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POLÍTICA COMPARADA
Índice
Existen múltiples motivos para comparar países y sociedades (el propio ciudadano lo
hace para ubicar su situación en el sistema-mundo). Las principales razones que podríamos
señalar son la descripción contextual, la clasificación y creación de tipologías, la verificación
de hipótesis, la construcción de teorías y la predicción.
democracia tienen un efecto positivo sobre la protección de los derechos humanos, mientras
que la participación en guerras internacionales y civiles tiene un efecto negativo.
El debate sobre si la ciencia política (las ciencias sociales en general) puede ser
considerada como tal, una ciencia, existe desde que existe la disciplina. Sin duda la ciencia
política (comparada) comparte con las ciencias naturales los objetivos fundamentales de
describir, clasificar, contrastar hipótesis y predecir. Estas actividades exigen la recogida
sistemática de evidencias, su estructuración, la búsqueda de pautas, la formulación y
contraste de explicaciones y la construcción de teorías más generales.
Al igual que los científicos naturales, los politólogos recaban pruebas de manera
sistemática, buscan pautas y formulan teorías para dichas pautas. Tanto las ciencias naturales
como la ciencia política tratan de realizar inferencias basadas en el mundo empírico que
observan y buscan maximizar la certeza de estas inferencias. No obstante, hay diferencias
notables:
1. Teoría: Existen dos tipos de teoría en ciencia política: normativas (especifican cómo
deben ser las cosas en sociedad) y empíricas (su objeto es explicar la ocurrencia de
fenómenos políticos observados). Además, las teorías pueden ser deductivas (llegan a
sus conclusiones aplicando la razón a un determinado número de premisas) e
inductivas (alcanzan sus conclusiones mediante la observación de hechos conocidos).
2. Método: el instrumento mediante el cual se desarrolla y se verifica una teoría, por el
cual se recogen datos, se formulan y contrastan hipótesis y se deducen conclusiones
sutanciales.
3. Ontología: el estudio del ser, de la esencia de las cosas, su tratamiento metafísico. En
ciencia política, la ontología se ocupa de los países, fenómenos, actores, instituciones
y procesos que son observables y precisan una explicación.
4. Epistemología: el estudio de la naturaleza del conocimiento, es decir, cómo los
investigadores y estudiosos logran conocer el mundo. Trata de averiguar qué
conocimiento del mundo político es posible y qué normas de investigación han de
seguirse a la hora de explorar el mundo político.
5. Metodología: las formas de adquirir conocimientos sobre el mundo político, es decir,
el estudio de los diferentes métodos o sistemas de métodos en un campo de
investigación concreto.
6. Casos: aquellos países objeto del análisis comparado.
7. Unidades de análisis: los objetos sobre los que se recaban datos, como individuos
concretos, países, sistemas electorales, movimientos sociales, etc.
8. Variables: conceptos cuyos valores cambian en el seno de un conjunto de unidades
determinado, como la renta, la identificación partidista, etc. Estas variables pueden ser
dependientes (las que el estudio trata de explicar) e independientes (las que explican
las variables dependientes)
9. Observaciones: los valores de las variables de cada unidad, que pueden ser
numéricos, verbales o incluso visuales.
10. Niveles de análisis: se distingue el micro o individual (personas individuales) y el
macro o sistémico (grupos de individuos, estructuras, procesos, etc).
11. Métodos cuantitativos: tratan de mostrar las diferencias numéricas entre ciertos
objetos de análisis.
12. Métodos cualitativos: tratan de aislar las diferencias típicas.
Métodos de comparación
A algunos investigadores les gustan las grandes comparaciones mientras que otros
prefieren investigar los rasgos distintivos de unos pocos países concretos. Además, los
seguidores de la teoría deductiva usarán métodos diferentes de los que suelen utilizar los
partidarios de la teoría inductiva. Quienes aspiren a generalizaciones más universales, por
otro lado, recurrirán a métodos distintos de los utilizados por los estudiosos que busquen
niveles de explicación contextualmente más específicos.
