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TEMA 4

ANTROPOLOGÍA DEL MATRIMONIO. PERSPECTIVA SOCIAL

1. PERSPECTIVA SOCIAL

EL SER HUMANO. No es una copia de lo establecido, sino una palabra irrepetible


(propia personalidad y espiritualidad).

1. Una palabra que enseña (desde la escucha y la obediencia al Dios que crea por
medio de la Palabra).

Se hace conocimiento; descripción de la realidad; agradecimiento y respeto a la


vida y considerar a la humanidad como una gran familia.

2. Mensaje de pobreza y búsqueda de la verdad (conocimiento de sí misma y ansia


de valores supremos).

Habla a una humanidad esclavizada por el poder, el inmovilismo del


egocentrismo y el ansia de alcanzar la libertad.

3. Una palabra que se hace en la historia, forma parte de la misma y la dirige.

a. Se hace en la historia. Muriendo si no respira y es calentado (elementos de la


naturaleza) y si no se da al Otro y a los otros (Eucaristía- pan que se
desgrana y derrama, sosiego y esperanza).
b. Forma parte de una historia y de un pueblo (leyes del tiempo, geografía,
raza, sangre, género, familia, nación y fecha). Son las circunstancias a través
de las cuales habla Dios, posibilidades de aprendizaje que surgen a cada
instante. Que hacen que el ser humano sea modelado como único y
extraordinario.

- Ley del espacio. El ser humano se desarrolla en la tierra de su ser. Bajo


la revolución, realismo, tierra, sentimiento y aliento de la reforma. No es
una copia, sino un pozo de iniciativa; pan apasionado por su tierra, que lo
llama a gritos. Pan que llena los vientres que miran angustiados por la
soledad.

- Ley del tiempo. El pasado transmite al presente inquietudes y


preocupaciones y una forma de entenderse y de entender al otro. El ser
humano supera un presente aquejado por un excesivo movimiento;
descubre a la humanidad su identidad a través de su experiencia de éxodo
y la necesidad de dialogar con la vida, con una mente abierta y lejana de
una espiritualidad desencarnada, que orienta al futuro). Perteneciendo a
una familia (humanidad) transmisora de gérmenes biológicos, valores
morales y forma de vida. Necesitando de los amigos, con los que
compartir las experiencias de vida.

c. Dirige la historia.
- Como gobernante de si mismo (político y social), pasando del
egocentrismo a la apertura del otro; de la división interna del dualismo a
la integración de sus dimensiones (cambios de etapa biológicos y
existenciales). Gobierna más una parte que otra (destronamiento),
provoca conflictos internos y se introduce en crisis, que le llevan a
aplicar medidas impensables (egocentrismo, pérdida de identidad y
generar vida, pasando del hombre viejo al hombre nuevo).

- Como trabajador, pasando de la profesionalidad al trabajo como


transformación de la humanidad. Explotado en su empeño de hacerse día
a día y por el concepto de ser humano de la sociedad, cuando ha sido
construido bajo el parámetro de la competencia (hunde al hombre),
despojándolo de su identidad (lo convierte en emigrante de sí mismo,
hacia realidades y conceptos distintos de sí mismo. Es la llamada
revolución antropológica.

- Como científico, cuando sale de si mismo, yendo más allá de su


razonamiento y capacidades, convirtiéndose en autor de un ser ajeno a si
mismo y en autor de una realidad sin la veracidad de su identidad. La
técnica ansiosa por correr y que se mueve entre la lentitud y la velocidad,
capaz de dominar la naturaleza, comunicarse con mayor rapidez y
mejorar las relaciones mundiales del mercado. Es la revolución
científico-técnica del ser humano, como nueva forma de situarse ante las
cosas, los hombres y Dios mismo.

- Como ser racional. Más allá de su razón, traspasando su realidad para


leerla como el profeta, descubriendo lo que se esconde tras lo sensitivo y
mostrando el verdadero sentido de la vida, que no lo puede impedir la
razón, el perfeccionismo y el ansia por explicar y medir todo. Esto
genera una nueva forma de ver el mundo, que afecta a todos los ámbitos
de la realidad humana y social, ante un hombre que tiene derecho a
realizarse plenamente, pasando de la locura frustrada y ridícula a la
trágica e inquietante. Se mueve entre el sentimentalismo interior (actitud
egocéntrica, inquietud ante la vida, insatisfacción generalizada, reacción
frente a lo establecido, tristeza sin motivo, aspiración de algo mejor,
incluso divinizando al amor y superando a cualquier tradición o ley) y el
sentimentalismo exterior (peculiaridad de su tierra, remontarse al pasado
y ver lo que pervive en el presente).

