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LA DIVULGACIÓN DE LA HISTORIA NATURAL EN

LA ESPAÑA DEL SIGLO XVIII*

ALBERTO GOMIS
Universidad de Alcalá

0. Introducción
Una de las características señaladas del siglo XVIII, el de las Luces, es que en
los países más avanzados el publico que se interesó por la ciencia no se limitó a los
profesionales que la cultivaban, sino que alcanzó a un sector de la población, el de
posición económica más favorecida, que ávido por instruirse en los nuevos conoci-
mientos de la naturaleza y los mecanismos que la regían demandó toda una serie de
obras científicas. Este interés se vio favorecido, de modo decidido, por la actitud de
muchos de los gobiernos europeos del momento interesados en aunar saber y poder.
Entre estos gobiernos hay que incluir los de los monarcas españoles Fernando VI
(1746-1759), Carlos III (1759-1788) y Carlos IV (1788-1808).

Un caso particularmente representativo de la voluntad política del gobierno de


Carlos III de divulgar los conocimientos útiles fue la edición masiva, en 1774, del
Discurso sobre el fomento de la industria popular de Pedro Rodríguez Campoma-
nes, Conde de Campomanes1. De este libro de 204 páginas se distribuyeron 30.000
ejemplares a cargo del Erario, ejemplares que por Real Cédula de 18 de noviembre
de ese año debían repartirse a las autoridades provinciales y locales del país, a los
intendentes y gobernadores, al personal de las audiencias y corregimientos, además
de varios volúmenes a cada obispo, con objeto de que los curas de su diócesis pu-
dieran actuar de red difusora de los deseos gubernamentales2. En el Discurso de
Campomanes, luego de señalarse las carencias que tenía la producción industrial
española, se proponía la creación de Sociedades Económicas de Amigos del País en
cada provincia y ciudad importante. Con el tiempo estas Sociedades, tanto las de la
metrópoli como las de América, resultaron decisivas para la divulgación de la cien-
cia.

Conforme avanzaba el siglo, en estos países a los que hemos hecho referencia,
aumentó de modo muy considerable el número de obras destinadas a la educación

*
Investigación financiada con cargo al proyecto PB1998-0705 del Ministerio de Ciencia y
Tecnología “El interés por la Historia Natural en la España del siglo XVIII: enseñanza y
divulgación”.
1
Campomanes, P. R., Conde de [1774]. Discurso sobre el fomento de la industria popular.
Madrid, Antonio de Sancha, MDCCLXXIV, 4 hjs.+CXCVIII págs.
2
Clement, J.P. (1993). Las Instituciones Científicas y la difusión de la Ciencia durante la
Ilustración. Madrid, Ediciones Akal (Akal Historia de la Ciencia y de la Técnica nº 23). Cfr.
págs. 27-28.

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de la juventud y a la instrucción de los obreros especializados, así como las dirigi-


das a las clases populares (cartillas, almanaques, colecciones a bajo precio, ...).

La Historia Natural ocupó un lugar preponderante en el interés de estos nuevos


lectores de la ciencia. Utilidad y belleza son dos rasgos de la disciplina que la hacen
particularmente atractiva y de ahí que las obras que a ella se dedicaran fueran de las
más demandadas. Al mismo tiempo, las publicaciones periódicas fueron dedicando
mayores espacios a los conocimientos científico-naturales.

Para ordenar la exposición, que lógicamente no puede ser exhaustiva, en primer


lugar analizaremos las Historias Naturales de carácter general publicadas en Espa-
ña a lo largo del siglo y que contribuyeron de modo inequívoco a divulgar los cono-
cimientos histórico-naturales. A continuación, en un segundo apartado, abordare-
mos los no muy numerosos libros de texto, de los diferentes niveles educativos, que
se ocuparon de la Historia Natural. En el tercero, las obras que se compusieron con
objeto divulgativo y que trataron, de manera amplia, los conocimientos que a nues-
tro trabajo interesan. Finalmente, en un cuarto apartado, nos ocuparemos de las
publicaciones periódicas, fundamentalmente las que dentro de su contenido científi-
co prestaron una especial atención a la Historia Natural. Como es lógico, para la
realización del trabajo hemos utilizado el repertorio que preparamos Jaume Josa,
Joaquín Fernández, Francisco Pelayo, y yo mismo, que con el título de Historia
Natural. Catálogo ilustrado siglos XVIII y XIX, se publicó en 19883. Pero, además,
y a diferencia de lo que allí hacíamos, se han tenido en cuenta, también, publicacio-
nes en cuyo título ni figura la expresión “Historia Natural”, ni trata de esta materia
en sentido amplio, o sea, considerándose en la misma los “tres Reinos”: Animal,
Vegetal y Mineral.

3
Gomis, A.; Josa, J.; Fernández, J. & Pelayo, F. (1988). Historia Natural. Catálogo ilustra-
do siglos XVIII y XIX. Madrid, Ministerio de Educación y Ciencia-CSIC.

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1. Historias Naturales de carácter general publicadas en España


Dos autores franceses, el abad Noël-Antoine Pluche (1688-1761) y, sobre todo,
el intendente del Jardin du Roi de París, Georges-Louis Leclerc, Conde de Buffon
(1707-1788), redactaron extensas Historias Naturales que alcanzaron gran éxito y
extraordinaria difusión tanto en Francia, como en otros países, como prueban sus
múltiples ediciones y traducciones. Éxito que tuvo su correlato en España.