A este respecto, no obstante, los elementos más importantes vendrían a ser el nivel de
abstracción y el número de países objetos de estudio: cuanto más elevado el nivel de
abstracción conceptual, más margen habrá para incluir un mayor número de países en la
comparación, siempre que los conceptos de la ciencia política puedan “viajar” y aplicarse en
contextos diferentes. Por otra parte, centrar la atención en un solo país o en unos pocos países
supone que el investigador podrá usar conceptos menos abstractos y más arraigados en los
contextos específicos objeto de examen.
Este método de comparación que incluye a un gran número de países tiene una serie
de ventajas, a saber: idoneidad para usar controles estadísticos que descarten explicaciones
alternativas y mantengan constantes determinados factores; amplia cobertura de países;
capacidad para hacer inferencias sólidas y capacidad para detectar los denominados países
“atípicos” y “anómalos”.
Comparar pocos países necesita, antes que nada, una selección deliberada de unos
cuantos países (teniendo en cuenta que a partir de veinte países la frontera entre pocos y
muchos comienza a difuminarse. Por tanto, el elemento diferencial de este método es la
selección deliberada y meditada de los países a introducir en la comparación.
Los tres métodos, pues, deben agruparse bajo el paraguas de la política comparada si
su propósito es formular generalizaciones mediante comparaciones explícitas o si manejan y
desarrollan conceptos aplicables a otros países a partir de comparaciones implícitas.
Comparar muchos países es el mejor método para extraer inferencias aplicables con un grado
más elevado de generalidad. Las diferentes estrategias de comparación deben considerarse
como el producto de un compromiso entre el nivel de abstracción conceptual y el número de
países.
largo del tiempo, incorporándose países al estudio o comparando subunidades del país objeto
de examen. También puede usarse el diseño de sistemas de máxima similitud (DSMS) para
conseguirse una comparación más focalizada en unos pocos países. Por último, puede
reducirse también el número de variables centrándose en los factores explicativos clave que
son supuestamente importantes para explicar el resultado. Para ello, puede usarse el diseño de
sistemas de máxima diferencia (DSMD).
Otro problema es el sesgo de selección, que surge de la elección de países así como
del uso de relatos históricos y de fuentes que favorecen la posición teórica particular de quien
realiza la investigación comparada, que a menudo viola el principio científico crucial de
utilizar muestras aleatorias. La esencia de la mayoría de estudios es la selección deliberada
de países, estableciéndose un grupo experimental (recibe el tratamiento) y un grupo de
control (no recibe el tratamiento), los cuales se comparan al finalizar el tratamiento. Si el
grupo experimental presenta un resultado diferente al del grupo de control, dicho resultado se
atribuye al tratamiento, dado que todo lo demás permanece constante. Este sesgo de selección
ocurre cuando la selección de países no es aleatoria, pudiendo ocasionar problemas de
inferencia. El sesgo más habitual es incluir únicamente países que corroboran la teoría del
investigador, pero existen formas más sutiles. Este problema es especialmente relevante en
los estudios de pocos países y todavía más en los de un solo país. Un estudio de O’Donnell
explica el surgimiento del Estado burocrático y autoritario basándose en el caso de Argentina
en 1966, en el que sobrevaloró el efecto de factores precursores en el resultado político
observado. Una segunda forma de sesgo de selección se produce en estudios cualitativos
basados en fuentes históricas en los que el analista elige relatos históricos cuya descripción de
los eventos encaja con la teoría a contrastar. Otra forma de sesgo de selección puede proceder
de los periodos de tiempo que se usan en la comparación, especialmente en los estudios que
pretenden analizar un comportamiento social con una trayectoria histórica muy dilatada.