De este modo, la experiencia se convierte en acumulación de ese saber y


la historia en ciencia del pasado, que desembocan en tradicionalismo e
historicismo. Restauración del ser humano y de sus celebraciones con el
apoyo de la Iglesia.

El ser humano pasa del sentimentalismo al realismo en las artes y las


ciencias, hacia el naturalismo (predominio del sentimiento primitivo en
la conciencia humana y en sus expresiones artísticas). Subjetivismo y
narcisismo. Espiritualismo materialista. Ideologización medieval.
Convencionalismo social burgués. Época de fe, lepra y hambre, que lleva
a examinar el lado perverso de la conducta humana.

- Como ser social. Se va desarrollando y emancipando progresivamente de


los diversos paisajes (desierto, vegetación y llanura), hasta alcanzar la
madurez en el enfrentamiento entre la obediencia y la libertad y llegar a
integrarlos.

4. Una palabra de aliento para todo semejante que ha perdido su conciencia


histórica, manteniendo su identidad n medio de la dificultad, tomando las redes
de su existencia, humanización y felicidad y no dejando que las circunstancias
decidan por él.

5. Una palabra que acoge, haciendo de la humanidad una escuela mistagógica, que
parte de la realidad y se mueve por la sed y búsqueda de Dios.

Esquemas en clase.

2. Desarrollo social
2.1. Mundo griego
Entre los siglos V-IV ac., se distinguían dos momentos importantes para contraer
matrimonio: el del compromiso (“enchésis”) entre el futuro marido y el que tiene
autoridad (“kyrios”) sobre la esposa y l de la entrega de la esposa al marido (“edkosis”),
que lleva a cabo el cumplimiento de lo iniciado n el compromiso.

2.2. Roma
El matrimonio se realiza n un solo acto, que es consensual, lo que implica la
voluntad y el compromiso de tratar a la mujer como legítima esposa, mostrándole afecto
y respeto (“affectio maritatis”). Este compromiso iba precedido de esponsales, que eran
decididos en la mayoría de ocasiones por los padres y que iban acompañados de
ceremonias y ritos familiares, sociales y religiosos. En la cerebración del matrimonio, la
esposa era adornada con una corona de flores y un velo rojo, introducida en la asamblea
de parientes y amigos por una persona honorable (prónuba), con una fórmula que
expresaba públicamente el consentimiento (“Ubi tu Galius, ego Gaia”). Después la
prónuba coloca la mano de la esposa sobre el esposo simbolizando la entrega, se
invocaba la protección de los dioses con auspicios, sacrificios, asociación a los lares y
sacra familiares, entrega de una dote, conducción de la esposa a la casa del esposo, la
víspera de las nupcias, con cantos y música, en una especie de rapto, rito de tránsito o
símbolo religioso.

2.3. Pueblos germánicos


Se distinguían dos momentos: el del compromiso (“verlobung”) de entregar la
esposa al futuro marido, transfiriendo la autoridad que sobre ella ejercía l padre
(“mundium”) y el de la esposa real de la esposa (“traung”) que perfecciona la unión e
instaura la vida en común.

2.4. Ritos matrimoniales en la Iglesia primitiva (s. II-VIII)


A partir del s. IV, al convertirse la misma Iglesia en protagonista de la vida
religiosa y civil, comienza a producirse la liturgización del matrimonio, que supone una
progresiva intervención de la Iglesia (presencia del Obispo y de los sacerdotes) en la
celebración, una asunción de los tiros profanos como ritos litúrgicos del matrimonio
(velación, anillo, arras, beso de los novios, corona, marco de fiesta familiar), una
elaboración de elementos propios que expresan verbalmente el significado cristiano y la
novedad de sentido que se da a los ritos (bendición de esposo, formularios de oraciones
y misas), entre los que destaca la bendición de los esposos. Los testimonios más
importantes son: San Agustín, el llamado Ambrosiaster y San Paulino de Nola. La
Iglesia tiende a cristianizar (sacralizando) y a religiosizar los ritos preexistentes y dada
su naturaleza social tenderá también a eclesiastizar (regulando) y a ejercer un control
normativo sobre el matrimonio.
A pesar de ser un período de máxima cristianización extensiva, la Iglesia en esta
época no inventa nuevos ritos y ceremonias matrimoniales, sino que asume los ritos y
ceremonias dados, transformándolos “ad modum Ecclesiae” y “secundum fidem”, para
ser vehículo explícito de la experiencia de fe vivida por hombres concretos. Se acepta la
distinción de los “sponsalia” (viniendo a considerar a los esposos como verdaderos
cónyuges) y las “nupciae”.

