski me lo trae, aunque sea una copia.
Quiero saber lo que ese monstruo le ha hecho a su hijo —
murmuró con rabia.
25.

Se notó extrañamente relajado y también muy desubicado.


Aunque le pesaban los párpados luchó hasta que pudo
abrirlos y cuando lo hizo abrió la boca sorprendido al
encontrarse con un paraje más que conocido para él. Estaba
frente al lago del campamento donde conoció a Derek, y
sonrió tontamente.

Al intentar bajarse dela camilla, descubrió que era


demasiado bajito para alcanzar el suelo, por lo que como
respondiendo a una petición silenciosa, dos manos lo
agarraron de las axilas y lo ayudaron a bajar.

Levantó la vista para darle las gracias a la persona que lo


hizo posible, pero las palabras se le atoraron en la garganta
cuando vio que se trataba de su madre, que le sonreía
ampliamente. Abrió la boca sorprendido, mientras
observaba cómo ella se agachaba delante de él.

—Hola Stiles.
—¿Ma... mamá? —tartamudeó notando cómo los ojos se le
llenaban de lágrimas.
—Sí, soy mamá. O su recuerdo, soy la mamá que te dejó en
el campamento aquel año. Y he querido que seas el Stiles al
que traje hasta aquí para hacer amigos.
—Pero no volviste —inquirió entrecerrando los ojos. Ella
suspiró con lástima.
—No Stiles, no pude volver. No es algo de lo que me
enorgullezca ni mucho menos, porque la verdad es que te
dejé en el mismísimo infierno, a pesar de que tú siempre
estuvieras por encima de él. No fue justo abandonarte a tu
suerte así, Stiles, porque vi tus lágrimas, vi luego cómo ese
demonio hacía lo imposible para que fueras desdichado... Vi
sus intenciones, todo el mal que había en él. Y me siento yo
misma un monstruo, ¿sabes? —murmuró agachando la
cabeza—. No quería que pasaras por esto tú solo, confiaba
que tu tío John te alejara de él, pero tú nunca admitiste que
Greg te pegaba, y no pudo actuar en consecuencia.

Stiles cerró los ojos notando cómo las lágrimas le caían por
las mejillas y recorrían su cara hasta llegar a su boca, y su
madre le cogió la barbilla y lo hizo mirarlo. Los ojos castaños
de ella se encontraron con los de su hijo. Stiles tenía los ojos
de Claudia: enormes, llenos de sentimiento y un espejo a lo
que había en su interior.

—Fuiste muy valiente, Stiles, pero no tenías por qué


enfrentarte a eso tú solo. No está mal ser débil de vez en
cuando.
—Tú fuiste débil y me dejaste con el mismísimo demonio,
yo nunca he querido ser como tú —dijo en voz baja con los
ojos entrecerrados. Una sombra en los ojos de Claudia le
hizo darse cuenta hasta qué punto le habían dolido esas
palabras.
—Mato a mi ángel, Stiles. Me dejó sin él y encima quería
matarte a ti también.
—Así que en lugar de protegerme escogiste el camino fácil y
le dejaste la vía libre para acabar conmigo.
De repente Stiles volvía a ser el chico de dieciséis con la
sudadera gris y todas las heridas que le había hecho su
padre. Notó la sangre seca en la cara y eso le hacía sentir
incómodo, por lo que se lamió la mano y se frotó con ella
los rastros.

—Qué mayor estás, Stiles —murmuró Claudia con una


sonrisa.
—Sí, ¿me has visto bien? ¡No sé si estoy en un puto sueño o
es que Greg me ha matado, pero sé que no eres real! —le
gritó con los ojos abnegados en lágrimas, y cuando una
empezó a caer se la quitó violentamente—. Fuiste una
madre pésima, preferiste irte con un hijo no nato a cuidar a
tu hijo de ocho años. Lo dejaste a su suerte joder, no sabes,
¡NO TE PUEDES HACER UNA IDEA LO QUE HE LLORADO
TODOS ESTOS AÑOS! —berreó acercándose a ella con los
dientes apretados—. ¡Me he querido morir tantas veces,
mamá! ¡HE QUERIDO IR CONTIGO JODER, Y SE SUPONE
QUE TÚ ERAS LA QUE MÁS ME AMABA EN EL MUNDO!
¿Qué clase de madre abandona a su hijo? ¿Eh? ¡Una que se
obsesionó tanto por una célula que podría haber muerto
por mil maneras diferentes antes de nacer! Pero claro, tu
hijo Stiles ya estaba hecho, así que podría cuidarse él solito.
—De verdad que lo siento —se disculpó ella con lágrimas
en los ojos.
—¡SOY HIJO DE DOS MONSTRUOS! Una que me abandonó
a mi suerte y el otro porque ha querido matarme desde que
nací, y tú casi se lo permites. Ahora mismo prefiero morirme
como treinta veces antes que volver a verlo.
—No lo harás —empezó a decirle Claudia clavando su
mirada en él—. Greg está muerto. —Stiles se quedó
completamente anonadado y abrió la boca sin darse cuenta,
sorprendido.
—¿Qué? —preguntó al cabo de casi un minuto en silencio.
—La caída por las escaleras lo mató, Stiles.

El castaño sintió como la fuerza en sus piernas se iba, por lo


que tuvo que sentarse en el suelo, agarrándose la cabeza
con las manos y pasándoselas por el pelo. Levantó la vista y
miró a Claudia.

—Aquel pisotón te hubiera matado, Stiles —le contó ella en


un murmullo—. Pero reaccionaste a tiempo y pudiste
defender tu vida acabando con la suya.

Se le llenaron los ojos de lágrimas y notó cómo le faltaba el


aire. Intentó respirar con normalidad pero la verdad es que
empezaba a notar el dolor que le había causado Greg con
aquella paliza.

—Soy un asesino —susurró temiendo decirlo en voz alta, ya


que aquello significaría que era verdad que lo era. Pero lo
había matado. Había provocado la muerte de alguien,
aunque fuera en pos a salvar su propia vida. Gimió
tapándose la cara con ambas manos.
—Yo también soy un monstruo. No soy mejor que vosotros,
soy incluso peor.
—No, Stiles. No te culpes. Lo mataste accidentalmente.
—Pero me alegro de haberlo hecho —jadeó tirándose del
pelo y cerrando los ojos con fuerza—. Estoy feliz de no
volver a tener miedo, y no debería ser así. Soy peor que
vosotros, peor que un maltratador y que una madre que
abandona a su hijo. Soy lo peor del mundo.

Cerró los ojos con fuerza y cuando los abrió estaba en la


cabaña que compartió con Derek la última noche del
campamento cuando fueron monitores. Aquello parecía tan
lejano que le dio vértigo. Los muebles estaban
perfectamente colocados y parecía que aquella noche nunca
ocurrió, pero entonces lo vio: estaba sentado en una de las
literas con una ligera sonrisa. Se levantó y fue hacia él, y de
repente a Stiles se le cayó el mundo a los pies. Si su madre
había aparecido y estaba muerta, ¿significaba eso que su
novio, Derek...?

—¿Estás muerto? —preguntó temeroso, y Derek rio con


ganas,
—No idiota. Soy un recuerdo. Pero a la vez soy tu novio. Soy
el recuerdo que tienes de mí en esta cabaña.

Stiles asintió sin entender y clavó la vista en el suelo, pero


las manos del moreno acunaron su rostro y lo miraron con
media sonrisa en los labios, pero no pudo corresponderla.

—Derek... soy un asesino —murmuró agarrándolo de las


muñecas y quitándole las manos de las mejillas.
—No lo eres —dijo con determinación.
—He matado a mi padre.
—Tu padre se ha caído por las escaleras porque estaba
borracho, y perdió el equilibrio al intentar pisarte la cabeza.
—Yo le empujé el pie...
—Para que no estampara tus sesos en la alfombra —
comentó mordazmente, y sonrió de medio lado—. No eres
un asesino Stiles. Sólo eres un chico asustado que sólo
intentaba huir de su padre maltratador.
—No voy a poder vivir sabiendo que maté a mi padre.
—Claro que sí, Stiles.

El castaño caminó hasta sentarse en una de las literas, y


Derek se agachó para quedar a su altura. Se mordió el labio
y apoyó la frente en el hombro del mayor, dejando que
acariciara su nuca. Era un sueño pero necesitaba que su
novio lo consolase. Levantó la vista y lo vio sonriendo. Stiles
besó esos labios que le encantaban y de repente volvió a
desaparecer lo que estaba a su alrededor y se encontró solo
encima del monte donde esparció las cenizas de su madre.
Frunció el ceño: nunca se había dado cuenta de la altura de
aquel lugar.

Recuerda que Derek lo salvó de caerse cuando estuvieron


allí juntos, pero en esos momentos no estaba el moreno y
veía lo que podía haber pasado de no haber estado con el
otro allí.

“Tírate”.
—¿Qué? Ni hablar.
“No vales ni para vivir, Stiles. Eres un maricón y encima un
asesino”.
—Sal de mi cabeza.
“No puedo salir de aquí, idiota. Esto es tu sueño, esto lo
estás generando tú...”

La voz de repente calló y el castaño suspiró tranquilo,


notando el aire que hacía a aquella altura. De repente, dos
manos se posaron en su espalda y lo empujaron con fuerza
en el filo, haciéndolo caer. Cuando miró al que le había
tirado, vio el rostro de su padre y comenzó a gritar
desesperado.

Pero el golpe en el suelo no llegó, pero él no dejaba de


moverse, y unos brazos lo apresaron con fuerza. Stiles
golpeó sin descanso, no se dejaría matar sin pelear por
mucho que quisieran acabar con él.

Los pitidos lo dejaron confuso, ya que eran bastante


seguidos y alarmantes, Aquel que lo tenía agarrado le
chistaba para que se mantuviera en silencio. Encontraba
aquella voz relajante, por lo que poco a poco se quedó
quieto y los pitidos se calmaron. Notó que su abrazo cesaba
y miró al que le había agarrado al despertar, y allí vio a
Derek con unas ojeras horribles y una cara de consternación
por lo que se había encontrado al llegar.

—Derek —graznó simplemente, abrazándolo por la cintura y


poniendo su rostro en su pecho, queriendo tener un oído
pegado a su corazón.
Empezó a convulsionarse levemente y el llanto le venció,
llorando cada vez más fuerte y sintiendo que toda la
angustia que tenía dentro quería salir. Derek le masajeaba la
espalda con suavidad y le intentaba susurrar palabras de
ánimo, pero Stiles era inconsolable.

—Soy un asesino Derek, soy un asesino...

El moreno miró alarmado a John, que los observaba


confundido. Se acercó a la cama por el otro extremo. Intentó
acercarse, pero luego recordó la repulsión que le tenía Stiles
a su cara por tener el mismo rostro que su peor pesadilla.
Notó que la mirada de Stiles se clavaba en él, pero el chico
pareció saber que no era Greg.

—¿Qué dices Stiles? ¿A qué te refieres? —preguntó


suavemente su tío.
—Soy un asesino, mi madre me lo ha contado —gimió el
castaño apretando los ojos—. He matado a Greg, he matado
a mi padre, pero él me hubiera matado a mí, pero lo he
matado, lo he tirado por las escaleras —lloriqueó sin parar
hundiendo la cara en la camiseta de Derek, que era incapaz
de decir nada.