Otro problema son las falacias ecológicas e individualistas que surgen cuando un
estudio pretende hacer inferencias sobre un nivel de análisis sirviéndose de evidencias de otro
nivel de análisis. Por ejemplo, una teoría de la revolución puede centrarse en factores
psicológicos individuales, pero puede usar datos estadísticos agregados internacionales sobre
niveles de desigualdad y violencia política. Existen dos tipos de datos en las ciencias
sociales: invididuales (información sobre personas individuales) y ecológicos (información
que ha sido agregada para unidades territoriales).
El problema de investigación
Hay bastante consenso en que al investigar la relación entre los dos factores, la
democracia sería la variable dependiente y el desarrollo económico, la independiente. Lo que
ha cambiado a lo largo de los años ha sido la manera de medir la democracia y el desarrollo
económico y los métodos de comparación empleados para respaldar las diferentes teorías
sobre la relación. Hay divergencias, eso sí. Por ejemplo, para algunos la democracia existe o
no existe, mientras que para otros hay “grados” de democracia. También existen diferencias
respecto a qué se ha de considerar democracia y qué se ha de considerar desarrollo
económico.
La relación entre desarrollo económico y democracia puede ser una relación lineal
(conforme aumenta el nivel de desarrollo económico, aumentan las posibilidades de que un
país sea democrático), una relación curvilínea (un cambio positivo en el desarrollo
económico se verá acompañado de un cambio positivo en la democracia, pero el grado en el
que aumenta la democracia se reduce en los niveles más altos de desarrollo económico) o una
relación escalonada (a partir de un cierto nivel de desarrollo económico, la probabilidad de
que el país se democratice no varía).
del periodo posterior a la Primera Guerra Mundial. Al comparar los indicadores de desarrollo
económico, concretó que las democracias estables europeas y angloparlantes, y las
democracias y dictaduras inestables latinoamericanas obtenían puntuaciones más altas en los
indicadores que sus homólogas no democráticas. Planteó, pues, que “cuanto mejor le vaya a
un país, más probable será que se mantenga la democracia”.
Hellwell selecciona una muestra de países para los cuales “es posible obtener
medidas comparables de renta per cápita y valoraciones periódicas del alcance de los
derechos políticos y civiles”. Su índice de democracia combina dos métodos diferentes de la
protección de las libertades y oscila entre bajo (ausencia de democracia) y alto (democracia
plena). Su análisis arrojó un fuerte efecto positivo de la renta per cápita en el nivel de
democracia.
Burkhart y Lewis-Beck usaron una escala de democracia similar que comprende desde
la inexistencia de la misma hasta su plenitud. Recurren al consumo de energía para
operacionalizar el desarrollo económico y toman como elemento estadístico “otras fuerzas
sociales” y la “posición mundial” de los países incluidos. Los resultados plantean que las
variables “desarrollo económico” y “otras fuerzas sociales” están asociadas positivamente a
la democracia, mientras que las posiciones mundiales periférica y semi-periférica reducen
estos efectos positivos.
Por último, Przeworski y Limongi se muestran escépticos ante los anteriores trabajos.
Clasifican los países con arreglo a normas de valoración estrictas que incluyen, por ejemplo,
la elección del ejecutivo y la existencia de un sistema de partidos competitivo. No obstante,
en lugar de proclamar inmediatamente que el desarrollo económico promueve la democracia,
los autores sostienen que “las democracias son más susceptibles de convertirse en países
desarrollarse económicamente”.
Este bloque hay que dividirlo en tres pequeños bloques, a sabes: la comparación
cuantitativa de pocos países; la comparación cualitativa de pocos países, y los estudios de un
solo país. Con respecto a la comparación cuantitativa de pocos países hay un par estudios
reseñables. Lerner examinó seis países de Oriente Medio (Turquía, Líbano, Jordania, Egipto,
Siria e Irñan) y concluyó que la modernización se caracteriza por una movilidad física, social
y psíquica que conlleva a una sociedad participativa moderna con altos niveles de
urbanización, alfabetismo, consumo de medios y capacidades de empatía. El estudio dio a
entender que la democracia es la situación de llegada de la modernización. Este estudio es
importante por cuanto emplea datos a nivel agregado y comparaciones globales para
establecer asociaciones básicas entre variables importante. Luego utiliza datos a nivel
individual que miden lo que él considera las características clave de la modernidad.