En cuanto a los ritos esponsalicios, la Iglesia los acepta con su valor secular y
humano, pero los reinterpreta desde su fe cristiana como el “instrumentum dotale”
(Tertulian, San Agustín), la entrega del anillo (signo de compromiso matrimonial-
Tertuliano, signo de afirmación de la fe cristiana-San Agustín, signo de la fidelidad y
unidad cuyo último fundamento es el amor de Dios en Cristo a su Iglesia-Isidoro de
Sevilla), la unión de las manos (luego pasará a formar parte del rito de la celebración del
mismo matrimonio, interpretado al principio como signo de la concordia y de la mutua
fidelidad, definitivamente asumida en el matrimonio), el beso de los esposos (signo de
la nueva relación esponsalicia y de la integración y pertenencia de la esposa a la familia,
ya que sólo entre miembros estaba permitido el beso-Tertuliano) y las arras (signo de
afecto y promesa de futuro matrimonio. Tertuliano, Jerónimo, Ambrosio).

El rito está destinado a significar la seriedad de un compromiso que, si se rompe,


lleva también consigo una sanción pecuniaria, no se devolverá la dote. Con ellos la
Iglesia pretende dar valor moral, fuerza de compromiso y publicidad a los esponsales.

2.5. Ritualización y sacramentalidad del matrimonio durante la Edad Media (s.


VII-XV)
Una de las razones más importantes de la evolución de los ritos religiosos
matrimoniales fue el deseo de las autoridades y de la Iglesia de evitar la clandestinidad
con la publicidad de la cerebración. Mientras en oriente esta publicidad se impuso
bastante pronto con Justiniano, en occidente se impone en el s. XVI como obligación
jurídica de Trento. La Edad Media, sin embargo, desarrolla una gran variedad de ritos
religiosos a partir de la herencia recibida.

La unión de manos. Este rito, signo de la entrega de la esposa al esposo (aquel


que pide la mano), que antes era realizado por el padre o tutor, a partir del s. XIII viene
a realizarlo l sacerdote (“Ego trado N tibi in uxorem-Ritual de Meaux”). Esta evolución
ritual quiere expresar que el matrimonio es asunto de los esposos más que de los padres
y que en este gesto se significa, como sucedía n los contratos civiles, el mutuo
compromiso y promesa de fidelidad. En muchos lugares, a este rito acompaña el que el
sacerdote coloca la estola sobre las manos unidas de los esposos, en forma de cruz, o
bien rodea sus manos con la estola. Al mismo tiempo el sacerdote pronuncia unas
palabras de bendición, que al principio eran la fórmula trinitaria. Pero, entre los s. XV y
XVI se extiende la fórmula “Et ego coiungo vos”, que algunos considerarán como la
forma sacramental del matrimonio.
- La “velatio” y bendición de los esposos. Aparece desarrollado en todos
los rituales y algunos lo consideran como l fórmula sacramental, ya que
es la que mejor evoca la relación o unión de Cristo con su Iglesia. Los
esposos se acercan al altar y, de pie o de rodillas, se extiende sobre ellos
un gran velo nupcial sostenido por cuatro personas o un velo más ligero
sobre la cabeza de la esposa y espalda del esposo o sobre la espalda o
cabeza de los dos. La tradición hispana, según San Isidoro, añade un
cordón “iugale” que une a los dos esposos por el costado, indicando la
indisolubilidad de su unión.

- El anillo nupcial. Pasa de ser un rito de esponsales a un rito de nupcias,


como signo permanente de un compromiso también permanente, del que
se elaboran diversas fórmulas, apareciendo en el s. XII en todos los
pontificales, misales y rituales y por lo general, se usa la fórmula
trinitaria. Signo de amor, alianza o compromiso y fidelidad (dedo cuya
vena llega hasta el corazón), para indicar el amor total, en cuerpo y alma.
En cuanto a la forma de realizar el rito, se da una gran variedad: lo recibe
sólo la esposa (Francia), los dos (España), se coloca en diversos dedos
sucesivamente hasta llegar al “medio”, respondiendo “amén” en los
diversos momentos o sólo al final.

- La carta nupcial. Los documentos del s. VII-XII suelen establecer una


dote que el esposo entrega a favor de la esposa, previniendo una posible
viudez y como prueba de la existencia del contrato matrimonial. Le
acompaña por lo general una fórmula, en la que no suelen faltar
indicaciones espirituales, aún tratándose de algo material.