Tenía la mandíbula fuertemente apretada y temblaba un


poco ante lo que había dicho Stiles. John también parecía
bastante alarmado por sus palabras. Aquella alucinación con
Claudia era lo que más le preocupaba, pero le dijeron que
con la morfina y el golpe en la cabeza era normal que
tuviera sueños raros. Cerró los ojos compungido por ver el
estado en el que se encontraba Stiles, porque no se
imaginaba el dolor que había pasado la noche antes con
Greg. Por muy hermano que fuera suyo, por mucho que
compartieran rostro, útero y saco amniótico, Greg era un
maltratador. Y de no ser por el desafortunado accidente,
también se hubiera convertido en asesino.

—Y estabas tú —murmuró mirando a Derek con los ojos


repletos de lágrimas. Aquellas dos grandes esferas que lo
atravesaban entero y que en ese momento estaban repletas
de dolor—, me intentabas decir que no era un asesino. Pero
lo soy. Y luego mi padre me tiró por el barranco. Al final del
sueño me mataba, como él quería —susurró débilmente
para perder el conocimiento.

Derek lo dejó echado en la cama y cerró los ojos, volviendo


a ocupar el asiento en el que estaba hasta apenas unos
minutos antes.
26.

Derek se había encargado de hablar con Lydia y Allison para


que fueran las que explicaran en el instituto lo que había
pasado con Stiles. Fueron a verlo al segundo día de estar
ingresado aunque no habló nada. En general no estaba
siendo comunicativo, por lo que cuando amaneció el tercer
día, el moreno resoplaba con frustración.

—Será mejor que te vayas a descansar, Derek. Llevas aquí


desde que llegaste y mi sobrino no está mejor —murmuró
John con la cara apoyada en las manos.

Lo habían retirado del caso por ser familiar directo de la


víctima y del presunto asesino, por lo que le habían dado
varios días libres para que pudiera estar con Stiles y superar
la muerte de su hermano. Pero a cada minuto más que
pasaba allí dentro con Stiles malherido la pena por perder a
Greg se estaba esfumando y estaba dando paso a una furia
por no haber hecho nada que lo consumía.

—No quiero separarme de él —dijo en voz baja mirando el


rostro del chico, que en ese momento estaba durmiendo
hecho un ovillo.
—Lleva días sin hablar, no hace más que esquivarnos la
mirada... no vas a hacer nada más por él de lo que ya haces,
y necesitas una ducha —añadió John esbozando algo
parecido a una sonrisa.
—En eso llevas razón —comentó el moreno levantándose
de la silla incómoda trabajosamente y acercándose a la
cama de Stiles. Le acarició el pelo que salía de entre las
vendas y lo besó en los párpados—. Volveré en unas horas,
descansa.

Le hizo un gesto al tío de su novio y salió de la habitación.


Saludó a los dos agentes que estaban en la puerta con un
gesto que ambos imitaron, y caminó pasillo abajo.

La fiscalía pedía el encarcelamiento de Stiles, aunque John


se había encargado de buscar un abogado que defendiera a
su sobrino y que alegara que lo había hecho en defensa
propia, ya que según los hechos es lo que había ocurrido.
Sin embargo, los cargos presentados estaban ahí, por lo que
en cuanto el chico se recuperara lo arrestarían para
comenzar los juicios.

Suspiró angustiado y salió del hospital para caminar hasta


casa de su tío. La poca mejoría de su novio le estaba
volviendo loco, porque lo que pasó dentro de aquella casa
sólo eran conjeturas, realmente no podía saber la magnitud
de lo que allí pasó a no ser que Stiles se lo contara, y no
estaba muy dispuesto a hablar.

Tuvo un escalofrío de pura rabia al pensar en todas las


pruebas que le habían hecho, las heridas internas que le
había producido, la hemorragia interna de la contusión en la
cabeza que habían tenido la suerte de parar en el momento
adecuado...
Las costillas rotas eran un problema porque le dolían a
rabiar aunque no se lo dijera a nadie, y a cada movimiento
ponía cara de estar sufriendo muchísimo. Cada vez que
miraba el magullado rostro de su novio sentía una angustia
crecer en el pecho que le daban ganas de llorar.

Después de tantos años buscándolo y que cuando lo había


encontrado pasaba esto... el destino jugaba en su contra,
pero él no se amilanaría ante eso, estaría a su lado pasara lo
que pasase... aunque estaba seguro de que no condenarían
a Stiles porque él no había matado a nadie.

Escuchó un pitido de un coche a sus espaldas y se giró


extrañado, en aquel pueblo apenas conocía a nadie. Vio a
Allison aparcando y al cabo de unos segundos salió del
coche. Cerró a sus espaldas y se acercó a Derek, que la
esperaba parado en la acera.

—Iba al hospital a ver a Stiles un rato... a ver si tenía ganas


de hablar con alguien. Le llevaba helado —comentó
torciendo el gesto. El moreno asintió y esbozó una pequeña
sonrisa.
—Gracias Allison...
—¿Cómo está hoy?
—Lo he dejado dormido... John me ha obligado a ir a casa a
ducharme y descansar un rato porque no he salido de allí
desde que llegué. —La chica sonrió divertida.
—Sí que necesitas una ducha, no quiero ser maleducada...
—Vaya, pensaba que no olía tanto pero es por eso que la
gente no se me acerca, ahora tiene todo sentido —bromeó
rascándose la nuca—. Bueno, te dejo ir al hospital que
quiero dormir un poco. A ver si consigues que hable algo...
si pasa llámame, por favor —dijo mordiéndose el labio
inferior con preocupación.

Le dijo su número y prometió llamarlo si había novedades.


Haciéndole un gesto ambos se fueron cada uno por su lado.

Al llegar a casa de su tío se lo encontró muy serio en la


cocina. Desde que había visto lo que pasó dos noches atrás
el hombre estaba taciturno y tampoco Derek había estado
mucho rato con él.

—¿Qué tal está Stiles? —preguntó al verlo aparecer.


—Pues igual —resopló quitándose la chaqueta y dejándola
en una de las sillas. Se sentó en la que estaba justo al lado—
. No ha hablado desde que nos dijo que era un asesino. Se
desmayó en cuanto lo dijo y desde entonces no ha vuelto a
abrir la boca —murmuró apesadumbrado—. John me ha
dicho que me venga a descansar un rato, y me he
encontrado con Allison que iba hacia allí, así que me
llamarán si pasa algo importante.
—Ve a descansar Derek —murmuró comiendo de su plato y
sonriéndole débilmente.

El moreno se levantó y recogió la chaqueta, yéndose al piso


de arriba. Se había instalado en la salita donde había un sofá
cama, aunque no había dormido aún allí. Cogió algo de ropa
y se metió en el baño.
Se apoyó en el lavabo algo mareado, notando el cansancio
caer sobre sus hombros de repente. Resopló y se miró en el
espejo unos segundos. Realmente sus ojeras lo asustaron,
porque se veían ennegrecidas por la falta de sueño
acumulada.

Se desvistió y abrió el grifo, notando el agua helada caer


sobre él, aunque apenas notaba nada porque parecía estar
dormido con los ojos abiertos. Cuando el agua se calentó
poco a poco sintió los músculos desentumecerse y jadeó de
alivio apoyando la frente en los azulejos.

Se quedó pensando en el rato que pasó dos noches atrás.


Aún no se había recuperado de la sensación que atenazó su
pecho al creer que aquel cabrón había matado a su novio, y
el miedo que sintió por Stiles. Su madre había intentado
tranquilizarlo sin resultado, y hasta su abuelo había ido a
verlo pero él no había podido parar de llorar como si fuera
un niño por las imágenes mentales que se sucedieron en su
cabeza, todas reproduciendo una muerte horrible para
Stiles.

Cerró los ojos intentando no pensar en ello, porque volvía a


sentir que su pecho se encogía y que el ataque de ansiedad
amenazaba con volver, no lo había pasado tan mal en su
vida y no quería sentir de nuevo eso.

Se secó con parsimonia, luchando por mantener los ojos


abiertos. Se puso ropa más cómoda y se arrastró hasta el
sofá, dejándose caer y siendo vencido por el sueño a los
pocos segundos.

***

Notó los labios secos, pero donde él estaba no había


ninguna fuente de agua. Por no haber, no había nada. Era
todo un espacio en blanco infinito que su vista no podía
abarcar dónde estaba el final.

—Tranquilo, no estás loco.

Pegó un salto nada más escuchar la voz, pero al girarse vio a


Allison con una sonrisa afable, con una bolsa entre las
manos.

—¿Ally?
—Soy su recuerdo, ya sabes, te lo ha explicado Claudia y
Derek en otro sueño. No estás loco Stiles, esto es lo que
provoca la morfina en realidad. Lo que pasa es que nadie se
acuerda de lo que ocurre en su mente cuando están
sedados. Tú recordaste cosas pero porque tu capacidad
retentiva es mayor. Eres especialmente sensible a los sueños,
y tu mente genera ilusiones tan reales como yo. —Metió la
mano en la bolsa, pero había un rectángulo negro—. Tus
ojos en la realidad me han visto llegar a la habitación con
esta bolsa, pero no saben qué es lo que contiene por lo que
llena ese espacio con algo negro.
—Vale, ahora sí creo que me estoy volviendo loco. —La
imagen de Allison cambió a la de John. Sabía que era él
porque estaba con el uniforme del sheriff y porque tenía
más arrugas fruto de sonreír más frecuentemente.
—No estás loco Stiles, tu mente intenta decirte algo.
—¡Pues que me diga qué es, que no la sigo!
—No puedes estar en silencio para siempre, Stiles —dijo
John, pero cuando Stiles bajó la vista y notó sus manos en
las mejillas, al levantar la vista vio a Derek muy cerca de su
boca, casi respirando sobre él—. Quieren ayudarte, pero no
podrán si no te dejas.
—Nadie puede ayudarme, soy un asesino.
—Eres inocente hasta que se demuestre lo contrario —
aclaró Derek con media sonrisa—. Y este caso es bastante
obvio: te defendiste. En lugar de morir tú, murió él. Eso lo
entendería cualquier jurado.
—Pero yo me alegro de que haya muerto...

Derek lo besó unos segundos con suavidad, abarcando sus


labios y chupando el inferior, haciéndole jadear. Se separó
de él, el moreno le sonrió ampliamente y al parpadear se
transformó en Claudia.

—Ya no queda nadie que lamente su muerte, Stiles —dijo


en voz baja agarrándole la cara—. John te quiere más a ti
delo que quiso a su hermano, y sólo quiere protegerte. Él es
el padre que deberías haber tenido, pero fui una chiquilla
tonta e influenciable y las palabras de Greg me engatusaron.
Pero John siempre fue el mejor de los dos, y Greg lo envidió
siempre por ello. Si hubiera cambiado... todo sería distinto.
Stiles, la envidia, el odio, todos los sentimientos malos hacen
que una persona se pudra por dentro; tu padre no nació
siendo así, se fue convirtiendo en el que tuvimos que sufrir
tú y yo porque las experiencias lo hicieron así, porque él
prefirió ser malo. Nunca escojas lo malo antes que lo bueno,
cariño. No hagas daño a la gente que te quiere, y no es
malo llorar si lloras por el motivo lo suficientemente bueno.