Primera en el tiempo, tanto en su edición original que con el título de Spectacle


de la Nature se publica en París en 9 volúmenes entre 1732 y 1742, como en la
traducción al castellano, es la obra de Pluche. Se trata de una obra, de fuerte conte-
nido religioso, en la que la Naturaleza está puesta por Dios para el servicio del
hombre. Las ediciones al castellano aparecen con el título de Espectáculo de la
Naturaleza ó Conversaciones acerca de las particularidades de la Historia Natural,
que han parecido mas a propósito para excitar una curiosidad útil, y formarles la
razón á los Jóvenes Lectores, todas ellas en 16 volúmenes en cuarto. Su traductor
fue el jesuita Esteban Terreros y Pando (1707-1782), que era profesor de matemáti-
cas en el Seminario de Nobles de Madrid. Contó con cuatro ediciones antes de aca-
bar el siglo, todas ellas a cargo de impresores madrileños. La primera de ellas se
publicó entre 1753 y 1755, saliendo de la imprenta de Gabriel Ramírez los primeros
tomos y de la de Joaquín Ibarra los restantes. La segunda edición, toda ella a cargo
de Joaquín Ibarra, aparece entre 1756 y 1758. Pedro Martín es el impresor de la
tercera, que se publica entre 1771 y 1773, y Andrés de Soto el de la cuarta edición
que lleva el año de 1785.

Para corroborar la idea del amplio contenido de la obra de Pluche, todo el im-
pregnado de la moral religiosa, baste referir cómo junto a volúmenes en los que se
trata de los insectos y conchas (tomo 1); o de los pájaros, animales terrestres, peces
y plantas (tomo 2); hay otros en los que se aborda la sociedad, el matrimonio y la
educación (tomo 11); o incluso la demostración evangélica (tomo 15).

Por lo que respecta a la Histoire Naturelle, generale et particuliere de Buffon,


cuyos tres primeros volúmenes se publican en la Imprenta Real de París en 1749,
hay que registrar como primera traducción, una parcial, la aparición en 1773 de la
Historia natural del hombre. Escrita en francés por el Conde de Bufón y traducida
al castellano por Don Alonso Ruiz de Piña4, pero las ediciones completas de la obra
no se inician hasta mediados de la década siguiente a cargo de la Imprenta Ibarra. El
traductor de la Historia Natural, general y particular fue José Clavijo y Fajardo
(1726-1806) quien, luego de alcanzar fama como literato, se había incorporado

4
Buffon, Conde de (1773). Historia natural del hombre. Escrita en francés por el Conde de
Bufón y traducida al castellano por Don Alonso Ruiz de Piña. Madrid, Andrés Ortega, 2
vols.

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como Bibliotecario al Gabinete de Historia Natural al comenzar la andadura de esta


institución, de la que en 1786 sería nombrado Vicedirector y en 1798 Director.

La publicación de la primera traducción completa de la Historia Natural de


Buffon se prolongó durante algo más de dos décadas, ya que empezó en 1785 y el
último tomo, el 21, es de 1805. Todavía en 1835 se publicarían los tomos 22, 23 y
24 que comprendían la Historia Natural general y particular de las culebras escrita
por Lacépède, la vida de Buffon y el discurso que pronunció en la Academia Fran-
cesa en el acto de su recepción. La impresión de estos tres últimos volúmenes estu-
vo a cargo de otro impresor madrileño, concretamente de Verges5. Una segunda
edición, de la misma naturaleza, traductor e imprenta, se publicó entre 1791 y 1805.
De la traducción de las obras de Buffon al castellano y su influencia en los ambien-
tes científico y social español se ocupó, con detalle, Jaume Josa en su tesis docto-
ral6.

Las ilustraciones, muy abundantes, cobraban gran importancia en este tipo de


obras, pues con ellas se facilitaba la identificación de las especies, se aclaraba la
estructura interna, y se comparaban los detalles que diferenciaban, entre sí, a ani-
males, vegetales y minerales. El cuidado que los autores ponían en la edición de los
grabados convirtieron a éstos en verdaderas obras de arte, lo que –a la postre- influ-
yó en que en muchas ocasiones se mutilasen las obras para separar los grabados del
texto. No menos cuidado pusieron algunos de los traductores y editores. Así, Cla-
vijo al evacuar una consulta del Conde de Floridablanca sobre el dibujo y edición
de plantas de la Península, le apunta la importancia que tenía el esmero y perfección
del dibujo, añadiendo: “Yo, que soy un pobre (perdone V.E. que me nombre a mí
mismo) pudiera haber pagado y pagar a 120 ó 130 reales cuando más el pliego de
impresión de mi traducción de las obras de Buffon, y a 50 ó 60 la resma de papel, y
pago a 195 reales el primero y 50 ó 80 la segunda, a proporción los demás gastos
de grabado, iluminación, etc... solo con el fin de contribuir por mi parte a que no se
burlen de nosotros los extranjeros, habiendo conseguido que los Académicos de las
Ciencias de París y el mismo Conde de Buffon hayan confesado ser la mía la mejor
edición que se ha hecho de sus obras”7. Recordemos que, en consonancia con esto,
el gobierno creó la Real Calcografía en 1789.