Con respecto a la comparación cualitativa de pocos países, éstos tratan de descrifrar
las claves intermedias que contribuyen a “descomponer” la relación estadística. Factores
como la cronología del desarrollo económico, las alianzas entre las diferentes clases sociales,
la fortaleza del Estado, factores internacionales, etc. entran dentro de la categoría de
“cualitativos”.
industrial fue demasiado débil y dependiente, por lo que se alió con las altas clases
terratenientes y la administración real, recibiendo el apoyo de un Estado fuerte que
proporcionaba protección comercial y control de la clase obrera. Por último, la vía comunista
“de abajo a arriba” característica de Rusia y China tuvo que ver con un Estado altamente
centralizado y una clase alta terrateniente que reprimían a la clase obrera. La inexistencia de
agricultura comercial supuso que el desarrollo de la burguesía fuera débil, careciendo de la
fuerza suficiente para enfrentarse a la Corona o a la clase terrateniente.
Por su parte, Waisman llevó a cabo un estudio sobre Argentina que se pregunta por
qué este país no logró convertirse en una democracia industrial. Sostuvo que la aparición y
estabilidad de la democracia en el primer periodo se debió ante todo a una tasa elevada y
sostenida de crecimiento económico. En segundo lugar, las demandas de participación de la
clase media y la intensa movilización obrera fueron absorbidas por las élites mediante
técnicas de inclusión. Los periodos posteriores de autoritarismo se debieron a la aparición de
un Estado desarrollista autónomo y a la presencia de élites económicas muy arraigadas.
Holm estudió Botsuana y dedujo que aunque a priori puede pensarse que existe una
democracia consolidada teniendo en cuenta sus instituciones, la realidad es que en la sociedad
civil la cultura política tsuana mantiene patrones de organización autoritarios y jerárquicos
por lo que el crecimiento económico que experimentó el país no explica la democracia…
porque ésta es ficticia.
Para finalizar, Moon y Kim estudiaron el caso de Corea del Sur, que ha mantenido
altas tasas de crecimiento desde la década de los sesenta. No obstante, ha vivido también
varios períodos de gobierno antidemocrático.
El problema de investigación
Existen tres preguntas que forman la base de este campo de investigación: ¿por qué se
rebela la gente? ¿qué sectores de la sociedad son más propensos a rebelarse? ¿qué factores
contribuyen al éxito de una revolución social? La primera pregunta remite a factores
individuales, estructurales y culturales; la segunda, a los tipos de grupos más susceptibles de
prestar apoyo a las rebeliones; y la tercera hace referencia a los factores explicativos clave
para el éxito de las revoluciones.
Los estudios de muchos países en este campo intentan descubrir los factores
universales que explican la rebelión y la violencia política. Estudiamos seis estudios
concretos.
Por su parte, Hibbs, en Mass Political Violence quiso investigar los procesos causales
subyacentes a las diferencias entre países en cuanto a niveles de violencia política
masiva durante el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Desarrolló dos
grandes indicadores de violencia política masiva: por un lado la protesta colectiva que
engloba revueltas, ataques armados, huelgas políticas, etc. Por otro la guerra interna que
comprende ataques armados, muertes por violencia política y asesinatos políticos. El autor
elaboró un ejercicio exhaustivo de generación y contraste de hipótesis antes de especificar un
modelo causal y complejo. Especificó más de 25 relaciones lineales y no lineales entre
variables independientes y sus dos índices de violencia política masiva. Construyó, con estos
hallazgos, un modelo causal multivariable de violencia polític que tiene en cuenta la primacía
causal de ciertos factores que determinan los resultados posteriores. Para evitar el “sesgo de
variables omitidas”, Hibbs incluyó una multitud de variables que pueden o no estar
relacionadas con la violencia política.