Claudia dio un paso atrás alejándose de Stiles, que intentó ir


tras ella, pero una fuerza le tironeaba hacia la dirección
opuesta. Aunque luchara con todas sus fuerzas no avanzaba
nada.

—Habla con ellos Stiles. Sé comunicativo, cuéntales lo que


pasó. John te ayudará, colabora con la policía... y tú deberías
ayudar a Derek. Está perdido sin ti.

La oscuridad lo tragó de repente pero luego vio que se


había despertado en la cama del hospital. Allí estaban John
y Allison charlando, y cuando abrió los ojos ambos se
acercaron a él algo dudosos.

—¿Sti? Te he traído tu helado favorito, el de vainilla con


galletas... por si quieres que nos lo comamos tú y yo —
murmuró acariciándole el pelo con una sonrisa amable.

Stiles la miró confuso unos segundos para luego


corresponder al gesto débilmente, algo que casi hace que
John se cayera al suelo de la sorpresa. Luego el castaño
frunció el ceño moviendo los ojos por la habitación.
—¿Derek? —La voz le salió extremadamente ronca por
haber estado en silencio tanto tiempo.
—Se... se ha ido a descansar Stiles, llevaba aquí tres días sin
moverse de tu lado. Lo llamo y lo aviso, ¿vale? —explicó
Allison temblorosa.
—Déjalo descansar —murmuró tragando saliva. Miró a su
tío, que tenía los ojos húmedos—. No llores por favor —
pidió el castaño negando con la cabeza.
—Siento no haber estado ahí, Stiles...
—Para, tío John.
—Deberías haberte quedado en mi casa, donde no podría
haberte hecho nada...
—No ibas a poder hacer nada si emprendía acciones legales
contra ti. Hubieras salido perdiendo. —Carraspeó y suspiró
en voz baja—. Siento haber estado así de catatónico, pero
me he dado cuenta que eso empeora las cosas.
—¿Has vuelto a tener alucinaciones? —preguntó John
curioso.
—No son alucinaciones: son los efectos que produce la
morfina. Nadie se acuerda, pero yo soy capaz de recordar
coletazos. Y mi mente me ha estado diciendo todos estos
días que me deje ayudar y que colabore con la ley para
aclarar todo este asunto. Pero primero querría ver a Derek
—dijo en voz baja el castaño bajando la vista.
—Entonces nos comeremos el helado y en cuanto lo
acabemos llamamos a Derek, ¿vale? —Stiles asintió y sonrió
como un niño pequeño.
27.

Sonaba un teléfono en el fondo de su conciencia... ¿o era la


realidad? No lo sabía distinguir así, en frío. Pero cuando
poco a poco sus sentidos se fueron espabilando pudo darse
cuenta de que el teléfono que emitía ese pitido molesto era
su propio móvil. Afuera estaba oscuro, y se espabiló
rápidamente cuando vio que había dormido demasiado. Oía
la televisión del salón, así que no era tampoco muy tarde ya
que su tío Peter seguía despierto.

Descolgó sin mirar el nombre de la pantalla y bostezó sin


querer en el auricular, provocando la risa del interlocutor al
otro lado.

—¿Allison? —preguntó confundido Derek.


—Sí soy yo, hemos querido dejarte descansar un rato más
pero yo creo que ya es hora de que vuelvas al hospital —
dijo con alegría. El moreno oyó la voz de Stiles pedirle el
teléfono a Allison—. Ay joder, qué pesado eres Sti... —Hubo
un forcejeo molesto al otro lado y la chica se quejó a lo
lejos—. Hola cariño, ¿has descansado? —Derek se incorporó
con demasiada rapidez que se mareó y tuvo que quedarse
sentado unos segundos.
—¿Stiles? —inquirió atónito.
—Sí, ya no estoy en huelga silenciosa, vuelvo a hablar —
comentó a modo de broma—. No quería que te llamaran
porque me han dicho que llevabas aquí desde hace tres días
y quería que descansases, pero te echo de menos —dijo en
voz baja, y Derek casi pudo ver cómo sonreía—. Ven cuando
quieras, pero eso, tengo ganas de verte.
—Tardaré el tiempo de vestirme y convencer a mi tío que
me lleve —farfulló levantándose a toda prisa con una
sonrisa en el rostro—. ¿Estás bien? O al menos, ¿estás
mejor?
—La verdad es que sí, Allison me ha traído helado así que
estoy genial —comentó risueño—, y ahora lo único que
haría el día redondo es verte.
—Voy ahora mismo, te quiero.

Colgó tirando el móvil encima de la cama de cualquier


manera y se vistió a toda prisa sonriendo como un idiota. Se
peinó un poco para no ir con los pelos de recién levantado y
procuró coger todas las cosas que le harían falta. Bajó de
tres en tres las escaleras y aterrizó en la alfombra, asustando
a su tío que lo miró con mala cara.

—¿A qué ha venido eso?


—¿Me puedes llevar al hospital? —preguntó Derek con una
gran sonrisa.
—¿No puedes simplemente llevarte el coche?
—Es que pretendo quedarme allí esta noche.

Peter suspiró y se levantó, cogiendo su chaqueta y las llaves


del coche y saliendo, mientras su sobrino daba saltitos
alrededor, poniéndolo nervioso. Se montaron en el coche y
al cabo de cinco minutos llegaron a su destino.
—Saluda a Stiles de mi parte, y dile que cuando salga si
quiere quedarse en casa es más que bienvenido.
—¿No quieres entrar a verlo? —inquirió el moreno
frunciendo el ceño.
—Aparte que no me gustan nada los hospitales, mañana
trabajo y tengo que descansar.
—Vale, gracias por traerme Peter —dijo con una sonrisa
saliendo del coche.

Fue rápidamente por el pasillo hasta el ascensor. Esperó


pacientemente a que llegara a la planta donde estaba Stiles
y saludó a los guardias que flanqueaban la puerta del
castaño.

Abrió la puerta y asomó la cabeza. Allison estaba sentada en


la cama junto a Stiles, y John se había colocado a los pies de
su sobrino. Estaban en plena discusión sobre qué película
ver.

—¿Se puede? —preguntó Derek esbozando media sonrisa.


—¡Derek! —exclamó su novio, y el moreno fue a abrazarlo
con ganas. Se quejó porque aún tenía heridas y moratones.
—Ay, perdón.
—¡No importa! Qué ganas tenía de verte —murmuró
enterrando la cara en el pecho de Derek, que sonrió.
—Y yo necesitaba verte de nuevo bien —dijo con voz
lastimera besándole la cabeza y acariciándole la mejilla.
—Ahora que has venido me voy a ir, que Lydia no ha podido
venir y quería saber cómo estaba Sti, no deja de darme la
brasa por whatsapp —explicó Allison dándole un beso en la
mejilla a su mejor amigo y al moreno.
—Yo creo que aprovecharé y me pasaré por casa, si a Stiles
no le parece mal.
—Tío John, claro que puedes irte. Si necesito algo Derek me
lo trae, y si no te llamaré, ¿vale?

Se fueron los dos y Derek se separó un poco de su novio


para mirarlo a los ojos, sonriendo y sin dejar de acariciarle
los pómulos con suavidad. Stiles lo agarró de las solapas de
la chaqueta y lo atrajo a sus labios, haciendo que se dieran
un beso largo e intenso.

—Te he echado muchísimo de menos —murmuró Derek


separándose sólo unos milímetros de su boca.
—Lo siento —se disculpó el castaño—. Ya estoy bien.
Estamos bien —susurró sonriendo y volviendo a besarlo con
ganas.

Se pasaron unos minutos besándose, hasta que el mayor se


separó de él y se sentó en el lugar donde había estado
Allison hasta su llegada. Le pasó un brazo por la cintura y
dejó que Stiles se echara sobre su pecho.

—¿Qué es lo que me he perdido para que estés ya bien? Es


decir, hablando y pudiendo comunicarte con nosotros...
—Te entiendo —rio dándole un beso sobre su esternón.
Observó unos segundos el colgante que le había regalado
en verano y se quedó unos segundos pensando en aquel día
y deseando volver atrás en el tiempo—. Bueno, desde que
entré en el hospital he ido teniendo sueños raros. Mi tío
decía que eran visiones porque salía mi madre y tal, pero yo
sabía que no era una visión porque no estoy loco.
—¿Entonces tú qué crees que eran, sólo sueños?
—No... Allison en el sueño me lo dijo, que erais retazos de
memoria que volvían a salir a la luz por la morfina. La gente
va olvidando esas cosas, pero yo las recuerdo.
—Si son recuerdos son cosas de tu cabeza, ¿qué te
decíamos entonces?
—El primer sueño con mi madre... supongo que me dijo
cosas que yo mismo pensaba, como si me las confirmara, y
aquello lo hizo más real. —Se quedó en silencio pensando.
—Si prefieres no contármelo no pasa nada, Stiles.
—No, sí que quiero, de verdad —repuso levantando la vista
con los ojos brillantes y se mordió el labio inferior—. Pero es
que es duro decirlo en voz alta, porque dejaría de pensarlo
yo nada más y te instaría a creerlo a ti también.
—Me estás dando bastante miedo —rio besándole la
cabeza.
—A ver en todos estos años siempre me ha dado mucha
pena que no estuviese mi madre, pero... también ha estado
presente en mi mente que ella fue egoísta al suicidarse y
dejarme a mí aquí, en lugar de quedarse y cuidarme. Y creo
que en parte la odio por eso.

Derek lo estrechó aún más entre sus brazos y dejó sus labios
sobre la venda que tenía en la cabeza, besando la brecha de
debajo con suavidad. Suspiró y buscó sus ojos.
—No voy a opinar sobre eso, Stiles. Era tu madre, y deberías
conservar los buenos recuerdos que tienes de ella, no
ensuciar su memoria juzgando lo que hizo y por qué tomo
esa decisión. Estoy seguro que de haber sabido lo que te
esperaría a continuación no lo habría hecho, pero todos
tenemos derecho a equivocarnos.

Su novio lo miró con los ojos vidriosos y una lágrima se le


escapó. Ésta rodó por la mejilla y él apretó los labios,
inspirando hondo para aflojar el nudo de su garganta.

—Ya lo sé, Derek. Pero me duele que no pudiera superar la


muerte del ángel y lo prefiriera a él por así decirlo. —Suspiró
una última vez pensando en su madre y prosiguió—. Me
contó que la caída había matado a Greg, pero yo creo que
lo escucharía estando inconsciente y mi mente lo extrapoló
para que pareciera que el recuerdo de ella lo sabía. Luego
apareciste tú en la cabaña de la última noche del
campamento —susurró sonriendo con cariño, contagiando a
Derek—. Me decías que si no hubiera empujado a mi padre
me había reventado la cabeza en el suelo —explicó en voz
baja. El moreno contuvo un escalofrío—. Y yo creía que
estabas muerto, por eso de que apareciste después de mi
madre, ¿sabes? Como si el mundo tuviera sentido si alguna
vez no estás. —El mayor inspiró aire emocionado con esas
palabras y lo apretó contra él. Stiles lo miró con diversión a
pesar de tener aún lágrimas en los ojos—. No sé de qué te
sorprendes, es la pura verdad. —Le acarició la mano y luego
torció el gesto—. Después aparecí en el lugar donde tiramos
las cenizas de mi madre, donde me salvaste de caerme. Y en
ese momento fue cuando desperté y me encontré entre tus
brazos aquella noche en el hospital —murmuró—. Me
empujó Greg —dijo con voz trémula, y Derek notó la
tensión de sus manos—. Quería terminar el trabajo que no
pudo acabar en casa, supongo —rio amargamente.