No se publican en el dieciocho español otras Historias Naturales de la extensión


e intención de las Pluche y Buffon, si bien me parece oportuno incluir dentro de

5
Cfr. Gomis, A; Josa, J.; Fernández, J & Pelayo, F. (1988) págs. 11-12.
6
Josa, J. (1988). Bufón en España: la influencia en España de las ideas científicas del natu-
ralista Georges-Louis Lecler, conde de Buffon. Tesis doctoral Universitat de Barcelona.
7
Este párrafo se reproduce de A.J. Barreiro (1992) El Museo Nacional de Ciencias Natura-
les (1771-1935). Edición de Pedro M. Sánchez Moreno. Madrid, Ediciones Doce Calles. Cfr.
págs.72-73.

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este primer bloque la Introducción a la Historia Natural, y a la Geografía Física


de España del irlandés Guillermo Bowles, por ser el primer intento de dar a conocer
lo que hasta ese momento se conocía sobre la naturaleza de España y lo hace quien
llevaba un cuarto de siglo desempeñando diferentes comisiones oficiales para el
Gobierno de nuestro país. La primera edición de la obra aparece en 1775 y en el
“Discurso Preliminar” de la misma Bowles justifica que:“El título de esta obra
tomado literalmente anuncia lo que ella es, porque yo no pretendo escribir la milé-
sima parte de lo que hai que decir de la Historia natural y Minas de España, sinó
un ensayo de estas cosas, para que algún sabio Español mas instruido pueda for-
mar con el auxilio de mi trabajo otra obra digna de la importancia y curiosidad del
objeto. Lo único á que puedo aspirar es á la gloria de ser el primero que ha inten-
tado una descripción física de este Pais.”8

En efecto, aunque a las minas (como las de Almadén, Guadalcanal, Mezquital,


etc.) y a los minerales (mercurio, oro y cobre, entre otros) dedica los mayores espa-
cios, en la obra de Bowles no faltan referencias a los otros dos “reinos”. Así, por lo
que refiere a la botánica, tras apuntar que la disciplina no es su fuerte9, trata de las
plantas en general, de las plantas de España, de los bosques y árboles huecos de
Vizcaya y Guipúzcoa. Por lo que toca a la zoología, escribe sobre la langosta que
desoló varias provincias de España, de las aves de paso en general, del ganado me-
rino y lanas finas de España, etc. Todo ello nos sirve para justificar su inclusión en
este primer apartado.

A esta primera edición del año 1775, de 529 páginas sin ilustraciones, siguen
otras dos en castellano y varias traducciones. La segunda edición, algo corregida, es
de 178210 y consta de 576 páginas. La tercera de 1789 ocupa 554 páginas. 11El pri-
mer idioma al que se traduce es al francés, concretamente en 1776 (Introduction a
l´histoire naturelle et a la géographie phisique de l´Espagne). Más tarde se vierte al
italiano (en 1783) , e incluso John Talbot Dillon hizo una adaptación inglesa (1780).

8
Bowles, G. (1775). Introducción a la Historia Natural, y a la Geografía Física de España.
Madrid, Imprenta de Francisco Manuel de Mena.. La cita en la pág. 1.
9
Bowles, G. (1775). Cfr. pág. 219.
10
Bowles, G. (1782). Introducción a la Historia Natural y a la Geografía Física de España.
Segunda edición corregida. Madrid, Imprenta Real.
11
Bowles, G. (1789). Introducción a la Historia Natural y a la Geografía Física de España.
Tercera edición. Madrid, Imprenta Real.

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2. Libros de textos, de los diferentes niveles educativos, que se ocuparon de la


Historia Natural
Al no estar presentes en la Universidad española del dieciocho los estudios de
Ciencias Naturales, fueron los profesores del Real Jardín Botánico, del Gabinete de
Historia Natural y los de la Real Escuela de Mineralogía, las tres instituciones fun-
dadas por los gobiernos borbónicos, los únicos que demandaron textos de un cierto
nivel para seguir sus enseñanzas. Como el número de alumnos era reducido, fre-
cuentemente debían utilizar textos extranjeros, pese a lo cual hay que destacar aquí
los intentos que llevaron a cabo los profesores de estos centros para dotar de textos
a sus alumnos. Además, entre el alumnado, solían encontrarse alumnos ocasionales,
u oyentes, lo que nos sirve para justificar el carácter divulgativo de dichos textos.

Empezaremos por el Real Jardín Botánico, en cuya fundación se ordenaba a sus


profesores que se encargaran de redactar las obras que permitieran seguir sus ense-
ñanzas. La primera de estas obras se debió a Casimiro Gómez Ortega (1741-1818)
que publicó en 1773 Tabulae Botanicae: quibus classes, sectiones et genera planta-

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rum in Institutionibus Tournefortianis tradita Synoptice exhibentur ... (que podría-


mos traducir como “Tablas botánicas: en que se explican sumariamente las clases,
secciones y géneros de plantas que trae Tournefort en sus Instituciones”). Resulta
poco comprensible que el autor, que era primer profesor del Jardín desde 1771 y
había proclamado su aceptación del método linneano, tradujera y adaptara en estas
tablas el obsoleto método clasificatorio propuesto, a finales del siglo anterior, por el
francés Joseph Piton de Tournefort (1656-1708). Lo justifica aduciendo que resul-
taba más fácil para los alumnos el seguir el método tournefortiano que el linneano.
Incluso, diez años más tarde, en 1783, publicaría una segunda edición de las tablas
tournefortianas12