Eric Wolf comparó las luchas revolucionarias en México, Rusia, China, Vietnam,
Argelia y Cuba tratando de identificar los factores comunes que explican el estallido de
guerras campesinas y su función en el fomento de la revolución. Su “variable maestra” es la
transformación capitalista que introdujo la lógica de los mecanismos de mercado en
comunidades agrícolas basadas históricamente en sistemas de producción y existencia
completamente diferentes, poniendo en entredicho los cálculos de riesgo básicos que habían
tenido durante siglos los campesinos. Entre las demás variables encontramos la presencia de
una autoridad estatal central, la presencia de campesinos de clase media y “libres” y la propia
rebelión campesina violenta. Su estudio presenta el problema del sesgo de selección, ya que
no permite que la variable dependiente (revolución social) varíe.
Paige comparó Perú, Angola y Vietnam y demostró que los tres casos corroboran
sus hallazgos previos (comparando muchos países). En Perú, comparó los movimientos
obreros de las plantaciones industriales de azúcar y los movimientos agrarios de los sistemas
de hacienda de explotaciones agrícolas comerciales. En Angola, el movimiento
revolucionario nacionalista en el sector de la exportación de café (propiedad de los colonos).
En Vietnam abordó la guerra como ejemplo de movimiento revolucionario socialista en un
sistema de aparcerías del sector explotador de arroz.
Por su parte, Skocpol trató de explicar las revoluciones sociales en Francia, Rusia y
China. De entrada, distinguió entre revolución “social” (transformación rápida y básica del
Estado y de las estructuras de clase de un país) y revolución “política” (reforma de las
instituciones políticas dominantes del momento, pero no de las sociales). Prestó especial
atención a los campesinos y tuvo como variable explicativa maestra el Estado absolutista y su
posterior caída ante la creciente presión internacional. Una vez establecidas las causas
similares de estas revoluciones, dirigió su atención al periodo posrevolucionario. Solo cotejó
aquí los tres casos principales, descartando los casos negativos. Identificó cinco similitudes
básicas en las experiencias posrevolucionarias: en primer lugar, la denominada “opción
liberal” estuvo vedada a estos Estados, pero las clases dominantes continuaron siendo
vulnerables y los grupos subordinados susceptibles de nuevas movilizaciones; en segundo
lugar, las economías de los tres países continuaron basadas en una producción agraria
caracterizada por una fuerte presencia de campesinos; en tercer lugar, los tres siguieron
inmersos en una competencia internacional; en cuarto lugar, el proceso de construcción del
Estado se caracterizó por la movilización del apoyo popular en contra de oponentes tanto
internos como externos; en último lugar, el propio Estado estableció una mayor presencia en
los tres países y sustituyó a las clases terratenientes como autoridad preeminente y central.
la naturaleza de las grandes coaliciones que se formaron para derrocar el régimen existente.
La explicación de Parsa, entonces, combina Estados, movimientos e ideología para dar cuenta
de la diferencia en el resultado en estos tres casos. Su marco teórico pretendía explicar no
sólo las revoluciones triunfantes, sino también los movimientos revolucionarios frustrados,
examinando también movimientos anteriores fallidos.
El problema de investigación
Por lo general, los investigadores han intentado explicar la aparición, las estrategias,
la forma, el éxito y el impacto de los movimientos sociales en diferentes contextos políticos.
La investigación comparada se centra en por qué surgen los movimientos sociales, cómo
tratan de alcanzar sus objetivos y qué logran realmente
A diferencia de otros campos, son escasos los estudios que comparan muchos países
en el campo de la investigación de los movimientos sociales.