El moreno le giró el rostro con el ceño fruncido, y


contemplándolo unos segundos lo besó con ansiedad,
saboreando sus labios y lamiendo el inferior, pidiendo
permiso para que su lengua entrara en acción. Stiles
entreabrió la boca y Derek profundizó el beso, respirando
entrecortadamente y temblando de pura rabia por todo lo
que estaba pasando el castaño. Notó el sabor salado de las
lágrimas del menor, y entonces paró y colocó su frente en la
de Stiles, cerrando los ojos y recuperando el aliento.

—Te amo —murmuró el mayor apretando su abrazo y


enterrando la cara en el cuello de su novio—. No soporto
que te lo haya hecho pasar así —gimió consternado, y
cuando Stiles lo miró vio que tenía los ojos brillantes. Le
cogió la cara y le besó los párpados con suavidad.
—Ya no está —susurró con una leve sonrisa—, y yo también
te amo. —Se quedaron unos segundos disfrutando de aquel
momento hasta que Stiles se apartó un poco de él—. En
otro sueño mi madre me decía que colaborara con la policía,
que volviera a hablar —explicó en voz baja—, y que...
estabas perdido sin mí.
Derek sonrió ampliamente y le acarició la cara con suavidad,
pasando sus pulgares por todos y cada uno de los lunares
que tenía a su alcance. Luego volvió a besarlo con suavidad.

—Eso te lo dije cuando llegué —murmuró—, que estaba


perdido sin ti. Te estuve hablando durante horas intentando
que despertaras —comentó sonriendo—, y ahora sé que
podías escucharme.
—Me alegro haberlo hecho —repuso agarrándole la
muñeca y apretándosela. Suspiró y se acomodó en su
pecho, cerrando los ojos—. Tendría que hablar con la
policía, explicarles lo sucedido.
—Sólo si quieres Stiles. Hazlo cuando estés preparado —
dijo en voz baja pasándole los dedos por su pelo.
—Quiero hacerlo, pero ahora mismo estoy demasiado bien
aquí. Espero que puedan esperar un poco más, porque
necesitaba estar contigo.
—Podrán esperar —susurró besándole justo debajo de la
oreja y repartiendo besos por su cuello—, lo que provoque
hacerte pasar un mal trago siempre podrá esperar.

El castaño sonrió, feliz por primera vez después de esos días


que habían sido el mismísimo infierno para todos. Cerró los
ojos unos segundos, hipnotizado por el latido del corazón
de Derek, y quiso congelar aquel instante. Le daba igual
seguir dolorido por los golpes, seguir teniendo aquella
horrible venda en la cabeza, incluso le daba igual no poder
ponerse de pie por culpa del dolor que le provocaban las
costillas rotas: quería quedarse allí con Derek para siempre.
28.

La charla con la policía no fue nada agradable. Le leyeron la


descripción del escenario del crimen, y cómo había quedado
el cuerpo de su padre. Stiles tuvo que rememorar toda la
pelea tan sólo en presencia de su tío, que era ahora su tutor
legal.

Había llorado durante las dos horas que habían estado en la


habitación interrogándolo, mientras que Lydia y Allison
estaban con Derek esperando poder entrar a verlo.

Estaba siendo horrible escuchar todos los detalles de la


pelea, y John más de una y más de dos veces había tenido
que ahogar un sollozo al imaginar la escena que describía su
sobrino.

Sin embargo, aquellos dos policías lo escuchaban


impertérritos sin mostrar emoción ninguna, tan sólo
tomando notas y haciendo preguntas pertinentes.

—Y señor Stilinski —preguntó el policía del bigote, como lo


había catalogado el chico en su mente, mirándolo—, ¿dijo o
hizo algo que pudiera provocar a la víctima para que lo
atacase?
—¿Está intentando justificar a ese monstruo? —espetó John
atónito.
—No, queremos saber la verdad.
—Me vio despedirme de mi novio y me pegó diciendo que
era un maricón y una puta —repuso Stiles apretando los
dientes con rabia—. ¿Es suficiente provocación o prefiere
que describa de nuevo el momento en el que me cogió del
cuello?
—Es suficiente. Cuando obtenga el alta recibirá la citación
del juzgado por la acusación de la fiscalía por homicidio.

Dicho esto, los dos agentes salieron de la habitación. Los


que esperaban fuera se levantaron de un salto y fueron
hacia la puerta para entrar. Entonces se asomó John con los
ojos rojos de haber llorado.

—Ahora mismo quiere estar solo —murmuró—. Ha sido


muy duro volver a recordarlo todo, y necesita calmarse. —
Las chicas torcieron el gesto decepcionadas, pero Derek se
adelantó.
—John...
—De verdad, Derek. Sabes que si él estuviera bien querría
veros, pero me ha pedido que me vaya, y que no lo venga a
ver nadie. —El moreno apretó los labios disgustado.
—Me quedaré aquí hasta que quiera visita.
—Vale hijo, yo necesito descansar. Ha sido escalofriante
oírlo —dijo reprimiendo un escalofrío—. Mañana por la
mañana vendré y hablaremos tú y yo, ¿vale? Y te lo contaré,
no quiero que vuelva a recordarlo.
—Está bien —murmuró Derek dejándose caer en su asiento.
Se despidió débilmente de las chicas y permaneció
cabizbajo. Se decidió a mandarle un whatsapp a Stiles.

“Estoy aquí fuera cuando quieras compañía, sólo


avísame”
Suspiró acomodándose en los asientos rígidos del pasillo y
puso su chaqueta a modo de almohada. Cerró los ojos y
cuando estaba medio dormido oyó la puerta del cuarto de
Stiles. Al abrir los ojos vio al castaño asomado al pasillo,
mirándolo. Se levantó con tanta rapidez que se tambaleó,
mareado.

—Stiles, no deberías estar de pie —le regañó compungido al


verlo con tan mala cara.
—Quiero dar un paseo, ¿podrías ir a pedírselo a la
enfermera? Dile que irás conmigo y que si me encuentro
mal me traes de vuelta... —murmuró agachando la cabeza
como un niño perdido. Derek apretó los labios.
—Claro, ve vistiéndote. Ahora vuelvo.

Casi corrió hasta el mostrador donde una sorprendida


enfermera lo miró con una ceja enarcada. Derek respiró
agitadamente y le esbozó una sonrisa nerviosa.

—Mire, soy el novio del chico de la 312, Stilinski... Stiles


quiere dar una vuelta, yo sé que está prohibido pero si
pudiéramos ir a que le diera el aire... yo iría con él, si no se
encuentra bien volveríamos sin discusión.

La mujer lo miró por encima de sus gafas con una expresión


escrutadora y el ceño fruncido. Apretó los labios disgustada
pero miró la ficha del castaño. Volvió a observar a Derek.
—Lleva aquí mucho tiempo, eso es verdad... en fin, que sea
menos de media hora, por favor. Y que se abrigue bien. Si le
duele algo que vuelva enseguida, y que no realice esfuerzos
físicos.

El moreno sonrió aliviado y asintió con una gran sonrisa,


yendo a la habitación de Stiles. Éste estaba poniéndose sus
converse. Lo miró interrogante, y Derek por toda respuesta
cogió el chaquetón de su novio.

—Abrígate, y si te duele algo volvemos. —Stiles sonrió


ampliamente y fue a abrazarlo.
—Muchas gracias mi amor.

Al cabo de diez minutos salían rápidamente del hospital, tal


y como les había pedido la enfermera. Stiles iba cabizbajo,
pero tenía bien agarrada la mano de Derek entre las suyas.
Se ajustó la sudadera cuando entraron en el parque y se
sentaron en un banco de madera. El moreno le frotó los
brazos para que entrara un poco en calor, y luego lo rodeó
con sus brazos.

—¿Estás bien o tienes frío?


—Estoy bien, Derek. Ya apenas me duelen las costillas —
murmuró dejando caer la cabeza en el hombro de su
novio—. Mi tío se fue a casa, ¿verdad?
—Sí, parecía que necesitara descansar.
—La verdad es que se merece dormir un poco, no ha sido
fácil para él lo que ha ocurrido esta tarde —admitió el
castaño.
—No quiero que me lo cuentes Stiles, ya bastante tienes con
haberlo recordado hoy.
—Gracias —susurró el castaño dándole un pequeño beso.
—Cuando acabe todo esto y quedes absuelto, quiero
llevarte a ver mi ciudad. —Stiles lo miró con una sonrisilla—.
Quiero presentarte a mis hermanas, a mi madre, pero sobre
todo a mi abuelo. Lleva queriendo conocerte desde que le
hablé de ti, y cuando lo llamé desde el campamento
diciéndole que estabas tú... casi se vuelve loco. —Se inclinó
y posó sus labios sobre los de Stiles—. Quiero que conozcas
a mis amigos, que veas donde he estudiado... quizás entre
en la universidad —repuso distraídamente—, mi madre
insiste mucho y creo que me decantaré por educación
primaria, el típico profesor de educación física buenorro, ya
sabes, por el que suspiran todas las crías y más de uno. —El
castaño soltó una risita y Derek lo besó con una sonrisa—.
Iba a entrar este año, pero creo que lo dejaré para el que
viene, mi madre ha sido la que me lo ha sugerido. No quiero
dejarte aquí a tu suerte.
—Derek... no tienes por qué estar aquí.
—¿Es que quieres que me vaya? —comentó alzando ambas
cejas con sorpresa. El otro bajó la cabeza.
—Claro que no, pero tampoco quiero que dejes de estudiar
porque tu novio esté acusado de homicidio.
—Ah, ¿te parece poco? —bromeó Derek—. Creo que es lo
que tú harías por mí, y no quiero dejarte solo cuando más
me necesitas.

Stiles lo miró con esos enormes ojos ambarinos que le


atravesaban las entrañas y sonrió, de tal forma que sus ojos
brillaron con una chispa de alegría. Derek imitó su gesto y lo
besó de nuevo.

***

Finalmente y tras un mes ingresado en el hospital, Stiles por


fin recibió el alta. Hubiera salido antes pero la brecha en la
cabeza se había abierto, dando lugar a un aparatoso
accidente que incluía más sangre de la que cabeza tenía el
castaño.

Los días que restaban al juicio los pasaría en casa de su tío,


que había ofrecido que Derek se quedara con ellos para que
no se tuvieran que separar. John seguía yendo a su trabajo,
aunque no tenía acceso a los archivos de su sobrino.