- Las arras. Acompaña al rito de la carta nupcial.

- El beso nupcial. La forma varía según los casos: en los rituales de


Rennes del s. XII, el esposo se acerca al altar para recibir el beso del
sacerdote, después va a dar el beso a la esposa. Pero también era
frecuente el beso después del consentimiento y entrega de anillos, como
en algunos rituales de Polonia.
- El banquete y la copa común. A la salida de la iglesia y al entrar en la
casa, antes de la bendición de la cámara nupcial, tenía lugar una comida
simbólica, el rito del pan y el vino compartidos. Este rito, que ya aparece
en el s. XII, se extiende por gran parte de Europa y es incorporado a la
liturgia matrimonial. Le acompaña una oración de bendición, con alusión
a la multiplicación de los panes a las bodas de Caná. El rito de compartir
pan y vino significará el compartir el amor la mutua ayuda a la que se
comprometen, compartiendo el mismo “plato” y los mismos bienes.

- El rito de la bendición de la cámara nupcial. El rito, que ya aparece en la


Galia y en España en el s. VI, lo encontramos por todas partes en Europa
durante la Edad media. El sentido se expresa en las oraciones, que piden
a Dios la protección contra los espíritus malignos, de modo que las
pasiones no lleven a olvidar los goces que duran eternamente. Los ritos
que acompañan suelen ser el de la incensación y la aspersión con agua
bendita, mientras se pide la visita de los ángeles, la protección de la
castidad conyugal. En España y en la Galia existía la tradición de las
llamadas “noches de Tobías”, según la cual se recomendaba a los
esposos el abstenerse de las relaciones conyugales durante los tres
primeros días. Los textos más antiguos hablan de un solo día de
abstención.

- Otro aspecto importante de la evolución del matrimonio durante la Edad


media es el de su sacramentalidad y reconocimiento como uno de los
siete sacramentos de la Iglesia.

2.6. Evolución ritual del matrimonio a partir del s. XVI

Esta época está marcada por la controversia con los reformadores (que niegan el
matrimonio como sacramento, no aceptan la regulación jurídica del mismo por la
Iglesia, consideran la ruptura matrimonial y el divorcio justificado en algunos casos) y
la correspondiente doctrina del Concilio de Trento. Con la fijación de la fórmula
jurídico eclesiástica y de las condiciones para la validez del matrimonio en el Decreto
Tametsi (que sea contraído en presencia del sacerdote designado y de dos testigos al
menos), se tenderá a un cierto fixismo ritual, más atento a la validez licitud que a las
costumbres y sensibilidad matrimonial de los pueblos.
Durante este período se investiga sobre los impedimentos, se consolida el
compromiso, se prepara material y espiritualmente a las nupcias. Por medio de los
esponsales se pretende evitar los matrimonios clandestinos, dando notoriedad a las
ceremonias de esponsales, que con frecuencia se hacen ante testigos y notario, e incluso
son registrados por la autoridad eclesiástica representada en el sacerdote. El
compromiso que se contrae tiene carácter definitivo y es garantía de un matrimonio
futuro, hasta el punto de ser considerado por algunos como comienzo sacramental del
mismo matrimonio.

En cuanto a los ritos que acompañaban a los esponsales, unas veces celebrados
en casa y otras en la Iglesia, eran los siguientes: examen sobre posibles impedimentos,
compromiso de matrimonio futuro, por parte de los esposos, teniendo sus manos
derechas juntas, signo de la cruz realizado por el sacerdote sobre sus manos unidas,
mientras pronuncia la forma “ecclesiae” en latín. Lo único que desapareció del rito de
los esponsales, en favor del rito de las nupcias, es los ritos de las arras, los anillos y a
veces el del beso.

Aunque las variantes entre las diversas Iglesias y rituales son a veces
considerables, sobre todo en la primera mitad del XVI llamada del “regionalismo
litúrgico”, son más destacables las grandes coincidencias existentes en este fenómeno
señalado. Será sobre todo a partir de Trento, cuando comiencen a consolidarse grandes
unidades litúrgicas, debido a un cierto proceso de unificación real.

En conjunto, estos son los ritos más comunes: proclamas, exhortación del
sacerdote, entrega d la esposa, absolución de excomunión, oración, profesión de fe,
promesa o juramento, interrogatorio, bendición de los anillos, unión de las manos
derechas, consentimiento, entrega del anillo, fórmula del sacerdote, oraciones, beso
nupcial, “sub stola”.