Haas y Stack compararon 71 países (de cuatro continentes distintos) con datos sobre
actividad de huelgas de trabajadores durante el periodo de 1976-1978. La variable
dependiente es el volumen de huelgas. Las variables explicativas son algunas como el
desarrollo económico, la tasa de crecimiento económico o el grado de afiliación sindical. La
correlación reveló una asociación positiva y sustancial entre el volumen de huelgas y la tasa
de inflación, el grado de sindicación y el desarrollo de los medios de comunicación de masas.
También Inglehart ha ido, con el paso del tiempo, añadiendo más grupos a su
estudio. En Modernization and Post-modernization examinó, entre otras cosas, la propensión
intercultural de los individuos al respaldar o participar en movimientos de protesta. Su
comparación reveló un incremento monotónico en las cuatro formas de actividad política no
convencional (boicot, manifestación, huelga ilegal u ocupación de edificios), produciéndose
un descenso en las formas convencionales de actividad política. Más adelante, el propio
Inglehart y Welzel dirigieron su atención a los resultados de la acción colectiva que definen
como “niveles cambiantes de democracia formal y grados variables de democracia efectiva”.
Examinaron su variación internacional contrastándola con la variación en los valores de
“autoexpresión” que, a su vez, están vinculados a pautas más amplias de modernización
socioeconómica.
La comparación de pocos países en este campo arroja pistas importantes sobre los
orígenes, la forma y el impacto de los movimientos sociales.
Por su parte, Dalton en su Citizen Politics in Western Democracies comparó datos a
nivel individual sobre las actividades de los movimientos sociales en Estados Unidos, el
Reino Unido, Alemania y Francia. En los cuatro países concluyó que los hombres jóvenes
con una buena educación, una fuerte identificación con un partido político, un sentido
particular de la eficacia política y una insatisfacción global con las políticas gubernamentales
tienden a participar en actividades sociales más combativas como manifestaciones o huelgas
ilegales.
Kriesi et al. compararon Francia, Suiza, Alemania y los Países Bajos desde el
ámbito de los “nuevos movimientos sociales” feministas, estudiantiles, pacifistas, verdes y
LGTB, comparando también las protestas de grupos de derecha. Para los autores existen
cuatro factores contextuales que ayudan a explicar la actividad de los nuevos movimientos
sociales: el grado en que las distintas fracturas tradicionales han quedado apaciguadas; las
estructuras institucionales formales; la configuración izquierda-derecha del poder; y las
distintas áreas de políticas públicas abordadas por dichos movimientos. Hallaron una relación
directa entre la actividad de los movimientos sociales y la fortaleza institucional y
sensibilidad del Estado, así como parecieron estos movimientos sociales tener más espacio en
países donde las fracturas tradicionales han quedado apaciguadas. Los países débiles e
incluyentes (p.ej: Suiza) presentan niveles agregados de movilización social elevados,
mientras los países con Estados excluyentes fuertes (p.ej: Francia) exhiben niveles de
movilización social más bajos que se concentran en formas de acción más combativas. En los
países en los que la “vieja izquierda” ha sido apaciguada, los nuevos movimientos sociales
refuerzan la nueva izquierda. Las diferentes orientaciones hacia las políticas públicas que
mantienen los nuevos movimientos sociales determinan, en parte, el tipo de respuesta que
reciben del gobierno. Alemania y los Países Bajos experimentaron olas de protesta bien
desarrolladas que duraron más de un lustro y presentaron grandes aumentos en el número y
magnitud de los eventos. Con respecto a las actividades contestatarias, en ambos países las
olas de protesta pasaron de una violencia escasa en sus primeras fases a tácticas más violentas
hacia el final del periodo.