—¿Quieres algo? —preguntó Derek por enésima vez en lo


que iba de mañana. Stiles puso los ojos en blanco.
—Sí, que te sientes y podamos ver de una vez la película.
¿No me dijiste que querías ver la Historia Interminable
conmigo?
—Claro, pero también quiero cuidarte —dijo con una
sonrisa tirándose a su lado.
—Bueno, te pongo en sobre aviso de que la película no
tiene casi nada que ver con el libro.
—Como siempre.
—Sí, como siempre hacen. La primera aún se parece un
poco, por eso de la Emperatriz Infantil y la Nada... pero la
segunda sí que es infumable, eso no quiero ni volverla a ver.
—Ajá, vale, la veré en la soledad de mi noche mientras
roncas.
—Yo no ronco —repuso poniéndole una mueca al
moreno—. El que roncas eres tú, que pareces un ciervo
resfriado.

Derek puso los ojos en blanco y le dio al play en el portátil


de su novio, regalo que le había hecho su tío John.

Tras una hora y media de película y algunas lágrimas por


parte de ambos en la parte del Pantano de la Tristeza, la
película acabó. Derek intentó levantarse pero Stiles se había
movido tanto durante ese rato que habían enredado sus
piernas de manera que no podían liberarse. Dejó los
créditos saliendo mientras le sonreía al castaño.

—¿Qué te ha parecido? —preguntó Stiles acariciándole la


mejilla a pesar de que raspara.
—Ha estado muy bien. Pobre Artax, joder... creo que no he
llorado tanto con una escena en mi vida. En el libro me dio
pena pero es que aquí... qué horror.
—A mí me encanta la escena del templo de Atreyu cuando
se mira al espejo... y con las estatuas —explicó sonriente
enumerando con entusiasmo—. Y Bastián en la película es
menos idiota que en el libro.
—Es que en el libro es para pegarle con el ÁURYN.

Stiles siguió relatando sus escenas favoritas de la película; el


hecho de que la bestia que perseguía a Atreyu fuera un lobo
le hacía genuinamente feliz, y el moreno no podía dejar de
mirarlo con una gran sonrisa. Su novio frunció el ceño y lo
pinchó en el costado.

—¿Por qué me miras con esa cara?


—¿Qué cara? —preguntó confuso.
—La cara de: “si pudiera te comía la boca”.
—¿Estoy poniendo esa cara?
—Sí, y me pones nervioso.

Derek se lanzó sobre su novio como si fuera un lobo encima


de su presa, provocando la risa de Stiles. Lo besó con ganas
y se separó de él con una sonrisa.

—Yo nunca pensaría eso, yo directamente te la como.


—¿Y la boca también? —preguntó mordiéndose la lengua
con picardía. Derek entrecerró los ojos con media sonrisa.
—A sus órdenes —murmuró volviéndolo a besar con
lentitud—. Si me dejas me comería hasta tus miedos.

Stiles sonrió de medio lado y le cogió la cara con las manos,


pegándolo a su boca y aferrándolo como si fuera su
oxígeno. Soltó un pequeño gemido por la fricción de la
lengua del mayor con la suya que enseguida encendió a
Derek.

Arrebató la camiseta del Super Mario que llevaba Stiles,


dejando ver su torso que aún tenía algunas marcas. Besó
suavemente esos puntos y luego lamió su esternón con
devoción. Pasó sus dedos con suavidad por las caderas del
chico, que se estremeció ante el contacto.
—Derek, te necesito —pidió cuando un lametón certero
bajo su ombligo le provocó un fuerte jadeo.
—Aquí estoy cariño —dijo con una sonrisa ladina volviendo
a sus labios y dejando que el castaño le quitara la camiseta
con ansiedad.

Con dedos torpes le quitó el botón de los vaqueros y se


aferró al culo de Derek, apretándolo contra su entrepierna y
haciéndolo gemir con ganas.

—Si no desenredas tus piernas de las mías no voy a poder


quitarme la ropa, Stiles.

El castaño rio de manera risueña y ayudó al moreno a


ponerse de pie. Derek se bajó los pantalones junto con los
bóxers e hizo lo mismo con Stiles.

—Mierda, no sé dónde está el lubricante —lloriqueó el


castaño palmeándose la frente.
—Si no quieres hacerlo...
—Derek por favor, mi primera vez fue dilatándome con
saliva, así que en este punto y estando como estamos, como
que prefiero que me la metas sin muchas ceremonias.

El moreno rio besándolo y volviéndose a echar encima de él.


Se retiró un poco humedeciéndose los dedos con saliva y
rozando la entrada de Stiles, introduciéndole el primer dedo.
El chico ya estaba acostumbrado al ritual para que dilatara,
por lo que apenas se quejó durante el proceso. Ahora fue él
el que se mojó los dedos de saliva y empezó a masturbar a
Derek con la vista fija en sus ojos. Gimió cuando rozó su
próstata y el moreno no podía contener más las ganas de
follárselo contra aquel sofá.

Se fue metiendo en él con dolorosa lentitud, ahogando un


gemido en el cuello de Stiles, que le mordisqueaba la
clavícula. Comenzó a ir despacio por miedo a hacerle daño
al estar aún convaleciente, pero el castaño se aferró a sus
omóplatos y lo miró con los ojos brillantes.

—No tengas miedo de partirme en dos —susurró con una


sonrisa—. Quiero sentirte, así que házmelo como tú sabes.

Derek lo besó y, sonriendo contra su boca, empezó a darle


con fuerza, tal y como le gustaba al chico. No dejaba de
golpear su próstata sin descanso, y el roce entre ambos
cuerpos hacía que su pene fuera estimulado por el vaivén.

Sintiéndose ahogado por el sofá y el cuerpo de Derek, y


obnubilado por las sensaciones, Stiles se corrió con fuerza,
apretando su recto y haciendo que su novio se corriera con
un par de embestidas más.

El moreno lo miró con el rostro perlado en sudor y le besó


en la frente, luego en la nariz y por último en los labios.
Stiles alargó el beso pasándole los brazos por el cuello
pegándolo a él, con Derek aún en su interior.
29.

—¿Parezco un chico responsable que no rompería nunca un


plato? —preguntó Stiles rascándose el cuello irritado por
haberse abrochado hasta arriba la camisa para llevar
corbata.

Derek le pegó en la mano poniéndole el cuello bien,


pasándole los dedos por el pelo para peinarlo y alzar ambos
pulgares. Estaban en los juzgados, el juicio de Stiles
empezaba ese día. El chico estaba muerto de nervios, pero
Derek era optimista, ya que sabía que lo declararían
inocente. John estaba llamado a declarar, por lo que no
podían verlo antes del juicio.

—Pareces el tío más sexy del planeta —comentó el moreno


con media sonrisa. Su novio puso los ojos en blanco.
—Es en serio, Derek.
—Y lo mío, ¿qué te crees? —Stiles hizo un mohín y el otro
rio—. Tan bien vestido pareces hasta virgen, con eso te lo
digo todo.

Stiles se echó a reír con nerviosismo y se secó las manos por


enésima vez en los pantalones. Notó la gota de sudor
cayéndole por la espalda, incomodándole lo más grande y
haciéndole cerrar los ojos.

—Irá bien, cariño. Ya verás. Tú debes estar tranquilo y no


amilanarte con lo que te digan. Si te pones nervioso haces
como si me lo contaras a mí.
—Vale —musitó el castaño recibiendo el beso de su novio—
. Te veo en el descanso.
—Te quiero Stiles.

Hizo una mueca parecido a una sonrisa y vio a Derek


desaparecer. Suspiró y se giró hacia su abogado. A pesar de
que su tío le había buscado un buen abogado, el tipo había
rechazado el caso alegando que era muy difícil conseguir la
absolución por homicidio involuntario, por lo que a última
hora le habían asignado uno de oficio.

—¿Estás listo...? —Leyó su nombre en la ficha—. ¿Mekienim?


—¡Stiles! Por favor, sólo Stiles —se quejó negando con la
cabeza.
—En el juicio te llamarán por tu nombre.
—Pues en el juicio me aguantaré, cuando me hables tú
puedes decirme Stiles, si puede ser.

El tipo se encogió de hombros y le indicó que era hora de


entrar. Ambos pasaron al interior de la sala y Stiles
enseguida notó los chorreones de sudor por la espalda y
por su frente. A pesar de ser aún menos, iba a ser juzgado
como adulto, lo que le aterraba muchísimo. Se sentó en una
mesa frente al juez junto a su abogado, y en la de al lado se
sentó el fiscal del caso.

Se giró para ver a su novio detrás de la valla que separaba la


zona del juicio de los asientos para el público, y tragó saliva
con fuerza. Respiró hondo y se agarró ambas manos para
intentar que dejaran de temblarle.
—Se declara abierta la sesión. —La voz potente del juez le
hizo pegar un bote en el asiento y mirar al frente—. La
señora secretaria va a leer los escritos de acusación y
defensa. —Una mujer con un peinado recio carraspeó
aclarándose la garganta y miró el folio que tenía delante.
—Mekienim Stilinski, a partir de ahora M. S., ha sido
acusado de homicidio culposo contra su progenitor,
Gregory Stilinski, a partir de ahora G. S., y la fiscalía solicita
una pena de cárcel de veinte años. —Stiles bajó la cabeza
deseando que se lo tragara la tierra. Su abogado ya le había
contado el tiempo que en el peor de los casos se pasaría en
la cárcel, pero aun así le daba un principio de ansiedad cada
vez que lo oía—. La defensa solicita la absolución de M. S.
alegando un homicidio involuntario en defensa propia,
aceptando realizar trabajos a la comunidad como pena.
—Señor Stilinski, póngase en pie. —Obedeció con torpeza,
casi tropezándose consigo mismo, pero se mantuvo firme
mirando al juez—. Se le informa de su derecho a no declarar
contra sí mismo y a no confesarse culpable. Si va usted a
declarar, responda a las preguntas del Ministerio Fiscal.

El castaño inspiró aire notando sus manos como flanes y


caminó hasta el estrado, donde el alguacil le dejó entrar, y
se sentó.

—Con la venia, señoría. Señor Stilinski, ha sido usted


acusado por haber matado a su padre. A pesar de no haber
cometido el homicidio con alevosía, todo el mundo se
extrañó de ello, ¿por qué lo tiró por las escaleras, señor
Stilinski?

Frunció el ceño ante aquella pregunta. ¿Aquel tipo no sabía


nada de lo que había pasado aquel día en su casa? Tragó
saliva pesadamente y se aclaró la garganta, pensando las
palabras que iba a decir. Tenía que cuidar lo que decía
porque el fiscal seguro que iría a desmoronarlo.

—Porque si no me iba a pisar la cabeza —dijo en voz baja.


Vio a Derek apretando los labios y cerró los ojos unos
segundos.
—No hay denuncias de malos tratos registradas contra
Gregory Stilinski, ¿es que de repente le atacó porque sí? —El
castaño se revolvió en la silla con incomodidad.
—Verá, me lleva pegando desde que era capaz de soportar
uno de sus puñetazos, desde los cinco años. No lo denuncié
porque la ley es bastante permisiva con los maltratadores y
seguramente cuando pagara la multa me mataría. Preferí
seguir viviendo penosamente a morir joven.

Hubo murmullos en la sala y su abogado se rascó tan fuerte


la frente que se dejó la marca. Se había excedido con
aquella confesión.