2.7. Costumbres y ritos matrimoniales en España


Los esponsales.
- Antes del noviazgo. Se recurría a diversos tipos de prácticas religioso
profanas. Las oraciones a San José, San Antonio, las ánimas benditas,
diversos ritos en la noche de San Juan (contar las once estrellas más
brillantes), caramelos del amor, las rondas de noches repetidas, el meter
por la gatera una porra acompañada del grito “porra va”, en vísperas de
San Juan, regalando una rama engalanada según la relación existente,
que en algunos sitios tenía lugar el Domingo de Pascua.
- Relaciones serias. Ritos de petición, aceptación y compromiso
esponsalicio familiar. La palabra de matrimonio que los mismos novios
se daban, la petición de mano, por la que el padre del novio pedía la
mano de la hija al padre de la novia, en un contexto de visita y
celebración interfamiliar, momento a partir del cual el novio podía entrar
en casa de la novia, el intercambio de regalos como signo de amor mutuo
y gratificación. A través de todo esto se expresaba la formalización de las
relaciones, con un nivel de publicidad, que les daba un carácter casi
definitivo.

- Convivencia prenupcial. Por regla general, la duración del período que


va entre el contrato y la celebración de la boda, no suele ser muy largo.
Durante este período las relaciones de los novios estaban sometidas a un
rígido control, sobre todo por parte d ellos padres de la novia, para lo
cual se servían de todos los medios a su alcance, llegando a crear e
institucionalizar la figura de la “chaperona” o acompañante de la novia
cuando ésta quería estar con su novio.

- Las amonestaciones o proclamas. Aunque la petición de mano o la cena


de pedida junto con el contrato o capitulaciones, constituían ya un
compromiso muy serio, y se consideraba una injuria su incumplimiento, l
momento más público y solemne de este compromiso hacia el
matrimonio eran las amonestaciones. Las amonestaciones solían ser los
tres días festivos anteriores a la celebración de la boda, en la misa mayor.
La intención era doble: asegurar la falta de impedimentos y dar
publicidad eclesial al compromiso, suscitando la participación del mismo
pueblo. Las amonestaciones actuaron como verdadero elemento de
control social, pero también como medio d publicidad y participación, en
un acontecimiento, que siempre se consideró concerniente a la
comunidad entera.
- Preludios de boda. Al llegar el momento culminante, tienen lugar una
serie de ritos o actos significantes, como la presentación del ajuar y de la
casa donde van a vivir los novios. Por regla general es el novio el que se
ve obligado a invitar a los compañeros o mozos del pueblo, y más si se
casa con una muchacha de otro pueblo distinto al suyo. Como rito de
paso en la víspera de bodas, también hay que reseñar el traslado o la
conducción del ajuar, que se llevaba en carros, portando los bienes,
incluso la cama nupcial o los animales a la casa en la que iban a vivir los
esposos. La víspera de boda eran frecuentes las canciones de alborada a
la novia, como amonestación que, los jóvenes y ancianos, hacían a la
novia.

Ritos familiares del matrimonio

- El día de la boda por la mañana, en medio del ambiente de fiesta que se


creaba en todo el pueblo, se comenzaba repicando las campanas para
anunciar al novio y sus acompañantes, los mozos del pueblo, que había
llegado la hora de ir a buscar a la novia y acompañarla. Pero antes de
salir de la casa la novia y a veces también el novio, se les impartía la
bendición paterna. Seguidamente se dirigen a la iglesia en procesión,
cada uno por su cuenta (comitiva de la novia y del novio) o bien todos
los que se han congregado en la casa de la novia, cantando y bailando, al
son de pandereta y tamboril. En la misma procesión se daban costumbres
interesantes, como en algunos lugares, la novia no debía pisar el suelo
hasta llegar a la iglesia, por lo que la conducción se hacía a caballo.

- Celebración del matrimonio en la iglesia. Los que acompañaban más


inmediatamente a los novios eran los padrinos, que habían sido elegidos
con antelación. Cada uno de ellos tenía sus funciones: el padrino era el
encargado de llevar los anillos, las arras, los puros y una dádiva en
metálico para la novia. La madrina debía llevar una cadena o pañuelo,
que servía para conducir a la novia a la iglesia desde la casa paterna
donde se iniciaba la procesión, además de unos dulces. Dentro de este
oro, pueden destacarse algunas costumbres significativas, como el “pan
de boda” o “rosca de boda”, por el que se quería significar y realizar de
algún modo la participación a que invitaban los novios a todo el pueblo.
Otra costumbre extendida y realizada a veces en el marco intralitúrgico,
era la de los signos de corroboración en el “sí” de los novios, por medio
de fuegos artificiales.

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