Tarrow estudió las protestas en Italia durante la década de 1965 a 1975, en la que el
país asistió a una oleada de protestas que comenzaron con huelgas organizadas y protestas
universitarias y se propagaron a trabajadores y estudiantes de secundaria, médicos, obispos,
etc. Definió un ciclo de protesta como un conflicto que va cobrando fuerza, incorporándose
paulatinamente nuevos actores que amplían el ámbito del conflicto a más sectores e
instituciones (sin la agitación de los “primeros alzados”. Al final del ciclo se pasa de la
confrontación a la violencia deliberada y, con el tiempo, al decaer la movilización y desertar
algunas personas, los extremistas compiten por el apoyo de una base social reducida. Su
estudio, pues, recaba datos sobre protestas usando un detallado protocolo de codificación de
actos que incluye tipos de acción, principales actores, etc. Concluyó que el ciclo de protesta
llegó a su fin con el aumento de la protesta violenta y la represión, por un lado, y la
institucionalización política, de otro.
Costain estudió el movimiento feminista en Estados Unidos desde 1950 hasta 1985,
codificando los datos de protesta recurriendo al índice del New York Times. Durante la
segunda mitad del siglo XX, la movilización feminista registro un declive y posteriormente
un ligero aumento, llegando a su clímax en 1975, tras el cual volvió a decaer. Costain
argumentó que la estructura de oportunidades políticas cambió sustancialmente tras romperse
la coalición del New Deal a finales de los sesenta.
Para comenzar, Huntington definió en La tercera ola una ola de transición
democrática como un grupo de transiciones desde regímenes no democráticos a regímenes
democráticos que ocurren dentro de un periodo de tiempo específico. La primera de ellas se
extendió desde 1828 a 1926, la segunda desde 1943 a 1962, y la tercera desde 1974 a 1989.
En 1990, 58 de los 129 países existentes eran democráticos. El estudio de Huntington plantea
que en el periodo de entreguerras y en los años de guerra la democratización sufrió un fuerte
revés, mientras que en la posguerra se verificó un aumento espectacular en el número de
democracias. Por otro lado, durante la tercera ola el crecimiento de las democracias no ha
tenido precedentes en la historia del mundo. Identificó cinco factores explicativos de las
transiciones democráticas entre 1974 y 1990: una crisis de legitimidad galopante del régimen
autoritario anterior; niveles de crecimiento económico elevados en los años sesenta; cambios
en la doctrina y práctica dentro de la Iglesia católica; un cambio en las políticas de actores
externos importantes; y un efecto de “bola de nieve” en todo el planeta. No obstante, de estos
cinco factores únicamente dos parecen tener sólidos fundamentos: el crecimiento económico
(la economía creció desde 1960 en el 90% de los países) y la función de la Iglesia católica (el
75% de los países de la tercera ola eran católicos).
Jaggers y Gurr incluyeron en su estudio dos medidas del tipo de régimen (autocracia
y democracia), expresando la diferencia entre el nivel de autocracia y democracia en un país
según cinco indicadores: competitividad en la participación política; regulación de la
participación; competitividad en la selección del ejecutivo; grado de apertura del proceso de
selección del ejecutivo; y restricciones al jefe del ejecutivo. La medida “democracia menos
autocracia” oscila entre +10 y -10. Los autores examinaron las diferencias en el grado de
democracia entre las Américas, África, Oriente Medio, Asia, y el Pacífico. Durante los
años noventa, únicamente los países del África subsahariana y de Oriente Medio registraban
niveles más altos de autocracia que de democracia. Clasificaron, a su vez, el mundo en
sistemas políticos coherentes (+7 o -7) e incoherentes (+6 - -6). Codificaron que los sistemas
políticos incoherentes son más vulnerables a cambios de régimen (en cualquier dirección).