—Me atacó diciendo que era un maricón y una puta y sólo


porque me vio despedirme de mi novio.
—¿Él no sabía que era usted homosexual? —preguntó el
fiscal frunciendo el ceño.
—No creo que ese señor se preocupara por mi vida en
ningún momento, menos por mis preferencias sexuales.
—¿Y por qué le molestó tanto para empezar a pegarle,
como usted dice?
—Como yo digo no, como demuestran mis papeles médicos
y mi brecha, que si retira el pelo podría verla —gruñó con
irritación—. Ese hombre se creía que subía con una chica a
mi habitación y se enteró el último día que era un chico y se
le cruzaron los cables.
—Es decir, ahora sabemos que quedabas a escondidas con
tu pareja en su propia casa para hacer... lo que fuese que
hacíais y eso le pareció una falta de respeto... señoría, no soy
quién para opinar, pero también consideraría ofensivo que
en mi propia casa entrara un desconocido a mis espaldas.
-¡Protesto señoría! Lo que está diciendo el fiscal respecto a
esto carece de sentido en este juicio —interrumpió su
abogado. Stiles tenía cara de haber recibido una bofetada
tras haber oído al fiscal.
—Protesta denegada. Se acepta lo que ha dicho la fiscalía.
Continúe.
—¡Un momento! —espetó el chico enfadado—. ¡No tiene
nada que ver quién meta o no en mi cuarto!
—Señor Stilinski, le pido que respete el turno de hablar —le
riñó el juez.
—¡Pero es que en toda mi vida no ha dejado que entrara
nadie en casa! ¡Tenía que colarse por la ventana!
—¡Stilinski! —musitó el juez dando con el mazo en la
madera de manera brusca.
—¡Protesto señoría! Solicito que lo que ha dicho mi cliente
no conste en acta —dijo el abogado de Stiles.
—¡Protesto señoría! Considero que lo que ha dicho es una
prueba importante para la acusación —interrumpió el fiscal.
El juez le dio a la madera un par de veces más, haciendo que
ambos se callaran.
—Se aceptará lo que ha dicho el acusado, y ruego que
respete su turno de hablar, señor Stilinski.
—Disculpe señoría —murmuró Stiles agachando la cabeza.

Le costó aún un poco callar a la sala pero finalmente


pudieron continuar con el juicio. Stiles miró al fiscal con
irritación pero intentó mostrarse más relajado. No debía
dejar que le afectara lo que le decía.

—Entonces Gregory se enfadó con usted por subir a su


novio a la habitación sin su permiso y tuvo un ataque de ira,
pagándolo con usted y con el resultado de que tiró a su
padre por las escaleras, ¿es eso correcto?
—Lo tiré sin querer, pero no sé por qué no menciona para
que conste en acta que me cogió del cuello y que me hizo
una brecha, además de casi pisarme la cabeza...
—Pero usted está vivo aquí, y él ha acabado muerto.
—¡PORQUE PUDE RETIRARME EL PIE DE LA CARA JUSTO
CUANDO ME IBA A MATAR A MÍ! —gritó Stiles con furia—.
Al protegerme lo mandé hacia atrás y se cayó por las
escaleras. Fue un accidente, lo hice para que no me matara a
mí.

El juez apretó los labios y miró al fiscal, instándole a que


continuara. Aquel tipo le estaba sentando como una patada
en los huevos, pero fingió escucharlo mientras seguía
diciendo idioteces.

—...y las heridas también podrían haberse producido por


alguna caída... no digo que Greg no lo atacara pero quizás
no le hizo tanto daño.

Stiles se tapó la cara con ambas manos y luego lo miró con


irritación. Vio a Derek con los puños apretados y la
mandíbula tensa y suspiró, intentando parecer más relajado
y no darle la satisfacción al fiscal de ponerse nervioso.

—Claro, no tengo otra cosa que hacer yo que


autolesionarme, hacerme una brecha en la cabeza,
romperme varias costillas mientras espero que llegue la
ayuda para Greg —bufó—. Mire, yo sé que tiene que
atacarme por ser el fiscal y todo eso, pero nadie en su sano
juicio fingiría heridas de esta magnitud.

El fiscal lo observó en silencio para luego mirar al juez y por


último sus uñas, bien cuidadas y perfectamente recortadas.
Stiles puso los ojos en blanco.

—No hay más preguntas señoría.

***

Tras las preguntas que su abogado y él habían preparado y


de las que no tuvieron sorpresa alguna, vino el descanso.
Stiles se quedó en la silla cabizbajo y unos brazos lo
rodearon por la espalda y le besaron la sien.

—Hola —dijo en voz baja.


—Menudo imbécil —gruñó Derek mirando al fiscal.
—Sólo hace su trabajo.
—Se podría dedicar a actor porno gay si le gusta dar por
culo. —Stiles soltó una risita y acarició los brazos del
moreno.
—No sé si va bien o si va mal el juicio... ahora tienen que
interrogar a mi tío y me va a dar algo de los nervios.
—Sabes que John va a testificar en tu favor, cariño. No estés
nervioso.

Vieron entrar al resto de la sala y Derek le dio un beso


rápido antes de sentarse de nuevo en su lugar. Su tío entró
en la sala y le dirigió una sonrisa nerviosa. Se sentó en el
asiento para declarar.

—Que se llame al testigo... John Stilinski. ¿Jura decir la


verdad? —preguntó el juez mirando al testigo.
—Sí, juro decir la verdad —dijo su tío.
—Diga usted su nombre y apellidos.
—John Stilinski.
—¿Profesión…?
—Soy sheriff de Beacon Hills.
—¿Conoce usted al acusado y tiene alguna relación de
parentesco, amistad íntima, enemistad manifiesta o relación
laboral con alguno de ellos o tiene algún interés directo o
indirecto en esta causa?
—Soy el tío de Stiles... de Mekienim Stilinski, y también
hermano de Gregory Stilinski.
—Responda a las preguntas del señor Letrado de la
acusación particular. —Miró al fiscal, que se levantó y se
aclaró la voz.
—Con la venia, señoría. Si me permite, le llamaré John para
no confundirlo con su sobrino, al que llamaré señor Stilinski
—comentó el fiscal.
—No tengo problema alguno.
—Bien, la noche en la que su hermano murió fue llamado
por el señor Stilinski, ¿cierto?
—Sí, es correcto.
—¿Y fue usted de paisano o de sheriff?
—Estaba en mi turno cuando Stiles me llamó... —empezó
John.
—Que conste en acta que Stiles es el señor Stilinski, el
acusado —aclaró el fiscal.
—Aceptado, prosiga —anunció el juez.
—Y cuando llegué tenía un ataque de ansiedad y sólo decía
incoherencias. Fui a llamar a una ambulancia pero él ya la
había llamado, con lo cual yo llevé a mi sobrino al hospital a
que le revisaran las heridas y lo curaran. Una de las que
venía en la ambulancia rellenó el parte primero de lesiones y
luego volvieron a examinarlo en el hospital, donde estuvo
ingresado un mes hasta que pudo salir.
—Entonces... a ver si ubico bien todo, ¿Stiles permaneció un
mes en el hospital? ¿Y por qué hasta la segunda semana no
aceptó hablar con las autoridades? ¿No quería colaborar con
ellas?
—Simplemente tenía un shock post traumático. No hablaba,
sólo comía para no desfallecer y tenía unos sueños
escalofriantes. No le deseo a nadie ver lo que el novio de mi
sobrino y yo vimos esos días —relató John con los ojos
húmedos.
—¿Su hermano era un hombre violento?
—A ver... ni Claudia, madre de Stiles, ni mi sobrino me
dijeron nunca nada de que los maltratasen. Claudia se
suicidó hace ocho años y mi sobrino sufrió lo impensable
ahí dentro.
—¿Cómo lo sabe? Es decir, puede ser que sólo lo hiciera
Greg esta vez, y su sobrino lo matase.
—Mire, que no me lo confesara no quiere decir que yo sea
retrasado, con perdón. Mi sobrino nunca quería hablar de
ello, y evitaba decirle papá. Créame que el miedo que había
en los ojos de Stiles cada vez que le nombraba a Greg era
increíble. Enterarme de todo lo que le hizo a mi sobrino hizo
que me alegrara que de ese monstruo esté muerto.

La sala entera estalló en murmullos furiosos, y el juez tuvo


problemas para callarlos a todos. Stiles tragó saliva porque
no debería haber dicho eso John. Iba a perder peso como
testigo.

—He acabado señoría, no hay más preguntas. —El fiscal


sonrió satisfecho de lo que había dicho John, y el abogado
de Stiles miró a su cliente y el castaño bajó la cabeza.
—No quiero hacer ninguna pregunta al testigo, señoría.
— Puede retirarse, abandonando la Sala o permaneciendo
en ella, según desee, señor Stilinski... John —comentó
mirando al tío de Stiles. Miró al fiscal—. Señor letrado...
—Con la venia, señoría. Hemos escuchado aquí la terrible
historia de este muchacho, sí... pero pudo haber sido obra
de una enajenación mental transitoria del Gregory Stilinski,
la víctima. Aparte, el acusado hizo actos a sus espaldas que
podrían haberlo alterado y llevado a ese estado. El chico lo
empujó por las escaleras haciendo que se encontrara con el
peor de los destinos... Por ello considero que el señor
Mekienim Stilinski sea condenado a 20 años de cárcel por
homicidio culposo, ya que a pesar de no haber alevosía ante
ese acto, no podemos dejar que alguien tan inestable como
el señor Stilinski salga a la calle así como así. —El juez
asintió secamente ante las palabras del fiscal y miró al
abogado de Stiles.
—Señor letrado...
—Con la venia, señoría. Mi cliente ha sufrido durante años
maltratos por parte de su padre, y a pesar de llevarlo en
secreto era más que obvio que el chico estaba sufriendo
golpes por parte de su padre. Este último ataque fue más
fuerte de lo normal, y con tal de proteger su vida, mi cliente
intentó protegerse y accidentalmente y en defensa propia
tiró por las escaleras al señor Gregory Stilinski, acabando
con su vida. Así que con todo esto solicito la absolución de
mi cliente a cambio de servicios a la comunidad con tal de
compensar el daño.

Stiles tenía la cabeza hundida en sus hombros y no podía ni


mirar al frente. Tenía unas ganas terribles de llorar porque
aquello pintaba mal para él. No quería ni mirar a Derek a los
ojos porque se vendría abajo al verlo.

—Póngase en pie el acusado. ¿Tiene usted algo más que


decir? —Stiles levantó la mirada y asintió con firmeza.
—Sí, su señoría —dijo con voz temblorosa—. A pesar de que
no denunciara lo que me hizo mi padre todos estos años,
considero bastante grave ya que me propinara una paliza de
tal magnitud sólo por mi condición sexual. No sé qué más
decir, pero lo que no veo justo que ese tipo esté mejor
muerto que vivo y yo tenga que pagar por todo lo que me
hizo.
—Stiles, joder cállate la boca —musitaron en voz baja a sus
espaldas. Se trataba de Derek, pero de perdidos al río.
—Vistos para sentencia. Despejen la Sala. En media hora se
dará el veredicto.

Con el golpe del martillo en la madera, Stiles se dejó caer en


el asiento, se tapó la cara con las manos y se echó a llorar.

***

Cuando volvió a entrar a la sala, tenía los oídos embotados.