En 1785, dos años después de la segunda edición de la Tabulae Botánica, Gó-


mez Ortega cofirma con Antonio Palau (1734-1793), segundo profesor del Real
Jardín, un Curso elemental de Botánica teórico y práctico: dispuesto para la ense-
ñanza del Real Jardín Botánico de Madrid, que sí estaba adaptado al método pro-
puesto por el sueco Carl Linné (1707-1778). Pese a la cofirma, de la redacción del
Curso debió de encargarse casi por completo Gómez Ortega y, buena prueba de ello
es que la segunda edición del mismo, corregida, aumentada e ilustrada con láminas,
que apareció en 1795, sólo está firmada por él13. También aparece son su sola firma
la traducción al italiano y la edición mexicana, e incluso en una carta que Palau
dirige a Antonio José Cavanilles en 1785, luego le comentarle la génesis de la obra,
se lamentaba que el Curso ni fuera teórico, ni práctico y justifica, en lo confuso en
que estaba dispuesto, el que las explicaciones que llevaba a cabo en la cátedra fue-
ran distintas a las que figuraban en el texto14.

Hay que resaltar que siete años antes de que se publicara la primera edición del
Curso elemental de Botánica, Antonio Palau, al que el profesor Antonio González
Bueno califica de “modelo de asimilación de las teorías linneanas” ya había publi-
cado en solitario una Explicación de la Filosofía y de los Fundamentos botánicos de
Linneo15 al que continuó en 1784-1788 con una voluminosa Parte práctica de Bo-

12
Las dos ediciones editadas en Madrid. La de 1773, de sólo 39 páginas, en la Imprenta
Ibarra; la de 1783, mucho más extensa, en la Imprenta Real.
13
La edición de 1785 en la Imprenta Real; la de 1795 en la Imp. Viuda e hijo de Marín.
14
Este asunto lo hemos tratado en una trabajo presentado al 35. Internationaler Kongress
für Geschichte der Pharmazie, celebrado en septiembre del 2001: A. González Bueno y A.
Gomis Blanco.“Entre la utilidad terapéutica y la taxonomía: el cambio conceptual en la
Botánica española de fines del XVIII”. (En prensa).
15
Palau y Verdera, A.- 1778. Explicación de la filosofía y fundamentos botánicos de Linneo:
con la que se aclaram y entienden fácilmente las instituciones botánicas de Tournefort.
Madrid, Antonio de Sancha.

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tánica del caballero Carlos Linneo que sirvieron para introducir en España la clasi-
ficación y nomenclatura propuesta por el genial botánico sueco16.

Mas brillante resultó, sin duda, la contribución de Antonio José Cavanilles


(1745-1804) quien en 1802, al año de haber sido nombrado profesor de botánica y
director del Real Jardín Botánico, publicó la Descripción de las plantas que D.
Antonio Josef Cavanilles demostró en las lecciones públicas del año 1801, precedi-
da de los principios elementales de botánica17donde el botánico valenciano hace
una reflexión sobre el sistema linneano y se atreve, incluso, a presentar una modifi-
cación a dicho sistema.

Entre los profesores del Real Gabinete de Historia Natural no encontramos obras
análogas a las realizadas por los del Real Jardín. Ya hemos señalado a Clavijo como
el traductor de la Historia Natural de Buffon, mientras que las obras del pintor y
disecador valenciano Juan Bautista Bru, por su atención de detalle a las piezas que
se conservaban en el Gabinete, nos ocuparemos en el apartado siguiente.

Sí la encontramos, en cambio, en la Real Escuela de Mineralogía, pues el fran-


cés Francisco Chabaneau, o Chavaneau como también aparece escrito (1754-1842),
que había sido profesor del Seminario de Vergara (1777) antes de integrarse en
Madrid en la Real Escuela de Mineralogía, publicó en 1790 unos Elementos de
Ciencias Naturales dispuestos de órden del Rey18 que fue empleada como obra de
texto por varias instituciones de la época, entre ellas el Instituto de Gijón que, fun-
dado por Gaspar Melchor de Jovellanos, fue inaugurado en 1794.

Por lo que hace referencia a otros niveles educativos hay que reseñar la elabora-
ción de algunos textos elementales de carácter ejemplarizante, en forma de pregunta
y respuestas, por lo general traducción de obras francesas, así las Lecciones ele-
mentales de Historia Natural por preguntas y respuestas para el uso de los niños
escritas por el sacerdote Louis Cotte, canónigo de la Iglesia Catedral de Laon, apa-
recidas en 179519. El traductor, Juan de Escoiquiz, era en esos momentos canónigo

16
Para conocer los pormenores de la difusión de las ideas linneanas en la España ilustrada
ver A. González Bueno (2001).El príncipe de los botánicos. Linneo. Madrid, Nivola. El
calificativo a Palau figura en la página 60.
17
Cavanilles, A,J.- 1802. Descripción de las plantas que D. Antonio Josef Cavanilles de-
mostró en las lecciones públicas del año 1801, precedida de los principios elementales de
botánica. Madrid, Imprenta Real.
18
Chabaneau, F. (1790). Elementos de Ciencias Naturales dispuestos de órden del Rey.
Madrid, Viuda de Ibarra.
19
Cotte, Mr. (1795). Lecciones elementales de Historia Natural por preguntas y respuestas
para el uso de los niños. Traducidas al castellano por Juan de Escoiquiz. Madrid, Imprenta
Real.