Si bien los anteriores autores reconocieron no haber identificado las causas de estas
diferencias en las pautas de cambio de régimen, sí lo intentó hacer Vanhanen en The
Prospects of Democracy, siendo la variable independiente una combinación de seis
indicadores que representan la distribución de los recursos de poder en un país (número de
Peeler, por su lado, comparó Colombia, Costa Rica y Venezuela. Examina cómo los
acuerdos entre élites contribuyeron a establecer los regímenes democráticos mientras la
simple convergencia de élites contribuyen a su supervivencia. Examina también la relación
entre el comportamiento de las élites y el de las masas en el momento de la transición, siendo
más probable la consolidación democrática en países en los que la participación se ha
extendido a todas las élites. Como conclusión, plantea que en los tres casos la transición a la
democracia entrañó la firma de pactos explícitos entre élites competidores, que establecieron
una competencia dentro de un marco de normas consensuadas. Además, los tres países
tuvieron que hacer frente a graves desafíos de carácter nacional y extranjero, de los que Costa
Rica y Venezuela salieron airosos.
Por su parte, Linz y Stepan se centraron en tres países de Europa meridional (a los
que denominaron “consolidaciones culminadas”), cuatro de Sudamérica (“transiciones
restringidas”) y ocho de la Europa poscomunista (“recorridos y tareas de máxima
complejidad”). Pese al exceso de variables utilizadas en el estudio (siete), que como sabemos
supone un problema, la comparación arroja inferencias que pueden resultar aplicables. Las
dos variables de mayor impacto en el éxito de la consolidación democrática son el tipo de
régimen anterior y el agente iniciador de la transición. Los regímenes autoritarios civiles
previos con alguna forma de “transición” pactada parecen hacer frente a menos obstáculos.
Los regímenes previos sultanísticos y cuasi totalitarios con alguna forma de transición
dirigida por el régimen son los que se enfrentan a los obstáculos más grandes. Por otro lado,
los problemas de estatalidad continúan lastrando los esfuerzos de consolidación democrática
en países como Hungría, Rumanía, Rusia, Estonia y Letonia.
protagonista clave de la lucha democrática en España. Al final del estudio, trató de aunar lo
empírico y lo teórico en un intento inductivo por hacer una declaración general sobre la
transformación democrática de la sociedad civil y la función de esta en las transiciones desde
sistemas autoritarios.
Por su parte, Colomer y Pascual estudiaron la transición en Polonia, que tuvo dos
importantes actores: por un lado, el gobierno polaco (Partido Comunista) y por el otro el
movimiento Solidaridad, que deseaba una ruptura radical con el pasado. Al combinar sus
posiciones estratégicas potenciales se deducen cuatro opciones: una primera en la que
Solidaridad defiende la ruptura radical y el PC la continuidad, generándose una confrontación
abierta; una segunda en la que el PC plantea reforma y Solidaridad la ruptura, siendo ésta la
peor combinación para el gobierno; la tercera sería aquella en la que el PC plantea
continuidad y Solidaridad reforma, siendo ésta la peor para la oposición; y la última
constituiría una situación en la que tanto PC como Solidaridad plantean reforma, lo que
conduciría a algún tipo de acuerdo. El estudio establece la siguiente cronología: en 1980 se
daba la tercera situación, llegándose en 1981 tras un débil acuerdo a la situación primera. La
perestroika y la glasnost soviéticas llevaron al PC a preferir la cuarta situación, iniciándose
negociaciones entre el ministro del Interior y Lech Walesa (líder de Solidaridad),
legalizándose el partido y su participación en las elecciones.
Por último disponemos del estudio de Maxwell sobre Portugal, cuyo desafío durante
el periodo de transición era aceptar el fin de su imperio en África y apaciguar a los estratos
inferiores radicalizados del ejército. Si bien la revuelta de los militares derrocó al régimen
autoritario derechista, durante los últimos años setenta y primeros ochenta, amenazó con
instaurar uno izquierdista. Maxwell argumentó que la democracia portuguesa fue fruto de una
lucha que ganaron los políticos civiles, cuya oposición moderada les llevó a oponerse al
ejército radical, ganándose el impulso diplomático de potencias extranjeras.