Derek había intentado tranquilizarlo pero estaba a punto de
tener una bajada de tensión por todo lo acontecido. Había
comido algo, pero seguía atontado. Cuando lo mandaron
entrar, ya sabía lo que lo esperaba. Ya sabía que el demonio
sí había tenido poder en el cielo, y tanto. Lo había llevado
hasta su terreno y le había pateado.
—...consideramos que el acusado Mekienim Stilinski es
culpable del homicidio culposo de Gregory Stilinski, pero
consideramos que la pena pedida por la fiscalía es excesiva,
por lo que lo condenamos a catorce años de cárcel en la
prisión estatal de Utah. Será trasladado hoy mismo allí y
cumplirá condena, con posibilidad de reducción de pena
hasta cuatro años por buen comportamiento. Se levanta la
sesión.

Aquello excedía el aguante de Stiles, que cayó con un golpe


sordo en el suelo de la sala, ante la mirada atónita de todos.
30.

Aquella pesadilla no acababa más que empezar. Le dieron


tiempo para que se recompusiera y se despidiera de su tío y
de su novio. No sabría decir quién estaba peor, si Stiles
mismo o John, pero el que superaba con creces en aquel
instante la cara de completa devastación era Derek. Lo
abrazó con hambre, esperando poder fundir el cuerpo del
castaño con el suyo para que no tuviera que ir a la cárcel,
pero fue imposible.

Demasiado pronto, demasiado rápido.

Los separaron con dificultad, y Stiles estaba tan alterado que


ni siquiera podía llorar. No había lágrimas para tantas
emociones. Le pusieron las esposas, como si fuera a
escaparse si no se las ponía, pero estaba aterrado, muerto
de miedo. Miró unos segundos a Derek antes de que lo
sacaran de la sala y lo condujeran al coche de policía que lo
llevaría hasta el aeropuerto, donde lo montarían en el avión
hasta la cárcel de Utah.

Era irónico que el primer viaje en avión que haría fuera para
ir a la cárcel.

Cuando estuvo sentado en el avión junto al policía que lo


acompañaba, atado de pies y manos, lo miró largamente
con los ojos enrojecidos y se quedó unos segundos tan sólo
moviendo los labios.
—¿Es necesario el de los pies? Es decir, sé que es su trabajo,
pero no voy a ir muy lejos a no ser que me tire del avión... Y
aun así no viviría mucho para contar que me he escapado.
—Es para que no agredas a nadie.
—Ah —musitó poniendo mala cara y apretando los labios.

Lo trataban como un asesino. Y aunque lo era, su padre


merecía morir por todo lo que les provocó a su madre y a él.
A pesar de tener que ir a la cárcel, cualquier lugar era mejor
si no existía Greg.

Luego pensó en Derek, y enseguida se arrepintió de haberse


acordado. No sabía qué pasaría con él, ni siquiera había
podido hablar nada, pero la última imagen de su novio
había sido algo para olvidar. Permaneció el resto del viaje
con la cabeza gacha y deseando que el avión se estrellara
para no tener que seguir aguantando aquella pena en su
pecho.

***

Esperaba detrás de un montón de tíos altos en una cola para


entrar a la revisión médica. Estaba aterrado y había notado
más de una mirada de desprecio. Se sentía diminuto, más
que cuando Greg le pegaba cuando era más pequeño. No
quería llorar pero es que era lo único que quería hacer.

—¡Stilinski, Mekienim! —gritaron desde el interior de la


consulta.
—¿Qué clase de nombre es ése? —preguntó alguien en la
cola.
—¡Anda, es el larguirucho!
—¡Ese lo quiero para mí!

Apretó los dientes con tanta fuerza que creía que se le


romperían. Necesitaba permanecer de una pieza, y no
derrumbarse delante de aquella gente. Al entrar había una
chica rubia con una bata de espaldas a la puerta. Al oír ésta
cerrarse se dio la vuelta y vio a Stiles junto al guarda de la
prisión.

—¿Mekienim?
—Llámeme Stiles, por favor —pidió en voz baja y sin mirarla.
—Vale Stiles. Yo soy Erica Reyes, si necesitas a alguien aquí
dentro puedes pedirme ayuda, que si está en mi mano haré
lo que pueda.
—Gracias —musitó.

Le sacó sangre, le midió la tensión, lo midió, lo pesó y le


hizo bastantes preguntas, y el castaño seguía con la misma
actitud, triste y cabizbajo.

—Oye Stiles, sé sobre tu caso —comentó Erica sentándose


junto a él en la camilla y sonriéndole levemente—. He
trabajado en un hospital infantil donde he tenido que
atender a niños que recibían palizas de sus padres, y se me
partía el corazón.
—¿Y qué haces aquí? —preguntó con lágrimas en los ojos,
intentando respirar con normalidad.
—Me mudé a Utah y aquí pagan muy bien. Tengo facturas
que pagar —dijo simplemente—. A lo que iba, que
comprendo por lo que has pasado, y no todos han podido
sobrevivir para contarlo. Es injusto que estés aquí.

Stiles apretó los labios y asintió distraído, levantándose y


vistiéndose con los pantalones azules oscuros, la camiseta
celeste y la chaqueta vaquera. Siguió al guarda y éste lo
llevó hasta su celda.

—Stilinski, a la 207 —espetó mientras abrían la puerta. El


castaño tragó saliva y pasó al interior.

Cuando cerraron a sus espaldas pegó un brinco del susto y


miró al hombre moreno que se ponía de pie delante de él.
No se veía mucho más mayor que él, y cuando le vio el
rostro supo que tampoco parecía ser tan temible como su
tamaño sugería. Dejó sus sábanas en la litera superior y miró
al chico, que le tendió la mano.

—Hola, mi nombre es Boyd. Vaya, ¿cuántos años tienes?


Eres de lo más jovencito que se ve por aquí...
—Tengo dieciséis —murmuró torciendo el gesto.
—Tranquilo, esta prisión es bastante inofensiva para lo que
se ve en otras partes. Han venido reclusos de otras cárceles
bastante más severas que ésta y aquí están bastante bien.
¿Cómo te llamas, chaval?
—Me llamo Stiles, aunque el nombre que ha dicho el guarda
es el mío de verdad... lo odio.
—Normal que lo odies, no sé cómo es que has aguantado
sin cambiarte el nombre...
—Hasta los dieciocho no puedo, y visto lo visto pasaré aquí
unos cuantos años desgraciadamente... —comentó con
amargura.
—¿Cuántos te han caído y por qué, Stiles?

El castaño suspiró y apoyó la espalda en los barrotes. Se le


hizo un nudo en la garganta al notar la realidad ahí, tan
palpable que asustaba. Luchó por no llorar, porque cuando
empezara no pararía durante horas.

—Me han caído en principio catorce, aunque pueden ser


diez si tengo buen comportamiento. Y bueno... en la versión
oficial es homicidio culposo —dijo entre dientes—, pero fue
en defensa propia. Se cayó por las escaleras porque aparté
su pie antes de que me pisara la cara. —El otro silbó
largamente y asintió un par de veces.
—Lo siento tío, pero ya sabrías que es casi imposible quedar
absuelto en estos casos, ¿verdad? Da gracias que no te han
caído más años.
—Encima tendré que dar saltos de alegría —farfulló
subiéndose a su cama rápidamente y haciéndose un ovillo.
Boyd se puso de pie y lo miró unos segundos.
—Yo entré con tu edad —explicó torciendo el gesto—, por
haber robado en reiteradas veces. El último fue el colmo, fue
el objeto más caro que había robado. Obviamente me
pillaron, y me quedan once años aún. Aquí hay gente con la
que se puede tratar, aunque hayas oído seguramente a
algunos indeseables. Lo suyo sería pasar desapercibido,
intentar no molestar a nadie y aferrarte a algo para que los
días pasen. ¿Te espera alguien fuera? ¿Novia, familia?
—Novio —murmuró con los ojos llenándose de lágrimas.
Boyd frunció el ceño.
—Mejor que... no digas eso mucho por ahí —dijo en voz
baja—. Algunos indeseables podrían hacerte mucho daño.
—Stiles lo miró con horror y se encogió más sobre sí
mismo—. Mira chaval, vamos a pasar mucho tiempo en esta
celda juntos, y a mí me van las tías... sobre todo la doctora
Reyes, ¿la has visto?
—Sí... ha sido muy amable conmigo —murmuró frotando su
nariz con la manga de la chaqueta—. ¿Cuándo tenemos
visita de alguien de fuera?
—Pues todos los lunes...

Stiles asintió apesadumbrado y Boyd entendió que su charla


había finalizado. El castaño puso las sábanas que le habían
dado y se tapó hasta la barbilla, cerrando los ojos con fuerza
y deseando desaparecer de allí.

—Por cierto Stiles, mañana si quieres te cedo mi llamada —


susurró desde la litera de abajo—. Creo que la necesitas más
que yo.

El chico susurró un “gracias” que esperaba que se escuchara,


y se alegró de haberse aprendido el teléfono de Derek de
memoria. Notó entonces y sólo entonces que las lágrimas
que había luchado por contener se derramaban de sus ojos
y comenzaban a caer en la almohada, y no dejaban de hacer
que sus ojos ardieran. Sollozó contra la almohada sintiendo
cómo la entereza que había fingido desde por la mañana en
el juicio era sólo una capa exterior, que por dentro estaba
totalmente roto.

***

Había dormido en casa de John, aunque dormir no era la


palabra correcta para ello. No había dejado de llorar durante
todo el rato que había estado despierto, rogándose a sí
mismo dormir un poco porque estaba agotado de tantas
emociones.

Derek nunca había llorado tanto en su vida. De niño había


llorado por tonterías, y cuando entendió el concepto de la
muerte y supo que su padre no volvería, también recuerda
haber llorado. También lloró a veces con Stiles, pero
aquellas veces habían sido por empatía hacia su novio o de
pura felicidad.

Pero aquello estaba siendo horrible. Deseaba hundirse las


uñas y abrirse el pecho con tal de liberarse de esa tensión,
pero continuaba llorando sin descanso. No tenía palabras de
consuelo para John, que se sentía inútil por no haber podido
cuidar de su sobrino. En aquella casa había tanta pena que
agobiaba.