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de Zaragoza y sumiller de cortina de S.M., pero más tarde (en 1814) llegaría a ser
Ministro de Gracia y Justicia.

En otras ocasiones, la historia natural era una parte del contenido de obras gene-
rales que abarcaban todo tipo de conocimientos, así Erasto, o El amigo de la ju-
ventud. Lecciones familiares, en las que se dan a los jóvenes de ambos sexos ideas
competentes sobre la mayor parte de los conocimientos humanos, y en particular
sobre la Lógica o Arte de discurrir: la doctrina moral: Historia de la Religión: la
Mitología; Física general y particular: Astronomía: Historia natural: Geografía e
Historia de España... Obra generalmente útil y del mayor de interés para los pa-
dres de familia y quantos tienen a su cargo la enseñanza de los jóvenes. Se hallan
traducidas del original francés... con las variaciones y rectificaciones convenientes
a nuestra nación. El traductor de este Erasto, en seis volúmenes, fue Fernando Ro-
mero de Leis20. Resulta evidente que con este tipo de obras lo que se pretendía era,
por un lado divulgar los conocimientos básicos, pero por otro el fomentar la moral
cristiana.

20
Impresa en Madrid, por Blas Román, 1797-1800.

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3. Obras con objeto divulgativo que trataron de manera amplia la Historia


Natural
Se recogen en este amplio bloque aquellas obras que, bien en edición original o
en versión traducida, estaban redactas en forma de enciclopedia o diccionario; las
que eran resultado de viajes por lugares alejados; las que se interesaban por la histo-
ria natural desde otras disciplinas; e incluso algunas de las realizadas por los más
cualificados naturalistas del momento, si bien obviando las obras que estaban más
dirigidas al especialista que a la divulgación (obras de taxonomía, repertorios, etc.).
Como parece lógico tampoco se tienen en cuenta la publicación en este siglo de
obras que fueron elaboradas, y por lo general publicadas, en siglos anteriores, así la
del jesuita José de Acosta (1539-1600) cuya edición primigenia es del siglo XVI.

Dentro de los diccionarios y enciclopedias, destaca la edición en castellano, en


1788, de dos tomos de la Enciclopedia Metódica. El primero comienza con la His-
toria Natural de los Animales, traducido del francés por Gregorio Manuel Sanz, y
sigue con la Historia Natural de las Aves, que tradujo Joseph Mallent. El tomo se-
gundo contiene la continuación de la Historia Natural de las Aves21.

Como difusor de la ciencia y técnica extranjera en la España ilustrada jugó un


importante papel Miguel Jerónimo Suárez Núñez, de quien se ocupa de manera
pormenorizada -dentro de este mismo VIII Congreso de la SEHCYT- Luis Riera
Climent. Además de traducir numerosos textos, publicó Suárez Núñez unas Memo-
rias instructivas y curiosas sobre Agricultura, Comercio, Industria, Economía,
Chymica, Botánica, Historia Natural... en doce volúmenes, aparecidos en Madrid
entre 1778 y 179122

Por su parte, el jesuita Esteban Terreros y Pando, de quien en su momento se-


ñalamos su labor como traductor de Pluche, publicó un Diccionario castellano, con
sus voces de ciencias y artes, y sus correspondientes en las tres lenguas francesa,
latina e italiana en cuatro volúmenes entre los años 1786 y 179323.

En lo tocante a exploradores y viajeros, podemos afirmar que fueron los ingleses


y los franceses los que adquirieron mayor celebridad en el siglo XVIII. Fieles al
espíritu de la ilustración, cuando escribieron, lo hicieron con un estilo sencillo y
claro. Tal vez los escritos del Comandante John. Byron (1723-1786) fueron los más

21
Enciclopedia Metódica (1788). 2 vols. Madrid, Antonio de Sancha.
22
Suárez Núñez, M. J. (1778-1791) Memorias instructivas y curiosas sobre Agricultura,
Comercio, Industria, Economía, Chymica, Botánica, Historia Natural... Madrid, tomo I en la
Imp. de Pedro Marín.
23
Terreros y Pando, E. [1786-1793]. Diccionario castellano, con sus voces de ciencias y
artes, y sus correspondientes en las tres lenguas francesa, latina e italiana. Madrid, Viuda de
Ibarra, Hijos y Compañía, 4 vols. El último por Benito Cano.

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difundidos. Con el título de Viage del Comandante Byron al rededor del mundo,
hecho ultimamente de orden del Almirantazgo de Inglaterra, y traducido por Casi-
miro Gómez Ortega, aparecieron varias ediciones en castellano al poco tiempo de
publicarse la edición inglesa.

También cuentan con versiones castellanas el Compendio de historia geográfi-


ca, natural y civil del Reyno de Chile que escribió en italiano el abate Juan Ignacio
Molina24 (1740-1829), obra en la que se da a conocer la geografía e historia natural
de los territorios de donde era originario el autor que apunta varias especies nuevas
para la ciencia; y la Historia civil y natural de la Isla de Menorca de John
Armstrong (finales s. XVII-1758) que vio la luz en inglés en 1752 y apareció en
castellano, traducida por Josef Antonio Lasierra y Navarro, en 178125. La escasa
formación de Armstrong como naturalista, pues llegó a la isla como Gobernador de
la misma, no fue obstáculo para que fijara su atención en los minerales (carta XI)
animales (cartas XII y XIII) y vegetales (carta XIV) que fue encontrando. De ahí
que escribiera: Confieso que no he tratado este asunto, ni como naturalista, ni como
botánico, habiéndome limitado en general a las especies de ambos reinos que más
movieron mi curiosidad, o que eran de mayor uso para el sostenimiento de la vida
o para promover y extender el comercio de los naturales26