No sabía qué hora era, pero el sol estaba bien alto en el


cielo. Frunció el ceño al oír el móvil, y al ver que era número
oculto se extrañó aún más, pero descolgó el teléfono.
—Penitenciaría estatal de Utah. Tiene una llamada entrante,
¿da su consentimiento a recibirla?
—¡Sí, sí! —Se incorporó rápidamente con nerviosismo, sin
saber muy bien qué hacer. Se agarró del pelo con ansiedad.
—Hola, ¿eres Derek? —La voz no era la de Stiles, y sin
embargo sabía su nombre.
—Sí, soy yo...
—Ah, Stiles no tiene aún derecho a llamar pero le he cedido
mi turno. Te lo paso.
—Gracias, muchas gra...
—¿Derek? ¿Eres tú? —Se calló abruptamente notando de
nuevo las lágrimas en los ojos. Le habían dado tregua pero
en ese momento volvieron, aunque no quería poner peor de
lo que estaba a su novio.
—Sí, soy yo. Stiles... ¿cómo estás?
—Voy tirando, me ha costado dormir, no he parado de
llorar... Boyd me ha cedido su turno, pero en las pelis he
visto que eso es para conceder algo a cambio... Menos mal
que él es hetero porque no me interesa en absoluto donar
mi culo a los reclusos —espetó en voz baja y con rapidez.
—Ten cuidado por favor —rogó en voz baja—. Ayer vinieron
a verte Lydia y Allison... porque no sabían nada, así que
tuvimos la noche bastante movida.
—¿Cómo está John?
—Hecho polvo, se lamenta no haber podido cuidarte como
esperabas —dijo en un susurro lastimero—. El lunes iremos
a verte.
—¿Sí? —Casi pudo sentir cómo sonreía Stiles por la voz que
había puesto. Se mordió el labio inferior conteniendo un
suspiro—. ¿Y tú cómo estás?
—Destrozado —admitió cerrando los ojos—. No sabes lo
culpable que me siento.
—¿Por qué? No tuviste la culpa de lo que me hizo Greg.
—Pero no debí haberme ido aquella noche. Podría haberte
protegido, y no tendrías que estar allí.
—Claro Derek, porque tú tienes superpoderes que hubieran
visto las intenciones de Greg para matarme y hubieras sido
capaz de pararlo antes de que cayera por las escaleras, ¿no?
—No lo sé, pero eso nunca lo sabremos.
—No ganas nada torturándote, sólo ponerte peor y también
hacerme sentir mal a mí por no poder estar allí contigo.
—Lo siento Stiles... te quiero.
—Y yo también. Derek, se me acaba el tiempo. Dale un beso
a John de mi parte y te veo el lun...

Empezó a sonar comunicando, señal de que se había


acabado el crédito. Se apartó el teléfono del oído y respiró
costosamente, sintiendo la ansiedad acrecentándose en el
pecho. Podría sobrevivir a esto. Podría seguir hacia delante
aunque fuera viéndolo una vez por semana.

Se volvió a tumbar en la cama haciéndose un ovillo.

***

—Stilinski, Mekienim. Tienes visita.

Stiles pegó un brinco y sonrió por primera vez en aquellos


cinco días que llevaba en la cárcel. Los días habían pasado
muy lentamente, y con ayuda de Boyd (que lo único que le
había pedido a cambio de la llamada era que le hablara a
Erica bien de él) había sido un poco más fácil para él.

Por supuesto que había algunos hombres allí con el sólo


propósito de dañar lo más que pudieran, porque estarían allí
encerrados hasta que se murieran, pero había otros que
querían salir de allí, y que hacían todo lo posible por no
meterse en líos. Así había conocido a un par de reclusos,
James y Mark, y ya por lo menos no se sentía tan solo.

Procuraba llevarse bien con los de cocina, porque no sabía


cuándo necesitaría un favor de ellos, y era bueno tener
amigos todos lados. Pero aun así sentía un peso en el
corazón que parecía aligerarse a medida que iba hacia la
puerta donde lo esperaba el guarda.

Al asomar la cabeza vio a su tío y a Derek muy tensos, pero


en cuanto lo vieron sonrieron aliviados y se pusieron de pie.
Stiles se acercó a ellos rápidamente (pero sin correr, si no se
quedaría sin visitas unas semanas como castigo) y abrazó al
moreno con fuerza.

—Dios... ¿estás bien? ¿Te han hecho algo? Estás más


delgado —dijo Derek a toda velocidad separándose de él y
cogiéndole la cara.

El castaño sonreía, pero lo cierto era que tenía mal aspecto.


Tenía ojeras pronunciadas y aspecto enfermo de no dormir.
Estaba más pálido de lo normal y la ansiedad le había hecho
perder peso. Pero en ese momento le daba igual.
—Parece que han pasado cinco siglos y han sido sólo cinco
días... —musitó John abrazando a su sobrino.
—Ojalá hubieran pasado ya cinco años: me quedaría sólo la
mitad.
—He estado hablando con más abogados Stiles, quizás se
reduzca tu pena en una revisión del caso, pero tendría que
ser más adelante —explicó su tío apesadumbrado. Se
sentaron, el castaño con las manos entrelazadas y Derek con
la suya apoyada en el brazo del chico; no quería que
supieran allí dentro que Stiles era homosexual por temor
que su chico fuera blanco de algunos desalmados allí
dentro, pero necesitaba tocarlo de alguna forma. Aquella
mano le hacía estar más aliviado por el contacto con él.
—¿Y a cuánto bajaría? —preguntó Stiles mordisqueándose
el labio inferior.
—En vez de ser diez años por buen comportamiento, la
condena se te quedaría en ocho. Pero debes permanecer
fuera de líos este primer año.
—Ese era mi plan —dijo en un suspiro—, mi compañero de
celda es bastante simpático, me está ayudando mucho. Y un
par de chicos de por aquí también quieren mantenerse al
margen de las broncas de aquí dentro, así que de momento
estaré bien.
—Stiles... —graznó Derek con la voz ahogada. El castaño lo
miró con dulzura y le dedicó una pequeña sonrisa que
impidió que el moreno siguiera hablando por culpa del
nudo en la garganta.
—Estaré bien, de verdad. Nos veremos una vez a la semana
—comentó optimista encogiéndose de hombros—. No será
lo mismo pero a mí me vale.

Su novio asintió notando los ojos arder, pero aguantó como


pudo las ganas de llorar. Buscó en sus bolsillos y sacó una
foto que había impreso para Stiles. Se la hicieron con el
móvil de Stiles recién comprado, por lo que era el día en el
que se besaron por primera vez. El castaño esbozó una
sonrisa melancólica y le enseñó la foto al vigilante para
indicarle que se la iba a guardar en el bolsillo, y este asintió.

Indicaron que era hora de que se despidieran. John suspiró y


le dio un abrazo y un beso a su sobrino, pidiéndole que lo
llamara algún día y que se cuidara, que procuraría ir a
visitarlo cuantas veces pudiera.

Se alejó un poco para dejar que los otros dos se


despidieran. Derek abrazó con fuerza a su novio, casi
cortándole la respiración, pero a Stiles aquello no le
importaba en absoluto. Cerró los ojos con dolor y le acarició
la espalda.

—Te quiero, ¿vale? Espérame por favor —pidió el castaño


suplicante.
—Por supuesto —murmuró el otro separándose de él.

El vigilante lo llevó fuera de la sala, y Stiles lo siguió


cabizbajo hasta su celda. Una vez allí escondió la foto de
ellos dos juntos bajo la almohada y se hizo un ovillo,
deseando que el tiempo pasara rápido.

***

Un año después

La vista con la justicia para la revisión del caso de Gregory y


Mekienim Stilinski había ido bastante bien. La pena había
sido reducida y sólo tenía que cumplir siete años más de
condena.

Stiles se había acostumbrado a la vida en la cárcel. Se estaba


preparando un examen para aprobar el instituto allí dentro
gracias a un programa del gobierno para los menores de
edad que cumplían condena, y si aprobaba se sacaría una
carrera allí dentro. No es que hubiera mucho más que hacer,
pero la verdad es que había hecho buenas migas con otros
chicos que querían graduarse en el instituto a pesar de estar
allí dentro.

Los guardas eran bastante simpáticos con él, y a veces le


dejaban la linterna para que pudiera estudiar mejor por las
noches. No era la vida que hubiera deseado Stiles, pero
dentro de aquel sitio estaba mejor de lo que esperaba.

Las cosas no iban tan bien fuera. Derek había empezado a ir


a la universidad, e iba a verlo cada vez menos. Stiles decía
que no le importaba, pero la verdad es que si alguna
semana era Lydia, o su tío, o incluso había ido Danny a verlo,
y no estaba Derek allí, sentía que las lágrimas le quemaban
por dentro. Pero hacía ver que no le importaba.

Aquel día no esperaba visita. Había hablado con su tío y éste


le había dicho que no iba a poder ir, que tenía que trabajar,
pero que aprovechara para estudiar y decidir qué hacer de
las carreras universitarias que se ofrecían allí dentro. Cuando
el vigilante lo llamó frunció el ceño y fue hasta la puerta de
la sala de visitantes, viendo a Derek sentado en la mesa
donde siempre se sentaban.

Se acercó a él con una pequeña sonrisa que el moreno


correspondió con una algo tensa, lo que nubló la alegría del
menor. Se sentó frente a Derek y se cogió las manos con
nerviosismo.

—¿Qué tal estás? —preguntó el mayor inclinándose hacia


delante.
—No esperaba visita hoy —comentó sonriendo.
—Siento no haber avisado.
—Ha sido una bonita sorpresa, gracias. ¿Qué tal por la
universidad?
—Muy bien la verdad, las prácticas de deporte me tienen
agotado —contó cambiando a un humor más animado—,
son muy sacrificadas, pero he sacado un rato para verte.

Stiles asintió mordiéndose el labio inferior y suspiró. No lo


admitiría en voz alta, pero llevaba tiempo pensando aquello
sin que le vinieran ganas de llorar. Pero en aquel momento
no tenía ganas de llorar, y supo que era el momento.
—Derek, aún me quedan siete años —empezó a decir Stiles
lentamente, sin atrever a mirarle a los ojos—, y te pedí que
me esperaras. Pero no lo hagas. No me esperes.
—¿Qué quieres decir Stiles? —preguntó con el ceño
fruncido.
—Pues... te estoy pidiendo que sigas adelante —murmuró
alzando la vista— pero sin mí.

El moreno lo miró como si hubiera recibido una bofetada, y


permaneció así un buen rato, hasta que se recompuso y lo
miró con expresión dura, aunque con los ojos brillantes.

—Te esperé ocho putos años, ¿crees que no puedo


esperarte otros ocho? —dijo en voz baja pero severa.
—Me esperaste porque no sabías lo que sentía. Ahora sabes
lo que siento, y aunque sé que me quieres, yo te quiero más
y no quiero que tengas que estar preocupándote por mí, y
más con tu carrera y todo eso... —Derek le cogió la mano y
se la apretó.
—Pero eso no me importa Stiles, yo quiero seguir contigo...
—Vamos Derek, hay veces que no te veo en dos semanas, y
a mí se me hace un mundo. No quiero estar con la
esperanza de verte y que me prometas que vendrás y luego
estar deprimido durante días porque no hayas cumplido tu
palabra. Por eso prefiero que sigas con tu vida, Derek.
Olvídate de mí estos siete años, intenta seguir adelante —
musitó con voz ahogada. Cada una de esas palabras le
estaba costando un mundo de pronunciar. Y el moreno
estaba viendo el esfuerzo que hacía, y estaba consternado.
Stiles estaba haciendo eso por él, pero Derek no quería estar
con nadie más. Pero tampoco se veía capaz de esperar otros
ocho años.

Se quedaron en silencio unos minutos, en contraste con el


resto de personas en aquella habitación que no dejaban de
hablar. El castaño miró al mayor con los ojos rojos de
contener las lágrimas.

—Quizás cuando salga podríamos quedar para tomar algo


—murmuró esbozando una pequeña sonrisa—, y recordar
viejos tiempos.
—Eso espero.

El vigilante indicó que se habían acabado el horario de


visitas. Stiles se levantó y Derek lo imitó, quedándose
incómodamente uno frente a otro. Se dieron un abrazo que
se les antojó corto y el moreno se fue de allí, dejando allí a
Stiles sintiendo que la mitad de él se iba con Derek.

Me tragaré mi orgullo porque eres al único que quiero, por


eso te digo adiós.

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