De los exploradores y viajeros españoles del dieciocho, el oficial de marina


Antonio de Ulloa (1716-1795) merece un lugar destacado, pues las numerosas mi-
siones diplomáticas que desempeñó le granjearon una gran fama. A nosotros nos
interesa destacar aquí la obra Relación histórica del Viage (sic) a la América meri-
dional, que cofirma con Jorge Juan en 1748, y en donde Ulloa se ocupa de la zoolo-
gía, botánica y mineralogía observadas en el transcurso de la expedición geodésica
organizada por la Academia de Ciencias de París para medir un arco de meridiano y
en la que, entre otras cosas importantes, describe por vez primero las propiedades y
características del platino27.

24
Molina, J.I. (1788-1795). Compendio de historia geográfica, natural y civil del Reyno de
Chile, escrito en Italiano por el Abate D... Madrid, Antonio de Sancha, 2 vols.
25
Armstrong, J. (1781) Historia civil y natural de la Isla de Menorca. Descripción topográ-
fica de la ciudad de Mahón y demás poblaciones de ella: número de sus habitantes, y gana-
dos de todas especies: estado de su comercio activo y pasivo, y cantidad de los frutos que
produce. Madrid, Pedro Marín, 1781.
26
Seguimos aquí la traducción del bibliófilo Juan J. Vidal Mir y del profesor de idiomas
Sebastián Sapiña de 1930 en la edición J. Armstrong (1990) Historia de la Isla de Menorca.
Menorca, Ediciones Nura. Cfr. pág. 25.
27
Juan, J. & Ulloa, A. (1748) Relación histórica del Viage a la América meridional, hecho
de orden de S. Mag. para medir algunos grados de meridiano Terrestre, y venir por ellos en
conocimiento de la verdadera Figura y Magnitud de la Tierra, con otras varias Observacio-
nes Astronomicas y Phisicas .Madrid,.A. Martín. 4 vols.

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También merecen mención el misionero fray Iñigo Abad Lasierra (c.1730-


1789), que se ocupó de la naturaleza de Puerto Rico en su Historia Geográfica,
Civil y Natural de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico; y el padre Joseph
Gumilla (1686-1750) que publicó la Historia Natural, civil y geográfica de las
naciones situadas en las riveras del Río Orinoco.

De las obras escritas por especialistas de otras disciplinas que se interesan por la
historia natural sobresalen las topografías médicas realizadas por médicos, pues
frecuentemente se fijan en la naturaleza de la región en que desempeñan su cometi-
do. Así, Gaspar Casal (1680-1759) en su obra póstuma Historia Natural y Médica
del Pincipado de Asturias (1762) se ocupa de los minerales y plantas del Principa-
do, mientras que Antonio Pérez de Escobar en su Medicina pátria ó Elementos de la
Medicina Práctica de Madrid. Puede servir á la Historia Natura y Médica de Es-
paña28, publicada en 1788, dedica las últimas trece páginas a reseñar las Plantas
que nacen espontáneas en el recinto de una legua del rededor ó contorno de Ma-
drid, distribuidas según el sistema sexual de Linneo.

Entre las obras de los naturalistas que entendemos colaboraron a la divulgación


científica podríamos anotar, entre otras, las Observaciones sobre la Historia Natu-
ral, Geografía, Agricultura, población y frutos del Reyno de Valencia de Antonio
José Cavanilles29, la Colección de láminas que representan los animales y mons-
truos del Real Gabinete de Historia Natural de Madrid, con una descripción indivi-
dual de cada uno de Juan Bautista Bru30, e incluso el Aparato para la Historia Na-
tural Española. Tomo primero contiene muchas disertaciones physicas especial-
mente sobre el Diluvio de José Torrubia31, sin duda la primera obra de paleontolo-
gía escrita en España.

28
A.P.D.E. [Pérez de Escobar, A.] (1788). Medicina pátria ó Elementos de la Medicina
Práctica de Madrid. Puede servir á la Historia Natura y Médica de España. Madrid, Imprenta
de D. Antonio Muñoz.
29
Cavanilles, A.J. (1795). Observaciones sobre la Historia Natural, Geografía, Agricultura,
población y frutos del Reyno de Valencia, Madrid, en la Imprenta Real.
30
Bru, J.B. (1784-1786). Colección de láminas que representan los animales y monstruos
del Real Gabinete de Historia Natural de Madrid, con una descripción individual de cada
uno. Madrid, Andrés de Sotos, 2 vols.
31
Torrubia, J. (1754) Aparato para la Historia Natural Española. Tomo primero contiene
muchas disertaciones physicas, especialmente sobre el Diluvio... Madrid, en la Imprenta de
los Herederos de Don Agustín de Gordejuela y Sierra.

Actas VIII Congreso de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas
214 ALBERTO GOMIS

4. Publicaciones periódicas que prestaron una especial atención a la Historia


Natural
Durante el siglo XVIII tuvo lugar la consolidación de la prensa periódica en Es-
paña, si bien es cierto que en el siglo anterior habían aparecido algunos soportes,
como las “gacetas”, “avisos” o “relaciones”, a los que hay considerar como sus
antecedentes directos. En las publicaciones periódicas del dieciocho se articulan
todo tipo de noticias, si bien dependiendo del objeto de la publicación predominan
unas sobre otras, lo que va a propiciar la aparición, también en ese momento, de la
prensa especializada.

Por lo que hace referencia a la aparición de la prensa científica en España, y más


concretamente a la que se puso al servicio de las historia natural, su aparición no va
a tener lugar hasta los últimos años del siglo, de ahí que empecemos comentando
algunas publicaciones no especializadas donde tuvieron cabida trabajos de corte
naturalista y que, por tanto, se convirtieron en unos excelentes vehículos para su
divulgación.

Entre aquellas publicaciones pioneras, que acogieron trabajos de divulgación


científica, hay que señalar a los Discursos Mercuriales, Memorias sobre la Agri-

Actas VIII Congreso de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas
LA DIVULGACIÓN DE LA HISTORIA NATURAL... 215

cultura, Marina, Comercio y Artes Liberales y Mecánicas, que apareció en Madrid


entre 1755 y 1756; el Semanario Económico, compuesto de noticias prácticas, cu-
riosas y eruditas de todas Ciencias, Artes y Oficios, traducidas y extractadas de las
Memorias de Ciencias de París, de las de Trevoux, y de muchos otros libros de
fama, franceses, ingleses, italianos, alemanes, ... etc (en Madrid, 1765-1767 y
1777-1778); y el Correo General de España y Noticias importantes de Agricultura,
Artes, Manufacturas, Comercio, Industria y Ciencias (también en Madrid, 1769-
1771). Se encuentran, en ellas, artículos de agricultura, ganadería, pesca, etc.

Algunas Reales Academias y Sociedades científicas, tales la Real Academia


Médica de Madrid y la Real Sociedad de Medicina y demás Ciencias de Sevilla,
harán público, de manera aperiódica, pero con cierto afán de continuidad, los dis-
cursos y memorias presentados por los socios en sus sesiones científicas. Así en-
contramos un tomo de Memorias de la Real Academia Médica de Madrid, que se
publica entre 1797, donde se recogen trabajos de Gregorio Bañares, Antonio José
Cavanilles, Francisco Chabaneau, Domingo García Fernández, José Pavón, Louis
Proust, etc., y unas Memorias Académicas de la Real Sociedad de Medicina y de-
más Ciencias de Sevilla, que arrancan en 1783, con los de Pedro Abad, Antonio
José Correa, Bernardo Domínguez y Juan de Pereira, entre otros.

Mención aparte merece el Memorial literario, instructivo y curioso de la corte


de Madrid, que fue fundado por Pedro Pablo Trullenc y por Joaquín Ezquerra y
que, con ese nombre, se publicó desde enero de 1784 hasta comienzos de 1791. En
el Memorial, que en un principio tuvo aparición mensual y luego bimensual, el
riojano Fausto Elhuyar publicó su “Carta sobre el nuevo método de beneficiar los
metales preciosos por amalgamación, a D. Casimiro Gómez Ortega”32, y tuvieron
cabida muchos trabajos botánicos (del propio Gómez Ortega, de Domingo Arandi-
ga, Vicente Cervantes, Antonio Palau, Benito Pérez de Valdés, ...), geológicos (de
Pedro Díaz de Valdés y Manuel Núñez de Arenas, entre otros), e incluso se daba
cuenta de los ejercicios públicos de Botánica que se celebraban en el Real Jardín
Botánico. La publicación cambió varias veces de nombre, estando algunos años sin
publicarse. Entre 1793 y 1797 se tituló Continuación del Memorial literario, ins-
tructivo y curioso de la corte de Madrid, y de 1801 a 1808 Memorial literario o
Biblioteca periódica de ciencias, literatura y artes.

De las publicaciones periódicas que aparecen en la América hispana, en esos


años, el Mercurio Peruano de Historia, Literatura y Noticias fue quien dio mayor
cabida a la divulgación científica. Se publicó entre 1790 y 1795, a razón de dos
números por semana, a cargo de la Sociedad Académica de Amantes del Perú de
Lima. La tirada de cada número estuvo entre los 400 y 575 ejemplares, lo que debe

32
Elhuyar, F.(1787) “Carta sobre el nuevo método de beneficiar los métodos preciosos por
amalgamación, a D. Casimiro Gómez Ortega”. Memorial Literario, 11: 64-66.

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216 ALBERTO GOMIS

considerarse como semejante a la de los que se editaban en la metrópoli. La mayo-


ría de los artículos estaban redactados por los propios miembros de la Sociedad que,
como ya se ha apuntado, con frecuencia se ocupaban de asuntos científicos y, muy
especialmente de la historia natural, principalmente de minería33.

Por lo que hace referencia a las publicaciones estrictamente científicas merecen


comentarse los Anales del Real Laboratorio de Química de Segovia, el Semanario
de Agricultura y Artes dirigido a los Párrocos y los Anales de Historia Natural.

Los Anales del Real Laboratorio de Química de Segovia, ó Colección de Memo-


rias sobre las Artes, la Artilleria, la Historia Natural de España y Americas, la
docimastica de sus minas conforman dos tomos, el primero lleva la fecha de 1791 y
el segundo de 1795. El responsable de su edición fue Louis Proust, si bien también
firmaron trabajos otros autores, como Antonio de Valdés y Juan Manuel Munarriz.
Desde el punto de vista naturalista tienen importancia, sobre todo, por el amplio
abanico de trabajos mineralógicos que presenta34.

Los Anales de Historia Natural fue la primera publicación periódica española


dedicada exclusivamente a las ciencias naturales. Comenzó a editarse en octubre de
1799. En el prólogo de apenas dos páginas firmado por H.P.F.C., que correspondían
a las iniciales de los cuatro científicos responsables de su edición (el mineralogista
alemán Christiano Herrgen, los químicos Louis Proust y Domingo García
Fernández y el botánico Antonio José Cavanilles), se apuntaba la necesidad de
dicha publicación, al haber alcanzado la Historia Natural un punto de perfección
que asombraba. Se señalaba, también, que se publicaría por números, pero sin
prefijar el momento de aparición de cada uno de ellos, ya que esto dependería de
que hubiera suficiente material para confeccionar el número. Como preveían los
editores, la publicación de la revista fue irregular. En el año fundacional sólo se
publicaron dos números, en 1800 cuatro, en 1801 seis, … Por lo general el número
constaba de unas cien páginas, pero en alguna ocasión sobrepasaron las 150. Los
trabajos, en su gran mayoría originales, se acompañaban de cuidadas láminas a
doble página.

El número 7 (enero de 1801) apareció con el título de Anales de Ciencias


Naturales. Al comienzo del mismo figura una advertencia en la que se justificaba el
cambio de nombre al haberse producido una ampliación de los estrechos límites

33
Sobre el Mercurio Peruano consultar J.P. Clement (1997-1998) El Mercurio Peruano
1790-1795 (Vol. I: Estudio, Vol. II: Antología). Frankfurt y Madrid, Vervuert e Iberoameri-
cana.
34
Una edición facsímil de los Anales del Real Laboratorio de Química de Segovia, con una
introducción de Ramón Gago sobre “Luis Proust y la Cátedra de Química de la Academia
Artillería de Segovia”, se publicó en 1990 por la Academia de Artillería de Segovia.

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LA DIVULGACIÓN DE LA HISTORIA NATURAL... 217

prefijados en un principio. No obstante, los cambios que pueden observarse en la


estructura de la revista son mínimos y de ahí que el resumen conjunto que
ofrecemos a continuación no haga distingo entre ambas épocas de la publicación.

Los trabajos botánicos son los que ocuparon mayor número de páginas. En ellos,
fundamentalmente, se da cuenta de nuevos géneros y se describen plantas de
diferentes lugares. La mineralogía, con los trabajos de Herrgen y algunos de sus
discípulos, también cuenta con mucha presencia. Trabajos de zoología, física,
medicina, astronomía, hidrografía, e incluso de historia de la ciencia también tienen
cabida en los 21 números que se publicaron, que conformaron un total de 7 tomos.
Dicho lo anterior no debe sorprender el que fuera Cavanilles, con 48 artículos, el
más prolijo autor de los Anales, ni que Herrgen, que además tradujo numerosos
trabajos, le siguiera, hasta totalizar 26. A estos dos autores, y ya con una
contribución bastante menor, les siguen Ignacio de Asso, Domingo García
Fernández, Andrés Manuel del Río y Luis Née35.

Por último, comentaremos brevemente el Semanario de Agricultura y Artes


dirigido a los Párrocos, el principal medio de difusión de conocimientos agrícola a
las clases populares en la España del cambio de siglo, en la que se contabilizaban
más de 16.000 párrocos y, de ahí, que en la carta dirigida a los Obispos por el
Príncipe de la Paz se señalase que aquellos en las horas y ocasiones que lo permita
su ministerio pastoral se aprovechen ellos mismos, y como buenos padres de sus
feligreses se dediquen también a su felicidad temporal, instruyéndolos y
extendiendo entre ellos... los adelantamientos, industrias, invenciones y
progresos...36

Se publicó entre el 8 de enero de 1797 y el 23 de junio de 1808. En un principio


su responsable fue Juan Melón, pero a partir de 1805 se responsabilizan del Sema-
nario los profesores del Real Jardín Botánico, con Antonio Zea –el nuevo director,
nombrado tras la muerte de Cavanilles-, a la cabeza y con la participación activa de
los hermanos Claudio y Esteban Boutelou y de Simón de Rojas Clemente37 Confir-
maba el nuevo cambio de orientación del establecimiento, desde ese momento más
interesado en la botánica práctica que en la taxonomía. Pero esto asunto, que ya

35
Una edición facsímil de los Anales de Historia Natural, con estudio preliminar y edición
de Joaquín Fernández Pérez, se editó en 1993 por la Comisión Interministerial de Ciencia y
Tecnología (Ediciones Doce Calles).
36
Se reproduce en el Semanario de Agricultura y Artes, tomo I (1797), pág. 6.
37
Existe un estudio del Semanario: F. Díez Rodríguez (1980) Prensa agraria en la España
de la Ilustración. El Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los Párrocos (1797-1808):
179-186. Madrid, Ministerio de Agricultura. .

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hemos abordado en otro trabajo38, nos aparta del tema de la divulgación de la histo-
ria natural través de los impresos que era el que hemos querido abordar aquí.

38
González Bueno, A. & Gomis Blanco , A. “Entre la utilidad terapéutica y la taxonomía: el
cambio conceptual en la Botánica española de fines del XVIII”. 35. Internationaler Kon-
gress für Geschichte der Pharmazie, (En prensa).

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